Capítulo 6. La línea
“De un tiempo a
esta parte, me cuesta tanto, tanto, tanto, me cuesta tanto no amarte.”
Ismael
Serrano
Dariel no quería
ir a trabajar. Cualquier cosa antes que alejarse de los cálidos brazos que lo
envolvían cuando se despertó. Evar dormía plácidamente junto a él, con una de
sus piernas entrelazada con las suyas. Su rostro era sereno, nunca lo había
visto tan tranquilo.
Lo invadió una
inesperada ola de ternura cuando hizo amago de levantarse y él se lo impidió,
acurrucándose más contra él. ¿Cómo era posible que un demonio le pareciera tan
irresistible?
Sonriendo, le besó
en los labios hasta que Evar le respondió, ya despierto.
—Me gusta que me
despiertes de esa forma —le dijo mientras lo colocaba sobre su cuerpo y
recorría su espalda con ambas manos, en unas caricias lujuriosas que lo
excitaron de inmediato.
El deseo que
sentía por él no dejaba de sorprenderlo; era tan ardiente e intenso como
íntimo. Jamás se había sentido así con ninguna otra persona.
—Lamento
despertarte, pero tengo que ir a trabajar y quería avisarte.
Evar asintió y se
sentó en la cama, colocándolo a horcajadas sobre él.
—Te acompaño.
—No es necesario…
—Yo también tengo
que trabajar. Tengo que protegerte, ¿recuerdas?
La forma en que
murmuró esas palabras le llegó a lo más hondo. Más que un trabajo, parecía que
tuviera un interés especial en él, como si fuera alguien importante para él…
Sacudió la cabeza,
incrédulo. ¿En qué demonios estaba pensando? Parecía una adolescente babeante
por el chico más guapo del instituto, y él no era así. Nunca había deseado una
relación, nunca había querido tener un vínculo tan estrecho con nadie. Y aun
así, estando con Evar esos días… Se había acostumbrado a él.
Intentando apartar
esos extraños sentimientos, se levantó seguido de Evar y ambos se vistieron
antes de ir en la moto del demonio hasta su trabajo. Una vez frente al
edificio, Dariel se detuvo y dejó escapar un largo suspiro.
Evar percibió su
malestar.
—¿Ocurre algo?
—Odio mi trabajo.
El demonio frunció
el ceño.
—Si las cámaras te
encantan, tienes un montón en tu habitación.
—Ya, no es por
eso.
—¿Entonces?
Dariel movió la
cabeza de un lado a otro y fue hacia el edificio. Evar lo siguió con la cabeza
ladeada y cierta inquietud. No le gustaba ver al semidiós de esa forma, con la
cabeza gacha y el cuerpo tenso, en una postura sumisa que no había mostrado en
ningún momento con él.
Dispuesto a
descubrir lo que le sucedía, fue tras él. En el ascensor, se encontraron con
April, quien tenía una enorme sonrisa de oreja a oreja a pesar de que solo
había dormido un par de horas en toda la noche.
—Buenos días,
chicos. ¿Qué tal anoche? —les preguntó con una sonrisa cómplice.
Dariel se sonrojó
intensamente, pero en cuanto Evar le cogió la mano y le dio un ligero apretón,
se relajó.
—Creo que le incomoda
hablar de eso —dijo el demonio en su lugar.
April dejó escapar
una risilla risueña.
—Está bien, no
importa, me basta con saber que no le has hecho nada raro y pervertido.
Esta vez, Dariel
esbozó una sonrisa torcida.
—Pervertido sí que
fue un poco —comentó, mordaz.
Evar le respondió
con una mirada traviesa.
—Pero te gustó,
¿no?
—Más de lo que
esperaba.
Antes de que
pudiera hacer nada por evitarlo, Evar se inclinó para darle un beso demasiado
rápido para su gusto. April dejó escapar un gritito emocionado cuando el timbre
del ascensor anunció que había llegado a la planta donde Dariel y April
trabajaban.
El semidiós miró a
April.
—¿Podrías
encargarte de Evar mientras estoy en la cámara? No creo que pueda acercarse al
plató.
—Claro, descuida.
Dariel asintió y
se dirigió a Evar.
—Ve con ella,
estaré bien.
El demonio le
acarició la mano imperceptiblemente. Ese gesto cariñoso de ánimo se le clavó en
lo más profundo del corazón.
April le dio unas
palmaditas en el brazo.
—No dejes que te
machaquen.
Dariel acogió la
frase de ánimo que April le dedicaba todos los días antes de trabajar y se
dirigió a la cámara, rezando por que al menos esa semana fuera un poco más
soportable que la anterior.
Por otra parte,
Evar siguió a la humana con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres
decir con que le machaquen? —Su mirada se oscureció de forma amenazadora y sus
músculos se tensaron al máximo—. ¿Acaso alguien va a hacerle daño?
April se giró y le
dedicó una mirada llena de tristeza.
—No, normalmente
nadie le hace daño, pero a la gente de aquí no les gusta Dariel.
Eso solo logró
confundirlo más.
—¿Por qué motivo?
—Fíjate bien.
Evar lo hizo. De
inmediato, sus poderes demoníacos percibieron la hostilidad en el ambiente. Al
ser un demonio de Lucifer, reconoció de inmediato los pecados que cada uno de
ellos estaba cometiendo. Las mujeres miraban a Dariel con lujuria, a pesar de
que este iba vestido con su habitual camiseta de manga larga holgada y con unos
pantalones de chándal de lo más horteras, además de unas zapatillas que dudaba
mucho que hubieran conocido tiempos mejores.
Los hombres, en
cambio, tenían envidia. Eran conscientes del deseo que sentían las mujeres por
Dariel y eso despertaba unos celos intensos. Eso los estaba cegando y no veían
que Dariel ignoraba a todo el mundo mientras preparaba el equipo de su cámara.
Solo veían a un hombre condenadamente guapo y atractivo que intentaba hacerse
el interesante, que quería acostarse con todas las mujeres allí presentes sin
importarles que fueran sus hermanas, primas, novias o las chicas que les
gustaban.
Evar quiso
matarlos a todos. A los hombres por atreverse a tratar con tanto desprecio a
Dariel y a las mujeres por intentar seducirlo.
—Los odio a todos
—gruñó.
April le sonrió.
—Ya somos dos
—dijo con un suspiro mientras lo guiaba a una especie de oficina con un cristal
panorámico que daba al plató. Las mesas eran alargadas y estaban plagadas de
ordenadores con personas que vigilaban los índices de audiencia.
Nada más entrar
Evar, todas las cabezas se giraron hacia él. Los hombres apartaron rápidamente
la mirada, intimidados por su imponente presencia, mientras que las mujeres se
quedaron con la boca abierta.
April lo señaló
con una mano.
—Este es Evar, un
amigo mío. Va a quedarse aquí todo el día, así que, chicas, no le miréis demasiado,
ya está cogido.
—Con ese cuerpo
era de suponer —dijo una mujer bajita con gafas muy mona. Al inspeccionarla con
la mirada, Evar se percató de que era una persona de buen corazón.
Bien. Un mortal
menos al que quería eliminar de toda aquella maldita planta.
Todo el mundo se
puso en marcha. Evar se sentó junto a April mientras vigilaba atentamente a
Dariel y a todo aquel que intentara dañarle de la más mínima forma posible. Se
percató de inmediato del odio que desprendía Howard York, el presentador, y de
la excitación incontrolada de Megan hacia Dariel.
No supo quién de
los dos le cayó peor, pero le habría encantado pedirle a Lucifer que le dejara
un par de horas con ellos en el Acantilado de los Encadenados.
Cuando empezaron a
grabar, Evar se tranquilizó un poco. Todo el mundo se concentró en el trabajo,
y percibió el alivio de Dariel. Al parecer, esos eran los pocos momentos en los
que podía disfrutar de algo de paz en su trabajo.
Bajó la vista y
frunció el ceño. Había visto esos DVD o como se llamaran en casa de Dariel,
todos ellos sobre viajes, culturas, animales, historia… Él no acababa de
entender esas cosas, pero por lo que estaba oyendo en el plató, no tenía la
sensación de que fuera eso lo que Dariel quería hacer en su vida.
Su expresión no
era como cuando cocinaba o como cuando cogió su cámara el sábado para salir a
grabar su entrenamiento.
Tal vez pudiera
hablar con Lucifer para arreglar aquello…
No apartó la vista
de él hasta que el director hizo un movimiento con el brazo y todos pararon.
Vio cómo Dariel recogía rápidamente su equipo y miraba a su alrededor, como si
temiera que alguien se acercara en cualquier momento.
Evar se enfureció.
Nadie debería sentirse inseguro en su trabajo; no, mejor dicho, nadie tendría
que hacer que otra persona se sintiera acosada.
Apretó la
mandíbula cuando vio que una mujer se acercaba con una sonrisa coqueta a
Dariel. Se levantó de un salto, sobresaltando a April.
—¿A dónde vas?
—A terminar con
esta mierda —dijo mientras se dirigía a la salida.
Dariel rechazó la
invitación de Mary de comer con ella alegando que tenía un problema estomacal
bastante asqueroso. Volvió a sentir las miradas lascivas y de completo
desprecio sobre él y suspiró. Sin pensárselo dos veces, y sin coger siquiera su
mochila, se dirigió a la salida del plató lo más rápido que pudo, esperando
evitar a todo el mundo.
—Dariel.
Por poco pegó un
salto al oír la voz de Evar en su cabeza. Había olvidado que también estaba
allí.
—¿Evar? ¿Qué ocurre?
—¿Puedes salir de ahí?
—Sí, ¿por qué?
—Tú hazlo.
Dariel obedeció.
Nada más salir, se encontró con el imponente y majestuoso demonio. Ese día
llevaba puesta una fina camiseta de manga larga que se había remangado hasta
los codos. Los dos primeros botones del cuello estaban desabrochados, dejando
así una porción de su pecho al descubierto. Los pantalones vaqueros estaban
ajustados a sus muslos y a su pecaminoso trasero, y llevaba unas botas de
motero que remarcaban ese aire rebelde y salvaje que siempre lo acompañaba.
Tenía los brazos
cruzados, aumentando así su postura de tío duro, y sus músculos estaban tan
tensos que eran perfectamente visibles en su ajustada ropa.
Dariel no lo había
visto tan sexy como hasta ese momento. Parecía un dios de la guerra, y no pudo
evitar preguntarse si con una armadura estaría aún más impresionante.
Los ojos de Evar
se oscurecieron cuando le preguntó:
—¿Cuánto tiempo
tienes de descanso?
La pregunta lo
desconcertó, pero respondió igualmente:
—Treinta minutos,
pero siempre me llaman después de diez. ¿Por qué?
El demonio lo
cogió de la mano y tiró de él.
—Es más que
suficiente, ven.
Lo siguió sin
tener la menor idea de lo que pretendía. Evar lo llevó al baño de hombres y,
una vez allí, se dirigió al último compartimento, que abrió antes de meterse
dentro con él.
Iba a preguntar
qué diablos estaba pasando cuando Evar se apoderó de su boca. El beso fue tan
ardiente y apasionado que no pudo hacer nada para resistirse. Abrió los labios
y los movió contra los suyos con el mismo ardor mientras pasaba los brazos por
su cuello y lo apretaba contra él.
Lo oyó gruñir
cuando pasó las manos por debajo de su camiseta, acariciando su vientre y
ascendiendo hasta encontrar uno de sus endurecidos pezones. Lo cogió con dos
dedos y lo estimuló antes de deshacerse de su prenda, dejándolo desnudo de cintura
para arriba, y atraparlo con la boca.
Dariel se arqueó
al sentir cómo sus dientes le rozaban el pezón, enardeciéndolo al instante. Con
un gemido, le quitó la camiseta y pasó las manos por su ancha espalda,
pegándolo a él y suplicando en silencio más caricias. Evar gruñó satisfecho y
centró toda su atención en su cuello. Sus manos, sin embargo, le desabrocharon
el cinturón y le bajaron la cremallera.
Jadeó de placer al
sentir sus dedos en los testículos. No sabía que pudiera sentir tanto placer en
esa parte de su cuerpo, más aún cuando su mano rozaba levemente su miembro,
endurecido por el deseo.
—Evar… —gimió
contra sus labios cuando lo besó. Le necesitaba ahora mismo, necesitaba que lo
hiciera suyo de una forma u otra. Jamás había querido entregarse a otra
persona, pero entre los brazos de ese demonio, todo carecía de lógica.
O tal vez todo
tuviera más sentido que nunca. De alguna forma, sabía que Evar jamás haría algo
que él no deseara, que no le haría daño de ninguna de las maneras. Por todos
los dioses, tener esa certeza hacía que quisiera darle algo que no había
entregado a nadie, una parte de sí mismo que nadie conocía.
Estaba a punto de
pedírselo cuando oyó la puerta del baño abrirse de golpe.
—¡Bellow!, se
acabó el descanso, ven ahora mismo —gritó Michael.
Dariel hizo amago
de obedecer, pero Evar lo detuvo.
—Espera —le pidió mentalmente.
—¿Por qué?
—Confía en mí.
A pesar de que
tenía sus dudas, hizo lo que Evar decía. Michael comprobó las puertas de los
compartimentos hasta que dio con la que estaban. Llamó furiosamente a la
puerta.
—¡Deja de hacer el
vago, Bellow, vamos!
En ese momento,
Evar se interpuso entre él y la puerta antes de abrirla con brusquedad y una
cara de pocos amigos que asustó a Michael.
—¿Qué coño
quieres? —le preguntó con un gruñido amenazador.
Michael miró a
Evar y a Dariel y se sonrojó. Entonces, él fue consciente de cuál era su
aspecto. Evar le había quitado la camiseta y tenía los pantalones
desabrochados, además de los labios hinchados y el rostro enrojecido.
Igualmente, Evar también tenía el pecho al descubierto.
Era obvio lo que
habían estado haciendo Evar y él.
Michael empezó a
balbucear.
—Tú… Él… Vosotros…
—Los miró primero a uno y después a otro, una y otra vez. Cuando pareció
asimilar lo que había interrumpido, dio un paso atrás—. Esto… Yo…
—A Dariel aún le
quedan veinte minutos —dijo Evar antes de lanzarle una mirada hambrienta a su
amante que no le pasó desapercibida a Michael—. Y, créeme, va a estar muy
ocupado durante ese tiempo, así que no vuelvas a molestarnos hasta que tenga
que trabajar —dicho esto, cerró de un portazo.
Michael se marchó
casi corriendo del baño.
Dariel miró a Evar
con los ojos como platos, incapaz de decir nada. El demonio le dedicó una
sonrisa satisfecha.
—Ahora dejemos que
el rumor se extienda. Una vez las mujeres comprendan que estás conmigo, nadie
tendrá por qué molestarte, ¿verdad?
El corazón se le
encogió al comprender lo que había hecho. Estaba intentando ayudarle. Había
notado la forma en que lo trataba todo el mundo y había montado aquella escena
para que le dejaran tranquilo.
No se había
conmovido tanto su vida.
—¿Qué pasará si no
funciona?
Evar esbozó una
sonrisa diabólica.
—Lo haremos por
las malas. Los encerraremos en la planta y le prenderemos fuego. Solo
salvaremos a April, Matthew y unos pocos más.
Dariel soltó una
risotada. ¿Acababa de reírse? Hacía mucho tiempo que no lo hacía, y le sentó
tan bien que se sintió eufórico.
—Gracias, Evar.
—Y sin decir
nada más, tiró de él para besarle.
Le besó con
ternura, lleno de agradecimiento. Evar le devolvió el beso con la misma
dulzura, despacio, saboreando el momento. Dejó que sus manos vagaran por su
torso desnudo, que le recorrieran la espalda y que se enredaran con su cabello.
Él imitó sus caricias, deseando poder darle tanto placer como él le daba cada
vez que lo tocaba.
Fue un momento
íntimo, uno que hizo que Dariel se sintiera como nunca; a salvo de cualquier
cosa, seguro de sí mismo y de todo cuanto sentía. Seguro de lo que quería. Y a
quién.
Darse cuenta de
que se estaba enamorando de Evar tendría que haberlo asustado, pero no lo hizo.
Ahí, abrazándolo, le pareció algo tan natural como respirar.
La puerta del baño
se abrió de nuevo, esta vez con más suavidad. Dariel y Evar se separaron,
conteniendo la risa al escuchar los tímidos pasos de Michael. Sus nudillos
repiquetearon la puerta con tan poca fuerza que apenas se escucharon.
—¿Dariel?
—susurró—, siento… esto… interrumpir otra vez pero… quedan cinco minutos.
Dariel y Evar
intercambiaron sonrisas cómplices. De un salto, y sin molestarse en ponerse la
camiseta, Dariel se asomó por encima de la puerta y le sonrió a Michael.
—Ya voy,
tranquilo.
El hombre suspiró
aliviado y sonrojado y salió de allí.
Dariel bajó y se
vistió.
—¿Sigue en pie lo
de quemar la planta si no sale bien?
Evar le lanzó una
sonrisa pícara.
—En realidad,
provocar un incendio era mi primera opción, pero la idea de desnudarte era
demasiado tentadora.
Él sonrió y volvió
a besarlo en los labios.
—El día es largo,
tienes tiempo de sobra para hacerlo.
Los ojos del demonio
brillaron.
—¿Intentas
seducirme?
—Ya lo he hecho.
Su sonrisa se
ensanchó.
—Tendrás sangre de
ángel, pero eres un diablillo.
Dariel rio y salió
del baño seguido de Evar. Cuando llegó al plató, todos le miraban con los ojos
como platos, probablemente ya enterados gracias a Michael de lo que había
estado haciendo con Evar.
Este lo cogió por
la cintura y plantó un beso en la boca que lo dejó sin sentido. No podía ser
que un demonio besara tan condenadamente bien, no era bueno para su salud
mental.
Cuando se
separaron, el Nefilim le dio un apretón en el trasero que todo el mundo vio y
le guiñó un ojo antes de marcharse con April.
—Avísame si quieres que los quememos, sabes
que estaré encantado.
Dariel negó con la
cabeza y se dirigió a su puesto con una sonrisa en los labios. Hasta que no
estuvo junto a su cámara, no se dio cuenta de que Michael y un par de hombres
más se habían acercado a él. Parecían avergonzados y arrepentidos.
—Dariel, tenemos
algo que decirte.
Él esperó con los
brazos cruzados y cara de pocos amigos.
—¿Qué?
Se miraron los
unos a los otros y, finalmente, Michael dijo:
—Queremos pedirte
disculpas por nuestro comportamiento. No tendríamos que haberte tratado así
cuando estaba claro que no tenías intención de… bueno…
—¿De meterle mano
a vuestras novias y hermanas?
Todos asintieron
con la cabeza gacha. Dariel suspiró.
—Escuchad, me da
igual. Yo solo quiero trabajar tranquilo, y que cuando vuelva a casa no
preocupe a mi pareja, porque se da cuenta de que aquí no me va bien.
—¿Se dio cuenta?
—¿Por qué creéis
que ha venido aquí?, a solucionar todo esto y, de paso, marcar su territorio.
Michael y los
demás suspiraron tranquilos.
—Lo sentimos
mucho, de verdad. Nunca imaginamos que eras… Bueno, ya sabes.
Dariel cruzó los
brazos.
—¿Puedo saber el motivo?
—Eh… Pues… En fin,
no eres muy… —Hizo una pausa, un tanto incómodo, y luego añadió en voz baja—.
Ya sabes, afeminado.
—No necesito serlo
para que me gusten los hombres. Y puedo asegurarte que Evar no tiene nada de
afeminado.
—De eso ya nos
hemos dado cuenta… —murmuró mirando el lugar por donde Evar debía estar
observándolos a todos.
Dariel se encogió
de hombros.
—En fin, ya sabéis
lo que hay. Hacedme un favor y dejadme hacer mi trabajo en paz. Así nos
llevaremos todos bien y, si queréis un consejo, controlad a vuestras mujeres.
Porque si tiene que hacerlo Evar, tendrán que buscarse otro trabajo.
Los hombres
asintieron vehementes y corrieron a sus puestos.
Una sonrisa se le
escapó.
—Gracias, Evar —le dijo, agradecido de
verdad.
El demonio
ronroneó en su mente.
—Ha sido un placer, aunque es una lástima que
no haya tenido que recurrir al fuego. Habría sido muy divertido.
Dariel rio entre
dientes y se puso a trabajar. El resto del día fue muy agradable, especialmente
cuando todo el mundo se despidió de él con pequeñas sonrisas llenas de timidez.
Cogió su mochila y se dispuso a reunirse con Evar cuando los York se plantaron
frente a él.
—Dariel, ¿tienes
un segundo? —le preguntó Howard con una mueca.
Él dio un paso
atrás, desconfiado.
—¿Qué queréis?
Megan lo miró con
ojos llenos de culpa.
—Queremos pedirte
disculpas por todos los problemas que te hemos causado.
—Sí —coincidió
Howard—, no sé qué me pasó. Supongo que fueron los celos. De todos modos, te
juro que jamás te habría puesto la mano encima si hubiera sabido que… Bueno,
que eres de la otra acera.
En fin, no era la
mejor justificación que había oído, pero que Howard York se disculpara era tan
raro como ganar la lotería. Así que, en cierto modo, debería sentirse
afortunado.
—Ya no tiene
importancia. Está todo aclarado, por lo que propongo que nos olvidemos de esto
y nos dediquemos a hacer nuestro trabajo.
—Hablando de eso
—comentó Megan, mirando a su esposo—, hemos hablado con el director y queremos
compensarte por cómo te hemos tratado. Nos gustaría recomendarte como
presentador en uno de nuestros programas.
Dariel frunció el
ceño.
—¿Cómo?
—En tu currículum,
vimos que además de periodismo hiciste una pequeña carrera de gastronomía. El
director está buscando a un presentador para un programa culinario y nos
gustaría que te presentaras a las pruebas.
Vaya, eso sí que
era totalmente inesperado. En el fondo, se sintió tentado de aceptar, pero
después de lo que Evar había hecho por él, tenía la sensación de que aún podía
cumplir su sueño.
—Os estoy muy agradecido,
pero debo rechazar vuestra oferta.
Howard y Megan se
miraron.
—No lo comprendo.
—No me gusta estar
frente a las cámaras, me gusta más grabar. Se me da bien y me gusta.
Iban a decir algo
más, pero cerraron la boca al instante. Dariel no tardó en comprender el motivo
cuando un brazo fuerte envolvió su cintura en un gesto posesivo.
—¿Has acabado ya,
Dariel? —le preguntó Evar con un gruñido sin dejar de mirar a los York.
—Sí.
—Bien. —Se dirigió
a Megan—. Tú, este hombre es mío y solo mío, así que no vuelvas a acercarte.
—Sin prestarle la más mínima atención a la cara que puso la mujer, se volvió
hacia Howard—. Y tú, como vuelvas a golpear a Dariel, mis puños y tú tendréis
una charla muy larga —y dicho esto, se lo llevó del plató.
No lo soltó hasta que
salieron del edificio, donde les esperaba una sonriente April.
—Evar, eres
alucinante.
El demonio sonrió,
orgulloso.
—Lo sé, por eso
Dariel está locamente enamorado de mí —le dijo, guiñándole un ojo.
Dariel rio, aunque
por dentro notó un pinchazo en el corazón. Sí, empezaba a enamorarse de Evar y,
ahora que no estaba bajo la influencia de sus besos, tenía miedo. ¿Cómo iba a
sobrellevar aquello? Cuando estaba junto a él, parecía todo tan normal… y, sin
embargo, no creía que pudieran tener un futuro juntos.
¿O tal vez sí?
No, no lo sabía,
no tenía forma de saberlo.
Decidió aparcar
esos pensamientos a un lado. Enamorado o no, Evar acababa de hacer que su vida
fuera un poco mejor de forma totalmente desinteresada. Lo mínimo que podía
hacer era compensarle.
—Bueno, ¿qué vais
a hacer ahora? —les preguntó April.
—Voy a llevar a
Evar a ver una película en 3D —dijo, mirando al demonio con una sonrisa—. Aún
no has visto ninguna, ¿no?
—No —respondió con
los ojos relucientes de curiosidad.
April hizo un
puchero.
—Eso está muy mal,
Evar. Eres un ricachón, tendrías que hacer cosas como ir a tomar el sol a
Sicilia todos los días, dormir en una cama llena de dólares o cagar en un
retrete de oro macizo.
Dariel rio
mientras que Evar trataba de asimilar toda la información. Conocía tan pocas
cosas del mundo humano…
—En fin,
divertíos. Te veré mañana, Dariel —April se despidió de ellos y se fue en su
coche camino a casa para cenar con sus sobrinos.
Dariel y Evar, por
otro lado, se fueron en la moto de este a casa. Una vez allí, Evar le preguntó:
—¿Qué es eso del
3D?
Dariel alzó una
ceja.
—¿Sabes acaso lo
que es una película?
—A Lucifer le
encantan las series de televisión. Pero no estoy familiarizado con el 3D.
—No te preocupes,
pronto lo descubrirás. Estoy deseando ver tu cara cuando lo descubras —le dijo
mientras se dirigía al cuarto de baño—. Oye, voy a darme una ducha y nos vamos.
—De acuerdo.
Entró en el aseo y
se miró al espejo. Una sonrisa cubrió su rostro. Ahora que ya no tendría
problemas en su trabajo, podría hacer algo que llevaba deseando desde hacía
mucho tiempo.
Evar curioseó los
canales de televisión hasta que finalmente se quedó mirando un reportaje sobre
la religión. No fue una buena idea, le puso de mal humor escuchar cómo los
humanos hablaban de Lucifer, de los ángeles caídos y de los demonios.
Los humanos
deberían estarles más agradecidos. De no ser por ellos, las almas malvadas
estarían campando a sus anchas por su mundo, envenenando a otros mortales y
contaminándolos, susurrándoles al oído que hicieran daño a otras personas.
De todos modos,
eso no importaba. Siempre había sabido que los humanos los veían como seres
malvados, razón por la que no le gustaba ir al mundo de los vivos. Porque si se
le iba la mano, podría cargarse a alguno sin querer…
Entonces, oyó que
la puerta del baño se abrió y giró la cabeza para ver a Dariel. Seguro que él
podía calmarlo, le bastaba con echarle un vistazo a su increíble cuerpo para
que olvidara todas sus preocupaciones.
Sin embargo, lo
que vio hizo que se sentara de un salto y aferrara con ambas manos el borde del
sofá hasta que los nudillos se le volvieron blancos.
Dariel estaba
cambiado. Se había peinado su pelo rubio y afeitado la perilla, de forma que
sus hermosas facciones y sus brillantes ojos azules quedaban totalmente al
descubierto. Ya no llevaba la ropa holgada de siempre, sino una camiseta azul
marino sin mangas que se ajustaba a su torso y delineaba una ligera tableta de
chocolate y unos vaqueros que se pegaban a su trasero y a sus muslos. Había
remplazado también sus viejas zapatillas por otras deportivas recién salidas de
la caja.
Estaba para
comérselo, para devorarlo de arriba abajo y otra vez mientras le suplicaba
retorciéndose que le hiciera el amor de mil formas distintas.
—¿Qué? ¿Cómo
estoy?
“La única forma de
que estés más bueno es desnudo”, pensó Evar mientras sus ojos se oscurecían de
deseo y notaba que su erección rugía dolorosamente. Mierda, mierda, mierda,
cálmate…
—Dariel…
La voz adolorida
de Evar llamó de inmediato la atención del semidiós.
—¿Qué te ocurre?
—preguntó, preocupado de repente.
Cuando el demonio
alzó la cabeza para mirarle, vio que le habían salido los colmillos. Pero lo
que hizo que se estremeciera fueron esos ojos castaños nublados por una pasión
tan ardiente que ni todos los océanos del mundo podrían apagarla.
—Corre —le dijo
con voz ronca.
Antes de que
Dariel pudiera comprender esa palabra, Evar se abalanzó sobre él y lo tiró al
suelo. Incapaz de reaccionar, el demonio se apoderó de sus labios, logrando así
que toda la habitación diera vueltas. No se resistió a él, le devolvió el beso
con la misma ferocidad, enterrando las manos en su pelo y frotándose
descaradamente contra él. Evar gimió en su boca y le arrancó la camiseta.
Tendría que haber
sentido pena por ella, ya que la estaba guardando para cuando pudiera volver a
vestirse como una persona normal, pero no fue así en absoluto. Le rasgó su
propia camiseta, anhelando sentir su ardiente piel desnuda contra la suya. Evar
jadeó en su boca cuando Dariel le rozó los colmillos con la lengua y después
enterró sus labios en su cuello. El roce hizo que se arqueara y gimiera su
nombre.
Entonces, Evar
dirigió sus manos a la cinturilla de los vaqueros y se los bajó a base de
tirones. Una vez desnudo, él hizo desaparecer su ropa. Dariel suspiró cuando se
fundieron en un apasionado abrazo mientras se devoraban el uno al otro,
acariciándose piel contra piel. Dariel se sintió especialmente ansioso cuando
el miembro de Evar se frotó con su trasero.
En esos momentos,
los recuerdos de su pasado estaban totalmente cubiertos por la neblina del
deseo, por lo que respondió a sus caricias, anhelando unirse a él en cuerpo y
alma.
—Dariel… —gimió
Evar. Se había arqueado contra él, totalmente aturdido por el fuego de la
pasión—, tienes que detenerme, ahora.
¿Qué? ¡Y una
mierda! No había estado tan caliente en toda su vida y ahora no podía quedarse
así, tan cerca de un placer que estaba seguro sería lo más increíble que
sentiría en su vida.
—No, Evar, quiero
que sigas. Te deseo.
Evar jadeó y lo
besó. Sus lenguas se entrelazaron en una danza erótica y sensual que solo
consiguió excitarlos hasta un punto insoportable.
—Yo también te
deseo —murmuró Evar con la voz más sensual que Dariel había escuchado nunca—.
Con desesperación, con anhelo. No creo que haya habido nada que deseara más en
toda mi existencia, necesito estar dentro de ti… Por eso tienes que detenerme.
Dariel soltó un
grito cuando Evar lo mordió en el cuello, clavándole un poco los colmillos. Sin
embargo, no le dolió, de hecho, no hizo más que aumentar el placer de sus
caricias.
—No lo entiendo
—jadeó.
—Quiero hacerte el
amor tan fuerte y tan profundo que me suplicarás que no salga nunca de tu
interior —gruñó Evar mientras su mano agarraba su miembro y lo acariciaba con
rápidas embestidas. Dariel arqueó y rugió, anhelando más y más—. Estoy
totalmente fuera de control, así no puedo penetrarte.
—Claro que puedes
—gruñó él, frotándose contra su mano.
—Maldita sea,
Dariel, ¡te haré daño!
En ese momento, lo
miró a los ojos. Esas profundidades de color castaño estaban oscurecidas por un
anhelo tan intenso que Dariel no quería negárselo, pero también vio miedo.
Incluso en ese estado, fuera de control, Evar se preocupaba por su bienestar.
Apretando los
dientes y resistiéndose al fuego que ardía entre sus muslos y que Evar seguía
incendiando, usó sus poderes para lanzarlo al sofá e inmovilizarlo. Notó que
Evar trataba de forcejear contra sus poderes, pero vio cierto alivio en sus
ojos. Algo que no se podía decir de su miembro, al pobre tenía que dolerle como
mil demonios.
Entonces, se dio
cuenta de algo horrible. Desde que se conocían, Evar no se había corrido ni una
sola vez. Siempre que se habían tocado, era a él a quien le daba placer,
mientras que el demonio se quedaba sin nada. Sin pedir nada a cambio.
“Los Nefilim raras
veces tenemos relaciones sexuales. Por eso, cuando sentimos el deseo, este es
más intenso en nosotros que en las personas, y es difícil de controlar”,
recordó sus palabras de la primera vez que se sintieron atraídos el uno por el
otro.
¿Cómo había podido
ser tan egoísta e insensible?
—Lo siento, Dariel
—dijo de repente Evar. La culpa que inundaba sus ojos le sentó como una
bofetada—. Cuando te he visto así, tan cambiado de golpe… —Se le escapó una
mezcla entre gruñido y gemido—. Eres demasiado irresistible, no he podido
controlarme.
Dariel hizo un
gesto negativo con la cabeza mientras se acercaba.
—No, soy yo quien
tiene que disculparse.
Evar no tenía ni
idea de lo que el semidiós pensaba hacer con él. Solo sabía que verlo andando
totalmente desnudo hacia él le recordaba a un dios erótico, uno de esos que en
cuanto los veías te cautivaban, te hechizaban y te atrapaban. Y él ya no sabía
cómo podría resistirse a Dariel.
Con Arlet no fue
tan difícil. Al principio, sí, fue la primera vez que experimentó algo
parecido, pero después le resultó mucho más sencillo controlarse. Con Dariel no
sucedía lo mismo. Era desafiante, y no se dejaba dominar tan fácilmente, aunque
después se entregara a él libremente. Sus caricias lo volvían loco, lo ponían
al borde de su autocontrol, al límite de su naturaleza dominante.
Pero jamás le
haría daño. Aunque tuviera que sufrir la hermosa visión de su cuerpo sin poder
tocarlo, no haría nada que él no quisiera hacer.
Para su completa
sorpresa, Dariel se sentó a horcajadas sobre él y lo besó. Evar se rindió al
beso, dulce y apasionado a un tiempo. Notó sus manos enmarcando su rostro,
acariciando con los pulgares sus mejillas, ligeramente ásperas por la barba de
dos días. Le recorrió el mentón con un dedo y después deslizó sus labios hacia
su cuello, donde se detuvo para explorarlo con la lengua.
Evar no recordaba
haber estado tan excitado. Deseaba acariciar a Dariel por todas partes, besarlo
hasta dejarlo sin sentido y hacerle el amor una y otra vez hasta que no
pudieran moverse. Sin embargo, los poderes de Dariel lo tenían completamente
inmovilizado, y el hecho de que él lo estuviera tocando sin que él pudiera
hacer nada… le pareció lo más erótico que le habían hecho nunca.
Dariel descendió
por todo su pecho, deslizando primero sus manos por este y su vientre y después
sus ávidos labios. Por poco se sobresaltó al sentir su lengua en el pezón,
lamiéndolo y mordisqueándolo. Se le escapó un gemido de puro placer, dejándose
llevar con la seguridad de que Dariel lo contendría si no podía resistirse.
Su lengua siguió
torturándole, descendiendo por sus costados y su vientre, hasta que Dariel se
quedó arrodillado en el suelo, entre sus piernas. Evar gimió cuando le besó en
las ingles y le plantó un mordisco en el muslo.
—Dariel…
El semidiós le
lanzó una pícara sonrisa que le aceleró el pulso.
—¿Te gusta?
—Vas a matarme.
Él soltó una
risilla.
—Esa es
exactamente mi intención —y tras pronunciar esas palabras, Dariel rodeó su
virilidad con la boca.
Evar jadeó y tensó
todo el cuerpo, deseando moverse contra él pero sin poder hacerlo. Los labios
de Dariel lo acariciaron con suavidad, muy lentamente, explorándole con la boca
y la lengua poco a poco. Echó la cabeza hacia atrás y murmuró el nombre de su amante,
que aumentó el ritmo de sus embestidas. Más rápido, más apasionado. Dariel le
devoró como Arlet jamás lo había hecho, disfrutando por completo del placer que
le estaba dando.
Entonces, sin
previo aviso, estalló en llamas. Se quedó apoyado en el sofá, respirando
profundamente mientras Dariel lo lamía suavemente, limpiando los rastros del
orgasmo. Nunca se había sentido tan satisfecho, tan relajado y tan tierno hasta
ese momento. Sencillamente, había sido perfecto.
—Dariel, suéltame.
Ya estoy bien.
Él obedeció y se
incorporó para comprobar que estuviera bien. Evar lo atrajo hacia sus brazos,
colocándolo de nuevo en su regazo, y apoyó la cabeza en su pecho.
Dariel sonrió al
ver a su demonio tan relajado. Todavía tembloroso por lo que le había hecho,
descansaba y se apoyaba en él. Le acarició el pelo, a lo que Evar le respondió
con un ronroneo que estuvo a punto de hacerle reír.
—Creo que lo he
hecho bastante bien para ser mi primera vez.
De repente, Evar
alzó la cabeza y lo miró con los ojos abiertos de par en par.
—¿Qué has dicho?
—Nunca había hecho
esto con nadie.
—¿Ni siquiera con
una mujer?
Dariel hizo un
gesto negativo con la cabeza.
—¿Y por qué lo has
hecho conmigo?
“Porque eres la
única persona a la que he querido”, reconoció en su fuero interno. Pero, en vez
de decírselo, lo besó en los labios y lo abrazó con fuerza, ocultándole así las
emociones que había en sus ojos.
Evar percibió su
malestar con el ceño fruncido. ¿Qué había pasado? ¿Qué era lo que había hecho
que Dariel se sintiera tan mal de repente?
Le devolvió el
abrazo y le besó en el pecho.
—¿Qué te ocurre?
“Que me estoy
enamorando de ti y los dos sabemos que eso no puede acabar bien. Ni siquiera sé
si quiero ir al infierno, y en cuanto yo tome una decisión, tú volverás a tu
hogar independientemente de lo que yo elija”, pensó Dariel.
Ojalá pudiera
quedarse con Evar. Ojalá él también lo amara. Pero después de lo que pasó con
Arlet, dudaba que sucediera tal cosa.
—No es nada, solo
estoy un poco cansado. —Esbozó una sonrisa un tanto forzada y se apartó de él—.
¿Vamos? Aún quiero ver la cara que pones cuando veas lo que es el 3D.
Evar sabía que le
había mentido, y aunque en el fondo se sintió herido, decidió no ahondar más en
el tema. No tenía ningún derecho a interrogarle, no le pertenecía ni era suyo,
por mucho que deseara que fuera al contrario.
Lucifer tenía
razón. Entre el amor y el deseo había una línea muy fina.
Con el corazón
encogido, se vistió para acompañar a Dariel.
Dariel no se
sintió en absoluto decepcionado después de ver la película. Evar había estado
muy gracioso esquivando las armas que salían de la pantalla, incluso estuvo a
punto de conjurar sus poderes para destruirla. Sí, había sido muy divertido y
se había reído de buena gana a costa del demonio. Tendría que llevarlo más a
menudo…
—No me gusta el 3D
—gruñó Evar mientras salían por las puertas principales.
Dariel rio.
—¿Seguro? Yo creo
que te lo has pasado en grande esquivando las flechas.
El demonio le miró
con cara de pocos amigos.
—Podrían habernos
matado.
—Es solo una película,
ya te lo dicho.
—Esas cosas salían
de la pantalla, no me gustan.
El semidiós negó
con la cabeza y siguió andando. Hasta que se dio cuenta de que Evar no le
seguía. Se había quedado muy quieto a un metro de él, con los ojos
entrecerrados y el cuerpo en tensión.
—¿Qué ocurre? —le
preguntó, usando sus poderes para inspeccionar la zona.
Evar lo miró a los
ojos y le tendió el móvil.
—Ve a casa de
inmediato y llama a Nico. Haz todo lo que te diga, él sabrá protegerte —tras
esas palabras, dio media vuelta y se metió por un callejón.
La orden no le
hizo ni pizca de gracia, pero tampoco quería ser un estorbo para Evar. Así que
fue hasta el final de la calle y dobló una esquina para desaparecer… o lo
habría hecho de no ser porque dos hombres se plantaron frente a él.
Ambos eran altos,
aunque no tanto como él, y tenían una complexión atlética que sus trajes de
ejecutivos no lograban disimular del todo. De cabello rubio corto y ojos
azules, tenían una facciones agradables a primera vista, dulces y amables incluso.
Sin embargo, a
Dariel le dieron mala espina.
—¿Quiénes sois?
El de la derecha
le dedicó una sonrisa extraña.
—Somos Hezron y
Omar. Hemos venido para llevarte a casa.
Dariel retrocedió
un paso, cauteloso. No, esto no tenía buena pinta, y por la forma en que sus
ojos azules brillaban, juraría que lo que querían de él no era nada bueno.
—¿A casa?
—Al Cielo, por
supuesto. Junto a Dios.
Me encanto 😍😍😍 la historia ....
ResponderEliminarSolo queria saber si continua la historia o queda asi 🤔🤔