miércoles, 2 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 1. Encuentro

Habían pasado tres semanas desde que Sasuke había embarcado rumbo al Reino del Fuego. Había abandonado las gélidas y encrestadas aguas que lo habían visto nacer para pasar a unas más tranquilas, suaves y cálidas. En el horizonte, vislumbró la ciudad costera que era la capital del Reino del Fuego. Este era un archipiélago, un conjunto de islas próximas entre sí, con montañas ondulantes recubiertas de verdes bosques, elegantes casas de madera y colores vivos por doquier.
Ese sería su nuevo hogar.
Y ya lo odiaba.
Para empezar, el clima de allí era sofocante, el calor era húmedo y le había obligado a desprenderse de su gruesa capa de piel de oso y de la mayor parte de las prendas tradicionales de su reino. De hecho, solo llevaba la camisa blanca que normalmente llevaba bajo el chaleco, pero aun así, estaba sofocado. Tendría que conseguir ropa de allí lo más pronto posible.
Además, él prefería el paisaje blanco que dominaba siempre en su tierra a causa de las constantes tormentas de nieve, sus acantilados escarpados, su mar embravecido. Eso era lo que había hecho de los Uchiha hombres duros y curtidos, fuertes. El país al que iba, en cambio, era para blandengues.
—Tu reino parece muy agradable.
Puso los ojos en blanco al oír a su hermano mayor. Itachi, al ser el heredero al trono del Reino del Hielo, había decidido acompañarle para presentar sus respetos a la reina regente y a su futuro cuñado en nombre de su padre, además de que tenía curiosidad por ver al creador con el que se casaría. Y, aunque Sasuke no dudaba de ello, sospechaba que su padre le había ordenado a Itachi ir con él para evitar que huyera.
Eso le molestó, y mucho.
—Pues quédatelo —masculló.
Itachi le miró con cierta pena y le palmeó la espalda.
—Vamos, hermanito, no será tan malo.
—Tú no vas a abandonar tu hogar para siempre.
Su hermano entrecerró los ojos.
—Tú mismo lo abandonaste hace tres años.
Sasuke se tensó y le lanzó una mirada asesina.
—No es cierto.
—¿Acaso pensabas volver?, ¿después de pasar tres años fuera sin atracar ni una sola vez en tu reino? ¿Y cuándo iba a ser eso? ¿Dentro de cinco años?, ¿tal vez diez?
El joven rechinó los dientes y se apartó de él antes de ceder a la tentación de darle un puñetazo. Sin embargo, en el fondo, sabía que Itachi tenía razón; nunca había tenido intención de volver a su reino, tal vez para el nacimiento del sobrino que tendría algún día Itachi con Izumi, y a partir de entonces visitarlos al menos una vez al año pero…
Apreciaba su hogar, después de todo, se había criado allí, pero desde que su madre murió, se había sentido como si ese no fuera su sitio, y se había embarcado en un largo viaje por el mundo, tratando de encontrarlo sin éxito.
Sin embargo, eso se había acabado, ahora estaba ligado a aquel maldito reino. Para siempre. Junto a un desconocido que sin duda alguna iba a ser una molestia.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el grito del capitán, que anunciaba que estaban a punto de tomar tierra. Con un suspiro, y por pura costumbre al haber pasado parte de su vida en el mar, ayudó a los marineros a soltar escotas y bajar las drizas para atracar suavemente en uno de los muelles. Allí, les esperaba una escolta de caballeros dirigida por un hombre de cejas prominentes y cabello negro brillante con un corte muy recto. Era como si le hubieran puesto una taza en la cabeza y le hubieran recortado el pelo siguiendo el modelo. Sus ojos oscuros eran pequeños y tenía una enorme sonrisa de dientes blancos.
—¡Sean bienvenidos a nuestro reino, altezas! Soy Ser Gai y seré su escolta hasta el castillo de la reina, ¡síganme!
Su entusiasmo y alegría desconcertaron a Sasuke, Itachi, y a todos los hombres que los acompañaban. La gente del Reino del Hielo era arisca y desconfiada por naturaleza, de modo que no estaban en absoluto acostumbrados a la cálida y extrovertida personalidad de la gente del Reino del Fuego.
—Vaya, qué gente tan divertida hay aquí, ¿no? —comentó Sai cuando subían a sus caballos para dirigirse a la morada de la familia real.
Sai Uchiha era el primo de Sasuke y, a pesar de que a veces le sacaba de quicio, eran buenos amigos. Es más, como la familia de Sai había fallecido cuando era niño y no tenía nada que lo ligara al reino de sus tíos, se había ido con su primo a vivir aventuras alrededor del mundo. Además, no había querido que Sasuke anduviera solo por ahí, sin nadie que le cubriera las espaldas.
Por eso, esta vez también había ido con él en la nueva aventura que sería su matrimonio. A decir verdad, esperaba divertirse mucho con esto.
—Cállate —le gruñó Sasuke. Le encantaba hacerlo rabiar.
Sai acercó su caballo al suyo para darle un golpe amistoso en el hombro.
—Venga, hombre, no estés tan amargado… Bueno, más amargado de lo normal. Vas a casarte con un creador, yo tendría mucha curiosidad. Dicen que son más prietos y húmedos que las mujeres —le dijo en voz baja—. Lo que daría yo por probar un culito así.
—Pues es sencillo, cásate tú con él —rezongó Sasuke.
Sai sonrió.
—No tendré esa suerte… Aunque, si a ti no te importa, podría catar a tu prometido antes de que tú lo hagas, así podría asegurarte si merece la pena o no.
—Todo tuyo —masculló, esperando que el idiota de su primo le dejara en paz de una vez.
Tardaron alrededor de dos horas en llegar al castillo, ya que toda la ciudad sabía que el prometido de su querido creador iba a ser ni más ni menos que el legendario Sasuke Uchiha, y los ciudadanos se habían congregado en el camino que conducía al palacio para poder verlo o dedicarle unas palabras de admiración. Las mujeres, sobre todo, suspiraban cuando pasaba cerca de ellas, haciendo que pusiera una mueca. No es que antes le gustara especialmente estar con una, tan solo las usaba para satisfacer una necesidad y pasar un buen rato antes de volver al mar. Además, no eran difíciles, lo único que tenía que hacer era decir su nombre y ya las tenía desnudas y suplicando porque las acompañara a sus dormitorios.
Ahora, tendría a un creador que le pediría más que eso: cariño, afecto y todas esas chorradas. Iba a pasar el resto de su vida escuchando sus lloriqueos sobre cómo deseaba un amor que jamás sería correspondido. Al menos, a sus amantes podía abandonarlas al día siguiente, a su futuro esposo, en cambio, no. Deshonraría a su familia y también a la del creador, no es que él fuera un santo pero… sencillamente, no era cruel, tampoco.
Cuando vio aparecer ante sus ojos las murallas, se estremeció. En un segundo, vio la vida que iba a llevar a partir de ese momento, una vida donde él estaba encadenado en el interior de una jaula.
Detuvo su caballo. No podía entrar ahí dentro, aún no.
—¿Sasuke? —lo llamó su hermano, mirándole con inquietud, pues podía ver su expresión. Parecía… no estaba seguro pero era algo que estaba entre el agobio y el terror—, ¿estás bien?
Sasuke intentó pensar. No podía permitirse avergonzar a su familia huyendo de allí, ni tampoco podía ofender al reino rechazando así entrar en la fortaleza de su dirigente, pero… Necesitaba salir de allí, lo necesitaba.
—Necesito un momento.
Aunque no dijo “por favor”, Itachi supo que se lo estaba pidiendo. Asintió, logrando así que su hermano menor inclinara la cabeza a modo de agradecimiento. Después, Sasuke hizo girar a su caballo y le dio la orden de galopar. Se alejó de la escolta y se dirigió por un camino que conducía a un bosque de enormes árboles milenarios, cuyas raíces ondulantes se asomaban desde el suelo, haciendo dificultoso el camino, y las copas de los cuales eran de diferentes tonos rojizos y anaranjados, en claro contraste con los bosques del resto de las islas, pues eran de un verde exuberante y la mayor parte del año daban flores o frutos.
No tenía ni idea de que se estaba adentrando en el Bosque Sagrado consagrado al dios Kurama.


—Es un placer conocerla en persona, majestad —saludó Itachi cortésmente a la reina, una mujer de larga cabellera rubia recogida en dos coletas y con una túnica blanca sin mangas y que dejaba que, al caminar, una de sus largas piernas se viera. Pese a su edad, era una mujer bastante atractiva, de piel clara, ojos castaños y una delantera… bastante llamativa, por decirlo de un modo educado.
Sin embargo, a pesar de su sexo, Itachi percibió que no era una persona a la que debiera darle la contraria, ni hacerla enfadar. Ahora entendía por qué su abuelo Madara la había temido, y eso que ahora le estaba sonriendo con amabilidad.
—El placer es mío, Itachi, y llámame Tsunade. Después de todo, vamos a ser familia —dicho esto, se fijó en Sai, que era el único que le había acompañado hasta la reina, dejando que sus hombres descansaran y fueran a visitar la ciudad antes de que regresaran a casa en una semana—. Y tú debes de ser Sasuke…
—No, en realidad, soy su primo Sai —respondió educadamente el joven, tomando la mano de la reina y dándole un beso en el dorso.
Tsunade enarcó una ceja.
—¿Y dónde está Sasuke?
Itachi temía la reacción de la reina cuando le dijera la verdad.
—Necesitaba un momento a solas… Mi hermano ha pasado tres años yendo de un lado a otro y, ahora, va a dirigir un nuevo reino, es un cambio drástico y se ha sentido… um… un poco abrumado —explicó rápidamente, esperando que la reina no montara en cólera por la breve deserción de Sasuke.
En cambio, la mujer lo sorprendió echándose a reír. Itachi y Sai se miraron con un atisbo de temor, sin estar seguros de si eso era bueno o malo.
—Es que son tal para cual… Vamos, sentaos, por favor, no vamos a quedarnos aquí de pie todo el día, ¿verdad?
Ambos hombres obedecieron y se sentaron sobre los divanes que había en la sala. Sai carraspeó cuando tomó asiento y Tsunade pidió a un sirviente que les trajera vino.
—¿Qué ha querido decir con que son tal para cual?
La reina soltó una carcajada.
—Me refería a Sasuke y a mi nieto, él tampoco está aquí todavía.
Eso sorprendió a Itachi y a Sai.
—¿Cómo es eso? —preguntó Itachi con interés.
—¿No está impaciente por ver a su prometido? —preguntó Sai sin pensar, claramente sorprendido porque, siendo sinceros, cualquier mujer estaría deseosa de verlo, hablar con él y, por qué no, manosearlo un poco.
—¡Sai! —le regañó Itachi con las mejillas rojas por la vergüenza. Él no era estúpido, sabía que su hermano era muy popular y también le había sorprendido no encontrar al creador allí ansioso por reunirse con su prometido, pero ese no era motivo para expresarlo en voz alta y arriesgarse a ofender a una reina conocida por tener muy malas pulgas.
Pero, una vez más, Tsunade los sorprendió riéndose con ganas.
—Es evidente que no conocen a mi nieto —dijo cuando se le pasó un poco la risa—. Os aseguro que os va a sorprender.


En el Bosque Sagrado, Sasuke había conseguido calmarse y recuperar la sangre fría. Podía hacer esto, él no era ningún cobarde asustado por un compromiso, tan solo tenía que dejar las cosas claras y dedicarse a cuidar de ese reino que a partir de ahora sería suyo. Ya pensaría lo de engendrar herederos en otro momento, más adelante. Todavía no se sentía cómodo con la idea de tener sexo con un creador, por mucho que pudiera quedarse embarazado, seguía teniendo el cuerpo de un hombre y, aunque no tenía nada en contra de la homosexualidad, a él le gustaban las mujeres, eso lo tenía claro.
Se detuvo en un lago y dejó que su caballo bebiera mientras él se refrescaba la cara, listo para enfrentarse a su futuro. Cuando se levantó, se quedó inmóvil, alerta. Le había parecido escuchar algo. Miró a su alrededor, pero solo veía árboles y arbustos, nada extraño.
Entonces, volvió a sonar; era un gruñido grave y profundo, le recordó al de los lobos de su país, solo que este retumbaba… como si fuera mucho más grande. ¿Algún tipo de felino? No, se había enfrentado a unos cuantos en su viaje y sabía que no gruñían como si… como si midieran más de dos metros.
Sacó su espada lentamente y se acercó al lugar de donde provenía el sonido, pero escuchó otro más a su espalda. Se giró rápidamente, aún sin ver nada, y luego oyó otro a su derecha, y después uno más, y otro, y otro.
Estaba rodeado. Su caballo relinchaba asustado, sin saber a dónde huir, mientras que él maldecía por lo bajo, sin estar seguro de cómo iba a enfrentarse a una manada de… lo que quiera que fueran esas cosas. Cada vez gruñían con más fuerza, y supo que se estaban acercando porque escuchó el sonido de las hojas al moverse, aunque todavía no podía verlos.
Y de repente, el silencio reinó. Sasuke no lo entendía, ¿qué había pasado? ¿Se habían marchado? ¿O solo era una estrategia para pillarlo desprevenido y atacar?
Giró sobre sí mismo, buscando de un lado a otro… hasta que lo vio.
Alzó la espada en su dirección, apuntándolo con ella. Se trataba de un zorro, o al menos, se parecía mucho a uno, solo que dos metros más grande, esbelto y atlético, con el pelaje dorado como los ardientes rayos del sol y con unos ojos rojos sangrientos que le produjeron un escalofrío. Estaba sentado en la otra orilla del lago, observándolo detenidamente.
No parecía… amenazador. Aparte de su tamaño y esos espeluznantes ojos, claro.
Lentamente, el zorro se levantó y, ante su atónita mirada, empezó a caminar sobre la superficie del agua. ¿Qué demonios era esa criatura? No podía ser un animal normal y corriente, jamás había oído hablar de algo así. Le recordaba a los cuentos que le contaba su madre sobre los dioses y las criaturas que protegían sus dominios.
El zorro se detuvo en mitad del lago, esta vez mirando su espada. Sasuke comprendió lo que quería y, despacio, la enfundó de nuevo, aunque no apartó la mano, por si acaso era alguna especie de truco.
La criatura pareció conforme y continuó avanzando hasta quedarse a un escaso metro de él, todavía sosteniéndose sobre el agua. Sasuke pudo apreciar que era una bestia enorme, pues su cabeza solo llegaba hasta su pecho.
El zorro lo miró durante un momento más y después pasó por su lado. Frunció el ceño, sin comprender lo que estaba pasando, aunque lo que realmente le sorprendió fue que el animal le hiciera un gesto con la cabeza, como si le pidiera que le siguiera. Sin estar muy seguro de por qué, cogió las riendas de su caballo y caminó tras él. En ningún momento hizo amago de atacarle, por lo que él tampoco sacó su espada ni intentó hacerle daño, a pesar de que no terminaba de fiarse.
Sin embargo, sus temores fueron infundados, porque la criatura lo condujo hasta la entrada al bosque. Sasuke la miró confundido, todavía sin comprender por qué lo había llevado sano y salvo hasta las afueras de aquel lugar. Tal vez… ¿lo estaba echando? Porque era evidente que esas cosas iban a atacarlo sin provocación previa, probablemente porque había entrado en su territorio sin darse cuenta.
Subió a su caballo y salió de allí sin pérdida de tiempo, muy confundido por lo que había ocurrido. Tendría que preguntarle a la reina qué tipo de bosque era ese, qué coño moraba ahí dentro y por qué no había algún tipo de vaya o muro que lo separara del resto de la población. ¿Acaso no les importaba que los campesinos fueran allí?
Con toda la intención de exigir respuestas, fue directo al palacio. Los guardias le reconocieron fácilmente, pues tenía un gran parecido con su hermano y su primo, y uno de ellos le acompañó hasta la sala donde la reina y su familia tomaban vino. Al verlo entrar, Tsunade esbozó una sonrisa divertida.
—Mira por dónde, el novio es el primero en llegar.
Itachi se levantó, aliviado de ver que no había huido. Pero, entonces, reparó en la crispación de sus facciones.
—¿Ocurre algo, hermano?
Sasuke señaló hacia la salida.
—He estado en un bosque infestado de bestias que han estado a punto de atacarme —acusó a la reina, que palideció al oírle—. ¿Por qué ese lugar no está protegido? ¡Cualquiera que entre ahí dentro podría acabar muerto!
—Porque todo el mundo sabe que no se puede entrar en ese lugar.
Todos se giraron al escuchar una nueva voz en la estancia. Un joven al que no habían visto antes estaba apoyado contra una columna. Era alto y de cuerpo delgado y esbelto, aunque todos pudieron percibir su complexión atlética; la piel morena contrastaba de un modo pecaminoso con su cabello dorado, el cual llevaba largo y revuelto hasta los hombros, dándole una sensualidad salvaje que hacía un juego perfecto con sus ojos azul cielo, de mirada fiera y desafiante, y en cada mejilla, tenía tres curiosas marcas. Iba vestido con una camisa de tirantes blanca muy fina que se ajustaba muy bien a su torso ondulado por los músculos, y unos pantalones holgados y oscuros, aparentemente muy cómodos. También llevaba unos brazaletes de cuero negro en los antebrazos, aunque lo que más les llamó la atención fue que estuviera descalzo.
¿De dónde había salido? ¿Cómo es que nadie había percibido su presencia antes? Aunque a Sasuke eso le importaba muy poco, quería saber qué había querido decir con eso.
—¿Qué has dicho? —La pregunta fue hecha en un tono exigente, como si fuera una orden.
El joven ni se inmutó, pero respondió de todos modos:
—El lugar al que has ido es el Bosque Sagrado. Es la morada de Kurama, el dios de este reino.
Aunque podría parecer imposible, los tres Uchiha palidecieron al oír esas palabras. Cada reino tenía un lugar sagrado que se creía que era el hogar de su respectiva deidad protectora; estaba terminantemente prohibida la entrada a cualquiera que no perteneciera a la familia real y, sobre todo, a los extranjeros. En este último caso, era una ofensa muy grave y Sasuke podría ser castigado duramente por ello.
Se sintió como un niño al haber actuado de ese modo. Tendría que haber preguntado dónde estaba el lugar sagrado en ese reino antes de galopar libremente al primer sitio que vio. Sin embargo, era un Uchiha y aceptaría las consecuencias de sus actos.
—Sé que no es excusa —comenzó a decir—, pero me disculpo por haber profanado vuestro Bosque Sagrado. Aceptaré cualquier castigo que deba imponerse.
El joven levantó una ceja, claramente sorprendido por su actitud, mientras que Tsunade sonrió. Los Uchiha podían ser orgullosos y cabezones, pero respetaban las leyes por encima de todo. Miró al chico, preguntándose qué haría.
Itachi se levantó y se apresuró a interponerse entre Sasuke y la reina.
—Asumo la responsabilidad de sus actos. Como príncipe regente, no tendría que haberle dejado marchar sin una escolta.
—¡Itachi! —replicó su hermano menor—. Eres el heredero al trono, no puedes asumir ese castigo.
—Tiene razón —anunció Sai, también levantándose y colocándose junto a sus primos—. Yo asumiré el castigo. Formo parte de la familia real pero no soy príncipe. Por favor, no dejen al Reino del Hielo sin ninguno de sus príncipes.
—¡Sai! —exclamaron los dos.
Antes de que la cosa se pusiera más melodramática, el joven rubio se separó de la columna para ir hacia ellos con las manos levantadas.
—A ver, calmaos los tres, no habrá ningún castigo.
Los Uchiha se lo quedaron mirando estupefactos.
—¿Qué? —preguntaron al unísono.
—Bueno, técnicamente, Sasuke va a enlazarse con la familia real, lo que le convierte en un miembro de ella y, por tanto, tanto él como sus familiares tienen permitida la entrada al Bosque Sagrado. —Hizo una pausa para que lo asimilaran y añadió—. Además, tengo entendido que no atacaste ni heriste a ningún ser vivo, ¿verdad? —dijo esto último dirigiéndose exclusivamente a Sasuke.
—No.
El rubio se encogió de hombros.
—Entonces no has infligido ninguna ley. Pero, para la próxima vez que vayas, te está permitido llevar armas, pero no matar a ningún animal o criatura que provenga de allí. ¿Está claro?
—Sí, se lo agradezco —dijo Itachi, inclinándose. Entonces, se dio cuenta de que le estaba haciendo una reverencia a alguien que tal vez fuera de menor jerarquía… aunque a juzgar por su forma de hablar y que la reina no le había interrumpido para nada, lo dudaba, pese a que no estaba seguro de qué parentesco tenía con ella—. Disculpe, creo que no nos han presentado.
El joven asintió y dijo con sencillez:
—Naruto Namikaze.
… Los tres Uchiha se tomaron un momento para analizar minuciosamente el nombre antes de repasar a Naruto de arriba abajo. Sai fue el más rápido en reaccionar.
—¡¿Tú eres el creador?! —prácticamente lo chilló.
—Sí.
—¡Pero si no llevas vestido!
Una vena apareció en la sien de Naruto. Ese era un tema que le molestaba muchísimo, sobre todo porque los consejeros seguían insistiendo en que, como creador, debía ser más femenino. Él no tenía la culpa de no sentirse como una mujer y, además, su anatomía era fundamentalmente masculina, por lo que no entendía a qué demonios venía eso de vestirse como una mujer.
—Ni lo llevaré en lo que me queda de vida —declaró.
—Pero eres un… —empezó Sai, lo que hizo que el carácter de Naruto estallara.
—¡Sí, soy un creador! ¡Pero tengo huevos igual que vosotros y no veo que ninguno lleve vestido! ¡¿Tienes algo más que decir?!
Sai retrocedió prudentemente, un tanto asustado. ¡Menudo carácter!, ¿cómo era eso de que los creadores eran suaves, tiernos y refinados? ¡De ninguna manera!, ¡menudo macho alfa iba a tener su primo como marido! Al pensar en eso detenidamente, se le escapó una sonrisa; iba a disfrutar de lo lindo viendo a Sasuke lidiando con él, porque ese creador no parecía nada manso ni dócil.
Por otro lado, Itachi observaba a Naruto con interés. De momento, este no estaba reaccionando como había esperado y eso le agradaba, aunque era muy pronto para decir nada.
Finalmente, Sasuke no estaba seguro de cómo sentirse en ese momento. Había esperado del creador lo mismo que había oído en las leyendas, pero este parecía ser… muy distinto. Y no sabía si eso le gustaba, le disgustaba o le era indiferente.
Al ver que ninguno decía nada, Naruto se tranquilizó e hizo un gesto para que tomaran asiento mientras él se apoyaba en el reposabrazos del diván, en una postura muy informal. Si los consejeros hubieran estado ahí, le habrían recriminado semejante comportamiento en presencia de los príncipes, pero afortunadamente, Naruto les había amenazado con no presentarse a la reunión si ellos iban a acudir. Sabiendo que cumpliría su amenaza, los consejeros, en contra de su voluntad, habían accedido a su petición, pese a estar temblando por la impresión que daría su joven e indisciplinado príncipe ante los señores del Reino del Hielo, gente muy seria y severa.
De momento, se estaba luciendo. Le bastaba ver las caras confusas de los tres Uchiha como para estar a punto de echarse a reír, sin embargo, no era momento para eso, había pensado en algo y creía que era razonable. Todo dependía de lo orgulloso que fuera Sasuke Uchiha.
—Está bien —empezó—, todos sabemos quién es quién y por qué estamos aquí, vosotros estaréis cansados después del viaje y yo tengo cosas de las que ocuparme, así que propongo que vayamos directos al grano —dicho esto, contempló con detenimiento a su prometido y a su hermano mayor, al fin y al cabo, eran ellos quienes debían tomar la decisión—. Sé que habíamos decidido celebrar la boda cuanto antes, pero quiero pediros un año de cortejo antes de que esta se celebre.
Sasuke y Sai se sobresaltaron, no habían esperado eso. Itachi, en cambio, frunció el ceño y miró a Tsunade, después de todo, ella era la reina regente, su palabra era la última, pero por algún motivo, estaba dejando que su nieto llevara la conversación.
—Creía que estábamos de acuerdo en cerrar el compromiso —dijo, un poco molesto.
Sasuke asintió, cruzándose de brazos y fulminando al creador con la mirada.
—No pienso pasar un año yendo detrás de ti fingiendo que estoy interesado de algún modo en ti.
Naruto no pareció herido ni un poquito por sus duras palabras, de hecho, parecía hasta aburrido.
—Ni yo tampoco quiero que lo hagas.
Eso descolocó por completo a Sasuke. Todas las mujeres que lo veían se le acercaban de inmediato para ofrecerle cualquier cosa que necesitara a cambio de una noche en su cama, e incluso las que solo habían oído sus hazañas suspiraban por él. Cada una de ellas habría dado lo que fuera para que la cortejara, pero ese creador afirmaba no querer sus atenciones, de hecho, ni siquiera se había parado a echarle un vistazo, y sus ojos no reflejaban ni una pizca de deseo.
Era… raro. Casi ofensivo.
Las siguientes palabras de Naruto lo distrajeron de sus cavilaciones.
—Ya sé que las palabras compromiso y casamiento implican amor, pero los que nos encontramos aquí sabemos que no es más que una maniobra política para reforzar nuestra alianza. No me malinterpretéis, respeto a la casa Uchiha y no tengo nada en contra de este compromiso, simplemente, quiero usar la excusa del cortejo para que el joven príncipe se familiarice con el reino.
—Ya sé todo lo que hay que saber sobre el Reino del Fuego —masculló Sasuke, ofendido.
Naruto levantó una ceja.
—Y yo sé cómo es tu reino, tu gente, cómo funciona vuestra economía y gran parte de vuestras tradiciones, pero nunca he puesto un pie ahí. Aun así, ¿considerarías ponerme a cargo de tu gente de inmediato?
Sasuke dudó. Le molestaba muchísimo que ese creador tuviera razón, pero tampoco podía decir que le parecería bien que gobernara su reino. Seamos sinceros, un creador de un reino tan pacífico y tranquilo como el del Fuego no tenía madera para gobernar su país, ni siquiera lo creía capaz de sobrevivir en él.
—Es distinto —dijo finalmente.
—¿Por qué? ¿Porque eres un Uchiha? Respeto a tu familia, como he dicho, pero eso no significa que crea que estás preparado para dirigir a mi gente. Ni siquiera estoy seguro de que seas alguien adecuado para ser rey.
Ahí, la ira de Sasuke estalló. Se puso en pie de un salto, gesto que imitó Naruto de inmediato, pues percibía su hostilidad y, aunque no creía que fuera a atacarle, quería estar preparado por si acaso.
—Soy príncipe y estoy más que cualificado para ser el rey de donde quiera.
Itachi estuvo a punto de intervenir, temiendo que hiciera alguna tontería y la reina los mandara encarcelar, después de todo, ese era su país y ellos no tenían ninguna autoridad allí dentro, sin embargo, no fue necesario, Naruto sabía defenderse perfectamente solo.
—Un príncipe que ha pasado más de tres años en el mar, viviendo y haciendo lo que le ha dado la real gana —replicó—, sin una sola responsabilidad. Dirigir mi reino es una gran responsabilidad, a pesar de que tú creas que no es ni la mitad de bueno que tu propia tierra, una tierra que abandonaste, por cierto, y de la que no te has hecho cargo. ¡¿Cómo esperas que confíe en alguien que no ha cuidado de su gente para que dirija a la mía?!
Sasuke se quedó estático, comprendiendo de repente la realidad de sus palabras. Su orgullo quedó herido en lo más hondo; se había ganado su propia fama, una fama al margen de su apellido, gracias a sus aventuras alrededor del mundo, y se sentía muy orgulloso de ser respetado y admirado por todos por los logros que había ganado por sí mismo. Sin embargo, ahora no se le tomaba en serio, ni siquiera un creador que era más joven que él creía que era apto para ser rey.
A su lado, Itachi estaba increíblemente sorprendido. No solo el creador no estaba en absoluto embelesado por su hermano, sino que era muy consciente de la realidad y tomaba decisiones de lo más razonables teniendo en cuenta los hechos. Por si no fuera poco, era capaz de decir a la cara lo que pensaba sin dudarlo, sin importarle quién fuera aquel que tuviera delante ni su rango o importancia en el mundo. Empezaba a gustarle la idea de que fuera su cuñado, su hermano pequeño necesitaba a alguien que no tuviera reparo en bajarle los humos y hacerle pensar en las consecuencias.
Por otra parte, Naruto era consciente de que se había pasado un poco de la raya, pero es que ese tipo le había puesto de los nervios; no se le había pasado por alto la mueca de superioridad que tenía en el rostro, como si fuera mejor que los demás por ser Uchiha o por haber enfrentado los peligros de tierras lejanas y peligrosas. No, no soportaba que no lo trataran como un igual solo por ser un creador o por cualquier otra razón.
Sin embargo, sí era verdad que ese no era el trato que debía brindarle a su prometido. No podía permitirse buscar a otro en tan poco tiempo, no con Mizuki aspirando al trono, y su abuela tenía razón al comprometerle con un Uchiha. Eran una familia poderosa a nivel económico y militar, todos sabían que eran grandes guerreros y Mizuki no se atrevería a ponerle la mano encima estando bajo la protección de uno de ellos.
Así que inspiró hondo, calmándose, y lo intentó de nuevo.
—Mira, no quiero decir que no creo que puedas ser un buen rey… —Sus palabras hicieron que Sasuke se sobresaltara, mirándolo con el ceño fruncido—. Simplemente, te estoy pidiendo que uses un año para conocer mi reino, para aprender nuestra forma de vivir y nuestras costumbres. No creo que sea una idea descabellada… pero, claro, si crees que es demasiado para ti, anularé el compromiso de inmediato y podrás regresar a tu reino o al mar, sin rencores.
Al oír esas últimas palabras, algo en Sasuke se encendió. ¿Que era demasiado para él?, había pasado tres años conociendo mundo, ¿y ese chico se atrevía a insinuar que no era capaz de estar un año en ese reino? Pues estaba equivocado, tal vez tenía razón en que no había asumido responsabilidades durante mucho tiempo pero eso no quería decir que no pudiera dirigir sabiamente ese país. Era inteligente, aprovecharía ese año de cortejo para aprender tanto como pudiera y, al cabo de este, reinaría. Le demostraría a ese creador que era perfectamente capaz de cuidar y proteger a su gente.
—Soy perfectamente capaz de hacerlo —anunció.
Naruto esbozó una media sonrisa satisfecha.
—Bien, entonces el año empieza a partir de ahora.

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