Capítulo 1. Encuentro
Habían pasado tres semanas desde que Sasuke había embarcado rumbo al Reino
del Fuego. Había abandonado las gélidas y encrestadas aguas que lo habían visto
nacer para pasar a unas más tranquilas, suaves y cálidas. En el horizonte,
vislumbró la ciudad costera que era la capital del Reino del Fuego. Este era un
archipiélago, un conjunto de islas próximas entre sí, con montañas ondulantes
recubiertas de verdes bosques, elegantes casas de madera y colores vivos por
doquier.
Ese sería su nuevo hogar.
Y ya lo odiaba.
Para empezar, el clima de allí era sofocante, el calor era húmedo y le
había obligado a desprenderse de su gruesa capa de piel de oso y de la mayor
parte de las prendas tradicionales de su reino. De hecho, solo llevaba la
camisa blanca que normalmente llevaba bajo el chaleco, pero aun así, estaba
sofocado. Tendría que conseguir ropa de allí lo más pronto posible.
Además, él prefería el paisaje blanco que dominaba siempre en su tierra a
causa de las constantes tormentas de nieve, sus acantilados escarpados, su mar
embravecido. Eso era lo que había hecho de los Uchiha hombres duros y curtidos,
fuertes. El país al que iba, en cambio, era para blandengues.
—Tu reino parece muy agradable.
Puso los ojos en blanco al oír a su hermano mayor. Itachi, al ser el
heredero al trono del Reino del Hielo, había decidido acompañarle para
presentar sus respetos a la reina regente y a su futuro cuñado en nombre de su
padre, además de que tenía curiosidad por ver al creador con el que se casaría.
Y, aunque Sasuke no dudaba de ello, sospechaba que su padre le había ordenado a
Itachi ir con él para evitar que huyera.
Eso le molestó, y mucho.
—Pues quédatelo —masculló.
Itachi le miró con cierta pena y le palmeó la espalda.
—Vamos, hermanito, no será tan malo.
—Tú no vas a abandonar tu hogar para siempre.
Su hermano entrecerró los ojos.
—Tú mismo lo abandonaste hace tres años.
Sasuke se tensó y le lanzó una mirada asesina.
—No es cierto.
—¿Acaso pensabas volver?, ¿después de pasar tres años fuera sin atracar ni
una sola vez en tu reino? ¿Y cuándo iba a ser eso? ¿Dentro de cinco años?, ¿tal
vez diez?
El joven rechinó los dientes y se apartó de él antes de ceder a la
tentación de darle un puñetazo. Sin embargo, en el fondo, sabía que Itachi
tenía razón; nunca había tenido intención de volver a su reino, tal vez para el
nacimiento del sobrino que tendría algún día Itachi con Izumi, y a partir de
entonces visitarlos al menos una vez al año pero…
Apreciaba su hogar, después de todo, se había criado allí, pero desde que
su madre murió, se había sentido como si ese no fuera su sitio, y se había
embarcado en un largo viaje por el mundo, tratando de encontrarlo sin éxito.
Sin embargo, eso se había acabado, ahora estaba ligado a aquel maldito
reino. Para siempre. Junto a un desconocido que sin duda alguna iba a ser una
molestia.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el grito del capitán, que
anunciaba que estaban a punto de tomar tierra. Con un suspiro, y por pura
costumbre al haber pasado parte de su vida en el mar, ayudó a los marineros a
soltar escotas y bajar las drizas para atracar suavemente en uno de los
muelles. Allí, les esperaba una escolta de caballeros dirigida por un hombre de
cejas prominentes y cabello negro brillante con un corte muy recto. Era como si
le hubieran puesto una taza en la cabeza y le hubieran recortado el pelo
siguiendo el modelo. Sus ojos oscuros eran pequeños y tenía una enorme sonrisa
de dientes blancos.
—¡Sean bienvenidos a nuestro reino, altezas! Soy Ser Gai y seré su escolta
hasta el castillo de la reina, ¡síganme!
Su entusiasmo y alegría desconcertaron a Sasuke, Itachi, y a todos los
hombres que los acompañaban. La gente del Reino del Hielo era arisca y
desconfiada por naturaleza, de modo que no estaban en absoluto acostumbrados a
la cálida y extrovertida personalidad de la gente del Reino del Fuego.
—Vaya, qué gente tan divertida hay aquí, ¿no? —comentó Sai cuando subían a
sus caballos para dirigirse a la morada de la familia real.
Sai Uchiha era el primo de Sasuke y, a pesar de que a veces le sacaba de
quicio, eran buenos amigos. Es más, como la familia de Sai había fallecido
cuando era niño y no tenía nada que lo ligara al reino de sus tíos, se había
ido con su primo a vivir aventuras alrededor del mundo. Además, no había
querido que Sasuke anduviera solo por ahí, sin nadie que le cubriera las
espaldas.
Por eso, esta vez también había ido con él en la nueva aventura que sería
su matrimonio. A decir verdad, esperaba divertirse mucho con esto.
—Cállate —le gruñó Sasuke. Le encantaba hacerlo rabiar.
Sai acercó su caballo al suyo para darle un golpe amistoso en el hombro.
—Venga, hombre, no estés tan amargado… Bueno, más amargado de lo normal.
Vas a casarte con un creador, yo tendría mucha curiosidad. Dicen que son más
prietos y húmedos que las mujeres —le dijo en voz baja—. Lo que daría yo por
probar un culito así.
—Pues es sencillo, cásate tú con él —rezongó Sasuke.
Sai sonrió.
—No tendré esa suerte… Aunque, si a ti no te importa, podría catar a tu
prometido antes de que tú lo hagas, así podría asegurarte si merece la pena o
no.
—Todo tuyo —masculló, esperando que el idiota de su primo le dejara en paz
de una vez.
Tardaron alrededor de dos horas en llegar al castillo, ya que toda la
ciudad sabía que el prometido de su querido creador iba a ser ni más ni menos
que el legendario Sasuke Uchiha, y los ciudadanos se habían congregado en el
camino que conducía al palacio para poder verlo o dedicarle unas palabras de
admiración. Las mujeres, sobre todo, suspiraban cuando pasaba cerca de ellas,
haciendo que pusiera una mueca. No es que antes le gustara especialmente estar
con una, tan solo las usaba para satisfacer una necesidad y pasar un buen rato
antes de volver al mar. Además, no eran difíciles, lo único que tenía que hacer
era decir su nombre y ya las tenía desnudas y suplicando porque las acompañara
a sus dormitorios.
Ahora, tendría a un creador que le pediría más que eso: cariño, afecto y
todas esas chorradas. Iba a pasar el resto de su vida escuchando sus lloriqueos
sobre cómo deseaba un amor que jamás sería correspondido. Al menos, a sus
amantes podía abandonarlas al día siguiente, a su futuro esposo, en cambio, no.
Deshonraría a su familia y también a la del creador, no es que él fuera un
santo pero… sencillamente, no era cruel, tampoco.
Cuando vio aparecer ante sus ojos las murallas, se estremeció. En un
segundo, vio la vida que iba a llevar a partir de ese momento, una vida donde
él estaba encadenado en el interior de una jaula.
Detuvo su caballo. No podía entrar ahí dentro, aún no.
—¿Sasuke? —lo llamó su hermano, mirándole con inquietud, pues podía ver su
expresión. Parecía… no estaba seguro pero era algo que estaba entre el agobio y
el terror—, ¿estás bien?
Sasuke intentó pensar. No podía permitirse avergonzar a su familia huyendo
de allí, ni tampoco podía ofender al reino rechazando así entrar en la
fortaleza de su dirigente, pero… Necesitaba salir de allí, lo necesitaba.
—Necesito un momento.
Aunque no dijo “por favor”, Itachi supo que se lo estaba pidiendo. Asintió,
logrando así que su hermano menor inclinara la cabeza a modo de agradecimiento.
Después, Sasuke hizo girar a su caballo y le dio la orden de galopar. Se alejó
de la escolta y se dirigió por un camino que conducía a un bosque de enormes
árboles milenarios, cuyas raíces ondulantes se asomaban desde el suelo,
haciendo dificultoso el camino, y las copas de los cuales eran de diferentes
tonos rojizos y anaranjados, en claro contraste con los bosques del resto de
las islas, pues eran de un verde exuberante y la mayor parte del año daban
flores o frutos.
No tenía ni idea de que se estaba adentrando en el Bosque Sagrado
consagrado al dios Kurama.
—Es un placer conocerla en persona, majestad —saludó Itachi cortésmente a
la reina, una mujer de larga cabellera rubia recogida en dos coletas y con una
túnica blanca sin mangas y que dejaba que, al caminar, una de sus largas
piernas se viera. Pese a su edad, era una mujer bastante atractiva, de piel
clara, ojos castaños y una delantera… bastante llamativa, por decirlo de un
modo educado.
Sin embargo, a pesar de su sexo, Itachi percibió que no era una persona a
la que debiera darle la contraria, ni hacerla enfadar. Ahora entendía por qué
su abuelo Madara la había temido, y eso que ahora le estaba sonriendo con
amabilidad.
—El placer es mío, Itachi, y llámame Tsunade. Después de todo, vamos a ser
familia —dicho esto, se fijó en Sai, que era el único que le había acompañado
hasta la reina, dejando que sus hombres descansaran y fueran a visitar la
ciudad antes de que regresaran a casa en una semana—. Y tú debes de ser Sasuke…
—No, en realidad, soy su primo Sai —respondió educadamente el joven,
tomando la mano de la reina y dándole un beso en el dorso.
Tsunade enarcó una ceja.
—¿Y dónde está Sasuke?
Itachi temía la reacción de la reina cuando le dijera la verdad.
—Necesitaba un momento a solas… Mi hermano ha pasado tres años yendo de un
lado a otro y, ahora, va a dirigir un nuevo reino, es un cambio drástico y se
ha sentido… um… un poco abrumado —explicó rápidamente, esperando que la reina
no montara en cólera por la breve deserción de Sasuke.
En cambio, la mujer lo sorprendió echándose a reír. Itachi y Sai se miraron
con un atisbo de temor, sin estar seguros de si eso era bueno o malo.
—Es que son tal para cual… Vamos, sentaos, por favor, no vamos a quedarnos
aquí de pie todo el día, ¿verdad?
Ambos hombres obedecieron y se sentaron sobre los divanes que había en la
sala. Sai carraspeó cuando tomó asiento y Tsunade pidió a un sirviente que les
trajera vino.
—¿Qué ha querido decir con que son tal para cual?
La reina soltó una carcajada.
—Me refería a Sasuke y a mi nieto, él tampoco está aquí todavía.
Eso sorprendió a Itachi y a Sai.
—¿Cómo es eso? —preguntó Itachi con interés.
—¿No está impaciente por ver a su prometido? —preguntó Sai sin pensar,
claramente sorprendido porque, siendo sinceros, cualquier mujer estaría deseosa
de verlo, hablar con él y, por qué no, manosearlo un poco.
—¡Sai! —le regañó Itachi con las mejillas rojas por la vergüenza. Él no era
estúpido, sabía que su hermano era muy popular y también le había sorprendido
no encontrar al creador allí ansioso por reunirse con su prometido, pero ese no
era motivo para expresarlo en voz alta y arriesgarse a ofender a una reina
conocida por tener muy malas pulgas.
Pero, una vez más, Tsunade los sorprendió riéndose con ganas.
—Es evidente que no conocen a mi nieto —dijo cuando se le pasó un poco la
risa—. Os aseguro que os va a sorprender.
En el Bosque Sagrado, Sasuke había conseguido calmarse y recuperar la
sangre fría. Podía hacer esto, él no era ningún cobarde asustado por un
compromiso, tan solo tenía que dejar las cosas claras y dedicarse a cuidar de
ese reino que a partir de ahora sería suyo. Ya pensaría lo de engendrar
herederos en otro momento, más adelante. Todavía no se sentía cómodo con la
idea de tener sexo con un creador, por mucho que pudiera quedarse embarazado,
seguía teniendo el cuerpo de un hombre y, aunque no tenía nada en contra de la
homosexualidad, a él le gustaban las mujeres, eso lo tenía claro.
Se detuvo en un lago y dejó que su caballo bebiera mientras él se
refrescaba la cara, listo para enfrentarse a su futuro. Cuando se levantó, se
quedó inmóvil, alerta. Le había parecido escuchar algo. Miró a su alrededor,
pero solo veía árboles y arbustos, nada extraño.
Entonces, volvió a sonar; era un gruñido grave y profundo, le recordó al de
los lobos de su país, solo que este retumbaba… como si fuera mucho más grande.
¿Algún tipo de felino? No, se había enfrentado a unos cuantos en su viaje y
sabía que no gruñían como si… como si midieran más de dos metros.
Sacó su espada lentamente y se acercó al lugar de donde provenía el sonido,
pero escuchó otro más a su espalda. Se giró rápidamente, aún sin ver nada, y
luego oyó otro a su derecha, y después uno más, y otro, y otro.
Estaba rodeado. Su caballo relinchaba asustado, sin saber a dónde huir,
mientras que él maldecía por lo bajo, sin estar seguro de cómo iba a
enfrentarse a una manada de… lo que quiera que fueran esas cosas. Cada vez
gruñían con más fuerza, y supo que se estaban acercando porque escuchó el
sonido de las hojas al moverse, aunque todavía no podía verlos.
Y de repente, el silencio reinó. Sasuke no lo entendía, ¿qué había pasado?
¿Se habían marchado? ¿O solo era una estrategia para pillarlo desprevenido y
atacar?
Giró sobre sí mismo, buscando de un lado a otro… hasta que lo vio.
Alzó la espada en su dirección, apuntándolo con ella. Se trataba de un
zorro, o al menos, se parecía mucho a uno, solo que dos metros más grande,
esbelto y atlético, con el pelaje dorado como los ardientes rayos del sol y con
unos ojos rojos sangrientos que le produjeron un escalofrío. Estaba sentado en
la otra orilla del lago, observándolo detenidamente.
No parecía… amenazador. Aparte de su tamaño y esos espeluznantes ojos,
claro.
Lentamente, el zorro se levantó y, ante su atónita mirada, empezó a caminar
sobre la superficie del agua. ¿Qué demonios era esa criatura? No podía ser un
animal normal y corriente, jamás había oído hablar de algo así. Le recordaba a
los cuentos que le contaba su madre sobre los dioses y las criaturas que
protegían sus dominios.
El zorro se detuvo en mitad del lago, esta vez mirando su espada. Sasuke
comprendió lo que quería y, despacio, la enfundó de nuevo, aunque no apartó la
mano, por si acaso era alguna especie de truco.
La criatura pareció conforme y continuó avanzando hasta quedarse a un
escaso metro de él, todavía sosteniéndose sobre el agua. Sasuke pudo apreciar
que era una bestia enorme, pues su cabeza solo llegaba hasta su pecho.
El zorro lo miró durante un momento más y después pasó por su lado. Frunció
el ceño, sin comprender lo que estaba pasando, aunque lo que realmente le
sorprendió fue que el animal le hiciera un gesto con la cabeza, como si le
pidiera que le siguiera. Sin estar muy seguro de por qué, cogió las riendas de
su caballo y caminó tras él. En ningún momento hizo amago de atacarle, por lo
que él tampoco sacó su espada ni intentó hacerle daño, a pesar de que no
terminaba de fiarse.
Sin embargo, sus temores fueron infundados, porque la criatura lo condujo
hasta la entrada al bosque. Sasuke la miró confundido, todavía sin comprender
por qué lo había llevado sano y salvo hasta las afueras de aquel lugar. Tal vez…
¿lo estaba echando? Porque era evidente que esas cosas iban a atacarlo sin
provocación previa, probablemente porque había entrado en su territorio sin
darse cuenta.
Subió a su caballo y salió de allí sin pérdida de tiempo, muy confundido
por lo que había ocurrido. Tendría que preguntarle a la reina qué tipo de
bosque era ese, qué coño moraba ahí dentro y por qué no había algún tipo de
vaya o muro que lo separara del resto de la población. ¿Acaso no les importaba
que los campesinos fueran allí?
Con toda la intención de exigir respuestas, fue directo al palacio. Los
guardias le reconocieron fácilmente, pues tenía un gran parecido con su hermano
y su primo, y uno de ellos le acompañó hasta la sala donde la reina y su
familia tomaban vino. Al verlo entrar, Tsunade esbozó una sonrisa divertida.
—Mira por dónde, el novio es el primero en llegar.
Itachi se levantó, aliviado de ver que no había huido. Pero, entonces,
reparó en la crispación de sus facciones.
—¿Ocurre algo, hermano?
Sasuke señaló hacia la salida.
—He estado en un bosque infestado de bestias que han estado a punto de
atacarme —acusó a la reina, que palideció al oírle—. ¿Por qué ese lugar no está
protegido? ¡Cualquiera que entre ahí dentro podría acabar muerto!
—Porque todo el mundo sabe que no se puede entrar en ese lugar.
Todos se giraron al escuchar una nueva voz en la estancia. Un joven al que
no habían visto antes estaba apoyado contra una columna. Era alto y de cuerpo
delgado y esbelto, aunque todos pudieron percibir su complexión atlética; la
piel morena contrastaba de un modo pecaminoso con su cabello dorado, el cual
llevaba largo y revuelto hasta los hombros, dándole una sensualidad salvaje que
hacía un juego perfecto con sus ojos azul cielo, de mirada fiera y desafiante,
y en cada mejilla, tenía tres curiosas marcas. Iba vestido con una camisa de
tirantes blanca muy fina que se ajustaba muy bien a su torso ondulado por los
músculos, y unos pantalones holgados y oscuros, aparentemente muy cómodos.
También llevaba unos brazaletes de cuero negro en los antebrazos, aunque lo que
más les llamó la atención fue que estuviera descalzo.
¿De dónde había salido? ¿Cómo es que nadie había percibido su presencia
antes? Aunque a Sasuke eso le importaba muy poco, quería saber qué había
querido decir con eso.
—¿Qué has dicho? —La pregunta fue hecha en un tono exigente, como si fuera
una orden.
El joven ni se inmutó, pero respondió de todos modos:
—El lugar al que has ido es el Bosque Sagrado. Es la morada de Kurama, el
dios de este reino.
Aunque podría parecer imposible, los tres Uchiha palidecieron al oír esas
palabras. Cada reino tenía un lugar sagrado que se creía que era el hogar de su
respectiva deidad protectora; estaba terminantemente prohibida la entrada a
cualquiera que no perteneciera a la familia real y, sobre todo, a los
extranjeros. En este último caso, era una ofensa muy grave y Sasuke podría ser
castigado duramente por ello.
Se sintió como un niño al haber actuado de ese modo. Tendría que haber
preguntado dónde estaba el lugar sagrado en ese reino antes de galopar
libremente al primer sitio que vio. Sin embargo, era un Uchiha y aceptaría las
consecuencias de sus actos.
—Sé que no es excusa —comenzó a decir—, pero me disculpo por haber
profanado vuestro Bosque Sagrado. Aceptaré cualquier castigo que deba
imponerse.
El joven levantó una ceja, claramente sorprendido por su actitud, mientras
que Tsunade sonrió. Los Uchiha podían ser orgullosos y cabezones, pero
respetaban las leyes por encima de todo. Miró al chico, preguntándose qué
haría.
Itachi se levantó y se apresuró a interponerse entre Sasuke y la reina.
—Asumo la responsabilidad de sus actos. Como príncipe regente, no tendría
que haberle dejado marchar sin una escolta.
—¡Itachi! —replicó su hermano menor—. Eres el heredero al trono, no puedes
asumir ese castigo.
—Tiene razón —anunció Sai, también levantándose y colocándose junto a sus
primos—. Yo asumiré el castigo. Formo parte de la familia real pero no soy
príncipe. Por favor, no dejen al Reino del Hielo sin ninguno de sus príncipes.
—¡Sai! —exclamaron los dos.
Antes de que la cosa se pusiera más melodramática, el joven rubio se separó
de la columna para ir hacia ellos con las manos levantadas.
—A ver, calmaos los tres, no habrá ningún castigo.
Los Uchiha se lo quedaron mirando estupefactos.
—¿Qué? —preguntaron al unísono.
—Bueno, técnicamente, Sasuke va a enlazarse con la familia real, lo que le
convierte en un miembro de ella y, por tanto, tanto él como sus familiares
tienen permitida la entrada al Bosque Sagrado. —Hizo una pausa para que lo
asimilaran y añadió—. Además, tengo entendido que no atacaste ni heriste a
ningún ser vivo, ¿verdad? —dijo esto último dirigiéndose exclusivamente a
Sasuke.
—No.
El rubio se encogió de hombros.
—Entonces no has infligido ninguna ley. Pero, para la próxima vez que
vayas, te está permitido llevar armas, pero no matar a ningún animal o criatura
que provenga de allí. ¿Está claro?
—Sí, se lo agradezco —dijo Itachi, inclinándose. Entonces, se dio cuenta de
que le estaba haciendo una reverencia a alguien que tal vez fuera de menor
jerarquía… aunque a juzgar por su forma de hablar y que la reina no le había
interrumpido para nada, lo dudaba, pese a que no estaba seguro de qué
parentesco tenía con ella—. Disculpe, creo que no nos han presentado.
El joven asintió y dijo con sencillez:
—Naruto Namikaze.
… Los tres Uchiha se tomaron un momento para analizar minuciosamente el
nombre antes de repasar a Naruto de arriba abajo. Sai fue el más rápido en
reaccionar.
—¡¿Tú eres el creador?! —prácticamente lo chilló.
—Sí.
—¡Pero si no llevas vestido!
Una vena apareció en la sien de Naruto. Ese era un tema que le molestaba
muchísimo, sobre todo porque los consejeros seguían insistiendo en que, como
creador, debía ser más femenino. Él no tenía la culpa de no sentirse como una
mujer y, además, su anatomía era fundamentalmente masculina, por lo que no
entendía a qué demonios venía eso de vestirse como una mujer.
—Ni lo llevaré en lo que me queda de vida —declaró.
—Pero eres un… —empezó Sai, lo que hizo que el carácter de Naruto
estallara.
—¡Sí, soy un creador! ¡Pero tengo huevos igual que vosotros y no veo que
ninguno lleve vestido! ¡¿Tienes algo más que decir?!
Sai retrocedió prudentemente, un tanto asustado. ¡Menudo carácter!, ¿cómo
era eso de que los creadores eran suaves, tiernos y refinados? ¡De ninguna
manera!, ¡menudo macho alfa iba a tener su primo como marido! Al pensar en eso
detenidamente, se le escapó una sonrisa; iba a disfrutar de lo lindo viendo a
Sasuke lidiando con él, porque ese creador no parecía nada manso ni dócil.
Por otro lado, Itachi observaba a Naruto con interés. De momento, este no
estaba reaccionando como había esperado y eso le agradaba, aunque era muy
pronto para decir nada.
Finalmente, Sasuke no estaba seguro de cómo sentirse en ese momento. Había
esperado del creador lo mismo que había oído en las leyendas, pero este parecía
ser… muy distinto. Y no sabía si eso le gustaba, le disgustaba o le era
indiferente.
Al ver que ninguno decía nada, Naruto se tranquilizó e hizo un gesto para que
tomaran asiento mientras él se apoyaba en el reposabrazos del diván, en una
postura muy informal. Si los consejeros hubieran estado ahí, le habrían
recriminado semejante comportamiento en presencia de los príncipes, pero
afortunadamente, Naruto les había amenazado con no presentarse a la reunión si
ellos iban a acudir. Sabiendo que cumpliría su amenaza, los consejeros, en
contra de su voluntad, habían accedido a su petición, pese a estar temblando
por la impresión que daría su joven e indisciplinado príncipe ante los señores
del Reino del Hielo, gente muy seria y severa.
De momento, se estaba luciendo. Le bastaba ver las caras confusas de los
tres Uchiha como para estar a punto de echarse a reír, sin embargo, no era
momento para eso, había pensado en algo y creía que era razonable. Todo
dependía de lo orgulloso que fuera Sasuke Uchiha.
—Está bien —empezó—, todos sabemos quién es quién y por qué estamos aquí,
vosotros estaréis cansados después del viaje y yo tengo cosas de las que
ocuparme, así que propongo que vayamos directos al grano —dicho esto, contempló
con detenimiento a su prometido y a su hermano mayor, al fin y al cabo, eran
ellos quienes debían tomar la decisión—. Sé que habíamos decidido celebrar la
boda cuanto antes, pero quiero pediros un año de cortejo antes de que esta se
celebre.
Sasuke y Sai se sobresaltaron, no habían esperado eso. Itachi, en cambio,
frunció el ceño y miró a Tsunade, después de todo, ella era la reina regente,
su palabra era la última, pero por algún motivo, estaba dejando que su nieto
llevara la conversación.
—Creía que estábamos de acuerdo en cerrar el compromiso —dijo, un poco
molesto.
Sasuke asintió, cruzándose de brazos y fulminando al creador con la mirada.
—No pienso pasar un año yendo detrás de ti fingiendo que estoy interesado
de algún modo en ti.
Naruto no pareció herido ni un poquito por sus duras palabras, de hecho,
parecía hasta aburrido.
—Ni yo tampoco quiero que lo hagas.
Eso descolocó por completo a Sasuke. Todas las mujeres que lo veían se le
acercaban de inmediato para ofrecerle cualquier cosa que necesitara a cambio de
una noche en su cama, e incluso las que solo habían oído sus hazañas suspiraban
por él. Cada una de ellas habría dado lo que fuera para que la cortejara, pero
ese creador afirmaba no querer sus atenciones, de hecho, ni siquiera se había
parado a echarle un vistazo, y sus ojos no reflejaban ni una pizca de deseo.
Era… raro. Casi ofensivo.
Las siguientes palabras de Naruto lo distrajeron de sus cavilaciones.
—Ya sé que las palabras compromiso y casamiento implican
amor, pero los que nos encontramos aquí sabemos que no es más que una maniobra
política para reforzar nuestra alianza. No me malinterpretéis, respeto a la
casa Uchiha y no tengo nada en contra de este compromiso, simplemente, quiero
usar la excusa del cortejo para que el joven príncipe se familiarice con el
reino.
—Ya sé todo lo que hay que saber sobre el Reino del Fuego —masculló Sasuke,
ofendido.
Naruto levantó una ceja.
—Y yo sé cómo es tu reino, tu gente, cómo funciona vuestra economía y gran
parte de vuestras tradiciones, pero nunca he puesto un pie ahí. Aun así,
¿considerarías ponerme a cargo de tu gente de inmediato?
Sasuke dudó. Le molestaba muchísimo que ese creador tuviera razón, pero
tampoco podía decir que le parecería bien que gobernara su reino. Seamos
sinceros, un creador de un reino tan pacífico y tranquilo como el del Fuego no
tenía madera para gobernar su país, ni siquiera lo creía capaz de sobrevivir en
él.
—Es distinto —dijo finalmente.
—¿Por qué? ¿Porque eres un Uchiha? Respeto a tu familia, como he dicho,
pero eso no significa que crea que estás preparado para dirigir a mi gente. Ni
siquiera estoy seguro de que seas alguien adecuado para ser rey.
Ahí, la ira de Sasuke estalló. Se puso en pie de un salto, gesto que imitó
Naruto de inmediato, pues percibía su hostilidad y, aunque no creía que fuera a
atacarle, quería estar preparado por si acaso.
—Soy príncipe y estoy más que cualificado para ser el rey de donde quiera.
Itachi estuvo a punto de intervenir, temiendo que hiciera alguna tontería y
la reina los mandara encarcelar, después de todo, ese era su país y ellos no
tenían ninguna autoridad allí dentro, sin embargo, no fue necesario, Naruto
sabía defenderse perfectamente solo.
—Un príncipe que ha pasado más de tres años en el mar, viviendo y haciendo
lo que le ha dado la real gana —replicó—, sin una sola responsabilidad. Dirigir
mi reino es una gran responsabilidad, a pesar de que tú creas que no es ni la
mitad de bueno que tu propia tierra, una tierra que abandonaste, por cierto, y
de la que no te has hecho cargo. ¡¿Cómo esperas que confíe en alguien que no ha
cuidado de su gente para que dirija a la mía?!
Sasuke se quedó estático, comprendiendo de repente la realidad de sus
palabras. Su orgullo quedó herido en lo más hondo; se había ganado su propia
fama, una fama al margen de su apellido, gracias a sus aventuras alrededor del
mundo, y se sentía muy orgulloso de ser respetado y admirado por todos por los
logros que había ganado por sí mismo. Sin embargo, ahora no se le tomaba en
serio, ni siquiera un creador que era más joven que él creía que era apto para
ser rey.
A su lado, Itachi estaba increíblemente sorprendido. No solo el creador no
estaba en absoluto embelesado por su hermano, sino que era muy consciente de la
realidad y tomaba decisiones de lo más razonables teniendo en cuenta los
hechos. Por si no fuera poco, era capaz de decir a la cara lo que pensaba sin
dudarlo, sin importarle quién fuera aquel que tuviera delante ni su rango o
importancia en el mundo. Empezaba a gustarle la idea de que fuera su cuñado, su
hermano pequeño necesitaba a alguien que no tuviera reparo en bajarle los humos
y hacerle pensar en las consecuencias.
Por otra parte, Naruto era consciente de que se había pasado un poco de la
raya, pero es que ese tipo le había puesto de los nervios; no se le había
pasado por alto la mueca de superioridad que tenía en el rostro, como si fuera
mejor que los demás por ser Uchiha o por haber enfrentado los peligros de
tierras lejanas y peligrosas. No, no soportaba que no lo trataran como un igual
solo por ser un creador o por cualquier otra razón.
Sin embargo, sí era verdad que ese no era el trato que debía brindarle a su
prometido. No podía permitirse buscar a otro en tan poco tiempo, no con Mizuki
aspirando al trono, y su abuela tenía razón al comprometerle con un Uchiha.
Eran una familia poderosa a nivel económico y militar, todos sabían que eran
grandes guerreros y Mizuki no se atrevería a ponerle la mano encima estando
bajo la protección de uno de ellos.
Así que inspiró hondo, calmándose, y lo intentó de nuevo.
—Mira, no quiero decir que no creo que puedas ser un buen rey… —Sus
palabras hicieron que Sasuke se sobresaltara, mirándolo con el ceño fruncido—.
Simplemente, te estoy pidiendo que uses un año para conocer mi reino, para
aprender nuestra forma de vivir y nuestras costumbres. No creo que sea una idea
descabellada… pero, claro, si crees que es demasiado para ti, anularé el
compromiso de inmediato y podrás regresar a tu reino o al mar, sin rencores.
Al oír esas últimas palabras, algo en Sasuke se encendió. ¿Que era
demasiado para él?, había pasado tres años conociendo mundo, ¿y ese chico se
atrevía a insinuar que no era capaz de estar un año en ese reino? Pues estaba
equivocado, tal vez tenía razón en que no había asumido responsabilidades
durante mucho tiempo pero eso no quería decir que no pudiera dirigir sabiamente
ese país. Era inteligente, aprovecharía ese año de cortejo para aprender tanto
como pudiera y, al cabo de este, reinaría. Le demostraría a ese creador que era
perfectamente capaz de cuidar y proteger a su gente.
—Soy perfectamente capaz de hacerlo —anunció.
Naruto esbozó una media sonrisa satisfecha.
—Bien, entonces el año empieza a partir de ahora.
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