Capítulo Especial
Primera cita. Rutina
Era sábado por la tarde y yo estaba muy emocionado. No recordaba la última
vez que me había sentido de esa forma, probablemente debió de ser cuando yo era
un niño y mi hermano me llevó a Nara por mi cumpleaños, a uno de esos parques
famosos por los ciervos sika que campaban a sus anchas.
Hoy era mi primera cita con Naruto. Normalmente, las citas que había tenido
hasta ahora se habían reducido a intercambiar unas cuantas palabras con una
chica antes de ir a su casa y pasar un par de horas entre las sábanas, pero
esta vez era diferente. Ese doncel no se parecía a nadie que hubiera conocido,
y tenía mucha curiosidad por saber cómo irían las cosas.
Tras una ducha rápida, me puse unos vaqueros azules y una de esas camisetas
que tenían un poco de cuello pero suelto, sin mangas y de color blanca veteada
de gris. Ya en el recibidor de mi casa, me puse unas zapatillas de deporte y me
dispuse a irme…
—¿A dónde vas, Sasuke?
Me sobresalté un poco al escuchar la voz de mi hermano, pero traté de
ocultarlo. Poniendo mi cara de póquer, me giré para mirarle.
—A dar una vuelta. —Itachi llevaba años empeñado en que tenía que dejar a
un lado mi actitud de mujeriego (aunque comprendía por qué me comportaba así),
y empezar a salir en serio con alguien. No podía decirle que tenía una cita, no
quería que se hiciera ilusiones; yo podría estar emocionado por salir con
Naruto pero eso no significaba que fuéramos a ser novios o algo así.
Sí, lo sé, fui un iluso al pensar eso, pero entonces apenas conocía a mi
rubio y era una persona realista. Durante esa primera semana, no se me pasó por
la cabeza que llegaría a sentir algo tan fuerte por él.
Mi hermano me miró estrechando los ojos. Joder, ¿cómo demonios lo hacía
para saber cuándo mentía? Aunque, técnicamente, no era del todo mentira, solo
había omitido la parte en la que iba a tomar un helado con el doncel más sexy
que había visto.
—¿Solo a eso?
—Sí.
De nuevo, Itachi me observó de forma sospechosa, pero lo dejó pasar.
—Está bien. Te veo luego.
—Claro, ¡hasta luego! —dije con una sonrisa que sin duda le sorprendió, tal
vez porque hacía tiempo que no me veía sonreír de esa manera. Sí, sin duda a
partir de ese momento intuyó que estaba pasando algo.
Salí de casa y me dirigí al centro de la ciudad, a unos cines en cuya
entrada habíamos quedado Naruto y yo. El día anterior, en su casa, intenté ofrecerme
a recogerlo, pero él me dejó claro que era perfectamente capaz de ir por la
calle solito y también de caminar, así que no insistí y me hice una nota mental
para no tratarlo como a una mujer, no sea que le haga a mis genitales lo mismo
que al hombre de ayer.
Sonreí al ver que Naruto ya estaba esperándome, mirando con curiosidad los
carteles de las películas anunciadas. Se había vestido con una camiseta de
tirantes negra con una espiral naranja en el pecho que se ajustaba cómodamente
a su esbelta figura, unos pantalones holgados y oscuros que le llegaban a la
altura de las rodillas y calzaba unas deportivas negras con líneas naranjas,
acorde con el resto de su indumentaria. Me pareció adorable verlo ahí,
observando con ilusión los títulos de las películas, totalmente ajeno a lo sexy
que era con esa camiseta que dejaba al descubierto su clavícula y sus hombros,
los cuales tenía la tentación de mordisquear, preguntándome si eso le haría
estremecer.
Sacudí la cabeza, tratando de relajarme. Lo primero era lo primero,
estábamos en una cita y yo tenía que comportarme. Aun así, no pude resistirme a
acercarme por detrás, procurando que no me viera y, cuando lo tuve delante, me
incliné para susurrarle al oído:
—¿Ves algo que te guste?
Naruto ni se inmutó, como si no le extrañara que yo estuviera tras él.
¿Acaso me había visto? Giró la cabeza y me sonrió de esa forma traviesa que
provocaba cosas interesantes en mi cuerpo.
—Lo tengo justo detrás de mí —me dijo, haciendo que quisiera agarrarlo y
besarlo. Sin embargo, antes de que pudiera pensar en hacer nada, Naruto tiró de
mi hombro para que me inclinara y así poder darme un beso en la mejilla a modo
de saludo. Parpadeé por la sorpresa y sentí mi piel arder en esa zona, haciendo
que el doncel me sonriera, como si esa hubiera sido su intención—. ¿Vamos?
Todavía un poco sonrojado por lo que había hecho (aunque no me había
molestado en absoluto, cosa rara en mí), fuimos a una heladería pequeña, cuyas
mesas estaban casi vacías ya que la mayoría de la gente hacía su pedido para
llevar, y nos colocamos en una esquina donde teníamos un poco de intimidad.
Cuando nos llegó el turno de pedir, me di cuenta de algo en lo que no había
pensado hasta el momento.
No me gusta el dulce. Y estaba en una heladería. Muy inteligente, Sasuke.
Naruto se dio cuenta enseguida de eso cuando él pidió una tarrina de tres
chocolates y yo un café solo. Levantó una ceja y esbozó una sonrisa divertida:
—Así que me invitas a un helado pero tú no pides uno y, en cambio, escoges
lo más amargo que puedes encontrar aquí. No sé si es que eres impulsivo o estás
dispuesto a hacer cosas que no te gustan por mí —añadió con ironía.
Yo le seguí el juego, era evidente que lo del helado fue la primera opción
decente que se me pasó por la cabeza. Había estado tan concentrado en Naruto
que se me olvidó que yo no comería ninguno.
—Soy muy romántico —me burlé.
El doncel puso los ojos en blanco, aunque seguía sonriendo, como si le
hubiera hecho gracia.
—Uy, sí, puedo ver cómo salen de tu cuerpo corazoncitos de todos los colores.
Me reí por su comentario, sabiendo que yo exudaba muchas cosas, pero
corazones seguro que no. Después de eso, nos trajeron el pedido; Naruto empezó
a comer lentamente y yo tomé un sorbo de mi café, preguntándome cómo iniciar
una conversación. Sentía curiosidad por él y quería conocerlo un poco.
Entonces, el doncel levantó la vista hacia mí y me sonrió, un tanto
avergonzado.
—Supongo que es ahora cuando los dos hacemos preguntas sobre el otro.
Esbocé una media sonrisa.
—Eso creo.
—Hace tiempo que no tengo una cita, perdona si estoy algo torpe —y se
sonrojó un poco.
Definitivamente, era adorable. No había imaginado que tuviera un lado
tímido, ayer no me lo pareció, pero me gustaba. En realidad, tenía una
personalidad interesante, ya que el día anterior y hoy se había mostrado pícaro
y travieso y, sin embargo, ahora estaba un poco cohibido, a lo mejor temía
hacer el ridículo o decir algo inadecuado.
Queriendo hacerle sentir mejor, me incliné un poco y hablé más bajo.
—¿Sabes qué?, creo que esta es la primera cita de verdad que tengo.
Naruto me miró de arriba abajo con el ceño fruncido.
—No me creo que nunca hayas salido con nadie.
Yo me encogí de hombros.
—Solo he tenido relaciones esporádicas.
El doncel estrechó los ojos, mirándome con perspicacia.
—Así que eres de los que tienen amantes, no parejas.
—Supongo que es una forma de decirlo, sí.
Naruto siguió observándome con atención, ladeando esta vez la cabeza. Me
pareció divertido ver cómo los engranajes de su cerebro trabajaban a través de
sus ojos, se notaba que estaba muy concentrado, como si su mente se hubiera
atascado en algo que había dicho.
—Y sin embargo, estás teniendo una cita conmigo —me dijo con el ceño
fruncido.
Yo le sonreí.
—Eres diferente.
Él levantó una ceja y sonrió con diversión.
—Mira, no me gustan especialmente las películas románticas pero he visto
las suficientes como para saber de dónde has sacado esa frase.
No pude evitar reírme. Sí, tenía razón, había sonado como si intentara
conquistarlo con ese tipo de palabras.
—Perdona, no pretendía que sonara así, pero es cierto que no te pareces a
las mujeres o donceles que se acercan a mí. —Era la verdad.
—¿Qué quieres decir? —me preguntó, todavía un poco confundido.
Me dispuse a explicárselo, pero entonces vi por el rabillo del ojo que un
grupo de tres chicas se acercaba a nuestra mesa con su vista clavada, cómo no,
en mí. Puse mala cara nada más ver sus sonrojos y la postura coqueta que
tenían; me veía venir que esta situación iba a ser como las que había vivido en
el instituto y en la universidad, se iban a comportar de forma tímida y
educada, puede que incluso si les dirigía la palabra se echaran a chillar, como
si yo fuera un perro que sabía hablar.
—Hola —me dijo la que iba en el centro en voz baja y con la vista fija en
el suelo. ¿Por qué demonios no me miraban a los ojos cuando me hablaban? ¿Se
suponía que era alguna táctica femenina para ligar o qué?
—Hola —saludé de vuelta. Vale, puede que no chillaran, pero se miraron
entre ellas ilusionadas, como si hubiera sido un gran logro. Joder, yo solo
estaba siendo educado, ni que con eso les hubiera dado esperanzas de acostarse
conmigo.
Mientras tanto, Naruto observaba la situación un tanto incrédulo, como si
fuera algo surrealista. Vi cómo arrugaba la nariz con claro desagrado; dudaba
mucho que tuviera que ver con que claramente querían coquetear conmigo, no
estábamos saliendo ni nada, creo más bien que era por su actitud.
—Nos preguntábamos si podíamos sentarnos contigo un rato —esto último lo
dijo retorciéndose un mechón de pelo y mirándome de reojo a través de sus
pestañas.
Desde luego, no era el mejor inicio que había oído, teniendo en cuenta que
el local tenía un montón de mesas vacías.
—Lo siento, pero ya estoy acompañando —respondí señalando a Naruto, al cual
ni siquiera le habían dirigido la palabra.
Las tres se movieron un poco para verlo. En el momento en que se fijaron en
él, sus expresiones cambiaron a unas bastante amenazadoras, sin embargo, Naruto
sonreía ampliamente, como si estuviera tramando algo.
Mmm… ¿por qué tenía la sensación de que esto iba a ser divertido?
La que parecía ser la hembra alfa del grupo le lanzó una mirada asesina al
doncel.
—No te importa, ¿verdad?
El rubio las observó como si fueran el equivalente a un grupo de moscas.
—Pues sí, yo lo vi antes que vosotras.
¡Toma!, ahí estaba el chico que me gustaba, directo y sin una pizca de
miedo. Las tres chicas lo miraron con los ojos como platos, no sabía si les
sorprendía la respuesta o el hecho de que no pudieran intimidarlo. Si supieran
que Naruto les dio una paliza ayer a cuatro hombres el doble de altos y anchos
que ellas, se lo hubieran pensado dos veces antes de intentar nada contra él.
Sonreí por el curso que estaba tomando la situación y esperé a ver qué
hacían. Una de ellas fue la primera en tartamudear:
—Pe-pe-pero… ¡si eres un hombre!
Ahí tuve que reírme. Sí, Naruto era bastante masculino para ser un doncel,
aunque se le notaba por las caderas que era uno. Supuse que, al estar sentado,
no podían ver bien las sensuales curvas de su cuerpo que lo delataban como
doncel.
Aun así, Naruto se encargó de corregirlas con una gran sonrisa.
—Por desgracia para vosotras, soy un doncel —dicho esto, se dirigió a mí
con esos preciosos ojos llenos de picardía—, uno muy sexy y caliente que lleva
lencería debajo de la ropa y que quiere que le acompañes al baño.
… No sé qué cara puse, pero sí sé que estaba demasiado aturdido como para
hacer otra cosa que no fuera tomar la mano de Naruto y seguirle hasta el cuarto
de baño. Mi cerebro estaba demasiado ocupado revisando al doncel, tratando de
buscar indicios que me dijeran qué clase de lencería llevaba y, más importante
aún, ¿para qué me llevaba exactamente al baño?
Logré despejarme un poco cuando él se despidió alegremente de las chicas.
Sacudí la cabeza y seguí a Naruto al interior del pequeño receptáculo; era
blanco y estaba bastante limpio. El doncel cerró la puerta tras nosotros y
luego me miró con una sonrisa.
—¿Cuánto tiempo crees que tardarán en reaccionar e irse?
—Yo aún estoy intentando asimilar lo que has hecho —confesé. No podía dejar
de imaginarme las cosas que podría hacerle en ese mismo baño.
Su expresión preocupada hizo que me centrara por completo.
—¿He hecho mal? Creía que te molestaban por la expresión que pusiste.
—¡No! —respondí de inmediato, acercándome a él y rodeando su cintura con
mis brazos. No pensé realmente en hacer eso, fue mi cuerpo quien lo hizo
instintivamente. Le sonreí con sinceridad—, no, me alegro de que lo hayas
hecho, ha sido divertido —añadí, soltando una risilla por las caras que habían
puesto las tres.
Naruto también rio mientras apoyaba la cabeza en mi pecho.
—¿Son todas como ellas?
—Bastante parecido.
—Yo tampoco saldría con ellas.
Sonreí un poco, pero luego me asaltó una duda y bajé la vista, apenado.
—¿Crees que soy mala persona?, por… buscar solo amantes.
El rubio se apartó un poco para mirarme con el ceño fruncido.
—Cada persona es un mundo. Hay gente que es más de parejas y hay otra que
no. ¿Las has engañado o dado falsas esperanzas?
—No, pero creo que no me escuchan cuando les digo que no quiero nada.
—Ese es problema suyo, el que avisa no es traidor —dijo Naruto,
encogiéndose de hombros. Su forma de decirlo me hizo sonreír de nuevo, y él me
miró con diversión—. De todos modos, si hubieras salido con una de ellas, te
habría sugerido ver a un loquero.
Solté una risilla y acaricié un mechón de su cabello. Era muy suave y
agradable, quise enterrar mis dedos en él mientras le besaba, pero me contuve.
Aún no era el momento. En vez de eso, le señalé con la cabeza.
—¿Ves por qué dije que eras diferente? Tú no tuviste reparos en coquetear
conmigo, ni tampoco en dejarme claro cómo querías ser tratado; eres perspicaz,
divertido y travieso.
No pude evitar sentirme satisfecho cuando le vi sonrojarse. De nuevo, me
pareció adorable.
—¿Sabes que también soy un poco tímido?
Le acaricié una mejilla, pasando los dedos por las zonas rojizas.
—Me he dado cuenta antes, y creo que solo lo eres en momentos puntuales, no
como esas tres que, más que tímidas, son inseguras y por eso actúan así. Tú no
tuviste ningún problema en decirme lo que querías de mí, me gusta que dejes las
cosas claras. Me gusta cómo eres.
No estaba muy seguro de lo que había hecho exactamente, pero fuera lo que
fuera, me gané una sonrisa sincera por parte de Naruto y un beso en la mejilla.
—¿Y eso? —le pregunté.
—Si pasas de las dos primeras citas, puede que te lo cuente un día
—prometió antes de apartarse de mí, por lo que tuve que soltarle (un poco a
regañadientes, había sentido la suave curva de su cintura y me habría gustado
poder explorarla en profundidad), antes de dirigirse a la puerta del baño,
considerando que llevábamos el tiempo suficiente para que esas tres se hubieran
ido. Sin embargo, yo la cerré cuando tocó el pomo y coloqué una mano a cada
lado de su cabeza, acorralándolo entre mis brazos.
Lejos de ponerse nervioso, Naruto se dio la vuelta, encarándome, y levantó
una ceja, interrogante. En sus labios había aparecido una pequeña media
sonrisa.
—Antes de salir, hay algo que tengo que preguntarte. —Era un asunto de
vital importancia.
El doncel rodó los ojos antes de mirarme con diversión.
—No, Sasuke, no llevo lencería debajo de la ropa.
—Mierda —mascullé. Debería haberme sentido un poco avergonzado por lo
rápido que había adivinado lo que quería saber, pero no. Solo estaba decepcionado
porque debajo de esos pantalones no llevara un sexy tanga de encaje que dejara
su trasero expuesto a mis caricias.
De repente, Naruto me cogió de la camiseta y tiró de ella para acercarme a
él. No opuse resistencia y dejé que mi cuerpo se amoldara al suyo; incluso con
la ropa puesta, fui consciente de los angulosos músculos de su vientre y la
fortaleza de su pecho, sin embargo, no me resultaba desagradable, al contrario,
sentir su fuerza a través de su piel me atrajo todavía más. Rodeé su cintura con
mis brazos una vez más, pero en esta ocasión me permití acariciar la zona baja
de su espalda, la cual se curvaba un poco hacia dentro, lo cual resaltaba la
apariencia doncel de Naruto. Él me abrazó el cuello, colocando su rostro a
escasos centímetros del mío, podía sentir su aliento en mis labios.
Quería besarlo, pero sentí que aún no podía hacerlo.
—¿Te habría gustado que llevara lencería? —me preguntó con una sonrisa
traviesa muy sexy, la cual hizo que apretara un poco los dedos sobre su piel al
acariciarlo, pero sin hacerle ningún daño; solo quería que supiera que estaba
excitado.
—Mucho —respondí. No, tampoco sentí vergüenza por reconocer algo así; la
visión de Naruto llevando cualquier tipo de ropa interior sacada de una tienda
erótica me parecía muy sensual.
El rubio pasó los dedos por mi nuca, acariciando esa zona en círculos
suaves. Se me puso el vello de punta, sobre todo porque no tenía ni idea de que
pudiera tener un punto erógeno ahí. Aunque claro, nadie me había tocado en ese
lugar ni de esa manera antes; las mujeres con las que había estado eran
bastante pasivas y apenas querían tocarme excepto para sentir mis músculos.
—Voy a proponerte algo —murmuró Naruto con una voz suave y sugerente,
haciendo que yo le diera mi completa atención—: si consigues impresionarme con
las tres citas, yo me pondré lencería para la noche de la tercera. ¿Te parece
bien?
—Perfecto —acepté sin tan siquiera pensarlo. Esto era emocionante, nunca me
había hecho falta esforzarme mucho para conseguir algo cuando se trataba de
sexo, pero esta vez era diferente y tenía la sensación de que Naruto era un
reto.
Y a mí me gustaban los desafíos, y mucho.
El doncel sonrió con la misma anticipación que yo sentía. En ese momento,
me di cuenta de que estaba disfrutando con esto tanto como yo, y eso creó una
especie de complicidad entre ambos, como si hubiéramos estado atascados en
algún tipo de rutina y por fin hubiéramos encontrado a la persona que nos
sacaba de ella.
Yo estaba harto de ser una especie de trofeo. Ya en primaria había recibido
numerosas notitas con halagos y preguntándome para compartir el almuerzo o
estar juntos durante el recreo; en el instituto, la cosa pasó a más, la mayoría
de las chicas tenían las hormonas revolucionadas y se peleaban entre ellas por
mí a base de gritos e insultos, una batalla campal en la que procuré mantenerme
lo más lejos posible, por no hablar de que empecé a recibir (y esto sí que me
da una enorme vergüenza) prendas de ropa interior (espero que limpias, pero no
me paré a comprobarlo por si acaso), finalmente, en la universidad, mis
compañeras de clase, aunque más tranquilas y civilizadas, tenían una especie de
rivalidad entre ellas por mí, llegando a realizar carreras por ver quién se
sentaba a mi lado en clase, haría los trabajos conmigo e incluso quién sería la
primera en darme su regalo para San Valentín.
Pero había algo que no cambiaba: yo era un premio. Solía ser el hombre más
guapo e inteligente de la clase, por no decir que pertenecía a la familia
Uchiha, poderosa y muy adinerada. En pocas palabras, era el mejor partido al
que podían aspirar, y creo que eso hacía que, de forma inconsciente, pensaran
que yo era su hombre ideal sin importar mi personalidad, mis gustos o mis
opiniones. Eso dolía.
Y esa era mi rutina.
La de Naruto era, en cambio, muy diferente a la mía, pero tal vez igual de
triste o aún peor. Pero yo todavía no lo sabía, no en nuestra primera cita y
mucho menos en aquel baño. No era el momento ni el lugar.
Así que, pese a que yo no quería apartarme del doncel, supe por su lenguaje
corporal que no llegaría más lejos de aquel íntimo abrazo, por lo que, cuando
él empujó mi pecho con suavidad para pedirme espacio, se lo concedí. Después,
Naruto se asomó por la puerta del baño y luego me sonrió.
—Buenas noticias, tus pretendientes se han ido y podremos seguir con lo
nuestro sin que nos molesten.
Le miré con un poco de culpa.
—Lo siento.
—Eres guapo, no es culpa tuya que se fijen en ti —comentó encogiéndose de
hombros mientras salíamos del baño.
Me hizo gracia la forma en que dijo que yo le parecía atractivo, como si no
fuera nada del otro mundo. Ya sabía que era guapo, las molestas chicas que
había a mi alrededor no dejaban de recordármelo, parecía que eso era esencial
para salir con alguien. Sin embargo, Naruto no parecía darle mucha importancia,
y por eso mismo, me gustó que pensara eso de mí.
—Así que te parezco atractivo —reafirmé, solo para estar seguro.
Para entonces, ya estábamos en nuestra mesa. El doncel revisó que su helado
no se hubiera derretido mucho y siguió comiendo pero, al oírme, me miró con
cara de “es obvio”.
—Cualquiera que tenga ojos lo sabe, Sasuke, y estoy seguro de que tú
también eres consciente de ello —dicho esto, me miró con malicia y sonrió—. Sin
embargo, tú no me has dicho lo guapo que estoy esta tarde.
Casi se me escapó una carcajada. Muy listo, pero yo también lo era.
—Cualquiera que tenga ojos sabe que eres el doncel más hermoso y sexy con
el que se ha cruzado —dije, provocando que Naruto se sonrojara. Punto para mí—,
pero estoy seguro de que también lo sabías.
Él me dedicó una media sonrisa, reconociendo que esta vez yo había ganado.
Cuando terminamos, fuimos a dar una vuelta mientras seguíamos hablando.
Naruto me contó que tenía ascendencia americana por parte de su abuelo paterno
y escocesa por su abuela materna, pero básicamente era japonés, nacido y criado
en Kioto, a pesar de que por su aspecto tendían a confundirlo con un
extranjero. Cuando le pregunté cuándo vino a Tokio, me contó que fue tras la
muerte de sus padres.
—Lo siento mucho —le dije. Ayer ya había supuesto que sus padres habían
fallecido, pero que me lo confirmara era distinto, sentí pena por él.
Naruto me tocó el brazo a modo de agradecimiento.
—No pasa nada, fue hace mucho tiempo, yo tenía doce años.
—¿Cuántos tienes ahora?
—Diecinueve. ¿Y tú?
—Veintidós. —Hice una pequeña pausa, sin saber muy bien qué decirle, temía
hacer algo inadecuado que podría herirle—. Tuvo que ser muy duro.
Él me sonrió con pesar.
—Fue un accidente de coche, algo de lo más normal. Mi padre era profesor de
música, pero mi madre era policía. Fue extraño que, después de enfrentarse
durante años a toda clase de monstruos, muriera en un accidente. Era casi
surrealista, en aquel momento.
Le cogí la mano y se la estreché, esperando que eso le diera algo de
consuelo. En respuesta, él me frotó los dedos y algo de su tristeza desapareció
de sus ojos.
—Pero, ¿sabes?, creo que fue mejor así. Ahora pienso que podrían haberme
dicho que la mató un asesino al que perseguía o un narcotraficante en una
redada y eso habría sido mucho más duro.
—Entiendo. ¿Te quedaste solo? —le pregunté, un tanto inquieto. No me
gustaba la idea de que Naruto hubiera acabado en un orfanato.
Al fin, su hermosa sonrisa regresó a su rostro.
—No, mi hermano mayor tenía la mayoría de edad y aceptó una oferta de
trabajo. No le gustaba porque tenía que dejarme mucho tiempo solo, pero ganaba
lo suficiente como para que los dos pudiéramos vivir cómodamente y yo pudiera
estudiar lo que quisiera.
Me relajó que al menos se hubiera quedado con un familiar, y más aún
alguien como su hermano mayor. Durante mi niñez, Itachi fue mi figura fraternal
y paternal, así que si él pudo cuidar de mí, seguro que el hermano de Naruto
también pudo hacerlo.
—¿Y qué estudias? —pregunté, curioso.
—Estoy en el conservatorio de música.
Inmediatamente, pensé en su padre. Seguro que le venía de él.
—No sé por qué, pero te veía más yendo a la academia de policía.
El doncel soltó una risilla.
—Si lo dices por cómo peleo, fue mi madre la que me enseñó. Era una gran
policía y yo siempre la he admirado, pero me gana la música. Es algo que
realmente me gusta y me veo dedicándome a componer para bandas sonoras.
—Sabes que eso es muy difícil, ¿verdad? —le dije con la mayor suavidad
posible. No quería desilusionarlo, pero ser músico profesional y triunfar en
eso era casi tan difícil como ser un gran actor.
Sin embargo, Naruto no pareció disgustado en absoluto. Al contrario, me
sonrió con decisión.
—Si no lo intento, seguro que nunca lo conseguiré.
En ese momento, me conquistó un poco más. Las dificultades no le asustaban.
—Y si no lo consigo, no pasa nada. Me conformo con al menos poder tocar en
uno de esos restaurantes que tienen música en directo —declaró.
Y, al parecer, tampoco le temía al fracaso. Entonces supe que Naruto era
muy valiente, no solo era capaz de enfrentarse sin pestañear a cuatro hombres
violentos, sino que también estaba dispuesto a luchar contra todo lo que le
viniera encima con tal de intentar hacer lo que realmente quería. Le admiré por
ello y, al mismo tiempo, sentí una punzada de envidia, porque yo también quería
tener ese valor para dejar la carrera y buscar aquello a lo que quería
dedicarme.
—¿Y tú? —me preguntó de repente, deteniendo mis reflexiones.
—¿Yo qué?
—¿También estás estudiando?
—Sí, administración y dirección de empresas —respondí, haciendo una mueca.
Mi tono de voz sonó algo asqueado.
Naruto me observó con el ceño fruncido. Parecía que él también se había
dado cuenta de que algo no iba bien.
—¿Es tan horrible como lo haces sonar? —me preguntó.
Me reí por lo bajo.
—Un poco. En realidad es bastante aburrido.
—¿Y por qué lo haces?
—Mi padre es dueño de una empresa, Corporaciones Uchiha…
Entonces, el rostro de Naruto se iluminó, como si una bombilla se hubiera
encendido en su cabeza.
—¡Ah, sí! Ese hombre sale mucho en la tele con otro chico joven que se le
parece mucho. ¿Sois familia también?
—Sí, Itachi es mi hermano mayor —respondí con una sonrisa.
El rubio me miró con detenimiento un momento.
—Os parecéis.
—Me parezco más a mi madre, la verdad.
—De alguien tenías que heredar esa bonita cara porque, no te ofendas, pero
de tu padre seguro que no la has sacado.
Me eché a reír, incapaz de evitarlo. ¿Quién me iba a decir que llegaría el
día en que a alguien le parecería que Fugaku Uchiha era poco agraciado?
Naruto me dio un golpe amistoso en el brazo.
—¡No te rías! No es que sea feo pero, desde luego, con esa cara de amargado
dudo que la gente se le acerque mucho.
Me reí con más fuerza, llevándome las manos al estómago. Si fuera capaz de
decírselo a la cara solo para ver la expresión que pondría mi padre, sería
genial. Entonces, recordé la opinión que tenía sobre los donceles y se me
pasaron las ganas de reír. Él no podía saber que había salido con Naruto, me
echaría la bronca del siglo y me prohibiría volver a verlo. Y estaba seguro de
que quería esas dos citas con él, muy seguro.
Cuando me controlé, seguimos caminando por un parque poco transitado. La
luz del sol empezaba a ocultarse, indicando que me quedaba poco tiempo con el
doncel.
—Entonces, estarás a punto de terminar la universidad, ¿no? —comentó
Naruto.
—En realidad, me quedan dos años.
Él hizo una pausa y frunció el ceño.
—Espera, tienes veintidós, deberías estar terminando, ¿no?
—Sí, debería, pero antes de entrar en la universidad, me fui a Nueva York
con mi hermano. Él estaba estudiando nuevas técnicas de administración allí y
pensé que sería bueno para mí estudiar en el extranjero. Estuve en un colegio
americano.
—Así que has estado en Estados Unidos —dijo Naruto con los ojos
brillantes—, es genial, ¿te gustó?
—Es muy diferente a Japón, pero sí. Me gustaba ir a Central Park. —Sonreí—.
Había mucha gente que llevaba a sus perros allí, algunos se acercaban a mí y
jugaba un poco con ellos.
—¿Te gustan los perros? —me preguntó de repente, emocionado.
Yo sentí lo mismo.
—¿A ti también?
—Trabajo los fines de semana en este parque, adiestrando perros.
Mi corazón golpeó mi pecho con fuerza. Siempre me habían encantado esos
animales, de pequeño solía pedir uno para mi cumpleaños o para Navidad, pero
nunca llegó; mi padre no quería mascotas, creo que con tener dos hijos ya tenía
bastante como para acoger a un adorable cachorro en nuestra casa.
—Siempre quise tener uno.
Naruto me miró apenado.
—¿No tuviste una mascota de pequeño? Qué pena, yo adoraba a la perra de mi
madre. Era muy protectora conmigo… pero luego mi madre la usaba para ver si
escondía dulces en mi habitación —añadió, hinchando un poco los mofletes de una
forma muy graciosa.
Reí, imaginándome la escena. Sí, podía ver a un pequeño Naruto escondiendo
un montón de chocolate en los lugares más rebuscados para evitar que la perra
los encontrara. Aunque no creo que le funcionara mucho, los perros tienen un
gran sentido del olfato.
—¿Era perro policía?
—Sí, la usaba para detectar droga. Era mi única compañía cuando mis padres
murieron y mi hermano estaba fuera por trabajo. Fue duro perderla.
Lo cogí de la mano y le estreché los dedos.
—Lo siento.
Naruto me sonrió.
—Era mayor, fue inevitable. Al menos, tuvo una buena vida, como mis padres
—dicho esto, señaló una zona verde del parque muy amplia—. Ahí es donde doy las
clases, ¿por qué no vienes algún sábado o domingo? Creo que te gustaría.
Yo le devolví la sonrisa.
—Me gustaría mucho.
Así, llegamos a la salida del parque. En uno de los bancos, había cinco
chicos charlando entre ellos que se quedaron callados cuando vieron a Naruto.
Me molestó la forma en que lo miraron, se parecía mucho a cómo las mujeres y
donceles me veían, como si fuera un suculento pedazo de carne. Para evitar
problemas, pasé un brazo por los hombros del rubio, indicando así que ya estaba
cogido para que lo dejaran en paz. Naruto se apoyó contra mí, como aceptando el
plan, pero me di cuenta de que estaba muy tenso. No creo que tuviera miedo, más
bien tenía la sensación de que le molestaba sentir sus ojos clavados en él de
esa manera. Le froté un hombro, tratando de reconfortarlo un poco.
Sin embargo, a los chicos no pareció importarles que el doncel tuviera
pareja, porque se irguieron un poco en sus asientos para observarlo mejor.
—¡Eh, rubio! ¿Por qué no pasas de ese tío y te vienes con nosotros?
—¡Sí!, cuidaremos muy bien de tu culito prieto.
De repente, sentí como todos los músculos de Naruto se contraían. Vi cómo
apretaba los labios y la forma en sus ojos azules llamearon con furia; su
cuerpo exudaba rabia por todas partes, pero aun así, siguió andando sin
detenerse.
Yo quería girarme y soltarle alguna barbaridad a ese gilipollas, sin
embargo, intuí que Naruto continuaba hacia la salida para evitar llegar a la
violencia, era evidente que ese comentario le había sentado muy mal.
Entonces, oí pasos detrás de nosotros y unas risas. Miré por encima de mi
hombro y, por desgracia, los mismos chicos nos seguían con la vista clavada en
el trasero del doncel. Vale, Naruto tenía el culo más bonito que había visto,
pero no era razón para mirarlo como si… como si solo fuera un objeto de placer.
—¡Vamos, rubio, no seas así!
—¡Deja que te caliente la cama!
—¡Ven y cómemela!
Con ese último comentario, Naruto se paró en seco. Movió los hombros para
que yo apartara el brazo y obedecí. Después, él se giró lentamente y fulminó
con la mirada a los chicos antes de ir hacia ellos con pasos firmes y rápidos y
el cuerpo inclinado, claramente amenazador.
Yo me mantuve al margen, aunque atento. No creía que Naruto necesitara mi
ayuda; esos muchachos no eran más que críos de unos diecisiete años, escuálidos
y delgados. Puedo entender que, a esa edad, muchos adolescentes entran en una
fase de estupidez y chulería, pensándose que se van a comer el mundo, pero
incluso así, nada justifica la forma en que han tratado a Naruto, así que si
les daba un buen par de golpes para que aprendieran la lección, mejor que
mejor.
El doncel se detuvo a un escaso metro de ellos, quienes retrocedieron un
poco al sentir su aura agresiva y ver que era mucho más atlético de lo que
habían creído. Además, era también más alto y tenía todos los músculos
flexionados.
—A ver si tenéis huevos a bajaros los pantalones, capullos de mierda —les
desafió Naruto—, porque en el momento en que lo hagáis, os arrancaré las pollas,
os las meteré hasta la garganta y dejaré que os ahoguéis con ellas.
… Joder, joder, ¡joder! Eso me asustó y me dio ganas de aplaudir a la vez.
Naruto dio media vuelta y regresó conmigo, dejando a los chicos paralizados
en su sitio. Ninguno de los dos les prestamos más atención y salimos del
parque, adentrándonos en las calles ya vacías, pues había oscurecido y todo el
mundo estaba en su casa esperando la hora de cenar.
Cuando nos alejamos un poco, el doncel me miró con cierta culpabilidad.
—Siento la escena.
Yo le sonreí.
—No lo hagas, se lo merecían. Aunque creo que un par de puñetazos les
habría venido bien.
—Eran críos, pegarles podría haberme metido en problemas aun siendo doncel.
Además —me devolvió la sonrisa—, mi límite es una pelea por semana.
Solté una risilla y me detuve en un cruce de caminos, donde debíamos
separarnos para ir a nuestras respectivas casas. Naruto también paró y se quedó
delante de mí, tenía las mejillas un poco sonrojadas.
—Supongo que nuestra cita termina aquí.
—Sí —coincidí. Se me había hecho bastante corta, pero la primera vez que
salíamos juntos debía ser así para tantear el terreno y conocernos un poco, ver
si nos sentíamos cómodos el uno con el otro. Y yo nunca me había sentido tan
cómodo con alguien, tan dispuesto a abrirme—. ¿Qué te ha parecido?
Naruto lo meditó un segundo y luego me sonrió.
—Ha estado bien.
Yo levanté una ceja.
—¿Solo bien? Así no conseguiré verte con la lencería —bromeé… más o menos.
En cierto modo, lamentaba no verle en un futuro próximo con ropa sexy.
El doncel soltó una risilla.
—Bueno, es que falta una cosa.
—¿El qué?
Sin decirme nada más, Naruto se acercó a mí y me besó en los labios. Me
quedé un poco sorprendido al principio, no esperaba que eso ocurriera tan
pronto, pero no me quejé y le devolví el beso. Al sentir que era correspondido,
él profundizó un poco más, abriendo la boca y acariciándome el labio inferior
con la lengua. Gruñí un poco, contento porque Naruto quisiera ir más allá y no
dudé en ir a su encuentro. Sin embargo, cuando abrí la boca, él se aprovechó y
me exploró concienzudamente, haciendo que mi cuerpo ardiera y mi miembro
despertara del todo, exigiéndome alivio.
Me gustó que tomara la iniciativa, y más aún cuando su cuerpo se pegó al
mío y sus manos se enredaron en mi cabello, pasando los dedos por la zona de mi
nuca, de la cual agarró varios mechones con fuerza.
Una oleada de deseo me arrasó. Mis brazos rodearon su cintura y lo estreché
contra mí, queriendo sentir cada una de sus curvas contra mi cuerpo, las cuales
parecían encajar conmigo como si fuéramos dos partes de un todo. El beso se
volvió más intenso, voraz y húmedo, mi lengua buscó la suya y ambas se
entrelazaron en una danza erótica que hizo a Naruto gemir. Oír eso me dio más
confianza y hundí una mano en su pelo, también aferrando algunas hebras doradas
de su cabello.
—Ah… —suspiró contra mis labios. Vaya, parece que no soy el único al que le
gusta que lo cojan del pelo.
Animado por sus respuestas, mi mano libre vagó por su espalda, acariciando
la curva de la misma que se hundía hacia dentro y que luego bajaba hasta su
trasero. Quería tocar, no lo negaré, pero no creí que fuera el momento… hasta
que Naruto me cogió la mano y la bajó hacia una de sus nalgas. Me separé lo
justo para mirarlo y vi que me sonreía con diversión.
—No creía que fueras tímido en esto —me dijo con la respiración un poco
acelerada.
—Estoy siendo caballeroso —respondí, también jadeando un poco y
acariciándole. Tenía el culo más firme que había tocado, y si era tan suave
como el resto de su piel, me volvería loco. Podía imaginar a ese hermoso doncel
desnudo en mi cama, sobre sus manos y rodillas, gimiendo mientras yo me hundía
profundamente en su cuerpo al mismo tiempo que masajeaba sus nalgas. Sí, era
una fantasía que esperaba poder cumplir pronto.
Naruto me sonrió, travieso, y me mordisqueó los labios. Le respondí
frotándole una nalga, haciéndole saber así que eso me gustaba.
—¿Te pongo nervioso, Sasuke? —me preguntó bajando el tono de voz. La forma
en que sus preciosos ojos azules me observaban, con puro deseo, me hizo
estremecer de la mejor manera.
—Me pones cachondo, es distinto. —Él me besó, un beso más lento y pausado,
pero más húmedo y erótico que el anterior, y encima, permitió que acariciara
cualquier parte de su cuerpo (excepto la más íntima, por supuesto, aún era
demasiado pronto). Cuando sentí que estaba perdiendo el control, me aparté un
poco y respiré hondo—. Deberías ir a casa, antes de que haga algo que te
obligue a retorcerme los huevos.
El doncel rio alegremente.
—Creo que lo que le hice ayer a aquel tipo te ha dejado traumatizado.
—No, pero aprecio mis genitales y quiero conservarlos para nuestra tercera
cita. —Naruto soltó una carcajada y yo sonreí en respuesta. Lo estreché contra
mí, queriéndolo más cerca, pero no le besé, sabía que volvería a perderme en
sus labios y había algo que quería preguntarle—. Así que, ¿saldrás conmigo otra
vez?
Naruto se mordió el labio inferior, como pensándoselo, aunque no podía
evitar sonreír. Genial.
—¿A dónde quieres ir? —me preguntó. Abrí la boca para responder pero, antes
de que pudiera decir nada, él puso un dedo sobre mis labios y me miró
divertido—. Y esta vez piensa en algo con lo que podamos disfrutar los dos, me
he sentido un poco mal al ver que no te gustaban los helados.
Eso no lo sabía, y fue mi turno de sentirme un poco culpable. Deslicé la
mano que tenía en su pelo hacia su mejilla, acariciando las tres marcas que
tenía con el pulgar.
—El idiota que propuso ir a tomar un helado a pesar de que no le gustan fui
yo —le dije antes de sonreír con picardía—. Pero sí, tienes parte de culpa;
estaba muy distraído mirándote y ansioso por convencerte de que salieras
conmigo.
Naruto levantó una ceja.
—Te cautivé —bromeó.
—Por completo —asentí.
Después, empecé a pensar lo que podíamos hacer mientras seguía acariciando
su rostro; el doncel parecía disfrutar con ello, ya que cerró los ojos y
simplemente me dejó hacer. Fue agradable estar solo así, tocándonos sin más, me
pareció un poco íntimo, al menos en comparación con las mujeres con las que
había estado. Mientras tanto, Naruto pasó los dedos por mi nuca y el cuello,
explorando mi piel.
Apoyé la frente en la suya y entorné los párpados, dejando que mi mente
vagara con calma en busca de algo que pudiéramos hacer juntos. Sabía que no
debía tardar en irme o mi familia se preocuparía, pero aun así, no tenía prisa.
Me costaba separarme de él.
Finalmente, se me ocurrió algo.
—¿Te gustaría ir a la playa? —pregunté en voz baja, no queriendo romper la
burbuja íntima en la que estábamos.
Naruto abrió los ojos y me sonrió.
—Así podrás verme casi desnudo, ¿verdad? —me dijo en el mismo tono bajo,
aunque añadiendo un toque divertido a nuestro momento.
La verdad, no había pensado en eso, pero se me escapó una enorme sonrisa.
—Me has pillado —le seguí el juego.
—Debería darte vergüenza —comentó Naruto con tono juguetón.
—Pues no siento ninguna.
Él volvió a morderse el labio y mis ojos se quedaron clavados allí. Quería
ser yo quien mordisqueara esa deliciosa boca.
Por desgracia, Naruto se acercó más a mí, hasta poner sus labios en mi
oído. Su roce me provocó un erótico escalofrío, quería que me lamiera en esa
zona, en cualquier parte, no me importaba dónde.
—Tienes suerte de que yo también quiera verte desnudo —susurró antes de que
la punta de su lengua acariciara mi lóbulo. Aspiré aire precipitadamente, no
había esperado que hiciera eso por mucho que lo deseara.
—¿Así que voy a estar desnudo? —pregunté con voz ronca y lanzándole una
sonrisa lasciva que Naruto me devolvió.
—Casi desnudo.
—No es lo que tú has dicho.
—No me tientes, Sasuke.
—Tú lo haces, y a propósito —me quejé.
—¿Prefieres que deje de hacerlo? —interrogó, levantando las cejas.
Le miré con cara de pocos amigos.
—No.
Él me sonrió con malicia y, finalmente, se apartó de mí, así que tuve que
soltarlo. No quería hacerlo tan pronto, pero me consoló saber que lo vería
pronto.
—¿Cuándo te viene bien? —le pregunté. Aún no se había ido y ya tenía ganas
de volver a verlo.
—La semana que viene.
… Eso fue un duro golpe, no sé si a mi paciencia, mi autocontrol o mi
libido, pero el caso es que me decepcionó.
—¿Tanto?
Esta vez, Naruto me miró con pena.
—Lo siento, tengo mis motivos.
Tuve la tentación de gemir como un niño pequeño al que le niegan una
chuchería, pero me contuve. Yo no era como esos niñatos que nos habíamos cruzado
en el parque, así que si Naruto me pedía más tiempo, yo lo respetaría y se lo
daría.
—Está bien, no te preocupes —le dije con una sonrisa.
Mis palabras parecieron aliviarle, aunque no acabé de entender del todo por
qué. Sin embargo, tampoco pregunté y acordamos salir juntos de nuevo el sábado
siguiente, ir a la playa y comer allí, como un picnic. Además, Naruto me dijo
que sabía de un sitio donde tendríamos más intimidad, cosa que me animó.
—Entonces, hasta el sábado —me despedí.
Naruto asintió, pero me cogió de la camiseta, impidiendo que me fuera. Le
miré con curiosidad, fijándome en que tenía las mejillas rojas.
—Si quieres que nos veamos antes de la cita, solo tienes que llamarme. Ya
tienes mi número —dicho esto, me dio un beso rápido en los labios y se fue a
paso rápido.
Observé cómo se marchaba, aparentemente un poco avergonzado, hasta que lo
perdí de vista tras una esquina.
Yo sonreí. No tendríamos nuestra segunda cita tan pronto como creía pero,
al menos, tampoco tendría que esperar mucho para volver a verlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario