miércoles, 23 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 15. Kyubi blanco

Sasuke no tenía ni puta idea de qué hacer. Es decir, acababa de gritarle a Kurama que no estaba moviendo ni un dedo por Naruto y, ahora, de repente, se le aparecía ni más ni menos que uno de los misteriosos Kyubi, uno de los antiguos.
Afortunadamente, no tuvo que hacer gran cosa, ya que el zorro caminó elegantemente hasta la cama y apoyó sus patas delanteras sobre esta para observar con atención a Naruto. Le apartó los sudorosos mechones de pelo del rostro amorosamente y le lamió la mejilla al mismo tiempo que gemía suavemente, como si fuera capaz de sentir su dolor.
Entonces, Sasuke logró salir de su estupor y se acercó a la cama, pero por el lado opuesto al de la criatura, ya que no estaba seguro de cómo interactuar con ella… no sabía si debería tocarla siquiera. El ser que tenía ante él parecía demasiado sagrado como para profanarlo con sus manos, demasiado… puro.
—¿Puedes… ayudarle? —se atrevió a preguntar.
El zorro lo miró un instante con unos ojos tan amables como inteligentes y después se volvió hacia el creador. Sasuke retrocedió un poco cuando sus nueve colas, largas, finas y tan blancas como el resto de su cuerpo, se posaron una a una sobre el cuerpo de Naruto con movimientos elegantes y delicados a la vez; una en cada extremidad, dos a ambos lados de las caderas, otra en la frente, una más en el pecho y la última en su vientre.
De repente, el príncipe jadeó fuerte y arqueó la espalda entre gemidos de dolor. Sasuke estuvo a punto de correr a su lado pero, entonces, unas pequeñas luces rojas que formaban una especie de flujo anaranjado salieron de su cuerpo mientras temblaba violentamente, deslizándose hacia las colas del Kyubi y adhiriéndose a su pelaje, volviéndolo de un hermoso tono dorado que le recordó al del zorro que le salvó la vida de Danzo y con el que había tenido más contacto. No se atrevió a moverse, a pesar del dolor que parecía estar padeciendo su rubio, hasta que la criatura retiró sus colas y se apartó de la cama, como si le estuviera dando permiso para regresar con su prometido.
En cuanto lo hizo, casi se abalanzó sobre él. Lo examinó rápidamente con el corazón acelerado: ya no emitía ninguna expresión de dolor, de hecho, su rostro se había relajado; su fiebre había bajado mucho y su piel ya no estaba ardiendo, aunque lo que le hizo jadear fue ver con total claridad cómo las quemaduras que tenía en su cuerpo desaparecían sin dejar ninguna marca, como si nunca hubieran estado ahí.
—Mmm…
Sasuke casi dio un salto cuando, al contemplar el rostro de su esposo, este tenía los ojos un poco abiertos. Por primera vez en esa horrible semana, no vio dolor ni desorientación en ellos, tan solo mucho cansancio.
—… ¿Sasuke? —murmuró, su voz apenas era audible.
Él soltó una carcajada de alivio y lo estrechó entre sus brazos.
—Estoy aquí, estoy aquí.                                    
El rubio se dejó hacer, pues no tenía fuerzas para hacer absolutamente nada. Sentía todos los músculos tan entumecidos que ni siquiera podía moverlos, estaba agotado, como si no hubiera dormido durante semanas… y no era capaz de recordar lo último que había hecho.
—… Sasuke… estoy muy cansado…
—Tranquilo —dijo este, besándole en la cabeza una y otra vez—. Todo está bien, descansa.
Una parte de Naruto quiso resistirse… pero a duras penas podía mantener los ojos abiertos y, si Sasuke le decía que no había nada de qué preocuparse, le creía. Así que se permitió bajar de nuevo los párpados y abandonarse al sueño, cayendo rápidamente en él.
Sasuke, esperanzado al ver la notable mejoría de Naruto, lo acunó con cariño contra su pecho unos segundos mientras enterraba la cara en su pelo para besarlo. Aún no estaba todo perdido, había ganado algo de tiempo.
—Gracias —le dijo al Kyubi blanco, inmensamente agradecido—. Muchas gracias.
La criatura inclinó la cabeza como respuesta.
Entonces, la mente del Uchiha se puso a trabajar con rapidez. Era cierto que había conseguido tiempo, pero no estaba seguro de cuánto y algo le decía que, de todos modos, Naruto no estaría fuera de peligro hasta que las sacerdotisas realizaran ese dichoso ritual para sacarle toda la energía que tenía dentro… aunque, ahora que lo pensaba bien, era como si el zorro le hubiera quitado parte de ella con sus colas.
Se giró para mirarlo. Seguía quieto en su sitio, observándolo pacientemente… como si estuviera esperando algo.
Tal vez Kurama no solo lo había enviado para aliviar a Naruto, tal vez estaba ahí para ayudarle a salvarlo.
Siendo así, decidió aprovechar su presencia para obtener información.
—¿Naruto está a salvo? —le preguntó. Eso era lo más importante.
Los ojos del zorro se volvieron tristes y negó con la cabeza.
Su buen ánimo cayó en picado.
—Pero… le has quitado parte de esa energía que llevaba dentro, ¿verdad? —Esta vez, asintió—. ¿Eso quiere decir que tengo más tiempo para ayudarle?
Otro asentimiento.
Oh, gracias, Kurama.
Se lamió los labios antes de hacer su última pregunta. La vida de Naruto dependía de que conociera la respuesta, era la única oportunidad que le quedaba.
—¿Sabes dónde están las sacerdotisas?
El zorro asintió. ¡Sí! Su corazón latió más deprisa ante la posibilidad de poder salvar a su rubio.
—¿Puedes decirme dónde se encuentran? —preguntó con cierta ansiedad.
El Kyubi no dijo nada, pero dio media vuelta y caminó hacia la puerta… atravesando la pared en el proceso. ¡Joder! ¿Es que era un fantasma o qué?
Sin pérdida de tiempo, dejó cuidadosamente a Naruto sobre el colchón y lo arropó con la sábana mientras le pedía que aguantara, que volvería enseguida. Después, salió apresuradamente de la habitación y buscó a la criatura con la mirada, encontrándola en un extremo del pasadizo que conducía a las escaleras principales. No dudó a la hora de ir tras ella; esta bajó de un salto al piso inferior con una elegancia innata y lo esperó en unas escaleras de caracol que conducían primero a las caballerizas y después a las mazmorras, para los cuales simplemente tuvo que atravesar el suelo para llegar hasta estas últimas, siempre procurando que le siguiera la pista sin dificultad. Sasuke se sintió confundido cuando el Kyubi lo guio hasta lo más profundo del calabozo, hacia las celdas de máxima seguridad, las cuales estaban aisladas del resto y consistían en estancias de piedra sólida protegidas por puertas de hierro.
—¿Qué hacemos aquí? —le preguntó.
El ser, para variar, no le dio una respuesta verbal, pero lo condujo hasta una puerta concreta y se quedó mirándole, a la espera de que hiciera algo. Un tanto confuso, dio unos golpes en el metal.
—¿Hola? —llamó.
—¿Hay alguien ahí? —Lo sorprendió una débil voz femenina.
No puede ser.
—¿Shion? ¿Amaru? ¿Sara?
—¡Somos nosotras! —gritó una de ellas.
—¿Quién eres?
No me jodas.
Las sacerdotisas habían estado todo el tiempo en el castillo… pero ¿qué hacían en las mazmorras?
—Sasuke Uchiha, príncipe del Reino del Hielo y…
—¡El futuro rey! —exclamó alguna de ellas.
—Majestad, por favor, liberadnos —suplicó otra.
—Por favor, es de vital importancia que vayamos inmediatamente con el príncipe…
—Lo sé —dijo él mientras quitaba el enorme y pesado cerrojo que tenía la puerta—. Me lo contó todo.
Hubo un segundo de silencio entre las sacerdotisas.
—¿De veras? —interrogó una de ellas con cierta duda en su tono de voz.
Él gruñó:
—Sí, lo del ritual para su ciclo fértil durante estos tres meses de verano.
Se produjo otro instante de silencio.
—Debe de confiar mucho en usted para habérselo dicho.
—¿Cómo se encuentra? ¿Está bien? Aquí no tenemos noción del tiempo —preguntó con inquietud otra.
Apretó los labios al pensar en su estado.
—La verdad es que no. Mañana es su quinto día de ciclo.
—Oh, no.
—Que Kurama nos ayude…
—Majestad, dese prisa, todavía estamos a tiempo de salvarlo.
Por fin, Sasuke logró quitar el maldito cerrojo y tiró de la puerta, pero se dio cuenta de que también le habían echado la llave.
—¡Mierda! —maldijo.
—¿Qué ocurre?
—¿Qué pasa?
—Han echado la llave —respondió, dando vueltas sobre sí mismo, buscando el lugar donde solían colgar las llaves. Lo encontró junto a la puerta y se abalanzó sobre ellas antes de regresar corriendo a la celda donde estaban las mujeres.
—No creo que esté allí —dijo una de ellas.
—¿Por qué? —preguntó mientras probaba una sin éxito.
—La consejera se la quedó.
Espera, ¿qué?
—¿La consejera? ¿Koharu?
—Fue ella la que nos encerró aquí, nos estaba esperando cuando desembarcamos en la playa —explicó una de ellas.
Sasuke se sentía totalmente perdido. ¿Qué demonios hacía Koharu allí? ¿Y por qué diablos las había encerrado en las celdas con mayor seguridad?
—¿Cómo?
—Hicimos nuestra rutina habitual desembarcando en la playa de los Inuzuka el mismo día en que empezaron a cantar las cigarras. Nos dirigíamos a la casita que Naruto nos presta todos los años para que vivamos allí mientras nos quedamos en la isla cuando la consejera apareció con unos soldados. Nos acusó de ejercer el oficio religioso y ordenó que nos encarcelaran.
—Un segundo, ¿ella sabía que sois sacerdotisas?
—Nosotras lo negamos, pero ella insistió y nos metió aquí. Sobornó a los soldados para que no le hablaran a nadie de nosotras, dijo que no había necesidad de preocupar a la reina y se quedó con la llave de nuestra celda.
Eso explicaba que no hubiera visto ningún guardia custodiando ese lugar a pesar de haber prisioneros. Si no había ningún preso, ¿para qué iba a haber alguien allí? Además, esa celda se encontraba en una zona aislada, las mazmorras se dividían entre el calabozo llenos de celdas con rejas y la prisión de máxima seguridad, ambas divididas por una pared de piedra que solo podía ser atravesada por una puerta que se cerraba con llave desde fuera y a la que Sasuke había podido acceder porque, sin supuestos presos, no servía de nada ponerle la llave, por no decir que las celdas de esa sección, al ser sus puertas de hierro, era difícil escuchar a nadie pidiendo ayuda a menos que estuvieras cerca.
—¿Estáis seguras de que se quedó la llave?
—Es lo que oímos.
Aun así, Sasuke siguió probando con las demás por si acaso, lo último que quería hacer era despertar a Koharu y armar un escándalo por las sacerdotisas, Naruto no tenía tanto tiempo… aunque, si tenía que hacerlo, por sus huevos que arrastraría a esa mujer de la cama hasta las mazmorras y la metería dentro hasta el día siguiente. Así no estorbaría y le daría un indicio de lo que iba a ser su castigo por haber puesto en peligro la vida de su prometido.
—¿Cómo sabía que erais sacerdotisas? —preguntó mientras seguía intentando abrir la dichosa puerta. ¡Joder!, vamos…
—No lo sabemos, simplemente lo sabía.
Mierda… ¿Significaba eso que había alguien más por ahí que conocía los secretos de los creadores? Naruto le había dicho que era difícil y casi imposible, que los de antaño que sobrevivieron a la masacre quemaron toda la información que pudiera haber sobre ellos, pero después de esto… De repente, le vino a la mente el incidente con el sicario. También ocurrió durante el ciclo fértil…
No podía ser una puta casualidad. Había alguien en ese castillo que sabía más de la cuenta.
Para entonces, ya había probado todas las llaves. ¡Mierda! ¡Joder! Odiaba perder el tiempo, pero no tenía más remedio que ir a por la maldita consejera y lograr que le dijera dónde estaban las dichosas llaves sin que armara mucho escándalo…
En ese momento, algo le rozó el hombro. Al darse la vuelta, vio que era una de las colas del Kyubi, que lo instaba con suavidad a apartarse. Obedeció y permitió que el ser se acercara a la puerta, en cuya cerradura posó una de sus patas. Sasuke se sobresaltó cuando un fulgor rojo iluminó el metal, que empezó a echar humo. ¡Lo estaba quemando!
—¡Apartaos de la puerta! —advirtió a las mujeres.
—¿Por qué?
—Vosotras hacedlo.
Cuando el zorro terminó de fundir la cerradura, se hizo a un lado y permitió que Sasuke la abriera de un empujón. Allí encontró a las tres sacerdotisas: Shion debía de ser la mujer rubia con los ojos morados claros, la más alta de todas y también la que parecía ser la más mayor; Amaru era la más bajita, con el cabello castaño rojizo y los ojos azules, tenía pinta de ser la más joven del grupo, y Sara debía de ser la pelirroja con ojos violeta (lo intuía por las descripciones que le dio Naruto sobre ellas). Las tres vestían del mismo modo, con una especie de túnicas rojas y livianas sin mangas y que se ceñían a sus cinturas por un cinto grueso, calzaban unas sandalias con cintas que se cruzaban por los tobillos y llevaban el pelo recogido en una coleta por las puntas, dejando que el resto cayera libre por su espalda y enmarcara sus rostros. Las pobres estaban sucias y algo desarregladas, pero no parecían estar heridas.
Sasuke les hizo un gesto para que salieran, ofreciéndoles la mano para ayudarlas, ya que parecían estar a punto de desmayarse en cualquier momento.
—¿Estáis bien? ¿Os ha hecho daño?
—No, solo nos encerró aquí —respondió Sara—, incluso nos ha dado de comer todos los días.
—Yo no le llamaría a eso comida —replicó Amaru.
—Lo primero es lo primero —intervino Shion, mirando a Sasuke con decisión—. Debemos ayudar a nuestro príncipe. ¿Dónde se encuentra?
Sin pérdida de tiempo, el Uchiha las guio rápidamente hacia la habitación de Naruto, procurando que nadie los viera. Todavía no estaba muy seguro de cómo había ocurrido todo aquello, cada vez estaba más convencido de que alguien tenía información sobre los creadores y que era el mismo que había estado detrás de todos los incidentes que habían padecido Naruto y él, incluido encerrar a las sacerdotisas… pero, ¿para qué exactamente? ¿Acaso no sabía lo peligroso que sería para el reino? Si las sospechas de su prometido eran ciertas, una vez que él hubiera sucumbido a la enfermedad el Reino del Fuego habría sido arrasado por una ola de fuego creada por la energía que el rubio sería incapaz de controlar.
Sacudió la cabeza, dejando eso para más tarde. Ahora tenía que ayudar a Naruto, eso era lo más importante.
En cuanto llegó a la habitación, tiró del picaporte… encontrándolo cerrado. Soltó una maldición y rebuscó entre su ropa con ansiedad. ¿Dónde demonios había metido la llave?
… Oh, mierda.
No había cogido la llave. Había tenido tanta prisa por seguir al Kyubi que ni siquiera se había molestado en cerrar la puerta, pero ahora estaba cerrada… lo cual quería decir que alguien la había echado por dentro, y Naruto no estaba en condiciones de moverse de la cama.
Puta mierda.
¿Cómo había podido ser tan jodidamente estúpido? Era más que consciente de que había un tipo rondando su habitación y él, ¡imbécil!, sumido en su desesperación por salvar a su rubio, la había dejado abierta de par en par para que ese desgraciado hiciera lo que quisiera con su esposo.
Golpeó la puerta con fuerza.
—¡Naruto! —lo llamó a gritos. Ya le daba igual quién le oyera, estaba muerto de miedo por lo que podría haber pasado mientras estaba liberando a las sacerdotisas—. ¡Naruto, háblame!
—¡Aaaaaaaah!
Tanto él como las mujeres pegaron un salto al escuchar aquel aullido de dolor.
La buena noticia era que no se trataba de Naruto, la mala… que era una voz de hombre. A Sasuke le resultó familiar por un instante, pero no pensó demasiado en ello y se dedicó a golpear la puerta más fuerte, a base de puños y patadas.
—¡Naruto! ¡Naruto!
—… Sasuke… —Fue débil, pero lo oyó.
Entonces, escuchó una maldición seguida de un ruido sordo, apenas audible.
—¿Naruto? —lo llamó de nuevo—. ¡Naruto!
Nada.
¡Mierda!
—¿Qué hacemos? —preguntó Sara.
—¿Dónde tienen las malditas llaves? —interrogó Amaru, mirando a un lado y a otro.
—No hay tiempo, ¡tenemos que hacer algo ya! —dijo Shion, observando la puerta con ojo crítico, como si estuviera analizando cómo echarla abajo.
Sasuke no tuvo que pensar tanto.
—Apartaos —gruñó antes de golpearla bruscamente con el hombro. Se hizo daño, pero no le importó; retrocedió y volvió a hacer un placaje contra la madera tan fuerte como pudo.
—¡Majestad, deteneos! —pidió Sara.
—¡Os haréis daño! —Amaru le cogió un brazo para detenerlo, pero Sasuke se deshizo de él con facilidad y volvió a arremeter contra la puerta. Una parte de él era consciente de que no podría abrirla así como así, pero no tenía tiempo para ir a buscar otras llaves y, sinceramente, era incapaz de pensar con claridad. Naruto estaba al otro lado, débil y vulnerable por culpa de la enfermedad, indefenso, y había otra persona con él, probablemente el mismo tipo que contrató a un sicario para secuestrarlo y…
Soltó un grito de rabia mientras seguía golpeando la madera.
¡No! No, no, no, no, ¡no! No permitiría que le hiciera eso, ¡no lo consentiría!
No podía… No podía dejar que le ocurriera nada. Se suponía que él debía cuidarlo, que debía protegerlo precisamente en su estado, cuando no podía hacer nada por sí mismo, Naruto había confiado sin dudar en él para eso. Le había prometido que todo iría bien… y ahora…
El Kyubi contempló a Sasuke con un brillo especial en los ojos y movió levemente una de sus colas, tensando los músculos de la misma. Cuando el príncipe se abalanzó de nuevo contra la puerta, el zorro le ayudó golpeándola con tanta fuerza que la hizo trizas. Sasuke prácticamente cayó en el suelo de la habitación, pero logró recuperar el equilibrio apoyándose en las manos. Sin pérdida de tiempo, se puso en pie de un salto y buscó velozmente con la mirada a su prometido… encontrándolo tirado boca abajo sobre la cama, inconsciente y con un labio partido, mientras que un semidesnudo Mizuki estaba sentado a horcajadas sobre él, con una mano agarrándolo del pelo y la otra enganchada en la cinturilla de sus pantalones, que le había bajado hasta las rodillas. Al romper la puerta, este se había sobresaltado y ahora contemplaba incrédulo a Sasuke, el rostro del cual se convirtió en la personificación de la rabia en su punto álgido.
—¡HIJO DE PUTA! —rugió mientras se abalanzaba sobre él, apartándolo de Naruto y tirándolo de la cama en el proceso. Ambos cayeron de la cama con un duro golpe, siendo Mizuki el primero en tratar de levantarse atropelladamente para huir, sabiendo que no era rival para el Uchiha y que este lo destrozaría si lo pillaba pero, de repente, una mano fuerte lo cogió del tobillo y tiró con fuerza, lanzándolo otra vez al suelo. Antes de poder intentar escapar una vez más, el príncipe ya estaba encima de él, dándole la vuelta para mirarlo a la cara.
Mizuki vio en sus ojos que iba a matarlo.
—¡Mi señor, yo no…!
Un puñetazo, tan fuerte que se quedó aturdido, lo interrumpió. Sasuke no estaba de humor para putas excusas de mierda y no dudó en levantar el puño y lanzarlo otra vez contra su rostro con violencia, jurando en nombre de todos los dioses habidos y por haber que iba a matar a ese desgraciado cabrón allí y ahora. Lo golpeó una y otra vez sin miramientos, ignorando los vanos intentos de un mareado Mizuki por defenderse, que consistían básicamente en arañarle el brazo con el que lo sujetaba por el cuello para mantenerlo inmóvil y los desesperados rodillazos que trataba de darle en la espalda, pero después del primero, que Sasuke recibió con un gruñido, se aseguró de clavar su rodilla en sus huevos para hacerle daño y poder sentarse sobre sus piernas para dejarlas inútil; después de eso, pudo seguir dándole de hostias hasta que la cara de ese bastardo quedó irreconocible a causa de la sangre.
—¡Alteza! —gritó alguien de repente, pero no le prestó la más mínima atención. Iba a matar a Mizuki, de esa noche no pasaba, ¡no después de lo que le había hecho a Naruto!
De repente, alguien lo apartó con brusquedad de Mizuki y lo inmovilizó contra la pared.
—¡Suéltame! —gritó, furioso.
Lee lo miró con seriedad.
—Cálmese, alteza.
—¡No! —bramó—. ¡Voy a matarlo! ¡No saldrá vivo de aquí! —dicho esto, buscó a Mizuki con la mirada, que estaba desparramado en el suelo, apenas consciente. Los dos guardias que habían estado patrullando y que habían escuchado al príncipe gritando lo cogieron por los brazos y empezaron a arrastrarlo fuera de la habitación, haciendo que Sasuke se envarara—. ¡¿Me oyes, hijo de puta?! ¡Acabaré contigo, bastardo!
—Sasuke —lo llamó Lee, sujetando sus brazos con fuerza para que no fuera tras Mizuki.
—¡No volverás a respirar después de esto! —gritó el otro hombre, totalmente fuera de control—. ¡Te abriré en canal y te sacaré los putos pulmones! ¡Haré que te asfixies con tus propias tripas!
—Sasuke, para, por favor —le pidió Lee una vez más con firmeza, sin soltarlo.
—¡Te meteré una lanza por el culo hasta la garganta! ¡Después de todo, parece que eso es lo que te pone, cabronazo mamón!
—¡Sasuke, basta! —ordenó Lee, mirándolo con dureza.
El príncipe lo asesinó con la vista.
—Tiene que morir. Ha intentado violar a Naruto, ¡no puede irse sin más!
—Ya nos encargaremos de eso.
—¡No! ¡Tiene que ser ahora!
—Naruto te necesita. Ahora —le recordó Lee.
Al escuchar eso, la mente de Sasuke se aclaró y miró la cama donde yacía su esposo, todavía desnudo, con los pantalones por las rodillas. Apartó al joven soldado, esta vez con más cuidado, por lo que este lo dejó ir. Se subió a la cama y lo examinó con el corazón en un puño, temiendo que no hubiera llegado a tiempo y Mizuki le hubiera hecho algo; tocó su entrada con cuidado, sintiéndose aliviado al no detectar ningún desgarro, su piel ni siquiera estaba rojiza, parecía que no lo había tocado. Tal vez no había podido, había escuchado antes la voz de su rubio, era posible que se hubiera resistido pese a estar tan débil el tiempo suficiente como para que él llegara hasta su habitación. Siguió buscando cualquier rastro de que estuviera herido, encontrando con rabia marcas de dedos en su cuello y su labio partido, probablemente por el golpe que le habría dado ese malnacido para dejarlo inconsciente.
Lo bueno era que no parecía haber llegado a sufrir ninguna clase de abuso. Había llegado a tiempo de salvarlo.
Al pensar en eso, recordó que las sacerdotisas todavía tenían que realizar el ritual y procedió a vestirlo con cuidado mientras le daba instrucciones a Lee:
—Quiero que encierren a Mizuki en una celda de máxima seguridad y que haya alguien vigilándolo las veinticuatro horas.
El soldado se puso firme al ver que su futuro rey había recuperado la calma.
—Está hecho, alteza.
—Que sea alguien de total confianza. No me fío de que no vaya a intentar algún sucio truco para escapar.
—Lo haré yo mismo, alteza. Ser Gai puede sustituirme mañana.
Sasuke asintió. Confiaba en los Lee, sabía que eran leales a Naruto y su familia y que darían sus vidas por él.
—Mañana lo interrogaré personalmente. Creo que ha sido él quien ha estado detrás de todos los incidentes con los que hemos tenido que tratar —le anunció con el rostro sombrío— y quiero estar seguro, aunque tenga que sacarle la verdad a base de golpes. —En realidad, estaba ansioso por hacer sufrir a ese hijo de puta.
Lee parpadeó, meditó un instante su acusación e inclinó la cabeza. Su padre le había advertido en más de una ocasión sobre el consejero y, aunque él era consciente de que ese hombre no era precisamente amigo de los Namikaze por sus comentarios (a pesar de sonar razonables según las leyes actuales del reino), no lo había imaginado como alguien capaz de llegar tan lejos. Pero, viendo lo que acababa de ver, el hecho de que Mizuki hubiera estado detrás de los otros incidentes no le parecía tan descabellado.
—Muy bien, alteza.
—De todos modos, pediré una sentencia de muerte contra él —le advirtió, mirándolo a los ojos.
Lee hizo una leve reverencia.
—Aunque no haya sido culpable de contratar al sicario y del afrodisíaco, un intento de violación es algo muy grave, además de que ha atentado contra la seguridad de nuestro príncipe. Puede recomendarla a la reina, probablemente ella lo apoye y tanto yo como los otros guardias hemos sido testigos de lo que ha ocurrido, así como Naruto. Probablemente se lleve a cabo su ejecución, pero tendrá que esperar hasta que termine el verano.
La ira hirvió dentro de Sasuke.
—¿Por qué?
—Es la ley. Los juicios deben ser públicos para asegurar que no hay corrupción en la corona, pero en esta época eso es imposible porque debemos aprovechar las pocas horas que tenemos para cuidar las cosechas, el ganado y realizar todas las tareas que no podemos hacer mientras el sol esté en lo alto.
Sasuke maldijo, pero lo comprendía.
—¿Qué pasará con él mientras tanto?
—Permanecerá en una celda hasta que se celebre su juicio.
Pese a que la idea de no matar inmediatamente a Mizuki le disgustaba, podía aceptarlo siempre y cuando no representara un peligro para Naruto. Sin embargo, eso no le haría estar tranquilo hasta que su cabeza estuviera rodando por el suelo, separada de su cuerpo. Esa sabandija era probablemente la persona que había estado detrás de todos sus problemas y ni siquiera lo había visto venir. Todavía no comprendía cómo había averiguado tanto sobre los creadores, pero tenía sentido: primero, intentó deshacerse de él mintiendo sobre Naruto y su supuesto amante para que él, ansioso por huir de su matrimonio, lo acusara hundiendo su reputación o lo abandonara para regresar al mar, pero al no dar resultado, había probado con otros métodos; el afrodisíaco casi le había funcionado y Karin había sido perfecta para colaborar con él, aunque ni siquiera se había dado cuenta; luego había aprovechado el ciclo fértil de Naruto para que ese sicario lo secuestrara y poder violarlo para dejarlo embarazado de su hijo, de esa forma, el rubio se habría visto forzado a casarse con él, conociendo a Mizuki, habría inventado algo convincente para que pareciera que había sido Naruto quien lo había buscado para pasar la noche con él y el Consejo lo habría apoyado, habría sido la palabra de un creador contra la de un varón consejero, y ahora estaba lo de las sacerdotisas. Todo encajó en su mente con tanta facilidad que se preguntó cómo no se había dado cuenta antes. Seguro que Mizuki se había dado cuenta de que Naruto era más vulnerable durante el verano y era evidente que conocía la existencia de las tres mujeres, por lo que le habría dicho algo a Koharu para encerrarlas y esperar a que su prometido estuviera lo bastante débil como para no poder defenderse y así poder violarlo en sus propios aposentos para repetir la misma estrategia que había planeado con el sicario, solo que esta era aún mejor, porque lo habría hecho en sus propios aposentos, dejando a Naruto en mal lugar… y, además, si alguien descubría a las sacerdotisas encerradas sin motivo aparente, habrían culpado a Koharu y no a él. Era simplemente perfecto… y maquiavélico.
Naruto se lo dijo, le dijo que Mizuki no atacaría de cara, que sería por la espalda, a traición y con sigilo. ¿Por qué demonios no habría pensado en él? Tal vez porque estaba acostumbrado, después de tres años en el mar, a los enemigos agresivos que te atacaban con un cuchillo, no a las intrigas estratégicas y las luchas de poder en la sombra. Iba a tener que mejorar en ese aspecto, por su esposo; no tenía duda de que sería un gran rey, pero seguía siendo joven e inexperto y tenía demasiadas cosas en la cabeza como para estar tan atento a todo lo que tenía a su alrededor, por eso debía ser él quien lo protegiera de sus enemigos más cercanos, de los nobles y su mentalidad machista, esa era su mejor función por ahora.
Debía aprender más rápido sobre el Reino del Fuego y su aristocracia. Solo así podría cubrirle las espaldas de más ataques de este tipo.
Cuando terminó de acomodar la ropa de su prometido, le dio una última instrucción a Lee:
—Quiero que hagas una cosa más, pero puede esperar hasta mañana a primera hora.
—¿De qué se trata, alteza?
—Quiero que arrestes a Koharu Utatane.
El soldado abrió los ojos como platos.
—¿Qué? ¿Por qué?
Sasuke señaló hacia fuera, a las tres sacerdotisas que se asomaban por la puerta, mirando preocupadas a Naruto y ansiosas por acercarse. Sí, lo sabía, una vez que echara a Lee (algo le decía que no sabía quiénes eran y quería respetar los deseos de su rubio de que nadie más supiera sobre sus secretos), se centraría única y exclusivamente en el ritual.
—He encontrado a esas tres mujeres encerradas en una celda de máxima seguridad sin motivo aparente.
El soldado abrió los ojos como platos y las miró.
—¿Cómo?
Shion, viendo por dónde iba su rey, elaboró rápidamente una mentira.
—Somos amigas de los Inuzuka, venimos todos los veranos a visitarlos. Pero esta vez, cuando desembarcamos en su playa, la consejera y unos soldados nos estaban esperando. Hicieron acusaciones sin sentido contra nosotras y nos encerraron.
Lee apretó los labios y enrojeció de rabia.
—¿Por qué nadie me había informado de esto? Mi padre es el general y todos los encarcelamientos deben ser informados de inmediato. ¿La reina estaba al tanto de esto?
—No lo creo —respondió Sasuke—, pero deberías hablar con tu padre de todo lo que está pasando y pasarle mis instrucciones. Mañana lo resolveremos todo.
—Puede darlo por seguro, alteza —dijo Lee, claramente enfadado, y se fue de allí a paso rápido.
Una vez este desapareció, Sasuke no perdió el tiempo; cogió en brazos a Naruto y lo llevó junto a las sacerdotisas, que le hicieron señas para que se marcharan de allí. Por suerte, no se encontraron con nadie mientras las mujeres lo guiaban a las caballerizas, parecía que el escándalo que había armado Sasuke solo había alertado a los guardias que hacían su ronda; tampoco era de extrañar, ya que aquella planta estaba reservaba a la familia real y sus parientes más próximos o políticos, por lo que los únicos que dormían allí en esos momentos eran la reina, Naruto, Sai y él, y Tsunade tenía un sueño muy profundo, mientras que su primo estaba todavía en las costas, buscando a las sacerdotisas. Mañana le diría que las había encontrado. Ahora solo importaba su rubio.
Mientras todos cogían un caballo, Sasuke les preguntó:
—¿A dónde vamos?
—Al Bosque Sagrado —respondió Shion, que ya estaba montada sobre un corcel blanco—. Hay que darse prisa.
No volvió a decir nada más mientras cabalgaban tan rápido como podían hacia el bosque, se limitó a estrechar a Naruto contra su cuerpo, evitando que cayera del caballo y rezando a Kurama para que le ayudara a aguantar. El Kyubi blanco corría a su lado sin hacer el menor ruido, mirando de reojo al creador como si controlara su estado; no les había abandonado en ningún momento, pero tampoco había intervenido en toda esa noche excepto cuando había sido estrictamente necesario. A Sasuke no le importaba y, hasta cierto punto, lo comprendía; ya había hecho bastante con darle más tiempo para salvar a Naruto, por no hablar de que le había conducido hasta las sacerdotisas y le había abierto tanto su puerta como había destrozado la de la habitación de su rubio para que pudiera salvarlo. Le alegraba que no se hubiera metido entre Mizuki y él, ese bastardo era suyo.
En cuanto se adentraron en el Bosque Sagrado, fueron sorprendidos por Kurogane y varios hombres zorro, entre ellos Fye, Sharon y Tsubasa.
—¿Qué hacen aquí? —se preguntó Sasuke.
Kurogane gruñó y se puso a cuatro patas al mismo tiempo que se daba la vuelta para ofrecerle su lomo. No era posible, ¡le estaba ofreciendo que lo montara!
Amaru y Sara no dudaron a la hora de subirse a la espalda de Shaoran y Tsubasa, mientras que Shion ayudó a Sasuke a bajar a Naruto del caballo.
—Tenemos que llevar al príncipe a la cima de la montaña. Los caballos no pueden llegar hasta allí, está demasiado empinado, pero los hombres zorro nos ayudarán.
Una vez aclarada la situación, Sasuke se subió a lomos de Kurogane, sosteniendo a Naruto con un brazo, y Shion montó sobre Fye. Entonces, los cuatro empezaron a correr hacia los pies de la montaña.
Cabalgar sobre Kurogane se sentía extraño y, además, era difícil sin una silla de montar, tenía que usar sus rodillas para mantenerse en su sitio y el brazo que tenía libre, ya que con el otro sujetaba a Naruto. Además, la criatura podía acceder a más sitios que un corcel, ya que podía realizar saltos complejos y muy elevados sin dañar sus huesos e incluso trepar por los árboles y paredes de roca. Para Sasuke habría sido casi imposible sostenerse llevando al rubio, pero tuvo la suerte de que el zorro negro usó sus colas para mantenerlos a ambos en su sitio.
En cuanto llegaron a la cima, Sasuke vio que consistía en un gran agujero oscuro, cuyo rocoso interior era de piedra negra, volcánica, y brillante bajo los rayos de la luna. Sin embargo, lo que llamó su atención fue una especie de plataforma que había antes de llegar al agujero; supo de inmediato que era muy antigua, ya que parecía que simplemente la habían excavado en la propia montaña, pues estaba hecha del mismo tipo de roca que el resto de la cima y no tenía demasiada uniformidad, tan solo la justa para crear un espacio liso precedido por unos cuantos escalones donde se erguía una tosca estatua de Kurama, tallada en piedra volcánica, con la forma de un zorro sentado de nueve colas. No era una gran maravilla, pero el simple hecho de saber que probablemente fue hecha por las primeras generaciones del Reino del Fuego le daba un enorme valor.
—Rápido, alteza, póngalo aquí —le pidió Shion, que ya se encontraba tomando posición junto a Amaru y Sara frente a la estatua.
Sasuke obedeció y, nada más soltar a Naruto, Fye apareció a su lado y lo instó a hacerse a un lado, por lo que siguió a los hombres zorro al extremo más alejado de la plataforma y se limitó a observar mientras rezaba en silencio para que todo saliera bien.
Las sacerdotisas se colocaron alrededor del cuerpo del creador y pusieron sus manos sobre su vientre mientras empezaban a murmurar en voz baja en un antiguo dialecto del Reino del Fuego. Recitaron las palabras una y otra vez, más alto, a la vez que masajeaban el estómago de Naruto, que frunció el ceño, aún inconsciente, al mismo tiempo que se removía inquieto. Llegó un momento en el que el rubio arqueó la espalda entre muecas de dolor en el mismo instante en que las tres mujeres levantaban las manos hacia el cielo y, entonces, un flujo de energía roja salió de su cuerpo y se acumuló por encima de sus cabezas, sobresaltando a Sasuke.
Por los dioses… ¿todo eso había estado en el interior de Naruto? Con razón se había sentido tan mal.
En ese momento, el Kyubi blanco se acercó al creador y volvió a posar sus colas sobre él, devolviéndole la energía que le había quitado antes, de forma que esta también fue liberada por las sacerdotisas. Cumplida su misión, el zorro blanco se retiró cerca de Sasuke, sin perder de vista el ritual y asegurándose de que nada se fuera de control.
Las sacerdotisas siguieron hablando en esa lengua, ahora moviendo las manos de un lado a otro, como si estuvieran moldeando la energía, que se removió y se retorció, girando y contrayéndose hasta adoptar la forma de la parte superior de cuatro zorros. Tres de ellos, al cabo de unos instantes bajaron del cielo y se internaron en los vientres de las mujeres, mientras que el cuarto cayó en picado sobre la tierra y, antes de tocar el suelo, se convirtió en una especie de onda expansiva que atravesó todo el bosque y toda la isla seguida de una fuerte brisa.
Sasuke se tambaleó un poco cuando eso ocurrió y tuvo que cubrirse la cara con los brazos para protegerse del viento. Había visto cosas extrañas durante los tres años que había estado fuera, incluso criaturas que uno pensaría que solo podrían existir en la imaginación, pero jamás había sentido nada igual como aquella ola de poder que le había hecho estremecer de arriba abajo. Y eso que solo era para fertilizar la tierra… ¿qué habría sido capaz de hacer Naruto con semejante fuerza?
Un escalofrío recorrió su espalda. Mejor que nunca llegara a verlo.
En cuanto pareció que todo había terminado, fue corriendo con las sacerdotisas y se arrodilló junto a su prometido.
—¿Ya está? ¿Se encuentra bien? —preguntó, ansioso.
Sara le sonrió.
—Perfectamente.
Sasuke suspiró de puro alivio y cogió a Naruto para acunarlo contra su pecho. Su rostro ya no estaba contraído por el dolor, parecía tranquilo.
—Gracias, Kurama —murmuró antes de dirigirse a ellas—. Gracias por salvarlo.
Las tres inclinaron la cabeza y Shion le arregló un poco el cabello a su príncipe.
—Estará agotado después de esto, pero ya no tendrá ningún síntoma. Para el mes que viene, estaremos mejor preparados y no sufrirá tanto, no se preocupe.
Asintió, todavía inundado por el alivio, y besó la cabeza de su rubio.
—¿Tenéis que regresar a las otras islas para liberar su fertilidad allí?
—Sí, pero será en unos días, queremos asegurarnos de que Naruto se encuentra bien.
Sasuke pensó entonces en Koharu y frunció el ceño.
—Sabéis que tendréis que quedaros aquí para el juicio de la consejera, ¿verdad?
Shion hizo un gesto afirmativo.
—No habrá ningún problema, nuestra misión habrá terminado antes de que acabe el verano y nos quedaremos para prestar declaración y ver en qué acaba todo esto.
—Ella no tiene ninguna prueba de quiénes sois, ¿verdad?
—No que nosotras sepamos. Solo nos vio desembarcar y ya está, no mostramos ninguna habilidad especial ni tampoco estábamos hablando de nada incriminatorio. Todas las acusaciones que hizo contra nosotras, las negamos vehemente.
El varón se sintió mejor al saber eso, quería decir que Koharu no podría ganar su juicio a menos que Mizuki le hubiera dado algo más que pudiera incriminarlas. Mañana lo averiguaría, mañana descubriría todos sus trapos sucios y se aseguraría de que ninguno de los dos escapara de su destino por lo que le habían hecho a Naruto… especialmente Mizuki. Ese desgraciado no volvería a engañarlo; lo vería todos los días durante esos tres meses para estar seguro de que esa rata se pudría en su celda hasta el día en que se celebrara su juicio y, se juró a sí mismo, sería él personalmente quien le cortara la cabeza.
Sus ansias de venganza se esfumaron cuando las sacerdotisas se levantaron, listas para regresar a la playa de los Inuzuka y descasar por fin de verdad, dejando paso así al Kyubi blanco, que se acercó para echarle un vistazo al creador. Lo examinó olisqueando su rostro y le lamió la cara antes de mirar a Sasuke, que le sonrió.
—Gracias por ayudarlo.
El zorro inclinó respetuosamente la cabeza y después dio media vuelta. El príncipe del Hielo se quedó con la boca abierta cuando la misteriosa criatura corrió hacia uno de los extremos de la plataforma y se lanzó al vacío… o así habría sido de no ser porque, sin explicación aparente, el Kyubi se elevó en el aire en dirección al cielo estrellado con las patas recogidas y sus nueves colas meciéndose suavemente, como si estas fueran las que provocaban que volara.
… Vale, eso no se lo esperaba, para nada.
—¡La hostia! —se le escapó.
—¿Qué ocurre? —preguntó Amaru, que se había sobresaltado.
Sasuke señaló al zorro.
—¿Se supone que eso es normal?
Las tres mujeres escudriñaron el cielo.
—¿A qué se refiere, alteza? —preguntó Shion.
—Pues al Kyubi, ¿es que no lo veis?
Todas se sobresaltaron y volvieron a examinar el manto oscuro. Amaru fue la primera que soltó una maldición.
—¡Mierda! ¡Hay un Kyubi y yo sin poder verlo!
—Es una verdadera lástima —se lamentó Sara.
Sasuke se quedó confundido al escucharlas.
—Un momento. ¿Vosotras no lo veis?
Shion se encogió de hombros.
—No. Probablemente, él considera que no es necesario que lo hagamos.
Entonces… por eso no había visto ningún otro antes, ¡podían hacerse invisibles!, y no solo eso, podían elegir quiénes les veían y quiénes no.
Y él había sido uno de esos privilegiados.
Miró una vez más a la hermosa criatura, tratando de graba su imagen en la memoria, pues algo le decía que esa sería una de las pocas veces en las que mostraría ante él, puede que la única. Una vez la perdió de vista, levantó a Naruto en brazos con mucho cuidado, apoyando su cabeza en su pecho, y lo llevó junto a Kurogane, que lamió un par de veces al rubio con afecto antes de volver a permitirle que subiera a su espalda. Esta vez, el descenso por la montaña fue más tranquilo y mucho más sencillo que antes, puesto que los hombres zorro iban caminando y no corriendo y saltando como antes. Durante el camino, Amaru no dejó de mascullar, desilusionado por no haber podido ver al Kyubi blanco mientras Sara trataba de consolarla.
—Lamento que no hayáis podido verlo —le dijo a Shion.
Ella no parecía muy afectada.
—Los Kyubi no están aquí para deleitarnos con su belleza, sino para cumplir sus misiones. Es una pena, pero es lo que hay.
Sasuke contempló a Naruto.
—Vino a salvar a Naruto. Él me dijo dónde estabais.
—E intuyo que también derritió la cerradura de nuestra celda y le ayudó a abrir la puerta de sus aposentos, ¿no es así?
—Sí.
Shion asintió.
—Ya veo. Kurama debió considerar que le quedaba poco tiempo a nuestro príncipe y decidió tomar cartas en el asunto. Los hombres zorro están lejos, así que envió a un Kyubi en su lugar.
—¿Los Kyubi no moran también en el Bosque Sagrado?
La sacerdotisa lo miró frunciendo el ceño.
—No, allí solo podrías encontrar al Kyubi dorado, y eso si él quiere dejarse ver.
Sasuke frunció el ceño.
—No es lo que me dijo Naruto.
Al escuchar esas palabras, Shion parpadeó.
—Oh, vaya.
—¿Qué?
—Amaru, Sara, ¿alguna de vosotras le habló a Naruto sobre los Kyubi? —les preguntó.
Ambas jóvenes, que iban detrás de ellos, se quedaron calladas y con cara de haber olvidado algo importante.
—Pues… no —respondió Amaru.
—No —dijo Sara.
Shion suspiró.
—Cuando esté recuperado, tendremos que hablar con él sobre ellos.
Ese comentario intrigó a Sasuke.
—¿Acaso vosotras sabéis algo sobre ellos?
La líder de las sacerdotisas se removió, dudosa.
—No exactamente. No es más que una leyenda pero, aun así, es nuestra obligación contárselo a Naruto, solo para que esté preparado por si es cierta.
—¿Qué leyenda?
Shion lo miró fijamente un momento.
—Mmm… Él le habló de su ciclo y está claro que se preocupa por él. No veo nada de malo en que se lo cuente —decidió. Sasuke le prestó suma atención—. Hay una leyenda muy antigua que dice que los Kyubi blancos son en realidad los espíritus de los creadores que han fallecido.
El hombre se quedó de piedra.
¡¿Qué?! Vale que él había pensado en esa criatura como en un fantasma cuando lo había visto atravesando las paredes, pero no había sido en serio… aunque eso explicaba que pudiera hacer eso, flotar en el aire como si nada y que fuera invisible… al menos, cuando quería.
—¿En serio?
La mujer se encogió de hombros.
—No lo sé, alteza, solo es una leyenda. Se dice que cuando el primer creador murió, Kurama estaba tan triste y dolido por haber perdido a su hijo que cogió su alma y la transformó en un ser capaz de moverse entre el Bosque Blanco y nuestro mundo.
—¿Bosque Blanco?
—El paraíso, el lugar al que van las almas que son nobles y puras. Las historias dicen que es una réplica exacta de las islas de este reino, pero donde no hay sequías ni guerras, un lugar donde los espíritus pueden descansar en paz bajo el cuidado de los Kyubi blancos. Esa fue la misión y la recompensa que les dio Kurama a sus hijos creadores, la de acompañar a las buenas personas tras su muerte hasta el Bosque Blanco y gobernarlo.
—Creía que eso lo hacía Kurama —comentó Sasuke, frunciendo el ceño. Al menos, en su reino se creía que Taka era quien regía el Más Allá y acompañaba a los grandes guerreros que morían valientemente en la batalla.
Shion negó con la cabeza.
—No, en nuestra religión es Kurama quien arrastra a los espíritus malvados hacia las entrañas de esta montaña, creemos que el infierno se encuentra justo debajo, en lo más profundo de la tierra, donde los hace arder con su fuego por toda la eternidad.
Mmm… Interesante. Si los Kyubi blancos fueran realmente los creadores que murieron antaño, eso quería decir que el zorro dorado…
—¿Cómo es que Naruto no sabe esto? —preguntó.
La sacerdotisa suspiró.
—La última vez que hablamos sobre los Kyubi, Naruto acababa de perder a sus padres, pensamos que no era un buen momento para hablarle de esa leyenda por todas las referencias que había a la muerte. Después de eso, el Consejo se hizo con el poder y nosotras tuvimos que escondernos, hemos estado más preocupadas todos estos años por procurar que Naruto estuviera al tanto de sus habilidades como creador y guiarlo de forma que nadie pudiera descubrir lo que hacía que por leyendas que no sabemos si son ciertas.
—Entonces, ¿fuisteis vosotras quienes le enseñasteis a usar sus poderes?
—Nosotras no tenemos poderes especiales, alteza, pero sí muchos conocimientos curativos. Al ser elegidas como sacerdotisas, Kurama nos dio permiso para adentrarnos en el Bosque Sagrado y también acceso al libro de los creadores, así es como fuimos enseñándole medicina.
Sasuke frunció el ceño.
—¿Fuisteis elegidas? ¿Por quién?
—Kurama se nos apareció en sueños. Nos dijo que el príncipe necesitaba tres sacerdotisas que cumplieran con sus deberes en las otras tres islas, nos informó de nuestros deberes y obligaciones, así como de los sacrificios que tendríamos que hacer.
—¿Sacrificios? —inquirió él.
Shion bajó la cabeza.
—No podemos tener hijos. Los niños son incompatibles con nuestros deberes como sacerdotisas, debemos cuidar e instruir al creador hasta que sea lo bastante mayor para valerse por sí mismo, y también cumplir con sus obligaciones en las otras islas. No hay tiempo para criar a nuestros hijos.
—Eso me parece cruel —comentó Sasuke.
La mujer lo miró con los ojos abiertos.
—No, no lo es. Es comprensible, son muchas obligaciones, y Kurama no nos obligó a hacer nada que no quisiéramos. —Hizo una pausa en la que apartó la mirada—. Yo fui la primera en convertirme en sacerdotisa. Unos extranjeros que estaban haciendo un viaje me violaron en grupo, pensaban que como era mujer, podían hacer lo que quisieran conmigo y que a nadie le importaría.
Sasuke la miró con tristeza. Por eso su país estaba contento de estar tan lejos del resto y que estuviera tan aislado, así no venían gilipollas machistas a hacer daño a su gente.
—Lo siento mucho —dijo con sinceridad—. ¿Se hizo algo al respecto?
—Fue antes de que muriera el rey Minato, ordenó que fueran ejecutados. No eran gente importante, así que no generó ningún conflicto entre reinos. —Tragó saliva—. Pero eso no me ayudó a superar lo que me había pasado. Juré que no permitiría que ningún hombre volviera a tocarme, por lo que también tuve que renunciar a la idea de tener hijos. Por eso acepté convertirme en sacerdotisa.
El Uchiha, viendo que era un tema un tanto delicado, decidió desviar la conversación a otro lado.
—¿Y Sara y Amaru?
—El padre de Amaru abusaba de ella; se escapó de casa con solo once años y estuvo viviendo en la calle de lo que conseguía robar en los huertos, incluso aprendió a cazar por su cuenta en el bosque. Kurama le ofreció ser sacerdotisa un año después y ella ni siquiera lo pensó. Además, odia a los niños, se crio con siete hermanos varones —dijo Shion con una diminuta sonrisa.
Sasuke la correspondió.
—¿Y Sara?
—Ella es totalmente distinta a nosotras, pertenece a una familia noble de ministros de agricultura. Son gente que está muy en contacto con el pueblo, por lo que son más próximos a ellos que al resto de nobles y siempre han estado del lado de la familia real, a pesar de que no tengan mucho poder. Cuando Kurama se puso en contacto con Sara, ella sintió que era su deber servir a Naruto y aceptó.
—¿Y cómo puede llevar ambas cosas?, ¿ser sacerdotisa y una mujer noble?
—Le dijo a su familia que tenía una misión importante y que ya no podía heredar su título, les pidió que se lo pasaran a su hermana pequeña. Ellos lo aceptaron, pero no saben nada de nosotras, aunque eso no quiere decir que echaran a Sara, sigue viviendo con ellos y cumple parte de su responsabilidad como aristócrata, pero sobre todo está centrada en ser sacerdotisa. Normalmente solo ayuda a su hermana para que pueda valerse por sí misma cuando se convierta en la cabeza de la familia —dicho esto, le sonrió al varón—. Pero, alteza, tenemos vidas normales aparte de nuestra faceta como sacerdotisas. El único sacrificio que hicimos fue aceptar ser estériles, sin embargo, eso no quiere decir que no podamos formar una familia.
Sasuke parpadeó, sin comprenderlo.
—No entiendo.
—Yo estoy casada. Superé mis miedos gracias a un comerciante que me mostró que no todos los hombres quieren hacerme daño. Naruto ofició nuestra vida, tenía solo trece años y estaba adorable, le ponía nervioso no hacerlo bien, quería que fuera perfecto para mí.
Él sonrió. Podía imaginarlo; su rubio se preocupaba mucho por las personas a las que quería y era muy consciente de lo lindo que era cuando se sonrojaba y se comportaba tan tímido.
—Sara está comprometida con un extranjero —continuó Shion con una sonrisa—. Lleva un par de años cortejándola y esta primavera se decidió a pedir su mano.
—¿Es otro noble?
—Sí, pero es el más pequeño y por tanto puede quedarse aquí. Ni siquiera le importa que no pueda tener hijos, dijo que la quería y que solo necesita tenerla a su lado para ser feliz.
Un matrimonio entre aristócratas por amor. No ocurría a menudo, pero ocurría; sus padres se casaron porque se enamoraron desde jóvenes, e Itachi también se quedó prendado de Izumi la primera vez que la vio cabalgando sobre la nieve un día que había salido a cazar, persiguiendo a un jabalí mientras trataba de alcanzarlo con sus flechas. Ambos
—Ojalá hubiera más parejas así —murmuró, más para sí mismo que para Shion—, unidas por sentimientos y no por conveniencia.
La mujer miró con detenimiento la forma en la que su futuro rey sostenía a Naruto con un brazo, firme para que no se cayera pero con cuidado para no hacerle daño y, sobre todo, lo aferraba contra sí, como si temiera perderlo en cualquier momento. Alzó una ceja y sonrió, satisfecha.
—Sí, estaría bien —mostró su acuerdo, ensanchando su sonrisa.
—¿Y Amaru? ¿Está con alguien?
Shion soltó una risilla.
—Tiene una apasionada relación con una joven que cría caballos. Como puede ver, todas tenemos una vida feliz con personas a las que amamos.
Sasuke sonrió.
—Eso está bien.
Al cabo de un rato, llegaron a los pies de la montaña y poco después al lugar donde habían dejado a los caballos. Las sacerdotisas le pidieron permiso para llevárselos hasta el castillo de los Inuzuka, ya que solían quedarse en la casita que perteneció a los padres de Naruto y que este les dejaba cuando se quedaban allí porque él no la usaba, y él accedió sin problemas tras pedirles que le contaran a Kiba que el rubio estaba a salvo y que le dijeran que por favor avisara a su primo de que todo se había arreglado y que él y sus hombres podían regresar al palacio y descansar.
Antes de irse, Shion acarició con cariño el cabello de Naruto.
—No te preocupes, yo lo cuidaré —le prometió, solemne y apretando a su prometido contra su pecho.
La mujer sonrió.
—Lo sé, veo lo mucho que lo amas.
Sasuke por poco pegó un salto al escuchar eso.
—¿Qué?
—Se nota mucho, por cómo lo miras y te aferras a él como si fuera a desvanecerse en cualquier momento.
Su primer instinto, más por costumbre por todas las veces que las mujeres habían jurado y perjurado amarlo a la espera de que él las correspondiera que porque pensara que Naruto no le gustara, fue negarlo por completo.
—Creo que te equivocas. Aprecio mucho a Naruto y haría cualquier cosa por él, pero no tenemos esa clase de relación.
Shion, en absoluto sorprendida, sonrió.
—¿Alguna vez has estado enamorado?
—No —respondió Sasuke con convicción.
—¿Te sientes a gusto con Naruto?
—… Sí —contestó, esta vez más inseguro porque no sabía a dónde quería llegar la mujer.
—¿Has tenido relaciones con él?
—Eso no es asunto tuyo —dijo a la defensiva y estrechando a su rubio contra él, como si quisiera protegerlo de la vergonzosa pregunta a pesar de que estaba inconsciente, gesto que no pasó desapercibido para Shion, que se lo estaba pasando en grande.
—Eso es un sí. Y todo este tiempo, ¿te sientes mejor cuando estás con él, tanto dentro como fuera de la cama, que con cualquier otra mujer con la que hayas estado antes?
En esta ocasión, Sasuke no se atrevió a responder.
Porque era cierto, y lo había pensado más de una vez, sorprendido por lo bien que se sentía cuando estaba con Naruto, ya fuera solo bromeando entre ellos lanzándose pullas, pasando tiempo juntos haciendo cualquier cosa, haciendo el amor entre risas e incluso durmiendo abrazados en su cama.
Nunca, ninguna mujer, había hecho que quisiera quedarse con ella más tiempo que el necesario para satisfacer una necesidad física. Con Naruto, en cambio, quería compartir el resto de su vida.
Shion, al ver que el Uchiha no decía nada, esbozó una sonrisa complacida y le dio la espalda para subir a su caballo.
—Si nunca has estado enamorado, ¿cómo estás tan seguro de que no lo estás ahora? —le preguntó antes de espolear su montura y marcharse junto a Sara y Amaru al territorio de los Inuzuka.
Sasuke no se quedó allí mucho tiempo, no dejó que su confusión le impidiera realizar su principal prioridad: llevar a Naruto al palacio para que descansara por primera vez como era debido. Así que subió a su corcel y le clavó los talones en los costados para que avanzara al trote mientras meditaba en lo que Shion le había dicho.
Tenía que admitir que ella tenía su parte de razón, no podía asegurar al cien por cien que no estaba enamorado si nunca antes lo había estado… pero, al mismo tiempo, precisamente ese era el motivo por el que tampoco podía decir que sintiera algo más allá de amistad, afecto y atracción.
Pensó detenidamente en cómo le hacía sentir la idea de que tal vez amara al rubio. Curiosamente, no le producía la misma acidez de estómago que hacía que sus entrañas se retorcieran cuando pensaba en enamorarse de una de las mujeres con las que había estado. Ellas eran superficiales, no le conocían, ni se atrevían a plantarle cara, lo único que eran capaces de ver en él era su apellido, su título real, sus privilegios, su fama y reputación, y el buen sexo que podía darles. Realmente no sabían nada de él, mientras que Naruto le apreciaba por quién era, le sonreía genuinamente cada vez que intercambiaban una mirada y no había dudado en ayudarlo cuando lo había necesitado.
Entonces, le vino a la cabeza que, tal vez, el amor entre ellos sería más parecido a lo que tenían Itachi e Izumi que lo que esas mujeres decían sentir por él. Siendo así…
No le importaría.
Es decir, si realmente estaba enamorado de Naruto, no era algo tan malo como había creído que sería antes de conocerlo. Le gustaba la relación que tenían, era maravilloso tener por esposo a alguien en quien confiaba plenamente, que fuera una gran persona preocupada por su pueblo y sus responsabilidades para con él, que le hiciera reír, que se atreviera a decirle a la cara cuándo estaba equivocado y que cuidara de él sin dudarlo ni un segundo. El tema de que le fuera infiel no le preocupaba; si a Naruto ya le había costado bastante tener una relación física con nadie hasta que le había conocido a él y, aun así, se habían tomado su tiempo para llegar hasta el final, dudaba mucho que fuera a mostrar interés en nadie. De todos modos, el rubio era una persona muy leal y no creía que fuera a engañarlo, sería perjudicial para su reino. Tampoco estaba preocupado por formar una familia una con él, de hecho, últimamente le parecía muy tierno ver al creador con los niños, sabía que le gustaban y en más de una ocasión había pensado en lo lindo que era verlo con un bebé en brazos, arrullándolo como haría un padre amoroso.
No, no creía que pasara nada malo por estar enamorado… pero, ¿cómo podía estar seguro? Sin duda alguna, el amor explicaría ese cálido sentimiento que solo experimentaba con Naruto pero, al mismo tiempo, jamás había tenido una relación con nadie como la que tenía con él. Sasuke Uchiha no era precisamente una persona accesible, los únicos que eran cercanos para él eran su familia (exceptuando a su padre), los hombres que le habían acompañado en sus aventuras y, como mucho, y últimamente, los amigos de Naruto, aunque era algo demasiado reciente como para que pudiera afirmar que eran compañeros íntimos. Con ninguna mujer había tenido un profundo vínculo como el que compartía con su prometido, así que, ¿cómo sabía que eso no era lo que se sentía al tener un amante con el que también tenías una buena amistad?, ¿una increíble mezcla de lujuria, confianza y respeto? Naruto también le inspiraba ternura, eso sin duda, pero creía que se debía sobre todo al hecho de que él era más joven que él e inexperto en determinadas cosas, por no hablar de lo rematadamente lindo que era cuando se sonrojaba. Podía admitir que odiaba que otros hombres pusieran sus ojos en él, ¡por los dioses!, claro que sí, se sentía protector con él porque, aparentemente, era el único hombre que pensaba en sus sentimientos y no en su polla (no únicamente, al menos), por no hablar de que había conocido a muchos varones que se sentían celosos cuando otros se acercaban a sus amantes; que a él no le hubiera pasado nunca no quería decir que con Naruto no le ocurriera, al fin y al cabo, él era el más especial que había tenido y, viendo las cosas desde esa perspectiva, no sería de extrañar que reaccionara tan violento si era el primero con el que tenía una relación tan especial.
Pese a sus reflexiones, no logró llegar a ninguna conclusión clara, aunque no por ello descartaba la idea de estar enamorado, de hecho, cuanto más le daba vueltas, más le decía su instinto que el amor era el único sentimiento que podía despertar esa cálida sensación que le producía su esposo, su necesidad de cuidarlo y de protegerlo, sus fuertes celos cuando otro hombre se fijaba en él, el deseo de estar cada noche durmiendo a su lado y de hacerle el amor para demostrarle que le pertenecía. Por desgracia, Sasuke conservaba muy pocos recuerdos de lo que era un amor auténtico, ya que era solo un niño cuando su madre murió y no pudo analizar entonces su hermosa relación con su padre, y respecto a Itachi e Izumi, estuvo muy poco tiempo con ellos y, debido a su juventud, su interés en las cosas románticas era nulo, entonces lo único que quería de las mujeres era un buen coño que joder. Sin embargo, sí había visto múltiples ejemplos de enamoramientos caprichosos, egoístas y superficiales, de ahí que se sintiera tan inseguro sobre lo que sentía por Naruto, ya que a duras penas tenía buenos ejemplos de lo que era el amor de verdad.
Para cuando llegó al palacio, decidió que, de todos modos, no era tan importante en esos momentos estar seguro de sus sentimientos; había encontrado su lugar en el mundo en aquellas islas junto a Naruto y no tenía dudas sobre su matrimonio y formar una familia con él, así que, fuera lo que fuera lo que sentía, lo acabaría descubriendo con el tiempo.
Cogió de nuevo a Naruto en brazos y, esta vez, lo llevó a su habitación, ya que la puerta de su dormitorio estaba destrozada y seguía inquieto por lo que había sucedido con Mizuki, de modo que no había manera de que pasaran esa noche en una estancia desprotegida, temía que esa sucia rata cobarde aún tuviera algún truco bajo la manga para hacerle daño a su rubio. La verdad era que lo dudaba pero, teniendo en cuenta que ese desgraciado había estado actuando ante sus narices todo ese tiempo, prefería pecar de precavido. Una vez dejó al rubio en su cama, se fue un momento al dormitorio de este para coger el libro de los creadores y llevárselo consigo para dejarlo a buen recaudo y, finalmente, cerró con llave sus aposentos y, solo por si acaso, cogió una silla y atrancó la puerta con ella.
Revisó la habitación una vez más para asegurarse de que Naruto estaría a salvo en su habitación y, ya más tranquilo, cambió su ropa llena de sangre de Mizuki, suciedad por haber estado en el bosque y sudor por unos calzones cómodos para dormir. Su estado de ansiedad se relajó un poco al ver que su prometido tenía el rostro tranquilo por primera vez en mucho tiempo y lo atrajo hacia su pecho para abrazarlo. En cuanto cerró los ojos, se dio cuenta de que estaba más agotado de lo que creía, la adrenalina de todo lo ocurrido le había impedido sentir cansancio, y cayó dormido aferrado a su rubio.


Le estaban ahogando, eso era lo que le había hecho abrir los ojos de repente, encontrándose con la mirada lujuriosa y la sonrisa cruel de Mizuki mientras le arrancaba la camiseta de un tirón. El pánico se apoderó de él cuando su cuerpo no respondió con la agilidad de siempre, al contrario, sus manos resbalaron sobre los antebrazos del hombre cuando trató de apartarlo y ni siquiera fue capaz de asestarle una patada, sus piernas se negaban a moverse.
El consejero sonrió con satisfacción.
—No sabes las ganas que tenía de verte así… tan indefenso y vulnerable —musitó al mismo tiempo que pasaba la mano por su pecho, haciendo que un desagradable escalofrío lo recorriera entero—. Ahora tu querido príncipe no está para salvarte, ¿verdad?
Naruto boqueó cuando Mizuki le apretó un poco más fuerte el cuello, privándolo de aire. Puto cabrón de mierda… Quiso defenderse y hacer algo, pero estaba demasiado débil para resistirse y no entendía por qué; sentía su cuerpo muy entumecido, como si no lo hubiera movido durante días, y también se sentía muy caliente…
Un segundo, reconocía esos síntomas.
Claro, su ciclo fértil de verano, por eso no podía hacer nada.
Mizuki se inclinó entonces sobre él, sin soltar su garganta, y empezó a lamer su pecho. Una oleada de asco hizo que se estremeciera, aunque no tuvo nada que ver con la terrible mezcla de dolor y miedo que sintió cuando le mordió un pezón.
—Por fin te tengo solo para mí… Te lo advertí, ¿recuerdas? Te dije que, de un modo u otro, serías mío… y que pagarías por lo que hiciste. —Lo mordió otra vez en el otro pezón, haciéndole gemir (ni siquiera tenía fuerzas para chillar), pero lo que realmente le asustó fue que su mano libre se metió por debajo de sus pantalones y le agarró con firmeza una de sus nalgas, apretándola con una perversa ansia.
El terror lo atenazó. Sabía perfectamente de lo que le hablaba Mizuki, estaba seguro de que llevaba mucho tiempo fantaseando con tener la oportunidad de hacerle daño por el último encuentro que tuvieron a solas y que no se contendría con él. No solo haría lo que quisiera con su cuerpo, sino que además, le golpearía, le haría sufrir de todas las retorcidas maneras posibles mientras lo violaba. Y el muy desgraciado lo disfrutaría, era consciente de que no pararía hasta que le hiciera sangrar, llorar y suplicar que parara.
—¡Naruto! ¡Naruto, háblame!
Mizuki se sobresaltó al escuchar la atronadora voz de Sasuke y sus fuertes golpes en la puerta.
Sasuke. Sasuke estaba allí, al otro lado. Había venido a ayudarle.
Sin pensárselo dos veces, reunió las pocas fuerzas que le quedaban para clavar los dedos en uno de sus antebrazos y dejar que una pequeña parte de su poder saliera a través de su piel. Su cuello quedó libre de repente, al mismo tiempo que Mizuki aullaba de dolor y se apartaba instintivamente de él, agarrándose el brazo, donde tenía una fea quemadura que echaba humo.
Mientras tanto, Naruto, pudiendo al fin respirar con más facilidad, hizo acopio de toda la fuerza que pudiera reunir y se arrastró lastimeramente por la cama, apretando los dientes, tratando de no sucumbir al enorme cansancio que le producía el estar conteniendo la energía que llevaba dentro. Pero era muy difícil estar concentrado en ambas cosas, cada movimiento que hacía, por mínimo que fuera, le hacía temer que su poder fuera a desbordarse en forma de fuego…
—¡Naruto! ¡Naruto! —gritó otra vez Sasuke, golpeando la puerta con fuerza.
—… Sasuke…
“Te necesito”, trató de decirle pero, de repente, algo cayó a su lado sobre la cama, y él se giró, agrandando los ojos por el horror cuando Mizuki, rojo de rabia, le dio un puñetazo en la cara y la oscuridad se cernió sobre él.


Naruto despertó con un grito ahogado, sudoroso y aterrorizado.
Mizuki estaba allí, iba a violarlo y él no podía defenderse, ¡estaba a su merced!
De repente, unos brazos fuertes se envolvieron a su alrededor y él, instintivamente, trató de zafarse de cualquier forma, pero estos se apretaron más a su alrededor, produciéndole la misma sensación de asfixiante que cuando Mizuki le había cogido del cuello.
—¡No! —gritó, revolviéndose y retorciéndose para poder escapar.
—¡Soy yo, Naruto!
Se quedó quieto al escuchar esa grave voz varonil que reconoció al instante. Giró la cabeza, encontrándose con unos preocupados ojos negros. En cuanto dejó de resistirse, Sasuke aflojó la presión de sus brazos y sus manos acariciaron su espalda y sus brazos con suavidad, en un ademán que claramente pretendía calmarlo y consolarlo.
—Todo está bien, estás a salvo —le dijo su prometido con un tono tranquilizador.
Naruto tragó saliva y, un segundo después, se acurrucó en su duro cuerpo, enterrando el rostro en su pecho para que no viera que tenía los ojos anegados de lágrimas por culpa del miedo. De inmediato, Sasuke lo envolvió con sus brazos y lo estrechó con fuerza contra sí, transmitiéndole esa sensación de seguridad y protección que solo sentía cuando este lo abrazaba.
—Estoy aquí, Naruto, estoy contigo —murmuró el hombre, enterrando una mano en su pelo y frotándole la espalda. Agradeció profundamente sus gestos, le hicieron sentir un poco mejor, aunque eso no evitó que se le cayera una lágrima; su corazón todavía bombeaba sangre a gran velocidad a causa del miedo que llevaba dentro.
—Sasuke —lo llamó después de tragar saliva por segunda vez.
—¿Qué? ¿Qué te pasa?
—Él… ¿Él me ha…?
—No —gruñó el varón, abrazándolo con más fuerza—. No, Naruto, llegué a tiempo.
El alivio lo inundó y eso le ayudó a despejar sus temores. Rodeó la cintura de Sasuke con sus brazos y se aferró a su ancha espalda, buscando refugio.
—Gracias.
Su marido no dejó de abrazarlo y acariciarlo mientras lo volvía a tumbar en la cama y lo cubría con una sábana muy liviana que a veces usaba en verano; Naruto la agradeció, ya que le hizo sentirse menos vulnerable, aun sabiendo que eran una muy pobre defensa. Sasuke le dijo entonces que no debía preocuparse por Mizuki, que estaba encerrado en una celda y vigilado por Lee y Gai. Le juró que estaba a salvo, que no iba a separarse de él durante los tres meses previos al juicio y que, cuando llegara el momento, él mismo le cortaría la cabeza a ese malnacido.
Poco a poco, la sensación de vulnerabilidad desapareció, pero se mantuvo acurrucado en el pecho de Sasuke. Este no tardó en notar que había dejado de temblar.
—¿Te encuentras mejor?
Naruto asintió.
—Creo que sí.
El varón lo estrechó contra sí.
—Lo siento, Naruto. No tendría que haberte dejado solo.
Eso sí le extrañó, y mucho.
—¿Qué…? ¿Qué quieres decir?
Sasuke le contó todo lo que había ocurrido: el Kyubi blanco que le había ayudado, las sacerdotisas encerradas por Koharu, la más que posible implicación de Mizuki no solo en eso, sino también en el resto de incidentes, así como su probable conocimiento sobre su ciclo fértil y puede que otros de sus secretos, y la celebración de su ritual, haciéndole saber que tanto él como su reino estaban a salvo. Lo único que no le contó el Uchiha fue la leyenda sobre los Kyubi, consideró que lo último que necesitaba Naruto ahora mismo era hablar de muertes y, además, eso le correspondía a Shion y sus compañeras.
—Fue un estúpido error por mi parte —se maldijo Sasuke—, estaba tan ansioso por llegar hasta las sacerdotisas que te dejé desprotegido.
Naruto negó con la cabeza.
—¿Qué dices, Sasuke? Si no fuera por ti, Shion y las demás se habrían quedado en esa celda, Mizuki me habría violado y probablemente yo habría arrasado el reino —dicho esto, apartó la vista—. Soy yo el que es un inútil.
—Eso no es cierto —replicó Sasuke.
El rubio lo miró con impotencia.
—Siempre eres tú el que está salvándome. Primero con la cura de los niños, luego con el Consejo y los nobles, hasta con Orochimaru, y ahora pasa todo esto y ¿qué he hecho yo? Estar postrado en una cama sin moverme, ni siquiera he podido defenderme de Mizuki.
El varón cogió su rostro con una mano y lo obligó a mirarlo a los ojos.
—Eh, no te ablandes ahora. Sé que todavía estás débil por haber estado enfermo y que estás asustado por lo que ha ocurrido, pero ni se te ocurra pensar que eres menos de lo que realmente vales. No he conocido a nadie tan fuerte como tú, que ha estado cuidando a su pueblo todos los días y aguantando a un puñado de gilipollas para procurar su bienestar, que intenta hacer las cosas bien y sin que nadie salga herido. Si yo hubiera estado en tu lugar probablemente habría acabado huyendo.
Naruto tragó saliva.
—Lo he pensado —admitió, avergonzado—. Muchas veces. He pensado en coger un barco y simplemente ir adonde me lleve el mar, a un lugar donde no haya ninguna responsabilidad y donde yo no sea nadie. Explorar otras tierras, conocer gente distinta, ver lugares y cosas increíbles… ser libre. Como tú.
Sasuke esbozó una pequeña sonrisa.
—Creía que me despreciabas por marcharme de mi país.
—Creo que fue irresponsable pero, al mismo tiempo, te envidiaba. Tú hiciste lo que yo no fui capaz.
—Porque no podías abandonar a tu gente —adivinó el Uchiha, haciendo que el creador entrecerrara los ojos—. Te conozco y sé que la idea de dejar a tu pueblo a merced de Mizuki te pesaba. Tú eras el único heredero, no había nadie más aparte de él y supongo que pensaste en que tal vez tu abuela habría estado en peligro de haberte ido, porque alguien la habría matado para hacerse con el trono. Puede que hasta contemplaras la idea de que estallara una guerra civil por el poder y no soportabas creer que eso habría sido por tu culpa. Fuiste valiente y fuerte por eso, Naruto, porque a pesar de todo te quedaste y plantaste cara.
Naruto dejó caer la cabeza contra su pecho y cerró los ojos.
—No me siento valiente y fuerte ahora mismo.
Sasuke le acarició el cabello y lo acomodó en su pecho.
—Alguien muy sabio me dijo una vez que ni siquiera los dioses son tan poderosos como creemos. ¿No deberíamos aplicar eso mismo a las personas?
El rubio le dedicó un gruñido, haciéndole sonreír ampliamente.
—Usar mis propias palabras contra mí es jugar sucio.
—Se puede aplicar a lo que te está pasando. Todos tenemos momentos de debilidad, no por eso dejas de ser menos fuerte o valiente —dicho esto, lo acomodó en su pecho y empezó a pasar una mano por su espalda—. Necesitas descansar, han sido unos días muy duros para ti; date tiempo para recuperarte y ya verás cómo ves las cosas de otra manera. —Lo besó en la cabeza—. Duerme.
Al creador le habría gustado seguir discutiendo, sin embargo, las caricias de Sasuke se sentía muy bien y seguía estando tan agotado como cuando había estado enfermo; ahora ya no le dolía nada, no tenía fiebre, ni delirios, ni mareos, pero no había podido dormir bien y necesitaba desesperadamente un descanso reparador.
—¿Te quedarás conmigo? —le preguntó en murmullo.
—Siempre —le prometió Sasuke sin dudarlo.
Más tranquilo al saber que no lo dejaría solo, Naruto se acurrucó entre sus brazos y se abandonó al sueño.

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