lunes, 16 de diciembre de 2019

Directo 1. Preguntas y respuestas

¡Hola a todos!

El sábado hicimos el primer directo... ¡y nos lo pasamos bastante bien! :D

Estuvimos hablando bastante rato y fue una experiencia muy bonita la verdad ^^ Mucha gente se quedó muy contenta y con ganas de otro directo, así que... ¡el mes que viene haremos otro!

Si queréis aportar alguna temática o tenéis alguna idea que queráis que introduzca en los directos, dejadlo en los comentarios ;) Yo estaba pensando en sortear una de mis novelas originales firmadas... ¿Qué os parece? Os leo en los comentarios y, aquí abajo, dejo el enlace del directo completo.

¡Espero que os guste!

sábado, 14 de diciembre de 2019

viernes, 13 de diciembre de 2019

Canal del Directo

¡Hola a todos!

Mañana a las 18:00 hora española haré el directo en mi canal de Twicht :) Creo que será interesante poder interactuar con vosotros más cara a cara, por decirlo de algún modo xD y servirá para que vosotros me hagáis preguntas sobre mis fanfics y novelas, y para que hablemos de libros, Naruto, las sagas de Laurann Dohner, consejos para escribir... Y de lo que vaya surgiendo por el camino xD

Os dejo el enlace aquí abajo y ¡nos vemos mañana! :D

jueves, 12 de diciembre de 2019

Night


Capítulo 18. Tic, tac

Ya desde la carretera, Rick supo que algo había salido muy mal, a juzgar por la negra y espesa columna de humo que emergía de entre los árboles como un gigante que parecía querer oscurecer el tibio sol de la mañana.
Menos de una hora antes, justo cuando comenzaba su turno, se había enterado de que los bastardos de Mercile habían encontrado a 354 y lo habían traído de vuelta a las instalaciones… después de abatir a los que lo habían acogido. Por un instante, había creído que todo lo que habían hecho para liberar a 354, que el propio sacrificio de Adam, había sido en vano. Sin embargo, antes de poder profundizar disimuladamente en esa información, le habían llamado para ordenarle que fuera inmediatamente junto a un pelotón a la casa de Vane Hagel para traerlo al edificio.
Eso lo alivió y le preocupó a la vez. Por un lado, había visto el historial de ese hombre y sabía que no soltaría la lengua fácilmente en una situación de tortura, pero, por otro, no estaba seguro de hasta qué punto estaba dispuesto a aguantar por 354.
Los hombres tienen límites. Él sabía que en aquella casa vivían dos personas más, un médico y el hermano de Hagel. Así que la pregunta era qué estaba dispuesto a sacrificar para retener toda la información que tenía de 354, Mercile y Adam.
Cuando estaba a punto de salir, se chocó con Tyler. Le preguntó si sabía algo de lo que había pasado y él le hizo un breve resumen; básicamente, había hablado con 354, que al parecer ahora tenía nombre, y le había dicho que los Hagel eran de entera confianza y que siguiera las instrucciones de Vane, que ya tenía un plan y les diría cómo ponerse en contacto con sus otros hermanos.
Puede que, después de todo, sí tuvieran una oportunidad de terminar lo que Adam empezó.
Pero esa esperanza se estaba tambaleando. Esa columna de humo solo podía significar una cosa: que la casa de los Hagel estaba en llamas.
Su grupo aparcó los Jeeps en el mismo camino de tierra donde, hacía ya algún tiempo, había dejado a 354 para que fuera encontrado, a unos veinte metros del objetivo. Tanto él como sus compañeros cogieron sus armas y descendieron de los vehículos, colocándose sigilosamente en formación, quedándose él en la retaguardia. No tenía ni idea de lo que había pasado, pero si había habido cualquier tipo de batalla y por casualidad los Hagel habían logrado escapar, quería estar seguro de estar en una posición ventajosa para disparar a los hombres que en esos momentos se movían delante de él.
Al principio avanzaron despacio, poniendo mucha atención a los alrededores. No tenían ninguna duda de que el humo no pasaría desapercibido en la ciudad a pesar de estar en las afueras y que, tarde o temprano, la policía, los bomberos, la guardia forestal y tal vez hasta una ambulancia irían allí para averiguar qué había ocurrido y si había heridos.
Sin embargo, encontraron algo más interesante… y perturbador. Al menos, para Mercile, porque él estuvo a punto de sonreír.
Huellas. Tierra removida. Signos de lucha y de cuerpos siendo arrastrados. Habían entrado en una zona totalmente repleta de dichas señales que ni siquiera habían tratado de ocultar, había tantas que resultaba abrumador, era sin duda un grupo grande.
Su equipo ya debía de saber que no se trataba de los suyos. A juzgar por el informe que les había relatado el capitán por el camino, el otro pelotón había atacado directamente la casa, sometido a los tres hombres, dos perros, abatido a otro de los animales y recuperado el objetivo.
No había mencionado nada de una lucha en el bosque. Ni tampoco que hubiera tantas personas.
Su capitán avanzó junto al resto de sus hombres, apuntando con los fusiles a sus alrededores, buscando cualquier señal de vida. Él se retrasó un poco más. Esas huellas eran de anoche, habían pasado bastantes horas desde que ocurrió la pelea… Las suficientes como para poner alguna trampa. Era evidente que otro grupo vendría hasta aquí, aunque solo fuera porque habían dejado de recibir noticias del primero.
Y si Vane Hagel era tan inteligente como aseguraba la investigación de Adam, no dudaba de que aprovecharía cualquier oportunidad para hacerles el mayor daño posible.
Su premonición se vio cumplida casi al instante.
Uno de los hombres enganchó su pie sin darse cuenta contra un cable. Al principio, ninguno supo lo que era, pero el caso es que cayeron muchos desde el cielo; habían estado ocultos entre las copas de los árboles, de tal forma que ellos no pudieran verlos a primera vista, concentrados como estaban en buscar a sus enemigos entre los arbustos y tras los troncos. Rodearon a todo el grupo salvo a Rick, que aferró su arma con fuerza por si acaso, pero el resto, presa de la sorpresa y el miedo, empezó a disparar contra los objetos, que se sacudieron por los múltiples impactos de balas y estallaron en sangre.
Un momento.
¿Sangre?
—¡Alto el fuego! —ordenó el capitán.
Todos dejaron de disparar y, una vez lo hicieron, se dieron cuenta de lo que había caído de los árboles.
Los cuerpos de sus compañeros. Yacían colgados por los tobillos, los cuales, a pesar de ir cubiertos por calcetines, tenían manchas de color carmín, un indicio de que llevaban mucho tiempo atados en esa postura… y muertos. Todavía conservaban los pantalones, pero no vieron ni rastro de los cinturones en los que solían llevar las municiones y los cuchillos, del mismo modo que tampoco llevaban ni el chaleco antibalas ni el uniforme táctico que usaban en las instalaciones. No había duda de que los Hagel, como buenos militares, se habían llevado todo aquello que les pudiera ser útiles; uno se convertía en un carroñero muy rápido cuando estabas en territorio enemigo y con pocos suministros, era lógico robar a los muertos todo aquello que pudiera serte útil. Por ese mismo motivo les habían dejado también las camisetas interiores, aunque de poco les servía, ya que caían hasta los sobacos de los cuerpos o directamente cubrían sus cabezas, revelando su estado de hinchazón, la piel cenicienta y helada en contraste con la sangre negra que brotaba a causa de los disparos, los rostros petrificados en una mueca que no daba más que indicios del miedo que sintieron justo antes de caer, y los ojos vacíos, llenos de muerte.
Pero había algo más, algo realmente aterrador. En sus pechos, escrito, o más bien rajado al revés expresamente para que ellos pudieran leerlo, los Hagel les habían dejado un mensaje.
Tic, tac.
Era una clara declaración de intenciones. Ellos habían ido a por los Hagel y habían fallado.
Ahora eran ellos quienes iban a por Mercile. Solo era cuestión de tiempo. Habían incendiado su propia casa para no dejar ni una sola pista sobre ellos y se habían tomado la molestia de saquear los cadáveres y colgarlos para los siguientes que vinieran; les estaban diciendo no solo que habían sido capaces de neutralizarlos sin problemas, sino que hasta habían tenido tiempo de sobra para humillarlos, y que no era solo una cuestión de supervivencia.
Se trataba de venganza.
La próxima vez que fueran a por ellos, entrarían a matar. Ni negociaciones, ni tratos, ni dinero, nada de nada.
Ellos habían cometido el error de cabrearlos al atacar a dos de sus hermanos e iban a pagarlo con su sangre.
Los ojos de Rick brillaron cuando vio maldecir a su capitán antes de alejarse de los cadáveres para hablar por teléfono. Por otro lado, el resto de hombres empezó a murmurar entre ellos con gestos bruscos y claramente nerviosos.
No pudo contener una sonrisa al ver la táctica de los Hagel. Debía admitir que estaba bastante impresionado… y que, después de todo, tal vez Adam sabía lo que hacía cuando le confió a Vane Hagel el 354.

Night soltó un gruñido asqueado cuando las luces de la estancia se encendieron de golpe. Tras haber vivido en el exterior, bajo la luz natural del sol y la luna, y habiendo adquirido el hábito de despertar lentamente con la primera conforme se asomaba en el horizonte y a dormir cuando la otra se alzaba en el cielo, regresar a la vieja rutina de los encendidos y apagones de los brillantes y blancos neones era una maldita mierda.
En esos momentos, los odiaba con todo su ser. Casi tanto como a Mercile.
Abrió un poco los párpados para ver quién lo había despertado. Le decepcionó y le alivió a la vez que no se tratara de Dean, ya que eso significaba que no vería a Vane, pero, en cambio, fue Tyler quien entró en la sala. Como era habitual en él, mantenía una máscara de total indiferencia en el rostro, sin embargo, se dio cuenta de que sus pasos eran más rápidos y nerviosos.
Eso solo podía significar que sabía algo, y estaba ansioso por contárselo.
Al pensar que podría tratarse de Vane, se levantó de un salto y aferró los barrotes. Consciente de que las cámaras no podían verlo, le preguntó:
—Tyler, ¿qué ocurre? ¿Se trata de Vane?
—Sí —murmuró muy bajo, tanto que apenas era audible. Night sintió que se le cerraba la boca del estómago, temiendo cuáles podían ser esas noticias, pero antes de que pudiera formular la pregunta que más le aterraba, el técnico continuó—. Tranquilo, está bien, o eso creemos.
El alivio instantáneo que había sentido se esfumó, dejando paso a la aprehensión.
—¿Qué quieres decir?
Tyler no contestó, sino que, una vez preparada la primera aguja para su extracción diaria de sangre, se dirigió al panel con los botones y presionó el que servía para bajar la barra de hierro. Night gruñó con impaciencia cuando les ordenó con voz desapasionada que se pusieran los grilletes; le costó hacerlo con lentitud, por si acaso las cámaras captaban su impaciencia en sus movimientos, algo poco habitual dado que su especie, hasta el momento, detestaba estar atada. Él mismo odiaba esa sensación de vulnerabilidad, de estar expuesto ante aquellos que podían hacerle daño. Pero, esta vez, se trataba de Vane, y necesitaba saber qué había descubierto Tyler sobre él y su estado.
Cuando este al fin llegó hasta su posición para sacarle sangre, le susurró:
—Buenas noticias. Los Hagel han conseguido escapar.
El corazón de Night se hinchó de alivio antes de martillear sus costillas con fuerza, emocionado.
—¿Todos? —Tenía que saberlo.
—No había ningún Hagel allí y los hombres de Mercile estaban muertos —dijo a la vez que le sacaba la aguja y le daba la espalda, aunque siguió hablando—. El guardia del que te hablé me ha dicho que encontraron sus cuerpos colgados con un mensaje y que su casa estaba ardiendo.
Night se sobresaltó.
—¿La casa?
—Rick piensa que los Hagel la hicieron estallar. Para ocultar cualquier cosa que Mercile pudiera encontrar allí y que sirviera para hacerles daño.
Tras una pequeña pausa, asintió, aunque estaba dolido.
En esa casa había pasado los días más felices de su vida. Le dolía saber que ahora no sería más que un montón de escombros… Pero lo entendía. Probablemente habría sido difícil para Vane hacer eso, sin embargo, conociendo a su macho, sabía que antepondría sus vidas y su seguridad a la casa.
Un pequeño sacrificio por lo que estaba por venir.
—Mercile está acabado —declaró, sobresaltando un poco a Tyler, que ya le estaba extrayendo sangre a 322—. Vane lo estará poniendo todo en marcha.
—Night… No quiero desanimarte, pero Mercile ya sabe que los Hagel irán a por ellos. No podrán tomarlos por sorpresa, les dejaron un mensaje bastante claro de que iban a por ellos.
Él frunció el ceño. Había aprendido que nada de lo que hacía Vane era casual, todo tenía un por qué… y no siempre estaba a primera vista. No para sus enemigos, al menos.
—¿Qué decía?
Tyler sacó la aguja del brazo del otro macho y regresó al carrito, aunque, esta vez, logró ver un atisbo de sus facciones, arrugadas por la inquietud.
—Tic, tac.
Night entrecerró los ojos, ignorando los murmullos de sus compañeros, que se preguntaban qué había dicho el humano o qué quería decir eso.
—Cuestión de tiempo.
El técnico se quedó a medio camino de meter la sangre que había extraído en un frasco por unos segundos pero, rápidamente, siguió con su tarea.
—¿Qué?
—Es cuestión de tiempo, eso es lo que Vane quiere que Mercile sepa. —Sus labios se curvaron hacia arriba con anticipación, sus manos se convirtieron en puños alrededor de los barrotes, impacientes—. Que van a caer. Todos y cada uno de ellos.


Oscuridad.
Al principio, no pudo ver otra cosa que no fuera la más absoluta negrura. ¿Estaba soñando? ¿O acaso habría muerto?
Notó algo en el pelo y alzó la vista. Algo caía desde el cielo. Pensó que debía de ser nieve, pero no hacía frío, sino un calor exuberante que se quedaba adherido a su piel, y cuando uno de los copos cayó en su mano, se dio cuenta de que tenía un color grisáceo. ¿Ceniza?
Entonces, se fijó en su mano, cubierta por un guante negro que se le hacía familiar. Se echó un vistazo a sí mismo, dándose cuenta de que llevaba puesto su viejo uniforme militar... y que sentía algo caliente y húmedo en el brazo izquierdo. Al mirarse, el pánico lo inundó al darse cuenta de que era sangre. Su sangre.
¿Qué estaba pasando? No podía haber vuelto allí, a ese lugar, otra vez no. Tenía que ser una pesadilla, una de las muchas que tenía.
Alzó la vista, tenso, esperando a que un batallón de enemigos lo atacara, momento en el que él se despertaría y atacaría a Night o a su hermano, pensando que estaba luchando de nuevo en aquella maldita guerra.
Sin embargo… algo era diferente.
Todo el campo estaba cubierto de cenizas. Había un par de cadáveres tirados a su alrededor, pero supo por sus uniformes que eran talibanes. No había ni rastro de sus hermanos o de su unidad, tampoco de Bear o los perros.
—¿Vane?
Pegó un salto al escuchar esa voz y se giró, buscándola. Jadeó cuando encontró su figura a unos metros por delante de él.
No podía ser. Era imposible.
El hombre dio unos pasos hacia él, frunciendo el ceño mientras lo observaba.
—Vane, ¿eres tú? —preguntó, acercándose un poco más. Entonces, sonrió—. Sí que eres tú, ¿qué haces en este lugar?
Vic.
No. Eso no. No era como otras de sus pesadillas, esta era aún peor.
Retrocedió unos pasos, moviendo la cabeza a un lado y a otro, deseando huir de allí y de aquel fantasma tan lejos como fuera posible, así que dio media vuelta con la intención de salir corriendo… Pero, en vez de eso, chocó contra algo y cayó de espaldas al suelo.
—¡Vaya, hombre! Sé que esto puede parecer un poco siniestro, pero no debes tener miedo —le dijo Vic, que era la persona contra la que había chocado. Este se inclinó y le ofreció la mano—. Anda, levántate. No tenemos mucho tiempo.
Vane lo miró con una mezcla de miedo y desconfianza.
—Eres un fantasma. No estás aquí de verdad.
Vic soltó una risilla.
—Si estuviera allí de verdad, entonces sí tendrías buenos motivos para estar asustado. Pero aquí no corres peligro.
Esperó unos segundos, sabiendo que el rostro de su hermano gemelo se deformaría, convirtiéndose en un talibán, o que acabaría cubierto de sangre y quemaduras para recriminarle el no haberle salvado la vida.
Pero no pasó nada. Vic seguía ahí, tendiéndole la mano.
Vic estaba ahí… Con él. Por primera vez en años.
El anhelo lo ablandó y lo agarró por el antebrazo pese a que todavía esperaba que su hermano se convirtiera en un enemigo o en el reflejo de la culpa que sentía dentro de él. En vez de cualquiera de esas dos cosas, o de una tercera opción igual de terrible, Vic tiró con fuerza para ayudarle a incorporarse y lo abrazó.
Vane jadeó, sorprendido por el inesperado gesto que le llenó los ojos de lágrimas. No lo estaba estrangulando, ni era una artimaña para clavarle el cuchillo o dispararle una bala en el vientre. Por primera vez, en esa clase de sueños, sintió calidez en presencia de su hermano. Añoranza. Amor.
Incapaz de contenerse, le devolvió el abrazo con toda la fuerza que tenía, deseando poder retenerlo en aquel lugar, fuera donde fuera, a su lado. Un sollozo se le escapó de los labios y, después, otro más, seguido de un tercero. Luego ya no pudo parar. Enterró el rostro en el hombro de Vic y dejó que el dolor lo abrumara, que lo ahogara como el día en el que vio su cuerpo destrozado y su mirada vacía, que lo envolviera y consumiera como ascuas devorando cualquier retazo de leña a su alrededor, que lo aplastara y se estrellara contra él cual roca precipitándose sobre un acantilado… para, después, dejarlo salir.
Poco a poco, muy despacio, como si con cada exhalación se fuera desvaneciendo. Hasta que, por fin, podía volver a respirar.
—Vic… Lo siento… —dijo las palabras que tanto había lamentado que no pudiera escuchar—. Lo siento mucho… Tendría que haberte escuchado, tendría que haberte hecho caso cuando dijiste que lo que hacíamos era un error. Yo…
—Shhh… Ya lo sé —murmuró Vic, acariciándole la cabeza—. Sé muy bien que te sientes responsable de lo sucedido y que cargas con mucha culpa… Pero no deberías. Debes dejarla atrás.
Al escuchar esas palabras, Vane detuvo su llanto y se separó para mirar a su hermano.
—… No puedo.
—Claro que sí —afirmó Vic sin dudar—. Fui yo quien tomó esa decisión, tú no me ordenaste que lo hiciera ni tampoco me lo pediste para salvar a Shawn. Tú habrías hecho lo mismo por mí. Por cualquiera de nuestra familia.
Vane tragó saliva.
—Pero no fui yo quien lo hizo.
Su hermano le dedicó una media sonrisa apenada.
—Si hubiera sido al revés y fuera yo quien viviera con esa carga, ¿acaso no me dirías lo mismo?
Vane no respondió. Por una vez, no podía argumentar nada en contra.
Vic, esta vez, le sonrió de verdad, y enterró una mano en su pelo para acercar su frente a la suya. Sus ojos azules, idénticos a los de su hermano, brillaban decididos y feroces.
—Eres mi hermano gemelo, te conozco mejor que nadie. Por eso sé que eres fuerte, Vane, más fuerte que ninguno de nosotros y más fuerte de lo que tú mismo crees. Deja el dolor y la culpa atrás, deja de vivir con miedo. Vas a enfrentarte a la misión más importante de tu vida y ahora más que nunca debes confiar en ti mismo.
Los ojos de Vane relucieron y contempló a su hermano con más atención. La tensión se había apoderado de su cuerpo.
—Night.
Vic asintió.
—Él te necesita y confía en ti. ¿Vas a dejarlo en ese lugar?
—No —gruñó Vane.
Su hermano apretó su agarre sobre él. Sus irises destilaban convicción.
—Entonces ve por él, hermano. Sálvalo.
Él abrió la boca para responder, pero, de repente, una luz brillante lo obligó a entrecerrar los ojos y a cubrirse un poco con los brazos. Cuando logró ver sus pies, se dio cuenta de que, ahora, estaba descalzo y llevaba una especie de bata, así como de que el campo de batalla se difuminaba conforme era tragado por la luz.
—¡El pasado está enterrado, hermano! —oyó que le gritaba Vic.
Al alzar la vista, su hermano estaba a varios metros de distancia, en la oscuridad salpicada de cenizas, cubierta de sangre y cadáveres. Aun así, Vic le sonreía.
—¡Tu futuro está justo delante! No renuncies a él —terminó diciendo con los ojos brillantes. Entonces, hizo amago de dar medio vuelta—. Te deseo lo mejor, Vane.
Vio cómo Vic se adentraba en el campo de batalla. En la oscuridad.
Pero él no podía seguirle. Ya no. Night le necesitaba.
—Adiós, hermano —se despidió, esta vez, para siempre.
Entonces, cerró los ojos y dejó que la luz se lo llevara.


Su cuerpo se convulsionó cuando abrió los ojos. Por puro instinto, se aferró a lo primero que hallaron sus dedos, las sábanas a su derecha y una barra a la izquierda. El movimiento fue tan rápido que un ramalazo de dolor se extendió por su pecho y su brazo izquierdo. Se le escapó un fuerte gemido que se transformó rápidamente en un gruñido malhumorado. Joder… No esperaba estar tan mal.
—¡La hostia! —exclamó alguien.
Giró la cabeza, encontrándose con un sobresaltado Max de ojos muy abiertos. A su lado, había una cama de hospital, donde vio a Ethan recostado y bastante magullado.
Entonces, le vino a la cabeza todo lo sucedido y echó un vistazo rápido para confirmar que estaba en un hospital.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, intentando analizar la situación actual—. ¿Estáis los dos bien?
—Sí, sí —dijo Max con la mano en el pecho, aunque no tardó en recuperarse del susto e ir hacia él—, pero haz el favor de tumbarte, todavía estás delicado.
—Espera —lo llamó Ethan, que apartó la manta que cubría sus piernas—, puedo…
En ese mismo instante, su hermano giró sobre sí mismo a toda velocidad y le lanzó una mirada asesina.
—Mantén el culo pegado a esa cama o juro por Dios que te ataré a ella. ¿Cuántas veces tengo que recordarte que ahora eres un paciente?
El doctor frunció el ceño.
—Está a mi lado, yo puedo…
Max se cruzó de brazos y lo contempló con ojos amenazadores. Ethan refunfuñó en respuesta, pero se quedó quieto.
Vane volvió a gruñir. No podía estar esperando a que esos dos acabaran de discutir.
—¿Qué ha pasado? —insistió.
Max dio media vuelta y se apresuró en llegar a su lado e instarlo a tumbarse. Él obedeció; de mala gana pero lo hizo, sabía por el dolor que sentía que no era buena idea forzar su cuerpo en ese momento, necesitaba recuperarse lo antes posible para así iniciar el rescate…
Su hermano se sentó a su lado y le explicó con seriedad:
—Zane y los demás vinieron a sacarnos de allí. El ataque sorpresa surgió efecto, esos capullos no los esperaban; como tú dijiste, no descubrieron que ellos también sabían de Night. Yo logré apagar las luces y a partir de ahí todo fue un caos para los hombres de Mercile. Dylan y Kasey aprovecharon esos segundos para sacaros a Ethan y a ti de la zona caliente. Te llevamos de inmediato al hospital más cercano, utilizamos las acreditaciones del ejército para darte máxima prioridad. Por poco te nos vas, hermano —murmuró, tocándole una pierna.
Vane suspiró y le dio un apretón con la mano derecha. No quería mover el brazo izquierdo, sabía por el dolor que estaba roto.
—Estoy bien —lo tranquilizó. Sabía que sus hermanos habrían pasado un momento horrible cuando lo metieron en quirófano—. ¿Los chicos están bien? ¿Alguna baja?
Max deslizó la mano en el aire con suavidad.
—Todos están bien, la operación fue como la seda. Zane me ha dicho que tienen algún que otro golpe cuando el enemigo intentó una confrontación física, pero no han necesitado más cuidados agua oxigenada y unas pastillas para aliviar el dolor —dicho esto, le dio una palmadita en la pierna y se levantó—. El resto te lo contará los demás. Yo me fui contigo al hospital y sé que preferirás escuchar lo que hicieron de boca de alguien que fue testigo. Voy a llamarlos y a avisar a una enfermera. Debes de estar dolorido.
Vane hizo un asentimiento, agradecido porque Max supiera que necesitaba toda esa información para estar tranquilo antes que calmar su dolor físico. Estaba acostumbrado a él. No era agradable, pero podía tolerarlo siempre y cuando estuviera seguro de que su gente estaba sana y salva…
Bueno, faltaba una persona. Pero eso estaba ahora en sus manos y, antes, necesitaba más información.
—¿Cómo te encuentras?
La voz de Ethan lo sacó de sus analíticos pensamientos y lo miró. Esbozó una media sonrisa.
—Para alguien que tiene un brazo roto y al que le han extraído una bala del pecho, tengo mejor aspecto que tú.
El doctor soltó una risilla.
—No te debe de doler tanto si eres capaz de bromear.
—No es la primera vez que me disparan, y tampoco es peor que cuando estalló aquella mina —comentó, recordando momentáneamente a Vic. Sin embargo, esta vez, el dolor no lo atenazó. Seguía ahí, en forma de nostalgia, pero ya no lo ahogaba.
Eso le hizo sonreír. No tenía ni idea de si realmente había estado en el Más Allá con su hermano o si todo había sido producto de su mente… Pero, fuera lo que fuera, las palabras de Vic no eran más que la pura verdad.
Él no querría que cargara con la culpa cuando había sido él quien había decidido actuar para protegerlos. Querría que siguiera adelante, y que fuera tan feliz como pudiera.
E iba a serlo. Después de que rescataran a Night y a sus amigos.
—¿Sientes mareos? ¿Náuseas? ¿Te pitan los oídos?
Las preguntas de Ethan le hicieron sonreír.
—¿No se supone que ahora eres un paciente?
El doctor le lanzó una mirada de pocos amigos.
—¿Tú también?
—Yo no soy médico, pero sé lo suficiente como para detectar que necesitas descansar y que también debes estar dolorido… o tal vez no —dijo, contemplándolo con un brillo fiero en los ojos. Su sonrisa había desaparecido—. ¿Qué pasó cuando te interrogaron?
Ethan palideció repentinamente y apartó la vista.
—Es… Es complicado.
Pese a que no podía verle la cara, Vane lo analizó atentamente. El tono de su voz, la pausa al hablar, el leve temblor en su pronunciación, su postura corporal, el cómo había apartado la mirada, su tez pálida.
—… Ethan… Hace tres años que eres mi médico personal. Puede que tú no lo veas de esa forma, pero tanto yo como mis hermanos te consideramos parte de la familia. —Al escuchar esa palabra, el médico se tensó y lo miró con los ojos muy abiertos. Vane continuó en un tono bajo y suave—. Si no quieres contármelo, está bien. Lo entiendo mejor que nadie. Pero si algún día necesitas hablar, recuerda que tienes muchos amigos dispuestos a escucharte.
Vio en sus ojos que dudaba, que deseaba hablar. Pero una emoción, tan profunda, tan oscura y densa como la culpa que a él lo había estado ahogando desde la muerte de Vic, lo tenía atrapado. A pesar de eso, creyó que iba a vencerla, porque abrió la boca…
—¡Vane!
Tanto él como Ethan se sobresaltaron ante el grito de Zane, que abrió prácticamente con un portazo antes de correr precipitadamente hasta su cama. Gracias a Dios, no lo abrazó. Podía aguantar el dolor, pero no sobreviviría a un abrazo de su hermano con esas heridas.
—¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien? Los médicos dijeron que estabas estable, pero el muy imbécil del cirujano casi llama a la policía cuando vinimos aquí. No me fío de él.
—Tal vez si dejas que la enfermera le dé un calmante, se sienta mejor —gruñó Shawn, agarrando a Zane por el cuello de la camiseta para alejarlo de la cama—. Y el cirujano casi llamó porque entraste exigiendo a voces que te dijeran dónde estaba Vane y cargado de armas de fuego. Es normal que medio hospital se asustara.
Vane puso los ojos en blanco. Aunque solía encontrar esas situaciones de lo más divertidas, ahora mismo solo quería un informe de la situación y que la enfermera le diera el maldito calmante para poder concentrarse mejor. Por suerte, Shawn mantuvo a Zane alejado el tiempo suficiente como para que la mujer hiciera su trabajo; le preguntó si tenía algún síntoma que debiera conocer aparte del dolor y, tras responder que estaba bien, le informó de que su médico iría a verlo en un rato.
En cuanto se aseguró de que ella salía de la habitación, miró a Max.
—Max, quédate junto a la puerta y vigila si se acerca. No quiero que nadie se entere de la existencia de Night por ahora.
Este asintió y obedeció, dejando que el resto de los Hagel se acercara. Inspiró hondo y dirigió la conversación:
—En primer lugar, me encuentro bien, como ya le he dicho a la doctora. En segundo, tenemos poco tiempo y la situación que se nos presenta no es buena: Mercile nos ha descubierto y tiene a Night. Nosotros nos hemos librado por los pelos. Hicisteis un buen trabajo —los felicitó. Los cuatro asintieron, sin darle más importancia—. Pero ahora mismo estamos en desventaja y el tiempo corre en nuestra contra. Debemos trazar un plan ya y tiene que estar bien estudiado hoy. —Los estudió un instante, asegurándose de que tenía toda su atención. Como de costumbre, sus hermanos lo escuchaban concentrados. Bien—. Primero, el estado del equipo. Max me ha dicho que están todos bien.
—Magulladuras y arañazos —respondió Dylan velozmente—. Ningún problema para nuestros chicos, mañana podrían estar en una nueva operación.
Vane asintió y apretó la mandíbula al pensar en su siguiente pregunta.
—¿Bear y Nocturn?
Kasey se adelantó para poner su mano en su espalda.
—Están bien. —La tensión de sus músculos se relajó notablemente al escuchar esa respuesta. Menos mal—. Esos cabrones los golpearon y les rompieron algunos huesos, seguramente para que no pudieran defenderse, pero se pondrán bien. Están en un centro veterinario.
—¿Y Sam?
Los rostros de sus hermanos se contrajeron por el dolor, pero Zane respondió:
—Recuperamos su cuerpo. Es una Hagel, jamás la habríamos dejado atrás.
Vane cerró los ojos un momento, pero siguió adelante.
—La enterraremos junto a Vic. Ella siempre quiso estar con él.
Todos mostraron su acuerdo con un gesto de la cabeza.
Ahora que había preguntado lo más importante, quería saber qué había ocurrido después de que lo sacaran de la casa con exactitud.
—Max me ha hecho un resumen de lo que pasó hasta que nos rescatasteis. ¿Habéis hecho prisioneros o dejado supervivientes?
—Ni uno —afirmó Zane. Sus ojos tenían una mirada peligrosa—. No nos podíamos permitir tomar a nadie en esta situación, pero no dejamos a nadie con vida.
Vane no lo culpó. Entre que él, Ethan y Max estaban heridos y que la casa ya no era un lugar seguro, no habían tenido recursos suficientes como para tomar un rehén que les pudiera dar información o que pudieran usar de algún modo. De todos modos, no les habría servido de gran cosa, el doctor Therian ya se aseguró de que tuviera todos los detalles que necesitaba para conocer las instalaciones y su sistema de seguridad.
En cuanto a los supervivientes, mejor no dejarlos. Así Mercile desconocía cuántos hombres tenía a su disposición y sus habilidades o estrategia de combate.
—¿La casa?
—Vacía y destruida, tal como indicaste en su día —respondió Zane.
—¿También lo que había en el sótano?
—Todo, Vane. Hubo cosas personales que no pudimos salvar porque esos cabrones las destrozaron, pero todo lo demás nos lo llevamos: móviles, ordenadores, tus planos de proyectos de la empresa, las armas, cualquier dispositivo en el que estabas trabajando… Los libros tuvimos que quemarlos junto a la casa. No teníamos tiempo para inspeccionarlos todos y asegurarnos si había algo importante. Lo siento.
—Está bien, Zane, no había nada que fuera irremplazable. —Hizo una pausa para dejar que la imagen de los acontecimientos sucediera en su cabeza. Distracción con el tiroteo, cegar al enemigo, extracción rápida de los rehenes, aprovechar la sorpresa, el terreno y su incapacidad para defenderse en la oscuridad para atacar con fuerza. Siempre hay cierta resistencia, pero el trabajo había sido rápido y limpio. Y sin supervivientes, Mercile no había salido beneficiado de aquel encuentro. Era verdad que ya iban con desventaja al haber sido descubiertos y perder a Night, pero, al menos, esa batalla no les había dado más puntos y ellos habían recuperado algunos al estar todos juntos. Algo es algo—. De acuerdo, ¿hay algo más que deba saber?
Shawn se adelantó con las facciones fruncidas.
—Sí. Zane y yo tuvimos un pequeño desacuerdo.
Mierda.
—¿De qué se trata?
Esta vez, fue su otro hermano el que habló con rabia.
—Les dejé un mensaje.
—Sí, colgó los cuerpos en las copas de los árboles y les rajó el pecho para que dijera “Tic, tac” —dicho esto, le lanzó una mirada poco amistosa—. Tendríamos que haberlos quemado, como dijo nuestro hermano cuando nos enseñó el protocolo de seguridad de su casa.
Zane apretó los puños.
—Entonces se habrían quedado como si nada. Debían saber que iríamos a por ellos a muerte, que solo era cuestión de tiempo y que estamos dispuestos a cualquier atrocidad con tal de acabar con ellos.
—Les has dicho abiertamente que planeamos un ataque contra ellos.
—¡Por favor! Desde que descubrieron a Night eso ya estaba vendido. ¿Qué sentido tenía esconderlo?
—Zane tiene razón.
Todos miraron a Vane. Desde que habían comenzado a discutir, se había quedado cabizbajo, contemplando la nada mientras su mente maquinaba en silencio. Las acciones desencadenadas por Zane provocaban una reacción en su enemigo, ¿cuál era? ¿Cómo actuaría a partir de entonces? ¿Cómo podía aprovechar esas consecuencias? ¿Qué armas tenía a su disposición que pudiera usar en su contra y qué sabía realmente sobre su enemigo?, ¿sobre sus fortalezas y sus flaquezas? ¿Cuál era, en definitiva, su punto débil? ¿Dónde debían golpear para conseguir su objetivo?
Las respuestas creaban un complejo esquema de acciones que se desarrollaba en una dirección, a la que se iba añadiendo toda la información que había recolectado sobre Mercile y que incluía una lista de ventajas y desventajas, así como un perfil del enemigo.
Solo había una estrategia posible. No era su favorita, había muchos riesgos y cosas que escapaban de su control… Pero él sabía lo que hacía. Era inteligente y fuerte, tal y como le había dicho Vic. Y tenía mucho que perder.
Alzó la vista hacia sus hermanos.
—Mercile sabe quiénes somos y que Night estaba con nosotros. Un ataque contra ellos es evidente, así que no sirve de nada ocultarlo o actuar como si no nos importara. Actuar con frialdad y eficiencia no nos hace ningún mal, pero tampoco nos beneficia. Y puesto que Zane ya ha enviado el mensaje, qué menos que aprovecharlo.
Este esbozó una amplia sonrisa.
—Veo que a pesar de las heridas esa cabeza tuya siempre está en marcha.
—¿Cuál es la estrategia? —preguntó Shawn.
—Presión —respondió Vane. Sus ojos tenían un brillo feroz y decidido—. Ellos creen que después de atacarnos vamos a masacrarlos como cerdos en un matadero. Sigamos el juego. Quiero que el miedo los ciegue, que estén tan aterrorizados que no puedan pensar con claridad una buena estrategia. Quiero que sientan nuestro aliento en la nuca cada vez que tomen una decisión, que tengan la sensación de que vemos todo cuanto hacen, de que lo controlamos todo. Los quiero tan paranoicos que con solo pensar en nosotros puedan olernos a su espalda. Y mientras ellos estén sudando, nosotros nos apropiaremos de esa instalación, de su dinero y su seguridad, solo dejaremos una única vía libre para que la cojan sin pensar, sin saber siquiera que nosotros queríamos que la escogieran. Y cuando tomen esa decisión, habrán perdido. Esa decisión nos abrirá las puertas a la instalación, y una vez dentro, recuperaremos el factor sorpresa. Sí, Zane tenía razón, solo es cuestión de tiempo que Mercile caiga. Y el tiempo ha empezado a correr.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Directo: Fecha y hora

¡Hola a todos!

Os informo de que ya tenemos día y fecha para hacer el directo :D Será el 14 de diciembre a las 18:00 hora española.

Por recomendación de una seguidora de este blog (mil gracias por animarme a hacerlo por ese canal), lo haré en la plataforma de Twicht, a la que todos podréis acceder, basta con tener acceso a internet. No os preocupéis por la dirección, una hora antes de que empiece el directo, os pasaré el enlace para que podáis acceder y participar en el chat. Hablaremos de mis novelas y fanfics, de libros, de Naruto, consejos para escribir, recomendaciones de lectura, me podéis hacer preguntas... Vamos, ¡de todo! Va a ser algo bastante informal xD.

Dicho esto, agradeceros todo el apoyo que le habéis dado a mi trabajo, tanto a las novelas como a los fanfics, y también a este proyecto de hacer un directo; era algo que me hacía bastante ilusión, el poder interactuar con vosotros de una manera más directa :)

¡Nos vemos entonces y nos leemos pronto!

¡Un abrazo!

lunes, 25 de noviembre de 2019

Samhain


El Ciclo del Lobo

Sasuke se removió perezosamente mientras despertaba. Un pequeño suspiro escapó de sus labios cuando se acurrucó contra la suave fuente de calor que lo protegía del frío invernal. No pudo contener una sonrisa, ya que algo peludo le estaba haciendo cosquillas en el rostro. Abrió los ojos, encontrándose con una inmensidad de pelaje blanco.
El Espíritu Lobo. Naruto.
Sus labios se curvaron aún más hacia arriba y enterró el cuello en su piel mientras lo acariciaba. Debía de haberse transformado cuando se había quedado dormido o tal vez un poco antes, no lo recordaba muy bien ya que él había caído en un sueño profundo tras su apasionado encuentro.
Jamás imaginó que pudiera ser… tan… maravilloso. Había oído historias de amigos donceles y mujeres que le habían contado que era normal que la primera vez podía ser más o menos dolorosa… pero con Naruto… No había forzado nada; se había tomado su tiempo para conocer su cuerpo, para permitirle explorar el suyo y saciar su curiosidad, para darle tanto placer que supo cuándo estaba preparado. Y, en vez de tomarlo, lo puso sobre su regazo y le ayudó a montarlo.
Le permitió tener el control. Dejó que se entregara a él como deseara.
Un hombre de su clan no habría hecho algo así, habría sido una ofensa a su virilidad, al menos en una relación de amantes, una vez unidos por el matrimonio habría sido diferente. Pero a Naruto pareció no importarle lo más mínimo. Aunque, claro, él no era humano, tampoco. Y cada vez se alegraba más de que fuera así, eso le había permitido disfrutar al máximo de su primera vez, y estaba bastante seguro de que también había sido de lo más placentero para su compañero, a juzgar por cómo, después, tras una nueva ronda de besos fogosos y caricias lujuriosas, le hizo el amor con anhelo.
No fue la última vez que lo hicieron. Habían pasado gran parte de la noche uniéndose, tal y como anunciaba la profecía. Y, cuando terminaron, Naruto lo había arrastrado a sus brazos y le había susurrado al oído que había estado esperando dieciséis largos años para poder reclamarlo, que lo había querido a su lado desde el primer día, y le había prometido que le haría feliz, que confiara en él porque nunca le fallaría.
A Sasuke le había sonado como una especie de súplica. Como si comprendiera lo extraña que resultaba la situación para él y le pidiera que le diera una oportunidad. Pero no tenía que hacerlo; tal vez unas cuantas explicaciones le vendrían bien, no lo negaba, sin embargo, se sentía infinitamente mejor en esos momentos que la noche anterior, cuando pensaba que después del Samhain tendría que abandonar su clan con un hombre por el que no sentía absolutamente nada.
Al final, le había dicho que no se preocupara, que si estaban destinados era por un buen motivo y que se alegraba de que le hubiera encontrado. Después de eso, se había acomodado en su pecho y se había quedado dormido. La verdad era que ni siquiera recordaba haber sentido ninguna molestia durante la noche, nada que le indicara que Naruto había regresado a su forma de lobo.
Mientras acariciaba su suave pelaje, escuchando su pausada respiración, fue echando un vistazo a su alrededor. Naruto le había dejado el colchón de paja cubierto de mantas solo para él, probablemente para que estuviera más cómodo, mientras que su gran cuerpo yacía sobre el suelo, cubierto de confortables piezas de lana. Aun así, se había mantenido pegado a él para darle el mayor calor posible mientras que su cabeza estaba apoyada sobre el colchón, justo por encima de la suya, de tal forma que, cuando se acurrucaba, su cara acababa enterrada en el hueco de su cuello.
Feliz tras haber encontrado a su verdadero Guerrero Lobo y por la increíble noche que había pasado, se levantó con mucho cuidado de no despertar a su compañero y se envolvió en una larga piel para inspeccionar mejor el interior de la casa. El techo de paja y mimbre dejaba que la luz de un sol muy brillante y dorado iluminara el interior, permitiendo que examinara el escaso mobiliario y la humilde morada. No se parecía en nada a la suya, más decorada y vistosa por los obsequios que recibía su familia de otros clanes o de los regalos de su gente cuando estaban agradecidos tras solucionar un problema. No era que le molestara vivir en un lugar como aquel, por él podría vivir en el bosque en una cueva si eso significaba que podía quedarse con su lobo, simplemente, le pareció curioso que alguien con el estatus de Naruto, un poderoso espíritu cazador, no tuviera una mejor vivienda…
Aunque, de nuevo, él no era humano. En realidad, la mayor parte del tiempo lo había visto en forma de lobo. Tal vez la sociedad y cultura de los espíritus fuera diferente, después de todo. Eso le hizo fruncir el ceño. Tendría que preguntarle cuál era el protocolo social de aquel mundo para evitar meter la pata.
Asintiendo para sí mismo, dejó la mesa que había estado ojeando hasta el momento y se centró en las paredes. Puede que la casa fuera humilde, pero las armas que poseía habían sido forjadas con exquisito detalle. Decoraciones de oro y plata rodeaban los mangos de las lanzas y formaban misteriosas curvas en las hojas de las espadas, enredándose en su filo como si anhelaran el abrazo de la muerte. Sin embargo, una vez más, fue la enorme armadura lo que más llamó su atención.
Sasuke estaba seguro de que había sido creada para ceñirse a la forma de lobo de Naruto, tan solo había que fijarse en el peto, que era por lo menos dos veces más grande que su torso. Los bordes eran plateados, creando un increíble y colorido contraste con el fondo verde esmeralda, en cuyo centro se delineaba una media luna blanca que era idéntica a la que llevaba Naruto en su pecho. Supuso que debía ser el símbolo de su clan. Los Uchiha también llevaban en sus armaduras un halcón rojo y muchos, como él, lo llevaban marcado en la piel en forma de tatuaje en la espalda.
—¿Te gusta?
La voz de Naruto le sobresaltó un poco, pero se dio la vuelta y sonrió cuando lo vio con su apariencia humana. Se había sentado sobre el colchón, dejando una pierna sobre las pieles de animales mientras que la otra estaba doblada, de tal forma que tenía apoyado un codo sobre la rodilla. El otro brazo estaba estirado sobre la cama, sujetando así el peso de su torso, que en esa postura se veía más robusto y musculoso. Sus ojos descendieron sin poder evitarlo por sus abdominales apretados, que en esos momentos se veían duros como la roca a causa de la tensión de su cuerpo, y luego más abajo… haciendo que se le escapara una sonrisa divertida.
Naruto soltó una risilla.
—Creo que yo te gusto más.
Sasuke alzó la mirada hacia él, devolviéndole el gesto.
—Definitivamente, sí.
Los ojos de su lobo resplandecieron, brillando de pura felicidad. Entonces, bajó la pierna que tenía alzada hasta la cama y abrió los brazos, invitándole a volver con él.
No tuvo que pensarlo dos veces. Fue rápidamente hasta el colchón, dejando caer la piel que llevaba encima, y se arrodilló sobre este para ir a gatas hacia su compañero, buscando su rostro para darle un tierno beso. Escuchó que Naruto gruñía suavemente a la vez que sus fuertes brazos lo rodeaban y le ayudan a colocarse sobre su regazo, donde se acomodó al mismo tiempo que pasaba las manos por su amplio pecho, delineando sus poderosos músculos que parecieron ensancharse cuando tembló ligeramente, sin duda alguna a causa de sus caricias. No pudo evitar sonreír, le gustaba saber que su toque lo afectaba tanto como sus besos a él.
Naruto abandonó sus labios para seguir besándolo por el mentón y descender por su cuello, haciendo que se le escapara un suspiro de placer. Le encantaba tener su boca ahí, le erizaba la piel y hacía que su entrada se humedeciera. Cuando él pasó la lengua por su garganta, gimió y se aferró a sus hombros, apretándose contra él para sentir su duro cuerpo contra el suyo. Lo deseaba otra vez.
Sin embargo, su pasión se enfrió cuando notó que su lobo se apartaba un poco y tanteaba con los dedos la piel del hueco de su cuello, como si estuviera buscando algo.
—¿Ocurre algo? —preguntó, inseguro.
Naruto se separó y lo miró a los ojos. Parecía aliviado.
—Me aseguraba de que no tenías marcas en el cuello. Mi especie siente la necesidad de morder durante el sexo y te rocé con los colmillos.
Sasuke parpadeó. Ahora comprendía por qué los notó anoche cuando le hizo el amor sobre sus manos y rodillas.
—Ah, entonces era por eso.
De repente, el rostro del hombre se quedó blanco.
—¿Los sentiste? —preguntó con horror antes de abrazarlo—. Lo siento, Sasuke, no era mi intención asustarte. Intenté contenerme, pero cuando te pusiste a cuatro patas… Fue demasiado intenso para mí y no pude evitar tocarte de ese modo. Pensé que lo había hecho lo suficientemente suave como para que no te dieras cuenta…
Sasuke no esperaba que Naruto se alterara tanto por algo que no le había molestado lo más mínimo, pero pudo comprender que creyera que le había aterrorizado sentir sus colmillos tan cerca de su garganta. Curiosamente, no había sido así, de hecho, podría haber habido una pelea entre dos ciervos macho en esa misma habitación y él ni siquiera se habría dado cuenta de su presencia.
Por eso mismo, cogió el rostro de Naruto entre sus manos y lo obligó a mirarlo mientras acariciaba con suavidad sus mejillas, intentando calmarlo.
—Ey, no pasa nada, de verdad. No me molestó ni me hiciste daño.
El rubio frunció el ceño, mirándole fijamente, como si intentara discernir si le estaba diciendo la verdad o no.
—¿No te asusté?
Sasuke no pudo contener una sonrisa ladeada al mismo tiempo que se sonrojaba.
—La verdad… me excitó bastante.
Al oír eso, los ojos de Naruto empezaron a brillar y un gruñido profundo escapó de su pecho. El doncel respondió con una risilla.
—¿Cosas de espíritus?
—Cosas de Lobos, más bien —respondió, sacudiendo la cabeza, como si así sus ojos pudieran dejar de brillar. De hecho, lo consiguió, ya que sus irises volvían a ser como un claro cielo despejado—. Cuando encontramos a nuestra pareja destinada tenemos la necesidad de morderla para marcarla como nuestra. Es un rasgo instintivo.
Sasuke sabía que debería estar asustado, había visto los colmillos de Naruto y sabía perfectamente que podría desgarrarle el cuello a un corcel de un mordisco… Sin embargo, la idea tan solo le produjo un delicioso hormigueo en la piel y que se entrada empezara a palpitar.
—Bueno, ahora estoy advertido. Así que la próxima vez… —murmuró con una sonrisa traviesa, rodeando su cuello con los brazos y mordisqueándole el mentón—, si quieres morderme… tienes mi permiso.
Naruto respondió gruñendo profundamente y estrechándolo aún más contra sí.
—No digas eso ahora. Desde que alcanzaste la pubertad todos mis instintos me gritan que te marque y no tienes ni idea de lo mucho que me costó no morderte anoche.
Sasuke se separó un poco al escuchar la referencia a su pubertad. No era la primera vez que Naruto le daba a entender que había sabido de su existencia desde hacía tiempo, pero aún no le había preguntado al respecto.
—Oye, Naruto. ¿Hace cuánto que sabes… que éramos destinados?
Naruto respondió sin pestañear.
—Desde que naciste.
—¡¿Qué?! —exclamó—. ¿Tanto tiempo?
—Pues claro, tu madre tuvo problemas durante tu parto y yo fui allí para ayudarla. Es una de las protegidas de la Manada, no iba a permitir que le ocurriera nada —dicho esto, sonrió ampliamente—. Fue toda una sorpresa cuando te vi, supe de inmediato que eras mi compañero. No esperaba enterarme de ese modo, pero me alegro de que sucediera.
Sasuke frunció el ceño, confundido.
—Pero… Si siempre lo has sabido… ¿Por qué no me llevaste contigo?
La frente de Naruto se arrugó y sus rasgos se tensaron un poco.
—¿Crees que no quería estar contigo?
—No —respondió rápidamente, bajando los ojos—. Es que… —Hizo una pausa, tomándose su tiempo para encontrar las palabras correctas para explicar lo que sentía—. Me he criado sabiendo que el Guerrero Lobo sería mi esposo, alguien a quien yo amaría con locura. A medida que crecía, me sentí afortunado sabiendo que no tendría que unirme con cualquier hombre de buen linaje para conseguir una alianza para mi clan, sino que iba a pasar mi vida junto a alguien que realmente me querría. Pero los años iban pasando y… yo no sentía el más mínimo interés en ningún hombre. —Hizo una mueca al pensar en Bankotsu—. Entonces, mi padre organizó aquel estúpido torneo…
El profundo gruñido de Naruto lo interrumpió. Sus ojos tenían un brillo rojizo.
Era el lobo que se ocultaba bajo su piel de hombre.
—Sí, me acuerdo de eso. Ese atajo de mortales interesados y bastardos depravados tiene suerte de que no tuviera permiso para materializarme en el mundo humano. Habría hecho un bonito tapiz sobre la creación con sus intestinos.
Sasuke alzó las cejas, un tanto sorprendido sobre su feroz declaración. Pero…
—¿Y por qué no lo hiciste? —le preguntó—. ¿Por qué no viniste a por mí antes? —Agachó la cabeza—. Llevo todo el verano creyendo que acabaría marchándome del clan con un hombre del que estaba totalmente convencido que no era el Guerrero Lobo al que estaba destinado y que tendría que casarme con él a pesar de todo…
Naruto lo miró con tristeza y lo abrazó con fuerza. El doncel no rechazó su gesto, sino que se aferró a él… pero deseaba una respuesta. Si su lobo lo había estado observando todo ese tiempo, si supo desde el principio que se pertenecían el uno al otro, ¿por qué no lo había reclamado antes?
—Lo siento mucho, Sasuke. No era mi intención que pasaras por todo eso… pero no podía hacer nada. No me estaba permitido llevarte conmigo hasta el día estipulado en la profecía. Los dioses lo querían así. Y lo entiendo.
Sasuke se separó para mirarlo a los ojos.
—¿Qué quieres decir?
El rubio dejó escapar un suspiro.
—Los Espíritus Lobo solo nos enamoramos una vez en la vida. Es para siempre, y es un amor muy poderoso y profundo. En el instante en el que te vi y supe que eras mío, quise llevarte conmigo. Me habría materializado allí mismo y le habría exigido a Mikoto y a tu padre que te entregaran a mí si no hubiera sido porque la Diosa de la Luna, Kaguya, que dio vida a mi clan en el principio de los tiempos para proteger los bosques, me hubiera detenido. Ella me dijo que comprendía mi necesidad y era consciente del amor que ya sentía hacia ti a pesar de que solo eras un recién nacido… Sin embargo, debía comprender que no podía arrebatarte de los brazos de tu madre sin más. —Lo contempló con un atisbo de dolor en los ojos—. Sasuke, yo no tenía derecho a apartarte de tu familia o de tu clan. Merecías tener una vida normal como mortal, una vida feliz. ¿Cómo te habrías sentido si hubieras estado conmigo toda la vida, pero sin haber conocido a tus padres y a tu hermano? Tarde o temprano habrías sentido curiosidad, habrías tenido preguntas. ¿No crees que me habrías odiado si hubiera hecho algo así?
Sasuke lo miró con los ojos brillantes por la emoción.
Ahora lo entendía… Y tenía razón. Suponía que probablemente habría sido feliz con Naruto, podía ver lo importante que era para él y acababa de comprender lo que significaba para un Espíritu Lobo su pareja, así que no tenía la menor duda de que su rubio habría hecho hasta lo imposible para cuidarlo y protegerlo, para darle cualquier cosa que necesitara.
Sí, habría sido feliz con él, pues Naruto había completado una parte de sí mismo que había estado rota, llena de temor y muchas inseguridades… pero no habría tenido una familia. Por supuesto que su lobo formaba parte de ella, sin embargo, no habría sido lo mismo. No de niño, al menos. Lo más seguro es que sus sentimientos hacia Naruto hubieran sido distintos en aquel momento, al menos, hasta alcanzar la pubertad. Pero sí, se habría preguntado por qué no tenía un padre y una madre, y probablemente habría deseado experimentar lo que se sentía al tener ese tipo de familia aparte de su destinado… Y descubrir que Naruto lo hubiera separado de ellos le habría hecho mucho daño.
Aunque, sabiendo lo que había sentido por él desde que lo vio, una parte de él lo habría entendido… pero seguiría sin borrar el dolor de lo que habría hecho.
—Fue duro para ti también, ¿verdad? —le dijo a la vez que acariciaba su rostro.
Naruto apretó su mejilla contra su mano.
—Eres humano, no tienes… los mismos instintos que yo. No llevarte conmigo iba en contra de mi propia naturaleza, pero, al mismo tiempo, era mi deber y mi responsabilidad hacer lo mejor para ti. Me costó, pero pude esperar —dicho esto, lo miró con una sonrisa. El dolor casi había desaparecido de sus ojos—. Después de todo, ¿qué son dieciséis años para un espíritu?
Sasuke también curvó los labios hacia arriba.
—¿Se te hizo corto, entonces?
—Joder, no. —No pudo evitar soltar una carcajada al escuchar la directa respuesta de Naruto—. Cuando eras un niño me desesperaba ver que te hacías daño cada dos por tres. Sé que es lo normal, no es como si yo de cachorro no me hubiera hecho mil cortes y arañazos, pero me fastidiaba estar ahí y no poder evitar que te hicieras daño.
Él se rio entre dientes.
—No quiero ni pensar lo que sentirías cuando veías mis entrenamientos.
En esa ocasión, Naruto hinchó el pecho con lo que le pareció que era orgullo.
—Eres hijo de dos líderes de clanes. Naciste para dirigir y para luchar. Mostraste habilidad y coraje cuando muchos de esos estúpidos adolescentes te desafiaban para demostrar que una profecía no decidiría que un doncel estaba por encima de ellos. —Su sonrisa se ensanchó—. Siempre te levantabas cuando te derribaban los más mayores.
Sasuke lo miró con cariño.
—Gracias por estar ahí.
Su lobo levantó una ceja.
—¿Me viste?
—Unas cuantas veces —admitió, pensativo—. Siempre pensé… que era una especie de visión. Una llamada de los dioses, que me recordaban cuál era mi destino. —Alzó los ojos hacia él con una sonrisa cómplice—. Pero eras tú, animándome. Por eso reconocí tus ojos anoche. Son los mismos que llevo viendo toda mi vida cuando quería rendirme. Estuviste conmigo.
Naruto cogió su mano y se la besó con cariño.
—Siempre. Era la única forma en la que podía estar a tu lado.
Sasuke acarició su rostro y luego lo abrazó con fuerza.
—Gracias por hacer lo correcto. Gracias por dejar que tuviera una familia a pesar de lo duro que fue para ti.
Su lobo le devolvió el gesto con fuerza, enterrando el rostro en el hueco de su cuello.
—Mi prioridad siempre será que seas feliz, Sasuke. Pase lo que pase —dicho esto, se le escapó un gruñido—. Aunque eso signifique dejar que sigan respirando todos esos imbéciles humanos que han ido husmeando detrás de ti. Eso sí que fue duro.
—Lo siento.
—No importa, admito que había cierta satisfacción en ver cómo los tumbabas en el suelo. O cuando les ponías un cuchillo en la entrepierna. Esa era mi favorita.
Sasuke dejó escapar una risilla.
—Tengo un futuro grandioso por delante, no iba a dejar que cualquiera se metiera en mi cama.
A Naruto se le escapó una poderosa carcajada.
—Eres mi compañero, sabía que tendrías gustos más elevados que un simple hombre con la polla caliente y una sonrisa de gilipollas. —Sasuke rio estruendosamente, ya que había descrito a la perfección lo que él pensaba cuando los veía acercarse a él con esas instrucciones. Su compañero se dio cuenta y sus ojos brillaron con perversión—. ¿Sabes que una vez no pude soportarlo y me aparecí ante uno de ellos? Tú tenías solo trece años y él te sacaba siete.
Sasuke hizo una mueca. Sí, fue uno de sus encuentros más desagradables.
—Él me agarró del brazo y exigió fuera con él para darle hijos. Pero le retorcí la muñeca y salí corriendo a buscar a mi hermano —dicho esto, frunció el ceño y curvó los labios hacia arriba—. No lo encontramos después, ¿qué hiciste?
Su travieso lobo sonrió, mostrando abiertamente cómo sus colmillos crecían.
—Darle un susto de muerte. Y un par de mordiscos. Él pretendía ir detrás de ti, hizo unas cuantas amenazas acerca de lo que haría con tu culo cuando te cogiera —esto último lo dijo en un tono bajo y letal que le puso a Sasuke los pelos de punta. Por si eso no infundiera suficiente terror, sus ojos centellearon con un fulgor rojo—. Me puse tan furioso que me materialicé allí mismo y lo golpeé contra la pared. No tenía permitido matarlo, así que lo estuve persiguiendo un buen rato… y le mordí un par de veces. Quería asegurarme de que estuviera tan aterrorizado que su libido muriera para siempre.
Sasuke trató de contener una carcajada, pero, en vez de eso, le salió un sonido extraño de la garganta. Sin embargo, su compañero se dio cuenta, ya que sus ojos dejaron de brillar y recuperaron su color habitual.
—Creo que lo conseguí —añadió, esta vez, sonriendo con satisfacción—. No volvió a pisar tu clan.
—Eso me habría gustado verlo —admitió el doncel, haciendo reír a Naruto. Unos segundos después, un pensamiento surcó su mente—. ¿Ni una sola vez… interviniste en mi vida? No me refiero a ahuyentar a mis pretendientes o a aparecerte en visiones ante mí, sino… —Se calló, incapaz de explicar lo que quería decir. Frustrado, sacudió la cabeza y buscó los hermosos y curiosos ojos azules de su lobo—. ¿Te vi alguna vez? ¿Hablamos? Aunque no me diera cuenta de que eras tú, nosotros… ¿Tuvimos cualquier tipo de contacto alguna vez?
Su destinado debió de entenderle, porque su rostro se suavizó y le acarició el rostro con cariño.
—Hubo una vez, pero eras demasiado pequeño para recordarlo. Tenías tres años… y fue durante el Samhain de ese año. —Esbozó una pequeña sonrisa—. Perdiste de vista a tu hermano mientras perseguías un fuego fatuo. Yo te seguí de cerca, esperando a que tu madre o alguien del clan fuera a buscarte… Pero te adentraste demasiado en el bosque y, al final, el fuego fatuo se marchó de vuelta al mundo de los espíritus, dejándote a oscuras. —Una emoción cruzó sus ojos, pero fue tan rápido que Sasuke no tuvo tiempo de decir si había sido dolor o tristeza—. Intentaste encontrar el camino de vuelta, cortándote las piernas y los brazos con un montón de arbustos, tropezando varias veces. A la tercera, te echaste llorar… Me partió el corazón verte tan asustado y no pude evitar ayudarte a salir del bosque y llevarte sano y salvo a la aldea —dicho esto, su sonrisa regresó y una dulce calidez iluminó sus rasgos—. En vez de huir de mí, te acercaste con curiosidad y te pusiste a jugar con mis orejas, te reías cada vez que las movía. —En esta ocasión, sus ojos adquirieron un brillo perspicaz—. Incluso de niño, debiste de presentir algo acerca del vínculo que nos unía. Un niño pequeño normal se habría asustado de mí.
Sasuke le sonrió y le acarició un mechón de pelo.
—O tal vez solo vi al ser más hermoso e increíble que contemplaría jamás.
Tras esas palabras, las mejillas de Naruto adquirieron un interesante tono rosado. ¿Acaso un Espíritu Lobo, el mejor cazador de los dioses, el mayor depredador del bosque y la peor pesadilla de un ejército, era capaz de sonrojarse?
—¿Acabas de ponerte rojo?
—¿Y cómo quieres que esté? Todos estos años lo que más me preocupaba de nuestra futura relación era cómo ibas a reaccionar a mí. No soy humano, aunque pueda adoptar la apariencia de uno, tengo algunos instintos diferentes a los tuyos que deberías conocer, paso la mayor parte del tiempo siendo un lobo y…
—¿Esa es tu verdadera forma, la de lobo? —preguntó Sasuke, curioso—. Cuando me he despertado, lo eras.
Naruto le dedicó una sonrisa de disculpa.
—No puedo mantener mi apariencia humana cuando duermo o estoy inconsciente. Lo siento.
—No lo hagas. No me importa que seas un lobo.
El rubio alzó las cejas.
—¿De verdad?
El doncel le frotó el pecho con suavidad, esperando que eso lo relajara.
—No voy a negar que eres intimidante, imponente y muy aterrador con tu tamaño y esos colmillos como dagas —admitió con un bufido. No tenía sentido negar lo evidente, por muy dulce y cariñoso que pudiera ser Naruto cuando estaba relajado, no olvidaba que seguía siendo un Espíritu Lobo, una raza guerrera y letal, creada por los dioses para matar a quien consideraran necesario. Sin embargo, añadió—. Pero también eres bello como lobo, Naruto. Me sentí sobrecogido cuando te vi anoche, sentí… que eras una fuerza de la naturaleza. Algo salvaje e indomable. Algo que ningún hombre jamás podría aspirar a controlar.
Los ojos del espíritu se llenaron de una tierna calidez mientras lo abrazaba con fuerza, besándole en el pelo. Sasuke se acurrucó en su pecho con una sonrisa, disfrutando de cómo su cuerpo envolvía el suyo. Le hacía sentirse seguro, tranquilo… y amado.
—Y, sin embargo, me tienes a tus pies, Sasuke —murmuró Naruto.
Él curvó aún más los labios hacia arriba y plantó un beso en su pecho. Su rubio gruñó muy suavemente, dándole a entender que le gustaba, por lo que Sasuke continuó besando su amplio torso mientras ascendía, buscando su garganta, que lamió con deliberada lentitud con la punta de la lengua, provocando que el gruñido de su pareja se profundizara en una clara de señal de lujuria. Incapaz de resistirse, alzó la cabeza y unió sus labios a los de su lobo, que se apoderó rápidamente de su boca a la vez que una de sus manos lo agarraba de la nuca con firmeza, como si temiera que escapara. Pero Sasuke no tenía esa intención; rodeó el cuello de su compañero con los brazos y se abandonó al beso, dejando que Naruto le mordisqueara los labios y lo poseyera con su lengua, haciéndole gemir sonoramente, pues su entrada se humedeció y su cuerpo estalló en llamas. Todavía tenía grabado a fuego en la piel el placer que había sentido anoche, y estaba más que preparado para revivirlo.
Ansioso por unirse de nuevo a su destinado, frotó su miembro contra el de Naruto, que ya estaba duro y preparado para ser montado. Por los dioses, era lo que más deseaba en esos momentos, mecerse sobre su cuerpo y escucharlo gruñir de deseo otra vez.
—Naruto… —gimió, queriendo que supiera que estaba listo para él.
Los ojos del lobo brillaron con fuerza, como si solo con la forma en la que había pronunciado su nombre supiera exactamente lo que quería. De hecho, lo sabía, ya que sus manos descendieron por su espalda hasta sus nalgas, que masajeó sugerentemente a la vez que su boca dejaba rastros de fuego sobre su cuello, rozándolo incitantemente con los colmillos. Sasuke jadeó en respuesta y se aferró a sus hombros. Sabía que su rubio quería marcarlo, y él estaba preparado.
—Hazlo.
Un gruñido, profundo y lujurioso, emergió de su garganta a la vez que las puntas de sus colmillos tanteaban su piel, cerniéndose sobre esta pero sin llegar a penetrarla. Sasuke arqueó la espalda con un gemido, era extrañamente excitante, igual que anoche, como si su propio cuerpo comprendiera el significado de aquella marca y la anhelara físicamente. Sin embargo, no pudo pensar demasiado en ello, ya que Naruto introdujo un dedo en su interior.
—¡Aaaah! —Un grito se le escapó de la garganta. Se sentía increíble, estaba tan húmedo que a su compañero le resultaba muy sencillo penetrarlo. Sus embestidas eran lentas y exasperadamente suaves, lo torturaban lánguidamente, tentándolo a suplicar por un ritmo más rápido y duro, a pesar de que, al mismo tiempo, disfrutaba sobremanera de tan seductoras caricias—. Naruto… por favor… —gimoteó.
—Shh… —murmuró su rubio en la oreja—. Te estoy preparando… y quiero que te corras primero —dijo antes de mordisquearle el lóbulo, haciéndole temblar—. Tú solo disfruta, Sasuke.
Su dedo volvió a penetrarlo lentamente, y él gimió largamente en respuesta. Podría haber luchado un poco más porque Naruto hiciera lo que quería, pero debía admitir que le gustaba demasiado dejar que su amante le hiciera el amor despacio, alargando las cotas de placer, creando anticipación, impacientándole a la vez que lo obligaba a disfrutar al máximo de cada embestida. Así que, simplemente, se dejó llevar. Permitió que su lobo lo follara con sus dedos como deseara a la vez que su mano libre acariciaba la curva de su nalga y descendía por su muslo, así como su boca chupaba y mordía la piel sensible de su cuello, como si también la estuviera preparando para el éxtasis.
Cuando el orgasmo llegó, Sasuke susurró el nombre de su amante mientras su cuerpo se estremecía, presa de los espasmos de placer. Sin embargo, Naruto no le dio tregua y lo agarró con delicadeza por las caderas, colocándolo sobre su miembro erecto. Él apoyó las rodillas con firmeza sobre el colchón para tener una mejor posición y dejó que su entrada rozara la punta de su polla, mordiéndose el labio inferior de anticipación.
Una vez estuvo listo, descendió sobre ella. Naruto y él gimieron al unísono. Su pene estaba duro y palpitante, acorde con su húmeda entrada, que parecía acompasar cada erógeno pulso, como si sus cuerpos estuvieran conectados. Como anoche, una extraña sensación de plenitud lo llenó, como si siempre hubiera estado incompleto y ahora, por fin, hubiera encontrado a su otra mitad… y, realmente, así era. Desde que tuvo uso de razón, había anhelado encontrarse con su destinado, a esa persona especial por la que su corazón empezó a latir el día que nació. Toda la vida le habían dicho que los dioses le habían traído al mundo por ello.
Y ahí estaban. Juntos. Unidos.
Naruto le acarició la espalda. Al contemplar sus ojos, estos resplandecían de nuevo, se había dado cuenta de que lo hacían cuando sus emociones eran muy fuertes. Aun así, por muy extraño que pudiera resultar, le seguían pareciendo bellos e hipnóticos. Acarició su rostro y lo besó con pasión.
—Te quiero —susurró.
Su lobo ronroneó, envolviendo su cintura con los brazos.
—Y yo a ti, Sasuke. Desde siempre.
Lo besó otra vez, sabiendo, sin asomo de duda, que decía la verdad.
Entonces, empezó a moverse a un ritmo pausado, lento e incitante, probando si podía acoger a su amante. Y lo hacía. Su cuerpo parecía estar siempre preparado para él. Así que fue aumentando el ritmo poco a poco, dejando que el deseo lo guiara, los envolviera y los arrastrara a una danza frenética y primitiva, buscando una liberación salvaje que, para Sasuke, llegó cuando Naruto, ebrio de placer e impulsado por un instinto animal, lo mordió en el hueco del hombro.
Dolor y placer se encontraron, forcejearon y lucharon, buscaron ser la emoción dominante. Los colmillos de Naruto penetraron profundamente en su piel de la misma manera que un fuego líquido pareció adentrarse en sus venas, fluyendo en su sangre hasta llenar su cuerpo por entero. Incluso sin ser consciente de lo que realmente estaba ocurriendo, supo que algo había cambiado. Porque podía sentir a Naruto. Sentir su piel en llamas por el deseo satisfecho, todas sus terminaciones nerviosas vibrando por el placer de su unión, su sensación de absoluta plenitud por sellar su unión, y una felicidad tan pura que hasta los dioses podrían estar tentados de sentir envidia.
También sintió algo más profundo. Un sentimiento íntimo y cálido, pero profundo como el océano más insondable y fuerte como las raíces de un roble milenario. Una emoción entorno a la cual giraba su misma existencia, que lo movía, impulsaba y lo obligaba a actuar. Todo con tal de no perder aquello que la provocaba.
Él.
La sensación fue tan intensa que se le llenaron los ojos de lágrimas, sobrecogido por la fuerza de los sentimientos de Naruto. Jamás pensó que pudiera haber alguien que amara de esa manera, ni siquiera se le pasó por la cabeza que su destinado pudiera quererle de aquel modo.
De repente, su lobo lo estrechó con fuerza contra sí y giraron sobre el colchón, siendo Naruto quien estaba ahora sobre él. No vio sangre en sus labios, supuso que se la habría limpiado mientras él trataba de asimilar todo lo que estaba sintiendo, pero sus ojos todavía brillaban, aunque había un deje de preocupación en ellos… El hecho de sentir su inquietud en su propio corazón lo confirmaba.
—No pasa nada, Sasuke. Todo está bien —le dijo con voz aterciopelada, casi como un arrullo, mientras limpiaba sus ojos, húmedos por la emoción.
—Es que… No esperaba que… que nadie pudiera amarme así —logró susurrar.
Naruto le sonrió tiernamente y le besó la frente.
—Deberías hacerlo. Porque tú me amas con la misma intensidad —dijo, tocándose el corazón, como si le estuviera diciendo que también podía sentir sus emociones.
Sasuke le devolvió la sonrisa y lo abrazó por el cuello, pegándolo a su cuerpo. En esos momentos, estaba un poco sensible y necesitaba esa cercanía. Por supuesto, su compañero debió de percibirlo, ya que lo estrechó fuertemente contra sí, rodando de nuevo en la cama para que ambos quedaran recostados de lado. Sus manos frotaron su espalda y sus labios besaron su cuello, justo la zona donde supuso que ahora tenía su marca, ya que también notó que su lengua lo lamía con cuidado, como queriendo curar la herida.
En cuanto estuvo más tranquilo, se separó un poco para mirarlo.
—Así que… ¿ahora puedo… sentirte?
Naruto sonrió y asintió.
—Sí. Y yo a ti. De ese modo, nuestro vínculo acabará de reforzarse y nos ayudará en nuestra relación —dicho esto, frunció el ceño—. Tendría que haberte avisado de que esto pasaría, pero estaba más preocupado por si estabas asustado de mí y, además, se me olvidó que esto solo ocurría cuando un humano se une a un Espíritu Lobo.
Al escuchar eso, Sasuke frunció el ceño.
—¿Quieres decir que tú y yo no somos los primeros?
El rostro del lobo se volvió serio, con la frente ligeramente arrugada.
—No. En realidad, Sasuke, esto guarda relación con el clan Okami… y con tu profecía.
El doncel se sobresaltó un poco. Un segundo, ¿su profecía tenía algún tipo de relación con el clan de su madre?
—¿Qué…? ¿Qué quieres decir?
Naruto se acercó más a él para mirarlo a los ojos.
—Tu madre no fue la única que sobrevivió, Sasuke. Hubo más Okami que lograron escapar y encontraron refugio en otros clanes, dispersándose por doquier. Esas personas tuvieron descendencia y nosotros, los Espíritus Lobo, los reclamamos como compañeros, tal y como deseaban los dioses. Ellos eran destinados también, como tú y yo.
—¿Pero por qué? ¿Por qué los dioses quieren que os unáis a mortales? ¿No hará vuestra descendencia más débil?
—Los Okami pertenecen a la Vieja Sangre, son uno de los pocos clanes originales de esta tierra. A ojos de los dioses, el resto sois extranjeros. Es cierto que os protegen, porque vosotros los adoptasteis como vuestras deidades en vez de sustituirlos por vuestras creencias originales y porque mezclasteis vuestra sangre con las de las tribus que eran de aquí… Pero la masacre de los Okami fue un insulto. Los dioses permitieron que las tribus extranjeras encontraran un hogar aquí y les pagaron asesinando a traición a sus propios hijos, a los humanos que ellos crearon para poblar su tierra. —El ceño de Naruto se acentuó—. Su intención es la restauración del clan. Por eso hicieron que los Espíritus Lobo fuéramos sus compañeros destinados. Mi raza creará una descendencia mortal más poderosa; no serán inmortales como nosotros, pero lo bastante fuerte como para derrotar al enemigo.
—¿Enemigo? —preguntó Sasuke, confundido—. ¿Qué enemigo?
—Dentro de varias generaciones, un gran ejército vendrá de más allá del mar a conquistarnos. Son una civilización más avanzada y con fuertes ambiciones militares. Conquistarán medio mundo, y nuestros dioses no están dispuestos a permitir que su tierra forme parte de su mapa.
Sasuke se quedó blanco. ¿Podía existir acaso una civilización capaz de conquistar medio mundo? ¿Y qué podían hacer ellos para impedirlo? Incluso si su descendencia llevaba la sangre de los Espíritus Lobo, no eran más que un clan, una tribu, que debía enfrentarse probablemente al mayor ejército que conocería la humanidad.
Naruto, que presintió su miedo, afianzó su abrazo y le acarició el rostro.
—Tranquilo, Sasuke. Todavía tenemos tiempo para preparar a nuestros hijos y a su descendencia. Nosotros sabemos lo que va a pasar, ellos no. Debemos aprovechar eso, estudiar a nuestros enemigos, preparar el terreno. Para cuando llegue el momento de la batalla, nuestro linaje ya llevará más de un siglo entrenado para esto.
Sasuke inspiró hondo, acabando de asimilar la información. Le habría gustado poder hacer algo en ese momento para ir a por ese supuesto enemigo, pero, tal y como había observado antes, un solo clan poco podía hacer ante tal fuerza militar. Dudaba incluso de que uniendo todas las tribus se les pudiera derrotar.
No. Lo que decía Naruto tenía mucho sentido. Debían esperar, fortalecerse, buscar información sobre el enemigo, prepararse para luchar. Pero, entonces…
—En ese caso, ¿cuál es mi papel en todo esto? Si esa batalla no se librará hasta dentro de un siglo, ¿qué es lo que los dioses quieren que haga?
En ese instante, los ojos de Naruto brillaron.
—Eres hijo de Mikoto, la única descendiente con sangre de jefes Okami. Tu destino es dirigir la restauración del clan, Sasuke. Nuestra gente necesita un lugar para vivir y establecer un nuevo orden y jerarquía. Tú marcarás el inicio de una dinastía de guerreros con sangre de Lobo. Eres el principio para derrotar al enemigo, la persona que empezará a preparar a nuestra descendencia para la guerra.
Sasuke tragó saliva, pero asintió. Sus padres lo habían preparado toda la vida para ser un líder, al igual que a su hermano… y había llegado el momento de demostrar que estaba preparado para serlo. Si su destino era prepararse para la gran batalla que libraría su descendencia, él haría todo lo que estuviera en su mano para prepararles el camino.
Sí, podía hacerlo.
Naruto gruñó suavemente al sentir su decisión.
—Eso es. Lo harás muy bien, ya lo verás, y me tendrás a tu lado para ayudarte en todo lo que necesites.
El doncel lo miró, frunciendo el ceño al pensar en algo que antes no se le había pasado por la cabeza.
—Entonces, esto significa que viviremos en el mundo de los mortales, ¿no?
—Así es.
—¿Y qué pasará contigo? Eres un espíritu, ¿se supone que puedes vivir ahí?
Su lobo se encogió de hombros.
—Para hacer eso, tendría que renunciar a mi inmortalidad, algo que pienso hacer.
Sasuke abrió los ojos como platos.
—¿Qué? ¿Lo dices en serio?
—Claro que sí. No tengo la menor intención de alejarme de ti.
—Pero… Dejarías de ser un espíritu, ¿verdad? Te convertirás en un ser mortal.
—Sí, envejeceré y moriré como tú —dijo, sonriendo ampliamente—. Nada me hace más feliz que compartir mi vida contigo, Sasuke, en todas sus fases. Yo seguiré siendo un lobo, seguiré siendo más fuerte y conservaré gran parte de mis poderes, simplemente, no podré volver al mundo de los espíritus hasta el día de mi muerte.
Sasuke le acarició el pecho, un poco conmovido porque sentía que su lobo era feliz de verdad ante la idea de poder vivir a su lado, y que no sentía lo más mínimo renunciar a su inmortalidad.
—Aun así, ¿vivirás más tiempo que yo? —preguntó, un poco preocupado.
La sonrisa de Naruto se borró al instante.
—No. Mi vida está unida a la tuya. Si tú mueres, yo también lo haré.
—¿Y si tú mueres?
—Tú eres humano, Sasuke, podrás seguir viviendo.
Él hizo una mueca.
—No me parece justo.
Su compañero curvó un poco los labios hacia arriba.
—No se trata de ser justo o no, es la naturaleza que tiene cada uno. —Lo abrazó un poco más fuerte y lo besó en el pelo—. Mira el lado bueno; pase lo que pase, cuando muramos, nos reuniremos en el mundo de los espíritus. Allí seguiremos juntos el resto de la eternidad.
Sasuke también sonrió y se acurrucó en su pecho.
—Eso suena bien.
Lo oyó gruñir suavemente, mostrando su acuerdo.
—No te preocupes por nada, Sasuke, todo va a ir bien. Mañana termina el Samhain, yo renunciaré a mi inmortalidad y nos reuniremos con los otros Espíritus Lobo que, como yo, están apareados con humanos. Marcharemos todos juntos al antiguo territorio de los Okami, la Manada jamás ha permitido que nadie se asentara allí, lo guardaban para nosotros. He pensado que puede ser un buen sitio para empezar de nuevo; las tierras siguen siendo muy fértiles y pueden ayudarnos a prosperar hasta que seamos más numerosos, más adelante podemos cambiar de sitio según nuestras necesidades. ¿Qué te parece?
Sasuke ensanchó su sonrisa, le gustaba que le pidiera su opinión.
—Creo que es un buen comienzo.
Pudo sentir la felicidad de Naruto dentro de él, así como la vio reflejada en sus ojos. Estaba contento porque le pareciera una buena idea, notaba su deseo de ayudarlo en todo lo que fuera posible y hacerle las cosas más fáciles.
Le resultaba adorable y no pudo evitar darle un beso…
¡Aaauuuuuuuuuu!
De repente, todo el cuerpo de Naruto se tensó y se colocó sobre él, agazapado y con un gruñido amenazador vibrando de entre sus labios, entre los cuales se podía ver el asomo de unos colmillos.
Sus ojos se habían vuelto rojos.
—¿Qué ocurre? —le preguntó, sintiendo que estaba alerta y más que dispuesto a despedazar cualquier cosa que osara hacerle daño.
—Peligro —gruñó.
—¿De qué tipo?
Naruto relajó un poco su postura y le dio más espacio. Notó que estaba más relajado, pero seguía inquieto.
—No estoy seguro —dijo, mirándole. Sus irises seguían siendo del color de la sangre, como si la ansiara—. Ese era mi hermano. Nos ha llamado a todos.
—¿A todos?
—A todos los lobos que estamos aquí —dicho esto, se echó hacia atrás y le ofreció las manos—. Ven, tenemos que ir.
Sasuke alzó las cejas.
—¿Yo también?
—Eres mi compañero, por tanto, eres parte de la Manada. Además, algo me dice que esto tiene que ver con que te llevara contigo anoche.
El doncel se quedó blanco como la acera mientras permitía que Naruto lo levantara.
—¿Crees que mi clan viene a buscarme?
—Tal vez, aunque yo apuesto por ese traidor que se hace llamar Guerrero Lobo —respondió con un desprecio y una furia que sorprendieron a Sasuke.
—¿Bankotsu? —exclamó antes de fruncir el ceño—. Espera, ¿por qué es un traidor?
—Hablaremos de él más tarde, tenemos que saber qué está pasando.
Sasuke tuvo que darle la razón, así que se vistió rápidamente y luego salieron juntos de la casa. Naruto se transformó en lobo y se inclinó para dejar que subiera a su lomo, donde se aferró a su pelaje para sostenerse mientras su destinado corría a toda velocidad entre el bosque. Fue consciente de que el Mundo de los Espíritus era muy luminoso y colorido durante el día, pero no pudo apreciarlo, estaba tan preocupado por lo que quiera que estuviera pasando que tan solo podía rezar a los dioses porque su padre no hiciera algo estúpido. Apostaría su armadura a que, si su clan estaba metido en aquello, era porque él no creería que hubiera encontrado por su cuenta a su destinado, jamás se le pasaría por la cabeza que pudiera estar con un espíritu… Oh, no. ¿Y si pensaba que Naruto lo había secuestrado?
Sasuke, tranquilo.
Este pegó un saltó al escuchar esa voz en su cabeza. Casi se cae del lomo de su compañero, pero él redujo un poco la marcha para ayudarlo a estabilizarse.
—¿Naruto? —preguntó, confundido.
Sí. No te asustes, puedo hablarte telepáticamente. Es otra habilidad.
Él frunció el ceño.
—¿Y por qué anoche no me hablaste?
Pensé que ya tendrías suficiente con asimilar que yo, un espíritu, era tu compañero y que ibas a entrar en el Mundo de los Espíritus. Quería ponértelo tan fácil como fuera posible y no me pareció que hablarte en esta forma fuera lo mejor.
Él inspiró hondo y asintió.
—Vale.
¿Estás bien? ¿Te ha molestado?
—No, solo es otro de tus poderes, no pasa nada.
Naruto resopló.
Mejor, porque ya hemos llegado.
Sasuke alzó la vista y se encogió instintivamente al ver ni más ni menos que una docena de enormes e imponentes Espíritus Lobo. Todos eran tan grandes como Naruto e igual de letales con sus garras negras y sus fuertes colmillos, que mostraban mientras gruñían con evidente furia. Se notaba que no estaban demasiado contentos y eso solo logró ponerlo nervioso. A diferencia de Naruto, los veía más aterradores que hermosos, y el aura de poder que emanaban, unida a un estremecedor sentimiento de sed de sangre, tan solo le provocaba miedo e intimidación.
Naruto se detuvo a pocos metros y giró la cabeza para mirarlo. Vio preocupación en sus bellos irises, cuyo color parecía estar dudando entre el rojo y el azul, que parecían ser sus tonos naturales, ya que ahora se estaban volviendo dorados.
Es natural que los temas, es tu instinto de supervivencia, que te dice que deberías huir. Pero no tengas miedo. Eres mi compañero y, por tanto, eres parte de la Manada. Jamás te harían daño.
Era más fácil decirlo que hacerlo, aunque Sasuke logró descender del lomo de Naruto sin salir corriendo… a pesar de que ver a un enorme lobo rojo yendo hacia ellos con rapidez no lo ayudó mucho. Se aferró al pelaje de su costado, luchando contra el deseo de dar la vuelta y buscar un arbusto en el que esconderse.
Naruto —escuchó su voz profunda y grave en su cabeza. Su tono de inquietud antes que de furia le alivió un poco, pero lo que lo tranquilizó de verdad fue ver cómo la bestia frotaba su cabeza contra la de su compañero en un claro gesto de cariño.
Kurama —lo saludó este cuando se separaron y se giró hacia él—, quiero presentarte a mi compañero, Sasuke.
El lobo rojo se apartó un poco para mirarlo fijamente. Él no pudo evitar bajar los ojos, un poco intimidado.
Veo tu marca en él, espero que al menos no fueras tan impaciente como para morderlo durante vuestra unión —gruñó Kurama.
Sin embargo, fue su acusación lo que hizo que Sasuke olvidara sus miedos y enviara a la mierda el instinto de supervivencia. Que esa estúpida bestia parlante hubiera insinuado que su Naruto le había hecho daño sin pensar en su bienestar hizo que sus entrañas ardieran, inundado por una violencia voraz.
—Naruto no me mordió. Fue dulce y maravilloso conmigo, no me ha marcado hasta que me explicó lo que significaba y yo le di permiso. Así que no te atrevas a decir que me hizo daño sin considerar cómo me haría sentir porque ha sido el único que ha hecho algo así por mí. —Apretó los puños y se llevó la mano a la empuñadura de la espada, preso de la rabia—. Si vuelves a insultarlo, probarás mi acero. Me da igual que seas un espíritu, y que vuestro amor sea supuestamente más profundo y fuerte, te aseguro que nadie ha amado a una persona como yo le amo a él.
Kurama no mostró el más mínimo asomo de temor, pero sí abrió un poco los ojos y esbozó una amplia sonrisa lobuna.
Tan valiente y arrojado como decía la profecía. —Miró a Naruto e inclinó la cabeza—. Enhorabuena, hermanito, tienes un compañero digno de ti —dicho esto, se acercó a Sasuke, que retrocedió un poco—. Bienvenido a la Manada, Sasuke Uchiha.
En ese instante, Naruto intervino interponiendo su cuerpo entre ambos.
Déjalo ya, Kurama. Sé que estás disfrutando con esto y me alegro de que estés feliz por mí, pero Sasuke ya está bastante nervioso y no me gusta que lo asustes solo para divertirte un rato a su costa. Además, diría que no tenemos tiempo para eso, ¿cierto?
Ante los argumentos de su hermano, Kurama gruñó y se alejó un poco más del doncel, el cual agradeció que su compañero hubiera zanjado el asunto.
Cierto —convino el lobo—. Tenemos un problema.
Los ojos de Naruto volvieron a convertirse en dos orbes sangrientos.
Son los Traidores, ¿verdad?
Sasuke frunció el ceño. Ya era la segunda vez que Naruto usaba esa palabra para referirse a Bankotsu, pero ahora lo decía en plural… ¿A qué se refería exactamente?
No vienen solos. Los Uchiha los acompañan.
—¿Qué? —preguntó Sasuke, horrorizado—. ¿Mi clan?
Kurama lo miró con un asomo de tristeza.
Me temo que sí. Y vienen armados y preparados para luchar.
—No —murmuró Sasuke, sabiendo que no tenían la más mínima oportunidad de ganar, no a los espíritus cazadores—. ¿No hay nada que pueda hacer? —preguntó, pensando a toda velocidad en una posible solución. Su mente se iluminó y se giró hacia Naruto—. Puedo hablar con ellos. Mis padres me escucharán y mi madre me apoyará, fue ella la que me animó a venir a buscarte. Puedo evitar que haya una lucha.
Su compañero lo miró con seriedad.
Sasuke, no es tu clan el que me preocupa que retroceda.
Él frunció el ceño.
—¿Hablas de Bankotsu? No tendrá otro remedio, no creo que sea lo bastante estúpido como declararos la guerra. Sois espíritus guerreros y creo de verdad que mi padre entrará en razón cuando vea que estoy bien y que tú eres lo que quiero.
Naruto pareció dudarlo, pero miró a su hermano de todos modos y le dijo:
¿Qué opinas? No perdemos nada por intentarlo y no tenemos nada contra los Uchiha. Mikoto forma parte de su clan, ellos la acogieron después de la masacre y el anterior jefe estuvo dispuesto a vengar la traición contra los Okami. Les debemos eso.
Kurama gruñó, aunque hizo un gesto afirmativo.
Está bien… —dicho esto, miró fijamente a Sasuke, queriendo captar toda su atención—. Pero, escúchame bien, Sasuke, porque esto es muy importante. —El doncel asintió, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para salvar a su familia—. Tu clan no debe alzar sus armas contra ti o contra cualquiera de nosotros, sería una declaración de guerra no solo contra nosotros, sino también contra los dioses. Tu clan estaría maldito de por vida. Tarde o temprano, sería exterminado. ¿Lo entiendes?
—Sí. Muchas gracias —le dijo antes de abrazar a Naruto con fuerza—. Gracias por apoyarme, Naruto.
Este le lamió el cuello con suavidad, tratando de reportarle consuelo, antes de observar con preocupación a Kurama. Él tampoco parecía muy convencido de aquella situación.
La profecía dice que se derramará sangre, Naruto —le advirtió únicamente en su cabeza para que Sasuke no escuchara—. No tengo ni idea de cómo acabará esto.
¿Qué hay de Mikoto? —le preguntó, también en privado. No quería preocupar a su compañero más de lo que ya estaba—. Sé que ella me vio el día en el que dio a luz a Sasuke, ella lo animó a buscarme. Tuvo que sospechar algo, Kurama, o de lo contrario no me explico por qué la profecía dice que ella me entregaría a su hijo.
El rostro de Kurama se volvió sombrío.
No dijo nada, Naruto.
Él se tensó un poco, pero trató de disimularlo para que Sasuke no se percatara. No dudaba de que estaba percibiendo su preocupación y su inquietud, sin embargo, lo más seguro era que lo achacara a la situación a la que debían enfrentarse.
¿Por qué? Ella siempre ha sido leal a nosotros y a los dioses, no me creo que quiera iniciar una guerra contra nuestro mundo.
Yo tampoco, hermano. Pero tal vez sea la sangre de otros lo que anhela.
Naruto abrió los ojos como platos… Aunque, pensándolo bien, tenía sentido. O lo tendría si no fuera porque era una apuesta muy arriesgada, una que ponía en peligro a su propia familia. Y, hasta ahora, no había habido nada que más amara Mikoto que a su familia.
Mikoto… Por todos los dioses, ¿en qué estás pensando?