miércoles, 23 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 16. Mizuki

Sasuke se despertó cuando los primeros rayos del sol se asomaron tímidamente por el horizonte coronado por el océano. Lo primero que notó fue a Naruto acurrucado contra su torso, abrazándolo por la cintura y con la cara enterrada en su pecho; respiraba con calma, su piel ya no estaba impregnada de sudor ni tampoco tan caliente, y parecía que dormía muy profundamente. Se sintió aliviado al ver que parecía haber pasado una buena noche a pesar de todo lo ocurrido, se notaba que le había hecho mucha falta ese descanso.
Le acarició el cabello y lo besó en la sien antes de levantarse con cuidado y arroparlo con cariño, procurando que estuviera cómodo. El rubio estaba tan cansado que ni siquiera se movió, por lo que Sasuke pudo vestirse tranquilo y salir de la habitación echando la llave y llevándosela consigo, confiando en que su prometido no despertaría hasta que regresara; no lo estaba encerrando ni mucho menos, solo quería asegurarse de que estaba a salvo mientras se ocupaba de un asunto importante, algo que tenía que resolver sin falta.
Mizuki.
No se sentiría en paz hasta que tuviera una confirmación de esa rata de que todos los problemas que habían tenido su esposo y él habían sido por su culpa. Aunque, de todos modos, tampoco lo estaría hasta que estuviera muerto; después de todo lo que había hecho delante de él sin que se diera cuenta, no confiaba en que Naruto estaría a salvo hasta que su cabeza dejara de estar sobre sus hombros. Tendría que mantenerse muy cerca de él, y si no era él, se aseguraría de que Gai o Lee, o hasta Kakashi y Obito, estuvieran con él para mantenerlo protegido. No era que pensara que no pudiera defenderse solo, era consciente de que podía cuidar de sí mismo… pero ahora, en verano y con su ciclo, temía que estuviera demasiado débil para recibir un nuevo ataque.
Bajó a las mazmorras a tiempo de ver cómo Gai, junto a dos de sus hombres, llevaban a una indignada Koharu a una celda. Ambos intercambiaron miradas fulminantes.
—No puede hacer esto —lo amenazó Koharu cuando estuvo tras las rejas.
Sasuke se acercó a ella, irguiéndose en toda su altura. Odiaba a Mizuki más que a nadie, pero no olvidaba que, por culpa de esa mujer, Naruto había estado sufriendo.
—Metió a tres mujeres en la cárcel porque le dio la puta gana. Claro que puedo.
—¡Estaban ejerciendo de sacerdotisas! —exclamó ella, furibunda—. Las mujeres no tienen permitido ejercer cargos religiosos, deberían estar en sus casas cuidando de sus maridos y sus hijos.
—¿Tiene alguna prueba que respalde esa acusación? —preguntó Sasuke con voz dura.
Koharu estrechó los ojos.
—Tengo una fuente fiable.
Ah, eso era justo lo que quería escuchar.
—¿Y quién es?
—No voy a decírselo —replicó ella, apartando la vista.
—Sé que es Mizuki —dijo Sasuke, sonriendo con maldad al ver que la anciana se sobresaltaba—. Si es la única prueba que tiene, un rumor poco fiable de un violador, la veo muy jodida para ganar un juicio por abuso de poder y difamación.
Koharu abrió los ojos como platos.
—¿Violador?
—Anoche Mizuki trató de violar a vuestro príncipe —respondió con rencor—. Se aprovechó de que estaba enfermo para asegurar su ascenso al trono —dicho esto, le dio la espalda—. Disfruta de tu estancia en una celda, porque será la última vez que estés en este palacio. Si pierdes el juicio, me aseguraré de que no vuelvas a ocupar ningún cargo aquí —y tras esas palabras, avanzó hacia la prisión de máxima seguridad, escuchando cómo ella gritaba a sus espaldas que no podía hacer eso, que él no era nadie en ese reino y que ella era una consejera y la única preocupada por las mujeres de ese país.
Sucia hipócrita. Si realmente tuviera el menor interés en defender a las mujeres, no habría encerrado a Shion y las demás en aquella celda sin ningún tipo de prueba aparte de la palabra de un hombre que, en esos momentos, no valía nada. Tal vez si no hubiera tocado a Naruto se habría tenido en cuenta lo que decía, aunque tampoco habría tenido mucho valor sin nada más que respaldara las acusaciones… pero no importaba. Mizuki era ahora un criminal y estaba convencido de que en el juicio sería condenado a muerte.
Llamó fuertemente a la puerta y Lee le dejó pasar.
—¿Cómo se ha portado? —le preguntó.
—Muy callado, alteza —respondió el soldado.
Sasuke entrecerró los ojos. Eso quería decir que había estado maquinando un modo de salirse con la suya.
—¿No ha presentado ninguna queja o exigencia?
—No, nada. Solo le he oído quejarse un poco cuando ha despertado, pero después de eso, no he escuchado nada más.
Llegaron a la celda de Mizuki y Lee le abrió la puerta. Sasuke penetró en la oscura celda con una antorcha para poder ver bien el interior, encontrando a Mizuki en el fondo de la estancia, sentado en el suelo con la cabeza gacha; su rostro aún estaba manchado de sangre seca, aunque parecía habérsela limpiado un poco con la mano y los pantalones, llevaba el cabello desarreglado y enredado, y no le habían dado una camisa con la que cubrir su torso, por lo que detectó con sorpresa la reciente quemadura que tenía en el brazo, como si unos dedos le hubieran provocado la herida… que era sospechosamente parecida a la que tenía en el rostro con forma de mano. Una idea cruzó su mente y su rostro se ensombreció al pensar en ella.
Eso explicaría muchas cosas.
Al verlo, Mizuki, puso cara de susto e inocencia y se levantó.
—Alteza, yo…
—¿En serio? —gruñó él—. ¿Vas a soltarme una estúpida excusa como la de que Naruto quería pero que se desmayó por tu gran destreza sexual?, ¿igual que Orochimaru? Te creía más inteligente que eso, Mizuki, dados todos los problemas que nos has estado causando.
El rostro del consejero se transformó y esbozó una sonrisa cruel.
—Vaya, y yo que pensaba que eras mucho músculo y poco cerebro.
Sasuke apretó los dientes. Ahí estaba, su confirmación.
—Fuiste tú —lo acusó—. El afrodisíaco, el sicario, lo de las sacerdotisas… Todo este tiempo has sido tú.
La sonrisa de Mizuki se amplió.
—No está mal, Uchiha, pero no has acertado todo.
¿Qué? ¿Todavía había más?
—¿Qué has hecho, desgraciado?
—¿Quién crees que animó a Orochimaru a proponer la caza de los zorros?
Sasuke sintió que su sangre bullía.
—¿Fuiste tú?
—Fui yo.
—¿Y por qué? ¿Qué ganabas con eso?
Mizuki lo fulminó con los ojos.
—Quería hacer daño a Naruto. Él nunca había mostrado el menor interés en ningún varón, así que no me preocupaba que fuera a acostarse contigo hasta vuestra noche de bodas… pero te subestimé. —Hizo una pausa en la que lo observó con los ojos entrecerrados—. En realidad, ese ha sido mi mayor error, subestimarte.
—No me irás a decir que estás enamorado de él, ¿verdad? —rezongó Sasuke. No sabía lo que haría si tenía las narices de decir que sí; puede que supiera muy poco sobre el amor, pero sabía que alguien que quería a otra persona no le hacía daño. Gaara pudo haberle caído como el culo, sin embargo, jamás había tenido intención de herir a Naruto, por muchos errores que hubiera cometido… y mucho menos había tratado nada como esto.
Mizuki volvió a asesinarlo con los ojos.
—Él es mío. Merezco una compensación después de todo lo que me han hecho los Namikaze.
—¿Y qué se supone que te han hecho?
—¡Quitarme la corona! —rugió Mizuki, poniéndose en pie—. ¡Mi madre era la amante a la que Jiraiya más ansiaba, pero ella no se acostó con él hasta que le prometió que se casaría con ella y la haría su reina!
Sasuke hizo una mueca, en absoluto amedrentado por el estallido de rabia del otro hombre, al contrario, estaba deseando que lo atacara para poder reventarle la cara otra vez.
—Si tu madre era la mitad de inteligente que tú, habría sabido que no podría fiarse de un hombre como él.
—Te equivocas —replicó Mizuki, mirándolo con ira—. Jiraiya se prometió con ella… pero, entonces, conoció a Tsunade —dijo su nombre con desprecio, casi escupiendo— y ella lo engañó con sus tetas grandes. ¡Abandonó a mi madre por ella!
Eso no era lo que Sasuke tenía entendido. A juzgar por las conversaciones que había tenido con la reina y Naruto, fue Jiraiya quien estuvo detrás de Tsunade como un perrito faldero rogando por unas migajas de… “afecto”, por así decirlo; pero ella era una mujer muy fuerte y se negaba en redondo a acostarse con un hombre que pertenecía a un reino de leyes machistas e injustas, que probablemente la trataría como si solo fuera un objeto de placer. Así que el rey del Fuego se las ingenió para lograr que los prometieran, aunque a cambio, tuvo que hacer muchas concesiones, entre ellas, darle la mitad del poder a Tsunade, lo que propició que ella empezara a cambiar la mentalidad del reino, lo cual le resultó relativamente sencillo porque dio muchos derechos a los ciudadanos, de ahí que el pueblo actual, a lo largo de tres generaciones, se sintiera más unido a la familia real que al resto de la nobleza.
Por supuesto, Tsunade no estuvo de acuerdo con casarse con él, al menos, no al principio, pero conforme fue conociendo a Jiraiya, se dio cuenta de que, aparte de que no parecía tener el menor control sobre sus genitales, era un buen hombre que estaba dispuesto a cambiar su reino con su ayuda, pues él hacía tiempo que no estaba de acuerdo con la política de sus antepasados, de hecho, había tenido fuertes broncas con su padre a causa de eso. Además, se convirtió en su amigo, en el que le ayudó a superar la muerte de Dan, el hombre al que realmente había amado y que murió cuando eran más jóvenes, durante un ataque en el que intentaron secuestrarla, de modo que, al final, terminó cediendo.
Ninguno de los dos había estado enamorado, pero no por ello no hubo un fuerte vínculo de amistad y afecto entre ellos.
—Él fue quien propuso matrimonio a Tsunade —dijo Sasuke con tranquilidad.
—¡Esa puta lo engañó para ser reina! —maldijo Mizuki, fuera de control por primera vez—. Y luego, tuvieron a Minato, un idiota santurrón que creía que podía hacer que todo el mundo fuera feliz y que tenía una maravillosa relación con todos los hijos bastardos de nuestro padre —escupió con una mueca de asco—. Todavía recuerdo cómo iba detrás de Kakashi cuando era niño, cómo lo adoraba… y cómo lo adoraban todos.
—¿Es eso, Mizuki? ¿Te daba envidia? —se burló Sasuke.
El hombre resopló, enrabiado.
—Esos necios renunciaron a su derecho al trono por ese idiota. Yo era más adecuado, yo habría hecho que el Reino del Fuego fuera el más grande de todos, pero a Minato solo le interesaba la paz y la prosperidad del pueblo.
—Porque eso es más que suficiente —afirmó Sasuke con convicción—. ¿Qué diablos esperas, Mizuki? ¿Una guerra?, ¿conquistar otros reinos? ¿Qué ganarías con eso?
Los ojos de Mizuki eran malvados mientras decía:
—Respeto. Reconocimiento.
Sasuke entrecerró los ojos.
—Miedo es lo que habrías conseguido, tanto en este reino como en los otros.
—Es lo mismo.
—No, no lo es. Si hubieras sido rey y hubieras hecho todo eso que dices, el mundo se habría vuelto contra ti, tanto los extranjeros como tu propio pueblo. Habrías muerto muy joven.
—Habría matado a todo aquel que lo hubiera intentado.
—No tienes madera de guerrero, Mizuki —rio Sasuke con malicia—, si fuera así, no tendrías que estar atacando por la espalda como la vil rata que eres.
Mizuki hizo amago de ir a por él y el Uchiha se colocó en posición defensiva, tensando los músculos, separando las piernas y levantando los puños. Al ver lo grande que era, el otro hombre se detuvo, lo pensó mejor y retrocedió, haciendo que Sasuke sonriera.
—¿Lo ves? No eres más que un cobarde.
El consejero apretó los labios.
—Solo espera, Uchiha. Algún día, tú estarás encadenado en una sucia celda y haré que veas cómo hago gritar a tu lindo creador.
Sin pensárselo dos veces, Sasuke lo cogió del cuello con dedos firmes y lo empotró contra la pared de un fuerte golpe que hizo gemir a Mizuki. Sus negros ojos ardían de rabia, dejando ver sus ansias de venganza, la sed de sangre.
—Jamás tocarás de nuevo a Naruto —juró—. No vivirás lo suficiente, no tienes modo de salir de aquí ni tampoco hay forma humana de que me separe de él después de lo que has hecho… y aunque yo no esté, ¿sabes qué creo? —Le apretó con más fuerza del cuello—. Creo que mi esposo tiene más huevos que tú, y que te dejaría otra bonita cicatriz… como la que tienes en la cara. —Tembló de rabia, porque sentía que sus sospechas eran ciertas—. Fue la que te hizo cuando intentaste violarlo la primera vez, ¿verdad? Le seguiste hasta el Bosque Sagrado porque no había nadie y le atacaste, ¿no es así?, pero él se defendió y te dejó esa marca, la misma que tienes en tu brazo. Por eso te echaron los hombres zorro, ¿verdad? ¡¿Verdad?!
Mizuki boqueó, buscando aire desesperadamente y arañando los brazos de Sasuke, cuya sangre ardía de tanta rabia que ni siquiera le dolía. La idea de que Naruto ya hubiera pasado por eso era lo que realmente le traumatizaba; a sus ojos, su rubio no era un niño precisamente, pero sí bastante joven para sufrir una experiencia así y le aterraba pensar a qué edad había ocurrido. Porque conociendo a la rata cobarde de Mizuki, estaba casi convencido de que lo habría hecho siendo pequeño, lo bastante mayor como para que se quedara embarazado, pero aún más joven, tal vez con unos trece o catorce años…
Eso le dolía. Mucho.
Y lo enfurecía a la vez.
Ahora tenía a ese hijo de puta en sus manos y Lee estaba fuera, podría matarlo sin hacer el menor ruido, dejar que tuviera una muerte condenadamente lenta y muy, muy dolorosa, ver cómo su rostro pasaría del rojo al azul, cómo sus piernas patalearían inútilmente, escuchar sus jadeos ahogados en busca de aire… Jamás había deseado tanto matar a nadie. Creía que había odiado a muchas personas en su vida, en su gran mayoría enemigos, incluso había creído odiar a su padre (primero por abandonarlo de niño tras la muerte de su madre y luego por no aceptar que se fuera al mar), pero ahora se daba cuenta de que no conocía esa emoción… hasta ahora. Era como una especie de fuego líquido y nocivo que corría por su sangre y se extendía por todo su cuerpo, como cuando un incendio arrasa el bosque. Y el único modo de detenerlo era acabar con el que lo había provocado.
Apretó todavía más la garganta de Mizuki, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera en ese cabrón abalanzándose sobre un pequeño Naruto… Sin embargo, unos golpes en la puerta lo sobresaltaron y soltó a la sabandija, que cayó torpemente al suelo mientras cogía aire con un jadeo desesperado.
—¿Todo bien, alteza? —le preguntó Lee.
Sasuke gruñó:
—Ningún problema. Salgo en cinco minutos.
El soldado no respondió, lo que quiso decir que le daba algo más de tiempo con Mizuki. Se sintió tentado a terminar lo que había empezado pero, en el fondo, sabía que sería un error. Iba a ser rey y tenía que ser un ejemplo para su pueblo, algo que no lograría si asesinaba a un prisionero en privado, como un asesino que opera en las sombras. No, por mucho que quisiera acabar con él, lo correcto era cumplir las leyes y permitir que tuviera un juicio. De todos modos, estaba convencido de que no lo superaría, tanto él como Naruto y varios soldados habían visto lo que Mizuki trataba de hacer.
Tarde o temprano, moriría bajo el filo de su espada.
Se agachó junto a Mizuki y le cogió del pelo con fuerza, echando su cabeza hacia atrás para que lo mirara a la cara.
—Por hoy hemos terminado, bastardo. —El hombre le lanzó una mirada llena de odio al escuchar el insulto—. Pero esto no ha acabado. Sé que tienes información sobre los creadores y vas a decirme cómo la has conseguido.
—Que te jodan.
Sasuke esbozó una media sonrisa perversa.
—Oh, te aseguro que Naruto se encargará de eso, es muy sexual y le encanta jugar con mi polla. —Se regodeó al ver la expresión de absoluta rabia en su rostro—. Y te juro que acabarás dándome esa información, porque si no lo haces, me aseguraré de hacer tu estancia en esta celda un absoluto infierno. No habrá día en el que no te rompa un hueso, te desgarre un músculo o te corte algo. Tal vez debería empezar por tu pequeña polla.
—No te daré nada —se envaró Mizuki, esta vez, sonriéndole con maldad—. Antes de que acabe el día, yo saldré de aquí y me iré, muy lejos, a un sitio donde no podrás encontrarme… y cuando vuelva, te prometo que Naruto y este reino serán míos.
El Uchiha negó con la cabeza.
—No conseguirás nada de nada. Dentro de tres meses, perderás el juicio y yo mismo te cortaré la cabeza. Depende de ti que ese tiempo sea más o menos doloroso para ti —dicho esto, lo soltó con brusquedad y lo dejó allí tirado.
No le preocupaba mucho que escapara, esa celda era una trampa de piedra sólida imposible de excavar, sin aperturas de ningún tipo, con una puerta de hierro forjado pesada con cerradura y una barra pesada que la mantenía cerrada desde fuera. El único modo sería obtener ayuda desde el exterior, pero Lee y Gai custodiaban la puerta y él mejor que nadie sabía lo buenos que eran en el cuerpo a cuerpo, hasta él tendría muchas dificultades para vencer a cualquiera de los dos, y dudaba mucho que Mizuki tuviera a alguien tan diestro en combate como para que pudiera plantarles cara.
Salió de la celda y se encontró con la mirada interrogante de Lee.
—¿Se encuentra bien, alteza?
—… No —admitió.
El soldado palideció.
—¿Ha sido él quien estuvo detrás de todos los incidentes?
—Sí, y también ha admitido que fue él quien propuso la cacería de los zorros en primer lugar.
—Maldito… —murmuró Lee.
—¿Hay algún modo de que pueda escapar de aquí? —preguntó Sasuke, solo por si acaso.
Lee frunció el ceño.
—Tendría que ser un asalto en grupo, alteza y, aun así, tendrían que estar muy bien preparados. No dejamos entrar en palacio a cualquiera, menos todavía en verano, cuando nuestro país permanece aislado, y aunque lo intentaran a escondidas, sería muy difícil pasar tan desapercibido hasta aquí y derribar ambas puertas sin que nadie escuche nada. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Por qué? ¿Ha dicho algo?
—Parece convencido de que saldrá de aquí antes de que acabe el día —dijo, pensativo, mientras observaba con detenimiento la prisión—. No creo que pase nada pero, por si acaso, estad atentos tu padre y tú, Lee. Si algo he aprendido de esa rata es a no dar nada por sentado.
—Estaremos atentos —asintió Lee.
Después de eso, Sasuke regresó a sus aposentos, sintiéndose más tranquilo al ver a Naruto sano y salvo en su cama, hecho un ovillo bajo las livianas sábanas y abrazado a uno de los cojines. Sonrió un poco y se desvistió en silencio, quedándose en ropa interior, antes de subirse al colchón y abrazar a su prometido por la espalda, besándolo en la cabeza con cariño.
—Mmm… ¿Sasuke? —murmuró este, abriendo un poco sus soñolientos ojitos.
Este esbozó una arrepentida sonrisa.
—Perdona, no quería despertarte.
El rubio negó con la cabeza y cogió su brazo para entrelazar sus dedos. Sasuke no opuso resistencia y se acomodó un poco más en su espalda, apoyando la cabeza en el hueco de su cuello.
—¿Dónde estabas? —le preguntó.
Esta vez, se tensó un poco. No quería hablarle de Mizuki, no ahora que parecía estar mucho más tranquilo que anoche.
—En el baño —mintió. No le gustó hacerlo, pero lo que más necesitaba Naruto en esos momentos era reposo, recuperar sus fuerzas y sentirse seguro y a salvo. Y él, como su marido, le brindaría cualquier cosa que necesitara por su bien, aunque tuviera que encubrirlo.
Por desgracia, su mentira no duró mucho tiempo, ya que el rubio había percibido la ligera tensión de su cuerpo.
—Has ido a ver a Mizuki —adivinó, abriendo los ojos del todo y dándose la vuelta para enfrentar la mirada culpable de Sasuke—. No es necesario que me mientas.
—Tampoco que hablemos de esto ahora —dijo, acariciando su rostro—, necesitas reponerte.
—Quiero saber qué ha dicho.
—Naruto…
—Por favor.
Sabiendo que su esposo era tan cabezota que no dejaría de insistir hasta que le dijera lo que había averiguado, se resignó y le dijo que Mizuki había sido la persona que había estado detrás del afrodisíaco que pusieron en su habitación, del sicario que fue contratado para secuestrarle, del rapto de las sacerdotisas y que fue también quien propuso a Orochimaru que pidiera una caza de zorros para hacerle daño. Eso sorprendió a Naruto, que tampoco había considerado a Mizuki como sospechoso de tantos incidentes, pensó que no se atrevería a llegar tan lejos después de lo que ocurrió en el Bosque Sagrado años atrás… aunque, después de su intento de anoche, no debería estar tan impactado.
—Ya veo. Fue muy cuidadoso de no exponerse como sospechoso.
—Me jode no haber pensado en él en absoluto —reconoció Sasuke.
—Yo tampoco lo vi venir, Sasuke. No te eches la culpa —dijo, dándole un beso en la mejilla que hizo que el varón sonriera un poco y lo abrazara, estrechándolo un poco más contra sí. Él también curvó los labios hacia arriba por su gesto cariñoso y se dejó mimar—. ¿Dijo algo más? —Al ver que no contestaba inmediatamente, supo que así era y que no le gustaba la idea de decírselo. Suspiró—. Dime qué es, Sasuke. Puedo soportarlo.
—… No es que me lo dijera… Más bien lo intuí yo.
—¿Qué es?
—… Sé por qué los hombres zorro lo echaron del Bosque Sagrado.
Esta vez, fue el turno de Naruto de tensarse y palidecer. El recuerdo del miedo que sintió entonces hizo que se encogiera un poco; pese a que lo había superado hacía tiempo, el reciente intento de violación por parte de Mizuki en un momento donde él había sido tan vulnerable le hizo revivir esa desagradable sensación de estar indefenso y a merced de algo que no era capaz de controlar.
Sasuke se dio cuenta de su reacción y lo abrazó con más fuerza.
—No tenemos que hablar de esto, no tienes que contarme nada. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre —dijo, besándolo en la cabeza.
Naruto cerró los ojos, odiando el sentimiento de impotencia que lo invadía. Se sentía tan mal porque Sasuke siempre estuviera defendiéndole y protegiéndole, porque siempre le estuviera consolando y cuidando. Él no era débil, había aprendido a las malas que debía ser fuerte si quería sobrevivir el tiempo suficiente para poder gobernar a su pueblo y librarlo del oscuro futuro que presagiaban los consejeros… pero era tan difícil, todo era tan complicado. Era un creador, un equivalente de mujer con cuerpo masculino, por lo que no había tenido el menor poder para hacer prácticamente nada, ni mucho menos el respeto de la mayoría de la nobleza, así que había pasado casi una década resignado, mirando con tristeza cómo el Consejo destruía poco a poco lo que sus abuelos y sus padres habían tardado tanto tiempo en construir. Ni siquiera se había atrevido a usar los poderes otorgados por Kurama para hacer que se cumpliera su voluntad, después de todo, ¿qué habría hecho? ¿Amenazar a la aristocracia al completo con quemarlos vivos? No habría podido hacerlo, aparte de que no le estaba permitido matar, un reino sin una próspera clase nobiliaria no habría sobrevivido mucho tiempo y, si les hubiera dejado vivir, se habrían confabulado contra él y su abuela junto a otros países para sumergirlos en una guerra que no habrían ganado. Y, aunque hubiera sobrevivido, habría tenido que exiliarse, y ya no quedaban creadores que pudieran respaldarle y prestarle ayuda, en cuanto alguien se hubiese dado cuenta de su condición, lo habrían apresado y convertido en un juguete sexual.
Era tan injusto. Por eso le dolía tanto que Sasuke tuviera que cargar con todo, ya tenía bastante con tener que familiarizarse con su reino como para además andar preocupado por él, por cuidarlo cuando había estado enfermo, por encontrar a las sacerdotisas, por ocuparse de Mizuki… y mientras tanto, él apenas tenía fuerzas para levantarse.
Era una mierda, una jodida mierda. Lo último que deseaba era ser una carga para él pero, en esos momentos, poco podía hacer, como siempre.
Al menos, le debía una explicación.
—… Yo tenía doce años —dijo finalmente.
Sasuke se sobresaltó un poco. No había esperado que fuera a hablar de eso.
—Naruto, no —musitó, haciéndole saber que no era necesario.
Sin embargo, Naruto siguió hablando.
—En esa época, yo estaba empezando a aprender algunas de las cosas que tenía que saber para cuando fuera rey. No es que Koharu me fuera de gran ayuda, pero mi abuela me llevaba con ella a veces en secreto para que viera cómo eran las reuniones y cómo se hacían tratados, cosas así. —Hizo una pausa—. Apenas había comprendido que era un creador; ya sabía de la existencia de Kurogane y los hombres zorro, pero no sabía entonces qué era realmente y, en ese tiempo, lo estaba entendiendo. Fue una época muy confusa por toda la información que tenía que digerir en ambas partes, como heredero y como creador.
—Entiendo —asintió Sasuke, acariciando su espalda.
—Entonces no conocía muy bien a Mizuki. Sabía el cargo que ocupaba y también había oído que era otro de mis tíos, pero él nunca había sido próximo a mi familia, así que simplemente era un consejero para mí. —Hizo una larga pausa, como si dudara de cómo continuar, pero él no le presionó, dejó que se tomara su tiempo mientras seguía dedicándole suaves caricias que trataban de consolarlo—. Un día, cuando iba a reunirme con Kurogane para mi entrenamiento, Mizuki se abalanzó sobre mí. Estaba escondido y no lo vi venir hasta que me golpeó por detrás, dejándome aturdido. Para cuando logré recuperarme un poco… ya me había arrancado la ropa. —Su voz tembló un poco y Sasuke lo estrechó más fuerte contra sí.
—Tranquilo, no pasa nada —musitó.
Naruto tragó saliva y continuó:
—Me abrió las piernas con las rodillas y me cogió de las muñecas con una mano. Durante unos segundos, no pude reaccionar, no era capaz de entender que eso me estaba pasando y mucho menos comprender por qué Mizuki hacía eso, yo creía que todos los hermanos de mi padre renunciaron a su derecho al trono. Entonces… él me tocó y yo por fin pude reaccionar; me zafé de su agarre y le quemé la cara.
Sasuke le acarició los mechones de cabello.
—Lo hiciste muy bien, Naruto, fuiste muy valiente.
—Estaba muerto de miedo. Suerte que Kurogane apareció al ver que tardaba y que echó a Mizuki.
—Me sorprende que no lo matara.
—Llevaba sangre real y no llegó a hacerme daño, solo le perdonó la vida por eso, pero ya no le permitió volver a entrar al Bosque Sagrado. Siempre que se acercaba, había algún hombre zorro esperando a que traspasara el territorio para matarlo. No lo hizo nunca.
—Es listo, aunque no entiendo por qué propuso la cacería de zorros habiendo conocido personalmente a Kurogane.
—Los hombres zorro no han salido de su bosque durante mucho tiempo, tal vez pensó que había una barrera mágica que les impedía salir —dijo poniendo los ojos en blanco.
Sasuke esbozó una pequeña sonrisa, aliviado por ver que ya no estaba tan afectado como antes.
—Bueno, en tres meses podremos olvidarnos de él. Mientras tanto, nos centraremos en ti y en evitar que vuelvas a ponerte tan enfermo.
Naruto le lanzó una mirada arrepentida.
—Lamento que tengas que estar pendiente de mí.
El varón negó con la cabeza.
—Sabes que no es una molestia para mí.
El rubio dejó escapar un suspiro.
—Al menos, no será para siempre. A medida que mi cuerpo vaya creciendo y fortaleciéndose, podré acumular más energía sin debilitarme.
—¿Eso quiere decir que no necesitarás a las sacerdotisas? —le preguntó el Uchiha, un tanto sorprendido. Eso no se lo habían dicho.
—Las necesitaré cerca para darles parte de esa energía y que ellas la transmitan a las otras islas, pero no, no necesitaré que me ayuden tanto con el ritual, podré manejar todo ese poder por mi cuenta sin que sea peligroso para nadie.
—Eso es bueno. —En realidad, se alegraba mucho; la idea de tener que estar tres meses al año inquieto por el estado de Naruto lo había tenido algo acongojado, pero lo había aceptado, él haría lo que fuera para que estuviera sano y salvo.
Estuvieron un par de minutos en silencio, sin nada más que decir. Naruto había vuelto a cerrar los ojos y se limitaba a disfrutar del roce de sus dedos mientras él lo observaba con el corazón más tranquilo. La verdad era que no quería seguir hablando de Mizuki, ni de la enfermedad que le producía su ciclo, ni de nada que le pudiera causar más tensión que la que los dos ya habían tenido durante esos días; su prometido estaba seguro en su habitación y con la presencia de las sacerdotisas y la rata estaba en una celda de la que no escaparía. Su única preocupación en ese momento era procurar que el rubio se repusiera.
Y, hablando de eso, había amanecido y era hora de que lo alimentara.
—El sol ya ha salido, te traeré algo de comer.
Hizo amago de levantarse, pero Naruto lo cogió del brazo, deteniéndole, aunque no le miró a la cara, parecía avergonzado por algo.
—¿Podemos esperar un poco?
Sasuke lo analizó detenidamente, preguntándose el motivo por el que no quería desayunar todavía.
Pensándolo bien, su esposo acababa de contarle una experiencia que en su momento había sido traumática, y estaba seguro de que pasar por lo mismo la noche anterior habría sido un golpe muy duro para él. Sabía que Naruto lo superaría, otra persona en su lugar estaría deshecha en sollozos y temblando, pero él había sido capaz de hablar de lo que le sucedió y parecía estar bien… puede que lo único que necesitaba en esos momentos era no estar solo, estar con alguien que le reportara seguridad.
Y él se la daría.
—Claro —sonrió—. Siempre podemos llamar a un sirviente cuando quieras comer.
Naruto le sonrió con timidez, agradeciendo en silencio que le hubiera entendido, y le dio un pequeño beso en los labios que Sasuke correspondió con dulzura. Luego lo envolvió con los brazos y se tumbó a su lado, muy dispuesto a quedarse allí tanto tiempo como su rubio lo necesitara.


Sasuke sonrió contento al ver lo a gusto que comía Naruto. Era la hora de la cena y, como era costumbre, se habían reunido con Tsunade, Hiruzen y Sai para comer; Homura se había excusado diciendo que se sentía indispuesto, tal vez porque le había afectado la noticia de que dos de sus compañeros estuvieran encarcelados.
De hecho, era una noticia que había alterado a mucha gente, pero tampoco pudieron protestar al conocer los cargos de los que se les acusaba; Koharu había encerrado a tres mujeres que no habían hecho nada malo o, al menos, no había pruebas de ello, y Mizuki había osado tratar de violar al príncipe heredero cuando estaba débil por una enfermedad. Sencillamente, era imposible dejarlos en libertad hasta el día del juicio porque eran peligrosos para el reino; puede que Koharu no hubiera cometido un crimen tan atroz como el más joven de los consejeros, pero el abuso de poder seguía siendo algo grave y no se podía confiar en que no volviera a hacerlo hasta que hubieran aclarado todo el asunto en el juicio. Ahora, Tsunade se veía en la obligación de nombrar un nuevo Consejo provisional, ya que no podían estar tres meses ocupándose de asuntos importantes con solo dos personas, por lo que al día siguiente se reuniría con Naruto y Sasuke para hablar del tema y escoger dos miembros que suplieran los puestos de Mizuki y la anciana.
Por otra parte, Sai y sus hombres habían podido descansar al fin de su larga búsqueda de las sacerdotisas, puesto que la noche anterior Kiba fue a buscarlo a darle la buena noticia. Sin embargo, Sasuke, que se sentía un poco paranoico y sobreprotector con su prometido, les pidió que protegieran a las tres mujeres durante esos tres meses para asegurarse de que pudieran cumplir con el ritual que ayudaría a que Naruto estuviera a salvo de la intensa energía solar que absorbía.
Lo bueno era que, ahora que creía que tenía todos los flancos cubiertos, podía relajarse un poco y disfrutar viendo a su rubio devorando su plato como si no existiera el mañana. No le sorprendía mucho, la verdad, había pasado muchos días sin poder digerir bien cualquier tipo de alimento y era normal que hubiera estado hambriento todo el día, incluso ahora.
Al darse cuenta de que le estaba mirando, Naruto se detuvo un momento y se sonrojó por la vergüenza al darse cuenta de cómo estaba comiendo. Sasuke solo le sonrió con cariño y le colocó unos mechones de pelo detrás de la oreja, haciendo que la cara de su rubio ardiera. Dioses, era tan lindo…
Entonces, la puerta de la sala se abrió de repente y Lee entró a trompicones con el rostro empapado de sudor.
—Majestad… —murmuró antes de desplomarse.
—¡Lee! —exclamó Naruto, preocupado, antes de saltar de la silla para ir corriendo hacia él, siendo seguido por el resto. Colocó su cabeza sobre sus rodillas y Tsunade le limpió la cara con una servilleta.
—Lee, ¿qué te pasa? —preguntó Sasuke con una desagradable sensación en el estómago. Tenía un mal presentimiento.
Al oír su voz, el soldado se aferró a su brazo.
—Homura… ha liberado a Mizuki… —logró decir.
Todos se sobresaltaron, en absoluto esperando algo así.
—¿Qué? —murmuró Naruto.
—¿Cómo? —interrogó Sasuke, incapaz de creer que Homura hubiera podido hacerle siquiera un rasguño a Lee.
—Él… me pinchó con algo… una especie de paralizante, creo…
Bastardo hijo de puta. El muy cabrón había tenido un plan desde el principio, sabía que Homura había ido a visitarlo tanto a él como a Koharu esa mañana, cuando se había enterado de que habían sido encarcelados. Apostaba su título real a que había sido entonces cuando Mizuki le había dicho cómo neutralizar a Lee; si fue capaz de extraer esa miel que se utilizaba como afrodisíaco, no dudaba de que también supiera dónde conseguir cualquier otra substancia.
Su mente se puso a trabajar a toda velocidad para encontrar una solución.
—Lee, ¿hace cuánto de eso?
—Una hora… No he podido moverme hasta ahora… Lo siento…
Sasuke soltó una palabrota. Ese desgraciado ya estaría lejos de palacio, puede que hasta estuviera saliendo del reino…
No podía perder más tiempo.
—Majestad, permítame hacerme cargo de esto —le pidió a la reina.
Ella asintió sin vacilar.
—Concedido.
—Yo también le echaré una mano, alteza —dijo Hiruzen. Después de todo, él era el máximo supervisor del ejército y las fuerzas del orden.
—Cuenta conmigo también, primo —le brindó su apoyo Sai con seriedad.
—Hay que movilizar a todo el mundo y encontrarlo —ordenó Sasuke sin dudar—, y también poner a un grupo en barcos para que bloqueen la salida del puerto. También recorreremos las costas por si acaso ha huido por allí, son más discretas.
—Yo me encargo de la parte terrestre —se ofreció Hiruzen.
—Y yo y nuestros hombres podemos hacer lo del puerto —dijo Sai.
Sasuke asintió.
—Bien. Hiruzen, deme un par de guarniciones para que vaya a examinar las costas.
—Por supuesto.
El Uchiha se levantó e hizo amago de marcharse pero, en el último momento, intercambió una mirada con Naruto, indeciso sobre si dejarlo solo. Este, pese a que quería hacer algo por ayudar, era consciente de que no estaba en su mejor condición física y que no sería más que una molestia, por eso le dijo a Sasuke que se fuera con un asentimiento de cabeza, prometiéndole con los ojos que no se quedaría solo, que dejaría que hubiera guardias con él para que lo protegieran mientras se ocupaba de Lee, ya que era lo único útil que podía hacer en ese momento. Más tranquilo, el varón hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se fue rápidamente en busca de la rata de Mizuki.


Desafortunadamente, no lo encontraron. Gai y sus tropas recorrieron cada milímetro de la isla dos veces, lo cual les costó toda la noche, asegurando así que no se había escondido en ninguna casa ni tampoco en ningún bosque, hasta pidieron ayuda al clan Inuzuka para rastrearan su zona, que era la más frondosa y difícil de sondear, sin éxito; Sai y sus hombres del Reino del Hielo se dividieron en dos grupos, uno para navegar cerca de la entrada del puerto por si Mizuki escapaba por allí y otro que registró todos los barcos y dependencias del lugar por si estaba escondido, pero tampoco hallaron nada, y Sasuke, con ayuda de varias guarniciones de soldados, cabalgaron por las costas preguntando a los que vivían cerca y buscando señales sospechosas de que hubiera pasado por allí.
Fueron ellos los que hallaron inconsciente a Homura en una playa de piedras con una herida en la cabeza, así como vieron un rastro profundo que indicaba que habían arrastrado una barcaza hasta la orilla. Estaba claro que Mizuki había sido inteligente y había salido por el lugar más discreto posible, no sin antes atacar a Homura, aunque no supieron por qué hasta que este despertó a la mañana siguiente. Tal y como Sasuke había sospechado, al visitar a Mizuki el día anterior, este le había dicho que era inocente de los cargos y que no era más que un plan de la reina para destituir al Consejo y cambiarlo por miembros que estuvieran de su lado, de forma que ganara más poder. Así, Homura siguió sus instrucciones y encontró en su habitación una substancia paralizante que dejaría a Lee fuera de combate durante el tiempo suficiente como para poder escapar. Después de eso, el anciano había creído, por las palabras de Mizuki, que convocarían a todos los nobles para reclamar su inocencia y la de Koharu pero, cuando vio que iban a la costa, donde este tenía una barca escondida (al parecer la tenía allí por si acaso era atrapado en alguno de sus maquiavélicos planes), Homura empezó a sospechar que le había engañado y Mizuki lo noqueó para que tuviera la boca cerrada.
El consejero acabó en una celda junto a su compañera Koharu, acusado de cómplice por ayudar a escapar a un preso peligroso, y también con un par de golpes en la cara por parte de Sasuke, que en un ataque de rabia no había sido capaz de reprimirse. Él fue el que peor tomó la noticia de que Mizuki hubiera huido, ya que eso no solo planteaba que Naruto no estaba salvo, sino que también podía divulgar la información que tenía sobre los creadores.
Eso también preocupaba al rubio pero, por desgracia, poco pudieron hacer después de eso. Tsunade mandó a un par de tropas a buscarlo en los reinos próximos aun sabiendo que sería muy difícil encontrarlo, pero también ordenó que divulgaran la información sobre él: se le consideraba un criminal peligroso y ofrecían una generosa recompensa por aquel que lo devolviera al Reino del Fuego. Aparte de eso, no había mucho más que pudieran hacer.
Lee se recuperó en menos de dos días y regresó a su trabajo, sintiéndose culpable y disculpándose con su reina, con Naruto y con Sasuke por no haber podido impedir que Mizuki huyera, pero nadie estaba enfadado con él, ninguno de ellos había visto venir un ataque tan rastrero y nadie esperaba que Homura fuera a implicarse de ese modo.
Sin embargo, el hecho de que estuvieran los dos ancianos en la cárcel mientras que al tercero lo habían declarado un enemigo del reino, implicaba que el Consejo estaba destruido; todo el mundo sabía que no ganarían el juicio y serían destituidos de sus cargos de inmediato y probablemente enviados a la cárcel que se hallaba en otra de las islas del país, donde pasarían unos cuantos años por sus crímenes, los cuales, al no ser violentos, no implicaban la pena de muerte, pero tampoco los podían dejar salir hasta haber cumplido un mínimo de diez años y, aunque salieran después de ese tiempo, no se les volvería a dar ningún cargo que implicara poder político. Koharu pasaría los pocos años que sobreviviría en la cárcel indignada y alegando que había sido una injusticia lo que hicieron con ella, y Homura, sintiéndose humillado y poco dispuesto a ir a prisión, se colgaría en su celda el día anterior a su juicio.
Pero, en ese momento, la prioridad de la familia real fue crear un nuevo Consejo presidido por Hiruzen, y al que introdujeron a Shikaku Nara, el padre de Shikamaru, para sustituir a Homura en los temas de economía y comercio, a Shizune en el lugar de Koharu para representar los derechos de las mujeres y a Iruka para suplir a Mizuki en asuntos de educación y cultura. El objetivo fue, en efecto, hacer crecer el poder de los Namikaze entre la aristocracia y reimplantar la antigua ideología que reinó en ese país durante las últimas décadas: igualdad de sexos, educación para todos, etc. Por supuesto, esto no se pudo hacer hasta que pasaron los tres meses de verano y se celebraron los juicios pero, aun así, los nobles ya se hacían una idea de lo que ocurriría y no les hizo mucha gracia; tampoco es como si pudieran hacer nada, el Consejo era nombrado por la reina por ley y ellos no podían intervenir, eso estaba claro, y muchos no estaban de acuerdo con cómo habían actuado todos los consejeros, no hay que olvidar que todos habían cometido crímenes que ellos aborrecían, por muy retrógrados que fueran en su forma de pensar, solo unos pocos eran lo bastante radicales como para justificar el comportamiento de los cuatro. Además, lo que ocurrió en la cacería de los zorros los tenía muy preocupados y asustados, los pocos que se sintieron tentados a probar un golpe de estado rechazaron la idea por miedo a los hombres zorro que, sin duda alguna, sentían más simpatía por la familia real que por ellos.
Por otro lado, Sasuke y Naruto siguieron con su rutina habitual. Al principio, el varón estuvo muy enfadado por haber perdido a Mizuki, pero acabó dándose cuenta de que su ira no haría que lo recuperara, por lo que tuvo que resignarse y esperar a que alguien diera con él y lo trajera de vuelta, aunque algo le decía que esa rata sabría esconderse y que tardaría algún tiempo en volver a verlo. De modo que se concentró en Naruto, él todavía le necesitaba para sus ciclos y quería estar cerca por si necesitaba que volviera a cuidarlo. Afortunadamente, el creador no volvió a ponerse tan mal como la última vez durante los dos meses siguientes, aunque se abstuvo de hacer entrenamientos o cualquier cosa que requiriera mucho esfuerzo físico. Eso sí, se concentró mucho en planear junto a Sasuke, Tsunade y los nuevos consejeros los cambios que tenían planeados para su reino; puede que Mizuki siguiera siendo una amenaza, una menor ya que era muy difícil que regresara al Reino del Fuego sin ser reconocido por nadie, pero el antiguo Consejo había caído prácticamente gracias a él y eso le hacía feliz, estaba impaciente porque su país volviera a ser el mismo que recordaba de cuando era pequeño. Esa ilusión hizo que se recuperara del ataque y la enfermedad, así como recuperó confianza en sí mismo al estar ocupado planeando cómo cambiar poco a poco su reino; todavía le frustraba tener que depender tanto de Sasuke cuando tenía sus ciclos pero, al mismo tiempo, se dio cuenta de que empezaba a gustarle un poco demasiado que el varón le cuidara y estuviera tan pendiente de él.
Así, a mitad del tercer mes de verano, el Uchiha llevaba en brazos a su agotado rubio a sus aposentos, cuya puerta ya estaba arreglada, después de haber realizado el último ritual de esa época. No negaría que se sentía aliviado porque todo eso había acabado, estaba deseando que Naruto recuperara la vitalidad que tenía siempre y que no volviera a estar enfermo durante una larga temporada, no porque le molestara cuidarlo, sino porque quería dejar de estar tan preocupado. Mizuki no había dado señales de vida ni tampoco habían escuchado rumores extraños sobre los creadores que pudieran indicar que había estado difundiendo esa información, tal vez se la reservaba para sí mismo para ser el único que pudiera utilizar a Naruto para sus estúpidos propósitos. Eso le cabreaba, pero también era bueno que no hubiera nadie más que supiera de su ciclo, al menos, por ahora.
—Deja de fruncir el ceño, estoy bien —le dijo Naruto, poniendo los dedos sobre su frente para alisar las profundas arrugas que la surcaban siempre que pensaba en esa rata.
Esbozó una pequeña sonrisa divertida.
—Estás agotado.
—Bueno, vale, pero ya no estoy tan mal como antes.
—Estarías mejor si me dejaras llevar eso tan misterioso que te ha dado Kurogane —comentó, señalando el largo objeto envuelto en una tela oscura que Naruto aferraba con las manos como si fuera su mayor tesoro.
—No —replicó el rubio con contundencia, aunque a Sasuke le recordaba más a un niño que no quería compartir su juguete favorito. Le parecía muy gracioso.
—¿Ni siquiera vas a decirme qué es?
—Cuando lleguemos a mi cuarto.
Sasuke levantó una ceja, intrigado, y lo llevó sin dilación a sus aposentos. Tras dejarlo con cuidado en la cama, fue a cerrar la puerta con llave y luego regresó junto a su rubio, que se había puesto de rodillas sobre el colchón y dejado el objeto frente a él. Se sentó al otro lado de este y lo observó con curiosidad.
—¿Y bien? ¿Qué es?
Entonces, para su sorpresa, las mejillas de Naruto se sonrojaron.
—Un regalo de bodas.
Sasuke abrió la boca para decir algo, pero enmudeció al analizar bien sus palabras.
—¿Para mí? —preguntó, solo para estar seguro. El joven rubio asintió, mirando a otra parte por la repentina timidez que se había apoderado de él. A Sasuke le pareció muy tierno—. Naruto, no era necesario.
—Quería hacerlo —dijo este, observando nervioso sus manos—. Has hecho tanto por mí desde que llegaste, y sobre todo estos últimos meses, que quería hacer algo para ti.
Una oleada de calidez invadió el pecho de Sasuke. La verdad era que no recordaba la última vez que alguien le había hecho un regalo, probablemente habría sido su hermano Itachi antes de que se fuera al mar, ya que las mujeres que sus hombres le habían lanzado durante sus viajes no contaban. Este era un regalo hecho desde el corazón, con cariño.
—Gracias, Naruto —le dijo con sinceridad, besándolo en la frente—. Es todo un detalle.
Este se sintió un poco mejor al ver que no había metido la pata y le dedicó una gran sonrisa impaciente.
—Venga, ábrelo.
Sasuke lo hizo sin vacilar, sintiéndose emocionado y como un niño en su cumpleaños a la vez. Al desenvolver el objeto y quitarle la tela, se quedó con la boca abierta al ver una gran espada, con la vaina de cuero negro ribeteado de oro blanco y la empuñadura plateada con forma de alas de halcón, en cuyo pecho había un zafiro. Al sacar la espada, se sorprendió por lo ligera que era a pesar de su gran tamaño, así como el sutil y misterioso reflejo azul que desprendía cuando la luz de las antorchas incidía sobre su afilada hoja.
—Es preciosa —le dijo a Naruto—, gracias.
—Se llama Chidori —comentó este antes de coger sus dos manos y colocarlas sobre la empuñadura sin soltarlas—. Mira, deja tus manos sobre la empuñadura y no la sueltes. Ahora, cierra los ojos. —Sasuke no sabía de qué iba aquello, pero obedeció sin pensarlo dos veces—. Di su nombre.
—Chidori.
De repente, sintió un extraño hormigueo en las palmas de sus manos y una poderosa sensación lo invadió. Resultaba difícil de definir, era como si hubiese percibido el flujo mismo de la vida infiltrándose en la espada, la cual, no supo cómo, le transmitió las ansias de ser empleada para el combate, su deseo de luchar y derrotar a sus enemigos.
Estuvo a punto de soltarla por la impresión, pero Naruto tenía sus manos sobre las suyas y lo impidió.
—No te asustes.
—¿Qué es esto?
Naruto le sonrió.
—Es una espada forjada con el fuego sagrado de Kurama, hecha por el mismo Kurogane. Es como Rasengan, tiene su propia voluntad. —Le acarició el dorso de las manos con el pulgar—. Sé que al principio es un poco impactante, pero te acostumbrarás y aprenderás a conectar con ella.
Sasuke no pudo sentirse menos que impresionado. Naruto no le había regalado una espada normal y corriente, sino una hecha por los hombres zorro y con el fuego de un dios, había muy pocas en todo el mundo que fueran tan especiales.
Con mucho cuidado, envainó a Chidori, prometiéndole en silencio que mañana la dejaría combatir con Lee, la dejó apoyada en el suelo junto a la cama y luego, sin previo aviso, se abalanzó sobre su prometido para tirarlo al colchón y besarlo apasionadamente en los labios. Notó cómo este abría la boca para él, dejando que su lengua se adentrara en ella para hacerle el amor, marcando su interior y sometiendo la suya a base de embestidas expertas y eróticas, provocando que este soltara un gemido suave y se aferrara a sus hombros.
—Sasuke… —murmuró su sexy esposo contra sus labios cuando se separó un poco para observar su rostro. Tenía las mejillas sonrojadas y los ojos nublados por la lujuria. Era tan hermoso…
—Si no necesitaras descansar —dijo, rozando su boca con la suya, dándole algún que otro beso breve y húmedo mientras hablaba—, te ataría a la cama… lamería tu cuerpo de arriba abajo… te follaría con mis dedos y mi lengua… y luego te haría el amor una y otra vez…
Sonrió un poco al ver sentir cómo Naruto se estremecía bajo él, sin duda alguna excitado por la idea.
—Aunque me guste la idea, seguiría estando en mi ciclo fértil —dijo, muy sonrojado.
Él ensanchó su sonrisa.
—Me arriesgaría. —Al ver que su rubio abría los ojos como platos, curvó con labios con un poco de arrogancia—. ¿Qué? No me negarás que un bebé nuestro sería una monada.
—Creía… que tú no…
Sasuke se encogió de hombros.
—Últimamente ya no me preocupa tanto como antes, no sabiendo que tú estarás conmigo. —Además, la imagen de su hijo en brazos de su esposo lo llenaba de una extraña felicidad—. No te estoy diciendo que tengamos hijos ahora mismo, esperaré hasta que estés preparado para ello o hasta que los dos consideremos que es el momento. Pero si por cualquier razón te quedas embarazado antes, quiero que sepas que no debes tener miedo por mí, yo nunca, nunca, te echaría la culpa o te repudiaría por eso. Sé que amaré a nuestro hijo, estaré acojonado como el infierno cuando te quedes embarazado y venga el bebé, pero puedes estar seguro de que lo querré.
Vio la emoción en los ojos azules de Naruto y supo que había tocado un tema que lo había tenido un poco preocupado, pero que ahora lo había aliviado.
—Gracias, Sasuke. Es lo más bonito que podrías haberme dicho. —Lo abrazó con fuerza y él se dejó hacer sin problemas, devolviéndole el gesto con cariño. —Aún no me siento preparado para tener un hijo, pero te lo haré saber cuando lo esté.
—Tómate tu tiempo —le dijo, besándolo en la mejilla y después sonriendo con malicia—, pero mientras tanto, te comeré a besos —y tras decir esto, le mordió la oreja con afán juguetón, haciéndole reír.
Estuvieron jugando y besándose un rato hasta que Sasuke consideró que era hora de que Naruto descansara; habían hecho el último ritual esa noche y mañana tenían que seguir haciendo planes para cambiar el país, pues el otoño estaba a la vuelta de la esquina. En poco tiempo, su rubio se quedó plácidamente dormido en sus brazos con una pequeña sonrisa en los labios que, a la vez, le hacía sonreír a él. Todavía estaba emocionado por el regalo que le había hecho Naruto, le había hecho sentir como si fuera alguien realmente especial y quería que este sintiera lo mismo. Se preguntó qué podría regalarle por su boda, no quería que fuera algo normal que pudiera conseguir fácilmente, después de todo, el rubio le había dado una espada prácticamente hecha por dioses y no merecía menos que eso, pero era difícil pensar en algo que le pudiera hacer mucha ilusión, pues era tan desinteresado que lo único que sabía que quería realmente era el bienestar de su pueblo.
Le dio vueltas durante mucho rato, frustrado porque no se le ocurría nada material que pudiera gustarle… y, entonces, le vino a la cabeza una cosa.
Claro, eso le encantaría. Necesitaría muchos preparativos y actuar con discreción, pero todo el esfuerzo valdría la pena con tal de hacerlo feliz.


—¿Vas a decirme ya a qué viene esto? —preguntó Naruto, que tenía los ojos vendados mientras cabalgaba junto a Sasuke.
—Te lo he dicho —dijo este. No podía verlo, pero sabía que tenía una enorme sonrisa divertida en la cara por su tono de voz.
—Decir que es una sorpresa no me vale, Sasuke.
—Pues lo siento, pero es lo único que tendrás.
El rubio resopló. Habían pasado un par de semanas desde el último ritual, lo que quería decir que los primeros días de otoño habían llegado al fin junto a temperaturas más frescas en comparación con las sofocantes que habían tenido en los meses anteriores, así como las primeras lluvias, que solo hacían acto de presencia por las noches, pero que siempre eran portadoras de buenas noticias ya que eso quería decir que los pozos volverían a llenarse y que los cultivos estarían a salvo.
Sin embargo, también habían sido días ajetreados, pues lo primero que tuvieron que hacer fue realizar el juicio de Koharu, ya que Homura se suicidó el día anterior al suyo, mientras que ella había sido enviada a la cárcel, donde pasaría doce años, aunque muchos estaban seguros de que no viviría tanto. Por otro lado, también habían tenido que hacer oficial el nuevo Consejo, y después una revisión completa de las pérdidas y ganancias durante esos meses; la buena noticia es que ese año las cosechas habían estado a salvo y habían dado muchos frutos, tal vez gracias a la fertilidad que él mismo había entregado y también al trabajo de los agricultores, no habían sufrido ninguna sequía y nadie había muerto de las fiebres que había en esa época, salvo algunos ancianos que eran demasiado mayores para aguantar, pero al final, los resultados de ese trimestre eran bastante buenos.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el olor a sal inundó sus fosas nasales.
—¿Estamos en el puerto?
Escuchó que Sasuke maldecía. ¡Ja!, ¿quién ríe ahora?
—¿Cómo lo has sabido?
—Huelo a sal.
—Error mío. No importa, ya estamos muy cerca.
Naruto estuvo tentado de volver a preguntarle por qué estaban allí, pero sabía que no obtendría ninguna respuesta, así que se apoyó en su pecho mientras seguían avanzando y se limitó a esperar.
Por fin, Sasuke detuvo su caballo y lo ayudó a bajar. Después, lo cogió de la mano y lo guio hasta alguna parte donde lo detuvo, quitándole la venda por fin. Frunció el ceño al encontrarse frente a una embarcación mediana, la suficiente para viajes largos pero que no tuviera que llevar mucha gente ni tampoco demasiada mercancía.
—¿Qué es esto?
—Tu regalo de bodas.
Al oír eso, el rubio se sobresaltó y miró confundido a Sasuke.
—¿Me estás regalando un barco?
El hombre soltó una risilla y negó con la cabeza.
—No. Nos vamos de viaje.
Naruto pudo jurar que su corazón se detuvo durante un segundo antes de echar a latir con fuerza.
—¿Viaje? ¿Cómo que de viaje? —No quería hacerse falsas esperanzas.
Sasuke le dedicó una pequeña sonrisa.
—Dijiste que a veces te gustaría coger un barco e irte lejos de aquí. No puedo llevarte de aventuras conmigo y mostrarte los lugares donde he estado por mucho que me gustaría que vivieras las cosas que yo llegué a experimentar, pero sí puedo llevarte a conocer mi reino.
El creador abrió los ojos como platos.
—¿Voy a ir al Reino del Hielo?
Su marido asintió.
—Sí.
En ese instante, Naruto aulló de alegría y se lanzó a los brazos de Sasuke. No se lo podía creer, jamás había salido de su reino y era un sueño que pensó que nunca podría realizar salvo para alguna reunión o acto importante para reyes, pero ahora su prometido le estaba brindando la oportunidad de ir a un lugar que se le antojaba misterioso, desconocido y atrayente a partes iguales. Era el reino donde existía completa igualdad, un reino de supervivientes, de parajes nevados. Oh, dioses, ¡vería cómo era la nieve por primera vez!
Estaba tan excitado que no percibió la alegre sonrisa de Sasuke, quien estaba feliz por haberle dado un regalo digno de todas las cosas buenas que el rubio le había dado a él, no solo la espada, sino un hogar al que pertenecer, una amistad que atesorar y, de una forma u otra, un amor que corresponder.

2 comentarios:

  1. Me tienes enganchada de verdad, me encanta la historia

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    1. ¡Me alegro mucho! :D
      Ahora viene la segunda mitad del fanfic ^^ Espero que te guste tanto como hasta ahora ;)

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