domingo, 9 de diciembre de 2018

Night


Capítulo 7. Intrusos

—¡Vane! —gritó Night mientras se echaba al suelo y agarraba al humano. Lo apoyó contra su pecho para darle un mínimo de comodidad—. ¿Qué te pasa? ¿Qué hago?
El otro hombre rechinó los dientes a causa del dolor. Joder, dolía como el infierno, haciendo que retorciera las piernas y se sujetara el brazo como si eso pudiera ayudarlo de algún modo, pero se las ingenió para gemir:
—E… Ethan…
Nada más oír esas palabras, Bear alzó las orejas y salió disparado hacia la puerta. Night supuso que habría entendido la orden de Vane y que habría ido a buscar al médico, por lo que abrazó al macho y recostó su cabeza en su pecho.
—Aguanta, Vane. Eres un macho fuerte, aguanta.
—¡Vane!
Night alzó la cabeza y enseñó sus colmillos en actitud amenazadora, enroscándose en el cuerpo de Vane para protegerlo de cualquier ataque. Sin embargo, al reconocer a Max, los ocultó y le miró inquieto.
—Ayúdale, no sé qué le pasa.
Max, tras el susto inicial que le había dado Night, logró recomponerse e ir hacia su hermano. Al ver que se sostenía el brazo, soltó una palabrota y cogió su rostro entre sus manos.
—Eh, eh, eh, eh, tranquilo, ¿vale? Voy corriendo a buscar a Ethan y…
—¡Vane! —gritó el susodicho, que acababa de entrar corriendo en la estancia detrás de Bear, que se colocó fielmente al lado de su dueño.
Ethan se unió a los otros hombres, arrodillándose junto a Vane y abriendo un botiquín que había traído consigo. A pesar de que sus movimientos eran rápidos, su rostro era la viva imagen de la concentración y la seriedad, denotaba una fría calma que había adquirido tras años de experiencia ante ese tipo de situaciones.
—Aguanta, ya casi está —dijo mientras llenaba una jeringuilla de una sustancia.
Night odió ver cómo Ethan la clavaba en el hombro izquierdo de Vane, le hizo recordar las múltiples veces en que los técnicos entraban en su celda, le disparaban aquellos horribles sedantes que lo dejaban indefenso y lo trasladaban a una nueva jaula, donde le hacían pruebas. Sin embargo, se sintió un poco mejor al ver que el rostro del macho humano se relajaba hasta poner los ojos en blanco y cerrar los párpados. Su cuerpo se quedó laxo en sus brazos.
—Vamos a llevarlo a la habitación —dijo Ethan en voz baja.
Max hizo amago de coger a Vane, pero Night no lo permitió y lo cargó él mismo en brazos. Tanto el primero como Ethan se quedaron algo parados por ese gesto, pero poco después, uno se encogió de hombros y el doctor esbozó una diminuta sonrisa. El caso es que a Night no parecía costarle nada llevarlo, por lo que no intervinieron y le siguieron hasta la habitación de Vane, donde vieron que lo recostaba con mucho cuidado y lo arropaba. A ambos les parecía una imagen muy tierna.
—¿Qué le ha pasado? —les preguntó, sentándose en la cama junto a Vane.
Ethan apartó la mirada, mientras que Max se acercó a su hermano, contemplándolo con tristeza.
—Fue una mina.
Night frunció el ceño.
—¿Una mina?
—Una bomba bajo el suelo —respondió, sentándose junto a Vane y tocándole un hombro. El dolor en sus ojos no había desaparecido—. Trabajábamos en el ejército entonces, estábamos en una misión en territorio enemigo y… la bomba explotó cerca de Vane. Parte del impacto le alcanzó la mitad superior de su cuerpo, le dejó quemaduras y la metralla… trozos de metal se le quedaron clavados dentro, no pudieron sacárselos. Por eso no puede mover bien el brazo, si lo fuerza mucho, esos pedazos le tocan el hueso y lo dejan así —dicho esto, le frotó el brazo con cariño y se levantó—. No te preocupes por él, se pondrá bien.
—Dejémosle descansar —propuso Ethan.
Aun así, Night se resistía a dejar a Vane solo.
—Yo me quedo con él.
—Night, no es… —empezó el doctor, pero Max lo detuvo.
—Déjalo. Vamos a dormir.
Pese a que Ethan dudó un momento, al ver cómo Night parecía vigilar que Vane tuviera un sueño pacífico, asintió y siguió al Hagel fuera de la habitación, cerrando suavemente la puerta tras él. En cuanto estuvo a solas con Max, esbozó una sonrisa.
—Reconozco que esto es inesperado.
El otro hombre le miró con los ojos entrecerrados, aunque sus labios estaban ligeramente curvados hacia arriba.
—Eh, mi hermano es un gran partido.
—Yo no he dicho lo contrario, es solo que…
—Lo sé, no se me habría pasado por la cabeza, pero… puede que sea algo bueno. Para los dos.
Ethan mostró su acuerdo con un asentimiento. Pese a que los dos sabían que deberían ir a sus dormitorios, Max se quedó un segundo recostado contra la pared, cerrando los ojos con fuerza con una expresión de dolor, mientras que el médico lo observaba con tristeza.
—¿Cómo lo llevas? —le preguntó con suavidad, sin necesidad de especificar a qué se refería.
—Estoy bien, es solo que… Joder —maldijo Max, frotándose los ojos con el dorso de la mano—. Le echo mucho de menos. Desearía que estuviera aquí.
Ethan le dio un apretón en el hombro.
—Lo siento.
Max hizo un gesto negativo con la cabeza.
—La culpa fue nuestra. Estábamos tan cegados por la ira que… no pensamos bien en lo que hacíamos. Tendríamos que haber continuado con nuestras vidas y no meternos en esa mierda.
—No podíais saber lo que iba a ocurrir, Max —trató de consolarlo su amigo.
Sin embargo, el otro hombre lo miró atormentado.
—Nos metimos en el ejército, Ethan. Mucha gente muere ahí —dicho esto, se pasó una mano por el pelo y sacudió la cabeza—. Será mejor que me vaya a dormir.
Caminó en dirección a su habitación, pensando que tal vez debería darse una ducha antes de regresar a la cama para intentar enfriarse.
—Max.
Este se detuvo cuando Ethan lo llamó. La expresión de sus ojos era una mezcla entre tristeza y algo oscuro que le puso la piel de gallina, y no en un buen sentido.
—No te sientas culpable por algo que no has hecho, por algo que no fue decisión tuya. Lo que tus hermanos y tú hicisteis en el ejército fue honorable, salvasteis muchas vidas.
—Sabes que no fuimos por eso, ¿verdad?
—Sí, pero sigue sin quitar que ayudarais a muchas personas. Puede que no estéis contentos por cómo acabaran las cosas, y lo entiendo. Pero no te arrepientas de todo el bien que hicisteis allí. Buenas noches.
Ethan se marchó a paso rápido a su habitación, sin darle tiempo a Max a preguntarle si eso tenía algún significado más que el que había querido revelar. Desde que conoció al médico de su hermano, había sabido que tenía problemas graves con cualquier cosa que tuviera un mínimo de violencia; no le había parecido que fuera solo por un tema de sensibilidad, sino que sospechaba que había pasado por una mala experiencia y que eso lo había marcado. Por eso mismo, no le preguntó en ese momento si había querido decir algo más, respetando su intimidad, del mismo modo que Ethan jamás se había entrometido en su pasado o en el de Vane, en averiguar las cosas que habían hecho tiempo atrás.
O lo manchadas que estaban sus manos de sangre.
Sí, habían salvado a muchas personas, pero a un alto precio. Y ya lo habían pagado, con creces.


Vane se despertó poco a poco, todavía afectado por el sedante. De hecho, él mismo fue consciente de que Ethan había cumplido con su parte, dado que estaba algo mareado y tenía la sensación de que su cabeza daba vueltas. Intuyó que estaría en su habitación, por lo que se removió un poco para acomodarse mejor… tocando algo duro y caliente que reconoció como un musculoso brazo.
¿Quién…?
—Vane —dijo una voz profunda y varonil con un toque de inquietud. La reconoció rápidamente.
—¿Night? ¿Eres tú? —Entre que el dormitorio estaba a oscuras y los fármacos que le había dado Ethan, ni siquiera podía distinguir su figura en la oscuridad. Sin embargo, pudo notar cómo el colchón se movía acorde con el cuerpo de Night, que se incorporó un poco sobre sus codos para poder ver mejor a Vane.
—Estoy aquí —dijo suavemente, poniendo una mano sobre su pecho, en parte para que supiera dónde estaba y en parte para reconfortarlo emocionalmente.
Aun así, el otro hombre estaba algo confundido.
—¿Qué…? ¿Qué haces aquí?
—Cuido de ti.
Eso le pareció un poco extraño a Vane, ya que no era normal que alguien a quien conocía desde hacía unos días mostrara tal grado de compromiso con él, pero luego recordó que Night provenía de un lugar hostil, donde había estado indefenso, sin nadie que velara por él más que sí mismo o, como mucho, las personas que convivían con él. Supuso que para él debía de ser algo normal.
Puso su mano sobre la suya para acariciarle el dorso con cariño.
—Gracias, Night, pero no es necesario. Estas cosas me pasan a veces.
El otro hombre negó con la cabeza y se acercó más a él. Vane se sonrojó un poco cuando notó cómo los brazos de Night lo envolvían con delicadeza, como si temiera hacerle daño, para pegarlo un poco más a su enorme y caliente cuerpo. Le pareció algo muy íntimo en un momento como aquel y, pese a que no negaría que era probablemente el hombre más guapo y sexy que había visto nunca, no creía que fuera adecuado esa clase de acercamiento, no dada la situación actual y que él estaba en un estado bastante vulnerable, no solo por lo ocurrido con su brazo, sino también emocionalmente.
—Night…
—Tú has cuidado de mí. Me has dado comida y un hogar, me has aceptado entre tu gente, me estás enseñando muchas cosas y vas a ayudarme a salvar a los míos. Déjame hacer esto por ti.
Vane estaba demasiado drogado por el sedante como para poder resistirse a esa voz tan agradable, tan cálida, así como su cuerpo parecía no estar de acuerdo en alejarse del fuerte torso del otro hombre, ni de sus brazos que parecían querer protegerlo de todo lo que cometiera el error de acercarse. Así que, sin pensarlo mucho, asintió y dejó que lo acomodara contra él, acabando con su cabeza en un hueco de su cuello, aspirando su aroma. Aparte del olor suave del gel de su baño, Night exudaba virilidad por cada poro de su piel; era un cambio interesante, ya que él estaba acostumbrado a Jeremy, que siempre había sido más femenino en ese aspecto… Bueno, en todos. Sabía que no estaba bien decirlo entre homosexuales, pero siempre había sido él el hombre de la relación.
No es que Jeremy fuera el estereotipo de gay afeminado, sin embargo, en muchos aspectos era más delicado y suave… supuso que no podía tacharlo exactamente de ser un macho alfa, no tenía carácter suficiente para serlo, era más bien dócil y sumiso. No es que eso le molestara, le había amado después de todo, pero tenía que reconocer que el cambio que representaba Night despertaba su curiosidad. Él era un hombre muy fuerte, un superviviente que no había dejado que el dolor y la ira lo convirtieran en alguien violento, tan solo había que ver la forma tan… cariñosa y protectora con la que lo abrazaba, como si quisiera protegerlo. Jeremy jamás lo había abrazado así.
Cerró los ojos y simplemente se dejó hacer.
—Gracias, Night.
Este hizo algún movimiento con la cabeza.
—No, Vane, gracias a ti. Por todo.
Fue incapaz de no darle un abrazo. Ante su gesto, el otro hombre lo abrazó con más fuerza.
—Vane, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro.
—¿Por qué estabas entrenando? Me dijiste que, de noche, los humanos duermen.
El recordatorio de por qué había estado aporreando un saco de boxeo hirió su orgullo en lo más hondo. Ahora estaba más relajado, pero cuando cogiera a los cabrones que tenían cautivos a los amigos de Night, les daría una buena paliza.
—Estaba enfadado.
—¿Con los médicos y técnicos? Sé que para vosotros ha sido duro ver cómo tratan a mi gente.
—Sí, pero ha sido por algo más.
—¿Por qué?
Vane se apartó un poco para poder mirar a Night a los ojos.
—No te he dicho en qué trabajo, ¿verdad?
El hombre frunció el ceño, centrado en recordar.
—Dijiste que habías sido soldado, pero ya no. Y que ganas mucho dinero —añadió tras una pausa.
—Tengo una empresa de tecnología. —Antes de que Night pudiera preguntar, Vane se lo explicó—. Es complicado hacerte entender a qué me refiero cuando hablo de tecnología, pero por ahora, basta con que sepas que me dedico a fabricar y vender cosas como cámaras, puertas acorazadas con códigos y ese tipo de cosas.
—¿Qué es vender?
—Dar algo a cambio de dinero. —Night asintió—. En general, mi empresa está dedicada a la tecnología encargada de la seguridad, creo cosas que mantienen protegidas y seguras a las personas, ¿de acuerdo? Como lo que hicimos hace poco en mi casa para estar seguros de los hombres que tienen a tu gente no puedan entrar aquí sin que yo lo sepa.
—Entiendo —dijo Night, aliviado por tener una idea de lo que hacía.
Vane inspiró hondo antes de confesar:
—Los hombres que tienen a tus amigos compraron mis productos. Todas esas cámaras que hay en la instalación donde los tienen retenidos, las puertas con códigos, los sensores de movimiento, todo… Todo lo he hecho yo. Se suponía que mis inventos debían servir para proteger a las personas, no para mantenerlas encerradas para que les hagan daño.
Night entendió rápidamente lo que quería decir, y también el malestar del macho. Sabía que Vane tenía buena intención, después de todo, era un buen humano… hombre. Tenía que recordarse más a menudo que él también era humano.
Intentando que se sintiera mejor, frotó su nariz contra la suya, mostrándole así su afecto.
—No es culpa tuya, Vane. Sé que no eres uno de ellos y que no quieres hacernos daño.
—Lo sé, pero me duele que otros hayan utilizado mis productos para hacer daño. Se suponía que…
—¿Qué?
Los ojos de Vane tenían una mirada atormentada que se clavó en su corazón.
—No siempre fui una buena persona, Night. Cuando murieron mis padres en aquella explosión, mis hermanos y yo nos convertimos en soldados para matar a los que hicieron eso. No sé si al final los encontramos o no, pero matamos a mucha gente. No es que fueran buenas personas tampoco, pero el caso es que nosotros queríamos hacerles daño, disfrutábamos eliminándolos.
Night frunció el ceño, sin estar muy seguro de lo que quería decir.
—Yo disfrutaría haciendo daño a las personas que tienen a mi gente.
—Es distinto, Night, tú siempre les has hecho daño en defensa propia, pero ¿matarías a alguien que está indefenso frente a ti, suplicando clemencia?
Él se revolvió un poco, incómodo ante la escena que imaginó en su cabeza. Si fuera un técnico que nunca le había hecho más daño que el que ordenaban los médicos, tal vez lo dejaría tranquilo… pero si fuera uno que había disfrutado haciéndole daño, o que había asesinado a uno de sus compañeros, lo mataría sin pensárselo dos veces.
—Depende del daño que me haya hecho.
—No todas las personas a las que maté me habían hecho daño, Night, al menos no directamente. Pero, aun así, las asesiné, aunque no tuvieran nada con qué defenderse, aunque se arrastraran desangrándose por el suelo intentando huir de mí. Estaba demasiado ciego para darme cuenta de que me estaba convirtiendo en un monstruo, me decía a mí mismo que lo hacía por mi país, por la gente que me importaba, pero en realidad solo quería una salida a mi dolor. Matar a esas personas me hacía sentir que estaba vengando a mis padres y no era así, pero… me di cuenta demasiado tarde. Nada de lo que haga ahora corregirá los errores que cometí, pero se suponía que mi empresa debía… debía proteger a la gente de personas que eran como lo había sido yo. —Cuando terminó de hablar, le dedicó una amarga sonrisa a Night—. Lo siento, estoy drogado y probablemente no entiendes lo que te acabo de decir. Mejor me duermo.
Sin embargo, Night había entendido más de lo que Vane creía. Puede que no acabara de entender muy bien las guerras y lo que hacían exactamente los soldados, pero creía que, a causa de la muerte de sus padres, Vane se había convertido en alguien parecido a los médicos, que disfrutaban haciendo daño a los demás.
Aun así, no era exactamente eso. Más que a los médicos, a Night le recordaba a aquellos de sus amigos que habían perdido su mente por perder a gente que les importaba. No les había importado quién se les acercara, técnicos o médicos, los habían matado en cuanto habían tenido la ocasión siempre que fueran humanos, a pesar de que no los hubieran visto nunca antes. Habían desarrollado un odio descomunal hacia ellos, por lo que, a sus ojos, todos eran los enemigos.
Imaginaba que Vane había pasado por algo similar y, sinceramente, no lo culpaba. Comprendía muy bien el dolor de una pérdida, él ya lo había experimentado muchas veces… solo que, al final, lo había superado, igual que había hecho Vane.
Volvió a arrastrarlo hacia su cuerpo para abrazarlo.
—No importa cómo fueras en el pasado, importa lo que haces ahora. Sé que te sientes culpable por las cosas malas que hiciste, pero también sé que eres un buen macho, y eso no es algo que pueda decir de todos los que he conocido.
Este le correspondió apretándose un poco más contra él. A Night le gustó tenerlo tan pegado y se acomodó un poco más a su alrededor, gruñendo suavemente.
—Gracias, Night. Tú también eres un buen macho.
Night no pudo evitar sonreír. Era tan raro escuchar a un huma… a alguien que no fuera uno de los suyos hablando como él… pero también le produjo una cálida sensación en el pecho, como si Vane estuviera esforzándose para encajar con él, del mismo modo que él hacía para adaptarse a su mundo.
—Duerme, Vane. Necesitas descansar.
El susodicho dejó escapar un suspiro.
—¿Vas a quedarte toda la noche aquí?
—Sí.
—… Métete bajo las sábanas o cogerás frío.
Night podría haberle dicho que no lo tenía, pero la idea de poder estar más cerca del cuerpo de Vane le tentó demasiado como para decirle la verdad. Así que hizo las mantas a un lado, el tiempo justo para meterse dentro, y luego los tapó a ambos con ellas. No tardó mucho tiempo en enroscarse de nuevo alrededor del otro hombre, envolviendo su cuerpo con sus brazos y pegándolo a él tan cerca como era posible. Tener el aroma de Vane mezclado con el suyo le resultaba muy agradable, aunque odió que estuviera mezclado con los fármacos que le había dado Ethan, pero los ignoró y se dedicó a hundir la nariz en su pelo y abrazarlo fuertemente.
Por otro lado, Vane se había sonrojado un poco al decirle a Night que se metiera en la cama con él, además de que los dos estaban abrazados en una postura bastante íntima. Sin embargo… se sentía bien. Tal vez aún le afectara un poco el sedante, pero la verdad era que en ese momento no le importaba mucho compartir esa cercanía con Night. Una parte de él se sentía aliviado de saber que él no pensaba que fuera alguien cruel por los errores que cometió en el pasado y, tenía que reconocerlo, le había hecho un poco de gracia ver cómo se había metido en la cama tan rápido, como si no quisiera estar separado de él mucho tiempo. Se sintió también un poco halagado, no era de extrañar que eso le alegrara después de una ruptura, Jeremy le había hecho dudar acerca de qué demonios había hecho mal para que le pusiera los cuernos.
Sin embargo, no quería hacerse ilusiones tampoco. Night todavía no sabía demasiado acerca de su mundo, probablemente solo quería ayudarlo y asegurarse de que estaba bien como agradecimiento a lo que estaba haciendo por él y sus amigos.
Se maldijo a sí mismo en silencio. No debería estar pensando en si era posible que él le gustara a Night o no, era una tontería; aparte de que acababa de pasar por una ruptura y probablemente estaba en esa fase en la que echaba de menos tener a alguien con quien compartir la intimidad propia de las parejas, Night ya tenía bastante con todo lo que estaba sucediendo como para tenerle a él encima.
Por ahora, debía centrarse en ayudarlo, a él y a su gente. Confiaba en que mantenerse ocupado lo mantendría lo suficientemente distraído como para olvidar que ya llevaba algún tiempo sin sexo y que Night era lo más caliente que había visto en su vida. Sí, planear el rescate de unas cien personas era lo suficientemente estresante como para que su invitado no fuera una tentadora distracción.
O eso creía él, ya que tal vez Night estaba más que interesado en ser dicha clase de distracción.


A la mañana siguiente, Vane bajó un poco más tarde a desayunar. Cuando había empezado a amanecer, Night, temiendo que la luz molestara al macho enfermo, había cerrado las cortinas para que pudiera seguir descansando. Podría haber bajado a desayunar con Max y Ethan, ya que había escuchado sus pasos al pasar cerca de la habitación para bajar las escaleras, pero prefirió quedarse con Vane y seguir cuidándolo, asegurándose de que no volviera a dolerle el brazo.
Así, este despertó de nuevo en los brazos del otro hombre, que lo había estado contemplando con sus increíbles ojos azules. Ahora que no estaba tan afectado por los sedantes, pudo ser más consciente de su cuerpo, de su poderoso torso y de sus fuertes brazos. Pese a que él no era alguien que se sonrojara a menudo, pudo sentir que su cara estaba ardiendo por verse aún en esa situación. Por supuesto, Night se dio cuenta de eso y se preocupó de inmediato.
—Tienes la cara roja, ¿te duele el brazo? —le preguntó al mismo tiempo que ponía una de sus grandes manos en su mejilla. Su palma tenía un tacto ligeramente áspero, como si fuera callosa pero… diferente. Era agradable y excitante.
—Estoy bien —lo tranquilizó, frotándole un brazo para calmarlo. Intentó no darse cuenta de lo musculoso que era, o de lo mucho que disfrutó cuando Night le acarició el rostro con una ligera sonrisa que hizo que su corazón tartamudeara—. Mi brazo está algo adolorido, pero Ethan se encargará de eso.
Al saber que Vane todavía estaba sufriendo, la sonrisa de Night se borró y asintió.
—Te llevaré con él.
Después de eso, ayudó a Vane a incorporarse procurando que no moviera mucho su extremidad herida y lo siguió muy de cerca mientras se dirigían a la cocina. Al llegar, Max estaba terminando de cocinar el desayuno y Ethan estaba hojeando el periódico. Cuando se dieron cuenta de su presencia, el doctor fue el primero en dejar lo que estaba haciendo para revisar a Vane, obligándolo a sentarse en una silla y a realizar una serie de ejercicios, mientras que Night se apartó un poco para darles espacio y se sentó cerca de donde estaba Max, pero sin perder de vista al macho que le atraía, asegurándose de que estaba bien. De vez en cuando, este hacía una mueca de dolor, lo que causaba que se tensara y deseara acercarse para reconfortarlo, pero Max le dio un toque y le dijo con una tranquila mirada que no se preocupara, que no era nada grave. Así que, aunque le costó un poco mantenerse alejado, permitió que Ethan hiciera su trabajo.
—Estás bien, Vane, pero voy a darte algo para el dolor y, por hoy, nada de entrenar, ¿entendido? —le dijo con cierta dureza.
El otro hombre le dedicó una sonrisa de disculpa.
—Sí, doctor.
—Bien. Vamos.
Cuando Night vio que los dos hombres salían de la cocina, se levantó para ir con ellos y ver qué iba a hacer Ethan con Vane, temiendo que fuera algo doloroso, pero Max lo cogió del brazo y lo instó a sentarse de nuevo.
—No seas tan impaciente, hombre.
Night le frunció el ceño, molesto.
—Tengo que asegurarme de que Vane está bien.
—Ethan solo va a ponerle una inyección para disminuir el dolor y luego volverán, será solo un momento. —El otro hombre soltó un gruñido disgustado, pero accedió a permanecer sentado, aunque aguzó su sentido del oído para tener localizados a los otros dos machos en todo momento.
Max se sentó a su lado mientras el desayuno terminaba de hacerse.
—Bueno, ¿y qué tal la noche?
Night le miró sin comprender.
—¿Qué quieres decir?
—Habéis dormido juntos, ¿ocurrió algo más?
Este hizo un gesto negativo.
—No, solo lo abracé.
Max esbozó una sonrisa que estaba entre la complacencia y la picardía, pero no dijo nada al respecto, sino que se guardó sus ilusiones para sí mismo. Lo importante ahora era ayudar a Night.
—¿Y cómo te hizo sentir eso?
—Fue agradable. Me gustaría repetirlo.
—Eso es bueno, pero no creo que Vane te deje volver a dormir con él… Verás, las personas normalmente no dormimos juntas a menos que sea con nuestra pareja, ¿entiendes?
—¿Pareja es como compañero? —preguntó Night, ladeando la cabeza.
—Más o menos, digamos que solemos dormir con las personas con las que tenemos relaciones sexuales y, por ahora, no es tu caso con Vane. Dale algo más de tiempo y sigue acercándote a él, si se siente atraído por ti como me dijiste, no tardaréis mucho en compartir habitación.
Night dejó escapar un suspiro. La idea de no dormir otra vez con Vane le deprimía un poco, esa mañana había despertado con su olor sobre su cuerpo, igual que el otro macho había estado impregnado con su aroma, de hecho, todavía olía a él no solo en su ropa, sino también en su cabello y en su piel. Eso le gustaba, le hacía sentirse más conectado a él y, además, echaría de menos abrazarlo esa noche, tener su fuerte cuerpo contra el suyo, sintiendo cada respiración y cada latido de corazón. Sin embargo, podía esperar, no quería que Vane sintiera que lo estaba forzando.
—Entonces, esperaré —declaró.
Max le sonrió y le dio una palmada cariñosa en la espalda antes de regresar al banco de la cocina para terminar de hacer el desayuno. El gesto sorprendió un poco a Night, pero, curiosamente, no le resultó muy molesto que le hubiera tocado, tal vez porque empezaba a confiar en él y también porque solo había sido un instante.
—¡Hoy tenemos gofres para desayunar! —anunció Max alegremente mientras los iba sirviendo en un plato—. Es uno de los platos favoritos de Ethan, suele tomarlos con chocolate y nata.
Night observó con curiosidad cómo Max rociaba lo que creía que eran los gofres con un líquido oscuro y espeso antes de echarle algo blanco y que parecía muy blandito. Cuando tuvo delante su plato, no pudo evitar darle un toquecito con el dedo, acabando manchado. Lo lamió para probarlo… antes de hacer una mueca y sacar la lengua con asco, haciendo reír a Max.
—¡Oh, vamos! ¡No está malo!
—Tiene un sabor raro, no me gusta.
—Prueba los gofres con chocolate, a ver si lo podemos arreglar.
Night lo hizo y su expresión hizo que Max estallara en carcajadas.
—¡No puedo creer que no te guste el dulce!
—Está malo.
—No está malo, es que no tienes buen gusto para la comida.
—¿Qué está pasando?
Ambos hombres se volvieron hacia Vane y Ethan, que acababan de llegar y habían oído las risotadas de Max. Night revisó rápidamente a Vane, sintiéndose más tranquilo al detectar en su lenguaje corporal que estaba relajado y que nada parecía dolerle. Al saber que estaba bien, pudo lanzarle una mirada de pocos amigos a Max.
—Intentaba que comiera esta cosa. Quiere que me siente mal del estómago.
Vane y Ethan se echaron a reír, mientras que Max lo miró con la boca abierta.
—¿Acabas de hacer una broma?
Night esbozó una sonrisa divertida.
—Sé lo que es una broma. Los machos con los que convivía y yo les hacíamos bromas a los técnicos nuevos para asustarlos, así no nos hacían mucho daño.
—¿Y cómo hacías eso?
Él ensanchó su sonrisa, dejando perfectamente a la vista sus afilados colmillos. Max puso cara de “qué miedito”, mientras que Vane soltó una risilla y colocó una mano sobre el hombre de Night. Este por poco gruñó complacido al sentir su toque.
—Con esos dientes, seguro que no…
Fue interrumpido de repente por un pitido agudo que los sobresaltó a todos e hizo que Night soltara un gruñido de molestia, tapándose los oídos. Vane cogió rápidamente el móvil de su bolsillo y apagó la alarma antes de teclear algo a toda velocidad en su pantalla. Lo que vio hizo que soltara una palabrota.
—Hijos de puta, están aquí.
—¿Qué? —exclamó Ethan, palideciendo.
Night se puso en pie de un salto con las manos en forma de garras, listo para pelear, mientras que Max fue corriendo al salón. Vane tampoco perdió el tiempo y cogió a Ethan de la muñeca a la vez que ordenaba a Night que le siguiera, quien obedeció sin pensárselo dos veces. También fueron directos al comedor, donde Max había apartado la mesita del centro y quitado la alfombra; apenas era visible, pero había una trampilla que se abrió después de insertar un código en una pantalla incrustada en el suelo, dejando a la vista unas escaleras. Todos se metieron dentro y bajaron hasta el fondo, donde Night se dio cuenta de que en las paredes había montones de armas colgadas, algunas nunca las había visto, además de cuchillos y algunas cajas. Max fue directo a coger algunas de las armas que tenían un aspecto potente, y Vane los llevó a una mesa, donde había un ordenador grande.
—Ethan, con esto podrás ver lo que ocurre arriba.
—¿Qué? ¿Desde cuándo las tienes?
—Desde que mandé construir esta casa.
—¿Y por qué…?
—Tengo una empresa de tecnología y seguridad muy lucrativa, Ethan, ¿por qué coño crees? —dicho esto, encendió el ordenador, en el cual varias pantallas que mostraban la casa. Después, le dio un intercomunicador—. Ponte esto en la oreja y vigila las plantas de arriba, Max y yo atacaremos desde el primer piso y estaremos atentos a la planta de abajo. —Una vez terminó con él, fue con Night y le tendió un móvil que había en la mesa, el cual reconoció rápidamente—. Recuerdas lo que tienes que hacer, ¿verdad? Es como lo ensayamos, pero te pondrás en contacto con mi hermano Zane, ¿de acuerdo?
—No —declaró con firmeza—. Lucharé contigo.
Vane lo cogió por los brazos y lo miró con seriedad.
—Aún no estás preparado, y no podemos permitir que te vean, Night. Piensa en tu gente, tenemos que sacarlos de aquí y todo se irá a la mierda si descubren dónde estás.
Night lo sabía, pero no podía permitir que Vane y Max pelearan solos.
—No quiero que te pase nada —admitió.
El rostro de Vane se ablandó un poco y cogió su rostro entre sus manos.
—Te prometo que volveré.
—Los humanos rompen sus promesas.
—Yo no. ¿Acaso te he fallado antes?
Night pensó en cuando conoció a Vane y este le juró una y otra vez que no era uno de los médicos, que no estaba en una prueba y que no sabía dónde estaban sus amigos. Era cierto, él no le había mentido. Nunca.
—No.
Vane asintió.
—Confía en mí otra vez, y te juro que volveré.
Night tragó saliva y abrazó al macho con fuerza.
—Me quedaré aquí, pero no rompas tu promesa.
El otro hombre correspondió su gesto.
—No lo haré.
—Vane, tenemos que prepararnos —le avisó Max.
Este se separó de Night y se reunió con su hermano, ayudándole a cargar con las armas que había escogido para el combate. Una vez estuvieron fuera de la habitación, Vane se asomó y les dijo:
—Pase lo que pase, no hagáis ruido y no salgáis.
Ethan asintió y les pidió que tuvieran mucho cuidado, mientras que Night miró a Vane acongojado, deseando ir con él para asegurarle de que no le pasara nada. Pero le había dicho que se quedaría allí, por su gente… y porque le había prometido que volvería.
Por otro lado, Vane y Max actuaron a toda velocidad: taparon la habitación secreta con la alfombra y volvieron a poner la mesita en su sitio, luego ordenaron a Bear, Sam y Nocturn que se escondieran en lugares estratégicos desde los cuales podían atacar, tras los sofás, la entrada de la cocina detrás de la pared y en las escaleras, donde uno de los perros podía atacar saltando desde arriba. Los dos hermanos fueron al piso de arriba y se aseguraron de tener las armas totalmente cargadas: una especie de bazuca que en vez de tirar cohetes lanzaba una red electrificada, dos fusiles de asalto, dos pistolas y un par de cuchillos largos para el combate cuerpo a cuerpo en caso de que lo necesitaran.
Aunque esperaban que no. Vane había visto por las cámaras exteriores que venía un grupo numeroso, así que su única posibilidad era pillarlos por sorpresa.
En cuanto lo tuvieron todo listo, se quedaron en silencio apuntando hacia la puerta principal, sabiendo que entrarían por ahí. Sus sospechas se confirmaron cuando oyeron un fuerte golpe, sin embargo, los intrusos no pudieron entrar al primer intento, pues Vane compró esa puerta y la reforzó él mismo para evitar que nadie pudiera abrirla tan fácilmente.
Se oyó un segundo golpe, sin resultado. Un tercero, de nuevo, sin éxito. Al final, escucharon unos disparos que iban dirigidos sin duda a la cerradura, haciendo que Vane aferrara su arma con más fuerza e inspirara aire, reteniéndolo en el pecho para disparar certeramente.
Finalmente, tras dejar la cerradura destrozada, le dieron una patada y la abrieron de par en par, entrando rápidamente un numeroso grupo armado de poco más de una docena. No importaba, porque todos entraron velozmente entre gritos que exigían una rendición inmediata, un poco apelotonados, apuntando a todas direcciones buscando a los habitantes de la casa.
Ilusos. A Vane casi le decepcionaba que no fueran más inteligentes, pero eso era perfecto para el plan que había diseñado con Max.
Este, sabiendo que era el momento, salió de la habitación donde se ocultaba con el bazuca y disparó la red hacia la entrada, esta se extendió en sus buenos seis metros, capturando en su interior a más de la mitad de los hombres, provocando que la electricidad los dejara paralizados y temblando en el suelo. Los pocos hombres que quedaron libres apuntaron de inmediato a Max, que tras disparar la red volvió a ocultarse en su sitio y tirar el arma para coger su fusil pero, mientras tanto, cubriéndolo, Vane salió de su escondite y disparó en los brazos y piernas a los capullos que trataban de acribillar a su hermano con frialdad. Todos cayeron al suelo, soltando las armas y levantando las manos en señal de rendición.
Pero aún no había acabado. Y Vane lo sabía, había pasado tiempo de sobra en el ejército como para saber cómo funcionaban esas operaciones.
Un nuevo grupo entró disparando contra él, obligándole a esconderse de nuevo, pero Max ya estaba listo y le cubrió las espaldas, disparando contra los hombres. Por supuesto, estos esperaban que Vane volviera al ataque para ayudarlo, pero ahora venía otra sorpresa. Se llevó dos dedos a la boca y silbó muy fuerte. La orden fue clara y precisa, los perros salieron de sus posiciones a toda velocidad, sorprendiendo al enemigo y abalanzándose sobre los que podían, arrebatándoles las armas con sus furiosas mandíbulas. Solo entonces, Vane, aprovechando de nuevo la confusión, salió una vez más y abatió con la ayuda de Max a los pocos que quedaban en pie.
Una vez hecho, y viendo que no entraba nadie más, dio la orden a los perros de apartarse de sus contrincantes para vigilarlos desde sus anteriores posiciones, así no estaban expuestos a las balas ni tampoco a un ataque sorpresa de sus rehenes. Le hizo una señal a Max para que recargara el arma mientras él gritaba:
—¡¿Me oís, hijos de puta?! ¡Tengo veintidós hombres aquí dentro y juro que les volaré la cabeza a todos ellos como no venga a hablar conmigo el imbécil que esté al mando de esta mierda de operación! ¡¿Me habéis entendido?! —dicho esto, y tras intercambiar una mirada con Max, que ya había terminado de cargar su fusil, amartilló su arma y apuntó a la cabeza del primero que vio, uno de los que no estaban en la red, quien le miró con horror—. ¡Uno!
—¡Espere!
Él esperó, apuntando esta vez a la puerta abierta. Entró un hombre grande y robusto, que no parecía llevar ningún arma, al menos ninguna lo bastante grande que él pudiera ver. Este lo miró directamente a los ojos.
—No voy armado.
—Eso ya lo veremos. —Señaló con el arma a Nocturn, sabiendo que era el perro que más imponía respeto—. Ves con el dóberman, y como le pongas un dedo encima, te reviento la cabeza.
Tras intercambiar una mirada rápida con Max, este apuntó a la entrada principal, mientras que Vane no dejaba de seguir con su fusil al que supuestamente estaba a cargo. Este fue junto a Nocturn que, acostumbrado ya a esa clase de operaciones, olisqueó la ropa del extraño entre gruñidos amenazadores. Le sacó un cuchillo que tenía escondido en la bota militar y una pistola que llevaba bajo el chaleco.
Vane resopló.
—Con que no vas armado, ¿eh, cabrón?
El hombre apretó los labios.
—Usted tampoco habría ido desarmado en esta situación.
—No, pero eres tú quien puede morir. Basta de gilipolleces, ¿para quién trabajas?
Este parpadeó, confundido. Vane ya contaba con eso, pero todo era parte de su plan.
—¿Qué?
—¿Security Walters? ¿Road Technology? Habla, quiero saber quiénes son los mamones que intentan quitarme mi trabajo.
Casi le pareció divertido ver cómo boqueaba el hombre. Casi. Si no fuera porque ese capullo trabajaba para los monstruos que habían torturado a Night y a sus amigos, tal vez habría sentido algo de lástima por él. Solo tal vez.
El intruso frunció el ceño.
—No sé de qué me habla.
—No te hagas el imbécil conmigo —siguió interpretando su papel con una maestría digna de ser oscarizada—. Dile al pedazo mierda que te contrató que pasé cinco putos años en Afganistán, y que si cree que esto va a asustarme, es que no tiene ni idea de a quién intenta joder.
El hombre levantó las manos con aire conciliador.
—Señor, creo que ha habido un malentendido. ¿Quién es usted?
Vane soltó un bufido.
—No me vengas con gilipolleces, sé perfectamente que tú y esos soplapollas que se hacen llamar hombres habéis venido a por mi nuevo prototipo. Sea quien sea la empresa que te ha contratado, no te paga lo suficiente para intentar joderme.
El extraño pareció confundido un instante más antes de que un atisbo de comprensión iluminara sus ojos. Ah, hombre, ya era hora, a Vane no le hacía ninguna gracia tener a esa gente en su casa, menos aún con Night y Ethan bajo sus pies.
—Señor, trabajo para una empresa privada situada en el polígono de la ciudad. Vimos en nuestras cámaras de seguridad que había un coche sospechoso que estaba a su nombre cerca de una de las instalaciones y los jefes pensaron que se trataba de espionaje comercial, así que nos enviaron a por ustedes.
Vane estrechó los ojos. Mierda, esos cabrones habían puesto cámaras en varias zonas del polígono para tener mejor vigilado esa instalación. No habían mencionado un dron, ni tampoco parecía que hubieran visto a Night el día en que los tres siguieron a esa furgoneta hasta allí, así que tendría que echar un vistazo con el dron a todo el perímetro y averiguar los puntos ciegos para cuando fueran a rescatar a los amigos de Night.
Pese a que el instinto le exigía que no soltara el arma bajo ninguna circunstancia, relajó un poco su agarre sobre ella para dar la sensación de que empezaba a creerle.
—Mi nombre es Vane Hagel, presidente y director ejecutivo de BWT Corporation.
El hombre abrió los ojos como platos, era evidente que lo conocía.
—Señor, es… es un honor conocerle. La empresa para la que trabajo utiliza sus sistemas de seguridad.
Este asintió.
—Estoy trabajando en un nuevo proyecto y fui con mi hermano a probar uno de los prototipos. Pensaba que esa parte del polígono estaba abandonada, así que fui allí a hacerlo, no tenía ni idea de que hubiera una empresa activa en esa zona —dicho esto, miró de nuevo a sus hombres con desconfianza—. Comprenderá qué he pensado al ver a un grupo armado irrumpiendo en mi casa.
—Sí, por supuesto, señor. Le ruego que nos disculpe. —Hizo una pausa en la que avanzó un pequeño paso hacia él—. ¿Le importaría si sacamos a nuestros hombres? Le prometo que nos iremos de inmediato de su propiedad y que no volveremos a molestar, la empresa para la que trabajamos comprende muy bien la importancia de asegurar que los productos estén a salvo.
Productos. Vane contuvo una mueca de total desprecio al pensar en que ellos veían a Night como eso, un producto, un prototipo que poner a la venta del mejor postor, poco más que un objeto.
Juró que se guardaría una bala para el brillante idiota que había inventado ese proyecto.
—Cójalos rápido y lárguense de mi propiedad —dicho esto, miró un segundo la puerta destrozada de su casa—. Y dígale a su jefe que más le vale pagarme la puerta, la personalicé yo mismo, no es algo que se encuentre en cualquier mercado.
—Por supuesto, señor —accedió rápidamente el hombre.
Para Vane fue difícil dejar entrar a más hombres en su casa; estos la habían estado rodeando en busca de otros modos de penetrar en ella y tomarlos por sorpresa, pero Vane había sido lo bastante inteligente como para haber instalado cristales antibalas en las ventanas, así como asegurarlas con cerraduras potentes que, ahora que llegaba el invierno, siempre estaban cerradas, por lo que no había otra forma de entrar que no fuera la puerta principal. Por eso había sabido desde el principio la estrategia a seguir, las jugadas que harían para intentar detenerlo. Max y él eran solo dos, cinco si contaba a los perros, pero conocer los movimientos de tu rival siempre era una gran ventaja.
Tal vez Vane no había sido el guerrero más fuerte, ni siquiera entre sus hermanos, pero estaba bien entrenado y tenía una mente brillante, por eso le habían apreciado tanto en el ejército como estratega.
En cuanto todos los hombres se fueron, su líder se detuvo un segundo para mirarle.
—Lamento de verdad todo esto, mi jefe también lo hará. Se pondrá en contacto con usted para arreglar la puerta.
Vane asintió con brusquedad, sin mostrar un ápice de amabilidad.
—Dígale que espero su llamada.
Cuando su casa se quedó vacía, Max y él se las apañaron para atrancar la puerta, al menos hasta que pudieran reemplazarla por otra nueva, cosa que Vane iba a arreglar esa misma mañana, ya que no podía permitirse que hubiera un nuevo ataque y no tener algo que pudiera retener a sus enemigos. Después de eso, no fueron inmediatamente a por Ethan y Night, sino que esperaron hasta ver por las cámaras exteriores que se habían ido e, incluso tras contar que los más de veinte hombres se estaban alejando de la casa, esperaron unos minutos por si no se habían creído la historia de Vane y decidían volver, aunque este no lo creía probable, pues ya habían visto que con solo dos hombres habían derrotado a un escuadrón grande.
Al ver que no parecía tener intención de regresar, Max le palmeó el hombro a su hermano.
—Eres un puto genio, hermanito.
Este dejó escapar un suspiro.
—Tenemos suerte de que no vieran el dron o a Night la primera vez que estuvimos allí. Hay que peinar todo el polígono en busca de cámaras que estén en funcionamiento, no podemos cometer el error de que vuelvan a pillarnos. La próxima vez estarán más preparados.
—Nosotros también —afirmó Max con ferocidad—. Sé que ya no es lo mismo, pero llevamos a cabo operaciones de rescate en Afganistán y lo logramos. Podemos con esto, solo necesitamos tiempo para prepararnos.
Vane asintió. También creía que podían hacerlo, pero el problema era precisamente el tiempo. Para una operación de rescate de ese calibre, normalmente se necesitarían meses de preparativos: un lugar seguro para que las víctimas pudieran recuperarse de la horrible experiencia, médicos y enfermeros que los trataran, un transporte enorme o un montón de vehículos para llevarlos sanos y salvos, muchos hombres y armamento para desalojar la instalación… La información básica la tenían, pero para todo lo demás, se necesitaba tiempo y mucho dinero. Ni siquiera él, con el poder económico que tenía, podía comprar un avión o varios camiones como si nada, ni tampoco pagar a tantos médicos y hombres, por no hablar de todo el material que necesitarían las víctimas en su nuevo hogar ni los cuidados y educación necesarios que debían recibir…
Pero eso no le preocupaba. La visita de sus enemigos le había dado una idea a la que llevaba unos días dándole vueltas, algo que había dejado relegado en un rincón para poder ocuparse de Night. Ahora podía ponerla en práctica, solo tenía que esperar una llamada y, cuando la recibiera, se encargaría de joder vivos a esos hijos de puta.
—Vamos a ver cómo están Night y Ethan —le dijo a Max, dejando sus planes para más tarde.
Se apresuraron a apartar una vez más la mesita y la alfombra, abriendo la trampilla. Ethan fue el primero en subir con ayuda de Max, se le veía muy afectado, seguramente por lo que había visto a través de la pantalla del ordenador, y se lanzó al cuello de su amigo, quien le sonrió y lo abrazó.
—Vamos, hombre, no ha pasado nada —dicho esto, se apartó abriendo los brazos, como si se estuviera mostrando a sí mismo—. ¿Ves?, ni un mísero arañazo. Los Hagel somos indestructibles.
Por otro lado, Night no necesitó ayuda para subir, pero nada más hacerlo, fue directo a Vane y lo estrechó entre sus brazos. Todo el tiempo que había estado mirando la pantalla del ordenador, había sentido un nudo de malestar en el estómago, viendo cómo los valientes machos se enfrentaban solos a numerosos enemigos con astucia y no menos destreza. A esas alturas, él ya era consciente de que Vane era el alfa de aquel grupo y que, obviamente, aquella estrategia había sido cosa suya, haciendo que fuera muy consciente de lo mucho que había subestimado realmente su inteligencia, admirándolo y respetándolo aún más por ello. También hizo que se sintiera más atraído por él; sin duda, ese macho era el más fuerte que jamás había conocido, mantenía la calma en situaciones donde otros se habrían encogido por el miedo y no permitía que las emociones lo dominaran, era decidido, valiente, y tener un brazo herido no le impedía afrontar cualquier dificultad que le pusieran por delante.
No pudo evitar pensar que sería un gran compañero. Le gustaría tener a alguien como él a su lado para compartir la vida en libertad con la que empezaba a atreverse a soñar.
Volvió a la realidad cuando Vane le devolvió el gesto con fuerza. Contento por ese íntimo abrazo, gruñó suavemente y frotó su mejilla contra el cabello de Vane.
—Has cumplido tu promesa —comentó.
—Te dije que no te fallaría.
Night se apartó un poco para poder ver si estaba herido, aunque siguió sujetándolo por la cintura.
—¿Estás bien?
—Sí, todos lo estamos —dicho esto, Vane llamó a los perros y los examinó por encima. Tal y como pensaba, todos habían salido ilesos—. Sí, no hay nadie herido.
—Salvo esos capullos —masculló Ethan, a quien todos se le quedaron mirando al oírle decir una palabrota, pues era la primera vez que le escuchaban hablando así. El joven médico se pasó las manos por el cabello, como si aún no acabara de creerse lo que había pasado—. ¡Joder, ha sido genial!, ¡genial! Es decir, he pasado un miedo terrible, ¡pero habéis estado jodidamente increíbles! Claro, era evidente que dos tíos y tres perros pudieran con veinte, ¿verdad?, ¡de toda la vida!
—Eh, eh, eh, tranquilo, doctor —trató de calmarlo Max, que se acercó para frotarle la espalda—. Entiendo que la adrenalina se te ha subido a la cabeza al vernos a mi sexy hermano y a mí con armas potentes en las manos y dando caña al personal, pero ya, respira hondo, cuenta hasta diez y todo eso… Espera, se supone que tú eres el experto en esto.
—¡A la mierda! ¡Habéis ganado a veinte tíos armados que intentaban llenaros de agujeros!, ¿cómo esperáis que no esté alucinando?
Night observó cómo Max llevaba al otro hombre hasta el sofá, donde lo sentó antes de arrodillarse en el suelo frente a él, cogerle los brazos y hablarle lentamente, como si no pudiera entender bien sus palabras. Eso le hizo fruncir el ceño y mirar a Vane.
—¿Se encuentra bien?
—Está afectado por esto, a Ethan no le gusta nada la violencia.
—No parece afectado.
—No tiene control sobre sí mismo, parlotea sin parar y hace gestos nerviosos. Cada persona reacciona de un modo distinto ante algo como esto.
Night entrecerró los ojos.
—Cuando estábamos abajo, pensé que se rompería. No dejaba de miraros, temblaba y gimoteaba, creo que estaba a punto de llorar. Tuve que abrazarlo para calmarlo. No lo hizo hasta que tú tuviste el control de la situación.
Vane suspiró.
—Sé que tuvo que pasarle algo para que reaccione de ese modo, no es solo porque sea médico. Se llama trauma.
—¿Trauma?
—Una experiencia del pasado que te persigue y te atormenta en la actualidad. Cuando tú llegaste aquí, actuabas de forma desconfiada y defensiva con nosotros porque te recordábamos a los médicos. Pero ya lo has superado.
Night asintió y miró a Ethan, quien ahora tenía la cabeza entre sus manos. Max le estaba acariciando el cabello en un tierno gesto de consuelo.
—¿Él lo superará?
—Depende de su trauma… y de él mismo —dicho esto, se reunió con los otros dos hombres seguido de Night. Cuando llegó al sofá, se sentó a Ethan y le frotó la espalda—. Ey, ¿estás mejor?
Ethan levantó la cabeza y le dedicó una sonrisa que no le llegó a los ojos.
—Se me pasará. Es que… todo esto es…
—Lo sé —dicho esto le dio unas palmaditas y se dirigió a su hermano—. Max, ¿por qué no traes algo de beber? Todos estamos nerviosos y creo que necesitamos un respiro.
Este obedeció y trajo unos refrescos. Ethan se lo habría bebido entero de un trago de no ser porque Max lo instó a tomárselo despacio; este y Vane se encontraban bien, no es como si fuera la primera vez que les disparaban, se habían visto en situaciones mucho peores, y Night se sentía más tranquilo ahora que todo había pasado y que sus enemigos estaban lejos.
Permanecieron un rato en silencio mientras terminaban de tomarse sus bebidas, cada cual perdido en sus pensamientos, reflexionando acerca de lo que significaba que esos hombres hubieran irrumpido de forma tan violenta en la casa y de cómo debían actuar de ahora en adelante.
Ethan fue el primero en intervenir.
—¿Qué vamos a hacer ahora? Saben que estamos aquí.
—No —contradijo Vane—. Saben que los Hagel estamos aquí, no tienen ni idea de que Night está con nosotros. Nos dejarán en paz, no les conviene que el jefe de la empresa que les vende sus equipos de seguridad se cabree o podría pensar en subirles los precios por este inconveniente.
Eso pareció tranquilizar a Ethan.
—¿Y qué vamos a hacer ahora? ¿Cuál es el plan?
Vane dejó su refresco sobre la mesita y se levantó, frotándose el brazo izquierdo. Ethan le había dicho que no lo forzara, pero dada la situación, le había sido imposible no hacerlo, tendría que pedirle otro calmante.
—Seguir como hasta ahora. Preparar todo lo que necesitamos para el rescate, hacer los planos de esa instalación, buscar más personal para entrar ahí dentro. Si lo hacemos como tengo previsto, todo saldrá bien. Solo necesitamos más tiempo.

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