Capítulo 7. Intrusos
—¡Vane! —gritó
Night mientras se echaba al suelo y agarraba al humano. Lo apoyó contra su
pecho para darle un mínimo de comodidad—. ¿Qué te pasa? ¿Qué hago?
El otro hombre
rechinó los dientes a causa del dolor. Joder, dolía como el infierno, haciendo
que retorciera las piernas y se sujetara el brazo como si eso pudiera ayudarlo
de algún modo, pero se las ingenió para gemir:
—E… Ethan…
Nada más oír esas
palabras, Bear alzó las orejas y salió disparado hacia la puerta. Night supuso
que habría entendido la orden de Vane y que habría ido a buscar al médico, por
lo que abrazó al macho y recostó su cabeza en su pecho.
—Aguanta, Vane.
Eres un macho fuerte, aguanta.
—¡Vane!
Night alzó la
cabeza y enseñó sus colmillos en actitud amenazadora, enroscándose en el cuerpo
de Vane para protegerlo de cualquier ataque. Sin embargo, al reconocer a Max,
los ocultó y le miró inquieto.
—Ayúdale, no sé
qué le pasa.
Max, tras el susto
inicial que le había dado Night, logró recomponerse e ir hacia su hermano. Al
ver que se sostenía el brazo, soltó una palabrota y cogió su rostro entre sus
manos.
—Eh, eh, eh, eh,
tranquilo, ¿vale? Voy corriendo a buscar a Ethan y…
—¡Vane! —gritó el
susodicho, que acababa de entrar corriendo en la estancia detrás de Bear, que
se colocó fielmente al lado de su dueño.
Ethan se unió a
los otros hombres, arrodillándose junto a Vane y abriendo un botiquín que había
traído consigo. A pesar de que sus movimientos eran rápidos, su rostro era la
viva imagen de la concentración y la seriedad, denotaba una fría calma que
había adquirido tras años de experiencia ante ese tipo de situaciones.
—Aguanta, ya casi
está —dijo mientras llenaba una jeringuilla de una sustancia.
Night odió ver
cómo Ethan la clavaba en el hombro izquierdo de Vane, le hizo recordar las
múltiples veces en que los técnicos entraban en su celda, le disparaban
aquellos horribles sedantes que lo dejaban indefenso y lo trasladaban a una
nueva jaula, donde le hacían pruebas. Sin embargo, se sintió un poco mejor al
ver que el rostro del macho humano se relajaba hasta poner los ojos en blanco y
cerrar los párpados. Su cuerpo se quedó laxo en sus brazos.
—Vamos a llevarlo
a la habitación —dijo Ethan en voz baja.
Max hizo amago de
coger a Vane, pero Night no lo permitió y lo cargó él mismo en brazos. Tanto el
primero como Ethan se quedaron algo parados por ese gesto, pero poco después,
uno se encogió de hombros y el doctor esbozó una diminuta sonrisa. El caso es
que a Night no parecía costarle nada llevarlo, por lo que no intervinieron y le
siguieron hasta la habitación de Vane, donde vieron que lo recostaba con mucho
cuidado y lo arropaba. A ambos les parecía una imagen muy tierna.
—¿Qué le ha
pasado? —les preguntó, sentándose en la cama junto a Vane.
Ethan apartó la
mirada, mientras que Max se acercó a su hermano, contemplándolo con tristeza.
—Fue una mina.
Night frunció el
ceño.
—¿Una mina?
—Una bomba bajo el
suelo —respondió, sentándose junto a Vane y tocándole un hombro. El dolor en
sus ojos no había desaparecido—. Trabajábamos en el ejército entonces,
estábamos en una misión en territorio enemigo y… la bomba explotó cerca de
Vane. Parte del impacto le alcanzó la mitad superior de su cuerpo, le dejó
quemaduras y la metralla… trozos de metal se le quedaron clavados dentro, no
pudieron sacárselos. Por eso no puede mover bien el brazo, si lo fuerza mucho,
esos pedazos le tocan el hueso y lo dejan así —dicho esto, le frotó el brazo
con cariño y se levantó—. No te preocupes por él, se pondrá bien.
—Dejémosle
descansar —propuso Ethan.
Aun así, Night se
resistía a dejar a Vane solo.
—Yo me quedo con
él.
—Night, no es…
—empezó el doctor, pero Max lo detuvo.
—Déjalo. Vamos a
dormir.
Pese a que Ethan
dudó un momento, al ver cómo Night parecía vigilar que Vane tuviera un sueño
pacífico, asintió y siguió al Hagel fuera de la habitación, cerrando suavemente
la puerta tras él. En cuanto estuvo a solas con Max, esbozó una sonrisa.
—Reconozco que
esto es inesperado.
El otro hombre le
miró con los ojos entrecerrados, aunque sus labios estaban ligeramente curvados
hacia arriba.
—Eh, mi hermano es
un gran partido.
—Yo no he dicho lo
contrario, es solo que…
—Lo sé, no se me
habría pasado por la cabeza, pero… puede que sea algo bueno. Para los dos.
Ethan mostró su
acuerdo con un asentimiento. Pese a que los dos sabían que deberían ir a sus
dormitorios, Max se quedó un segundo recostado contra la pared, cerrando los
ojos con fuerza con una expresión de dolor, mientras que el médico lo observaba
con tristeza.
—¿Cómo lo llevas?
—le preguntó con suavidad, sin necesidad de especificar a qué se refería.
—Estoy bien, es
solo que… Joder —maldijo Max, frotándose los ojos con el dorso de la mano—. Le
echo mucho de menos. Desearía que estuviera aquí.
Ethan le dio un
apretón en el hombro.
—Lo siento.
Max hizo un gesto
negativo con la cabeza.
—La culpa fue
nuestra. Estábamos tan cegados por la ira que… no pensamos bien en lo que
hacíamos. Tendríamos que haber continuado con nuestras vidas y no meternos en
esa mierda.
—No podíais saber
lo que iba a ocurrir, Max —trató de consolarlo su amigo.
Sin embargo, el
otro hombre lo miró atormentado.
—Nos metimos en el
ejército, Ethan. Mucha gente muere ahí —dicho esto, se pasó una mano por el
pelo y sacudió la cabeza—. Será mejor que me vaya a dormir.
Caminó en
dirección a su habitación, pensando que tal vez debería darse una ducha antes
de regresar a la cama para intentar enfriarse.
—Max.
Este se detuvo
cuando Ethan lo llamó. La expresión de sus ojos era una mezcla entre tristeza y
algo oscuro que le puso la piel de gallina, y no en un buen sentido.
—No te sientas
culpable por algo que no has hecho, por algo que no fue decisión tuya. Lo que
tus hermanos y tú hicisteis en el ejército fue honorable, salvasteis muchas
vidas.
—Sabes que no
fuimos por eso, ¿verdad?
—Sí, pero sigue
sin quitar que ayudarais a muchas personas. Puede que no estéis contentos por
cómo acabaran las cosas, y lo entiendo. Pero no te arrepientas de todo el bien
que hicisteis allí. Buenas noches.
Ethan se marchó a
paso rápido a su habitación, sin darle tiempo a Max a preguntarle si eso tenía
algún significado más que el que había querido revelar. Desde que conoció al
médico de su hermano, había sabido que tenía problemas graves con cualquier
cosa que tuviera un mínimo de violencia; no le había parecido que fuera solo
por un tema de sensibilidad, sino que sospechaba que había pasado por una mala
experiencia y que eso lo había marcado. Por eso mismo, no le preguntó en ese
momento si había querido decir algo más, respetando su intimidad, del mismo
modo que Ethan jamás se había entrometido en su pasado o en el de Vane, en
averiguar las cosas que habían hecho tiempo atrás.
O lo manchadas que
estaban sus manos de sangre.
Sí, habían salvado
a muchas personas, pero a un alto precio. Y ya lo habían pagado, con creces.
Vane se despertó
poco a poco, todavía afectado por el sedante. De hecho, él mismo fue consciente
de que Ethan había cumplido con su parte, dado que estaba algo mareado y tenía
la sensación de que su cabeza daba vueltas. Intuyó que estaría en su
habitación, por lo que se removió un poco para acomodarse mejor… tocando algo
duro y caliente que reconoció como un musculoso brazo.
¿Quién…?
—Vane —dijo una
voz profunda y varonil con un toque de inquietud. La reconoció rápidamente.
—¿Night? ¿Eres tú?
—Entre que el dormitorio estaba a oscuras y los fármacos que le había dado
Ethan, ni siquiera podía distinguir su figura en la oscuridad. Sin embargo,
pudo notar cómo el colchón se movía acorde con el cuerpo de Night, que se
incorporó un poco sobre sus codos para poder ver mejor a Vane.
—Estoy aquí —dijo
suavemente, poniendo una mano sobre su pecho, en parte para que supiera dónde
estaba y en parte para reconfortarlo emocionalmente.
Aun así, el otro
hombre estaba algo confundido.
—¿Qué…? ¿Qué haces
aquí?
—Cuido de ti.
Eso le pareció un
poco extraño a Vane, ya que no era normal que alguien a quien conocía desde
hacía unos días mostrara tal grado de compromiso con él, pero luego recordó que
Night provenía de un lugar hostil, donde había estado indefenso, sin nadie que
velara por él más que sí mismo o, como mucho, las personas que convivían con
él. Supuso que para él debía de ser algo normal.
Puso su mano sobre
la suya para acariciarle el dorso con cariño.
—Gracias, Night,
pero no es necesario. Estas cosas me pasan a veces.
El otro hombre
negó con la cabeza y se acercó más a él. Vane se sonrojó un poco cuando notó
cómo los brazos de Night lo envolvían con delicadeza, como si temiera hacerle
daño, para pegarlo un poco más a su enorme y caliente cuerpo. Le pareció algo
muy íntimo en un momento como aquel y, pese a que no negaría que era
probablemente el hombre más guapo y sexy que había visto nunca, no creía que
fuera adecuado esa clase de acercamiento, no dada la situación actual y que él
estaba en un estado bastante vulnerable, no solo por lo ocurrido con su brazo,
sino también emocionalmente.
—Night…
—Tú has cuidado de
mí. Me has dado comida y un hogar, me has aceptado entre tu gente, me estás
enseñando muchas cosas y vas a ayudarme a salvar a los míos. Déjame hacer esto
por ti.
Vane estaba
demasiado drogado por el sedante como para poder resistirse a esa voz tan
agradable, tan cálida, así como su cuerpo parecía no estar de acuerdo en
alejarse del fuerte torso del otro hombre, ni de sus brazos que parecían querer
protegerlo de todo lo que cometiera el error de acercarse. Así que, sin
pensarlo mucho, asintió y dejó que lo acomodara contra él, acabando con su
cabeza en un hueco de su cuello, aspirando su aroma. Aparte del olor suave del
gel de su baño, Night exudaba virilidad por cada poro de su piel; era un cambio
interesante, ya que él estaba acostumbrado a Jeremy, que siempre había sido más
femenino en ese aspecto… Bueno, en todos. Sabía que no estaba bien decirlo
entre homosexuales, pero siempre había sido él el hombre de la relación.
No es que Jeremy
fuera el estereotipo de gay afeminado, sin embargo, en muchos aspectos era más
delicado y suave… supuso que no podía tacharlo exactamente de ser un macho alfa,
no tenía carácter suficiente para serlo, era más bien dócil y sumiso. No es que
eso le molestara, le había amado después de todo, pero tenía que reconocer que
el cambio que representaba Night despertaba su curiosidad. Él era un hombre muy
fuerte, un superviviente que no había dejado que el dolor y la ira lo
convirtieran en alguien violento, tan solo había que ver la forma tan… cariñosa
y protectora con la que lo abrazaba, como si quisiera protegerlo. Jeremy jamás
lo había abrazado así.
Cerró los ojos y
simplemente se dejó hacer.
—Gracias, Night.
Este hizo algún
movimiento con la cabeza.
—No, Vane, gracias
a ti. Por todo.
Fue incapaz de no
darle un abrazo. Ante su gesto, el otro hombre lo abrazó con más fuerza.
—Vane, ¿puedo
preguntarte algo?
—Claro.
—¿Por qué estabas
entrenando? Me dijiste que, de noche, los humanos duermen.
El recordatorio de
por qué había estado aporreando un saco de boxeo hirió su orgullo en lo más
hondo. Ahora estaba más relajado, pero cuando cogiera a los cabrones que tenían
cautivos a los amigos de Night, les daría una buena paliza.
—Estaba enfadado.
—¿Con los médicos
y técnicos? Sé que para vosotros ha sido duro ver cómo tratan a mi gente.
—Sí, pero ha sido
por algo más.
—¿Por qué?
Vane se apartó un
poco para poder mirar a Night a los ojos.
—No te he dicho en
qué trabajo, ¿verdad?
El hombre frunció
el ceño, centrado en recordar.
—Dijiste que
habías sido soldado, pero ya no. Y que ganas mucho dinero —añadió tras una
pausa.
—Tengo una empresa
de tecnología. —Antes de que Night pudiera preguntar, Vane se lo explicó—. Es
complicado hacerte entender a qué me refiero cuando hablo de tecnología, pero
por ahora, basta con que sepas que me dedico a fabricar y vender cosas como
cámaras, puertas acorazadas con códigos y ese tipo de cosas.
—¿Qué es vender?
—Dar algo a cambio
de dinero. —Night asintió—. En general, mi empresa está dedicada a la
tecnología encargada de la seguridad, creo cosas que mantienen protegidas y
seguras a las personas, ¿de acuerdo? Como lo que hicimos hace poco en mi casa
para estar seguros de los hombres que tienen a tu gente no puedan entrar aquí
sin que yo lo sepa.
—Entiendo —dijo
Night, aliviado por tener una idea de lo que hacía.
Vane inspiró hondo
antes de confesar:
—Los hombres que
tienen a tus amigos compraron mis productos. Todas esas cámaras que hay en la
instalación donde los tienen retenidos, las puertas con códigos, los sensores
de movimiento, todo… Todo lo he hecho yo. Se suponía que mis inventos debían
servir para proteger a las personas, no para mantenerlas encerradas para que
les hagan daño.
Night entendió
rápidamente lo que quería decir, y también el malestar del macho. Sabía que
Vane tenía buena intención, después de todo, era un buen humano… hombre. Tenía
que recordarse más a menudo que él también era humano.
Intentando que se
sintiera mejor, frotó su nariz contra la suya, mostrándole así su afecto.
—No es culpa tuya,
Vane. Sé que no eres uno de ellos y que no quieres hacernos daño.
—Lo sé, pero me
duele que otros hayan utilizado mis productos para hacer daño. Se suponía que…
—¿Qué?
Los ojos de Vane
tenían una mirada atormentada que se clavó en su corazón.
—No siempre fui
una buena persona, Night. Cuando murieron mis padres en aquella explosión, mis
hermanos y yo nos convertimos en soldados para matar a los que hicieron eso. No
sé si al final los encontramos o no, pero matamos a mucha gente. No es que
fueran buenas personas tampoco, pero el caso es que nosotros queríamos hacerles
daño, disfrutábamos eliminándolos.
Night frunció el
ceño, sin estar muy seguro de lo que quería decir.
—Yo disfrutaría
haciendo daño a las personas que tienen a mi gente.
—Es distinto,
Night, tú siempre les has hecho daño en defensa propia, pero ¿matarías a
alguien que está indefenso frente a ti, suplicando clemencia?
Él se revolvió un
poco, incómodo ante la escena que imaginó en su cabeza. Si fuera un técnico que
nunca le había hecho más daño que el que ordenaban los médicos, tal vez lo
dejaría tranquilo… pero si fuera uno que había disfrutado haciéndole daño, o
que había asesinado a uno de sus compañeros, lo mataría sin pensárselo dos
veces.
—Depende del daño
que me haya hecho.
—No todas las
personas a las que maté me habían hecho daño, Night, al menos no directamente.
Pero, aun así, las asesiné, aunque no tuvieran nada con qué defenderse, aunque
se arrastraran desangrándose por el suelo intentando huir de mí. Estaba
demasiado ciego para darme cuenta de que me estaba convirtiendo en un monstruo,
me decía a mí mismo que lo hacía por mi país, por la gente que me importaba, pero
en realidad solo quería una salida a mi dolor. Matar a esas personas me hacía
sentir que estaba vengando a mis padres y no era así, pero… me di cuenta
demasiado tarde. Nada de lo que haga ahora corregirá los errores que cometí,
pero se suponía que mi empresa debía… debía proteger a la gente de personas que
eran como lo había sido yo. —Cuando terminó de hablar, le dedicó una amarga
sonrisa a Night—. Lo siento, estoy drogado y probablemente no entiendes lo que
te acabo de decir. Mejor me duermo.
Sin embargo, Night
había entendido más de lo que Vane creía. Puede que no acabara de entender muy
bien las guerras y lo que hacían exactamente los soldados, pero creía que, a
causa de la muerte de sus padres, Vane se había convertido en alguien parecido
a los médicos, que disfrutaban haciendo daño a los demás.
Aun así, no era
exactamente eso. Más que a los médicos, a Night le recordaba a aquellos de sus
amigos que habían perdido su mente por perder a gente que les importaba. No les
había importado quién se les acercara, técnicos o médicos, los habían matado en
cuanto habían tenido la ocasión siempre que fueran humanos, a pesar de que no
los hubieran visto nunca antes. Habían desarrollado un odio descomunal hacia
ellos, por lo que, a sus ojos, todos eran los enemigos.
Imaginaba que Vane
había pasado por algo similar y, sinceramente, no lo culpaba. Comprendía muy
bien el dolor de una pérdida, él ya lo había experimentado muchas veces… solo
que, al final, lo había superado, igual que había hecho Vane.
Volvió a
arrastrarlo hacia su cuerpo para abrazarlo.
—No importa cómo
fueras en el pasado, importa lo que haces ahora. Sé que te sientes culpable por
las cosas malas que hiciste, pero también sé que eres un buen macho, y eso no
es algo que pueda decir de todos los que he conocido.
Este le
correspondió apretándose un poco más contra él. A Night le gustó tenerlo tan
pegado y se acomodó un poco más a su alrededor, gruñendo suavemente.
—Gracias, Night.
Tú también eres un buen macho.
Night no pudo
evitar sonreír. Era tan raro escuchar a un huma… a alguien que no fuera uno de
los suyos hablando como él… pero también le produjo una cálida sensación en el
pecho, como si Vane estuviera esforzándose para encajar con él, del mismo modo
que él hacía para adaptarse a su mundo.
—Duerme, Vane.
Necesitas descansar.
El susodicho dejó
escapar un suspiro.
—¿Vas a quedarte
toda la noche aquí?
—Sí.
—… Métete bajo las
sábanas o cogerás frío.
Night podría
haberle dicho que no lo tenía, pero la idea de poder estar más cerca del cuerpo
de Vane le tentó demasiado como para decirle la verdad. Así que hizo las mantas
a un lado, el tiempo justo para meterse dentro, y luego los tapó a ambos con
ellas. No tardó mucho tiempo en enroscarse de nuevo alrededor del otro hombre,
envolviendo su cuerpo con sus brazos y pegándolo a él tan cerca como era
posible. Tener el aroma de Vane mezclado con el suyo le resultaba muy
agradable, aunque odió que estuviera mezclado con los fármacos que le había
dado Ethan, pero los ignoró y se dedicó a hundir la nariz en su pelo y abrazarlo
fuertemente.
Por otro lado,
Vane se había sonrojado un poco al decirle a Night que se metiera en la cama
con él, además de que los dos estaban abrazados en una postura bastante íntima.
Sin embargo… se sentía bien. Tal vez aún le afectara un poco el sedante, pero
la verdad era que en ese momento no le importaba mucho compartir esa cercanía
con Night. Una parte de él se sentía aliviado de saber que él no pensaba que
fuera alguien cruel por los errores que cometió en el pasado y, tenía que
reconocerlo, le había hecho un poco de gracia ver cómo se había metido en la
cama tan rápido, como si no quisiera estar separado de él mucho tiempo. Se
sintió también un poco halagado, no era de extrañar que eso le alegrara después
de una ruptura, Jeremy le había hecho dudar acerca de qué demonios había hecho
mal para que le pusiera los cuernos.
Sin embargo, no
quería hacerse ilusiones tampoco. Night todavía no sabía demasiado acerca de su
mundo, probablemente solo quería ayudarlo y asegurarse de que estaba bien como
agradecimiento a lo que estaba haciendo por él y sus amigos.
Se maldijo a sí
mismo en silencio. No debería estar pensando en si era posible que él le
gustara a Night o no, era una tontería; aparte de que acababa de pasar por una
ruptura y probablemente estaba en esa fase en la que echaba de menos tener a
alguien con quien compartir la intimidad propia de las parejas, Night ya tenía
bastante con todo lo que estaba sucediendo como para tenerle a él encima.
Por ahora, debía
centrarse en ayudarlo, a él y a su gente. Confiaba en que mantenerse ocupado lo
mantendría lo suficientemente distraído como para olvidar que ya llevaba algún
tiempo sin sexo y que Night era lo más caliente que había visto en su vida. Sí,
planear el rescate de unas cien personas era lo suficientemente estresante como
para que su invitado no fuera una tentadora distracción.
O eso creía él, ya
que tal vez Night estaba más que interesado en ser dicha clase de distracción.
A la mañana
siguiente, Vane bajó un poco más tarde a desayunar. Cuando había empezado a
amanecer, Night, temiendo que la luz molestara al macho enfermo, había cerrado
las cortinas para que pudiera seguir descansando. Podría haber bajado a
desayunar con Max y Ethan, ya que había escuchado sus pasos al pasar cerca de la
habitación para bajar las escaleras, pero prefirió quedarse con Vane y seguir
cuidándolo, asegurándose de que no volviera a dolerle el brazo.
Así, este despertó
de nuevo en los brazos del otro hombre, que lo había estado contemplando con
sus increíbles ojos azules. Ahora que no estaba tan afectado por los sedantes,
pudo ser más consciente de su cuerpo, de su poderoso torso y de sus fuertes
brazos. Pese a que él no era alguien que se sonrojara a menudo, pudo sentir que
su cara estaba ardiendo por verse aún en esa situación. Por supuesto, Night se
dio cuenta de eso y se preocupó de inmediato.
—Tienes la cara
roja, ¿te duele el brazo? —le preguntó al mismo tiempo que ponía una de sus
grandes manos en su mejilla. Su palma tenía un tacto ligeramente áspero, como si
fuera callosa pero… diferente. Era agradable y excitante.
—Estoy bien —lo
tranquilizó, frotándole un brazo para calmarlo. Intentó no darse cuenta de lo
musculoso que era, o de lo mucho que disfrutó cuando Night le acarició el
rostro con una ligera sonrisa que hizo que su corazón tartamudeara—. Mi brazo
está algo adolorido, pero Ethan se encargará de eso.
Al saber que Vane
todavía estaba sufriendo, la sonrisa de Night se borró y asintió.
—Te llevaré con
él.
Después de eso,
ayudó a Vane a incorporarse procurando que no moviera mucho su extremidad
herida y lo siguió muy de cerca mientras se dirigían a la cocina. Al llegar,
Max estaba terminando de cocinar el desayuno y Ethan estaba hojeando el
periódico. Cuando se dieron cuenta de su presencia, el doctor fue el primero en
dejar lo que estaba haciendo para revisar a Vane, obligándolo a sentarse en una
silla y a realizar una serie de ejercicios, mientras que Night se apartó un
poco para darles espacio y se sentó cerca de donde estaba Max, pero sin perder
de vista al macho que le atraía, asegurándose de que estaba bien. De vez en
cuando, este hacía una mueca de dolor, lo que causaba que se tensara y deseara
acercarse para reconfortarlo, pero Max le dio un toque y le dijo con una
tranquila mirada que no se preocupara, que no era nada grave. Así que, aunque
le costó un poco mantenerse alejado, permitió que Ethan hiciera su trabajo.
—Estás bien, Vane,
pero voy a darte algo para el dolor y, por hoy, nada de entrenar, ¿entendido?
—le dijo con cierta dureza.
El otro hombre le
dedicó una sonrisa de disculpa.
—Sí, doctor.
—Bien. Vamos.
Cuando Night vio
que los dos hombres salían de la cocina, se levantó para ir con ellos y ver qué
iba a hacer Ethan con Vane, temiendo que fuera algo doloroso, pero Max lo cogió
del brazo y lo instó a sentarse de nuevo.
—No seas tan
impaciente, hombre.
Night le frunció
el ceño, molesto.
—Tengo que
asegurarme de que Vane está bien.
—Ethan solo va a
ponerle una inyección para disminuir el dolor y luego volverán, será solo un
momento. —El otro hombre soltó un gruñido disgustado, pero accedió a permanecer
sentado, aunque aguzó su sentido del oído para tener localizados a los otros
dos machos en todo momento.
Max se sentó a su
lado mientras el desayuno terminaba de hacerse.
—Bueno, ¿y qué tal
la noche?
Night le miró sin
comprender.
—¿Qué quieres
decir?
—Habéis dormido
juntos, ¿ocurrió algo más?
Este hizo un gesto
negativo.
—No, solo lo
abracé.
Max esbozó una
sonrisa que estaba entre la complacencia y la picardía, pero no dijo nada al
respecto, sino que se guardó sus ilusiones para sí mismo. Lo importante ahora
era ayudar a Night.
—¿Y cómo te hizo
sentir eso?
—Fue agradable. Me
gustaría repetirlo.
—Eso es bueno,
pero no creo que Vane te deje volver a dormir con él… Verás, las personas
normalmente no dormimos juntas a menos que sea con nuestra pareja, ¿entiendes?
—¿Pareja es como compañero? —preguntó Night, ladeando la cabeza.
—Más o menos,
digamos que solemos dormir con las personas con las que tenemos relaciones
sexuales y, por ahora, no es tu caso con Vane. Dale algo más de tiempo y sigue
acercándote a él, si se siente atraído por ti como me dijiste, no tardaréis
mucho en compartir habitación.
Night dejó escapar
un suspiro. La idea de no dormir otra vez con Vane le deprimía un poco, esa
mañana había despertado con su olor sobre su cuerpo, igual que el otro macho
había estado impregnado con su aroma, de hecho, todavía olía a él no solo en su
ropa, sino también en su cabello y en su piel. Eso le gustaba, le hacía
sentirse más conectado a él y, además, echaría de menos abrazarlo esa noche,
tener su fuerte cuerpo contra el suyo, sintiendo cada respiración y cada latido
de corazón. Sin embargo, podía esperar, no quería que Vane sintiera que lo
estaba forzando.
—Entonces,
esperaré —declaró.
Max le sonrió y le
dio una palmada cariñosa en la espalda antes de regresar al banco de la cocina
para terminar de hacer el desayuno. El gesto sorprendió un poco a Night, pero,
curiosamente, no le resultó muy molesto que le hubiera tocado, tal vez porque
empezaba a confiar en él y también porque solo había sido un instante.
—¡Hoy tenemos
gofres para desayunar! —anunció Max alegremente mientras los iba sirviendo en
un plato—. Es uno de los platos favoritos de Ethan, suele tomarlos con
chocolate y nata.
Night observó con
curiosidad cómo Max rociaba lo que creía que eran los gofres con un líquido
oscuro y espeso antes de echarle algo blanco y que parecía muy blandito. Cuando
tuvo delante su plato, no pudo evitar darle un toquecito con el dedo, acabando
manchado. Lo lamió para probarlo… antes de hacer una mueca y sacar la lengua
con asco, haciendo reír a Max.
—¡Oh, vamos! ¡No
está malo!
—Tiene un sabor
raro, no me gusta.
—Prueba los gofres
con chocolate, a ver si lo podemos arreglar.
Night lo hizo y su
expresión hizo que Max estallara en carcajadas.
—¡No puedo creer
que no te guste el dulce!
—Está malo.
—No está malo, es
que no tienes buen gusto para la comida.
—¿Qué está
pasando?
Ambos hombres se
volvieron hacia Vane y Ethan, que acababan de llegar y habían oído las
risotadas de Max. Night revisó rápidamente a Vane, sintiéndose más tranquilo al
detectar en su lenguaje corporal que estaba relajado y que nada parecía
dolerle. Al saber que estaba bien, pudo lanzarle una mirada de pocos amigos a
Max.
—Intentaba que
comiera esta cosa. Quiere que me siente mal del estómago.
Vane y Ethan se
echaron a reír, mientras que Max lo miró con la boca abierta.
—¿Acabas de hacer
una broma?
Night esbozó una
sonrisa divertida.
—Sé lo que es una
broma. Los machos con los que convivía y yo les hacíamos bromas a los técnicos
nuevos para asustarlos, así no nos hacían mucho daño.
—¿Y cómo hacías
eso?
Él ensanchó su
sonrisa, dejando perfectamente a la vista sus afilados colmillos. Max puso cara
de “qué miedito”, mientras que Vane soltó una risilla y colocó una mano sobre
el hombre de Night. Este por poco gruñó complacido al sentir su toque.
—Con esos dientes,
seguro que no…
Fue interrumpido
de repente por un pitido agudo que los sobresaltó a todos e hizo que Night
soltara un gruñido de molestia, tapándose los oídos. Vane cogió rápidamente el
móvil de su bolsillo y apagó la alarma antes de teclear algo a toda velocidad
en su pantalla. Lo que vio hizo que soltara una palabrota.
—Hijos de puta,
están aquí.
—¿Qué? —exclamó
Ethan, palideciendo.
Night se puso en pie
de un salto con las manos en forma de garras, listo para pelear, mientras que
Max fue corriendo al salón. Vane tampoco perdió el tiempo y cogió a Ethan de la
muñeca a la vez que ordenaba a Night que le siguiera, quien obedeció sin
pensárselo dos veces. También fueron directos al comedor, donde Max había
apartado la mesita del centro y quitado la alfombra; apenas era visible, pero
había una trampilla que se abrió después de insertar un código en una pantalla
incrustada en el suelo, dejando a la vista unas escaleras. Todos se metieron
dentro y bajaron hasta el fondo, donde Night se dio cuenta de que en las
paredes había montones de armas colgadas, algunas nunca las había visto, además
de cuchillos y algunas cajas. Max fue directo a coger algunas de las armas que
tenían un aspecto potente, y Vane los llevó a una mesa, donde había un
ordenador grande.
—Ethan, con esto
podrás ver lo que ocurre arriba.
—¿Qué? ¿Desde
cuándo las tienes?
—Desde que mandé
construir esta casa.
—¿Y por qué…?
—Tengo una empresa
de tecnología y seguridad muy lucrativa, Ethan, ¿por qué coño crees? —dicho
esto, encendió el ordenador, en el cual varias pantallas que mostraban la casa.
Después, le dio un intercomunicador—. Ponte esto en la oreja y vigila las plantas
de arriba, Max y yo atacaremos desde el primer piso y estaremos atentos a la
planta de abajo. —Una vez terminó con él, fue con Night y le tendió un móvil
que había en la mesa, el cual reconoció rápidamente—. Recuerdas lo que tienes
que hacer, ¿verdad? Es como lo ensayamos, pero te pondrás en contacto con mi
hermano Zane, ¿de acuerdo?
—No —declaró con
firmeza—. Lucharé contigo.
Vane lo cogió por
los brazos y lo miró con seriedad.
—Aún no estás
preparado, y no podemos permitir que te vean, Night. Piensa en tu gente,
tenemos que sacarlos de aquí y todo se irá a la mierda si descubren dónde
estás.
Night lo sabía,
pero no podía permitir que Vane y Max pelearan solos.
—No quiero que te
pase nada —admitió.
El rostro de Vane
se ablandó un poco y cogió su rostro entre sus manos.
—Te prometo que
volveré.
—Los humanos
rompen sus promesas.
—Yo no. ¿Acaso te
he fallado antes?
Night pensó en
cuando conoció a Vane y este le juró una y otra vez que no era uno de los
médicos, que no estaba en una prueba y que no sabía dónde estaban sus amigos.
Era cierto, él no le había mentido. Nunca.
—No.
Vane asintió.
—Confía en mí otra
vez, y te juro que volveré.
Night tragó saliva
y abrazó al macho con fuerza.
—Me quedaré aquí,
pero no rompas tu promesa.
El otro hombre
correspondió su gesto.
—No lo haré.
—Vane, tenemos que
prepararnos —le avisó Max.
Este se separó de
Night y se reunió con su hermano, ayudándole a cargar con las armas que había
escogido para el combate. Una vez estuvieron fuera de la habitación, Vane se
asomó y les dijo:
—Pase lo que pase,
no hagáis ruido y no salgáis.
Ethan asintió y
les pidió que tuvieran mucho cuidado, mientras que Night miró a Vane
acongojado, deseando ir con él para asegurarle de que no le pasara nada. Pero
le había dicho que se quedaría allí, por su gente… y porque le había prometido
que volvería.
Por otro lado,
Vane y Max actuaron a toda velocidad: taparon la habitación secreta con la
alfombra y volvieron a poner la mesita en su sitio, luego ordenaron a Bear, Sam
y Nocturn que se escondieran en lugares estratégicos desde los cuales podían
atacar, tras los sofás, la entrada de la cocina detrás de la pared y en las
escaleras, donde uno de los perros podía atacar saltando desde arriba. Los dos
hermanos fueron al piso de arriba y se aseguraron de tener las armas totalmente
cargadas: una especie de bazuca que en vez de tirar cohetes lanzaba una red
electrificada, dos fusiles de asalto, dos pistolas y un par de cuchillos largos
para el combate cuerpo a cuerpo en caso de que lo necesitaran.
Aunque esperaban
que no. Vane había visto por las cámaras exteriores que venía un grupo
numeroso, así que su única posibilidad era pillarlos por sorpresa.
En cuanto lo
tuvieron todo listo, se quedaron en silencio apuntando hacia la puerta
principal, sabiendo que entrarían por ahí. Sus sospechas se confirmaron cuando
oyeron un fuerte golpe, sin embargo, los intrusos no pudieron entrar al primer
intento, pues Vane compró esa puerta y la reforzó él mismo para evitar que
nadie pudiera abrirla tan fácilmente.
Se oyó un segundo
golpe, sin resultado. Un tercero, de nuevo, sin éxito. Al final, escucharon
unos disparos que iban dirigidos sin duda a la cerradura, haciendo que Vane
aferrara su arma con más fuerza e inspirara aire, reteniéndolo en el pecho para
disparar certeramente.
Finalmente, tras
dejar la cerradura destrozada, le dieron una patada y la abrieron de par en
par, entrando rápidamente un numeroso grupo armado de poco más de una docena.
No importaba, porque todos entraron velozmente entre gritos que exigían una rendición
inmediata, un poco apelotonados, apuntando a todas direcciones buscando a los
habitantes de la casa.
Ilusos. A Vane
casi le decepcionaba que no fueran más inteligentes, pero eso era perfecto para
el plan que había diseñado con Max.
Este, sabiendo que
era el momento, salió de la habitación donde se ocultaba con el bazuca y
disparó la red hacia la entrada, esta se extendió en sus buenos seis metros,
capturando en su interior a más de la mitad de los hombres, provocando que la
electricidad los dejara paralizados y temblando en el suelo. Los pocos hombres
que quedaron libres apuntaron de inmediato a Max, que tras disparar la red
volvió a ocultarse en su sitio y tirar el arma para coger su fusil pero,
mientras tanto, cubriéndolo, Vane salió de su escondite y disparó en los brazos
y piernas a los capullos que trataban de acribillar a su hermano con frialdad.
Todos cayeron al suelo, soltando las armas y levantando las manos en señal de
rendición.
Pero aún no había
acabado. Y Vane lo sabía, había pasado tiempo de sobra en el ejército como para
saber cómo funcionaban esas operaciones.
Un nuevo grupo
entró disparando contra él, obligándole a esconderse de nuevo, pero Max ya
estaba listo y le cubrió las espaldas, disparando contra los hombres. Por
supuesto, estos esperaban que Vane volviera al ataque para ayudarlo, pero ahora
venía otra sorpresa. Se llevó dos dedos a la boca y silbó muy fuerte. La orden
fue clara y precisa, los perros salieron de sus posiciones a toda velocidad,
sorprendiendo al enemigo y abalanzándose sobre los que podían, arrebatándoles
las armas con sus furiosas mandíbulas. Solo entonces, Vane, aprovechando de
nuevo la confusión, salió una vez más y abatió con la ayuda de Max a los pocos
que quedaban en pie.
Una vez hecho, y
viendo que no entraba nadie más, dio la orden a los perros de apartarse de sus
contrincantes para vigilarlos desde sus anteriores posiciones, así no estaban
expuestos a las balas ni tampoco a un ataque sorpresa de sus rehenes. Le hizo
una señal a Max para que recargara el arma mientras él gritaba:
—¡¿Me oís, hijos
de puta?! ¡Tengo veintidós hombres aquí dentro y juro que les volaré la cabeza
a todos ellos como no venga a hablar conmigo el imbécil que esté al mando de
esta mierda de operación! ¡¿Me habéis entendido?! —dicho esto, y tras
intercambiar una mirada con Max, que ya había terminado de cargar su fusil,
amartilló su arma y apuntó a la cabeza del primero que vio, uno de los que no
estaban en la red, quien le miró con horror—. ¡Uno!
—¡Espere!
Él esperó,
apuntando esta vez a la puerta abierta. Entró un hombre grande y robusto, que
no parecía llevar ningún arma, al menos ninguna lo bastante grande que él
pudiera ver. Este lo miró directamente a los ojos.
—No voy armado.
—Eso ya lo
veremos. —Señaló con el arma a Nocturn, sabiendo que era el perro que más
imponía respeto—. Ves con el dóberman, y como le pongas un dedo encima, te
reviento la cabeza.
Tras intercambiar
una mirada rápida con Max, este apuntó a la entrada principal, mientras que
Vane no dejaba de seguir con su fusil al que supuestamente estaba a cargo. Este
fue junto a Nocturn que, acostumbrado ya a esa clase de operaciones, olisqueó
la ropa del extraño entre gruñidos amenazadores. Le sacó un cuchillo que tenía
escondido en la bota militar y una pistola que llevaba bajo el chaleco.
Vane resopló.
—Con que no vas
armado, ¿eh, cabrón?
El hombre apretó
los labios.
—Usted tampoco
habría ido desarmado en esta situación.
—No, pero eres tú
quien puede morir. Basta de gilipolleces, ¿para quién trabajas?
Este parpadeó,
confundido. Vane ya contaba con eso, pero todo era parte de su plan.
—¿Qué?
—¿Security
Walters? ¿Road Technology? Habla, quiero saber quiénes son los mamones que
intentan quitarme mi trabajo.
Casi le pareció
divertido ver cómo boqueaba el hombre. Casi. Si no fuera porque ese capullo
trabajaba para los monstruos que habían torturado a Night y a sus amigos, tal
vez habría sentido algo de lástima por él. Solo tal vez.
El intruso frunció
el ceño.
—No sé de qué me
habla.
—No te hagas el
imbécil conmigo —siguió interpretando su papel con una maestría digna de ser
oscarizada—. Dile al pedazo mierda que te contrató que pasé cinco putos años en
Afganistán, y que si cree que esto va a asustarme, es que no tiene ni idea de a
quién intenta joder.
El hombre levantó
las manos con aire conciliador.
—Señor, creo que
ha habido un malentendido. ¿Quién es usted?
Vane soltó un
bufido.
—No me vengas con
gilipolleces, sé perfectamente que tú y esos soplapollas que se hacen llamar
hombres habéis venido a por mi nuevo prototipo. Sea quien sea la empresa que te
ha contratado, no te paga lo suficiente para intentar joderme.
El extraño pareció
confundido un instante más antes de que un atisbo de comprensión iluminara sus
ojos. Ah, hombre, ya era hora, a Vane no le hacía ninguna gracia tener a esa
gente en su casa, menos aún con Night y Ethan bajo sus pies.
—Señor, trabajo
para una empresa privada situada en el polígono de la ciudad. Vimos en nuestras
cámaras de seguridad que había un coche sospechoso que estaba a su nombre cerca
de una de las instalaciones y los jefes pensaron que se trataba de espionaje
comercial, así que nos enviaron a por ustedes.
Vane estrechó los
ojos. Mierda, esos cabrones habían puesto cámaras en varias zonas del polígono
para tener mejor vigilado esa instalación. No habían mencionado un dron, ni
tampoco parecía que hubieran visto a Night el día en que los tres siguieron a
esa furgoneta hasta allí, así que tendría que echar un vistazo con el dron a
todo el perímetro y averiguar los puntos ciegos para cuando fueran a rescatar a
los amigos de Night.
Pese a que el
instinto le exigía que no soltara el arma bajo ninguna circunstancia, relajó un
poco su agarre sobre ella para dar la sensación de que empezaba a creerle.
—Mi nombre es Vane
Hagel, presidente y director ejecutivo de BWT Corporation.
El hombre abrió
los ojos como platos, era evidente que lo conocía.
—Señor, es… es un
honor conocerle. La empresa para la que trabajo utiliza sus sistemas de
seguridad.
Este asintió.
—Estoy trabajando
en un nuevo proyecto y fui con mi hermano a probar uno de los prototipos.
Pensaba que esa parte del polígono estaba abandonada, así que fui allí a
hacerlo, no tenía ni idea de que hubiera una empresa activa en esa zona —dicho
esto, miró de nuevo a sus hombres con desconfianza—. Comprenderá qué he pensado
al ver a un grupo armado irrumpiendo en mi casa.
—Sí, por supuesto,
señor. Le ruego que nos disculpe. —Hizo una pausa en la que avanzó un pequeño
paso hacia él—. ¿Le importaría si sacamos a nuestros hombres? Le prometo que
nos iremos de inmediato de su propiedad y que no volveremos a molestar, la
empresa para la que trabajamos comprende muy bien la importancia de asegurar
que los productos estén a salvo.
Productos. Vane
contuvo una mueca de total desprecio al pensar en que ellos veían a Night como
eso, un producto, un prototipo que poner a la venta del mejor postor, poco más
que un objeto.
Juró que se
guardaría una bala para el brillante idiota que había inventado ese proyecto.
—Cójalos rápido y
lárguense de mi propiedad —dicho esto, miró un segundo la puerta destrozada de
su casa—. Y dígale a su jefe que más le vale pagarme la puerta, la personalicé
yo mismo, no es algo que se encuentre en cualquier mercado.
—Por supuesto,
señor —accedió rápidamente el hombre.
Para Vane fue
difícil dejar entrar a más hombres en su casa; estos la habían estado rodeando
en busca de otros modos de penetrar en ella y tomarlos por sorpresa, pero Vane
había sido lo bastante inteligente como para haber instalado cristales
antibalas en las ventanas, así como asegurarlas con cerraduras potentes que,
ahora que llegaba el invierno, siempre estaban cerradas, por lo que no había
otra forma de entrar que no fuera la puerta principal. Por eso había sabido
desde el principio la estrategia a seguir, las jugadas que harían para intentar
detenerlo. Max y él eran solo dos, cinco si contaba a los perros, pero conocer
los movimientos de tu rival siempre era una gran ventaja.
Tal vez Vane no
había sido el guerrero más fuerte, ni siquiera entre sus hermanos, pero estaba
bien entrenado y tenía una mente brillante, por eso le habían apreciado tanto
en el ejército como estratega.
En cuanto todos
los hombres se fueron, su líder se detuvo un segundo para mirarle.
—Lamento de verdad
todo esto, mi jefe también lo hará. Se pondrá en contacto con usted para
arreglar la puerta.
Vane asintió con
brusquedad, sin mostrar un ápice de amabilidad.
—Dígale que espero
su llamada.
Cuando su casa se
quedó vacía, Max y él se las apañaron para atrancar la puerta, al menos hasta
que pudieran reemplazarla por otra nueva, cosa que Vane iba a arreglar esa
misma mañana, ya que no podía permitirse que hubiera un nuevo ataque y no tener
algo que pudiera retener a sus enemigos. Después de eso, no fueron
inmediatamente a por Ethan y Night, sino que esperaron hasta ver por las
cámaras exteriores que se habían ido e, incluso tras contar que los más de
veinte hombres se estaban alejando de la casa, esperaron unos minutos por si no
se habían creído la historia de Vane y decidían volver, aunque este no lo creía
probable, pues ya habían visto que con solo dos hombres habían derrotado a un
escuadrón grande.
Al ver que no
parecía tener intención de regresar, Max le palmeó el hombro a su hermano.
—Eres un puto
genio, hermanito.
Este dejó escapar
un suspiro.
—Tenemos suerte de
que no vieran el dron o a Night la primera vez que estuvimos allí. Hay que
peinar todo el polígono en busca de cámaras que estén en funcionamiento, no
podemos cometer el error de que vuelvan a pillarnos. La próxima vez estarán más
preparados.
—Nosotros también
—afirmó Max con ferocidad—. Sé que ya no es lo mismo, pero llevamos a cabo
operaciones de rescate en Afganistán y lo logramos. Podemos con esto, solo
necesitamos tiempo para prepararnos.
Vane asintió.
También creía que podían hacerlo, pero el problema era precisamente el tiempo.
Para una operación de rescate de ese calibre, normalmente se necesitarían meses
de preparativos: un lugar seguro para que las víctimas pudieran recuperarse de
la horrible experiencia, médicos y enfermeros que los trataran, un transporte
enorme o un montón de vehículos para llevarlos sanos y salvos, muchos hombres y
armamento para desalojar la instalación… La información básica la tenían, pero
para todo lo demás, se necesitaba tiempo y mucho dinero. Ni siquiera él, con el
poder económico que tenía, podía comprar un avión o varios camiones como si
nada, ni tampoco pagar a tantos médicos y hombres, por no hablar de todo el
material que necesitarían las víctimas en su nuevo hogar ni los cuidados y
educación necesarios que debían recibir…
Pero eso no le
preocupaba. La visita de sus enemigos le había dado una idea a la que llevaba
unos días dándole vueltas, algo que había dejado relegado en un rincón para
poder ocuparse de Night. Ahora podía ponerla en práctica, solo tenía que
esperar una llamada y, cuando la recibiera, se encargaría de joder vivos a esos
hijos de puta.
—Vamos a ver cómo
están Night y Ethan —le dijo a Max, dejando sus planes para más tarde.
Se apresuraron a apartar
una vez más la mesita y la alfombra, abriendo la trampilla. Ethan fue el
primero en subir con ayuda de Max, se le veía muy afectado, seguramente por lo
que había visto a través de la pantalla del ordenador, y se lanzó al cuello de
su amigo, quien le sonrió y lo abrazó.
—Vamos, hombre, no
ha pasado nada —dicho esto, se apartó abriendo los brazos, como si se estuviera
mostrando a sí mismo—. ¿Ves?, ni un mísero arañazo. Los Hagel somos
indestructibles.
Por otro lado,
Night no necesitó ayuda para subir, pero nada más hacerlo, fue directo a Vane y
lo estrechó entre sus brazos. Todo el tiempo que había estado mirando la
pantalla del ordenador, había sentido un nudo de malestar en el estómago,
viendo cómo los valientes machos se enfrentaban solos a numerosos enemigos con
astucia y no menos destreza. A esas alturas, él ya era consciente de que Vane
era el alfa de aquel grupo y que, obviamente, aquella estrategia había sido
cosa suya, haciendo que fuera muy consciente de lo mucho que había subestimado
realmente su inteligencia, admirándolo y respetándolo aún más por ello. También
hizo que se sintiera más atraído por él; sin duda, ese macho era el más fuerte
que jamás había conocido, mantenía la calma en situaciones donde otros se
habrían encogido por el miedo y no permitía que las emociones lo dominaran, era
decidido, valiente, y tener un brazo herido no le impedía afrontar cualquier
dificultad que le pusieran por delante.
No pudo evitar
pensar que sería un gran compañero. Le gustaría tener a alguien como él a su
lado para compartir la vida en libertad con la que empezaba a atreverse a
soñar.
Volvió a la
realidad cuando Vane le devolvió el gesto con fuerza. Contento por ese íntimo
abrazo, gruñó suavemente y frotó su mejilla contra el cabello de Vane.
—Has cumplido tu
promesa —comentó.
—Te dije que no te
fallaría.
Night se apartó un
poco para poder ver si estaba herido, aunque siguió sujetándolo por la cintura.
—¿Estás bien?
—Sí, todos lo
estamos —dicho esto, Vane llamó a los perros y los examinó por encima. Tal y como
pensaba, todos habían salido ilesos—. Sí, no hay nadie herido.
—Salvo esos
capullos —masculló Ethan, a quien todos se le quedaron mirando al oírle decir
una palabrota, pues era la primera vez que le escuchaban hablando así. El joven
médico se pasó las manos por el cabello, como si aún no acabara de creerse lo
que había pasado—. ¡Joder, ha sido genial!, ¡genial! Es decir, he pasado un
miedo terrible, ¡pero habéis estado jodidamente increíbles! Claro, era evidente
que dos tíos y tres perros pudieran con veinte, ¿verdad?, ¡de toda la vida!
—Eh, eh, eh,
tranquilo, doctor —trató de calmarlo Max, que se acercó para frotarle la
espalda—. Entiendo que la adrenalina se te ha subido a la cabeza al vernos a mi
sexy hermano y a mí con armas potentes en las manos y dando caña al personal,
pero ya, respira hondo, cuenta hasta diez y todo eso… Espera, se supone que tú
eres el experto en esto.
—¡A la mierda!
¡Habéis ganado a veinte tíos armados que intentaban llenaros de agujeros!,
¿cómo esperáis que no esté alucinando?
Night observó cómo
Max llevaba al otro hombre hasta el sofá, donde lo sentó antes de arrodillarse
en el suelo frente a él, cogerle los brazos y hablarle lentamente, como si no
pudiera entender bien sus palabras. Eso le hizo fruncir el ceño y mirar a Vane.
—¿Se encuentra
bien?
—Está afectado por
esto, a Ethan no le gusta nada la violencia.
—No parece
afectado.
—No tiene control
sobre sí mismo, parlotea sin parar y hace gestos nerviosos. Cada persona
reacciona de un modo distinto ante algo como esto.
Night entrecerró
los ojos.
—Cuando estábamos
abajo, pensé que se rompería. No dejaba de miraros, temblaba y gimoteaba, creo
que estaba a punto de llorar. Tuve que abrazarlo para calmarlo. No lo hizo
hasta que tú tuviste el control de la situación.
Vane suspiró.
—Sé que tuvo que
pasarle algo para que reaccione de ese modo, no es solo porque sea médico. Se
llama trauma.
—¿Trauma?
—Una experiencia
del pasado que te persigue y te atormenta en la actualidad. Cuando tú llegaste
aquí, actuabas de forma desconfiada y defensiva con nosotros porque te
recordábamos a los médicos. Pero ya lo has superado.
Night asintió y
miró a Ethan, quien ahora tenía la cabeza entre sus manos. Max le estaba
acariciando el cabello en un tierno gesto de consuelo.
—¿Él lo superará?
—Depende de su
trauma… y de él mismo —dicho esto, se reunió con los otros dos hombres seguido
de Night. Cuando llegó al sofá, se sentó a Ethan y le frotó la espalda—. Ey,
¿estás mejor?
Ethan levantó la
cabeza y le dedicó una sonrisa que no le llegó a los ojos.
—Se me pasará. Es
que… todo esto es…
—Lo sé —dicho esto
le dio unas palmaditas y se dirigió a su hermano—. Max, ¿por qué no traes algo
de beber? Todos estamos nerviosos y creo que necesitamos un respiro.
Este obedeció y
trajo unos refrescos. Ethan se lo habría bebido entero de un trago de no ser
porque Max lo instó a tomárselo despacio; este y Vane se encontraban bien, no
es como si fuera la primera vez que les disparaban, se habían visto en
situaciones mucho peores, y Night se sentía más tranquilo ahora que todo había
pasado y que sus enemigos estaban lejos.
Permanecieron un
rato en silencio mientras terminaban de tomarse sus bebidas, cada cual perdido
en sus pensamientos, reflexionando acerca de lo que significaba que esos
hombres hubieran irrumpido de forma tan violenta en la casa y de cómo debían
actuar de ahora en adelante.
Ethan fue el
primero en intervenir.
—¿Qué vamos a
hacer ahora? Saben que estamos aquí.
—No —contradijo
Vane—. Saben que los Hagel estamos aquí, no tienen ni idea de que Night está
con nosotros. Nos dejarán en paz, no les conviene que el jefe de la empresa que
les vende sus equipos de seguridad se cabree o podría pensar en subirles los
precios por este inconveniente.
Eso pareció
tranquilizar a Ethan.
—¿Y qué vamos a
hacer ahora? ¿Cuál es el plan?
Vane dejó su
refresco sobre la mesita y se levantó, frotándose el brazo izquierdo. Ethan le
había dicho que no lo forzara, pero dada la situación, le había sido imposible
no hacerlo, tendría que pedirle otro calmante.
—Seguir como hasta
ahora. Preparar todo lo que necesitamos para el rescate, hacer los planos de
esa instalación, buscar más personal para entrar ahí dentro. Si lo hacemos como
tengo previsto, todo saldrá bien. Solo necesitamos más tiempo.
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