Capítulo 11. La familia Hagel
—Todo irá bien, no
te preocupes —lo animó Vane mientras acariciaba su rostro con cariño.
Night se removió,
nervioso. Unos días atrás, su amante le había confesado que Max y él no podían
hacer solos toda la preparación para liberar a su gente después del vídeo que
les envió el doctor Therian y que necesitaban ayuda. Él comprendía que era la
primera vez que se enfrentaban a una situación así, después de todo, su especie
era única en el mundo y no sabían cómo iban a reaccionar el resto de los
humanos, por lo que Vane quería llevarlos a todos a un lugar seguro donde nadie
tuviera acceso a ellos durante unos años, primero para que se recuperaran y
luego para que pudieran aprender sobre su mundo y muchas de las cosas que él ya
sabía. Pese a que al principio le asustó un poco escuchar que querían
mantenerlos aislados, le costó poco entender el miedo de Vane, que si estaban
expuestos otros humanos tratarían de hacerles aún más daño con otros
experimentos o, incluso, que acabaran exterminándolos a todos por ser
diferentes.
Una vez más,
depositó su confianza en el macho que tanto le atraía. Era inteligente y
conocía ese mundo y a su raza mejor que él, así que debía escucharle y tener fe
en que estaba haciendo lo mejor para sus compañeros. Y la tenía. Hasta ahora,
ese hombre no había hecho más que ayudarle y darle todo cuanto ha necesitado,
desde una cama y un techo sobre su cabeza hasta conocimientos y habilidades.
Por eso, estaba
dispuesto a tolerar la presencia de más humanos en esa casa. Aunque le
resultaba un poco más fácil sabiendo que eran los hermanos de Vane que unos
completos desconocidos.
—No sé, tal vez
sería mejor que no me vieran hasta que lo sepan todo —comentó.
Vane, sentado en
la cama que ahora compartían, a su lado, se acercó más para rodear su cuello
con los brazos.
—Necesitan ver que
no eres simplemente un animal salvaje, que tienes conciencia y emociones como
los humanos. No te preocupes, vas a hacerlo muy bien, solo tienes que ser tú
mismo… excepto por los gruñidos —añadió con una sonrisa—. Eso daría un poco de
miedo.
Muy a su pesar,
Night también sonrió y gruñó suavemente antes de darle un beso breve y
estrecharlo entre sus brazos.
—Vale. Lo haré lo
mejor que pueda.
—Claro que sí,
Night. —Este lo besó cariñosamente en el cuello, haciendo que su polla se
agitara bajo sus pantalones.
Con un gemido
bajo, buscó los labios de su humano y se apoderó de ellos con ardor, gruñendo
suavemente cuando Vane le correspondió sin dudarlo y enterró las manos en su
cabello, acariciando sus mechones amorosamente. Complacido por su respuesta, lo
tiró sobre la cama, haciendo reír al macho; su risa le hizo genuinamente feliz,
le gustaba verlo tan relajado y contento cuando estaban a solas, cada vez que
compartían un momento íntimo como los muchos que habían tenido durante aquella
semana. Pese a que no habían llegado hasta el final, habían pasado todas las
noches desnudos en su cama, besándose, tocándose o haciendo cosas más subidas
de tono; ninguno de los dos se había contenido a la hora de recorrer el cuerpo
del otro con las manos o la lengua, Vane le había masturbado en más de una
ocasión y Night se había atrevido a hacerle una mamada que había disfrutado
mucho, sobre todo porque le había gustado sentir el sabor del placer de su
macho en su la lengua. Sin embargo, ya se sentía preparado para ir hasta el
final, para poseerlo y descubrir cómo se sentiría hacer el amor de verdad con
alguien a quien querías, que era tan importante para ti que la sola idea de
perderlo hacía que se te encogiera el corazón.
Con esa idea en
mente, se colocó sobre su cuerpo para que no pudiera escapar de él, aunque
procurando no aplastarlo, todavía le daba miedo hacerle daño en el brazo, y lo
besó profundamente, deslizando los dedos por su cuello hasta su mejilla, donde
se detuvo para acariciarla con el pulgar, notando los primeros indicios
rasposos de barba que le hicieron cosquillas. Le encantaba el vello corporal de
Vane, era algo que le intrigaba y le gustaba la sensación que le dejaba en las
manos.
—Night… —murmuró
su macho—. Deberíamos parar… Mis hermanos deben de estar a punto de…
—Que esperen —le
interrumpió él, metiendo la lengua en el interior de su boca para barrer su
interior a placer, haciendo gemir a su amante, que se aferró a sus hombros y
arqueó su cuerpo para apretarlo contra el suyo, provocando que él gruñera
complacido en respuesta. Le abrió las piernas con las rodillas y…
¡PI! ¡PI! ¡PIIIII!
Los dos se
sobresaltaron por la interrupción y, luego, Vane se rio mientras que Night
gruñía disgustado.
—Tus hermanos son
molestos, hacen mucho ruido —se quejó.
El humano puso las
manos en sus orejas.
—Lo siento mucho,
se me olvidaba que tu oído es más fino.
Él gruñó otra vez,
pero el enfado se le pasó rápido cuando su macho lo besó con ternura en los
labios.
—Venga, tengo que
salir a recibirles.
Night se apartó y
dejó que Vane bajara corriendo las escaleras para ir a la puerta principal y
abrirla de golpe. Nada más hacerlo, vio un todoterreno enorme, propiedad de
Zane, el cual estaba bajando del asiento del piloto. Era un hombre grande, el
más alto de la familia, robusto, con un pecho amplio, espaldas anchas y
extremidades musculosas; su rostro de facciones viriles y mandíbula cuadrada
daban la impresión de que era un tipo duro, un macho alfa que no estaba para
tonterías, lo cual contrastaba demasiado con su auténtica personalidad, una
persona con mucho sentido del humor y risa fácil, emotiva y sensible, por no
hablar de que era muy cariñoso y que le encantaba dar sus famosos abrazos de
oso; llevaba el cabello corto, pero era tan espeso que algunos de sus mechones
llegaban hasta el mentón y daba la sensación de que lo llevara más largo y un
poco revuelto (lo cual le parecía muy sexy a casi todo el mundo), de una mezcla
de tonos entre el castaño claro y el rubio oscuro, y sus ojos eran tan azules
como los suyos y los de Max.
Por el otro lado
del vehículo, desde el asiento del copiloto, bajaba Shawn, el mayor del grupo
después de Zane y él. Su figura era atlética, pero carecía de la robustez de
Zane, aunque no por ello había que subestimarle, su torso era fuerte y los
músculos de sus brazos se flexionaban al más ínfimo movimiento pero, como él,
destacaba por ser bastante veloz y muy evasivo; su piel dorada contrastaba con
su cabello castaño oscuro y reflejos rojizos, ensombreciendo su expresión
normalmente seria, acorde con su personalidad reservada y analítica, así como
hacía que sus ojos, tan azules como el resto de sus hermanos, se vieran fríos y
distantes, una mirada que acarreaba desde que fue secuestrado por los talibanes
y torturado en aras de obtener información sobre sus hermanos y su equipo…
detalles que jamás reveló por muchas cicatrices que hubieran dejado en su
cuerpo y que se esmeraba en ocultar.
—¡Eh, Zane, Shawn!
—los llamó, moviendo el brazo.
Al verlo, el
primero esbozó una amplia sonrisa y abrió los brazos.
—¡Vane! ¡Dichosos
los ojos que te ven! ¡Te veo genial!
Shawn, por otro
lado, le dedicó una sutil sonrisa, pero el brillo que vio en sus ojos le dijo
que también estaba contento de verlo y feliz porque los hubiera invitado a
pasar el fin de semana allí.
En menos de tres
segundos, Zane ya lo tenía entre sus brazos, estrechándolo con tal fuerza que
lo levantó del suelo y lo sacudió de un lado a otro mientras él reía de buena
gana. Sí, tenía que reconocer que su hermano pequeño daba los mejores abrazos
del mundo.
—¡Estás estupendo!
—exclamó Zane cuando lo soltó, girando a su alrededor—. ¡Estás fantástico!
¡Estás requetebueno!
Vane levantó una
ceja al mismo tiempo que Shawn llegaba tranquilamente hasta ellos.
—Zane, eso suena
un poco incestuoso, ¿no crees? —dijo este, haciendo reír al más mayor de los
Hagel.
El susodicho, por
otro lado, soltó un resoplido y le quitó importancia con la mano.
—¡Pff! Yo digo lo
que veo, y digo que mi hermano es un sex
symbol, que está para soltarlo en un bar y apostar por cuántos hombres o
mujeres se le tiran encima, ¡vayamos a uno esta noche! —propuso levantando los
brazos.
Tanto Shawn como
Vane rodaron los ojos.
—Lo que quiere es
que te líes con alguien —le dijo el primero—, cree que será bueno para que te
olvides de Jeremy.
Al oír ese nombre,
Zane lo miró como si se hubiera vuelto loco.
—¡Chisssst! ¿Pero
qué haces? Habíamos dicho que no hablaríamos de “el que no debe ser nombrado”.
Vane puso los ojos
en blanco.
—No tienes que
preocuparte por eso, estoy bien. —Y era cierto. Night no solo le había dado una
muy eficiente distracción para pasar página y olvidarse de ese par de
gilipollas con lo de comprender qué le había pasado, quién era y liberar a su
gente, sino que le había devuelto la seguridad en sí mismo en el plano
sentimental, se sentía deseado y un poco mimado, ya que él siempre tenía
cuidado con su brazo y temía hacer cualquier cosa que pudiera dañarlo sin querer,
por no hablar de que siempre que hacía rehabilitación con Ethan, él estaba a su
lado, vigilando que estuviera bien—. Además… —añadió, sonriendo con picardía—,
no será necesario que me llevéis a un bar a ligar.
Al decir eso,
tanto Zane como Shawn se lo quedaron mirando con los ojos abiertos.
—¿En seeeerio? —preguntó
el primero, devolviéndole la sonrisa traviesa—. Vaya, hermanito, no pierdes el
tiempo.
—¿Es algo serio? —interrogó
en cambio Shawn con el ceño fruncido. Conocía lo bastante bien a Vane como para
saber que no se embarcaba en una nueva relación tras una ruptura así como así.
Él hizo una mueca
ante la pregunta. No podía decir que Night iba a ser la persona con la que iba
a pasar el resto de su vida; para empezar, llevaban muy poco tiempo juntos, y
él apenas empezaba a tener una relación normal con alguien, por no decir que
Vane no estaba seguro de si era un buen momento para ir en serio con alguien…
Pero, por otro lado, tampoco podía decir que solo era un rollo de un par de
noches, Night era importante para él, alguien a quien apreciaba mucho… y jamás
lo trataría como si fuera alguien insignificante.
—No… pero es
alguien especial para mí.
Sus dos hermanos
se miraron, Zane con las cejas levantadas y Shawn intrigado. Sin embargo, antes
de que ninguno de los dos pudiera decir algo…
—¡Eh, Vane!
Este sonrió al
alzar la vista y ver a Dylan y a Kasey bajando de la parte de atrás del
todoterreno, saludándolo con un brazo levantado. Ambos eran los más pequeños de
la familia con solo un año de diferencia entre ellos, siendo Dylan el mayor,
aunque cualquiera que los viera habría pensado que eran mellizos: los dos
tenían la misma altura y eran de complexión delgada y ligera, pero fuerte,
atléticos, gracias a su entrenamiento constante a pesar de que hacía tiempo que
habían dejado el ejército; sus facciones eran más suaves que la del resto de
los Hagel y las de Kasey aún se veían un tanto juveniles, haciéndole ver más
joven de lo que era en realidad, todavía había gente que lo confundía con un
chaval de diecinueve años; ambos tenían la piel dorada y, por supuesto, los
ojos tan azules como el resto de la familia, siendo lo único que los
diferenciaba el cabello, el de Dylan era castaño claro y liso, mientras que el
de Kasey era rubio y rizado.
Vane levantó el brazo
a modo de saludo.
—¿Cómo os trata la
vida, chicos? —les preguntó.
—Lo de siempre —respondió Kasey mientras se acercaba al grupo seguido
por su callado hermano—. ¿Qué hay de ti?
—¡Vane tiene
novio! —exclamó Zane alegremente, dejando pasmados a los más jóvenes de los
Hagel.
—¡¿Qué?!
Shawn le dio un
toque a su hermano en el brazo.
—Eh, Vane ha dicho
que no es nada serio.
—Por ahora —dijo
Zane levantando las cejas en dirección a su hermano mayor, el cual solo rodó
los ojos.
—Os lo explicaré
más tarde. ¿Dónde están los perros?
—En el centro de
Kasey, pensamos que para un fin de semana no valía la pena que estuvieran
tantas horas metidos en el coche, podrían haberse agobiado —respondió Dylan.
En ese momento,
Max llegó a la puerta para abrirla del todo con una enorme sonrisa.
—¿Qué coño hacéis
todos hablando fuera con este frío?
—¡Maxi! —gritó
Zane con alegría antes de abalanzarse sobre él para darle otro de sus abrazos.
Max se lo devolvió con ganas y entre risas.
—Anda, pasad.
Mientras vosotros parloteabais aquí fuera, Ethan y yo hemos preparado un
tentempié.
—¡Genial!
Todos fueron al
interior de la casa, donde se reunieron con el joven doctor y lo saludaron con
abrazos y palmadas amistosas en la espalda. Desde que Vane quedó herido por las
quemaduras y la metralla de la mina que explotó cerca de él, Ethan se había
ganado un lugar en la familia al pasar día y noche con él, procurando que
saliera con vida de la horrible experiencia hasta el punto de irse a vivir con
él cuando le hacía falta; según tenían entendido, no tenía a nadie que fuera
cercano ni tampoco le gustaba hablar mucho del tema, por eso parecía costarle
tan poco cambiar de sitio constantemente para ir a ayudar a Vane. Y
precisamente por ese motivo, por todo lo que había hecho por el cabeza de los
Hagel, se había convertido en uno de ellos, hasta Max bromeaba con darle su
apellido.
Mientras hablaban,
el mayor de los hermanos se fue discretamente al primer piso en dirección a su
habitación, donde encontró a Night sentado en la cama, con expresión inquieta y
las manos entrelazadas. Al verlo entrar, se levantó de un salto e inspiró
hondo.
—Tengo que bajar,
¿verdad?
—Sí —respondió
Vane antes de acercarse y acariciarle el rostro con cariño para infundirle
ánimos—. Eh, todo irá bien. Ya lo verás.
Night esbozó una
pequeña sonrisa dudosa. Lo comprendía, para él todavía era nuevo tener un
contacto amistoso con humanos, y si ya le costó acostumbrarse a tres hombres,
otros cuatro a la vez iba a ser más difícil, sobre todo si tenía que fingir
durante un tiempo que era como ellos, reprimir ciertos impulsos que tenía como
el de olfatear a la gente y las cosas para identificarlas.
Vane le dio un
beso breve en los labios y luego lo cogió de la mano para sacarlo de la
habitación y llevarlo escaleras abajo. No fue muy rápido, sabía que Night
necesitaba su tiempo y por eso dejó que él marcara el ritmo, uno no demasiado
lento, pero tampoco se apresuró en reunirse con el resto del grupo, que
charlaba en un tono de voz bastante alto. Pudo notar su nerviosismo y no dudó
en acariciarle el dorso de la mano y los dedos, tratando de calmarlo,
diciéndole en silencio que no se preocupara, que no pasaría nada malo. Lo creía
de verdad, confiaba plenamente en que sus hermanos verían lo que había sucedido
como lo hacía él, y que también se comprometerían a ayudar a esa pobre gente
encerrada.
Ethan fue el
primero en verlos bajar y le dedicó una sonrisa tranquila a Night, tratando de
infundirle ánimos. Los demás se dieron cuenta de que estaba distraído con algo
y se giraron, quedándose con la boca abierta al reparar en el hombre que seguía
a su hermano con lo que ellos interpretaron como cierta timidez e incluso
nerviosismo.
Vane, notando que
su amante se había puesto rígido al ser el centro de atención, le apretó los dedos
y se dirigió a los Hagel.
—Chicos, este es
Night, un buen amigo.
Todos siguieron un
poco pasmados, aunque no supo decir si era por su enorme tamaño y su cuerpo
robusto de puro músculo, por su extraña nariz o por lo inusual de su nombre.
Zane fue el primero
en darle una respuesta.
—¡La hostia! ¡Pero
si es más grande que yo! —exclamó antes de lanzarle una sonrisita divertida—.
Hermano, eres un valiente —añadió, guiñándole un ojo.
Vane tuvo el
impulso de soltar un resoplido, pero se contuvo cuando su hermano fue hasta
Night con confianza y le ofreció la mano.
—Hola, hombre. Soy
Zane Hagel, el macho alfa de esta familia.
—¡Pfff! —se le
escapó a Max, que trató de contener la risa poniendo las manos sobre su boca.
Sin embargo, Zane
lo oyó y se dio la vuelta, mirándolo con cara de pocos amigos.
—¿Qué pasa?, es
verdad.
—Dijo el hombre
que lloró como una magdalena viendo Cómo
entrenar a tu dragón 2 —se burló Max.
—Estoico moría
para proteger a Hipo de Desdentado y tuvo un funeral muy emotivo, ¡tenía
motivos!
—Ya, claro, y
también los tenías en Vaiana, y en Frozen…
—Son buenas
películas, y si tienes un problema con eso, podemos discutirlo con los puños,
fideo con patas —replicó, haciendo crujir los puños al mismo tiempo que se
alejaba de un desconcertado Night y un Vane que estaba tan acostumbrado a esas
pullas que se limitó a rodar los ojos.
Max respondió
levantando los puños.
—Me parece
perfecto, pedazo de oso peludo… Pero, antes, ¡tendrás que pillarme! —y dicho
esto, echó a correr por la casa.
—¡Pero serás cobarde!
—masculló Zane antes de ir tras él. Los perros, que creyeron que se trataba de
un juego, salieron disparados detrás de ellos entre ladridos alegres.
Night, totalmente
confundido, le dedicó una mirada interrogativa a Vane, que le sonrió.
—¿Lo ves? No llamas
tanto la atención.
Eso le hizo
sonreír un poco, aunque sus labios cayeron abajo cuando Kasey se acercó para
saludarlo.
—Night, ¿verdad?
Me llamo Kasey, soy el benjamín de la familia —le dijo, estrechando su mano con
suavidad. Night ladeó la cabeza, sintiendo una repentina curiosidad por aquel
humano. Desprendía un aura tranquila que le resultaba atrayente, no de la misma
forma en la que se sentía atraído por Vane, pero era bastante agradable y tuvo
el impulso de acercarse para olerlo, queriendo saber de qué se trataba… Pero no
lo hizo; no había olvidado que tenía que actuar como si fuera humano, y ellos
no se olfateaban los unos a los otros.
—Encantado —respondió.
—Tu nombre es
bonito, ¿te lo pusieron tus padres por algún motivo en especial? —le preguntó
con amabilidad y cierta curiosidad.
—No, yo lo escogí —contestó
con sinceridad.
—Oh. —Eso dejó
desconcertado a Kasey, no había esperado esa respuesta—. ¿Puedo preguntar por
qué?
—No me gustaba el
que tenía y lo cambié por algo que me gustaba.
El menor de los
Hagel se sintió un tanto intrigado por esa escueta y evasiva respuesta, pero no
dijo nada al respecto; no era la clase de persona que se inmiscuía así como así
en los asuntos de los demás, y menos aún si se trataba de un desconocido.
Mientras Kasey reflexionaba,
Dylan apareció para presentarse.
—Yo soy Dylan.
—Mucho gusto —respondió
Night, dándole un breve apretón de manos.
Vane se dio cuenta
de que su hermano pequeño estaba a punto de preguntar algo, pero que se mordió
la lengua por algún motivo.
—¿Qué es, Dylan?
Este se sonrojó un
poco y le dedicó una mirada de disculpa.
—No he podido
evitar fijarme en su nariz. Lo siento, sé que no ha sido educado.
—La tengo así de
nacimiento —dijo Night. Vane le había explicado las cosas que probablemente
querrían saber sobre él y le había dado unas respuestas que, si bien era muy
genéricas, tampoco eran mentira, así le sería más fácil responder y, a la vez,
preparar a los recién llegados para lo que realmente estaba ocurriendo.
Dylan sonrió de
medio lado con timidez y luego ladeó la cabeza.
—Curioso. Nunca
había visto nada así.
En ese instante,
Shawn apareció detrás de Dylan con la clara intención de presentarse, solo que,
a diferencia del resto de sus hermanos, sus ojos tenían un matiz de
desconfianza. Ya de pequeño había sido el más solitario y distante de sus
hermanos, introvertido y algo reservado, no le era fácil relacionarse con los
demás y depositaba su confianza en muy pocas personas… Pero desde que fue
secuestrado por los talibanes tres años atrás, esa parte de su personalidad se
había acentuado, provocando que no fuera capaz o no quisiera incluir a nadie
más en su círculo más próximo.
Vane lo vio y se
acercó a él, seguido, evidentemente, de Night.
—Night, este es…
—Shawn —terminó el
hombre por él, mirando al susodicho con un brillo extraño en los ojos.
Este retrocedió un
poco, sintiéndose un poco intimidado porque era al único al que parecía haber
reconocido de inmediato, cosa que no había sucedido con el resto de sus
hermanos.
—¿Cómo lo sabes?
Entonces, la
mirada de Night se ensombreció. Mil emociones cruzaron sus ojos, desde la
rabia, la frustración y la impotencia, hasta la tristeza, el miedo y el dolor.
Ver tantos sentimientos en esos profundos ojos azules, tantas cosas que él
comprendía y que había experimentado en su propia carne, hizo que se le
encogiera el corazón, aunque no estuvo muy seguro de por qué ese hombre lograba
conmoverlo.
—Vane me ha
hablado mucho de ti.
Él frunció el
ceño, mirando un instante a su hermano, cuya vista bajó.
—¿Ah, sí? —preguntó,
confundido y sabiendo que había algo que no contaban.
Night asintió.
—Cuando nos
conocimos, me dijo que éramos muy parecidos.
A Shawn no le
gustó el tono con el que le dijo, como si ambos hubieran pasado por la misma
experiencia traumática, por el mismo infierno. Abrió la boca para preguntar y…
—¡Ajá! ¡Te pillé! —gritó
triunfal Zane cuando al fin logró cazar a Max.
—¡Noooooo! —aulló
este, que se vio apresado entre los musculosos brazos de su hermano mayor.
Todos salvo Shawn
soltaron una carcajada, hasta Night curvó los labios hacia arriba, un poco
divertido por la situación.
—¿Por qué no nos
sentamos a tomar algo y nos ponemos al día antes de que esos dos acaben
matándose? —propuso Vane, ganándose un alegre “sí” por parte de casi todos… ya
que Shawn no podía dejar de pensar en lo que había dicho el misterioso amigo de
su hermano, preguntándose qué sería aquello que tendrían en común…
Y rezando
fervientemente porque no fuera lo que creía.
Night se sentía
mucho más relajado mientras llevaba los platos vacíos a la cocina.
Vane tenía razón,
sus hermanos eran bastante agradables y muy, muy, muy divertidos y también algo
ruidosos, sobre Zane y Max, aunque el resto tampoco se quedaba corto cuando se
animaban con la excepción de Shawn, que tan solo sonreía de vez en cuando y se
limitaba a observar lo bien que se lo pasaba el resto, aunque colaboró alguna
que otra vez a la hora de fastidiar a Zane y Max. No le habían hecho demasiadas
preguntas, habían estado más centrados en Vane y en cómo le iban las
vacaciones, así como a hablar de su infancia juntos y recordar algunas
anécdotas que no entendió del todo, pero sí lo suficiente como para curvar los
labios hacia arriba y disfrutar de la alegre conversación.
Puso los platos a
remojo para dejarlos en el lavaplatos y volver con los demás… pero un ruido muy
leve de pasos lo puso alerta y se giró, encontrándose con Shawn, que pareció
confundido.
—¿Me has oído?
—Sí.
Él ladeó la
cabeza.
—Es extraño. Suelo
ser muy sigiloso.
—Tengo buenos
sentidos —dijo con sencillez y encogiéndose de hombros.
Shawn no abrió la
boca, sino que se dedicó a estudiarlo atentamente. Night no se sintió
amenazado, no olía ninguna emoción agresiva y tampoco veía señales que
indicaran que estuviera a punto de iniciar una pelea, además, por lo que le
había contado Vane sobre él, no era de los que atacaban así como así y sin un
buen motivo.
—¿Puedo ayudarte? —le
preguntó al ver que no parecía muy seguro de qué hacer.
—Quería… —empezó,
haciendo una mueca antes de mirarlo a los ojos—. Quería saber por qué mi
hermano cree que somos parecidos.
Night se quedó
callado, dudando. Por un lado, sentía cierta afinidad con Shawn; como él y su
gente, fue encerrado y torturado, sabía lo que era estar prisionero en un lugar
donde otros disfrutaban haciéndote daño y del cual creías que no escaparías
nunca salvo si era con un corte profundo en el cuello, fusilado, estrangulado,
desangrado… Pero, por otro, no estaba seguro de si debía hablarle todavía de su
gente, de lo que les había pasado y qué eran realmente.
—Eso deberías
preguntárselo a Vane —dicho esto, terminó de dejar las cosas en su sitio y pasó
por su lado para regresar al comedor… pero la mano fuerte de Shawn lo detuvo
por el codo.
—Por favor —susurró
este—, necesito saberlo.
Night se quedó
paralizado al escuchar aquel tono lleno de angustia. Le recordaba a sus
compañeros… y a sí mismo. ¿Cuántas veces habrían usado aquel tono para
preguntarse los unos a los otros cuál sería el próximo paso de los médicos?
¿Cuántas veces se habrían hecho promesas con ese dolor, sabiendo que la próxima
vez que los llamaran probablemente sería la última porque no podrían seguir
soportando las pruebas? ¿Cuántas veces le había suplicado a un amigo que no
muriera entre sus brazos, que fuera fuerte y aguantara?
No podía
resistirse a eso. Así que se apartó con suavidad del agarre de Shawn,
indicándole que no quería ser tocado (todavía le incomodaba el contacta físico
con alguien a quien no conocía), pero que tampoco iba a marcharse sin darle una
respuesta. Sin decir nada, se levantó el suéter, dejando a la vista su vientre
surcado por varias cicatrices, la gran mayoría de guardias que habían intentado
detenerlo cuando había hecho algo que no querían los médicos o de los castigos
a los que estos y los técnicos le habían sometido. Solo unas pocas eran de sus
propios compañeros, a los que habían drogado para ver si podían matarse entre
ellos.
—Dios mío —susurró
Shawn con voz temblorosa y el rostro pálido. Parecía estar a punto de
desplomarse—. ¿Cuánto…? ¿Cuánto tiempo estuviste…?
Night lo miró con
dolor en los ojos. Los azules de Shawn parecían reflejar su propio sufrimiento.
—Toda mi vida.
—Por eso os he
llamado a todos.
Shawn se volvió,
sobresaltado. Su hermano Vane acababa de entrar en la cocina con más platos que
dejó sobre el banco de la cocina antes de acercarse a ambos.
—Vane, ¿qué…?
—Ha pasado algo,
algo horrible que no sé cómo resolver sin vuestra ayuda. Os necesito.
Al escuchar esas
palabras, el rostro de Shawn se endureció. La familia lo era todo para los
Hagel. No importaba lo que hubiera hecho ninguno de ellos, pasara lo que
pasara, permanecían juntos hasta el final para solucionar cualquier cosa. Vane
siempre había sido al que acudían todos, era el más inteligente y sabio, tenía
la sangre fría para ser consciente de lo que era correcto y lo que no, cómo
solucionar las cosas sin un derramamiento innecesario de sangre.
Él fue quien lo
sacó del infierno. Así que si ahora le pedía ayuda, daba igual que se tratara
de matar a alguien o de traicionar a su propio país, él haría cualquier cosa,
por sucia que fuera, para ayudarlo en lo que fuera necesario.
—Cuéntanos qué ha
pasado, hermano.
Vane, Night, Max y
Ethan estaban en la cocina mientras esperaban a que el resto de los Hagel
terminaran de ver los vídeos que su hermano mayor les había preparado con
antelación para que pudieran comprender lo que estaba pasando y cómo lo habían
vivido desde el principio. Primero, les había dejado un par de grabaciones que
habían conseguido gracias al dron que habían estado usando Max y él para peinar
las instalaciones de donde había venido Night, y luego el email que les envió
el doctor Therian, así entenderían todo lo demás.
Ethan estaba
haciendo té con aire muy distraído, mirando cada dos por tres la entrada de la
cocina, igual que hacía Max, apoyado contra el banco de la cocina y los brazos
cruzados. Por otro lado, Vane y Night estaban sentados uno frente al otro,
cogiéndose de las manos.
—¿Estás bien? —le
preguntó el humano.
El lobo lo miró y
le dio un apretón en las manos.
—Nervioso.
Necesitamos su ayuda para sacar a mi gente.
—Lo harán, Night.
Saben que yo iré a por ellos pase lo que pase, y no me dejarán solo. Nunca lo
han hecho.
—No lo estarías de
todos modos —afirmó Max con fuerza—. Ni de coña entrarás en ese edificio de
locos psicópatas sin mí.
Vane esbozó una
pequeña sonrisa mientras que Night gruñó en un tono bajo.
—Yo tampoco lo
permitiría —afirmó, estrechándole los dedos con fuerza, pensando en la
pesadilla que tuvo no hace mucho, donde él trataba de liberar a sus compañeros
y Vane moría para salvarlo. No dejaría que eso pasara de ser un mal sueño, de
ningún modo.
El otro hombre
tuvo un presentimiento de hacia dónde iban sus pensamientos y le acarició el
dorso de las manos. Night soltó un gruñido suave y se llevó sus palmas a las
mejillas para frotar su rostro contra ellas, dándole muestras de afecto. Vane
sonrió hasta que el lobo alzó la cabeza de golpe y centró sus increíbles ojos
en la entrada de la cocina, por donde no tardaron en aparecer los otros cuatro
Hagel restantes.
Todos tenían
expresiones sombrías, hasta Zane, que rara vez ocultaba su rostro alegre y de
sonrisa fácil.
Se hizo un segundo
de silencio en los que estos observaron a Night, el cual hizo amago de
retroceder, un tanto intimidado y sin acabar de gustarle la forma en que lo
miraban, pero Vane lo mantuvo en su sitio antes de levantarse de la silla e
interponerse entre ellos para que no se sintiera tan expuesto y amenazado.
—Lo estáis
poniendo nervioso —les advirtió con voz dura. Amaba a sus hermanos, pero no iba
a permitir que echaran por tierra los grandes avances que había hecho con
Night.
Al escuchar eso,
los cuatro parecieron salir del shock y le dedicaron miradas de disculpa.
—Lo sentimos —dijo
Dylan, arrepentido—, aún estamos… —su voz se apagó, como si fuera incapaz de encontrar
una palabra que describiera lo que le había provocado ver esos vídeos.
—Asimilándolo —terminó
Kasey por él, observando a Night con compasión—. No tengo… palabras para
expresar lo… horrorizado que estoy por lo que te han hecho, a ti y a tus
amigos… Pero lo siento. Lo siento muchísimo.
Night hizo un
asentimiento, en parte agradecido porque no parecía que hubieran reaccionado
mal.
—Supongo que este
es el motivo por el que nos has llamado a todos —comentó Shawn de repente con
los brazos cruzados y el rostro ensombrecido—. Piensas sacarlos de allí.
Vane ni lo dudó.
—Así es. —Hizo una
pequeña pausa, bajando un momento la mirada—. Yo ya lo he pensado mucho tiempo
y profundamente… y simplemente no puedo actuar como si no hubiera visto nada.
Tengo que ayudarlos —dicho esto, clavó los ojos en todos y cada uno de los
presentes, incluidos Ethan y Max—, pero vosotros no tenéis que hacerlo. Si
empezamos con esto, tiene que ser hasta el final, un compromiso real, uno que
puede durar muchos años y que conlleva una enorme responsabilidad, ya que
tendremos que encargarnos de unas cien personas: rescatarlos, curarlos, darles
un hogar, ayudarlos a recuperarse, a adaptarse y a darles los medios para que
adquieran conocimientos… Podría durar el resto de nuestras vidas. Comprendo que
vosotros tenéis las vuestras.
—¡Oh, a la mierda!
—exclamó Zane con el rostro furioso—. Esa gente son un atajo de cabrones hijos
de la gran puta y no me quedaré tranquilo hasta que todos y cada uno de ellos
estén bajo tierra con un tiro en la cabeza.
Night no conocía
mucho a Zane pero, en ese preciso instante, decidió que le caía bien.
Vane tan solo
asintió y miró a Max, quien soltó una mezcla entre resoplido y risotada.
—A mí no me mires,
hermano. Sabes que estoy en esto al cien por cien.
Ya se imaginaba la
respuesta de Max, pero tenía que preguntarlo de todos modos y recordarle lo que
podía perder si seguían adelante. Entonces, miró a Ethan; después de todo, por
mucho que lo apreciaran, no era familia de verdad, y mucho menos tenía la
obligación de ayudarlos, no después de todo lo que había hecho por él.
El joven doctor,
al encontrarse con su mirada, lo meditó unos momentos… y, luego, asintió para
sí mismo.
—No soy alguien
que pueda soportar la violencia, ya lo sabes. No puedo meterme ahí dentro y
pelear a vuestro lado… pero cuenta conmigo como médico —dijo con decisión—.
Hice el juramento de atender a todo aquel que necesite mi ayuda, uno que puedo
decir con orgullo que siempre he cumplido. Esta no será la primera vez que lo
rompa.
—Yo digo lo mismo —declaró
Dylan—. Puede que solo sea enfermero militar, pero también es mi deber atender
a los heridos y, como soldado que soy, estaré contigo cuando vayamos a por esos
hombres.
—Estoy con vosotros
—anunció Kasey, arrugando la nariz—. No podría ignorar esto ni aunque lo
intentara con todas mis fuerzas y, de todos modos, no pienso hacerlo.
Vane se sintió
mucho mejor al ver el apoyo de sus hermanos pero, entonces, se dio cuenta de
que Shawn no había hablado todavía. Lo contempló con la cabeza ladeada.
—¿Shawn?
Este no le miró,
sino que fue hasta la ventana y se quedó observando el exterior con aire
pensativo. Ninguno estaba muy seguro de lo que pasaba por su cabeza; él no era
un cobarde, ni mucho menos de los que dejaban a sus hermanos a su suerte pero,
tal vez, el hecho de volver a empuñar un arma le traía recuerdos demasiado
dolorosos, probablemente era más difícil para él volver a ser un soldado que
para cualquiera de ellos.
—Shawn —lo llamó
Dylan—, si es demasiado para ti, no…
—Creo… —lo
interrumpió—. Creo que, desde que dejamos el ejército, todos hemos intentado
tener una vida normal. Lo hicimos porque sacrificamos demasiado por una vana
venganza que, lo más seguro, nunca obtuvimos… pero, en cierto modo, tengo la
sensación de que ninguno de nosotros dejó la guerra por completo —reflexionó—.
Ahora tenemos trabajos honrados y vidas tranquilas, pero yo no he olvidado todo
lo que pasamos allí, ni las cosas horribles que hicimos por creer que hacíamos
lo correcto.
Los Hagel
agacharon la cabeza, sabiendo perfectamente de lo que hablaba… porque era
cierto. Ninguno de ellos había abandonado por completo ese lugar por una razón
u otra, siendo consciente de que habían asesinado a muchas personas pensando
que, de algún modo, aliviaría el dolor por la pérdida de sus padres, que
matando a los malos se sentirían mejor.
Pero no era así.
Los malos no se reían con su último aliento, no eran monstruos sin alma, ellos
habían llorado y suplicado como seres humanos que eran. Y, aun así, ellos les
pegaron un tiro sin apenas inmutarse.
Shawn se giró, su
rostro aún se veía reflexivo.
—Creo que todos
nos sentimos de ese modo porque pensamos que, a pesar de todo lo que perdimos
allí, no nos hemos redimido. —Hizo una pausa en la que contempló a Night—.
Pero, ahora, nos están dando una oportunidad de hacerlo. Así que sí, Vane,
puedes contar conmigo. Arrasemos ese puto lugar.
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