miércoles, 20 de febrero de 2019

Los Cachorros de Sasuke


Mi Narumi

Shaoran corría a gran velocidad por el bosque en forma animal, sabiendo que tenía que llegar a casa lo más pronto posible.
La verdad, no lo entendía. Aún no había llegado la época de celo, pero él sabía que el suyo ya había empezado. Sentía su cuerpo caliente de un modo extraño, no era el mismo calor que cuando tienes fiebre, este iba acompañado por una inexplicable urgencia, una incomprensible necesidad por fusionarse con la piel de un ardiente macho que pudiera avivar ese fuego que crecía sus entrañas, por no hablar de la incómoda sensación de tener húmeda su entrada sin razón aparente.
Por suerte, aún era capaz de razonar. Aún estaba a tiempo de llegar a casa y refugiarse con Kurogane y Train, ellos le ayudarían a estar bien.
De repente, su sexo empezó a palpitar, haciéndole gemir.
Mierda.
Joder. Tenía que darse prisa.
­Movió las patas más rápido, a tal velocidad que su cuerpo iba a ras de suelo. Vamos, vamos, vamos…
Algo se estrelló contra su costado, haciéndole caer con dureza, llevándose detrás de sí parte de la vegetación y llenándose de tierra. Gruñó adolorido mientras se levantaba y olfateaba el aire, tratando de identificar la amenaza. Al reconocer esos aromas, sacudió la cabeza, sorprendido, y se irguió sobre sus patas para encontrarse con dos linces que lo estaban rodeando, de tal forma que ante él solo había un cambiante barriéndole el paso…
Creed.
Erizó un poco el pelaje, empezando a sentirse acorralado, y le gruñó en un tono bajo, preguntándole qué estaba haciendo. Él le dedicó una sonrisa cruel.
—No me mires así, solo quiero ayudarte —le dijo en un tono entre meloso e irónico.
Él se tensó y movió las orejas a un lado y a otro, controlando por el sonido los movimientos de los linces mientras que él vigilaba a Creed con la vista. Esos tres nunca le habían gustado, ni siquiera cuando eran pequeños, no eran más que un atajo de matones que se creían superiores a los demás, sobre todo creían estar por encima de los que tenían sangre mestiza, como él. Siempre iban recordándole su inferioridad porque su padre no era más que un insignificante humano, por eso había procurado mantenerse lo más alejado posible de ellos.
A pesar de que eran amigos de su hermano.
No sabía qué era lo que Train había visto en esos imbéciles como para ir con ellos y, aunque había intentado que frecuentara otras compañías menos conflictivas, él parecía tener más preferencia por Creed y su tropa por algún motivo que se le escapaba.
¿Qué sabría él sobre cómo funcionaba su mente, después de todo lo que había pasado? Después de todas las cosas horribles que había visto y vivido. Por esa razón no podía enfrentarse a él y decirle el tipo de gente que eran esos tres, Train ya lo tuvo muy difícil para aprender de nuevo a actuar como un humano normal, incluso para confiar en los miembros de la manada, para caminar entre ellos sin miedo a que le hicieran daño.
No quería hacerle las cosas más complicadas. Bastante tenía ya con sus propios demonios.
Gruñó una advertencia, agazapándose. No creía que fueran tan estúpidos como para atacarle, solo querrían asustarlo un rato. Porque si bien Train los consideraba amigos, sabía que él los mataría como le pusieran una zarpa encima.
—Ooooh, ¿te has enfadado? —se burló Creed—. No te preocupes, te prometo que después de esto te sentirás mucho mejor —y tras pronunciar esas palabras, chasqueó los dedos.
Shaoran no esperaba para nada lo que pasó después. Shiki se abalanzó sobre él desde atrás, postrándolo en el suelo; gruñó, dolorido por el golpe y furioso por el ataque, y lanzó una de sus zarpas hacia atrás, clavándole las uñas en el costado. El lince rugió y aflojó su agarre al bajar la guardia, lo que trató de aprovechar el doncel para escaparse de debajo de su cuerpo, sin embargo, Preta ya estaba delante de él para hundir sus garras sobre el hueco entre su cuello y sus patas, inmovilizándolo de nuevo. Creyó que aún tenía posibilidades de escapar porque Shiki aún estaba distraído por su herida y se lo podía quitar encima con un movimiento brusco de la parte posterior de su cuerpo pero, cuando lo hizo, Creed ya estaba ahí cogerle por las patas traseras y pegar su cuerpo al suelo. Soltó un bufido salvaje y airado como respuesta, al igual que la mayoría de cambiantes, odiaba estar restringido.
—No te resistas, huelo lo mojado que estás y sé que estás ansioso porque te follen.
Shaoran rugió y zarpeó a Preta cuando Creed le agarró de la cola con fuerza para levantarla. Esta bufó por el corte que le hizo en pecho y le golpeó en la cara, dejándolo aturdido.
—No te cortes, Preta —le dijo Creed—, a nadie le importará si jodemos a un mestizo, solo sirven para satisfacer nuestras necesidades —dicho esto, se colocó entre sus patas y le alzó el trasero, sin dejar de mantenerlo quieto en su posición, con la parte superior pegada al suelo y la inferior un poco más alta, pero no demasiado para que no pudiera usar sus patas traseras—. Ahora, sé bueno y adopta forma humana.
Shaoran rugió y retorció su cuerpo en un intento por librarse de uno de los dos, hasta echó una de sus garras hacia atrás con la esperanza de arañar la cara de ese cabrón, pero no tuvo esa suerte. Creed estaba demasiado lejos y Preta, que era bastante buena peleando, esquivó sus zarpas ahora que estaba más atenta antes de devolverle los golpes.
—¡Maldito gato impuro! ¡Haz lo que te digo! —bramó Creed antes de soltar una cruel amenaza—. No me importa si tengo que joderte como animal, ¿me oyes? Aprenderás a obedecerme como el gatito doméstico que eres aunque tenga que ser por las malas, ¿entiendes? —Shaoran giró la cabeza y le enseñó los dientes, bufando con rabia y tratando de golpearlo con sus patas traseras, haciendo que el rostro de Creed enrojeciera de pura furia; su orgullo se resintió al verse desobedecido por un vulgar mestizo—. Tú te lo has buscado —y dicho esto, adoptó su forma de lince.
Shaoran se asustó de verdad al sentir cómo sus garras volvían a clavar sus patas en el suelo antes de que ascendiera por su cuerpo, mordiéndole en la parte posterior del cuello para dejarlo finalmente inmóvil bajo la amenaza de desgarrarlo como moviera un pelo. Las garras de delante aún las tenía libres, pero lo único que podía hacer era arañar el suelo, temiendo que si hacía un movimiento rápido, las fauces de Creed se cerrarían sobre él. Ver que Preta se alejaba de él para dejar paso a su compañero solo empeoró las cosas, le hizo ser muy consciente de lo indefenso que estaba en ese momento, incapaz de hacer nada ante la aterradora idea de morir desangrado si hacía cualquier cosa.
El miedo lo llenó y gimoteó en un acto instintivo, llamando a Train o Kurogane. Pese a que sabía que no estaban cerca, era la reacción natural de su lado animal ante una amenaza a la que no podía enfrentarse solo.
Vio que Preta resoplaba, divertida, y que Shiki, ya recuperado de sus heridas, le lanzaba una mirada asesina, una promesa de que Creed no iba a ser el único que le hiciera daño.
En cuanto sintió que este se posicionaba sobre él, lanzó un agudo y desgarrador chillido, suplicando ayuda.


—Entonces… ¿te interesa?
Narumi no podía creer que Kira le estuviera ofreciendo pasar el celo con ella. Es decir, ella tenía diecinueve y era la fantasía sexual de todos los hombres lobo; alta, atlética, voluptuosa, pelirroja, de piel clara y ojos azules como el océano más profundo. Desde los quinceañeros vírgenes que soñaban con llamar su atención durante un minuto hasta los experimentados machos de veinte años, todos deseaban pasar el celo con ella, y no dudaban a la hora de pelearse entre ellos para impresionarla, para demostrarle que eran su mejor opción.
Así que, ¿por qué, teniendo tantos pretendientes, había acudido a él?
—No, gracias —respondió rápido para poder dar la vuelta y buscar a otra persona con la que poder pasar el celo.
Esa noche, había habido una reunión en la manada de los Inuzuka para hablarles a los lobos jóvenes que pasarían su primer celo de cómo funcionaba. Después, los adultos se habían retirado un poco para que ellos pudieran tantearse y ver quién sería su compañero sexual durante ese período de tiempo.
Le habría gustado no ser el primero de su familia en pasar por esa situación. Menma conoció a Yui el año pasado, por lo que estaría con él en su primer celo y no necesitaba tener que pasar por ese momento tan incómodo de buscar pareja, mientras que Kurama se había negado en redondo a ir, prefería pasar el celo en soledad. Pese a su carácter algo distante y un poco agresivo, había llamado la atención de un sector de lobas y lobisones algo más mayores que creían que el sexo con él podría ser algo bastante salvaje y eso había ofendido a su hermano, quien no quería saber absolutamente nada de ellos y por eso se quedaría recluido en casa.
Hubiera preferido que lo acompañara. Él solía ser muy sociable pero, maldita sea, esta vez se trataba de encontrar una pareja para la intimidad, no es como si fueran a ir a ver un partido de baloncesto o jugar a videojuegos. Era muy incómodo, sobre todo si al pasar delante de un grupo de lobisones estos reían coquetos, ¡le daba vergüenza!
Además, él no quería pelearse con ningún otro macho por una pareja. El ritual para el celo solía ser ese; si dos machos estaban interesados en la misma persona, luchaban en una exhibición de fuerza para lucirse e impresionarla. El lobisón, o la loba, no siempre se decantaban por el ganador sino por quién luchaba más ferozmente por él, pero a esa edad, lo normal era quedar embelesado por el poder de un cambiante. Y, aunque él no era un mal luchador, sencillamente, no le apetecía pelear…
¿Por qué no le pasó como a Menma y encontró a alguien antes de que llegara el celo? Así podría estar en casa tranquilamente dejando que un lindo lobisón se acurrucara en su pecho en busca de calor.
Tenía que haber otra opción aparte que estar pasando por esa situación que no iba nada con él. No iba a mentir, quería pasar el celo con alguien, pero sin tener que pasar por esos rituales. Tal vez su padre podía ayudarlo, puede que tuviera algún amigo cuya hija era una lobita tímida a la que no le gustaran los lobos brutos.
Muy decidido a marcharse de allí, siguió andando con firmeza en dirección a su casa. Sin embargo, Kira se interpuso en su camino con una sonrisa que pretendía seducirlo.
—Vamos, Narumi… Será muy divertido, te prometo que vas a disfrutar de todo lo que pienso hacerte.
Narumi se detuvo y resopló.
—Eres muy amable, pero estoy seguro de que te lo pasarás mejor si vas con alguno de esos lobos que están impacientes por arrancarme la cabeza por estar robando tu atención —dijo mientras intentaba esquivarla, pero ella se interponía en cada paso que daba.
—Ellos no me interesan, me interesas tú.
—¿Por qué? —preguntó, cansado—. Esta es mi primera vez, tengo dieciséis. No soy tu tipo en absoluto.
Ella hizo un puchero.
—Te resistes a mí. Nunca me ha pasado y tengo curiosidad. Es la primera vez que tengo que perseguir a un macho.
Narumi puso los ojos en blanco.
—¿Me estás diciendo que voy a tenerte pegada a mi culo hasta que ceda a tus encantos?
Kira sonrió abiertamente.
—Dame una oportunidad. Te gustará.
Él le lanzó un gruñido breve.
—Déjame en paz, Kira. No pienso pelear contra tus admiradores por tener tu nariz detrás de mí, y te juro que si tengo que hacerlo, no seré el único perjudicado.
Esta vez, la joven se irguió y tensó los músculos.
—¿Es una amenaza?
—Una advertencia. No quiero pelear con nadie, por eso, me largo —y tras decir eso, se transformó en lobo y echó a correr antes de que ella pudiera hacer nada para detenerlo.
Agh, Kira y sus aires de loba diva. Le encantaba ver a los lobos peleando por ella, a veces era la que se las ingeniaba para hacer que lucharan entre ellos, en una ocasión lo hizo con dos hermanos.
A él no le gustaba nada esa clase de juegos, y las personas que disfrutaban con ellos, menos aún. Para Narumi, no había nada más importante que su familia; su manada solo estaba compuesta por sus padres y sus hermanos, no tenía a nadie más. Si algo les pasaba, no tendría razón para vivir. A su padre le ocurrió, y habría acabado con todo de no ser porque su padre doncel lo salvó.
Él esperaba tener algo así algún día. Como lobo, estaba en su naturaleza aparearse de por vida. No es que esperara encontrarlo a la primera, tampoco, después de todo, su padre varón no lo hizo, pero tampoco era como si fuera a tener relaciones con cualquiera.
Él no buscaba una simple relación física, no quería que fuera un instante fogoso para después ignorarse como si nada hubiera ocurrido, quería algo más… cálido. Íntimo. No algo tan frío.
Estaba ya en la zona del camping cuando una especie de chillido lo sobresaltó. Se detuvo en seco, asustado por el sonido de alarma que había percibido en esa voz, que reconoció como la de un lince. Levantó las orejas para escuchar con más atención, oyendo lo que le pareció una especie de agresión, ya que uno estaba gimoteando asustado y el resto gruñía.
Sin pérdida de tiempo, dio un giro brusco y se lanzó en esa dirección. Ese era su territorio, el de su familia, y no toleraban las agresiones, menos todavía en el camping. Ese lugar era un santuario para los cambiantes, un lugar donde podían cambiar de forma a placer, sin preocuparse por estar a ojos de los hombres, del mismo modo que también lo era para los humanos, el sitio donde descansaban, donde podían dejar a sus hijos bajo su cuidado porque sabían que estaban en una zona segura.
No permitiría que nadie rompiera esas normas. Ni que hicieran daño a sus invitados.
A medida que se acercaba, usaba el olfato y el oído para recabar información. Olía a dos machos, una hembra y un doncel, por tanto, eran tres contra uno.
No le parecía muy justo.
En cuanto estuvo cerca, aceleró el ritmo, pegando el estómago al suelo y procurando hacer el menor ruido posible, esquivando los arbustos y usando las almohadillas de sus patas para amortiguar cualquier sonido, tal y como le había enseñado su padre. Al poco tiempo, pudo presenciar la horrible escena que estaba teniendo lugar a escasos metros de distancia.
Estaban intentando violar al doncel.
El pobre estaba arañando el suelo con las patas delanteras mientras uno de los machos estaba sobre él, intentando clavar su miembro en su entrada, que por el momento estaba protegido por la cola corta del lince, al mismo tiempo que lo sometía hundiendo los dientes en la parte posterior del cuello, una clara amenaza de que lo desgarraría si hacía algo que no le gustara. El otro macho y la hembra, por otra parte, vigilaban también que el doncel no se escapara.
Hijos de puta.
Bastardos.
Ahora se van a enterar de lo que es bueno.
Una vez llegó adonde estaban, no aminoró la velocidad, sino que se lanzó sin pensarlo sobre el cabrón que intentaba violar al pequeño lince. Con un salto, las patas estiradas, las garras preparadas y las mandíbulas abiertas, se abalanzó sobre su cuerpo y se aferró a él con fuerza, aprovechando la fuerza de gravedad del salto para tirar de él y que soltara al doncel, a pesar de que aterrizó sobre su cuerpo, haciéndole daño. Aun así, no dejó que el dolor lo detuviera; lo empujó con las patas y dio una vuelta sobre sí mismo para ponerse en pie y agazaparse, listo para atacar.
Su adversario también se levantó rápido, aunque algo aturdido, y lo contempló con los ojos muy abiertos. Obviamente, no esperaba que apareciera un lobo cabreado para impedir que cometiera esa abominable acción. Con un gruñido furioso, empezó a ladrarle fuerte para intimidarlo, recriminándole lo que estaba haciendo con la esperanza de que recuperara el sentido común… Sin embargo, el lince erizó el pelaje y le lanzó un bufido a la vez que le enseñaba los dientes.
Justo después, corrió hacia él para enfrentarlo.
Bueno, lo intentó, ya que el doncel le hizo un placaje tan fuerte que lo echó contra el suelo.
Narumi alzó las orejas, un poco impresionado, ya que el pequeño lince, en vez de huir y esconderse, le estaba plantando cara a su agresor.
Este se levantó con un poco de dificultad, parecía que había sido un buen golpe, y le lanzó una mirada asesina al doncel, quien se mantuvo firme y hasta le enseñó los colmillos, haciendo sonreír al lobo. Era un chico valiente.
Entonces, su adversario bufó fuerte en dirección a los otros dos linces, que saltaron sobre el doncel. Narumi lo vio venir y se lanzó a por ellos, agarrando la pata de uno de ellos entre sus fauces para después girar sobre sí mismo y golpearlo contra el otro felino, que por poco alcanza al doncel, que se había encogido al no esperar que lo atacaran por detrás. Después, se colocó a su lado y le dedicó un gruñido suave, haciéndole saber que estaba de su lado. El pequeño lince inclinó la cabeza a modo de agradecimiento y se erizó, preparándose para el combate.
Narumi contempló entre gruñidos cómo los gatos se reorganizaban y empezaban a rodearlos, por lo que le dio la espalda al doncel, de forma que pudieran cubrirse el uno al otro.
La primera en atacarle fue la hembra. Fue a por su cuello sin pensárselo dos veces y, aunque era rápida (los felinos solían ser más veloces que los caninos), pudo golpearla a tiempo con sus patas para clavarla en el suelo y dejarla inmóvil, aunque por poco tiempo, ya que otro lince se le echó a la espalda y le clavó las zarpas en el pecho y los colmillos en el cuello pero, por suerte, él tenía dos capaz de pelaje, como todos los lobos, y a menos que le enganchara la yugular, no corría peligro de morir desangrado si le mordían ahí, por lo que sacudió su cuerpo con fuerza, intentando quitárselo de encima… cuando el tercer lince lo golpeó en un costado y lo tiró definitivamente al suelo. Ahora estaba acorralado por los tres linces.
¿Dónde estaba el doncel? ¿Acaso habría huido al final por miedo? No es que pudiera culparlo pero, joder, había dado la cara por él…
Como si le hubiera escuchado, el lince apareció de repente tras el último cambiante que le había atacado y le desgarró el pecho con las uñas a la vez que lo mordía ferozmente en el cuello y tiraba de él hacia un lado, postrándolo en el suelo. Nada más terminar, fue a por la hembra, quien le vio venir, aunque no pudo evitar que el pequeño le diera un zarpazo en la cara, dejándola ciega y, por último, se abalanzó sobre el gato que tenía en la espalda y le mordió las patas con toda la mala leche que tenía, logrando que lo soltara.
Vale… Ya lo entendía. El doncel no era tan fuerte físicamente para hacer frente a los tres linces, por lo tanto, dejaba que él hiciera el trabajo duro mientras que él, siendo muy veloz y ágil, actuaba como refuerzo, quitándoselos de encima y atacando por sorpresa en puntos clave para dejarlos fuera de combate. Siendo así, ya tenía claro cómo podía atacar.
Se lanzó a por el macho al que el doncel había atacado primero, que era el que estaba más recuperado del golpe, y lo golpeó con las patas, mordiéndole en el hueco entre el cuello y la pata con fuerza, desgarrando tanto músculo como fuera posible. El animal chilló y le zarpeó la cara, pero él tiró del cambiante hacia atrás y lo arrastró por el suelo para que le fuera más difícil atacarle. En ese instante, sintió un dolor agudo en una de sus patas traseras y gimió, soltando al lince y girando la cabeza, encontrándose con la hembra, que había vuelto a por él. Por suerte, el doncel apareció rápidamente y saltó sobre su espalda para atacarla en el lomo y arañar sus costados, quitándosela de encima. Sin pérdida de tiempo, Narumi regresó su atención al lince macho, que se había levantado sobre sus patas traseras para atacarlo con las delanteras, así que él imitó su gesto para defenderse y acabaron enzarzados en un abrazo bestial.
El felino tenía la ventaja de que sus garras eran afiladas y que las pudo clavar en sus costados, pero la mandíbula de Narumi era más fuerte y consiguió atrapar su yugular y presionarla con firmeza, una clara amenaza de que lo soltara o lo mataría de un bocado.
Pero, una vez más, lo atacaron por la espalda con rabia, sintió unas zarpas en su lomo y cómo otro de los linces, probablemente el otro macho, lo mordía en la parte posterior del cuello, intentando herirlo de gravedad. Por desgracia para los gatos, Narumi se negó a soltar a su contrincante, que era el que había intentado violar al doncel, y mordió con más fuerza su cuello, confiando en que este iría a ayudarlo pronto.
Y así fue. Antes de que el lince que tenía a su espalda fuera a por su cabeza, sintió cómo tiraban de él hacia atrás, dejándole vía libre para terminar con su víctima.
Usando toda su fuerza lobuna, los inclinó a ambos a un lado y se dejó caer, aterrizando a tiempo con sus patas delanteras sin dejar que su enemigo recuperara el equilibrio para, después, golpear su cabeza contra el suelo con violencia, dejándolo totalmente aturdido. Solo entonces, le soltó el cuello, pero dejó una pata sobre su cara y se inclinó para gruñirle una advertencia. No quería a cabrones como él en su territorio; no le quitaba la vida porque al final había impedido que le hiciera daño al doncel, pero esto no iba a quedarse así, hablaría con su padre de lo ocurrido y pediría una reunión con la manada de linces a la que pertenecía ese mamón, no dejaría que se saliera con la suya.
Una vez estuvo seguro de que su adversario no se movería del sitio, alzó la mirada, viendo cómo el doncel había dejado en el suelo al otro macho mientras que a la hembra la estaba sometiendo con facilidad, ya que seguía sin poder ver bien por el arañazo que le había dado en la cara antes. Se sintió un tanto orgulloso por ver lo feroz que era peleando pese a estar en inferioridad numérica.
Aun así, ladró con fuerza, advirtiendo a los agresores de que ya había vencido al que creía que era su líder. Enseguida, la hembra se detuvo y se alejó del doncel, al igual que hizo el macho. El pequeño lince fue a su lado, vigilando a esos dos en todo momento por si le atacaban a traición de nuevo, mientras que Narumi gruñía amenazadoramente, con la promesa de que, si regresaban a por ellos, esta vez los mataría.
Finalmente, soltó al lince, que se levantó tambaleándose y se alejó de ellos, lo había dejado sin ganas de buscar más pelea. La hembra se acercó a él y le ayudó a sostenerse sobre sus patas mientras se marchaban. De todos modos, tanto Narumi como el doncel no se calmaron hasta que desaparecieron.
Una vez solos, el lobo sacó la lengua, agotado por la pelea, y se giró hacia el pequeño lince para ver cómo estaba. Tenía arañazos por todas partes; en el lomo, los costados, el pecho… y un mordisco en la parte posterior del cuello bastante feo. No era mortal pero, aun así, seguro que era doloroso. Así que, sin pensar demasiado en lo que hacía, fue hacia él y le lamió la herida con cuidado. La saliva de los cambiantes era un desinfectante natural y ayudaba a acelerar la cicatrización, solo quería que el doncel estuviera bien y se sintiera a salvo y protegido, no se le ocurrió pensar que, tal vez, después de esa experiencia, el lince se sintiera receloso con él por ser varón.
Por suerte, este parecía estar lo bastante bien como para aceptar sus cuidados y, de hecho, se puso a olfatearlo y a atender sus heridas. Narumi no pudo evitar pensar que era una monada de gatito; al ser un lince, era más pequeño que él, le sacaba una cabeza de altura, pero no por ello debía subestimarlo, pues su cuerpo delgado y atlético a la vez eran la velocidad y agilidad personificada, por no hablar de que, además, podían correr en un perfecto sigilo, volviéndolos casi invisibles para sus presas. Su pelaje corto y liso era de un bonito tono castaño claro con motitas negras en el lomo que llegaban hasta su cabeza, la cual estaba coronada por dos grandes orejas, cuyas puntas eran un poco peludas, a juego con su rostro enmarcado por unos largos mechones de pelo, en el cual destacaban unos cálidos ojos marrones que lo miraban de vez en cuando con timidez. Nunca antes se había fijado en otros cambiantes que no fueran lobos, pero debía admitir que ese lince era muy lindo… y valiente. No todos se habrían quedado a plantarle cara a su agresor después de un intento de violación, pero ese gatito no lo había pensado dos veces, y debía reconocer que peleaba bastante bien.
Era… atrayente.
Gruñó suavemente cuando el doncel se pegó más a él para lamer las heridas de sus costados. Tenía el pelo muy suave, era muy agradable sentirlo contra su cuerpo. Dispuesto a hacer lo mismo por los arañazos que tenía sobre las costillas, inclinó la cabeza para curarlas…
Y, entonces, lo olió. Un delicioso aroma dulzón inundó sus fosas nasales y nubló su mente, pues el animal dentro de él reconocía esa esencia y aulló, caliente e impaciente por darle un bocado al pequeño y sexy lince que ronroneaba mientras frotaba su cuerpo contra el suyo. Narumi le lanzó un gruñido suave y el lince dio la vuelta, sin dejar de restregar su pelaje contra el suyo, empapándolo con ese olor que lo estaba volviendo loco por las ganas que tenía de enterrar la lengua en su húmeda entrada para ver cómo sabría. Por suerte, el doncel fue con él y frotó su cabeza contra su pecho, dándole a entender que estaba interesado. Él lanzó un breve aullido eufórico y adoptó forma humana a la vez que lanzaba con suavidad al doncel al suelo para tenerlo bajo su cuerpo.
El lince no opuso la menor resistencia y se quedó boca arriba a la vez que su pelaje se retraía y su cuerpo se alargaba crecía, dejando a la vista a un hermoso muchacho que no sería más mayor que él, a juzgar por sus facciones juveniles y tiernas, enmarcadas por un fuerte sonrojo que se le hacía adorable y excitante a la vez, ya que podía oler lo mucho que lo deseaba, su necesidad le estaba haciendo la boca agua. Pasó los dedos por los sedosos mechones de cabello corto y castaño que tapaban esos grandes ojos marrones que tanto lo cautivaban, le parecían muy cálidos… acogedores… Quería perderse en ellos.
Su doncel alzó las manos y las posó sobre sus hombros, suspirando al sentir la fuerza en ellos, antes de descender por su pecho y ronronear, como si le gustara lo que tocaba. A él también le encantaba el roce suave de sus dedos, cómo delinearon su pecho y después sus abdominales, momento en que lo escuchó gemir un poco mientras sus suaves piernas envolvían su cintura, atrayéndolo hacia él.
Narumi se dejó hacer y se inclinó sobre su pareja, gruñendo fuertemente cuando su miembro, ya henchido y palpitante, rozó con su punta la húmeda entrada que el doncel le ofrecía. Este gimoteó de pura necesidad y clavó los dedos en su trasero, aferrándose a él, suplicando, anhelando que lo hiciera suyo. Y él se lo dio. Lo acogió entre sus brazos y se apoderó de su boca mientras lo embestía, perdiéndose en su aroma y en el envolvente y delicioso calor que lo recorrió de arriba abajo al penetrar el dulce cuerpo de su amante.
Y ambos se perdieron el uno en el otro. Una y otra vez. Bajo la luna llena, sobre la hierba fresca del bosque, sellaron una unión que los marcaría mucho más de lo que ambos creían.


Shaoran no quería acabar de despertarse. Estaba demasiado cómodo y calentito hecho un ovillo bajo la manta, acurrucado contra la piel de su compañero, que se había ocupado de todas sus necesidades anoche…
Un momento.
¡¿QUÉ?!
Se sentó de un salto, sobresaltado al ser plenamente consciente de los recuerdos que tenía de lo ocurrido la noche anterior. Creed intentó violarlo… Joder, aún le costaba creer que hubiera sido capaz de llegar a esos extremos a pesar de saber que Train y él estaban muy unidos… Puede que solo hubiera sido porque había olido su celo. Entre que era un matón gilipollas, que le tenía asco por ser mestizo y estar cachondo por su aroma, se le habrían cruzado lo pocos cables que tenía en esa cabezota más de lo normal.
Se mordió el labio inferior y se cubrió con la manta que tenía, bajando la cabeza. No estaba seguro de qué hacer, sabía que los machos se volvían locos si olían a un doncel o a una hembra en celo, por eso se recluían en sus casas si no querían pasarlo con nadie, así que… Si contaba lo que había ocurrido, la manada lo achacaría a un accidente de críos afectados por el celo y los dejarían sin más, puede que incluso le echaran la culpa…
Además, también estaba Train.
Si su hermano se enteraba de aquello… mataría a Creed. O, como mínimo, le daría tal paliza que no volvería a correr a cuatro patas.
No podía dejar que Train hiciera algo así. Su historial de agresividad en la manada era largo, tuvo muchísimos problemas para adaptarse y hasta se habló de echarlo cuando llevaba pocos meses allí. Si ahora perdía los únicos amigos que tenía… ¿hasta qué punto le afectaría eso?
—Jooo… —suspiró, enterrando el rostro entre sus manos y sin saber qué diablos hacer en esa situación.
Entonces, escuchó un gemido suave.
Alzó la cabeza, siendo consciente entonces de que se encontraba en una especie de madriguera que estaba escondida bajo las raíces de un árbol, así como del saco de dormir en el que estaba metido y de la manta que lo cubría.
También vio al lobo que había en la entrada, por supuesto. Era el mismo que lo salvó anoche de Creed y sus amigos, un hermoso espécimen de lobo joven, todavía en proceso de desarrollo ya que sus patas aún se veían algo delgadas, pero fuerte de todos modos, con el pecho amplio y músculos firmes. Tenía el pelaje de un curioso pero bonito tono dorado, el cual hacía resaltar sus increíbles ojos azul cielo, le parecían los ojos más bellos que había visto nunca.
Estaba tan abstraído observándolo, recordando que ese cambiante era ahora su pareja para el celo, que apenas reparó en el conejo que había a sus patas y que probablemente había cazado para alimentarlo. Se sonrojó por ese hecho y volvió a cubrir su torso desnudo con la manta. Sí, ya sabía que anoche lo vio absolutamente todo, pero no estaba del todo consciente y… era extraño, e incómodo. Especialmente porque el lince que llevaba dentro no paraba de ronronear ante la presencia del lobo.
Este gimió suavemente con las orejas agachadas y movió ligeramente las patas, pidiendo permiso para acercarse. Shaoran se puso aún más rojo, pero asintió. Sabía que lo que pasó anoche sí fue porque ambos acabaron totalmente afectados por el celo y que el otro cambiante, a diferencia de Creed, no había querido hacerle daño en ningún momento.
De hecho… No recordaba el dolor. Ahora se sentía un poco dolorido, pero anoche no sintió otra cosa que no fuera… calor. Placer. Se estremeció un poco ante los recuerdos tan explícitos que tenía y maldijo mentalmente cuando su entrada empezó a humedecerse de nuevo. Solo pedía que no se diera cuenta, no de momento por lo menos.
El lobo cogió el conejo entre sus fauces y se acercó despacio hacia él para dejarlo a su lado, como una ofrenda. Era habitual que los machos se ocuparan de las hembras o los donceles durante ese período de tiempo, ya que el celo solía dejarlos agotados y también doloridos, por lo que les era difícil cazar por su cuenta. Además, también era una forma de cortejo, una demostración por parte del macho de que era muy capaz de cuidar de su pareja y de sus crías, era similar al ritual en el que estos se peleaban entre sí cuando les interesaba la misma persona para impresionarla con su fuerza.
Él aceptó la ofrenda con un asentimiento, aunque no pudo mirarlo a los ojos, aún se sentía muy avergonzado por lo de anoche. Su nerviosismo no hizo más que crecer cuando el cambiante adoptó forma humana, dejando a la vista al joven que le había hecho el amor anoche. Se encogió más en la manta cuando lo miró de reojo: sus brazos aún eran delgados pero fuertes, aunque su pecho ya era amplio y se le notaban los pectorales, mientras que su vientre era delgado, pese a los abdominales que se le delineaban cuando hacía algún movimiento que implicara tensar los músculos; tenía un rostro juvenil y alegre, con las facciones de las mandíbulas algo afiladas, pero le parecía muy apuesto y, además, tenía unas marquitas en las mejillas que lo hacían adorable; su cabello era de un brillante tono dorado y caía en mechones revoltosos hasta los hombros, enmarcando su rostro y esos ojos azules que anoche le prometieron devorarlo entero.
El que hubiera cumplido esa promesa era lo que lo ponía tan nervioso. Y que, además, le hubiera gustado. Su animal interior gimoteó, ansioso por repetir la experiencia, e hizo que su entrada empezara a palpitar. Mierda… Si seguía así, acabaría dándose cuenta.
—Por favor, no te asustes, no voy a hacerte daño.
Sus palabras le sorprendieron y se sobresaltó, alzando por fin la cabeza para mirarlo. Estaba arrodillado a su lado, aunque echado un poco hacia atrás para que no se sintiera amenazado por su cercanía.
Shaoran no había esperado esa reacción.
—¿Qué?
—Sé que lo de anoche fue un poco… umm… precipitado… y siento mucho no haber podido contenerme cuando te olí —se disculpó con la cabeza gacha—. Sé que es una excusa muy pobre, pero lo siento de veras.
Shaoran abrió la boca para decir algo, pero no le salían las palabras. Toda esa situación era muy incómoda para él, sin embargo, no culpaba al lobo de lo que había pasado. Es más, le había salvado. No tenía nada que reprocharle. Así que, con timidez, puso una mano sobre su antebrazo y mantuvo la vista baja mientras hablaba.
—No pasa nada. No estoy enfadado, yo… te agradezco que me salvaras y que… me ayudaras con el celo.
Al instante, notó que el lobo se relajaba y cómo su mano tomaba también su antebrazo con suavidad para acariciarlo con el pulgar. Se sonrojó un poco más por el agradable y afectuoso gesto.
—Es un alivio saberlo —dijo él con una sonrisa en la voz antes de que esta fuera ensombrecida por la preocupación—. ¿Estás dolorido? ¿Fui muy brusco anoche?
Shaoran deseó poder esconderse en el saco de dormir. O bajo tierra, eso sería genial.
Narumi debió de notar su incomodidad… o tal vez no, teniendo en cuenta que se acercó hasta quedarse a su lado. Sin embargo, sus palabras indicaron que era consciente de su estado emocional.
—Entiendo que esto no es precisamente la experiencia que habrías querido. ¿Qué puedo hacer para que sea más fácil para ti?
En ese instante, Shaoran se atrevió a alzar la cabeza para encontrarse con su mirada. Sus ojos azules reflejaban su inquietud y cierta culpa.
No. Él no quería que se sintiera así; a pesar de toda esta incómoda situación, él había hecho más por él de lo que pensaba, es solo que… No era fácil acostumbrarse a la idea de que había tenido sexo con él, de que su primera vez había sido de esa forma, tal y como él había dicho.
Así que inspiró hondo e hizo un esfuerzo por ser valiente y enfrentarse a ese momento.
—¿Cómo… te llamas? —preguntó. Supuso que su nombre era lo mínimo que debería saber de él.
Él le sonrió.
—Narumi Uchiha.
Shaoran se sorprendió un poco al escuchar el apellido. Creía que sería miembro de la manada de los Inuzuka, que tenían su territorio no muy lejos, no esperaba encontrarse precisamente con uno de los anfitriones que había cedido cabañas para su manada durante el celo.
—¿Uchiha?
Él asintió.
—Tú eres uno de los linces de la manada que ha venido a pasar las próximas semanas en el camping, ¿verdad?
—Sí. Me llamo Shaoran Li.
Narumi le sonrió y le estrechó la mano.
—Es un placer, Shaoran. —Hizo una pequeña pausa sin soltar su mano, la dejó entre sus dedos y la acarició con suavidad, probablemente para reconfortarlo. La verdad era que funcionaba—. Dime, ¿esta es tu primera vez?
Shaoran se puso rojo hasta las orejas, pero respondió de todos modos:
—S-sí…
—La mía también —admitió el lobo. Su confesión hizo que se relajara un poco.
—¿De verdad?
—Ajá. Estaba en la reunión que organizan los adultos para encontrar pareja, pero me fui temprano.
—¿Y eso?
Narumi se encogió de hombros.
—No me gustan las peleas.
Shaoran supo rápidamente que se refería a luchar con otros machos para impresionar a su pareja. Agachó un poco la cabeza al recordar lo sucedido anoche.
—Lamento que pelearas por mí.
El lobo parpadeó y apretó su mano entre las suyas.
—¡No! No, no te preocupes por eso. Esos… bastardos te estaban haciendo y yo no podía quedarme de brazos cruzados. —Apretó los labios y el lince pudo notar el olor de la furia emanando de él—. Te prometo que esto no quedará así, contaré lo que vi en el juicio…
—¿Juicio? —exclamó Shaoran con los ojos muy abiertos, asustado.
Narumi frunció el ceño, confundido.
—Claro. Tendrás que denunciarlo.
El lince sacudió la cabeza. No, ni hablar, no podía permitir que eso llegara a un juicio, él no… no estaba seguro de si debería llegar a tanto teniendo en cuenta que era la época de celo… Y, además, no ganaría nada. Su hermano podría acabar perjudicado por eso.
—No voy a hacerlo.
—¿Por qué no? —preguntó Narumi, un poco indignado—. Estuvieron a punto de violarte, ¡no podemos dejar que se vayan de rositas!
—Son jóvenes y olieron que estaba en celo, no les pasará nada de todos modos.
—Pero…
—Te agradezco todo lo que has hecho por mí —le interrumpió Shaoran, esta vez cogiendo él sus manos—, que me salvaras de ellos y que hayas pasado esta noche conmigo… pero no quiero que esto vaya a juicio. No voy a conseguir nada, solo tener mala fama en la manada y que me desprecien y… —Dudó un poco antes de confesar lo siguiente—. Además, ellos son amigos de mi hermano.
—¡¿Qué?! —exclamó Narumi—. ¿Lo dices en serio?
—Sí y no quiero que esto haga las cosas difíciles para él. Ha tenido una vida muy dura y son los únicos amigos que tiene, no quiero… —Bajó la vista—. No quiero que esto haga que todo el esfuerzo que ha hecho para rehacer su vida sea en vano. Así que, por favor, no digas nada. Al final no ha pasado nada y seguro que solo me atacaron porque olieron el celo. La verdad es que son un poco matones y probablemente olerme solo les hizo ser más gilipollas de lo normal.
El lobo esbozó una media sonrisa, divertido.
—No parecen buenas compañías.
—No lo son, pero es lo mejor que tiene por ahora.
Narumi se acercó más y envolvió los brazos a su alrededor con cuidado.
—¿De verdad tú estás bien?
—Sí —respondió Shaoran, sonriéndole. Ya no se sentía incómodo, es más, le gustaba el contacto físico con él.
El rubio inspiró profundamente y asintió.
—Está bien. Pero prométeme que tendrás cuidado con esos tipos y que hablarás con alguien sobre esto.
—Vale —prometió el lince.
Narumi se dio por satisfecho, aunque no por ello deshizo el abrazo en el que habían terminado los dos. De hecho, acercó más a Shaoran contra sí, dejando que se recostara en su pecho y que pasara los brazos alrededor de su cintura.
Sin embargo, cuando su nariz detectó el ligero aroma de su excitación, recordó que su gatito aún estaba en celo y que tenía que tomar una decisión, por lo que se apartó un poco para mirarlo y le preguntó:
—Escucha… Ahora te encuentras mejor que anoche y… puedo llevarte hasta tu casa y dejar que tu familia se ocupe de ti… o… podemos pasar el celo juntos —terminó diciendo. En realidad, quería quedarse con Shaoran; era muy afectuoso cuando hacían el amor, y atrevido, y rematadamente lindo. Deseaba escucharlo gemir otra vez bajo su cuerpo y ronronear a su lado mientras descansaban.
Sin embargo, tampoco quería presionarlo. Era consciente de que toda esa situación era un problema: primero esos capullos que intentaron violarlo, luego la pelea contra ellos y por último tener su primera vez con un completo desconocido… Fuera como fuera, él respetaría su decisión, por supuesto.
De repente, Shaoran se movió. Narumi parpadeó al ver cómo salía del saco de dormir y se sentaba a horcajadas en su regazo. Estaba totalmente sonrojado, pero eso no le impidió abrazarlo por el cuello y frotar su nariz contra la suya con timidez.
Él sonrió, comprendiendo su respuesta, y levantó el rostro para unir sus labios con los suyos.


Shaoran se sentía muy feliz mientras regresaba a su manada, con Narumi a su lado.
Había pasado toda una semana con él, dejando que lo cuidara durante la época de celo, y había sido… la experiencia más dulce e increíble que había tenido nunca. Su lobo era muy atento, alegre y divertido; siempre tenía cuidado con él y lo acariciaba después de hacer el amor mientras le contaba graciosas anécdotas sobre su familia, a veces incluso adoptaban forma animal y dejaba que lo lamiera con cariño detrás de las orejas o que las mordisqueara con afán juguetón.
Puede que fuera porque ese mismo día había terminado su celo pero… se seguía sintiendo muy atraído por él, creía que… creía que le gustaba.
Pese a estar en forma animal, sintió que enrojecía un poco ante ese pensamiento y levantó la vista hacia su acompañante. Narumi lo estaba llevando a casa, también transformado en lobo, había insistido en ir con él porque no quería que se encontrara a solas con Creed y su tropa. Al verlo mirándole, movió la cola alegremente y le lamió la cabeza con cariño, haciendo que él ronroneara del gusto y frotara la cara contra su pecho.
De repente, oyó un sonido brusco y se sobresaltó, erizando el pelaje por puro instinto y girando la cabeza hacia el origen del sonido. No logró ver gran cosa aparte de unos arbustos moviéndose, ya que Narumi lo empujó con fuerza para apartarlo del peligro. Aun así, se levantó rápidamente y contempló con horror cómo su hermano, transformado en lince, se enzarzaba en una pelea brutal contra el lobo junto a Preta y Shiki, los cuales no tenía ni idea de dónde habían salido.
Sin pensárselo dos veces, se agazapó para saltar sobre ellos… pero unos brazos fuertes lo agarraron de repente y lo apartaron. El olfato le dijo que se trataba de Creed y, sin pensárselo dos veces, le arañó la piel, allá donde pudo, y lo mordió ferozmente en el brazo con el que lo mantenía sujeto.
—¡Ah! ¡Maldito cabrón mestizo!
Shaoran le bufó y sacudió la cabeza para desgarrarle el músculo, a lo que Creed respondió clavando los dedos en su cuello y apartando su cabeza para que mirara cómo Narumi caía al suelo, siendo víctima de los tres linces que se habían arremolinado a su alrededor para llenarlo de zarpazos y bestiales mordiscos. Él gimió fuerte, acongojado y sabiendo que su lobo no podría solo con tantos rivales, tratando de pedirle a Train que se detuviera, pero Creed lo cogió esta vez por el cuello y le dijo al oído:
—Se nota que tienes asquerosa sangre humana en las venas. Preferiste joder con un lobo antes que conmigo, un lince de pura sangre. Te estaba haciendo un favor, ¿sabes?
Shaoran le bufó y trató de atrapar sus dedos con los dientes para hacerle daño, pero este seguía manteniéndolo atrapado por el cuello.
—Ni se te ocurra, mestizo. Ese chucho me debe una bien gorda… y tú no vas a decirle nada a nadie, ¿me oyes? Ni a tu hermano, ni a la pantera, ni a nadie de la manada.
Shaoran bufó otra vez seguido de un gruñido. ¿Estaba de broma? Esto ya no era por una cuestión de celo, ¡estaban enfermos! Intentaron violarlo en serio y ahora Narumi, que era el único que se había preocupado por él, estaba pagando con las consecuencias. No, ni hablar. Puede que antes no hubiera estado tan seguro de cómo actuar, pero no iba a dejar pasar esto; hablaría con Kurogane, le contaría lo que había ocurrido y dejaría que se encargara personalmente de hacer pedazos a Creed, y en cuanto a Train… Le dolería descubrir qué clase de amigos tenía, pero tampoco podía dejar que siguiera frecuentando a hijos de puta como ellos. No era fácil para su hermano dejar de lado su parte animal y menos aún permitir que su lado humano aflorara, así que tener a esas bestias con él no lo ayudaría, de ninguna manera.
Creed arrugó la nariz y lo sujetó con más fuerza.
—¿Quieres jugar duro, gato impuro? Si haces cualquier cosa contra mí, haré que mi padre deje de invertir su dinero en la manada. ¿Crees que la manada os querrá a ti y a tu hermano cuando no haya comida para todos? ¿O cuando no tengáis casas en las que vivir? Tu hermano no sobrevivirá ahí fuera, ha estado toda su miserable vida en una jaula. Antes de que puedas domesticarlo, los cambiantes lo considerarán un peligro y enviarán a los Cazadores a por él, ¿es eso lo que quieres?
Shaoran se quedó totalmente paralizado.
No, eso no. Puede que Train tuviera problemas, pero no era culpa suya; los humanos le habían tratado con tal crueldad que no era consciente de que su agresividad ya no era una ventaja ni un método de defensa sino una gran complicación para todos, sin embargo, no había podido crecer como el resto, no había tenido la misma adolescencia que los demás y por eso necesitaba cuidados, no que los demás le dieran de lado o le hicieran aún más daño.
Train no era malo. La manada no acababa de darse cuenta porque su hermano aún no acababa de bajar la guardia con ellos, pero en casa mostraba su mejor faceta; era un chico tranquilo, reflexivo, protector y hasta tenía su lado tierno, era solo que le costaba sacarlo a la luz.
Él no merecía algo así.
Creed debió de oler su miedo, así como ver el pánico en su cara, porque esbozó una sonrisa cruel y dijo:
—Así me gusta —dicho esto, golpeó su cabeza contra el árbol con tal fuerza que todo empezó a dar vueltas a su alrededor mientras Creed lo dejaba caer al suelo.
Lo último que oyó antes de caer en la inconsciencia fueron los gemidos desesperados de Narumi.
“Narumi… Lo siento…”


Oía voces.
Estaban como… distorsionadas y… lejos… pero las oía.
Kurogane. Reconocía la voz grave y varonil de Kurogane. Sonaba enfadado, su voz siempre sonaba así cuando estaba preocupado por algo.
Abrió los ojos muy poco a poco, le pesaban mucho los párpados. La luz blanca de la habitación le molestaba y gimió, adolorido. Le dolía mucho la cabeza, era como si le hubieran dado un golpe fuerte…
—Shaoran —lo llamó Kurogane. Su voz se había suavizado de repente, no quería preocuparlo, a pesar de que decir su nombre lo delataba, solo lo hacía cuando estaba alterado por algo—. Eh, chico, ¿me oyes?
—¿Qué pasa…? —preguntó, intentando incorporarse, pero le falló un brazo y cayó otra vez sobre la cama.
—Tómatelo con calma, chico. Tienes un buen golpe en la cabeza.
¿Un golpe? ¿Cuándo se había golpeado? No lograba recordar cómo…
Creed.
Narumi.
Se levantó de un salto e hizo amago de salir de la cama, pero Kurogane lo enganchó con facilidad de la cintura con un fuerte brazo y lo lanzó de nuevo al colchón, colocándose a su lado y bloqueándolo con los hombros.
—Tranquilo, Shaoran, estás a salvo.
—¿Y Narumi? —preguntó él, mirando a un lado y a otro—. ¿Dónde está?
—No te preocupes, chico, no está aquí, no puede hacerte daño.
Shaoran dejó de luchar al escuchar esa palabra.
¿Qué?
—¿Cómo?
—Está en su casa, bajo tutela familiar hasta que se aclare todo este asunto.
—¿Asunto? —repitió, confundido, no entendía nada—. ¿Qué asunto? ¿De qué me estás hablando?
—Shaoran, cálmate… —le pidió Kurogane, pero el doncel le agarró los brazos con fuerza. Recordaba los gemidos de Narumi mientras era atacado sin piedad por Train y sus amigos, no habría podido él solo contra ellos y tenía miedo de que…
—¡No! ¡Train y sus amigos le pegaron! ¡Está herido!
Kurogane ladeó la cabeza con interés, aunque su voz no reflejó otra cosa que impasibilidad:
—¿Te preocupas por el perro que te violó?
Shaoran palideció. Se quedó blanco como la cera y petrificado.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Kurogane creía que Narumi había hecho algo así?
—¿De dónde has sacado eso?
—Tu hermano hizo la acusación, sus amigos le avisaron de lo que te había pasado, que ese animal olió que estabas en celo y se aprovechó de ello.
—¡ÉL NO HIZO TAL COSA! —rugió Shaoran, poniéndose de pie en la cama. Nunca había estado tan furioso en su vida, jamás había sentido tal rabia. ¿Creed intentó violarlo y ahora convencía a su hermano, a Kurogane y a todo el mundo de que Narumi, que no había hecho más que velar por él, había sido el que intentó forzarlo? ¡Ni hablar! ¡No consentiría que se salieran con la suya!—. ¡ÉL ME CUIDÓ! ¡ME AYUDÓ! ¡NUNCA ME HA HECHO DAÑO!
Kurogane lo miró con un brillo en los ojos, pero este se apagó rápidamente, siendo sustituido por la firmeza.
—Tienes heridas en el cuerpo, mordiscos en el cuello. Eso es una prueba de sumisión.
Shaoran se sonrojó. Recordaba bien el momento en el que Narumi había hundido los colmillos en su cuello; no era una herida profunda, solo le había marcado un poco dominado por su instinto animal y él no se quejaba en absoluto de ello, su lince se había sentido… halagado, excitado por ver a su lobo tan posesivo con él.
Lo había marcado como suyo y él se lo había permitido.
—No me obligó —afirmó. Pese a la vergüenza, se mostró firme—. No me hizo nada que yo no quisiera.
Kurogane lo miró seriamente a los ojos unos momentos y luego se giró hacia la puerta.
—¡Pasa!
Shaoran frunció el ceño al ver entrar a Sven. Se encogió un poco al ver su ceño fruncido con severidad, pero no apartó la mirada, quería demostrar que estaba hablando, debía convencerlos de que no había pasado nada por Narumi, él no merecía un juicio por algo que no había hecho y menos aún después de todo lo que había hecho por él a pesar de que no era más que un lince desconocido.
Sven se sentó junto a Kurogane en la cama y lo miró seriamente.
—Shaoran, eres consciente de que aquí estás a salvo, ¿verdad?
Él apretó los labios, enfadado. ¿Por qué no le escuchaban?
—Ya lo sé.
—¿Y que no importa quién te haya hecho daño, aunque haya sido de otra manada?
Shaoran lo miró enfadado.
—Narumi no me hizo daño.
—Chico —le advirtió Kurogane con cara de pocos amigos, pero él no se amedrentó.
—¡No! ¡Lo único que hizo Narumi fue ayudarme! Entré en celo antes de tiempo y él me ayudó, luego me ofreció llevarme a casa pero yo decidí pasar mi celo con él ¡porque me apetecía! —exclamó—. Creed y su grupo de idiotas solo… ¡No sé! —No podía decirles lo que pasó con ellos. El padre de ese cabrón podría perjudicar a la manada, Train podría matar a ese imbécil con lo agresivo que era y puede que los acabaran expulsando a todos del grupo, a él, a su hermano y a Kurogane, sabía que la pantera jamás le abandonaría—. Puede que confundieran la situación o no les gustara que pasara el celo con un lobo, ¡yo que sé! Pero mintieron y fue mi decisión estar con Narumi —respondió sin vacilar—. Y ahora decidme cómo está.
En ese momento, Sven esbozó una media sonrisa y miró a Kurogane.
—A mí me parece sincero, ¿tú qué crees?
El hombre pantera no cambió su expresión, pero dejó una mano sobre la cabeza de Shaoran sin dejar de mirarlo fijamente.
—Si te hubiera pasado algo, me lo dirías, ¿verdad, chico? Sea quien sea, pase lo que pase, sabes que yo siempre estaré de tu lado, ¿no es así?
El joven doncel no se sintió en absoluto orgulloso de mentir al hombre que le había cuidado desde la muerte de sus padres… pero era necesario. Permanecer en la manada y proteger a Train era más importante que cualquier otra cosa.
—Sí, Kurogane.
Este dejó escapar un suspiro aliviado y volvió a girarse hacia la puerta.
—Ya puedes entrar.
Shaoran frunció el ceño, sin entender lo que pasaba, ni siquiera cuando vio entrar a un hombre lobo casi tan alto como Kurogane, de físico poderoso y espaldas anchas, con el cabello largo negro hasta los hombros, enmarcando unas facciones pálidas y unos ojos tan oscuros como una noche sin luna. Había un aura a su alrededor que le recordaba a la que percibía con Kurogane, solo que esta era más suave.
Le pareció extraño.
—Chico, este es Sasuke Uchiha, el padre de Narumi.
Él parpadeó, sorprendido, ya que no veía el parecido entre ambos, aunque su lobo ya le dijo que él había salido a su padre doncel. Cuando este se acercó, se sonrojó por la vergüenza y le hizo una reverencia.
—Es un honor, señor. Lamento todos los problemas que he causado.
Sasuke le sonrió con ternura. Había escuchado todo lo que había dicho el muchacho sobre Narumi, cómo lo había defendido con uñas y dientes a pesar de que Kurogane le había dado un perfecto escenario en el que él estaría protegido de quien fuera, solían hacerlo con las víctimas cambiantes de violación para evitar que encubrieran a sus agresores; si les mostrabas que los Cazadores ya estaban predispuestos a ir a por sus atacantes, les costaba menos contarles la verdad y cooperar para atraparlos. Por supuesto, no era una técnica que usaran siempre, solo si la violación era evidente, pero Kurogane había tenido un acierto al usarla en esta ocasión para saber qué diría Shaoran, le había jurado que él jamás mentiría sobre algo así si había un inocente.
Y así había sido. Desde el principio le había parecido imposible que Narumi hubiera hecho algo así, como mucho podría haber caído rendido ante el aroma del celo, pero nunca le habría hecho daño a un doncel a propósito. Aun así, necesitaba saberlo seguro, y por eso habían montado ese pequeño espectáculo… aunque sentía que Shaoran hubiera pasado por ese mal trago.
—No lo sientas, Shaoran. Gracias por aclarar todo este asunto.
Este levantó la cabeza y lo miró preocupado.
—¿Cómo está Narumi? Quise ayudarle, pero me golpeé en la cabeza y me desmayé, ¿se pondrá bien?
Sasuke le sonrió para tranquilizarlo.
—Sí, no te preocupes. Necesitará algo de reposo, pero se recuperará. No ha dejado de preguntar por ti, está muy preocupado. —Hizo una pausa en la que frunció un segundo el ceño—. Es tu primera vez, ¿verdad? ¿Fue mi hijo algo brusco? Es normal las primeras veces por falta de experiencia, pero he visto los mordiscos en tu cuello y me ha preocupado que se saliera de control.
Shaoran volvió a sonrojarse a causa de la vergüenza y se llevó una mano a la zona herida. ¿Por qué no podían dejar ese tema? No quería hablar de algo que claramente había disfrutado delante de… Bueno, delante de todos excepto de Narumi.
—No, señor, Narumi no me hizo ningún daño a pesar de las marcas que pueda haber visto.
El hombre lobo sonrió, comprendiendo la repentina timidez del doncel a juzgar por sus mejillas ardientes. Más tranquilo por haberlo aclarado todo, se giró hacia Kurogane y Sven y les dedicó una respetuosa inclinación de cabeza.
—Gracias por hacer esto antes de que hubiera un juicio. Mi familia estaba nerviosa.
—Conozco a tu hijo desde que nació —dijo Kurogane—, y dudé mucho de que hubiera hecho daño a mi chico porque sí, como decía ese estúpido gato. Lamento la paliza que le dieron, no se la merecía.
—Bueno, todo esto se ha solucionado antes de que llegara a mayores —dicho esto, miró a Sven con seriedad—. No presentaré cargos contra esos chicos por lo que le han hecho a Narumi; sacaron conclusiones precipitadas preocupados por Shaoran, puedo entenderlo, y os agradezco que esto no haya llegado a juicio.
Sven asintió.
—Bien, entonces nos iremos en un par de días, si te parece bien.
—¿Tan pronto? —preguntó Shaoran, acongojado. No quería marcharse sin antes ver a Narumi.
Kurogane dejó la mano sobre su hombro y le dio un apretón.
—Es para evitar tensiones, chico. Tu hermano y los gatos con los que va están muy agresivos y me preocupa que puedan atacar de nuevo a la familia Uchiha. Además, seguro que ellos ya han tenido bastante estrés con la acusación de violación del mocoso y creo que sería bueno para ellos que estén tranquilos.
Shaoran se mordió el labio. Lo comprendía, por supuesto, y no deseaba causarles más problemas a los Uchiha, pero…
—¿Puedo ver a Narumi antes de que nos vayamos? —le pidió a la pantera.
Sin embargo, Kurogane negó con la cabeza y le dijo con suavidad:
—No es posible, chico, tu hermano está muy tenso y esa visita solo podría provocar otra pelea. Es mejor que no os veáis, por su bien y por el de Narumi.
El joven bajó la cabeza, entristecido. Deseaba verlo una última vez, abrazarlo y darle las gracias por haberle salvado y por haber pasado el celo con él, confesarlo que lo que había sentido a su lado había sido maravilloso y que no había querido que las cosas acabaran de ese modo.
Pero no quería que le hicieran más daño.
Ni tampoco que Train se lo hiciera a sí mismo atacándolo.
—¿Lo entiendes, chico? —le preguntó Kurogane.
Él asintió, decaído, pero después se giró hacia Sasuke con ojos suplicantes.
—¿Podría darle un mensaje de mi parte?
El lobo hizo un gesto afirmativo.
—Claro, Shaoran.
—Dígale… Dígale que siento mucho todo esto —dicho esto, tragó saliva y añadió— y dígale que… gracias por todo. Por todo.
Sasuke le sonrió con cariño y le acarició el cabello.
—No te preocupes, se lo diré.
Shaoran le dio las gracias con la mirada y después los adultos se retiraron para dejarlo descansar. Él se acurrucó en la cama, momento en que supo por el olor de las mantas que se encontraba en la cabaña de Sven, probablemente porque era un terreno neutral en el que Train no podía interferir ni asustarlo. Sabía que tendría que enfrentarse a él tarde o temprano, puede que incluso a Creed, pero no le importaba.
Narumi no saldría más perjudicado de aquella situación, no lo permitiría. Amenazaría con contarle a Kurogane lo que había pasado realmente si trataba de hacerle daño otra vez.
Creía que así nadie saldría herido por culpa de haber entrado en celo antes de tiempo. Ni la manada por denunciar a Creed, o Kurogane y Train por protegerlo, o Narumi por esa maldita acusación de violación.
Solo lamentaba no haber podido decirle a su lobo en persona lo que había significado para él esos días juntos.

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