sábado, 2 de noviembre de 2019

Samhain


La noche de Samhain

Sasuke no pudo evitar poner los ojos en blanco cuando la mesa se sacudió tras los múltiples golpes que los hombres daban a la superficie de la misma entre risas, vitoreando a Bankotsu por haberse ganado la pieza más jugosa de la caza de hoy después de contar cómo derrotó a una tribu enemiga tras retar en combate singular a su líder, al cual estranguló con sus propias manos.
—¿Y este es el Guerrero Lobo al que estoy destinado? —preguntó con disimulo a su madre, que estaba a su lado, en el extremo opuesto de donde se sentaban su padre y su hermano mayor, presidiendo la mesa, y el invitado de honor Bankotsu, líder del clan Shichinintai y, para bien o para mal, su actual prometido. Gracias a los dioses que una larga hilera de hombres, todos o bien parientes de su padre o bien los guerreros de mayor confianza de Bankotsu, que lo habían escoltado hasta allí, se interponían entre ambos.
Su madre siguió mordisqueando una pata de pollo con la delicadeza que cabía esperar de una mujer de alto linaje.
—Hasta ahora la profecía se ha cumplido —comentó antes de mirarlo con cariño y acariciar amorosamente su rostro—. Como dijo el druida, te has convertido en tal belleza que los líderes de los clanes han derramado sangre por ti.
Sasuke bufó.
—Yo no consideraría un torneo organizado para ganar mi mano como un derramamiento de sangre.
Mikoto dejó la comida sobre su plato y tomó un sorbo de vino.
—En cuanto la profecía se hizo conocida por otros clanes, muchos vinieron aquí a exigir que te entregáramos a un líder u otro, y eso que apenas tenías dos años. Hubo muchas disputas en aquel entonces, tu padre y tu hermano tuvieron que batirse en duelo varias veces. Temíamos entrar en guerra con las tribus vecinas cuando sabíamos que los clanes del sur pretendían llegar hasta aquí para unificarnos a todos bajo el mando de su rey. No nos podíamos permitir perder aliados. Tu padre prometió que, una vez cumplieras la mayoría de edad, organizaría un torneo para decidir quién sería el Guerrero Lobo.
El joven Uchiha puso los ojos en blanco.
—Todo eso ya lo sé —dicho esto, dejó caer los hombros y agachó la cabeza—. Yo tampoco quería que nuestro clan fuera aniquilado por mi causa. Pero… no siento nada por Bankotsu. La profecía decía que yo le amaría, y no lo hago.
Mikoto contempló a su hijo con tristeza.
—Tal vez requiere un poco de tiempo.
Sasuke suspiró.
—Tal vez…
Su madre levantó una ceja.
—¿Pero?
El doncel observó a Bankotsu con detenimiento. Era guapo, no cabía duda. Era casi tan alto como Itachi y tenía complexión atlética, con poderosos brazos, fuertes piernas y un torso lleno de músculos bastante perceptibles. Su piel morena combinaba con su negro cabello recogido en una larga trenza que caía hasta su cintura y con sus ojos marrones. Sabía que se había convertido en el líder de su clan tras la muerte de sus padres en las Guerras del Sur; se había rumoreado que no sería capaz de resistir a las tribus y que acabarían esclavizados pero, al final, de algún modo, logró sobreponerse y asesinar a sus enemigos, lo cual era admirable…
Sin embargo, su persona lo dejaba tan frío como todos los hombres que había conocido. Su físico no le impresionaba en lo más mínimo, a pesar de que las mujeres y donceles de su clan se habían derretido al verlo, para él no era más que otro hombre con el físico habitual de un guerrero. Era verdad que su posición como líder del clan le hacía atractivo a sus ojos por el prestigio que se podría ganar al gobernar a su lado, pero Sasuke ya pertenecía a un linaje muy superior al suyo, por lo que no le aportaba nada nuevo que no poseyera ya. Además, en su opinión personal, llevaba muy poco tiempo en el cargo de jefe como saber si era un buen guía para su tribu o no. Sabía que, tras las Guerras del Sur, su clan había disminuido en número y que necesitaban mujeres y donceles para asegurar su supervivencia, y también que muchas tribus se habían negado a crear uniones matrimoniales entre ellos a causa de los orígenes de su clan. Por el momento, sus dotes de negociación y persuasión no decían gran cosa de él independientemente de que fuera un buen guerrero.
Pero, lo más importante, era su corazón. Sasuke jamás había sentido el menor interés en los hombres, hasta el día de hoy no había habido ni uno solo que fuera capaz de acelerar su pulso, de agitarlo o de hacer que su cuerpo se estremeciera o temblara.
Nunca había tenido deseos de yacer con nadie, y eso que no le habían faltado pretendientes. Los pocos que habían tratado de propasarse con él, lo habían lamentado con creces tras encontrarse con el filo de su cuchillo y, posteriormente, con el castigo impuesto por su padre.
Así que siempre había creído que, cuando se hallara ante el Guerrero Lobo, su cuerpo sería un hervidero de actividad, su corazón latiría más fuerte que nunca.
Y Bankotsu no le producía absolutamente nada. Podría decir que estaba decepcionado, pero lo cierto era que estaba bastante seguro de que él no era la persona a la que estaba destinada.
—No tengo el menor deseo de irme con él cuando acabe el Samhain —admitió Sasuke con pesar—. La sola idea me deja vacío. Ya es bastante malo que no sienta nada por un hombre que dice ser el Guerrero Lobo solo por haber ganado un torneo al que se ha presentado probablemente porque la profecía dice que yo haré al clan invencible, igual que todos los demás. —Apretó los puños y endureció la mirada—. Los hombres que se presentaron a ese torneo lo hicieron por eso, no soy estúpido. Ninguno me dedicó más tiempo del necesario para presentarse y alabar mi belleza, estaban más centrados en caer bien a mi padre para tener su aprobación que en conocerme. —Hizo una pausa en la que su gesto se volvió amargo—. Y ahora debo abandonar mi hogar con un completo extraño solo porque mi padre ha decidido forzar la profecía en algo que no es. ¡No es justo! —añadió, golpeando la mesa.
De repente, se hizo un silencio tenso en la mesa. Todos se giraron para mirar a Sasuke, el cual maldijo mentalmente su temperamento; lo último que deseaba esa noche era llamar la atención de nadie, había tenido toda la intención de mantenerse al margen durante la cena y lo más alejado posible de su prometido y de cualquier declaración acerca de su compromiso.
—¿Va todo bien, Sasuke? —le preguntó su padre.
Mikoto se levantó con rapidez y cogió a su hijo por los hombros.
—Sasuke se siente algo indispuesto. Voy a acompañarlo a casa.
Fugaku asintió, consintiéndolo. Era consciente de que su hijo estaba pasando un mal momento; el verano pasado le dejó bien claro que creía que había forzado las cosas de tal manera que se ajustaran a la profecía, pero él tan solo pretendía hacer lo correcto y evitar que su clan fuera masacrado por las tribus del norte que le habían exigido la mano de Sasuke. Ni siquiera los Uchiha, aun siendo numerosos y de los clanes más poderosos, habrían sobrevivido si todos se hubieran unido en su contra, los habrían asesinado y después los líderes se habrían matado entre ellos hasta que uno hiciera de su hijo su esclavo, y eso era algo que no habría permitido de ningún modo. Antes que eso, lo habría matado con sus propias manos para evitarle esa tortura.
Bankotsu no era la opción que habría deseado para su hijo, dada la situación actual de su clan y sus dudosos antecedentes, pero había vencido limpiamente a sus oponentes, era un buen guerrero y su comportamiento había sido honorable hasta el momento; a diferencia de otros líderes, él aceptó que esperar hasta el Samhain para llevarse a Sasuke y nunca trató de sobrepasarse a pesar de que llevaban medio año comprometidos. Creía que lo trataría bien, que sería un buen esposo para su hijo.
Aun así, sus palabras lo habían inquietado y le pidió guía espiritual al druida. Él tan solo le dijo que no importaba lo que hiciera, la voluntad de los dioses era inquebrantable, Sasuke estaba ligado a su destino y este se cumpliría sin importar cuánto tratara nadie de impedirlo o interponerse en su camino.
Eso lo había tranquilizado, y por ese motivo, había seguido adelante con el compromiso de su hijo con Bankotsu.
De repente, este, sentado a su lado, se levantó y se dirigió a Mikoto con una respetuosa inclinación.
—¿Desea que los acompañe?
La mujer sonrió con dulzura.
—Oh, no será necesario. Por favor, siga disfrutando del banquete.
Bankotsu asintió, aunque antes, añadió:
—Por favor, tengan cuidado. El Samhain permite a los espíritus la entrada a nuestro mundo. No todos ellos son amistosos.
—Lo sabemos, mi señor —dijo Mikoto, haciéndole un gesto a Sasuke para que fuera con él—. No se inquiete, la aldea ha sido debidamente protegida con ofrendas para dichos espíritus —y tras esa respuesta, ambos se alejaron mientras que los Uchiha volvían a gritar alegremente y a brindar por el Samhain y la unión entre su clan y el de Bankotsu.
Fueron directos a su hogar, donde Sasuke se sentó en su cama mientras que su madre rebuscaba algo entre las cestas de mimbre.
—Lo siento, no quería hacer un escándalo.
Mikoto hizo un gesto con la mano que pretendía restarle importancia.
—Oh, no le des vueltas, cariño. Nadie va a echarte nada en cara.
—¿Y Bankotsu?
—No lo conozco íntimamente, pero no me ha dado la sensación de ser violento en ese sentido —dijo mientras sacada del cesto unos pantalones largos hechos de piel de cordero y una camisa de algodón junto a un chaleco de lana de oveja—. Pero, aunque lo fuera, es lo bastante inteligente como para saber que tocarte un solo pelo hará que los Uchiha los colguemos de los árboles por las tripas como ofrenda a los Espíritus Lobo.
Sasuke frunció el ceño.
—¿Los Espíritus Lobo?
Mikoto se levantó con la ropa entre los brazos y fue hasta él.
—¿Nunca te he dicho que los espíritus protectores de mi clan son los Lobos?
—No —respondió él, frunciendo el ceño de repente—. En realidad, nunca me has hablado de tu clan.
Ella se sentó a su lado y dejó las prendas sobre las mantas, cerca de él. Pese a que sonreía levemente, sus ojos eran tristes y había cierta melancolía en su mirada.
—Nací con el apellido Okami, uno de los linajes más antiguos que existen. —Hizo una pausa en la que miró a su hijo con una sonrisa—. Ya sabes que muchas tribus, como la de tu padre, cruzaron el mar hace años hasta llegar a esta isla. Pero el mío no. Mi tribu es originaria de aquí, y por ello, nuestros dioses nos dieron a uno de sus protectores más poderosos, los Lobos.
—Por eso nuestro padre nos prohíbe matarlos bajo ninguna circunstancia. Al casarte con él, protegen también nuestro clan, como los Halcones.
—Así es —asintió su madre. Entonces, su rostro se contrajo por el dolor—. Nosotros acogimos a las tribus que llegaron más allá del mar. Había isla de sobra para todos, no nos opusimos a uniones matrimoniales. Pero defendíamos nuestras tierras como una loba a sus cachorros; eran muy prósperas, cercanas a un lago y con buenas zonas de cultivo. Los dioses nos favorecieron porque éramos hijos suyos, y eso no gustó a muchos. —Hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras correctas—. Un clan vecino pasó por muchas dificultades durante el invierno, sus cosechas murieron. Nosotros les enviamos comida y ellos nos compensaron durante la primavera, celebraron un banquete en nuestro honor. Cuando llegó la noche, los degollaron a todos. —Ella lo miró con ojos tristes—. Mi madre huyó conmigo al bosque, donde me dejó para protegerme de un hombre que nos perseguía. Sobreviví hasta que el clan de tu padre me encontró.
Sasuke le cogió las manos, sobrecogido por la historia.
—¿Por qué hicieron algo tan horrible? Ni siquiera tuvieron la valentía de ofreceros una lucha justa, una muerte honorable, al menos.
—Querían nuestra tierra para ellos —respondió ella antes de quitarse un colgante que llevaba al cuello. No era más que un sencillo cordón en el cual colgaba una figurita de madera de color blanca con forma de lobo—, supongo que sentirían envidia. Yo era solo una niña, no tenía ni idea de que fueran tan ambiciosos. —Acarició la estatuilla con reverencia, como si fuera su amuleto, y sonrió—. El Lobo es nuestro protector, un espíritu guerrero. Nosotros lo honrábamos entrenando generación tras generación, incluso en tiempos de paz nos asegurábamos de que nuestros niños fueran fuertes para poder afrontar cualquier amenaza. Ese clan lo sabía y era consciente de que no nos vencería en una pelea justa. Por eso, recurrieron a la traición.
Al escuchar aquello, Sasuke se reposicionó sobre la cama, tensando los músculos.
—¿Tu clan fue vengado? Si el abuelo Madara hubiera sabido esto…
—Mi clan tenía muy buenas relaciones con los Uchiha —explicó su madre—. Ya sabes que ellos respetan a los que llevan la Vieja Sangre. Tu abuelo llevó sus huestes hasta mi poblado con la promesa de que me traería la cabeza de su líder… Pero ya no estaban.
—¿Cómo? —preguntó Sasuke, confundido.
Mikoto esbozó una sonrisa amarga.
—Los Espíritus Lobo se vengaron. Cuando tu abuelo llegó, encontraron la aldea arrasada hasta los cimientos y cadáveres por doquier. Dijo que tenían marcas de colmillos y garras. Nuestros protectores decidieron que, si nosotros perdíamos nuestro hogar, nadie más lo tendría. Desde entonces, esa tierra está maldita para las tribus, nadie se atreve a entrar allí.
Sasuke levantó las cejas.
—¿Estás hablando de la Tierra de los Nichos?
Su madre asintió y, entonces, sus ojos se iluminaron.
—Yo fui afortunada. Sobreviví y encontré a tu padre. A pesar de ya no tener un clan, ni prestigio, ni posición social, Madara apoyó nuestra unión. —Contempló su estatuilla y después a Sasuke—. Los Espíritus Lobo siempre me han guiado y protegido. Ahora, te ayudarán a ti —dijo, colocando el colgante alrededor del cuello de su hijo.
Este frunció el ceño, sin comprender.
—¿Qué…? ¿Qué quieres decir?
—Hoy comienza el Samhain. Durante las próximas tres noches, nuestro mundo se funde con el de los espíritus. —Puso una mano en su hombro y lo apretó—. Busca a los Lobos. Si no estás seguro de que Bankotsu sea aquel al que estás destinado, pídeles ayuda. Te guiarán como han hecho conmigo. Tan solo debes estar atento a las señales, nada de lo que ocurra esta noche será casual, Sasuke. Si ves algo extraño, préstale atención.
Sasuke sacudió la cabeza, sin poder creer lo que oía.
—¿Me estás diciendo… que vaya al encuentro de un espíritu? ¿Durante el Samhain?
Mikoto esbozó una sonrisa divertida.
—¿Acaso tienes miedo de los espíritus?
—No, pero tampoco estoy loco.
—El Lobo no permitirá que te pase nada.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
La mujer se inclinó, cogiéndole las manos.
—Porque él no permitió que yo muriera en el bosque cuando era una niña huérfana. Escucha tu instinto, es el espíritu que te protege. Puede que te lleve a las respuestas que necesitas. Dime, ¿qué es lo que te dice ahora?
Sasuke bajó los ojos y dedicó unos momentos a calibrarse a sí mismo, a decidir qué era lo que sentía… y lo que estaba dispuesto a hacer con tal de obtener esas respuestas. Sorprendentemente, se descubrió a sí mismo anhelando partir hacia el bosque, al encuentro del consejo de los espíritus de sus antepasados. Después de todo, ¿qué podía perder? No deseaba abandonar su clan para marcharse con Bankotsu, y, si se adentraba en los oscuros senderos que podían conducir al Más Allá, al menos podría decir que lo había intentado todo para asegurar que cumplía su destino.
—Que debo ir.
Mikoto le apretó los dedos, infundiéndole valor.
—Ven, te ayudaré a prepararlo todo.
No tardó demasiado en estar listo. Se puso la ropa que le había entregado su madre y la acompañó con una capa de mangas largas y capucha recubierta de lana, la cual le llegaba hasta por encima de las rodillas, permitiéndole un mejor movimiento. Para cuando se estaba poniendo las botas de piel, su madre ya había regresado con un saco donde le había guardado comida, a juzgar por el olor, y una cantimplora con agua para el camino. Además, llevaba colgado del hombro un carcaj lleno de flechas.
—Has sido rápida —comentó, colocando el saco sobre un hombro, cruzando su torso, de tal forma que el carcaj se apoyara sobre el otro lado junto con el arco, el cual cogió de la pared, donde lo tenía colgado. Lo último que se puso fue su espada al cinto, dejando que la capa la ocultara.
—Aprovechemos que todo el mundo está en las hogueras para que nadie te vea partir. Algunos podrían pensar que estás huyendo de tu compromiso —dicho esto, lo abrazó con fuerza—. Te quiero muchísimo, hijo.
Sasuke le devolvió el abrazo con una sonrisa.
—Mamá, solo va a ser esta noche. No te preocupes, volveré con la salida del sol, ya lo verás. —Después de esto, se puso la capucha y salió por la puerta de su casa, dejándola abierta para que su madre lo viera partir. Se deslizó hacia una esquina, vigilando que no pasara nadie por las estrechas calles de la aldea. Entonces, se volvió hacia ella, que lo observaba desde la entrada, y le hizo un gesto con la mano acompañado de una sonrisa confiada para infundirle tranquilidad.
Mikoto imitó su gesto y vio cómo la figura de su hijo se fundía con las sombras.
La tristeza inundó su corazón. Sabía que esa era la última vez que lo vería.
Porque su instinto le decía que, lo que estaba buscando Sasuke, nunca había estado en la tierra de los mortales.


Sasuke llegó sin percances a la única entrada de la aldea, protegida por una pequeña muralla. Todo el mundo estaba disfrutando del Samhain alrededor de las hogueras tras los sacrificios que se habían celebrado en honor a las deidades que les habían brindado buenas cosechas y victorias sobre sus enemigos y el banquete para recordar a aquellos que habían marchado al Más Allá de la mano de las banshees.
No le pasaron inadvertidas las bandejas llenas de comida que habían dejado a las afueras del muro, rodeándolo por completo con un montón de velas que brillaban en el interior de nabos que su gente había tallado. Un soborno, para los espíritus malignos. Se suponía que se quedarían satisfechos con la comida y que no atacarían su aldea durante la celebración.
Esperaba que fuera verdad. Si iba a adentrarse en el bosque en busca de los Lobos, prefería que estuvieran más interesados en las ofrendas que en convertirlo en su cena.
Inspiró profundamente, hinchando el pecho, mentalizándose para lo que estaba a punto de hacer. Esperaba de corazón poder encontrar a los espíritus protectores de los antepasados de su madre y que le dieran las respuestas que necesitaba desesperadamente porque, pese a que era un buen guerrero, no era tan ingenuo como para menospreciar a los espíritus…
El ruido de una sacudida lo sobresaltó y se llevó la mano a la empuñadura de la espada. Sin embargo, al pasar los ojos por los alrededores, su vista detectó el origen del sonido en los lindes del bosque, entre unos arbustos que temblaban violentamente. Aguzó la vista, tratando de ver algo en la negrura… Entonces, de repente, vio cómo se alzaba una figura amorfa y fantasmal, de oscuros tonos grisáceos y a la cual solamente pudo distinguir por el inquietante brillo rojizo de sus intensos ojos.
Su corazón tartamudeó. Contuvo la respiración.
En ese instante, los ojos desaparecieron. La criatura dio media vuelta y salió corriendo de entre los matorrales en dirección a las profundidades de la espesura, permitiéndole distinguir una peluda cola.
El pánico se apodero de él.
—¡Espera! —gritó, saltando el círculo de velas que se suponía que lo protegía de los espíritus e internándose, ya sin vacilar, en el bosque.
Se movió velozmente entre la maleza, a la que ya estaba acostumbrado por las numerosas expediciones de caza en las que había participado, de modo que le resultó fácil esquivar los arbustos más ocultos, aunque lo que sí representaba una dificultad era perseguir a la bestia, a la cual apenas podía discernir en la oscuridad, pero la escuchaba gracias a los sonoros roces de las ramas cada vez que su cuerpo chocaba con estas. Además, no tardó mucho en descubrir las huellas.
Huellas de lobo. Más grandes que las marcas de los cascos de un caballo.
El corazón de Sasuke se aceleraba conforme avanzaba, buscando desesperadamente a la criatura. Todos sus instintos le gritaban que no la perdiera de vista, que, si lo hacía, perdería su única oportunidad de encontrar a aquel al que estaba destinado, al auténtico Guerrero Lobo. La idea de no hallarlo lo angustiaba, lo carcomía por dentro como si fuera una enfermedad que pudría todo cuanto hubiera a su paso, como si fuera a consumirlo en una amargura que no poseía cura ni alivio.
Apartó de un golpe más ramas que le impedían el paso y saltó un tronco musgoso. Su mirada se desvió rápidamente hacia el suelo, buscando presuroso las huellas del espíritu al que perseguía. Dio con ellas, pero desaparecían rápidamente al llegar a una enorme roca que parecía ascender verticalmente. Negándose a darse por vencido, Sasuke apoyó las manos sobre los recovecos que encontró, decidido a escalarla y seguir el rastro…
Entonces, un profundo gruñido sonó por encima de su cabeza.
Todo su cuerpo se estremeció, sintiendo cómo una extraña pero intensa sensación de expectación ascendía por su columna vertebral, haciendo que alzara la vista.
Ahí estaba. Sobre la roca, esperándole.
El Espíritu Lobo. Pálido como la luna llena de Samhain, se alzaba sobre la maleza, imponente y majestuoso, como si fuera el amo y señor del bosque, líder indiscutible entre los cazadores de aquellas tierras, superando incluso, con creces, al hombre. Tenía el pelaje tan espeso que el frío del invierno no podría hacerle temblar siquiera con una tormenta, y su textura era de apariencia tan suave y delicada como la nieve recién caída. Era más alto que un corcel, con un cuerpo voluminoso y robusto, de poderosas patas acabadas en terribles zarpas negras que se agarraban a la roca y una enorme cabeza que mantenía inclinada en su dirección. Lo observaba muy atentamente con esos ojos rojos de pupilas rasgadas, una mirada que, sin duda alguna, habría causado terror en todo aquello que se hubiera convertido en su presa.
Era bello y aterrador a la vez. Sobrecogedor. Un ser henchido de la esencia misma de la naturaleza, el cazador perfecto, escogido por los dioses para ser tanto como un espíritu protector como un feroz depredador enviado como el castigo más terrible contra los hombres. Sus aullidos auguraban la muerte más horrible para sus enemigos, y su visión en los campos de batalla se convertían en una premonición de victoria para aquellos que se hallaban bajo su protección.
Sasuke retrocedió un poco, tragando saliva. Su cuerpo temblaba un poco, intimidado por la fuerza que exudaba su sola presencia, maravillado por el poder que parecía fluir de él incluso permaneciendo inmóvil.
Sus ojos buscaron los suyos, y él se quedó paralizado. Pero, pese a no mover ni un solo músculo, cada centímetro de su ser era un hervidero de actividad: un hormigueo se extendió por su piel, erizándola a causa de la expectación y la impaciencia; un temblor se apoderó de sus manos y sus piernas se bloquearon; su pecho subía y bajaba acorde a su acelerada respiración; sus oídos palpitaban y su corazón martilleaba contra sus costillas con tal fuerza que parecía tener vida propia, como si anhelara salir a su encuentro.
No podía apartar la mirada. Se sentía atrapado por la suya.
El lobo lo contempló durante largo rato, como si fuera capaz de ver su propia alma. Fuera lo que fuera lo que encontró, sus irises brillaron y, con mucho cuidado, como si temiera asustarlo, descendió de la roca. Sasuke continuó sin hacer un solo movimiento, a decir verdad, no sentía el menor deseo de huir o la necesidad de defenderse. No sentía que hubiera peligro alguno, pese a que el espíritu era la personificación misma de dicho concepto.
Él se acercó muy despacio, desplazando una y otra pata manteniendo la cabeza en una actitud que pretendía ser dócil. No deseaba asustarlo. Solo cuando estuvo frente a él, lo suficiente como para poder tocarlo si alzaba la mano, alzó la cabeza, lo suficiente como para que sus ojos quedaran a la misma altura.
Todo él tembló mientras su mirada se sumergía en esas profundidades rojas. Ahora, sus pupilas ya no eran rasgadas, sino redondas y grandes. Fascinado, observó cómo esos diabólicos irises se aclaraban poco a poco, pasando por diferentes tonalidades anaranjadas y doradas, rosadas y violetas, hasta convertirse en un increíble azul cielo que resplandecía como el hielo acariciado por la luz del sol.
Entonces, la más pura emoción embargó a Sasuke, haciendo que jadeara, sorprendido, antes de que se le escaparan un par de carcajadas incrédulas y que sus ojos se llenaran de lágrimas.
Porque él conocía esos ojos. Lo habían acompañado toda su vida.
Y, entonces, lo entendió. Ahora ya tenía la respuesta que necesitaba.
Sin vacilación, levantó la mano y la dejó sobre la gran cabeza del lobo. Enterró los dedos en su pelaje, más suave y liviano que cualquier prenda tejida por el hombre, y los deslizó hacia arriba, buscando las orejas. La bestia dejó escapar un gruñido, profundo y constante, y se acercó un poco más, buscando un contacto más íntimo con su caricia. Sasuke levantó la otra mano y la dejó en la mandíbula inferior, frotándola con los dedos. El espíritu acentuó el gruñido, bajando las orejas y cerrando suavemente los párpados.
—Eres tú —murmuró, emocionado y maravillado—. Todo este tiempo… la profecía hablaba de ti.
El lobo abrió los ojos y lo miró intensamente a la vez que lanzaba una especie de ronroneo. Era como si lo estuviera afirmando.
Sasuke, inmensamente aliviado, no pudo contenerse y lo abrazó. El ser volvió a gruñir suavemente y pegó su cabeza al torso de su compañero, devolviéndole el gesto. Cuando se separaron, le lamió la mejilla con ternura y, después, se colocó de lado frente al doncel, flexionando las patas para quedar a una altura más baja.
Le estaba ofreciendo subir sobre su lomo. Su humilde gesto conmovió su agitado corazón. Un Espíritu Lobo, fuerte, implacable y feroz, guardián y protector de clanes guerreros y la peor manifestación posible de sus enemigos, se estaba inclinando para que le resultara más sencillo montarlo. No solo le estaba concediendo un gran honor sino que, además, era su forma de demostrarle que no lo consideraba un ser inferior por ser mortal. Le estaba diciendo que eran iguales.
Se acercó y pasó las manos por su lomo, dejando que su pelaje le hiciera cosquillas en las palmas. Después, dobló los dedos, agarrándose a su gran espalda, y tomó impulso para pasar una pierna por otro lado de un salto. En cuanto estuvo acomodado, el lobo se incorporó y empezó a trotar hacia lo más profundo del bosque. A medida que avanzaba, su ritmo se aceleraba, una pequeña indicación para que se agarrara más fuerte a él, ya que iba a empezar a correr de un momento a otro. Sasuke lo hizo y se inclinó sobre su lomo para poder mantener la posición durante la carrera; nada más encontrar la postura correcta, su destinado se lanzó contra la oscuridad.
Apenas podía ver nada bajo las sombras que proyectaban las copas de los árboles, pero podía ver los retazos de la luz lunar pasando por su lado como efímeras llamas blancas, así como escuchar el rugido de las ramas cada vez que la bestia las rozaba en un fugaz movimiento. Sin embargo, cuando más se adentraban en el bosque, más luz empezó a detectar. Al principio, no le llamó mucho la atención, pensó que estarían cerca de algún claro, pero cuando esta creció de repente hasta convertirse en un estallido luminoso, alzó un poco la cabeza, inquieto.
En un instante, pasaron de la más absoluta oscuridad a toparse con cientos de luces flotantes que los pasaron de largo a gran velocidad.
Eran fuegos fatuos. Las almas de sus antepasados.
Sasuke los había visto alguna que otra vez durante el Samhain, de niño solía tratar de ir tras ellos, pero estos siempre lograban perderlo de vista. Además, las pocas veces que los había avistado, no había más que uno, cuya luz resaltaba en mitad de la noche; esta era la primera vez que veía a tantos reunidos, sin duda alguna, acababan de salir del mundo de los espíritus y se dirigían a su aldea en busca de sus descendientes para darles consejo mientras dormían. Raras veces se manifestaban adoptando el aspecto que tuvieron en vida, se decía que tan solo lo hacían cuando se trataba de un asunto de vida o muerte.
Los observó maravillado mientras corrían entre ellos. La gran mayoría siguió su camino sin vacilación, pero unos pocos se detuvieron junto a ellos y revolotearon a su alrededor antes de seguir al resto. Antes, sin embargo, le pareció escuchar un susurro, como si le hubieran llamado. Aun así, no tuvo tiempo de pararse a pensar si lo habría imaginado o no, pues el lobo seguía su camino sin bajar el ritmo lo más mínimo. Por eso, a Sasuke le llamó la atención el que, a pesar de que los fuegos fatuos habían quedado atrás, seguía habiendo mucha luz. Al alzar la vista, se quedó maravillado al darse cuenta de que provenía de la luna, solo que esta parecía mucho más grande y brillaba con una mística y clara luz azulada. Le recordó a cuando nadaba bajo el agua de noche, solo que los rayos eran más potentes, iluminaban perfectamente su alrededor.
Entonces, se dio cuenta de que el paisaje había cambiado drásticamente. Los árboles seguían ahí, pero alrededor de sus troncos centelleaban intrincados símbolos asociados a los espíritus que moraban en ellos, hadas de piel olivácea con delicadas alas a la espalda y cabello formado por lo que parecían ser hojas que yacían sobre las ramas, o seres con forma de aves y pequeños roedores, pero supo, nada más verlos, que también eran criaturas mágicas por los vivos colores que parecían resplandecer de vez en cuando o porque algunos poseían rasgos que no tenían los animales de su mundo, tales como cuernos, patas de más o las orejas o la cola más grandes de lo habitual.
—¿Esto es… el mundo de los espíritus? —murmuró.
El lobo le respondió con un gruñido seco, como si fuera una afirmación.
Sasuke tragó saliva y se encogió un poco. Pese a que todo era bello, se sintió un poco intimidado por estar en el Más Allá, por haberlo cruzado sin tan siquiera haber sido consciente… Ya sabía que ambos mundos se fundían en el Samhain, pero jamás había osado ir en su busca y mucho menos pensado en atravesarlo… Al menos no mientras viviera.
De repente, el espíritu ralentizó la marcha hasta que se detuvo. Giró la cabeza y lo miró profundamente a los ojos al mismo tiempo que le dedicaba un pequeño gemido con las orejas agachadas. Sasuke comprendió rápidamente que había notado su reacción y que estaba preocupado por él. Inspiró hondo y le acarició la cabeza.
—Estoy bien, estoy bien. Solo… Es que… Esto es inesperado.
El lobo gimió otra vez, alzando las orejas. Sasuke suspiró.
—No pasa nada, solo necesito asimilarlo… —Hizo una pausa y miró a su alrededor, un tanto inquieto—. Me… ¿Me ocurrirá algo por estar aquí?
La bestia negó efusivamente con la cabeza y gruñó con suavidad, sintió que trataba de calmarlo. Eso le hizo sentirse un poco mejor, aunque todavía tenía algunas dudas.
—¿Y los espíritus malignos? ¿No seré una presa para ellos?
Esta vez, sintió cómo el cuerpo del lobo se ensanchaba, como si se estuviera haciendo más grande, aunque se dio cuenta de que, en realidad, tan solo estaba tensando todos los músculos, haciendo gala de su monstruosa fuerza. Su pelo se erizó y este enseñó sus blancos y escalofriantes colmillos, haciendo chasquear los dientes para demostrar el poder de sus temibles mandíbulas. Pese a que cualquiera que lo viera saldría huyendo entre gritos, Sasuke se relajó y sonrió.
—Ya veo. Les asustas demasiado.
Al instante, el cuerpo de la bestia se calmó y esta ocultó los colmillos, alzando las orejas y moviendo la cola. El joven doncel soltó una risilla y se inclinó para abrazarlo por el cuello, provocando que este gruñera satisfecho.
Después de eso, el espíritu bajó su cuerpo, invitando a Sasuke a bajar. Él lo hizo sin vacilar y apoyó una mano en su flanco para seguirlo cuando empezó a caminar. No fue un paseo muy largo, pero sí apacible; el lobo lo guio por un pequeño sendero rodeado de hierba alta y fresca, altos y milenarios robles, encinas, alisos y olmos, e hileras de flores bioluminiscentes de colores violetas y azules. En todo ese tiempo, Sasuke se tomó su tiempo para maravillarse con aquel mundo, sintiéndose más tranquilo después de que su compañero le hubiera tranquilizado y darse cuenta de que no parecía haber ningún ser maléfico en aquel hermoso lugar.
Entonces, al rodear un enorme roble cuya corteza estaba iluminada con un intrincado símbolo de lobo blanco rodeado por una media luna, vio una casa.
Era diferente a las que empleaban en su clan, pero la estructura le resultaba familiar porque había oído que, en los tiempos en los que habitaban las tribus de la Vieja Sangre, las viviendas estaban hechas de esa forma. La planta era redonda y las paredes estaban hechas de piedra y recubiertas de barro y arcilla para darle una superficie más lisa, por lo que tenía una curiosa mezcla de colores pardos, a la que habían añadido decoraciones rojas en forma de espirales. El techo, por otro lado, estaba hecho por un esqueleto de ramas que habían cubierto con una mezcla de paja y mimbre que le daba un aspecto muy sencillo y hogareño.
El lobo se adelantó unos pasos y le hizo una seña para que fuera a la casa. Sasuke se acercó hasta la puerta, hecha de madera y en la cual había tallado un árbol cuyas ramas se entrelazaban con las raíces, símbolo de la unión entre el mundo de los mortales y el de los espíritus. Tras un momento de duda, la abrió y se adentró en su interior. Curiosamente, su interior estaba ya estaba iluminado por lámparas de piedra distribuidas a lo largo de la pared en seis puntos distintos, por lo que pudo ver perfectamente su interior.
En el centro, como en las casas antiguas, había un gran agujero bajo un caldero que servía para hacer fuego que se usaba o bien para cocinar o como hoguera en las noches frías. A su derecha había una mesa cuadrada pequeña con dos sillas, decoradas con tallos en las patas y los respaldos con nudos y trisqueles, el más destacado de los cuales era el que había en el centro de la mesa, cubierto por una corona de tréboles donde destacaban sus flores violetas entres ellos. Justo detrás, había unos cestos de mimbre que se utilizaban para guardar el grano y los cereales, y en la pared vio colgados distintos instrumentos de cocina. A lo largo de esta, también vio distintos cuchillos de caza y armas de guerra que permanecían en reposo, a la espera de volver a ser empuñadas de nuevo. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fueron las placas de armadura que también descansaban sobre la pared. Eran las más grandes que había visto nunca y supo, instintivamente, que pertenecían al lobo.
Era su vestimenta de batalla.
—¿Te gusta?
Pegó un salto al escuchar esa inesperada voz varonil. Se dio la vuelta con rapidez y, una vez más, se sobresaltó al ver que había un hombre en la puerta.
Le sorprendió que fuera tan alto, ya que él, con su metro ochenta y dos, tenía la misma altura que la mayoría de sus hombres y apenas era unos centímetros más bajo que su padre y su hermano; pero él, con sus dos metros, le sacaba una cabeza. Tenía hombros anchos y una espalda robusta, pero su cintura era estrecha, y su abdomen estaba bellamente marcado por poderosos músculos que parecían contraerse con el más mínimo movimiento. En el pecho, sobre el amplio pectoral izquierdo, rodeándolo, llevaba tatuada una media luna formada por dos líneas que se entrecruzaban entre sí de tal forma que daban la impresión de ser los eslabones de una artística cadena. Sus extremidades se veían tan fuertes como el resto de su cuerpo, sus muslos y gemelos estaban bien definidos y sus largos y angulosos brazos parecían de lo más acogedores, y descendían hacia unas manos grandes y viriles, de aspecto áspero. Su piel era bronceada por todas partes, no tenía ni una sola marca de ropa, por lo que supuso que era su color habitual; esta hacía resaltar su desordenada y salvaje melena rubia, que caía libremente hasta rozarle los hombros y que parecía haber sido besada por el mismo sol, y con sus increíbles ojos azules, que a la luz del fuego tenían el indomable color oscuro del mar pero que, al mismo tiempo, parecían arder con la misma fiereza que la de la bestia cazadora que había sido hacía un momento.
Porque aquel hombre era el Espíritu Lobo. Lo supo porque su piel hormigueaba y su corazón latía desbocado a la par que las palpitaciones de su entrada, que, por primera vez en su vida, se humedeció un poco. Solo su destinado podría provocarle tal reacción.
—… ¿Lobo? —preguntó, aun así, por si acaso.
Su rostro de facciones viriles y duras se volvió repentinamente juvenil cuando esbozó una sonrisa divertida. Sasuke tragó saliva. Era arrebatadoramente hermoso.
—Naruto —dijo él—. Mi nombre es Naruto.
—¿Los espíritus tenéis nombres? —exclamó, sobresaltado. No había escuchado ninguna leyenda acerca de eso.
Naruto soltó una risilla.
—Claro que sí. Nosotros también nos comunicamos y sería un poco difícil hacerlo si todos nos llamáramos “Lobo”, ¿no crees?
Sasuke enrojeció violentamente, un poco avergonzado. Era consciente de que sabía muy poco acerca del Más Allá y de las criaturas que vivían allí, incluso el druida de su clan admitía que ni siquiera su orden conocía todos sus misterios y que los espíritus eran muy recelosos. De repente, se sintió muy inseguro. Era cierto, él no sabía absolutamente nada de ese lugar, ni de su destinado, ni de la maldita profecía y el futuro que se suponía que habían trazado los dioses para él.
—Eh, eh.
Al escuchar la voz del lobo, alzó la cabeza y lo encontró junto ante él. Tuvo el impulso de retroceder, pero Naruto lo agarró delicadamente por la cintura y colocó su mano sobre su mejilla. Era muy cálida y su tacto lo reconfortó de inmediato, por lo que se detuvo a escucharlo.
Sus ojos eran cálidos y tristes cuando lo miró.
—Entiendo que todo esto es difícil para ti. Sé que no esperabas que tu compañero no fuera humano, ni que vendrías a este mundo hasta que llegara tu hora. Sé que estás confuso y asustado, pero te juro por la sangre de los dioses que nada puede dañarte aquí. Estás a salvo y todo va a ir bien. Te enseñaré cuanto necesites saber, jamás permitiré que te hagan daño. Yo estoy a tu lado y no voy a dejarte, nunca. Soy tuyo. Lo he sido desde el día en que naciste.
Tras esas palabras y las caricias de Naruto, relajó su postura corporal y no dudó en abrazarlo, buscando consuelo. El hombre le devolvió el gesto al instante y lo estrechó con fuerza contra sí. Sasuke suspiró, sintiendo cómo el calor de su cuerpo lo envolvía, evaporando el miedo y dejándolo con una tierna sensación de tranquilidad. Lo cierto era que, a pesar de ser un completo extraño, le daba seguridad, sabía de algún modo que no le haría daño… y creía en sus palabras. Todas y cada una de ellas habían sonado como la verdad más pura que podía haber.
Se separó un poco para mirar sus bellos ojos. Eran amables y estaban llenos de cariño y afecto, por no hablar de un sentimiento más profundo e íntimo que hizo tartamudear su corazón. No parecían en absoluto los de un ser que pretendía engañarlo para devorarlo, o para conducirlo al Más Allá para propiciar su muerte, como decían muchas leyendas del Samhain.
Además, era un Espíritu Lobo, protector del clan de su madre. Ella no le mentiría.
Alzó una mano y acarició su mejilla, en la cual tenía tres marcas que parecían de nacimiento. Él sonrió y ronroneó, girando la cabeza para darle un beso en la palma.
Sasuke se sonrojó otra vez, pero le devolvió la sonrisa. Naruto lo contempló con ternura y continuó besándole los dedos mientras su otra mano se deslizaba suavemente por su espalda, brindándole suaves caricias. Él suspiró y también empezó a tocarlo; delineó el tatuaje que llevaba en el pecho y después bajó hasta sus abdominales, que se ensancharon temblorosamente ante su tacto. No pudo evitar curvar los labios hacia arriba, orgulloso, cuando escuchó a Naruto gruñir suavemente, excitado.
Este alzó una ceja al ver su expresión y soltó su mano para quitarle la capa. Sasuke lo permitió y deslizó sus dedos por sus brazos, notando la fuerza que se escondía bajo su cálida piel con un suspiro. El lobo prosiguió quitándole el chaleco y, una vez lo hizo, se detuvo un momento para tomar su mentón y alzarle el rostro.
Las mejillas de Sasuke volvieron a ruborizarse cuando lo vio inclinarse hasta que su nariz acarició la suya. No lo besó, pero permaneció cerca, mirándolo intensamente a los ojos. Le estaba pidiendo permiso.
Era más de lo que ningún hombre había hecho por él. Cuando llegó a la pubertad, muchos creyeron que podrían lograr su atención a base de hazañas que demostraban su fuerza y habilidad en combate o dándole regalos, algunos creyeron que el exceso de alcohol facilitaría la tarea, que él sería más abierto a tener relaciones si estaba embriagado, y unos pocos simplemente lo abordaron, pensando que tenían derecho por su posición, o porque creían que la progenie más poderosa de su tierra debía ser su descendencia, o a saber por qué estupidez.
Fuera como fuera, ninguno se había molestado siquiera en preguntar qué sentía, o qué era lo que quería.
Naruto lo estaba haciendo y, en ese preciso instante, se alegró de que fuera él su destinado. Se había tomado su tiempo para calmar sus nervios en vez de poseerlo sin más, le había enseñado su casa, el mundo en el que vivía… y ahora le preguntaba si quería yacer con él.
Si debía tener una primera vez con alguien, quería que fuera él. Así que rodeó su cuello con los brazos y rozó tímidamente los labios con los suyos. Naruto lo abrazó con más fuerza mientras plantaba pequeños besos, comprendiendo rápidamente que no tenía experiencia. Sasuke le permitió llevar las riendas, disfrutando de las suaves muestras de afecto y de las caricias que le daba en el cabello, buscando deshacer la coleta que recogía su largo cabello. Poco a poco, conforme iba aprendiendo cómo mover los labios y gozaba de la experiencia, el lobo volvía el beso más apasionado y húmedo. Sasuke pronto empezó a tener mucho calor y a mover las manos por su espalda, su pecho, su rostro. Su cuerpo ardía y le hormigueaba la piel ante la necesidad de sentir a su amante sobre él, incluso su entrada palpitaba, húmeda y caliente, lista para ser reclamada.
No rechistó cuando su lobo, impaciente, lo levantó en brazos y lo llevó a la cama sin abandonar sus labios. Tampoco opuso resistencia cuando le quitó la ropa, o cuando pasó las manos por cada centímetro de su ser, o cuando recorrió su piel con la lengua. Gimió cuando le dio placer con los dedos y su boca, y disfrutó cada ola de pasión cuando sus cuerpos se enredaron y se retorcieron bajo el fuego de la pasión.
Esa noche, los dos se fundieron en uno.
Y, en ese mismo instante, el lazo que los unía se volvió inquebrantable.


Mikoto contempló con ojos cautos cómo su esposo hablaba con Bankotsu.
Toda la aldea ya sabía que Sasuke estaba en paradero desconocido. Fugaku se había alterado al despertar esa mañana y no encontrarlo en su habitación, ni en los lugares donde solía entrenarse, ni tampoco había salido a cabalgar, ya que su caballo se encontraba en la cuadra. Había enviado a sus hombres a buscar en los bosques por si había ido a cazar… y, entonces, habían encontrado sus huellas junto a las de un Espíritu Lobo.
Ahora, todos creían que su hijo había sido secuestrado. Y se estaban reuniendo para ir a buscarlo. Bankotsu, cómo no, había ofrecido acompañarlos junto a todos sus hombres, diciendo que iban a necesitar toda la fuerza que tuvieran para enfrentarse a los espíritus… y a todos los peligros del Más Allá.
—Madre.
Ella se giró para encontrarse con su hijo mayor, Itachi. Ya estaba preparado para marchar hacia el bosque, vestido con una armadura y con las armas dispuestas en el cinto y la espalda. Su expresión era severa.
—Dime, querido.
Él dudó un momento antes de hablar, mirando de reojo a su padre y a Bankotsu.
—Cuando era niño, solías contarme historias sobre los Espíritus Lobo. Decías que protegían a tu clan y que ahora protegen también a nuestra familia —tanteó.
—Así es —respondió Mikoto.
—Entonces, ¿por qué padre se está preparando para una guerra con el mundo espiritual? No tiene sentido —dijo, frunciendo el ceño—. He visto las huellas y he inspeccionado el lugar donde Sasuke desapareció. No hay ni una sola señal de lucha, ni por parte de mi hermano ni por la del espíritu. Eso solo me dice que Sasuke se fue con él por voluntad propia.
—… Es probable que sucediera así —comentó ella con cuidado, procurando usar las palabras correctas.
Itachi la miró confundido.
—Entonces, ¿por qué nos estamos preparando para pelear? ¿No sería una ofensa hacia tus espíritus?
La mirada de Mikoto se endureció.
—Por supuesto que lo es, y tu padre no estaría haciendo tal cosa si no fuera absolutamente necesario. Hizo una promesa y debe cumplirla.
Su hijo entrecerró los ojos con perspicacia.
—¿Es por Bankotsu?
Ella asintió.
—Tu padre prometió entregar a Sasuke a aquel que ganara el torneo. No hacerlo provocaría una guerra contra los Shichinintai.
—No es una tribu poderosa, podemos con ellos… —comentó Itachi, aunque su voz se apagó cuando comprendió las consecuencias si dicha batalla se producía. Suspiró a la vez que dejaba caer los hombros—. Pero si no cumple con su palabra, los otros clanes que pedían la mano de Sasuke vendrán a por nosotros. Esta vez, lo tomarán por la fuerza.
—Y entraremos en guerra —concluyó Mikoto, asintiendo—. Es importante que los Shichinintai vean lo que ha ocurrido realmente, que Sasuke no huyó por voluntad propia de su compromiso, sino que sus actos tienen una razón, una tan importante como el que un espíritu se lo haya llevado consigo. Además, tu padre está preocupado —añadió, agachando la cabeza—. No sabe si tu hermano fue atacado por un espíritu maligno y el Lobo se lo llevó para que estuviera a salvo. Necesita estar seguro de lo que le ha ocurrido.
La preocupación arrugó los rasgos de Itachi, pero rápidamente volvieron a tensarse con decisión.
—De acuerdo. En ese caso, descubriremos lo que ha ocurrido realmente. Supongo que debemos evitar herir a tus espíritus si los vemos, ¿no es así?
A Mikoto se le escapó una sonrisa divertida.
—Yo si fuera vosotros no lo haría a menos que no tuviera más remedio. Los Lobos son los espíritus cazadores más poderosos de los dioses, no lo olvides. Ni siquiera los Uchiha tendríamos la más mínima oportunidad contra ellos.
Itachi lo meditó un momento antes de asentir para sí mismo.
—Está bien —dicho esto, la cogió delicadamente por los hombros y se los frotó en un intento de reconfortarla—. No te preocupes, seguro que Sasuke está bien. Es un doncel duro, tal y como decía la profecía. Lo encontraremos —y, tras esas palabras, la abrazó brevemente y después dio media vuelta para dirigirse hacia donde se encontraba su padre para acabar de trazar la estrategia junto a Bankotsu.
Mikoto los observó una vez más con un oscuro sentimiento en los ojos antes de regresar a casa. Una vez allí, se quitó sus delicadas prendas de mujer noble y las sustituyó por su armadura. No había vuelto a participar en una batalla desde su juventud, a pesar de que durante las Guerras del Sur estuvo a cargo de la defensa de su aldea, pero no fue necesario entrar en batalla ya que sus enemigos no llegaron tan lejos.
Sin embargo, esta vez sería diferente. Lo presentía. Había llegado el momento de derramar sangre por su hijo, tal y como anunciaba la profecía.
Cogió su viejo arco con reverencia. Lo había hecho ella misma con las mismas técnicas que empleaba su clan, había sido una tradición que había deseado conservar pese a que ahora era una Uchiha. Pero esta ocasión era un tanto especial. Este día requería que volviera a ser una Okami, podía sentir que los dioses reclamaban su antigua sangre.
Se arrodilló y pegó la frente a su arco, entonando una plegaria:
—Espíritus del Bosque y Cazadores de los Dioses, proteged a mi clan de la masacre que se llevará a cabo hoy. No permitáis que mi familia salga herida, dejad que mi hijo cumpla la profecía. Ayudadme a llevar a cabo mi cometido y que aquellos que pretendan dañar a nuestra tribu sean castigados con toda la ira que yace en nuestra sangre.
Ella no lo vio porque estaba de espaldas, pero una figura semitransparente, visible tan solo por sus brillantes ojos rojos, la observó levantarse y recogerse el cabello en una coleta alta antes de colocar una espada en su cinto y marcharse para reunirse con su marido.
Un gruñido furibundo salió de entre sus fauces mientras sacudía la cabeza y daba media vuelta para salir corriendo velozmente en dirección al bosque, hacia el Mundo de los Espíritus.

3 comentarios:

  1. De momento interesante, se cambiaron los papeles aunque no del todo veamos como va el segundo capitulo, chao

    ResponderEliminar
  2. Wooooooooaaaaaaa! Apenas va empezando y ya me siento nerviosa jajajajajaja

    Gracias por compartir esta nueva historia.

    ResponderEliminar
  3. Oh!!! muero de ansiedad Alex, me encanto, amo tus historias

    ResponderEliminar