domingo, 27 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 18. La estrella helada

La cena transcurrió con una alegría y entusiasmo poco habitual entre las serias y respetuosas gentes del Reino del Hielo. La presencia de Naruto, el creador del Reino del Fuego, el primero desde hace mil años, provocaba una magnética curiosidad entre los nobles y todos querían saberlo todo sobre él, desde cómo había sido su infancia por el brusco cambio de ideología en su país tras la muerte de sus padres hasta si era cierto que tenía poderes mágicos como los que se le atribuían al legendario Indra; Naruto respondió con la misma alegría y emoción a cualquier duda, salvo el tema de sus habilidades, que evitó tan bien como pudo con ayuda de Sasuke, que entendió su necesidad de mantener sus secretos a salvo. No es que los habitantes del Hielo fueran a asesinarlo por su género como ocurrió hace un milenio, pero eran extraños y entendía que su prometido no quisiera compartir una información tan personal con ellos, ni siquiera lo había hecho con su pueblo o la mayor parte de sus parientes y conocidos (que sospechaban algunas cosas, pero no sabían a ciencia cierta lo que era capaz de hacer), mucho menos iba a hacerlo con unos desconocidos. Fugaku se dio cuenta de eso, Sharingan había reconocido a Naruto y este se había comunicado con ella de algún modo; para él, eso era una confirmación de que ese joven era más de lo que quería aparentar, pero ni se le pasó por la cabeza delatarlo en modo alguno, comprendía que eso era algo muy personal y que era su decisión revelar o no sus habilidades.
Por otra parte, el rubio también se lanzó a hacer preguntas sobre el lugar en el que se encontraba, así como se decidió a probar todo plato de comida típico de allí, incluso le dio una oportunidad a la cerveza de la que tanto había fardado Sasuke al principio de conocerse… para después poner una cara de asco que arrancó una carcajada a todos los presentes, el menor de los Uchiha incluido. Aun así, este lo compensó ofreciéndole hidromiel, una bebida más dulce que sabía que se acercaría más a los gustos de su prometido. Y dio en el blanco, porque el rubio ya no bebió nada más en toda la noche.
Y, por supuesto, no podían faltar las anécdotas de la familia Uchiha: Izumi le habló de su cortejo con Itachi y este relató algunas de las travesuras de Sai y Sasuke cuando eran niños. Sin embargo, la más curiosa fue la que contó el propio Fugaku, el cual no solía ser demasiado hablador, pero esa vez estaba un tanto feliz por tener a Naruto en casa y, sobre todo, por darse cuenta de lo mucho que había cambiado su hijo menor desde la última vez que lo vio, dándose cuenta de cómo sus ojos parecían ser incapaces de alejarse mucho tiempo de su futuro esposo, de cómo le sonreía con sinceridad, de cómo lo acariciaba con discreción y de lo atento que estaba a todo cuanto decía. Todo eso hizo que le viniera a la cabeza la primera vez que Sasuke conoció a Naruto; el creador acababa de nacer y había logrado que su familia pudiera ir de visita al Reino del Fuego para conocerlo. Sasuke solo tenía tres años, pero pareció encariñarse mucho con el rubio, ya que decía que iba a llevárselo al Reino del Hielo para convertirlo en su hermano pequeño.
Una carcajada general había estallado al escuchar la historia, haciendo sonrojar a Sasuke, aunque se le pasó un poco la vergüenza cuando su prometido lo cogió de la mano y le plantó un beso en la mejilla.
La cena había durado tanto que ya era medianoche cuando dieron por terminada la velada y Sasuke y Naruto se retiraron a descansar. Este último se sentía muy feliz por primera vez en mucho tiempo: había cumplido su sueño de viajar a una tierra nueva, puede que no para vivir aventuras, pero eso no quitaba que fuera un lugar nuevo con tantas cosas nuevas y diferentes, además de que allí no tenía ninguna responsabilidad, ni preocupaciones, era libre para disfrutar de la experiencia y pasarlo bien; también se encontraba entre gente que no lo despreciaba por su sexo, que no lo trataban como a un ser inferior que solo servía para dar placer y tener hijos, sino todo lo contrario, todo el mundo había sido muy amable y educado con él, sentía que le tenían cierto respeto y admiración y que estaban intrigados con él, pero no le habían hecho sentirse incómodo de ningún modo; Fugaku era un hombre un poco intimidante y callado, pero se había sentido a gusto con él enseguida, a diferencia de Sasuke cuando se conocieron, no había dado por hecho que era alguien afeminado y mimado, e Izumi era muy agradable y un poco maternal con él, lo cual no le molestaba en absoluto, al contrario, había echado de menos ese trato desde que su madre había muerto y se había sentido bien cuando ella le había abrazado antes de despedirse.
Pero lo mejor de todo, lo que realmente le hacía sentirse henchido de alegría, era Sasuke.
Jamás habría pensado que pudiera tener por prometido a alguien como él. Era cierto que podía ser un poco arrogante, creído y orgulloso, pero suponía que se debía al tiempo que había pasado en alta mar, que lo habría vuelto muy independiente y un espíritu libre, y, aunque eso no fuera exactamente malo, debido a su posición y su linaje había sido una actitud algo irresponsable, aunque sospechaba que en parte había deseado huir porque se sentía dolido por la muerte de su madre y por cómo su padre le había tratado desde entonces, según lo que le contó Itachi hacía tanto tiempo. No es que pudiera culparlo, él también había deseado huir muchas veces, pese a que sus motivos hubieran sido distintos, también había anhelado una vida donde no fuera nadie, o ser lo bastante egoísta como para que no le importaran las consecuencias de su marcha… pero, al final, la idea de que su abuela o su pueblo sufrieran por su culpa, le habían pesado más.
Sin embargo, su futuro marido era más que un príncipe rebelde, un bárbaro pirata o un orgulloso guerrero. Era un hombre con honor y que detestaba las injusticias; era cierto que a veces esa faceta lo hacía volverse un tanto agresivo, pero era simplemente porque le dolía mucho cómo la gente trataba a otros por discriminación, como los consejeros y los nobles habían hecho con él, siempre le había defendido de ellos sin importar quién fuera el que le hacía daño o las consecuencias. También tenía un lado divertido y algo pillo, y en la intimidad era cariñoso, le hacía sentirse seguro y… querido.
Se sonrojó mientras pensaba en ello. Incluso ahora, pese a estar en su reino, en uno donde había notado que no se profesaban muchas muestras de afecto en público, le cogía la mano sin pudor alguno, guiándole por los oscuros pasadizos del castillo, tenuemente iluminados por antorchas. Sasuke le había dicho que quería enseñarle algo especial y que creía que le gustaría.
—Es aquí —le dijo de repente, soltándolo para abrir la puerta de una estancia.
—¿Dónde estamos?
Él le sonrió mientras acababa de abrir y se hizo a un lado, dejando que pasara primero.
—En mi habitación. Es la que he usado toda mi vida.
Naruto parpadeó, un poco sonrojado, y entró para echar un vistazo, curioso.
Como cabía esperar de la habitación de un príncipe, era bastante amplia y tenía un baño personal junto a la cama. Las paredes de fría roca negra parecían haber sido pulidas de tal forma que hubieran recortado las puntas afiladas, dejándolas ovaladas, dándole un aspecto de lo más curioso a la habitación; a su derecha había un gran armario donde supuso que guardaba las prendas que usaba Sasuke en su día a día cuando vivía allí (los trajes más portentosos estaban en una habitación hecha para guardarlos con los debidos cuidados, así como las armaduras se encontraban en una sección concreta de la armería), y a la izquierda una mesa de madera junto a una enorme chimenea de piedra con algunos pergaminos, plumas y tintas y unos pocos libros que supuso se usaron para sus estudios en su momento; junto a este, en la esquina, había una de esas perchas de pie que servían para colocar trajes y vestidos sin que se arrugasen, donde supuso que había estado previamente las ropas que su prometido vestía ahora, y al otro lado, en la pared de la derecha, cerca del fondo de la habitación, que estaba cubierto por una gruesa y pesada cortina color azul oscuro, se encontraba una cama enorme, con postes de madera en cuyos extremos superiores habían tallado cabezas de halcón, y que sostenían unas pieles de ciervo que supuso servirían para retener el calor dentro de la cama, llena de unas mantas de pelo que simulaban el pelaje de los lobos y que sin duda serían igual de cálidas.
Naruto dio una vuelta sobre sí mismo, mirándolo todo y tratando de imaginarse a un pequeño Sasuke allí dentro.
—Me cuesta pensar en ti siendo un niño —admitió, dedicándole una sonrisa de lado que su marido le devolvió mientras cerraba la puerta con llave (para que no fueran molestados) y se acercaba a él.
—Entonces era un trasto y no paraba quieto. A mi madre le parecía muy gracioso —dicho esto, miró un segundo la pared cubierta de cortinas y después le sonrió con un brillo intrigante en los ojos—. Cierra los ojos.
Naruto levantó una ceja.
—¿Por qué?
—Quiero enseñarte algo.
El rubio obedeció con total confianza. Escuchó cómo su prometido descorría las cortinas antes de detectar un chasquido.
—¿Eso ha sido una puerta?
—Sí.
—¿Qué es? ¿Un pasadizo secreto para que pudieras escaquearte e ir a ver a tus amigas? —se burló, haciendo reír a Sasuke.
—No, ven —le dijo, colocándose a su lado y guiándolo hacia alguna parte con un brazo alrededor de su cintura y la otra mano cogiendo la suya. Naruto no tardó en sentir que salían al exterior; no hacía viento, pero el aire era demasiado frío como para seguir en el interior del castillo—. Vale, quédate aquí. Levanta la cabeza.
—Como ahora me eches una jarra de agua fría, te mataré —le advirtió con una sonrisa divertida.
Sasuke rio y se puso a su espalda, con ambas manos sobre sus hombros.
—No es nada de eso, te gustará. Abre los ojos.
Naruto lo hizo… y se quedó maravillado ante lo que encontró. El cielo ya no era una profunda y envolvente oscuridad llena de estrellas titilantes y nebulosas de colores, sino que ahora estaba completamente iluminada por grandes olas de colores que se movían ondenado por el enorme manto negro que era la noche, llenándola de tonos cálidos como el amarillo, el naranja y el rojo antes de volverse verde, azul y violeta. Habían muchas y se superponían las unas a las otras, creando arcos, tirabuzones y rizos, a veces cruzándose entre ellas o surcando el cielo en paralelo, como si se acompañaran las unas a las otras. Era realmente hermoso.
Sasuke le acarició los brazos.
—Las llamamos Estelas. Mi gente cree que es el rastro que dejan Taka y sus emisarios cuando vuelan sobre nuestro reino. También dicen que son un buen augurio —dijo, sonriendo de lado—, nuestro dios debe de haberse sentido muy complacido por tu presencia.
Naruto se giró hacia él con la emoción brillando en sus ojos.
—Es precioso, Sasuke. Gracias por esto.
El príncipe se sintió inundado por una gran felicidad al ver a su esposo tan contento, y la sensación se incrementó al recordar que su estado de ánimo se debía a él. Presintiendo que era el momento adecuado, metió la mano bajo la piel de oso para sacar lo que Itachi le había dado unas horas antes.
—Escucha… quería darte una cosa —dijo, mostrándole una pequeña caja de madera.
Naruto parpadeó, en absoluto esperándose aquello, y observó el presente.
—Sasuke… llevarme hasta aquí ya es más que suficiente, el mejor regalo de bodas que podrías haberme hecho. No tienes que darme nada más.
—Pero quiero hacerlo —afirmó—. No es tanto un regalo sino una tradición de mi reino. Me gustaría que formaras parte de ella.
Ante ese argumento, el creador no pudo hacer otra cosa más que sentirse emocionado y aceptado. Sasuke lo había llevado a su reino, a su casa, con su familia, era evidente que quería que formara parte de ella. Y el gesto que acababa de hacer no hacía más que confirmarlo. De modo que, con un nudo en la garganta, asintió y aceptó la caja. Al abrirla, se encontró con un bonito colgante, nada ostentoso, solo una cadenita fina y larga de plata en la cual había un bonito copo de nieve hecho de lo que parecía ser cristal con reflejos azules. Le pareció precioso.
—Cuando un miembro de la familia real se casa —le explicó Sasuke, cogiéndole la caja y dejándola sobre la barandilla del balcón antes de tomar entre sus manos el collar con mucha delicadeza—, es tradición entregarle a su prometido uno de estos colgantes. Cada vez se hace uno nuevo, no hay dos que sean iguales. Izumi tiene el que le regaló Itachi y mi padre lleva todavía el que le regaló a mi madre —mientras seguía hablando, fue hacia él y le enganchó el collar detrás de la nuca, dejando que cayera hasta su pecho antes de deslizar las manos por su cuello hasta llegar a sus mejillas—. Ahora tú tienes el mío. Yo… —Hizo una pausa, sin saber muy bien cómo expresar lo que sentía, porque aún no estaba seguro del alcance total de sus sentimientos pero, al mismo tiempo, deseaba que Naruto supiera lo importante que era para él—. Te considero mi familia. Quiero que te sientas parte de ella, que no dudes nunca de que para mí vas a ser siempre lo primero.
Naruto tragó el nudo que tenía en la garganta, presa de la emoción.
—Tú también eres mi familia, Sasuke. Yo… Yo te…
—Shh… —susurró Sasuke, abrazándolo por la cintura y pegando su frente a la suya—. Sé lo que quieres decir, y también que es difícil de expresar. Yo me siento del mismo modo.
El rubio lo miró a los ojos. Sus irises azules estaban cargados de muchas emociones, todas ellas tan intensas como las que sentía el propio Sasuke, por eso entendía que fuera difícil hablar de ello en voz alta, cuando probablemente en su interior le costaba comprender lo que había nacido entre ellos.
—Es que… —empezó Naruto—, no creía que fueras a ser alguien a quien acabara… queriendo tanto.
Sasuke sonrió.
—Pensabas que no era más que un pirata arrogante que se pasaría el día tratando de escaquearse para coger un barco y buscar faldas.
Naruto soltó una risilla.
—Más o menos.
El hombre lo estrechó un poco más contra sí y le acarició una mejilla con cariño.
—Yo creía que me encontraría con un chiquillo mimado y afeminado que andaría corriendo detrás de mí en busca de amor y afecto. Y mira lo que he encontrado, a la única persona en el mundo con la que estaría dispuesto a compartir mi vida y formar una familia.
—Sasuke… —murmuró Naruto, sintiendo que su corazón se aceleraba y que sus mejillas ardían, pero su voz se apagó cuando vio que su marido se inclinaba para rozar sus labios con los suyos.
No opuso resistencia y le devolvió el beso con la misma ternura con la que él lo besaba, demostrándole que las palabras que había dicho eran la pura verdad; para él no era solo otra conquista más que añadir a su larga lista, lo que había entre ellos no era un simple calentón de varias noches, sino algo más profundo, algo que duraría en el tiempo porque habían creado un vínculo que iba más allá del deseo físico.
Pero, hablando de eso, a Naruto se le aceleró la respiración por sentirse envuelto en el fuerte y duro cuerpo de su marido. Hacía meses que no tenían relaciones por culpa de los ciclos de verano y ahora se sentía especialmente impaciente por compartir esa intimidad, de modo que rodeó el cuello de Sasuke con los brazos y profundizó el beso con un gemido suave, volviéndolo húmedo y erótico. El varón gruñó excitado, respondiendo a su propuesta, y deslizó las manos hasta su trasero, masajeándolo sin pudor alguno, diciéndole así que estaba ansioso por follarlo y estar en su interior.
Una vez más, se dejó hacer cuando este, sin dejar de devorar sus labios, esta vez con más voracidad, lo llevó de vuelta a la habitación para empujarlo sobre la cama, dejándolo extendido sobre las mantas boca arriba.
—Quédate ahí. No te muevas —le advirtió con una sonrisa lobuna, haciendo que Naruto se pusiera rojo hasta las orejas.
Vio cómo se dirigía al gran ventanal para cerrar el pequeño balcón de piedra donde habían estado previamente y volver a correr las pesadas cortinas, evitando así que entrara el frío. Después, se quitó con un gesto elegante la piel de oso que llevaba encima, dejando a la vista su túnica oscura de bordes plateados, a juego con su cinto, y que se ceñía de un modo pecaminoso a sus anchos hombros y fuerte espalda, haciendo que el rubio se mordiera el labio inferior.
Al ver ese gesto, los labios de Sasuke se curvaron aún más hacia arriba.
—Impaciente, ¿eh?
El creador levantó una ceja con arrogancia.
—Mira quién fue a hablar, he visto cómo me has estado comiendo con los ojos toda la noche.
El hombre, en absoluto avergonzado por eso, se subió a la cama de un salto y gateó por esta hasta que se colocó sobre el cuerpo de su esposo; se inclinó hasta que sus labios se rozaron de un modo sugerente y seductor, pero no llegó a besarlo, por mucho que Naruto trató de hacerlo.
—No he oído ninguna queja —comentó.
—Porque no tengo ninguna —replicó el rubio con diversión.
Esta vez, Sasuke no pudo contenerse y lo besó profundamente, dejándose caer sobre su cuerpo, gimiendo al sentir su delgada y atlética figura acoplarse a la suya, como si los dioses lo hubieran creado expresamente para él; apoyó los brazos en el colchón para no aplastarlo y enterró las manos en su cabello mientras mordisqueaba esos dulces labios que se abrían para dar acceso a su juguetona lengua, que se enlazó con la suya en una clara invitación. Pese a que estaba más que tentado, se separó tras darle un largo beso.
—¿Qué te parece… si yo voy encendiendo el fuego antes de que se enfríe la habitación… y tú te vas quitando esa túnica? Si la rompo, mi padre me matará.
Naruto soltó una risilla.
—Trato hecho —dijo, dándole un último beso a Sasuke.
Este se apartó un poco a regañadientes y fue hacia la chimenea. Mientras apilaba los tablones de madera, escuchó cómo la tela se deslizaba por la piel tostada de su esposo, haciéndole la boca agua. Él no era alguien que pasaba tanto tiempo sin follar a menos que estuviera en mitad de una batalla de largos días, y admitía que no había hecho otra cosa en esa noche aparte de observar embelesado a Naruto, sonriendo al ver lo feliz que era por estar allí, admirando lo increíblemente bello que estaba esa noche y deseando quedarse a solas para hacerle el amor durante toda la noche. Lo cierto era que no estaba en absoluto nostálgico por estar en su país… Bueno, tal vez un poco porque ese lugar le recordaba sobre todo a su madre, por la presencia de Itachi también y, en cierto modo, aquella era su tierra, había nacido allí y sido su casa durante mucho tiempo… pero ya no era lo mismo. Tantos años buscando alguna parte donde echar raíces sin sentirse vacío y, al final, justo cuando creía que jamás la encontraría porque su padre lo había comprometido con un odioso creador, resultaba que precisamente se encontraba en el último lugar al que habría ido, el sitio que lo habría encadenado para siempre a Naruto…
Al final, su verdadero hogar estaba a su lado.
Cuando terminó de colocar bien la madera, se sorprendió cuando un fuego apareció de la nada con un pequeño estallido, haciendo que se sobresaltara. Al escuchar la risilla de Naruto, comprendió que acababa de usar sus poderes y se giró para sermonearle por el susto, sin embargo, se quedó de piedra al verlo. Había dejado la piel de oso blanco en una esquina de la cama y la túnica en la percha de pie para que no se estropeara, y ahora estaba sentado en el borde del colchón, vestido únicamente con la camiseta interior, larga hasta engancharse en las manos por el dedo corazón, hecha de hilos plateados en forma de copos de nieve, resaltando su sexy piel tostada y que se moría por lamer; unas mayas blancas cubrían sus largas y sensuales piernas hasta la mitad del muslo, dándole ganas de bajárselas para tener esos deliciosos muslos alrededor de sus caderas, y lo que más le gustó y le sorprendió, fue la ropa interior, una especie de bragas blancas de seda que se ceñían a sus redondas nalgas.
Naruto le sonrió con picardía.
—¿Algún problema, Sasuke?
A él se le escapó un gemido en respuesta.
—Eres lo más sexy que hay en este mundo.
El rubio se sonrojó hasta las orejas pero, aun así, se mordió el labio inferior de un modo provocativo y abrió las piernas en una clara invitación. Sasuke se levantó de un salto, duro como una piedra, y fue hacia su hermoso prometido mientras se desataba la túnica y la dejaba caer al suelo junto al cinto. Se arrancó la camiseta de algodón y la lanzó a alguna parte. Las botas acabaron tiradas de cualquier forma sobre la piedra. Los pantalones se arremolinaron en el suelo.
Naruto sintió una oleada de humedad invadiendo su entrada al contemplar a su marido desnudo. Tenía que admitir que era muy guapo, no le sorprendía que las mujeres cayeran rendidas a sus pies. Era alto y de complexión fuerte por la zona de la espalda y el pecho, pero más delgado en la cintura, con extremidades musculosas, hombros anchos y un vientre adornado por ardientes abdominales; que su piel fuera pálida no hacía más que acentuar su imponente y duro aspecto, en contraste con su cabello negro, rebelde y largo hasta los hombros, y sus penetrantes ojos oscuros. Pues claro que todas iban detrás de él, era caliente como el sol de su tierra… pero ninguna lo conocía como él. Ninguna había dormido en sus brazos como hacía él cada noche, a ninguna le había sonreído con ternura, o mirado con calidez. A ninguna le había hecho el amor como se lo hizo a él la primera vez.
Sasuke se arrodilló entre sus piernas sin dejar de mirarlo con ardor y pasó las manos por sus piernas, desde los tobillos hasta los muslos, donde enganchó los dedos en los bordes de las mayas para bajarlas despacio.
—Pero, ¿sabes una cosa? —continuó el varón, guiñándole un ojo—, desnudo eres aún mejor.
Naruto sentía su cara caliente mientras su marido lo desnudaba despacio al mismo tiempo que lo miraba con pasión, ansioso por tener su cuerpo bajo el suyo, gimiendo de placer, pero a la vez retrasando el momento en una dulce tortura, disfrutando de la visión que el rubio le ofrecía. Este no hizo nada por resistirse cuando las mayas desaparecieron y Sasuke le cogió un tobillo con ternura para besarle en el dorso del pie, ascendiendo con suavidad por la pierna mientras que su mano libre acariciaba la otra. Naruto se estremeció por la deliciosa sensación de tener su experta lengua sobre su piel, lamiendo y plantando besos húmedos que poco a poco se acercaban a sus sensibles muslos, que apretó en un acto instintivo cuando sus dientes le rozaron la rodilla. Sasuke lo miró con una sonrisa pícara.
—Abre para mí, Naruto. Sé que quieres.
Él se mordió el labio inferior y volvió a separar las piernas despacio. Estaba un poco nervioso, había pasado un tiempo desde la última vez y se sentía un poco ansioso y muy receptivo a sus caricias.
Como si Sasuke leyera sus pensamientos, ensanchó su sonrisa y se inclinó sobre su cuerpo para rozar sus labios con los suyos.
—Sé que estás muy sensible, pero te prometo que lo disfrutarás todo —dicho esto, deslizó las manos por sus muslos, trazando círculos con los pulgares en las caras internas, subiendo hasta las ingles…—. Ahora, levanta las caderas.
A Naruto se le escapó un gemido suave, pero obedeció y permitió que el varón deslizara la ropa interior por sus piernas antes de lanzarlas bien lejos, como si le preocupara que volviera a ponérselas para impedirle el acceso a su trasero. Sí, claro, como si eso fuera a ocurrir con lo caliente con estaba.
Una vez desnudo de cintura para abajo, Sasuke admiró abiertamente las caderas redondeadas de su esposo, sintiéndose un tanto viril ante la idea de poner su semilla en su vientre, pero trató de controlar ese extraño y repentino instinto paternal y se centró en el pequeño miembro del rubio; estaba duro y parecía querer llamar su atención…
Pues bien, él estaba ahí para servirle.
Sin dudarlo, lo cogió con cuidado y lo acarició de arriba abajo. Su hermoso rubio reaccionó arqueando las caderas y aferrándose a las sábanas.
—Aaaaah… Mmm…
—Eso es, así…
—Sasuke… —gimoteó Naruto.
—Te gusta, ¿verdad? —lo provocó.
—Por favor…
—Estoy aquí para cumplir todos tus caprichos —ronroneó el hombre, soltando su miembro y deslizando la mano entre sus piernas hasta que alcanzó su entrada. La rodeó lentamente con un dedo, notando cómo su polla se endurecía de un modo doloroso al ser consciente de lo húmedo que estaba su esposo. Joder, no sabía si podrían aguantar los preliminares…
En ese momento, Naruto contoneó las caderas como si estuviera deseando que lo follara.
—Sasuke, por favor… ¡Aaaah! —gritó el rubio cuando el varón le metió dos dedos hasta el fondo con fuerza; estaba tan mojado que resultaba muy fácil embestirlo.
Ninguno de los dos habló durante unos minutos, Naruto se aferraba a las mantas mientras gimoteaba, totalmente inmerso en el placer que le proporcionaba su marido, el cual lo observaba a su vez con hambre, deseando follarlo, pero disfrutando a la vez de cómo su prometido gemía y se retorcía, nervioso, por tenerlo a él en su interior. El creador tardó muy poco en correrse con un espasmo que lo dejó jadeante y tembloroso, tan sensible que cuando Sasuke retiró los dedos se estremeció. Sin embargo, este no le dio tiempo para que pudiera recuperarse, sino que le fue subiendo la camiseta poco a poco para besarle suavemente el vientre, luego el pecho… y, cuando le chupó los pezones, Naruto volvió a gemir con fuerza.
Para entonces, el Uchiha ya le había quitado la camiseta y tenía su cuerpo sobre el suyo. El rubio suspiró al sentir sus duros músculos contrayéndose con cada movimiento que hacía, como un seductor depredador que pretendía atraerlo hacia una dulce trampa. El deseo de rendirse a él se incrementó cuando este lo besó en el cuello con deliberada calma, lamiendo su garganta en los puntos exactos, haciendo que se agarrara a sus hombros entre jadeos.
—Sasuke… —murmuró, ansioso. El orgasmo solo lo había dejado con ganas de más.
Este le dio un beso húmedo en los labios, barriendo el interior de su boca con su lengua antes de separarse para mirarlo con hambre.
—Levanta las piernas.
Naruto obedeció sin pensarlo y permitió que Sasuke lo colocara como deseara, con los tobillos sobre sus hombros. Después de eso, su prometido se apoyó sobre sus brazos para no aplastarlo y presionó la punta de su polla contra su entrada, haciéndole gemir de pura necesidad.
—Vas a sentirlo muy fuerte así, Naruto… ¿Quieres que sea suave?
Él le clavó los dedos en los hombros y negó con la cabeza.
—Rápido. Duro.
Sasuke gruñó, excitado.
—No aguantaré mucho si te follo así.
—Yo tampoco —admitió, sin sentir el más mínimo ápice de vergüenza—. Te deseo.
El hombre se inclinó para besarlo ardorosamente. Le devolvió el beso sin pensárselo, queriendo decirle que sentía exactamente la misma necesidad que él por compartir ese momento íntimo, por calmar esa lujuria que llevaba sintiendo desde que Sasuke le había lanzado esa mirada apasionada en la cena, diciéndole con los ojos lo mucho que deseaba llevarlo a su cama y hacerle el amor.
Sin embargo, toda buena intención se desvaneció de un plumazo cuando la dura polla de su amante se introdujo en su interior de una única embestida. Naruto chilló de placer y le arañó la espalda, incapaz de sentir otra cosa que no fuera una poderosa ola de fuego asolándolo; era incapaz de pensar, solo existía Sasuke y el roce entre sus cuerpos, la sensación de ser poseído por él de un modo salvaje y primitivo, recordándole que le pertenecía… y que él también era suyo.
Sí, últimamente no hacía más que pensar en ello, en la forma en la que hacían el amor. No es como si él tuviera mucha experiencia, pero confiaba en lo que sentía cuando estaban juntos de ese modo, en que su esposo no le veía como si fuera un mero objeto de placer, en cómo se preocupaba por darle placer, en las caricias tiernas y los besos cariñosos que le daba tras haber satisfecho su deseo, en el modo protector y amoroso en el que lo rodeaba con sus brazos antes de caer dormido.
Dioses… Estaba metido en un problema muy gordo, lo sabía. Él no podía sentirse de aquel modo; por mucho que apreciara a Sasuke y por muy cercanos que se hubieran vuelto, lo último que necesitaba en esos momentos era que la relación que tenían, la increíble amistad y el respeto que habían nacido entre ellos, desapareciera solo porque él había cometido la estupidez de…
De repente, una deliciosa embestida golpeó el punto más íntimo de su ser y lo catapultó al orgasmo, haciéndole gritar de éxtasis. Probablemente dejaría unas bonitas marcas en la espalda de su amante, otra vez, pero este, en vez de quejarse, soltó un gruñido y lo folló más fuerte, aprovechando la humedad que desprendía su tembloroso cuerpo. Ya no fue capaz de pensar en nada más, ni de preocuparse por otra cosa que no fuera suplicarle a Sasuke que no se detuviera; el orgasmo lo había dejado muy sensible y ahora cada penetración, más profunda y erógena que las anteriores, lo habían dejado al borde de nuevo.
—¡Aaaah! ¡Aaaaah! ¡Sasuke, Sasuke, Sasuke!
—¡Sí, Naruto! —jadeó este—. ¡Córrete!
Él lo hizo con otro grito, estremeciéndose y sintiendo cómo su marido derramaba su semilla en su interior. No se movieron durante unos segundos, ambos necesitaban ese tiempo para recuperarse de su apasionado encuentro, uno rápido, pero que habían necesitado para volver a conectar de un modo físico después de tantos meses.
Poco después, Sasuke bajó las piernas de Naruto con cuidado, sin querer salir de su interior, y se tumbó de nuevo sobre él, pero procurando cargar parte de su peso sobre sus codos; sus manos fueron directas a su rostro para acariciarlo, haciendo que este sonriera y las besara a la vez que pasaba sus dedos por su amplia espalda.
—Te he vuelto a dejar marcas —se disculpó.
Sin embargo, Sasuke esbozó una sonrisa de medio lado.
—No me importa. Me encanta que me arañes cuando follamos. —Le divirtió un poco ver cómo su rubio se sonrojaba por sus palabras, era tan adorable cuando se ponía rojo… Sin pensárselo dos veces, le dio un cariñoso beso en los labios y luego siguió acariciando su rostro—. ¿Estás bien?
Este asintió con una hermosa sonrisa y un brillo feliz en los ojos y lo abrazó.
—A veces, desearía que esto no terminara. Que pudiéramos quedarnos así sin más en una habitación para siempre, solo nosotros dos.
Sasuke le devolvió el gesto, besándole en el hombro. En una mujer, esas palabras le habrían hecho huir rápidamente, pero con Naruto, no se sintió asustado en lo más mínimo. Podía comprenderlo a la perfección, era muy tentador querer estar aislados del mundo, sin ningún tipo de preocupación o responsabilidad, solo ellos dos en su propio rincón secreto, en un lugar donde solo fueran dos personas que se entregaran la una a la otra, donde tuvieran la libertad de hacer lo que quisieran cuando quisieran.
Por desgracia, ambos habían nacido entre la realeza. Podía parecer un gran lujo con el castillo, las tierras, el dinero, el poder… pero también se hacían sacrificios que no eran nada fáciles de cumplir, sobre todo en el caso de personas como él y Naruto, cuya ideología había evolucionado de forma distinta a la del resto: tenían que aguantar que gilipollas machistas estuvieran dentro de sus propias casas como invitados y tratar con ellos con cierta cortesía para que los negocios salieran a buen puerto, debían aprender una serie de conocimientos extensos sobre muchas cosas y se les exigía que fueran guerreros fuertes (en el caso de los hombres), o que dedicaran sus vidas a un esposo al que no había visto nunca hasta el día de la boda, por no hablar de que se les obligaba a dar a luz al futuro heredero (en el caso de las mujeres y los creadores), además de que debían casarse con el fin de obtener una alianza ventajosa, raras veces se hacían uniones por amor.
Él había tenido suerte con Naruto, pero podría no haberla tenido. Podría haber acabado con Karin, o Sakura. Eso sí habría sido como si le cortaran las alas a un halcón.
Pero con su rubio… Él era feliz. Por primera vez desde hace mucho tiempo.
—A mí también me gustaría, Naruto. Lamento no poder darte eso.
Este enterró los dedos en su pelo y negó con la cabeza.
—Me has dado más que nadie, Sasuke. Gracias.
El varón sonrió y volvió a besarlo, esta vez en el cuello. Después de eso, estuvieron un rato acariciándose en silencio, disfrutando de la mutua compañía, hasta que Sasuke recordó algo que quería preguntarle a su prometido, pero había estado tan absorto en comérselo con los ojos tras verlo con esa hermosa túnica que se le había ido de la cabeza por completo.
Se separó un poco para poder mirarlo a los ojos con el ceño fruncido.
—Por cierto, ¿qué es lo que ha pasado con Izumi?
Naruto frunció las cejas, confundido.
—¿Qué pasa con ella?
—Sé que te pasó algo raro cuando Itachi te la presentó. ¿Qué fue?
Al pensar en ello, el creador esbozó una enorme sonrisa.
—Oh, eso.
Sasuke le lanzó una mirada de pocos amigos.
—Sí, “eso”. ¿Qué demonios pasaba?
Naruto curvó los labios con diversión.
—No te lo puedo decir.
El varón entrecerró los ojos con desconfianza.
—¿No puedes o no quieres?
—Realmente no puedo. No soy quién para revelar algo así.
—¿Revelar? Si es algo importante, tienes que decírmelo.
—No si es algo bueno —replicó Naruto, riéndose.
Aun así, Sasuke seguía sin estar del todo seguro.
—¿Me lo dirás si debo preocuparme?
—Sí, eso puedo prometerlo.
Sasuke asintió y, poco a poco, volvió a sonreír.
—Pues en ese caso… —De repente, Naruto se vio lanzado de algún modo boca abajo, con su marido abriendo sus piernas con las rodillas y sujetando sus muñecas con sus fuertes manos. Cuando sintió su polla en su entrada, se sonrojó, aunque no tanto como cuando su amante se inclinó para lamerle la oreja y susurrarle al oído—. Tal vez te sientas más hablador después de que te haya follado unas cuantas veces más.
El rubio iba a decir algo, pero todo pensamiento coherente desapareció de su cabeza en cuanto fue embestido una vez más.


A la mañana siguiente, Naruto contemplaba maravillado el hermoso jardín que había en el claustro del castillo, justo donde se alzaba la quinta torre, aquella que era blanca y delgada que había visto en la distancia el día anterior. Era bastante sencillo, la verdad era que, como nevaba casi todo el año y siempre hacía frío, poco podían plantar allí para decorar la zona, por lo que no había nada más que un suelo cubierto de nieve con cuatro esculturas de piedra con forma de animales, una por cada punto cardinal: el caballo en el sur, fiel compañero de los hombres, tanto para transportar sus preciadas mercancías como para llevar a los guerreros a las batallas; el lobo en el este, símbolo de la unión, del trabajo en equipo y del esfuerzo que debían hacer todos juntos para sobrevivir; el oso en el oeste, representante de la fuerza y la resistencia de cada individuo, el superviviente en aquel clima inhóspito, y, por supuesto, el halcón en el norte, el protector del reino y su animal sagrado. Aparte de las grandes esculturas, que ya tendrían varias décadas a sus espaldas, alrededor de la torre blanca se alzaban unos grandes e imponentes abetos de hojas blancas, de los cuales se decía que tenían miles de años, y que eran el hogar predilecto de los emisarios de Taka, ya que a menudo se podía ver halcones en sus ramas.
—La Torre Blanca —le presentó Fugaku, levantando la mano hacia las alturas—, allí se encuentra el altar de la casa real dedicado a Taka. Eres bienvenido a rezar aquí cuando lo necesites, pero trae contigo una piel abrigada, hace bastante frío.
—Sí, nuestros antepasados no se molestaron en hacer chimenea o en tapar los ventanales, creían que Taka iba de vez en cuando a escuchar las plegarias de su pueblo —comentó Sai, poniendo los ojos en blanco y dando a entender que le parecía una chorrada.
Fugaku lo fulminó con los ojos.
—Taka siempre escucha.
—Pues a mí no me hizo caso cuando le pedí que me librara del matrimonio.
Naruto esbozó una sonrisa divertida al ver cómo Sai discutía, una vez más, con su tío acerca de casarse con una mujer noble y perder así su tan preciada libertad sexual. Sasuke e Itachi no estaban con ellos porque… Bueno, digamos que su padre le había dado un discurso a su hijo pequeño sobre respetar sus tradiciones y a este no le había hecho mucha gracia, por lo que se había alejado para evitar una posible acalorada discusión, mientras que Itachi había ido con él para ayudarlo a calmarse.
Él no creía que fuera para tanto. Es decir, si las cosas se hacían de ese modo en su tierra, él, como invitado, debía respetarlo, por eso no había ido tras Sasuke, no le había sentado demasiado bien que estuviera de acuerdo con su padre en ese aspecto.
Pero si no era más que una tontería, una minucia en comparación con todo lo que él había tenido que soportar con el antiguo Consejo…
Un suave graznido interrumpió sus pensamientos y dejó de prestar atención a la pequeña riña que tenía Fugaku con su sobrino para acercarse a los abetos blancos. Habría jurado que el ruido provenía de allí…
En ese instante, unas ramas temblaron levemente y un halcón de plumaje oscuro apareció ante él, mirándolo con sus grandes ojos castaños. Naruto le sonrió y se aproximó un poco más, levantando la mano para permitir que el ave lo tocara si lo deseaba. Esta, curiosa, inclinó la cabeza y permitió que el creador lo acariciara, graznando alegremente por el suave tacto de sus dedos.
Los labios del rubio se curvaron hacia arriba con afecto cuando escuchó otra serie de ruidos en las ramas, ocupando todo el árbol. Se apartó un poco para poder ver mejor las copas y averiguar qué estaba pasando exactamente cuando las ramas se sacudieron con violencia y unas sombras oscuras saltaron de entre las hojas.


—¿Quieres dejar de reírte de una vez? No tiene nada de gracia —le gruñó Sasuke a su hermano mayor, el cual parecía ser incapaz de reír a carcajada abierta.
Tras la discusión con su padre, había decidido dar una vuelta por los pasadizos del castillo para relajarse, sobre todo porque Naruto se había puesto de su parte y no había querido tener una pelea con él (más que nada porque entendía el punto de vista de su prometido, pero no por ello estaba de acuerdo), e Itachi le había acompañado, supuestamente para reconfortarlo, pero viendo que no paraba de burlarse de él, ya no estaba tan seguro.
—Sí que la tiene —replicó su hermano, que estaba intentando dejar de reír—. Pero, dime, ¿en serio esperabas que padre no te impusiera nuestras costumbres?
—¡Es una estupidez! Él sabe que en el Reino del Fuego los prometidos pueden dormir juntos, y estoy convencido de que ha escuchado los rumores de que tal vez Naruto esté embarazado, ¡sabe que tenemos relaciones!, así que, ¿por qué tiene que obligarnos a estar en habitaciones separadas?
—Porque esto es el Reino del Hielo y la tradición es que hasta que estéis casados, no podéis compartir la habitación para hacer cosas indecentes.
Sasuke lo fulminó con la mirada.
—Podrías haberme echado una mano. Yo no dije nada cuando te escaqueabas para ir a la habitación de Izumi.
Itachi se encogió de hombros.
—Lo habría hecho si tu futuro esposo no hubiera estado tan avergonzado porque tu padre sabía lo que estuvisteis haciendo anoche.
—¡Oh, venga ya! Las paredes son de piedra, es imposible que oyera nada.
—Pero te conoce y no es tonto, yo en su lugar dudaría mucho de que solo pasarais la noche abrazados.
Sasuke resopló.
—Hacemos eso todas las noches, independientemente de si tenemos sexo o no.
Itachi se detuvo en seco al oír eso y lo miró extrañado.
—¿Tú abrazas a Naruto?
—Sí.
—¿Incluso sin tener relaciones?
—Pues claro —respondió con naturalidad.
Su hermano se acercó hasta él con una expresión seria que le hizo fruncir el ceño.
—¿Pasa algo?
—Sasuke… Hay algo que hace tiempo que quiero comentarte… pero no lo había hecho porque tenía miedo de tu reacción y de cómo afectaría a la relación que tienes con Naruto.
El joven Uchiha se tensó un poco.
—¿Ocurre algo malo con él?
—No, no. Es solo que… no quiero que te alejes de él por lo que voy a decirte.
Él apretó un poco la mandíbula ante la insinuación. Creía que ya había dejado atrás la etapa en la que todo el mundo dudaba de que fuera a abandonar a Naruto a su suerte para huir de nuevo al mar.
—Él es muy importante para mí. No hay nada ni nadie que vaya a evitar que eso ocurra.
Itachi lo examinó un momento y luego asintió.
—¿Has pensado alguna vez… en la posibilidad de que estés… enamorado de él?
Sasuke se relajó al comprender la duda de su hermano y respondió:
—Sí.
El otro hombre, que no había esperado ni en mil años que su rebelde e independiente hermano admitiera algo así, se quedó con la boca abierta.
—¿En serio?
—Sí —respondió el príncipe sin dudar.
Itachi ladeó la cabeza.
—¿Y cómo te hace sentir eso?
Sasuke frunció un segundo el ceño, pensativo, pero, al poco tiempo, se encogió de hombros.
—No es algo que me preocupe, si te refieres a eso. Estoy comprometido con Naruto de todos modos y, si te soy sincero, me siento… feliz con nuestra relación. Él es muy importante para mí, y probablemente la única persona en el mundo con la que me siento cómodo ante la idea de casarme y formar una familia: es bondadoso, justo, inteligente, valiente… y el único que no ha babeado por mí y que ve cómo soy realmente. No sé si estoy enamorado o no de él, pero le quiero igualmente. Creo que eso es lo que importa.
—¿De verdad no quieres saber si estás enamorado de él? —preguntó Itachi, extrañado.
Su hermano ladeó la cabeza.
—Nunca lo he estado, no tengo forma de saber qué siento realmente por él.
Itachi se acercó un poco más con una amable sonrisa.
—Yo puedo decirte lo que se siente. Verás, el amor es… —se calló en seco cuando sus ojos detectaron un movimiento extraño—. ¿Qué es eso?
Sasuke se giró en la dirección que miraba su hermano, una que conducía al claustro y por la que pudo ver unas sombras veloces moviéndose de un lado a otro.
Sin pensárselo dos veces, ambos fueron corriendo por el largo pasadizo hasta una salida que daba al claustro en la primera planta, donde se asomaron por la balconada de piedra del pasillo exterior.
Se quedaron de piedra al encontrarse con al menos tres docenas de halcones volando en círculos alrededor de un maravillado Naruto que se hallaba en el centro de aquella extraña y misteriosa concentración. Al menos, la buena noticia era que no había peligro, sin embargo, eso no quitaba que fuera un evento único y que no sabían cómo explicar.
—Desde luego, tu matrimonio no será aburrido —comentó Itachi.
Sasuke ladeó la cabeza.
—No… Pero no estoy seguro de qué significa esto. ¿Te suena alguna leyenda que hable de algo así?
—No, para nada.
En silencio, ambos acordaron bajar al claustro prácticamente corriendo. Durante el camino, se encontraron con varios de los guardias y soldados que vigilaban el castillo que se estaban congregando para ver qué sucedía, Korin incluida, cuya expresión impasible se había roto un poco por las arrugas de la nariz que habían aparecido al observar la escena, pero todos estaban tan concentrados en ver el espectáculo que nadie se percató de ello. Cuando los príncipes llegaron al claustro, relajaron el ritmo y se movieron con lentitud por la zona hasta llegar con su primo y su padre. Ninguno de los dos era tan ingenuo como para tratar de ir con el creador si estaba rodeado por los emisarios de Taka, no querían interrumpir lo que quiera que estaba pasando.
—¿Sabéis qué está pasando? —preguntó Sasuke el primero.
—Creo que tu prometido ha caído en gracia a los halcones —comentó Sai.
Itachi vio en ese momento que algo captaba la atención de Naruto y que les daba la espalda, pero no pudo ver mucho más porque las aves se movieron más rápido y más cerca del creador, cubriendo al rubio casi por completo.
Sasuke, que también lo había visto, esta vez hizo amago de ir hacia él, pero su padre lo detuvo por el brazo con gesto severo.
—Espera.
—Pero…
—Si Naruto estuviera en peligro, nos lo haría saber —dijo con conocimiento—. Deja que él mismo vea qué es lo que ocurre.
El joven, pese a que estaba inquieto por el extraño suceso, decidió hacerle caso, pues confiaba en que Naruto se defendería si ocurría algo malo y que le haría una señal. Por suerte, a los pocos minutos, los halcones se dispersaron y levantaron el vuelo en dirección a la Montaña Sagrada, dejando al creador junto a los abetos blancos, observando algo que parecía llevar entre sus manos.
—¡Naruto! —lo llamó Sasuke antes de correr hacia él.
Este se giró con una expresión confusa en el rostro, aunque eso no le impidió tranquilizar a su prometido, comprendiendo que se hubiera asustado.
—Estoy bien.
Para cuando él llegó a su lado, se dio cuenta de que tanto Itachi como Sai y Fugaku le habían seguido.
—¿Qué ha ocurrido, Naruto? —le preguntó el príncipe heredero tras echarle un vistazo rápido, comprobando que estuviera bien.
El rubio miró un segundo los abetos blancos.
—Estaba acariciando los halcones cuando algo los alteró.
—¿Cómo? —inquirió Fugaku, frunciendo profundamente el ceño.
—¿Qué fue? —interrogó Sasuke con seriedad.
Naruto abrió la boca y la cerró, sin saber qué decir.
—Yo… No lo sé… No vi ni sentí nada fuera de lo normal. Entonces, fue cuando alzaron el vuelo y empezaron a hacer formas en el aire.
—¿Qué clase de formas? —preguntó Itachi.
—No estoy seguro… Era como si yo estuviera al final de un agujero profundo y… luego me envolvieron por completo… Era algo cubierto y oscuro… —Sacudió la cabeza, sin comprender qué había ocurrido con exactitud—. Creo que querían decirme algo, pero no sé qué era. Y luego me han dado esto.
Los Uchiha se inclinaron para ver qué era lo que tenía entre sus manos. Sasuke y Sai fruncieron el ceño al reconocer la daga que Naruto había entregado como ofrenda al dios Taka.
—¿La ofrenda? —murmuró Sai, confundido.
—¿Taka la ha rechazado? —preguntó Sasuke, preocupado por eso.
Sin embargo, Naruto negó con la cabeza.
—Si no la hubiera querido, no la habría aceptado desde el principio. Me la ha devuelto por algún motivo.
—Tal vez piense que la vas a necesitar más adelante —dijo Fugaku de repente antes de mirar a su alrededor, como si sintiera un peligro inminente, antes de dirigir sus oscuros ojos hacia el creador—. Llévala siempre contigo a partir de ahora, Naruto.
Él asintió mientras el rey daba media vuelta en dirección al interior del castillo. Los demás lo siguieron salvo Sasuke, que esperaba a Naruto, el cual miraba con inquietud hacia la Montaña Sagrada.
Un mal presentimiento se había asentado en su corazón.


Sasuke no podía parar de dar vueltas en la cama. Desde lo que había sucedido con los halcones, había notado a Naruto pensativo e inquieto a pesar de sus esfuerzos y los de su familia por distraerlo. No es que su rubio no hubiera disfrutado; Izumi lo había llevado al patio de entrenamiento y le había mostrado cómo entablaba un combate con Itachi, hasta había organizado una exhibición con las mujeres guerreras para que viera cómo peleaban, quería que tuviera una buena impresión para animarlo con la igualdad de sexos (aunque Naruto ya lo tenía claro), pero eso no había evitado que fuera mirando de reojo la daga de vez en cuando, como si se preguntara cuál era su utilidad.
Y, encima, su padre no les permitía dormir juntos.
Estaba seguro de que podría haber hecho que Naruto se sintiera mejor con solo tenerlo en sus brazos, acariciándolo sin más, tranquilizándolo con palabras suaves hasta que se quedara dormido…
Pero no.
Su padre y sus malditas y anticuadas tradiciones. No sabía qué demonios vio su madre en un hombre que no se escabullía todas las noches para estar con ella.
Soltó un gruñido al pensar que su sexy rubio estaría preocupado en la cama y que él no estaría ahí para distraerlo de una forma más interesante, de modo que se levantó, se puso una túnica gruesa de color azul que solía usarse solo para estar dentro del castillo, y salió de la habitación rumbo a las cocinas para refrescarse la garganta. Durante el trayecto, su mente lo conducía una y otra vez hacia la idea de colarse en la habitación de Naruto para estar con él pero, al mismo tiempo, sabía que él lo había pasado mal al darse cuenta de que su padre sabía lo que estuvieron haciendo anoche y tampoco quería que se sintiera mal o culpable, bastante tenía ya con estar preocupado con lo ocurrido con los halcones.
Aún no había tomado una decisión cuando, al bajar las escaleras principales para ir a la parte trasera (donde estaban las cocinas), vio una luz encendida en el gran salón.
Qué raro. No solía haber nadie a esas horas.
Extrañado, se acercó a ver quién estaba ahí cuando escuchó una voz familiar.
—¿No puedes dormir, Fugaku?
¿Naruto? ¿Acaso él tampoco podía dormir porque no estaba con él? Esa parte le gustaba, aunque sería mucho mejor si su padre no estuviera allí y pudieran tener un momento de intimidad, así, podría tranquilizarlo… y tal vez hacerle el amor frente a la chimenea…
Esbozó una media sonrisa, contento con su plan, y se acercó a las puertas hasta quedarse pegado a la esquina, procurando no dejarse ver hasta que su padre se fuera o Naruto saliera de allí. Sin embargo, sus labios cayeron hacia abajo al escuchar lo que dijo su padre.
—Hace años que me cuesta conciliar el sueño, Naruto. —Su voz sonaba amarga—. Es lo que ocurre cuando pierdes a tu esposa; regresas a una cama vacía que hace que se te encoja el corazón.
Se hizo una pausa larga en la que Sasuke no supo cómo sentirse ante la sentimental declaración de su padre. Después, Naruto comentó con mucha suavidad:
—Podrías volver a casarte. Aún eres joven.
Fugaku rio.
—Aprecio la oferta, pero no, gracias. Yo amaba profundamente a Mikoto; era mi compañera, mi confidente, la madre de mis hijos… el amor de mi vida. Eso no se encuentra dos veces, Naruto, nadie podría llenar el vacío que ella dejó. Además, si te soy sincero, creo que estoy mejor solo; ya he cumplido con mi papel, me casé con una hermosa princesa de la que me enamoré para crear una alianza firme, aseguré el linaje real con mis dos hijos, Itachi e Izumi pronto se harán cargo del reino y Sasuke está comprometido contigo… Creo que ahora solo me queda hacer de consejero cuando se me necesite y disfrutar de mis futuros nietos. Sinceramente, la idea de casarme de nuevo me resulta estresante —añadió con una carcajada.
Escuchó unos pasos ligeros, probablemente de Naruto, repiqueteando en la dura piedra antes de que se silenciaran. Ahora su voz sonaba más lejos, junto a la de su padre.
—¿Es ella? ¿La del cuadro?
—Sí.
—Era muy hermosa.
—La más bella que he visto.
Hubo unos segundos de silencio antes de que el creador lo sorprendiera diciendo:
—Sasuke se le parece muchísimo.
—Sí —suspiró Fugaku—, salió a ella.
—¿Por eso, cuando murió, no podías estar cerca de él?
Sasuke se quedó helado al escuchar esa pregunta, tanto porque no esperaba que su prometido fuera a soltar algo así como porque era exactamente la misma que se había estado haciendo durante más de una década.

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