sábado, 8 de septiembre de 2018

Quiero recordarte


Capítulo especial

Enfrentamiento


Procuré permanecer calmada e impasible mientras subía las escaleras detrás de mi marido. No podía permitir que mis hijos me vieran alterada, no estaban acostumbrados a eso e intentarían intervenir para protegerme, pero esta vez no podía permitirlo. Mis niños han estado enfrentándose a Fugaku durante mucho tiempo, y me enorgullece ver cómo luchan por conseguir la vida que desean, sin embargo, esta era una batalla que no podían ganar…
Pero yo sí.
Por desgracia, en la familia existe una jerarquía y Fugaku, en cierto modo, está en lo más alto: Sasuke aún está estudiando y le quedan un par de años para independizarse, e Itachi, a pesar de que gana su propio dinero, trabaja para su padre, lo cual quería decir que si ambos se oponían a mi marido en esto, podrían salir perjudicados.
¿En cuanto a mí? Solo soy un ama de casa, dependiente de su marido, por lo que, en teoría, estoy por debajo de él… pero también soy una madre muy devota, y por Dios que ese hombre con el que me casé no perjudicaría en absoluto la felicidad de mis hijos. Ellos son mi mundo, lo único que realmente he querido desde que no tuve más remedio que renunciar a mis sueños.
No es fácil crecer en una familia conservadora, menos si eres mujer. Desde que tengo uso de razón me han enseñado a ser educada, discreta, elegante, refinada, obediente y sumisa; nunca podía darle mi opinión a un hombre, sin importar que fuera de mi familia o no, o decir lo que pienso de otra cosa que no sea ropa o cocina, y estaba destinada a ser un ama de casa y a criar a mis hijos.
Yo quería estudiar y convertirme en diseñadora de interiores, ver mundo y conocer gente nueva, enamorarme como cualquier chica de alguien que me quisiera de verdad y tener un montón de niños felices correteando por mi casa.
Pero a los dieciocho años, mi padre dejó de pagar mis estudios, alegando que ya no necesitaba saber más, y me comprometió con Fugaku. Yo me rebelé, y él me golpeó. Día tras día, hasta que me sometí. Mi madre no me ayudó; ella seguía creyendo que lo mejor que podía pasarle a una mujer era casarse con un buen partido, así que, cuando mi padre me pegaba, estaba convencida de que solo lo hacía por mi bien, para que abriera los ojos y viera lo que era mejor para mí.
Sin recursos y muerta de miedo, me resigné a mi destino. Cuando conocí a Fugaku, supongo que creí enamorarme de él porque, en cierto modo, casarme con él implicaba alejarme de mi familia. Además, también era atractivo, educado y me trataba bien; no se me escapó que era muy serio y poco afectuoso, pero preferí engañarme a mí misma porque era la vía de escape más fácil.
Todo cambió con mis hijos. El nacimiento de Itachi hizo que me diera cuenta de que Fugaku nunca me amaría y que, de hecho, yo tampoco estaba locamente enamorada de él. Pero, ¿qué podía hacer entonces? Era un ama de casa dependiente de su marido y ahora tenía un bebé, uno al que quería por encima de todo, y sabía que no podría darle el cuidado que necesitaba sin Fugaku. Dejarle para tratar de perseguir mis sueños, de poder escoger mi propia vida, implicaba abandonar a Itachi. Y eso no lo habría hecho nunca, ni en sueños.
Me resigné una vez más, pero al menos fue una decisión tomada a conciencia, no por miedo. Además, Fugaku no era tan malo; es cierto que tenía sus prejuicios y manías, pero al menos a nuestros hijos no les faltó de nada… Me habría gustado que fuera un poco más afectuoso con ellos, y aún me gustaría que hiciera un esfuerzo por cambiar… De hecho, esa era la razón por la que había insistido tanto en que conociera a Naruto.
Cuando Sasuke me reveló al fin que se había estado viendo con alguien y que estaba enamorado me puse tan contenta… Mis hijos no tendrían el mismo futuro que yo, podrían elegir y estar con alguien a quien realmente amaran. No es que yo no quisiera a mi marido, habíamos estado muchos años juntos y teníamos nuestra forma de demostrar afecto, pero yo nunca le miraría como Naruto miraba a mi hijo.
Naruto… era una de las mejores personas que había conocido. Él era lo que yo había aspirado a ser en mi juventud; no dejaba que las convenciones sociales ni nadie le dijeran cómo debía ser o comportarse por ser doncel, perseguía sus sueños a pesar de lo difícil que sabía que eran de conseguir, y era una gran persona, con un gran corazón. Ver la forma en que trataba a Sasuke, cómo le hacía sonreír, reír o incluso jugar me llenó de alegría; sobre todo, me convenció el amor que destilaban sus ojos cuando mi hijo lo abrazaba o le besaba.
En ese instante, decidí que ese hermoso doncel debía ser mi yerno fuera como fuera. Pero eso quería decir que tenía que obligar a mi marido a desistir de buscarle una mujer a Sasuke, y fue una de las razones por las que insistí para que Naruto lo conociera. La otra fue que… deseaba darle una oportunidad a Fugaku para cambiar.
Estamos en el siglo veintiuno, las personas ya no son como lo eran nuestras familias; no estaban obligadas a seguir con el negocio familiar ni a casarse con alguien por los beneficios o las alianzas, había igualdad de sexos y tanto los donceles como las mujeres podíamos tener una vida independiente de los hombres. Ellos tenían tanto derecho como yo a vivir, a enamorarse y a traer al mundo hermosos niños. Lo que les hicieron en el pasado fue simplemente cruel… y era hora de que mi marido se diera cuenta. Hasta ahora, he sido indulgente con él porque sé con qué ideales lo habían criado sus padres y soy consciente de que le resulta difícil aceptar que el mundo ha cambiado, pero lo que ha hecho esta noche, cómo ha tratado a Naruto… no lo toleraré. Ese chico es muy importante para mí, prácticamente ya lo quiero como si fuera uno más de mis bebés, y ninguno será tratado con desprecio en mi casa.
Fuimos al despacho de mi esposo, cómo no. Ese era su espacio privado, un lugar que él controlaba y donde creía que tenía poder y autoridad. Qué divertido, piensa que puede intimidarme en mi propia casa, un lugar donde paso prácticamente las veinticuatro horas del día.
—Mikoto, no puedes contradecirme delante de nuestros hijos, ya lo sabes —me dijo Fugaku con dureza cuando yo cerré la puerta.
Yo me encogí de hombros.
—Si no te hubieras comportado como un cavernícola que marca su territorio con sus heces, no habría tenido que hacerlo.
Mi marido frunció profundamente el ceño. Sé que todavía está furioso por tener a Naruto bajo nuestro techo pero, sinceramente, me importa muy poco. Yo tengo las papeletas ganadoras para este encuentro, aunque él no se haya dado cuenta aún.
—Yo no… —empezó, pero le corté, esta vez relegando mi suavidad e indulgencia en un cajón.
—Silencio —ordené, fulminándole con la mirada—, has gritado y amenazado al novio de nuestro hijo, un pobre chico que no ha hecho nada para que le guardes rencor.
—¡Es un…!
—¡Cállate! —le grité, haciendo que mi marido se encogiera de la sorpresa. Espero que mis hijos no me hayan oído, no quiero que intervengan en esto. Inspiré hondo para calmarme y poder controlar mi tono de voz—. Sé muy bien lo que es Naruto y no es ninguna cosa antinatural, abominación o engendrador de fetos monstruosos, y más vale que empieces a aceptarlo, Fugaku, o acabarás muy mal.
—No sé de qué me hablas —masculló, tozudo como una mula.
—Los donceles son personas como tú y yo, la naturaleza los creó como creó a hombres y mujeres, por lo que debemos respetar sus vidas como respetamos las nuestras. Nuestros antepasados cometieron un horrible error por culpa de unos estúpidos prejuicios que causaron millones de muertes; te recomiendo que no caigas en la misma equivocación porque te costará muy caro.
Mi marido se acercó a mí con la ira brillando en sus ojos.
—No estaban equivocados. ¿No ves que son hombres?, hombres que pueden quedarse embarazados y dar a luz, eso no es natural.
—¿Y tú no ves que estás atascado en las creencias de tu familia? El mundo cambia, Fugaku, y debes empezar a cambiar con él. Hazlo por Sasuke, es tu hijo y Naruto le hace feliz, ¿no debería bastarte eso?
Su mirada oscura centelleó con rabia.
—Mi hijo debería estar comprometido con una mujer de buena familia, no estar procreando con… eso.
Puse los ojos en blanco.
—Ya te he dicho que los tiempos son diferentes ahora. Nuestro hijo no debería ser como nosotros, no deberías obligarlo a comprometerse con otra persona por tus propios intereses, con Itachi no lo hiciste.
—Itachi juró que se iría a trabajar a otra empresa si intentaba prometerlo con una extraña. Sasuke no se negó.
—Sasuke solo quería un poco de tu atención, que te sintieras orgulloso de él, por eso hacía lo que tú querías, incluso estudiar una carrera que aborrece.
—Hago lo que es mejor para él.
—No, crees que lo estás haciendo, igual que nuestros padres pensaban que lo hacían por nuestro bien, pero no es así, tienes que darte cuenta de una vez…
—Eres mi mujer, ¡no puedes discutirme! —me interrumpió—. Tú tendrías que haberte limitado a servir la cena, y cuando yo hubiera echado a ese engendro de mi casa, ¡haberte quedado callada y punto! ¡Era lo único que tenías que hacer y ni siquiera eso lo haces bien!
Eso dolió, mucho, pero me negué a que se diera cuenta de cuánto me habían herido esas palabras. Se parecían a las que solía decirme mi padre antes de golpearme. De forma inconsciente, me llevé una mano a un costado, donde aún tenía la marca del cinturón. Al menos, Fugaku nunca me había levantado la mano… pero no toleraría este trato, ni hablar. Ya no tengo por qué someterme a nadie, como he dicho, los tiempos han cambiado, y ahora no tengo razones por las que quedarme aquí; mis hijos eran mayores, y sabía que lo entenderían.
¿Quieres que lo hagamos por las malas, esposo? Muy bien, que así sea.
Me erguí y levanté la cabeza, desafiante.
—Entonces, búscate a otra que sepa quedarse callada —dicho esto, me di la vuelta e hice amago de salir, pero mi marido me bloqueó rápidamente el paso, observándome con cautela.
—¿De qué estás hablando?
—De que tal vez no quiera seguir siendo tu mujer.
Él abrió los ojos como platos, sin esperar algo así.
—No puedes hacer eso.
—Claro que puedo, querido, ahora existe algo llamado divorcio.
—No te atreverás a hacerlo, no eres nada sin mí.
Ah, esto va a ser divertido. Le sonreí con dulzura.
—Cariño, cuando nos casamos, no había separación de bienes, ¿recuerdas? —Él palideció, entendiéndolo todo de golpe—. Exacto, la mitad de todo lo que tienes será mío por ley, ¿y sabes lo que eso significa?, que puedo mantenerme durante muchos, muchos años sin tan siquiera trabajar. —Hice una pausa—. Ah, y por cierto, Sasuke se vendrá conmigo.
Fugaku enrojeció.
—No puedes quitarme a mi hijo.
—No es necesario, él querrá estar con su madre. No te preocupes por nuestro alojamiento, estoy segura de que Itachi nos ofrecerá su casa hasta que encuentre algo… o puede que incluso quiera que vivamos con él hasta que Sasuke se independice.
Mi marido me lanzó una mirada asesina.
—Son mis hijos y se pondrán de mi parte.
—No lo harán, piénsalo; ¿quieren quedarse con el ausente padre que siempre ha estado centrado en su trabajo y presionándolos para ser los mejores en todo o con su cariñosa y afectuosa madre, que era quien jugaba con ellos, los apoyaba, los consolaba y celebraba sus logros?
Él palideció, entendiendo por dónde iba. No solo iba a quedarme con la mitad de una fortuna que le había costado cientos, miles, de horas de trabajo, sino que además contaba con el favor de sus hijos, los cuales no dudarían en darle de lado por su madre.
Y ahora, la guinda del pastel.
—Además, piensa en lo que hará la prensa cuando se entere de lo nuestro. O de cómo tus socios se burlarán de ti, diciendo que si ni eres capaz de controlar a tu mujer o tus hijos, cómo podrás mantener tu empresa a flote. Y quiero que sepas que si me entrevistan, les diré la verdad: que eres un marido y padre ausente, que solo te importa tu trabajo, que echaste a gritos a un doncel que era el novio de tu hijo. Imagina cómo se cebarán contigo. Sí, darás una gran imagen al mundo y, quién sabe, puede que pierdas clientes en cuanto se enteren de la fobia que les tienes a los donceles.
Fugaku tragó saliva y retrocedió un paso, mirándome como si fuera una extraña. Ah… los hombres de mi generación; creen que las mujeres somos solo pechos y caderas fértiles con un cerebro de mosquito, pero hace tiempo me aseguré de tenerlo todo a mi favor por si uno de mis hijos hacía algo que enfureciera a Fugaku y así asegurarme de que no interfiriera en su felicidad.
—¿Qué es lo que quieres? —me preguntó.
Yo le miré con dureza.
—Naruto va a seguir siendo el novio de mi hijo durante mucho tiempo y, por tanto, es parte de la familia. —Fugaku abrió la boca para replicar, pero yo levanté una mano para que permaneciera en silencio—. Si no puedes aceptarlo, será mejor que te vayas, porque te prometo que ese doncel va a pasar mucho tiempo por aquí.
Fugaku me fulminó con la mirada, pero no dijo nada y se fue del despacho dando un portazo. Se me escapó un suspiro, era verdad que no era así como quería que fueran las cosas pero, siendo sincera, tampoco esperaba que mi esposo cambiara de la noche a la mañana. Puede que con el tiempo se resigne… con mucho tiempo.
Sin embargo, tiene que cambiar. Porque si no lo hace, presiento que acabaré cumpliendo mi amenaza; no quiero hacerlo, porque quiero a Fugaku y sé que le he hecho daño, que he herido su orgullo… pero no puedo permitir que las cosas sigan así. Por encima de todo, están mis hijos y su felicidad, y ahora Naruto forma parte de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario