Capítulo 12. El hermano caído
Night cayó rendido
en la cama esa noche. Después de que los hermanos Hagel se comprometieran a
ayudarlo a él y a su gente, se habían sentado todos a la mesa y Vane se había
puesto a explicarles lo que había planeado y cómo se estaba organizando el
rescate: les contó que estaba reuniendo datos de gente de confianza que sabía
que no perjudicaría a sus compañeros, entre ellos, su propia unidad en el
ejército y algunos médicos y enfermeros que estaba analizando Ethan; luego, les
confesó que Mercile había comprado sus propios productos tecnológicos de
seguridad, por lo que tenía planeado hackear su propio sistema, no le sería
difícil siendo él el creador del mismo y eso les daría una enorme ventaja para
acceder a prácticamente todas partes sin hacer ruido (lo cual sorprendió a
Night, ya que Vane no le había comentado esa parte); también les comentó que
pensaba llevarlo consigo para que su gente se sintiera más tranquila, ya que
confiarían antes en él que en unos humanos, y, por último, les explicó en
detalle su plan para mantenerlos aislados del resto del mundo durante unos
años, de forma que pudieran recuperarse del largo cautiverio y también aprender
todo lo que se habían estado perdiendo.
Sin embargo, ahí
estaba precisamente el problema; encontrar un lugar tan remoto que nadie
pudiera dar con ellos por casualidad. Y ahí fue cuando comenzaron las
discusiones. Todos hicieron sus propuestas, la gran mayoría en montañas o
valles por ser fortalezas naturales, pero Vane alegó que era un lugar de acceso
muy difícil y que tenía intención de llevar a Night y a su gente directamente a
un lugar donde pudieran atenderlos sin tener que estar preocupados por si los
seguían, ya que sería muy difícil mover a unas cien personas sin sufrir bajas,
así que tenía que ser algo rápido y eficiente: entrar, coger a los rehenes,
salir y huir a su base. No podían hacer escalas en el camino, era demasiado
peligroso y sumamente complicado con tal número de gente. Y aterrizar en un
valle o una montaña, por lo que decía Max, no era tarea fácil, menos si el
tiempo no estaba a su favor.
Entre una cosa y
otra, acabó por hacerse de noche y, a la hora de cenar, dejaron de hablar el
tema para calmarse un poco y relajarse, ya que los recién llegados todavía
tenían que asimilar el hecho de que una corrupta empresa farmacéutica estuviera
creando híbridos entre humanos y animales. De hecho, Kasey, que se especializó
en el ejército en el entrenamiento de perros militares y que ahora trabajaba en
un centro de rehabilitación para perros maltratados, se mostró muy interesado
en sus habilidades caninas y le pidió que hiciera varias cosas. Pese a que a Night
le pareció extraño, al recibir el asentimiento de Vane, obedeció; la gran
mayoría de cosas consistieron básicamente en probar su sentido del olfato y del
oído, pero también en comprobar sus reflejos, su fuerza y velocidad. Kasey
acabó concluyendo, para su sorpresa, y aunque era evidente que tenía control
sobre su cuerpo y sus sentidos, todavía era posible desarrollar todavía más
esas habilidades, igual que él hacía a la hora de entrenar perros, añadiendo que
sería muy interesante que le dejara entrenarlo para ver hasta dónde podía
llegar.
Cuando terminó la
cena, no hubo uno solo que no se fuera a la cama, agotado mental y físicamente
por todas las emociones y descubrimientos del día, así como de la ardua discusión
para hallar algún lugar aceptable para Vane donde Night y los suyos pudieran
estar a salvo y tener un poco de paz hasta que se acostumbraran a su nueva
vida. El lobo, como ya era costumbre, no tuvo reparos en seguir a su humano
hasta su habitación, donde se tumbó a su lado y lo abrazó por la cintura,
acurrucándose en su espalda. Notó que Vane se dormía primero, probablemente
hecho polvo, sabía lo mucho que se estaba esforzando por encontrar un modo de
salvar a sus amigos y mantenerlos a salvo a la vez, por lo que le plantó un
beso en la mejilla y luego enterró el rostro en el hueco de su cuello para
dormir aspirando su aroma. Su olor lo calmaba, hacía que se sintiera seguro y
querido.
Se durmió muy
rápido y, por suerte, no tuvo ninguna pesadilla. Al menos, hasta bien entrada
la noche.
Un movimiento lo
despertó, aunque no inmediatamente. Estaba muy cansado y era más o menos
consciente de que era Vane que se movía en la cama, así que lo soltó un poco
para que tuviera espacio por si quería girarse. Sin embargo, luego empezó a
escuchar gemidos y gruñidos y, poco a poco, abrió los párpados, viendo cómo
sacudía la cabeza hacia un lado y a otro, con los ojos fuertemente cerrados y
las facciones tensas.
Ver su aparente
sufrimiento hizo que terminara de despejarse y se levantó sobre su codo,
preocupado por Vane.
—¿Vane? —lo llamó
suavemente, estrechándolo contra sí.
Pero eso solo puso
al otro hombre aún más nervioso, haciendo que se revolviera con más fuerza.
—No, no. Vic, no,
no lo hagas.
—Vane —volvió a
llamarlo Night, abrazándolo—. Vane, despierta.
Este empezó a
sacudirse con más violencia, tratando de zafarse de sus brazos.
—No, no hagas eso,
Vic, es peligroso. No, no, no, ¡no!
—¡Vane! —lo
sacudió Night, un tanto asustado porque no parecía poder despertar de aquella
pesadilla.
De repente, los
ojos azules del humano se abrieron de par en par a la vez arqueaba la espalda y
gritaba:
—¡Viiiiiiic!
Night no lo
esperó, por eso no pudo hacer nada cuando Vane, de algún modo, se deshizo de sus
brazos y le propinó una patada que lo lanzó de lleno al suelo. El ataque lo
dejó aturdido un momento, pero sacudió la cabeza y se levantó como pudo, ya que
sus pies se habían quedado un poco enredados en las sábanas. En el tiempo en
que tardaba en librarse de ellas, Vane se había puesto en pie de un salto y se
paseaba por la habitación como un nervioso animal enjaulado, agarrándose de los
mechones del pelo con rabia y soltando una especie de mezcla entre gemidos y
gruñidos, como si estuviera sufriendo.
En cuanto Night
logró ponerse en pie, se acercó poco a poco a él, percibiendo el olor de la
rabia y el dolor en el aire. No estaba seguro de cuál había sido la pesadilla
de Vane, pero tenía que ser algo lo bastante horrible como para que pudiera
sentir el aroma de su sufrimiento.
—Vane, ya está,
estás despierto, todo va bien.
Al escuchar su
voz, el humano levantó la vista hacia él.
Night se detuvo en
seco, quedándose paralizado. La mirada en sus ojos ya la había visto antes, en
algunos de sus amigos y compañeros cuando los drogaban para obligarles a pelear
entre ellos.
Vane no lo
reconocía.
Y no solo no lo
reconocía, sino que sus facciones se estiraron con furia al ser plenamente
consciente de su presencia.
—Tú…
“Mierda”, pensó
Night, intuyendo lo que iba a ocurrir.
—¡¡Te mataré!!
Vane se abalanzó
sobre él. El otro hombre, tras tantos años luchando contra su propia gente
cuando les drogaban, ya tenía bastante práctica en ese tipo de combates, por lo
que no lo pensó dos veces a la hora de hacerse a un lado, esquivando el ataque,
para después lanzarse sobre la espalda del humano, tirándolo al suelo y
colocándose sobre su cuerpo para inmovilizarlo, con cuidado de no hacerle
demasiado daño, sobre todo en el brazo.
—¡¡¡Ayuda!!! —gritó
con todas sus fuerzas.
Sin embargo, Vane
no se quedó quieto. Al ser un soldado experimentado, estaba bastante
acostumbrado a pelear contra todo tipo de contrincantes, grandes o pequeños,
ágiles o fuertes, de modo que, al ser el agarre de Night más flojo en su brazo
herido, usó este para realizar un movimiento rápido y librarse de una de sus
manos antes de darle un codazo en las costillas que lo pilló desprevenido y le
hizo encogerse de dolor, haciendo que el otro bajara la guardia y él pudiera
girar a un lado, liberándose y lanzándolo al suelo.
Night, a pesar del
dolor, pudo incorporarse a tiempo de enfrentar a Vane, que le lanzó una patada
alta a la cabeza que él logró bloquear cubriéndose con los brazos. Pero el
otro, al ver su ataque fallido, retiró la pierna dando una vuelta sobre sí
mismo, apoyándola en el suelo a la vez que se agachaba y aprovechaba la fuerza
del giro para estirar la otra y propinarle una patada giratoria que, esta vez,
Night no esperó, haciéndole caer al suelo. Sí, el lobo estaba acostumbrado a los
combates contra su gente, pero estos, por muy fuertes, rápidos y buenos
reflejos que tuvieran, no eran luchadores experimentados como Vane, el cual
conocía muchos trucos para derrotar a cualquier hombre de cualquier tamaño.
Sin pérdida de
tiempo, este se subió sobre el que creía que era su enemigo, el responsable de
la muerte de Vic, y le dio tres puñetazos seguidos y certeros en la cara que
hicieron gemir de dolor a Night, ya que uno le partió el labio, otro estuvo a
punto de romperle la nariz (como la suya era más plana y tenía más hueso y
densidad ósea, era difícil de lograr), y el último impactó en su barbilla.
—¡Eh, Vane! —gritó
alguien de repente.
Al oír su nombre,
este se giró a tiempo de ver cómo Zane se abalanzaba sobre él con un placaje
que lo tiró al suelo de nuevo. Aun así, eso no evitó que le diera un rodillazo
en la ingle, provocando que el otro hombre gritara y se apartara. Por desgracia
para el mayor de los Hagel, Shawn y Max ya estaban ahí para agarrarlo de los
brazos y lanzarlo a la cama, donde se sentaron sobre sus brazos para, esta vez
sí, impedir que se moviera.
—¡Kasey, Dylan,
rápido!
Los otros dos
Hagel corrieron hacia el colchón y se sentaron sobre las piernas de su hermano.
En esta ocasión, Vane ya no pudo liberarse, aunque eso no evitó que se
revolviera con fuerza entre gritos, jurando y perjurando que los mataría a
todos.
—¡Malditos hijos
de puta! ¡Acabaré con vosotros!
—¡Ethan! —rugió
Max.
Mientras tanto,
Night se estaba incorporando despacio, un poco aturdido por los golpes. Ya sabía
que Vane era mejor luchador de lo que aparentaba a primera vista, pero una cosa
era intuirlo y otra muy distinta experimentarlo en sus propias carnes…
—¡Ya voy! —gritó
Ethan poco antes de entrar corriendo en la habitación. Night odió ver la enorme
jeringuilla que llevaba en la mano, pero también le encogía el corazón ser
consciente del terrible sufrimiento que padecía su macho, era tan fuerte que
podía paladearlo en su lengua. Contemplar cómo luchaba con rabia y
desesperación solo acentuaba la sensación de malestar e impotencia que lo
invadía.
—¡Jamás os lo
perdonaré! ¡Vosotros lo matasteis, cabrones de mierda! —seguía aullando este—.
¡Viic! ¡Viiiiiiic!
Entonces, Ethan
clavó la aguja en su brazo y, poco a poco, Vane se fue tranquilizando hasta
que, al fin, se le pusieron los ojos en blanco y se quedó inconsciente.
Una vez estuvieron
seguros de que estaba sedado, tanto Ethan como el resto de los Hagel se
apartaron de él. Max pasó una mano por su frente, aparentemente agotado.
—Tendrá un brazo
mal, pero sigue siendo fuerte el muy cabrón —comentó.
—Eh, Zane, ¿estás
bien? —le preguntó Dylan a este, que seguía tirado en el suelo con ambas manos
sobre la ingle afectada.
—Dame cinco
minutos —dijo con voz estrangulada.
Por otra parte,
Ethan fue hacia él para ayudarlo a levantarse y le examinó el rostro, que
llevaba sangrando.
—¿Estás bien?
¿Sientes mareos o tienes la visión borrosa?
—No —respondió
Night, apartando la cabeza de las manos del médico para mirar a Vane—. ¿Qué le
ha pasado? No nos reconocía.
—Ha tenido un
ataque —respondió Shawn con voz sombría.
Night se
estremeció al escuchar eso.
—¿Un ataque? ¿Qué
quiere decir eso? ¿Qué le pasa?
—Ven, calma —le
dijo Ethan, llevándolo al sillón que había en una esquina de la habitación,
pero Night se detuvo y negó con la cabeza.
—Quiero ir con
Vane.
—Night…
—Por favor. No
haré nada que pueda hacerle daño, lo prometo.
Ethan se ablandó
al escuchar eso y, al final, hizo un gesto a los Hagel para que le dejaran
espacio en la cama. Night, ya recuperado del ataque, se subió al colchón y se
sentó junto a Vane, cogiéndolo con cuidado entre sus brazos para dejarlo en su
regazo y poder abrazarlo. Zane, Shawn, Dylan y Kasey, que no habían tenido
ocasión de ver a su hermano con Night como pareja, se les hizo tierno ver la
delicadeza y cariño con la que le apartaba los mechones del rostro, hasta
Shawn, que era especialmente desconfiado (y sobre todo después de la traición
de Jeremy y Anthony), tuvo que reconocer que ese hombre parecía amar de verdad
a su hermano.
—¿Qué le ha pasado?
Nunca le he visto así —preguntó Night.
Los Hagel se
miraron entre sí, como si no estuvieran seguros de cómo explicárselo o, tal
vez, dudando entre si hablarles o no de lo que pasó tres años atrás y el precio
que pagaron por todas las cosas horribles que hicieron durante la guerra.
Ethan, viendo que
era un tema delicado, decidió darles intimidad.
—Voy a por el
botiquín para curar a Night… y hielo para Zane.
Este, que había
logrado arrastrarse hasta el sillón, alzó la mano en un gesto de
agradecimiento. Joder, menuda hostia le había dado Vane…
—Fue hace tres
años —empezó finalmente Max, sentándose en una esquina de la cama con los ojos
entrecerrados—, cuando cogieron a Shawn y fuimos a rescatarlo. Los talibanes
querían hacer un trato con nosotros, un intercambio de información, justo en
ese momento o matarían a Shawn delante de nuestros ojos. Estábamos en una
encrucijada; no podíamos darles la información que querían porque eso
significaría la muerte de miles de personas de nuestro ejército, pero tampoco queríamos
que Shawn muriera.
—Cuando menos lo
esperaban, me rebelé —dijo este, con la mirada aparentemente clavada en el
suelo, ya que en realidad estaba perdido en sus recuerdos—. Me libré de ellos y
corrí tanto como pude. Sabía que mis hermanos me cubrirían pasara lo que
pasara. Pero… —su voz se apagó y cerró los ojos con fuerza. Recordar ese
momento siempre le causaba dolor.
—Estaba muy débil —continuó
Max por él—. Llevaba semanas encerrado y mal alimentado, cayó al suelo. Vane
corrió a ayudarlo mientras los demás lo cubríamos, pero ninguno nos dimos
cuenta de que los perros estaban ladrando muy nerviosos…
—¿Los perros? —preguntó
Night, confuso.
—Ellos nos
acompañaban —respondió Kasey esta vez—. Son perros militares, están entrenados
para rastrear al enemigo, atacar… o detectar explosivos.
—Eso fue lo que
ellos olieron —siguió Max—, una mina escondida en el suelo. Pero todos
estábamos demasiado concentrados intentando que Vane y Shawn salieran de ese
infierno. Vic sí se dio cuenta.
Night se tensó al
escuchar ese nombre. Era el que Vane había estado repitiendo una y otra vez.
—¿Quién es?
Max levantó la
vista hacia él. Su dolor se reflejaba en sus ojos.
—Víctor era
nuestro hermano.
El lobo tragó
saliva al escuchar eso. No lo había esperado, él creía que…
—Pensaba que erais
vosotros seis.
—En realidad,
somos siete… —dijo Dylan con un halo de tristeza—. Bueno, éramos.
Zane señaló la
mesita de Vane.
—Mira la
fotografía y lo verás.
Night se fijó en
que era la misma que le enseñó Vane el día que le habló de sus padres y cómo
murieron. La cogió con cuidado, sabiendo lo importante que era para él, y le
echó un vistazo; en ese instante, no solo se dio cuenta de que había siete
niños en la imagen, sino que había uno que era exactamente igual que Vane.
—Hay dos Vane —comentó,
sorprendido.
—Eran gemelos,
hermanos idénticos —le explicó Max, pidiéndole con la mano que le dejara ver la
foto. Night se la entregó y se le encogió el corazón al ver cómo los ojos del
humano se anegaban durante un segundo de lágrimas—. Vic fue el primero en
cansarse del ejército, en… aceptar la muerte de nuestros padres y dejar de
estar tan enfadado con el mundo. Nos pidió que lo dejáramos, decía que cuando
la rabia desapareciera nos arrepentiríamos de lo que estábamos haciendo allí.
Pero no le hicimos caso… Ojalá lo hubiéramos hecho.
Shawn apartó la
vista.
—Vane y yo
corríamos directos a la mina, no nos habíamos dado cuenta para nada de ella.
Vic sí lo hizo gracias a los perros y trató de decirnos que nos apartáramos
pero no le oímos entre tantos disparos y… pisamos la mina. Vic se lanzó sobre
ella para recibir todo el impacto. Murió al instante.
—Vane tampoco
salió bien de aquello —añadió Dylan con la cabeza gacha. Parecía sentirse
culpable—. Parte de la metralla de la mina quedó incrustada en su brazo. Había
tanta sangre y suciedad que solo vi los trozos más grandes… y tampoco teníamos
tiempo. Debíamos salir de allí cuanto antes. Los médicos no pudieron
extraérselos todos en el hospital, no vieron los más pequeños y desde entonces
Vane ya no ha podido mover el brazo como antes. Su mente también resultó seriamente
dañada; tiene ataques de estrés postraumático.
—Él cree que sigue
allí —dijo Night. Vane ya le había hablado de esa enfermedad tiempo atrás, en
los primeros días que estuvo allí; en cierto modo, le recordaba a los machos
que había visto cuyas mentes se habían roto a causa del dolor y, sobre todo, la
pérdida de algún amigo muy cercano o su compañera. La idea de que Vane tuviera
que revivir aquel momento una y otra vez, hizo que se estremeciera—. ¿Puede
curarse?
Dylan se sentó a
su lado y puso su mano sobre su hombro. Pese a que no solía gustarle que le
tocara un humano al que no conocía, consintió ese gesto porque le resultó un
poco reconfortante.
—Es una enfermedad
de la mente, Night, me temo que no es tan fácil. Digamos que Vane tiene que
sanar por sí mismo.
—Lo bueno es que
ya no tiene tantos ataques como antes —le dijo Max—. Hacía unos meses que no
tenía ninguno, pero tal vez vernos a todos juntos otra vez haya despertado
viejos recuerdos. —Hizo una pausa en la que observó un momento más a su hermano
y luego se levantó—. Ethan lo ha sedado, no creo que despierte hasta mañana.
Que descanse por ahora, y si necesita algo, ya nos llamarás.
Night asintió, era
evidente que él se encargaría de cuidar a Vane y le gustó que Max supiera que
no iba a separarse de su lado hasta que estuviera bien.
—Por supuesto.
Max le sonrió y
decidió salir de la habitación junto a sus hermanos. En ese momento, Ethan
llegó y le tendió una bolsa de hielo a Zane.
—¿Estás bien?
—Mejor —dijo este,
cojeando—. Vane siempre ha sabido dónde golpear… —dijo por lo bajo.
Night los ignoró,
centrándose por completo en colocar a su macho en la cama de tal forma que
estuviera cómodo y de arroparlo, apartando el cabello de su rostro para vigilar
que estuviera tranquilo.
—Ven, Night, deja
que te cure.
Él se giró y ladeó
un poco la cabeza.
—No es nada.
Ethan le dedicó
una media sonrisa.
—Vane se sentirá
peor si ve cómo te ha dejado la cara.
Al escuchar eso,
lo meditó un poco y decidió que no quería que su humano se sintiera mal por
algo que no era culpa suya (a sus ojos, era normal que su mente estuviera
fracturada por la pérdida de su hermano), de modo que se acercó al joven hombre
y permitió que desinfectara sus heridas. A diferencia de los médicos y técnicos
con los que había tratado, Ethan lo trataba bien y no le hacía daño, por lo que
ya no era tan reacio a acercarse a él y permitir que lo examinara cuando se lo
pedía.
—Night… hay algo
que quiero que sepas.
Este alzó la
vista, curioso.
—¿Qué?
Ethan guardó el
algodón que había usado para verter el alcohol y desinfectarle los golpes y se
acomodó un poco sobre la cama.
—Comprendo que
Vane y los demás no estén orgullosos de las cosas que hicieron durante la
guerra, es… Es una experiencia horrible por la que nadie debería pasar. Pero no
quiero que pienses que todo lo que hicieron fue malo, que ellos se convirtieron
en alguna especie de monstruos por mucho que ellos crean que así fue.
—Sé lo que son los
monstruos —declaró Night con convicción, agachando la cabeza y con el rostro
sombrío—. He vivido entre ellos toda mi vida. Vane y sus hermanos no lo son.
Ethan asintió.
—Ellos estuvieron
en un país llamado Afganistán. Un grupo de personas de esa región fueron los
que estuvieron tras el atentado que mató a los padres de Vane, así como a miles
de personas. Pero nuestro país no fue el único afectado; en su propia tierra,
esa gente acosaba a pueblos pacíficos que no tenían nada que ver con aquellos
ataques para robar sus bienes, muchos de ellos eran pequeñas poblaciones
formadas por pastores, agricultores… Esas personas llevaron la violencia hasta
esos lugares, la gran mayoría jamás había luchado y no tuvieron oportunidad de
defenderse. A eso se dedicaba Vane, a sacar a los supervivientes de allí y
trasladarlos a un lugar seguro. Tal vez él y sus hermanos entraran en el
ejército por el ansia de vengarse, pero la verdad es que salvaron muchas vidas.
Es solo que la culpa no les deja ver todo el bien que hicieron —dicho esto, se
levantó, recogió el botiquín y le deseó buenas noches.
Night se quedó un
momento donde estaba, pensativo. Ahora que lo pensaba, ya había oído varias
veces que Vane y su unidad se habían dedicado al rescate de grupos grandes de
gente, incluso el hombre que creó a su especie admitió que lo había escogido
precisamente por ese motivo…
Lo miró un momento
con los ojos entrecerrados. No le importaba nada de lo que Vane hubiera hecho,
él sabía que no era una mala persona, que no se parecía en nada a los hombres
que lo habían esclavizado a él y a su gente y que haría todo cuanto estuviera
en su mano por ayudarles. Nada podía cambiar la visión que tenía de su macho,
el primer humano que le había demostrado que podía confiar en algunos de los
suyos, que había bondad entre ellos… que tenía derecho a ser libre, que era un
macho fuerte y decidido, que merecía ser amado.
Ahora era su turno
de demostrarle que él también merecía ser querido.
Sin pensárselo dos
veces, lo metió bajo las sábanas y se tumbó a su lado, abrazándolo con cuidado
y enterrando el rostro en el hueco de su cuello, prometiéndose que haría todo
lo que fuera necesario para ayudar a Vane a recuperarse de la pérdida de su
hermano.
Cuando empezó a
recuperar la conciencia, lo primero que notó fue el dolor de su brazo
izquierdo. Mierda… Hacía mucho que no le dolía así… ¿Qué diablos había hecho
para acabar así? Siempre era cuidadoso, sobre todo con Ethan yendo detrás de él
para recordarle que no debía hacer muchos esfuerzos o los tres años que habían
invertido para rehabilitarlo se irían a la mierda.
Soltó un quejido y
apretó los párpados, siendo levemente consciente de que la habitación no estaba
completamente a oscuras…
—¿Vane?
Al escuchar esa
voz, abrió pesadamente los ojos, encontrándose con el rostro preocupado de
Night… Un segundo, ¿qué le había pasado en la cara? ¿Por qué tenía el labio
partido, la nariz herida y un moratón en el ojo?
—Night, ¿qué te ha
pasado?
Antes de que
pudiera alzar las manos hacia él para examinarlo, este le cogió las muñecas con
delicadeza y las dejó sobre su regazo.
—Estoy bien, no te
preocupes.
—¿Cómo que estás
bien? ¿Qué ha pasado? ¿Cuándo te has hecho eso?
El otro hombre lo
miró con tristeza y rodeó su cintura con un brazo, mientras que con el otro le
acarició el cabello.
—No quiero que te
sientas mal por mí, prométemelo.
Vane frunció el
ceño.
—De eso ni hablar.
Dime qué ha pasado.
—No hasta que me
prometas que no te sentirás culpable. Solo han sido un par de golpes, estoy
acostumbrado a cosas peores.
El humano estaba
cada vez más confundido.
—¿Qué? ¿Cómo que
culpable? —En ese instante, algo en su mente se encendió. Ya había pasado antes
por esa situación, en realidad, le había pasado a menudo hasta hace dos años.
Se estremeció—. Te ataqué anoche, ¿verdad?
Night hizo amago
de abrazarlo.
—Vane, no es culpa
tuya…
Pero este lo
apartó, sintiéndose herido en lo más hondo al saber que le había hecho daño.
Joder, después de todo lo que le había costado que Night confiara en él y
después de todo lo que este había pasado, lo último que necesitaba era que él
volviera a tener esas pesadillas y reaccionar como si estuviera en aquel
infierno, como si Vic aún estuviera vivo y él pudiera hacer algo para evitar su
horrible final.
—Lo siento mucho,
Night —se disculpó de corazón, profundamente arrepentido—. Te juro que no era
mi intención hacerte daño, yo… no estoy bien. En realidad, hace tiempo que no
lo estoy. Creo que es mejor que vuelvas a dormir en otra habitación por si…
De repente, un
fuerte gruñido lo sobresaltó. Night lo miró con cara de pocos amigos antes de
lanzarse sobre él para abrazarlo y estrecharlo contra su cuerpo. Durante un
segundo, Vane no pudo reaccionar, no había esperado que hiciera eso, pero luego
trató de apartarse, a lo que el otro hombre volvió a gruñir una advertencia.
—No vuelvas a
hacerte un lado. Sé que te sientes mal por haberme atacado, pero que me hayas
apartado me ha dolido mucho más que los golpes que me diste anoche. No vuelvas
a hacerlo.
Al instante, Vane
se arrepintió y accedió a regresar a sus brazos, enterrando el rostro en su pecho.
—Lo siento. Lo
siento todo.
Escuchó que Night
suspiraba y después notó sus labios en su cabeza.
—Tus hermanos me
hablaron de Vic. —Vane se tensó al escuchar su nombre y tembló ligeramente,
siendo al instante reconfortado por las caricias que le entregaron las manos de
Night en la espalda y en el cabello—. No tienes que decir nada si no quieres,
pero deja que hable yo. No te culpo por el dolor que sientes por su pérdida, yo
he visto a muchos de mis compañeros sufriendo por la muerte de sus seres queridos…
Yo todavía lloro a algunos de mis amigos. No tienes la culpa de esos ataques,
Vane, así que no te sientas mal por mí ni por el daño que me hayas hecho,
entiendo que no tienes control sobre eso y sé que no querías herirme, no pasa
nada. Tampoco eres responsable de su muerte, tú estabas tratando de salvar a
Shawn a pesar de que corrías el riesgo de morir, Vic solo estaba haciendo lo
mismo por vosotros. Creo que él sabía lo que le pasaría si decidía salvaros, y
que aceptó ese sacrificio porque os quería. Sé muy bien de lo que las personas
son capaces por aquellos que les importan, en eso nuestras especies se parecen
bastante.
Vane se quedó en
silencio, no se sentía capaz de hablar sin delatar el nudo que tenía en la
garganta. Ya lo sabía, sabía que Vic dio su vida aun sabiendo que no
sobreviviría, y que lo hizo porque amaba a sus hermanos.
Pero no era tan
fácil no sentirse responsable. Sí, él mejor que nadie sabía que, en mitad de
una guerra, bajo el fuego enemigo, en una situación crítica, tomabas decisiones
en un segundo sin poder tener en cuenta muchas cosas: el ladrido de los perros
avisando de las minas, la posibilidad de una trampa en el lugar del
intercambio, un escenario preparado para acabar con la mayor cantidad de
enemigos posibles… El hecho de que fuera Shawn, su hermano, el que estaba en
peligro, nubló su mente cuando más la necesitaba, cuando más tendría que haber
estado preparado para salvarlo.
Pero el miedo le
cegó.
Ahora solo podía
recordar aquel momento en que Vic le pidió que ayudara a convencer a los demás
de dejar el ejército ahora que estaban a tiempo, y en que tendría que haberle
escuchado en vez de permitir que la rabia siguiera ahogándolo en un mar de
sangre que jamás saciaría su sed de venganza. Incluso después de tres años,
todavía sentía una horrible quemazón en el pecho al imaginar que, en ese
instante, le hacía caso y que todos regresaban a casa, que Vic acudía a todas
las reuniones familiares, que se reía por las bromas de Zane, que aconsejaba a
Kasey y Dylan y que le tomaba el pelo a Shawn. Lo imaginaba sentado en el
porche de su casa, sonriéndole y esperando para ir juntos a correr con Bear con
Sam. Y eso solo lograba hacerle más daño.
Podía haber
superado su muerte, pero no había aceptado que no volvería a verlo.
—… ¿Te dijeron que
era mi hermano gemelo? —preguntó.
Notó que Night
asentía.
—Sí.
—… Todos los días,
me miro en el espejo… y lo veo a él. Me mira a los ojos y me pregunta por qué
no lo vi venir.
Night se apartó
unos centímetros, los justos para mirarlo a los ojos con tristeza.
—Ese eres tú
mismo, Vane, no él.
—Lo sé. Pero no es
fácil ver todos los días el rostro que habría tenido tu hermano si siguiera
aquí.
El otro hombre
bajó los ojos, quedándose unos segundos en silencio. Después de eso, los alzó
hacia él, mirándolo con un brillo en sus bonitos e increíbles irises azules que
no supo identificar, pero que supo que era algo bueno.
—Me gustaría poder
decirte algo para ayudarte a sentirte mejor, o hacer algo para evitar que
sientas dolor. Pero no puedo. Lo único que está en mi mano es estar contigo.
Eres importante para mí, Vane, y no quiero que sufras —dicho esto, lo abrazó
con fuerza y, esta vez, Vane se dejó hacer.
Aunque no lo
pareciera, esas palabras le hicieron sentirse un poco mejor. Sabía que no
estaba solo, que aún tenía al resto de sus hermanos para apoyarse en ellos…
pero, por alguna razón, tal vez porque ellos también cargaban con la muerte de
Vic, o porque le hacían recordar constantemente que él ya no estaba allí, el
hecho de tener a Night cerca alivió un poco el vacío que había dejado su gemelo
en su corazón.
—¿Sabes? Vic era
el dueño de Sam. Ella no volvió a ser la misma tras su muerte hasta que tú la
ayudaste. Tal vez puedas curarme como hiciste con ella.
Al escuchar esas
palabras, Night sonrió.
—Haré todo lo
posible —le prometió antes de besarlo.
—¡Muy buena,
Night! ¡Así se juega!
Vane rio con ganas
al ver la cara de pocos amigos que le lanzaron Shawn, Dylan y Kasey a Zane.
Entre el duro día
anterior en el que sus hermanos se enteraron de la existencia de la gente de
Night y que anoche había sufrido un ataque que les hizo recordar que Vic ya no
estaba con ellos, a Max se le había ocurrido que podían dedicar el domingo a
algo más alegre y que los despejara un poco a todos: jugar a fútbol americano.
Tras su charla con
Night, le había pedido que lo llevara con Ethan ya que el brazo le dolía,
probablemente por la pelea de anoche con él y los Hagel, y Zane había
aprovechado que ya bajaba para convencerlo de que aprendiera a jugar. Al
principio, Night se había negado ya que no quería dejarlo solo, pero Vane y
Ethan se habían encargado de calmarlo y le habían prometido que irían a
buscarlo en cuanto el joven doctor terminara de vendarle el brazo. Así, al cabo
de media hora, habían salido al porche de la casa, en los alrededores de la
cual los Hagel se habían instalado para enseñarle a Night a jugar; este, al ver
a Vane, le había preguntado con la mirada si estaba bien y, al recibir un
asentimiento por su parte, le había sonreído aliviado y luego había podido
prestar más atención a las atropelladas explicaciones de Zane y Max.
En esos momentos,
Night estaba haciendo equipo con ellos y empezaba a comprender el juego.
Además, a juzgar por la enorme sonrisa que le dedicó al marcar un punto, supo
que se lo estaba pasando bien.
—¿Te diviertes? —le
preguntó cuando fue trotando hacia las escaleras del porche, donde estaba
sentado junto a Ethan y los perros, que dormitaban junto a la casa salvo Bear,
el cual se encontraba muy cerca de él.
Night se agachó
frente a él.
—No entiendo
vuestra obsesión por perseguir el balón. Parecéis perros, pero es gracioso ver
cómo os lanzáis a la nieve con tal de cogerlo.
Ethan rio con
fuerza, al parecer encontrando muy divertida la comparación. Vane también soltó
una risilla y le quitó la nieve que le había caído en el pelo.
—El objetivo es
pasárselo bien. ¿Tú lo haces?
—Eso creo. Esto es
nuevo para mí —dicho esto, miró su brazo—. ¿Cómo estás?
—Mucho mejor ahora
que Ethan me ha puesto un tranquilizante.
—No te preocupes,
está bien, pero el vendaje es por precaución y para que no mueva mucho el
brazo.
Night asintió…
pero, un instante después, su rostro se tensó y se levantó de un salto, mirando
en una dirección concreta. Vane se puso alerta de inmediato.
—¿Qué pasa?
—Oigo un motor de
coche.
Y no era el único,
los perros habían levantado las orejas y se estaban poniendo en pie para bajar
las escaleras y observar el camino libre de árboles que usaba para llegar en
coche hasta allí. Se levantó y miró a Ethan.
—Métete con Night
en la casa.
—Vane —lo llamó
este con el rostro serio—, tu brazo no está bien.
Antes de que él
pudiera replicar, los Hagel ya se estaban arremolinando alrededor del porche.
—No te preocupes,
aquí tiene cinco guardaespaldas sobreprotectores con muy mala leche —dijo Zane,
haciendo crujir los nudillos.
Vane puso una mano
sobre el pecho de Night.
—Por ahora, es
mejor que nadie te vea. Confía en mí.
El otro hombre lo
meditó un segundo más antes de asentir. Se sentía mejor sabiendo que no estaba
solo y que sus hermanos sabían pelear, de modo que siguió a Ethan para entrar
en la casa y vigilar lo que ocurría desde las ventanas.
Al poco rato,
tanto Vane como los demás escucharon el ruido del motor y más de uno frunció el
ceño.
—¿No os resulta
familiar? —preguntó Kasey.
Vane estaba de
acuerdo, de hecho, estaba a punto de averiguar dónde lo había oído antes cuando
un elegante Mercedes apareció por el camino, provocando que todos los Hagel se
tensaran.
—La hostia —masculló
Max.
—¿Qué está
haciendo aquí? —se preguntó Shawn con mala cara.
—Será bastardo el
muy hijo de… —murmuraba Zane.
Vane tan solo
colocó una máscara impasible en su rostro a la vez que veía cómo el coche se
detenía a pocos metros y el conductor abría la puerta para bajarse.
No supo qué pensar
cuando vislumbró a Jeremy.
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