Capítulo 13. Farsa
Jeremy salió del
coche vestido de esa forma tan elegante que lo caracterizaba, a pesar de que el
terreno de Vane se encontraba en mitad de la montaña.
Siempre le había
irritado eso. Fuera cual fuera la ocasión, tenía que ir arreglado, a pesar de
que fuera inapropiado para el lugar al que iban; con el tiempo, se acostumbró a
su forma de ser, pero nunca logró acostumbrarse a verlo con camisa y zapatos en
plena naturaleza, donde esa perfecta camisa blanca acabaría sucia y desgarrada
por la tierra y los arbustos o las ramas de los árboles más bajos, donde los
bajos de sus pantalones oscuros, impolutamente planchados y con las líneas de
los lados en el lugar correcto, se mojarían por los profundos charcos de lluvia
recién caída y los zapatos terminarían destrozados por las piedras, el barro y
la tierra.
No, Jeremy no era
muy bueno a la hora de saber cuándo era oportuno ponerse elegante, al igual que
tampoco parecía serlo para las situaciones, al menos, últimamente.
—Vaya, vaya, mira
quién quiere unirse a la reunión familiar —comentó Max con desprecio.
—¿Quieres jugar a
fútbol con nosotros? —le preguntó Zane, abultando los músculos de sus brazos en
una postura claramente amenazante.
El hombre pareció
pensárselo dos veces antes de acercarse. Con su figura delgada y para nada
musculosa y su rostro de facciones juveniles, el pobre parecía un muchacho de
ciudad asustado por el inmenso bosque que lo rodeaba y sus hostiles habitantes,
en este caso, sus hermanos.
—Chicos, no busco
problemas, solo he venido a hablar con Vane.
—¿No es eso lo que
tendrías que haber hecho antes de abrirte de piernas para su amigo? —replicó
Kasey con crueldad. El más pequeño de los Hagel era lo más adorable, amable y
bondadoso que había en la faz de la Tierra… hasta que alguien cometía el error
de hacer daño a su familia. En ese instante, el más joven se convertía en una
víbora llena de veneno ansiosa por hincarle el diente al idiota que se había
pasado de la raya.
Jeremy agachó la
cabeza y Vane vio dolor y culpa en sus ojos. Con un suspiro, les dijo a sus
hermanos:
—Ya es suficiente.
—Y una mierda —masculló
Max.
—Tiene la cara
dura de presentarse aquí después de lo que te hizo —gruñó Shawn con los brazos
cruzados y una mirada totalmente hostil en sus gélidos ojos—. Sabía lo que le
esperaba si volvía, ya fue advertido en su momento.
Jeremy apretó los
puños.
—Ya sé que lo que
hice estuve mal y no espero que ninguno de vosotros me perdone. No he venido
aquí ni para suplicar que me perdonéis ni para pedirle a Vane que me deje
volver, no soy tan idiota, pero creo que merece una explicación como mínimo.
Los hermanos se
miraron entre sí, un tanto sorprendidos, ya que no esperaban ese arranque de
valor por parte de Jeremy. Siempre había sido más callado y discreto, del tipo
de persona que prefería evadir el conflicto antes que afrontarlo, esa parte
siempre se la había dejado a Vane.
Este tuvo que
admitir que le había echado huevos… y, en parte, eso lo enorgulleció un poco.
Tal vez siguiera dolido con él, un poco menos desde que había conocido a Night
y tenía cosas más importantes en las que centrarse que en su corazón roto, pero
no era la clase de persona que era cruel con otra por una infidelidad.
Inspiró hondo,
siendo consciente de que no sería fácil para él, pero sabiendo que, de todas
formas, tanto Jeremy como él tenían que pasar por eso para cortar del todo el
vínculo que tenían.
—Dejadnos a solas
un rato.
—¡Vane! —se
quejaron Max y Zane.
Dylan, siendo el
más comprensivo y sabiendo que su hermano necesitaba acabar con eso para cerrar
del todo la herida, los empujó suavemente hacia el porche.
—Vámonos,
muchachos.
—Pero… —trató de
replicar Max, a lo que Dylan respondió argumentando que Vane necesitaba pasar
por eso mientras se alejaba del grupo, seguido por los demás.
El único que se
quedó fue Shawn, que intercambió una rápida mirada con su hermano para
asegurarse de que estaría bien antes de irse con el resto. Una vez estuvieron
solos, Vane se pasó una mano por el pelo, momento en que Jeremy se fijó en su
brazo vendado.
—¿Qué te ha pasado
en el brazo? ¿Estás herido? —preguntó. La preocupación era evidente en sus ojos
claros.
—Nada importante —rezongó
el otro hombre.
Sin embargo,
Jeremy se estremeció cuando una sospecha se instaló en su cabeza.
—¿Han vuelto las
pesadillas? Hacía meses que no las tenías…
—La verdad,
Jeremy, lo que me haya pasado en el brazo ya no es de tu puta incumbencia —gruñó
él, enfadado por su repentino interés y porque no quería recordar a Vic, así
como tampoco quería que descubriera que estaba a punto de meterse en un lío de
los gordos.
Este reculó y bajó
la cabeza, arrepentido.
—Lo es si es culpa
mía.
Vane se sintió un
poco mal. Él no fue el único que lo pasó mal durante la rehabilitación, Jeremy
estuvo a su lado todo el tiempo y no quiso abandonarlo a pesar de los ataques
que sufría durante las pesadillas, ni siquiera cuando una de las primeras veces
estuvo a punto de estrangularlo con su brazo. Incluso en ese momento, se quedó
con él y se negó a ir a la empresa durante un tiempo, trabajando desde casa
para poder cuidar de él y ayudar a Ethan.
Por eso su
infidelidad era más dolorosa. Si estuvo ahí con él en su peor momento, ¿cómo
había podido abandonarlo cuando, aparentemente, no había ningún problema en su
relación?
Aun así, y a pesar
de que se sentía como un capullo por haberle herido, no permitió que viera que
eso lo había afectado y dijo escuetamente:
—No tiene nada que
ver contigo, ¿de acuerdo?
Jeremy se atrevió
a alzar la vista.
—¿De verdad? Vane,
te juro que no era mi intención hacerte daño…
—¿Y por qué lo
hiciste entonces? —preguntó, incapaz de aguantar más—. Dime qué demonios he
hecho para que hagas algo así, para que tú y Anthony me traicionarais de ese
modo. No lo entiendo. Y menos que fuera con Anthony, nunca os habéis tragado…
—Eso no es del
todo cierto —lo interrumpió Jeremy, bajando de nuevo la cabeza y con el
arrepentimiento deformando sus facciones.
Vane sintió que se
helaba por dentro.
Oh, mierda. No me
digas que durante todos esos años…
—Jeremy, tú y él…
—No —se apresuró a
decir su ex, devolviéndole la mirada y negando rápidamente con la cabeza—, no,
solo fue esa vez, cuando nos descubriste. Nunca te fui infiel. Pero hay algo
que no te he contado.
Eso lo calmaba un
poco, no sabía cómo habría reaccionado si esos dos le hubieran estado engañando
durante tantos años.
—Entonces, ¿qué
es?
Jeremy tragó
saliva.
—¿Recuerdas cuando
te hablé de mi primer novio? De cuando les dije a mis padres que yo era gay… y
ellos amenazaron con dejarme en la calle si no me olvidaba de él y de los
hombres.
—Sí, le dejaste
por miedo.
—Sí, siempre me he
sentido mal por ello.
Vane puso los ojos
en blanco.
—Solo tenías
dieciséis años, ¿qué querías hacer? ¿Y por qué estamos hablando de esto? ¿Qué
tiene que ver con nosotros?
Su exnovio lo miró
con un atisbo de miedo y decepción.
—Que ese fue
Anthony.
…
…
Esto tenía que ser
una puta broma.
—¿Qué?
—Los dos estábamos
sorprendidos cuando nos presentaste —se apresuró a decir Jeremy—. Yo no quería
ocultártelo, pero Anthony me arrinconó y me dijo que ni se me ocurriera
hablarle de nosotros, que solo conseguiría hacerte daño y que no iba a permitir
que te hiciera lo mismo que le hice a él.
—¿Por qué él nunca
me habló de ti? —logró preguntar, totalmente confundido. Aunque, ahora que lo
pensaba, por aquella época Anthony pasó por una etapa difícil, se volvió más
rebelde y agresivo, se metió en bastantes peleas y fue cuando comenzó a actuar
como el típico guaperas que se va acostando con quien le apetece para después
darle la patada.
Jeremy resopló.
—Estaba enfadado y
dolido conmigo. Supongo que no lo hizo por orgullo, para que no le
compadecierais. No estoy seguro, solo sé que, después de tantos años, seguía
enfadado y resentido conmigo.
La sorpresa ante
esa revelación hizo que la mente de Vane se activara hasta el punto de unir las
piezas en un puzle que, por fin, tenía sentido. Por eso los dos siempre habían
sido distantes, a Anthony le reventaría ver a su ex con él y Jeremy
probablemente se sentía culpable por lo que pasó años atrás.
Pero, si era así
de sencillo, ¿por qué se acostaron?
… Ah… Por
supuesto. La respuesta era tan evidente que se le escapó una carcajada amarga.
Jeremy frunció el
ceño al oírlo.
—¿Qué?
—Ya lo entiendo
todo. Él sigue enamorado de ti.
Al oír eso, el
otro hombre abrió los ojos como platos.
—¿Qué? ¡No!
—¡Oh, vamos! ¿Por
qué si no se acostó contigo? Es evidente que aún siente algo por ti, igual que
tú por él.
—Él no me quiere,
Vane. Solo hizo aquello para hacerme daño.
Vane se fijó en
que no había negado que seguía enamorado de Anthony. Eso escoció, pero, por
otro lado, fue un alivio saber que no había echado toda su relación por la
borda por un mero calentón de una noche, como había afirmado su viejo amigo.
Sin embargo, eso también implicaba otra cosa, algo en lo que no quería pensar
en ese momento, porque sabía que se rompería.
—Jeremy, si
Anthony quisiera hacerte daño, no habría metido a un amigo en eso, no sabiendo
cómo reaccionaría yo.
—No, Vane, te
equivocas, él…
—Basta —dijo con
firmeza, cogiéndolo por los hombros—. Tú ya me has dado la explicación que
necesitaba, ahora yo voy a decirte algo y tú vas a escucharme porque me lo
debes. —Hizo una pequeña pausa para estar seguro de que Jeremy le escuchaba—.
Puede que Anthony lo niegue hasta la saciedad y puede engañarse a sí mismo
todas las veces que quiera, pero si se ha acostado contigo después de todo este
tiempo, créeme que ha sido porque no ha podido reprimir más sus sentimientos.
Así que échale cojones, ve a buscarlo y no lo dejes en paz hasta que le haya
entrado en esa cabeza de chorlito que no podrá olvidarte y que tenéis que estar
juntos.
Jeremy abrió los
ojos como platos.
—¡¿Qué?! ¡Estás
loco!
Vane le lanzó una
mirada de advertencia.
—Aún estoy a
tiempo de darte un puñetazo, Jeremy, así que piénsalo bien antes de volver a
abrir la boca para insultarme.
—Pero… Pero él no
quiere saber nada de mí. Se niega a hablar conmigo desde lo que pasó.
—Mira, si crees
que voy a permitir que todo lo que estoy pasando ahora sea porque dos idiotas
se niegan a reconocer sus sentimientos, es que eres imbécil. El único modo en
que consideraré perdonaros es que arregléis de una puñetera vez vuestras
diferencias y puede que así dejéis de hacer daño a los que están a vuestro
alrededor.
Supo que había
sido un golpe bajo, pero no estaba en situación de ser amable, tampoco. Esos
dos le habían estado jodiendo durante años sin tan siquiera saberlo ninguno de
los tres, pero ahora que conocía la verdad, echaba un vistazo atrás… y la
realidad de lo que había sido su relación con Jeremy dolía. Demasiado. Más que
la infidelidad.
—Es lo mínimo que
podéis hacer por mí —añadió, sabiendo que esa sucia jugarreta tendría efecto.
Y así fue, porque
Jeremy asintió y retrocedió.
—Siento mucho el
daño que te he hecho, Vane, de verdad. Te quiero y me duele que lo estés
pasando mal por mi culpa.
Este esbozó una
sonrisa que no le llegó a los ojos.
—Pero no como a
él. Nunca como a él, ¿no es así?
La culpa y el
remordimiento regresaron a los ojos del hombre al que en otro tiempo había
querido más que a nada.
—Vane…
—Vete, por favor —y
sin darle tiempo a decir nada más, le dio la espalda y escapó rápidamente a su
casa. No había lágrimas en sus ojos, él siempre había expresado el dolor de
otro modo, en una ráfaga furiosa llena de rabia y hostilidad, y no quería
descargarla con Jeremy; a pesar de que había hecho mal las cosas, todo el mundo
se podría haber ahorrado tanto sufrimiento si cierta persona no hubiese sido
tan terca y cabezota.
Era con ella con
quien iba a desatar su dolor.
Cuando entró en
casa, se encontró con todos sus hermanos esperándolo.
—Vane… —Zane fue
el primero en tratar de tocarlo, pero Vane se zafó de su toque con un
movimiento brusco.
—Ahora no —ordenó
con firmeza. Si alguien más se acercaba, lo sacaría todo, y ellos no tenían la
culpa de nada.
Fue directo a su
despacho y se encerró en él. Supuso que sus hermanos habían captado el mensaje
de que necesitaba estar solo o rodarían cabezas, ya que no llamaron a la puerta
y ni siquiera los escuchó al otro lado. Bien, tenía vía libre para desahogarse,
por lo que cogió el móvil y marcó un número que creía que ya no volvería a
marcar.
Esperó dos tonos
antes de que una voz dubitativa respondiera.
—¿Vane?
—Soy yo, Anthony —respondió
con frialdad.
—No sabía que
volvías a hablarme… —comentó con cuidado.
Vane resopló.
—Depende de ti que
vuelva a hacerlo. —Antes de que pudiera preguntarle a qué se refería con eso,
le explicó lo que quería con brutal exactitud—. Jeremy está ahora mismo de
camino a tu casa, vas a recibirlo sin ningún resentimiento y vas a escuchar lo
que tenga que decir, y cuando lo haga, volveréis a estar juntos y así los demás
podremos vivir en paz de una vez sin que nadie más salga herido.
—¡¿Qué?! ¿De qué
estás…?
—Jeremy me lo ha
contado todo —lo interrumpió. Odiaba que la gente se hiciera la tonta con él,
es como si a él lo estuvieran tratando de idiota y, puede que otras cosas no,
pero inteligencia le sobraba por un tubo.
—No sé qué te ha
contado, pero es mentira —replicó Anthony, claramente a la defensiva.
—Oh, ¿en serio?
Entonces, ¿es una casualidad que, justo cuando te dije que pensaba en pedirle a
Jeremy que se casara conmigo, aparecieras en mi casa para acostarte con él? ¿Me
estás diciendo que eso no es un ataque de celos en toda regla?
—Tú no sabes lo
que me hizo. —Bueno, al menos, ya reconocía que hubo algo entre ellos—. Fue el
único hombre al que quise y él me dio con la puerta en las narices y me dijo
que no podíamos estar juntos.
—¿Y qué coño
esperabas que hiciera, Anthony? ¿Fugarse contigo? Eso es muy bonito en las
películas, pero la vida real es más jodida, ¿de qué habríais vivido? ¿Tu padre
borracho lo habría acogido tan alegremente en tu casa y pagado sus estudios? ¿O
la madre que os abandonó y de la que no has vuelto a saber nada? ¡Espabila,
hombre! Era un adolescente asustado por unos padres estrictos y religiosos.
Anthony se quedó
unos segundos callados y Vane supo que eso ya lo había pensado unas cuantas
veces. Puede que todos los días.
—Eso fue hace
mucho tiempo —dijo finalmente—. Ya no siento nada por él.
—Que te jodan, te
lo tiraste porque sabías que me diría que sí si le proponía matrimonio y no
podías soportar la idea de que estuviera con otro que no fuera tú.
—¡No! ¡No quería
que te hiciera lo mismo que a mí!
Vane golpeó la
mesa con tanta fuerza que el sonido retumbó en la estancia.
—¡A MÍ NO ME
MIENTAS! —bramó, fuera de sí—. ¡Lleváis mintiéndome casi diez años! ¡Toda mi
relación con Jeremy fue una puta farsa porque ninguno de los dos tuvo huevos a
hablar y admitir lo que sentía! ¿Crees que tu corazón roto de adolescente
duele? ¿Tienes idea del daño que me habéis hecho? ¡He perdido el tiempo con
alguien que no me amaba porque sois unos putos cobardes que no quieren afrontar
las cosas!
—Vane…
—¡No! ¡He acabado
con vosotros y vuestros estúpidos juegos de adolescentes resentidos! ¡No quiero
que ninguno de los dos me hable hasta que hayáis solucionado esta mierda!, ¡¿me
oyes?! ¡Si me entero de que toda esta jugarreta que me habéis montado ha sido
solo para joderos entre vosotros, te juro por todos los dioses que vas a
conocer al Vane que fue a la guerra! Y te juro que no te va a gustar —añadió
con un tono amenazador pero más suave que el anterior, ya que había descargado
toda su rabia—. No quieras que me convierta de nuevo en ese hombre, Anthony. Si
crees que Jeremy te hizo daño a los dieciséis, yo voy a destruirte, es una
promesa. —Y sin darle tiempo a reaccionar, colgó el teléfono con rabia y lo
estampó contra la mesa.
Después de eso, estaba
demasiado cansado para salir de la habitación y enfrentarse a sus hermanos, a
su compasión, a sus insultos dedicados a esos dos imbéciles y a sus miradas
tristes.
Solo quería dejar
de sentir.
Se dejó caer al
suelo y apoyó la espalda contra el escritorio mientras enterraba el rostro en
una mano. Le dolía mucho, descubrir que durante toda su relación Jeremy jamás
le había querido, o al menos no lo suficiente como para no volver a caer en los
brazos de un exnovio que llevaba años resentido con él, y que su amigo de la
infancia le había estado mintiendo desde hace años, acumulando rencor hacia él
hasta el punto de joderlo cuando se había decidido a dar el gran paso con su
pareja… no era fácil.
Puede que tuviera
claro que no quería volver con Jeremy, puede que su amor por él hubiera muerto,
pero ¿cómo iba a recordar los buenos momentos con él sin que estuvieran
ensombrecidos por la figura de Anthony? ¿Sabiendo que él habría preferido estar
en sus brazos antes que en los suyos?
¿Cómo podría estar
impasible ante eso?
Se quedó allí
metido un buen rato, no supo cuánto exactamente, pero no dudaba de que tarde o
temprano vendrían Max, Zane o Kasey a preguntarle cómo estaba y si necesitaba
algo, y lo único que deseaba en esos momentos era estar solo y dejar de sentir
dolor.
Como si hubieran
escuchado sus pensamientos, el pomo de la puerta se movió y unos golpes le
hicieron gruñir.
—Dejadme en paz.
—Déjame entrar —dijo
una voz grave y varonil.
Vane se sobresaltó
al recordar que Night estaba allí.
Oh, mierda. Menudo
momento para armar una escena por un ex.
Pese a que no
tuvieran una relación seria, sabía que ese hombre provenía de un mundo
completamente distinto al suyo y lo último que deseaba era ofenderlo de algún
modo, por lo que se levantó y abrió la puerta, encontrándose con su rostro
serio de facciones algo tensas. Parecía enfadado.
—Night, yo…
—Puedo oler tu
dolor desde abajo —dijo, dando un paso hacia él. Vane hizo amago de retroceder,
pero él lo cogió por la cintura y lo estrechó contra su cuerpo, mirándolo con
cierta ferocidad—. Max me explicó un poco lo que había pasado. No he entendido
muy bien lo que estabas gritando, pero sea como sea, no merecen que sufras por
ellos. —Después de eso, se acercó más a él y lo abrazó—. Son idiotas por no
saber apreciarte, Vane. Comprendo que estés dolido por su traición, pero eres
un buen macho y tienes un corazón amable, no es algo que pueda decir de los
humanos que he conocido. Mereces ser amado por alguien que sepa apreciarte
realmente, como yo lo hago.
Vane esbozó una
sonrisa, pequeña, pero sincera. Night lo abrazó con fuerza y lo besó en la
cabeza con una ternura que aligeró un poco el peso que sentía en el corazón.
—Ven, sé cómo
hacerte sentir mejor —le dijo en un susurro muy suave. Lo cogió de la mano y lo
guio hacia su habitación.
Él solo se dejó
hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario