lunes, 27 de agosto de 2018

Quiero recordarte


Capítulo especial

Segunda cita. Amistad

La semana se me pasó en un abrir y cerrar de ojos. Itachi, a diferencia de mi padre, había cogido vacaciones y aprovechamos para hacer cosas juntos, ya que desde que estuvimos en Nueva York no habíamos tenido tiempo como hermanos; hablamos mucho sobre su trabajo y sobre mi carrera, momento en que Itachi intentó, una vez más, que la dejara y me fuera a ver mundo en busca de aquello que realmente quería ser. Sin embargo, yo aún no reunía el valor suficiente para enfrentarme a nuestro padre, para mí todavía era muy importante que se sintiera orgulloso de mí.
Mi hermano, sabiendo que no era buena idea presionarme, lo dejó estar, aunque no sería la última vez que sacaría ese tema. También retomamos la vieja costumbre de ver juntos esos concursos de preguntas que medían tu inteligencia, Itachi y yo tendíamos a competir el uno contra el otro cuando éramos pequeños y era una cosa que nos gustaba conservar.
Por otro lado, nuestra madre, de una forma vil y despiadada, nos obligó a Itachi y a mí a ayudarla a hacer una limpieza a fondo de la casa. No es que a mi hermano y a mí nos molestara ayudarla con las tareas del hogar (sobre todo ahora que teníamos tiempo libre), pero dejar la mansión como los chorros del oro en un solo día era una tortura cruel. Cuando se lo dije a Naruto en un mensaje, se estuvo riendo de mí todo el día, aunque me consoló saber que él también estaba limpiando su piso.
De vez en cuando me reunía con mis amigos y mi primo Sai para tomar algo e ir al cine, siendo Shikamaru el único con el que quedaba para jugar al shogi… Bueno, en realidad le veía para charlar, ya que en mi vida le había ganado una sola partida y dudaba que algún día lo lograra, pero me resultaba extrañamente relajante hablar con él mientras jugábamos.
No les dije a ninguno de ellos que estaba viendo a Naruto, a ninguno excepto a Hinata. Ella y Neji eran mis amigos de la infancia, siendo Hinata más cercana a mí debido a que compartíamos la misma edad. Nuestras familias eran de las más poderosas de Japón y se habían visto en muchas reuniones sociales, de ahí que la conociera desde que tenía uso de razón. Creo que nos llevábamos tan bien porque los dos éramos personas tranquilas y un poco antisociales (aunque por razones distintas, ella era muy tímida y yo simplemente no congeniaba con mucha gente), aparte de que, debido a su inseguridad, yo solía sentirme un poco protector con ella. Supongo que era algo así como una hermana pequeña para mí.
Aparte de eso, solo le conté a ella mis citas con Naruto por un sencillo motivo: no se burlaría de mí como harían los demás, quienes se cachondearían de que el frío e inalcanzable Sasuke Uchiha había caído en las redes de un doncel. No, Hinata solo se alegró de que hubiera encontrado a alguien diferente a todas las mujeres que iban detrás de mí, y escuchó con mucha atención mis experiencias con él, actuando siempre con comprensión y, en más de una ocasión, dándome consejos para mi siguiente cita. También sabía que no le hablaría a nadie de Naruto, ni siquiera a Neji.
Pese a todo mi tiempo libre, siempre que podía intentaba ver al rubio que tanto había llamado mi atención, y los días en que no podía encontrarme con él, hablábamos mediante mensajes. En esa semana nos vimos un par de veces, normalmente íbamos a su casa para ver una película, aunque no era más que una excusa para charlar y… hacer manitas. Afortunadamente para mí, Naruto me permitía besarlo y acariciarlo, al menos por encima de la ropa, y yo aprovechaba ese privilegio, siempre respetando su decisión de no ir más lejos o de parar cuando me lo pedía; puede que yo tuviera muchas ganas de llevármelo a la cama, pero mi madre me crio para que tuviera modales y cierto grado de caballerosidad con los donceles y las mujeres. Si ella se enteraba de que había intentado ir más lejos cuando Naruto no quería, se me caería el pelo… y eso si el rubio no me había cortado las pelotas para entonces.
De todas formas, no penséis tan mal de mí, que también pasamos unos ratos bastante agradables hablando, conociéndonos un poco más. Descubrí de Naruto que había dos cosas que le encantaban y que, bajo ningún concepto, debían ser insultadas, subestimadas o tratadas con desprecio: el ramen, su comida favorita, y las películas de Jackie Chan. Al parecer, lo del ramen era una especie de tradición familiar, de ahí que comiera dicho plato una vez a la semana como mínimo, y en cuanto a las películas del actor chino, combinaba los dos géneros de cine que más le gustaban: las artes marciales y la comedia.
También supe que Naruto era muy trabajador; pese a que tenía vacaciones en el conservatorio, dedicaba la mayor parte de su tiempo a tres cosas: practicar con la música, entrenar su cuerpo y preparar las clases de los fines de semana con los perros.
Fue toda una sorpresa enterarme de que el rubio sabía tocar más de un instrumento musical, aunque supuse que tenía que ver con el hecho de que su padre hubiera sido profesor y que a él le apasionara tanto la materia. Tal vez parece una tontería, pero me gustaba verle y oírle practicar, sobre todo con el piano y el violín; su cuerpo y mente parecían relajarse por completo en cuanto sus dedos obraban magia con las cuerdas, vivía la melodía como si esta le contara una historia pese a no tener letra. Yo mismo podía sentir esa historia a través de él, me emocionaba de diferentes maneras pese a no saber de qué trataba exactamente. Supongo que, a veces, la imaginación era mucho mejor que conocer los detalles, dejar que una parte de ti formara parte de esa canción.
Al menos, así era como yo me sentía.
Respecto a su entrenamiento, solo una vez lo pillé practicando sus movimientos, y cometí una soberana estupidez. Resulta que yo también entrenaba; iba al gimnasio, nada del otro mundo, tan solo para mantenerme en forma y hacer ejercicio, y cuando se lo dije a Naruto, me preguntó si yo tenía idea de golpear a alguien. Iba a clases de defensa personal (nada especializado como lo que hacía el doncel), así que le respondí que sí y él, muy emocionado, me ofreció echar un combate.
No sé por qué demonios accedí; se supone que soy una persona inteligente, pero una persona inteligente que ve cómo ese rubio le da una paliza a cuatro hombres sin inmutarse no habría cometido una tontería como la que yo hice. A lo mejor mi orgullo Uchiha tuvo algo que ver. El caso es que el muy diablillo se lo pasó en grande conmigo; durante diez minutos, estuvo jugando conmigo, ni siquiera necesitó golpearme muy fuerte para tumbarme en el suelo, se aprovechó de mi propia fuerza y yo caí en todas sus trampas.
La buena noticia es que me compensó la humillante derrota con una ronda de besos y caricias subida de tono. Solo por eso, mereció la pena, aunque no soy tan idiota como para querer repetir la experiencia.
Y en cuanto a los perros, me sorprendió ver que Naruto tenía libros sobre psicología canina y que los estudiaba a fondo, libros que me dejó a mí en determinado momento, ya que sentí curiosidad por el tema, por lo que me prestó aquellos que ya había leído. Cuando le pregunté por qué tanto esfuerzo, me contestó que era su trabajo ofrecer lo mejor de sí mismo a aquellos que confiaban en él para adiestrar a sus perros, y que estos, del mismo modo, merecían tener una buena convivencia con sus dueños. Lo único que tenía que hacer era enseñarles a estos últimos qué necesitaba cada perro y cómo actuar con ellos de forma adecuada.
Cuando no hacía ninguna de las tres cosas, Naruto veía la tele o leía algo. Como ya había dicho, era un gran fan del cine de artes marciales y la comedia (pero no de comedia romántica, según él, la gran mayoría de películas de ese tipo eran iguales), aunque descubrí que sentía debilidad por las historias basadas en hechos reales y por el trabajo de Tom Hanks. En cuanto a libros, solo encontré un género: fantasía. Le gustaba todo cuanto Tolkien había escrito y también Juego de Tronos, aunque sus novelas favoritas eran Los doce reinos de Fuyumi Ono.
Sin embargo, hubo algo que noté y que me molestó mucho; Naruto no parecía tener amigos, o al menos, nadie cercano a excepción de su hermano mayor. Si bien yo le había hablado por encima de Hinata o Shikamaru, él nunca mencionaba ningún compañero de clase o una persona con la que pasara el tiempo. Durante esa semana, quise pensar que, sencillamente, no surgió el tema; la idea de que estuviera solo me dejaba intranquilo y con una desagradable sensación en el estómago. De todos modos, no podía entender cómo alguien como él no podía tener un montón de amigos que le quisieran como yo empezaba a hacerlo.
Si dejaba aparte la atracción física que existía entre nosotros, fui muy consciente de que Naruto se había convertido en un gran amigo para mí; me sentía muy cómodo con él, tenía la sensación de que podía contarle cualquier cosa, incluida mi relación con mi padre, aunque creo que él ya intuía que era un poco distante debido a algunas anécdotas, en las cuales Fugaku nunca estaba presente. Sin embargo, no decía nada al respecto, al menos, no por ahora. Debió de considerar que todavía no éramos lo bastante cercanos como para decir lo que pensaba.
Fuera como fuera, entre una cosa y otra, el sábado llegó y, con él, mi segunda cita con Naruto. Había pensado en ir a la clase del doncel de adiestramiento que daba los fines de semana en el parque, pero como íbamos a ir a la playa y tenía que preparar mis cosas, decidí dejarlo para mañana, aunque pensé que podía encontrarme con él allí y después coger juntos el metro hasta la costa.
Cuando bajé las escaleras, me encontré a mi madre tarareando alegremente mientras cocinaba. El día anterior, le había dicho que iba a ir a la playa con un amigo y le pedí que me hiciera la comida para llevar, a lo que ella accedió sin problemas y me preguntó con quién iba, dando por supuesto que sería con Sai o Shikamaru. En cuanto le dije que no lo conocía, se puso muy contenta, ya que ella sabía lo mucho que me costaba hacer amigos nuevos.
Viendo que mi madre estaba cocinando mil cosas distintas, decidí tomarme un zumo de tomate como único desayuno. Al verme entrar, ella me dedicó una gran sonrisa.
—Buenos días, cariño.
—Buenos días, mamá —tras saludarla, señalé los fogones con una ceja levantada—. Sabes que ahí hay comida suficiente para alimentar a una familia numerosa, ¿verdad?
—Lo sé, hijo, pero no sé qué le gusta a tu amigo y he hecho un poco de todo.
Sonreí un poco, pensando en el apetito de Naruto.
—Le gusta prácticamente todo y come casi tanto como Choji.
—Ah… Así da gusto cocinar. Espero conocerlo pronto, tráelo a casa cuando quieras.
Hice una mueca ante eso. No, no podía llevar a Naruto a mi casa aunque quisiera, mi padre era capaz de decirle de todo y no quería exponerlo a insultos y desprecio… y, además, no sabía cuál sería su reacción. Ese rubio era capaz de soltarle cuatro cosas sin importarle quién era Fugaku Uchiha.
Por eso mismo, quería evitar el contacto entre ellos. No quería ni pensar en lo que mi padre haría si un doncel se atrevía a contradecirlo, podía arruinarle la vida si quería.
Y mientras dependiera de mí, eso no pasaría.
—Claro… —dije, evasivo.
Tras el desayuno, fui a mi cuarto, preparé la bolsa y me cambié de ropa; me puse una camiseta de tirantes de color azul marino y un bañador gris que me llegaba hasta las rodillas, de hecho, parecía un pantalón corto. Cuando me calcé las sandalias, me eché la mochila al hombro y bajé las escaleras rumbo a la cocina para que mi madre me diera la comida.
—Me ha dicho mamá que vas a la playa.
Me quedé parado en el último escalón y me giré, encontrando a mi hermano apoyado en la pared que daba al comedor. Tenía una extraña sonrisa en los labios que me dio mala espina.
—Así es.
—Con un amigo.
—Sí.
—¿O es una amiga?
… Mmm… Con que Itachi ya ve por dónde va la cosa… Sin embargo, no iba tan bien encaminado como creía.
Le sonreí con malicia. Probablemente mi hermano jamás imaginaría que me estaba viendo con un doncel por miedo a la ira de nuestro padre. Y, por eso, no adivinaría lo que estaba pasando.
—Con un amigo —respondí con seguridad, haciendo que Itachi frunciera levemente el ceño, dudando.
Le pasé de largo y me reuní con mi madre, quien me ayudó a poner los recipientes de comida dentro de la bolsa. Luego, me dio un abrazo cariñoso y me deseó que lo pasara bien con mi amigo. Puede que Fugaku no fuera el modelo de mejor padre del mundo, pero con mi madre, Itachi y yo habíamos ganado la lotería.
Me despedí dándole un beso en la mejilla que la sorprendió, ya que yo no era la persona más cariñosa del mundo, sin embargo, tras saber que Naruto había perdido a sus padres en algo tan normal como un accidente, intentaba demostrar un poco más lo mucho que quería a Itachi y mi madre… Con mi padre, aunque lo quería a mi manera, me abstuve de dedicarle muestras de afecto sabiendo que no iban a ser bien recibidas.
Fui andando con el corazón acelerado hasta el parque donde nos separamos en nuestra primera cita. Eran las diez de la mañana, así que había un montón de parejas paseando y familias cuyos hijos correteaban por la hierba. También había mucha gente sacando a sus perros y jugando con ellos, aunque destacaba un pequeño grupo reunido unos metros más adelante. Sonreí al reconocer el cabello rubio del doncel, quien parecía haber terminado la clase y estaba entretenido despidiéndose de los dueños de los perros, entre los cuales había un hombre adulto, un par de chicas y unos cuantos chicos jóvenes. Me hizo gracia ver que las dos jovencitas parecían anonadadas mientras observaban a Naruto; no era habitual que las mujeres heterosexuales se sintieran atraídas por los donceles, pero a veces estos eran tan varoniles que ocurría y, además, seguían teniendo atributos masculinos.
Lo que no me gustó tanto fue que los chicos también parecieran muy interesados en él. De hecho, percibí la incomodidad de Naruto cuando empezaron a acercarse demasiado, casi cerniéndose sobre él.
Sin embargo, el doncel no podía deshacerse de ellos como lo haría de costumbre, ya que eran clientes que pagaban por sus clases y no era bueno para él ahuyentarlos con sus elocuentes amenazas. Viéndolo un poco acorralado, decidí intervenir; me acerqué al grupo y me coloqué en una posición en la que pudiera verme. Cuando lo hizo, su rostro se iluminó de puro alivio y exclamó:
—¡Sasuke! —Se abrió paso hasta que llegó junto a mí para darme un abrazo que yo le devolví sin pensarlo. Unos segundos después, se separó un poco y me dio un beso en los labios. Era nuestra forma de saludarnos desde nuestra primera cita—. No sabes cuánto me alegro de verte —comentó como diciendo: “me has salvado el culo”.
Yo le guiñé un ojo, cómplice, y luego miré con una sonrisa de suficiencia al resto de pretendientes; los pobres chicos tenían la misma cara que si les hubieran dicho que Charlize Theron era un hombre, mientras que las chicas estaban totalmente rojas, mirándonos de una forma que me hizo sentir incómodo. ¿Sabéis esas personas a las que les gusta mirar mientras… eso?, no es que tenga nada en contra, pero no me hacía mucha gracia que me contemplaran en una situación tan íntima, y así fue como me sentí.
Poco después, Naruto se separó y se dirigió al grupo con una gran sonrisa.
—Lo habéis hecho muy bien, antes de que termine el verano los tendréis dominados. Os veo mañana.
Todo el mundo se dispersó, más de uno deprimido por saber que el sexy adiestrador no estaba disponible. En ese momento, fui consciente de que realmente estaba muy sexy esa mañana; calzaba unas sandalias azules que se agarraban bien a sus pies, un bañador de color azul claro con palmeras verdes que le llegaba por encima de las rodillas y, lo que más llamó mi atención, un chaleco blanco al que le había desabrochado los primeros botones, dejando parte de su pecho al descubierto.
—Cuidado, chico, se te van los ojos.
Me sonrojé al escuchar ese comentario, en parte por la vergüenza y en parte por la rabia. Me giré para decirle a quien quiera que fuera que se metiera en sus asuntos, encontrándome con el hombre al que Naruto también le daba clases, y el único que no parecía tener interés en él. Tendría unos treinta y tantos años, medía metro ochenta y parecía estar en buena forma; iba vestido con un chándal de color gris oscuro, siendo la camiseta con capucha de manga corta, los pantalones cortos, y llevaba unos mitones negros y unas deportivas del mismo color; su piel era clara, armonizando con el cabello plateado, cuyos mechones revueltos caían hacia un lado, y contrastando con sus ojos negros; sin embargo, lo que más me llamaba la atención era la cicatriz de su ojo izquierdo y la braga que ocultaba la mitad de su cara.
¿Quién coño era ese tío tan raro?
—Ah, Kakashi —lo llamó Naruto, acercándose a él—, este es Sasuke, es un amigo mío. Sasuke, te presento a Kakashi Hatake, es un habitual en mis clases, le he ayudado a adiestrar a sus ocho perros. Pakkun es el último —comentó, señalando al perro que llevaba el hombre sujeto de una correa. Era pequeño y con cierto parecido a alguna raza de bulldog, de color marrón claro y con las orejas caídas de un tono más oscuro.
Kakashi me ofreció una mano con una sonrisa… o eso creía por la expresión de sus ojos, ya que no podía verle la nariz ni la boca. La estreché, un poco receloso. No me gustaba la forma en que nos miraba a Naruto y a mí, como si fuera el espectador de algún tipo de historia erótica.
—Es un placer, y me alegro mucho de ver que sales adelante, Naruto.
Me di cuenta de que el doncel se tensó un poco, pero casi al instante, se relajó y se sonrojó. Fruncí un poco el ceño, siendo consciente con ese comentario de que me faltaba información. Sin embargo, reservé mis preguntas para más tarde.
—En fin, te veo mañana, Naruto —se despidió Kakashi y luego se dirigió a mí—. Trátalo bien, Sasuke. —Pese a su rostro sonriente, eso me sonó como una especie de advertencia.
En cuanto se alejó y nos quedamos solos, Naruto recogió su mochila y empezamos a andar en dirección a la salida del parque y hacia la parada de metro que nos dejaría muy cerca de la playa.
—Gracias por lo de antes —me agradeció.
Yo le cogí de la mano y le estreché los dedos. Ya sé que eso era algo típico de las parejas, pero a mí me gustaba sostenerlo de esa manera y, después de todo, estábamos en una cita.
—No hay problema. Además, te lo debía —le recordé, pensando en las tres chicas de la heladería.
Naruto volvió a sonrojarse y me devolvió el apretón. Entonces, pensé en ese extraño hombre.
—Por cierto, ¿quién era ese tipo?
—¿Kakashi?, solo lo conozco de las clases. Lleva viniendo desde hace más de un año y siempre me deja una propina. —Hizo una pausa, quedándose pensativo, y luego sonrió—. Sé que es un poco raro, por la máscara y eso, pero es un buen hombre.
—¿Y a qué venía ese comentario?, eso de seguir adelante.
El doncel se removió un poco, incómodo. Aun así, no me soltó la mano.
—Yo… salía con alguien —dijo, haciendo una mueca—. La cosa no salió bien, lo cierto es que acabamos bastante mal.
No me extrañó que hubiera tenido novio, era demasiado hermoso como para haber estado siempre soltero. Y, pese a que me alegraba de que ahora no estuviera con nadie, lamenté que hubiera sufrido en esa relación.
—Lo siento.
Sin embargo, Naruto no parecía sentirlo, a juzgar por la sincera sonrisa que me dedicó.
—No lo hagas. Era un imbécil y solo siento no haberme dado cuenta antes.
Yo sonreí y le pasé un brazo por los hombros, estrechándolo contra mí. Sabía que él era fuerte, y me sentía orgulloso de que fuera así. Me gustaba, no se autocompadecía, sino que seguía adelante, como decía Kakashi.
—Yo soy más inteligente —dije, intentando probar el humor para hablar de otra cosa. Naruto no parecía tener ganas de hablar del tema y, sinceramente, su ex me importaba muy poco siempre y cuando se mantuviera lejos del rubio. Él había tenido su oportunidad y había sido, como había dicho el doncel, un imbécil al desperdiciarla. Esto podía sonar como si estuviera celoso, pero no era eso exactamente; sin importar lo que ocurriera entre Naruto y yo, le consideraba mi amigo, y no permitiría que se le acercara nadie que le hubiera hecho daño.
El rubio soltó una risilla por mi comentario y rodeó mi cintura con un brazo.
—Y mucho más guapo —añadió, dándome un beso en la mejilla.
¡Ja!, jódete, ex de Naruto.
Bueno, vale, tal vez sintiera un pelín de rivalidad con él.
Una vez en la parada del metro, le comenté a Naruto algo que había recordado sobre Nueva York y que le gustaría. Como ya le dije, me gustaba ir a Central Park, solía correr por allí por las mañanas o dar paseos después del colegio americano al que iba. Resulta que allí, cerca del zoo, había una estatua con forma de husky siberiano con una inscripción. Tras investigar un poco, supe que era una dedicatoria a un grupo de perros de un lugar llamado Nome.
En el invierno de 1925, hubo una epidemia de difteria en dicha ciudad, la cual afectó a gran parte de la población, y los médicos tuvieron que pedir ayuda al exterior para que les llevaran las medicinas que necesitaban urgentemente. Por desgracia, el crudo clima de Alaska impidió que estas llegaran mediante aeroplano, por lo que lo único que pudo hacer la ayuda fue llevar los medicamentos en barco hasta la ciudad de Nenana. Mientras tanto, en Nome se organizó un grupo de perros de trineo que se encargaría de ir hasta allí y regresar con la antitoxina. Fueron más de mil quilómetros sobre hielo y nieve, con fuertes vientos y temperaturas bajo cero, recorridos en solo cinco días y medio.
—¿Lo consiguieron? —me preguntó Naruto, totalmente inmerso en la historia.
—Sí, esos perros salvaron muchas vidas. Hicieron el monumento en Central Park como una conmemoración, igual que la Iditarod.
—¿Qué es eso?
—La carrera de trineos más importante del mundo. Parte del recorrido es el mismo que hicieron los perros para traer la medicina desde Nenana.
Él se apoyó en mi hombro con una sonrisa.
—Sería genial aprender a llevar un trineo con perros. Me pregunto qué adiestramiento necesitarán…
Me reí un poco, aunque tuve que reconocer que a mí también me picaba la curiosidad.
—Podríamos ver un documental un día.
—¡Y una carrera!
Le miré con una sonrisa divertida.
—Si la quieres ver en persona, estará difícil. Solo las hacen en Rusia y Estados Unidos… aunque en las Olimpiadas parece que es un deporte de exhibición.
Naruto se quedó pensativo.
—Mmm… ¿Crees que podría llevar a los perros de mis alumnos a las Olimpiadas? —Solté una carcajada. Había visto a dichos animales y la mayoría eran demasiado pequeños como para arrastrar un trineo con un hombre—. ¿Qué? A lo mejor cuela —me dijo, fingiendo estar indignado.
—Creo que solo admiten determinadas razas de perro.
—Ya lo sé, todas de origen nórdico: husky siberiano, malamute de Alaska, samoyedo y perro de Groenlandia.
—¿Cómo demonios sabes eso? —Naruto conocía todas las razas de perro del mundo, y no tenía ni idea de cómo diablos se las podía aprender de memoria, o peor todavía, cómo lo hacía para ser capaz de diferenciarlas.
Naruto hinchó los mofletes con molestia. No debería reírme cuando hace eso, pero es que está tan gracioso…
—Oye, puede que no supiera lo de Nome, pero sé sobre perros de trineo. Me encantan los samoyedos, son como peluches.
Me reí con más fuerza. No sabía cómo eran esos perros, pero solo de imaginarme a Naruto abrazado a un peluche peludo mientras dormía me entraba la risa. Él me golpeó en un hombro, lo bastante fuerte para que me molestara, pero lo atraje igualmente hacia mí y le besé en la cara para intentar que me perdonara. Por fortuna, el doncel no era muy rencoroso y pasamos el resto del viaje hablando un poco sobre cualquier cosa, aunque lo más importante fue que supe que el hermano mayor de Naruto regresaría dentro de poco a Japón, aunque aún no sabía cuándo. Sin embargo, eso no mataba su alegría, se notaba que estaba muy emocionado por volver a verlo.
—Han pasado cinco meses desde la última vez que lo vi —me contó cuando salimos del metro.
Yo fruncí el ceño.
—¿Tanto tiempo? ¿De qué trabaja?
—No estoy seguro, no le está permitido hablar de ello, pero creo que tiene algo que ver con el gobierno.
… No soy alguien que se deja intimidar fácilmente, pero reconozco que eso me dio… un poco de mal rollo.
—¿Por qué lo crees?
Naruto arrugó la frente, como si estuviera pensando en qué palabras usar.
—Poco después de que murieran nuestros padres, se presentaron en casa dos hombres trajeados. Se llevaron a mi hermano para hablar con él en privado y, cuando volvió, ya había aceptado el trabajo. Creo que lo querían porque hizo un test de inteligencia cuando era pequeño y sacó más de doscientos de cociente intelectual.
Reconozco que eso me sorprendió mucho. Según las estadísticas, era prácticamente imposible encontrar a alguien que superara ese cociente, una entre millones, y yo ya había conocido a Shikamaru, quien también era altamente inteligente, aunque su tendencia a ser un poco vago hiciera que pareciera tonto. ¿Qué probabilidades había de que dos genios así se encontraran en la misma ciudad?
—Entre eso, que no me hable de su trabajo y que tenga que irse tanto tiempo… No sé, es todo muy raro. Me llama muy poco, siempre desde un número oculto, y los correos electrónicos que me envía se borran en cuanto los cierro después de leerlos. Da un poco de miedo.
Sí, definitivamente, asustaba un poco.
—Pero eso es cosa suya, ¿verdad? —pregunté, solo para asegurarme de que Naruto estaba bien.
Él me dedicó una sonrisa avergonzada.
—Sí, dijo que era por mi propia seguridad. De hecho, si miras en los registros, figuro como hijo único.
Yo esbocé una media sonrisa.
—Por eso no hay fotos en tu casa ni tampoco me dices su nombre —adiviné.
Esta vez, Naruto me miró con cierta culpabilidad.
—Lo siento.
—No importa, lo entiendo —dicho esto, pensé en Shikamaru—. ¿Sabes?, tengo un amigo que es muy inteligente, su cociente es tan alto como el de tu hermano. Me gustaría verlos jugar una partida al shogi.
—A mi hermano le encanta ese juego. Intentó enseñarme, pero me hago un lío con las piezas y acabo haciendo cosas muy raras —comentó, rascándose la nuca. Entonces, miró a un lado y a otro y sonrió—. Ven, casi hemos llegado.
Me arrastró hasta una escollera un poco alta y, aparentemente, peligrosa debido al montón de piedras acumuladas, algunas resbaladizas y con pinta de estar un poco afiladas. No lo tenía muy claro, y me dio algo al corazón cuando vi que el rubio escalaba ágilmente entre ellas, como si fuera una cabra montesa.
Al ver que yo no le seguía, retrocedió y me tendió la mano.
—No es para tanto, lo prometo, y merecerá la pena.
Hice una mueca, pero no quería quedar como un cobarde y, al final, acepté su mano y fui tras él. Tal y como me había dicho Naruto, era mucho más fácil de lo que parecía; las piedras no estaban resbaladizas ya que el nivel del mar no llegaba tan arriba, y al ser las rocas tan anchas y planas en algunas zonas, solo era cuestión de saber dónde pisar. Solo tuve que seguir al doncel y tener cuidado al bajar.
Cuando llegamos abajo, reconocí que Naruto tenía razón, pues merecía la pena. Ahora estábamos en una pequeña playa de arena, desierta e íntima, ya que las piedras de la escollera la escondían celosamente.
—¿Qué te parece? —me preguntó el rubio con los brazos en jarra y sacando pecho, genuinamente orgulloso de su escondite.
Yo levanté una ceja.
—¿Nadie más conoce este sitio?
—Solo los pescadores, pero vienen de madrugada.
—Así que… estaremos solos, ¿no? —comenté con voz suave y sugerente, caminando lentamente en su dirección.
Al darse cuenta de mis intenciones, que no podían ser más claras, Naruto me sonrió con picardía.
—Pervertido —me acusó en broma.
Me quedé frente a él y pasé mis manos por su cintura hasta rodearla con mis brazos. Cuando pegué mi cuerpo al suyo, no opuso resistencia, al contrario, acercó su rostro al mío y me dio un beso largo y profundo, invitándome a explorar sus labios con la misma intensidad con la que él lo hacía. No se lo negué y le correspondí mientras mis dedos se arrastraban por su espalda, los de una mano arriba y los de la otra hacia abajo, totalmente sincronizados para alcanzar sus respectivos objetivos. Los que se deslizaban hacia abajo encontraron una nalga firme, tan solo la fina tela del bañador se interponía entre su piel y la mía, pero me conformé con ello, ya que hasta ahora solo había podido tocar esa zona a través de unos molestos pantalones. Curvé la mano, adaptándola a la deliciosa forma de su trasero, mientras la otra iba hacia arriba, masajeando su nuca al mismo tiempo que ascendía hasta enredarse en sus mechones rubios. Entonces, le di un apretón en el culo a la vez que le agarraba el pelo con la fuerza suficiente para que lo sintiera, pero sin hacerle daño.
Naruto gimió fuerte contra mis labios, causándome una sonrisa. Me encantaba oír los sonidos que hacía cuando encontraba algo que le gustaba.
—No veo que te quejes de mis perversiones —le piqué un poco antes de inclinarme y lamer su garganta. Sentí cómo se estremecía entre mis brazos y gemía más fuerte; yo ya sabía que su cuello era sensible y una zona erógena a la que, por fortuna, tenía acceso.
Sin embargo, Naruto debió de pensar que a esto podíamos jugar los dos, porque contoneó sus caderas contra las mías, muy lentamente, haciendo que fuera plenamente consciente de su erección. Se me borró la sonrisa y tragué saliva, sintiendo cómo mi miembro se sacudía ante la erótica caricia. Había oído que los donceles eran pequeños ahí abajo, pero el rubio no tenía nada que envidiar a los hombres.
Me dedicó esa sonrisa traviesa que tanto me gustaba.
—He dicho que eres un pervertido, no que no me gusten tus perversiones —murmuró contra mis labios antes de mordisquearlos. Pero antes de que yo pudiera reaccionar, el rubio retrocedió un paso, poniendo un poco de distancia entre nosotros. Eso ya no me gustó—. Deberíamos preparar las cosas antes de bañarnos.
Contuve el impulso de gruñir disgustado y fui hacia mi mochila, que había dejado nada más llegar sobre una roca. Quería seguir tocándole, aun sabiendo que no llegaríamos más lejos de esas caricias, pero me gustaba de todos modos tener ese contacto íntimo entre nosotros. Porque me había dado cuenta de que no solo había una fuerte atracción física entre nosotros, tenía sentimientos por él; puede que aún no fuera amor, sin embargo, le consideraba mi amigo y, además, me gustaba mucho. Era agradable encontrar al fin a alguien que no solo estuviera interesado en mi cuerpo, mi apellido o el dinero de mi familia, Naruto había planeado las tres citas para que no fuéramos simples desconocidos teniendo sexo, quería conocerme, conocerme de verdad.
El doncel puso la sombrilla y yo nuestras toallas, una al lado de la otra, creando así una toalla más grande. Lo hice para estar más cerca de él, por supuesto, y por si surgía la oportunidad de volver a acariciarlo que ninguno de los dos se manchara de arena (no es que sea un tiquismiquis en lo referente a ensuciarme, es que no me gustaría lamer a Naruto y encontrarme con una desagradable sorpresa arenosa). Luego, dejamos las bolsas bajo la sombrilla para que la comida no se calentara mucho bajo el sol y luego me quité la camiseta. Casi inmediatamente, sentí que alguien me miraba fijamente y me di la vuelta; Naruto me observaba con sus hermosos ojos azules ensombrecidos por la lujuria, parecía incapaz de apartar la vista de mi torso.
No pude evitar sonreír, complacido. Vale, sé que acabo de decir que no quería a alguien que se fijara solo en mi cuerpo, pero Naruto no estaba únicamente interesado en eso y me gustaba que yo le afectara de la misma forma en que él me afectaba a mí.
—¿Tienes buenas vistas desde ahí? —le pregunté con cierta arrogancia.
El doncel levantó sus ojos febriles hasta mi rostro y me devolvió la sonrisa.
—Preferiría mirar más de cerca.
Sin dudarlo, me aproximé hasta que nuestros cuerpos casi se rozaron, dejando que él escogiera si me quería todavía más cerca o no, aunque yo rezaba por lo primero; eso significaría que tenía vía libre para volver a besarlo y jugar con su cuello. Pero Naruto tenía otra idea, ya que se limitó a poner una mano sobre mi vientre. Me miró con esos bellos ojos, tan azules como el cielo sobre nuestras cabezas; el deseo seguía presente en ellos, pero había algo más. Comprendí con una sonrisa que me estaba pidiendo permiso para tocarme más íntimamente.
—No creía que fueras tímido en esto —le dije. Eran las mismas palabras que me había dedicado él en nuestra primera cita, cuando nos besamos.
Los ojos de Naruto chispearon con diversión.
—No quiero que me denuncies por acoso —me picó.
Cogí la mano que tenía libre y la puse también sobre mi vientre.
—Puedes acosarme sexualmente todo lo que quieras.
Soltó una risilla y me dedicó una de sus bonitas sonrisas sinceras, cariñosas. Mi corazón tartamudeó un segundo y luego latió más rápido; me sorprendía cómo ese doncel era capaz de acelerarme el pulso con solo mirarme o sonreírme, nunca me había pasado nada parecido.
Cerré los ojos cuando sentí sus manos sobre mi vientre, explorando cada marcado abdominal, las curvas de mis costados, mi amplio pecho, como si quisiera conocer cada recoveco de mi cuerpo. No se sentía como si fuera algo puramente sexual, había algo más… profundo, más íntimo. Era una sensación muy cálida y agradable.
Sus dedos ascendieron entonces hasta mi rostro y yo abrí los ojos. Ahora nuestros cuerpos se estaban tocando y sus labios rozaban los míos. Incapaz de esperar, me incliné para besarlo, necesitando de alguna forma ese contacto, y atraje su cuerpo a mis brazos, acariciando su espalda y enterrando una mano en su pelo. Naruto me correspondió, como si de algún modo hubiera percibido mi necesidad de tenerlo cerca; su dulce boca me dio la bienvenida en todos los aspectos, aceptando la caricia de mis labios y permitiendo la entrada a mi lengua, que se entrelazó con la suya lentamente, ambos disfrutando entre gemidos del húmedo baile en el que se sumieron de forma experta, como si siempre hubieran sido amantes.
De repente, Naruto apartó las manos de mi cara y se removió entre mis brazos. Me aparté un poco para lanzarle una mirada de pocos amigos; no quería parar, ahora no, necesitaba tocarlo.
—Naruto, ¿qué…? —Me callé en cuanto comprendí por qué necesitaba espacio; el doncel se estaba desabrochando el chaleco, dejando su hermoso torso bronceado al descubierto.
Él me sonrió con malicia.
—Yo también quiero ofrecerte unas buenas vistas —me dijo antes de que la prenda se deslizara sensualmente por sus hombros, bajando por sus brazos y finalmente cayendo sobre una de nuestras mochilas. Después, me cogió la mano y me guio hacia las toallas, haciendo que yo levantara una ceja.
—¿Por eso querías que preparáramos las cosas? —pregunté, repentinamente contento de que Naruto hubiera planeado una sesión de caricias subidas de tono en la playa.
Él me guiñó un ojo.
—Pensé que sería más cómodo para los dos si no nos llenábamos de arena. Hay ciertas partes de tu cuerpo que quiero lamer —añadió en un tono más bajo, poniéndome aún más duro de lo que ya estaba.
—Diablillo —le acusé, encantado por su plan.
Naruto se encogió de hombros mientras se sentaba en las toallas y se echaba hacia atrás para apoyarse en sus brazos, dándome una hermosa visión de su pecho desnudo. No había un centímetro de su piel que no estuviera tostada, tal vez por el sol; sin embargo, sus pezones eran rosados y estaban enhiestos, tal vez por mi culpa, ya que apenas podía apartar la vista de ellos; sus músculos estaban levemente definidos, dándole un aspecto fuerte, aunque al mismo tiempo tenía una figura esbelta y elegante gracias a las sensuales curvas femeninas de su cintura y sus caderas. Su cuerpo me fascinaba, tal vez porque era diferente a cómo había imaginado el de un doncel, más parecido al de una mujer, pero tuve que reconocer que los músculos del rubio me parecían de lo más calientes, así como su carácter más varonil me había atraído desde que nos conocimos.
Las palabras de Naruto me distrajeron de mi escrutinio.
—Yo soy un diablillo y tú un pervertido, hacemos buena pareja —me dijo, un poco divertido.
Me gustó cómo sonó la palabra pareja, a pesar de que no lo había dicho en ese contexto. Sin embargo, no le di más importancia y me arrodillé en las toallas para reunirme con él. El doncel, travieso como solo él podía serlo, me torturó haciendo que viera cómo abría sensualmente las piernas, invitándome a colocarme entre ellas para tener mejor acceso a su cuerpo.
—Naruto, si sigues así, me matarás —gemí.
Él sonrió ampliamente y me hizo un gesto para que me acercara más. Obedecí gustoso y me coloqué encima a la vez que él se recostaba, apoyándome sobre mis brazos y con una mano a cada lado de su cabeza. El rubio tiró de mí, exigiéndome estar más cerca, de modo que acabé sobre su cuerpo; gruñí satisfecho al sentir por fin su piel desnuda contra la mía, tan suave y cálida como en mis fantasías, aunque la dureza de sus músculos hizo que su tacto fuera aún más erótico y sensual.
Naruto empezó a mover mis brazos, colocándolos de forma que yo abrazara su cuello y él pudiera apoyar la cabeza sobre ellos. Le dejé hacer, ya que eso me permitía tener su rostro más cerca, y no hice nada por evitar que sus manos recorrieran mi espalda.
—Se me ocurren un par de ideas para resucitarte —me dijo en voz baja antes de lamerme el labio inferior. Estoy seguro de que sintió cómo mi miembro se hinchaba, reclamando su atención.
—¿Como cuáles? —pregunté con la voz ronca.
Él sonrió de esa forma que me hacía pensar que estaba tramando algo, y a juzgar por la forma en que me miraba, parecía algo sexual. Fuera lo que fuera, le daba la bienvenida.
Empezó a darme besos cortos con lengua, muy suaves y húmedos, tan eróticos como las caricias de sus dedos delineando los músculos de mi espalda, al mismo tiempo que frotaba lentamente sus caderas contras las mías, haciendo que fuera totalmente consciente de su ardiente cuerpo. Si quería resucitarme así, iba por buen camino.
—Podría pedirte que lamieras mi cuello y que jugaras con mis pezones —comenzó.
Sí, definitivamente, iba por buen camino. Volví a incorporarme sobre mis codos y rodillas e incliné mi cabeza más abajo, buscando la piel sensible bajo su mandíbula. Lamí su garganta de abajo arriba, sabiendo lo mucho que le gustaba eso, a la vez que mi mano se deslizaba por su pecho, buscando el pezón. Lo rodeé con el pulgar un par de veces antes de pellizcarlo suavemente, haciendo que Naruto arqueara la espalda. Este flexionó las piernas y levantó las caderas para volver a frotarse contra la parte más íntima de mi cuerpo; fue mi turno de gemir y responder a sus caricias, moviéndome al ritmo que él marcaba, queriendo darle tanto placer como él me lo daba a mí.
Tras unos minutos, ya había explorado a conciencia su cuello con mi lengua y sus pezones habían dejado de ser un misterio para mis dedos.
Naruto me dio nuevas instrucciones:
—Podría pedirte que chuparas mis pezones y acariciaras mi cuerpo.
Contento por la nueva orden, fui más abajo, aunque significó que ya no podía seguir excitando su miembro con el mío. Pero bueno, paciencia, todo llegaría y quería investigar aquellas partes de su cuerpo que aún no había podido saborear.
Dejé mi rostro a escasos centímetros de su endurecido pezón y saqué la lengua, lamiéndolo de arriba abajo. El doncel gimió y enterró sus dedos en mi pelo, moviéndolos en círculos o de un lado a otro, indicándome que eso le gustaba, de modo que lo complací a la vez que mis manos acariciaban su vientre montañoso por los ondulados abdominales, gruñendo satisfecho cada vez que se contraían, como si entonaran mediante el tacto una hermosa y sensual melodía, dedicada únicamente a mí. Animado por el rumbo que estábamos tomando, apreté mi boca contra su pezón y succioné; Naruto se arqueó de nuevo y jadeó, contoneando su cuerpo como si necesitara desesperadamente que le follaran. Y yo quería hacerlo, quería que el doncel me pidiera que le quitara el bañador, me pusiera entre sus piernas y le embistiera hasta el fondo. Imaginarme a ese sexy rubio con los muslos bien abiertos mientras yo le penetraba me encendió y le mordí el pezón, lo suficiente como para que lo sintiera. Él me respondió de una manera que no esperaba.
—¡Sasuke…! —gimió, fuerte y muy alto, mientras su cuerpo entero se estremecía.
Me sacudí involuntariamente al oírle decir mi nombre de esa manera, despertó algo primario en mí; quería volver a escucharlo, que dijera otra vez mi nombre como si estuviera al borde del orgasmo, como si solo yo pudiera darle placer con tanta intensidad.
Con ese objetivo en mente, fui directo al otro pezón; lo lamí, succioné y mordí, más rápido y un poco más duro, provocando la reacción en el rubio que yo quería. Sus dedos se cerraron entorno a los mechones de mi pelo con fuerza y movió sus caderas de arriba abajo, como si se lo estuvieran haciendo. Nunca había visto un vídeo porno, pero estaba seguro de que ver a Naruto moviéndose así era mucho mejor.
—Aaah… Aaaaaah… ¡Sasuke…! —¡Sí!, ¡gemía mi nombre otra vez!
—Dime qué quieres Naruto —le exigí, sin separar mis labios de su piel y con la voz más enronquecida que antes—. Te haré todo lo que quieras, solo tienes que pedírmelo.
—Más abajo… —jadeó.
Mi boca descendió, sin dudar y sin querer perderse un centímetro de su piel. Llegué a sus abdominales y los lamí uno por uno, sintiendo cómo se flexionaban bajo mi lengua, tocando de nuevo esa erótica melodía para mí. Por otro lado, mis manos fueron a sus nalgas y clavé mis dedos ahí, queriendo notar cómo su culo subía y bajaba como si se la estuviera metiendo. Naruto gimió mi nombre otra vez con tono suplicante, haciendo que yo gimiera en respuesta. Era como si realmente me necesitara dentro de él, y me mataba el no saber si iba a ser bienvenido o no, porque aún no me había dado ninguna señal de que me quisiera en su interior.
—Pídemelo, Naruto —le dije finalmente. Necesitaba saberlo, y tenía que ser ahora.
El rubio me miró confundido. Tenía la respiración entrecortada, el rostro sonrojado y los ojos llameantes de pura lujuria. Él me deseaba tanto como yo a él; eso me gustó. Me incliné de nuevo sobre su cuerpo y froté mis caderas contra las suyas, haciendo que echara la cabeza hacia atrás con un largo gemido. Me aproveché para lamerle el cuello otra vez.
—Sé que me deseas, tanto como yo a ti —susurré contra su piel—. Puedo darte el placer que ansías, una y otra vez, todas las que pidas, y te prometo que puedo satisfacerte cada vez. Pero necesito que me digas que puedo quitarte ese maldito bañador y metértela.
En ese momento, Naruto pareció que reaccionaba. Inspiró hondo y dejó de moverse, por lo que yo también me vi obligado a parar. Me decepcionó un poco tener que detenernos cuando habíamos llegado a ese punto, pero era un hombre adulto y tenía que respetar su decisión. Además, él ya me advirtió que no ocurriría nada entre nosotros hasta la tercera cita.
—Lo siento —se disculpó Naruto de repente, apartando la vista. Sin embargo, eso no me impidió ver cierto dolor en sus ojos, haciendo que me enfriara de inmediato. Me sentí increíblemente mal al pensar que estaba sufriendo por mi culpa, por ser tan impaciente.
—No, Naruto, soy yo el que tiene que disculparse, no era mi intención hacerte daño —le dije mientras me las ingeniaba para abrazarlo. Él me devolvió el gesto de inmediato y me besó en un hombro, haciéndome saber que no me guardaba rencor.
—No es culpa tuya, Sasuke. Es que… —se calló de repente, dejándome con la intriga.
Me aparté un poco para mirarle a los ojos y me di cuenta de que estaba un poco rojo.
—¿Qué? —le animé a continuar.
Su rostro enrojeció un poco más.
—Es que… me da vergüenza.
Al instante, puse la famosa expresión de total seriedad que caracterizaba a los Uchiha.
—No me reiré —prometí.
Aun así, Naruto necesitó unos momentos para decírmelo. No pudo mirarme a los ojos cuando confesó:
—Es que… hace tiempo que no… hago… eso —soltó en voz baja.
Tal y como había prometido, no me reí, ni tampoco tenía ganas de hacerlo, estaba más bien un poco sorprendido; Naruto era un doncel bello y sexy, le habría bastado con restregarse en un club contra un hombre y este habría caído rendido a sus encantos. Sin embargo, tras pensar un poco, di con el motivo.
—¿Desde tu ex? —pregunté, un poco fastidiado al pensar en ese imbécil.
—Sí —respondió, aún avergonzado—. Por eso me he emocionado un poco. Lo siento, no ha sido justo para ti.
No quería que Naruto estuviera preocupado por mí, y mucho menos por mi libido, así que le sonreí y le acaricié una mejilla.
—Yo también me he emocionado un poco, no esperaba que me dejaras ir más lejos cuando esta semana no parecías querer más.
Él se mordió el labio inferior, curvando los labios hacia arriba.
—Con cada cita se sube un nivel.
Yo arrugué un poco el ceño, aunque no podía evitar sonreír.
—¿Es esto algún tipo de juego sexual y no me lo has dicho?
Naruto rio y me besó en la mejilla antes de intentar incorporarse. Yo me levanté, apartándome de su cuerpo, y le ofrecí mi mano para ayudarlo; sabía que no lo necesitaba, pero seguía queriendo tocarlo de todos modos. El doncel parecía sentirse igual, ya que cogió mi mano y me llevó hasta la orilla sin soltarme.
—Tengo mis motivos, como ya te dije.
Y yo no pude evitar preguntarme qué motivos eran esos.


—Mmm, tu madre cocina de maravilla.
Sonreí, un poco divertido al ver cómo Naruto disfrutaba probando todo lo que había cocinado mi madre.
Después de nuestro momento de tensión sexual, nos habíamos bañado en el mar (nada como el agua fría para rebajar un calentón de mil demonios), lo cual nos había calmado y permitido relajarnos, llegando incluso a jugar un poco entre las olas. Había sido bastante divertido, desde que era pequeño no había vuelto a salpicar a nadie en plan juguetón ni tampoco tratar de tirarlo al agua, cosa que conseguí un par de veces con Naruto, ya que ahí no era tan ágil como en tierra firme.
Y tras un buen baño, estábamos comiendo. El doncel había traído unas croquetas y un par de tonkatsu, mientras que mi madre, que se había emocionado demasiado cuando había sabido de la existencia de mi nuevo amigo, había hecho tempura, bolas de arroz, rollos de sushi, gyudonyakitori y sashimi. Si yo tuviera que comerme todo eso, reventaría a medio camino pero, afortunadamente, a Naruto le encantaba la comida y se dio un buen festín. Así que me comí dos bolas de arroz, gran parte de la tempura, la mitad del sashimi y el tonkatsu que había preparado el rubio para mí, aparte de probar sus croquetas. Así fue cómo me enteré de que sabía cocinar y, por cierto, lo hacía bastante bien.
No me había imaginado a Naruto cocinando, pero tuvo sentido cuando me contó que, como estaba la mayor parte del tiempo solo en casa, le tocó aprender por necesidad. Añadió también que su madre lo mataría el día en que se reuniera con ella y se diera cuenta de que solo se había alimentado de ramen.
—Se ha puesto muy contenta cuando le he dicho que tenía un nuevo amigo —comenté.
El doncel se detuvo a medio camino de comerse la última bola de arroz y me miró de una forma extraña.
—¿Somos amigos? —me preguntó, no muy seguro.
Yo le fruncí el ceño, un poco confuso. Vale que éramos un poco más que eso, pero… lo éramos, ¿no?
—¿No lo somos? —Ahora fue mi turno de sonar dubitativo.
Naruto esbozó una media sonrisa que no le llegó a los ojos.
—No sabía si me veías de esa manera. Hace mucho que no tengo amigos…
—¿Qué? ¿Por qué?
Él suspiró.
—De pequeño tenía muchos amigos, pero en cuanto entré en la pubertad, las cosas cambiaron.
—¿Por qué? —No lo entendía, Naruto era muy agradable y tenía una personalidad muy noble hasta donde había podido observar.
—En este país el estereotipo de doncel es básicamente femenino. Yo nunca lo he sido y, por eso, mis amigos se apartaron de mí; no querían estar en el grupo de los bichos raros.
Por su forma de decirlo, supe que eso le había herido, y mucho. A decir verdad, yo estaba muy molesto por esas palabras; se suponía que vivíamos en una sociedad donde ya se había aceptado la homosexualidad, el travestismo y muchas otras cosas, ¿a qué demonios venía eso de que un doncel era raro por ser más masculino? Claro, una lesbiana puede ser más femenina o más varonil y no pasa nada, todos contentos, pero un doncel tenía que ser igual de repelente que todas esas chicas que me perseguían.
Ni hablar, Naruto era perfecto tal y como era.
Dispuesto a demostrárselo y borrar la tristeza de su rostro, me senté más cerca de él y le rodeé los hombros con un brazo.
—¿Sabes qué?, que les jodan. No son dignos ni de limpiar el váter en el que cagas —dije convencido, haciendo que a Naruto se le escapara una risotada. Probablemente no había esperado que dijera algo así, pero lo importante es que sirvió para que volviera a reír. Le estreché contra mi cuerpo—. Oye, no hagas caso de lo que digan. Eres fuerte, valiente, perspicaz, divertido e increíblemente hermoso, sexy y travieso. Me gustas tal y como eres —dicho esto, le besé en la cabeza.
Sin embargo, Naruto no se conformó y me dio un apasionado beso en los labios. Me sorprendí un poco, pero le correspondí de inmediato y envolví su cuerpo con mis brazos, colocando una mano en su rostro para acariciar su mejilla y profundizar el beso.
Me di cuenta de que mis palabras habían significado mucho para el doncel, y me alegró que hubiera sido así. Él era importante para mí, no quería que sufriera y mucho menos por ser quien era; si los demás no eran capaces de apreciarlo, peor para ellos, se perdían el estar con una gran persona.
—Gracias, Sasuke —me dijo cuando nos separamos. Estaba un poco rojo—. Tú también me gustas.
Yo sonreí; sabía que le gustaba, de lo contrario, no estaríamos aquí, pero oírselo decir era reconfortante. Le di otro beso, más corto, y después cogí la bola de arroz que no había llegado a comerse y se la ofrecí.
Cuando terminó de comer, nos bañamos una vez más y luego volvimos a tumbarnos en las toallas para tomar el sol y secarnos, además de intercambiar alguna que otra caricia. Ahora que sabía hasta dónde podía llegar, no estaba tan ansioso como antes y pude asegurarme de que Naruto disfrutara, del mismo modo que él pidió su turno para lamerme a mí. Ninguna mujer se había tomado la molestia de pasar la lengua por todo mi cuerpo, preferían tocar únicamente mis músculos mientras yo les hacía cosas, algo que el doncel no me permitió; prácticamente me obligó a estarme quieto al mismo tiempo que él me exploraba con calma y curiosidad. De nuevo, no se sintió como algo únicamente físico, fue como si cada vez que me tocaba, acariciara una parte más profunda de mí, aunque no era capaz de decir cuál era.
En cuanto el sol empezó a bajar, recogimos nuestras cosas y fuimos al metro para volver a casa. Salimos en la misma parada y caminamos juntos, cogidos de la mano, hasta el cruce donde debíamos separarnos. Una vez allí, nos abrazamos y besamos a modo de despedida.
—¿Qué te ha parecido esta segunda cita? —le pregunté.
Él me sonrió de esa forma tan feliz y sincera. Era hermoso cuando sonreía así.
—Perfecta.
Eso hizo que esbozara una sonrisa divertida.
—¿Eso significa que estoy ganando puntos para verte con lencería?
Naruto me dio un golpecito en el pecho que no me hizo daño. Me reí y él acompañó mi risa.
—Solo por la comida que ha hecho tu madre me pondría lo que quisieras.
—Entonces debería ponerla a cocinar ahora mismo.
—Pobre mujer.
—Ella lo haría encantada, sobre todo si se enterara de que estoy teniendo citas con alguien —comenté.
Entonces, el doncel frunció el ceño.
—¿No le has dicho que estamos saliendo?
Yo negué con la cabeza, haciendo una mueca.
—No quiero que se haga ilusiones. No sabemos a dónde nos conducirá esto.
—Es verdad —admitió Naruto, aunque me pareció ver cierta decepción en sus ojos.
Me dolió un poco verlo así, no era mi intención hacerle daño. Le cogí el mentón y lo levanté para que me mirara a los ojos, quería que supiera que hablaba totalmente en serio.
—Si tuviera que tener una relación seria con alguien, sería contigo, Naruto. —Y, de hecho, cuando pronuncié esas palabras, me di cuenta de lo ciertas que eran. No quería saber nada de Karin ni de las chicas que iban detrás de mí, si tuviera que enamorarme de alguien, sería de ese doncel rubio. De hecho, no creía que fuera muy difícil amarle, yo ya empezaba a quererlo.
Él sonrió un poco y luego suspiró. Me cogió las manos y las estrechó.
—Mira, no es que esté buscando ahora mismo un compromiso, solo… Creo que solo necesito estar con otra persona, no únicamente a nivel físico, quiero…
—Conectar con alguien —terminé por él, entendiendo lo que quería decir. Yo había buscado lo mismo durante años, alguien que me conociera no solo en la cama, sino fuera de ella.
Él asintió.
—Eso es.
Le acaricié el dorso de las manos con cariño.
—Como te he dicho antes, te considero mi amigo. Pase lo que pase entre nosotros, al menos tendremos eso.
Esta vez, su sonrisa fue alegre y sincera. Sentí mis mejillas arder un poco y mi corazón acelerarse, aunque no estuve muy seguro de por qué.
—Eso significa mucho para mí —dicho esto, me dio un beso rápido y luego se apartó un poco de mí. No me acostumbraba a la amarga sensación que me embargaba cuando tenía que separarme de él, no me gustaba nada—. Bueno, ¿vas a pedirme una tercera cita? —me preguntó con ojos pícaros.
Yo sonreí.
—¿Me la concedes?
Y, como siempre hacía, Naruto fingió que lo dudaba unos momentos. Sin embargo, yo ya sabía lo que iba a preguntarme, de modo que decidí adelantarme.
—Quiero que cenes conmigo. Los padres de un amigo mío tienen un asador, creo que te gustaría.
Naruto levantó una ceja, divertido.
—Una cena, ¿eh? Te has vuelto un romántico.
Solté una carcajada, la palabra romanticismo y Uchiha no solían ir en la misma frase, pero realmente me apetecía una cena íntima con él.
—No es solo eso, tengo una sorpresa para ti.
El doncel sonrió y puso los ojos en blanco.
—Si se trata de lo que hay debajo de tus pantalones, siento decírtelo, pero ya me lo imaginaba.
Volví a reír.
—Eso también, pero hay algo más.
En esta ocasión, Naruto me observó con curiosidad.
—¿De qué se trata?
—Cena conmigo y lo averiguarás —dije, satisfecho porque, esta vez, era yo quien tenía el control de la situación.
El rubio ladeó la cabeza, sonriendo.
—Está bien.
—¿El sábado que viene? —adiviné.
—Sí.
—Pero puedo ir a verte entre semana, ¿verdad? —pregunté, solo para estar seguro.
Naruto asintió.
—Cuando quieras —dicho esto, me besó una vez más y nos separamos aunque, antes de irse, se dio la vuelta y me lanzó una de esas sonrisas traviesas que adoraba—. Sasuke, en la tercera cita, no te pediré que pares.
Yo se la devolví. Estaba impaciente porque llegara el sábado.
—Esperaba que dijeras eso.

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