lunes, 3 de septiembre de 2018

Quiero recordarte



Capítulo especial

Choque

Estaba ayudando a mi madre y a mi hermano a recoger los platos de la cena cuando me sonó el móvil. Al ver el número, sonreí y lo cogí sin pensármelo dos veces.
—Hola, Naruto, ¿ya me echas de menos?
Oí un leve bufido.
—Siempre —dijo en un tono apagado que me extrañó.
—¿Va todo bien?
—Ah… —Hubo una larga pausa que hizo que me preocupara—. Sasuke, tengo que hablar contigo.
Noté una sensación desagradable en el estómago al oír sus palabras. ¿Por qué eso me sonaba al famoso “tenemos que hablar” que precede a una ruptura?
—¿Pasa algo malo? —inquirí, llamando la atención de mi madre y mi hermano.
Ellos ya sabían de mi relación con Naruto, de hecho, toda mi familia conocía a Naruto… incluido mi padre. No fue una cena agradable. Ahora me evitaba y se pasaba prácticamente todo el día en su despacho de la empresa.
—No —respondió rápidamente Naruto, probablemente percibiendo mi malestar—. Todo va bien, es que… ha pasado algo importante y… necesito hablar contigo.
—Voy para allá —dije y colgué el teléfono.
Itachi fue el primero en preguntarme:
—¿Qué pasa?
—Algo no va bien —respondí, un tanto preocupado. No podía quitarme de la cabeza las palabras de Naruto, que sonaban a que había algo en nuestra relación que no funcionara, lo cual me extrañaba un poco, porque en todo el año que llevamos juntos hemos estado muy bien… sin contar la desagradable presentación de Naruto a mi padre y a esa loca que le atacó. Me estremecí al recordarlo. Por un momento pensé que el doncel no lo contaría, pero por suerte Blue venía con nosotros y evitó que esa mujer le hiciera más daño.
—¿Quieres que vaya contigo? —se ofreció mi hermano de inmediato.
Yo negué con la cabeza.
—No, dijo que quería hablar conmigo. ¿Puedes prestarme el coche?, sonaba urgente.
—Claro, es todo tuyo —respondió, rebuscando en sus bolsillos las llaves antes de tendérmelas.
No perdí el tiempo; fui al garaje y saqué el coche, introduciéndome en la carretera. Fui un poco más rápido de lo que solía ir, deseando llegar lo más rápido posible hasta mi rubio para asegurarle que fuera lo que fuera lo que ocurría, podíamos solucionarlo. Creo que entre nosotros no hay ningún problema salvo, tal vez, mi padre; Naruto se sentía responsable del distanciamiento entre él y yo, era consciente de que Fugaku Uchiha no le aceptaba como mi pareja y le dolía que, por su supuesta culpa, mi vínculo con mi progenitor se hubiera roto. Pero le aseguraría que no era así: mi padre estaba enfadado conmigo por mis decisiones, no solo por haberle escogido a él como novio, sino porque le dije que iba a cambiar de carrera. Al fin había dado el gran paso y le había dicho lo que quería hacer, estudiar historia y tener una larga relación con mi rubio, y ahora ya no me importaba lo que él pensara. Era mi vida, no la suya.
Tenía que hacérselo entender a Naruto. Comprendía que, debido a que él perdió a su familia, no quisiera ser la causa de que yo me distanciara de la mía. Bueno, en realidad solo me apartaría de mi padre si no terminaba por aceptar mi decisión, mi madre e Itachi adoraban a Naruto y estaban encantados de que estuviéramos juntos. También quería que comprendiera que yo debía plantarle cara a Fugaku, que no volvería a ser una marioneta y que quería vivir a mi manera, dedicarme a algo que me apasionara y salir con quien quisiera. Mi novio era listo, acabaría por entender mi punto vista.
Eché un vistazo al próximo semáforo y vi que se ponía en verde, por lo que no aminoré la marcha y continué recto pero, antes de que pudiera reaccionar o asimilar el borrón rojo que había visto por el rabillo del ojo, impacté con fuerza contra otro vehículo salido de la nada y sentí cómo era lanzado hacia abajo, mientras mi coche daba una vuelta vertical sobre el otro. Fue muy rápido y sentí tantas cosas que no pude procesar que estaba teniendo un accidente: el cinturón quedó comprimido contra mi pecho, expulsando el aire de mis pulmones por unos momentos; la luna quedó prácticamente destrozada contra el costado del otro vehículo, igual que el salpicadero, que prácticamente estalló y salió disparado; el techo se abolló, haciendo que me golpeara la cabeza contra el mismo al acabar bocabajo y dejándome aturdido; los cristales de las ventanillas se pulverizaron al acabar de dar la vuelta y caer en el suelo, y un horrible chirrido hirió mis oídos mientras sentía algo ardiente que consumía mi piel en el costado izquierdo.
Creo que me desmayé por unos segundos, ya que no sentí nada durante unos segundos y mi visión se emborronó, pero luego regresó todo: un molesto pitido en los oídos, la sensación de tener la cabeza embotada, como si estuviera muy mareado, aturdimiento, dolor muscular en prácticamente todo mi cuerpo, sobre todo en las piernas y el costado izquierdo, el cual me quemaba como el infierno, pero lo peor de todo era que notaba algo frío y afilado clavado en mi pecho.
Parpadeé un par de veces, intentando aclarar mis pensamientos. El volante y los alrededores estaban manchados de sangre, de hecho, yo también lo estaba, sentía la humedad caliente en la cara y en la mayor parte de mi torso. Fui consciente entonces de que mi coche había terminado volcado de lado sobre el asfalto, concretamente sobre mi lado, y que había derrapado un par de metros a juzgar por las marcas negras de la carretera. Eso explicaba las quemaduras de mi costado izquierdo; las chispas que habían saltado a causa del contacto entre el metal y asfalto me habían caído encima. Sin embargo, solo me recorrió una oleada de pánico cuando que tenía un trozo de metal clavado en el pecho. No era muy grande, pero sentirlo removiéndose dentro de mí cada vez que tomaba una agitada respiración me tenía bastante asustado. Mi primer instinto fue intentar moverme, alejarme del coche y buscar un lugar seguro, pero mi brazo izquierdo no respondía y apenas podía mover las piernas; el capó estaba destrozado y me había dejado atrapado. El pánico empezó a dominarme, sabía que estaba grave y que no podía salir de donde estaba, ni siquiera sabía donde estaba mi móvil, habría caído en cualquier parte durante el choque.
De repente, oí unas voces. Hice un esfuerzo por mover la cabeza y vi cómo unas piernas corrían en mi dirección. Intenté gritar para pedir ayuda pero solo me salió un débil gemido. En ese momento, la persona que estaba allí se agachó y me encontré con la mirada preocupada de un hombre.
—Joder… —masculló antes de contemplarme con temor—. Eh, chaval, tranquilo, ¿vale? Mi mujer ha llamado a una ambulancia y está de camino, ¿de acuerdo? Tú solo aguanta un poco.
Incliné un poco la cabeza, haciéndole saber que aguantaría. Pese a que había sido un ligero movimiento, me mareé y estuvo a punto de perder el conocimiento, pero traté de resistir un poco. Me centré en el hombre, al que vi correr en dirección contraria, y le seguí con la mirada. Fue hasta el otro coche, que estaba destrozado, y que iba al asiento del conductor; se inclinó sobre este para, al instante siguiente, retroceder con las manos sobre el rostro antes de deslizarlas por su pelo. Comprendí que estaba muerto.
Me sentí mal por él, porque había chocado contra su coche, pero no me sentí culpable del todo; había salido de la nada sin respetar su señal para detenerse y a una velocidad de locos.
Al menos eso fue lo que pensé hasta que el hombre se apartó lo suficiente como para que pudiera ver su rostro. Sentí ganas de vomitar y noté un líquido saliendo de mi boca, no sé si era bilis o sangre.
No era más que un chaval. Sus facciones juveniles lo delataban como un adolescente de unos quince o dieciséis años, tenía el pelo oscuro y sus ojos oscuros estaban apagados de un modo escalofriante. En las películas ves a los actores cuando mueren y, aunque son convincentes, no pueden compararse con eso, esos ojos observando algún punto inconcreto, opacos, muertos, no se pueden imitar.
Joder, ¿qué he hecho?
Eso fue lo último que me vino a la cabeza. Después, me sumergí en la oscuridad.

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