jueves, 10 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 7. ¡Duelo por Naruto!

—Hoy estás que te sales, Lee —felicitó Sasuke mientras jadeaba con una sonrisa.
Habían pasado unos días desde el incidente con Sakura y todo había regresado más o menos a la normalidad. Hubo un momento muy tenso, al principio, en el que el pueblo se enteró de que una extranjera había profanado la morada de su dios protector, que causó un gran revuelo a las puertas del palacio, donde se exigió que la mujer fuera duramente castigada y expulsada de inmediato por la grave ofensa. Aparte, también habían oído rumores de que esta estaba cómodamente asentada en sus aposentos, en vez de estar en una celda, lo cual provocó un gran descontento y muchas protestas que la reina apenas sí pudo contener.
Sin embargo, fue Naruto quien logró apaciguar los ánimos. Se presentó en mitad de la multitud en vez de hacerlo desde los muros del palacio para protegerse del furioso gentío, lo cual provocó un instante de desconcierto entre los ciudadanos antes de dejarle un amplio espacio y guardar silencio para escucharle. Todo el pueblo amaba a su creador, era sabido por todos que ayudaba a aquellos que le necesitaban sin pedir nada a cambio, por lo que a nadie se le habría ocurrido ponerle un dedo encima, incluso se habrían lanzado a protegerlo con sus vidas del ataque de un enemigo.
Por eso, Naruto pudo explicarles con mayor detalle lo ocurrido en el bosque: les contó que los sirvientes de Kurama fueron quienes encontraron a la extranjera y aplicaron su propio castigo, perdonándole la vida a cambio de un alto precio que se revelaría llegado el momento, pero que, por ahora, estaba herida de gravedad y era incapaz de valerse por sí misma. Apeló a los sentimientos de su pueblo diciendo que ellos no eran monstruos, que debían demostrar que eran mejores que la extranjera que les había ofendido porque, de lo contrario, no serían muy distintos a ella, lo cual logró ablandarlos. Naruto aseguró y prometió que no quedaría sin castigo, pero pidió que esperaran hasta que se recuperara de sus heridas.
Sasuke se sintió muy impresionado por eso, tuvo que reconocer que su prometido sabía muy bien cómo manejar a sus ciudadanos, y se prometió recordarlo para el futuro.
A decir verdad, Naruto no dejaba de fascinarlo; no era solo la belleza física que había descubierto en él recientemente, era su forma de ser, su carácter, su fuerza, su genuina preocupación por los demás, su empeño en hacer todo lo que estuviera en su mano por su reino. Hacía que deseara ser un mejor hombre, que se levantara por las mañanas con ganas de esforzarse más en convertirse en alguien digno de gobernar a su gente a su lado. Lo estimulaba, hacía que se sintiera… vivo, pero era una sensación distinta a la adrenalina de un combate o al calor húmedo de un apasionado encuentro sexual, era… diferente. Era como si le hubiera mostrado una buena razón para vivir en aquel mundo, uno en el que solo había conocido la lucha por la supervivencia, la hostilidad, el miedo, la avaricia, la crueldad; siempre se había preguntado si realmente merecía la pena luchar por un lugar así, donde los hombres se mataban los unos a los otros por obtener más riquezas, o más tierras, no importaba, la cuestión era conseguir más. Su propio país no le había mostrado más que las ansias por sobrevivir a los crudos inviernos, y sí, eso les había hecho más fuertes y curtidos, pero también los había sumido en un estrés constante, una asfixiante desesperación por estar preparados para las próximas nevadas, para ser más duros para cuando la comida escaseara y el gélido temporal los asolara, obligándolos a refugiarse encerrándose en sus casas.
Con Naruto, en el Reino del Fuego, había descubierto un nuevo ambiente, uno más relajado y alegre que, inevitablemente, había influido en su carácter. Ya no se sentía ahogado por la presión, lo que le permitía ser ligeramente más abierto y divertido, prueba de ello eran los piques constantes entre su prometido y él, o que a veces bromeara sobre su hermano (de lo que este se percató y que, de nuevo, le gustó bastante, pues era como si el niño que fue Sasuke en su momento hubiera regresado), incluso se metía descaradamente con Sai.
Todo eso había hecho que su atracción hacia Naruto se reafirmara con fuerza… lo que causó ciertos conflictos dentro de él.
Lee esbozó una amplia sonrisa, contento por el halago.
—¡Gracias, alteza! —respondió con la efusividad que lo caracterizaba—, uno debe estar preparado para proteger a la familia real, sobre todo si vamos a tener tantos invitados extranjeros.
Ambos estaban entrenando en el patio de armas junto a otros soldados que luchaban entre ellos por su cuenta. Debido al anuncio oficial del matrimonio entre Sasuke y Naruto, el Reino del Fuego estaría a rebosar de gente aparte de los reyes de otros países, por lo que la seguridad había aumentado en los últimos días, preparándose para su inminente llegada en masa. De hecho, el propio Itachi le había ofrecido a Tsunade los hombres de su reino que le habían acompañado durante el viaje, dado que su hermano pequeño era uno de los protagonistas del evento y, en consecuencia, un posible blanco. La reina no tuvo problemas en aceptarlos.
En esos momentos, Lee era uno de los que estaba entrenando duro para cuando llegara el momento, y Sasuke aprovechaba para practicar con él. Ese día en concreto, el joven estaba especialmente en forma, sus movimientos eran tan veloces que al Uchiha le costaba seguirlo.
Este dejó su espada apoyada en una pared y cogió una toalla antes de humedecerla en un abrevadero para lavarse. Lee lo siguió para imitar su ejemplo.
—Tiemblo solo de pensar en el pobre diablo que se atreva a intentar algo contra Naruto —dijo Sasuke, sabiendo que su acompañante lo mataría antes de que pudiera acercarse.
Lee lo miró serio un momento.
—En su defensa, últimamente está algo distraído, alteza. ¿Ocurre algo?
Sasuke se tensó un poco. No esperaba que nadie se diera cuenta de ello.
—No, solo me pone nervioso el anuncio. Odio esa clase de actos.
El otro hombre no se lo tragó.
—No dudo de ello, alteza, pero discúlpeme si no creo que esa sea la razón por la que tiene la cabeza en otra parte.
El Uchiha se quedó un poco impresionado por su franqueza. Sin embargo, Lee no se caracterizaba por ser especialmente discreto, si quería expresar algo, lo soltaba del mismo modo en que una catapulta lanzaría una piedra.
Suspiró. Puede que no fueran íntimos amigos (en realidad, el único amigo íntimo que tenía era Naruto), pero había llegado a respetar a Lee como un rival digno de él y también reconocía que era un gran guerrero; además, había aprendido a apreciarlo por el fuerte vínculo de amistad que tenía con Naruto, sabía que lo protegería con su vida si era necesario y eso le agradaba, confiaba en él para que lo cuidara.
—Gracias por preocuparte, Lee, pero no es necesario. Es algo que debo solucionar por mi cuenta.
—¿Es por la mujer del Reino del Hielo?
Sasuke hizo una mueca de desagrado. No había vuelto a ver a Sakura desde que se vieron en el Bosque Sagrado, y tampoco es que tuviera muchas ganas de interactuar con ella.
—No.
—¿Seguro? Comprendo que le puso en una situación complicada.
El Uchiha frunció el ceño.
—¿Lo entiendes?
Lee asintió sin asomo de duda.
—Claro. Ella viene de su tierra natal y estoy seguro de que la conoce, pero al mismo tiempo va a ser el rey de este país, y ella ha quebrantado las leyes sagradas. Le pone a usted en un compromiso.
—… Es verdad —admitió Sasuke, apartando la vista—. No creo que lo que ella hizo estuviera bien, pero es mi obligación como príncipe del Hielo defenderla… y como futuro rey condenarla. —Hizo una pausa, cerrando los ojos—. Pero… no es eso lo que me preocupa.
—¿Y qué es? Déjeme ayudarle si está en mi mano.
—No puedo decírtelo, no es… apropiado.
Para su sorpresa, Lee le dio un puñetazo amistoso en el hombro.
—¡Vamos, alteza!, aquí está entre amigos.
Sasuke no pudo evitar esbozar una media sonrisa.
—Dices que estoy entre amigos pero sigues usando un título honorífico conmigo.
El joven levantó un dedo con seriedad.
—Puedo ser su amigo sin incumplir los protocolos sociales, como debe hacer todo caballero. Así que seguiré llamándole alteza, pero puede contar conmigo para cualquier cosa, yo sé que es usted alguien de confianza.
Eso hizo que el otro hombre parpadeara.
—¿Lo sabes?
Lee sonrió.
—Veo la forma en la que mira a Naruto, cómo lo trata, cómo lo defiende y protege. Para mí, eso es suficiente.
Sasuke frunció un poco el ceño, ya que no había esperado una respuesta así, pero luego levantó una comisura del labio.
—Eres un buen amigo, Lee.
Este se encogió de hombros.
—Hago cuanto está en mi mano por ser la mejor persona que puedo ser —dicho esto, le hizo un gesto para que se sentara con él en un banco algo apartado del patio que les ofreciera un mínimo de intimidad del resto de soldados que estaban practicando—. Ahora, cuénteme cuál es su problema.
Al pensar en ello, se puso rojo hasta las orejas, sintiendo una fuerte oleada de vergüenza.
—Es que…
—¿Sí?
—Tiene que ver con… Naruto.
—¡Pues razón de más para que me lo cuente! ¡Suéltelo!
A Sasuke le costaba mucho hablar de ello ya que le daba mucha vergüenza tener que pedirle consejo a alguien en ese aspecto, pero sabía que si se lo contaba a Itachi, se sentiría mucho peor… por no hablar de Sai. Dioses, su primo se reiría de él por toda la eternidad, incluso después de que ambos hubieran muerto ese cabrón encontraría la manera de burlarse de él.
—Necesito que seas muy discreto con este tema —se apresuró a decir a toda velocidad.
Lee estrechó los ojos con sospecha, fijándose en el color de la cara de su futuro rey y en lo tímido que parecía haberse vuelto de golpe.
Una maliciosa sonrisa se extendió por su rostro.
—Ah… ¿Problemas del corazón? —inquirió, arrimándose a Sasuke y dándole pequeños codazos en un costado.
En respuesta, Sasuke se puso aún más colorado.
—¡No es eso!
—Pero está relacionado, ¿a que sí?
El que el Uchiha se quedara muy callado fue más que suficiente para que los ojos de Lee brillaran.
—Muy bien, sé el tema general pero no el problema en cuestión. ¿Es por el cortejo?, ¿no conoce las costumbres de aquí?, ¿no sabe cómo ser romántico? No se preocupe, ¡los Lee somos conocidos por ser unos románticos empedernidos!, así fue como mi padre conquistó a una de las más bellas mujeres del reino, mi madre.
A Sasuke le incomodaba mucho hablar de esas cosas.
—No es eso.
—¿Entonces?
Tras asegurarse de que nadie les estaba escuchando, el Uchiha se acercó al oído cotilla del otro hombre y le susurró su problema. Nada más saberlo, Lee se llevó las manos a la boca y lo contempló sonrojado.
—¡Pero, alteza, yo creía que usted sabía de esas cosas!
En un impulso, Sasuke le dio un golpe en la cabeza y susurró molesto:
—¡Pues claro que sé! Pero nunca he… Yo no… No con alguien que no supiera.
La verdad era que, desde que había descubierto la atracción física que Naruto ejercía sobre él, había pasado las noches (y parte de los días) imaginando cómo sería tener a su prometido en su cama. Sin embargo, ese deseo carnal batallaba constantemente contra su miedo a hacerle daño; sabía que él era virgen y, aparte, que le asustaba ese momento porque se sentía inseguro acerca de su sexualidad debido a que era el único creador que había en esos momentos. Y, a pesar de que parecía haberle infundido cierta seguridad en su última conversación al respecto, el propio Sasuke estaba aterrorizado porque nunca le había quitado la virginidad a nadie, simplemente escogía una mujer que solía dejarle hacer lo que quisiera con ella.
Pero Naruto no era cualquiera, era su amigo y futuro esposo, odiaría causarle dolor de cualquier tipo, y más aún uno en el que se suponía que ambos debían disfrutar. Quería que su prometido experimentara lo placentero que podía ser tenerle como amante y, en cierto modo, la idea de ser quien él quien le enseñara las distintas formas de complacerle le resultaba de lo más excitante. Sin embargo, antes tenía que superar la primera noche con Naruto, una en la que, sin lugar a dudas, el rubio estaría asustado y nervioso, pese a estar seguro de que confiaba en que no le haría daño… no a propósito, al menos.
Por suerte para él, su incomodidad no duró mucho cuando Lee se centró en su problema.
—Ya entiendo. Le preocupa no ser lo bastante cuidadoso con él, y el hecho de que Naruto sea un creador le pone más nervioso, porque no sabe lo que debe esperar.
Sasuke frunció el ceño, un poco impresionado por las conclusiones de Lee.
—¿Cómo lo has sabido?
—No es usted el único al que le preocupa la noche de bodas, alteza. Cuando yo y otros amigos de Naruto supimos sobre su compromiso, nos preocupamos no solo por si acababan casándolo con un indeseable, sino que también nos preguntábamos si tal vez lo pasaría peor por ser un creador, o si acaso no tendría tantos problemas para su primera vez.
—¿Y llegasteis a alguna conclusión?
Lee se encogió de hombros.
—Naruto no ha estado con ningún hombre, así que no hay forma de saberlo —dicho esto, le dio una palmada amistosa a Sasuke en el hombro y luego le guiñó un ojo—. Pero no se preocupe, alteza, yo puedo darle algunos consejos que podrían servir, sobre todo para hacer que Naruto se sienta más cómodo con usted de cara a esa noche.
Pese a que a Sasuke le resultó humillante que otra persona tuviera que aconsejarle sobre sexo, escuchó con atención a Lee. La mayoría eran cosas que él ya suponía que podían ayudar a Naruto a que la penetración fuera más cómoda y menos dolorosa para él, pero hubo algo que le pareció sumamente curioso y en lo que no había pensado: en vez de esperar a la noche de bodas para tener sexo, podía empezar un lento pero progresivo acercamiento más íntimo con su prometido desde ya.
No se trataba de ir directo a por sexo, Lee se refería a que podía aprovechar la amistad que ya existía entre ellos para abrazar o acariciar a Naruto, de forma que este se fuera sintiendo poco a poco más cómodo con su toque, con el contacto entre sus cuerpos aunque hubiera ropa por el medio. Le pareció una buena idea y encontraba cierta lógica en eso, además de que, con el paso del tiempo, podría ir haciendo otras cosas como besarlo o… tocarlo más íntimamente. Era como un sutil juego de seducción y, aparte de encontrarlo excitante (ya que él nunca había tenido que esforzarse en conseguir una mujer), creyó que era lo mejor para su prometido. Por supuesto, él siempre respetaría los límites que le impusiera, jamás se le pasaría por la cabeza obligarlo a hacer algo que ya le resultaba muy incómodo.
—Gracias, Lee —dijo, estrechándole la mano—. Me has ayudado mucho.
Este le dedicó una sonrisa que dejó al descubierto su blanca dentadura y le mostró el pulgar.
—¡Estoy para serviros, alteza! Y no se preocupe, no le diré nada a nadie sobre esto —dicho esto, señaló el patio—. Ahora que está más tranquilo, ¿qué le parece si seguimos?
Sasuke sonrió mientras se incorporaba.
—Por supuesto, tengo que ganar la revancha.
Lee soltó una alegre carcajada y ambos recogieron sus espadas. Sin embargo, cuando estaban a punto de empezar el combate, escucharon que los soldados gritaban algo antes de empezar a formar filas y erguirse en una posición firme, dejando paso a alguien a quien Sasuke no reconoció. Era casi tan alto como él, tan solo lo superaba por unos pocos centímetros, y su cuerpo atlético de torso amplio bastaba para intimidar a cualquiera, sobre todo con esos andares tan rápidos y furibundos y la mirada hostil de sus ojos aguamarina, enmarcados por los cortos mechones de cabello rojo intenso.
Al mirarlo, apareció un brillo de reconocimiento a la vez que un odio palpable.
—¿Sasuke Uchiha? —preguntó con una voz grave y potente, llena de rabia contenida.
Él asintió, pero con el ceño fruncido.
—Sí. ¿Quién eres? —inquirió con cautela, intuyendo que tal vez no quería saberlo.
Y hacía bien en ser cauteloso, porque el hombre se quitó la capa que llevaba encima, tirándola al suelo antes de desenvainar su espada y apuntarle con ella.
—Soy Gaara Sabaku, príncipe del Reino del Desierto. Te reto a un duelo por la mano de Naruto Namikaze, príncipe heredero del Reino del Fuego.
—¡¿QUÉEEEEEEEEEEE?! —gritaron todos los soldados, olvidando por un instante su protocolo y llevándose las manos a la cabeza, Lee incluido.
Sasuke, por otra parte, se había quedado igual de sorprendido, pero no tardó en recomponerse y en hinchar el pecho en ademán amenazador. ¿Quién coño se creía que era ese imbécil para reclamar a su prometido?
—No sé por qué crees tener derecho a pelear por su mano. El compromiso es oficial, por si no lo sabías.
Gaara arrugó la nariz con evidente desagrado.
—Es un compromiso forzado, sé que Naruto jamás se casaría con alguien como tú.
Una vena empezó a latir en la sien de Sasuke. No, ese no era el mejor día para cabrearlo; ya estaba bastante preocupado con el tema de quitarle la virginidad a un creador como para que encima ese imbécil se presentara en SU futura casa para reclamar a SU prometido.
Hizo amago de sacar la espada, pero Lee lo detuvo y se interpuso entre ellos.
—Alteza, no. Gaara es un buen amigo de Naruto, él odiaría verlos pelearse.
Eso jodió todavía más a Sasuke. Pese a que jamás lo admitiría, ni siquiera a Lee, desde que se sintió atraído físicamente por Naruto, había experimentado por primera vez en su vida algunas inseguridades que nunca antes le habían supuesto ningún problema; para empezar, siempre se había sentido orgulloso de seguir su propio camino, marcharse de su reino y navegar por todo el mundo en busca de aventuras, no negaría que le gustaba presumir de ello y de la fama que se había ganado por su cuenta, al margen de su propio apellido. Sin embargo, Naruto había creído que era una falta de responsabilidad hacia su país y su gente, por lo que Sasuke se había dado cuenta de que, si el creador hubiera podido elegir libremente con quién casarse… jamás le habría escogido a él.
Y eso dolía, más de lo que quería admitirse a sí mismo.
El hecho de que, además, su prometido ni siquiera lo considerara atractivo o hubiera pensado en él de un modo sexual, hacía que aumentaran sus inseguridades. ¿Era lo bastante bueno para él? ¿Podría alguna vez sentirse lo suficientemente digno? Mientras que él había estado en el mar por su cuenta, Naruto había estado luchando sin descanso contra los sacerdotes y procurando el bienestar de su pueblo, hasta había aceptado un matrimonio que no deseaba en absoluto.
A diferencia de él, Naruto nunca había huido. Le había plantado cara a los problemas con sus desafiantes ojos azules y les había dicho: “cuidado con tocarme mucho los huevos porque os juro que os joderé vivos”. Así era su prometido.
Así aspiraba a ser él… aunque no siempre creía que lo lograría, pero seguía intentándolo.
Lo hacía para que Naruto no tuviera que estar casado con un imbécil y un cobarde, quería demostrarle que estaba dispuesto a todo para ser el buen rey que él creía que podía ser, como le había dicho una vez.
Así que lo último que necesitaba era tener a un “buen amigo” de Naruto diciéndole que él jamás estaría a la altura. Un “buen amigo” que, obviamente, quería algo más que amistad con el rubio.
Eso terminaba por cabrearlo, y mucho… pero, al mismo tiempo, no quería disgustar a su prometido, por mucho que le jodiera ese pelirrojo que creía que podía aparecer como si nada y reclamar algo que no le pertenecía. De modo que apartó la mano de la espada y retrocedió un paso, haciendo que Lee le sonriera con aprobación.
Reuniendo la poca paciencia que tenía, se enfrentó a Gaara.
—Si tienes cualquier problema con el compromiso, háblalo con la reina.
El pelirrojo lo miró con desprecio.
—Eres un cobarde.
Sasuke apretó los puños con fuerza. Sí, puede que para algunas cosas lo fuera, ¿pero para un combate? Ese no sabía lo que decía.
—Yo nunca huyo de un combate —replicó antes de sonreír de lado con diversión—. Lo que ocurre es que no quieres hablar con la reina porque te dirá que el compromiso ya está hecho.
Una ceja de Gaara se movió de forma impulsiva, como si fuera un tic. El Uchiha sonrió con malicia al darse cuenta de que había dado en el clavo.
—¿Quién es el cobarde ahora?
—Tsunade hace lo que es mejor para el reino, y lo respeto —dijo Gaara con seriedad, aunque no por ello dejó de lanzarle miradas asesinas a Sasuke o de apuntarlo con la espada—, pero no es justo que Naruto tenga que cargar contigo, se merece algo mejor. ¿Por qué no me lo dejas a mí? Tú podrás volver al mar y a follar con todo lo que se te ponga por delante y yo cuidaré de Naruto. Le amo.
Hubo algo en esa declaración que logró encenderlo, no supo si era porque le había llamado descaradamente putón o por haberle dejado claro sus sentimientos hacia su futuro esposo. No lo pensó demasiado, solo supo que le hervía la sangre solo de pensar en ese gilipollas sobre el cuerpo desnudo de Naruto.
Su mano fue hacia la empuñadura de su espada y la apretó con fuerza, aunque todavía se resistía a desenvainarla. Odiaba a ese imbécil, pero no quería que el rubio se enfadara con él por marcar sus botas en su estúpido trasero.
—¿Y Naruto está de acuerdo? ¿Te has molestado siquiera en preguntarle?
Gaara sonrió con suficiencia.
—No hace falta. Somos amigos desde hace mucho tiempo y me quiere. Preferirá estar con alguien a quien conoce que con un extranjero que solo lo joderá para tener hijos antes de buscar a una mujer.
Esa insinuación terminó de enfurecer a Sasuke.
—¡¿Crees que le deshonraría de esa forma?! ¡Va a ser mi esposo, jamás mancillaría su honor!
—¡Tú no sabes lo que es eso! ¡Ni siquiera te importa hacerle daño!
Ahí tocó una fibra muy sensible para Sasuke, quien no lo soportó más y desenvainó la espada, esquivando a Lee para lanzarse furiosamente contra Gaara, que no dudó en responder al golpe.
Los soldados que había en el patio miraron nerviosos a Lee, pues era el hombre de más alto rango. Este soltó una maldición; solo era un capitán del ejército, no era nadie para ordenar, exigir o tratar de detener a los príncipes, acabaría saliendo malparado. Así que solo podía hacer una cosa; les lanzó una mirada significativa a los soldados para que tuvieran vigilados a Sasuke y Gaara mientras él salía corriendo a toda pastilla a por la única persona que sabía que podía pararlos.
Mientras tanto, ambos contrincantes luchaban ferozmente entre ellos como si de una batalla a muerte se tratara. Gaara, que desde la adolescencia había estado enamorado de su rubio amigo, había entrenado un día tras otro a lo largo de los años para ser lo bastante fuerte como para proteger a Naruto, queriendo demostrarle que sería un buen rey por él y que daría su vida por la suya si era necesario, todo con tal de hacerle saber que lo amaba y que haría lo que fuera por estar a su lado. De modo que tenía una táctica de combate perfecta, con movimientos bien estudiados, sin desperdiciar uno solo y, además, también contaba con la motivación suficiente como para pelear con fuerza, negándose a la idea de perder al joven que había conquistado su corazón.
Por otro lado, Sasuke era más mayor y tenía más experiencia, no solo en los entrenamientos, sino en el campo de batalla real, así que, si bien las técnicas que enseñaban a los jóvenes soldados eran efectivas, el príncipe del Hielo había aprendido que no eran ni mucho menos infalibles y, de hecho, había creado combinaciones propias entre su espada y otras armas, o incluso con sus puños y patadas que, claramente, tomaron a Gaara por sorpresa. Sin embargo, tenía una desventaja: el príncipe del Desierto venía preparado y fresco para el combate, mientras que él ya había estado entrenando con Lee un par de horas y este le había reventado, por lo que estaba más cansado y eso se notaba en su ritmo, lo cual aprovechó el pelirrojo para ponerlo contra las cuerdas, aunque Sasuke a duras penas lograba quitárselo de encima gracias a su creatividad y a que era capaz de reconocer los movimientos que haría Gaara por la forma en que colocaba los pies y la espada.
Al final, lo que fue decisivo fue la motivación de Sasuke. Gaara era fuerte y tenía sin lugar a dudas una buena técnica que había perfeccionado con muchos años de entrenamiento, pero el Uchiha, aparte de su intensivo aprendizaje bajo la severa mirada de su padre y su experiencia y creatividad, estaba igualmente motivado y muy cabreado para luchar. Era, simple y llanamente, ofensivo que hubiera insinuado que a él le importaba un comino hacerle daño a Naruto. Podía llamarle cobarde, putón y todo lo que quisiera, pero que no se atreviera a pensar que sería capaz de causarle cualquier malestar a su prometido, fuera físico, mental o emocional. Joder, sobre todo físico; él había sido un pirata, ¡pero no era un puto animal!
Después de un montón de golpes en los que ambos acabaron jadeando por el esfuerzo, Sasuke fingió que le fallaba una pierna para acabar arrodillado en el suelo, momento que Gaara no dudó en aprovechar para darle un golpe de gracia. Ahí cometió su error: tuvo que alzar la espada y dejar desprotegido su flanco para coger impulso y fuerza, cosa que Sasuke detectó de inmediato. Con el pie que tenía apoyado sobre el suelo, dio un empujón suficiente para hacer rodar su rodilla sobre el suelo y encararse a su contrincante al mismo tiempo que, como él, cogía impulso y fuerza, solo que él logró, además, una velocidad que le permitió golpear con la espada el costado del pelirrojo (no con el filo, pues no era su intención matarlo), haciendo que se doblara por el dolor. Esos segundos de distracción le bastaron para incorporarse y darle un fuerte mandoble al arma de su rival, lanzándola lejos, antes de amenazarlo con su filo.
Sasuke había ganado el duelo. Los soldados lo vitorearon, orgullosos de que su futuro rey hubiera vencido a pesar de sus desventajas.
Este fulminó a Gaara con la mirada.
—He ganado. Naruto sigue siendo mío —dicho esto, ignoró los ojos envenenados de su contrincante y se apartó de él, dándole la espalda mientras se marchaba.
Eso fue un error.
El príncipe del Desierto no estaba dispuesto a rendirse tan pronto, así que se abalanzó de nuevo contra Sasuke, a pesar de ir desarmado. El otro hombre no lo vio llegar y, para cuando uno de los soldados lo avisó, ya era tarde; al girarse, el puño de Gaara ya estaba en el aire, así que solo pudo apartarse unos centímetros que tan solo evitaron que le diera de lleno en la cara, en vez de eso, le golpeó directamente la oreja. Pero eso fue aún peor, ya que había sido tan fuerte que lo dejó con el oído sangrando y pitando, provocando que llevara instintivamente sus manos a la cabeza para protegerse del punzante dolor, soltando su espada en el proceso.
Gaara no se detuvo, le dio un rodillazo en el estómago que lo dejó por un momento sin aire y, sin querer darle tiempo para que se recuperara, su adversario le dio un puñetazo tan fuerte en la cara que lo tiró al suelo, haciendo que su cabeza rebotara contra el terreno pedregoso, dejándolo aturdido por unos segundos. El pelirrojo aprovechó para ponerse a horcajas sobre él para seguir golpeándole en el rostro.
—No permitiré que arruines su vida —masculló, levantando el puño.
Pero, de repente, una mano fuerte tiró de él y lo apartó bruscamente de Sasuke, echándolo de espaldas contra las frías piedras del patio. Gaara se incorporó con un gemido y miró a quien le había interrumpido. Su rostro se contrajo por la rabia.
—Esto es entre el Uchiha y yo. Apártate, Lee.
Este se mantuvo firme delante de Sasuke, protegiéndolo.
—No recibo órdenes de ti.
—¿Acaso ya cumples las de ese tipo? Todavía no es tu rey.
Las facciones del guerrero se endurecieron.
—No, pero cumplo las de los Namikaze, y el príncipe exige que esto se detenga.
Al oír eso, Gaara se sobresaltó y miró directamente la entrada al patio, por donde apareció el hermoso creador del que se había enamorado corriendo.
Al pasar por el arco que precedía al amplio espacio de entrenamiento, Naruto se paró en seco y dedicó un instante a estudiar la situación: Gaara sentado en el suelo con varios golpes y las ropas desarregladas, Lee interponiéndose en su camino, Sasuke tumbado con las manos sobre la cabeza y una mueca de dolor.
Casi pudo sentir cómo la sangre huía de su rostro.
—¡Sasuke! —lo llamó antes de correr hacia él y arrodillarse a su lado.
Pese a que su corazón latía desbocado al ver a su prometido en ese estado, no dejó que sus emociones nublaran su juicio. Lee le había dicho que se estaban batiendo en duelo por él, por lo que no podían haberse hecho heridas graves, es más, no detectó ningún corte profundo ni tampoco nada grave en el cuerpo de Sasuke. Sin embargo, se dio cuenta de que tenía una fuerte contusión en la cabeza tras examinarlo un poco, y que también estaba sufriendo a causa de la leve hemorragia que tenía en el oído.
Al ver que todos los soldados se estaban acercando a él para ofrecer ayuda, apretó la mandíbula un instante y gritó:
—¡Todo el mundo atrás! —dicho esto, se giró un segundo para mirar a Gaara, que se había incorporado y ahora se dirigía a él. La rabia inundó cada recoveco de su cuerpo—. ¡Lee, vigílalo y que no se acerque!
El rostro del pelirrojo se volvió pálido e hizo amago de avanzar.
—Naruto, yo…
De inmediato, Lee se interpuso entre él y su príncipe con las facciones endurecidas.
—Quédate donde estás, Gaara.
Este le lanzó una mirada suplicante a Lee.
—Vamos, Lee, somos amigos desde hace tiempo, sabes que yo no…
—Ya te lo he dicho antes, cumplo órdenes de los Namikaze.
Mientras tanto, Naruto los ignoró y ayudó a Sasuke a sentarse antes de dejar su cabeza contra su pecho para tener un lugar donde apoyarse. Sus manos no abandonaban su cabeza.
—Sasuke, ¿cómo estás?
Este rechinó los dientes. Podía oír a Naruto, pero su voz se escuchaba amortiguada y algo distorsionada.
—Mi oído… No deja de pitar…
El creador lo abrazó por el cuello con delicadeza y puso los labios contra su oreja herida. Sasuke tuvo el impulso de apartarlo para protegerse del dolor, pero Naruto lo detuvo con su suave voz.
—Tranquilo, no te haré daño, te lo prometo. —Hizo una pausa para hundir una mano en su cabello, acariciando la zona que no tenía herida por la contusión. Su tacto lo relajó casi al instante—. Sasuke, sé que es difícil, pero necesito que apartes la mano de tu oreja.
Era cierto, el varón, en un acto instintivo, no quería apartar la mano, pero entre la dulce voz de su prometido y sus tiernas caricias, logró instalar una agradable sensación de calma y calidez en su pecho que lo indujo a obedecer y retirar poco a poco sus dedos del oído.
Entonces, los labios de Naruto le rozaron la oreja, provocándole un estremecimiento. Eran muy suaves, pese al dolor, deseó besarlos y mordisquearlos.
—Shhhh… —susurró, dejándole momentáneamente aturdido.
Poco a poco, el horrible pitido se fue apagando, de hecho, Sasuke no pudo escuchar nada más, ni la discusión de Gaara y Lee, ni los comentarios inquietos entre los soldados, ni el bullicio del palacio, ni los relinchos de los caballos, ni siquiera el aleteo de las aves que había cerca. Solo oía el suave siseo del rubio, que parecía estar induciéndolo en un estado de completa calma, dejando su cuerpo laxo entre sus brazos, por lo que acabó con el torso totalmente apoyado sobre él y los ojos cerrados, aunque todavía estaba lejos de quedarse dormido.
Finalmente, Naruto se apartó un poco para mantenerlo en sus brazos.
—Eso es. Mejor, ¿verdad?
Sasuke solo hizo un sonido de afirmación, ni siquiera se molestó en asentir. El creador solo sonrió, aliviado por haber calmado su dolor y, en parte, divertido porque nunca había visto a su futuro marido de esa manera tan tranquila. Sin embargo, su sonrisa murió en cuanto reconoció la voz del causante de todo ese lío.
—Naruto, dile a Lee que me deje pasar.
El Uchiha notó enseguida cómo todos los músculos de su prometido se contraían a causa de la tensión. Podría haber intentado calmarlo, pero apenas podía moverse a causa de lo que fuera que le hubiera hecho y, además, una parte de él estaba encantada con que el rubio pareciera estar furioso con Gaara.
El creador miró a los soldados y ordenó:
—Ayudadme a llevar al príncipe Sasuke a sus aposentos —dicho esto, y mientras uno de sus hombres se acercaba, Naruto se volvió hacia Lee—. Conduzca a su alteza hacia su habitación asignada.
Al escuchar eso, Gaara se sobresaltó un poco y miró al rubio con cierta súplica.
—Espera, Naruto, tenemos que hablar.
Este bufó.
—Oh, y hablaremos, por eso no te preocupes. —Su tono dejó muy claro que iban a tener una fuerte discusión por lo que había pasado—. Pero en privado. Y después de que me haya asegurado de que mi prometido se encuentra bien.
Sasuke no pudo contener una sonrisa, internamente satisfecho y complacido de que Naruto prefiriera irse con él antes que arreglar las cosas con el pelirrojo. Este se dio cuenta de ello y no pudo evitar asesinarlo con la mirada; de acuerdo, era posible que se hubiera excedido un poco con ese bastardo, ¡pero no podía permitir que el rubio acabara casado con un canalla como él!
En el momento en el que había recibido la invitación del anuncio de su compromiso, sintió que su mundo se desmoronaba. Había pasado años entrenándose para poder pedirle formalmente la mano al que había sido siempre su mejor amigo, sabía que dentro de poco cumpliría la mayoría de edad y había esperado a ese momento para poder presentarse como un candidato fuerte, había estado convencido de que tanto Tsunade como el propio Naruto habrían aceptado, dada que se habían criado juntos y a la amistad que los había unido durante tanto tiempo.
Por si eso no fuera poco, al ver con quién le habían forzado a casarse, fue poseído por una rabia visceral y una oleada de pánico. Su hermoso y dulce creador no podía acabar con alguien como Sasuke Uchiha, un hombre que había hecho lo que le había venido en gana y que además se había tirado a cualquier cosa que pudiera moverse. Sabía también que era alguien frío y distante, como todos los Uchiha, pero encima era un ser cruel y despiadado que había vendido su brazo armado al mejor postor. ¡No tenía el menor sentido de la moral o la responsabilidad! ¡No podía aspirar siquiera a dirigir un reino a pesar de ser un príncipe!
Se dijo a sí mismo que no podía permitirlo, que tenía que salvar a Naruto de la horrible vida que le esperaba al lado de alguien así. Además, sería tan sencillo como convencerle de cancelar su compromiso para aceptar la vida que Gaara le ofrecía, con alguien a quien ya conocía, con quien tenía confianza y que, sobre todo, le amaba.
No, no podía dejar las cosas así. ¡Naruto tenía que escucharle!
Así que se zafó del brazo de Lee y caminó resueltamente hacia el rubio, quien estaba ayudando en ese momento a Sasuke a incorporarse. Lo cogió de un brazo, apartándolo de él con cierta brusquedad.
—¡Naruto, escúchame!
En el instante en que el creador notó determinado grado de hostilidad en la forma en la que le apretaba el brazo y le hablaba, su lado más salvaje se apoderó de su mente y, sin poder controlarse, lanzó un desgarrador rugido de advertencia que resonó en las paredes del patio, dejando a todo el mundo paralizado, conteniendo la respiración, como si el menor movimiento pudiera provocar algún tipo de masacre.
Gaara, que jamás había visto a su amigo de esa manera, retrocedió, soltándolo y estremeciéndose al ver un extraño brillo rojizo en sus ojos azules. ¿Qué era eso? Nunca había visto algo así.
Por otro lado, Sasuke, que intuía lo que estaba pasando, despachó a los soldados de inmediato y ordenó con firmeza a Lee que sacara a Gaara de allí. Sabía que Naruto no podía permitirse el lujo de que se descubrieran sus poderes, menos aún en mitad del castillo, por eso necesitaba que todo el mundo se fuera, para que no pudieran ver nada fuera de lo normal y, aparte, esperaba que eso ayudara a su prometido a relajarse.
En cuanto todos se hubieron alejado lo suficiente, Sasuke tomó entre sus manos el rostro de Naruto y lo obligó a mirarlo a los ojos. Le preocupó un poco ver que, en esta ocasión, no era un simple fulgor rojo lo que había en sus ojos, sino que sus irises directamente estaban cambiando de color y sus pupilas estrechándose.
—Eh, Naruto, tranquilo. Estoy bien, no ha sido para tanto, el golpe en la cabeza me ha dejado aturdido y ya no me duele el oído. Gracias a ti —añadió con una sonrisa—. Además, he estado mucho peor, esto no es nada. Te lo prometo.
Tras unos segundos en los que Sasuke dudó de si había logrado algo, poco a poco, el hermoso azul de los ojos de Naruto fue ganándole terreno al rojo y sus pupilas volvieron a la normalidad, haciendo que Sasuke suspirara de alivio.
—Eso es. Muy bien, Naruto.
Este soltó un resoplido, como si tratara de expulsar así la ira que le quedaba.
—Lo siento —se disculpó.
Sasuke le acarició la mejilla y frunció el ceño, preocupado.
—Tú no sueles enfadarte por algo así, no tan fácilmente al menos. ¿Qué te ocurre?
Naruto sacudió la cabeza, mosqueado.
—Es… todo esto del compromiso, de hacerlo oficial. Me tiene estresado y las cosas se van acumulando. Lo último que necesitaba era que Gaara… —se calló de repente, apretando los labios con rabia.
El varón comprendió lo que quería decir. Era agobiante saber que iban a tener a un montón de extranjeros a su alrededor que mantendrían los ojos bien abiertos a todos y cada uno de sus movimientos, evaluando su relación, su fuerza como pareja y futuros reyes del país; por si eso fuera poco, los consejeros también se habían puesto a revolotear en torno a Naruto para recordarle los modales que debía presentar ante sus invitados… por no hablar de que habían sacado un tema delicado para el creador.
Los vestidos que debía ponerse.
Sasuke jamás había escuchado a su prometido tan furioso, como una fiera sanguinaria a punto de despedazar a cualquier imbécil que osara interponerse en su camino. Ese día, se juró a sí mismo no proponerle, nunca, bajo ninguna circunstancia, que se pusiera un vestido aunque solo fuera para ver cómo le quedaba.
No quería morir por un poco de curiosidad.
Queriendo que se sintiera mejor, envolvió con cuidado su cintura y lo animó a andar.
—Ey, no pasa nada. Vamos a un sitio tranquilo.
Naruto exigió que fueran a la habitación de Sasuke, alegando que se había dado un buen golpe en la cabeza y que aún tenía que tratar sus heridas. Al Uchiha no se le ocurrió contradecir a su explosivo prometido, ya tenía bastante por hoy con todo lo que había ocurrido más el estrés de aguantar lo que estaba por venir y, aparte, le gustaba un poco que quisiera cuidar de él.
Una vez en el dormitorio, el rubio le ordenó que se quitara la camiseta (cosa que Sasuke hizo gustosamente, aunque no esperaba que fuera a decírselo en ese contexto) y empezó a examinarlo minuciosamente. Después de eso, Naruto se marchó un segundo a coger una pomada que tenía y le preparó una toalla húmeda para el golpe de la cabeza. No hablaron mientras el creador le trataba los golpes y contusiones, más que nada porque este estaba concentrado en curarle y él intentaba no excitarse ante el contacto suave de su futuro esposo. Lo último que quería era que notara su creciente erección y huyera de él, todo lo que habían logrado avanzar en su relación se iría a la mierda solo porque él estaba un poco cachondo en un momento inadecuado.
Así que, cuando vio que Naruto había terminado, se recostó en la cama con la toalla húmeda alrededor de la cabeza, para que no le doliera tanto la contusión, y le preguntó:
—Oye, sobre Gaara… ¿Qué pasa con él?
Al ver que su prometido se tensaba, pensó que tal vez no había hecho bien en intentar saciar su curiosidad.
—Lo siento, he sido indiscreto.
Naruto suspiró y negó con la cabeza.
—No te preocupes. Tú me hablaste de esa mujer y no tenías por qué hacerlo —respondió mientras se sentaba a su lado en la cama.
Incapaz de contenerse al ver la tristeza en su rostro, le acarició la zona baja de la espalda.
—Es distinto. Sakura entró en el Bosque Sagrado.
—Y Gaara te ha retado a un duelo cuando no tenía ningún derecho a hacerlo. Además, esto es culpa mía.
Sasuke movió la cabeza a un lado y a otro y atrajo a Naruto hacia él, obligándolo así a quedarse tumbado a su lado, solo que apoyándose sobre sus codos.
—Nada de esto ha sido culpa tuya, ¿de acuerdo? Fue ese… —Gracias a los dioses, se detuvo antes de poder soltar una palabra muy fea referida a la pequeña polla de ese idiota—. Fue él quien vino a retarme. Tú no hiciste nada.
El creador se miró las manos, todavía con una mirada triste en los ojos.
—Hace mucho tiempo, el Reino del Desierto fue uno de los que invadieron mi tierra para apoderarse de sus riquezas. La verdad es que no los culpo, no sé si has estado alguna vez, pero allí apenas crece nada ni tampoco hay mucha agua. —Sasuke asintió, haciéndole saber que le estaba prestando atención, pero no interrumpió—. Cuando mi pueblo logró echarlos de aquí, regresaron a su reino con lo poco que lograron salvar de su saqueo. Pero, al poco tiempo, volvieron a quedarse sin agua ni víveres, su país empobreció y el hambre los asoló. Buscaron ayuda en otros países, sin embargo, fueron rechazados; el Reino del Desierto no tiene gran cosa que ofrecer aparte de minas de hierro y poco más, nunca han sido económicamente poderosos, así que todo el mundo creía que no merecía la pena malgastar sus recursos en ellos. Al final, no tuvieron otro remedio que pedirnos ayuda a nosotros.
Sasuke abrió los ojos como platos, aunque eso no evitó que apretara la mandíbula.
—¿Después de lo que os hicieron?
Naruto se encogió de hombros.
—Estaban desesperados, no tenían a nadie más a quien recurrir. Si te sirve de consuelo, a ellos tampoco les hizo mucha gracia y no dudaron en apresar a los emisarios que enviaron. Ni siquiera después de que les explicaran la situación de su reino estaban muy seguros de si debían ayudarles o no; por un lado, sentían compasión y comprendían por qué les hicieron tanto daño hacía pocos años, pero por otro, no podían simplemente olvidar las oleadas de muertes que causaron, y todo lo que sacrificaron para poder echarlos de sus tierras. Al final, decidieron ayudarlos, pero solo lo harían con una garantía.
—¿Cuál?
—El Reino del Fuego es un país próspero, pero apenas tenemos minas. Mis antepasados accedieron a darles los víveres que necesitaban a cambio de hierro para hacer armas y armaduras, así como maestres que les enseñaran a forjarlas. Aparte de eso, ellos mismos enviaron a agricultores que fueran a instalar sistemas de cultivo adaptados a sus tierras… pero solo lo harían si el rey, como muestra de buena fe, enviaba a sus hijos al Reino del Fuego hasta que hubieran terminado y sus hombres regresaran sanos y salvos.
El Uchiha se quedó con la boca abierta.
—¿Hablas en serio? ¿Pidieron rehenes?
—No podían arriesgarse simplemente a darles lo que querían sin más.
—¿Y el rey del Desierto aceptó?
—No tenía otro remedio, si no hacía algo, se quedaría sin un reino que gobernar, así que entregó a sus cuatro hijos al Reino del Fuego y envió su metal y a sus maestros. Mi país, por supuesto, cumplió su palabra después de eso. Pasaron años hasta que por fin el país rival logró recuperarse de su miseria y, para entonces, los príncipes rehenes eran casi unos jóvenes adultos que se habían adaptado a nosotros y que nos habían cogido cariño. Cuando regresaron y el príncipe heredero ascendió al trono, firmó una alianza con el Reino del Fuego y, en compensación por sus crímenes contra nosotros, cada vez que uno de los príncipes alcanzaba la pubertad, se le enviaba a vivir y estudiar durante unos años a nuestro país, como muestra de confianza y buena voluntad. Desde entonces, ha sido algo así como una tradición.
Sasuke no tardó en ver por qué le estaba contando aquello.
—Así que Gaara, en algún momento, convivió contigo. —Naruto asintió, todavía con ese halo de tristeza a su alrededor—. Él se enamoró de ti.
—Me lo confesó hace dos años, antes de volver a su reino. Quería formalizar nuestra relación, así, cuando yo cumpliera la mayoría de edad, me casaría con él.
El Uchiha observó con atención a su prometido, cogiéndole del mentón para obligarlo a mirarlo. No tardó en adivinar el desenlace de aquella historia, pero no comprendió el motivo.
—Tú le rechazaste… ¿pero por qué? En aquel entonces tu abuela y tú ya estabais más que enfrentados con los sacerdotes, habría sido lo mejor para ti.
Naruto apartó la mirada.
—Sí, habría sido lo más fácil para mí, pero precisamente porque Gaara me ama, no podía casarme con él.
Sasuke frunció el ceño, hecho un lío.
—No… No lo entiendo. Os conocéis desde hace años y te quiere, es más de lo que cualquiera en nuestra posición podría pedir.
—Yo también lo pensaba así durante un tiempo, hasta que lo medité seriamente. Yo nunca había visto a Gaara como a algo más que un amigo, no tenía sentimientos por él, pero él sí los tenía por mí, así que… Así que supongo que él esperaba que, en algún momento, yo también me enamorara de él. ¿Qué habría pasado cuando, tras estar casados durante años, yo siguiera viéndolo únicamente como mi amigo? Habría hecho sufrir a Gaara, puede que incluso habría despertado su resentimiento, su odio hacia mí tras darse cuenta de que yo nunca le querría como él me quería. ¿Tenemos que pasar el resto de nuestras vidas cargando con eso? ¿Y si tuviéramos hijos, Sasuke?, a ellos también les habría afectado.
Este se quedó un tanto impactado por su explicación. Una vez más, su prometido lo había impresionado con su sabia forma de pensar y prevenir cosas a largo plazo, aunque… había una cosa con la que no había contado.
—¿Y no es posible que hubieras llegado a amarlo con el tiempo?
Naruto esbozó una sonrisa amarga.
—Puede que sí, puede que no. Solo sé que, tras cinco años viviendo juntos, él nunca me inspiró otra cosa que no fuera amistad. Vi que era poco probable enamorarme, así que opté por no hacerle daño. Le pedí a mi abuela que no tomara en cuenta a Gaara como pretendiente, que aceptaría a cualquiera que ella creyera que fuera adecuado para mí.
—Y me tocó a mí —sonrió Sasuke.
Naruto le devolvió la sonrisa.
—Sí.
El Uchiha levantó la mano para acariciarle la mejilla, aunque lo hizo con un poco de duda. Sin embargo, se sintió mejor al ver que su prometido aceptaba su toque sin problemas.
—Lamento no ser la mejor opción para ti, Naruto.
Este frunció el ceño un momento, aunque luego le dedicó una sonrisilla traviesa.
—Oh, vamos, no eres tan malo. Te sobra un barril de arrogancia y tienes un ego que no sé cómo cabe en esta habitación pero, aparte de eso, eres bastante soportable.
Sasuke rio, reconociéndose abiertamente que le gustaba que, a pesar de sus defectos, su prometido pareciera sentirse a gusto con él. Prueba de ello era que aún no había retirado su mano de su rostro.
Eso le impulsó a decir algo que no era fácil para él… pero necesitaba que Naruto lo supiera. Se la traía floja lo que el resto pensara, pero quería estar seguro de que su amigo jamás dudara sobre él en eso.
—Puede que yo no te ame, pero… quiero que sepas… que eres importante para mí.
La mirada del rubio se enterneció un poco.
—Y tú para mí, Sasuke —dicho esto, se inclinó para darle un beso en la mejilla.
Sasuke no pudo evitar sonreír ante ese gesto. Puede que no hubiera sido un beso en los labios, pero para él fue más que suficiente, una pequeña victoria. Así que lo abrazó con un brazo por el cuello y lo atrajo hacia su cuerpo para poder besarlo en la cabeza. Los mechones de su pelo jugaron con su rostro, haciéndole cosquillas y tentándolo a hundir los dedos en él, pero se contuvo. Sabía que era demasiado pronto para Naruto y, después de la conversación que acababan de tener sobre Gaara, sabía que no era el momento adecuado.
Poco a poco, se dijo a sí mismo, recordando los consejos de Lee.
Entonces, Naruto volvió a apartarse un poco, lo suficiente como para que Sasuke viera su mirada dubitativa. Ahora que lo conocía mejor, pudo intuir rápidamente hacia dónde se dirigían sus pensamientos.
—¿Vas a ir a hablar con Gaara?
—Debería hacerlo —suspiró el rubio. Sasuke lo vio con tan pocas ganas de discutir otra vez que le dio un poco de pena.
—¿Pero quieres ir?
—… La verdad es que no.
Al escuchar eso, el Uchiha sonrió y, esta vez, fue más atrevido al envolver ambos brazos alrededor de la cintura de Naruto para pegarlo a su cuerpo, aunque este procuró evitar los lugares donde estaba más golpeado.
—Pues no vayas.
—Pero…
—Ese tío aún estará caliente por lo que ha pasado y tendrá ganas de pelea, confía en mí en eso. Tú ya estás bastante estresado —dijo al mismo tiempo que empezaba a masajearle la nuca—, ya hablarás con él cuando te sientas con fuerzas para afrontarlo. Hasta entonces, que se aguante y se trague su rabia. Está en tu casa, así que no tiene derecho a reclamar ninguna explicación.
Naruto vio la lógica en sus palabras y, además, tenía razón. Entre que tenía que atender a los pocos invitados que ya había y tener que aguantar, otra vez, el palabrerío de los consejeros, tenía los nervios a flor de piel y no convenía hacerlo explotar, ya había visto lo que había ocurrido cuando Gaara había intentado apartarlo de Sasuke a pesar de que había dejado claro que no lo quería cerca por el momento.
Además, se había sentido un tanto decepcionado cuando su amigo se había echado atrás al ver el fulgor rojo en sus ojos. Siempre creyó que él más que nadie aceptaría esa parte de su naturaleza en el caso de que decidiera contarle lo que era.
Pero no, el único que no había retrocedido había sido Sasuke, hasta le había ayudado a calmarse, y eso que él tampoco sabía lo que significaba que sus ojos cambiaran de color, la velada advertencia de lo que estaba por venir si no le dejaban en paz.
No, no tenía ganas de enfrentarse a Gaara. Prefería quedarse con Sasuke hasta que se encontrara mejor. De modo que no opuso resistencia cuando este lo abrazó contra su cálido y fuerte cuerpo, sino que se apoyó en él procurando no hacerle daño.
—Está bien. ¿Te importa si me quedo un rato contigo?
Sasuke sonrió.
—Claro que no.
Y los dos se quedaron abrazados en silencio, disfrutando de la mutua compañía y de unos minutos de calma antes de tener que volver a enfrentarse al futuro anuncio oficial de su compromiso.


Por otro lado, en los pasillos del castillo, Mizuki se paseaba meditabundo, analizando minuciosamente la escena que había contemplado en el patio.
Tal y como esperaba, la llegada del príncipe Gaara había supuesto una tormenta para Sasuke Uchiha. Evidentemente, esperar que le venciera en un duelo era mucho pedir, no es que un nuevo compromiso con el Reino del Desierto fuera beneficioso para él pero, al menos, Gaara era ligeramente más fácil de manejar que Sasuke Uchiha, ya que lo conocía bien por los años que había pasado en su país, lo que le habría permitido librarse de ese nuevo matrimonio más fácilmente. Sin embargo, por el momento eso no era posible, aunque le seguía siendo útil por ahora; estaba seguro de que, con un poco de su ayuda, podría separar al creador del príncipe del Hielo y romper el vínculo que parecía estar formándose entre ambos.
Además, aún tenía otra carta en la baraja, una inesperada, pero que podía serle útil de todas maneras. Sin embargo, aún no estaba lista para ser usada, por lo que esperaría a ver si podía utilizar a Gaara para sus planes, además de otro trapo sucio para el Uchiha, antes de recurrir a ella.
Esbozó una diminuta sonrisa de suficiencia. Si Naruto creía que le venció aquella vez en el Bosque Sagrado, estaba muy equivocado. Allí lo había pillado desprevenido, pero ahora sabía mucho más de lo que creía y no dudaría en usar esos conocimientos en su contra para obtener lo que le pertenecía.
Tarde o temprano, todo aquello que le prometió su madre le pertenecería.

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