Capítulo 14. Mi compañero
Vane jadeó
suavemente. La verdad era que, cuando Night le había dicho que sabía cómo
hacerle sentir mejor, no había pensado, ni por un momento, que su idea fuera ir
a su habitación para acorralarlo contra la puerta y meter la mano bajo sus
pantalones para acariciarle la polla mientras sus colmillos rozaban de un modo
muy erótico su cuello.
Puede que no fuera
el mejor momento para hacer eso, no estaba seguro de si podía recuperarse tan
fácilmente de la traición que había sufrido por parte de Jeremy y Anthony pero,
a decir verdad, en esos instantes no podía importarle menos. Eso era lo que
quería, una salida al dolor, aunque fuera una distracción en forma de sexo. Y
lo cierto era que, con Night, no sentía otra cosa que no fuera placer. Él no
solo hacía que se olvidara de todo el daño que le habían hecho, sino que
también cicatrizaba sus inseguridades, el miedo a no ser suficiente para alguien,
el temor de no valer tanto como había creído.
Night hacía que se
sintiera deseable y merecedor de ser amado.
De repente, él
apartó la mano de su miembro, haciéndole gemir una protesta que se convirtió
rápidamente en puro gozo cuando sus dedos se deslizaron por debajo de su
camiseta para delinear sus abdominales y acariciar sus pezones.
—Night…
—Estoy aquí, Vane…
—murmuró en su oído con una voz baja y ronca—. Estoy aquí para ti.
Vane no pudo
resistirse más y se dio la vuelta para coger su rostro entre sus manos y
besarlo con pasión. Night gruñó con fuerza y le devolvió el beso con el mismo
ardor, abrazándolo por la cintura y acariciando su piel desnuda bajo el jersey,
haciendo amago de querer quitárselo. No lo pensó mucho y, sin querer separarse
de sus labios, se quitó la prenda de un tirón junto a la camiseta interior que
llevaba debajo para después ir directo a por la de Night. Este tampoco ofreció
mucha resistencia y le ayudó a desnudarlo de cintura para arriba antes de que
ambos volvieran a fundirse en un abrazo seguido por un beso en el que sus
lenguas danzaron ávidamente, buscándose la una a la otra, deseosas por dominar
a la otra.
Entonces, Night lo
estrechó con fuerza contra él y lo llevó a alguna parte. Él solo se dejó hacer,
poco dispuesto a ofrecer ningún tipo de resistencia para apartarse de él… hasta
que su amante lo empujó de repente hacia atrás, haciendo que cayera sobre la
cama de espaldas. Al darse cuenta de eso, miró a Night con una ceja alzada y
una media sonrisa, que este le devolvió con gesto juguetón.
—Hoy estás
travieso —le dijo.
El otro hombre
ensanchó su sonrisa al mismo tiempo que se desabrochaba los pantalones y los
dejaba caer hacia abajo.
—Te deseo, y ahora
que sé lo que se siente no tengo tanto miedo como antes. Quiero disfrutar de lo
que hay entre nosotros.
La sonrisa de Vane
cayó un poco.
—Entonces, ¿no
tiene nada que ver que estés haciendo esto para hacerme sentir mejor?
Esta vez, el
rostro de Night se ensombreció.
—Esos dos machos
no merecen ni una pizca de tu dolor, Vane. Eres el mejor hombre que he conocido
en mi vida y me duele ver que estás sufriendo, eso es verdad. Eres muy
importante para mí y odio que te hayan hecho daño… Pero no son la razón por la
que estoy haciendo esto —le dijo, muy serio y mirándolo a los ojos para que
viera que era la verdad mientras se subía a la cama y gateaba hasta quedar
sobre su cuerpo—. Lo hago porque te deseo de verdad, porque quiero compartir
esta intimidad contigo y porque no quiero que dudes, ni por un instante, de lo
mucho que vales. De que eres alguien por quien merece la pena luchar. Yo
desearía tenerte a mi lado toda la vida.
Vane le sonrió con
dulzura y le acarició las mejillas con cariño.
—Eso es muy bonito
por tu parte. Gracias.
—No me las des. Es
la verdad.
—Y por eso te
estoy tan agradecido —dijo antes de tirar de él para poder besarlo. Night gruñó
suavemente y se inclinó sobre él para sentir su piel desnuda contra la suya,
aunque procuró no dejar caer todo su peso por si acaso le hacía daño; era
consciente de su tamaño y no había olvidado que su humano tenía un brazo
herido.
Lo cierto era que
había una cosa que le había ocultado a Vane, algo que no le había dicho porque
a él mismo le había sorprendido y no sabía cómo reaccionar ante eso.
Saber que el ex de
Vane había ido hasta allí y que, a causa de su presencia, de su amor perdido,
seguía sufriendo, le hacía sentirse…
Posesivo.
Y mucho.
No soportaba la
idea de que su Vane aún conservara sentimientos por ese hombre que le había
traicionado teniendo relaciones con otro macho que, además, había sido su
amigo. Entre su gente, eso no se habría perdonado tan fácilmente y habría
habido un duelo entre machos, por no hablar de que, probablemente, los demás
habrían rechazado a la hembra que le había dado la espalda a su compañero para
acostarse con otro.
Sencillamente, en
la mente de alguien como él, era inconcebible que eso ocurriera; gracias a su
desarrollado sentido del olfato, su gente no era capaz de hacer algo así
porque, cuando había sentimientos en una relación y eran lo bastante fuertes,
la pareja no podía soportar un contacto íntimo con otros que no fueran su
compañero, tener su olor en su cuerpo era… molesto, ofensivo incluso. Pero
ahora entendía lo que quería decir Max al decir que ojalá los humanos fueran
como ellos. De haber sido así, ese estúpido macho no le habría hecho daño a su
Vane…
Aunque, por otra
parte, gracias a eso él no tenía un compañero.
Podría reclamarlo,
hacerlo suyo.
Algo primitivo
dentro de él, tal vez el lobo que llevaba dentro, despertó de repente y gruñó
un poco más fuerte a la vez que apartaba los labios de los de su amante para ir
directo a por su garganta. Lamió las zonas más sensibles de su cuello de arriba
abajo y lo mordisqueó con cuidado con los colmillos, anhelando dejar marcas que
indicaran al resto de posibles competidores que ese macho ya había sido
reclamado. Su instinto se calmó un poco al sentir cómo su humano se estremecía
bajo su cuerpo y soltaba un jadeo suave a la vez que sus dedos se aferraban a
su espalda, como si no deseara que se apartara. Eso estaba mejor, no pensaba
hacerlo sin antes demostrarle que él era todo lo que necesitaba.
Con esa idea en
mente, descendió por todo su cuerpo para lamer sus fuertes pectorales, gruñendo
encantado cuando estos se tensaron por la expectación, demostrando su fuerza.
Le gustaba que Vane, pese a su brazo herido, siguiera siendo una persona
fuerte, tanto física como emocionalmente; no había dejado que su punto débil lo
destrozara, sino que se había repuesto y había seguido adelante, entrenando y
manteniéndose ágil, siempre listo para afrontar cualquier batalla. Su aguda
inteligencia hacía que lo atrajera aún más, nunca dejaba de sorprenderlo con estrategias
y engaños que habían confundido a la gente de Mercile, así como había
descubierto dónde se encontraba su gente. Estaba convencido de que era mucho
más listo que los médicos, que estos ni siquiera podían soñar con competir con
él.
Lo admiraba. Lo
respetaba. Todo en él lo fascinaba, desde su fortaleza interior hasta su
increíble físico. Y cuanto más lo conocía, más lo deseaba, más anhelaba estar
cerca de él, tenerlo a su lado.
Y quería que él
también quisiera estar con él.
Mientras su lengua
seguía el recorrido marcado por los angulosos músculos de su vientre, apoyó
todo el peso de su cuerpo en una mano para dejar la otra libre y que fuera a
por los pantalones de su amante. Quería demostrarle lo importante que era para
él y que estaba muy dispuesto a darle tanto placer como el que él le había
dado, de hecho, le estaba muy agradecido por haberle enseñado lo que era ser
tocado por alguien que no quería hacerte daño, por alguien que realmente te
quería.
Le desabrochó los
botones con facilidad y, después, se separó. Se le escapó una pequeña sonrisa
divertida cuando tiró de sus pantalones con fuerza, sobresaltando a Vane.
Después, se levantó de la cama y se arrodilló entre sus piernas.
—Eh… ¿Night?
Él apoyó las manos
a ambos lados de las caderas de su humano y le dedicó una pícara sonrisa.
—Me gustó mucho
tener tu boca en mi polla. Quiero que sientas lo mismo, Vane —y dicho esto, y
sin darle tiempo a negarse o replicar, se la metió en la boca con mucho cuidado
de no hacerle daño con los colmillos.
—Aaaah… —gimió el
otro hombre, que arqueó la espalda y se aferró a las sábanas, presa del placer.
Night gruñó
suavemente, satisfecho por su reacción, y empezó a mover sus labios de arriba
abajo con lentitud, tratando de imitar lo que hizo su amante con él y, al mismo
tiempo, explorando cómo le hacía sentir esa experiencia. Nunca antes se la
había chupado a un hombre, tan solo había lamido a las hembras para
humedecerlas cuando lo llevaban a las celdas donde los obligaban a
reproducirse, así que era nuevo para él y… le gustó. Mucho más de lo que creía.
Podía sentir el
duro miembro de Vane dentro de él, duro y ya algo húmedo, listo para dar y
recibir placer… Pero, sobre todo, lo que más lo fascinó fue ser consciente de
cuánto lo deseaba, de tener la convicción de que era él quien lo había puesto
en ese estado de pura necesidad. Eso lo complació y lo llenó de orgullo, se
sintió aliviado por saber que Vane sentía la misma lujuria que él sentía por su
humano.
Siendo muy
consciente de sus colmillos, continuó lamiendo, esta vez más confiado al saber
que le gustaba, usando la lengua para acentuar el placer.
—Aaah… Aaaaah… Eso
es, Night, así… —lo animó Vane, acariciándole el cabello y aferrándose a él
para que supiera que le encantaba lo que hacía.
Él gruñó con
suavidad, contento por hacer que su macho estuviera disfrutando y por el olor a
deseo que desprendía. Cerró los ojos y siguió chupando, más rápido y sin parar
de gruñir, era incapaz de dejar de hacerlo, se sentía muy feliz en ese momento
y acababa de descubrir que amaba el sabor del placer de Vane.
—Joder, Night… Es
como si tuviera la polla dentro de un vibrador —gimió este, ahora agarrando sus
cabellos con ambas manos y marcándole el ritmo que quería. Night no acabó de
entender muy bien lo que había querido decir con eso, pero estuvo bastante
seguro de que fue una forma de decirle que lo estaba volviendo loco y eso lo
enloqueció a él.
Decidido a hacer
que se corriera, mantuvo el ritmo que le marcaba su amante y giró la lengua
alrededor de su duro y húmedo miembro. Estaba a punto, solo tenía que seguir un
poco más para darle lo que le pedía, él siempre le daría todo lo que pidiera.
—¡Ah! ¡Night, sí!
En ese momento,
Vane estalló. Night sonrió cuando su boca se llenó de su placer y tragó tras
saborearlo, sorprendido y feliz por haberlo complacido. Limpió los restos de su
orgasmo sin sentirse asqueado en lo más mínimo y después alzó la vista,
encontrándose con los bonitos y satisfechos ojos de su amante, que lo observaba
a su vez sonrojado y con una sonrisa un tanto avergonzada. Él ascendió por su
cuerpo entre besos que plantó en su vientre y su pecho, subiéndose de nuevo a
la cama y deslizándose sobre su humano hasta que estuvieron cara a cara. Vane
alzó una mano y le acarició una mejilla con cariño, haciéndole gruñir del gusto
otra vez.
—Tendría que
haberte avisado de que estaba a punto. Perdona —se disculpó, pero Night negó
con la cabeza.
—Si no hubiera
querido que te corrieras en mi boca, me habría apartado —dicho esto, se inclinó
y frotó su nariz contra la suya—. ¿Te ha gustado?
Vane le sonrió.
—Ha sido genial,
sobre todo cuando gruñías.
Él no pudo evitar
devolverle la sonrisa. Le alegraba que sus diferencias no le molestaran cuando
tenían relaciones, más aún si además las disfrutaba. Con un gruñido feliz, se
inclinó aún más y frotó su mejilla con la de Vane a la vez que lo abrazaba con
fuerza, haciéndole reír.
—Veo que tú
también lo has disfrutado.
Él asintió contra
su cuello y luego se apartó, mirándolo con intensidad a los ojos.
—Quiero llegar
hasta el final.
A Vane eso lo
pilló un poco desprevenido, pero se recuperó rápido y cogió su rostro entre sus
manos para acariciarlo.
—¿Estás seguro?
Night asintió,
observándolo decidido y hambriento.
—Te deseo y estoy
preparado. Quiero saber lo que se siente.
Vane lo contempló
un momento más antes de asentir.
—Si estás seguro,
de acuerdo. Pero si cambias de opinión en cualquier momento, solo dilo. No es
obligatorio hacer esto y tampoco será una vergüenza si de repente no te sientes
listo.
El otro hombre
sonrió ampliamente y acarició su rostro como si fuera lo más preciado del mundo
para él. Su corazón tartamudeó por el gesto y se sintió muy cálido por dentro.
—Lo sé. Sé que
contigo puedo hacer lo quiera y llegar hasta donde quiera. No te preocupes,
estoy preparado… —dicho esto, su rostro se contrajo por la duda—. Pero, no
estoy muy seguro de cómo…
Vane le sonrió con
amabilidad, intuyendo de dónde salían sus dudas.
—No sabes cómo
hacerlo con un hombre —lo ayudó.
Night le devolvió
la sonrisa con timidez.
—Sí.
—No te preocupes,
yo te enseño —y, después de decir eso y con una sonrisa traviesa, los giró a
ambos en la cama de tal forma que él quedó encima, haciendo que Night
parpadeara y él soltara una risilla—. Siéntate, yo te ayudaré la primera vez.
Su amante obedeció
y se sentó, por lo que él se quedó sentado a horcajadas sobre él. Una vez más,
le sorprendió lo alto que era, ya que, incluso así, ambos estaban a la misma
altura, frente a frente. Vane, en un ataque de ternura, pegó su cuerpo al suyo
y hundió las manos en su pelo negro, acariciando en el proceso su rostro. Night
le respondió con un gruñido suave y cerrando los ojos, disfrutando de sus
muestras de cariño a la vez que envolvía sus caderas con sus brazos.
En cuanto notó que
estaba relajado, cogió una de sus manos y se la llevó a su rostro, momento en
que el lobo abrió los ojos para mirarlo interrogante.
—Los hombres no
lubricamos por detrás —le dijo despacio para que lo entendiera. Night pareció
un poco sorprendido al descubrir por dónde lo harían, pero no tardó en
recomponerse y lanzarle una mirada ardiente. Al parecer, no le desagradaba en
absoluto la idea, lo que le hizo sonreír—, así que vas a tener que ayudarme.
Voy a lamer tus dedos y tú los usarás para prepararme, ¿de acuerdo?
—¿No te haré daño?
—le preguntó, preocupado.
Vane lo tranquilizó
con una sonrisa y acariciando su rostro otra vez.
—No si lo haces
con cuidado. No te preocupes, yo te guiaré.
Night, tras unos
segundos de duda, asintió.
—Está bien, pero
avísame si te hago daño. No quiero herirte.
Él sonrió ante su preocupación
e hizo un gesto afirmativo, prometiéndoselo sin palabras. Una vez todo
aclarado, Vane se llevó dos dedos de Night a la boca y empezó a lamerlos con la
lengua de arriba abajo antes de chuparlos, dejando que se empaparan de su
saliva.
El gruñido fuerte
de su amante hizo que alzara los ojos. Su expresión y la manera en que su polla
se presionaba firmemente contra su vientre le dijeron que estaba muy excitado.
—Lo haces como si
estuvieras chupando mi polla —dijo con una voz grave y ronca que le pareció muy
sexy.
Le lanzó una
sonrisa pícara, haciéndole saber así que lo hacía a propósito. Su lobo soltó un
gruñido complacido y lo estrechó más contra su cuerpo para poder inclinarse y
pasar la lengua por su cuello. Vane gimió, encantado por la húmeda caricia, y
se metió los dedos más profundo, chupando un poco más rápido.
Ambos estuvieron
jugando el uno con el otro un rato. Vane con lamiendo como si estuviera
haciendo una mamada y pasando sus uñas por la espalda de su amante, disfrutando
de cómo sus músculos se contraían por la anticipación en una demostración de
fuerza y virilidad, y Night mordisqueaba su cuello con los colmillos y
acariciaba con sus manos sus fuertes piernas y sus nalgas firmes. Cuando el
primer hombre consideró que era el momento, apartó la boca de su mano y lo miró
a los ojos con intensidad; ya volvía a estar duro y estaba tan ansioso como su
amante por probar cómo se sentiría hacer el amor con él.
Sin mediar
palabra, guio sus dedos mojados hasta su trasero, sobre su entrada. Los ojos de
Night ardieron con lujuria y él lo soltó para posar ambas manos sobre su
rostro.
—Suave, despacio —murmuró,
rozando sus labios antes de besarlo.
Su lobo gruñó de
deseo y le devolvió el beso, enlazando su lengua con la suya en una danza
íntima y sensual. Sintió su fuerte abrazo mientras una de sus manos se
deslizaba por su espalda en una suave caricia, a la vez que la otra se dirigía
a su entrada con lentitud, tanteando el terreno. No interrumpió el beso cuando
sintió sus dedos rodeándola, como si le estuviera advirtiendo de lo que estaba
por venir; no estaba asustado, confiaba en que Night no le haría daño y que
sería cuidadoso, por lo que lo besó con más pasión y enterró una mano en su
pelo mientras que la otra seguía deslizándose por la parte superior de su
espalda para después acariciar su hombro y descender por sus amplios
pectorales.
Entonces, notó
cómo su amante introducía la punta de un dedo con cuidado. Él gimió un poco;
hacía muchos años que no dejaba que nadie se lo hiciera, Jeremy no había sido muy
dominante y por eso había sido él quien se había hecho cargo de lo demás, por
lo que no estaba acostumbrado a ser embestido. Sin embargo, con Night no había
querido estar él encima, no creía que estuviera preparado para eso… Y, además,
debía admitir que le ponía caliente la idea de que él lo follara duro y rápido.
Pero poco a poco.
Lo primero era pasar por esta experiencia juntos y debía ser él quien hiciera
todo el trabajo para que Night estuviera cómodo y se sintiera seguro.
—¿Te he hecho
daño? —le preguntó este, separándose un poco y apartando sus dedos de su
entrada.
A Vane le conmovió
ver la preocupación de sus ojos y lo abrazó por el cuello a la vez que le daba
un beso esquimal.
—Tranquilo. Hacía
mucho tiempo que no hacía esto y no estoy acostumbrado.
Night frunció el
ceño.
—Creía que ese
macho y tú…
—Era yo el que
estaba encima. Hace años que no dejo que nadie esté encima de mí.
—¿Y por qué a mí
sí?
Él le sonrió y le
acarició una mejilla con cariño.
—Porque contigo sí
quiero hacerlo así.
Una emoción que no
supo definir, pero poderosa, apareció en los increíbles ojos azules del lobo.
—Vane… Yo…
—Shh… —le dijo él,
besándolo otra vez en los labios—. Confía en mí. Tú solo sigue, te lo diré si
me haces daño, no te preocupes.
Night lanzó un
gruñido y le devolvió el beso a la vez que sus dedos volvían a penetrarlo con
sumo cuidado. Vane gimió otra vez, en parte por la molestia y en parte por el
placer, pero abrió las piernas y trató de relajarse para facilitarle el trabajo
a su amante y no preocuparlo.
Mientras ambos
seguían abrazándose y besándose, los dedos del lobo, poco a poco, siguieron
hundiéndose en su cuerpo con la misma delicadeza, procurando hacerle el menor
daño posible. Pero, al cabo de un tiempo, a Vane dejó de molestarlo y empezó a
disfrutarlo de verdad, gimiendo contra la boca de Night y arañándole los
hombros, contoneando las caderas para animarlo a follarlo más rápido.
—Eso es, Night… Un
poco más fuerte, estoy casi listo…
—Vane… —gruñó él
con una voz inhumana, pero obedeció y sus dedos lo embistieron con un poco más
de dureza, haciéndole jadear un poco más alto de lo que quería. Joder, hacía
más de una década que nadie le hacía eso y había olvidado lo bien que se
sentía.
Dejó que Night
siguiera penetrándolo un poco más, hasta que sintió que sus dedos se deslizaban
fácilmente en su interior tan profundo como era posible… y porque amaba el modo
en que su amante le devoraba los labios y lo estrechaba contra sí, como si
quisiera devorarlo entero a la vez que le daba placer con los dedos.
Sabiendo que ya
estaba listo, se separó del lobo, que gruñó una protesta porque se hubiera
apartado y trató de volver a besarlo. Vane lo permitió, solo una vez más, con
un gemido antes de poner un dedo sobre sus labios y acariciarlos.
—Night… Estoy
preparado.
Él no dijo nada,
pero lo miró con pasión y soltó un feroz gruñido. Lo interpretó como que estaba
de acuerdo y se levantó sobre sus rodillas, posicionándose mejor sobre su
cuerpo para facilitar el poder montarlo. Una vez hubo encontrado una buena
postura, cogió el miembro de su amante, que volvió a gruñir excitado, y lo
colocó sobre su entrada sin soltarlo antes de bajar lentamente sobre él.
Ambos gimieron
cuando la punta se introdujo en su cuerpo. Vane soltó su pene y se apoyó en los
hombros de Night para poder subir y bajar con cuidado, acostumbrándose a él,
mientras que este lo abrazó con fuerza, enterrando la cara en el hueco de su
cuello.
—Vane… —murmuró,
rozando su piel con los colmillos, haciendo que se estremeciera.
—Se siente bien,
¿verdad? —le sonrió Vane.
El lobo se apartó
y unió su frente a la suya, mirándolo con el deseo puro brillando en sus
increíbles ojos.
—Jamás había
sentido nada como esto.
El corazón de Vane
dio un vuelco.
Era verdad. Toda
su vida, Night había estado confinado en una jaula, sin libertad para hacer
absolutamente nada, obligado a tener sexo con quien le dijeran, tal vez
realizando el acto más por la necesidad de sobrevivir que por haber
experimentado deseo. La idea de que todas sus relaciones hubieran sido así,
frías, sin sentimientos, con miedo… que nunca le hubieran acariciado con
cariño, que no le hubieran besado nunca, que no le hubieran hecho el amor… lo
destrozaba. Hacía que algo dentro de él se rompiera.
Deseando darle
todo lo que Mercile le habría privado, cerró los ojos y lo besó profundamente,
fundiendo su cuerpo con el suyo y sin dejar de moverse de arriba abajo sobre
él. Sus pechos, de músculos tensos y pezones erguidos por la lujuria, se rozaban
con cada vaivén, los muslos de Vane acogían las caderas de Night, los fuertes
brazos de este abrazaban su cuerpo, los labios de ambos se unieron para no
volver a separarse. Vane ya no podía pensar en nada, solo sentía cómo su amante
lo sujetaba por la espalda con una mano mientras que la otra pasaba sus dedos
por sus nalgas y sus muslos en una caricia ansiosa y llena de deseo; podía
notar su respiración agitada y el latido desbocado de su corazón porque no
había ni un milímetro de separación entre sus cuerpos, y la sensación de
plenitud y calor cada vez que descendía sobre su duro y palpitante miembro, que
delataba la pasión que sentía por él. Su respuesta era seguir moviéndose,
cabalgarlo lentamente a la vez que sus dedos pasaban por cada músculo de su
espalda y su pecho, arañando sus hombros y deslizar las manos por sus duros
brazos; corresponder cada húmedo beso entregándole sus labios y su lengua;
gemir su nombre y susurrarle cuánto lo deseaba y cuánto amaba sentirlo dentro
de él.
En el instante en
el que dijo esas palabras, Night gruñó profundamente desde su pecho y su beso
se volvió más exigente y posesivo. Vane no se asustó ni por un instante y lo
correspondió sin dudarlo, aferrándose a su espalda y montándolo más rápido,
jadeando en su boca y entregándole todo cuanto le pedía. Su lobo soltó una
especie de rugido fuerte y sus grandes manos apresaron su trasero, animándolo a
seguir moviéndose a ese ritmo. Y él lo hizo; se dejó embestir tan profundo que
sintió su polla golpeando el punto más sensible de su ser, provocando que un
grito escapara de su garganta. Eso le hizo recordar que sus hermanos estaban
abajo y que podrían oírle, por lo que, en un acto de pasión y recordando que
eso le gustaba a Night, lo mordió en la curva del cuello.
El lobo reaccionó
soltando un breve pero profundo aullido y, después, sintió cómo le clavaba los
colmillos en el hombro.
Una extraña y
adictiva ola de dolor y placer lo arrasaron y lo mordió más fuerte a la vez que
se movía más rápido, dejando que su polla lo golpeara duro y fuerte y que, al
final, hiciera que todo su cuerpo se convulsionara por un poderoso orgasmo que
lo dejó agotado y tembloroso.
Se quedó unos
momentos sin moverse, un poco impresionado por lo intenso que lo había sentido,
apoyado en el pecho de Night con los brazos alrededor de su cuello. Podía notar
la semilla de su amante dentro de su cuerpo, era más caliente de lo que
recordaba de anteriores relaciones, pero no le quemaba ni le hacía daño. Sin
embargo, sí se quejó un poco cuando notó que retiraba sus colmillos de su piel…
aunque, por extraño que parezca, también se estremeció. La sensación había sido
erógena a la vez.
—¿Estás bien? —le
preguntó con un jadeo.
Night no
respondió, pero lo abrazó con mucha fuerza, casi aferrándose a él. Eso lo
asustó.
—¿Night? ¿Ocurre
algo?
—Lo siento mucho,
Vane —le dijo con la voz rota.
Eso acabó por
dejarlo en un estado de alerta y lo empujó un poco para apartarse y poder ver
qué estaba pasando. Night se resistió un poco a dejarlo ir, pero al final se
separó lo justo para que pudieran mirarse. Palideció al ver su rostro contraído
por el dolor.
—Dios mío, Night,
¿te he hecho daño?
Él negó con la
cabeza.
—Perdóname, Vane.
Te juro que lo he hecho sin pensar.
… Vale, ahora
estaba confundido.
—Night, no
entiendo…
Este le giró la
cabeza con cuidado para que viera su hombro. Lo tenía ensangrentado.
—Joder —se le
escapó. De acuerdo, había notado que le había mordido, pero no creía que
hubiera sido tan profundo.
—Lo siento
muchísimo —se disculpó Vane otra vez con los ojos llenos de culpa—. No era mi
intención hacerte eso, pero cuando me mordiste… —Se estremeció—. No lo sé, fue
como si algo dentro de mí reaccionara y… —su voz se apagó y agachó la cabeza,
avergonzado—. Perdóname. Tú me has dado la experiencia más hermosa de mi vida y
yo te he herido. Soy un monstruo.
—Ey, ¿a qué viene
eso? —le dijo Vane, que volvió a pegar su cuerpo al suyo para abrazarlo y
demostrarle que no le guardaba ningún rencor—. No estoy enfadado contigo y no
eres un monstruo, ¿de acuerdo? No vuelvas a decir algo así porque no es verdad.
El lobo lo miró,
aún con la culpabilidad en sus ojos.
—Pero te he hecho
daño.
—Te dejaste llevar
por el calor del momento, no pasa nada. No es una herida grave, un poco de
sangre no va a matarme.
Los irises azules
de Night brillaron un poco por la esperanza.
—¿De verdad estás
bien? ¿Me sigues…? —se calló de repente y se tensó, como si hubiera estado a
punto de decir algo que no quería que supiera.
Pero Vane adivinó
lo que lo preocupaba y lo abrazó con fuerza.
—Sí, estoy bien y
claro que sigues siendo importante para mí —dicho esto, lo besó con dulzura y
después le apartó con cariño el pelo revuelto de la cara—. Todo está bien,
Night. Ha sido increíble para mí y lo repetiremos si quieres hacerlo y si te
sientes listo.
Esta vez, Night le
sonrió de verdad y lo estrechó contra sí.
—Ha sido lo más
hermoso que podrías haberme dado, Vane. Y claro que quiero repetirlo, pero
antes quiero asegurarme de que no estás gravemente herido. Te he mordido
profundo, probablemente deje marca.
Vane plantó un
beso en su cuello y le sonrió.
—No me preocupa,
pero será mejor que me cure esto y luego vayamos con mis hermanos. Estarán
preocupados por mí y se preguntarán qué estamos haciendo —dijo antes de
levantarse con cuidado e ir a la mesita de noche para coger un pañuelo y
limpiarse los restos de semen tanto suyos como los de Night.
—Vane —lo llamó
este.
Se giró y se
encontró con la mirada inquieta del otro hombre.
—¿Estás mejor?
Él sonrió, regresó
a la cama y le dio un beso tierno y profundo a su lobo.
—Sí. Gracias a ti.
—Cuídate mucho,
hermanito —le dijo Zane a Vane mientras lo abrazaba con fuerza.
Night los
observaba apoyado en uno de los postes del porche con los brazos cruzados y
aire pensativo. Había pasado más de una semana desde que los Hagel llegaron y,
al parecer, habían ayudado mucho a Vane a centrarse para idear un plan de
rescate para su gente. Todo estaba pensado y planeado, habían repasado los
mapas de las instalaciones de cabo y rabo y habían creado varias estrategias por
si las cosas no salían como querían o si las cosas se ponían feas.
Ahora, solo
faltaba reunir a todo el mundo. Y los hermanos Hagel iban a encargarse de
reunir a su antigua unidad y a unos cuantos amigos más de confianza para que
les ayudaran.
Sin embargo, en
esos momentos, Night no podía concentrarse en eso. No hacía más que darle
vueltas a la relación que tenía con Vane y que sentía que se había fortalecido
desde que hacían el amor. Para él, había sido toda una experiencia. En Mercile,
había tenido sexo con hembras porque, de no hacerlo, a ella la habrían violado
delante de él. No siempre había sido desagradable si ellas le dejaban darles
placer, incluso lo había disfrutado en alguna ocasión de montarlas, pero
tampoco se engañaba a sí mismo. Al final, tanto él como las mujeres lo habían
hecho porque les habían obligado, no había nada entre ellos que no fuera
compañerismo y apoyo mutuo porque eran de la misma especie y estaban juntos
contra sus enemigos, los humanos.
Pero con Vane… Le
había hecho sentir tantas cosas… Al principio había sido tan abrumador que no
había sido capaz de definir qué emoción era la que le provocaba su humano cada
vez que lo veía sonreírle, cada vez que le acariciaba con cariño o cuando lo
animaba o le ofrecía consuelo. Con Vane no se sentía solo, ni tenía miedo de
Mercile o de regresar a ese lugar otra vez, no se sentía humillado ni tenía más
pesadillas… Él le provocaba una agradable calidez que no desaparecía, lo
abrazaba todas las noches y siempre le acariciaba después de hacer el amor.
Él no había vuelto
a morderlo. Fue como si, después de dejarle una marca en el hombro, ese
instinto hubiera desaparecido.
Ese hecho fue lo
que hizo que se diera cuenta de lo que ocurría. Los machos de su especie, para
advertir a otros de que su compañera ya había sido reclamada, dejaban una marca
profunda en su hombro. Uno de ellos le contó que era algo instintivo, que lo
hacían por posesividad y que, una vez marcadas, ya no volvían a morderla, al
menos, no tan profundamente.
Él había reclamado
a Vane. Quería que fuera su compañero.
Lo amaba.
Eso lo había
tenido un tanto preocupado. No por estar enamorado de un humano, sino porque
temía decírselo a Vane. Sabía que no había tenido una buena experiencia con el
macho con el que estaba antes y no estaba seguro de si lo aceptaría como
compañero por miedo a que volvieran a herirlo.
—¡Eh, Night!
Alzó los ojos al
escuchar a Zane, que movía un brazo en su dirección en un gesto de despedida.
—¡Nos vemos
pronto, hombre! ¡Y no agotes tanto a mi hermano que tiene que estar a tope para
el rescate!
Vane le dio un
codazo en el pecho que hizo sonreír a Night. Observó junto a Ethan, que estaba
a su lado en el porche, cómo acababan de despedirse todos los Hagel antes de
que Zane, Shawn, Dylan y Kasey subieran al todoterreno del primero y se
marcharan por el camino de tierra que llevaba a la carretera. Max y Vane se
quedaron un momento allí, viendo cómo se iban, y después el hombre rubio palmeó
la espalda de su hermano y entró en la casa seguido de Ethan.
Night bajó del
porche y se unió a su macho. Lo abrazó por la cintura y tiró de él para que
apoyara la espalda en su torso.
—¿Todo bien?
Vane asintió.
—Sí. Es solo que…
No me había dado cuenta de lo mucho que los echaba de menos.
Él entrelazó los
dedos con los suyos y lo besó en la cabeza.
—Has estado muy
estresado últimamente y tener a la familia cerca es reconfortante. Lo entiendo.
Su humano le
apretó las manos en una muestra de afecto que, como de costumbre, calentó su
corazón. Luego, cuando hizo amago de querer darse la vuelta, él le dejó espacio
y estuvo a punto de gruñir feliz al sentir sus manos acariciando su pecho.
—¿Cómo estás tú?
Te he notado muy pensativo estos días.
Oh, oh.
—No es nada.
—Night, sabes que
puedes contarme lo que sea. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Es por tu gente?,
¿porque lo estamos poniendo todo en marcha? Si no te sientes preparado para
volver a ese lugar es perfectamente normal y nadie te va a pedir que lo hagas.
Puedes quedarte con Ethan y tranquilizar a tu gente a medida que los vayamos
trayendo.
Night contempló a
su Vane con el corazón en un puño.
¿Cómo no iba a
amarlo? Él se lo había dado todo a pesar de ser un completo extraño: comida,
ropa, un hogar, protección, calidez. Le había jurado que no le haría daño
cuando él estuvo a punto de atacarlo, le había abrazado cuando había llorado,
le había dicho que era un gran hombre cuando toda su vida lo habían humillado y
despreciado, había estado a su lado cuando descubrió que no era humano, le
había dado calor y ternura.
Iba a arriesgar su
vida y la de su familia por él y por su gente.
Por supuesto que
lo quería, más que a nada y más que a nadie.
—Vane…
Él le acarició el
brazo para animarlo a hablar.
—Dime.
—… Quiero que seas
mi compañero.
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