jueves, 20 de diciembre de 2018

Night


Capítulo 14. Mi compañero

Vane jadeó suavemente. La verdad era que, cuando Night le había dicho que sabía cómo hacerle sentir mejor, no había pensado, ni por un momento, que su idea fuera ir a su habitación para acorralarlo contra la puerta y meter la mano bajo sus pantalones para acariciarle la polla mientras sus colmillos rozaban de un modo muy erótico su cuello.
Puede que no fuera el mejor momento para hacer eso, no estaba seguro de si podía recuperarse tan fácilmente de la traición que había sufrido por parte de Jeremy y Anthony pero, a decir verdad, en esos instantes no podía importarle menos. Eso era lo que quería, una salida al dolor, aunque fuera una distracción en forma de sexo. Y lo cierto era que, con Night, no sentía otra cosa que no fuera placer. Él no solo hacía que se olvidara de todo el daño que le habían hecho, sino que también cicatrizaba sus inseguridades, el miedo a no ser suficiente para alguien, el temor de no valer tanto como había creído.
Night hacía que se sintiera deseable y merecedor de ser amado.
De repente, él apartó la mano de su miembro, haciéndole gemir una protesta que se convirtió rápidamente en puro gozo cuando sus dedos se deslizaron por debajo de su camiseta para delinear sus abdominales y acariciar sus pezones.
—Night…
—Estoy aquí, Vane… —murmuró en su oído con una voz baja y ronca—. Estoy aquí para ti.
Vane no pudo resistirse más y se dio la vuelta para coger su rostro entre sus manos y besarlo con pasión. Night gruñó con fuerza y le devolvió el beso con el mismo ardor, abrazándolo por la cintura y acariciando su piel desnuda bajo el jersey, haciendo amago de querer quitárselo. No lo pensó mucho y, sin querer separarse de sus labios, se quitó la prenda de un tirón junto a la camiseta interior que llevaba debajo para después ir directo a por la de Night. Este tampoco ofreció mucha resistencia y le ayudó a desnudarlo de cintura para arriba antes de que ambos volvieran a fundirse en un abrazo seguido por un beso en el que sus lenguas danzaron ávidamente, buscándose la una a la otra, deseosas por dominar a la otra.
Entonces, Night lo estrechó con fuerza contra él y lo llevó a alguna parte. Él solo se dejó hacer, poco dispuesto a ofrecer ningún tipo de resistencia para apartarse de él… hasta que su amante lo empujó de repente hacia atrás, haciendo que cayera sobre la cama de espaldas. Al darse cuenta de eso, miró a Night con una ceja alzada y una media sonrisa, que este le devolvió con gesto juguetón.
—Hoy estás travieso —le dijo.
El otro hombre ensanchó su sonrisa al mismo tiempo que se desabrochaba los pantalones y los dejaba caer hacia abajo.
—Te deseo, y ahora que sé lo que se siente no tengo tanto miedo como antes. Quiero disfrutar de lo que hay entre nosotros.
La sonrisa de Vane cayó un poco.
—Entonces, ¿no tiene nada que ver que estés haciendo esto para hacerme sentir mejor?
Esta vez, el rostro de Night se ensombreció.
—Esos dos machos no merecen ni una pizca de tu dolor, Vane. Eres el mejor hombre que he conocido en mi vida y me duele ver que estás sufriendo, eso es verdad. Eres muy importante para mí y odio que te hayan hecho daño… Pero no son la razón por la que estoy haciendo esto —le dijo, muy serio y mirándolo a los ojos para que viera que era la verdad mientras se subía a la cama y gateaba hasta quedar sobre su cuerpo—. Lo hago porque te deseo de verdad, porque quiero compartir esta intimidad contigo y porque no quiero que dudes, ni por un instante, de lo mucho que vales. De que eres alguien por quien merece la pena luchar. Yo desearía tenerte a mi lado toda la vida.
Vane le sonrió con dulzura y le acarició las mejillas con cariño.
—Eso es muy bonito por tu parte. Gracias.
—No me las des. Es la verdad.
—Y por eso te estoy tan agradecido —dijo antes de tirar de él para poder besarlo. Night gruñó suavemente y se inclinó sobre él para sentir su piel desnuda contra la suya, aunque procuró no dejar caer todo su peso por si acaso le hacía daño; era consciente de su tamaño y no había olvidado que su humano tenía un brazo herido.
Lo cierto era que había una cosa que le había ocultado a Vane, algo que no le había dicho porque a él mismo le había sorprendido y no sabía cómo reaccionar ante eso.
Saber que el ex de Vane había ido hasta allí y que, a causa de su presencia, de su amor perdido, seguía sufriendo, le hacía sentirse…
Posesivo.
Y mucho.
No soportaba la idea de que su Vane aún conservara sentimientos por ese hombre que le había traicionado teniendo relaciones con otro macho que, además, había sido su amigo. Entre su gente, eso no se habría perdonado tan fácilmente y habría habido un duelo entre machos, por no hablar de que, probablemente, los demás habrían rechazado a la hembra que le había dado la espalda a su compañero para acostarse con otro.
Sencillamente, en la mente de alguien como él, era inconcebible que eso ocurriera; gracias a su desarrollado sentido del olfato, su gente no era capaz de hacer algo así porque, cuando había sentimientos en una relación y eran lo bastante fuertes, la pareja no podía soportar un contacto íntimo con otros que no fueran su compañero, tener su olor en su cuerpo era… molesto, ofensivo incluso. Pero ahora entendía lo que quería decir Max al decir que ojalá los humanos fueran como ellos. De haber sido así, ese estúpido macho no le habría hecho daño a su Vane…
Aunque, por otra parte, gracias a eso él no tenía un compañero.
Podría reclamarlo, hacerlo suyo.
Algo primitivo dentro de él, tal vez el lobo que llevaba dentro, despertó de repente y gruñó un poco más fuerte a la vez que apartaba los labios de los de su amante para ir directo a por su garganta. Lamió las zonas más sensibles de su cuello de arriba abajo y lo mordisqueó con cuidado con los colmillos, anhelando dejar marcas que indicaran al resto de posibles competidores que ese macho ya había sido reclamado. Su instinto se calmó un poco al sentir cómo su humano se estremecía bajo su cuerpo y soltaba un jadeo suave a la vez que sus dedos se aferraban a su espalda, como si no deseara que se apartara. Eso estaba mejor, no pensaba hacerlo sin antes demostrarle que él era todo lo que necesitaba.
Con esa idea en mente, descendió por todo su cuerpo para lamer sus fuertes pectorales, gruñendo encantado cuando estos se tensaron por la expectación, demostrando su fuerza. Le gustaba que Vane, pese a su brazo herido, siguiera siendo una persona fuerte, tanto física como emocionalmente; no había dejado que su punto débil lo destrozara, sino que se había repuesto y había seguido adelante, entrenando y manteniéndose ágil, siempre listo para afrontar cualquier batalla. Su aguda inteligencia hacía que lo atrajera aún más, nunca dejaba de sorprenderlo con estrategias y engaños que habían confundido a la gente de Mercile, así como había descubierto dónde se encontraba su gente. Estaba convencido de que era mucho más listo que los médicos, que estos ni siquiera podían soñar con competir con él.
Lo admiraba. Lo respetaba. Todo en él lo fascinaba, desde su fortaleza interior hasta su increíble físico. Y cuanto más lo conocía, más lo deseaba, más anhelaba estar cerca de él, tenerlo a su lado.
Y quería que él también quisiera estar con él.
Mientras su lengua seguía el recorrido marcado por los angulosos músculos de su vientre, apoyó todo el peso de su cuerpo en una mano para dejar la otra libre y que fuera a por los pantalones de su amante. Quería demostrarle lo importante que era para él y que estaba muy dispuesto a darle tanto placer como el que él le había dado, de hecho, le estaba muy agradecido por haberle enseñado lo que era ser tocado por alguien que no quería hacerte daño, por alguien que realmente te quería.
Le desabrochó los botones con facilidad y, después, se separó. Se le escapó una pequeña sonrisa divertida cuando tiró de sus pantalones con fuerza, sobresaltando a Vane. Después, se levantó de la cama y se arrodilló entre sus piernas.
—Eh… ¿Night?
Él apoyó las manos a ambos lados de las caderas de su humano y le dedicó una pícara sonrisa.
—Me gustó mucho tener tu boca en mi polla. Quiero que sientas lo mismo, Vane —y dicho esto, y sin darle tiempo a negarse o replicar, se la metió en la boca con mucho cuidado de no hacerle daño con los colmillos.
—Aaaah… —gimió el otro hombre, que arqueó la espalda y se aferró a las sábanas, presa del placer.
Night gruñó suavemente, satisfecho por su reacción, y empezó a mover sus labios de arriba abajo con lentitud, tratando de imitar lo que hizo su amante con él y, al mismo tiempo, explorando cómo le hacía sentir esa experiencia. Nunca antes se la había chupado a un hombre, tan solo había lamido a las hembras para humedecerlas cuando lo llevaban a las celdas donde los obligaban a reproducirse, así que era nuevo para él y… le gustó. Mucho más de lo que creía.
Podía sentir el duro miembro de Vane dentro de él, duro y ya algo húmedo, listo para dar y recibir placer… Pero, sobre todo, lo que más lo fascinó fue ser consciente de cuánto lo deseaba, de tener la convicción de que era él quien lo había puesto en ese estado de pura necesidad. Eso lo complació y lo llenó de orgullo, se sintió aliviado por saber que Vane sentía la misma lujuria que él sentía por su humano.
Siendo muy consciente de sus colmillos, continuó lamiendo, esta vez más confiado al saber que le gustaba, usando la lengua para acentuar el placer.
—Aaah… Aaaaah… Eso es, Night, así… —lo animó Vane, acariciándole el cabello y aferrándose a él para que supiera que le encantaba lo que hacía.
Él gruñó con suavidad, contento por hacer que su macho estuviera disfrutando y por el olor a deseo que desprendía. Cerró los ojos y siguió chupando, más rápido y sin parar de gruñir, era incapaz de dejar de hacerlo, se sentía muy feliz en ese momento y acababa de descubrir que amaba el sabor del placer de Vane.
—Joder, Night… Es como si tuviera la polla dentro de un vibrador —gimió este, ahora agarrando sus cabellos con ambas manos y marcándole el ritmo que quería. Night no acabó de entender muy bien lo que había querido decir con eso, pero estuvo bastante seguro de que fue una forma de decirle que lo estaba volviendo loco y eso lo enloqueció a él.
Decidido a hacer que se corriera, mantuvo el ritmo que le marcaba su amante y giró la lengua alrededor de su duro y húmedo miembro. Estaba a punto, solo tenía que seguir un poco más para darle lo que le pedía, él siempre le daría todo lo que pidiera.
—¡Ah! ¡Night, sí!
En ese momento, Vane estalló. Night sonrió cuando su boca se llenó de su placer y tragó tras saborearlo, sorprendido y feliz por haberlo complacido. Limpió los restos de su orgasmo sin sentirse asqueado en lo más mínimo y después alzó la vista, encontrándose con los bonitos y satisfechos ojos de su amante, que lo observaba a su vez sonrojado y con una sonrisa un tanto avergonzada. Él ascendió por su cuerpo entre besos que plantó en su vientre y su pecho, subiéndose de nuevo a la cama y deslizándose sobre su humano hasta que estuvieron cara a cara. Vane alzó una mano y le acarició una mejilla con cariño, haciéndole gruñir del gusto otra vez.
—Tendría que haberte avisado de que estaba a punto. Perdona —se disculpó, pero Night negó con la cabeza.
—Si no hubiera querido que te corrieras en mi boca, me habría apartado —dicho esto, se inclinó y frotó su nariz contra la suya—. ¿Te ha gustado?
Vane le sonrió.
—Ha sido genial, sobre todo cuando gruñías.
Él no pudo evitar devolverle la sonrisa. Le alegraba que sus diferencias no le molestaran cuando tenían relaciones, más aún si además las disfrutaba. Con un gruñido feliz, se inclinó aún más y frotó su mejilla con la de Vane a la vez que lo abrazaba con fuerza, haciéndole reír.
—Veo que tú también lo has disfrutado.
Él asintió contra su cuello y luego se apartó, mirándolo con intensidad a los ojos.
—Quiero llegar hasta el final.
A Vane eso lo pilló un poco desprevenido, pero se recuperó rápido y cogió su rostro entre sus manos para acariciarlo.
—¿Estás seguro?
Night asintió, observándolo decidido y hambriento.
—Te deseo y estoy preparado. Quiero saber lo que se siente.
Vane lo contempló un momento más antes de asentir.
—Si estás seguro, de acuerdo. Pero si cambias de opinión en cualquier momento, solo dilo. No es obligatorio hacer esto y tampoco será una vergüenza si de repente no te sientes listo.
El otro hombre sonrió ampliamente y acarició su rostro como si fuera lo más preciado del mundo para él. Su corazón tartamudeó por el gesto y se sintió muy cálido por dentro.
—Lo sé. Sé que contigo puedo hacer lo quiera y llegar hasta donde quiera. No te preocupes, estoy preparado… —dicho esto, su rostro se contrajo por la duda—. Pero, no estoy muy seguro de cómo…
Vane le sonrió con amabilidad, intuyendo de dónde salían sus dudas.
—No sabes cómo hacerlo con un hombre —lo ayudó.
Night le devolvió la sonrisa con timidez.
—Sí.
—No te preocupes, yo te enseño —y, después de decir eso y con una sonrisa traviesa, los giró a ambos en la cama de tal forma que él quedó encima, haciendo que Night parpadeara y él soltara una risilla—. Siéntate, yo te ayudaré la primera vez.
Su amante obedeció y se sentó, por lo que él se quedó sentado a horcajadas sobre él. Una vez más, le sorprendió lo alto que era, ya que, incluso así, ambos estaban a la misma altura, frente a frente. Vane, en un ataque de ternura, pegó su cuerpo al suyo y hundió las manos en su pelo negro, acariciando en el proceso su rostro. Night le respondió con un gruñido suave y cerrando los ojos, disfrutando de sus muestras de cariño a la vez que envolvía sus caderas con sus brazos.
En cuanto notó que estaba relajado, cogió una de sus manos y se la llevó a su rostro, momento en que el lobo abrió los ojos para mirarlo interrogante.
—Los hombres no lubricamos por detrás —le dijo despacio para que lo entendiera. Night pareció un poco sorprendido al descubrir por dónde lo harían, pero no tardó en recomponerse y lanzarle una mirada ardiente. Al parecer, no le desagradaba en absoluto la idea, lo que le hizo sonreír—, así que vas a tener que ayudarme. Voy a lamer tus dedos y tú los usarás para prepararme, ¿de acuerdo?
—¿No te haré daño? —le preguntó, preocupado.
Vane lo tranquilizó con una sonrisa y acariciando su rostro otra vez.
—No si lo haces con cuidado. No te preocupes, yo te guiaré.
Night, tras unos segundos de duda, asintió.
—Está bien, pero avísame si te hago daño. No quiero herirte.
Él sonrió ante su preocupación e hizo un gesto afirmativo, prometiéndoselo sin palabras. Una vez todo aclarado, Vane se llevó dos dedos de Night a la boca y empezó a lamerlos con la lengua de arriba abajo antes de chuparlos, dejando que se empaparan de su saliva.
El gruñido fuerte de su amante hizo que alzara los ojos. Su expresión y la manera en que su polla se presionaba firmemente contra su vientre le dijeron que estaba muy excitado.
—Lo haces como si estuvieras chupando mi polla —dijo con una voz grave y ronca que le pareció muy sexy.
Le lanzó una sonrisa pícara, haciéndole saber así que lo hacía a propósito. Su lobo soltó un gruñido complacido y lo estrechó más contra su cuerpo para poder inclinarse y pasar la lengua por su cuello. Vane gimió, encantado por la húmeda caricia, y se metió los dedos más profundo, chupando un poco más rápido.
Ambos estuvieron jugando el uno con el otro un rato. Vane con lamiendo como si estuviera haciendo una mamada y pasando sus uñas por la espalda de su amante, disfrutando de cómo sus músculos se contraían por la anticipación en una demostración de fuerza y virilidad, y Night mordisqueaba su cuello con los colmillos y acariciaba con sus manos sus fuertes piernas y sus nalgas firmes. Cuando el primer hombre consideró que era el momento, apartó la boca de su mano y lo miró a los ojos con intensidad; ya volvía a estar duro y estaba tan ansioso como su amante por probar cómo se sentiría hacer el amor con él.
Sin mediar palabra, guio sus dedos mojados hasta su trasero, sobre su entrada. Los ojos de Night ardieron con lujuria y él lo soltó para posar ambas manos sobre su rostro.
—Suave, despacio —murmuró, rozando sus labios antes de besarlo.
Su lobo gruñó de deseo y le devolvió el beso, enlazando su lengua con la suya en una danza íntima y sensual. Sintió su fuerte abrazo mientras una de sus manos se deslizaba por su espalda en una suave caricia, a la vez que la otra se dirigía a su entrada con lentitud, tanteando el terreno. No interrumpió el beso cuando sintió sus dedos rodeándola, como si le estuviera advirtiendo de lo que estaba por venir; no estaba asustado, confiaba en que Night no le haría daño y que sería cuidadoso, por lo que lo besó con más pasión y enterró una mano en su pelo mientras que la otra seguía deslizándose por la parte superior de su espalda para después acariciar su hombro y descender por sus amplios pectorales.
Entonces, notó cómo su amante introducía la punta de un dedo con cuidado. Él gimió un poco; hacía muchos años que no dejaba que nadie se lo hiciera, Jeremy no había sido muy dominante y por eso había sido él quien se había hecho cargo de lo demás, por lo que no estaba acostumbrado a ser embestido. Sin embargo, con Night no había querido estar él encima, no creía que estuviera preparado para eso… Y, además, debía admitir que le ponía caliente la idea de que él lo follara duro y rápido.
Pero poco a poco. Lo primero era pasar por esta experiencia juntos y debía ser él quien hiciera todo el trabajo para que Night estuviera cómodo y se sintiera seguro.
—¿Te he hecho daño? —le preguntó este, separándose un poco y apartando sus dedos de su entrada.
A Vane le conmovió ver la preocupación de sus ojos y lo abrazó por el cuello a la vez que le daba un beso esquimal.
—Tranquilo. Hacía mucho tiempo que no hacía esto y no estoy acostumbrado.
Night frunció el ceño.
—Creía que ese macho y tú…
—Era yo el que estaba encima. Hace años que no dejo que nadie esté encima de mí.
—¿Y por qué a mí sí?
Él le sonrió y le acarició una mejilla con cariño.
—Porque contigo sí quiero hacerlo así.
Una emoción que no supo definir, pero poderosa, apareció en los increíbles ojos azules del lobo.
—Vane… Yo…
—Shh… —le dijo él, besándolo otra vez en los labios—. Confía en mí. Tú solo sigue, te lo diré si me haces daño, no te preocupes.
Night lanzó un gruñido y le devolvió el beso a la vez que sus dedos volvían a penetrarlo con sumo cuidado. Vane gimió otra vez, en parte por la molestia y en parte por el placer, pero abrió las piernas y trató de relajarse para facilitarle el trabajo a su amante y no preocuparlo.
Mientras ambos seguían abrazándose y besándose, los dedos del lobo, poco a poco, siguieron hundiéndose en su cuerpo con la misma delicadeza, procurando hacerle el menor daño posible. Pero, al cabo de un tiempo, a Vane dejó de molestarlo y empezó a disfrutarlo de verdad, gimiendo contra la boca de Night y arañándole los hombros, contoneando las caderas para animarlo a follarlo más rápido.
—Eso es, Night… Un poco más fuerte, estoy casi listo…
—Vane… —gruñó él con una voz inhumana, pero obedeció y sus dedos lo embistieron con un poco más de dureza, haciéndole jadear un poco más alto de lo que quería. Joder, hacía más de una década que nadie le hacía eso y había olvidado lo bien que se sentía.
Dejó que Night siguiera penetrándolo un poco más, hasta que sintió que sus dedos se deslizaban fácilmente en su interior tan profundo como era posible… y porque amaba el modo en que su amante le devoraba los labios y lo estrechaba contra sí, como si quisiera devorarlo entero a la vez que le daba placer con los dedos.
Sabiendo que ya estaba listo, se separó del lobo, que gruñó una protesta porque se hubiera apartado y trató de volver a besarlo. Vane lo permitió, solo una vez más, con un gemido antes de poner un dedo sobre sus labios y acariciarlos.
—Night… Estoy preparado.
Él no dijo nada, pero lo miró con pasión y soltó un feroz gruñido. Lo interpretó como que estaba de acuerdo y se levantó sobre sus rodillas, posicionándose mejor sobre su cuerpo para facilitar el poder montarlo. Una vez hubo encontrado una buena postura, cogió el miembro de su amante, que volvió a gruñir excitado, y lo colocó sobre su entrada sin soltarlo antes de bajar lentamente sobre él.
Ambos gimieron cuando la punta se introdujo en su cuerpo. Vane soltó su pene y se apoyó en los hombros de Night para poder subir y bajar con cuidado, acostumbrándose a él, mientras que este lo abrazó con fuerza, enterrando la cara en el hueco de su cuello.
—Vane… —murmuró, rozando su piel con los colmillos, haciendo que se estremeciera.
—Se siente bien, ¿verdad? —le sonrió Vane.
El lobo se apartó y unió su frente a la suya, mirándolo con el deseo puro brillando en sus increíbles ojos.
—Jamás había sentido nada como esto.
El corazón de Vane dio un vuelco.
Era verdad. Toda su vida, Night había estado confinado en una jaula, sin libertad para hacer absolutamente nada, obligado a tener sexo con quien le dijeran, tal vez realizando el acto más por la necesidad de sobrevivir que por haber experimentado deseo. La idea de que todas sus relaciones hubieran sido así, frías, sin sentimientos, con miedo… que nunca le hubieran acariciado con cariño, que no le hubieran besado nunca, que no le hubieran hecho el amor… lo destrozaba. Hacía que algo dentro de él se rompiera.
Deseando darle todo lo que Mercile le habría privado, cerró los ojos y lo besó profundamente, fundiendo su cuerpo con el suyo y sin dejar de moverse de arriba abajo sobre él. Sus pechos, de músculos tensos y pezones erguidos por la lujuria, se rozaban con cada vaivén, los muslos de Vane acogían las caderas de Night, los fuertes brazos de este abrazaban su cuerpo, los labios de ambos se unieron para no volver a separarse. Vane ya no podía pensar en nada, solo sentía cómo su amante lo sujetaba por la espalda con una mano mientras que la otra pasaba sus dedos por sus nalgas y sus muslos en una caricia ansiosa y llena de deseo; podía notar su respiración agitada y el latido desbocado de su corazón porque no había ni un milímetro de separación entre sus cuerpos, y la sensación de plenitud y calor cada vez que descendía sobre su duro y palpitante miembro, que delataba la pasión que sentía por él. Su respuesta era seguir moviéndose, cabalgarlo lentamente a la vez que sus dedos pasaban por cada músculo de su espalda y su pecho, arañando sus hombros y deslizar las manos por sus duros brazos; corresponder cada húmedo beso entregándole sus labios y su lengua; gemir su nombre y susurrarle cuánto lo deseaba y cuánto amaba sentirlo dentro de él.
En el instante en el que dijo esas palabras, Night gruñó profundamente desde su pecho y su beso se volvió más exigente y posesivo. Vane no se asustó ni por un instante y lo correspondió sin dudarlo, aferrándose a su espalda y montándolo más rápido, jadeando en su boca y entregándole todo cuanto le pedía. Su lobo soltó una especie de rugido fuerte y sus grandes manos apresaron su trasero, animándolo a seguir moviéndose a ese ritmo. Y él lo hizo; se dejó embestir tan profundo que sintió su polla golpeando el punto más sensible de su ser, provocando que un grito escapara de su garganta. Eso le hizo recordar que sus hermanos estaban abajo y que podrían oírle, por lo que, en un acto de pasión y recordando que eso le gustaba a Night, lo mordió en la curva del cuello.
El lobo reaccionó soltando un breve pero profundo aullido y, después, sintió cómo le clavaba los colmillos en el hombro.
Una extraña y adictiva ola de dolor y placer lo arrasaron y lo mordió más fuerte a la vez que se movía más rápido, dejando que su polla lo golpeara duro y fuerte y que, al final, hiciera que todo su cuerpo se convulsionara por un poderoso orgasmo que lo dejó agotado y tembloroso.
Se quedó unos momentos sin moverse, un poco impresionado por lo intenso que lo había sentido, apoyado en el pecho de Night con los brazos alrededor de su cuello. Podía notar la semilla de su amante dentro de su cuerpo, era más caliente de lo que recordaba de anteriores relaciones, pero no le quemaba ni le hacía daño. Sin embargo, sí se quejó un poco cuando notó que retiraba sus colmillos de su piel… aunque, por extraño que parezca, también se estremeció. La sensación había sido erógena a la vez.
—¿Estás bien? —le preguntó con un jadeo.
Night no respondió, pero lo abrazó con mucha fuerza, casi aferrándose a él. Eso lo asustó.
—¿Night? ¿Ocurre algo?
—Lo siento mucho, Vane —le dijo con la voz rota.
Eso acabó por dejarlo en un estado de alerta y lo empujó un poco para apartarse y poder ver qué estaba pasando. Night se resistió un poco a dejarlo ir, pero al final se separó lo justo para que pudieran mirarse. Palideció al ver su rostro contraído por el dolor.
—Dios mío, Night, ¿te he hecho daño?
Él negó con la cabeza.
—Perdóname, Vane. Te juro que lo he hecho sin pensar.
… Vale, ahora estaba confundido.
—Night, no entiendo…
Este le giró la cabeza con cuidado para que viera su hombro. Lo tenía ensangrentado.
—Joder —se le escapó. De acuerdo, había notado que le había mordido, pero no creía que hubiera sido tan profundo.
—Lo siento muchísimo —se disculpó Vane otra vez con los ojos llenos de culpa—. No era mi intención hacerte eso, pero cuando me mordiste… —Se estremeció—. No lo sé, fue como si algo dentro de mí reaccionara y… —su voz se apagó y agachó la cabeza, avergonzado—. Perdóname. Tú me has dado la experiencia más hermosa de mi vida y yo te he herido. Soy un monstruo.
—Ey, ¿a qué viene eso? —le dijo Vane, que volvió a pegar su cuerpo al suyo para abrazarlo y demostrarle que no le guardaba ningún rencor—. No estoy enfadado contigo y no eres un monstruo, ¿de acuerdo? No vuelvas a decir algo así porque no es verdad.
El lobo lo miró, aún con la culpabilidad en sus ojos.
—Pero te he hecho daño.
—Te dejaste llevar por el calor del momento, no pasa nada. No es una herida grave, un poco de sangre no va a matarme.
Los irises azules de Night brillaron un poco por la esperanza.
—¿De verdad estás bien? ¿Me sigues…? —se calló de repente y se tensó, como si hubiera estado a punto de decir algo que no quería que supiera.
Pero Vane adivinó lo que lo preocupaba y lo abrazó con fuerza.
—Sí, estoy bien y claro que sigues siendo importante para mí —dicho esto, lo besó con dulzura y después le apartó con cariño el pelo revuelto de la cara—. Todo está bien, Night. Ha sido increíble para mí y lo repetiremos si quieres hacerlo y si te sientes listo.
Esta vez, Night le sonrió de verdad y lo estrechó contra sí.
—Ha sido lo más hermoso que podrías haberme dado, Vane. Y claro que quiero repetirlo, pero antes quiero asegurarme de que no estás gravemente herido. Te he mordido profundo, probablemente deje marca.
Vane plantó un beso en su cuello y le sonrió.
—No me preocupa, pero será mejor que me cure esto y luego vayamos con mis hermanos. Estarán preocupados por mí y se preguntarán qué estamos haciendo —dijo antes de levantarse con cuidado e ir a la mesita de noche para coger un pañuelo y limpiarse los restos de semen tanto suyos como los de Night.
—Vane —lo llamó este.
Se giró y se encontró con la mirada inquieta del otro hombre.
—¿Estás mejor?
Él sonrió, regresó a la cama y le dio un beso tierno y profundo a su lobo.
—Sí. Gracias a ti.


—Cuídate mucho, hermanito —le dijo Zane a Vane mientras lo abrazaba con fuerza.
Night los observaba apoyado en uno de los postes del porche con los brazos cruzados y aire pensativo. Había pasado más de una semana desde que los Hagel llegaron y, al parecer, habían ayudado mucho a Vane a centrarse para idear un plan de rescate para su gente. Todo estaba pensado y planeado, habían repasado los mapas de las instalaciones de cabo y rabo y habían creado varias estrategias por si las cosas no salían como querían o si las cosas se ponían feas.
Ahora, solo faltaba reunir a todo el mundo. Y los hermanos Hagel iban a encargarse de reunir a su antigua unidad y a unos cuantos amigos más de confianza para que les ayudaran.
Sin embargo, en esos momentos, Night no podía concentrarse en eso. No hacía más que darle vueltas a la relación que tenía con Vane y que sentía que se había fortalecido desde que hacían el amor. Para él, había sido toda una experiencia. En Mercile, había tenido sexo con hembras porque, de no hacerlo, a ella la habrían violado delante de él. No siempre había sido desagradable si ellas le dejaban darles placer, incluso lo había disfrutado en alguna ocasión de montarlas, pero tampoco se engañaba a sí mismo. Al final, tanto él como las mujeres lo habían hecho porque les habían obligado, no había nada entre ellos que no fuera compañerismo y apoyo mutuo porque eran de la misma especie y estaban juntos contra sus enemigos, los humanos.
Pero con Vane… Le había hecho sentir tantas cosas… Al principio había sido tan abrumador que no había sido capaz de definir qué emoción era la que le provocaba su humano cada vez que lo veía sonreírle, cada vez que le acariciaba con cariño o cuando lo animaba o le ofrecía consuelo. Con Vane no se sentía solo, ni tenía miedo de Mercile o de regresar a ese lugar otra vez, no se sentía humillado ni tenía más pesadillas… Él le provocaba una agradable calidez que no desaparecía, lo abrazaba todas las noches y siempre le acariciaba después de hacer el amor.
Él no había vuelto a morderlo. Fue como si, después de dejarle una marca en el hombro, ese instinto hubiera desaparecido.
Ese hecho fue lo que hizo que se diera cuenta de lo que ocurría. Los machos de su especie, para advertir a otros de que su compañera ya había sido reclamada, dejaban una marca profunda en su hombro. Uno de ellos le contó que era algo instintivo, que lo hacían por posesividad y que, una vez marcadas, ya no volvían a morderla, al menos, no tan profundamente.
Él había reclamado a Vane. Quería que fuera su compañero.
Lo amaba.
Eso lo había tenido un tanto preocupado. No por estar enamorado de un humano, sino porque temía decírselo a Vane. Sabía que no había tenido una buena experiencia con el macho con el que estaba antes y no estaba seguro de si lo aceptaría como compañero por miedo a que volvieran a herirlo.
—¡Eh, Night!
Alzó los ojos al escuchar a Zane, que movía un brazo en su dirección en un gesto de despedida.
—¡Nos vemos pronto, hombre! ¡Y no agotes tanto a mi hermano que tiene que estar a tope para el rescate!
Vane le dio un codazo en el pecho que hizo sonreír a Night. Observó junto a Ethan, que estaba a su lado en el porche, cómo acababan de despedirse todos los Hagel antes de que Zane, Shawn, Dylan y Kasey subieran al todoterreno del primero y se marcharan por el camino de tierra que llevaba a la carretera. Max y Vane se quedaron un momento allí, viendo cómo se iban, y después el hombre rubio palmeó la espalda de su hermano y entró en la casa seguido de Ethan.
Night bajó del porche y se unió a su macho. Lo abrazó por la cintura y tiró de él para que apoyara la espalda en su torso.
—¿Todo bien?
Vane asintió.
—Sí. Es solo que… No me había dado cuenta de lo mucho que los echaba de menos.
Él entrelazó los dedos con los suyos y lo besó en la cabeza.
—Has estado muy estresado últimamente y tener a la familia cerca es reconfortante. Lo entiendo.
Su humano le apretó las manos en una muestra de afecto que, como de costumbre, calentó su corazón. Luego, cuando hizo amago de querer darse la vuelta, él le dejó espacio y estuvo a punto de gruñir feliz al sentir sus manos acariciando su pecho.
—¿Cómo estás tú? Te he notado muy pensativo estos días.
Oh, oh.
—No es nada.
—Night, sabes que puedes contarme lo que sea. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Es por tu gente?, ¿porque lo estamos poniendo todo en marcha? Si no te sientes preparado para volver a ese lugar es perfectamente normal y nadie te va a pedir que lo hagas. Puedes quedarte con Ethan y tranquilizar a tu gente a medida que los vayamos trayendo.
Night contempló a su Vane con el corazón en un puño.
¿Cómo no iba a amarlo? Él se lo había dado todo a pesar de ser un completo extraño: comida, ropa, un hogar, protección, calidez. Le había jurado que no le haría daño cuando él estuvo a punto de atacarlo, le había abrazado cuando había llorado, le había dicho que era un gran hombre cuando toda su vida lo habían humillado y despreciado, había estado a su lado cuando descubrió que no era humano, le había dado calor y ternura.
Iba a arriesgar su vida y la de su familia por él y por su gente.
Por supuesto que lo quería, más que a nada y más que a nadie.
—Vane…
Él le acarició el brazo para animarlo a hablar.
—Dime.
—… Quiero que seas mi compañero.

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