lunes, 21 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 14. Destierro

Sasuke fue corriendo a la habitación de Naruto con una sonrisa en la cara que gritaba victoria. Tras el veredicto de Kurogane, nadie se había atrevido a oponerse a excepción de Danzo, que había intentado replicar que llevaba mucho tiempo en el Consejo y velando por su reino, lo que había terminado con el hombre zorro cogiéndolo por el cuello, dándole a elegir entre matarlo allí y en ese instante o partir mañana al amanecer.
Por supuesto, el anciano escogió vivir. Sin embargo, eso no evitó que Tsunade, que no se fiaba de que Danzo no fuera a utilizar alguna treta para escapar de su destino, lo mandara vigilar para asegurarse de que al día siguiente marchara al exilio.
Aparte de eso, mientras Kurogane y sus compañeros regresaban al Bosque Sagrado, Sasuke ayudó a la reina a identificar a los nobles que habían participado en la cacería y a ordenar a los soldados que los llevaran con los médicos de palacio para que trataran sus heridas y, después, pidió a otros más que informaran a sus familias y acompañantes que al día siguiente serían desterrados de aquella hermosa tierra que habían tenido el valor de profanar. Tampoco olvidaba que cualquier trato comercial con sus reinos o de otra clase quedaban cancelados por orden de Kurogane, lo cual quería decir que, mañana, Tsunade también rompería los contratos que tenía con ellos hasta que sus respectivos herederos tomaran la corona. Eso podía acabar de dos formas: o el Consejo de dicho país decidía que, para evitar que eso ocurriera, hicieran que el predecesor fuera coronado antes de tiempo, o este reino se quedaba sin dicho trato durante un largo tiempo, normalmente debido a falta de herederos o familiares que asumieran el trono, cosa que beneficiaría enormemente a otros reinos que irían a la caza de nuevas alianzas comerciales aprovechando que el Reino del Fuego se había quedado sin un número de compradores.
De todas formas, Sasuke no estaba preocupado por la economía de su país; sus tierras eran muy fértiles y los productos eran de los mejores que había, además de que solo perderían alrededor de veinte tratos comerciales, de los cuales, la mitad se reinstaurarían dentro de poco, cuando la corona de los otros reinos recayera en los herederos para evitar perder una gran parte de sus productos.
Lo bueno de tener un clima espléndido allí era que sus cosechas eran numerosas y no solían tener grandes pérdidas, por lo que tenían cultivos prácticamente todo el año y todas las estaciones siempre había temporada de esto o de aquello, y eso solo referente a la comida, que se comercializaba por todas partes, especialmente el vino, que era de gran calidad y un producto de lujo que solo podían obtener los nobles, de ahí que pagaran mucho dinero por él. Y eso por no hablar de otras cosas como las telas finas y sedosas tan características de la gente de allí, o de la espléndida pesca que tenían (al fin y al cabo, estaban en una isla y era una actividad que la gente realizaba a diario), tanto de pescado como de marisco, otro producto de lujo.
No, que su futuro país empobreciera no lo tenía preocupado, la comida era algo básico y los extranjeros la encargaban constantemente, era una de las cosas que había aprendido visitando los distintos lugares de la isla con Naruto, quien le había explicado a su vez sus ventajas y funcionamiento.
Sin embargo, el no hacer ningún trato comercial con los reyes implicados en la cacería le hizo recordar algo que también había dicho Naruto: “No habrá alianza posible entre sus reinos y esta tierra, ni tampoco comercio de ningún tipo”. Con eso, todo lo que había anunciado el rubio que pasaría, se había cumplido; eso quería decir que, de algún modo, estaba implicado en lo que había ocurrido, por mucho que Kurama hubiera sido quien había enviado a los hombres zorro.
Que le jodan si no había sido cosa suya de algún modo.
Al llegar a la puerta, abrió sin llamar de la emoción, encontrándola abierta, y vio a su prometido sentado en la cama, ya preparado para irse a dormir y con un zorro en el regazo, al cual acariciaba.
Por un instante, Sasuke se quedó parado en la puerta, siendo recorrido por un extraño escalofrío. Habría jurado que el aire de aquella habitación crepitaba, como si un aura de poder, antiguo, milenario, provocara que se estremeciera. Sin embargo, esa sensación desapareció tan rápido como había aparecido, por lo que no le dio importancia y, recuperando su sonrisa, fue hacia Naruto.
—¿Dónde estabas? ¡Te has perdido lo mejor!; los hombres zorro han impedido la cacería y Kurogane ha condenado a Danzo al exilio.
Su futuro esposo le dedicó una enorme sonrisa.
—No me lo he perdido, lo he visto todo —dijo, señalando la ventana que había al lado de la cama y que estaba abierta.
Sasuke se sentó a su lado, todavía presa de la emoción.
—¿Sabes lo que esto significa? El rey es quien escoge a los miembros del Consejo y han perdido a su líder, ¡Tsunade podrá elegir a alguien de confianza!
—No solo eso —dijo Naruto con una mirada maliciosa—, podrá nombrarlo líder del Consejo.
Él parpadeó. Eso no lo había esperado.
—¿En serio? No es que me guste precisamente ningún consejero, pero creía que el liderazgo pasaría al miembro más antiguo después de Danzo.
—Normalmente ese es el procedimiento, sí, pero esta es una situación especial. El Consejo al completo votó por unanimidad la cacería de los zorros, aun sabiendo que incumplían una ley divina, por lo que sería estúpido por nuestra parte cabrear a Kurama poniendo a otro imbécil al mando. Eso nos da carta blanca para escoger al próximo líder, lo más seguro es que los demás protesten, pero dudo que los nobles se alcen para apoyarles después de lo que han presenciado; si exilian a Danzo, que ha tenido uno de los cargos más altos del reino y uno de los linajes más antiguos de aquí, ellos no están exentos de ser condenados tampoco.
Sasuke sonrió, la noche mejoraba por momentos.
—¿Ya has pensado en alguien?
Naruto ladeó la cabeza, acariciando distraídamente la cabeza del zorro que tenía en su regazo, el cual ronroneó de gusto. El Uchiha reparó en él entonces, frunciendo el ceño al fijarse en que, curiosamente, parecía ser un poco más grande que los zorros comunes y que sus orejas eran un poco más largas de lo habitual. Qué raro…
La voz de su esposo lo distrajo.
—Imagino que mi abuela y yo nos reuniremos mañana después de la ceremonia de los destierros para hablar de ello. Deberías estar presente tú también, ya que vas a ser rey.
Sasuke asintió.
—Si quieres que esté allí, lo estaré… pero creo que aún no conozco lo suficiente tu reino como para aportar una opinión decente sobre quién debería liderar al Consejo.
Naruto le sonrió con diversión.
—Vaya, el Gran Sasuke Uchiha admite no saber algo, estoy impresionado —lo picó.
Este entrecerró los ojos con cara de pocos amigos y le dio un golpe amistoso en el hombro.
—No te pases —le advirtió, aunque se le escapó una sonrisa cuando su prometido lo miró juguetón, sabiendo que había sido una broma. Entonces, contempló de nuevo al zorro, hecho una esponjosa bola entre las piernas del rubio—. Así que están a salvo.
—Sí —suspiró Naruto, aliviado—, me alegro de que no les haya pasado nada. Habría sido un problema si la población de zorros hubiera bajado.
—¿Lo dices por las cosechas? —preguntó Sasuke—, sé que los agricultores los atraen para evitar que los insectos y los roedores se las coman.
—En parte sí, son muy útiles en ese aspecto… pero no es lo único que hacen —murmuró con cierto aire misterioso.
El Uchiha ladeó la cabeza, intrigado.
—¿Es algo relacionado con tus secretos de creador? —inquirió.
Naruto continuó acariciando al zorro, pensativo.
—Sí y no. Cuando se habla de los emisarios de Kurama, se refiere precisamente a eso; los zorros vienen a ser los ojos y oídos de mi dios, así está enterado de todo lo que ocurre en el reino, o eso es lo que dicen las leyendas. Pero hay más, ¿recuerdas que puedo oír las oraciones de las personas?
Sasuke asintió.
—Sí.
—Como ya te dije, siempre hay muchas, demasiadas como para que pueda atenderlas todas, así que suelo acudir en ayuda de las más urgentes… pero eso no quiere decir que deje desatendidas a las demás, y ahí es donde entran los zorros. Puedo… comunicarme con ellos, por decirlo de algún modo.
Eso lo sorprendió un poco, aunque, pensándolo bien, tenía cierta lógica; si Naruto era capaz de hablar la lengua de los hombres zorro, ¿por qué no iba a poder contactar con los animales con los que guardaban parentesco? Visto así, era hasta lógico.
—¿Hablas con los zorros?
Naruto dejó escapar una risilla.
—No, Sasuke, los animales no tienen tanta capacidad lingüística; pueden transmitir emociones o señales de peligro mediante sonidos y gestos, pero no llegan más allá… aunque eso no quiere decir que sean menos inteligentes, simplemente tienen una forma de comunicarse distinta a la nuestra. —Hizo una pausa, como si estuviera pensando en el mejor modo de explicarse—. Digamos que Kurama me dio el don de… conectar con ellos mentalmente; puedo transmitirles imágenes, olores y sonidos para hacerles saber lo que necesito que hagan.
Sasuke frunció el ceño.
—Como… ¿telepatía?
El rubio tampoco estaba muy seguro de cómo definirlo.
—… Supongo que es una forma de decirlo, solo que no empleamos palabras para comunicarnos y es de una sola vía, yo soy quien habla con ellos, no ellos conmigo. —Se detuvo un momento para observar al zorro que tenía en su regazo y rascarle detrás de las orejas—. Los envío a dejar plantas medicinales a la gente cuyo remedio ya conozco, así vamos más rápido y podemos ayudar a más gente.
—Eso es bueno —comentó el varón—. Entonces, ¿los zorros te obedecen?
Naruto negó con la cabeza.
—No es una cuestión de tener control sobre ellos, es más bien… —Hizo una pausa y sacudió la cabeza, haciendo una mueca, como si no supiera explicarse—. Verás, los zorros de aquí fueron creados para eso, son “emisarios” por eso; son los oídos y ojos de Kurama, pero también los que atienden las súplicas de los ciudadanos. Cuando no hay un creador en este reino, son ellos quienes los ayudan, ¿lo entiendes? Ambos cumplimos funciones muy similares y por eso trabajamos juntos ahora.
Sasuke ladeó la cabeza, encontrándolo muy interesante.
—¿Quieres decir… que cuando no hay creadores… son los animales sagrados de los dioses los que atienden a los ciudadanos?
Su prometido se encogió de hombros.
—En este reino, sí. No sé cómo son los creadores de los demás, pero tengo entendido que, aunque compartimos características similares, como el ciclo fértil, también tenemos habilidades distintas y se nos aplican leyes diferentes según nuestro dios.
El príncipe del Hielo no pudo evitar preguntarse qué poderes habría tenido Naruto si hubiera nacido en su reino y qué responsabilidades habría tenido. Si allí era capaz de crear fuego de la nada, ¿en su país habría podido controlar la nieve a su antojo?, ¿hacer soplar las ventiscas?, habría sido genial si pudiera manipular el hielo a placer. Por un instante, se preguntó si, tal vez, él hubiera podido ayudar a su madre, pero desechó ese pensamiento tan rápido como apareció. Era hora de aceptar su muerte como lo que fue, una enfermedad mortal e incurable. Fue una tragedia, sí, por supuesto, pero no fue culpa de nadie, ni siquiera de Taka, al que había creído que hizo oídos sordos a sus súplicas.
Después de esa noche, no podía acusar a los dioses de ignorarlos. Así que empezaba a creer que lo que dijo Naruto sobre ellos era verdad y que les habían brindado a los hombres la oportunidad de escoger su propio camino, fuera bueno o malo.
Curiosamente, eso le reportó cierto consuelo. Saber que todo lo que había hecho y que había conseguido (ser un gran guerrero, un audaz marinero, todas las aventuras y hazañas que había vivido) había sido por decisión propia, por su esfuerzo y trabajo. También ser capaz de ver sus propios errores, como lo de marcharse sin más de su reino, exponiéndolo indirectamente al peligro y eludiendo sus responsabilidades… o subestimar a Naruto. Conocer a su futuro esposo era una de las cosas que más se alegraba de haber hecho, y le gustaba pensar que la relación que tenían era porque ambos habían puesto de su parte y no que alguien hubiera decidido que se llevaran bien.
Al pensar en él, dejó de lado sus reflexiones y se acercó un poco más a su prometido.
—Oye, ¿y tú no has tenido nada que ver en todo esto?
Su prometido se hizo el tonto, aunque sonreía.
—¿Por qué lo dices?
Sasuke levantó las cejas.
—No sé, tal vez porque todo lo que dijiste que pasaría ha ocurrido.
Naruto se mordió el labio inferior y le guiñó un ojo.
—Puede que… le haya dado un par de ideas a Kurama.
El Uchiha esbozó una amplia sonrisa al mismo tiempo que se inclinaba sobre su futuro esposo.
—Tienes una mente maquiavélica muy sexy —le dijo antes de darle un efusivo beso en los labios que su rubio correspondió sin dudar. Al separarse, se quedó muy cerca de él, sentado a su lado y con una mano en su mejilla, que acariciaba con el pulgar—. ¿Lo de Danzo también?
En esta ocasión, Naruto parpadeó.
—No, la verdad es que me ha pillado por sorpresa. Supongo que Kurogane solo lo habría destituido de su cargo si no te hubiera atacado con intención de matarte —dicho esto, frunció el ceño como si algo lo confundiera—. No entiendo cómo ha podido ser tan imprudente. Sé que te detesta, pero no es propio de él actuar así.
Sasuke lo entendía, él tampoco había esperado que Danzo llegara a tales extremos, pero sospechaba su estado mental en ese momento.
—Tal vez se acumularon demasiadas cosas. Mi presencia le ha quitado un poco de poder al Consejo y probablemente se siente amenazado dado que está claro que tengo preferencia por ti y que vengo de un reino muy distinto a sus ideales de un país cruel y retrógrado. Por no hablar de que le amenacé con echarlo del Consejo en cuanto me convierta en rey. Ahora, tenía una oportunidad para joderme sin que yo pudiera hacer nada y, de repente, aparecen Kurogane y sus compañeros, que a sus ojos son pocos más que animales salvajes que interfieren en sus planes, y encima voy yo y evito que les haga daño. Creo que le cegó el odio en el peor momento y me atacó en un arrebato. El no estar seguro de lo que estaba ocurriendo y ver a tantos aliados potenciales siendo mutilados probablemente contribuyó a ponerlo aún más nervioso de lo que ya estaba.
Tras un instante asimilando lo que acababa de decir, Naruto asintió, mostrando su acuerdo en que era una posibilidad, y luego apoyó las manos en su pecho. Sus ojos tenían un matiz triste.
—¿Llegó a herirte? No pude verlo bien desde aquí.
Sasuke sonrió tiernamente al ver la preocupación de sus ojos y puso su mano sobre las suyas.
—Estoy bien, no llegó a tocarme… gracias a ese zorro —dicho esto, recordó que la bestia dorada no parecía pertenecer a la misma raza que Kurogane y su ceño se arrugó levemente—. Ese no es como los demás, ¿verdad? No es un hombre zorro.
Naruto negó con la cabeza al mismo tiempo que le acariciaba el pecho.
—No, es otra especie llamada Kyubi. Muy rara y difícil de ver, por cierto, de hecho, solo lo has visto porque es el más joven de sus congéneres.
—¿El más joven?
—Los más antiguos tienen el pelaje blanco y nueve colas. Solo los verás si ellos quieren que los veas.
Mmm… Curioso.
—¿Tú alguna vez los has visto? —preguntó Sasuke tras hacer una pausa.
El rubio lo meditó unos segundos antes de responder:
—Creo que cuando era muy pequeño jugaban conmigo, pero apenas lo recuerdo. Aparte de eso, solo vi uno poco después de que murieran mis padres. Fue una noche en el puerto, yo estaba mirando el lugar donde el barco estalló mientras lloraba. Uno de ellos apareció de repente a mi lado y me llevó de vuelta a palacio.
El Uchiha frunció el ceño.
—¿Y ya está? ¿No sabes nada más de ellos?
—Sé que son muy pocos, ya que solo puede nacer uno por cada generación, aunque hacía tiempo que no había ninguno, el zorro dorado es el primero en mucho tiempo. También sé que cumple órdenes de Kurama, normalmente proteger y defender las leyes divinas, por eso lo has visto hoy aquí. Sobre los más antiguos, no tengo ni idea de lo que hacen porque apenas los he visto —respondió con sencillez.
—Me cuesta creer que no sepas nada de ellos —admitió Sasuke, a lo que Naruto respondió sonriéndole con dulzura.
—Yo no tengo respuestas para todo, Sasuke. Puedo hablarte de mi reino porque he nacido en él, puedo hablarte de todo su funcionamiento, de su gente, de su tierra y su cultura porque soy príncipe, y de los creadores porque soy uno, así como del Bosque Sagrado e incluso de algunas de sus criaturas, pero no puedo hablarte de seres que prefieren mantenerse ocultos —dicho esto, se encogió de hombros—. Simplemente, acepto su existencia y la convivencia entre nosotros. Con saber que están en el mismo bando que yo, estoy bien.
—¿Y no sientes ni un ápice de curiosidad?
—Claro, pero tú respetaste mi decisión de revelarte los secretos de los creadores que yo considerara necesarios, ¿verdad?, pues debes hacer lo mismo con ellos.
Sasuke hizo una mueca, un poco ansioso al no saber qué eran exactamente y por los detalles tan vagos que le había dado Naruto, pero admitió que tenía razón y que debía respetar la intimidad de esos seres, especialmente si tenían conexión con Kurama. La cosa sería distinta si se tratara de un enemigo; por supuesto, habría tratado de averiguar todo lo que pudiera de ellos si fuera el caso, sin embargo, ya había comprobado por sí mismo que estaban de su parte y, además, el zorro dorado le había salvado la vida.
Les debía dejarlos tranquilos en su bosque.
—¿Sabes?, serás un rey muy sabio, Naruto —comentó, convencido de ello. Desde que había llegado a ese reino, se sentía como un niño pequeño aprendiendo desde cero en comparación con su prometido, y a menudo este lo sorprendía con el conocimiento que poseía no solo sobre su tierra, sino del mundo en general y la forma en la que lo percibía.
Este frunció el ceño.
—Solo intento hacer las cosas lo mejor que puedo.
—Y te admiro por eso —dijo antes de besarlo otra vez, solo que más profundamente, acariciando sus labios con la lengua para tentarlo a abrirla. Gruñó encantado cuando su rubio no opuso la menor resistencia y dejó que su boca le hiciera el amor a la suya.
—Sasuke… —gimió este cuando Sasuke metió una mano por debajo de su camiseta para acariciar su espalda.
El Uchiha sonrió contra sus labios.
—Esta noche merece una celebración… y, como has sido tú quien ha ayudado a Kurama, voy a ser yo quien te recompense —murmuró, deslizando los dedos sobre la tersa, suave y acogedoramente cálida piel de su prometido, que parecía estar llamándole para que fundiera su cuerpo con ella. Era un deseo que estaba ansioso por cumplir.
—¿Cómo? —jadeó Naruto.
El varón lo empujó suavemente hacia atrás hasta que el rubio cayó sobre el colchón, haciendo que el zorro saltara de su regazo hasta el suelo. En un instante, Sasuke ya estaba encima de él, acorralándolo con sus brazos y piernas, devorándolo con una mirada encendida y una sonrisa lobuna.
—Primero te follaré con mis dedos hasta que grites de placer… —dijo al mismo tiempo que le levantaba la camiseta para dejar su torso al descubierto—. Luego, lameré tu dulce entrada hasta que me supliques que te la meta… —Paseó sus dedos por su vientre, ascendiendo hasta su pecho—. Después, te joderé rápido, fuerte y duro, tantas veces como puedas resistir… —Le pellizcó con cuidado un pezón, haciendo que su prometido gimoteara de deseo—. Y, por último, vuelta a empezar —le sonrió con picardía—. ¿Te parece bien?
Naruto lo miró con esos hermosos ojos azules nublados por la pasión. Dioses, ¿cómo era posible que existiera algo tan bello y sensual a la vez?, ¿y cómo era posible que no se hubiera dado cuenta de ello nada más verlo?
Al ver que su sexy prometido asentía sin vacilar, no esperó más y se lanzó a devorar su boca, notando cómo su amante lo envolvía con sus brazos y piernas, abrazándolo con anhelo y besándolo con la misma hambre que él sentía.
Por otro lado, el zorro, viendo que tres eran multitud, se deslizó sigilosamente hasta la puerta, que Sasuke había cerrado mal a causa de la emoción que sentía por haber vencido esa noche al Consejo, y usó la pata para abrirla lo suficiente como para salir.
Después, esta se cerró sola y se escuchó un chasquido, como si le hubieran echado la llave.
El zorro la miró con un brillo de diversión en sus ojos rojos y luego se fue trotando de vuelta al Bosque Sagrado.


Los golpes fúnebres de los tambores retumbaban en el Reino del Fuego.
El sol primaveral lucía brillante como siempre en esa próspera tierra, haciendo que sus montañas y praderas, adornadas con árboles en flor, tuvieran los colores más vivos que en cualquier otra época del año… en un claro contraste con el negro que vestían todos los ciudadanos. Era extraño que en un día tan perfecto para celebrar las fiestas que se hacían en honor al anuncio oficial del compromiso de su príncipe fuera el mismo en el que iba a producirse un acto de justicia contra graves delitos.
Ese día no había ningún comercio abierto, ni los agricultores habían ido a trabajar los campos, ni los pastores a las montañas, ni los cazadores al bosque. Todos los que habían podido se habían reunido en la ciudad vistiendo prendas oscuras y rostros serios, airados o de desprecio, ansiosos por presenciar el destierro de aquellos herejes que habían osado enfrentarse a sus las leyes más sagradas que tenían.
Mientras que los campesinos estaban fuera, los nobles estaban dentro de palacio: los que pertenecían al Reino del Fuego dentro de la Sala del Trono, donde la reina Tsunade haría oficial la sentencia, y los reyes extranjeros fuera, en el patio que se interponía entre la entrada al recinto y la puerta del imponente edificio, por donde desfilarían los infractores hasta el puerto, donde partirían inmediatamente en sus barcos de regreso a sus tierras. Los únicos extranjeros que podían estar presentes en la sala con la familia real eran los que habían incumplido la ley, arrodillados ante la soberana del reino, y los Uchiha, futuros parientes políticos de la misma.
Así, Tsunade y Naruto se hallaban sentados en los dos tronos que presidían la estancia, mientras que Sasuke se hallaba junto a su prometido, de pie, con Itachi a su lado aunque un poco más alejado de los reyes, por ser su hermano, y Sai se encontraba entre el público, pero en primera fila y a la derecha de la familia real por ser el primo de estos.
Cuando todo estuvo preparado, Tsunade le hizo un gesto a Gai para que trajera ante su presencia a los reyes extranjeros que habían participado en la cacería de zorros, entre los cuales se encontraba un malherido Orochimaru sin brazos. Se notaba que estaba débil por la forma tambaleante en la que se movía, sin su habitual gracia y elegancia. Una vez estuvieron todos arrodillados y cabizbajos en el suelo, bajo los peldaños que conducían al trono, la mujer se levantó y los miró desde arriba con la nariz arrugada por el desprecio.
—Estos hombres se presentaron ante mí con una vergonzosa petición que implicaba quebrantar una de las leyes consagradas a nuestro dios. Fue una terrible falta de respeto y consideración, no solo para sus anfitriones, sino también para mi pueblo y la deidad que nos brindó esta hermosa tierra. La sentencia, dictada por los Guardianes, leales sirvientes y representantes de nuestro señor Kurama, exige que abandonéis inmediatamente este reino y que no volváis a poner un pie en él, así como invalida cualquier tratado o alianza entre nuestros países hasta que la próxima generación tome posesión de la corona —dicho esto, Homura, que estaba a su lado izquierdo junto al resto del Consejo, le dio con pesar los pergaminos donde se recogían los contratos, y ella los rompió uno a uno antes de tirarlos en un recipiente hondo y ovalado hecho de oro que le trajo un sirviente antes de ordenar a un soldado que los quemara—. Mi príncipe, ponles las capuchas.
Las capuchas eran una prenda del color de la sangre con el terrible dibujo de una cabeza de zorro con las fauces abiertas que se enganchaba alrededor de los hombros y cubría el rostro; servía para indicar que se había roto la confianza con un aliado y que ya no eran considerados como tal.
Naruto se levantó de su trono y, acompañado muy de cerca por Lee, que llevaba las prendas, las fue poniendo en las cabezas de todos los reyes, que no se atrevieron a alzar la mirada.
Salvo uno.
Orochimaru lo asesinó con sus viles ojos de serpiente.
—Me las pagarás —susurró, aunque no lo suficientemente bajo como para que Lee no lo oyera.
Este hizo amago de sacar su espada, pero el creador lo detuvo con un gesto de la mano y miró con frialdad al rey.
—Ten cuidado, Orochimaru. Todavía puedo hacer que te arranquen las piernas —le advirtió en voz baja.
En ese momento, se escucharon varios gruñidos fuertes que provenían de las alturas. La gente dejó escapar exclamaciones al ver que, en los pisos superiores, había cinco hombres zorro vigilando la escena, entre ellos, Shaoran y Tsubasa, procurando que se cumplieran las sentencias.
El rostro del rey de la Hierba palideció al reconocer a los aterradores seres que le habían dado caza como si fuera un vulgar conejo hasta que le arrancaron uno de los brazos y se apresuró en bajar sumisamente la cabeza, a pesar de que le enfureció tener que mostrarse así ante el maldito creador.
Una vez hubo acabado, Naruto regresó a su trono. Al notar un toque en la mano, miró a Sasuke. Este se había dado cuenta de la actitud defensiva de Lee y había estado a punto de abalanzarse sobre ese desgraciado, pero al ver que su prometido podía manejarlo y que los hombres zorro estaban allí, decidió que era mejor dejar que ellos se aseguraran de que todo marchara bien, pues no creía sensato hacer un numerito en un acto tan oficial y serio como aquel a menos que fuera estrictamente necesario. Además, Lee protegía a su futuro esposo, había luchado con él y sabía que sería más rápido que Orochimaru.
Sin embargo, quería estar seguro de que Naruto estaba bien, por eso le lanzó una mirada interrogante a la que este le respondió con un discreto asentimiento y una pequeña caricia en la mano. Después de eso, separó sus dedos a regañadientes y volvió a prestar atención.
Mientras ellos tenían esa pequeña interacción, Tsunade había ordenado con firmeza a los extranjeros que se fueran de sus tierras y estos marchaban con vergüenza hacia la salida de palacio, en dirección a las calles donde serían abucheados por los campesinos hasta llegar al puerto en el que les esperaba su barco para zarpar rumbo a sus reinos, en los cuales muchos sufrirían otra ronda de sermones por haber estropeado la alianza.
Por otra parte, los ciudadanos estaban siendo informados gracias a los juglares que, en ese reino, aparte de cantar historias alegres y épicas de tiempos antiguos, también tenían el deber de informar todas las noticias, por lo que habían creado una gran red a lo largo del camino donde esperaban a que los tres que estaban en el palacio (uno para cada condena) fueran corriendo hasta llegar a todos para contar palabra por palabra lo que había ocurrido y, así, entre que llegaban los reyes extranjeros, el pueblo estaba al corriente de lo que había dictado la reina.
A continuación, llegó el turno de Sakura.
Sasuke sintió una ligera punzada de lástima al verla. Pese a que podía caminar por sí misma, sus movimientos eran torpes y doloridos, como si cada paso le produjera un calambrazo que recorría su cuerpo; sus ojos estaban enmarcados por unas grandes ojeras, signo de que no había estado durmiendo bien; llevaba el pelo… extraño, no es que estuviera desarreglado, pero tenía la sensación de que le faltaban mechones de pelo, como si se le hubieran caído a causa del estrés o tal vez se los hubiera arrancado por haber estado tanto tiempo encerrada; su cuerpo, aun estando vestido con las preciosas y ricas ropas características de una casa noble, recordaba al de un perro callejero, flacucho, como si hubiera pasado hambre a pesar de que estaba convencido de que Naruto y su abuela no lo habrían permitido por mucho que hubiera mancillado su lugar sagrado, y sus mejillas estaban hundidas, acentuando la sensación de que no hubiera comido durante un tiempo.
Notó que le cogían de la mano y buscó a su prometido con la mirada. Ahora era él quien le preguntaba si estaba bien. Le dedicó un asentimiento y le apretó los dedos; por mucha lástima que pudiera sentir por Sakura, había cometido un delito grave en la tierra de sus anfitriones y no podía perdonarla así sin más… menos por una estupidez como la de intentar que se casara con él. De remplazar a Naruto.
Como si eso fuera a pasar. Incluso entonces, ya se había dado cuenta de que su prometido era mil veces mejor que cualquier mujer hermosa, rica y sexualmente activa que podría haber escogido él.
Ni siquiera le habría llegado a la suela de los zapatos.
—Sakura Haruno del Reino del Hielo —la llamó Tsunade en voz alta e imponente, haciendo que Sasuke se distrajera y prestara atención—. Fuiste invitada a mi reino a formar parte de la celebración en honor al compromiso de mi heredero con tu príncipe y también a pasar la primavera aquí. ¿Qué recibió mi reino a cambio de tu hospitalidad? ¡Profanaste el Bosque Sagrado! —bramó, enfurecida—. Y no por un asunto de vida o muerte, ¡no!, ¡sino por un acto totalmente egoísta!, ¡para ofrecerte al futuro rey!
Hasta los nobles del Reino del Fuego la miraron con cara de pocos amigos. Una cosa era que muchos no estuvieran de acuerdo con que una mujer los gobernara, y otra era adentrarse en el territorio consagrado a su deidad; era cierto que muchos estuvieron a favor de permitir que hubiera una caza de zorros, pero fue porque nadie pensó que matar a unos pocos animales fuera a provocar una masacre de miembros y la furia de su dios y, de todos modos, se retractaron más tarde o decidieron no participar en la cacería. Sin embargo, el culto a Kurama todavía estaba bastante extendido entre toda la población, tanto en los linajes nobiliarios de más alta alcurnia como en las familias más humildes. Puede que, entre los primeros, no fuera cuestión de ser religiosos, sino de tradición, de su cultura… y el hecho de que estuviera penado con un castigo físico que incluía caminar sobre brasas era aliciente más que suficiente para no ir allí… aunque, después de lo que vieron la noche anterior, no hubo uno solo que no jurara que jamás volvería a dudar de su dios.
Tsunade continuó hablando:
—En una situación normal, habría ordenado crear un pasillo de piedras candentes desde el palacio hasta el puerto para dejar que tus pies ardieran en carne viva… pero se han dado situaciones especiales —dicho esto, alzó la mirada hacia la nobleza de su reino, que escuchaba atenta, pues les extrañaba que la reina no hubiera expulsado de inmediato a esa mujer—. ¡Esta mujer fue castigada por los mismísimos Guardianes! ¡Despojadla de sus ropas!
Se oyeron exclamaciones de sorpresa entre el público mientras que una aterrorizada Sakura se encogía, mirando con temor a las dos doncellas que iban a desnudarla delante de todo el Reino del Fuego. Buscó a Sasuke con ojos desesperados, suplicándole que no permitiera que le hicieran aquello, que no la humillaran de esa manera, pero este apartó la vista, negándose a ayudarla.
Eso la hizo pedazos. Sabía que no estaba enamorado de ella, como no lo había estado nunca de ninguna mujer, sin embargo, no esperaba que la abandonara allí, que fuera a dejar que la deshonraran así, que escogiera a esos ineptos comerciantes de vino antes que a una mujer de su propio reino.
Entonces, se dio cuenta de una cosa.
Sasuke y ese creador estaban cogidos de la mano.
La ira estalló en sus entrañas. Había oído los rumores de que el príncipe y el futuro rey estaban teniendo relaciones íntimas, al parecer muy frecuentes, e incluso se hablaba de un posible heredero en camino, pero no se lo había creído ni por asomo, sospechando que habría sido una estratagema de Sasuke para que le dejaran en paz con ese tema. Sin embargo, viendo sus dedos entrelazados… un gesto que el hombre al que amaba no había compartido con nadie… No… No podía ser, ¡era imposible! ¡A Sasuke le gustaban las mujeres!, ¡nunca había tenido el menor interés en los hombres!
A no ser… que el creador le hubiera engañado.
De repente, pensó en las historias que había oído acerca de su ferviente sexualidad. ¿Y si Sasuke no hubiera podido resistirse a eso? ¿Y si ese creador tenía algún tipo de hormonas que afectaban a los hombres hasta tal punto que sentían la necesidad de joderlos aunque solo fuera una vez? Después de eso, si eran tan y como había escuchado en las canciones, húmedos, prietos y muy activos en ese aspecto, tal vez Sasuke no había podido resistirse a seguir viéndolo… y el muy maldito habría aprovechado eso para ponerlo de su parte, ¡para manipularlo!
Cuando las doncellas la levantaron para quitarle la ropa, ella le lanzó una mirada asesina a ese rubio malnacido y juró que se vengaría. No tenía ni idea de cómo ni cuándo, el aliado que se suponía que tenía en ese reino había desaparecido con la misma facilidad con la que había aparecido, aunque sospechaba que al final solo había sido un cabrón que se había aprovechado para quedarse su dinero, puesto que el creador aún estaba ahí y no atrapado y siendo violado por el sicario que tendría que haber contratado, además de que no había oído hablar de ningún incidente de ese tipo. Pero no importaba. Hallaría el modo de acabar con él tarde o temprano, de una forma u otra.
Las prendas fueron cayendo al suelo una por una, provocando que, en un momento dado, algunos hombres lanzaran silbidos que fueron acallados por el rugido de la reina, que exigía silencio, aunque eso no evitó las risillas y los cuchicheos.
Hasta que se quedó totalmente desnuda, revelando las oscuras cicatrices de su bajo vientre. Hubo unos pocos que incluso dieron un paso atrás, como si percibieran que había algo inhumano en las terribles marcas con forma de arañazo.
Los hombres zorro, en el piso superior, soltaron un aullido de rabia mientras Tsunade explicaba lo ocurrido:
—Los Guardianes le dieron a elegir entre la muerte y un merecido castigo, y ella hizo su elección. Su útero le fue extirpado y la condenaron a una vida estéril.
Una nueva oleada de murmullos explotó en la sala, pero esta vez eran de sorpresa.
Tsunade, por otro lado, se concentró en una temblorosa Sakura, que bullía de rabia y tiritaba de vergüenza a la vez, la cual se cubría los pechos con los brazos y apretaba los muslos, tratando de tapar lo máximo posible su sexo.
—No se te permite regresar a este reino, ni a ti ni a tu familia, pues la has deshonrado al ser su heredera y menospreciar nuestras leyes. Ahora, caminarás hasta el puerto como la simple mujer que eres ante los ojos de mi dios, al que has ofendido, para no volver.
Sakura tragó saliva una vez más y buscó con los ojos a Sasuke, el cual, esta vez, la observaba con dureza. Tampoco encontró consuelo en Itachi, cuya negra mirada era tan gélida como la del reino del que provenía, ni siquiera en Sai, que tenía la cabeza gacha, apesadumbrado por ella, pero también pensando que había sido estúpida al arriesgarse así por un amor que jamás sería correspondido.
Viendo que nadie iría a ayudarla, fulminó una última vez las manos enlazadas del creador y el hombre al que más había admirado y se giró lentamente, poco dispuesta a afrontar su castigo, pero sabiendo que no tenía más opción que poner un pie delante de otro y aguantar la terrible humillación que la esperaba.
En cuanto abandonó la sala, Tsunade guardó unos minutos de silencio para que todo el mundo asimilara lo ocurrido con Sakura y se tranquilizaran. Una vez hecho, llamó al último acusado:
—Danzo Shimura, líder y miembro del Consejo del Reino del Fuego.
En esta ocasión, fue el propio Gai y uno de sus hombres los que escoltaron al anciano ante la reina y lo obligaron a postrarse, ya que este no tenía intención de hacerlo ante una mujer. Incluso entonces, la desafió con su único ojo bueno, a lo que esta respondió frunciendo la nariz con desprecio.
—Como consejero se esperaba de ti que pensaras en los mejor para este reino… y has fallado. No solo eso, sino que por culpa de tu error, has despertado la ira de nuestro señor Kurama y provocado que corriera la sangre entre nuestros invitados en unas fechas que debían servir para unir lazos con nuestros aliados extranjeros. —Hizo una pausa—. Se supone que tu deber era proteger nuestras leyes, pero accediste a incumplir las más sagradas para nosotros y, por si fuera poco, atentaste contra la vida de tu futuro rey. —Los hombres zorro gruñeron y rugieron, mostrando su acuerdo con los cargos—. Todas estas acusaciones te convierten en un traidor de este reino y, siguiendo con la sentencia impuesta por los Guardianes, yo te expulso del Consejo —dicho esto, Gai le arrancó la medalla que llevaba en el pecho, símbolo de todo consejero real—, te despojo de todos tus títulos —después de esas palabras, el otro soldado le quitó la rica y elegante túnica, dejándolo únicamente con la blanca de lino que llevaba como prenda interior—, y te destierro para siempre del Reino del Fuego. Si regresas, serás considerado un enemigo y se te tratará como tal. —Hizo otra pausa en la que volvió a mirar a su nieto—. Mi príncipe, ponle la hiedra.
Naruto volvió a levantarse del trono y, escoltado por Lee, se acercó hasta Danzo para ponerle una liana de hiedra, cuyas hojas tenían una apariencia afilada y eran de un color verde muy oscuro con matices violáceos, dando la sensación de que era ponzoñosa. De hecho, en manos expertas, lo era, de ahí que fuera el símbolo del traidor, de aquel que mataba por la espalda, a escondidas, como el vil cobarde que era.
El creador la enrolló alrededor de su brazo, momento en que Danzo le susurró:
—Esto no acaba aquí.
—Ya ha acabado —declaró el rubio, apretando la hiedra en su brazo un poco más de lo que debería—. Pero si quieres volver, por mí adelante. Kurogane estará encantado de arrancarte el cuello —lo amenazó, dejando por un segundo que sus ojos se volvieran rojos, haciendo que Danzo se quedara muy callado, aunque no por ello dejó de mirarlo con rabia.
Cuando terminó, regresó a su trono, al lado de Sasuke, que se había puesto un poco nervioso al verlo hablar con Danzo pero, una vez más, decidió no intervenir, sabiendo que estaba a salvo ya no solo con Lee, sino también con Gai y el otro soldado.
Finalmente, Tsunade dio la orden de que partiera para no regresar jamás. Danzo desfiló por el largo pasillo que conducía a la puerta principal, escoltado por dos soldados que le seguían un par de metros por detrás.
Mientras caminaba, buscó con la mirada a su familia y la centró en sus hijos, los cuales agacharon los ojos con la única excepción del mayor de todos ellos y el cabeza de familia, quien hizo un gesto negativo, dando a entender que no empezaría una rebelión donde podían masacrar fácilmente a los Shimura por un error suyo.
De esa forma, no tuvo más remedio que hacer frente a su destino y unirse al resto de los condenados, que ya estaban en la calle, entre los ciudadanos… y los hombres zorro, a los que vio sobre los tejados de las casas, vigilando que no escaparan de su sentencia y que no trataran de hacer algo estúpido que pudiera perjudicar a su pueblo. Los reyes extranjeros estaban siendo víctimas de insultos y silbidos, aunque ninguno trató de ir más lejos ya que dos largas hileras de soldados custodiaban el camino marcado hasta el puerto para evitar muertos; un caso similar era el de Sakura, que recibió comentarios un poco más ofensivos como que ningún hombre la desearía ahora, que era una puta (por intentar robar a Sasuke de su amado heredero) y que esperaban que el día de su muerte ardiera en el fuego de Kurama, por último, Danzo, al pertenecer a ese reino y ser marcado claramente como un traidor, fue recibido con un estallido de rabia aún mayor, siendo alcanzado por trozos de comida podrida (los ciudadanos de ese reino apreciaban demasiado sus cosechas como para malgastarla en lanzársela a nadie) y alguna que otra pedrada, además de que la multitud hizo amago de querer atacarle, por lo que los soldados tuvieron que hacer un poco de resistencia para que no corriera la sangre.
Pese a que tuvo la tentación de huir y resguardarse en algún lugar de su reino, el que tendría que haberle pertenecido, no fue capaz de hacerlo ya que, en el puerto, se encontró con el zorro negro que le había atacado la noche anterior, el cual no se perdía ni uno solo de sus movimientos, como si quisiera advertirle de que le esperaba una muerte segura como no hiciera exactamente lo que se le había ordenado. De modo que no tuvo más remedio que subir a su barco, una pequeña embarcación que le había dado la reina con unos pocos hombres que lo llevaran hasta el reino más cercano, y observar humillado cómo se alejaba de la tierra que tendría que haber sido suya desde el principio.
Pero tal y como le había dicho a Naruto, esto no había acabado. Mientras siguiera respirando, los Namikaze no estarían a salvo de su ira.


Un par de horas más tarde, Sasuke y Naruto tenían muecas de fastidio mientras veían cómo los consejeros acosaban a Tsunade en la Sala de Reuniones para que escogiera al próximo líder.
El destierro de los condenados había concluido con éxito, al menos, para ellos. Los implicados en la cacería hicieron, en su mayoría, el trayecto con la cabeza gacha, muchos por la vergüenza, y los que no, por el miedo que les inspiraban los hombres zorro de los tejados, que no habían dejado de seguirlos con sus temibles ojos; Danzo había tenido una caminata más o menos digna, había destilado rabia por todos los poros, pero el hecho de que le lanzaran comida había arruinado bastante su imagen, ya que, al poner un pie en el barco, tenía su blanca túnica mugrienta por todo lo que le habían tirado, y en cuanto a Sakura… Había tratado de mostrarse fuerte ante la multitud y, por un momento, Sasuke había pensado que lo lograría… pero su temple se fue a la mierda cuando tropezó y cayó al suelo, donde se echó a llorar. Le habían dicho que, al llegar al barco, lo primero que hizo, aparte de aceptar la capa que le ofreció uno de los sirvientes que había ido con ella, fue encerrarse en su habitación para gritar. Una vez más, había sentido lástima, pero no por ello había tenido intención de ayudarla. Esperaba que ese castigo le hiciera reflexionar sobre sus actos para la próxima vez.
Ahora, sin embargo, debía estar presente para observar cómo Tsunade y Naruto escogían al nuevo consejero… pero la cosa iba lenta porque los putos miembros actuales del Consejo no querían dejarla en paz. Tal vez debería intervenir…
—¡SILENCIO! —gritó Tsunade.
O tal vez no.
Homura fue el primero en apresurarse a hablar.
—Majestad, las leyes están claras; el líder del Consejo debe ser el miembro más antiguo del mismo.
La reina resopló con muy poca elegancia.
—Acabo de expulsar del reino a Danzo por vuestra metedura unánime de pata y ¿esperáis que nombre líder a uno de vosotros? Ni hablar.
—Pero… —empezó Mizuki.
—¡Largo! —bramó Tsunade, caminando amenazadoramente hacia ellos, provocando que estos retrocedieran hacia la puerta—. ¡No consentiré más errores como este!, ¡y menos por culpa de vuestros estúpidos consejos! ¡Así que reflexionad sobre lo que habéis causado y no me molestéis hasta que haya decidido quién vigilará vuestros culos de ahora en adelante! ¡¿Me habéis oído?! —dicho esto, y aprovechando que los consejeros se habían quedado fuera de la estancia, cerró la puerta con un golpe que retumbó en las paredes de piedra. Después, fue directa a una de las sillas, en la cual se dejó caer—. Odio a esos imbéciles.
—No me digas —se burló Naruto, que tomó asiento a su lado.
Su abuela le lanzó una mirada de pocos amigos.
—Sí, tú ríete ahora, pero cuando seas rey también tendrás que aguantarlos.
—No si yo puedo hacer algo al respecto —dijo Sasuke con una sonrisa de suficiencia, sentándose frente a los dos, al otro lado de la mesa.
Tsunade puso los ojos en blanco y se irguió en su sitio.
—En fin, basta de pullas y vamos a los que nos ocupa antes de que esos tres vuelvan a entrar aquí. —Hizo una pausa para poner en orden sus ideas—. Bien, tenemos que escoger un nuevo miembro del Consejo, y no uno cualquiera, sino al líder, alguien que tenga un buen entendimiento de nuestro reino y también de otros países, preferiblemente que piense en el bienestar de nuestro pueblo y que no haga gilipolleces como la que nos ha conducido a esto.
Naruto frunció el ceño.
—¿Crees que lo que ha pasado repercutirá negativamente en nuestro reino?
—A nadie le gusta ver un baño de sangre en el hogar de sus anfitriones, y menos contra extranjeros. Dudo mucho que nuestros aliados comerciales se echen atrás ya que ha sido algo puntual y justificado, además de que nosotros dos mostramos nuestro desacuerdo y tú mismo diste una advertencia, pero si esto vuelve a repetirse dejarán de sentirse seguros aquí y tal vez el miedo les haga no volver.
Sasuke ladeó la cabeza, pues no había pensado en eso. Naruto, por otra parte, se limitó a asentir.
—Está bien. ¿Y en quién has pensado?
—¿Y tú? —preguntó Tsunade.
El rubio la miró extrañado.
—Eres tú la que debe nombrar al próximo consejero, eres la reina.
—Y tú vas a ser rey dentro de poco, hijo. Debes empezar a tomar estas decisiones, así que… ¿a quién escogerías?
Mientras Naruto reflexionaba en silencio, Sasuke sonrió complacido. Que Tsunade estuviera delegando una decisión tan importante en su nieto denotaba una fuerte confianza en su juicio y, a decir verdad, él también tenía fe en su prometido.
Tras un par de minutos, el creador miró a su abuela con decisión.
—Hiruzen Sarutobi.
La reina, en vez de aprobar o no su respuesta, le preguntó:
—¿Por qué?
—Hiruzen es tan mayor como Danzo, los consejeros no podrán combatir sus argumentos alegando que es demasiado joven para saber una cosa u otra; su linaje es otro de los más antiguos de nuestro reino así que no podrán desprestigiarlo por ello, y tanto él como su familia han hecho un gran servicio militar para nuestro linaje, igual que Danzo, así que estaría cubriéndolo también en ese aspecto.
—Y los Sarutobi tienen buena relación con nosotros —apuntó Tsunade con una sonrisilla.
Naruto se encogió de hombros.
—Si voy a elegir a alguien, prefiero que esté de mi lado.
Sasuke rio ante esa respuesta y Tsunade asintió con aprobación.
—Muy bien. Pues ya tenemos un nuevo líder del Consejo. Esperemos que tenga más suerte con los consejeros que nosotros.


Y, desde el primer día, comprobaron que Naruto tuvo un gran acierto con Hiruzen. Pese a que ya estaba mayor, el hombre aún rezumaba un aura de respeto que hacía que los demás sintieran el impulso de inclinar la cabeza cuando pasaba y, además, no tenía miedo a Homura ni a Koharu, ni tampoco se dejaba engañar por Mizuki, había vivido lo suficiente como para saber que los hechos eran más importantes que las palabras, de ahí que no se dejara engañar por sus hábiles y maliciosos argumentos. Era la clase de persona que servía lealmente a su país hasta las últimas consecuencias, de los pocos nobles que seguían siendo bastante religiosos, y que había desarrollado una visión muy amplia del mundo gracias a sus largos años de vida. En otras circunstancias, no habría aceptado el puesto de consejero ya que estaba muy mayor para esas cosas, pero no dudó cuando la reina se lo pidió, dado lo acontecido con Danzo y el rumbo que había tomado la ideología de su tierra desde la muerte del rey Minato. Tenía la esperanza de que, con el joven Uchiha como rey, podrían volver a ser una nación igualitaria y justa para todos, así que había accedido a volver a ponerse al servicio de la corona como consejero.
Después de eso, las cosas regresaron a la normalidad con el paso de los días. Los extranjeros parecían un poco inquietos tras el incidente con los hombres zorro, los cuales se quedaron una temporada en la costa, vigilando que los condenados no regresaran, pero al ver que no hacían daño a nadie y que se mantenían alejados de las personas, recuperaron la confianza y, tal y como vaticinó Tsunade, no hubo repercusiones comerciales.
En cuanto a Sasuke y Naruto, pudieron disfrutar de más tiempo juntos en las fiestas que se celebraban por las noches. Parecía que la advertencia del rubio sobre la cacería había despertado, si no temor, un cierto respeto hacia él, por lo que los pocos que podrían haber considerado intentar algo con él, se lo pensaron dos veces y no volvieron a tratarlo de otra forma que no fuera cortés. Algo similar ocurrió con las mujeres, las cuales se quedaron muertas de miedo al ver el castigo de Sakura y decidieron que no merecía la pena tal humillación por un hombre… aunque fuera el de sus sueños más salvajes.
Por supuesto, los dos estaban encantados con el nuevo ambiente y ahora podían relajarse en los bailes y estar más tiempo con su grupo de amigos. En cuanto a las noches, seguían pasándolas juntos, a menudo haciendo el amor, pero otras solamente dormían abrazados, algo a lo que ambos le habían cogido el gusto: Naruto se sentía protegido y seguro en los brazos de su futuro marido, y Sasuke había encontrado una ternura y una intimidad especial en su rubio que nunca había compartido con nadie.
Esa mañana, cuando la creciente claridad del día empezó a despertarlo, lo primero que hizo, como siempre, fue estrechar a su prometido contra su cuerpo… solo que no estaba. Eso hizo que se despertara del todo y lo buscara con el corazón acelerado, aunque se relajó al verlo sentado al borde de la cama, tan desnudo como la noche anterior.
—Ey —lo llamó, incorporándose sobre sus manos y rodillas para ir a su lado. Lo besó en el hombro y pasó su brazo por su cintura—, ¿qué haces despierto tan temprano?
Naruto no respondió, ni siquiera reaccionó a sus caricias como solía hacer, sino que se quedó totalmente quieto. Eso extrañó y preocupó a Sasuke, que se levantó y miró su rostro para ver si estaba bien.
—¿Naruto? —lo llamó.
El creador tenía los ojos entrecerrados y ausentes, los cuales brillaban por el reflejo del fuego. Al darse cuenta de eso, Sasuke se dio la vuelta, dándose cuenta de que una de las antorchas de la habitación estaba encendida y ardía con fuerza.
Tras unos segundos más en los que su mente ató cabos, lo comprendió todo y pudo quedarse tranquilo. Naruto estaba bien, simplemente estaba contemplando el futuro en el fuego. Su prometido ya le había advertido que, en esas ocasiones, se quedaba en trance y era totalmente ajeno a todo lo demás, su conciencia solo estaba pendiente de lo que Kurama quería mostrarle, y que lo único que tenía que hacer era dejarlo tranquilo, que él mismo saldría del trance cuando la visión terminara. Así que Sasuke, confiando en que el rubio estaría bien, cogió una de las sábanas para envolverla alrededor de su cuerpo (pese a saber que nadie iba a verlo desnudo, tenía la sensación de que estaba expuesto), le dio un beso en la mejilla y luego se preparó para bajar a desayunar. Antes de irse, no pudo evitar volver a su lado para asegurarse de que estaba bien y, después de eso, le acarició el cabello revuelto y le susurró que estaría esperándole abajo, aunque no estaba muy seguro de cuánto tiempo solían durar esas visiones, pero esperaba que no fuera mucho.
El desayuno transcurrió con la apacible tranquilidad de los últimos días en compañía de la reina, su familia y los invitados extranjeros, que hablaban animadamente sobre los últimos días que iban a pasar allí, pues las celebraciones se habían alargado un poco debido a los destierros, ya que Tsunade no quería que se fueran con un mal sabor de boca, táctica que empleaba para acentuar sus deseos de regresar e invertir en su reino. A Sasuke no le parecía mal, pero empezaba a estar cansado de tanto ajetreo y tenía ganas de volver a la rutina de antes, en la que seguía aprendiendo sobre el reino, entrenando y pasando tiempo con Naruto.
Hablando de este, cuando el desayuno estaba llegando a su fin, apareció corriendo. Sasuke le sonrió, queriendo tranquilizarlo por su tardía llegada, ya que había puesto como excusa que la noche anterior le había sentado algo mal y estaba un poco indispuesto, sin embargo, el rubio no lo vio, sino que hizo una rápida reverencia a los extranjeros, excusándose por interrumpir, y luego fue directo hacia su abuelo, a quien le susurró algo al oído.
La mujer, al escuchar sus palabras, se tensó y lo miró con los ojos como platos.
—¿Ya? ¿Estás seguro?
Naruto asintió con una mirada inquieta.
—Acabo de comprobarlo. Han empezado a cantar.
Tsunade se quedó un momento en silencio antes de asentir.
—De acuerdo. Da la orden a Gai.
El rubio dio media vuelta y se fue corriendo sin tan siquiera probar bocado. Sasuke quiso ir tras él, preocupado al ver el temor en sus ojos, pero cuando la reina se levantó con expresión severa, decidió quedarse para saber qué estaba pasando.
—Mis señores, van a tener que disculparme, pero me acaban de informar de que el verano acaba de empezar y, como ya sabéis, es ley aislar este reino hasta que pase la estación, por lo que me veo obligada a dar por terminadas las celebraciones del anuncio oficial. Durante el aislamiento, no está permitido que haya extranjeros, así que, por favor, les ruego que recojan sus pertenencias con la mayor rapidez posible y zarpen hoy mismo hacia sus reinos, es por su propia seguridad.
De repente, todos los nobles ya estaban desalojando la sala y dirigiéndose con rapidez a sus habitaciones. Sasuke y Sai parecían ser los únicos que no sabían lo que ocurría, ya que Itachi también se apresuraba a sus aposentos. Los dos corrieron hacia él.
—Eh, ¿qué ocurre?
El mayor de los Uchiha parpadeó.
—¿No lo sabéis? Todos los años, el Reino del Fuego se mantiene aislado durante todo el verano, nadie entra ni sale, ni siquiera hay noticias de ellos durante esos tres meses.
Sasuke no tenía ni la menor idea, tal vez porque nunca había mostrado especial interés por ese reino y al cumplir la mayoría de edad se había dedicado a explorar las tierras más lejanas y misteriosas.
—¿Pero por qué? —preguntó Sai, confundido—. ¿Qué es lo que ocurre?
Itachi esbozó una divertida sonrisa.
—Ya lo descubriréis… Bueno, al menos Sasuke lo hará, tú tienes que decidir si quieres quedarte.
Su hermano pequeño sintió un pequeño pinchazo en el corazón.
—¿Tú te marchas? —No quería que Itachi se fuera. Lo que más le había costado al salir a alta mar había sido dejar a su hermano atrás, ya que, tras la muerte de su madre, había sido su única familia, puesto que su padre le había dado de lado. A lo largo de los años, había creído que no lo necesitaba, ser tan independiente lo había hecho más arrogante de la cuenta, pero ahora se daba cuenta de que Itachi tenía más conocimiento que él, más sabiduría como rey… y le gustaría que siguiera allí para pedirle consejo.
Itachi, como si pudiera leer sus pensamientos, puso ambas manos sobre sus hombros y los apretó.
—Todo va a ir bien, Sasuke. Vas a ser un gran rey para este reino, vas a hacerle mucho bien. Y si tienes algún problema, tendrás a tu esposo para aconsejarte, igual que yo tengo a Izumi.
Sasuke asintió y le palmeó un brazo.
—¡Y también me tienes a mí! —dijo Sai de repente, colgándose de su cuello para revolverle el pelo, a lo que este respondió con un gruñido.
—A ti no te pediría consejo ni para ponerle la silla al caballo. —Se lo quitó de encima de un empujón y después lo miró con el ceño fruncido—. Espera, ¿piensas quedarte?
—Si nuestra familia política no tiene inconveniente, sí. No tengo ganas de que tu padre me encadene a nadie y, además, cierta rubia amiga de Naruto me lo está poniendo difícil y no puedo marcharme sin domarla primero.
Sasuke puso los ojos en blanco al pensar en Ino. Nunca pensó que diría eso de un Uchiha, pero su primo lo tenía difícil; la amiga de Naruto era muy orgullosa y, a diferencia de las muchas mujeres que había conocido, no era de las que se arrastraba para conseguir a un hombre, de hecho, su prometido le había contado que eran ellos los que tenían que rogar por un mínimo de atención.
Pero si Sai quería perder el tiempo, ¿quién era él para impedírselo? Además, le divertía ver cómo lo rechazaba una y otra vez.
Así, los dos jóvenes ayudaron a Itachi a recoger sus cosas y luego lo acompañaron hasta el puerto. Atravesando la ciudad, Sasuke se dio cuenta del controlado caos que reinaba; la gente corría de un lado a otro, recogiendo sus mercancías, llevando sus animales a sus respectivos corrales y cerrando las puertas y ventanas de sus casas, sin embargo, todos parecían saber exactamente lo que debían hacer, simplemente lo hacían con muchas prisas y se detectaba cierto estrés en el aire.
Al llegar a la zona donde los barcos se balanceaban por el ir y venir de los marineros que ya lo estaban preparando todo para levar anclas, vio a Naruto dando órdenes a Gai y Lee, probablemente porque los soldados estaban ayudando a los extranjeros a cargar todas sus cosas para que se fueran.
—Ahora vuelvo —le dijo Sasuke a su hermano, quien asintió.
Fue junto a su prometido y esperó a que terminara de hablar con la familia Lee para poder acercarse. Cuando lo hizo, Naruto se estaba frotando las sienes como si tuviera dolor de cabeza.
—Eh —lo llamó, envolviendo su cintura con un brazo—, ¿estás bien?
El rubio se sobresaltó al verlo, pero luego se recostó en su cuerpo y apoyó la cabeza en su pecho. Sasuke no tardó en abrazarlo, sabiendo que estaba agobiado.
—El verano se ha adelantado este año y no estamos preparados.
—¿Qué demonios pasa en verano? ¿Por qué os aisláis?
Naruto se separó lo justo para poder mirarlo.
—¿No lo sabes? —Sasuke negó con la cabeza—. Es la estación más dura para todos nosotros; las temperaturas aumentarán al máximo, el calor será tan sofocante y húmedo que la gente no podrá salir de sus casas durante la mayor parte del día, las cosechas de las próximas temporadas también podrían arruinarse por ello, y muchos padecerán fiebres. Hace muchos años que se estableció que los extranjeros no podían estar aquí durante el verano porque se agobian al estar encerrados en palacio y cometen la estupidez de salir cuando no deberían y acaban con quemaduras graves o contrayendo una horrorosa fiebre. Por eso tenemos que echarlos, bastante tenemos nosotros con la época más dura del año como para preocuparnos por ellos también.
Sasuke asintió, comprendiéndolo perfectamente. En el Reino del Hielo, sucedía algo parecido durante el invierno, pero el aislamiento era evidente ya que el mar que rodeaba su tierra se congelaba hasta tal punto que ningún barco podía atravesarlo, y eso si llegaba cerca, puesto que las ventiscas eran tan fuertes que el viento rasgaba las velas y el hielo acababa congelando algunas partes de las naves, normalmente el ancla, lo que hacía que fuera imposible atracar en ninguna parte.
—Ya lo entiendo —dicho esto, frunció el ceño—. ¿Cómo protegeremos el reino si los soldados no pueden estar patrullando? No es que piense que nadie vaya a atacarnos, pero estaría más tranquilo si supiera que estamos vigilando.
—Dados nuestros antecedentes, sería estúpido tratar de invadirnos durante esta época.
Sasuke lo miró confundido.
—¿Antecedentes?
—Solo ha ocurrido dos veces durante esta época: la primera ni siquiera tuvimos que defendernos, nuestros enemigos murieron asados dentro de sus propias armaduras debido al calor, había tantos muertos que no pudieron evitar que los barcos se estrellaran entre sí o contra la orilla; la segunda procuraron no llevar nada encima, lo cual fue estúpido por su parte ya que los dejó desprotegidos de nuestras flechas. De todas formas, no tienes que preocuparte, ¿te has fijado en que las islas tienen campanarios a lo largo de toda la costa?
—Sí, me pareció raro.
—No son por motivos religiosos, son puestos de vigilancia creados precisamente para esta época. Una ración de soldados se trasladará allí para vigilar el mar y harán sonar las campanas si ven barcos enemigos. Estaremos preparados antes de que se acerquen, Gai siempre hace tres simulacros para que las tropas estén listas; puedes echar un vistazo si quieres y aportar sugerencias, a él siempre le gusta estar al día de nuevas tácticas y estoy seguro de que le interesará saber tu opinión.
Sasuke tuvo que admitir que ese era un tema que lo tenía intrigado y, además, era una de las cosas en las que podía ser realmente útil para su reino.
—Será un placer echar una mano. —Hizo una pausa en la cual estrechó un poco más a Naruto contra sí—. ¿Era esto lo que habías visto? ¿La llegada del verano?
Su prometido asintió.
—Sí, por eso no he ido a desayunar, fui corriendo al bosque a ver si las cigarras cantaban.
Su respuesta lo dejó totalmente descolocado.
—¿Cigarras cantando?
—Los machos cantan para atraer a las hembras durante la época de apareamiento, que ocurre precisamente durante el verano. Así es como mis antepasados descubrieron cómo anticiparse a esa estación; tenían un horario establecido en el que calculaban el tiempo que debía pasar antes de que llegara, pero a veces se adelantaba o se retrasaba y eso causaba pérdidas. Lo de las cigarras siempre nos ha funcionado, aunque cuando el verano se adelanta es un problema porque tenemos que apresurarnos en estar preparados: los extranjeros deben irse, los agricultores tienen que proteger las cosechas y los pastores recoger el ganado… Es una locura, pero lo lograremos.
Sasuke le acarició la espalda.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudar?
Naruto le recompensó con una bonita sonrisa.
—Por ahora, solo debemos despedirnos de los extranjeros. Luego puedes ayudarnos a mi abuela y a mí a asegurarnos de que todo lo demás está preparado para el verano.
—Está bien —asintió él, estrechándolo un segundo más contra sí antes de separarse para ir a los barcos y agradecer a los reyes de otros países la asistencia de forma oficial, porque lo cierto era que estaba deseando que se fueran…
—¿Naruto?
La pareja se dio la vuelta al escuchar que llamaban al rubio. Este se tensó un poco al ver quién estaba parado cerca de ellos mientras que Sasuke hizo una mueca de desagrado. Gaara Sabaku los observaba con una aparente máscara impasible, ya que sus ojos seguían teniendo ese aire de tristeza desde que había sabido que dormían juntos.
—¿Podemos hablar un momento? —le pidió al creador, mirando de reojo al Uchiha, dando a entender que quería que fuera a solas.
Naruto se quedó un tanto parado, indeciso acerca de lo que debía hacer. Por un lado, aún le dolía la forma en la que su amigo y él habían acabado y deseaba arreglar las cosas pero, por otro, no quería volver a lo de antes, a darle falsas esperanzas, menos cuando estaba prometido con Sasuke y tenía toda la intención de casarse con él, convencido de que era la persona que necesitaba a su lado para gobernar a su gente.
Al final, fue este quien decidió por él, dándole un apretón en el hombro.
—Voy a despedirme de mis hombres y de mi hermano —le dijo con una leve sonrisa, diciéndole sin palabras que hablara con él. Pese a que Sasuke seguía guardándole cierto rencor a Gaara no solo por lo ocurrido entre ambos sino también por las decepciones que le había causado a su futuro esposo, era consciente de que este sufría por la pérdida de su amigo de la infancia, aunque lo había hecho por el bien de todos. Así que decidió darle al pelirrojo la oportunidad de disculparse con su prometido y recuperar su amistad, pero solo lo hacía por Naruto, no le gustaba verlo herido… sin embargo, si este hacía cualquier cosa que lo disgustara, él mismo lo arrastraría hasta su barco.
El rubio le dedicó una mirada agradecida y le acarició la mano, gesto que no pasó desapercibido a Gaara, que estrechó un poco los ojos, pero no dijo nada. En cuanto Sasuke se fue con sus hombres, Naruto encaró al pelirrojo.
—¿Qué quieres, Gaara?
Este inspiró aire antes de hablar.
—Quería… disculparme —dijo, sorprendiendo al creador—. Por todos los problemas que te he causado; te prometo que no era esa mi intención pero… mis sentimientos me cegaron y actué sin pensar. Ni siquiera tuve en cuenta lo que mi mejor amigo estaba pasando y lo que necesitaba realmente y me odio por ello. —Alzó la cabeza y lo observó con seriedad—. Si sientes que lo que debes hacer es casarte con Sasuke, lo aceptaré, por poco que me guste, pero confío en ti. Solo quiero que sepas que sigo siendo tu amigo y que estaré para ti siempre que me necesites.
El corazón de Naruto se ablandó ante sus palabras y, pese a que deseaba abrazarlo, sintió que no era el momento de hacerlo, que eso le haría daño de alguna manera.
—Es lo único que quería.
Gaara asintió y esbozó una diminuta sonrisa.
—Entonces cuenta conmigo para lo que sea. Y recuerda que si el Uchiha se sobrepasa contigo, estaré encantado de darle una lección.
—Lo sé —dijo con pesar—, pero Sasuke no haría nada que pudiera hacerme daño. No es tan malo como crees.
El pelirrojo contuvo una mueca de dolor al ver la confianza ciega que depositaba en ese hombre, una confianza que había tenido antes en él y que, sin quererlo, había roto. Sin embargo, tendría que aceptarlo si no quería que su vínculo con Naruto desapareciera del todo.
—Eso espero. Odiaría que te rompiera el corazón —dicho esto, se inclinó sobre él y le dio un casto beso en la frente—. Hasta pronto, Naruto. Te deseo lo mejor, de verdad —y tras decir esas palabras, se fue rápidamente al barco para regresar a su tierra, donde podría lamerse sus heridas emocionales en paz y, con un poco de suerte, superar sus sentimientos por ese rubio que hacía tiempo había conquistado su corazón sin pretenderlo.
Por otro lado, Naruto se había quedado paralizado. ¿Romperle el corazón? ¿Sasuke? Ellos no estaban enamorados, ni mucho menos, a pesar de que pudieran dar esa sensación. Simplemente se habían esforzado por llevarse bien y lo habían conseguido, ya que tenían bastantes ideas en común y, además, habían tenido la gran suerte de sentirse atraídos el uno por el otro físicamente… pero, ¿amor?
Se quedó pensativo unos minutos, meditando en ello. La verdad era que nunca había estado enamorado y por eso no tenía ni idea de cómo se sentía al estarlo; había oído los poemas románticos en los que las mujeres soñaban despiertas todo el día con su amado, que se ponían enfermas solo por estar separadas de él y que lo perseguían a todas partes, anhelando sus palabras llenas de promesas de amor eterno y desviviéndose por complacerlo.
Él de ninguna forma se sentía de ese modo, en absoluto. Le gustaba la compañía de Sasuke, pero tampoco es como si fuera a morirse si no estaban juntos, ni tampoco pasaba la mañana entera fantaseando con él, tenía cosas importantes que hacer para con su reino y sus deberes de creador como para estar atolondrado pensando en lo que harían por la noche, por mucho que le gustara. Tampoco ansiaba oír promesas de un amor que sabía que no llegaría a sentir por él, ni pensaba en complacerlo necesariamente salvo cuando estaban en la cama y en corresponderle con el afecto que se profesaban. Si bien lo que tenían Sasuke y él se había convertido en algo muy especial, dudaba de que fuera amor.
Sacudió la cabeza, diciéndose a sí mismo que Gaara seguía confundido respecto a su relación con su futuro marido y fue a buscarlo para hacerle saber que todo estaba bien entre ellos.
Lo encontró despidiéndose de los hombres que le habían acompañado desde que se marchó del Reino del Hielo. Ahora que estaba comprometido y que iba a pasar el resto de su vida en el Reino del Fuego, Sasuke los había liberado de su juramento de seguirle más allá de las gélidas aguas de su país, dándoles así permiso para regresar a su tierra. La mayoría de ellos decidieron acompañar a Itachi y reunirse de nuevo con sus familias, a las que hacía tres años que no veían, pero otros, todos jóvenes sin compromisos en su lugar natal, optaron por permanecer allí un tiempo, enamorados del sol y el mar de esas hermosas islas y alguno que otro de las mujeres que vivían en esa zona. Sasuke les agradeció todo lo que habían hecho por él y los despidió no como su príncipe, sino como un igual, un marinero más que había compartido demasiadas cosas con ellos como para no tratarlos como si no fueran su otra familia.
Naruto se acercó cuando estos ya estaban embarcando y su prometido se despedía de su hermano. Ambos se dieron un fuerte abrazo, momento en que Itachi lo vio.
—Ah, justo a tiempo, Naruto.
Sasuke se separó del otro hombre al escuchar su nombre y le hizo un gesto para que se uniera a ellos.
—No quería interrumpir —dijo casi como una pregunta, pues tenía la sensación de que había estropeado un momento íntimo.
Itachi le quitó importancia con un gesto de la mano.
—No interrumpes nada, estaba a punto de zarpar —dicho esto, y para la sorpresa del rubio, el hombre le dio un cariñoso abrazo—. Cuida de mi hermano.
Naruto le devolvió el abrazo.
—Lo haré. No te preocupes.
—No lo hago —rio Itachi por lo bajo antes de separarse y mirar una última vez a Sasuke, que tardó poco en ir junto a su prometido y rodearlo con la cintura—. Largo sea tu reinado, hermano. Espero que nos veamos pronto.
El susodicho asintió.
—Y el tuyo, hermano.
El mayor de los Uchiha sonrió afablemente y luego se encaminó al interior del barco para zarpar. Después de eso, Sasuke, sin apartar la vista de las blancas velas que tenían el símbolo de un halcón con las alas abiertas, estrechó a su prometido contra sí.
—¿Has arreglado las cosas con Gaara? —le preguntó.
Naruto se apoyó en su hombro.
—En cierto modo, creo que sí.
Sasuke no estaba seguro de si eso le gustaba o no.
—¿En cierto modo?
—Volvemos a ser amigos… pero creo que necesito un poco más de tiempo y de distancia para perdonarlo… igual que él la necesita para superar lo que siente por mí.
El Uchiha asintió, pero no dijo nada. Comprendía que Naruto aún estuviera receloso con Gaara a pesar de saber lo mucho que quería que las cosas fueran como antes; ya habían tenido un roce con anterioridad y el rubio lo perdonó para que después este volviera a actuar como si tuviera algún derecho sobre él.
Perdonar una segunda vez no era tan fácil.
Lo besó en la cabeza y le frotó el brazo en un silencioso intento de reconfortarlo. Naruto tardó poco en corresponderlo discretamente frotando su mejilla contra su hombro, agradeciendo su apoyo a pesar de que era muy consciente de que Gaara no era de su agrado.
—Deberíamos ir a despedirnos del resto de los invitados —dijo, deseando cambiar de tema.
—Sí.
Ambos fueron a cumplir con su obligación como príncipes y luego se unieron a Tsunade y el Consejo para verlos zarpar desde el puerto. Sasuke no dejó de mirar fijamente el barco en el que viajaba su hermano, sintiéndose extrañamente nostálgico al saber que ya no lo tendría cerca pero, al mismo tiempo, no tenía ningún deseo de regresar a su tierra natal, ni tampoco de lanzarse al mar en busca de nuevas aventuras.
Se le escapó una pequeña sonrisa al pensar en lo irónico que era el hecho de que, al parecer, había encontrado su sitio precisamente por un matrimonio que no había deseado al principio y que, ahora, no concebía la idea de casarse con otra persona, ni tampoco de huir de las hermosas islas de las que iba a ser rey.
Darse cuenta de eso le quitó un gran peso de encima y, por primera vez desde que era un joven impetuoso y arrogante, deseoso de alejarse de la pena causada por la muerte de su madre y del dolor que le produjo el abandono de su padre, pudo respirar aliviado. Porque por fin sentía que estaba en casa.


Pocos días después, tal y como presagiaron Naruto y el canto de las cigarras, el verano estalló con toda su fuerza en el Reino del Fuego.
Si Sasuke todavía albergaba alguna duda de la tenacidad de la gente de aquella tierra, de su capacidad para sobrevivir y de su trabajo duro, esa época terminó por demostrarle que, joder, tenían tantas pelotas como la gente de su país.
Como ya le advirtió el creador, las temperaturas saltaron por los aires, especialmente cuando el sol estaba bastante alto y hasta que descendía con la llegada del crepúsculo. Ir por la calle entre el mediodía y el atardecer era un auténtico suicidio, no solo por el intenso y húmedo calor, el cual parecía adherirse a la piel como una capa pegajosa de sudor, sino porque este hacía que los caminos y edificios hechos de piedra ardieran hasta tal punto que era imposible no quemarse al andar o tocarlos. De modo que el habitual griterío alegre de la isla se extinguió, dando paso a calles desiertas con silencios sepulcrales. Además, todo el trabajo de los campesinos y comerciantes pasó a la noche, momento en que los agricultores iban a comprobar que las cosechas estuvieran bien protegidas del sol y no les faltara agua o que los pescadores aprovechaban para pescar unas pocas horas todo cuanto pudieran. Otros, en cambio, trabajaban en la madrugada y el amanecer, como los cazadores y los pastores, que sacaban al ganado rápidamente para que no estuvieran tan agobiados en el corral y pudieran pastar hierba fresca, en vez de la seca que dejaban los ardientes rayos del sol al atardecer.
La gente podría haber pensado que eran unos vagos, ya que no trabajaban más de cinco horas diarias durante esa época, pero si por el día no era una opción, la noche tampoco; la necesitaban para poder dormir ya que, no os engañéis, dormir durante las horas donde el sol estaba en lo alto no era nada agradable. El calor entraba incluso dentro de las casas, la gente necesitaba refrescarse continuamente, bebiendo o mojándose el cuerpo. Esa era otra de las grandes preocupaciones de los ciudadanos: el miedo a que los pozos se secaran, de ahí que los taparan antes de refugiarse en sus casas, aunque nunca era seguro que fuera suficiente protección.
Para Sasuke, Sai y los pocos hombres del Reino del Hielo que decidieron instalarse en las islas, fue duro adaptarse los primeros días. De hecho, todos fueron víctimas de las fiebres que asolaban el país en esa época, a pesar de que Sasuke trató de negarlo, pero al final Naruto acabó cuidando de él hasta que se le pasó. Para ellos, acostumbrados al frío, era muy molesto estar continuamente húmedos por el sudor y con la temperatura corporal por los aires, es más, los entrenamientos de combate les pasaron factura, pues mientras que Gai, Lee y sus tropas ya estaban acostumbrados a pelear en esas condiciones, ellos acababan tirados por los suelos al cabo de unas horas.
Y sí, Naruto se lo pasó en grande riéndose de ellos y burlándose de los grandes guerreros del Hielo, su pequeña venganza contra el grupo por haber creído que no tenían un ejército digno de su tierra. ¿Quién se arrastraba ahora, eh?
Aparte de eso, en el palacio seguían con su rutina habitual al estar protegidos en el edificio. Sasuke seguía aprendiendo más cosas sobre su futuro reino con la guía de Iruka y la ayuda de Naruto por las mañanas, mientras que por las tardes entrenaba y en las noches seguía acompañando al rubio a cumplir su deber como creador y sanar a su pueblo, la gran mayoría personas que también habían sido afectadas por las fiebres, sobre todo los niños, por los que el joven príncipe sentía especial debilidad… y últimamente Sasuke también, el cual se sorprendió al pensar con orgullo que su compañero sería un gran padre algún día.
Para el Uchiha, todo había vuelto a la rutina habitual previa a la llegada de los extranjeros con el pequeño detalle de que el Consejo ya no estaba tan encima de ellos como antes. Con Hiruzen al mando, había puesto a trabajar a Homura y compañía en el repaso de las leyes de su reino, haciendo especial hincapié en las sagradas, así como les daba más tareas de las que estaban acostumbrados, ya que antes era Tsunade la que debía supervisar personalmente muchos de los asuntos que, en teoría, deberían estar haciendo ellos para que la reina pudiera centrarse en firmar los documentos legales y escuchar las peticiones de su pueblo, como revisar el trato de la economía y a los ministros (de lo cual debería encargarse Homura), temas culturales y de educación (tarea de Mizuki) y la representación de las mujeres (asunto de Kohura).
Sí, todo parecía ir bastante bien, hasta que un día, a primera hora, cuando Naruto y él se dirigían al desayuno, su prometido recibió un mensaje urgente de Kiba, el cual pedía una audiencia inmediata con él.
—¿Dónde está? —le preguntó este al sirviente con un deje de inquietud.
—En la Sala de Reuniones, mi príncipe. Pidió privacidad.
—Voy enseguida —dicho esto, fue rápidamente a dicha estancia, seguido, por supuesto, de Sasuke.
Cuando ambos llegaron, Kiba ya parecía estar bastante inquieto a juzgar por cómo se paseaba de un lado a otro con cara de preocupación y aferrando varios mechones de su pelo con una mano. Al ver entrar a Naruto, prácticamente pegó un salto y fue corriendo hacia él.
—¡Naruto! Tenemos un problema, uno de los gordos.
—¿Qué pasa? —preguntó, alarmado.
El hombre estaba tan nervioso que cogió a Naruto por los brazos.
—Ellas no han llegado.
Sasuke frunció el ceño. ¿Ellas? ¿Cómo que ellas? ¿A quién demonios se refería y por qué era tan importante?
Al parecer, esas mujeres misteriosas tenían una relevancia enorme, ya que Naruto palideció y, por un instante, creyó que iba a desfallecer, pero Kiba lo sostuvo con cuidado y lo sentó en una silla.
—¿Qué? —murmuró el rubio, todavía blanco como la cera.
El joven Inuzuka lo miró preocupado.
—Mi clan ha estado vigilando la playa, donde suelen atracar, y nada. Tampoco están en la casita de tus padres ni he visto su barco en ninguna parte.
—Esto no es propio de ellas, siempre son puntuales… —dicho esto, el miedo se apoderó de sus ojos, acongojando a Sasuke a pesar de no saber qué estaba ocurriendo—. ¿Crees que les habrá pasado algo en el mar?
Kiba negó con la cabeza.
—Las aguas estaban tranquilas y ellas son expertas navegando después de todos estos años. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Quieres que vaya con mis hombres a buscarlas?
Naruto esbozó una pequeña y tensa sonrisa.
—Kiba, tu gente no sabe navegar.
Este adoptó una expresión seria.
—Mi familia juró servirte sin importar las consecuencias. Si tenemos que usar los barcos, usaremos los dichosos barcos, tampoco es como si no los hubiéramos usado antes…
—Alto, alto, ¡alto! —dijo Sasuke, ya cansado de no tener ni idea de cuál era ese gran problema—. ¿Podéis decirme qué está pasando para que así pueda ayudaros?
Kiba y Naruto se miraron un momento, el primero lanzándole una mirada interrogativa a lo que el segundo respondió con un suspiro.
—¿Puedes dejarnos a solas? Será un momento.
—Claro —dicho esto, le dio un apretón a Naruto en el hombro como muestra de apoyo y luego salió de la estancia, cerrando la puerta con suavidad.
Mientras tanto, el creador cogió a Sasuke de la mano y lo instó a sentarse a su lado, pero de forma que pudieran hablar de frente. Eso empezó a ponerlo nervioso.
—Naruto, ¿qué ocurre?
Este se lamió los labios antes de hablar.
—¿Recuerdas cuando estábamos investigando la enfermedad de los niños? —Él asintió—. Un día, viste en el libro de los creadores una página que hablaba de un ritual que se celebra en verano.
Sasuke parpadeó al recordarlo.
—Sí, fue el día en el que me hablaste de tu ciclo fértil.
Naruto le cogió ambas manos con cierto nerviosismo.
—Sí… Debes saber que… el ciclo fértil que tengo durante los meses de verano es… diferente.
—¿Qué quieres decir?
El rubio se quedó unos momentos en silencio, como si estuviera pensando en las palabras que iba a usar. Cuando finalmente pareció hacerse una idea de cómo explicarse, se removió en su silla.
—Verás, cuando un creador llega al final de su ciclo fértil y no se queda embarazado, tiene la oportunidad de… entregar esa fertilidad a otra persona, por así decirlo.
Sasuke sacudió la cabeza. Guau, eso había sido demasiado fuerte para asimilarlo de una sola vez.
—¿Quieres decir… que puedes hacer fértil a otra persona?
—Sí. Siempre hay alguna pareja que tiene dificultades para concebir o que desea tener niños, así que no tengo problema en… usar esa habilidad para ayudarles.
… Vale. Seguía estando impactado, pero podía aceptarlo… además, le pareció un poco tierno que Naruto ayudara a los demás a tener hijos; en la cultura del Reino del Hielo, los niños eran siempre una bendición, ya que el clima era tan duro que las cosechas morían, la gente enfermaba y las ventiscas inesperadas arrasaban con todo, personas incluidas. Los nacimientos constantes aseguraban que la población se mantuviera estable y que incluso a veces aumentara; esos niños, con el paso de los años, se convertirían a su vez en hombres y mujeres que contribuirían a la supervivencia de su gente.
El hecho de que Naruto pudiera hacer que las mujeres concibieran con mayor facilidad era un milagro para él.
—Pero eso es bueno, ¿no? —le preguntó, sin estar muy seguro de cuál era el problema y mucho menos sin ver qué relación tenía eso con las extrañas mujeres.
El creador sonrió un poco.
—Sí, normalmente es genial que esas familias puedan tener hijos… pero en verano es distinto.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de especial esta época?
Naruto se irguió en la silla y señaló las ventanas, que estaban cerradas para evitar que los poderosos rayos del sol entraran.
—Mis poderes me fueron concedidos por Kurama, pero no son ilimitados; si los uso demasiado, me quedo sin energía. Para recargarme, necesito otra fuente de energía, y esa es el sol, lo cual es bueno porque tengo acceso a él desde prácticamente cualquier parte, así que no corro peligro de quedarme sin poderes en caso de necesitarlos.
—Entiendo —asintió Sasuke.
El rubio hizo una pausa, inspirando hondo.
—En verano, el sol es más potente, eso quiere decir que seré más poderoso que en cualquier otra época del año… tanto que no solo podré hacer fértiles a las mujeres, sino a toda la isla en general.
El varón abrió los ojos como platos.
—¿Qué?
—Haré que la tierra sea fértil, tanto que ayudaré a que se mantengan las cosechas y que no padezcamos una sequía. Y eso una vez al mes.
Sus palabras confundieron a Sasuke.
—Pero eso es bueno para el reino, ¿no? Hará que esta época sea un poco más fácil para todos… —su voz se fue apagando al ver la mueca de preocupación de su prometido.
—El problema es que no puedo hacerlo solo, Sasuke. Es tanta la energía que recibo del sol que hará que caiga enfermo. Por eso necesito la ayuda de las sacerdotisas.
—¿Sacerdotisas? —interrogó él—. Creía que en este momento las mujeres no tenían permitido ocupar cargos religiosos.
—Y no lo tienen, pero a Kurama le importa un pimiento las leyes humanas. Cada vez que nace un creador, él en persona escoge a tres mujeres para que sean sus sacerdotisas, a las que encomienda deberes y responsabilidades parecidos a los míos.
—¿Por qué razón?
—Yo solo puedo ocuparme de la gente de esta isla, no puedo estar en cuatro sitios a la vez y, aunque los zorros podrían atender las súplicas de los ciudadanos, ellas les echan una mano y también me ayudan con los rituales que debo realizar de vez en cuando como creador.
Sasuke se quedó en silencio unos minutos, tratando de asimilarlo todo. A ver, había tres sacerdotisas que realizaban las tareas de Naruto en las otras tres islas, una por cada una, que básicamente ayudaban a los ciudadanos con sus súplicas y oraciones, así como, probablemente, tendrían que hacer otros servicios religiosos que su prometido realizaba a veces, como por ejemplo, el mantenimiento del altar que había en la montaña del Bosque Sagrado, estaba seguro de que en las otras islas también había altares oficiales donde la gente iba a rezar.
Luego estaba ese extraño ciclo fértil que tenía en verano. A menos que lo hubiera entendido mal, su prometido nutría sus poderes con la energía que le brindaba el sol, que en esa época era tan potente que se ponía enfermo… Un momento, ¿enfermo?
—Espera —le dijo, cogiéndole ambas manos con cierto nerviosismo—, ¿vas a ponerte enfermo?
Naruto lo miró con tristeza.
—Es demasiada energía para mí, Sasuke.
—¿Y no puedes hacer como en los otros ciclos? Simplemente… ¿pasarla a la tierra?
—No, es distinto; mi poder aumenta tanto que no puedo controlarlo por mí mismo, soltarlo sin más podría fertilizar la isla… o arrasarla con una ola de fuego —declaró con el rostro sombrío—. Por eso necesito a las sacerdotisas, ellas absorberán parte de esa energía para que llegue a las otras tres islas y me ayudarán a transformarla en un flujo fértil para la tierra, ya que yo probablemente no estaré en condiciones de hacerlo.
—¿Qué quieres decir?
—Cuanto más tiempo esté expuesto al sol, más energía tendrá mi cuerpo. Será tanta que no podré soportarla, mi temperatura aumentará como si tuviera mucha fiebre… puede que delire de vez en cuando, recuerdo que de niño me ocurría mucho.
Sasuke le apretó las manos, comprendiendo de repente por qué era tan importante hallar a esas sacerdotisas.
—Naruto… ¿qué ocurrirá si no realizas ese ritual?
Él lo miró a los ojos, y vio miedo en ellos.
—No lo sé, nunca había pasado antes. Pero algo me dice que no será bueno, ni para el reino, ni para mí.
El Uchiha sintió un desagradable escalofrío recorriendo su espalda. La idea de que la vida de Naruto corriera peligro le produjo una desagradable sensación en el estómago, así como su mente se negó a permitir que eso ocurriera.
Estrechando los dedos de su prometido, le devolvió la mirada con fiereza.
—Entonces, debemos encontrar a las sacerdotisas para que realicen ese ritual. Eso hará que todo el Reino del Fuego sobreviva a esta estación y que tú te mejores, ¿verdad?
—Sí. El ritual debe hacerse una vez cada mes durante los próximos tres meses, uno por cada ciclo fértil.
Sasuke asintió.
—Bien, enviemos a Lee y algunos de sus hombres a las otras islas a buscar a esas mujeres.
—No podemos. Recuerda que las mujeres tienen prohibido ocupar cargos religiosos. No es que lo que hagan ellas sea algo oficial, pero si alguien se entera de lo que hacen, las acusarán y las someterán a un juicio que no creo que puedan ganar. Puede que ahora tengamos a Hiruzen de nuestro lado, pero sigue siendo uno contra tres, por mucho que sea el líder, y cuentan todavía con el apoyo de la mayoría de los nobles.
Sasuke soltó una maldición.
—Maldito sea el Consejo y sus estúpidas y anticuadas ideas. —Hizo una pausa, pensando rápido—. ¿Qué hay de los Inuzuka?
Naruto lo miró estresado.
—Tenemos el mismo problema, que llamarían demasiado la atención. El clan de Kiba no ha vuelto a subir a un barco desde que llegaron a este reino, que lo hicieran ahora provocaría preguntas. Si hacemos esto, tenemos que ser muy discretos.
El varón gruñó y puso a su mente a trabajar, consciente de la importancia que tenía que nadie descubriera a esas mujeres. No solo ellas podían acabar encarceladas, o tal vez algo peor conociendo al Consejo, sino que también había una posibilidad de que descubrieran las habilidades de Naruto, y estaba muy seguro de que eso no les gustaría nada. El pueblo ya quería al rubio por la ayuda que les brindaba en secreto, revelar sus grandes poderes haría que este lo viera como a una deidad o un semidiós, igual que hacían los Inuzuka… y eso no les gustaría nada a los consejeros. Puede que hubieran vencido a Danzo, pero aunque parecían haber ganado cierta libertad con ello, no quería decir que el Consejo estuviera acabado. Ahora, tanto este como los nobles del reino estaban acojonados por la última intervención de los hombres zorro, sin embargo, en cuanto se les pasara el susto, estaba convencido de que volverían a la carga y a hacer de las suyas, puede que incluso con más fuerza, para mantener su poder.
Si descubrían de lo que Naruto era capaz, lo matarían. Ellos no querrían por nada del mundo que el Reino del Fuego viera al rubio como a una especie de encarnación de Kurama, lo seguirían por encima de las leyes, por encima de cualquier otro poder terrenal, incluido el de los nobles y el Consejo.
No, por ahora, no podía permitir que los secretos de los creadores fueran revelados, eso sería catastrófico para su prometido.
Pero si no podían usar a ninguno de sus aliados en ese reino, ¿qué…?
De repente, se hizo la luz.
—Enviaré a Sai y a mis hombres del Reino del Hielo.
Naruto parpadeó, sin esperarse esa solución.
—¿Qué?
—Piénsalo; no poseen ningún cargo en este reino, son solo invitados porque vinieron conmigo, y todo el mundo sabe que han pasado tres años viajando de un lado a otro, a nadie le sorprenderá que vayan a explorar las otras islas. Además, harán lo que les diga sin hacer muchas preguntas y serán muy discretos.
Su rubio lo pensó durante unos momentos.
—¿De verdad lo harán aunque no les digas por qué buscas a esas mujeres? No quiero que nadie más sepa sobre nosotros.
—Son de entera confianza, Naruto, me han cubierto las espaldas durante tres años. Pondría mi vida en sus manos.
El creador, al ver la fe ciega que tenía su futuro marido en sus hombres, accedió.
—Está bien.
—Todo saldrá bien, las encontraremos. Ya lo verás —dicho esto, le besó las manos, esperando poder reconfortarlo.
Así, pusieron su plan en marcha: mientras que Naruto le pedía a Kiba que siguiera vigilando la playa por si aparecían, ya que las sacerdotisas siempre atracaban en su territorio y se instalaban en la casita que tiempo atrás había pertenecido a sus padres, Sasuke reunió a Sai y a sus hombres y les dijo que tenía que pedirles un gran favor y que nadie tenía que enterarse. Por un momento, todos esperaron con cierta sorpresa que les dijera que iban a escaparse del reino para vivir nuevas aventuras, ya que a ninguno le había pasado desapercibido el trato que le daba a su prometido, uno que nunca le había brindado a ninguna de sus amantes. Por eso, al escuchar que no se trataba de eso, muchos de ellos se relajaron; habían interactuado poco con Naruto, pero había algo en él que les agradaba, y el hecho de que su capitán lo tratara con tanto respeto y admiración les decía que era alguien digno de su afecto. Sin embargo, los ánimos decayeron un poco al saber la misión que les encomendaba su príncipe, una muy urgente en la que debían encontrar sin falta a unas mujeres; Sasuke no les dio muchos detalles, pero sí les dijo que eran muy importantes para su prometido y que, de no encontrarlas, él podría correr peligro.
De modo que esa misma noche, amparados por el manto de la oscuridad, zarparon en diferentes direcciones para buscarlas con las descripciones que les había dado el creador, además de sus nombres: Shion, Amaru y Sara.
Por un segundo, Sasuke contempló la idea de ir con ellos, pero la desechó al instante. Si Naruto iba a ponerse enfermo, quería estar cerca para cuidarlo.
E hizo bien en hacerlo.
Los primeros días, todo parecía normal sin tener en cuenta el nerviosismo y la inquietud que embargaba a su prometido pero, con el tiempo, empezó a detectar algunas señales que le dijeron que las cosas no iban bien. El primer signo fueron sus movimientos, el creador siempre había tenido una forma de andar ágil y ligera, grácil… sin embargo, se dio cuenta de que sus pasos parecían cada vez más pesados y que, incluso, arrastraba los pies cuando creía que nadie lo veía. También notó que se retiraba antes de las comidas y que, al reunirse con él en su habitación, estaba tan cansado que se quedaba dormido enseguida. Además, al dormir con él, no pudo ocultar que su piel empezaba a calentarse y le preguntó si ya empezaba a sentirse mal. Naruto lo negó al principio y él no quiso presionarlo, sabiendo en el fondo que su cuerpo ya estaba resentido por la energía que acumulaba, tan solo se limitó a vigilarlo de cerca y estar atento a si la cosa iba a más.
Una noche, sus temores se confirmaron cuando lo escuchó jadeando a su lado. Al tocar su frente, se dio cuenta de que tenía mucha fiebre; no lo pensó dos veces y fue a pedir a un sirviente que le trajeran agua fría para poder mojar su cabeza y tratar de bajar su temperatura. Pasó toda la noche cuidándolo. La verdad era que no recordaba haber hecho eso nunca por nadie y, probablemente, el antiguo y orgulloso Sasuke Uchiha se habría negado en redondo a estar poniéndole un paño húmedo a nadie una y otra vez, pero ahora que había madurado no podía importarle menos quién lo viera cuidando a su prometido quien, al despertar, le pidió disculpas por haberle ocultado su estado, que no quería preocuparlo más de la cuenta, y le dio las gracias por encargarse de él. Sasuke le dijo que solo se centrara en resistir, prometiéndole una vez más que todo iría bien.
Pero tras ese incidente, la enfermedad atacó fuertemente a Naruto, cuya temperatura no bajó por mucho que Sasuke pasara las noches cuidándolo o que los médicos hicieran todo tipo de ungüentos y medicinas para tratarlo; cada día le costaba más levantarse de la cama, apenas podía dar dos pasos sin desfallecer; le resultaba difícil digerir la comida, y estaba constantemente mareado y con un inmenso dolor de cabeza.
Sasuke ya no pudo separarse de él. Nunca en la vida se había imaginado a sí mismo cuidando de ese modo de alguien, el antiguo y orgulloso Sasuke Uchiha no habría perdido el tiempo en esas chorradas, sino que habría salido a alta mar con sus hombres a buscar la cura. Sin embargo, ese nuevo Sasuke, más maduro y menos arrogante, sabía que lo que Naruto necesitaba era que estuviera a su lado, pues no confiaba en muchas personas dentro de palacio, tan solo en Tsunade, en Kakashi y Obito, Iruka, en Lee e incluso en Ino, la cual se trasladó a palacio para cuidar de Naruto cuando él necesitaba unas horas de sueño y la reina, sus tíos o Iruka no podían estar con él.
Además, había algo que lo había molestado. Estaba convencido de que había visto a alguien rondando por el dormitorio de Naruto. La noche en la que vio aquella sombra, recordó de repente que había alguien en ese reino muy interesado en que no se casara con él, el mismo que puso aquel afrodisíaco en su habitación y que contrató aquel sicario.
No volvió a dejar a su rubio a solas, y se aseguró de que Lee estuviera custodiando su habitación siempre que no estuviera él… además de que volvió a adoptar la costumbre de llevar encima la espada o, como mínimo, una daga.
Sin embargo, las cosas fueron de mal a peor.
La primera mala noticia vino de Sai y sus hombres. Habían ido a las islas en busca de las sacerdotisas y habían descubierto que todas embarcaron el mismo día en el que las cigarras empezaron a cantar, anunciando la llegada del verano.
Pero Kiba no las había visto todavía. Entonces, ¿qué ocurría?
Su primo le dijo que él y los demás rastrearían las costas de la capital por si encontraban algo y que luego irían isla adentro por si alguien las había visto, le dio su palabra de que no pararían de buscar hasta que las encontraran, así como le preguntó también cómo estaba Naruto, pues la noticia de que estaba enfermo parecía haber llegado ya a todas partes. Sasuke le dijo la verdad, que no tenía buena pinta, y le pidió que por favor siguiera buscando.
La segunda noticia fue más aterradora: el creador entró en su ciclo fértil. La enfermedad se volvió aún más agresiva y el tiempo empezó a correr en su contra, pues solo tenían cinco días antes de que este terminara. Sasuke no quería saber lo que ocurriría si Naruto no había hecho el ritual para entonces, le daba demasiado miedo pensar en la posibilidad de perderlo. Verlo padeciendo los nuevos síntomas de la fiebre hizo de todo un poco peor, pues el rubio empezó a delirar; trataba de razonar, luchaba por pensar e intentaba crear frases coherentes, pero no hacía más que murmurar palabras sueltas o sonidos ininteligibles, además de que empezó a tener una especie de ataques de dolor cuyo origen era desconocido, pero que le hacían retorcerse y gritar de un modo escalofriante, como si lo estuvieran matando desde dentro. Sasuke ya sospechaba que se trataba de toda esa energía contenida, tenía la sensación de que Naruto la estaba conteniendo en su interior para que no saliera en forma de fuego, ya que unas extrañas quemaduras aparecieron de repente en su piel.
El estrés y el miedo se apoderaron de él; no tenía ni idea de qué hacer para ayudarlo, tampoco es que el rubio pudiera darle instrucciones, ya le resultaba bastante difícil tratar de recordar dónde estaba o incluso su propio nombre. No podía irse a buscar a las sacerdotisas por su cuenta y dejarlo ahí, en los últimos días ya le había sido casi imposible abandonar su habitación y no quería estar lejos por si le necesitaba, aunque la verdad era que, aparte de su compañía y apoyo, poco podía hacer por él. Tampoco podía contar con los médicos, no lograrían salvarlo por mucho empeño que pusieran en ello… No tenía ni idea de qué hacer, por primera vez en mucho tiempo, tal vez desde que perdió a su madre, se sentía totalmente perdido, inútil y vulnerable. Lo único que podía hacer era estar a su lado, esperando… y le aterraba pensar que estuviera aguardando a que Naruto exhalara su último suspiro.
En eso pensaba una noche, mientras pasaba otro paño húmedo por su cuerpo, deseando poder aliviar aunque fuera solo un poco su dolor. Contemplaba cómo temblaba levemente, su rostro sonrojado por la fiebre, su respiración pesada, como si tomar una bocanada de aire fuera un suplicio.
Faltaban un día para que su ciclo terminara, y él estaba desesperado. No sabía qué hacer para salvarlo.
—Por favor, Naruto, aguanta —le dijo, apartando los mechones de su frente para que no le dieran más calor de la que ya sentía—. Eres fuerte, eres duro… y tienes más huevos que nadie —añadió con una pequeña sonrisa que no le llegó a los ojos—; has pasado tu vida aguantando al puto Consejo, a esos imbéciles aristócratas que no tienen nada de nobles, a esos extranjeros gilipollas que se creen mejores que tú por tener polla. Has ayudado a tu pueblo desde siempre, siempre has hecho lo mejor por ellos, incluso aceptar casarte con un idiota inmaduro como yo que huyó de su reino en cuanto tuvo la ocasión de alejarse de una dificultad. No te vayas ahora. Tienes muchas cosas que hacer, tienes que evitar que yo sea un desastre con esta tierra, tienes que… —Tragó saliva—. Tienes que quedarte conmigo. No me hagas esto —murmuró antes de enterrar el rostro en el colchón.
¿Qué diablos podía hacer? ¿Qué se le había pasado por alto? Tenía que haber algo más que pudiera hacer por Naruto…
“Trabaja como si todo dependiera de ti, reza como si todo dependiera de Kurama”.
Se tensó al recordar las palabras que le dedicó su prometido hacía ya algún tiempo. No lo pensó demasiado, fue más un impulso que otra cosa, pero apretó los labios y fulminó el techo con los ojos.
—¡¿Me oyes, Kurama?! ¡Naruto se está muriendo y no estás haciendo una mierda! ¡Tus islas se irán al diablo o tu creador acabará muerto!, ¡¿es eso lo que quieres?! ¡Ya jodiste a los extranjeros porque iban a cazar tus preciados zorros!, ¡así que mueve el culo y sálvalo!
De repente, un movimiento a su derecha lo sobresaltó.
Algo se estaba acercando a Naruto.
En un acto instintivo, sacó la daga y atacó, pero esa cosa se movió veloz y retrocedió hacia el fondo de la estancia.
Sasuke se bajó de un salto de la cama y se interpuso de inmediato entre esta y lo que quiera que tratara de hacer daño a su esposo. Estaba lo bastante desesperado, frustrado y cabreado como para matar a cualquiera que fuera tan condenadamente gilipollas como para ir a molestarlo, por eso le costó ver quién había entrado, de algún modo inexplicable, en los aposentos.
Pero una vez lo tuvo delante, se quedó paralizado. De hecho, se le cayó la daga de la impresión.
En el fondo de la habitación, había un enorme zorro. Tenía el pelaje de un bello color blanco que le recordó a la nieve recién caída que coronaba las escarpadas e inexploradas montañas de su tierra natal, de aspecto suave y un tanto espeso, el cual acentuaba su tamaño y creaba una majestuosa melena en su cuello que caía hasta el pecho; sus patas tenían un porte elegante y fuerte, acabando en unas oscuras garras negras que parecían tan resistentes como las rocas de una cueva; sus orejas eran pequeñas, terminadas en punta, y se mantenían alzadas, y sus ojos, pese a ser rojos como la sangre y de pupilas afiladas, tenían una mirada amable y compasiva.
Era uno de los Kyubi ancestrales.

2 comentarios:

  1. Lo juro me tienes atrapada con cada nuevo capitulo, de verdad adoro tus fanfics y no puedo dejar de leer y volver a leerlos, muchas gracias por compartirlos con nosotros.

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    1. Gracias a ti por darles la oportunidad ^^
      Espero que sigas disfrutando de la maratón y de los capítulos que vendrán después ;)

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