domingo, 20 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 10. Una inocente presa... o un cazador letal

En unos aposentos del palacio, Sakura respiraba pesadamente mientras trataba de soportar el horrible dolor de las heridas de su vientre. No importaba cuántas infusiones calmantes le trajeran los médicos de aquel reino, los afilados arañazos seguían ardiendo sobre su piel, sumiéndola en una agonía constante que le impedía moverse de la cama sin gritar, desesperada por hallar un instante de alivio. Incluso ella misma había elaborado algunas recetas que había pedido que prepararan con el permiso de la reina, la cual accedió solamente porque consideraba que el castigo de los hombres zorro era más que suficiente como para dejar que sufriera mucho más, además del desfile que tendría que hacer antes de abandonar su reino para siempre.
Sin embargo, nada funcionaba. No lo entendía, ella era una excelente médico y sus curas tendrían que ser más que suficientes para menguar el dolor, pero este se negaba a desaparecer, a dejarla descansar.
Eso solo provocó que su odio hacia Naruto aumentara. Lo veía como el culpable de todo lo que le había sucedido desde que puso un pie en el Reino del Fuego: primero, le había robado a Sasuke, engañándolo para hacerle creer que no era como las demás buitres que iban tras él por su apellido; luego, al saber lo que ella había hecho, la había mutilado para asegurarse de que no podría ser una candidata válida para él; después, había puesto a todo el mundo en su contra, hasta a Itachi, y había conseguido que aceptara un castigo humillante antes de echarla para siempre de ese reino.
Su rabia crecía con cada día que pasaba postrada en esa cama, prisionera del ser hermafrodita que le había quitado en un momento al hombre que amaba, su herencia y su prestigio; era consciente de que Fugaku la amonestaría severamente por haber profanado territorio sagrado… y no era tan estúpida como para intentar excusarse ante él, los Uchiha eran estrictos con las leyes, y sobre todo, con las sagradas y las divinas, él todavía creía en la voluntad de los dioses y en aquellos seres que lo servían. Además… no le sentaría nada bien que hubiera puesto en duda su decisión de unir al Reino del Hielo con el del Fuego, sería prácticamente como un insulto… y temía su castigo… hasta era probable que su propia familia la rechazara por lo que había hecho.
Todo por culpa de ese creador.
Cuánto lo odiaba… y cuánto ansiaba poder acabar con él de un modo horrible.
Ese día en especial estaba muy irritada. Había oído que Sasuke había pasado la noche en la habitación de su prometido, lo cual provocaba que hundiera las uñas en la cama, consumida por la ira y también por el dolor que ardía en sus entrañas. Lo único en lo que pensaba era en cómo hacerle sufrir como lo hacía ella, pero ni siquiera podía moverse, y los lacayos que habían venido con ella no acatarían órdenes que tuvieran que ver con herir de ningún modo al príncipe heredero de aquel reino, así que debía ser más inteligente… sin embargo, carecía de recursos.
O eso creía.
Durante el desayuno de ese día, debajo del plato, encontró un trozo de pergamino. No había ningún nombre que identificara al remitente, pero la primera frase del mensaje estaba claramente dirigido a ella. Intrigada, leyó con atención, sonriendo lentamente al darse cuenta de que tenía un aliado… uno maquiavélico y calculador, meticuloso, justo lo que necesitaba para poder actuar sin dejar rastro de lo que hacían.
Además… sus planes para el maldito creador le gustaban.
Eran crueles, y le harían pedazos.
Bien. No acababa de gustarle no saber con quién se estaba aliando, ya que eso la dejaba en desventaja ante él y podía utilizarla como último recurso para venderla a la reina si les descubrían, sin embargo, era demasiado tentador vengarse del principito y, tal y como lo había planeado su nuevo compañero, nadie sabría quiénes eran, ninguno de los dos.
Así que, con dificultad, se levantó de la cama, jadeando por el intenso ardor de su vientre, y se dispuso a hacer los preparativos. Sus ansias de destruir al creador por todo lo que le había hecho le dieron las fuerzas suficientes para encargarse de una única cosa, la más sencilla y menos incriminatoria, ya que no había manera de que supieran de dónde había salido el dinero.
Mientras que, su aliado, tendría que exponerse para contactar con esa tercera persona.


Habían pasado varios días desde el incidente con Karin, y las cosas no habían salido como a Naruto y Sasuke les hubiera gustado.
Tal y como planearon, los Uchiha se hicieron cargo del interrogatorio, tanto de la joven como del padre, por separado. Este se mostró sorprendido y furioso al escuchar que Sasuke y Naruto llegaban tarde al desayuno porque ambos se habían quedado dormidos en los aposentos de este, pero estuvo aún más sorprendido cuando, tras la comida, Itachi Uchiha pidió hablar con él a solas.
Entonces, vino la desagradable sorpresa. Su hija Karin ya había sido interrogada a primera hora; al principio, mintió diciendo que Sasuke le había pedido que le esperara en su propia habitación, en un claro intento porque el rumor fuera suficiente para casarse con él, pero cuando Itachi le contó que había estado toda la noche con Naruto y que sería acusada tanto por los Uchiha como por los Namikaze por utilizar un afrodisíaco contra él, se vino abajo. Reconoció que tenía la esperanza de que Sasuke cancelara el compromiso para irse con ella y que por eso fue a su habitación para tratar de seducirlo, pero negó haber usado ninguna droga ni tampoco que su padre estuviera implicado.
Itachi fue muy duro, lo suficiente para tenerla aterrorizada sin necesidad de violencia, era bueno empleando los miedos de los demás en su propia contra, era inteligente y conocía bien a las personas, por lo que le resultó fácil convencerla de que el Reino del Hielo tomaría medidas para llevarla a su país y castigarla duramente antes de encarcelarla e incluso ejecutarla.
Al final, resultó que ella no tenía ni idea de ninguna miel ni sobre las velas, tal y como dijo Naruto, muy pocos extranjeros conocían la existencia de ese afrodisíaco debido a su escasez y la pelirroja juró que no había echado nada en la bebida de Sasuke, por lo que no sabía nada.
Con Orochimaru sucedió algo similar, aunque fue un rival más duro… pero no lo suficiente para Itachi. Dijo que él no tenía ni idea de los planes de su hija, pero que se alegraba de que intentara luchar por lo que quería, en ese caso, Sasuke, admitía con orgullo que lo había heredado de él. El Uchiha contratacó diciendo que, al menos, era una suerte que Naruto hubiera invitado a Sasuke a su dormitorio para pasar la noche, hurgando en la herida del rey, sabiendo de primera mano lo mucho que este ansiaba tener al creador, se había dado cuenta de las miradas lascivas que le dedicaba y que incomodaban claramente a su cuñado. Eso no le hizo ninguna gracia a Orochimaru pero, aun así, procuró mostrarse educado por fuera, aunque por dentro deseaba con fervor que Sasuke no lo hubiera desvirgado, ansiaba al príncipe creador desde que había sabido de su existencia, decidiendo que una rareza como él debería estar en su posesión, sobre todo tras haber oído los cantares eróticos que circulaban en las tabernas sobre ellos.
Pero Itachi no había terminado todavía. Usó sus propias palabras contra él, diciendo que era capaz de haber usado afrodisíaco para que su hija pudiera aprovecharse de su hermano. Orochimaru se mostró confuso entonces, pero el Uchiha siguió acusándolo, después de todo, él luchaba por lo que deseaba, en este caso, la unión de su reino con el suyo y, además, obtener la mano de Naruto. Le advirtió que a Fugaku no le haría ni pizca de gracia saberlo y que, por supuesto, la reina Tsunade tampoco estaría contenta, por lo que cualquier tratado comercial o militar que quisiera hacer con ellos sería anulado, tendría que apañárselas con el resto de países.
Finalmente, para evitar que hubiera problemas políticos que afectaran a su economía, Orochimaru reconoció haber recomendado a Karin que fuera a convencer a Sasuke de un matrimonio con ella, pero también negó el uso de los afrodisíacos por su parte, pidiendo incluso que registraran su habitación y la de su hija para asegurar que ellos no llevaban nada encima. Por supuesto, Itachi aceptó la generosa oferta y Naruto mandó a Lee que investigara pero, tal y como sospechaban, no encontraron nada. Si ese hombre había tenido algo que ver con la miel, era lo suficientemente inteligente como para no tener nada que lo incriminara en su cuarto, aun así, buscaron cualquier anotación o libro que pudiera haber obtenido y que contuviera información sobre el afrodisíaco… sin éxito.
Como no había suficientes pruebas contra ellos, tuvieron que dejarlos ir en paz, con la condición de que no le dijeran nada a nadie sobre aquello bajo la amenaza de que, si hablaban, sería a ellos a los que acusarían de drogar a Sasuke para manipularlo y que serían castigados. Pese a que a Orochimaru le habría gustado utilizar ese rumor a su favor, fue lo bastante prudente como para no cabrear a los Uchiha.
Lo cierto era que, si ninguno de los dos había tenido nada que ver con la miel, no habían cometido ningún delito; tratar de seducir a un príncipe no lo era, de hecho, era una artimaña muy común para arreglar matrimonios beneficiosos, normalmente, para una de las partes. Lo ocurrido con Sakura fue distinto porque, a pesar de tener las mismas intenciones que Karin, ella penetró en los dominios de Kurama, totalmente prohibidos a los extranjeros. Así que los Hebi, por desgracia, podrían irse de rositas, para disgusto de Sasuke y Naruto, que tendrían que seguir aguantándolos durante las comidas y el próximo anuncio de su compromiso, para el que ya faltaban pocos días.
De hecho, ya habían llegado todos los invitados, y no todos ellos eran como Orochimaru y su hija. Acudieron también Choji Akimichi e Ino Yamanaka, ambos herederos de sus respectivas casas y buenos amigos de Naruto, eran, de hecho, de la misma edad que él y Kiba. También llegaron los gobernantes de las otras tres islas, dos de ellos muy cercanos a la casa real, Neji Hyuga junto a su mujer Tenten y su hermana pequeña Hinata, y Shikamaru Nara, heredero de su familia y que venía en representación de su padre, el cual dijo que ya era hora de que su hijo acudiera a esos actos mientras que él se quedaría en la isla para asegurarse de que todo iba bien.
Sasuke congenió rápidamente con todos ellos, alegrándose por tener más aliados de los que creía. Choji había sido el compañero de Naruto en sus travesuras de niño junto a Kiba y bajo la supervisión de Shikamaru, quien siempre los acompañaba pero casi nunca los ayudaba, aunque intervenía al final con su aguda inteligencia para sacarlos del lío cuando los pillaban; este último le produjo una sensación extraña a Sasuke, quien no sabía cómo tratar con él ya que, aparentemente, todo le era indiferente, pero Naruto le aseguró que era leal a su familia y que se podía contar con él cuando se le necesitaba, solo que aquellos actos oficiales le causaban tanto fastidio como a su padre. Ino era muy parecida a su prometido, alegre y explosiva cuando se enfadaba, no dudó en lanzarle una mirada de “si le haces daño a mi amigo, te mato”; pese a que estaba a favor de que las mujeres aprendieran a defenderse, era amante de la ropa y le había pedido a Naruto que le dejara hacerle su “vestido” de boda, el cual accedió, sabiendo que ella mejor que nadie respetaría sus gustos y, sobre todo, su opinión respecto a lo de llevar vestido. La joven no tardó en llamar la atención de Sai, quien se apresuró a desplegar sus encantos con ella… recibiendo a cambio un brusco comentario acerca de que jamás se acercaría al imbécil que le metió la lengua a su amigo sin su permiso.
Sasuke por poco se mea encima de la risa.
Por otro lado, Neji era el más mayor de todos y gran amigo de Lee. Su casa, los Hyuga, era de las más respetadas y antiguas en el Reino del Fuego, y ya había demostrado que era lo bastante hábil y juicioso para dirigir una de las islas en representación de su reina. A Sasuke le recordaba un poco a su hermano Itachi, con el cual se llevó bastante bien, pero lo que más le gustó fue la forma protectora y fraternal en la que trataba y cuidaba de Naruto, era evidente en sus ojos que le tenía un gran cariño. Sin embargo, no pensó ni por un momento que pudiera sentir algo más profundo por él, ya que estaba claro que tenía la fortuna de estar enamorado de Tenten, una mujer que tuvo la suerte de poder finalizar su entrenamiento como guerrera antes de que el Consejo prohibiera a las mujeres que aprendieran a luchar. Era extrovertida y tenía carácter, a Sasuke le recordó un poco a las féminas de su tierra, solo que estas eran más reservadas y calladas. Por último, estaba la joven Hinata, a la que Naruto adoraba y con la que se sentía un tanto protector, tal vez por su timidez y naturaleza introvertida.
Le alegró saber que el rubio tenía más amigos de lo que había parecido al principio, los cuales le servirían como aliados cuando se convirtiera en rey.
Y no eran la única buena noticia.
La relación de Sasuke y Naruto se había fortalecido un poco más. Desde la noche del incidente con Karin, el creador había ganado más confianza en sí mismo y ahora invitaba a Sasuke a su habitación por las noches para una sesión de besos y caricias subida de tono. El Uchiha estaba feliz de que este se sintiera cada vez más cómodo con él, hasta el punto de que seguía quedándose medio desnudo delante de él de vez en cuando, por lo que tenía la oportunidad de recorrer de nuevo su delicioso vientre y juguetear con sus sensibles pezones. Además, durante esos días, habían dormido juntos; en parte porque no querían que volvieran a sorprenderlos con algún afrodisíaco, aunque dudaban que los usaran de nuevo contra él, pero sobre todo, porque Sasuke había descubierto que le gustaba tener a Naruto entre sus brazos. Para él, que su prometido se acurrucara en su cuerpo para descansar era una muestra más de confianza y afecto que le hacía sentirse orgulloso de sí mismo, como si por fin estuviera haciendo las cosas bien. Aparte, le gustaba contemplar su adorable rostro y su hermoso cuerpo hasta quedarse dormido, había algo en ver a Naruto tan relajado y con sueños pacíficos que le hacía sentirse tranquilo y cálido por dentro.
Sin embargo, esa noche no dormirían juntos.
Su prometido había entrado en su ciclo fértil, era la primera vez desde que se conocían.
Al parecer, ocurría una vez al mes y, según la estación, duraba más o menos días; en otoño eran dos días, en invierno uno, en primavera tres y en verano un total de cinco. El creador estaba claramente incómodo al hablar de ello, como ya demostró en una ocasión al poco de conocerse, pero al menos reunió el valor suficiente para explicarle que, durante esos días, estaba… un poco receloso respecto al contacto físico con los hombres, por decirlo de algún modo. Le dijo que no pasaba nada por abrazarse y acariciarse, pero le pidió que no se besaran en los labios y que no volvieran a compartir habitación hasta que hubieran pasado esos tres días.
Sasuke, por supuesto, accedió, respetando su intimidad durante esos días. Le irritaba un poco no poder estar más tiempo con él por las noches, pero saber que solo tendría que esperar un par de días para volver a besarlo y tenerlo contra su cuerpo en una cama le aliviaba.
—¿Seguro que no quieres que vaya contigo? —le preguntó esa noche en un susurro mientras se despedía de él en la puerta de su dormitorio.
Naruto le sonrió y negó con la cabeza, abrazándolo.
—Solo es un segundo. Lo prometo.
Debido a la multitud de invitados que tenían, Naruto no había podido cumplir con sus obligaciones de creador y escuchar y atender los rezos de sus ciudadanos, solamente iba por las noches si había algo urgente. En esa ocasión, una mujer embarazada había notado que algo iba mal con el bebé y el rubio iría al Bosque Sagrado a recoger unas cuantas plantas antes de buscar su casa y prepararle lo que necesitara para mejorar.
Aun así, a Sasuke no le gustaba que fuera solo. Bueno, sabía que Kakashi y Obito eran sus sombras, pero no quería que fuera sin él, le hacía sentirse intranquilo.
—Entonces, iré contigo.
Naruto le frotó el pecho.
—Sasuke, no merece la pena, de verdad. Va a ser muy rápido, seguro que no es nada grave, pero quiero asegurarme. Además, mis tíos vendrán conmigo.
Sasuke seguía sin estar muy convencido.
—Si es solo un momento, yo…
—Te quedas aquí y descansas. Mi abuela ha organizado unos combates amistosos para mañana y tú vas a participar en ellos, tienes que estar descansado. Muchos querrán ser los primeros en ponerte de rodillas, dirán que el matrimonio te ha ablandado —se burló el rubio, divertido.
El Uchiha resopló y rodó los ojos.
—Pff, sí, claro. Muchos de ellos han bebido hasta caer de espalda y mañana no podrán ni sostener la espada… ¿y aspiran a vencerme? ¡Por favor!
—No todos. Neji y tu hermano también participan… y te recuerdo que Neji y Lee entrenaban juntos.
Ahí cerró la boca. Lee era un guerrero increíble, en un mal día ni siquiera él podía seguirle con los ojos… Si Neji se le parecía, tendría que estar preparado. En cuanto a su hermano, no sabía qué pensar; cuando eran niños, siempre fue más fuerte y habilidoso que él, pero ahora que tenía una esposa y debía empezar a responsabilizarse de su reino, suponía que no habría tenido tanto tiempo como él para practicar… sin embargo, su padre hacía décadas que no combatía y podía asegurar que la única razón por la que podría vencerle sería por una cuestión de edad.
Aun así… se resistía a dejar ir a Naruto sin él.
—Me arriesgaré —declaró.
El creador negó con la cabeza y le apartó unos mechones de cabello de la cara.
—Va a haber mucha gente mirando los enfrentamientos, Sasuke. Conviene que vean que sigues siendo fuerte, y lo sabes —dicho esto, le besó en la mejilla—. Estaré bien, te lo prometo. Además —añadió con una perversa sonrisa—, te recuerdo que puedo contigo.
Sasuke resopló. Naruto se lo recordaría por el resto de sus días.
—De acuerdo… —accedió a regañadientes—. Pero quiero que me avises en cuanto vuelvas, ¿vale?
—¿Y si estás dormido? No quiero molestar…
—Eh, tienes dos opciones: o me avisas cuando regreses, o voy contigo.
El rubio hizo un puchero, pero luego le sonrió y lo abrazó otra vez, besándole en el pecho.
—Está bien, iré a avisarte.
El varón lo estrechó fuertemente contra sí, resistiéndose a dejarlo ir, pero al final, lo soltó y dejó que entrara en su habitación, desde la cual sabía que se escabulliría por la ventana y haría su numerito acrobático para salir de palacio sin que nadie lo viera.
Soltando un suspiro, se fue a sus aposentos, esperando realmente que Naruto no tardara mucho en regresar, no podría dormir tranquilo hasta saber que estaba sano y salvo en su cuarto.


Naruto llegó sin percances al Bosque Sagrado en el caballo de Obito y acompañado por Kakashi. Ambos lo dejaron en la entrada, como era costumbre, y le dejaron ir solo al interior del territorio sagrado, sabiendo que allí no corría peligro, pues entre esos árboles Kurama y sus sirvientes velaban por su protección.
Por desgracia, ninguno de los dos se percató del hombre que los seguía. Este había sido bien informado por su cliente acerca de los poderosos guerreros que guardaban al creador y se había asegurado de seguirlos a una buena distancia para evitar ser detectado, después de todo, era bueno en eso.
Por esa misma razón, tampoco le vieron internarse en el bosque, procuró entrar por otro lugar más alejado, pero dispuesto a encontrar a su objetivo. Una vez dentro, pudo ir con más libertad, aunque se movió entre las sombras de los árboles por si acaso, quería coger a su presa por sorpresa, le gustaba hacer el trabajo rápido y alejarse tanto como le fuera posible del lugar en el que había actuado, así se aseguraba de no ser capturado. En poco tiempo, detectó una zona más transitable que conducía a un lago bordeado por árboles que formaba un pequeño claro.
Vio por el rabillo del ojo la ropa de su objetivo tirada sobre unas raíces, por lo que supuso que estaría bañándose en el lago… Sus sospechas se confirmaron cuando escuchó un chapoteo y contempló al creador saliendo del agua.
Los rayos de la luna parecían acariciar su hermoso y húmedo cuerpo, tenía una figura esbelta y estilizada, ligeramente atlética, y que finalizaba en unas largas y sexys piernas. Su deliciosa piel tostada contrastaba con su cabello, largo hasta rozar sus tiernos hombros, el cual parecía plateado bajo la luna, del mismo modo que sus increíbles ojos azules parecían tan oscuros y profundos como el mar.
Se le puso dura al instante. A él jamás le habían gustado los hombres, pero entendía que su cliente hubiera pagado tanto dinero por tenerlo; era una criatura pura y sensual al mismo tiempo, daría lo que fuera por joderlo aunque solo fuera una vez… De hecho, podía retenerlo a su lado hasta tener que entregarlo a su cliente. Disfrutaría mucho probando esa boquita que seguro gritaría al verlo, mordiendo esa deliciosa piel y azotando su redondo culo mientras lo follaba. Estaba deseando oír sus gritos.
Incapaz de esperar más, salió cuando el creador estaba oliendo una flor de nenúfar que tenía entre sus manos. Al abrir los ojos, lo miró directamente y él sonrió bajo su máscara.
—Buenas noches, príncipe.
El joven bajó las manos sin soltar la flor.
—Buenas noches —respondió con calma.
No gritaba. Eso era raro… pero mejor para él.
—Vas a venir conmigo.
—¿A dónde?
—No te incumbe. Solo haz lo que te digo y no te haré daño.
El creador lo analizó de arriba abajo sin mostrar un ápice de temor. Luego, se encogió de hombros.
—De acuerdo. ¿Le importa si dejo la flor junto a mi ropa?
—Bien… pero no te vistas. —Quería manosearlo un poco durante el camino.
El joven le sonrió, travieso.
—No pensaba hacerlo.
El hombre notó cómo su polla palpitaba. Se le pasó por la cabeza los cantares de las tabernas que había oído sobre los creadores, algunos los comparaban directamente con hembras de animales en celo, normalmente gatas. Joder… debía de estar muy caliente el principito como para no importarle pasear desnudo delante de él.
Lo vio contonear seductoramente las caderas mientras caminaba hasta su ropa, sobre la cual se inclinó para dejar el nenúfar… mostrándole sus ardientes nalgas y, si abría un poco más los muslos, podría ver su entrada, que seguro que era tan perfecta como el resto de su cuerpo.
—Joder… —gruñó.
El creador lo miró por encima del hombro, todavía agachado.
—¿Ocurre algo?
Él sonrió.
—Eres una pequeña cosa muy caliente.
El joven se incorporó con elegancia y se dio la vuelta, exhibiendo esta vez sus bonitos pezones y su vientre plano, así como sus pequeños atributos masculinos. Aun así, seguía deseándolo, sobre todo cuando este se pasó una mano por los pectorales al mismo tiempo que caminaba hacia él.
—¿En serio? ¿Te parezco caliente? —le preguntó, aún sonriendo.
El hombre no dudó en responder:
—Mucho. Estoy deseando ponerte las manos encima.
El príncipe se detuvo entonces, a poco más de dos metros de él. Su sonrisa no había desaparecido.
—Lamento decirte que estoy prometido. Solo él… puede tocarme —comentó, pasando los dedos por sus pezones, provocando que su polla luchara contra sus pantalones.
Sonrió ampliamente.
—Eso no me importa lo más mínimo, ni a mi cliente tampoco.
El creador se mordió el labio inferior.
—Mmm… ¿Más de un hombre se interesa por mí?
—Si te ven así, seguro que todos correrían detrás de ti.
El joven ladeó la cabeza a un lado, examinándole de nuevo con una mirada lasciva.
—¿Y… por qué… no nos quedamos tú y yo solos?
Él por poco se ríe.
—Mi cliente ha pagado mucho dinero.
—¿Por qué? ¿Por tenerme solo para él?
Este se encogió de hombros.
—Tal vez, yo no hago preguntas. Solo me dio el dinero y me dijo que te llevara a un sitio.
—Y… no vas a decirme a dónde, ¿verdad?
Esta vez, soltó una risilla.
—Ya lo verás cuando lleguemos.
El creador se encogió de hombros y retrocedió un paso, haciendo que él frunciera el ceño.
—Pues… va a ser que no —dijo este, sin dejar de sonreír con malicia—. No pienso ir a ninguna parte contigo.
Eso lo dejó confundido y furioso.
—¿Qué?
El joven soltó una carcajada.
—Ah… Hombres… Había oído que bastaba con calentaros un poco la polla para que bajarais la guardia, pero no esperaba que funcionara con un sicario.
El hombre apretó los puños. No podía creer que un chiquillo le hubiera tomado el pelo de esa manera, y menos aún para sacarle información.
—Chico… vas a arrepentirte de esto.
Este soltó una risilla y después le dedicó una perversa sonrisa.
—No, ese vas a ser tú, ¿sabes por qué? Porque mientras estabas ahí pasmado mirándome el culo, unos amigos míos se han unido a la fiesta… y no, no son los dos guardaespaldas a los que has esquivado, son mucho peores.
Nada más acabar de hablar, se oyó un coro de gruñidos. El sicario miró a su alrededor, descubriendo que, entre los árboles, docenas de ojos brillantes lo observaban de un modo que le provocó un escalofrío. Eso no era normal, él era un asesino consumado, eran sus presas las que temblaban, las que suplicaban por sus vidas, no tenía sentido que se asustara por unos cuantos… ¿animalitos?
—¿Crees que tus perritos pueden asustarme?
El creador sonrió.
—No, pero este tal vez sí.
Grrr…
El sicario miró a su espalda, encontrando sobre un árbol a un gigantesco zorro negro de siete colas que le mostró las fauces con rabia antes de saltar por encima de su cabeza, aterrizando junto al joven, al que protegió con sus numerosas colas mientras le rugía con los colmillos al descubierto.
Entonces, escuchó el sonido de los arbustos al ser sacudidos y se giró, dándose cuenta de que estaba rodeado por numerosas criaturas muy parecidas al enorme monstruo oscuro que tenía delante. Él había viajado alrededor del mundo, cometiendo asesinatos y actos atroces y despreciables, nunca había sentido miedo… hasta ahora. Porque jamás había creído en los dioses y mucho menos en los demonios que les servían.
Y ahora los tenía delante.
El joven acarició el lomo del zorro negro, el cual no le quitaba los ojos de encima.
—Ya sabéis lo que viene ahora, ¿no, chicos? —le preguntó a las criaturas, que gruñeron al unísono, antes de dedicarle una sonrisa perversa—. Nos vamos de cacería y, ¿sabes quién es la presa? —Le señaló con un dedo—. Tú —dicho esto, sus ojos empezaron a brillar con fuerza, volviéndose de un rojo sangriento y malévolo—. A veces se pelean por las piezas de caza, no se lo tengas muy en cuenta si te despedazan. —Sus músculos empezaron a contraerse y escuchó unos horribles crujidos. Palideció al darse cuenta de que su cuerpo estaba creciendo y endureciéndose, así como empezó a brotarle pelo en el pecho, los hombros y la espalda—. Empieza la cacería… —gruñó con una voz ronca y profunda, casi irreconocible de la de una persona—. Empieza a correr.
El sicario no lo pensó, salió huyendo por el único camino libre que habían dejado los zorros.
Kurogane rugió, no queriendo dejar escapar al intruso, pero Naruto le acarició la cabeza mientras seguía cambiando.
No te preocupes… yo la llevo.
Entonces, todo su cuerpo se sacudió, finalizando la transformación y adoptando su otra forma, aterrizando sobre sus cuatro zarpas y alzando su peluda cabeza, en la cual destacaban sus bestiales ojos rojos, que enfocaron a su presa corriendo despavoridamente hacia el interior del bosque.
Sonrió, dejando a la vista sus largos y afilados dientes… y rindiéndose a su lado más salvaje con un rugido que daba inicio a la caza:
¡¡¡GRRROAAAAARRR!!!


Unos golpes presurosos en la puerta sobresaltaron a Sasuke. Abrió los ojos de golpe y se levantó de un salto, corriendo hacia la puerta. Encontró a Sai al otro lado con las facciones tensas.
—Tienes que venir. Es Naruto.
Su corazón se detuvo un momento al escuchar eso y corrió detrás de su primo, el cual lo condujo hasta el lugar más profundo del palacio, el calabozo. Allí, vio también a Itachi, Ser Gai, su hijo Lee y a la reina Tsunade junto a Kakashi, así como escuchó de fondo la atronadora voz de Obito seguida de golpes y horribles gritos.
Sasuke no lo pensó dos veces a la hora de exigir respuestas.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Naruto?
Su hermano detuvo su furioso andar cogiéndolo por un hombro y apretándolo.
—Tranquilo, Naruto está sano y salvo en su habitación. No está herido.
Eso lo tranquilizó un poco y su corazón pudo volver a latir a un ritmo más normal, aunque seguía estando alterado y furioso. No sabía lo que había pasado, pero a juzgar por los gritos que escuchaba y que le habían reunido en el calabozo, intuyó rápidamente que alguien había intentado hacerle daño.
Esa persona no saldría con vida de ese lugar. No había traído ningún arma, había estado demasiado preocupado por su amigo como para pensar en llevar alguna, pero mataría a ese hijo de puta aunque fuera a base de golpes… si no lo mataba Obito antes, claro.
—¿Qué ha ocurrido?
Kakashi se adelantó un paso para explicarse.
—Al parecer, alguien ha contratado a un sicario para secuestrar a Naruto. —Sasuke se quedó blanco al escuchar eso—. Aprovechó que Obito y yo nos quedamos fuera del Bosque Sagrado para ir tras él e intentar llevárselo.
Estuvo a punto de recriminarle que no se hubiera dado cuenta de la presencia de ese hombre cuando escuchó que este se había adentrado en los dominios de Kurama. No le costó mucho unir las piezas y tragó saliva, recordando cómo Kurogane y sus compañeros atacaron a Sakura sin miramientos.
—Los hombres zorro —murmuró.
Kakashi asintió.
—Obito y yo nos dimos cuenta de que Naruto estaba en peligro por sus rugidos. Fuimos corriendo a ver qué había pasado y encontramos al sicario… Bueno, lo que quedaba de él.
Él frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Todos se dirigieron a una de las celdas, donde Obito parecía estar torturando a un hombre que yacía tirado en el suelo.
Y con razón. Sasuke ya no dudaba de la ferocidad de Kurogane y el resto de zorros, pero no había imaginado que pudieran hacer un destrozo semejante: al sicario le habían arrancado el brazo derecho, en el cual tenía un torniquete para evitar que muriera desangrado; el izquierdo seguía ahí, pero era como si unos cuchillos le hubieran abierto el brazo, dejando a la vista un montón de sangre e incluso pudo distinguir un poco de hueso, se notaba que también habían intentado quitárselo a base de tirones con los dientes, por no decir que le faltaba gran parte de la mano, también vendada para que no perdiera mucha sangre; su pierna izquierda también había desaparecido a la altura de la rodilla, en la que llevaba otro torniquete, y la derecha tenía un mordisco horrible y profundo, parecía que el zorro que le había atacado lo hubiera sacudido para desgarrar los músculos. El resto de su cuerpo no estaba mejor aunque, por suerte, su cabeza estaba intacta salvo por algún golpe o leve rasguño, pero en el pecho tenía un zarpazo y, lo más impactante de todo… Sasuke podía jurar que ese hombre había sido castrado, no sabía si por un mordisco o un arañazo, pero teniendo en cuenta la enorme mancha de sangre que llevaba en los pantalones (que seguramente le habría entregado Kakashi y Obito tras curarlo un poco para que no muriera inmediatamente) estaba claro que habría perdido los genitales, por lo menos.
—Joder… —maldijo Sai al ver la escena.
Sasuke no sintió ninguna lástima, de hecho, ya ni siquiera estaba enfadado con los guardianes de su prometido, Kurogane y los suyos habían demostrado ser muy eficientes a la hora de protegerlo. De modo que fue directo al grano.
—¿Cómo es que no está muerto? —preguntó, extrañado.
—Naruto impidió que lo mataran para que nos diera información —respondió Kakashi.
Él asintió. Le interesaba mucho saber quién había intentado secuestrar a su rubio.
—¿Y qué sabemos?
—No mucho —contestó esta vez Obito. Colocó uno de sus pies sobre la terrible herida que tenía el sicario en el muslo y pisó fuerte, arrancándole un grito de dolor—. Su cliente contactó con él por carta y no se dejó ver, tan solo le dio las instrucciones de lo que quería que hiciera con Naruto y después le indicó dónde podía encontrar la mitad del dinero por el encargo. En ningún momento se reunió con él ni tampoco sabe lo que pensaba hacer con Naruto, no hizo preguntas… —Su mirada oscura se clavó en el hombre con furia— o eso dice. Yo creo que aún puedo sacarle algo más —dicho esto, quitó el pie de la herida, retrocedió un poco y le dio una patada en la entrepierna que hizo que el sicario aullara de dolor—. ¡Habla, cabrón!, ¡o juro que te patearé las pelotas que ya no tienes hasta que mueras!
—¡Que te jodan! —gritó este.
Sasuke dejó de prestarle atención cuando Kakashi se acercó y le mostró una bolsa de cuero del tamaño de un puño repleta de monedas de oro. Incluso siendo solo la mitad del pago, era mucho dinero.
—¿Podemos averiguar quién pagó? —le preguntó.
El guardián negó con la cabeza.
—Me temo que no. Según el sicario, estaba enterrado tras una roca de la playa, así que no hay modo de saber quién está detrás de esto sin tener más información.
—¿No podemos hacer un recuento del dinero que han gastado los nobles? —aventuró Sai, frunciendo el ceño—. Son los únicos que tienen bastante como para pagar.
Gai intervino entonces.
—Los reyes extranjeros habrán gastado esa suma o más en nuestros productos y en servicios y comida en nuestra isla, sería muy difícil encontrar nada y menos si tenemos que investigarlos a todos uno por uno. Además, están las casas nobles de nuestro reino, y ellos llevan sus propias cuentas, jamás sabremos si tienen algo que ver por mucho que registremos el dinero que falta y en qué se lo han gastado.
—Tiene que ser alguien de aquí —comentó Sasuke, pensativo—. Primero lo del afrodisíaco y ahora esto, no puede ser casualidad y menos en tan poco tiempo. Alguien está muy interesado en que no me case con Naruto —dicho esto, miró a Lee—. ¿Sabemos algo de Orochimaru y Karin?
Este negó con la cabeza.
—Han estado vigilados y no han hecho nada sospechoso. No parecen estar implicados en esto tampoco.
El joven Uchiha apretó la mandíbula. Odiaba no tener nada para buscar al malnacido que no les dejaba tranquilos a Naruto y a él, sobre todo, detestaba la sensación que le invadía al pensar en que, si no fuera por Kurogane y su manada de zorros, él podría haber salido herido y acabar en las garras de… un pervertido, o un sádico. No lo sabía, pero si el sicario había sido contratado para secuestrarlo, significaba que lo querían vivo para algo, y si además era el mismo que lo drogó, cosa de la cual no dudaba, quería decir que, para evitar el compromiso…
Lo habrían violado, probablemente para dejarlo embarazado. Y daba la casualidad de que Naruto acababa de empezar con su ciclo fértil. ¿Era posible tanta coincidencia? Su cabeza le decía que no, pero también era consciente de que lo del ciclo era algo propio de los creadores y dudaba mucho que su prometido se lo hubiera contado a alguien… Tendría que hablar con él sobre eso.
Su rabia aumentó ante la espantosa imagen que se formó en su cabeza. Sí, sabía que el creador era muy capaz de defenderse solo pero, aun así, imaginarlo atado e indefenso bajo el cuerpo de un hombre que pretendía hacerle daño…
La sangre empezó a hervirle.
Sin pensar en lo que hacía, dio media vuelta y entró en la celda donde Obito tenía al sicario. Lo apartó de un empujón y se sentó a horcajadas sobre el pecho del asesino, clavándole las rodillas en los brazos heridos para infringirle más dolor. Lo apresó del cuello con una mano y golpeó su cabeza contra las frías piedras del suelo, haciéndole gemir.
—¿Qué tenías que hacer con Naruto?
—Ya os lo he dicho, joder.
—Quiero los detalles.
—Solo tenía que llevarlo hasta la playa, en el punto exacto donde encontré el dinero, y esperar a que mi cliente viniera. Después él se haría cargo del resto.
—¿Qué es el resto? —interrogó Sasuke, implacable.
—No lo sé.
Él golpeó de nuevo su cabeza contra el suelo e hizo más presión con su mano para estrangularlo.
—No te creo.
—Él… no mencionó nada… en la carta… —logró decir a duras penas.
—Ah… así que es un hombre —inquirió Sasuke.
—Supongo… No lo sé…
—¿Y qué es lo que supones?, alguna teoría tendrás. Habla —ordenó con dureza.
Este hizo un sonido brusco con la garganta, dando a entender que le costaba respirar, y Sasuke aflojó su agarre para que pudiera hablar, pero se negó a soltarlo.
—La experiencia me dice que si contratas a un sicario para matar a alguien, dejas que este se encargue de todo para no dejar huellas… y porque los nobles detestan ensuciarse las manos. Mi cliente solo me pidió que se lo llevara… así que… ya te puedes imaginar lo que quería.
Sasuke se tensó y un músculo en su cuello empezó a palpitar de la rabia que lo invadía.
—¿Alguna idea de quién puede ser? ¿Algo que te llamara la atención?
—Nada fuera de lo común. Mucha pasta, pergamino del bueno, buena caligrafía… está claro que es un noble, imagino que un hombre culto.
—Sigues diciendo que es un hombre —comentó Sasuke.
—Su caligrafía no parecía femenina, y es raro que las mujeres contraten gente como yo, las asustamos.
Seguía sin decirles nada concreto y no hubieran intuido ya. Las únicas mujeres nobles que podrían tener interés en cancelar el compromiso eran Karin y Sakura, una estaba siendo discretamente vigilada y la otra era prisionera en sus aposentos y, además, estaba tan gravemente herida que ni siquiera podía levantarse de la cama por su cuenta. En cuanto al resto, provenían de una sociedad machista, estaban educadas para dedicarse solo a sus maridos y a cuestiones tan insignificantes como la ropa que se llevaba, los perfumes que estaban de moda y a la imagen en general, por lo que dudaba que ellas tuvieran un mayor interés en él y Naruto aparte de los chismes que pudieran sacar de su relación.
Solo sabían que había un noble, probablemente originario del Reino del Fuego, que quería cancelar su compromiso para poder volver a convertirse en aspirante al trono obteniendo la mano de su príncipe. Pero eso dejaba a un montón de sospechosos; Iruka le explicó que cuando Naruto llegó a la pubertad, muchos empezaron a pedir permiso para cortejarlo, sin duda alguna por su posición y, también, por su atractivo físico, además de que algunos consideraban un desafío domar al rebelde creador.
Con solo esos datos, no lo encontrarían.
—¿Eso es todo lo que tienes?
—Sí, lo juro —prometió el sicario.
Sasuke asintió para sí mismo y miró a la reina. Ella asintió con severidad.
—Entonces, serás ejecutado.
El asesino se tensó.
—¿Qué? ¡Os he dicho lo que queríais saber!
—Nadie te ha ofrecido ningún trato, pedazo de cabrón —le recordó Obito antes de escupirle con desprecio.
—Y has profanado terreno sagrado y atentado contra el bienestar de nuestro príncipe —añadió Kakashi con severidad.
Sasuke hizo un gesto afirmativo.
—Tal vez deberíamos dejar que los hombres zorro se hagan cargo de esto. Parece que le tienen muchas ganas, ¿qué opina usted, majestad? —le preguntó a la reina.
El sicario palideció.
—No. Por favor, con esas bestias y el creador, no.
A todos les llamó la atención que mencionara a Naruto.
—¿Qué pasa con él? —interrogó Sai.
—Es un demonio.
Sasuke apretó los labios.
—Él no es tal cosa, y te recomiendo que no vuelvas a insultarlo a menos que quieras una muerte muy lenta y dolorosa.
—¡Es cierto, yo lo vi! Vi cómo se convertía en esa cosa, me persiguió junto a los otros zorros, ¡fue él quien me arrancó el brazo de un mordisco!
El Uchiha palideció al comprender lo que quería decir. Recordó las veces en las que su prometido cambiaba de aspecto, especialmente aquella en la que estuvo oculto bajo una sábana, la cual no podía esconder su enorme tamaño ni tampoco que había algo en su constitución, en su cuerpo, que había cambiado drásticamente.
No sabía si alguien más era consciente de eso o si Naruto solo le había revelado ese secreto a él. Fuera como fuera, debía protegerlo, no estaba seguro de cómo reaccionarían los demás al descubrir esa faceta de su poder.
—Tonterías —dijo, levantándose y colocándose junto a Obito, observando de reojo la daga que llevaba en el cinto—, estabas muerto de miedo y huiste rápido de allí, dudo que fueras capaz de ver nada excepto a todas las bestias que te perseguían.
—¡Pude verlo! ¡Se convirtió en un horrible monstruo sediento de sangre!
Supo que debía intervenir ya. Con un ágil movimiento, cogió la daga de Obito, se abalanzó sobre el sicario y lo apuñaló directamente en la garganta. Este solo tuvo unos segundos de vida en los que contempló incrédulo a Sasuke mientras un chorro de sangre borboteaba desde su cuello.
—El único monstruo que hay aquí, eres tú —le dijo con rabia.
El asesino comprendió entonces que ese hombre lo sabía… y, después, su mente solo pudo procesar la incapacidad de seguir respirando antes de caer en la oscuridad con la mirada perdida.
Sasuke le quitó el arma, limpió su filo en la ropa del cadáver y se la devolvió a Obito, que lo miraba con atención. Curiosamente, no detectó ningún asomo de hostilidad en sus ojos como antes, parecía que empezaba a aceptarle y, de hecho, le dedicó una leve reverencia con la cabeza, como si aprobara su decisión de ejecutarlo. Encontró la misma aceptación por parte de Kakashi y Tsunade, la cual, además, le lanzó una mirada agradecida. Por otro lado, Gai y Lee parecían confundidos, pero también inclinaron la cabeza, aceptando su voluntad de matar al asesino tanto por tratar de secuestrar a su príncipe como de penetrar en los dominios sagrados de Kurama, mientras que su hermano y Sai parecían más aturdidos, estaba claro que les sorprendía su repentino ataque contra el hombre.
—¿Qué hacemos ahora, majestad? —le preguntó Gai a Tsunade.
—No podemos hacer mucho más aparte de reforzar la vigilancia.
—Los extranjeros sospecharán que ha ocurrido algo.
—Diremos que hubo un incidente y se coló un ladrón en palacio aprovechando la multitud de gente que tenemos ahora. Además, en pocos días haremos el anuncio oficial y comenzarán las fiestas, a nadie le sorprenderá que quiera la mayor protección posible para mi nieto y el futuro rey —dicho esto, miró a Sasuke—. Si tiene alguna propuesta más, soy toda oídos.
Este negó con la cabeza.
—Por ahora, no se me ocurre nada… pero le prometo que no me separaré de Naruto hasta que esto quede aclarado.
La reina esbozó una suave sonrisa.
—Eso me tranquiliza.
Su fe en él le hizo sentirse muy aceptado por la abuela de su prometido, de hecho, la aparente aceptación de los habitantes del Reino del Fuego allí presentes, le provocó una oleada de orgullo al darse cuenta de que empezaban a verlo realmente como su rey.
Era extraño, pero intenso. Deseó ser lo bastante digno para merecer tal honor, y se prometió a sí mismo que se esforzaría todos los días de su vida por el que ahora era su reino.
Después de eso, Tsunade dio instrucciones concretas a Gai y Lee sobre la vigilancia y le pidió a Kakashi y Obito que se deshicieran discretamente del cadáver del sicario y que limpiaran la sangre para dejar el menor rastro posible, pues no quería que cundiera el pánico en palacio y luego en su reino por la inesperada visita de un asesino a sueldo. Por otro lado, Tsunade se retiró a descansar, igual que los Uchiha. Sasuke se encaminó directamente a los aposentos de su prometido, seguido por su hermano y su primo.
—Sasuke, ¿qué diablos te ha pasado? —le preguntó Sai mientras andaban.
Él se hizo el tonto sin pensarlo.
—¿A qué te refieres?
—A que te has cargado al sicario de repente.
Ante esas palabras, se detuvo en seco y se giró para encarar a Sai.
—Pues claro que lo he hecho. Pretendía secuestrar a Naruto para entregárselo a ese malnacido hijo de puta para que lo violara. ¿Qué creías que haría con él?
—Bueno, sí, eso está claro. Pero, ¿qué pasa con lo que dijo?
Sasuke puso los ojos en blanco.
—¿Sobre qué?
—Sobre que lo vio convertirse en un demonio.
—Por favor, Sai, ese no sabía lo que decía ni lo que había visto, ya viste que le aterraba la idea de regresar con los hombres zorro —mintió descaradamente.
Aun así, Sai no parecía muy convencido, sin embargo, a Sasuke le traía sin cuidado, lo único que quería en esos momentos era ir con Naruto y asegurarse de que no estaba herido. De modo que le dio la espalda y se marchó a paso resuelto.
Su primo hizo amago de detenerle, pero Itachi lo detuvo cogiéndolo del hombro.
—Déjalo. Está preocupado por Naruto.
Sai le miró con una ceja alzada.
—¿Es que soy el único que está preocupado por lo que dijo ese hombre?
Itachi le miró con seriedad.
—Sai.
Este retrocedió un poco al ver su severo rostro.
—¿Qué?
—A veces, hay cosas que es mejor no saber.
—¿Qué quieres decir?
—Una antigua leyenda de nuestro país dice que los creadores son hijos de los dioses y que, como tal, recibieron numerosos dones de ellos. Mi madre solía contarme historias sobre mi antepasado creador y, aunque ya no recuerdo muy bien todo lo que decía, sé que las historias hablaban de lo poderoso que era y de las habilidades sobrenaturales que poseía.
Sai tragó saliva.
—¿Quieres decir… que tal vez Naruto se convierta realmente en un monstruo?
—No. Quiero decir que, si es cierto que los creadores son descendientes directos de los dioses, los humanos probablemente seamos incapaces de comprender por completo su naturaleza, lo que puede causar un profundo terror. Tenemos tendencia a odiar aquello que no entendemos… así que, posea o no Naruto ciertas habilidades, es mejor ignorarlo.
—¿Y qué pasa si es peligroso para Sasuke? ¿Quieres que me quede de brazos cruzados?
Itachi sonrió esta vez.
—En realidad, yo me preocuparía más si otra persona fuera peligrosa para Sasuke. No me gustaría nada estar cerca cuando Naruto se enterara.


Mientras tanto, el joven Uchiha había llegado a los aposentos de su futuro esposo, cuya puerta golpeó con cierta brusquedad. Necesitaba verlo y asegurarse de que estaba bien y a salvo.
Naruto no tardó en abrirle, se notaba que le estaba esperando.
—Sasuke, estoy… —Antes de que pudiera terminar de hablar, él lo abrazó con fuerza y entró en la habitación, cerrándola con el pie. Su prometido le devolvió el gesto y enterró los dedos en su pelo—. Estoy bien, de verdad.
—No vuelves a salir sin mí, que lo sepas.
Incluso sin verlo, supo que estaba poniendo los ojos en blanco. Aun así, contra todo pronóstico, le dijo:
—Está bien.
Sorprendido porque estuviera de acuerdo, se separó lo justo para mirarlo a los ojos.
—¿De verdad?
—Sasuke, puedo valerme solo, pero no soy idiota, y menos aún si alguien anda contratando sicarios para violarme. Además, si te hace sentir mejor, no me molesta que vengas conmigo.
Volvió a abrazarlo con fuerza, agradeciendo que tuviera en cuenta cómo se había sentido cuando Sai le había llamado y le había dicho que le había pasado algo a Naruto. Le frotó la espalda y le besó en la cabeza.
—¿De verdad estás bien? ¿No estás herido?
—No, no te preocupes —dicho esto, le dio un beso en el hombro y volvió a recostarse en su pecho—. ¿Habéis averiguado algo más del sicario?
—Nada que no intuyamos.
—Ya, yo tampoco logré sacarle nada. El que lo contrató lo tenía bien planeado.
Sasuke se separó entonces y lo guio a la cama, donde ambos se sentaron.
—Dijo que te vio transformarte.
Naruto palideció un poco.
—¿Alguien más lo sabe?
—Lo escucharon tu abuela, Kakashi, Obito, Gai, Lee, mi hermano y mi primo. Lo ejecuté antes de que dijera mucho, ¿es muy malo?
Por suerte, el rubio negó con la cabeza.
—No, me fío de ellos.
—¿Alguno de ellos sabe que puedes… cambiar? —preguntó, sin estar seguro de cómo explicarse. Ni siquiera él había visto al creador totalmente transformado y no estaba seguro de hasta qué punto podía ser… aterrador.
Naruto se encogió de hombros.
—Mi familia sospecha que soy más de lo que aparento, después de todo, no siempre pude controlarlo, aunque siempre he intentado que supieran lo menos posible. Gai y Lee saben que tengo conocimientos de lucha, pero nada sobre que puedo cambiar de forma… ¿Qué han dicho tu hermano y Sai?
—Sai parecía más alterado, pero le he dicho que solo estaba asustado por los hombres zorro. Itachi no me ha comentado nada, así que si le cree, no le importa demasiado —dicho esto, esbozó una media sonrisa incrédula—. ¿De verdad le has arrancado el brazo de un mordisco?
El rubio le sonrió con malicia.
—Te dije que me estaba permitido mutilar.
—¿Qué demonios estabais haciendo con él para que terminara así?
—Los hombres zorro se aseguran de que se cumplan las leyes divinas de Kurama, y no dudan a la hora de castigar a aquellos que no las siguen, pueden ser muy agresivos. Se pelearon un poco por el sicario, imagina a varios perros forcejeando por un trozo de carne, pues más o menos lo mismo… Además, así nos aseguramos de que no fuera muy lejos.
Sasuke levantó las cejas.
—Eso desde luego. —Hizo una pausa, en la cual repasó toda la conversación con el asesino, buscando cualquier cosa que se le hubiera podido pasar… y, entonces, recordó algo que le había parecido muy extraño—. Oye, Naruto, ¿alguien sabe algo sobre tu ciclo fértil?
—Absolutamente nadie, ningún creador con dos dedos de frente iría diciendo por ahí cuándo estamos en esa etapa, sería como gritar que estamos disponibles para tener bebés. Eso es muy peligroso para nosotros.
—¿Y no te parece una extraña coincidencia que trataran de secuestrarte justamente hoy?
Naruto se quedó muy callado durante un rato. Sasuke aprovechó ese momento para acercarse y recostarlo en su torso, así podía acariciarlo a placer. Su prometido tardó poco en devolverle las tiernas muestras de afecto, aunque lo notó muy serio, debido sin duda a su reflexión.
Finalmente, el rubio le miró con el ceño fruncido.
—Sí, es raro… pero no hay forma de que nadie lo sepa.
—¿No es posible que alguien haya podido acceder a tu libro?
—No, el libro está protegido, aunque alguien lo coja, no podrá leer nada.
Sasuke estuvo a punto de preguntar por ello, pero decidió dejarlo para otro momento y concentrarse en la extraña coincidencia. Si Naruto no se lo había dicho a nadie, y no era posible leer su libro… entonces… ¿solo había sido una simple casualidad? ¿Nada más? Le seguía pareciendo demasiado sospechoso, pero… ¿qué otra opción había?
—¿Ha sido… coincidencia?
El creador tampoco parecía cómodo con eso.
—No se me ocurre otra cosa. Que yo sepa, no hay más creadores que puedan haber divulgado nada y sus libros no pueden ser leídos sin ellos en el caso de que los encuentren.
—¿No hay otro sitio donde se pueda hablar de vuestro ciclo?
—Es dudoso. Después de que fuéramos casi exterminados, los creadores que sobrevivieron recogieron toda la documentación que había sobre ellos y la destruyeron para evitar que volvieran a usarla en su contra. Los únicos libros que quedan son los que escribieron ellos mismos para sus descendientes… y, de todos modos, aunque se hablara en alguna parte de nuestro ciclo fértil, es imposible saber en qué momento exacto lo tiene un creador, en ese aspecto somos como las mujeres con la menstruación, a cada uno le viene en determinados días, no es algo que se pueda aplicar a todos.
Visto así, era casi imposible saber cuándo Naruto estaría en mitad de su ciclo… pero es que había sido tan preciso que casi daba la sensación de que su enemigo lo hubiera visto venir.
—Está bien, si no hay otra opción…
Naruto le cogió las manos y las estrechó.
—Mira, a mí también me parece raro, pero no entiendo cómo podría saber en qué día exacto estoy más receptivo para quedarme embarazado, así que…
—Ya, lo sé. Está bien.
Su prometido se sentó a horcajadas sobre él para abrazarle el cuello y besarlo en la mejilla. Él le correspondió rodeando su cintura con los brazos y estrechándolo contra su cuerpo.
—Eh, estaremos bien. Ya no podrá pillarnos ni con afrodisíacos ni con sicarios porque estaremos juntos y nos ayudaremos el uno al otro. No pasará nada.
—Claro que no —coincidió.
Porque él no permitiría que nadie le hiciera daño. Sí, era muy consciente de que su prometido era muy fuerte, pero nunca se sabía cuándo había una trampa aguardándote al otro lado de una puerta, como ocurrió con el afrodisíaco. Por suerte, se tenían el uno al otro y formaban un buen equipo, no tenía ninguna duda de que podía contar con Naruto para cubrirle la espalda… del mismo modo que él mataría a cualquiera que tratara de llegar hasta él con malas intenciones. Todavía le hervía la sangre al pensar en que podrían haberlo cogido y violado, su rubio tenía mucha fortaleza, pero también era muy joven aún y temía que algo así pudiera romperlo, destruir a la gran persona que era y en la todavía mejor que llegaría a ser cuando fuera más mayor.
Pero él estaría ahí para evitarlo.
Mientras viviera, nadie le pondría la mano encima. Nadie.

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