jueves, 27 de septiembre de 2018

Mi Mascota Sasuke


Nuestros cachorros


La Navidad estaba a la vuelta de la esquina y el centro comercial de Kioto estaba a rebosar de luces y adornos navideños, sumiendo a los que entraban a hacer las compras de última hora en un ambiente alegre y familiar, provocando que todo el mundo estuviera de buen humor.

Bueno, casi todos.

Bankotsu suspiraba un tanto deprimido mientras buscaba un regalo para sus sobrinos. No es que la vida le fuera mal exactamente, era bueno en su trabajo y le iba bastante bien, tenía amigos que le apreciaban y una familia formada por sus padres y sus hermanos, los cuales ya estaban felizmente casados y con hijos… pero él… él no tenía buena suerte. Había tenido un par de relaciones en los últimos años, pero no habían funcionado. No hacía mucho que su última novia había roto con él, no es que llevaran mucho tiempo, pero era frustrante estar solo la mayor parte del tiempo.

Ahora que lo pensaba, la mejor relación que había tenido nunca fue con…

—¿Naruto? —exclamó, parpadeando al ver a un doncel rubio en los estantes de los juguetes.

Estaba hermoso. Se había dejado el cabello largo y lo llevaba recogido en una trenza de la que se habían soltado algunos mechones que ahora enmarcaban su feliz rostro de facciones dulces y sus preciosos ojos azules. Llevaba unas botas marrones que parecían de piel, unos vaqueros que se ajustaban a sus bonitas piernas y a su sexy trasero… y le llamó la atención que el jersey rojo oscuro delineara su redonda barriguita, al parecer, tantos gofres habían dado por fin sus resultados. Si es que se lo dijo…

Pero, tal vez, el hecho de que se hubieran encontrado allí fuera cosa del destino. Tal vez podría acercarse… hablar con él… pedirle una segunda oportunidad…

—¡Paaaapiiiiiiiiiiii!

Bankotsu se quedó con la boca abierta al ver cómo tres niños se abalanzaban sobre el doncel entre gritos de alegría. Eran trillizos y parecían ser todos varones a primera vista; cada uno de ellos tenía el pelo de un color distinto, negro, rubio y rojizo; pero todos tenían la piel de un tierno tono tostado claro, casi color crema, y unos ojos azules como el cielo despejado. También tenían unas marquitas en las mejillas que terminaron por confirmarle lo que ya había supuesto por el parecido… que eran los hijos de Naruto.

El corazón le dolió un poco al ver la alegría con la que los niños se abrazaban a sus piernas entre risas, mientras que el rubio sonreía cálidamente y les revolvía el cabello con ternura mientras les decía algo que no llegó a oír. De inmediato, los pequeños se apartaron un poco, intercambiaron un par de palabras más y luego echaron a corretear por el pasillo, haciendo que Naruto los contemplara con un brillo feliz en los ojos.

En ese momento, vio que aparecía Kushina con otro niño en brazos que tendría unos tres años. Su piel rosada hacía resaltar su intenso cabello negro con reflejos azules, y sus facciones delicadas le hicieron sospechar que era un doncel. La mujer se detuvo un momento para intercambiar un par de palabras con su hijo, el cual parecía un poco arrepentido por algo, pero Kushina le quitó importancia con un gesto de la mano antes de perseguir a los tres revoltosos niños.

El siguiente al que vio fue a Minato… seguido por alguien a quien no esperaba volver a ver: Sasuke Uchiha. Sintió una punzada de envidia al ver que, a pesar de que habían pasado ocho años, seguía siendo lo suficientemente guapo como para protagonizar las portadas de las revistas: alto, musculoso, con el cabello lustroso y largo hasta los hombros, parecía una puñetera estrella de cine. Lo peor de todo era que llevaba en brazos una niña que parecía ser la gemela del pequeño que llevaba Kushina, y que era un minicopia suya… y, a juzgar por el amoroso beso que le dio Naruto en la frente, parecía ser la hija de ambos.

La cabeza empezó a darle vueltas. Aún recordaba lo unidos que parecían estar esos dos en aquella maldita cena navideña que fue un completo desastre para él, pero jamás imaginó que el rubio seguiría estando para entonces con ese millonario, se suponía que los tipos como él acababan casados con modelos súper sexys, no con alguien tan… normal. Además, ¡¿cinco hijos?! ¿Qué clase de playboy rico tenía cinco hijos? ¡Era una locura! Siempre supo que Naruto quería tener un montón de niños, era uno de los motivos por los que su relación se había tambaleado, a él le agobiaba la idea, pero ese Uchiha… parecía también muy feliz mientras sostenía a su hija en brazos.

En ese momento, Sasuke dejó a la pequeña con Minato, quien le acunó cariñosamente en su pecho antes de dejar a la pareja a solas y reunirse con su mujer y sus otros cuatro nietos. Entonces, el varón cogió al doncel por la cintura mientras le sonreía cálidamente y hablaban de algo que no podía oír, pero Naruto parecía muy ilusionado, supuso que sería por algo relacionado con las fiestas.

Después, y para su más absoluta sorpresa, Sasuke acarició suavemente el vientre del doncel, contemplándolo con adoración. A Bankotsu se le cayó el mundo encima al entender que Naruto no estaba gordo, sino embarazado… otra vez.

Para terminar de cavar su foso, el hombre abrazó al rubio y lo besó. Vio con desolación cómo Naruto aceptaba encantado el beso y se lo devolvía con dulzura mientras tomaba su rostro entre sus manos, como si lo quisiera más cerca.

De repente, se sintió como un idiota. Si no se lo hubiera creído tanto y no hubiera cedido a los encantos de Karin, ahora podría estar con Naruto, probablemente casados… o tal vez no. Esos dos parecían muy felices con su ejército de niños, pero él no estaba nada cómodo con la idea de ser padre, y probablemente el rubio no habría seguido con él al darse cuenta de que no cambiaría de opinión.

Impotente, observó cómo los trillizos regresaban con sus padres, los cuales les sonrieron y les acariciaron el pelo como muestra de afecto. Después, Sasuke cogió al rubio por las axilas y lo levantó por encima de su cabeza, sentándolo sobre sus anchos hombros, mientras que los otros dos cogieron de las manos a Naruto y lo guiaron con sus abuelos, que los esperaban en una esquina para seguir mirando juguetes y adornos.

Bankotsu los observó hasta que desaparecieron, lamentándose porque, tal y como le dijo el Uchiha años atrás, había perdido una maravillosa oportunidad para estar el rubio.





—Mmm… Se siente genial… —gimió Naruto mientras cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás sobre la almohada.

Sasuke sonrió mientras seguía masajeándole los pies. A su embarazado esposo se le habían hinchado los tobillos por pasar toda la tarde en el centro comercial y ahora estaba tumbado en su cama, vestido solo con unos cómodos calzoncillos que no le apretaran la barriguita donde descansaba su hijo y una de sus grandes camisetas, que Naruto aún utilizaba para dejar su aroma en ella.

Aún le costaba creer que no hubiera muerto para reunirse con su familia y, que en vez de eso, hubiera encontrado un compañero y formado su propia camada.

Todavía recordaba el día en que Naruto le dijo que esperaba un cachorro suyo. Para entonces, llevaban dos años juntos viviendo en Kioto, en una cabaña que construyó él con ayuda de otra manada de lobos que había sido amiga de la suya y que incluso le ofreció un hueco para él si lo deseaba, pero lo rechazó porque en ese entonces ya había conocido a su rubio y solo quería estar a su lado. Él había pegado papeles por toda la casa a modo de juego, diciéndole que tenía una buena noticia, y él había buscado las pistas hasta encontrar un sobre donde había una ecografía; era oscura y apenas se veía nada, pero supo lo que significaba. Entonces, Naruto apareció junto a él y le sonrió mientras se tocaba el estómago y le decía que sí, que iba a ser padre.

Su lado animal aulló de alegría mientras que él cogía a su compañero en brazos y lo besaba con pasión mientras lo llevaba al dormitorio. Para un hombre lobo no había mayor felicidad que formar su propia manada, una compuesta por su compañero y sus cachorros. No le sorprendió mucho descubrir que serían trillizos, eran normal que entre los de su especie nacieran de una vez cuatro o cinco crías, pero siendo Naruto humano, su cuerpo no soportaría tantos niños en su interior y por eso tuvo tres.

A él no le importó. Amaba a su compañero por el sacrificio de llevar a sus hijos lobos en su vientre, a pesar de saber que el embarazo sería un poco más duro para él. Él ya sabía que los bebés tendrían su genética, había oído de gente de su especie que se emparejaba con humanos y, al parecer, los genes de los cambiantes siempre eran predominantes, por lo que ya sabían seguro que tendrían unos preciosos cachorritos. A Naruto solo le asustó si nacían en su forma animal, tenía miedo de que el médico viera a sus lobitos saliendo de su cuerpo, pero Sasuke lo tranquilizó diciendo que nacerían humanos, aunque le emocionó saber que, si sus hijos fueran animales, él los amaría igualmente y les daría a luz. Además, sus niños serían incapaces de cambiar de forma hasta que llegaran a la pubertad, pero mostrarían rasgos de lobo, como los sentidos más agudos, mejor condición física y algún comportamiento similar de su especie.

Por eso mismo, decidieron que era el momento de decirles la verdad a Minato y Kushina. Por supuesto, ambos se lo tomaron a broma… hasta que Sasuke se transformó delante de ellos. La pelirroja, del susto, no dudó en atacarlo con el bolso, que era lo que tenía más a mano, aunque Naruto supo que le habría gustado tener una escoba o algo, mientras que Sasuke solo se limitó a esquivarla y huir de ella, jamás le haría daño a la madre de su compañero, por no decir que entendía perfectamente su relación.

Minato se lo tomó con mucha más calma… una vez hubo asimilado lo que había visto, que su hijo no parecía en absoluto aterrado o sorprendido y que, además, estaba perfectamente bien. Así que se encargó de tranquilizar a su mujer, diciéndole que si Naruto ya lo sabía y no había huido, era porque no pasaba nada, además de que conocían a Sasuke, era una buena persona que quería mucho a su hijo. Pese a que le costó un poco, más por la impresión y la sorpresa que por rechazo, finalmente aceptó a Sasuke, algo alucinada todavía, pero se le pasó del todo cuando Naruto anunció que estaba esperando a sus nietos, lo que la volvió loca de alegría y hasta besó efusivamente al hombre a pesar de que lo acababa de ver convertido en un enorme lobo.

El parto fue difícil para Naruto, y muy largo, pero aguantó hasta el final, Sasuke se sintió muy orgulloso de él. Tuvieron tres preciosos varones que eran idénticos a su padre doncel en rasgos, pero dos de ellos tenían el pelo distinto, uno de color negro como el de su otro padre, al que llamaron Menma, y el segundo era pelirrojo como su abuela, al cual le pusieron Kurama. El tercero, que era rubio como su papi, le dieron de nombre Narumi. Eran un poco revoltosos y traviesos pero, debido a sus genética, estaba en su naturaleza seguir las órdenes de un alfa, por lo que eran muy obedientes con Sasuke, al que respetaban y admiraban y, también debido a su naturaleza animal, sentían mucho cariño hacia su padre doncel, por el que se preocupaban ya que percibían que él era diferente a ellos y también más frágil, pero lo amaban con locura y, cuando fueran más mayores, sentirían el instinto primario de protegerlo.

Dos años después, vinieron los gemelos Saki y Miko, que eran la viva imagen de su padre lobo, pero eran un doncel y una niña. Ellos eran más tranquilos que sus hermanos mayores, los cuales los mimaban y protegían (como eran cambiantes lobo, no sentían envidia de sus hermanos menores, sino que debían cuidar de ellos precisamente por ser más pequeños), pero también algo tímidos, lo que despertaba ternura en cualquier que posara sus ojos sobre ellos.

Y ahora, Naruto estaba esperando su sexto hijo. Sasuke no podía ser más feliz ni estar más orgulloso de él y sus cachorros, pero ya había decidido que este sería el último niño que tendrían. Pese a que cada vez se quedaba embarazado de menos hijos, cada parto había sido más duro que el anterior, y los meses que pasaba en estado también eran más cansados para el doncel. Sasuke comprendió rápidamente que el pequeño cuerpo de su rubio ya no podía soportar más embarazos de cachorros, era demasiado para él, por eso le había pedido su permiso para que le operaran nada más diera a luz a su último cachorro, no quería que en el futuro su vida corriera peligro por darle más hijos. Naruto estuvo de acuerdo, añadiendo con una sonrisa que con seis trastos en casa eran más que suficientes.

Lo cierto es que todo les iba bastante bien. Naruto había recibido una oferta de una productora de cine para que hicieran una película basada en uno de sus libros de fantasía, y los Hoteles Uchiha se habían extendido más allá de Japón, llegando a Estados Unidos, y ahora en Europa parecían haber llamado la atención. Sasuke también había tenido suerte con el camping, le gustaba a mucha gente y lo había ampliado, haciéndolo más completo, por lo que todo el año estaba lleno; en primavera y verano solían venir familias humanas porque hacía buen tiempo pero, durante las otras dos estaciones, Naruto se sorprendió al descubrir que iban cambiantes allí, ya que la zona estaba aislada y podían cambiar de forma a placer, por lo que conoció no solo a otras manadas de hombres lobo, sino también a hombres oso e incluso cambiantes de razas felinas. Y como ellos vivían a pocos quilómetros de allí, sus hijos podrían crecer con gente de su especie. Era perfecto.

La vida les sonreía sin lugar a dudas.

—Te dije que tendrías que haberte quedado en casa —lo regañó Sasuke con suavidad, subiendo las manos por sus piernas desnudas para masajearle los muslos.

Naruto hizo un puchero.

—Estoy de cinco meses, todavía puedo andar un rato… y sabes que me hacía ilusión ver la ciudad decorada.

Sí, él lo sabía, y por eso no se había negado en redondo a que lo acompañara a buscar regalos. Con un suspiro, acomodó su cuerpo entre sus piernas sin dejar de presionar los puntos clave de su cuerpo para relajarlo.

—Ya lo sé… pero también eres consciente de que cada embarazo es más duro para ti. Solo quiero ser cuidadoso, cuando nacieron Saki y Miko te costó mucho y perdiste el conocimiento nada más terminar de empujar. Me asusta lo que pueda pasar en el parto.

Naruto levantó sus pequeñas manos hacia él, indicándole que lo quería cerca. Sasuke no dudó en obedecer, acostándose a su lado, nunca se ponía encima de él mientras estaba embarazado, temía hacerle daño al bebé sin querer. Una vez tumbado, acomodó a su doncel entre sus brazos, cubriendo sus piernas con una de las suyas, a pesar de que la casa estaba lo suficiente caldeada como para que no pasara frío, pero le gustaba envolverlo con su cuerpo. Una de sus manos fue directa a su vientre, metiéndola por debajo de la camiseta para poder sentir a su cachorro.

Naruto le acarició el rostro con una sonrisa cargada de amor.

—Todo irá bien, y si pasa algo, tú estarás ahí para ayudarnos a nuestro hijo y a mí —dicho esto, le dio un beso dulce en los labios—. No te preocupes, estaremos bien, ya lo verás.

Sasuke asintió, solemne, prometiéndole con la mirada que él los cuidaría pasara lo que pasara. Después, se inclinó sobre su rostro para besarlo tierna y apasionadamente al mismo tiempo. Su compañero suspiró felizmente contra sus labios y rodeó su cuello con los brazos, sacando su traviesa lengua para seducir su boca. El lobo no se resistió a esa dulce tentación y sacó la suya para que ambas se entrelazaran en una danza ya familiar. Aun así, su mano no abandonó el abultado vientre de su esposo, sino que levantó más su camiseta para dejarlo al descubierto y acariciarlo a placer.

Notó que Naruto sonreía y se apartó un poco para interrogarlo con la mirada. Su rubio soltó una risilla.

—Debes de ser el único hombre del mundo al que le excita ver a su esposo gordo.

Sasuke frunció el ceño.

—No estás gordo, estás embarazado de mi cachorro —replicó antes de inclinarse sobre su vientre y frotarlo con su mejilla al mismo tiempo que ronroneaba—. Verte hinchado con mi semilla es una de las cosas más hermosas que he visto.

—¿Y cuáles son las otras?

El lobo le sonrió.

—Tú y mis cachorros, por supuesto.

Naruto lo miró como si le estuviera llamando zalamero, pero luego sonrió y hundió los dedos en su cabello para acariciarlo, haciéndole gruñir de placer.

—Si no tuviéramos que bajar a cenar con los cachorros y tus padres te demostraría ahora mismo lo sexy que me pareces, embarazado o no.

Su esposo rio sin dejar de tocarle el pelo.

—Bueno, esta noche puedes hacerlo.

Sasuke esbozó una sonrisa traviesa, ansioso por tener a su doncel gimiendo en su oído mientras le hacía el amor despacio, no quería ser brusco con él mientras estuviera en ese estado tan frágil… pero cuando estuviera recuperado… Se tragó el gruñido que estaba a punto de soltar y decidió pasar el tiempo que tenían hasta la cena mimando su vientre y ronroneando para él mientras este seguía jugando con los mechones de su pelo, tocándolo con ese cariño que le había brindado desde que cuidó de él en aquella clínica hace ocho años.

Estuvieron unos minutos así, hasta que Sasuke empezó a notar algo diferente en el aroma de su compañero, un cambio que llamó su atención y lo sobresaltó, haciendo que olfateara su vientre, tratando de percibir si había algo malo en su química corporal, ya que los lobos, como los perros, tenían un olfato tan desarrollado que podía notar esas cosas.

Sin embargo, no era nada de eso. Hundió la nariz en su vientre, ronroneando más fuerte. Naruto, que lo conocía muy bien, notó que había pasado algo y le tironeó con suavidad de un mechó de cabello.

—¿Qué?

—Huelo a mi hijo —dijo Sasuke, aspirando fuertemente—. Es muy leve, pero en unos días su aroma se mezclará con el tuyo —dicho esto, levantó sus felices ojos oscuros hacia su compañero—. Gracias, Naruto. Te quiero.

Su esposo también parecía emocionado; él comprendía que los lobos se relacionaban con su entorno mediante los olores, por lo que el percibir el aroma de su cachorro, para Sasuke era un equivalente a que una persona viera por primera vez una ecografía de su hijo ya completamente formado, era ese momento en el que te dabas cuenta de que no era una broma o idea abstracta, sino que tu bebé estaba realmente ahí dentro a la espera de nacer.

El lobo besó efusivamente a su compañero, quien le acarició el rostro.

—¿Por qué no llamas a los niños?, para que también lo huelan.

Sasuke esbozó una sonrisa de pura felicidad.

—Tienes razón —dicho esto, hizo amago de salir de la habitación, pero Naruto lo detuvo cogiéndole del bajo de la camiseta.

Cuando lo miró, estaba un poco sonrojado.

—Deja que me ponga unos pantalones primero.

Sasuke entendió rápidamente que no quería que sus padres pensaran mal por estar medio desnudo y le ayudó a ponérselos. Después, salió de la habitación y llamó a sus cachorros que, obedeciendo a su padre alfa, se presentaron inmediatamente ante él, los más pequeños con un poco de torpeza y con curiosidad, mientras que los tres lobitos más mayores tenían una expresión de preocupación.

—¿Papi está bien? —preguntó Menma, que en esos años parecía haberse convertido en el líder de la camada, dado que el resto de sus hermanos tenían tendencia a seguirle.

Los trillizos ya tenían una edad en la que comprendían que su padre doncel estaba en un estado muy frágil, por lo que cuando Sasuke los había llamado, lo primero en lo que habían pensado era en su salud.

Su padre lobo se agachó para sonreírles.

—Sí, se encuentra bien, no os preocupéis —los tranquilizó, acariciándoles el cabello—. Veréis, ya podéis oler a vuestro hermano.

Tres pares de ojitos azules brillaron de la emoción.

—¡¿En serio?! —exclamaron al unísono antes de entrar corriendo en la habitación de sus padres. Sasuke rio al imaginarlos saltando sobre su esposo para asaltar su vientre, pero no le preocupaba que hirieran a su hermano aún no nato.

Por otro lado, los pequeños Saki y Miko parecían totalmente confundidos, solo tenían tres años y apenas hablaban, por lo que Sasuke cogió a su pequeña con un brazo mientras que a su hijo lobisón lo tomó de la mano para llevarlo con su compañero, el cual parecía incapaz de dejar de reír mientras sus otros tres cachorros se habían arremolinado alrededor de su vientre para olfatearlo.

—¿Alguno lo huele? —preguntó Narumi.

—Solo huelo a los papás —dijo Kurama.

—Papá ha dicho que nuestro hermano ya tenía aroma, seguid buscando —ordenó Menma, que examinaba cada centímetro de piel del vientre de su padre doncel.

Sasuke no pudo evitar reír mientras se acercaba.

—Es un olor muy leve, no os preocupéis si no lo notáis, a lo largo de los días será más fuerte —dicho esto, dejó a sus otros dos hijos sobre la cama y los instó a ir con Naruto—. Dejad sitio a vuestros hermanos.

Los trillizos obedecieron y vigilaron que no se hicieran daño ellos mismo ni al bebé. Curiosamente, ellos sí parecieron notar el leve aroma de su hermano pequeño, porque empezaron a ronronear y a frotar su cara contra su vientre. Ahí, los otros cachorros se picaron y volvieron a olfatear, intentando detectar al futuro miembro de su camada mientras Naruto les acariciaba el cabello con cariño y Sasuke se sentaba junto a él, vigilando que los cachorros se comportaran con una sonrisa divertida.

—¡Lo encontré! —chilló Kurama, lleno de alegría.

—¡A ver, a ver! —exigieron los otros dos, que prácticamente aullaron al notar por fin el ligero aroma del bebé.

—Hola, hermanito —lo saludó Menma, acariciando la tripita de Naruto—, yo soy Menma y tengo muchas ganas de que nazcas para verte.

—A veces somos un poco escandalosos —comentó Narumi, ronroneando—, pero nos queremos mucho y también te querremos mucho, mucho, mucho a ti.

—Ya verás, lo pasarás muy bien con nosotros y cuidaremos siempre de ti —añadió Kurama.

En ese momento, los finos oídos de Sasuke captaron un sollozo y alzó la vista, encontrándose con Minato y Kushina en la puerta del dormitorio, a la cual le caían lágrimas por las mejillas mientras su marido la abrazaba.

—Será una tonta, pero a mí estas escenas lobunas me emocionan.

—No pasa nada, mujer, es normal. Después de todo, son nuestros nietos.

Sasuke sonrió y luego contempló la escena que había frente a él: su compañero embarazado de un nuevo cachorro y rodeado por el resto de su camada, que le hablaba a su nuevo hermano y le profesaba muestras de afecto a él y a su doncel, quien sonreía tranquilo y feliz.

Todavía le costaba creer la gran suerte que había tenido. Le resultaba extraño pensar que, a partir de la tragedia que asoló a su familia, encontró a la persona que le daría la felicidad más absoluta… pero no se arrepentía de nada. Sobreponerse a su dolor, decidir seguir viviendo un poco más para conocer a aquel misterioso doncel que le había salvado, era lo mejor que había hecho nunca.

Puede que su manada muriera, pero ahora tenía una nueva. Una a la que amaba por encima de todo, y que no cambiaría por nada.

2 comentarios:

  1. En tu cara Bankotsu!!! Esta manada es tan adorable que me dan diabetes pero no me importa. Saludos

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