Capítulo 9. Un peligroso aroma
—Vas a arrepentirte de esto, Naruto —le advirtió Sasuke con una sonrisa
arrogante.
El rubio soltó una alegre carcajada.
—¿De qué? ¿De darle una paliza al Gran Sasuke Uchiha? Aún puedes retirarte
y conservar tu dignidad.
El príncipe del Hielo movió la cabeza a un lado y a otro y desenvainó su
espada.
Ya había pasado una semana desde que Gaara lo retó a un duelo.
Sorprendentemente, siguió las órdenes de Naruto y admitió que la idea de
desafiarlo fue solo suya y que el creador no tuvo nada que ver, así como
presentó sus disculpas ante Tsunade y la casa real del Reino del Hielo, todo
con una mirada cargada de dolor y culpa. Aunque lo que más impresionó a Sasuke
fue que se mantuviera alejado de ellos, a pesar de que, durante las comidas, lo
había pillado más de una vez contemplando a Naruto con nostalgia y tristeza.
Una diminuta parte de él sintió lástima por el príncipe, pero su conciencia
sabía que era lo mejor para Gaara y, sobre todo, lo mejor para su prometido.
La verdad era que seguía guardándole un poco de rencor por la forma en que
le había tratado; cada vez que lo imaginaba colándose en su cama, le daban
ganas de desafiarlo a otro duelo, pero en esta ocasión sería uno a muerte por
haber intentado aprovecharse de él. Además, odiaba que fuera la causa del dolor
de Naruto; él nunca lo reconocía, pero sabía que era duro para él ignorarlo
cada vez que se veían, al fin y al cabo, habían sido buenos amigos durante
mucho tiempo… y ahora, de repente, ya no podían serlo.
Así que él procuraba estar a su lado después de esos momentos para darle su
apoyo y distraerlo, cosa que parecía animarle y que le agradecía con esas
bonitas sonrisas sinceras que le dedicaba cada vez más a menudo.
Respecto a Sai, procuraba mantenerse lo más alejado posible de Naruto,
especialmente si Sasuke o Itachi andaban cerca, pues no quería renunciar a la
exuberante sexualidad de las mujeres del Reino del Fuego y regresar a su frío
país para que su tío lo encerrara en una torre, condenándolo al celibato hasta
que se casara.
Día tras día, el Reino del Fuego se iba llenando de nobles extranjeros y la
capital estaba en plena ebullición: agricultores, ganaderos, mercaderes,
herreros y gente de todo tipo mantenían abiertos sus lugares de trabajo durante
más tiempo con la esperanza de hacer buenos negocios con los forasteros y ganar
más dinero, así como los ciudadanos habían decorado las calles con banderas de
colores y flores por todas partes, del mismo modo que por las noches la música
inundaba la isla y sumía la oscuridad en un ambiente festivo y alegre.
Sin embargo, eso se contrastaba con la rutina de Sasuke y Naruto, quienes
dentro de poco estarían desbordados y demasiado ocupados con los invitados como
para poder dedicar tiempo a sus otras actividades, hasta el mismo creador era
consciente de que tendría que renunciar a sus entrenamientos con Kurogane
durante un tiempo.
Por eso mismo, habían aprovechado esa tarde para librar un combate amistoso
en el Bosque Sagrado. Estaban a los pies de la montaña que se creía que era la
morada del dios Kurama, un volcán que llevaba varios siglos inactivo, en una
especie de claro bordeado por árboles y un montón de grandes rocas negras como
el carbón, desde las cuales los observaban los hombres zorro con interés,
mostrando una clara curiosidad por Sasuke.
Y no eran los únicos, el príncipe del Hielo también sentía curiosidad por
saber qué tácticas de lucha le habrían enseñado a Naruto… aunque seguía
pensando que su rubio era demasiado joven e inexperto como para poder vencerle,
después de todo, no había visto mucho mundo ni tampoco había peleado en serio
con nadie.
—Naruto, tengo más experiencia que tú y he peleado en muchas batallas.
—Sí, contra seres humanos. Yo entreno todos los días con ese armatoste de
ahí —dijo, señalando sin miramientos a Kurogane, que se alzaba sobre sus cuatro
patas en una roca y que rugió con fuerza cuando su alumno se refirió a él. A
Sasuke le sonó como a una expresión de ánimo, de hecho, estaba convencido de
que todos los zorros estaban del bando de Naruto.
Aun así, él estaba convencido de que ganaría. No dudaba de que los
sirvientes de Kurama fueran letales, pero no parecía que pudieran utilizar
ningún arma ni tampoco que entendieran las luchas de cuerpo a cuerpo de los
humanos.
—Bueno, veamos lo que sabes hacer —dicho esto, agarró su espada con ambas
manos y se colocó en posición—. ¿Y tu arma?
Naruto sonrió, travieso, solo un segundo, ya que su rostro se convirtió en
la expresión de la pura calma mientras cerraba los ojos y juntaba las palmas de
las manos. De repente, las separó de un rápido movimiento, creando una larga
llamarada de la que salió una larga y delgada espada, cuya empuñadura tenía en
un extremo la cabeza de zorro de oro con dos rubíes por ojos, y una inscripción
en la hoja que decía en lengua antigua: “Los enemigos del Fuego arderán en las
llamas de Kurama”.
—¡Joder! —exclamó Sasuke, sorprendido por la repentina aparición, mientras
que Naruto reía abiertamente.
—¿A que eso no te lo esperabas?
El príncipe lo miró con suspicacia.
—¿Eso es una cosa de creadores?
—Mmm… En cierto modo sí… pero hay más.
Eso lo dejó intrigado.
—¿Qué más?
El rubio le sonrió con malicia y colocó un pie detrás del otro mientras
alzaba su espada.
—Te lo diré… si me ganas.
Sasuke le devolvió la sonrisa.
—Pues prepárate para perder.
Entonces, empezó el combate. Ambos contendientes corrieron a por su contrincante,
reuniéndose en el centro del claro. Sasuke fue el primero en golpear con la
espada, sonriendo al ver que era más rápido… pero falló. De repente, Naruto
había desaparecido de delante suya y estaba a su derecha, lanzándole una
estocada. Como pudo, deslizó el pie derecho hacia atrás y trazó un arco con la
espada, apartando el filo del arma que se cernía sobre él, pero el rubio, en
vez de retroceder para preparar un nuevo ataque, acompañó la fuerza del impacto
dando una vuelta rápida sobre sí mismo a la vez que se agachaba, esquivando la
espada de Sasuke y adentrándose directamente en su guardia.
El Uchiha no vio venir ese movimiento y recibió una patada alta en el pecho
que lo tiró de culo al suelo. Naruto se echó a reír con ganas al ver la estampa
que le ofrecía su prometido, ahí sentado, con la espada que se le había caído a
un lado y cara de no haber entendido lo que había pasado.
Al recuperarse, Sasuke frunció el ceño de un modo que le recordó a un niño
enfurruñado. Vaya, su futuro marido era mal perdedor…
—Ahora verás… —murmuró, recuperando su espada.
Volvieron a pelear, pero esta vez, Sasuke dejó de subestimar al creador y
se empleó a fondo: Naruto era condenadamente veloz y extremadamente ágil, lo
que le daba una enorme ventaja para maniobrar diestramente a ras de suelo o
incluso realizar complejos ataques aéreos, técnica que Sasuke no había visto
nunca y que lo dejó algo parado; en adversarios así, tan delgados, solían tener
como punto débil la fuerza física, por lo que trató de centrarse en dar
estocadas poderosas con su espada, de filo más ancho que la del rubio, pero, de
nuevo, este lo sorprendió aguantando los golpes prácticamente sin problemas,
dedicándole esa irritante sonrisa traviesa, a pesar de que se lo merecía por
haberlo subestimado.
Tuvo que pasar a ataques combinados entre su arma y el cuerpo a cuerpo,
pero tendría que haber imaginado que para Naruto no serían una gran sorpresa
puesto que él los había utilizado en varias ocasiones a lo largo de su denso
combate. También le sorprendió su gran resistencia, él estaba utilizando todas
sus habilidades al máximo para derrotarle, pero el creador parecía que ni había
empezado a sudar.
Lo único que le quedaba por hacer era recurrir a su larga experiencia en
combate para tenderle una trampa. Inspiró hondo y realizó un juego de pies muy
complejo y típico de los guerreros del Reino del Hielo que iba acorde con
rápidos y fuertes golpes de espada que apenas dejaban espacio para devolver el
ataque. Tal y como sospechaba, Naruto se vio obligado a defenderse, y lo hacía
con una gran maestría, pero no encontró un hueco para atacarle ni tampoco tenía
tiempo para apartarse sin recibir una estocada. Sasuke no se detuvo hasta que
vio en sus ojos azules que estaba completamente concentrado en su espada,
memorizando el patrón de sus golpes, y cuando notó que empezaba a dominarlos,
tiró su espada muy lejos, pillando por sorpresa a Naruto, y le dio una patada
en la mano que le obligó a soltar su arma.
Sin perder tiempo, fue directo a por ella y la empuñó con una amplia
sonrisa, procurando interponerse entre su propia espada y su prometido para
evitar que la cogiera como había hecho con su arma.
—Ya eres mío.
O eso creía.
Naruto le sonrió con una ceja levantada.
—¿Estás seguro?
—Estás desarmado. No te resultará fácil llegar hasta mí sin una espada.
El rubio siguió sonriendo como si nada y contempló su arma, que estaba en
las manos de Sasuke.
—Rasengan —dijo en alto.
El Uchiha frunció el ceño, pero antes de poder intentar adivinar lo que
había dicho, las palmas de sus manos ardieron con rabia, haciendo que por
instinto soltara la espada. Al mirárselas para saber lo que había ocurrido,
comprobó que no tenía ninguna quemadura, pero estaban rojas a causa del calor.
Sin entender lo que había provocado ese ardor, miró el arma de Naruto, que se
desvaneció ante sus ojos en una humareda. Instantes después, escuchó un sonido,
como el de una antorcha al encenderse y, al buscar su origen, vio que la espada
volvía a aparecer entre las manos de su prometido con una llamarada.
Este le dedicó una divertida sonrisa.
—Ahora eres tú quien está desarmado.
Sasuke salió de su estupor y buscó su espada con la mirada. Sin pérdida de
tiempo, corrió hacia ella para tratar de remontar el combate; no necesitó mirar
hacia atrás para saber que Naruto estaría tras él, intentando evitar que la
alcanzara. Ya estaba a un paso de cogerla cuando un empujó lo tiró al suelo,
aterrizando torpemente en la tierra con su prometido encima. Usó su fuerza para
echarlo a un lado, mientras que el rubio imitó su ejemplo para dominar la
situación, por lo que acabaron rodando por el suelo, llenándose de polvo.
Al final, Naruto logró inmovilizar a Sasuke bajo su cuerpo, quien le lanzó
una mirada de pocos amigos.
—¡No vale! Has usado trucos mágicos con tu espada.
El creador rio alegremente.
—Yo siempre lucho como si fuera una pelea a muerte, de lo contrario, ¿cómo
voy a estar preparado cuando tenga que combatir en serio? —Sasuke soltó un
resoplido, sabiendo que tenía razón pero negándose a dársela. A Naruto le hacía
mucha gracia, era como ver a un niño al que le habían quitado su juguete
favorito—. Además… es Rasengan quien viene a mí.
El Uchiha frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Naruto miró su espada, que había dejado en el suelo para poder perseguir a
Sasuke con más facilidad.
—Rasengan no es una espada normal. Fue forjada en las entrañas del volcán
con el fuego sagrado del dios Kurama. Tiene su propia voluntad, por lo que solo
se dejará usar por aquel para la que fue creada, en este caso, yo. Los hombres
zorro la hicieron para mí y ella lo sabe, por eso no pudiste usarla y por eso
siempre aparece en mis manos cuando la invoco. Cualquier espada forjada con el
fuego de Kurama acudirá a mi llamada si digo su nombre.
Sasuke contempló la espada un tanto fascinado. En su país también había
leyendas sobre armas mágicas, de hecho, se decía que la espada de su padre y
que había pertenecido a sus antepasados, estaba hecha con una roca helada que
cayó del cielo en la cima de la Montaña Sagrada. Muchos creen todavía que fue
un regalo de Taka para la casa real. Sin embargo, Sasuke nunca había visto que
tuviera alguna cualidad especial… aunque, claro, jamás había visto a su padre
usarla en combate, en los entrenamientos empleaba espadas normales, solía decir
que su arma fue creada para derramar la sangre de sus enemigos y que era demasiado
digna como para emplearla en simples prácticas.
—Vale, reconozco que es bastante genial —admitió, esbozando una media
sonrisa.
Naruto soltó una risilla y luego contempló triunfal a su prometido. Estaba
sentado sobre su regazo, con ambas rodillas sobre el suelo y presionando sus
piernas para que no pudiera moverlas, mientras que sus manos se habían
apoderado de sus muñecas para evitar que escapara.
Sí, reconocía que estaba muy orgulloso de haberle ganado a Sasuke. Era un
buen luchador y un gran guerrero, tampoco es que le hubiera resultado pan
comido vencerle, pero en comparación con Kurogane… Es que Kurogane tenía más de
setecientos años, y era duro. Muy duro. Las pocas veces en que lograba
vencerle, solo lo conseguía por echar mano de todos sus recursos y tras varias
horas de combate sin descanso. Aun así, su maestro estaba orgulloso de él.
Mientras saboreaba su victoria, fue de repente consciente de la postura un
tanto íntima en la que se habían quedado Sasuke y él. Pese a que su experiencia
con el sexo era nula, había escuchado algunas cosas, como que las mujeres
montaban a los hombres, había oído que eso les encantaba… y él probablemente
estaba en una postura bastante similar.
Sasuke también pareció darse cuenta de ello, ya que la mirada de sus ojos
negros cambió a una más intensa que le provocó un estremecimiento y que sus
mejillas se tiñeran de rojo.
No habían vuelto a hablar de lo que ocurrió aquella noche en la que se
dieron su primer beso, pero ambos sabían que había un cambio muy sutil en su
relación: Naruto siempre se sonrojaba cuando lo veía por las mañanas,
esperándolo para acompañarlo a comer, y cuando estaban solos, se profesaban más
muestras de afecto que antes, como entrelazar sus dedos, darse tiernas caricias
e incluso algún beso en la mejilla o la frente. No volvieron a besarse en los
labios, al menos no de un modo tan apasionado como la primera vez, pero el
rubio, con timidez, le daba un beso a su futuro marido antes irse a dormir, uno
rápido y un tanto avergonzado, dado que siempre acababa corriendo de vuelta a
su habitación, lo que hacía que Sasuke lo viera de un modo cada vez más tierno
y un poco orgulloso porque estuviera intentando tener un contacto más íntimo
con él.
Fuera como fuera, Naruto estaba agradecido de que no lo presionara. Que se
hubiera atrevido a besarlo aquella vez no quería decir que estuviera preparado
para morrearse con él en cada rincón del palacio, aunque a veces se sentía
tentado… pero el nerviosismo y la timidez siempre ganaban la batalla y le
hacían poner distancia en ese aspecto, a pesar de que seguía obligándose a sí
mismo a superarlo mediante los besos de buenas noches que le daba cuando lo
acompañaba a su dormitorio; creía que así, con el tiempo, se sentiría lo
bastante cómodo como para volver a intentar algo más profundo.
En esta ocasión, Sasuke tampoco lo presionó para que se besaran, aunque
Naruto sabía que era un buen momento y que una parte de él quería hacerlo. En
vez de eso, su prometido levantó una mano (no se había dado cuenta de que se
había liberado de su agarre) y le acarició una mejilla, rozando con el pulgar
sus labios. El rubio cerró los ojos y se apoyó sobre su palma, entregándose a
la caricia. Entonces, Sasuke liberó su otra mano y la colocó alrededor de su
cintura y tiró suavemente de él hacia abajo, instándolo a tumbarse sobre su
cuerpo. Naruto se dejó hacer y hasta se atrevió a inclinar su rostro sobre el
del príncipe, frotando su nariz contra la suya con timidez y afecto, deseando
algo más que aquellas caricias pero, al mismo tiempo, volviendo a estar poseído
por los nervios y la vergüenza. Sin embargo, su prometido pareció comprenderle
sin necesidad de mediar palabra y lo besó tiernamente en las mejillas mientras
una de sus manos se deslizaba por su espalda y la otra continuaba trazando cada
una de sus facciones, sumiéndolo en un estado más relajado y confiado.
Por fin, Naruto se atrevió a besar a Sasuke. Seguía siendo un beso tímido y
corto, pero más húmedo que el que le dedicaba por las noches, sacando su lengua
para lamerle suavemente el labio inferior. Su prometido respondió
devolviéndoselo, pero él fue más atrevido y se apoderó por completo de su boca,
haciendo que el creador se estremeciera de la cabeza a los pies, aunque no hizo
amago de retirarse, de hecho, se pegó un poco más al Uchiha para sentir más de
cerca sus labios y su lengua, de modo que este aprovechó la ocasión para
mostrarle, una vez más, cómo besar, acariciar, lamer y mordisquear. Al final,
la curiosidad y el deseo de Naruto vencieron su timidez y se dedicó únicamente a
disfrutar de cómo Sasuke le enseñaba cada paso de seducción, cada movimiento
destinado a tentar a un amante e invitarlo a estar un poco más en sus brazos,
sin apenas darse cuenta de que él mismo estaba cayendo en esa trampa y que, es
más, le gustaba dejarse arrastrar por ella.
No fue un beso tan apasionado como la primera vez, pero fue igualmente
erótico e intenso, y ambos lo disfrutaron tanto como aquella dulce noche. Solo
se separaron cuando escucharon un gruñido, momento en que Naruto recordó que
todos los hombres zorro habían estado mirando el combate y que, de hecho,
seguían tumbados sobre las rocas, mirándolos con aparente curiosidad.
Kurogane era el único que estaba de pie y con el morro arrugado. Era el que
había gruñido y no parecía estar muy contento.
El pobre creador enrojeció al darse cuenta de que habían estado dando un
espectáculo e hizo amago de apartarse de Sasuke, pero este se sentó de un salto
y lo estrechó entre sus brazos.
—No dejes que te avergüencen —le susurró al oído—. Lo has hecho muy bien.
Entre el abrazo y esas palabras, Naruto se sintió mucho mejor y se apoyó en
el pecho de su prometido.
—Gracias… Y gracias por ser paciente conmigo. Siento que a veces no es
justo para ti.
Sasuke se separó lo justo para mirarlo a los ojos con una media sonrisa.
—Te dije que no te preocuparas por mí, no me voy a morir por esperar.
Además, no olvides que te hice una promesa, y un Uchiha no incumple su palabra
—dicho esto, lo besó en la frente con cariño.
Por una vez, Naruto dejó a un lado su timidez y tiró de su camisa para
besarlo otra vez en los labios. En esta ocasión, fue más confiado e introdujo
su lengua en su boca, buscando la de Sasuke para jugar con ella. Él se la
entregó encantado con un gruñido y lo estrechó fuertemente contra su cuerpo, mientras
que el rubio se acurrucó en pecho y apoyó ambas manos sobre su increíble torso,
siendo muy consciente de sus duros músculos que, de repente, le causaron una
gran curiosidad.
Sin embargo, antes de que pudiera explorar esa parte de su cuerpo, una
húmeda lengua empapó de babas al creador y separó su rostro de Sasuke. De
repente, Kurogane interpuso su enorme cabeza entre los dos y usó una de sus
patas delanteras para cogerlo y llevarlo lejos del Uchiha, que se quedó mirando
al zorro con el ceño fruncido mientras que Naruto reía, ya que este no dejaba
de lamerlo en la cara.
—¡Kurogane! ¿Pero qué te pasa? ¿Desde cuándo eres tan cariñoso?
Por otro lado, Sasuke no dejaba de fulminar al sirviente de Kurama con la
mirada. Sí, estaba convencido de que ese animal cascarrabias le tenía manía.
De todos modos, estaba atardeciendo y era hora de regresar a palacio con
sus molestos invitados. Sabían que hoy llegaban unos cuantos más, de hecho,
faltaba muy poco para que estuvieran todos allí y realizaran el anuncio oficial.
Así que no tenía más remedio que aguantar las ganas de volver a besar a su sexy
rubio y lidiar con ellos hasta que llegara la noche. Al pensar en eso, esbozó
una pequeña sonrisa esperanzada, tal vez Naruto tuviera ganas de una ronda de
besos de buenas noches más larga de lo habitual.
Animado por la idea, se levantó y recogió su espada del suelo para
envainarla.
—¿Sabes una cosa? —le preguntó a Naruto cuando se le ocurrió una gran
idea—. Podrías venir conmigo y con Kiba a cazar alguna vez, estoy seguro de que
lo harías muy bien.
Al oír eso, Naruto dejó de reír y Kurogane lo dejó de nuevo en el suelo con
suavidad.
—No puedo cazar, Sasuke —le dijo con una expresión de tristeza que le llamó
la atención.
—Si no sabes, no pasa nada, puedo enseñarte.
—No es eso, es que no me está permitido.
Los ojos del Uchiha se entrecerraron al intuir el motivo.
—Si es por los consejeros, sabes que ni yo ni los Inuzuka diremos nada…
—No es eso. Es por una ley divina.
Ahí Sasuke se quedó un poco parado, confundido por el comentario.
—¿Una ley divina?
Kurogane se colocó a las espaldas del creador y apoyó el hocico en su
vientre. Naruto se lo miró con aire pensativo mientras lo acariciaba con los
dedos.
—Los dioses concedieron a los creadores, jóvenes de apariencia masculina,
el don de crear vida. A cambio, nos está prohibido arrebatarla.
Eso dejó a Sasuke con la boca abierta.
—¿Quieres decir…?
—Que no puedo matar —afirmó el rubio, mirándolo a los ojos—. Al menos no
sin quedar privado de mi don.
—¿Ni siquiera animales?
—Ni siquiera plantas, Sasuke —rectificó Naruto, sonriendo levemente—. Y si
estás pensando en las que suelo recoger, te recuerdo que solo cojo las hojas,
las raíces, las flores y los frutos, no necesito arrancarlas de donde están,
para eso estudio tanto mi libro.
—¿Y qué ocurre si necesitas defenderte? —preguntó Sasuke, frunciendo el
ceño y señalando a Rasengan—. ¿De qué te sirve saber pelear si después no
puedes matar a tu adversario?
—Precisamente por eso tengo que ser más fuerte que cualquiera, para poder
ganar sin necesidad de tener que renunciar a mi don —dicho esto, le dedicó una
sádica sonrisa—. Además, Kurama no me permite matar, pero no dice nada de
mutilar.
Sasuke sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Vale, eso daba un poco
de mal rollo.
Para entonces, Naruto estaba recogiendo su espada, la cual desapareció de
nuevo en una humareda. El creador se quedó mirando las formas abstractas del
humo con aire pensativo.
—Pero ahora que lo dices, hay excepciones en las que un creador tiene
permitido arrebatar una vida sin recibir la esterilidad como castigo, pero son
unas circunstancias muy concretas y que no siempre se aplican a todos los
creadores, todo depende del dios al que sirven. Por suerte, Kurama es un dios
guerrero y aprueba que mate cuando se cumplen dos requisitos.
—¿Cuáles son? —inquirió Sasuke, curioso.
—El primero es que puedo matar durante una guerra, es decir, para proteger
a mi pueblo de sus enemigos. Ahí no tendría que preocuparme por contenerme.
—¿Y la otra?
Naruto entrecerró los ojos.
—Puedo arrebatar una vida para salvar la de otra persona, siempre y cuando
no sea la mía.
El Uchiha lo miró con aire sombrío.
—¿Como una especie de sacrificio?
—Es más bien una cuestión de equilibrio, creo —reflexionó el creador, acariciando
esta vez el morro del hombre zorro de forma distraída—. Fui bendecido con el
don de dar vida, así que a ojos de los dioses, no sería justo que arrebatara
otra porque sí, eso sería… como si me corrompiese, anularía el regalo que me
dieron. Pero si salvo la vida de otra persona, aun teniendo que acabar con la
de alguien más, sería como si le estuviera dando vida también… Una vida a
cambio de otra, sí, supongo que es también un sacrificio.
A Sasuke le parecía rematadamente complicado, pero cuando se trataba de
dioses, ¿quién podía comprenderlos en su totalidad?, sobre todo siendo
caprichosos como eran.
Después de eso, iniciaron la marcha de regreso a la entrada del Bosque
Sagrado en compañía de Kurogane, que se interpuso en todo momento entre ellos,
lo cual hizo que las sospechas de Sasuke acerca de que no era del agrado del
zorro negro se confirmaran, mientras que el rubio, discretamente, se divertía
con aquella situación. Aun así, el sirviente de Kurama no pudo evitar que ambos
se marcharan juntos a caballo de vuelta al palacio, donde se bañaron y se
vistieron de forma elegante para recibir a los nuevos invitados. Sasuke se puso
una camisa blanca sobre la cual llevaba un chaleco azul marino con el dibujo de
un halcón blanco sobre el corazón, a juego con los pantalones que finalizaban
con unas botas altas, mientras que Naruto se libraba de llevar vestido por el
momento utilizando largas y elegantes túnicas, bajo las cuales se ponía siempre
un pantalón corto muy ajustado para que los consejeros no lo notaran. En esa
ocasión, se puso una de cuello alto y sin mangas, dejando sus hombros y brazos
al descubierto, y cuya falda ondeaba de un modo hipnótico a su paso, revelando
de vez en cuando parte de su pierna izquierda; era de un brillante color rojo
que hacía resaltar su cabello dorado, y que estaba bellamente decorada con un
gran zorro de nueve colas hecho con hilo de oro que ocupaba todo el traje.
También se había puesto unas bonitas sandalias que se trenzaban por encima del
tobillo, dándole una apariencia un tanto delicada, y unos brazaletes dorados
que tenían la cabeza de un zorro dibujado en ellos en los antebrazos. Sasuke
nunca lo había visto tan hermoso como esa noche.
Ambos fueron a la entrada de palacio para reunirse con la reina, Itachi y
Sai, quienes hacían de anfitriones para el anuncio oficial. Al llegar, ambos se
colocaron el uno junto al otro entre Tsunade e Itachi.
—¿Quiénes son esta vez? —le preguntó Sasuke a su hermano.
—El rey del Reino de la Hierba y su hija.
Sasuke hizo una mueca, ya que los conocía a ambos. De hecho, trabajó para
ese rey ayudándolo a expulsar un clan de salvajes parecido al de los Inuzuka…
hecho del cual se arrepentía ahora que los conocía. Además, ese hombre insistió
mucho en casarlo con su hija… con la cual, por cierto, se había acostado la
noche antes de partir en su barco, así se aseguraba de huir a tiempo de un
matrimonio no deseado. De todos modos, fue ella la que entró en su habitación y
se desnudó ante él, ofreciéndose.
En ese momento, se fijó en que su prometido estaba tenso. Lo cogió de la
mano para llamar su atención.
—Eh, ¿qué pasa?
Naruto abrió la boca para responder pero, en ese instante, sonaron las
trompetas, anunciando la llegada de la casa real del Reino de la Hierba. Ser
Gai y su hijo Lee encabezaban la marcha como guías de los extranjeros, seguidos
por los mismos: el primero en aparecer fue el rey Orochimaru, un hombre alto y
delgado, larguirucho, diría más de uno; con la piel extremadamente blanca,
quién sabía si por defecto o por maquillaje; el largo cabello negro suelto
sobre sus hombros y descendiendo por su espalda, resaltando sus ojos amarillos,
que sí estaban decorados por pintura morada; vestía una hermosa túnica verde
oscuro ribeteada de plata, entre la cual se podían ver unos pantalones holgados
blancos, e iba calzado con una especie de mocasines típicos de su tierra,
también blancos. A su lado, aunque un poco más atrasada, iba su hija Karin, una
belleza alta y de piel clara, aunque no tan exageradamente pálida como la de su
padre; llevaba el exuberante cabello rojo largo y suelto, enmarcando su hermoso
rostro de labios llenos y ojos rojizos de mirada seductora; se había puesto un
vestido morado sin mangas que se ajustaba mucho a sus grandes pechos, bajo los
cuales llevaba una tela negra a modo de cinturón, y tras esta, la larga falda
caía sobre su vientre y sus piernas, abriéndose por delante y mostrando sus
rodillas y una parte de sus muslos, mientras que el resto del vestido creaba
una especie de cola muy elegante y que arrastraba por el suelo.
Ambos se detuvieron frente a sus anfitriones, siendo Orochimaru el primero
que expresó su agradecimiento a Tsunade por acogerlos. Sasuke se dio cuenta de
que la reina, en apariencia amable, no parecía aguantar al rey. Cuando este fue
hacia Naruto, entendió el por qué.
—Alteza —lo saludó, tomando su mano con delicadeza y besándole el dorso.
Sasuke notó de inmediato el estremecimiento de Naruto, y supo que era de asco.
—Majestad —devolvió el saludo este, un tanto seco.
Sin embargo, Orochimaru, en vez de soltar su mano, la mantuvo dentro de sus
dedos y, además, usó la otra para cubrirla y evitar que se deshiciera de ella.
Ese gesto hizo que Sasuke frunciera el ceño con desagrado.
—Es un verdadero placer volver a verlo. Está realmente hermoso con esa
túnica —comentó, recorriéndolo con una mirada claramente lasciva que cabreó al
Uchiha.
—Gracias —respondió Naruto, moviendo ligeramente el brazo para ver si podía
librarse de él. No hubo manera, es más, el rey le acarició la mano con su
palma, contemplándola pensativo.
—Es curioso pensar que, de haber sido las cosas distintas, podría ser yo
quien estuviera a tu lado recibiendo a los invitados.
Sasuke lo entendió entonces. Ese cerdo había sido uno de los pretendientes
de Naruto antes de que se supiera que se casaría con él, por eso su prometido
estaba tan incómodo y ese pervertido no dejaba de sobarlo.
Lo cierto era que, pese a haber colaborado con Orochimaru en su momento,
nunca le había caído bien. Había algo en él que no le gustaba, tal vez fuera su
mirada calculadora, que tenía un brillo vil y astuto como el de una serpiente.
Además, sospechaba que fue él quien incitó a su hija no solo a acostarse con
él, sino a asegurarse de que se quedara embarazada para forzar una unión. Por
suerte él fue más listo y se libró de ese matrimonio. Pero ahora había otro
motivo por el que lo odiaba más, no soportaba la forma en la que tocaba a
Naruto, sabiendo de primera mano que este se sentía cada vez más estresado por
su toque.
Pese a que deseaba darle un manotazo para que se apartara, sabía que era
peligroso liarse a hostias con el rey de otro país, especialmente si era un
invitado, a pesar de que era evidente que a los Namikaze les asqueaba su
presencia. Si hacía cualquier cosa que se saliera un poco del protocolo, todos
lo verían y las consecuencias podrían ser nefastas para su reino.
Así que, en vez de acudir a la violencia, como deseaba hacerlo, cogió la
mano libre de Naruto y se la estrechó con fuerza, dándole su apoyo y animándolo
a aguantar. Porque si él no lo hacía, estaba seguro de que acabaría empotrando
a Orochimaru contra una pared.
Por suerte, notó que su rubio parecía relajarse un poco gracias a él. De
hecho, levantó la barbilla, altivo, y miró al rey a los ojos.
—Sí, es curioso. Afortunadamente, no era el único candidato disponible.
Orochimaru parpadeó y soltó su mano de la impresión mientras que Sasuke
sonreía, divertido y orgulloso. Ese era su Naruto, desafiante y directo. Una
cosa era usar la violencia para mantener las distancias, pero otra muy distinta
era usar la lengua para dar un buen corte, es más, era habitual entre la
nobleza los insultos velados y, como era Orochimaru quien había abierto la
puerta a esa conversación, nadie vería mal que el creador se hubiera defendido.
Chúpate esa, cerdo pervertido.
Prudentemente, este le dedicó una fingida sonrisa amable y fue a saludar a
Sasuke, no sin que antes este viera cómo su prometido se limpiaba la mano con
la túnica. Por poco estalla en carcajadas.
—Alteza —le saludó entonces el rey con una inclinación de cabeza, que este
le devolvió por pura formalidad—. Veo que al fin ha decidido sentar la cabeza.
Se dio cuenta de que esa frase había despertado el interés de Naruto, pero
ya hablaría con él después sobre eso, ahora tenía que concentrarse en
Orochimaru.
—Así es.
—Es extraño, creí que no permitiría que su padre le dijera cuándo casarse,
dada la efusiva negativa que me dio cuando le ofrecí a mi hija.
Sasuke apretó un segundo la mandíbula. ¿Era él o acababa de meterse en un
concurso de meadas por Naruto? ¿Es porque Tsunade lo había escogido a él antes
que a ese cerdo? ¿Y qué pretendía?, ¿una discusión con el creador porque le
hubiera ofrecido a Karin?
Pues no lo iba a conseguir. Si quería jugar, le demostraría el lado más
borde de los Uchiha.
—Mi padre es un hombre inteligente, y si me pidió que me casara con este
hermoso joven antes que con su hija, por algo sería.
Vio por el rabillo del ojo que Naruto estaba intentando contener una
sonrisa. Le dio un apretón en la mano que este le devolvió al instante, como si
le felicitara por el comentario.
Orochimaru frunció la nariz y abrió la boca para decir algo pero, entonces,
Karin se acercó a ellos con una sonrisa que pretendía ser dulce.
—Oh, vamos, caballeros, hagan el favor de comportarse, que hay damas
delante —dicho esto, miró a Naruto de arriba debajo de un modo extraño, como si
lo estuviera midiendo, antes de sonreír con satisfacción y hacerle una
reverencia—. Es un honor conocerle, alteza, y permítame asegurarle que es muy
afortunado por tener a Sasuke como marido, es… un gran hombre —comentó de un
modo claramente seductor, mirándole con coquetería—. Solo espero que tenga lo
que hay que tener para aguantarle… Puede ser realmente exigente.
Naruto captó la indirecta de inmediato. Comprendió con cierta molestia que
había habido algo entre ella y Sasuke y, aunque nunca lo admitiría, para él fue
un golpe duro que le hubiera dejado claro que no tenía sexualidad alguna que
pudiera atraer a su prometido.
Era algo que nunca le había importado hasta que había conocido mejor a
Sasuke. Él nunca había sentido interés por el sexo, pero sabía que su futuro
esposo había sido muy activo en ese aspecto y, después de todo lo que había
hecho por él, quería corresponderle y que también disfrutara del tiempo íntimo
que tendrían juntos. Sin embargo, era consciente de que no era físicamente
femenino, nunca desarrollaría pechos ni tampoco podía hacer nada por cambiar lo
que tenía entre las piernas, sabía que no tenía nada que hacer en comparación
con todas las mujeres del mundo.
Esa era otra de las razones por las que le costaba tanto intimar con él. Se
sentía muy inseguro, y tenía miedo de que Sasuke solo estuviera cumpliendo con
su papel de prometido para con él, que estuviera creando intimidad entre ellos
por pura obligación. Ahora que lo conocía bien, se había dado cuenta de que era
alguien honorable, y que cumpliría su responsabilidad como marido, aunque eso
significara acostarse con él en contra de su voluntad para engendrar niños. A
él ya le pareció repugnante en su momento pensar en que tendría que entregarse
a un desconocido para dar a luz a un heredero, así que no quería que Sasuke
pasara por lo mismo.
Ver a Karin solo lo empeoraba todo, era como la confirmación de los gustos
de su marido, una mujer que desprendía sexualidad por todos los poros y que
claramente no tenía vergüenza a la hora de hacerle saber a los hombres que
estaba interesada en ellos y que no tenía problemas para desnudarse en su
presencia. Y él ni siquiera era capaz de besar a su futuro marido.
Se sintió abatido, aunque su orgullo le impidió demostrarlo. Entonces,
tomándolo por sorpresa, Sasuke le apretó la mano y se adelantó un paso, mirando
a Karin con dureza.
—Naruto tiene lo que hay que tener de sobra, y mucho más que cualquiera de
las mujeres que haya conocido.
La pelirroja se quedó con la boca abierta, evidentemente no había esperado
una respuesta tan contundente y defensiva, después de todo, ella mejor que
nadie sabía que la única buena relación que tenía Sasuke Uchiha con las mujeres
era en la cama. Por otro lado, Naruto se sonrojó un poco y esbozó una diminuta
sonrisa, agradecido porque este estuviera de su parte, incluso en presencia de
una antigua amante.
Aun así, Karin se recuperó rápidamente y le sonrió seductoramente,
contoneando ligeramente las caderas para llamar su atención.
—¿De veras? ¿Más que yo?, porque recuerdo… que cumplí muy bien tus
requisitos para ser tu esposa y, aun así, me rechazaste.
Sasuke le devolvió la sonrisa, pero con maldad.
—Y, sin embargo, yo lo único que recuerdo de nuestro encuentro fue el
exquisito té que tomamos después de eso.
De repente, el rostro de la mujer se quedó petrificado, igual que el de
Orochimaru.
Naruto también se quedó blanco al comprender el significado velado de esas
palabras. Volvió a mirar a Karin, esta vez con un profundo desprecio; sabía que
había personas lo suficientemente viles como para cometer atrocidades
semejantes, pero no esperaba tener a una de ellas como invitada a su mesa en su
maldita vida.
La pelirroja trató de explicarse:
—Sasuke, yo…
—Creo que la cena se está enfriando —interrumpió Naruto a propósito,
fingiendo una sonrisa de cortesía y señalando el salón de banquetes—. ¿Por qué
no terminamos las presentaciones dentro? Después de todo, tenemos más invitados
que nos esperan y que seguro que están hambrientos.
Todos accedieron después de que Tsunade los alentara a reunirse con los
demás e Itachi, convenientemente, se presentara junto a Sai ante sus invitados.
Por otra parte, Naruto fingió un leve mareo como excusa para estar unos momentos
a solas con Sasuke, el cual, sabiendo que su prometido no era de los que se
desvanecían como si nada, captó la indirecta y se ofreció a quedarse con él
hasta que se recuperara. Así, el rubio hizo un poco de teatro hasta que todos
se fueron, instante en el que el creador cogió de la muñeca a su futuro marido
y lo condujo sin miramientos al pasadizo que conducía a las cuadras, sabiendo
que estaría desierto y que nadie los escucharía.
A Sasuke no le costó comprender a qué venía aquello. Sabía que entre Naruto
y él no había nada más allá de una gran amistad y algunos toques de atracción
física, pero era de esperar que no le sentara bien encontrarse cara a cara con
una de sus amantes y que, encima, ella le insultara en la cara.
—Oye, Naruto, siento mucho lo que te ha dicho Karin… —empezó a disculparse,
pero este soltó un resoplido.
—Olvídate de eso. ¡¿Ella intentó quedarse embarazada de ti?! —exclamó el
creador, mirándolo con los ojos muy abiertos.
Sasuke parpadeó. No esperaba que su prometido se hubiera quedado con esa
parte de su historia con Karin, creía que estaría más preocupado por su
relación con ella.
—Ah… Sí. —Al ver que Naruto lo observaba fijamente, supo que no se
conformaría con algo tan escueto, así que comenzó a explicarle lo que ocurrió
con más detalle—. Su padre estaba muy interesado en una unión entre mi familia
y la suya, y Karin mostró interés en mí desde el primer día, pero yo rechacé la
proposición matrimonial en varias ocasiones. La noche antes de que yo volviera
al mar, ella se presentó en mi habitación desnuda… —Ahí se calló un momento, no
queriendo admitir de forma explícita que había follado con ella. No se sentía
bien delante de Naruto—. El caso es que yo quise que comiera hojas de té de
clavos, que son…
—Un método anticonceptivo muy fuerte, lo sé —intervino Naruto, asintiendo—.
Sigue.
—Ella dijo que más tarde, y fue cuando sospeché que tal vez Orochimaru la
había animado a venir para forzar el matrimonio quedándose embarazada de mí.
Decidí no volver a sugerirlo por si ella se daba cuenta de que yo lo sabía y,
cuando paramos, preparé un té para ambos y a ella le puse las hojas para
asegurarme de que no pudiera quedarse en cinta —dicho esto, vio la sombría
expresión de Naruto y lo cogió por los hombros—. Sé que no estuvo bien que la
obligara a tomarse eso, pero tampoco quería casarme con ella, menos aún después
de esa jugarreta.
—No estoy enfadado contigo —le dijo Naruto, apretando los puños—, lo estoy
con esa puta víbora.
Sasuke frunció el ceño al ver la agresividad de su prometido. Él no era una
persona violenta, tenía un carácter fuerte, pero nunca haría daño a nadie sin
tener un buen motivo. Por eso le inquietó la rabia que parecía consumirlo y que
se mostraba en el fulgor rojo en lo más profundo de sus ojos. Preocupado por
él, lo tomó por la cintura para acariciarle la baja espalda.
—Eh, tranquilo, está bien. Al final, fui yo quien se salió con la suya.
Su broma obtuvo el resultado deseado, esa luz rojiza desapareció de los
bonitos irises de su prometido y este le dedicó una sonrisa de disculpa.
—Lo siento. Es que… eso que te hizo me recuerda a otra persona.
—¿Otra persona?
Naruto asintió.
—Alguien que hizo daño a familia —suspiró—, pero ya no tiene importancia.
Hace mucho que murió.
Sasuke asintió y atrajo a su prometido hacia sí para abrazarlo. Este se
dejó hacer y se apoyó en su pecho, sin resistirse a las caricias que repartía
por toda su espalda, de vez en cuando ascendiendo hasta su nuca para frotarle
el cuero cabelludo. Era agradable estar así, los dos solos y juntos, haciéndose
compañía sin necesidad de mediar palabra; era algo que el Uchiha jamás había
experimentado con sus amantes, tan solo había pasado el rato así con su
hermano, pero junto a Naruto se sentía diferente… más íntimo.
—Deberíamos ir a cenar —comentó el rubio en voz baja, sacándolo de sus
pensamientos.
Sin embargo, Sasuke quería asegurarse de algo.
—Oye, ¿de verdad no te ha molestado lo de Karin?
Naruto no esperaba esa pregunta, a juzgar por el saltito que dio. Dejó
escapar un suspiro.
—Sasuke… yo ya sabía la reputación que tenías entre las mujeres antes de
conocerte, cabía la posibilidad de que acabara encontrándome con una de tus
amantes… Lo que no esperaba era que me insultara ni que coqueteara contigo
delante de mí.
El Uchiha frunció el ceño, molesto.
—No le hagas caso. Vales mil veces más que ella, y lo sabes.
El creador le dedicó una sonrisa que no le llegó a los ojos.
—Ya, lo sé…
Sasuke notó enseguida que algo no iba bien en su cabeza, algo lo tenía
preocupado.
—¿Qué? ¿Qué ocurre?
Sin embargo, Naruto negó con la cabeza y lo cogió de la muñeca para
conducirlo al salón de banquetes, donde los esperaban los invitados. El
príncipe del Hielo no quería dejar la conversación ahí, pero su prometido lo
convenció de que los reyes extranjeros se impacientarían al no verlos en la
mesa, por lo que tuvo que resignarse a aguantarlos. Una vez más, tuvo que
soportar los múltiples comentarios insípidos de unas personas extrañas a las
que debía tratar con corrección pese a no compartir sus ideas; la mayoría de
los que estaban presentes provenían de una sociedad machista y elitista, que no
solo no compartía sus derechos y privilegios con las mujeres, sino que además
no querían dárselo a los campesinos o aquellos que no tuvieran un título
nobiliario. Por eso mismo la gente de su país era tan aislada respecto a los
demás, la gente del Reino del Hielo no era de la que aguantaba tonterías y
desprecios a sus costumbres, por eso se mantenían alejados del resto del mundo,
aunque ahora Sasuke se daba cuenta de que podrían hacer buenas migas con el
Reino del Fuego, del Remolino y de los Bosques, los únicos países cuya
mentalidad era parecida a la suya. La única desventaja era que estaban
demasiado lejos, su gente vivía en el norte del mundo, mientras que el resto
estaban más al sur.
Mientras él mantenía una charla formal con sus invitados, Naruto, como
creador, se mantuvo muy callado y solo respondía con monosílabos las tontas
preguntas de las mujeres o hijas de los reyes, consistentes en el buen tiempo
que hacía en aquella región, las distintas modas de sus países o con quién se
casarían las más jóvenes. Sasuke ya sabía que a su prometido no podía
importarle menos esos temas, pero lo notó muy pensativo y un tanto tenso cada
vez que Karin hablaba. Temió que su enfrentamiento con ella lo hubiera afectado
más de lo que había querido reconocer, el rubio era orgulloso y sabía que nunca
admitiría una debilidad, era la actitud que había tenido que adoptar frente a
los consejeros para evitar que lo machacaran.
Sin embargo, le dolió que no hubiera sido sincero con él. Sabía que Naruto
no tenía la obligación de contarle todo lo que le pasaba, pero… eran amigos, e
iban a casarse. Para bien o para mal, como le dijo él una vez, estaban metidos
en el mismo saco, así que si le ocurría algo, debería compartirlo con él y
solucionarlo juntos, como habían hecho hasta ahora.
Por desgracia, esa noche había muchos invitados y era tradición que los
hombres se quedaran a tomar un trago de vino mientras que las mujeres (y
creadores, en este caso, solo Naruto) se retiraban a descansar, por lo que no
pudo acompañarlo a su habitación, aunque sí pudo dedicarle una mirada
significativa mientras le daba un beso en la mano. Por supuesto, el rubio captó
de inmediato el mensaje, pero solo le dedicó una sonrisa que le decía que no se
preocupara y luego se marchó.
Así que tuvo que pasar un par de horas aburridas en compañía de aquel
grupito de idiotas que le recordaba a un rebaño de ovejas que seguían al
pastor, en este caso, los reyes que tenían más estatus. La cosa funcionaba así:
el Reino del Hielo era muy poderoso a nivel militar, por lo que nadie con dos
dedos de frente osaría plantarles cara, aunque tampoco es como si nadie
quisiera invadirlos, después de todo, sus tierras eran yermas, páramos helados,
no tenían gran cosa que ofrecer salvo su brazo armado… sin embargo, ahora dicho
reino tendría una fuerte alianza con el Reino del Fuego, uno de los más ricos
gracias a la cantidad de productos que exportaban; eso quería decir un montón
de recursos y una gran defensa, lo cual hacía a ambos reinos prácticamente
intocables… y todo el mundo quería asegurarse una buena relación con ellos, por
lo que si Sasuke decía saltad, ellos saltarían. Lo mismo ocurría con otros
reinos poderosos, el de la Hierba, por ejemplo, tenía muchos cultivos
importantes, por lo que no dejaban de reír las gracias de Orochimaru que,
puesto que estaban entre hombres, solían tratarse de mujeres y amantes.
Sasuke se mantenía un tanto apartado junto a su hermano; ambos no tenían el
menor interés en otras féminas, ya que Itachi había tenido la gran suerte de
estar enamorado de su esposa y el más joven de los Uchiha ahora solo tenía ojos
para su futuro esposo. Por otro lado, Sai, pese a que por su mentalidad
respetaba la fidelidad del matrimonio, podía hablar con los demás sobre
hermosas reinas y muchachas solteras.
—Creía que tal vez esta conversación te gustaría, Sasuke —comentó Itachi,
tanteándolo con una ligera sonrisa, pues sabía que su hermano hasta no hace
mucho no había tenido inconveniente sobre opinar de una mujer u otra.
Sasuke resopló:
—Ahora estoy prometido, no me interesa chismorrear sobre las demás mujeres.
—La verdad era que ni siquiera estaba de humor para hablar con nadie. Su cabeza
seguía dándole vueltas al comportamiento de Naruto y a los posibles motivos de
su cambio de actitud.
Itachi esbozó una sonrisa comprensiva.
—Has tenido suerte con él.
El otro hombre se relajó un poco.
—La verdad es que sí… pero no se lo digas a nuestro padre. Se asegurará de
recordármelo durante el resto de mi vida.
El más mayor soltó una risilla.
—Descuida.
En ese instante, regresó Sai con una sonrisa nerviosa.
—Ey, tíos, ¿no estáis cansados?
Ambos hermanos miraron extrañados a su primo. Él era un juerguista, podría
pasarse toda la noche bebiendo y hablando alegremente de cuántas mujeres había
follado, dónde, cuándo y qué posturas habían practicado.
—¿Qué pasa? —exigió saber Sasuke.
Sai se rascó la nuca, un tanto inquieto, aunque trató de disimularlo… sin
mucho éxito.
—Nada, nada, solo que el vino de aquí es muy fuerte, ¿no creéis? Me parece
que hasta estoy algo mareado.
Entonces, estalló una ola de carcajadas entre los reyes que estaban un poco
más alejados de Sasuke e Itachi, algunos de ellos miraban al primero con un
brillo risueño que a este no le hizo ni pizca de gracia. Como un depredador que
hubiera detectado un peligro, se acercó lentamente al grupo con una mirada de
pocos amigos, haciendo que Sai soltara una maldición e Itachi frunciera el ceño
antes de seguir al joven Uchiha.
Al verlo llegar, uno de los reyes sonrió y le hizo un gesto para que se
sentara con ellos.
—¡Alteza Uchiha!, ¡siéntese con nosotros! Precisamente hablábamos de usted.
Mal empezamos, pensaron Itachi y Sai al unísono mientras que Sasuke se
cruzaba de brazos.
—¿Y sobre qué exactamente?
Orochimaru le lanzó una divertida y maliciosa mirada.
—Nos preguntábamos cómo sería joder con un creador.
Al oír eso, Sai se llevó una mano a la cara, sabiendo de primera mano que
era lo peor que podía decir, mientras que Itachi estaba entre sorprendido y
ofendido, sin acabar de creer que tuviera las pelotas de soltar algo así ante
su hermano; por supuesto, él había oído durante la presentación la conversación
entre el rey, Sasuke y su cuñado, y tampoco le había costado suponer que ese
hombre había aspirado a conseguir la mano de Naruto.
Por otro lado, Sasuke estaba reuniendo hasta la última gota de fuerza de
voluntad que tenía para evitar estrangular a ese cerdo.
—No me digas —comentó despacio en un tono amenazador que solo unos pocos,
los que estaban sobrios, percibieron. El resto solo rio.
—Dicen que son más estrechos y húmedos que las mujeres —dijo alguien.
—Sí, y que es el mejor polvo que pueda imaginar un hombre.
—Yo he oído que son como gatas en celo, necesitan que los follen a menudo,
hasta suplican por ello.
Los hombres corearon un gemido complacido, como si la idea los pusiera
duros. Tanto Sai como Itachi miraron con temor a Sasuke, cuya sombría expresión
les indicó que estaba a punto de estallar.
Orochimaru, que también se había dado cuenta, le sonrió.
—¿Qué, alteza? ¿Algo de lo que dicen es cierto? ¿Naruto chilla como una
linda gatita cuando se la meten?
Los reyes estallaron en carcajadas y vítores, mientras que Sasuke apretó
los puños con fuerza. No hagas una masacre, no vayas a buscar tu espada para descuartizarlos
y clavar sus cabezas en picas en las costas del reino, no les rebanes sus
asquerosas pollas, se repetía mentalmente, aunque eso no le servía de mucho, le
parecía muy tentadora la idea de escuchar sus gritos mientras hundía la punta
de su espada de forma lenta y dolorosa entre sus piernas.
Por suerte, Itachi estaba allí para cortar aquella escenita de raíz.
—¿Tan mustios están los coños de vuestras mujeres que no podéis evitar
pensar en el culo de mi cuñado?
La soberana y borde forma de hablar del heredero del Reino del Hielo los
pilló a todos por sorpresa, Sasuke incluido, que se lo quedó mirando con la
boca abierta. ¿Desde cuándo su correcto hermano sabía hablar con tanta
vulgaridad?
Hasta el propio Orochimaru se quedó pálido mientras que el resto de nobles
tartamudeaban una torpe disculpa.
—No-no-nosotros no pretendíamos…
Itachi los calló fulminándolos con la mirada.
—De donde yo vengo, colgamos por las pelotas a los que osan insultar a
nuestras esposas, así que tenéis suerte de que no estemos en mi tierra natal u
habríamos enviado a vuestras familias un ataúd con vuestros miembros
desperdigados y putrefactos. Yo si fuera vosotros moderaría el lenguaje en
nuestra presencia, mi padre ya considera a Naruto parte de la familia y él es
mucho más estricto con los castigos que yo, puede que su opinión sobre vuestros
reinos cambie si se entera de esta clase de comportamiento. —Sus palabras dejó
a todos los presentes temblando, que era justo lo que él quería. Después de
eso, se irguió en toda su estatura y dio una elegante vuelta sobre sí mismo—.
Vámonos, no tenemos por qué mezclarnos con estas personas que no tienen un
mínimo de respeto.
Sasuke y Sai obedecieron, el primero totalmente impresionado por la actitud
de su hermano y el segundo reprimiendo las ganas de aplaudir; Itachi enfadado
era genial… siempre que no fuera él el objetivo, por eso había procurado
alejarse de esas personas cuando habían empezado a hablar de Naruto, no quería
que volvieran a darle una paliza.
Cuando salieron de la sala y entraron en el pasadizo que conducía a las
habitaciones, Sasuke aceleró el paso hasta colocarse al lado de Itachi.
—Hermano…
Este se detuvo con un suspiro y luego le sonrió a Sasuke.
—Comprendo que no quieras buscar problemas con ellos, es importante procurar
una buena relación entre reinos… pero que no olviden quién está por encima de
ellos. En un año serás el rey de este país y deben recordar que eres un Uchiha,
y que tu forma de pensar es distinta a la de ellos, por lo que les tocará
adaptarse a tus condiciones mientras estén aquí —dicho esto, su sonrisa se
ensanchó—. Que no olviden que son ovejas y nosotros lobos.
—¡Aaauuuuuuu! —aulló Sai en broma.
Sasuke no pudo evitar reírse un poco y le apretó un hombro a Itachi.
—Gracias.
Este se encogió de hombros.
—Ya lo he dicho varias veces, me cae bien Naruto… y hoy no tenía buen
aspecto. No quiero que mañana durante el desayuno esos idiotas se rían de él,
bastante tiene ya con tener que aguantar a esos consejeros como para añadirle
más estrés.
El joven Uchiha se tensó un poco al recordar el humor de su prometido y se
prometió ir a ver cómo estaba. Así que le dio las gracias a su hermano y se
despidió de él y su primo antes de encaminarse a los aposentos de Naruto; le
carcomía no saber lo que le ocurría ni que hubiera confiado en él para
decírselo, no estaba seguro de si eso quería decir que era grave o simplemente
al rubio le incomodaba hablar de ello con él.
Se plantó frente a su puerta y alzó el puño para llamar… pero, entonces,
recordó que hacía un par de horas que él ya estaba en su cama y que tal vez
estaba dormido. Dudó durante unos minutos si debía llamar pese a todo o esperar
hasta el día siguiente; ver por la rendija de la puerta que no había ninguna
luz encendida lo disuadió de despertarlo y molestar su sueño, así que, un tanto
abatido por no saber qué le ocurría, dio media vuelta y fue hacia su
habitación.
Nada más entrar, fue golpeado por un fuerte olor que le hizo arrugar la
nariz. ¿Qué coño era eso? Era dulzón de un modo tan empalagoso que era como si
se quedara adherido a las fosas nasales, impidiéndole oler nada más. De
repente, sintió que su piel ardía, tenía muchísimo calor, tanto que empezó a
sudar y tuvo que arrancarse el chaleco y la camisa para tratar de aliviar el
sofocante ardor que tenía encima; después, notó un extraño hormigueo y que su
corazón se aceleraba; también era incapaz de respirar sin jadear, no era porque
le costara coger aire, simplemente, parecía que no podía dejar de inhalar y
exhalar rápido… pero lo peor de todo fue que, sin venir a cuento, se le puso
dura.
¿Qué diablos estaba pasando? Le costaba pensar cuando todo su cuerpo le
gritaba que buscara un lugar caliente y húmedo en el que aliviarse.
—Sasuke… —gimió una anhelante voz femenina.
Entonces, se dio cuenta de que no estaba solo; sobre su cama, estaba una
desnuda Karin, tumbada entre las sábanas con la espalda arqueada y las piernas
abiertas mientras se tocaba con los dedos. El miembro de Sasuke se sacudió al
ver su mojada entrada, a pesar de que él sabía que no quería follar con ella,
ni loco volvería a meterse en la cama con esa arpía que trató de engañarlo.
La pelirroja se sentó, mostrándole sus pezones erguidos, su pelo revuelto y
su fuerte sonrojo. Estaba muy sexy y sabía lo que quería de él, pero seguía
resistiéndose a la idea, a pesar de que su cuerpo parecía querer todo lo
contrario.
—Sasuke, te estaba esperando… —gimió sin dejar de tocarse—. Ven conmigo, te
necesito…
Él no se movió, se obligó a quedarse donde estaba, intentando comprender
qué hacía Karin allí, por qué su cuerpo reaccionaba de esa forma y qué diablos
era eso que olía tan fuerte. Sin embargo, estaba tan excitado que le costaba
concentrarse, su miembro le dolía y quería aliviarse de alguna forma que no
implicara meterse entre las piernas de esa zorra.
Pero esta tenía otros planes, su cuerpo también ardía por la necesidad de
ser follado y, a diferencia de Sasuke, ella sí quería tenerlo sobre su cuerpo,
o debajo, o de lado, no le importaba cómo mientras la poseyera. Así que saltó
de la cama y se lanzó sobre él, abrazándolo por el cuello y frotando sus pechos
contra su increíble torso mientras le mordisqueaba la oreja. Ante eso el Uchiha
gruñó y su mente su nubló por el deseo, cogiendo a la mujer por el trasero y
llevándola a la cama mientras la besaba en el hombro y la garganta. Karin gimió
fuerte, arqueándose contra él y echando la cabeza hacia atrás.
Sasuke los lanzó a ambos a la cama, colocándose sobre su cuerpo, abriendo
sus piernas con las rodillas e inmovilizando sus muñecas con sus manos. Ella se
aferró a su cuerpo, frotándose contra él entre jadeos y súplicas para que la
hiciera suya, mientras que él chupaba y mordía su cuello hasta encontrar sus
labios, de los que se apoderó con pasión.
Entonces, notó que algo iba mal.
No reconocía esa boca, no tenía unos labios finos que lo besaban con
dulzura y timidez, no le producían aquella tierna calidez que tanto le gustaba
y que había aprendido a apreciar.
Naruto, pensó, deteniendo el beso. Recordó esos hermosos ojos azules que lo
miraban con confianza y admiración, las sonrisas sinceras y llenas de afecto
que le dedicaba cada vez más a menudo, y la forma tan adorable en la que se
sonrojaba cuando se besaban por las noches.
Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, se aferró a su recuerdo y se
alejó de Karin, poniéndola bruscamente boca abajo y alejando su cuerpo del
suyo, procurando no tocarla excepto para mantenerla quieta, tenía miedo de que
si volvía a abalanzarse sobre él volvería a caer en la trampa.
—¿Qué me has hecho? —exigió saber, apretándole las muñecas con fuerza.
Karin se removió, tratando de restregar su trasero contra él, pero Sasuke
fue más rápido y clavó su rodilla en sus nalgas para mantenerla contra la cama.
Aun así, esta chilló de deseo.
—¡Sasuke, por favor! ¡Te necesito!
Este sacudió la cabeza, intentando pensar otra vez con todas sus fuerzas.
Era consciente de que estaba muy excitado, pero sabía que no era por Karin,
sino por otra cosa. ¿Un afrodisíaco? Eso lo explicaría todo, sin embargo, no
recordaba ningún momento en el que se lo pudieran haber echado, era imposible
que fuera en el vino porque, de ser así, todo el mundo estaría ansioso en esos
momentos por follar.
—Sasuke, por favor… —gimoteaba Karin, sin dejar de intentar removerse—.
Haré lo que tú quieras, te dejaré que me folles por delante y por detrás, a
cuatro patas o contra la pared, pero hazlo, te lo suplico…
Sasuke aspiró aire, tensando los músculos para mantenerse donde estaba,
procurando que ella no pudiera escapar. No era a Karin a la que quería sobre
sus manos y rodillas, era a su dulce y rubio prometido, era a él a quien quería
suplicando porque le hiciera el amor, lo quería mojado por sus caricias y que
gritara su nombre cada vez que se corriera mientras lo embestía frenéticamente.
Su polla se contrajo por las vívidas fantasías y gimió por el dolor.
—Basta.
—Vamos, Sasuke, tócame. Tócame y fóllame a la vez, sé que te gusta…
Sí, le gustaba, pero solo podía pensar en cómo sería hacérselo a Naruto. Él
también tenía un miembro viril, así que sabía por experiencia cómo le gustaría
que lo tocaran, y encima él estaría penetrándole despacio, disfrutando de su
estrecha y húmeda entrada mientras él gemía fuerte, diciéndole lo mucho que le
gustaba cuando le follaba así.
—¡Basta! —maldijo, atormentado. Sentía más calor que antes, tenía la
sensación de que si seguía así acabaría consumiéndose por el fuego que tenía
dentro.
—¿Quieres que te la chupe? —siguió Karin entre agudas súplicas, también
poseída por la lujuria—. Dejaré que la metas en mi boca tantas veces como
quieras pero, por favor, necesito tenerte dentro de mí.
Fue demasiado para Sasuke. No por Karin, sino por fantasear con tener la
cabeza de Naruto entre sus piernas, mirándole sonrojado a la vez que le lamía
tímidamente con la punta de la lengua. Sintió el fuerte impulso de dejar ahí
tirada a la pelirroja y colarse en la habitación del rubio, meterse en su cama,
arrancarle la ropa y mostrarle los placeres de la carne, hacerle sentir la
misma lujuria que él sentía en esos momentos por su creador.
Entonces supo que algo andaba muy mal.
No podía hacer algo así, le dio su palabra de que esperaría, que no lo
tocaría hasta que estuviera preparado. No haría lo mismo que Gaara. Peor aún,
sabía que una vez lo tuviera desnudo frente a él, no podría parar, por mucho
que él tratara de impedirlo.
El tener la seguridad absoluta de que, en su estado, era capaz de violarlo,
lo horrorizó y aterró.
—¡BASTA! —rugió con todas sus fuerzas, quedándose tembloroso sobre Karin,
negándose a moverse por miedo a hacer sus fantasías realidad de un modo
horrible.
—¡Sasuke!
Reconoció de inmediato esa suave voz teñida por la preocupación.
Naruto. Su Naruto estaba allí, a su alcance. Tensó más los músculos y cerró
los ojos, sabiendo que si veía a su hermoso prometido, acabaría lanzándose sobre
él.
Por otro lado, el rubio había estado dando vueltas en la cama, pensando en
todas las conversaciones que habían tenido acerca del tema del sexo, dándose
cuenta de que él no había manifestado en ningún momento que se sintiera atraído
por él… lo cual le hizo sentirse muy culpable. Sasuke había sido muy
comprensivo con él, pero Naruto ni siquiera se había molestado en preguntarle
cómo se sentía ante la idea de tener que acostarse con él tarde o temprano.
Entonces, mientras seguía reflexionando, había escuchado gritar a Sasuke y
fue de inmediato a ver qué ocurría… encontrándolo medio desnudo sobre Karin. Al
principio, le costó asimilar lo que estaba viendo pero, casi al instante, su
nariz fue atacada por un poderoso olor dulzón que le costó poco identificar, ya
que en el Bosque Sagrado había una colmena de abejas que producía esa misma
miel.
Todo encajó en su cabeza en un segundo.
Puta zorra…
—¡Sasuke! ¿Qué te pasa? —preguntó Itachi, que también había escuchado el
grito y había ido corriendo a ver qué le ocurría a su hermano, seguido de Sai.
Sin pensárselo dos veces, Naruto aguantó la respiración y empujó a los
otros dos hombres fuera de la habitación.
—¡No aspiréis el olor! ¡Tapaos la nariz!
—¿Qué…?
—Obedece —ordenó Itachi, que a esas alturas no dudaba de su cuñado.
Los tres se subieron el cuello de las camisetas de dormir hasta la nariz.
—¿Qué ocurre?
—Lo que estáis oliendo es Miel de Aurora —les explicó Naruto—. Aquí lo usan
tradicionalmente las mujeres en su noche de bodas para perfumarse, bastan unas
pocas gotas para que la fragancia sea muy agradable… pero en grandes dosis es
un afrodisíaco muy potente.
—Oh, joder… —maldijo Sai.
Naruto miró a Sasuke con el corazón en un puño.
—Debe de estar sufriendo mucho.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Itachi.
El rubio pensó rápido.
—No podemos dejar que esto se extienda al resto del palacio, a la gente le
gustan los escándalos y no se creerán lo de la miel —dicho esto, miró a Sai—.
Ve a buscar a Lee y explícale lo que pasa, con discreción. —El hombre asintió
con seriedad y fue rápido en busca del joven capitán. Por otro lado, Naruto le
hizo un gesto a Itachi para que lo acompañara—. Nosotros ayudaremos a Sasuke,
hay que apartarlo de ella o la cosa podría ponerse peor. Respira por la boca
siempre que puedas, procura inhalar por la nariz lo menos posible o acabarás
igual.
—Entendido.
Ambos entraron de nuevo en la estancia y Naruto juntó la puerta por si
pasaba alguien. Se acercaron a Sasuke, que estaba temblando, con el cuerpo muy
tenso y los ojos fuertemente cerrados. Karin parecía estar mucho peor,
gimoteaba y seguía intentando liberarse de su captor, sin éxito.
—Sasuke —lo llamó, preocupado—, ¿cómo estás?
Este apretó la mandíbula.
—Como si me hubieran metido en una hoguera…
—Está bien, tranquilo. Itachi va a apartarte y te encerraremos en una
habitación, ¿vale? Yo me quedaré contigo…
—¡No! —exclamó Sasuke, todavía sin atreverse a mirarlo—. No, Naruto. Si
entras conmigo… en una habitación a solas… —gimió de un modo que le hizo
sonrojarse—, no podré contenerme.
Naruto tragó saliva a la vez que se estremecía. Por alguna razón, eso no le
sonaba mal del todo… pero sacudió ese pensamiento de su mente. Ahora tenía que
ayudar a Sasuke.
Justo en ese momento, Sai llegó con Lee, que llevaba pañuelos para que
todos se los ataran alrededor de la cara, incluidos para Sasuke y Karin. Él e
Itachi se los pusieron y luego Naruto explicó el plan:
—Itachi, tú y Lee cogeréis a Sasuke mientras Sai y yo mantenemos a Karin
aquí. Lee, quiero que lo lleves a una de las habitaciones de invitados que haya
libre y lo encierres, haremos lo mismo con Karin en cuanto vuelvas.
—Bien —asintió Lee.
Todos se pusieron en posición; Naruto y Sai a ambos lados de la cama para
agarrar a la mujer, mientras que Itachi y Lee se colocaron tras Sasuke.
—Sasuke, ¿estás preparado? —le preguntó Naruto.
Este gruñó:
—Hacedlo de una maldita vez.
El rubio hizo un gesto afirmativo.
—Intenta no luchar contra ellos —y tras esas palabras, dio la señal.
Itachi y Lee apartaron a Sasuke, el cual solo siguió tenso para evitar
moverse, seguía teniendo miedo de lanzarse sobre Naruto si se sentía más libre
o si abría los ojos y veía a su hermoso creador. Al mismo tiempo, Karin, al
verse libre y poseída por la lujuria, giró en la cama y saltó hacia el hombre
por el que ardía en llamas de deseo, pero Sai y el rubio la detuvieron sin
miramientos y la tiraron de nuevo a la cama, donde la inmovilizaron mientras
esta chillaba que la soltaran y que solo necesitaba que la dejaran con Sasuke.
Sin pensárselo dos veces, Naruto le dio una bofetada tan fuerte que la dejó
aturdida, dejando con la boca abierta a Sai.
—¡Joder!
—Si sigue armando escándalo, despertará a alguien y tu primo estará jodido
—explicó el creador con frialdad—. Sujétala, voy a atarle el pañuelo a la boca
y a vestirla para sacarla de aquí.
Mientras tanto, Itachi y Lee ya se habían llevado a Sasuke fuera de allí.
Naruto siguió con su tarea a la vez que Sai observaba a la desnuda mujer, que
se estaba recuperando del golpe y volvía a gimotear enfadada porque Sasuke no
estuviera con ella.
—¿Crees que ha sido cosa suya? —le preguntó al creador.
Naruto lo pensó un instante con el ceño fruncido mientras le subía el
vestido por las piernas, que azotó sin miramientos para que se estuviera quieta
y no le diera patadas. A Sai le asustó un poco que ese joven no tuviera
problema alguno en golpear a una princesa, pero claro, a él también le dio un
buen rodillazo en las pelotas sin despeinarse.
—¿Sabes por qué mi reino no crea perfumes con esa miel para exportarlos?
Sai se quedó un tanto confundido por la pregunta.
—Ah… No.
—Esa miel la crean las abejas que polinizan una flor llamada Orquídea de la
Aurora. Solo florece en primavera y sus pétalos únicamente se abren con las
primeras luces del día, antes de que salga el sol, por eso la llamamos Orquídea
de la Aurora. Son plantas muy delicadas que crecen en zonas muy boscosas cerca
del agua, los lugares más húmedos y frescos de la isla, así que hay muy pocas y
somos incapaces de producir la suficiente como para comercializarla. Por eso
solo se regala un frasquito a las mujeres de nuestro reino que van a casarse
para que lo usen una única vez en su vida… y eso quiere decir que muy pocos
extranjeros conocen su existencia.
Sai entendió entonces lo que quería decir.
—Eso significa… ¿que el que ha hecho esto es alguien de aquí que solo
estaba utilizando a Karin?
Naruto entrecerró los ojos.
—Es una posibilidad más grande de la que imaginas, todo el mundo conoce los
ideales del Reino del Hielo y a muchos nobles no les gustará la idea de que sus
mujeres puedan tomar sus propias decisiones entre otras cosas… Pero también es
posible que Karin o su padre consultaran a alguien de aquí y preguntaran por un
afrodisíaco fuerte. Es de esperar que ella esté en este estado, si no le
advirtieron de sus efectos.
—Habrá que interrogarla —comentó Sai.
Naruto terminó de ponerle el vestido a la mujer y asintió.
—Lo dejaré en vuestras manos. Los Uchiha sois más imponentes que mi abuela
y, después de todo, Sasuke ha sido una víctima. Hablad también con Orochimaru
por si está metido en esto, tenía mucho que ganar si su plan tenía éxito y
encontraban al día siguiente a tu primo y a su hija haciéndolo.
El varón abrió los ojos como platos.
—¿Tanto tiempo?
—Por cómo apesta la habitación, diría que sí.
—¿Y Sasuke estará… ejem… toda la noche?
Por suerte, Naruto negó con la cabeza.
—Ahora que le hemos alejado de este olor, se pondrá bien en un rato.
—¿También ella?
El creador iba a responder, pero al reparar en su tono de voz, miró al
Uchiha con cara de pocos amigos.
—¿Qué? —le preguntó este.
—Espero que no estés pensando en acostarte con ella.
—¡¿Qué?! ¡No! —exclamó el hombre con los ojos como platos—. Esta zorra
intentó que Sasuke la embarazara para quedarse con él, ¡ni loco me metería en
la cama con ella!
—Mejor —comentó Naruto—, porque está en los días más fértiles del mes.
Sai se lo quedó mirando con la boca abierta.
—¿Cómo sabes eso?
—Soy un creador, entiendo de estas cosas.
Antes de que este pudiera preguntarle algo más, Lee regresó listo para
llevarse a Karin. Naruto le pidió al Uchiha que lo ayudara mientras él se
quedaba en la habitación, inspeccionándola con cuidado de no aspirar el aroma
de la miel. Sabía que la pelirroja no se había frotado la miel en su cuerpo, el
olor estaba impregnado en toda la habitación y no solo en ella, además, habría
detectado rastros de la sustancia en su piel. Echó un vistazo rápido, buscando
algo fuera de lo común… Le costó un poco, puesto que estaban casi derretidas,
pero al final se dio cuenta del color oscuro que tenían las velas que
iluminaban la estancia y se acercó para verlas detenidamente. Hizo una mueca
cuando, en el cuenco del candelabro, vio la miel. Alguien había hecho velas con
ella que, al encenderlas, habían esparcido el olor y, a medida que se
derretían, más fuerte era. Karin y él se habían retirado más pronto para dejar
que los hombres bebieran a sus anchas, puede que ella hubiera estado más tiempo
en ese dormitorio esperando a que Sasuke volviera y, por eso, estuviera mucho
más afectada que él.
Si ella había tenido algo que ver o no, no estaba seguro. Es decir, estaba
claro que había ido a buscar a Sasuke para quedarse embarazada de él, como
creador, nada más tocar a una mujer sabía si estaba en su etapa más fértil o si
estaba embarazada, por eso no le había costado nada averiguarlo. Habría bastado
con que su prometido cediera a sus encantos para que su compromiso se cancelara
y él acabara atrapado con ella… y que el propio Naruto se viera obligado a
reconsiderar la proposición de Orochimaru, era muy consciente de lo mucho que
lo deseaba y eso lo molestaba, sabía que en su reino los nobles tenían harenes
de mujeres aparte de sus esposas que eran poco más que esclavas sexuales
destinadas a satisfacer sus necesidades y a cuidar de la casa, ni siquiera
estaba seguro de que tuvieran permiso para salir de la misma.
Fuera como fuera, sus intenciones habían sido claramente conspiratorias y
tendrían que responder ante los Uchiha, hubiesen tenido algo que ver con la
miel o no. Pero si no era así, significaría que tenía un enemigo más en su
propia casa y, por desgracia, los sospechosos eran muchos; como ya le había
dicho a Sai, había nobles que todavía tenían una mentalidad conservadora y, los
que eran más jóvenes, también eran ambiciosos y querían procurarse una buena
relación comercial y económica con los demás reinos, por lo que adoptar las
mismas costumbres siempre era más cómodo para sus clientes, les hacía sentir
más a gusto. Y eso sin contar a todos los que habían pedido su mano, o hasta el
propio Consejo, Danzo y Mizuki eran capaces de hacer algo así.
Pero, antes, debían interrogar a Karin y Orochimaru, por separado para
evitar que se pusieran de acuerdo, aunque tal vez ya tenían preparada una
versión por si alguien los pillaba o Sasuke se negaba a acostarse con ella.
Todo se vería mañana, y sería muy discreto, no necesitaba que el Consejo, los
nobles o sus invitados metieran las narices donde no les llamaban.
Una vez trazado un plan, abrió todas las ventanas del dormitorio para que
se aireara y al día siguiente no quedara rastro de la esencia de la miel, y
luego salió y cerró con llave para que las doncellas no entraran al día
siguiente para limpiar, al menos, no hasta que él estuviera seguro de que no
corrían peligro.
Justo cuando salía, Lee se reunió con él y le informó de que tanto Sasuke
como Karin estaban seguros dentro de sus habitaciones. Le preguntó por el
estado de ambos, y este le respondió que Sasuke parecía estar más cuerdo, había
pedido que lo dejaran solo, mientras que a la pelirroja habían tenido que
atarla a la cama para que no arañara ni golpeara la puerta y que no le habían
quitado la mordaza que le había puesto antes Naruto. Satisfecho con cómo habían
manejado el asunto, le pidió al joven soldado las llaves de ambas habitaciones
y le pidió que no dijera nada a nadie de lo que había ocurrido hasta que
estuviera todo aclarado, sabiendo que Lee sería como una tumba.
Después de eso, se fue a la habitación donde estaba Sasuke encerrado,
encontrando a Itachi junto a su puerta. Parecía que había ignorado por completo
la petición de su hermano de dejarlo solo.
—¿Cómo está? —le preguntó.
El hombre se encogió de hombros.
—Ha dejado de hablarme cuando le he dicho que no me movería de aquí.
Naruto asintió y se apoyó en la pared junto a él. Itachi y él no hablaban
mucho entre ellos, pero era de los pocos varones con los que se sentía cómodo,
tenía un aura tranquila a su alrededor que le recordaba un poco a la de su
padre.
El príncipe heredero le dedicó una sonrisa.
—¿También vas a esperar?
El rubio se sonrojó un poco, aunque intentó que no se le notara.
—Solo quiero asegurarme de que está bien, tal vez necesite después una
infusión para terminar de calmarse o una bebida para bajar su temperatura
corporal.
La sonrisa de Itachi se ensanchó.
—Por supuesto.
No queriendo que este indagara más en la relación cada vez más íntima que
tenían Sasuke y él, le comentó con seriedad:
—Dos de vosotros deberían de interrogar a Karin y Orochimaru acerca de
esto. Yo hablaré con mi abuela, pero no lo haremos público hasta que sepamos
algo seguro; por mucho que me gustaría desterrar a esas dos víboras de mi
reino, no podemos hacerlo sin estar seguros de que han intentado manipular a
Sasuke a sabiendas.
El Uchiha asintió. Su rostro ahora mostraba la severidad que caracterizaba
a su familia.
—Me ocuparé personalmente de ello. Te informaré en cuanto tenga algo para
que tú y la reina podáis actuar como mejor os convenga.
—Gracias.
Itachi negó con la cabeza.
—No, Naruto, gracias a ti. Si no te hubieras dado cuenta de lo que ocurría,
Sai y yo podríamos haber acabado muy mal… y podríamos haber encontrado mañana a
mi hermano envuelto en un escándalo —dicho esto, le sonrió—. Y no me gustaría
que mi padre se viera obligado a cancelar su compromiso contigo. Me gustas
mucho como cuñado… y a Sasuke como esposo.
Naruto enrojeció hasta las orejas, sin esperar en absoluto ese comentario.
—Ah… Gracias. Tú también me caes bien.
—¿Y qué opinas de mi hermano? —preguntó descaradamente el hombre, sonriendo
ampliamente y provocando que le más joven bajara la vista, avergonzado.
—¿Qué? ¿Sobre Sasuke? Ah… —Se volvió loco tratando de encontrar las
palabras adecuadas para describirlo sin que sonara como algo que no era. Sasuke
y él estaban prometidos, pero eso no quería decir que fueran dos tórtolos
enamorados, a pesar de que tuvieran que fingir un numerito parecido ante los
extranjeros—. Es un buen hombre. Mejor de lo que esperaba. Me ha ayudado mucho
desde que está aquí.
Itachi esbozó una melancólica sonrisa.
—Siempre ha sido una buena persona… es solo que perder a nuestra madre fue
un golpe muy duro para él —explicó, llamando la atención de Naruto al mencionar
a su madre—. No le fue fácil superarlo, y digamos que mi padre no estaba
tampoco en condiciones de ayudarlo, se volvió muy frío tras su muerte y se
centró por completo en prepararnos como príncipes. Supongo que esa fue su forma
de sobreponerse al dolor, a pesar de que pareció olvidar que, aparte de sus
herederos, también éramos sus hijos. Sasuke, al ser el pequeño, fue dejado un
poco de lado. Eso le dolió e imagino que por esa razón se rebeló tanto y se
marchó al mar —dicho esto, miró al creador con una tierna sonrisa—. Pero creo
que, sin saberlo, le has ayudado a cerrar esa herida. Creo que por eso ahora se
parece más al Sasuke que era de niño.
Naruto lo miró con tristeza y le tocó un brazo.
—Siento lo de vuestra madre.
Itachi tomó su mano entre las suyas y se la estrechó. Su toque no se sintió
en absoluto incómodo, como el de Orochimaru, era cálido y fraternal.
—Yo lamento lo de tus padres. Tuvo que ser muy duro para ti y además no
tenías hermanos que te ayudaran a superarlo.
El hombre se dio cuenta de que, al escuchar la palabra hermanos,
un destello de profundo dolor apareció en los ojos del rubio. Quiso preguntar
cuando este apartó la vista pero, entonces, se escuchó la amortiguada voz de
Sasuke a través de la puerta de la habitación en la que estaba.
—¿Itachi?
Naruto prácticamente saltó hacia esta.
—¡Sasuke! ¿Cómo estás?
—¿Naruto? ¿Qué haces aquí? —su tono de voz era de reproche.
El creador hinchó los mofletes, molesto.
—Oh, no sé, he visto a Itachi y he pensado que podríamos abandonar nuestros
títulos reales y convertirnos en bardos de teatro ambulante. ¿Por qué demonios
crees que estoy aquí, pedazo de idiota? —le recriminó, haciendo reír a Itachi.
Incluso desde fuera, pudo escuchar a Sasuke gruñir.
—Está bien, no hace falta que me insultes. —Hizo una larga pausa—. ¿Me
abres?
—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Naruto, ahora con más suavidad y cierto
deje de preocupación.
—Sí.
El rubio tardó poco en sacar la llave y abrirle. Sasuke seguía llevando
solo los pantalones de esa noche y las botas, por lo que tenía el esculpido y
musculoso pecho al descubierto, y su cabello estaba algo húmedo, se notaba que
se había lavado un poco con el agua que había disponible en el baño.
Nada más verlo, Naruto fue a abrazarlo, dejando un tanto sorprendidos a
ambos Uchiha. El creador era un experto en botánica gracias a los conocimientos
que le habían legado sus antepasados y sabía lo suficiente de esa miel como
para ser consciente de lo mucho que había sufrido Sasuke al haberse resistido a
sus efectos afrodisíacos, de hecho, estaba impresionado porque hubiera podido
aguantar, no había leído acerca de nadie que lo hubiera logrado sin
autolesionarse.
Por otro lado, Sasuke aún estaba asombrado por la reacción del rubio.
Durante el rato que había estado allí encerrado, aparte de masturbarse
furiosamente mientras fantaseaba con Naruto hasta que había dejado de sentir la
piel en llamas, había estado preocupado por su reacción al verlo en esa postura
y medio desnudo con una Karin cachonda que no llevaba nada de ropa encima.
Sabía que algo de lo que ella le había dicho le había afectado y lo último que
necesitaba era que tuviera que verles… así. Por esa razón, no esperaba que este
lo abrazara, lo que le hizo darse cuenta de que había estado muy preocupado por
él.
Enternecido por ello, lo estrechó entre sus brazos y lo besó en el pelo.
—Tranquilo, ya estoy bien, de verdad. —Bueno, en realidad, seguía deseando
tener a su prometido en su cama y gimiendo para él, pero al menos ahora estaba
seguro de que podía controlarse.
Mientras tanto, Itachi los contemplaba sin dejar de sonreír, intrigado por
el rumbo que estaban tomando los acontecimientos. Jamás había visto a su
hermano pequeño siendo tan cariñoso con alguien, menos todavía con un esposo al
que no había querido al principio… pero se alegraba mucho por él.
Pese a que no quería interrumpir aquella tierna escena, tampoco quería que
pasaran el resto de la noche allí plantados, menos si Orochimaru u otro enemigo
andaba cerca.
—Creo que deberíamos ir a dormir… y no me parece prudente que vuelvas a tu
habitación, Sasuke.
Este y Naruto se separaron un poco para mirar a Itachi, pero el primero
continuó sosteniendo la cintura del rubio con los brazos y el segundo seguía
apoyando sus manos en el pecho del varón.
—Es verdad, no creo que el olor se disuelva hasta que mañana.
Sasuke los miró sin entender.
—¿Vosotros sabéis lo que ha pasado?
El creador procedió a explicarle lo que había ocurrido y sus sospechas
acerca de Karin, Orochimaru, y tal vez un tercero que podría haber colaborado
con ellos o haberlos utilizado para romper su unión. Eso cabreó mucho a Sasuke,
quien quiso ir de inmediato a interrogarlos, pero su prometido logró
convencerlo para que llevaran aquel asunto con discreción, por miedo a que el
escándalo se extendiera y se vieran obligados de todos modos a cancelar su
matrimonio. También estaba Karin, quien tardaría más tiempo en recuperarse de
los efectos de la miel.
—De hecho, creo que esta noche deberíais dormir juntos —propuso Itachi con
calma, aunque en el fondo sonreía alegremente por su gran idea.
Ambos jóvenes se sonrojaron e inmediatamente, Naruto se separó, lo cual
hizo que Sasuke frunciera el ceño. No le gustaba que el rubio se alejara de él
de esa manera, como si quisiera… negar que no había nada entre ellos.
Comprendía que aún estuviera un poco incómodo ante su nueva relación, después
de todo, era nuevo para él, pero nunca antes le había molestado que lo tocara
así desde que empezaron a ser amigos. Además, iban a casarse, ¿qué más daba que
alguien los viera en plan cariñosos?, sobre todo si se trataba de su hermano.
—Eh… Ah… No creo que sea necesario —tartamudeó Naruto.
Itachi se cruzó de brazos.
—Puede que no, pero sería bueno después de esta noche. Si Orochimaru está
metido en esto, podría divulgar el rumor de que Sasuke durmió anoche con Karin
a primera hora de la mañana y, aunque no sea cierto, ya sabéis que a los nobles
les encanta cuchichear y sería difícil calmar los rumores, sobre todo si Karin
está dispuesta a colaborar. Es mejor que paséis la noche juntos y os levantéis
tarde para que tenga que ir alguien a buscaros y que pueda corroborar que
estabais en la misma habitación, así habrá una prueba en contra de cualquier
cosa que suelte Orochimaru o su hija.
El creador se quedó pensativo un momento, reconociendo que era una buena
idea. Buscó con la mirada a Sasuke.
—¿Te importa?
Él le dedicó una media sonrisa.
—Sabes que no.
El rubio se sonrojó y aceptó el plan de Itachi, quien se ofreció a dejarle
a Sasuke prendas para dormir, ya que no podían volver a su habitación para
buscar su ropa. Naruto se adelantó para esperarlo en la cama mientras que los
hermanos se reunían en el dormitorio del más mayor, que le dio a Sasuke unos
pantalones cortos de seda para que durmiera.
Este lo miró con el ceño fruncido.
—¿Y la camiseta?
Itachi le dedicó una divertida sonrisa.
—Creo que tu prometido sabrá apreciar el espectáculo que ofrecen tus
músculos.
—¡Itachi! —lo reprendió Sasuke.
—Sasuke, no estoy ciego. Veo que te gusta, aunque no quieras reconocerlo.
El más joven se cruzó de brazos, a pesar de que sus mejillas estaban
ligeramente sonrojadas.
—No me gusta, nos llevamos bien y… somos buenos amigos.
Itachi se encogió de hombros.
—Si tú lo dices… Pero, hazle un favor a Naruto, no juegues con él.
Esas palabras dejaron a Sasuke un tanto desconcertado… y ofendido.
—¿Qué quieres decir?
—Es joven e inexperto, Sasuke, ya se siente bastante inseguro sobre su
relación contigo como para que, de repente, aparezca una exuberante pelirroja
con la que tuviste sexo en el pasado. Si estás intentando algo físico con él,
procura dejar las cosas claras.
Sasuke frunció el ceño.
—Él sabe que le aprecio.
—Pero no está seguro de si te sientes atraído por él. Después de todo, él
no es una mujer, ¿no lo has pensado nunca?
No le gustaba el rumbo de aquella conversación, sobre todo porque, una vez,
Naruto mencionó algo parecido cuando ocurrió lo de Sakura. En aquel entonces,
le había dicho que si prefería casarse con una mujer, lo entendería… ¿Por eso
estaba tan raro? ¿Creía que… no era atractivo para él? ¿Por qué? Habían
compartido un par de besos apasionados y él no era la clase de persona que
abrazaría o acariciaría a otra porque sí… ¿Acaso había sido demasiado precavido
con su actitud? Había decidido ir despacio con él para darle su espacio, para
que se sintiera a gusto en un ambiente íntimo con él, pero tal vez se había
pasado de la raya y Naruto lo había interpretado como que no sentía ni una
pizca de atracción por él. ¿Había sido eso? Y ver a Karin… ¿habría sembrado
dudas en él sobre su físico?, ¿sobre su capacidad para atraerlo?
Menuda tontería. Como si Karin pudiera aspirar a llegarle a la suela de los
zapatos.
Asintiendo para sí mismo, se prometió hablar con él nada más llegar a su
habitación, así que le agradeció a su hermano la ropa y se despidió de él. Este
solo puso los brazos en jarra con una sonrisa.
—Bueno, por hoy, ya he hecho bastante de casamentera.
Sasuke tardó menos de un minuto en llegar a los aposentos de Naruto,
encontrando su puerta abierta. Al entrar, solo había una vela encendida y el
rubio ya estaba hecho un ovillo en la cama bajo una vaporosa sábana; en el
Reino del Fuego siempre hacía calor y, aunque aún no había llegado el verano,
las noches de primavera seguían siendo cálidas y agradables, por lo que era
raro cuando su gente empleaba mantas o sábanas de algodón.
Cerró con llave sin hacer ruido y se cambió los pantalones que había
llevado durante la cena por los que le había prestado su hermano. Luego avanzó
por la estancia hasta llegar a la cama y contemplar el rostro de su prometido;
había pensado en hablar con él acerca de lo que le había comentado Itachi… pero
le sabía mal despertarlo, sobre todo cuando parecía dormir tan tranquilo y a
gusto. Así que apagó la vela, dejando la estancia iluminada únicamente por la
luz de la luna que entraba a través de las ventanas, y se metió en la cama
junto a su prometido. No dudó ni un instante en pegarse a su espalda y
abrazarlo por la cintura.
Sin embargo, el cuerpo de Naruto se tensó un poco.
—No hace falta que lo hagas —susurró.
Sasuke se apoyó sobre un codo mientras que con el brazo con el que lo
abrazaba lo giraba para poder hablar cara a cara. El rubio estaba más despierto
de lo que había creído.
—Pensaba que estabas dormido —murmuró, sin apartar la mano de su cintura.
Este negó con la cabeza.
—Te esperaba —dicho esto, señaló su mano—. No es necesario que… me abraces
mientras dormimos.
—Lo sé, pero quiero hacerlo.
Naruto lo contempló con un extraño sentimiento en los ojos, algo parecido a
la… ¿tristeza?, ¿culpabilidad? No estaba seguro.
—¿Por qué? Si es porque vamos a casarnos o porque sientes que tienes que
hacerlo porque voy a ser tu esposo, prefiero que no lo hagas. Los dos sabemos
que esto no es más que un compromiso de conveniencia, así que es estúpido que
nos comportemos como si fuéramos una pareja de verdad.
Sasuke frunció el ceño. No le gustaba el tono amargo de su voz y mucho
menos lo que estaba insinuando acerca de que él se sentía obligado a
comportarse como si estuviera enamorado de él por pura obligación; si hubiera
sido así, habría sido un baboso prometido desde el principio y no desde hacía
una semana.
—¿No has pensado que tal vez te abrazo porque me gusta hacerlo?
Naruto pegó un saltito en la cama.
—¿Por qué?
Él se movió lentamente sobre el rubio, colocándose sobre su cuerpo de forma
que no pudiera huir de él. Por poco sonríe al ver el adorable sonrojo que
cubrió sus mejillas, le gustaba saber que podía despertar el deseo en su
desafiante prometido, de hecho, se sentía un tanto orgulloso por ser el único
hombre que había logrado mostrarle lo que era la pasión.
—A lo mejor es porque me siento atraído por ti, ¿no se te ha ocurrido?
En ese instante, vio dolor en los bonitos ojos de Naruto.
—Sasuke, sé serio. A ti te gustan las mujeres.
—Y tú también.
—No quiero que me digas lo que quiero oír para que nuestro matrimonio sea
mejor, quiero la verdad.
—La verdad es esta —gruñó Sasuke antes de apoderarse de los labios de Naruto.
Por una vez, no fue amable ni delicado, quería dejarle muy claro a ese
rubio cabezota que lo que sentía por él era sincero y no una mera fachada que
presentar ante el resto del mundo. Jugaría al papel de perfecto caballero y
educado príncipe delante de todos los nobles y reyes que fueran necesarios,
pero jamás le mentiría a Naruto, no solo porque fuera a casarse con él, sino
porque era su mejor amigo y sentía auténtico aprecio por él, le importaba de
verdad, mataría y moriría para que él estuviera a salvo, se enfrentaría a
cualquier cosa por él.
Así que hundió los dedos en su pelo para pegar su boca a la suya, devorando
esos suaves labios que no tardaron en corresponder sus besos, entrelazando su
lengua con la tímida de Naruto que, poco a poco, se fue animando y se atrevió a
jugar con la de él, danzando juntas en una húmeda promesa de pasión y lujuria.
No tardó mucho en escuchar los dulces gemidos del creador, que se aferró a sus
hombros y arqueó su cuerpo contra el suyo, como si quisiera sentirlo más cerca.
Sasuke no dudó en complacerlo y deslizar una de sus manos por su espalda,
animándolo a seguir moviéndose y a acariciarle.
—¿Te parece esto un beso de obligación, Naruto? —murmuró contra sus labios
sin dejar de besarlo—. ¿Crees que no estoy disfrutando de esto?
—Sasuke… yo…
Este no le dejó hablar, barrió todo el interior de su boca con su lengua
antes de separarse otra vez para seguir hablando mientras rozaba sus labios
hinchados.
—¿Sabes por qué no he follado con Karin? ¿Sabes por qué te he pedido que no
me tocaras antes? —Lo besó antes de que pudiera preguntar y luego le acarició
el labio inferior con el pulgar mientras lo miraba intensamente a los ojos para
que supiera que hablaba en serio—. Porque la única persona a la que quería
gimiendo bajo mi cuerpo era a ti. Por eso la mantenía lejos de mí, por eso no
te quería cerca… sabía que, una vez te tocara, ya no podría detenerme hasta
hacer realidad todas mis fantasías.
Naruto jadeó:
—¿Tú… fantaseas conmigo?
Sasuke sonrió.
—Claro que sí. ¿Qué crees que estaba haciendo mientras estaba encerrado en
esa habitación?
El rubio se sonrojó, intuyendo lo que quería decir y sin poder creerse que
de verdad Sasuke se sintiera atraído por él.
—Pero… Pero no soy una mujer y… nunca me habías dicho…
—Sé que no has tenido buenas experiencias con los hombres y no quería
asustarte —le explicó mientras acariciaba su rostro y lo besaba otra vez—.
Además, eres hermoso, Naruto. No tienes absolutamente nada que envidiarle a
Karin.
El creador lo miró apenado.
—Pero ella no tenía problemas en coquetear contigo ni en quedarse desnuda
en tu habitación —dicho esto, apartó la vista—, y yo ni siquiera puedo darte un
beso.
Sasuke le acarició la mejilla con la nariz y lo cogió del mentón con la
mano que le acariciaba la cara para que lo mirara.
—Yo no quiero que seas como ella, Naruto. No solo es una de esas princesas
mimadas que está obsesionada conmigo, sino que además es una zorra que trató de
engañarme para que me casara con ella. —Lo besó tiernamente en los labios—. Ya
lo dije una vez, tú eres todo lo que quería en un esposo, desafiante, fuerte,
valiente y bondadoso. Y esa timidez que tienes cuando estás conmigo de esta
forma me parece adorable.
Naruto reaccionó poniéndose rojo hasta las orejas, haciendo que Sasuke
soltara una risilla.
—¿Lo ves? Me encanta que te sonrojes, eres tan lindo.
Esta vez, el rubio resopló.
—Lo haces sonar como si fuera un niño.
Sasuke rio y se inclinó un poco más para besar a su adorable prometido.
—Créeme, no te he visto nunca como si fueras un niño —y dicho esto, volvió
a tomar el control de esa dulce boca que había estado a punto de replicarle y
que, sin embargo, cedió dócilmente a sus besos, pegándose a su cuerpo y
abrazándolo con fuerza.
El Uchiha gruñó, complacido por sus reacciones y por cómo sus manos
recorrían su espalda con una viva curiosidad que le encantaba. Itachi tenía
razón, Naruto parecía disfrutar de sus músculos, a juzgar por cómo acariciaba
sus anchos hombros y bajaba por sus omóplatos hasta su baja espalda. Mientras
tanto, él se atrevió a deslizar sus labios por su mentón y descender por su
cuello para lamerlo, provocando deliciosos escalofríos en su sexy rubio, que
suspiraba entre suaves gemidos de placer a la vez que echaba la cabeza hacia
atrás, entregándose a él.
Se acomodó un poco más sobre su cuerpo para ascender por su garganta y
mordisquearle el lóbulo de la oreja. Naruto respondió con un fuerte jadeo y
colocando instintivamente las manos sobre su pecho, sin embargo, no intentó
apartarlo, al contrario, sus manos tantearon sus poderosos pectorales y después
pasaron por sus abdominales, donde se entretuvo un buen rato. Sasuke no podía
estar más encantado con sus caricias.
—Eso es, Naruto —murmuró en su oído antes de lamerle bajo la oreja—. Tócame
donde quieras y como quieras. Soy todo tuyo —lo animó a que saciara su
curiosidad por su cuerpo. Le gustaba mucho que su prometido quisiera
experimentar con él.
Pero, entonces, él se detuvo y lo miró, con las mejillas todavía muy rojas.
Sasuke temió haberlo presionado demasiado y se separó un poco para darle
espacio, lo que no esperaba era que Naruto, en vez de poner más distancia entre
ellos, cogiera su camiseta y se la quitara de un tirón, quedándose medio
desnudo ante él.
Se quedó contemplando su hermoso pecho esculpido en músculos de ondulaciones
suaves, no extremadamente tonificados, pero angulosos e incitantes, dándole a
su torso una apariencia esbelta y fuerte al mismo tiempo, era… exótico, no
había visto nunca un cuerpo así. Sus pezones eran rosados y estaban erizados
por el deseo, tentándolo a chuparlos y haciendo que se preguntara cómo de
sensible sería su rubio en esa zona. Por otro lado, su vientre era plano, y de
piel tersa, estaba ansioso por acariciarlo, aunque le llamó la atención que, de
vez en cuando, concretamente cuando Naruto tomaba aire, se perfilaran unos
ligeros abdominales, advirtiéndole de su excelente forma física.
Tierno y letal a la vez. Era fascinante.
Completamente seducido, volvió a inclinarse sobre él para besarlo
apasionadamente mientras sus manos recorrían avariciosas las nuevas zonas de
piel. Era tan suave que lo único que quería hacer era pasar los dedos por su
cuerpo una y otra vez, y dejar un rastro de fuego sobre cada centímetro por
explorar.
—¿Cómo has podido pensar que no eres deseable para mí? —se preguntó cuando
abandonó sus labios para empezar a besar su clavícula con toda la intención de
seguir su camino más abajo.
Naruto jadeó, dejándose llevar las caricias de su prometido.
—¿Aunque no tenga pechos?
—No te hacen falta —respondió Sasuke mientras le pellizcaba un pezón,
haciendo que el creador se retorciera ante el extraño placer que sentía al ser
tocado así—. Mírate, eres hermoso, fuerte y sensual.
—¿Sensual? —preguntó, un tanto sorprendido y confundido pero, al mismo
tiempo, excitado, no podía dejar de sentir todo lo que el varón hacía con él y
eso le hacía arder.
Su húmeda lengua le rozó el pezón y él tembló.
—Tu cuerpo es intrigante, Naruto, tan suave, delicado… y fuerte a la vez.
Tienta a todo hombre a explorarlo a la conciencia… pero nadie más que yo tendrá
esa suerte —añadió, sonriendo con malicia y haciendo que el rubio se sonrojara
todavía más. Sasuke le acarició el rostro con cariño—. No tienes nada que
envidiarle a Karin, ni a ninguna otra mujer. No solo eres más hermoso que ellas
por fuera, sino también por dentro. Para mí eres perfecto, Naruto.
Sus palabras hicieron que el creador se sintiera mucho mejor y que
recuperara gran parte de su confianza. Agradecido, tiró de él para besarlo
profundamente, enlazando su lengua con la suya en una danza tortuosamente lenta
y húmeda, al mismo tiempo que sus manos volvían a explorar su increíble pecho.
Sasuke le correspondió con el mismo deseo, también acariciando cada centímetro
de su torso, pasando las manos por su espalda, jugando con sus sensibles pezones
y tanteando su vientre con los dedos. Luego, fue el turno de usar sus bocas: el
varón le mostró a Naruto cómo usar la lengua para dejarlo temblando de deseo,
trazando un fogoso camino de besos por todo su pecho, rematado por húmedas
pinceladas de lengua que le hicieron gemir hasta el punto de aferrarse a las
sábanas, Sasuke estaba encantado de descubrir que su prometido sentía de un
modo tan intenso sus caricias. Sin embargo, después fue su turno para jadear y
gruñir de placer, pues su ávido rubio aprendía rápido cómo le gustaba ser
tocado, y no tuvo problemas en torturarlo con sus manos, labios y lengua,
recorriendo cada músculo con curiosidad y lujuria, provocando que en más de una
ocasión lo cogiera del pelo para levantarle la cabeza y besarlo vorazmente.
Ambos se perdieron en una vorágine de lujuria que los dejó jadeantes y
satisfechos. Naruto seguía impresionado por las emociones tan intensas que le
provocaba Sasuke, mientras que este se sentía victorioso al haber podido ir un
poco más lejos con su sexy rubio. Cuando terminaron, se quedaron tumbados de
lado, todavía besándose, pero ahora con más calma y esa ternura que a Sasuke se
le hacía tan especial.
—¿Lo ves? —le preguntó con una sonrisa—. Me tienes a tus pies.
Naruto se sonrojó un poco, pero le devolvió la sonrisa.
—Gracias —dicho esto, lo besó otra vez.
Sasuke le correspondió sin pensarlo y luego frotó su nariz contra la suya
con cariño.
—Pero esto no quiere decir que vaya a cambiar nuestro plan. Te prometí que
iríamos a tu ritmo… y quiero que me prometas que no tratarás de ir más rápido
por mí o por cualquier otra tontería. Que yo te desee no implica que tengamos
que hacerlo pronto, puedo esperar. ¿De acuerdo?
—Vale —respondió Naruto—. Lo prometo —dicho esto, le sonrió travieso—. No
tendremos sexo hasta dentro de cincuenta años.
El varón puso los ojos en blanco y estrechó al creador contra su pecho,
acomodándolos a ambos en la cama.
—Ahora duerme. Ya falta poco para el anuncio y nos esperan días duros.
Tienes que descansar. —Hizo una pausa en la que le acarició el cabello—. Yo
estaré a tu lado, pase lo que pase.
Naruto levantó la cabeza para sonreírle.
—Gracias, Sasuke. —Le dio un beso suave en los labios y le sonrió—. Tú
también eres perfecto para mí.
Sasuke sintió su cara ardiendo mientras el rubio se acurrucaba de nuevo en
su pecho para dormir. Se le escapó una tierna sonrisa, el joven que tenía entre
sus brazos era el único capaz de hacer que se sonrojara y que sintiera esa
dulce calidez en su interior. Era un chico realmente especial.
Lo abrazó cariñosamente y apoyó el mentón sobre su cabeza.
—Ahora solo falta que admitas que soy tan guapo como dicen las leyendas
sobre mí —lo picó. Ya que había dicho que era perfecto, solo faltaba que dijera
que era tan guapo como todas las mujeres decían.
Y su orgulloso prometido le dijo, sonriendo:
—Jamás.
Sasuke soltó una risilla y cerró los ojos.
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