lunes, 14 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 9. Un peligroso aroma

—Vas a arrepentirte de esto, Naruto —le advirtió Sasuke con una sonrisa arrogante.
El rubio soltó una alegre carcajada.
—¿De qué? ¿De darle una paliza al Gran Sasuke Uchiha? Aún puedes retirarte y conservar tu dignidad.
El príncipe del Hielo movió la cabeza a un lado y a otro y desenvainó su espada.
Ya había pasado una semana desde que Gaara lo retó a un duelo. Sorprendentemente, siguió las órdenes de Naruto y admitió que la idea de desafiarlo fue solo suya y que el creador no tuvo nada que ver, así como presentó sus disculpas ante Tsunade y la casa real del Reino del Hielo, todo con una mirada cargada de dolor y culpa. Aunque lo que más impresionó a Sasuke fue que se mantuviera alejado de ellos, a pesar de que, durante las comidas, lo había pillado más de una vez contemplando a Naruto con nostalgia y tristeza. Una diminuta parte de él sintió lástima por el príncipe, pero su conciencia sabía que era lo mejor para Gaara y, sobre todo, lo mejor para su prometido.
La verdad era que seguía guardándole un poco de rencor por la forma en que le había tratado; cada vez que lo imaginaba colándose en su cama, le daban ganas de desafiarlo a otro duelo, pero en esta ocasión sería uno a muerte por haber intentado aprovecharse de él. Además, odiaba que fuera la causa del dolor de Naruto; él nunca lo reconocía, pero sabía que era duro para él ignorarlo cada vez que se veían, al fin y al cabo, habían sido buenos amigos durante mucho tiempo… y ahora, de repente, ya no podían serlo.
Así que él procuraba estar a su lado después de esos momentos para darle su apoyo y distraerlo, cosa que parecía animarle y que le agradecía con esas bonitas sonrisas sinceras que le dedicaba cada vez más a menudo.
Respecto a Sai, procuraba mantenerse lo más alejado posible de Naruto, especialmente si Sasuke o Itachi andaban cerca, pues no quería renunciar a la exuberante sexualidad de las mujeres del Reino del Fuego y regresar a su frío país para que su tío lo encerrara en una torre, condenándolo al celibato hasta que se casara.
Día tras día, el Reino del Fuego se iba llenando de nobles extranjeros y la capital estaba en plena ebullición: agricultores, ganaderos, mercaderes, herreros y gente de todo tipo mantenían abiertos sus lugares de trabajo durante más tiempo con la esperanza de hacer buenos negocios con los forasteros y ganar más dinero, así como los ciudadanos habían decorado las calles con banderas de colores y flores por todas partes, del mismo modo que por las noches la música inundaba la isla y sumía la oscuridad en un ambiente festivo y alegre.
Sin embargo, eso se contrastaba con la rutina de Sasuke y Naruto, quienes dentro de poco estarían desbordados y demasiado ocupados con los invitados como para poder dedicar tiempo a sus otras actividades, hasta el mismo creador era consciente de que tendría que renunciar a sus entrenamientos con Kurogane durante un tiempo.
Por eso mismo, habían aprovechado esa tarde para librar un combate amistoso en el Bosque Sagrado. Estaban a los pies de la montaña que se creía que era la morada del dios Kurama, un volcán que llevaba varios siglos inactivo, en una especie de claro bordeado por árboles y un montón de grandes rocas negras como el carbón, desde las cuales los observaban los hombres zorro con interés, mostrando una clara curiosidad por Sasuke.
Y no eran los únicos, el príncipe del Hielo también sentía curiosidad por saber qué tácticas de lucha le habrían enseñado a Naruto… aunque seguía pensando que su rubio era demasiado joven e inexperto como para poder vencerle, después de todo, no había visto mucho mundo ni tampoco había peleado en serio con nadie.
—Naruto, tengo más experiencia que tú y he peleado en muchas batallas.
—Sí, contra seres humanos. Yo entreno todos los días con ese armatoste de ahí —dijo, señalando sin miramientos a Kurogane, que se alzaba sobre sus cuatro patas en una roca y que rugió con fuerza cuando su alumno se refirió a él. A Sasuke le sonó como a una expresión de ánimo, de hecho, estaba convencido de que todos los zorros estaban del bando de Naruto.
Aun así, él estaba convencido de que ganaría. No dudaba de que los sirvientes de Kurama fueran letales, pero no parecía que pudieran utilizar ningún arma ni tampoco que entendieran las luchas de cuerpo a cuerpo de los humanos.
—Bueno, veamos lo que sabes hacer —dicho esto, agarró su espada con ambas manos y se colocó en posición—. ¿Y tu arma?
Naruto sonrió, travieso, solo un segundo, ya que su rostro se convirtió en la expresión de la pura calma mientras cerraba los ojos y juntaba las palmas de las manos. De repente, las separó de un rápido movimiento, creando una larga llamarada de la que salió una larga y delgada espada, cuya empuñadura tenía en un extremo la cabeza de zorro de oro con dos rubíes por ojos, y una inscripción en la hoja que decía en lengua antigua: “Los enemigos del Fuego arderán en las llamas de Kurama”.
—¡Joder! —exclamó Sasuke, sorprendido por la repentina aparición, mientras que Naruto reía abiertamente.
—¿A que eso no te lo esperabas?
El príncipe lo miró con suspicacia.
—¿Eso es una cosa de creadores?
—Mmm… En cierto modo sí… pero hay más.
Eso lo dejó intrigado.
—¿Qué más?
El rubio le sonrió con malicia y colocó un pie detrás del otro mientras alzaba su espada.
—Te lo diré… si me ganas.
Sasuke le devolvió la sonrisa.
—Pues prepárate para perder.
Entonces, empezó el combate. Ambos contendientes corrieron a por su contrincante, reuniéndose en el centro del claro. Sasuke fue el primero en golpear con la espada, sonriendo al ver que era más rápido… pero falló. De repente, Naruto había desaparecido de delante suya y estaba a su derecha, lanzándole una estocada. Como pudo, deslizó el pie derecho hacia atrás y trazó un arco con la espada, apartando el filo del arma que se cernía sobre él, pero el rubio, en vez de retroceder para preparar un nuevo ataque, acompañó la fuerza del impacto dando una vuelta rápida sobre sí mismo a la vez que se agachaba, esquivando la espada de Sasuke y adentrándose directamente en su guardia.
El Uchiha no vio venir ese movimiento y recibió una patada alta en el pecho que lo tiró de culo al suelo. Naruto se echó a reír con ganas al ver la estampa que le ofrecía su prometido, ahí sentado, con la espada que se le había caído a un lado y cara de no haber entendido lo que había pasado.
Al recuperarse, Sasuke frunció el ceño de un modo que le recordó a un niño enfurruñado. Vaya, su futuro marido era mal perdedor…
—Ahora verás… —murmuró, recuperando su espada.
Volvieron a pelear, pero esta vez, Sasuke dejó de subestimar al creador y se empleó a fondo: Naruto era condenadamente veloz y extremadamente ágil, lo que le daba una enorme ventaja para maniobrar diestramente a ras de suelo o incluso realizar complejos ataques aéreos, técnica que Sasuke no había visto nunca y que lo dejó algo parado; en adversarios así, tan delgados, solían tener como punto débil la fuerza física, por lo que trató de centrarse en dar estocadas poderosas con su espada, de filo más ancho que la del rubio, pero, de nuevo, este lo sorprendió aguantando los golpes prácticamente sin problemas, dedicándole esa irritante sonrisa traviesa, a pesar de que se lo merecía por haberlo subestimado.
Tuvo que pasar a ataques combinados entre su arma y el cuerpo a cuerpo, pero tendría que haber imaginado que para Naruto no serían una gran sorpresa puesto que él los había utilizado en varias ocasiones a lo largo de su denso combate. También le sorprendió su gran resistencia, él estaba utilizando todas sus habilidades al máximo para derrotarle, pero el creador parecía que ni había empezado a sudar.
Lo único que le quedaba por hacer era recurrir a su larga experiencia en combate para tenderle una trampa. Inspiró hondo y realizó un juego de pies muy complejo y típico de los guerreros del Reino del Hielo que iba acorde con rápidos y fuertes golpes de espada que apenas dejaban espacio para devolver el ataque. Tal y como sospechaba, Naruto se vio obligado a defenderse, y lo hacía con una gran maestría, pero no encontró un hueco para atacarle ni tampoco tenía tiempo para apartarse sin recibir una estocada. Sasuke no se detuvo hasta que vio en sus ojos azules que estaba completamente concentrado en su espada, memorizando el patrón de sus golpes, y cuando notó que empezaba a dominarlos, tiró su espada muy lejos, pillando por sorpresa a Naruto, y le dio una patada en la mano que le obligó a soltar su arma.
Sin perder tiempo, fue directo a por ella y la empuñó con una amplia sonrisa, procurando interponerse entre su propia espada y su prometido para evitar que la cogiera como había hecho con su arma.
—Ya eres mío.
O eso creía.
Naruto le sonrió con una ceja levantada.
—¿Estás seguro?
—Estás desarmado. No te resultará fácil llegar hasta mí sin una espada.
El rubio siguió sonriendo como si nada y contempló su arma, que estaba en las manos de Sasuke.
—Rasengan —dijo en alto.
El Uchiha frunció el ceño, pero antes de poder intentar adivinar lo que había dicho, las palmas de sus manos ardieron con rabia, haciendo que por instinto soltara la espada. Al mirárselas para saber lo que había ocurrido, comprobó que no tenía ninguna quemadura, pero estaban rojas a causa del calor. Sin entender lo que había provocado ese ardor, miró el arma de Naruto, que se desvaneció ante sus ojos en una humareda. Instantes después, escuchó un sonido, como el de una antorcha al encenderse y, al buscar su origen, vio que la espada volvía a aparecer entre las manos de su prometido con una llamarada.
Este le dedicó una divertida sonrisa.
—Ahora eres tú quien está desarmado.
Sasuke salió de su estupor y buscó su espada con la mirada. Sin pérdida de tiempo, corrió hacia ella para tratar de remontar el combate; no necesitó mirar hacia atrás para saber que Naruto estaría tras él, intentando evitar que la alcanzara. Ya estaba a un paso de cogerla cuando un empujó lo tiró al suelo, aterrizando torpemente en la tierra con su prometido encima. Usó su fuerza para echarlo a un lado, mientras que el rubio imitó su ejemplo para dominar la situación, por lo que acabaron rodando por el suelo, llenándose de polvo.
Al final, Naruto logró inmovilizar a Sasuke bajo su cuerpo, quien le lanzó una mirada de pocos amigos.
—¡No vale! Has usado trucos mágicos con tu espada.
El creador rio alegremente.
—Yo siempre lucho como si fuera una pelea a muerte, de lo contrario, ¿cómo voy a estar preparado cuando tenga que combatir en serio? —Sasuke soltó un resoplido, sabiendo que tenía razón pero negándose a dársela. A Naruto le hacía mucha gracia, era como ver a un niño al que le habían quitado su juguete favorito—. Además… es Rasengan quien viene a mí.
El Uchiha frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Naruto miró su espada, que había dejado en el suelo para poder perseguir a Sasuke con más facilidad.
—Rasengan no es una espada normal. Fue forjada en las entrañas del volcán con el fuego sagrado del dios Kurama. Tiene su propia voluntad, por lo que solo se dejará usar por aquel para la que fue creada, en este caso, yo. Los hombres zorro la hicieron para mí y ella lo sabe, por eso no pudiste usarla y por eso siempre aparece en mis manos cuando la invoco. Cualquier espada forjada con el fuego de Kurama acudirá a mi llamada si digo su nombre.
Sasuke contempló la espada un tanto fascinado. En su país también había leyendas sobre armas mágicas, de hecho, se decía que la espada de su padre y que había pertenecido a sus antepasados, estaba hecha con una roca helada que cayó del cielo en la cima de la Montaña Sagrada. Muchos creen todavía que fue un regalo de Taka para la casa real. Sin embargo, Sasuke nunca había visto que tuviera alguna cualidad especial… aunque, claro, jamás había visto a su padre usarla en combate, en los entrenamientos empleaba espadas normales, solía decir que su arma fue creada para derramar la sangre de sus enemigos y que era demasiado digna como para emplearla en simples prácticas.
—Vale, reconozco que es bastante genial —admitió, esbozando una media sonrisa.
Naruto soltó una risilla y luego contempló triunfal a su prometido. Estaba sentado sobre su regazo, con ambas rodillas sobre el suelo y presionando sus piernas para que no pudiera moverlas, mientras que sus manos se habían apoderado de sus muñecas para evitar que escapara.
Sí, reconocía que estaba muy orgulloso de haberle ganado a Sasuke. Era un buen luchador y un gran guerrero, tampoco es que le hubiera resultado pan comido vencerle, pero en comparación con Kurogane… Es que Kurogane tenía más de setecientos años, y era duro. Muy duro. Las pocas veces en que lograba vencerle, solo lo conseguía por echar mano de todos sus recursos y tras varias horas de combate sin descanso. Aun así, su maestro estaba orgulloso de él.
Mientras saboreaba su victoria, fue de repente consciente de la postura un tanto íntima en la que se habían quedado Sasuke y él. Pese a que su experiencia con el sexo era nula, había escuchado algunas cosas, como que las mujeres montaban a los hombres, había oído que eso les encantaba… y él probablemente estaba en una postura bastante similar.
Sasuke también pareció darse cuenta de ello, ya que la mirada de sus ojos negros cambió a una más intensa que le provocó un estremecimiento y que sus mejillas se tiñeran de rojo.
No habían vuelto a hablar de lo que ocurrió aquella noche en la que se dieron su primer beso, pero ambos sabían que había un cambio muy sutil en su relación: Naruto siempre se sonrojaba cuando lo veía por las mañanas, esperándolo para acompañarlo a comer, y cuando estaban solos, se profesaban más muestras de afecto que antes, como entrelazar sus dedos, darse tiernas caricias e incluso algún beso en la mejilla o la frente. No volvieron a besarse en los labios, al menos no de un modo tan apasionado como la primera vez, pero el rubio, con timidez, le daba un beso a su futuro marido antes irse a dormir, uno rápido y un tanto avergonzado, dado que siempre acababa corriendo de vuelta a su habitación, lo que hacía que Sasuke lo viera de un modo cada vez más tierno y un poco orgulloso porque estuviera intentando tener un contacto más íntimo con él.
Fuera como fuera, Naruto estaba agradecido de que no lo presionara. Que se hubiera atrevido a besarlo aquella vez no quería decir que estuviera preparado para morrearse con él en cada rincón del palacio, aunque a veces se sentía tentado… pero el nerviosismo y la timidez siempre ganaban la batalla y le hacían poner distancia en ese aspecto, a pesar de que seguía obligándose a sí mismo a superarlo mediante los besos de buenas noches que le daba cuando lo acompañaba a su dormitorio; creía que así, con el tiempo, se sentiría lo bastante cómodo como para volver a intentar algo más profundo.
En esta ocasión, Sasuke tampoco lo presionó para que se besaran, aunque Naruto sabía que era un buen momento y que una parte de él quería hacerlo. En vez de eso, su prometido levantó una mano (no se había dado cuenta de que se había liberado de su agarre) y le acarició una mejilla, rozando con el pulgar sus labios. El rubio cerró los ojos y se apoyó sobre su palma, entregándose a la caricia. Entonces, Sasuke liberó su otra mano y la colocó alrededor de su cintura y tiró suavemente de él hacia abajo, instándolo a tumbarse sobre su cuerpo. Naruto se dejó hacer y hasta se atrevió a inclinar su rostro sobre el del príncipe, frotando su nariz contra la suya con timidez y afecto, deseando algo más que aquellas caricias pero, al mismo tiempo, volviendo a estar poseído por los nervios y la vergüenza. Sin embargo, su prometido pareció comprenderle sin necesidad de mediar palabra y lo besó tiernamente en las mejillas mientras una de sus manos se deslizaba por su espalda y la otra continuaba trazando cada una de sus facciones, sumiéndolo en un estado más relajado y confiado.
Por fin, Naruto se atrevió a besar a Sasuke. Seguía siendo un beso tímido y corto, pero más húmedo que el que le dedicaba por las noches, sacando su lengua para lamerle suavemente el labio inferior. Su prometido respondió devolviéndoselo, pero él fue más atrevido y se apoderó por completo de su boca, haciendo que el creador se estremeciera de la cabeza a los pies, aunque no hizo amago de retirarse, de hecho, se pegó un poco más al Uchiha para sentir más de cerca sus labios y su lengua, de modo que este aprovechó la ocasión para mostrarle, una vez más, cómo besar, acariciar, lamer y mordisquear. Al final, la curiosidad y el deseo de Naruto vencieron su timidez y se dedicó únicamente a disfrutar de cómo Sasuke le enseñaba cada paso de seducción, cada movimiento destinado a tentar a un amante e invitarlo a estar un poco más en sus brazos, sin apenas darse cuenta de que él mismo estaba cayendo en esa trampa y que, es más, le gustaba dejarse arrastrar por ella.
No fue un beso tan apasionado como la primera vez, pero fue igualmente erótico e intenso, y ambos lo disfrutaron tanto como aquella dulce noche. Solo se separaron cuando escucharon un gruñido, momento en que Naruto recordó que todos los hombres zorro habían estado mirando el combate y que, de hecho, seguían tumbados sobre las rocas, mirándolos con aparente curiosidad.
Kurogane era el único que estaba de pie y con el morro arrugado. Era el que había gruñido y no parecía estar muy contento.
El pobre creador enrojeció al darse cuenta de que habían estado dando un espectáculo e hizo amago de apartarse de Sasuke, pero este se sentó de un salto y lo estrechó entre sus brazos.
—No dejes que te avergüencen —le susurró al oído—. Lo has hecho muy bien.
Entre el abrazo y esas palabras, Naruto se sintió mucho mejor y se apoyó en el pecho de su prometido.
—Gracias… Y gracias por ser paciente conmigo. Siento que a veces no es justo para ti.
Sasuke se separó lo justo para mirarlo a los ojos con una media sonrisa.
—Te dije que no te preocuparas por mí, no me voy a morir por esperar. Además, no olvides que te hice una promesa, y un Uchiha no incumple su palabra —dicho esto, lo besó en la frente con cariño.
Por una vez, Naruto dejó a un lado su timidez y tiró de su camisa para besarlo otra vez en los labios. En esta ocasión, fue más confiado e introdujo su lengua en su boca, buscando la de Sasuke para jugar con ella. Él se la entregó encantado con un gruñido y lo estrechó fuertemente contra su cuerpo, mientras que el rubio se acurrucó en pecho y apoyó ambas manos sobre su increíble torso, siendo muy consciente de sus duros músculos que, de repente, le causaron una gran curiosidad.
Sin embargo, antes de que pudiera explorar esa parte de su cuerpo, una húmeda lengua empapó de babas al creador y separó su rostro de Sasuke. De repente, Kurogane interpuso su enorme cabeza entre los dos y usó una de sus patas delanteras para cogerlo y llevarlo lejos del Uchiha, que se quedó mirando al zorro con el ceño fruncido mientras que Naruto reía, ya que este no dejaba de lamerlo en la cara.
—¡Kurogane! ¿Pero qué te pasa? ¿Desde cuándo eres tan cariñoso?
Por otro lado, Sasuke no dejaba de fulminar al sirviente de Kurama con la mirada. Sí, estaba convencido de que ese animal cascarrabias le tenía manía.
De todos modos, estaba atardeciendo y era hora de regresar a palacio con sus molestos invitados. Sabían que hoy llegaban unos cuantos más, de hecho, faltaba muy poco para que estuvieran todos allí y realizaran el anuncio oficial. Así que no tenía más remedio que aguantar las ganas de volver a besar a su sexy rubio y lidiar con ellos hasta que llegara la noche. Al pensar en eso, esbozó una pequeña sonrisa esperanzada, tal vez Naruto tuviera ganas de una ronda de besos de buenas noches más larga de lo habitual.
Animado por la idea, se levantó y recogió su espada del suelo para envainarla.
—¿Sabes una cosa? —le preguntó a Naruto cuando se le ocurrió una gran idea—. Podrías venir conmigo y con Kiba a cazar alguna vez, estoy seguro de que lo harías muy bien.
Al oír eso, Naruto dejó de reír y Kurogane lo dejó de nuevo en el suelo con suavidad.
—No puedo cazar, Sasuke —le dijo con una expresión de tristeza que le llamó la atención.
—Si no sabes, no pasa nada, puedo enseñarte.
—No es eso, es que no me está permitido.
Los ojos del Uchiha se entrecerraron al intuir el motivo.
—Si es por los consejeros, sabes que ni yo ni los Inuzuka diremos nada…
—No es eso. Es por una ley divina.
Ahí Sasuke se quedó un poco parado, confundido por el comentario.
—¿Una ley divina?
Kurogane se colocó a las espaldas del creador y apoyó el hocico en su vientre. Naruto se lo miró con aire pensativo mientras lo acariciaba con los dedos.
—Los dioses concedieron a los creadores, jóvenes de apariencia masculina, el don de crear vida. A cambio, nos está prohibido arrebatarla.
Eso dejó a Sasuke con la boca abierta.
—¿Quieres decir…?
—Que no puedo matar —afirmó el rubio, mirándolo a los ojos—. Al menos no sin quedar privado de mi don.
—¿Ni siquiera animales?
—Ni siquiera plantas, Sasuke —rectificó Naruto, sonriendo levemente—. Y si estás pensando en las que suelo recoger, te recuerdo que solo cojo las hojas, las raíces, las flores y los frutos, no necesito arrancarlas de donde están, para eso estudio tanto mi libro.
—¿Y qué ocurre si necesitas defenderte? —preguntó Sasuke, frunciendo el ceño y señalando a Rasengan—. ¿De qué te sirve saber pelear si después no puedes matar a tu adversario?
—Precisamente por eso tengo que ser más fuerte que cualquiera, para poder ganar sin necesidad de tener que renunciar a mi don —dicho esto, le dedicó una sádica sonrisa—. Además, Kurama no me permite matar, pero no dice nada de mutilar.
Sasuke sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Vale, eso daba un poco de mal rollo.
Para entonces, Naruto estaba recogiendo su espada, la cual desapareció de nuevo en una humareda. El creador se quedó mirando las formas abstractas del humo con aire pensativo.
—Pero ahora que lo dices, hay excepciones en las que un creador tiene permitido arrebatar una vida sin recibir la esterilidad como castigo, pero son unas circunstancias muy concretas y que no siempre se aplican a todos los creadores, todo depende del dios al que sirven. Por suerte, Kurama es un dios guerrero y aprueba que mate cuando se cumplen dos requisitos.
—¿Cuáles son? —inquirió Sasuke, curioso.
—El primero es que puedo matar durante una guerra, es decir, para proteger a mi pueblo de sus enemigos. Ahí no tendría que preocuparme por contenerme.
—¿Y la otra?
Naruto entrecerró los ojos.
—Puedo arrebatar una vida para salvar la de otra persona, siempre y cuando no sea la mía.
El Uchiha lo miró con aire sombrío.
—¿Como una especie de sacrificio?
—Es más bien una cuestión de equilibrio, creo —reflexionó el creador, acariciando esta vez el morro del hombre zorro de forma distraída—. Fui bendecido con el don de dar vida, así que a ojos de los dioses, no sería justo que arrebatara otra porque sí, eso sería… como si me corrompiese, anularía el regalo que me dieron. Pero si salvo la vida de otra persona, aun teniendo que acabar con la de alguien más, sería como si le estuviera dando vida también… Una vida a cambio de otra, sí, supongo que es también un sacrificio.
A Sasuke le parecía rematadamente complicado, pero cuando se trataba de dioses, ¿quién podía comprenderlos en su totalidad?, sobre todo siendo caprichosos como eran.
Después de eso, iniciaron la marcha de regreso a la entrada del Bosque Sagrado en compañía de Kurogane, que se interpuso en todo momento entre ellos, lo cual hizo que las sospechas de Sasuke acerca de que no era del agrado del zorro negro se confirmaran, mientras que el rubio, discretamente, se divertía con aquella situación. Aun así, el sirviente de Kurama no pudo evitar que ambos se marcharan juntos a caballo de vuelta al palacio, donde se bañaron y se vistieron de forma elegante para recibir a los nuevos invitados. Sasuke se puso una camisa blanca sobre la cual llevaba un chaleco azul marino con el dibujo de un halcón blanco sobre el corazón, a juego con los pantalones que finalizaban con unas botas altas, mientras que Naruto se libraba de llevar vestido por el momento utilizando largas y elegantes túnicas, bajo las cuales se ponía siempre un pantalón corto muy ajustado para que los consejeros no lo notaran. En esa ocasión, se puso una de cuello alto y sin mangas, dejando sus hombros y brazos al descubierto, y cuya falda ondeaba de un modo hipnótico a su paso, revelando de vez en cuando parte de su pierna izquierda; era de un brillante color rojo que hacía resaltar su cabello dorado, y que estaba bellamente decorada con un gran zorro de nueve colas hecho con hilo de oro que ocupaba todo el traje. También se había puesto unas bonitas sandalias que se trenzaban por encima del tobillo, dándole una apariencia un tanto delicada, y unos brazaletes dorados que tenían la cabeza de un zorro dibujado en ellos en los antebrazos. Sasuke nunca lo había visto tan hermoso como esa noche.
Ambos fueron a la entrada de palacio para reunirse con la reina, Itachi y Sai, quienes hacían de anfitriones para el anuncio oficial. Al llegar, ambos se colocaron el uno junto al otro entre Tsunade e Itachi.
—¿Quiénes son esta vez? —le preguntó Sasuke a su hermano.
—El rey del Reino de la Hierba y su hija.
Sasuke hizo una mueca, ya que los conocía a ambos. De hecho, trabajó para ese rey ayudándolo a expulsar un clan de salvajes parecido al de los Inuzuka… hecho del cual se arrepentía ahora que los conocía. Además, ese hombre insistió mucho en casarlo con su hija… con la cual, por cierto, se había acostado la noche antes de partir en su barco, así se aseguraba de huir a tiempo de un matrimonio no deseado. De todos modos, fue ella la que entró en su habitación y se desnudó ante él, ofreciéndose.
En ese momento, se fijó en que su prometido estaba tenso. Lo cogió de la mano para llamar su atención.
—Eh, ¿qué pasa?
Naruto abrió la boca para responder pero, en ese instante, sonaron las trompetas, anunciando la llegada de la casa real del Reino de la Hierba. Ser Gai y su hijo Lee encabezaban la marcha como guías de los extranjeros, seguidos por los mismos: el primero en aparecer fue el rey Orochimaru, un hombre alto y delgado, larguirucho, diría más de uno; con la piel extremadamente blanca, quién sabía si por defecto o por maquillaje; el largo cabello negro suelto sobre sus hombros y descendiendo por su espalda, resaltando sus ojos amarillos, que sí estaban decorados por pintura morada; vestía una hermosa túnica verde oscuro ribeteada de plata, entre la cual se podían ver unos pantalones holgados blancos, e iba calzado con una especie de mocasines típicos de su tierra, también blancos. A su lado, aunque un poco más atrasada, iba su hija Karin, una belleza alta y de piel clara, aunque no tan exageradamente pálida como la de su padre; llevaba el exuberante cabello rojo largo y suelto, enmarcando su hermoso rostro de labios llenos y ojos rojizos de mirada seductora; se había puesto un vestido morado sin mangas que se ajustaba mucho a sus grandes pechos, bajo los cuales llevaba una tela negra a modo de cinturón, y tras esta, la larga falda caía sobre su vientre y sus piernas, abriéndose por delante y mostrando sus rodillas y una parte de sus muslos, mientras que el resto del vestido creaba una especie de cola muy elegante y que arrastraba por el suelo.
Ambos se detuvieron frente a sus anfitriones, siendo Orochimaru el primero que expresó su agradecimiento a Tsunade por acogerlos. Sasuke se dio cuenta de que la reina, en apariencia amable, no parecía aguantar al rey. Cuando este fue hacia Naruto, entendió el por qué.
—Alteza —lo saludó, tomando su mano con delicadeza y besándole el dorso. Sasuke notó de inmediato el estremecimiento de Naruto, y supo que era de asco.
—Majestad —devolvió el saludo este, un tanto seco.
Sin embargo, Orochimaru, en vez de soltar su mano, la mantuvo dentro de sus dedos y, además, usó la otra para cubrirla y evitar que se deshiciera de ella. Ese gesto hizo que Sasuke frunciera el ceño con desagrado.
—Es un verdadero placer volver a verlo. Está realmente hermoso con esa túnica —comentó, recorriéndolo con una mirada claramente lasciva que cabreó al Uchiha.
—Gracias —respondió Naruto, moviendo ligeramente el brazo para ver si podía librarse de él. No hubo manera, es más, el rey le acarició la mano con su palma, contemplándola pensativo.
—Es curioso pensar que, de haber sido las cosas distintas, podría ser yo quien estuviera a tu lado recibiendo a los invitados.
Sasuke lo entendió entonces. Ese cerdo había sido uno de los pretendientes de Naruto antes de que se supiera que se casaría con él, por eso su prometido estaba tan incómodo y ese pervertido no dejaba de sobarlo.
Lo cierto era que, pese a haber colaborado con Orochimaru en su momento, nunca le había caído bien. Había algo en él que no le gustaba, tal vez fuera su mirada calculadora, que tenía un brillo vil y astuto como el de una serpiente. Además, sospechaba que fue él quien incitó a su hija no solo a acostarse con él, sino a asegurarse de que se quedara embarazada para forzar una unión. Por suerte él fue más listo y se libró de ese matrimonio. Pero ahora había otro motivo por el que lo odiaba más, no soportaba la forma en la que tocaba a Naruto, sabiendo de primera mano que este se sentía cada vez más estresado por su toque.
Pese a que deseaba darle un manotazo para que se apartara, sabía que era peligroso liarse a hostias con el rey de otro país, especialmente si era un invitado, a pesar de que era evidente que a los Namikaze les asqueaba su presencia. Si hacía cualquier cosa que se saliera un poco del protocolo, todos lo verían y las consecuencias podrían ser nefastas para su reino.
Así que, en vez de acudir a la violencia, como deseaba hacerlo, cogió la mano libre de Naruto y se la estrechó con fuerza, dándole su apoyo y animándolo a aguantar. Porque si él no lo hacía, estaba seguro de que acabaría empotrando a Orochimaru contra una pared.
Por suerte, notó que su rubio parecía relajarse un poco gracias a él. De hecho, levantó la barbilla, altivo, y miró al rey a los ojos.
—Sí, es curioso. Afortunadamente, no era el único candidato disponible.
Orochimaru parpadeó y soltó su mano de la impresión mientras que Sasuke sonreía, divertido y orgulloso. Ese era su Naruto, desafiante y directo. Una cosa era usar la violencia para mantener las distancias, pero otra muy distinta era usar la lengua para dar un buen corte, es más, era habitual entre la nobleza los insultos velados y, como era Orochimaru quien había abierto la puerta a esa conversación, nadie vería mal que el creador se hubiera defendido.
Chúpate esa, cerdo pervertido.
Prudentemente, este le dedicó una fingida sonrisa amable y fue a saludar a Sasuke, no sin que antes este viera cómo su prometido se limpiaba la mano con la túnica. Por poco estalla en carcajadas.
—Alteza —le saludó entonces el rey con una inclinación de cabeza, que este le devolvió por pura formalidad—. Veo que al fin ha decidido sentar la cabeza.
Se dio cuenta de que esa frase había despertado el interés de Naruto, pero ya hablaría con él después sobre eso, ahora tenía que concentrarse en Orochimaru.
—Así es.
—Es extraño, creí que no permitiría que su padre le dijera cuándo casarse, dada la efusiva negativa que me dio cuando le ofrecí a mi hija.
Sasuke apretó un segundo la mandíbula. ¿Era él o acababa de meterse en un concurso de meadas por Naruto? ¿Es porque Tsunade lo había escogido a él antes que a ese cerdo? ¿Y qué pretendía?, ¿una discusión con el creador porque le hubiera ofrecido a Karin?
Pues no lo iba a conseguir. Si quería jugar, le demostraría el lado más borde de los Uchiha.
—Mi padre es un hombre inteligente, y si me pidió que me casara con este hermoso joven antes que con su hija, por algo sería.
Vio por el rabillo del ojo que Naruto estaba intentando contener una sonrisa. Le dio un apretón en la mano que este le devolvió al instante, como si le felicitara por el comentario.
Orochimaru frunció la nariz y abrió la boca para decir algo pero, entonces, Karin se acercó a ellos con una sonrisa que pretendía ser dulce.
—Oh, vamos, caballeros, hagan el favor de comportarse, que hay damas delante —dicho esto, miró a Naruto de arriba debajo de un modo extraño, como si lo estuviera midiendo, antes de sonreír con satisfacción y hacerle una reverencia—. Es un honor conocerle, alteza, y permítame asegurarle que es muy afortunado por tener a Sasuke como marido, es… un gran hombre —comentó de un modo claramente seductor, mirándole con coquetería—. Solo espero que tenga lo que hay que tener para aguantarle… Puede ser realmente exigente.
Naruto captó la indirecta de inmediato. Comprendió con cierta molestia que había habido algo entre ella y Sasuke y, aunque nunca lo admitiría, para él fue un golpe duro que le hubiera dejado claro que no tenía sexualidad alguna que pudiera atraer a su prometido.
Era algo que nunca le había importado hasta que había conocido mejor a Sasuke. Él nunca había sentido interés por el sexo, pero sabía que su futuro esposo había sido muy activo en ese aspecto y, después de todo lo que había hecho por él, quería corresponderle y que también disfrutara del tiempo íntimo que tendrían juntos. Sin embargo, era consciente de que no era físicamente femenino, nunca desarrollaría pechos ni tampoco podía hacer nada por cambiar lo que tenía entre las piernas, sabía que no tenía nada que hacer en comparación con todas las mujeres del mundo.
Esa era otra de las razones por las que le costaba tanto intimar con él. Se sentía muy inseguro, y tenía miedo de que Sasuke solo estuviera cumpliendo con su papel de prometido para con él, que estuviera creando intimidad entre ellos por pura obligación. Ahora que lo conocía bien, se había dado cuenta de que era alguien honorable, y que cumpliría su responsabilidad como marido, aunque eso significara acostarse con él en contra de su voluntad para engendrar niños. A él ya le pareció repugnante en su momento pensar en que tendría que entregarse a un desconocido para dar a luz a un heredero, así que no quería que Sasuke pasara por lo mismo.
Ver a Karin solo lo empeoraba todo, era como la confirmación de los gustos de su marido, una mujer que desprendía sexualidad por todos los poros y que claramente no tenía vergüenza a la hora de hacerle saber a los hombres que estaba interesada en ellos y que no tenía problemas para desnudarse en su presencia. Y él ni siquiera era capaz de besar a su futuro marido.
Se sintió abatido, aunque su orgullo le impidió demostrarlo. Entonces, tomándolo por sorpresa, Sasuke le apretó la mano y se adelantó un paso, mirando a Karin con dureza.
—Naruto tiene lo que hay que tener de sobra, y mucho más que cualquiera de las mujeres que haya conocido.
La pelirroja se quedó con la boca abierta, evidentemente no había esperado una respuesta tan contundente y defensiva, después de todo, ella mejor que nadie sabía que la única buena relación que tenía Sasuke Uchiha con las mujeres era en la cama. Por otro lado, Naruto se sonrojó un poco y esbozó una diminuta sonrisa, agradecido porque este estuviera de su parte, incluso en presencia de una antigua amante.
Aun así, Karin se recuperó rápidamente y le sonrió seductoramente, contoneando ligeramente las caderas para llamar su atención.
—¿De veras? ¿Más que yo?, porque recuerdo… que cumplí muy bien tus requisitos para ser tu esposa y, aun así, me rechazaste.
Sasuke le devolvió la sonrisa, pero con maldad.
—Y, sin embargo, yo lo único que recuerdo de nuestro encuentro fue el exquisito té que tomamos después de eso.
De repente, el rostro de la mujer se quedó petrificado, igual que el de Orochimaru.
Naruto también se quedó blanco al comprender el significado velado de esas palabras. Volvió a mirar a Karin, esta vez con un profundo desprecio; sabía que había personas lo suficientemente viles como para cometer atrocidades semejantes, pero no esperaba tener a una de ellas como invitada a su mesa en su maldita vida.
La pelirroja trató de explicarse:
—Sasuke, yo…
—Creo que la cena se está enfriando —interrumpió Naruto a propósito, fingiendo una sonrisa de cortesía y señalando el salón de banquetes—. ¿Por qué no terminamos las presentaciones dentro? Después de todo, tenemos más invitados que nos esperan y que seguro que están hambrientos.
Todos accedieron después de que Tsunade los alentara a reunirse con los demás e Itachi, convenientemente, se presentara junto a Sai ante sus invitados. Por otra parte, Naruto fingió un leve mareo como excusa para estar unos momentos a solas con Sasuke, el cual, sabiendo que su prometido no era de los que se desvanecían como si nada, captó la indirecta y se ofreció a quedarse con él hasta que se recuperara. Así, el rubio hizo un poco de teatro hasta que todos se fueron, instante en el que el creador cogió de la muñeca a su futuro marido y lo condujo sin miramientos al pasadizo que conducía a las cuadras, sabiendo que estaría desierto y que nadie los escucharía.
A Sasuke no le costó comprender a qué venía aquello. Sabía que entre Naruto y él no había nada más allá de una gran amistad y algunos toques de atracción física, pero era de esperar que no le sentara bien encontrarse cara a cara con una de sus amantes y que, encima, ella le insultara en la cara.
—Oye, Naruto, siento mucho lo que te ha dicho Karin… —empezó a disculparse, pero este soltó un resoplido.
—Olvídate de eso. ¡¿Ella intentó quedarse embarazada de ti?! —exclamó el creador, mirándolo con los ojos muy abiertos.
Sasuke parpadeó. No esperaba que su prometido se hubiera quedado con esa parte de su historia con Karin, creía que estaría más preocupado por su relación con ella.
—Ah… Sí. —Al ver que Naruto lo observaba fijamente, supo que no se conformaría con algo tan escueto, así que comenzó a explicarle lo que ocurrió con más detalle—. Su padre estaba muy interesado en una unión entre mi familia y la suya, y Karin mostró interés en mí desde el primer día, pero yo rechacé la proposición matrimonial en varias ocasiones. La noche antes de que yo volviera al mar, ella se presentó en mi habitación desnuda… —Ahí se calló un momento, no queriendo admitir de forma explícita que había follado con ella. No se sentía bien delante de Naruto—. El caso es que yo quise que comiera hojas de té de clavos, que son…
—Un método anticonceptivo muy fuerte, lo sé —intervino Naruto, asintiendo—. Sigue.
—Ella dijo que más tarde, y fue cuando sospeché que tal vez Orochimaru la había animado a venir para forzar el matrimonio quedándose embarazada de mí. Decidí no volver a sugerirlo por si ella se daba cuenta de que yo lo sabía y, cuando paramos, preparé un té para ambos y a ella le puse las hojas para asegurarme de que no pudiera quedarse en cinta —dicho esto, vio la sombría expresión de Naruto y lo cogió por los hombros—. Sé que no estuvo bien que la obligara a tomarse eso, pero tampoco quería casarme con ella, menos aún después de esa jugarreta.
—No estoy enfadado contigo —le dijo Naruto, apretando los puños—, lo estoy con esa puta víbora.
Sasuke frunció el ceño al ver la agresividad de su prometido. Él no era una persona violenta, tenía un carácter fuerte, pero nunca haría daño a nadie sin tener un buen motivo. Por eso le inquietó la rabia que parecía consumirlo y que se mostraba en el fulgor rojo en lo más profundo de sus ojos. Preocupado por él, lo tomó por la cintura para acariciarle la baja espalda.
—Eh, tranquilo, está bien. Al final, fui yo quien se salió con la suya.
Su broma obtuvo el resultado deseado, esa luz rojiza desapareció de los bonitos irises de su prometido y este le dedicó una sonrisa de disculpa.
—Lo siento. Es que… eso que te hizo me recuerda a otra persona.
—¿Otra persona?
Naruto asintió.
—Alguien que hizo daño a familia —suspiró—, pero ya no tiene importancia. Hace mucho que murió.
Sasuke asintió y atrajo a su prometido hacia sí para abrazarlo. Este se dejó hacer y se apoyó en su pecho, sin resistirse a las caricias que repartía por toda su espalda, de vez en cuando ascendiendo hasta su nuca para frotarle el cuero cabelludo. Era agradable estar así, los dos solos y juntos, haciéndose compañía sin necesidad de mediar palabra; era algo que el Uchiha jamás había experimentado con sus amantes, tan solo había pasado el rato así con su hermano, pero junto a Naruto se sentía diferente… más íntimo.
—Deberíamos ir a cenar —comentó el rubio en voz baja, sacándolo de sus pensamientos.
Sin embargo, Sasuke quería asegurarse de algo.
—Oye, ¿de verdad no te ha molestado lo de Karin?
Naruto no esperaba esa pregunta, a juzgar por el saltito que dio. Dejó escapar un suspiro.
—Sasuke… yo ya sabía la reputación que tenías entre las mujeres antes de conocerte, cabía la posibilidad de que acabara encontrándome con una de tus amantes… Lo que no esperaba era que me insultara ni que coqueteara contigo delante de mí.
El Uchiha frunció el ceño, molesto.
—No le hagas caso. Vales mil veces más que ella, y lo sabes.
El creador le dedicó una sonrisa que no le llegó a los ojos.
—Ya, lo sé…
Sasuke notó enseguida que algo no iba bien en su cabeza, algo lo tenía preocupado.
—¿Qué? ¿Qué ocurre?
Sin embargo, Naruto negó con la cabeza y lo cogió de la muñeca para conducirlo al salón de banquetes, donde los esperaban los invitados. El príncipe del Hielo no quería dejar la conversación ahí, pero su prometido lo convenció de que los reyes extranjeros se impacientarían al no verlos en la mesa, por lo que tuvo que resignarse a aguantarlos. Una vez más, tuvo que soportar los múltiples comentarios insípidos de unas personas extrañas a las que debía tratar con corrección pese a no compartir sus ideas; la mayoría de los que estaban presentes provenían de una sociedad machista y elitista, que no solo no compartía sus derechos y privilegios con las mujeres, sino que además no querían dárselo a los campesinos o aquellos que no tuvieran un título nobiliario. Por eso mismo la gente de su país era tan aislada respecto a los demás, la gente del Reino del Hielo no era de la que aguantaba tonterías y desprecios a sus costumbres, por eso se mantenían alejados del resto del mundo, aunque ahora Sasuke se daba cuenta de que podrían hacer buenas migas con el Reino del Fuego, del Remolino y de los Bosques, los únicos países cuya mentalidad era parecida a la suya. La única desventaja era que estaban demasiado lejos, su gente vivía en el norte del mundo, mientras que el resto estaban más al sur.
Mientras él mantenía una charla formal con sus invitados, Naruto, como creador, se mantuvo muy callado y solo respondía con monosílabos las tontas preguntas de las mujeres o hijas de los reyes, consistentes en el buen tiempo que hacía en aquella región, las distintas modas de sus países o con quién se casarían las más jóvenes. Sasuke ya sabía que a su prometido no podía importarle menos esos temas, pero lo notó muy pensativo y un tanto tenso cada vez que Karin hablaba. Temió que su enfrentamiento con ella lo hubiera afectado más de lo que había querido reconocer, el rubio era orgulloso y sabía que nunca admitiría una debilidad, era la actitud que había tenido que adoptar frente a los consejeros para evitar que lo machacaran.
Sin embargo, le dolió que no hubiera sido sincero con él. Sabía que Naruto no tenía la obligación de contarle todo lo que le pasaba, pero… eran amigos, e iban a casarse. Para bien o para mal, como le dijo él una vez, estaban metidos en el mismo saco, así que si le ocurría algo, debería compartirlo con él y solucionarlo juntos, como habían hecho hasta ahora.
Por desgracia, esa noche había muchos invitados y era tradición que los hombres se quedaran a tomar un trago de vino mientras que las mujeres (y creadores, en este caso, solo Naruto) se retiraban a descansar, por lo que no pudo acompañarlo a su habitación, aunque sí pudo dedicarle una mirada significativa mientras le daba un beso en la mano. Por supuesto, el rubio captó de inmediato el mensaje, pero solo le dedicó una sonrisa que le decía que no se preocupara y luego se marchó.
Así que tuvo que pasar un par de horas aburridas en compañía de aquel grupito de idiotas que le recordaba a un rebaño de ovejas que seguían al pastor, en este caso, los reyes que tenían más estatus. La cosa funcionaba así: el Reino del Hielo era muy poderoso a nivel militar, por lo que nadie con dos dedos de frente osaría plantarles cara, aunque tampoco es como si nadie quisiera invadirlos, después de todo, sus tierras eran yermas, páramos helados, no tenían gran cosa que ofrecer salvo su brazo armado… sin embargo, ahora dicho reino tendría una fuerte alianza con el Reino del Fuego, uno de los más ricos gracias a la cantidad de productos que exportaban; eso quería decir un montón de recursos y una gran defensa, lo cual hacía a ambos reinos prácticamente intocables… y todo el mundo quería asegurarse una buena relación con ellos, por lo que si Sasuke decía saltad, ellos saltarían. Lo mismo ocurría con otros reinos poderosos, el de la Hierba, por ejemplo, tenía muchos cultivos importantes, por lo que no dejaban de reír las gracias de Orochimaru que, puesto que estaban entre hombres, solían tratarse de mujeres y amantes.
Sasuke se mantenía un tanto apartado junto a su hermano; ambos no tenían el menor interés en otras féminas, ya que Itachi había tenido la gran suerte de estar enamorado de su esposa y el más joven de los Uchiha ahora solo tenía ojos para su futuro esposo. Por otro lado, Sai, pese a que por su mentalidad respetaba la fidelidad del matrimonio, podía hablar con los demás sobre hermosas reinas y muchachas solteras.
—Creía que tal vez esta conversación te gustaría, Sasuke —comentó Itachi, tanteándolo con una ligera sonrisa, pues sabía que su hermano hasta no hace mucho no había tenido inconveniente sobre opinar de una mujer u otra.
Sasuke resopló:
—Ahora estoy prometido, no me interesa chismorrear sobre las demás mujeres. —La verdad era que ni siquiera estaba de humor para hablar con nadie. Su cabeza seguía dándole vueltas al comportamiento de Naruto y a los posibles motivos de su cambio de actitud.
Itachi esbozó una sonrisa comprensiva.
—Has tenido suerte con él.
El otro hombre se relajó un poco.
—La verdad es que sí… pero no se lo digas a nuestro padre. Se asegurará de recordármelo durante el resto de mi vida.
El más mayor soltó una risilla.
—Descuida.
En ese instante, regresó Sai con una sonrisa nerviosa.
—Ey, tíos, ¿no estáis cansados?
Ambos hermanos miraron extrañados a su primo. Él era un juerguista, podría pasarse toda la noche bebiendo y hablando alegremente de cuántas mujeres había follado, dónde, cuándo y qué posturas habían practicado.
—¿Qué pasa? —exigió saber Sasuke.
Sai se rascó la nuca, un tanto inquieto, aunque trató de disimularlo… sin mucho éxito.
—Nada, nada, solo que el vino de aquí es muy fuerte, ¿no creéis? Me parece que hasta estoy algo mareado.
Entonces, estalló una ola de carcajadas entre los reyes que estaban un poco más alejados de Sasuke e Itachi, algunos de ellos miraban al primero con un brillo risueño que a este no le hizo ni pizca de gracia. Como un depredador que hubiera detectado un peligro, se acercó lentamente al grupo con una mirada de pocos amigos, haciendo que Sai soltara una maldición e Itachi frunciera el ceño antes de seguir al joven Uchiha.
Al verlo llegar, uno de los reyes sonrió y le hizo un gesto para que se sentara con ellos.
—¡Alteza Uchiha!, ¡siéntese con nosotros! Precisamente hablábamos de usted.
Mal empezamos, pensaron Itachi y Sai al unísono mientras que Sasuke se cruzaba de brazos.
—¿Y sobre qué exactamente?
Orochimaru le lanzó una divertida y maliciosa mirada.
—Nos preguntábamos cómo sería joder con un creador.
Al oír eso, Sai se llevó una mano a la cara, sabiendo de primera mano que era lo peor que podía decir, mientras que Itachi estaba entre sorprendido y ofendido, sin acabar de creer que tuviera las pelotas de soltar algo así ante su hermano; por supuesto, él había oído durante la presentación la conversación entre el rey, Sasuke y su cuñado, y tampoco le había costado suponer que ese hombre había aspirado a conseguir la mano de Naruto.
Por otro lado, Sasuke estaba reuniendo hasta la última gota de fuerza de voluntad que tenía para evitar estrangular a ese cerdo.
—No me digas —comentó despacio en un tono amenazador que solo unos pocos, los que estaban sobrios, percibieron. El resto solo rio.
—Dicen que son más estrechos y húmedos que las mujeres —dijo alguien.
—Sí, y que es el mejor polvo que pueda imaginar un hombre.
—Yo he oído que son como gatas en celo, necesitan que los follen a menudo, hasta suplican por ello.
Los hombres corearon un gemido complacido, como si la idea los pusiera duros. Tanto Sai como Itachi miraron con temor a Sasuke, cuya sombría expresión les indicó que estaba a punto de estallar.
Orochimaru, que también se había dado cuenta, le sonrió.
—¿Qué, alteza? ¿Algo de lo que dicen es cierto? ¿Naruto chilla como una linda gatita cuando se la meten?
Los reyes estallaron en carcajadas y vítores, mientras que Sasuke apretó los puños con fuerza. No hagas una masacre, no vayas a buscar tu espada para descuartizarlos y clavar sus cabezas en picas en las costas del reino, no les rebanes sus asquerosas pollas, se repetía mentalmente, aunque eso no le servía de mucho, le parecía muy tentadora la idea de escuchar sus gritos mientras hundía la punta de su espada de forma lenta y dolorosa entre sus piernas.
Por suerte, Itachi estaba allí para cortar aquella escenita de raíz.
—¿Tan mustios están los coños de vuestras mujeres que no podéis evitar pensar en el culo de mi cuñado?
La soberana y borde forma de hablar del heredero del Reino del Hielo los pilló a todos por sorpresa, Sasuke incluido, que se lo quedó mirando con la boca abierta. ¿Desde cuándo su correcto hermano sabía hablar con tanta vulgaridad?
Hasta el propio Orochimaru se quedó pálido mientras que el resto de nobles tartamudeaban una torpe disculpa.
—No-no-nosotros no pretendíamos…
Itachi los calló fulminándolos con la mirada.
—De donde yo vengo, colgamos por las pelotas a los que osan insultar a nuestras esposas, así que tenéis suerte de que no estemos en mi tierra natal u habríamos enviado a vuestras familias un ataúd con vuestros miembros desperdigados y putrefactos. Yo si fuera vosotros moderaría el lenguaje en nuestra presencia, mi padre ya considera a Naruto parte de la familia y él es mucho más estricto con los castigos que yo, puede que su opinión sobre vuestros reinos cambie si se entera de esta clase de comportamiento. —Sus palabras dejó a todos los presentes temblando, que era justo lo que él quería. Después de eso, se irguió en toda su estatura y dio una elegante vuelta sobre sí mismo—. Vámonos, no tenemos por qué mezclarnos con estas personas que no tienen un mínimo de respeto.
Sasuke y Sai obedecieron, el primero totalmente impresionado por la actitud de su hermano y el segundo reprimiendo las ganas de aplaudir; Itachi enfadado era genial… siempre que no fuera él el objetivo, por eso había procurado alejarse de esas personas cuando habían empezado a hablar de Naruto, no quería que volvieran a darle una paliza.
Cuando salieron de la sala y entraron en el pasadizo que conducía a las habitaciones, Sasuke aceleró el paso hasta colocarse al lado de Itachi.
—Hermano…
Este se detuvo con un suspiro y luego le sonrió a Sasuke.
—Comprendo que no quieras buscar problemas con ellos, es importante procurar una buena relación entre reinos… pero que no olviden quién está por encima de ellos. En un año serás el rey de este país y deben recordar que eres un Uchiha, y que tu forma de pensar es distinta a la de ellos, por lo que les tocará adaptarse a tus condiciones mientras estén aquí —dicho esto, su sonrisa se ensanchó—. Que no olviden que son ovejas y nosotros lobos.
—¡Aaauuuuuuu! —aulló Sai en broma.
Sasuke no pudo evitar reírse un poco y le apretó un hombro a Itachi.
—Gracias.
Este se encogió de hombros.
—Ya lo he dicho varias veces, me cae bien Naruto… y hoy no tenía buen aspecto. No quiero que mañana durante el desayuno esos idiotas se rían de él, bastante tiene ya con tener que aguantar a esos consejeros como para añadirle más estrés.
El joven Uchiha se tensó un poco al recordar el humor de su prometido y se prometió ir a ver cómo estaba. Así que le dio las gracias a su hermano y se despidió de él y su primo antes de encaminarse a los aposentos de Naruto; le carcomía no saber lo que le ocurría ni que hubiera confiado en él para decírselo, no estaba seguro de si eso quería decir que era grave o simplemente al rubio le incomodaba hablar de ello con él.
Se plantó frente a su puerta y alzó el puño para llamar… pero, entonces, recordó que hacía un par de horas que él ya estaba en su cama y que tal vez estaba dormido. Dudó durante unos minutos si debía llamar pese a todo o esperar hasta el día siguiente; ver por la rendija de la puerta que no había ninguna luz encendida lo disuadió de despertarlo y molestar su sueño, así que, un tanto abatido por no saber qué le ocurría, dio media vuelta y fue hacia su habitación.
Nada más entrar, fue golpeado por un fuerte olor que le hizo arrugar la nariz. ¿Qué coño era eso? Era dulzón de un modo tan empalagoso que era como si se quedara adherido a las fosas nasales, impidiéndole oler nada más. De repente, sintió que su piel ardía, tenía muchísimo calor, tanto que empezó a sudar y tuvo que arrancarse el chaleco y la camisa para tratar de aliviar el sofocante ardor que tenía encima; después, notó un extraño hormigueo y que su corazón se aceleraba; también era incapaz de respirar sin jadear, no era porque le costara coger aire, simplemente, parecía que no podía dejar de inhalar y exhalar rápido… pero lo peor de todo fue que, sin venir a cuento, se le puso dura.
¿Qué diablos estaba pasando? Le costaba pensar cuando todo su cuerpo le gritaba que buscara un lugar caliente y húmedo en el que aliviarse.
—Sasuke… —gimió una anhelante voz femenina.
Entonces, se dio cuenta de que no estaba solo; sobre su cama, estaba una desnuda Karin, tumbada entre las sábanas con la espalda arqueada y las piernas abiertas mientras se tocaba con los dedos. El miembro de Sasuke se sacudió al ver su mojada entrada, a pesar de que él sabía que no quería follar con ella, ni loco volvería a meterse en la cama con esa arpía que trató de engañarlo.
La pelirroja se sentó, mostrándole sus pezones erguidos, su pelo revuelto y su fuerte sonrojo. Estaba muy sexy y sabía lo que quería de él, pero seguía resistiéndose a la idea, a pesar de que su cuerpo parecía querer todo lo contrario.
—Sasuke, te estaba esperando… —gimió sin dejar de tocarse—. Ven conmigo, te necesito…
Él no se movió, se obligó a quedarse donde estaba, intentando comprender qué hacía Karin allí, por qué su cuerpo reaccionaba de esa forma y qué diablos era eso que olía tan fuerte. Sin embargo, estaba tan excitado que le costaba concentrarse, su miembro le dolía y quería aliviarse de alguna forma que no implicara meterse entre las piernas de esa zorra.
Pero esta tenía otros planes, su cuerpo también ardía por la necesidad de ser follado y, a diferencia de Sasuke, ella sí quería tenerlo sobre su cuerpo, o debajo, o de lado, no le importaba cómo mientras la poseyera. Así que saltó de la cama y se lanzó sobre él, abrazándolo por el cuello y frotando sus pechos contra su increíble torso mientras le mordisqueaba la oreja. Ante eso el Uchiha gruñó y su mente su nubló por el deseo, cogiendo a la mujer por el trasero y llevándola a la cama mientras la besaba en el hombro y la garganta. Karin gimió fuerte, arqueándose contra él y echando la cabeza hacia atrás.
Sasuke los lanzó a ambos a la cama, colocándose sobre su cuerpo, abriendo sus piernas con las rodillas e inmovilizando sus muñecas con sus manos. Ella se aferró a su cuerpo, frotándose contra él entre jadeos y súplicas para que la hiciera suya, mientras que él chupaba y mordía su cuello hasta encontrar sus labios, de los que se apoderó con pasión.
Entonces, notó que algo iba mal.
No reconocía esa boca, no tenía unos labios finos que lo besaban con dulzura y timidez, no le producían aquella tierna calidez que tanto le gustaba y que había aprendido a apreciar.
Naruto, pensó, deteniendo el beso. Recordó esos hermosos ojos azules que lo miraban con confianza y admiración, las sonrisas sinceras y llenas de afecto que le dedicaba cada vez más a menudo, y la forma tan adorable en la que se sonrojaba cuando se besaban por las noches.
Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, se aferró a su recuerdo y se alejó de Karin, poniéndola bruscamente boca abajo y alejando su cuerpo del suyo, procurando no tocarla excepto para mantenerla quieta, tenía miedo de que si volvía a abalanzarse sobre él volvería a caer en la trampa.
—¿Qué me has hecho? —exigió saber, apretándole las muñecas con fuerza.
Karin se removió, tratando de restregar su trasero contra él, pero Sasuke fue más rápido y clavó su rodilla en sus nalgas para mantenerla contra la cama. Aun así, esta chilló de deseo.
—¡Sasuke, por favor! ¡Te necesito!
Este sacudió la cabeza, intentando pensar otra vez con todas sus fuerzas. Era consciente de que estaba muy excitado, pero sabía que no era por Karin, sino por otra cosa. ¿Un afrodisíaco? Eso lo explicaría todo, sin embargo, no recordaba ningún momento en el que se lo pudieran haber echado, era imposible que fuera en el vino porque, de ser así, todo el mundo estaría ansioso en esos momentos por follar.
—Sasuke, por favor… —gimoteaba Karin, sin dejar de intentar removerse—. Haré lo que tú quieras, te dejaré que me folles por delante y por detrás, a cuatro patas o contra la pared, pero hazlo, te lo suplico…
Sasuke aspiró aire, tensando los músculos para mantenerse donde estaba, procurando que ella no pudiera escapar. No era a Karin a la que quería sobre sus manos y rodillas, era a su dulce y rubio prometido, era a él a quien quería suplicando porque le hiciera el amor, lo quería mojado por sus caricias y que gritara su nombre cada vez que se corriera mientras lo embestía frenéticamente.
Su polla se contrajo por las vívidas fantasías y gimió por el dolor.
—Basta.
—Vamos, Sasuke, tócame. Tócame y fóllame a la vez, sé que te gusta…
Sí, le gustaba, pero solo podía pensar en cómo sería hacérselo a Naruto. Él también tenía un miembro viril, así que sabía por experiencia cómo le gustaría que lo tocaran, y encima él estaría penetrándole despacio, disfrutando de su estrecha y húmeda entrada mientras él gemía fuerte, diciéndole lo mucho que le gustaba cuando le follaba así.
—¡Basta! —maldijo, atormentado. Sentía más calor que antes, tenía la sensación de que si seguía así acabaría consumiéndose por el fuego que tenía dentro.
—¿Quieres que te la chupe? —siguió Karin entre agudas súplicas, también poseída por la lujuria—. Dejaré que la metas en mi boca tantas veces como quieras pero, por favor, necesito tenerte dentro de mí.
Fue demasiado para Sasuke. No por Karin, sino por fantasear con tener la cabeza de Naruto entre sus piernas, mirándole sonrojado a la vez que le lamía tímidamente con la punta de la lengua. Sintió el fuerte impulso de dejar ahí tirada a la pelirroja y colarse en la habitación del rubio, meterse en su cama, arrancarle la ropa y mostrarle los placeres de la carne, hacerle sentir la misma lujuria que él sentía en esos momentos por su creador.
Entonces supo que algo andaba muy mal.
No podía hacer algo así, le dio su palabra de que esperaría, que no lo tocaría hasta que estuviera preparado. No haría lo mismo que Gaara. Peor aún, sabía que una vez lo tuviera desnudo frente a él, no podría parar, por mucho que él tratara de impedirlo.
El tener la seguridad absoluta de que, en su estado, era capaz de violarlo, lo horrorizó y aterró.
—¡BASTA! —rugió con todas sus fuerzas, quedándose tembloroso sobre Karin, negándose a moverse por miedo a hacer sus fantasías realidad de un modo horrible.
—¡Sasuke!
Reconoció de inmediato esa suave voz teñida por la preocupación.
Naruto. Su Naruto estaba allí, a su alcance. Tensó más los músculos y cerró los ojos, sabiendo que si veía a su hermoso prometido, acabaría lanzándose sobre él.
Por otro lado, el rubio había estado dando vueltas en la cama, pensando en todas las conversaciones que habían tenido acerca del tema del sexo, dándose cuenta de que él no había manifestado en ningún momento que se sintiera atraído por él… lo cual le hizo sentirse muy culpable. Sasuke había sido muy comprensivo con él, pero Naruto ni siquiera se había molestado en preguntarle cómo se sentía ante la idea de tener que acostarse con él tarde o temprano.
Entonces, mientras seguía reflexionando, había escuchado gritar a Sasuke y fue de inmediato a ver qué ocurría… encontrándolo medio desnudo sobre Karin. Al principio, le costó asimilar lo que estaba viendo pero, casi al instante, su nariz fue atacada por un poderoso olor dulzón que le costó poco identificar, ya que en el Bosque Sagrado había una colmena de abejas que producía esa misma miel.
Todo encajó en su cabeza en un segundo.
Puta zorra…
—¡Sasuke! ¿Qué te pasa? —preguntó Itachi, que también había escuchado el grito y había ido corriendo a ver qué le ocurría a su hermano, seguido de Sai.
Sin pensárselo dos veces, Naruto aguantó la respiración y empujó a los otros dos hombres fuera de la habitación.
—¡No aspiréis el olor! ¡Tapaos la nariz!
—¿Qué…?
—Obedece —ordenó Itachi, que a esas alturas no dudaba de su cuñado.
Los tres se subieron el cuello de las camisetas de dormir hasta la nariz.
—¿Qué ocurre?
—Lo que estáis oliendo es Miel de Aurora —les explicó Naruto—. Aquí lo usan tradicionalmente las mujeres en su noche de bodas para perfumarse, bastan unas pocas gotas para que la fragancia sea muy agradable… pero en grandes dosis es un afrodisíaco muy potente.
—Oh, joder… —maldijo Sai.
Naruto miró a Sasuke con el corazón en un puño.
—Debe de estar sufriendo mucho.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Itachi.
El rubio pensó rápido.
—No podemos dejar que esto se extienda al resto del palacio, a la gente le gustan los escándalos y no se creerán lo de la miel —dicho esto, miró a Sai—. Ve a buscar a Lee y explícale lo que pasa, con discreción. —El hombre asintió con seriedad y fue rápido en busca del joven capitán. Por otro lado, Naruto le hizo un gesto a Itachi para que lo acompañara—. Nosotros ayudaremos a Sasuke, hay que apartarlo de ella o la cosa podría ponerse peor. Respira por la boca siempre que puedas, procura inhalar por la nariz lo menos posible o acabarás igual.
—Entendido.
Ambos entraron de nuevo en la estancia y Naruto juntó la puerta por si pasaba alguien. Se acercaron a Sasuke, que estaba temblando, con el cuerpo muy tenso y los ojos fuertemente cerrados. Karin parecía estar mucho peor, gimoteaba y seguía intentando liberarse de su captor, sin éxito.
—Sasuke —lo llamó, preocupado—, ¿cómo estás?
Este apretó la mandíbula.
—Como si me hubieran metido en una hoguera…
—Está bien, tranquilo. Itachi va a apartarte y te encerraremos en una habitación, ¿vale? Yo me quedaré contigo…
—¡No! —exclamó Sasuke, todavía sin atreverse a mirarlo—. No, Naruto. Si entras conmigo… en una habitación a solas… —gimió de un modo que le hizo sonrojarse—, no podré contenerme.
Naruto tragó saliva a la vez que se estremecía. Por alguna razón, eso no le sonaba mal del todo… pero sacudió ese pensamiento de su mente. Ahora tenía que ayudar a Sasuke.
Justo en ese momento, Sai llegó con Lee, que llevaba pañuelos para que todos se los ataran alrededor de la cara, incluidos para Sasuke y Karin. Él e Itachi se los pusieron y luego Naruto explicó el plan:
—Itachi, tú y Lee cogeréis a Sasuke mientras Sai y yo mantenemos a Karin aquí. Lee, quiero que lo lleves a una de las habitaciones de invitados que haya libre y lo encierres, haremos lo mismo con Karin en cuanto vuelvas.
—Bien —asintió Lee.
Todos se pusieron en posición; Naruto y Sai a ambos lados de la cama para agarrar a la mujer, mientras que Itachi y Lee se colocaron tras Sasuke.
—Sasuke, ¿estás preparado? —le preguntó Naruto.
Este gruñó:
—Hacedlo de una maldita vez.
El rubio hizo un gesto afirmativo.
—Intenta no luchar contra ellos —y tras esas palabras, dio la señal.
Itachi y Lee apartaron a Sasuke, el cual solo siguió tenso para evitar moverse, seguía teniendo miedo de lanzarse sobre Naruto si se sentía más libre o si abría los ojos y veía a su hermoso creador. Al mismo tiempo, Karin, al verse libre y poseída por la lujuria, giró en la cama y saltó hacia el hombre por el que ardía en llamas de deseo, pero Sai y el rubio la detuvieron sin miramientos y la tiraron de nuevo a la cama, donde la inmovilizaron mientras esta chillaba que la soltaran y que solo necesitaba que la dejaran con Sasuke.
Sin pensárselo dos veces, Naruto le dio una bofetada tan fuerte que la dejó aturdida, dejando con la boca abierta a Sai.
—¡Joder!
—Si sigue armando escándalo, despertará a alguien y tu primo estará jodido —explicó el creador con frialdad—. Sujétala, voy a atarle el pañuelo a la boca y a vestirla para sacarla de aquí.
Mientras tanto, Itachi y Lee ya se habían llevado a Sasuke fuera de allí. Naruto siguió con su tarea a la vez que Sai observaba a la desnuda mujer, que se estaba recuperando del golpe y volvía a gimotear enfadada porque Sasuke no estuviera con ella.
—¿Crees que ha sido cosa suya? —le preguntó al creador.
Naruto lo pensó un instante con el ceño fruncido mientras le subía el vestido por las piernas, que azotó sin miramientos para que se estuviera quieta y no le diera patadas. A Sai le asustó un poco que ese joven no tuviera problema alguno en golpear a una princesa, pero claro, a él también le dio un buen rodillazo en las pelotas sin despeinarse.
—¿Sabes por qué mi reino no crea perfumes con esa miel para exportarlos?
Sai se quedó un tanto confundido por la pregunta.
—Ah… No.
—Esa miel la crean las abejas que polinizan una flor llamada Orquídea de la Aurora. Solo florece en primavera y sus pétalos únicamente se abren con las primeras luces del día, antes de que salga el sol, por eso la llamamos Orquídea de la Aurora. Son plantas muy delicadas que crecen en zonas muy boscosas cerca del agua, los lugares más húmedos y frescos de la isla, así que hay muy pocas y somos incapaces de producir la suficiente como para comercializarla. Por eso solo se regala un frasquito a las mujeres de nuestro reino que van a casarse para que lo usen una única vez en su vida… y eso quiere decir que muy pocos extranjeros conocen su existencia.
Sai entendió entonces lo que quería decir.
—Eso significa… ¿que el que ha hecho esto es alguien de aquí que solo estaba utilizando a Karin?
Naruto entrecerró los ojos.
—Es una posibilidad más grande de la que imaginas, todo el mundo conoce los ideales del Reino del Hielo y a muchos nobles no les gustará la idea de que sus mujeres puedan tomar sus propias decisiones entre otras cosas… Pero también es posible que Karin o su padre consultaran a alguien de aquí y preguntaran por un afrodisíaco fuerte. Es de esperar que ella esté en este estado, si no le advirtieron de sus efectos.
—Habrá que interrogarla —comentó Sai.
Naruto terminó de ponerle el vestido a la mujer y asintió.
—Lo dejaré en vuestras manos. Los Uchiha sois más imponentes que mi abuela y, después de todo, Sasuke ha sido una víctima. Hablad también con Orochimaru por si está metido en esto, tenía mucho que ganar si su plan tenía éxito y encontraban al día siguiente a tu primo y a su hija haciéndolo.
El varón abrió los ojos como platos.
—¿Tanto tiempo?
—Por cómo apesta la habitación, diría que sí.
—¿Y Sasuke estará… ejem… toda la noche?
Por suerte, Naruto negó con la cabeza.
—Ahora que le hemos alejado de este olor, se pondrá bien en un rato.
—¿También ella?
El creador iba a responder, pero al reparar en su tono de voz, miró al Uchiha con cara de pocos amigos.
—¿Qué? —le preguntó este.
—Espero que no estés pensando en acostarte con ella.
—¡¿Qué?! ¡No! —exclamó el hombre con los ojos como platos—. Esta zorra intentó que Sasuke la embarazara para quedarse con él, ¡ni loco me metería en la cama con ella!
—Mejor —comentó Naruto—, porque está en los días más fértiles del mes.
Sai se lo quedó mirando con la boca abierta.
—¿Cómo sabes eso?
—Soy un creador, entiendo de estas cosas.
Antes de que este pudiera preguntarle algo más, Lee regresó listo para llevarse a Karin. Naruto le pidió al Uchiha que lo ayudara mientras él se quedaba en la habitación, inspeccionándola con cuidado de no aspirar el aroma de la miel. Sabía que la pelirroja no se había frotado la miel en su cuerpo, el olor estaba impregnado en toda la habitación y no solo en ella, además, habría detectado rastros de la sustancia en su piel. Echó un vistazo rápido, buscando algo fuera de lo común… Le costó un poco, puesto que estaban casi derretidas, pero al final se dio cuenta del color oscuro que tenían las velas que iluminaban la estancia y se acercó para verlas detenidamente. Hizo una mueca cuando, en el cuenco del candelabro, vio la miel. Alguien había hecho velas con ella que, al encenderlas, habían esparcido el olor y, a medida que se derretían, más fuerte era. Karin y él se habían retirado más pronto para dejar que los hombres bebieran a sus anchas, puede que ella hubiera estado más tiempo en ese dormitorio esperando a que Sasuke volviera y, por eso, estuviera mucho más afectada que él.
Si ella había tenido algo que ver o no, no estaba seguro. Es decir, estaba claro que había ido a buscar a Sasuke para quedarse embarazada de él, como creador, nada más tocar a una mujer sabía si estaba en su etapa más fértil o si estaba embarazada, por eso no le había costado nada averiguarlo. Habría bastado con que su prometido cediera a sus encantos para que su compromiso se cancelara y él acabara atrapado con ella… y que el propio Naruto se viera obligado a reconsiderar la proposición de Orochimaru, era muy consciente de lo mucho que lo deseaba y eso lo molestaba, sabía que en su reino los nobles tenían harenes de mujeres aparte de sus esposas que eran poco más que esclavas sexuales destinadas a satisfacer sus necesidades y a cuidar de la casa, ni siquiera estaba seguro de que tuvieran permiso para salir de la misma.
Fuera como fuera, sus intenciones habían sido claramente conspiratorias y tendrían que responder ante los Uchiha, hubiesen tenido algo que ver con la miel o no. Pero si no era así, significaría que tenía un enemigo más en su propia casa y, por desgracia, los sospechosos eran muchos; como ya le había dicho a Sai, había nobles que todavía tenían una mentalidad conservadora y, los que eran más jóvenes, también eran ambiciosos y querían procurarse una buena relación comercial y económica con los demás reinos, por lo que adoptar las mismas costumbres siempre era más cómodo para sus clientes, les hacía sentir más a gusto. Y eso sin contar a todos los que habían pedido su mano, o hasta el propio Consejo, Danzo y Mizuki eran capaces de hacer algo así.
Pero, antes, debían interrogar a Karin y Orochimaru, por separado para evitar que se pusieran de acuerdo, aunque tal vez ya tenían preparada una versión por si alguien los pillaba o Sasuke se negaba a acostarse con ella. Todo se vería mañana, y sería muy discreto, no necesitaba que el Consejo, los nobles o sus invitados metieran las narices donde no les llamaban.
Una vez trazado un plan, abrió todas las ventanas del dormitorio para que se aireara y al día siguiente no quedara rastro de la esencia de la miel, y luego salió y cerró con llave para que las doncellas no entraran al día siguiente para limpiar, al menos, no hasta que él estuviera seguro de que no corrían peligro.
Justo cuando salía, Lee se reunió con él y le informó de que tanto Sasuke como Karin estaban seguros dentro de sus habitaciones. Le preguntó por el estado de ambos, y este le respondió que Sasuke parecía estar más cuerdo, había pedido que lo dejaran solo, mientras que a la pelirroja habían tenido que atarla a la cama para que no arañara ni golpeara la puerta y que no le habían quitado la mordaza que le había puesto antes Naruto. Satisfecho con cómo habían manejado el asunto, le pidió al joven soldado las llaves de ambas habitaciones y le pidió que no dijera nada a nadie de lo que había ocurrido hasta que estuviera todo aclarado, sabiendo que Lee sería como una tumba.
Después de eso, se fue a la habitación donde estaba Sasuke encerrado, encontrando a Itachi junto a su puerta. Parecía que había ignorado por completo la petición de su hermano de dejarlo solo.
—¿Cómo está? —le preguntó.
El hombre se encogió de hombros.
—Ha dejado de hablarme cuando le he dicho que no me movería de aquí.
Naruto asintió y se apoyó en la pared junto a él. Itachi y él no hablaban mucho entre ellos, pero era de los pocos varones con los que se sentía cómodo, tenía un aura tranquila a su alrededor que le recordaba un poco a la de su padre.
El príncipe heredero le dedicó una sonrisa.
—¿También vas a esperar?
El rubio se sonrojó un poco, aunque intentó que no se le notara.
—Solo quiero asegurarme de que está bien, tal vez necesite después una infusión para terminar de calmarse o una bebida para bajar su temperatura corporal.
La sonrisa de Itachi se ensanchó.
—Por supuesto.
No queriendo que este indagara más en la relación cada vez más íntima que tenían Sasuke y él, le comentó con seriedad:
—Dos de vosotros deberían de interrogar a Karin y Orochimaru acerca de esto. Yo hablaré con mi abuela, pero no lo haremos público hasta que sepamos algo seguro; por mucho que me gustaría desterrar a esas dos víboras de mi reino, no podemos hacerlo sin estar seguros de que han intentado manipular a Sasuke a sabiendas.
El Uchiha asintió. Su rostro ahora mostraba la severidad que caracterizaba a su familia.
—Me ocuparé personalmente de ello. Te informaré en cuanto tenga algo para que tú y la reina podáis actuar como mejor os convenga.
—Gracias.
Itachi negó con la cabeza.
—No, Naruto, gracias a ti. Si no te hubieras dado cuenta de lo que ocurría, Sai y yo podríamos haber acabado muy mal… y podríamos haber encontrado mañana a mi hermano envuelto en un escándalo —dicho esto, le sonrió—. Y no me gustaría que mi padre se viera obligado a cancelar su compromiso contigo. Me gustas mucho como cuñado… y a Sasuke como esposo.
Naruto enrojeció hasta las orejas, sin esperar en absoluto ese comentario.
—Ah… Gracias. Tú también me caes bien.
—¿Y qué opinas de mi hermano? —preguntó descaradamente el hombre, sonriendo ampliamente y provocando que le más joven bajara la vista, avergonzado.
—¿Qué? ¿Sobre Sasuke? Ah… —Se volvió loco tratando de encontrar las palabras adecuadas para describirlo sin que sonara como algo que no era. Sasuke y él estaban prometidos, pero eso no quería decir que fueran dos tórtolos enamorados, a pesar de que tuvieran que fingir un numerito parecido ante los extranjeros—. Es un buen hombre. Mejor de lo que esperaba. Me ha ayudado mucho desde que está aquí.
Itachi esbozó una melancólica sonrisa.
—Siempre ha sido una buena persona… es solo que perder a nuestra madre fue un golpe muy duro para él —explicó, llamando la atención de Naruto al mencionar a su madre—. No le fue fácil superarlo, y digamos que mi padre no estaba tampoco en condiciones de ayudarlo, se volvió muy frío tras su muerte y se centró por completo en prepararnos como príncipes. Supongo que esa fue su forma de sobreponerse al dolor, a pesar de que pareció olvidar que, aparte de sus herederos, también éramos sus hijos. Sasuke, al ser el pequeño, fue dejado un poco de lado. Eso le dolió e imagino que por esa razón se rebeló tanto y se marchó al mar —dicho esto, miró al creador con una tierna sonrisa—. Pero creo que, sin saberlo, le has ayudado a cerrar esa herida. Creo que por eso ahora se parece más al Sasuke que era de niño.
Naruto lo miró con tristeza y le tocó un brazo.
—Siento lo de vuestra madre.
Itachi tomó su mano entre las suyas y se la estrechó. Su toque no se sintió en absoluto incómodo, como el de Orochimaru, era cálido y fraternal.
—Yo lamento lo de tus padres. Tuvo que ser muy duro para ti y además no tenías hermanos que te ayudaran a superarlo.
El hombre se dio cuenta de que, al escuchar la palabra hermanos, un destello de profundo dolor apareció en los ojos del rubio. Quiso preguntar cuando este apartó la vista pero, entonces, se escuchó la amortiguada voz de Sasuke a través de la puerta de la habitación en la que estaba.
—¿Itachi?
Naruto prácticamente saltó hacia esta.
—¡Sasuke! ¿Cómo estás?
—¿Naruto? ¿Qué haces aquí? —su tono de voz era de reproche.
El creador hinchó los mofletes, molesto.
—Oh, no sé, he visto a Itachi y he pensado que podríamos abandonar nuestros títulos reales y convertirnos en bardos de teatro ambulante. ¿Por qué demonios crees que estoy aquí, pedazo de idiota? —le recriminó, haciendo reír a Itachi.
Incluso desde fuera, pudo escuchar a Sasuke gruñir.
—Está bien, no hace falta que me insultes. —Hizo una larga pausa—. ¿Me abres?
—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Naruto, ahora con más suavidad y cierto deje de preocupación.
—Sí.
El rubio tardó poco en sacar la llave y abrirle. Sasuke seguía llevando solo los pantalones de esa noche y las botas, por lo que tenía el esculpido y musculoso pecho al descubierto, y su cabello estaba algo húmedo, se notaba que se había lavado un poco con el agua que había disponible en el baño.
Nada más verlo, Naruto fue a abrazarlo, dejando un tanto sorprendidos a ambos Uchiha. El creador era un experto en botánica gracias a los conocimientos que le habían legado sus antepasados y sabía lo suficiente de esa miel como para ser consciente de lo mucho que había sufrido Sasuke al haberse resistido a sus efectos afrodisíacos, de hecho, estaba impresionado porque hubiera podido aguantar, no había leído acerca de nadie que lo hubiera logrado sin autolesionarse.
Por otro lado, Sasuke aún estaba asombrado por la reacción del rubio. Durante el rato que había estado allí encerrado, aparte de masturbarse furiosamente mientras fantaseaba con Naruto hasta que había dejado de sentir la piel en llamas, había estado preocupado por su reacción al verlo en esa postura y medio desnudo con una Karin cachonda que no llevaba nada de ropa encima. Sabía que algo de lo que ella le había dicho le había afectado y lo último que necesitaba era que tuviera que verles… así. Por esa razón, no esperaba que este lo abrazara, lo que le hizo darse cuenta de que había estado muy preocupado por él.
Enternecido por ello, lo estrechó entre sus brazos y lo besó en el pelo.
—Tranquilo, ya estoy bien, de verdad. —Bueno, en realidad, seguía deseando tener a su prometido en su cama y gimiendo para él, pero al menos ahora estaba seguro de que podía controlarse.
Mientras tanto, Itachi los contemplaba sin dejar de sonreír, intrigado por el rumbo que estaban tomando los acontecimientos. Jamás había visto a su hermano pequeño siendo tan cariñoso con alguien, menos todavía con un esposo al que no había querido al principio… pero se alegraba mucho por él.
Pese a que no quería interrumpir aquella tierna escena, tampoco quería que pasaran el resto de la noche allí plantados, menos si Orochimaru u otro enemigo andaba cerca.
—Creo que deberíamos ir a dormir… y no me parece prudente que vuelvas a tu habitación, Sasuke.
Este y Naruto se separaron un poco para mirar a Itachi, pero el primero continuó sosteniendo la cintura del rubio con los brazos y el segundo seguía apoyando sus manos en el pecho del varón.
—Es verdad, no creo que el olor se disuelva hasta que mañana.
Sasuke los miró sin entender.
—¿Vosotros sabéis lo que ha pasado?
El creador procedió a explicarle lo que había ocurrido y sus sospechas acerca de Karin, Orochimaru, y tal vez un tercero que podría haber colaborado con ellos o haberlos utilizado para romper su unión. Eso cabreó mucho a Sasuke, quien quiso ir de inmediato a interrogarlos, pero su prometido logró convencerlo para que llevaran aquel asunto con discreción, por miedo a que el escándalo se extendiera y se vieran obligados de todos modos a cancelar su matrimonio. También estaba Karin, quien tardaría más tiempo en recuperarse de los efectos de la miel.
—De hecho, creo que esta noche deberíais dormir juntos —propuso Itachi con calma, aunque en el fondo sonreía alegremente por su gran idea.
Ambos jóvenes se sonrojaron e inmediatamente, Naruto se separó, lo cual hizo que Sasuke frunciera el ceño. No le gustaba que el rubio se alejara de él de esa manera, como si quisiera… negar que no había nada entre ellos. Comprendía que aún estuviera un poco incómodo ante su nueva relación, después de todo, era nuevo para él, pero nunca antes le había molestado que lo tocara así desde que empezaron a ser amigos. Además, iban a casarse, ¿qué más daba que alguien los viera en plan cariñosos?, sobre todo si se trataba de su hermano.
—Eh… Ah… No creo que sea necesario —tartamudeó Naruto.
Itachi se cruzó de brazos.
—Puede que no, pero sería bueno después de esta noche. Si Orochimaru está metido en esto, podría divulgar el rumor de que Sasuke durmió anoche con Karin a primera hora de la mañana y, aunque no sea cierto, ya sabéis que a los nobles les encanta cuchichear y sería difícil calmar los rumores, sobre todo si Karin está dispuesta a colaborar. Es mejor que paséis la noche juntos y os levantéis tarde para que tenga que ir alguien a buscaros y que pueda corroborar que estabais en la misma habitación, así habrá una prueba en contra de cualquier cosa que suelte Orochimaru o su hija.
El creador se quedó pensativo un momento, reconociendo que era una buena idea. Buscó con la mirada a Sasuke.
—¿Te importa?
Él le dedicó una media sonrisa.
—Sabes que no.
El rubio se sonrojó y aceptó el plan de Itachi, quien se ofreció a dejarle a Sasuke prendas para dormir, ya que no podían volver a su habitación para buscar su ropa. Naruto se adelantó para esperarlo en la cama mientras que los hermanos se reunían en el dormitorio del más mayor, que le dio a Sasuke unos pantalones cortos de seda para que durmiera.
Este lo miró con el ceño fruncido.
—¿Y la camiseta?
Itachi le dedicó una divertida sonrisa.
—Creo que tu prometido sabrá apreciar el espectáculo que ofrecen tus músculos.
—¡Itachi! —lo reprendió Sasuke.
—Sasuke, no estoy ciego. Veo que te gusta, aunque no quieras reconocerlo.
El más joven se cruzó de brazos, a pesar de que sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas.
—No me gusta, nos llevamos bien y… somos buenos amigos.
Itachi se encogió de hombros.
—Si tú lo dices… Pero, hazle un favor a Naruto, no juegues con él.
Esas palabras dejaron a Sasuke un tanto desconcertado… y ofendido.
—¿Qué quieres decir?
—Es joven e inexperto, Sasuke, ya se siente bastante inseguro sobre su relación contigo como para que, de repente, aparezca una exuberante pelirroja con la que tuviste sexo en el pasado. Si estás intentando algo físico con él, procura dejar las cosas claras.
Sasuke frunció el ceño.
—Él sabe que le aprecio.
—Pero no está seguro de si te sientes atraído por él. Después de todo, él no es una mujer, ¿no lo has pensado nunca?
No le gustaba el rumbo de aquella conversación, sobre todo porque, una vez, Naruto mencionó algo parecido cuando ocurrió lo de Sakura. En aquel entonces, le había dicho que si prefería casarse con una mujer, lo entendería… ¿Por eso estaba tan raro? ¿Creía que… no era atractivo para él? ¿Por qué? Habían compartido un par de besos apasionados y él no era la clase de persona que abrazaría o acariciaría a otra porque sí… ¿Acaso había sido demasiado precavido con su actitud? Había decidido ir despacio con él para darle su espacio, para que se sintiera a gusto en un ambiente íntimo con él, pero tal vez se había pasado de la raya y Naruto lo había interpretado como que no sentía ni una pizca de atracción por él. ¿Había sido eso? Y ver a Karin… ¿habría sembrado dudas en él sobre su físico?, ¿sobre su capacidad para atraerlo?
Menuda tontería. Como si Karin pudiera aspirar a llegarle a la suela de los zapatos.
Asintiendo para sí mismo, se prometió hablar con él nada más llegar a su habitación, así que le agradeció a su hermano la ropa y se despidió de él. Este solo puso los brazos en jarra con una sonrisa.
—Bueno, por hoy, ya he hecho bastante de casamentera.


Sasuke tardó menos de un minuto en llegar a los aposentos de Naruto, encontrando su puerta abierta. Al entrar, solo había una vela encendida y el rubio ya estaba hecho un ovillo en la cama bajo una vaporosa sábana; en el Reino del Fuego siempre hacía calor y, aunque aún no había llegado el verano, las noches de primavera seguían siendo cálidas y agradables, por lo que era raro cuando su gente empleaba mantas o sábanas de algodón.
Cerró con llave sin hacer ruido y se cambió los pantalones que había llevado durante la cena por los que le había prestado su hermano. Luego avanzó por la estancia hasta llegar a la cama y contemplar el rostro de su prometido; había pensado en hablar con él acerca de lo que le había comentado Itachi… pero le sabía mal despertarlo, sobre todo cuando parecía dormir tan tranquilo y a gusto. Así que apagó la vela, dejando la estancia iluminada únicamente por la luz de la luna que entraba a través de las ventanas, y se metió en la cama junto a su prometido. No dudó ni un instante en pegarse a su espalda y abrazarlo por la cintura.
Sin embargo, el cuerpo de Naruto se tensó un poco.
—No hace falta que lo hagas —susurró.
Sasuke se apoyó sobre un codo mientras que con el brazo con el que lo abrazaba lo giraba para poder hablar cara a cara. El rubio estaba más despierto de lo que había creído.
—Pensaba que estabas dormido —murmuró, sin apartar la mano de su cintura.
Este negó con la cabeza.
—Te esperaba —dicho esto, señaló su mano—. No es necesario que… me abraces mientras dormimos.
—Lo sé, pero quiero hacerlo.
Naruto lo contempló con un extraño sentimiento en los ojos, algo parecido a la… ¿tristeza?, ¿culpabilidad? No estaba seguro.
—¿Por qué? Si es porque vamos a casarnos o porque sientes que tienes que hacerlo porque voy a ser tu esposo, prefiero que no lo hagas. Los dos sabemos que esto no es más que un compromiso de conveniencia, así que es estúpido que nos comportemos como si fuéramos una pareja de verdad.
Sasuke frunció el ceño. No le gustaba el tono amargo de su voz y mucho menos lo que estaba insinuando acerca de que él se sentía obligado a comportarse como si estuviera enamorado de él por pura obligación; si hubiera sido así, habría sido un baboso prometido desde el principio y no desde hacía una semana.
—¿No has pensado que tal vez te abrazo porque me gusta hacerlo?
Naruto pegó un saltito en la cama.
—¿Por qué?
Él se movió lentamente sobre el rubio, colocándose sobre su cuerpo de forma que no pudiera huir de él. Por poco sonríe al ver el adorable sonrojo que cubrió sus mejillas, le gustaba saber que podía despertar el deseo en su desafiante prometido, de hecho, se sentía un tanto orgulloso por ser el único hombre que había logrado mostrarle lo que era la pasión.
—A lo mejor es porque me siento atraído por ti, ¿no se te ha ocurrido?
En ese instante, vio dolor en los bonitos ojos de Naruto.
—Sasuke, sé serio. A ti te gustan las mujeres.
—Y tú también.
—No quiero que me digas lo que quiero oír para que nuestro matrimonio sea mejor, quiero la verdad.
—La verdad es esta —gruñó Sasuke antes de apoderarse de los labios de Naruto.
Por una vez, no fue amable ni delicado, quería dejarle muy claro a ese rubio cabezota que lo que sentía por él era sincero y no una mera fachada que presentar ante el resto del mundo. Jugaría al papel de perfecto caballero y educado príncipe delante de todos los nobles y reyes que fueran necesarios, pero jamás le mentiría a Naruto, no solo porque fuera a casarse con él, sino porque era su mejor amigo y sentía auténtico aprecio por él, le importaba de verdad, mataría y moriría para que él estuviera a salvo, se enfrentaría a cualquier cosa por él.
Así que hundió los dedos en su pelo para pegar su boca a la suya, devorando esos suaves labios que no tardaron en corresponder sus besos, entrelazando su lengua con la tímida de Naruto que, poco a poco, se fue animando y se atrevió a jugar con la de él, danzando juntas en una húmeda promesa de pasión y lujuria. No tardó mucho en escuchar los dulces gemidos del creador, que se aferró a sus hombros y arqueó su cuerpo contra el suyo, como si quisiera sentirlo más cerca. Sasuke no dudó en complacerlo y deslizar una de sus manos por su espalda, animándolo a seguir moviéndose y a acariciarle.
—¿Te parece esto un beso de obligación, Naruto? —murmuró contra sus labios sin dejar de besarlo—. ¿Crees que no estoy disfrutando de esto?
—Sasuke… yo…
Este no le dejó hablar, barrió todo el interior de su boca con su lengua antes de separarse otra vez para seguir hablando mientras rozaba sus labios hinchados.
—¿Sabes por qué no he follado con Karin? ¿Sabes por qué te he pedido que no me tocaras antes? —Lo besó antes de que pudiera preguntar y luego le acarició el labio inferior con el pulgar mientras lo miraba intensamente a los ojos para que supiera que hablaba en serio—. Porque la única persona a la que quería gimiendo bajo mi cuerpo era a ti. Por eso la mantenía lejos de mí, por eso no te quería cerca… sabía que, una vez te tocara, ya no podría detenerme hasta hacer realidad todas mis fantasías.
Naruto jadeó:
—¿Tú… fantaseas conmigo?
Sasuke sonrió.
—Claro que sí. ¿Qué crees que estaba haciendo mientras estaba encerrado en esa habitación?
El rubio se sonrojó, intuyendo lo que quería decir y sin poder creerse que de verdad Sasuke se sintiera atraído por él.
—Pero… Pero no soy una mujer y… nunca me habías dicho…
—Sé que no has tenido buenas experiencias con los hombres y no quería asustarte —le explicó mientras acariciaba su rostro y lo besaba otra vez—. Además, eres hermoso, Naruto. No tienes absolutamente nada que envidiarle a Karin.
El creador lo miró apenado.
—Pero ella no tenía problemas en coquetear contigo ni en quedarse desnuda en tu habitación —dicho esto, apartó la vista—, y yo ni siquiera puedo darte un beso.
Sasuke le acarició la mejilla con la nariz y lo cogió del mentón con la mano que le acariciaba la cara para que lo mirara.
—Yo no quiero que seas como ella, Naruto. No solo es una de esas princesas mimadas que está obsesionada conmigo, sino que además es una zorra que trató de engañarme para que me casara con ella. —Lo besó tiernamente en los labios—. Ya lo dije una vez, tú eres todo lo que quería en un esposo, desafiante, fuerte, valiente y bondadoso. Y esa timidez que tienes cuando estás conmigo de esta forma me parece adorable.
Naruto reaccionó poniéndose rojo hasta las orejas, haciendo que Sasuke soltara una risilla.
—¿Lo ves? Me encanta que te sonrojes, eres tan lindo.
Esta vez, el rubio resopló.
—Lo haces sonar como si fuera un niño.
Sasuke rio y se inclinó un poco más para besar a su adorable prometido.
—Créeme, no te he visto nunca como si fueras un niño —y dicho esto, volvió a tomar el control de esa dulce boca que había estado a punto de replicarle y que, sin embargo, cedió dócilmente a sus besos, pegándose a su cuerpo y abrazándolo con fuerza.
El Uchiha gruñó, complacido por sus reacciones y por cómo sus manos recorrían su espalda con una viva curiosidad que le encantaba. Itachi tenía razón, Naruto parecía disfrutar de sus músculos, a juzgar por cómo acariciaba sus anchos hombros y bajaba por sus omóplatos hasta su baja espalda. Mientras tanto, él se atrevió a deslizar sus labios por su mentón y descender por su cuello para lamerlo, provocando deliciosos escalofríos en su sexy rubio, que suspiraba entre suaves gemidos de placer a la vez que echaba la cabeza hacia atrás, entregándose a él.
Se acomodó un poco más sobre su cuerpo para ascender por su garganta y mordisquearle el lóbulo de la oreja. Naruto respondió con un fuerte jadeo y colocando instintivamente las manos sobre su pecho, sin embargo, no intentó apartarlo, al contrario, sus manos tantearon sus poderosos pectorales y después pasaron por sus abdominales, donde se entretuvo un buen rato. Sasuke no podía estar más encantado con sus caricias.
—Eso es, Naruto —murmuró en su oído antes de lamerle bajo la oreja—. Tócame donde quieras y como quieras. Soy todo tuyo —lo animó a que saciara su curiosidad por su cuerpo. Le gustaba mucho que su prometido quisiera experimentar con él.
Pero, entonces, él se detuvo y lo miró, con las mejillas todavía muy rojas. Sasuke temió haberlo presionado demasiado y se separó un poco para darle espacio, lo que no esperaba era que Naruto, en vez de poner más distancia entre ellos, cogiera su camiseta y se la quitara de un tirón, quedándose medio desnudo ante él.
Se quedó contemplando su hermoso pecho esculpido en músculos de ondulaciones suaves, no extremadamente tonificados, pero angulosos e incitantes, dándole a su torso una apariencia esbelta y fuerte al mismo tiempo, era… exótico, no había visto nunca un cuerpo así. Sus pezones eran rosados y estaban erizados por el deseo, tentándolo a chuparlos y haciendo que se preguntara cómo de sensible sería su rubio en esa zona. Por otro lado, su vientre era plano, y de piel tersa, estaba ansioso por acariciarlo, aunque le llamó la atención que, de vez en cuando, concretamente cuando Naruto tomaba aire, se perfilaran unos ligeros abdominales, advirtiéndole de su excelente forma física.
Tierno y letal a la vez. Era fascinante.
Completamente seducido, volvió a inclinarse sobre él para besarlo apasionadamente mientras sus manos recorrían avariciosas las nuevas zonas de piel. Era tan suave que lo único que quería hacer era pasar los dedos por su cuerpo una y otra vez, y dejar un rastro de fuego sobre cada centímetro por explorar.
—¿Cómo has podido pensar que no eres deseable para mí? —se preguntó cuando abandonó sus labios para empezar a besar su clavícula con toda la intención de seguir su camino más abajo.
Naruto jadeó, dejándose llevar las caricias de su prometido.
—¿Aunque no tenga pechos?
—No te hacen falta —respondió Sasuke mientras le pellizcaba un pezón, haciendo que el creador se retorciera ante el extraño placer que sentía al ser tocado así—. Mírate, eres hermoso, fuerte y sensual.
—¿Sensual? —preguntó, un tanto sorprendido y confundido pero, al mismo tiempo, excitado, no podía dejar de sentir todo lo que el varón hacía con él y eso le hacía arder.
Su húmeda lengua le rozó el pezón y él tembló.
—Tu cuerpo es intrigante, Naruto, tan suave, delicado… y fuerte a la vez. Tienta a todo hombre a explorarlo a la conciencia… pero nadie más que yo tendrá esa suerte —añadió, sonriendo con malicia y haciendo que el rubio se sonrojara todavía más. Sasuke le acarició el rostro con cariño—. No tienes nada que envidiarle a Karin, ni a ninguna otra mujer. No solo eres más hermoso que ellas por fuera, sino también por dentro. Para mí eres perfecto, Naruto.
Sus palabras hicieron que el creador se sintiera mucho mejor y que recuperara gran parte de su confianza. Agradecido, tiró de él para besarlo profundamente, enlazando su lengua con la suya en una danza tortuosamente lenta y húmeda, al mismo tiempo que sus manos volvían a explorar su increíble pecho. Sasuke le correspondió con el mismo deseo, también acariciando cada centímetro de su torso, pasando las manos por su espalda, jugando con sus sensibles pezones y tanteando su vientre con los dedos. Luego, fue el turno de usar sus bocas: el varón le mostró a Naruto cómo usar la lengua para dejarlo temblando de deseo, trazando un fogoso camino de besos por todo su pecho, rematado por húmedas pinceladas de lengua que le hicieron gemir hasta el punto de aferrarse a las sábanas, Sasuke estaba encantado de descubrir que su prometido sentía de un modo tan intenso sus caricias. Sin embargo, después fue su turno para jadear y gruñir de placer, pues su ávido rubio aprendía rápido cómo le gustaba ser tocado, y no tuvo problemas en torturarlo con sus manos, labios y lengua, recorriendo cada músculo con curiosidad y lujuria, provocando que en más de una ocasión lo cogiera del pelo para levantarle la cabeza y besarlo vorazmente.
Ambos se perdieron en una vorágine de lujuria que los dejó jadeantes y satisfechos. Naruto seguía impresionado por las emociones tan intensas que le provocaba Sasuke, mientras que este se sentía victorioso al haber podido ir un poco más lejos con su sexy rubio. Cuando terminaron, se quedaron tumbados de lado, todavía besándose, pero ahora con más calma y esa ternura que a Sasuke se le hacía tan especial.
—¿Lo ves? —le preguntó con una sonrisa—. Me tienes a tus pies.
Naruto se sonrojó un poco, pero le devolvió la sonrisa.
—Gracias —dicho esto, lo besó otra vez.
Sasuke le correspondió sin pensarlo y luego frotó su nariz contra la suya con cariño.
—Pero esto no quiere decir que vaya a cambiar nuestro plan. Te prometí que iríamos a tu ritmo… y quiero que me prometas que no tratarás de ir más rápido por mí o por cualquier otra tontería. Que yo te desee no implica que tengamos que hacerlo pronto, puedo esperar. ¿De acuerdo?
—Vale —respondió Naruto—. Lo prometo —dicho esto, le sonrió travieso—. No tendremos sexo hasta dentro de cincuenta años.
El varón puso los ojos en blanco y estrechó al creador contra su pecho, acomodándolos a ambos en la cama.
—Ahora duerme. Ya falta poco para el anuncio y nos esperan días duros. Tienes que descansar. —Hizo una pausa en la que le acarició el cabello—. Yo estaré a tu lado, pase lo que pase.
Naruto levantó la cabeza para sonreírle.
—Gracias, Sasuke. —Le dio un beso suave en los labios y le sonrió—. Tú también eres perfecto para mí.
Sasuke sintió su cara ardiendo mientras el rubio se acurrucaba de nuevo en su pecho para dormir. Se le escapó una tierna sonrisa, el joven que tenía entre sus brazos era el único capaz de hacer que se sonrojara y que sintiera esa dulce calidez en su interior. Era un chico realmente especial.
Lo abrazó cariñosamente y apoyó el mentón sobre su cabeza.
—Ahora solo falta que admitas que soy tan guapo como dicen las leyendas sobre mí —lo picó. Ya que había dicho que era perfecto, solo faltaba que dijera que era tan guapo como todas las mujeres decían.
Y su orgulloso prometido le dijo, sonriendo:
—Jamás.
Sasuke soltó una risilla y cerró los ojos.

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