viernes, 5 de abril de 2019

Los Cachorros de Sasuke


Mi Shaoran

Shaoran tenía los nervios a flor de piel mientras acababa de preparar su cama. ¿Cómo no iba a tenerlos si esa noche iba a hablar por primera vez con Narumi después de un año? ¿Después de todo lo que había ocurrido?
De hecho, todavía le costaba creer que precisamente todo eso hubiera sido posible gracias a Train. Tras ese año en el que no había parado de acosarlo para que le dijera que el lobo lo violó, jamás se le pasó por la cabeza que este acabaría escogiendo como pareja a uno de sus hermanos trillizos, ni que este influyera en su vida hasta tal punto que estaba cambiando para mejor. Ahora era más accesible y próximo. Le estaba muy agradecido a Kurama por haber logrado alcanzar el corazón de su hermano y hacer que lo abriera a los demás.
Gracias a eso… había podido contarle la verdad.
Por primera vez en un año, ya no estaba asustado ni sentía que tenía que cargar solo con ese problema, al contrario, se sentía liberado y profundamente aliviado.
Ahora, solo le faltaba hablar con Narumi. Se había dado cuenta durante la cena de que no había dejado de mirarlo. Sus ojos azules reflejaban el mismo anhelo que él sentía, esa necesidad de volver a estar con él que no había desaparecido desde que pasaron el celo juntos y se separaron.
Debía admitir que no esperaba que Narumi tuviera sentimientos por él, ya que, al fin y al cabo, solo pasaron unos días juntos y, la mayor parte del tiempo, no se dedicaron a hablar precisamente… Sin embargo, sí pasaron muchas horas acurrucados, con Narumi acariciando su cuerpo y sin descuidar por un instante su bienestar, cazando para él y llevándolo a un pequeño río todas las noches para que se limpiara, sospechando que al ser un felino no le gustaría demasiado estar sucio. En todo momento, lo había tratado como si le estuviera cortejando, como si le dijera que estaba más que listo para ser su compañero de por vida.
Eso le había gustado. Demasiado. Su lince estaba más que complacido y su lado humano se sentía halagado y enternecido.
Quería algo más que pasar el celo con él… y Narumi también. Se lo dijo con los ojos el día en el que Train atacó a su padre y, aun así, él se quedó un instante ahí, como si no deseara alejarse de su lado.
Así que, si los dos tenían las mismas emociones, ¿por qué estaba tan nervioso?
—¿Necesitas que me quede?
Shaoran pegó un salto y dejó caer la sábana que tenía en la mano al escuchar la voz de Train. Se había olvidado de que ambos compartían la habitación de invitados.
Se giró hacia él, que lo observaba con una media sonrisa divertida.
—No sabía que estuvieras tan nervioso.
—No lo estoy —negó, más por instinto que porque quisiera que Train se fuera para tener intimidad con Narumi… Aunque, pensándolo bien, tal vez lo hubiera hecho porque le hacía sonrojar la sola idea de que su hermano estuviera presente cuando el lobo fuera a buscarlo a su habitación.
El otro lince resopló, como si le hiciera gracia su reacción.
—No, claro. Has estado jugueteando con esa sábana unos diez minutos porque lo encuentras de lo más entretenido.
Shaoran miró la sábana un instante y la soltó de inmediato, haciendo reír a Train.
—¡Train! —se quejó el doncel, rojo como un tomate.
Su hermano fue hacia él y, para su absoluta sorpresa, lo abrazó con fuerza.
Era la primera vez que lo hacía desde que se conocían. Train había sido una bestia salvaje desde que estuvo preso, obligado a esconderse bajo su forma animal, y entre eso y que había sido maltratado, pudo entender que no fuera una persona que supiera cómo mostrar su afecto de un modo físico, era algo que había aprendido a aceptar con el tiempo.
Por eso se emocionó ante su gesto. Se sintió muy querido y protegido.
—Ese lobo te quiere —dijo Train con una sonrisa en la voz—, he visto cómo te ha estado mirando todo el rato en la cena, se nota que está ansioso por estar contigo y que te ha echado de menos. No te preocupes tanto, todo va a ir bien.
Shaoran alzó la cabeza y frotó su mejilla contra la de su hermano para corresponder su muestra de afecto.
—Lo sé. Es solo que…
—Estás nervioso —adivinó Train, que frunció un poco el ceño, dubitativo—. Si te hace sentir mejor, puedo quedarme, pero creo que solo os haría sentir incómodos y ya he causado bastantes problemas entre vosotros.
Esas palabras hicieron que se sintiera un poco mal consigo mismo.
—Yo tendría que haberte contado la verdad. A ti y a Kurogane, desde el principio. Pero… tenía miedo. No solo por mí, sino por lo que pasaría contigo si te enfrentabas con Creed y los demás. No eras muy popular en la manada y… me asustaba que te echaran.
Train parpadeó, sin esperar eso en absoluto.
—¿Te preocupaba que no me quisieran allí?
—Claro que sí.
—Shaoran, no soy la persona más sociable del mundo, me las habría apañado sin una manada.
—Ya sé que lo habrías hecho, pero tú necesitabas una familia —replicó el muchacho, un poco molesto—. Necesitabas aprender que hay gente que te quiere y que se preocupa por ti, que eres algo más que…
—Un animal —terminó Train por él, mirándolo fijamente—. Shaoran, ya lo sabía. Tú me lo enseñaste.
Eso lo descolocó por completo.
—¿Ah, sí?
Su hermano asintió con solemnidad y bajó los ojos.
—Sé que nunca te lo he dicho y… todavía no se me da muy bien expresar lo que siento. —Alzó sus ojos dorados, que lo miraron con una inesperada calidez—. Pero quiero que sepas que, de no ser por ti, yo nunca habría dejado de ser una bestia rota.
—Train… —murmuró Shaoran antes de lanzarse a darle un abrazo que el otro joven correspondió de inmediato.
—Eres mi hermano, te quiero y te estoy muy agradecido por todo lo que has hecho por mí —declaró el muchacho, acariciando los mechones del doncel—. Es solo que no sabía cómo hacértelo ver… Y había unas cuantas cosas más que tenía que aprender. Cosas que gracias a Kurama he comprendido. No es que vaya… a ser fácil cambiar de un día a otro pero…
—No importa —dijo el pequeño lince, emocionado—. No necesitas ser de otra forma, yo también te quiero.
Train sonrió y le acarició el cabello.
—Bueno, bueno, reserva tu sentimentalismo para tu lobo… —Entonces, ladeó la cabeza y le dio unas palmaditas—. Por cierto, está esperando al otro lado de la puerta a que salga, así que… te dejo con tu cita.
Shaoran enrojeció y bajó la vista.
—Vale.
Su hermano puso los ojos en blanco al ver que sus nervios volvían.
—Mmm… Creo que tendré una charla con él —dijo antes de dirigirse a la puerta.
—Espera, ¿qué? —exclamó Shaoran, que de ninguna manera quería que Train le echara a Narumi el típico sermón de hermano mayor, o que le dijera que usaran protección o ¡qué sabía él que haría!
Sin embargo, el otro lince ya había cerrado la puerta tras sí, sonriendo con diversión al escuchar la alarma en la voz del doncel. Comprendía que Shaoran estuviera preocupado por lo que fuera a decirle a Narumi, pero no era para tanto, solo iba a ayudar un poco a que las cosas fueran más fáciles para él.
Se dio la vuelta, encontrándose con el lobo a un escaso metro de distancia. Su expresión corporal le dijo que estaba ansioso por ir a ver a su hermano, pero su rostro denotaba cierta duda.
—¿Va todo bien? —preguntó.
Train le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
—Si te preocupa que no apruebe vuestra futura relación, relájate —dijo con una media sonrisa, un poco divertido—. He venido a aconsejarte.
Narumi frunció el ceño, sin entender a qué se refería.
—¿Aconsejarme?
El lince asintió con calma.
—Mi hermano está muy nervioso ahora mismo y, teniendo en cuenta todo por lo que ha pasado últimamente, necesita estar tranquilo.
El lobo ladeó la cabeza, un poco confundido.
—¿Qué quieres decir?
Train puso los ojos en blanco.
—Kurama me ha dicho que eres un hervidero de hiperactividad y te ves como si estuvieras a punto de abalanzarte sobre Shaoran para darle un abrazo. No lo hagas. Cálmate y repórtale tranquilidad y seguridad, hazle sentir que no tiene por qué sentirse nervioso o inseguro contigo.
Narumi dejó caer los hombros, un poco decepcionado.
—¿Por qué? Él sabe que quería estar con él.
—Se siente culpable por todo lo que ha pasado. Cree que tu familia ha sufrido daños porque él no se atrevió a decir lo que ocurrió desde el principio.
—Eso es absurdo —resopló.
—Lo sé, pero es así como se siente, de modo que inspira hondo, relájate y hazle saber que todo va bien.
Narumi inspiró profundamente. Lo cierto era que Train había dado en el clavo cuando había dicho que se moría de ganas por ir a abrazar a Shaoran. Desde que supo que cabía la posibilidad de que lo juzgaran por violación, se había preguntado si su lince había estado tan ofuscado por el celo que solo se había quedado con él por necesidad, para después, cuando ya había pasado, sentirse sucio por lo ocurrido entre ellos. Y, a pesar de que al final no hubo juicio, había pasado un año entero mortificándose por ello, preguntándose si le habría hecho daño y si lo odiaba por ello.
Por eso, tuvo que ir a asegurarse en cuanto supo que Shaoran había vuelto… Pero nunca quiso que ocurriera nada malo. Se suponía que solo hablaría con él, pero había estado tan ansioso que no se había parado a pensar en las consecuencias de sus actos.
Su hermano Kurama podría haber sido separado de su familia por protegerlo, y su padre… Se estremecía de tan solo pensarlo.
Sin embargo, esa noche también supo que Shaoran no le guardaba ningún rencor. Se habían mirado a los ojos y él le había demostrado que se sentía responsable por lo ocurrido y lo mucho que lo lamentaba. Le habría gustado ir con él, decirle que no era culpa suya, pero su padre doncel estaba grave y había tenido que marcharse con su manada, necesitaba saber que estaba bien y estar con sus hermanos.
Por eso, ahora que al fin podían verse sin que nadie saliera herido, estaba tan ansioso. Ya había tenido que contenerse en la cena para no montar un numerito delante de toda su familia. Quería decirle a su gatito que lo había echado mucho de menos, que no había dejado de pensar en él y pedirle que les diera una oportunidad para salir juntos. Él tenía la firme convicción de que, si en un año no había podido olvidarlo, era porque ese lindo doncel era su compañero, la persona con la que podría compartir su vida y con quien podría ser feliz por siempre.
Pero ahora comprendía que lanzarse no era lo mejor para Shaoran. Ese era su mayor defecto, actuaba antes de pensar, siguiendo sus impulsos, sin pensar en si alguien podría sentirse incómodo por su actitud o si lo último que necesitaba fuera toda esa energía apabullante sobre él. O si podría salir herido. Era algo que había aprendido de esa maldita noche, jamás podría olvidar el miedo y el dolor que sintió cuando vio a su padre tirado sobre el barro, inerte.
No cometería el mismo error. Era cierto que le costaría cambiar esa parte de él, pero quería intentarlo. No quería que nadie más sufriera por su inmadurez, y menos Shaoran. Si él necesitaba calma, sería como su hermano Menma e iría poco a poco.
—Eso es —dijo Train con aprobación.
Narumi lo miró e inclinó la cabeza a modo de agradecimiento.
—Gracias por el consejo.
El lince asintió, aunque después se removió un poco, como si estuviera incómodo.
—De nada… Y… te pido perdón otra vez. Por todo.
Esta vez, el lobo sonrió.
—No tienes que hacerlo, ya estás perdonado. De verdad —dicho esto, sus labios cayeron hacia abajo—. Comprendo lo que hiciste y… siento mucho lo de tus amigos.
Train lanzó un gruñido muy poco humano.
—Nadie que hace daño a mi hermano es amigo mío.
—Lo sé, lo sé. Quiero decir que… —Se rascó la nuca, sin saber muy bien cómo expresarse—. Tuvo que ser duro para ti y… lo lamento.
El lince negó tristemente con la cabeza.
—No lo hagas. Yo tendría que haberlo visto venir —dicho esto, pasó por su lado, cabizbajo.
Sin embargo, Narumi no se sintió bien al dejarlo ir de esa manera y se dio la vuelta.
—Train —lo llamó, haciendo que este se detuviera—. Tampoco es culpa tuya. Todo lo que ha pasado ha sido por esos linces, no por ti.
El otro macho se giró y le dedicó una sonrisa agradecida, aunque no parecía muy convencido cuando se metió en la habitación de Kurama. Narumi se sintió mal por él. No estaba muy seguro de lo que le había pasado a ese chico; Shaoran y Kurama le dijeron que su vida había sido de todo menos fácil y feliz, y sospechaba que esa agresividad que había tenido hasta no hace mucho se debía precisamente a esa etapa de su vida.
Aun así, no era una mala persona. Hasta él podía ver que todo el daño que había hecho lo provocó creyendo que protegía a Shaoran, a su hermano. Todo el mundo cometía errores, y más todavía si encima eran engañados y manipulados. Así que, desde su punto de vista, Train no era el malo de la película, sino esos linces malnacidos.
Una parte de él se sintió furiosa por esos cabrones, pero se esforzó en dejarla ir y volver a relajarse. Cuando Train y Shaoran habían llegado esa noche a su casa, el primero había dicho que había un problema en la manada y que por eso su gatito debía quedarse con ellos; suponía que por fin Shaoran les había contado lo ocurrido y que probablemente había cierta tensión, por eso la pantera los había enviado con ellos. De modo que esperaba fervientemente que esos capullos recibieran su merecido y dejaran en paz al doncel, así estaría a salvo y dejarían de tener más problemas con la manada de linces. Además, Shaoran estaría bien en su casa, no había nada ni nadie que pudiera entrara a atacarles sin que su padre o uno de sus hermanos no lo detectara.
Pensar en eso terminó de calmarlo y, sonriendo ante la expectativa de que iba a estar con su gatito, llamó a la puerta. Tras escuchar un tímido “pasa”, contuvo sus ganas de entrar precipitadamente para abalanzarse sobre el lince y, en cambio, ingresó lentamente en la habitación.
Junto a la cama, lo esperaba un sonrojado Shaoran que, sin embargo, esbozó una enorme sonrisa feliz al verlo. Él no pudo evitar devolvérsela, contemplando lo lindo que se veía con una camiseta de manga larga verde, cuya mitad de las mangas eran doradas y que dejaba a la vista una parte de su clavícula, como si estuviera exponiendo su cuello para que lo marcara, haciendo que su lobo interior salivara ante la idea de morderlo de nuevo. Los pantalones eran blancos, ajustados pero flexibles, seguramente para poder correr y saltar por el bosque en libertad, a juego con los delgados calcetines que cubrían sus graciosos pies.
—Hola —lo saludó.
—Hola —respondió, acercándose despacio, para que Shaoran viera sus intenciones y no se asustara. Su rostro enrojeció aún más, pero no se alejó cuando estuvieron a un escaso metro de distancia—. ¿Cómo te encuentras? —Eso era lo primero, su estado y bienestar eran lo más importante para él.
Esta vez, su sonrisa se volvió vacilante y apartó la vista.
—Creo que mejor. Aunque ha sido un día bastante raro.
Narumi no pudo contener y le cogió la mano con suavidad para acariciarle los dedos. El lince lo miró un tanto sorprendido, pero no mostró el más mínimo rechazo.
—¿Quieres contármelo?
Shaoran, tras un dudarlo un instante, asintió. Ambos se sentaron juntos en la cama y el doncel empezó a explicarle cómo esa tarde Train le había pedido por fin que le contara su versión de cómo fue casi violado y también cómo eso le había permitido reunir el valor suficiente para decirle la verdad de lo que ocurrió ese día. Luego, le dijo que la pantera, Kurogane, había escuchado la conversación y se había encargado de todo; primero, había hablado largo y tendido con él acerca de ocultarle ese tipo de cosas y hacerle entender que jamás debía tener miedo de contárselo, y después los había mandado allí tras decirles que iba a hablar con Sven para aclarar aquel asunto de una vez por todas. Le confesó que creía que Kurogane iba a interrogar en persona a ese tal Creed y sus dos amigos para que confesaran lo que habían hecho.
—¿Crees que lo harán?
El doncel asintió sin asomo de duda.
—Sí, Kurogane es Cazador y se le da muy bien su trabajo. Además, da miedo incluso sin estar enfadado, imagínate cuando lo está.
Narumi sonrió.
—La gente dice que mi padre asusta con solo mirarlo, pero como en casa siempre está relajado, a mis hermanos y a mí no nos lo parece. Eso sí, si algo lo enfurece da un miedo tremendo.
Shaoran sonrió. Parecía haberse ido relajando a medida que hablaba con él.
—Supongo que todos los padres asustan cuando se enfadan.
El lobo soltó una risilla y luego ladeó la cabeza.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—Me he fijado en que Kurogane es una pantera…
Shaoran adivinó rápidamente a dónde iban sus pensamientos.
—No, no es mi padre biológico. Él me acogió cuando murieron mis padres.
—Lo siento mucho.
—No pasa nada, fue hace mucho tiempo —le dijo con una amable sonrisa—. Tuvieron un accidente de tráfico; había una tormenta muy fuerte y un camión se desvió y los golpeó. Mi padre era humano y mi madre trató de protegerlo con su cuerpo, pero el impacto fue demasiado fuerte. Murieron al instante.
Narumi se acercó un poco más a él, rozando su cuerpo con el suyo para ofrecerle consuelo.
—Lo lamento.
El lince le sonrió otra vez.
—No te preocupes, estoy bien. Me alivia saber que ninguno de los dos sufrió. Además, Kurogane se hizo cargo de mí. No es el hombre más cariñoso del mundo, pero ha sido mi familia desde entonces. Le respeto y aprecio mucho.
El lobo se sintió mejor al saber que lo tenía superado. Sin embargo, había algo que no cuadraba con su historia y que lo tenía confundido.
—¿Qué hay de Train? ¿Kurogane no podía ocuparse de él también y os separaron?
Shaoran parpadeó, pero comprendió rápidamente lo que ocurría.
—Oh, Train y yo no somos hermanos de sangre.
—Aaah… —dijo Narumi, entendiéndolo de golpe—. Como siempre os referís el uno al otro así, pensé que erais de la misma familia.
—Los dos fuimos adoptados por Kurogane y estamos bastante unidos, así que nos consideramos como tales. De todas formas, él lleva mi apellido ahora, de modo que es más o menos oficial.
Eso sí que extrañó a Narumi.
—¿Por qué se cambió el apellido?
En esta ocasión, Shaoran bajó la vista, un tanto incómodo.
—Mmm… Digamos que la historia de su familia es conocida y Kurogane no quería que eso se convirtiera en un estigma para él. Los demás lo habrían tratado con miedo y tal vez no habrían tratado de tener ningún tipo de relación con él. Lo que Train necesitaba en ese momento era sentirse parte de una manada y una familia y Kurogane creyó que sería mejor si decía que era huérfano. Yo fui el primero que se acercó a Train y con quien más contacto tuvo, supongo que por eso pidió llevar mi apellido.
—Eso es muy bonito —comentó Narumi.
Shaoran volvió a sonreírle con alegría.
—Ahora está mucho mejor, gracias a tu hermano. Ha mejorado mucho desde que está con él.
—Kurama parece más feliz desde que están juntos, y se ha vuelto menos gruñón. Así que ha sido bueno para los dos.
—Me alegra mucho que se hayan hecho pareja —dijo Shaoran con un brillo alegre en sus ojos castaños—. Merece todo el amor que le puedan dar.
A Narumi le conmovió ver que su gatito quería tanto a su hermano, tanto como Train parecía quererle a él. Le recordaban un poco al vínculo que tenía con su propia familia, aunque, sobre todo, tenía la sensación de que su relación se parecía más a la que tenía él con Kurama. Después de todo, la pareja de su hermano tenía su mismo carácter, mientras que él y Shaoran eran los más “tranquilos”, por decirlo de algún modo. Aunque no le cabía duda de que el doncel no tenía ni por asomo la hiperactividad que a él le definía.
Se acercó un poco más para rozar su brazo con el suyo.
—Entonces, ¿estás bien?
Shaoran le sonrió con confianza.
—La verdad es que sí. Ahora que Train y Kurogane conocen toda la historia no me siento tan solo como antes.
—Te dije que hablaras con alguien sobre lo que había pasado —le dijo con suavidad. No quería regañarlo, pero le molestaba la idea de que hubiera estado cargando con tanto peso durante un año, de que probablemente habría estado asustado. Él lo podría haber parado diciendo la verdad, pero le había prometido a Shaoran que no diría nada por el bien de su hermano… con la condición de que no se callara lo sucedido, claro. Había pensado que, al menos, estaría protegido en su manada.
El lince agachó la cabeza.
—Era mi intención hacerlo, pero después de que te pegaran, tuve miedo. Por poco te someten a un juicio por mi culpa y Creed amenazó con que su padre no seguiría manteniendo a mi manada. Pensé que lo único que conseguiría sería que echaran a mi hermano.
Narumi sacudió la cabeza, sin comprender eso del padre del malnacido.
—¿Qué quieres decir con mantener a la manada?
—Es el director de una cadena muy grande de aeropuertos. Usa parte del dinero que gana para invertirla en la manada y en el territorio donde vivimos. La gran mayoría de los adultos tienen trabajo, pero no ganan lo suficiente como para aportar gran cosa. Pensé que, si decía algo, Creed usaría la influencia de su padre para que el juicio fuera en nuestra contra; podrían haber echado a mi hermano de la manada, pensé que incluso echarían a Kurogane o incluso que te condenarían si tratabas de ayudarme. No me pareció justo y por eso no dije nada.
El lobo frunció el ceño.
—¿Crees de verdad que su padre haría algo así sabiendo lo que su hijo había hecho?
Shaoran asintió sin vacilar.
—Ese hombre no me soporta. No sé por qué, pero he visto cómo me mira. Procuro mantenerme alejado de él.
Narumi ya no pudo contenerse más y pasó el brazo por los hombros del doncel para estrecharlo contra su cuerpo, queriendo ofrecerle seguridad.
—Bueno, no te preocupes. Ahora tu manada sabe qué clase de tipos son esos capullos y no me creo que vayan a tolerar tener esa clase de depredadores entre ellos aunque sea por dinero. Además, tienes a Kurogane y a Train, no dejarán que te pase nada malo. Ni yo tampoco —añadió en un murmullo feroz.
El lince se giró un poco para mirarlo, aunque no se deshizo de su brazo.
—Gracias por salvarme aquella vez. Y siento todos los problemas que he causado, a ti y a tu familia.
Él resopló y negó fervientemente con la cabeza.
—Tú no tienes la culpa de nada.
—Pero si yo…
—Mira, yo también me siento culpable por lo de hace un mes —confesó, agachando la cabeza—. Cuando supe hace un año que querían someterme a juicio, me asusté y pensé que el celo te afectó tanto que aceptaste pasar ese tiempo conmigo porque así lo quería tu instinto y que, después, te diste cuenta de lo que habías hecho y te arrepentiste. Al final no ocurrió nada y mi padre me aseguró de que tú no querías que fuera castigado, pero me quedé con la duda de si había hecho mal al quedarme contigo. Por eso fui a buscarte, sin pensar en que tal vez tú no querrías verme, ni siquiera pensé que esos linces fueran a buscarme para golpearme otra vez y, por culpa de eso, mi padre podría haber muerto.
—¿Cómo puedes pensar eso? —preguntó Shaoran, un tanto horrorizado ante la idea de que Narumi se culpara a sí mismo por lo que sucedió—. Tú no estabas haciendo nada malo, fue Creed quien lo manipuló todo.
—Lo sé —asintió el lobo, mirándolo a los ojos—. Por eso te digo que no es culpa tuya, ni de Train, ni mía. Ese maldito gato fue quien estuvo jugando con vosotros. Así que deja de preocuparte tanto; muy pronto esto se solucionará y se convertirá en un mal recuerdo, ¿vale?
Su gatito le dedicó una pequeña sonrisa.
—Vale —respondió, como si fuera una promesa de que olvidaría todo lo que le hacía sentir mal y que se centraría en el presente. Eso era lo único que quería Narumi en ese momento… Bueno, también quería abrazarlo y hundir la nariz en su pelo para aspirar su olor mientras frotaba su cuerpo contra el suyo para marcarlo con su aroma y advertir a esos gatos de mierda que ese lindo doncel le pertenecía, pero sabía que lo más sensato era seguir el consejo de Train e ir poco a poco, podía sentir que Shaoran necesitaba eso ahora—. Narumi —lo llamó este.
Centró sus ojos en él, dándose cuenta de que volvía a estar sonrojado. Sin embargo, en esta ocasión, no rehuía su mirada, la cual mostraba todavía cierta timidez, pero en lo más profundo de sus hermosos ojos castaños también había una fuerte determinación.
—Quiero que sepas que… —Hizo una pequeña pausa en la que se armó de valor para decir lo que tenía que decir—. Pasé el celo contigo porque me gustabas. No porque estuviera afectado. Tú me salvaste y fuiste bueno conmigo, incluso después de… satisfacernos —dijo con cierta dificultad. A Narumi le pareció monísimo que le costara tanto decir que se habían acostado—. Fuiste amable y considerado, te preocupaste por mi bienestar y me ofreciste llevarme a casa en vez de aprovecharte de la situación. Eres una buena persona y… me alegro de que mi primera vez fuera contigo.
… No, tras esas palabras ya no podía contenerse. Agarró a Shaoran y lo puso sobre su regazo, rodeando su cintura con los brazos y estrechándolo contra su pecho para apoderarse de esos labios que no habían hecho más que tentarlo durante toda la cena. Gruñó de pura satisfacción al sentir esa suave boca contra la suya y la devoró sin pensar, fundiéndose con ella en una vorágine de calor y deseo de la que ya no podía escapar.
Una parte de él temió, ya demasiado tarde para echarse atrás, que Shaoran lo rechazara, que se hubiera precipitado y no hubiera respetado su intimidad, sin embargo, el doncel, en vez de empujarlo, se aferró con los dedos a su camiseta y le devolvió el beso con un gemido suave, abriendo la boca para él y entregándose por completo.
Su lobo interior aulló de alegría y se dejó llevar. Lo agarró del pelo para mantenerlo quieto con una mano mientras que la otra se ciñó más a su cintura, procurando que no escapara. Shaoran no pareció en absoluto asustado por dejarle el control, sino que gimoteó en el momento en que sus dedos se enredaron en los mechones de su cabello y rodeó sus caderas con sus piernas; eso no hizo más que enloquecer a Narumi, quien no pudo evitar recordar una de las muchas noches en las que pasaron el celo juntos, donde su gatito apretaba los muslos contra sus cotados y sus talones golpeaban su culo mientras lo follaba frenéticamente.
Con un gruñido voraz, mordisqueó sus labios hasta dejarlos enrojecidos y penetró la boca de su dulce gatito con la lengua, haciéndole jadear del modo más erótico que podía existir. El que Shaoran se aferrara a su cuerpo con desesperación, como si lo necesitara dentro de él, no ayudaba a disminuir las ganas que tenía de arrancarle la ropa, agarrarlo por las muñecas y hacerle el amor como si no hubiera un mañana. A lo mejor así podía conseguir que se quedara con él. Acababa de decirle que le gustaba y él seguía sintiéndose muy atraído por él.
Kurama tenía toda la razón, estaba colado por su gatito.
Pero por mucho que este parecía dispuesto a dejar que le hiciera retorcerse de placer entre las sábanas, sabía que no quería hacer las cosas así. Se había prometido que no iba a cometer más errores, que pensaría las cosas antes de hacerlas. No quería que Shaoran se acostara con él esa noche y que a la mañana siguiente se preguntara si había sido una buena idea, que dudara sobre sus sentimientos, sobre si eso era solo un revolcón más o si había algo más. Ya se había decidido a hacer de él su pareja, pero no podía soltárselo así sin más. Debía frenarse y darle tiempo para demostrarle que iba en serio y que quería más que sexo con él.
Así que, en contra de su voluntad y la de su lobo, ralentizó el beso, alargando las caricias de su lengua contra la suya, resistiéndose a abandonarlo, pero finalmente logró separarse… Aunque la visión de su gatito, tan lindo con ese rostro sonrojado que parecía estar suplicando que lo follara, estuvo a punto de lograr que se replanteara todo lo anterior para tratar de convencerlo de que era suyo a base de múltiples orgasmos.
Por suerte, la sonrisa de Shaoran y la caricia que le dedicó a su rostro con sus tiernos dedos lo detuvo.
—Te ha salido pelaje —comentó.
Narumi se sobresaltó y sacudió la cabeza, tratando de hacerlo retroceder dentro de su piel mientras que al lince se le escapaba una risilla.
—Lo siento —se disculpó, siendo consciente de que Shaoran sabría que había sido a causa de la excitación.
—No importa. Me siento halagado.
Eso lo tranquilizó lo suficiente como para que su pelaje se ocultara y contempló al lince con una sonrisa feliz que este le devolvió con ternura.
Sin pensarlo demasiado, lo abrazó con fuerza, sintiéndose eufórico cuando el doncel enterró su rostro en su pecho con un ronroneo suave y sus brazos lo envolvieron por la cintura.
No, eso no era una simple atracción física, había algo más, y Shaoran también lo sentía. Eso le dio muchas esperanzas de que lo suyo pudiera funcionar.
—Shaoran, ¿te gustaría salir conmigo mañana? —le preguntó con impaciencia, ansioso porque su relación diera comienzo.
Su corazón latió desbocado al sentir cómo este sonreía.
—Me encantaría.


Shaoran trotaba alegremente por el bosque, impaciente por reunirse con Narumi.
Había pasado una semana desde que reveló lo sucedido aquella fatídica noche de hace un año. La manada ya estaba al corriente y un juicio había sido programado para después de la época de celo, ya que todos los cambiantes estaban ocupados preparándose junto a sus parejas para una semana de desenfrenado éxtasis y las emociones estaban a flor de piel, por lo que Sven ordenó que Creed, Preta y Shiki estuvieran bajo arresto domiciliario hasta que el juicio se celebrara.
Tal y como él temía, el padre de Creed puso muchas pegas y objeciones, así como lo hicieron los padres de Shiki, indignados por las acusaciones; sin embargo, y contra todo pronóstico (para Shaoran) Sven se negó en redondo a tolerar esa clase de comportamiento y toda la manada lo apoyó.
Los cambiantes no eran como los humanos, a pesar de que ahora vivían entre ellos; en su historia quedaba patente que habían logrado sobrevivir al paso del tiempo y a la crueldad de los hombres gracias a su unidad, a permanecer juntos, a que sus generaciones futuras desarrollaran unos valores y un carácter noble, no a un dinero al que no tuvieron acceso en la antigüedad y por el cual muchos mercenarios los persiguieron. Ninguno de ellos quería un depredador entre su gente, ¿qué pasaría si algún día iba a por otro de sus hijos? La gente como Creed, adicta a una ilusoria sensación de superioridad, no se detenía en una única víctima, al final acababa buscando a más jóvenes a los que hacer daño para satisfacer su ego. Esa clase de animales tendían a convertirse en seres demasiado peligrosos para su sociedad y, en algún momento, se pasaban de la raya y los Cazadores salían en su busca.
A esto, había que añadir un fuerte componente no humano, el de seguir al líder de la manada. Puede que los linces no tuvieran una mentalidad de manada, tendían a ser más solitarios por naturaleza, pero desde las masacres de los hombres hacía miles de años se mantenían juntos por seguridad y, a causa de eso, se había desarrollado un fuerte respeto por su líder, uno que, a diferencia de los lobos (en su naturaleza sí estaba el seguir a un alfa), era elegido por la manada habitualmente por su fuerza e inteligencia, y Sven, que en sus años más jóvenes fue un valioso espía del Gobierno y que seguía trabajando como investigador para ellos, tenía de sobra ambas cosas.
Así que los linces tenían muy claro a quién iban a apoyar en caso de que se demostrara que Creed y sus dos amigos habían estado amedrentando a Shaoran para violarlo…
Algo que Kurogane ya había conseguido. Ni siquiera tuvo que preguntarle nada a Creed, se abalanzó sobre él en forma de pantera como si fuera a matarlo y él solito pidió perdón por haber intentado tocar a Shaoran para después suplicarle por su vida… Y todo eso antes de mearse encima.
Shaoran sabía que los padres dirían que Kurogane le había obligado a decir eso, pero, a juzgar por las miradas que le lanzaban los linces, sabía que estaban de su parte. La pantera había formado parte de su grupo durante muchos años y por su posición de Cazador era muy respetado; por otro lado, conocían a Creed y le conocían a él… y sabían muy bien que el doncel no era de los que iba por ahí haciendo falsas acusaciones. Los únicos padres que no habían presentado quejas eran los de Preta; hacía tiempo que se habían dado cuenta de su malsana fijación por Creed y hacían lo que podían para tratar de alejarla de él, sin mucho éxito hasta el momento. Solo ahora, con el arresto domiciliario, tenían una excusa para encerrarla e intentar hacerla entrar en razón para que volviera a ser la misma chica alegre y sensible que fue cuando era niña.
Mientras tanto, él disfrutaba por primera vez de una gran libertad que no había tenido en el último año. Ahora podía salir de su casa sin miedo a que Creed y sus amigos fueran a buscarlo, ya no tenía que ir rebuscando en cada esquina con temor, preparado para echar a correr a la más mínima señal de peligro. Además, rara vez estaba solo; Train se estaba esforzando por ser más cercano a él y pasaban la mayor parte del tiempo juntos cuando estaban en la manada, y si él se había marchado con Kurama, Kurogane nunca andaba lejos, incluso cuando no lo veía sentía su presencia cerca. Supuso que era una medida de seguridad que se habían impuesto por si acaso uno de esos tres se escapaba y trataba de vengarse, pero de momento, no había ocurrido.
Aunque lo que le hacía realmente feliz era estar con Narumi. Si a Shaoran ya le gustaba mucho sin haber cruzado demasiadas palabras, conocerlo en profundidad solo hizo que se enamorara locamente de él; era un chico alegre y revoltoso, rara vez estaba quieto y tenía un afán juguetón que le parecía adorable y le hacía pensar que sería un gran padre algún día. Pese a que podía ser impulsivo y decir las cosas sin pensar, se dio cuenta con rapidez de que nunca lo hacía con mala intención y que trataba de ser más reflexivo antes de hacer algo, lo notaba sobre todo cuando estaba con él, cuando trataban algún tema delicado y él abría la boca para después cerrarla, como si pensara de repente si lo que quiera que fuera a decir heriría sus sentimientos. Eso terminó de confirmar lo que él ya sospechaba, era una buena persona que se preocupaba por aquellos que lo rodeaban, amable, gentil y cariñoso.
Cada vez se sentía menos tímido con él y ya no tenía problemas en cogerle de la mano o intercambiar besos apasionados. Sí, se podría decir que estaban saliendo juntos, aunque Narumi no lo hubiera expresado formalmente, pero sabía por su modo de actuar, tanto humano (las citas, el entrelazar sus dedos, los besos) como animal (dejar su olor en su cuerpo para advertir a otros, gruñir a los machos que se le acercaban demasiado, ofrecerle el primer bocado de una presa que habían cazado) que lo que había entre ellos era más serio que un simple ligue.
De hecho, le había pedido que pasara el celo con él otra vez. Y él había aceptado.
Kurogane y Train ya estaban informados y no habían puesto ninguna pega; su hermano se iba con Kurama, era la primera vez que los dos estarían con alguien en esa época del año, mientras que Kurogane se quedaría solo en la cabaña… otra vez. En todo el tiempo que habían estado juntos, no recordaba haberlo visto nunca con un amante, y habría pensado que era de lo más discreto si no fuera porque recordaba que todos los años se quedaba recluido en casa.
Ojalá encontrara a alguien. Train y él estaban creciendo y en algún momento se irían de casa, eso quería decir que la pantera se quedaría sola. Y, aunque ese felino gruñón dijera que le gustaba, Shaoran estaba convencido de que sería más feliz si encontraba a alguien que…
Un olor que no esperaba detectar lo sobresaltó e interrumpió sus pensamientos.
Sangre. Olía sangre.
Inquieto, se agazapó y se deslizó entre la maleza. Sabía que a veces venían humanos al bosque y, aunque Narumi le había dicho que estaba prohibido cazar, siempre había algún idiota que se saltaba las normas y acababa haciendo daño a un cambiante. Por eso quería acercarse, su olfato era mejor que el de un humano, pero no lo bastante como para identificar a tanta distancia si pertenecía a uno de los suyos.
Se acercó despacio y muy atento a los sonidos del bosque, pero no escuchó nada sospechoso, lo cual le hizo preocuparse más. Los humanos eran normalmente ruidosos… ¿Acaso se trataría solo de animales cazando?
Ese pensamiento lo alivió cuando una ráfaga de aire hizo que el aroma de la sangre lo golpeara.
Narumi. Era su sangre.
No lo pensó dos veces, empezó a correr como si el suelo estuviera desapareciendo bajo sus patas y fuera a caer a un vacío infinito. En ese bosque no había ningún depredador que pudiera herirlo, y dudaba que sus hermanos le hubieran herido hasta el punto de hacerle sangrar en un entrenamiento.
¿Y si algún cazador le había disparado? Ahora no escuchaba nada, pero podría haber pasado hace un rato, cuando estaba lo bastante lejos para no escuchar un disparo.
El miedo lo atenazó y movió sus patas tan deprisa que le ardían. Aun así, no aminoró la marcha, necesitaba saber qué le había pasado y si estaba bien.
Se detuvo en seco cuando llegó a un pequeño claro del bosque, sabiendo que había llegado al lugar correcto. No había nadie, pero olfateó profundamente para identificar de dónde venía el olor, encontrándolo rápidamente en la zona central, donde vio unas pocas manchas de sangre que creaban un charco.
Se acercó, con la esperanza de poder encontrar el rastro de su lobo… Y, nada más hacerlo, encontró señales de lucha.
Narumi no había recibido ningún disparo, sino que había estado peleando con cambiantes, lo supo nada más ver los surcos en la tierra e identificar las huellas… No, no podía ser, esas marcas pertenecían a…
—Hola, mestizo.
Shaoran se dio la vuelta con un salto, gruñendo hacia unos arbustos que se removieron segundos antes de dejar a la vista a Creed y Preta, que andaban desnudos en forma humana hacia él, y Shiki, que se mantenía como lince, tal vez porque sus cuerdas vocales aún no se habían recuperado lo suficiente como para cambiar.
Olfateó hacia ellos, descubriendo con horror que era incapaz de olerlos. Lo único que podía oler, aparte de a Narumi y su sangre, era el bosque; probablemente se habrían bañado en el río antes de frotarse bien contra la tierra, era un truco cambiante para enmascarar los aromas. No es que fueran completamente indetectables, la nariz entrenada de un lobo podría haberlos descubierto… pero no él.
Lo habían conducido a una trampa. Otra vez.
Aun así, el único miedo que sentía era por Narumi, de modo que les gruñó con fuerza y erizó el pelaje.
Creed comprendió rápido lo que quería saber y sonrió con arrogancia.
—Oh, ¿buscas al lobo bastardo que intentó violarte?
Shaoran se agazapó más y rugió, preparado para saltar, pero Shiki se interpuso, imitando su postura. Pese a que ya no podía emitir ningún sonido, su hocico arrugado y la forma en la que le mostraba los dientes afilados le hizo saber que se trataba de una amenaza para que no atacara.
Él no era un cobarde, pero no tuvo más remedio que retroceder. Por mucho que quisiera arrancarles la piel a tiras, necesitaba saber dónde tenían a Narumi, qué habían hecho con él y si estaba bien.
Si le habían…
No quería pensar que hubieran sido capaces de llegar a ese extremo. No porque creyera que Creed no deseara matar a su lobo en venganza, sino más bien porque esperaba que no fuera tan estúpido como haber hecho algo así creyendo que se saldría con la suya; una cosa era un intento de violación durante el celo, eso podría ser una falta menor considerando que eran jóvenes y que tenían poco control en esa época, no los matarían por ello… Pero un asesinato no tenía nada que ver. Kurogane, siendo el Cazador más cercano, los mataría al instante. Los cambiantes no tenían cárceles en las que encerrar a los criminales que pertenecían a su raza, era demasiado peligroso y se arriesgaban a que los humanos los descubrieran, por lo que la pena por crímenes graves era la muerte.
Su especie no estaba para andarse con tonterías.
Creed esbozó una sonrisa satisfecha antes de hacerle un gesto a Preta con la cabeza.
—Tráelo.
Ella asintió y se adentró de nuevo entre la maleza a paso rápido. Shaoran mantuvo la esperanza de que Narumi estuviera vivo, no sabía lo que haría como le hubiera pasado algo… Aparte de que mataría a los tres. Era consciente de que estaba en inferioridad numérica, pero no le importaba. Su lobo estaba en esa situación porque le había salvado un año atrás, no soportaría la idea de que hubieran ido a por él porque se negó a abrirse de piernas para ese bastardo enfermo de Creed.
Él sería el último en morir. Si por un milagro lograba sobrevivir al enfrentamiento, le daría la muerte más dolorosa que se le pudiera ocurrir, le demostraría de lo que era capaz de hacer un mestizo, le mostraría el lado más cruel de su parte humana, aquella que tanto odiaba y aborrecía. Sería esa parte de él la que cogería un palo y lo golpearía hasta destrozar cada hueso de su repugnante cuerpo.
—Tendrías que haber cerrado la boca.
Estrechó los ojos al escucharle y gruñó bajo, una advertencia.
Cierra la boca, maldito hijo de la gran puta.
Creed respondió a su amenaza con una mueca de desprecio.
—Ni se te ocurra. Esto no habría pasado si tú no hubieras dicho nada.
Shaoran le lanzó una mezcla de rugido y gruñido y erizó aún más el pelaje, listo para atacar. Sin embargo, unos quejidos hicieron que alzara las orejas y mirara a su espalda, por donde vio aparecer a Preta, que arrastraba algo.
Cuando lo empujó fuera de los arbustos, el alivio lo inundó. ¡Era Narumi! ¡Y estaba vivo!
Aun así, esa sensación fue sustituida rápidamente por la preocupación y el horror. Su pobre lobo tenía las cuatro patas fuertemente atadas en un nudo tan ceñido que le estaba haciendo sangrar, le habían puesto otra cuerda al cuello y, lo peor de todo, un bozal en el morro para evitar que les mordiera. Semejante humillación, junto con los terribles arañazos que tenía por todo el cuerpo, provocaron que su lado animal luchara por hacerse con el control de su mente, dispuesto a todo con tal de proteger a su compañero, de modo que flexionó las patas traseras y saltó hacia delante, decidido a liberarlo.
Por desgracia, Preta lo vio venir y, sin pensárselo dos veces, se inclinó sobre el cuerpo de Narumi y tiró de la cuerda que tenía en el cuello, asfixiándolo.
El miedo poseyó a Shaoran y se quedó muy quieto en cuanto aterrizó en el suelo, gimiendo hacia su pareja. La lince lo soltó al instante y el lobo tosió como pudo, ya que el bozal no le ayudaba demasiado a disminuir la sensación de asfixia.
—Ya ves lo que hay —dijo Creed de repente, haciendo que el doncel lo asesinara con los ojos—. Tenemos a tu perro y sabes lo que ocurrirá como no hagas todo lo que te diga. —Su sonrisa se ensanchó, sus ojos brillando de triunfo—. Adopta forma humana.
Narumi se removió, luchando por soltarse, al mismo tiempo que negaba con la cabeza y soltaba una especie de mezcla entre gruñidos y ladridos que iban dedicados a Shaoran. Este sabía lo que quería, le estaba pidiendo que se fuera, que escapara y se mantuviera a salvo…
Pero no podía.
No abandonaría a Narumi.
Entrecerró los ojos y, poco a poco, cambió de forma. No se perdió la forma en la que Creed recorrió su cuerpo con la mirada, haciéndole sentir sucio… y sospechando lo que ese cabrón quería.
—Buen chico —dijo este al mismo tiempo que se acercaba a él—. Ahora, a cuatro patas.
Shaoran apretó los puños y lo enfrentó, pero el muy hijo de puta miró a Preta, quien volvió a tirar de la cuerda para asfixiar a Narumi, haciendo que gruñera y obedeciera. Se sintió un poco mejor al ver que ella lo soltaba, aunque se le encogió el corazón al escuchar los gemidos de su lobo, que le suplicaba con la mirada que no lo hiciera.
—Eso es, se nota que eres un gatito doméstico —dijo mientras lo rodeaba para colocarse a su espalda. Un escalofrío lo recorrió cuando pasó sus dedos largos por su trasero, en una gélida caricia de lujuria que finalizó cuando lo agarró con fuerza de la cadera con una mano mientras que la otra fue a su cabello, alzándole la cabeza para que mirara a Narumi—. ¿Lo ves bien, lobo? Quiero que veas cómo jode un animal de verdad.
Narumi soltó un gruñido bestial, pese a estar amordazado.
Shaoran lo miró, tratando de decirle que estuviera tranquilo.
Porque no pensaba darle lo que quería. No sin luchar.
Él no era un gato doméstico, era un doncel lince. E iba a demostrarle cuánto de animal tenía.
Cerró los ojos e ignoró cómo Creed seguía regodeándose mientras pasaba sus asquerosas manos por su pecho, deteniéndose en los pezones. Recordó los muchos entrenamientos que había tenido Kurogane y se concentró en su propio cuerpo: levantó ligeramente las rodillas, manteniéndolas flexionadas, y los músculos de las piernas tensos, listos para el movimiento; sus brazos permanecieron fuertes sobre la tierra y curvó los dedos.
Creed tenía su polla en su entrada cuando abrió los ojos, cuyas pupilas ovaladas revelaron al animal que llevaba dentro.
Sin pensárselo dos veces, saltó hacia arriba y el lado, dando una vuelta sobre sí mismo a la vez que se transformaba de nuevo en lince. Creed no se esperaba ese ataque sorpresa y, por ello, recibió un zarpazo en toda la cara que lo obligó a retroceder con las manos en los ojos mientras gritaba de dolor.
Shaoran terminó de girar en el aire y aterrizó de pie. Nada más tocar el suelo con sus patas, saltó con toda su fuerza hacia delante, hacia Preta. Era tan rápido que todo había ocurrido en un instante y ella aún se estaba recuperando de la sorpresa, por lo que no pudo apartarse a tiempo cuando el lince cayó sobre ella, arañándola con sus garras en el proceso y manteniéndola en el suelo. A su lado, vio a Narumi, que ya se había acercado lo suficiente como para alcanzarlo, así que estiró una zarpa y le cortó el bozal sin pérdida de tiempo.
Entonces, unos colmillos se clavaron en su espalda y lo lanzaron hacia atrás. Trató de recuperar el equilibrio, pero Creed lo cogió por el cuello y lo estampó contra el suelo.
—¡Me las pagarás, puto gato! —rugió antes de ponerlo de cara a Narumi—. ¡Preta, acaba con el perro!
Shaoran rugió y se revolvió con violencia, tratando de zafarse de su agarre, pero Shiki, que era quien lo había apartado de su lobo, estaba encima de él, inmovilizándolo con todo el peso de su cuerpo, mientras que Creed le servía de apoyo y lo obligaba a mirar cómo su cómplice se ponía en pie, lo fulminaba con la vista e iba hacia Narumi.
Gimoteó, sin dejar de luchar, con el terror fluyendo por sus patas que ni siquiera eran capaces de realizar un movimiento útil y la desesperación clavada en la boca de su estómago.
¡No! ¡Narumi, no!
Este le gruñó a Preta y le chasqueó los dientes como una clara amenaza, pero con sus extremidades atadas, poco podía hacer para defenderse. La cambiante se movió rápido, poniéndose a la espalda del lobo para evitar un mordisco inesperado, y tiró con fuerza de la cuerda.
Narumi empezó a sacudir la cabeza, tratando de luchar, pero no tardó mucho en gemir lastimero, una llamada instintiva de auxilio, de que se sentía acorralado e incapaz de salvarse por su cuenta.
Shaoran le devolvió los gemidos y peleó, a pesar de que se hizo daño en el lomo y las patas… Pero no servía de nada. Entre Creed y Shiki no había forma de escapar.
No, no podía permitir que sucediera. No podía consentir que le hicieran eso, ¡no era justo! ¡Él solo le salvó! ¡No merecía morir por él! ¡No podía!
¡Narumi! ¡Narumi! ¡No! ¡No! ¡NO!
—¡¡¡GRRROOOAAARRRR!!!
Fue tan rápido que tanto Shaoran como sus captores no pudieron reaccionar.
Antes de poder comprender lo que había pasado, Preta estaba aullando de dolor, intentando defenderse inútilmente con las manos de unas garras que desgarraban su torso, dejando todo su pecho ensangrentado y desfigurado.
—¡¡AAAAH!! ¡CREEED! ¡AYUDA…! —su súplica fue interrumpida por el fuerte y veloz golpe de una zarpa sobre su rostro, que le dejó otro arañazo que no se curaría fácilmente.
El animal se dio la vuelta lentamente, dejando a la vista sus garras llenas de sangre y unos ojos dorados nublados por la rabia más visceral que podía existir.
Train.
Había venido a ayudarles.
Antes de que pudiera sentir alivio, Creed apretó su agarre sobre él.
—¡Ni se te ocurra! ¡Como te muevas un pelo, juro que…!
No tuvo tiempo de terminar, Train no se lo permitió. El hermano de Shaoran no estaba de humor para jugar a los rehenes y no iba a dejar que ese bastardo volviera a hacer daño a su familia o a los Uchiha.
Además, ¿Creed no presumía tanto sobre la pureza de su linaje? Pues ya era hora de que le demostrara lo animal que era.
Sin darle a tiempo a acabar su amenaza, saltó sobre su cabeza con las garras extendidas. Por supuesto, el primer instinto de su presa fue apartarse, dejando libre a Shaoran. Cuando aterrizó sobre el suelo, movió una de sus zarpas como si fuera a arañarlo para que se alejara más y, después, giró velozmente y se lanzó sobre Shiki, a quien le clavó las uñas en los costados mientras tiraba de él a un lado, quitándoselo de encima a su hermano.
Shaoran, al verse libre, se puso en pie de un salto y miró a Creed, que ya se estaba transformando en lince para atacar a Train. Con un gruñido, se lanzó contra él, aprovechando que su ira le había hecho centrarse únicamente en su hermano, y le arañó el rostro con rabia, tan fuerte como pudo.
Este rugió por el dolor y se cubrió la cara con una pata, tambaleándose sobre las otras tres. El doncel tan solo le gruñó una advertencia antes de correr hacia su hermano, quien ya había postrado a Shiki en el suelo, con sus garras sobre su garganta en una clara amenaza de muerte si se atrevía a moverse.
Shaoran gimió hacia él, queriendo saber si estaba herido, pero Train tan solo bufó en dirección a Narumi. Pese a que no quería que peleara solo, sabía que su lobo era vulnerable en ese momento, de modo que fue hacia él al mismo tiempo que vigilaba a Preta, que era la que se encontraba más cerca… aunque no tardó en darse cuenta de que Train la había dejado inconsciente… o eso creía.
La visión de su cuerpo desgarrado le produjo un escalofrío. Puede que la hubiera matado. No es que sintiera lástima por esa zorra, pero aun así le causaba impresión darse cuenta de la sangre fría que había tenido su hermano para acabar con ella.
Nada más llegar hasta su lobo, empezó a usar las zarpas para cortar las cuerdas. Eran un poco gruesas y no podría hacerlo sin más, pero lo conseguiría con un poco de tiempo.
Train se aseguró de dárselo. Liberó a Shiki, que fue corriendo junto a Creed, el cual había regresado a forma humana para cubrirse bien el ojo izquierdo, del cual seguía brotando sangre.
—Me las vas a pagar. Haré que te expulsen de la manada, conseguiré que ningún clan de cambiantes te dé acogida. ¡Serás un paria! ¡Todos te despreciarán! ¡No serás nada! ¡Nada!
El otro joven se convirtió en humano con rapidez y cruzó los brazos a la altura del pecho.
—Hablas mucho y ruges poco, Creed. Para considerarte un cambiante de sangre pura, actúas demasiado como un simple hombre —dicho esto, dejó caer los brazos a los lados y dejó que sus dedos se transformaran en garras—. No seas cobarde y pelea. Piel o pelaje, te dejo escoger. Acabaré destrozándote igualmente.
Creed apretó la mandíbula y bajó la vista hacia Shiki. A Train no se le pasó por alto ese gesto.
—Ooh, el gran hombre lince se ve incapaz de luchar solo —se burló con una sonrisa de desprecio—. Claro que puedes invitar a Shiki, así podré terminar lo que Kurama empezó y arrancarle la yugular.
El felino se encogió y retrocedió, no muy seguro de querer seguir metido en aquel lío ahora que Train estaba de parte de su hermano. Ese hijo de puta era un verdadero animal, aunque Creed se creyera superior a él.
La sonrisa de Train se ensanchó.
—Parece que al final solo seremos tú y yo.
Creed se puso en pie, apartando la mano de su ojo. Este estaba totalmente cubierto de sangre, por lo que era difícil saber su estado… a pesar de que no tenía muy buena pinta.
—¡¿Por qué te tomas tantas molestias por él y esa… familia de perros?! ¡Han sido contaminados por sucia sangre humana!
Train apretó los puños, pero no atacó. En vez de eso, miró fijamente a Creed a los ojos.
—Ellos serán mestizos, pero tú no eres más que una rata con piel de lince. Te alzas sobre tus patas traseras para tratar de mostrar que eres más que los demás, pero, al final, solo eres capaz de hacerte el muerto ante un depredador. —Avanzó un paso, mostrando sus garras—. Si crees que no es así, demuéstramelo.
El cambiante tragó saliva y miró a su alrededor. Shiki estaba encogido tras él, estaba claro que no iba a poder contar con él para ir a por Train, Preta estaba fuera de combate… y tanto el gato como el perro se hallaban tras él, este último ya libre de sus ataduras y con toda la intención de arrancarle la garganta como tratara de hacer algún juego sucio.
Contempló las largas zarpas de su oponente y las piernas le temblaron. Frustrado, agachó la cabeza en una postura sumisa.
Él solo no podría con ese lince.
Train le lanzó una mirada de desprecio y bajó las garras.
—Lo que sospechaba.
Entonces, un gruñido profundo retumbó en el claro, haciendo que Creed pegara un salto.
Su rostro se quedó blanco como la cera cuando vio aparecer de entre la maleza a una enorme pantera. Kurogane avanzaba con la mortífera elegancia de un depredador letal y experimentado, una belleza oscura capaz de matar a todos lo que había allí en menos de un minuto.
Sería tan rápido que no se oiría ni un grito.
No habría resistencia.
No quedaría nada, salvo él.
El majestuoso animal le lanzó una gélida mirada que lo instó a no mover ni un solo músculo. Sabía que si el Cazador decidía matarlo en ese mismo instante, nadie lucharía contra él para detenerlo, del mismo modo que era consciente de que no sufriría represalias por ello.
Los Cazadores eran la ley. Y Kurogane había hecho mucho por la manada de linces.
Ni siquiera su padre podría salvarle.
La pantera gruñó cuando estuvo segura de que ese imbécil no se movería y se giró hacia Train. Lo examinó de arriba abajo, comprobando su estado, para después echar un vistazo rápido a sus contrincantes: Creed probablemente perdería el ojo izquierdo, Shiki estaba acojonado y Preta, que a primera vista podía parecer que estaba muerta por la gran cantidad de sangre que la cubría, en realidad seguía respirando a juzgar por el suave movimiento de su vientre.
Miró a su cachorro y ronroneó con aprobación. Había protegido a su hermano sin dejar que su lado animal tomara el control de su mente; no había matado a nadie consumido por su agresividad.
Estaba orgulloso de él.
Train inclinó la cabeza con respeto y después miró de reojo a Creed.
—¿Qué va a pasar con ellos?
Kurogane señaló a sus espaldas, por donde se acercaba Sven, transformado en lince, junto a una decena de cambiantes adultos que gruñeron al ver la escena y los rastros de lucha. El líder de la manada se plantó frente a Creed y a Shiki y los instó, con un furioso gruñido, a que lo siguieran. Estos obedecieron sin rechistar mientras que otro lince se transformaba en humano y cargaba a Preta en sus brazos para llevársela rápidamente a las cabañas, donde podrían curarla.
En cuanto Kurogane estuvo seguro de que estaban a solas, se dirigió adonde estaban Narumi y Shaoran, el cual estaba lamiendo las heridas las heridas del primero, que se apoyaba en él. La pantera cambió de forma con rapidez y se arrodilló frente a los dos muchachos.
—Deja que vea sus heridas, chico.
Shaoran miró un momento al lobo, que profirió una especie de gruñido suave y le lamió el rostro, haciéndole saber que estaba bien. Además, Narumi era consciente de que quería ver cómo estaba su hermano y hablar con él sobre lo que había ocurrido. El doncel, aliviado porque no parecía tener nada grave y agradecido, frotó su rostro contra el suyo antes de alejarse e ir con Train, transformándose en humano para poder hablar.
Este vio sus intenciones y puso los ojos en blanco.
—Me encuentro bien. Fui muy rápido y no tuvieron tiempo de hacerme ni un rasguño —dijo con cierto aire aburrido para después mirarse la mano ensangrentada con aire pensativo. Sus garras habían desaparecido—. Pasé mucho tiempo con esos tres y sé cómo pelean. Sabía que yo ganaría si jugaba bien mis cartas; Creed es fuerte, pero no es tan dominante como yo y sabía que no se enfrentaría a mí sin apoyo, y Shiki no estaría dispuesto a arriesgarse en una pelea que no puede ganar. Preta era la que me preocupaba. Tiene… unos sentimientos muy fuertes y muy tóxicos por Creed, haría cualquier cosa por él. Si a eso le añades que es una gata feroz, podría haberse convertido en un problema, sobre todo en un tres contra uno. —Hizo una pequeña pausa y le sonrió—. Por suerte, todo ha ido bien.
—¿Cómo es que estabas por aquí? —le preguntó Shaoran—. Pensaba que estarías con Kurama para pasar el celo.
—Y estábamos juntos, pero los dos nos sentíamos un poco inseguros al saber que estaríais solos y fuimos a buscaros. En teoría, Creed y los demás debían estar encerrados en sus casas, pero yo no me fiaba y quería estar seguro de que estaríais a salvo. Cuando escuchamos la pelea, le pedí a Kurama que fuera a avisar primero a Kurogane y mi manada y después a su familia. Así tendríamos testigos linces que estuvieran a nuestro favor durante el juicio.
Él sonrió y se lanzó a los brazos de su hermano para abrazarlo con fuerza. De no ser por él, Narumi habría muerto y después le habrían violado, probablemente.
—Gracias, Train.
El otro joven lo estrechó con fuerza.
—No tienes que dármelas. Te lo debía y estoy en deuda con los Uchiha.
Shaoran se separó un poco y lo miró con tristeza.
—¿Por eso has venido solo?
Train se puso serio.
—Uno de los dos debía avisar a la manada.
—Podría haber venido Kurama.
—Kurama es muy fuerte, pero ellos eran tres y no es tan rápido como yo ni los conoce tan bien como para predecir sus movimientos. —Hizo una pausa en la que agachó la mirada—. Pero tienes razón. Hice mucho daño y quería enmendar mis errores, aunque solo fuera un poco.
El doncel negó con la cabeza y volvió a abrazarlo, aunque no le echó el sermón. Le parecía un poco idiota por haber ido solo a ayudarlo, pero también comprendía sus motivos: el año pasado apalizó a Narumi engañado por Creed, no le creyó cuando dijo que el lobo no lo había violado y un mes atrás podría haber matado a su padre doncel. Podía entender que, cuando había visto que los dos estaban siendo atacados, sintiera la imperiosa necesidad de ocuparse personalmente, de demostrar que se arrepentía de sus actos y que ahora estaba de su lado. De cerrar las heridas que antes había causado.
—Eh, chicos —los llamó Kurogane—, vamos con los Uchiha.
Los dos se dieron la vuelta, pero Shaoran fue el primero en apresurarse a acercarse a Narumi, que había regresado a su forma humana y ahora se apoyaba en Kurogane.
—¿Cómo estás?
—No tiene nada grave —respondió la pantera por él—. Está algo magullado, pero se pondrá bien en pocos días y con algo de reposo. Su cuello necesitará un poco más de atención, pero nada de qué preocuparnos.
El lobo le sonrió y le besó en la mano cuando pasó sus dedos por su rostro.
—Estoy bien, de verdad —le dijo—. Noté un olor muy leve cuando pasé por aquí pero no tuve tiempo de darme cuenta de que era una trampa. —Lo miró con tristeza—. Lamento habértelo hecho pasar tan mal. Ojalá lo hubiera evitado.
—Eran tres, Narumi, no podías hacer nada —murmuró el doncel antes de esbozar una suave sonrisa—. Al final no ha pasado nada grave.
—Cierto —dicho esto, miró a Train con agradecimiento—. Gracias por salvarnos.
Este inclinó la cabeza, esta vez sin decir nada.
Después de eso, Kurogane emprendió la marcha hacia la casa de los Uchiha, sabiendo que Sasuke y Naruto estarían preocupados por su cachorro. Cuando Kurama había ido a buscarlo y le contó lo que estaba sucediendo, le pidió expresamente que le dijera a su padre lobo que no interviniera esta vez, que dejara que los linces se hicieran cargo para que vieran por sus propios ojos lo que estaba ocurriendo.
En esta ocasión, habría un juicio, pero sabía que no duraría mucho. La manada estaba de parte de Shaoran y, aunque no fuera así, todas las pruebas estaban contra esos mocosos: primero, la paliza contra Narumi el año pasado por una falsa acusación de violación que Shaoran desmintió desde el primer momento; después, un ataque contra los Uchiha en el que Naruto podría haber muerto, y, por último, una emboscada durante el celo en el que volvían a estar involucrados Narumi y Shaoran, y que tenía toda la pinta de ser una venganza por la acusación formal de intento de violación que el joven doncel había hecho pública una semana atrás.
Nadie creería que esos tres no eran culpables, serían castigados. Puede que, al ser menores de edad y todavía cachorros, los Cazadores no los matarían, pero Sven exigiría su expulsión de la manada sin ninguna duda y se anunciaría a todos los cambiantes a del país de que había jóvenes problemáticos buscando un hogar. Puede que alguna los aceptara con la condición de que esos tres pasarían por un período de prueba durante un año, con la esperanza de que pudieran rehabilitarlos y educarlos de nuevo, pero aun así no lo tendrían fácil con sus antecedentes.
Solo lo lamentaba por los padres de Preta. Eran buenas personas que habían tenido la mala suerte de que su hija se había juntado con malas compañías.
Interrumpió sus pensamientos cuando llegaron al territorio de su antiguo compañero. Sasuke estaba fuera de la cabaña junto a sus hijos Menma, Kurama, Saki y Miko; lo más seguro era que Naruto estuviera dentro con el más pequeño de los cachorros y ese doncel humano que vivía con ellos.
El lobo pelirrojo fue el primero en acercarse corriendo a ellos, yendo directo hacia Train para inspeccionar su estado. Lo recorrió con una mirada rápida antes de sonreír con orgullo, gesto que el lince le devolvió antes de que ambos juntaran sus frentes como muestra de cariño. No muy lejos de él, lo siguió Sasuke, que se apresuró en coger a su hijo.
—¿Estás bien, cachorro?
Narumi le sonrió.
—Nada que no vaya a curarse —dicho esto, buscó a Train con los ojos—. Train nos salvó, a Shaoran y a mí.
Sasuke clavó su mirada negra en él, el cual agachó la cabeza como muestra de sumisión, en reconocimiento a su liderazgo y a su posición sobre él. El joven lince todavía no se sentía digno de estar ante él o cualquiera de los Uchiha como un igual tras los errores que había cometido; lamentaba mucho la paliza que le dio a Narumi cuando había sido él quien había salvado a su hermano, pero, sobre todo, se odiaba a sí mismo por haber estado a punto de matar a su padre doncel.
Era incapaz de perdonarse por aquello. De hecho, pasaba muy poco por casa de Kurama porque sentía que no debía estar allí después de lo que hizo.
El alfa de los Uchiha dejó a su hijo con Shaoran y avanzó hacia este, que se negaba a alzar la mirada. Se sobresaltó cuando sintió sus grandes manos sobre los hombros y lo miró en un acto reflejo, encontrándose con unos ojos cálidos.
—Gracias por salvar a mi hijo. Kurama me ha dicho que eran tres linces los que le habían tendido una trampa a él y Shaoran; has sido muy valiente al enfrentarlos… —dicho esto, esbozó una media sonrisa—. Pero procura no hacerlo muy a menudo. Eres importante para mi cachorro y sufriría mucho si te pasara algo. No cometas el error de sacrificarte para demostrar algo que ya sabemos. Eres bienvenido a mi familia, Train, así que ten más cuidado la próxima vez.
Train tragó saliva, emocionado, antes de decir:
—Sí, señor.
Sasuke le sonrió e intercambió una mirada rápida con Kurama, que se veía bastante aliviado. Él mejor que nadie sabía que su pareja seguía sintiéndose mal por todo lo que había ocurrido y que, sobre todo, necesitaba escuchar de parte de sus padres que no le odiaban y que comprendían por qué había actuado de esa manera.
—Marchaos —dijo el lobo—. Puedo oler vuestras hormonas, el celo se acerca. No os preocupéis por Narumi, vuestro padre y yo nos ocuparemos de él.
Al escuchar eso, el joven rubio se sobresaltó.
—Pero yo me voy con Shaoran, vamos a pasar el celo juntos.
Su padre negó con la cabeza.
—Veo que no tienes heridas graves, pero aun así no estás en condiciones de moverte mucho por ahora. Tienes las muñecas y los tobillos bastante magullados, y a juzgar por la marca de tu cuello, no podrás comer mucho sólido sin que te duela. Necesitas descansar unos días, Narumi.
Antes de que Narumi pudiera replicar, Shaoran, que todavía lo ayudaba a sostenerse, puso una mano en su pecho para acariciarlo y llamar su atención a la vez que trataba de tranquilizarlo.
—Tiene razón. Estás herido y necesitas cuidados, no tenerme cerca para ponerte las cosas más difíciles; ya será bastante incómodo descansar durante el celo sin tener que contenerte para tocarme. Además, yo también debería descansar. No estoy tan mal como tú, pero Shiki me mordió bastante fuerte en la espalda y me duele la cabeza desde que Creed me la aplastó contra el suelo.
Él se sintió fatal por no haberle preguntado por su estado y lo estrechó un poco contra sí.
—Lo siento, parecías estar bien y pensé que tus heridas eran más leves de lo que creía.
Shaoran le sonrió con dulzura.
—No te preocupes, estoy bien, pero sé que los dos necesitamos descansar. Además, nos veremos después del celo.
Narumi dejó caer los hombros, abatido.
—¿Pero cuánto tiempo? Cuando pase, te marcharás con tu manada. Puedo ir a verte, pero tendría que esperar a las vacaciones y aún faltan meses hasta el verano. Por eso quería pasar el celo contigo, quería que estuviéramos juntos tanto como pudiéramos.
Shaoran parpadeó y miró a Kurogane, que asintió, confirmándole lo que habían estado hablando hacía un par de días. Sonrió y, feliz, le dijo a su lobo:
—Narumi, no me marcho con la manada.
Este lo miró con los ojos muy abiertos.
—¿Qué?
—Kurogane, Train y yo nos quedaremos aquí. He pasado un año bastante duro en la manada y Kurogane cree que me vendrá bien estar en otro lugar. A él le gusta más ir por su cuenta, Train no querrá estar lejos de Kurama… y mi compañero está aquí.
Los irises azules del lobo resplandecieron de esperanza.
—¿Soy tu compañero?
Shaoran asintió y lo abrazó.
—Te quiero, Narumi.
El rubio le dedicó la sonrisa más grande que le había visto hasta el momento y le devolvió el gesto, enterrando la nariz en el hueco de su cuello.
—Y yo a ti, gatito. Eres todo lo que quería en un compañero.
El lince soltó una risilla.
—Más vale que sea verdad, porque pienso quedarme mucho tiempo.
—Y yo no te dejaré ir. Nunca —prometió, sonriendo, antes de besarlo con cariño.
Y esas fueron dos promesas que nunca se rompieron.
Tras la época de celo, hubo un juicio en la manada de Sven que, tal y como vaticinó Kurogane, acabó con un resultado a favor de Shaoran y los agresores fueron expulsados junto a sus padres. La familia de Shiki fue acogida por otra manada y el muchacho, lejos ya de la influencia de Creed, pudo ser reeducado y se convirtió en un cambiante normal y corriente.
La historia de Preta fue, por otro lado, más complicada.
Sus padres también encontraron otro grupo que se ofreció a ayudarles, pero Preta se mantuvo muy distante y rebelde, haciendo lo más insoportable posible sus vidas hasta que, al fin, con dieciocho años, huyó de la manada para ir en busca de Creed. Hasta años más tarde no se sabría nada de ella, y Shaoran solo se enteró de cuál fue su destino por una carta que, sorprendentemente, ella le envió. Al parecer, encontró al tóxico fruto de su obsesión y se estableció con él durante unos cuantos años, hasta que la naturaleza siguió su curso y ella se quedó embarazada.
Creed le ordenó abortar, para él ella solo era una compañera sexual y con quien podía contar tanto para llevar a cabo sus crueldades como para cubrirle las espaldas cuando fuera necesario. No quería tomarla como compañera, y mucho menos hacerse cargo de unos cachorros que no serían más que un incordio.
Pero, contra todo pronóstico, ella se negó. Su instinto maternal, muy fuerte en los cambiantes, le impidió hacerlo.
Y así, abandonó a Creed y buscó de nuevo a sus padres, a quienes pidió disculpas por todo el daño que había hecho y les pidió ayuda para cuidar a sus cachorros. Ellos la perdonaron y se reconciliaron y, años más tarde, escribió a Shaoran y Narumi para decirles que lamentaba todo lo que les había hecho por alguien como Creed y que esperaba que fueran tan felices como merecían. Ellos, que no eran demasiado rencorosos, le respondieron diciéndole que no le deseaban ningún mal y que deseaban que ella y sus cachorros estuvieran bien, creyendo que había cambiado para bien. Y, de hecho, pudieron comprobarlo mucho después, en una reunión de cambiantes donde la vieron junto a sus hijos adolescentes y un cambiante león que supusieron era el padre de su futura camada de cachorros, ya que su vientre estaba hinchado.
En lo que se refiere a Creed… se desvaneció.
No se supo nada de él o su padre, ni a dónde fueron a buscar una manada ni tampoco si los aceptaron en alguna parte.
Nadie oyó hablar sobre su destino… hasta cinco años después.
Pero esa es otra historia.
Después del juicio, la manada de linces se despidió de Kurogane y los jóvenes Li que, a partir de entonces, vivieron en una cabaña no muy lejos de los Uchiha y pasaron a formar parte de su manada. Kurogane siguió ejerciendo de Cazador unos pocos años más, hasta encontrar a la persona que se convertiría en su compañero, mientras que Train y Shaoran terminaron sus estudios junto a sus parejas en el mismo instituto.
Train, contrario a su naturaleza aparentemente agresiva, hizo un curso de formación profesional para ocuparse de niños pequeños, de forma que acabó dirigiendo la pequeña guardería que tenían los Uchiha en el camping, en la cual trabajó todos los veranos desde que conoció a Kurama. Con los pequeños podía mostrar su lado más tierno, amable y tranquilo, y se mostraba especialmente protector con ellos las pocas veces que hubo incidentes graves, como extraños tratando de llevarse a los niños fingiendo ser sus padres o familiares.
Por otra parte, Kurama hizo otro curso encarado a ocuparse del camping de su padre. Su carácter decidido mantuvo a raya a todas las grandes empresas que trataron de comprar sus terrenos en el bosque para edificar hoteles encarados a unas vacaciones rurales o para convertirlos en cotos de caza, así como logró mejorarlo con el tiempo las cabañas y la seguridad en las distintas actividades que podían realizar tanto niños como adultos, procurando siempre, por supuesto, que los humanos se mantuvieran alejados de las manadas de cambiantes que vivían allí.
Él y Train decidieron no tener hijos, no por ser machos y no poder concebir hijos propios, sino porque ambos disfrutaban de su estilo de vida y no sintieron necesidad de tenerlos; puede que fuera porque ambos ya tenían mucho contacto con niños pequeños en su trabajo, especialmente Train, o que tuvieron un montón de sobrinos a los que perseguir y con quienes jugar. Fuera como fuera, ninguno de los dos se arrepintió de esa decisión y siempre fueron felices siendo ellos dos… Bueno, ellos dos y toda la manada Uchiha, ya que la familia se mantuvo muy unida, como cabía esperar de los cambiantes.
Narumi también acabó trabajando en el camping, pero como monitor de actividades para niños y adolescentes, lo cual no era de extrañar teniendo en cuenta su personalidad alegre e hiperactiva; los niños estaban encantados con él y lo adoraban, mientras que los adolescentes acababan tan cansados con sus ejercicios que después no tenían fuerzas ni para ser desobedientes o faltar al respeto a nadie.
Por último, Shaoran optó por la carrera de arqueología, como su padre. Durante su época de estudiante, iba y venía todos los días de la ciudad para pasar las tardes con su pareja y se dedicó a la investigación del paso de los cambiantes por la antigüedad, en un intento por ayudar a su comunidad a descubrir sus orígenes, de dónde venían y, tal vez con suerte, averiguar qué les hacía diferentes de los humanos para haber conservado la capacidad de cambiar de forma.
Ambos también pasarían toda su vida en los bosques de los Uchiha, cerca del camping y al lado del hogar de Kurama y Train. Serían los primeros en darles a Naruto y a Sasuke sus primeros nietos con una camada de trillizos, que más tarde crecería cuando el doncel quedara embarazado por segunda vez.
Puede que ninguna de estas parejas hubiera tenido un encuentro romántico, pero las duras experiencias que pasaron juntos crearon unos vínculos muy firmes que perduraron muchos, muchos años, y que les dieron a Train y a Shaoran la familia que habían perdido y que, hasta el momento, había estado incompleta, y a Kurama y Narumi, la otra mitad de sí mismos.

4 comentarios:

  1. Te seguía en fanfic es esto es hermoso, me alegra que sigas escribiendo espero el próximo cap y gracias por tan buenas historias.

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