martes, 4 de septiembre de 2018

Quiero recordarte


Capítulo 7. Una cena decisiva

Sasuke se sentía mucho mejor cuando llegaron a la casa de Naruto. Salieron del coche cogidos de la mano, en gran parte porque aún necesitaba un poco de consuelo y el contacto con el rubio doncel le resultaba muy reconfortante. Tan solo lo soltó para dejar que abriera la puerta; prácticamente al instante, fueron recibidos por unos emocionados Blue, Hige y Toboe, que les dedicaron un par de lametones antes de regresar a sus respectivas cestas, las cuales estaban repartidas por todo el salón. La única que se quedó fue Blue, la cual estaba encantada de volver a ver a Sasuke.
Este frunció un momento el ceño al no ver a los otros dos perros, pero tampoco tardó mucho en localizarlos; Kiba se había acercado hasta el recibidor para olerle, puesto que aún no le era muy familiar, antes de regresar a su sitio junto al sofá, mientras que Tsume, que se encontraba junto a la chimenea, había erizado momentáneamente el pelaje al ver a un extraño en su territorio, aunque el hecho de que Naruto le hubiera dejado entrar le dijo que ese hombre era bien recibido, por lo que volvió a tumbarse.
Naruto se despojó del abrigo mientras Sasuke seguía dedicándole caricias a la perra.
—¿Te apetecen unas pizzas?, las hago caseras.
Sasuke le sonrió.
—Me gustaría mucho.
—Bien. Puedes dejar la gabardina ahí colgada. Ponte cómodo o ven a echarme una mano, lo que quieras —dicho esto, desapareció por la cocina.
Obviamente, él iría a ayudar a Naruto… o haría el intento al menos. Pese a que no era el mejor cocinero del mundo, no era la clase de hombre que se quedaba sentado viendo la tele y bebiendo cerveza mientras su doncel hacía la cena. Así que le dio una última caricia a Blue, dispuesto a seguir a Naruto, aunque antes le susurró:
—Tú sí me recuerdas, ¿verdad?
Como si el animal entendiera, lanzó un ladrido y movió la cola. Sasuke le revolvió el pelaje de la cabeza con cariño.
—Lo tomaré como un sí —dicho esto, se dirigió a la cocina, cuyo banco estaba lleno de verduras, queso rallado y distintos tipos de carne; parecía que hubieran vaciado la nevera entera.
—¿Cómo puedo ayudar? —le preguntó, un tanto intimidado al ver tanta comida desperdigada. Con lo fácil que es comprar una pizza hecha y ponerla en el horno…
Naruto se giró al oírle y esbozó una sonrisa divertida.
—Por tu cara de susto, intuyo que no sabes cocinar.
Sasuke hizo una mueca.
—Lo intenté cuando me independicé… pero no hubo manera.
El rubio levantó las cejas con malicia.
—Así que hay algo que el imponente y poderoso Sasuke Uchiha no puede hacer.
El hombre resopló y esbozó una media sonrisa.
—No te pases, que sé usar el horno y el microondas.
—¡Oh!, discúlpeme, su eminencia —rio Naruto antes de hacerle un gesto para que se acercara—. Mira, una pizza no es muy difícil; corta a tiras el jamón y luego desmenuza la carne picada, el resto ya lo hago yo.
Sasuke asintió y se pusieron manos a la obra; mientras él cortaba, Naruto empezó a echar el tomate y el queso rallado sobre la masa ya hecha. No hablaron mucho durante ese tiempo, permanecieron en un cómodo silencio, simplemente disfrutando de la mutua compañía, sumergiéndose en su propia burbuja. A Sasuke le parecía una escena muy cotidiana, como muy de parejas, y le resultaba agradable compartir algo así con Naruto. Este, por otro lado, estaba contento por haber podido ayudar al varón a superar un poco el horrible recuerdo de su accidente y también disfrutaba de poder compartir un momento así con él. Había estado tanto tiempo intentando olvidarse de los hombres que ahora se daba cuenta de lo mucho que había extrañado compartir una intimidad así con alguien. No se trataba solo de hacer la cena juntos, sino de lo cómodo que se sentía al estar con Sasuke, como si fuera… algo natural. Sintió un pinchazo en el corazón al recordar que podría haberse ahorrado esos dos años de soledad, pero en aquel momento, creyó estar haciendo lo correcto.
Iba tan distraído pensando en cómo habrían sido las cosas si hubiera tomado otra decisión que no se dio cuenta de que había comenzado a tararear una de sus canciones. Sin embargo, Sasuke sí se percató. Este sonreía y disfrutaba escuchando la dulce y melódica voz de su doncel cuando, de repente, notó algo familiar.
Conocía la canción. No era una de esas que ponían todos los días en la radio, sino una que para la mayoría pasaría totalmente inadvertida… pero no para él. Abrió los ojos como platos al comprender por qué la voz de Naruto cuando cantaba le había resultado tan familiar desde el principio; creía que se debía a sus recuerdos, que inconscientemente no había olvidado cómo cantaba, pero no se trataba de eso.
Había estado escuchando su voz durante esos dos años que habían estado separados.
Sorprendido ante esa revelación, se giró bruscamente hacia Naruto y le preguntó en un incrédulo y elevado tono de voz:
—¡¿Tú eres Kitsune?!
El pobre rubio pegó un salto ante la inesperada pregunta y se llevó una mano al pecho.
—Joder, Sasuke, qué susto.
Sasuke lo ignoró y le dijo:
—Estabas cantando Impossible de Kitsune.
Esta vez, fue Naruto quien se quedó con la boca abierta.
—¿Conoces mis canciones?
Los dos se quedaron un momento callados, un poco conmocionados. Naruto estaba un poco impresionado de que Sasuke conociera su trabajo musical, mientras que este no podía acabar de creer que, de forma inconsciente, hubiera estado escuchando todas las canciones que había hecho el doncel del que estaba enamorado.
Entonces, empezó a pensar seriamente que el destino existía y que, por razones totalmente extrañas y desconocidas, estaba de su parte. Aún podía decirse que había estado escuchando la música de Naruto porque instintivamente reconocía su voz pero, ¿cómo demonios explicaba que, después de dos años, se hubieran reencontrado? ¿Pura y bendita casualidad?, hasta eso era demasiado extraño.
Una idea fugaz pasó por su mente; su padre le había pedido que fuera a Nome porque Biju S. A. contemplaba la posibilidad de realizar una alianza con Corporaciones Uchiha, y que además Kurama Kyubi había pedido expresamente que fuera él. Frunció el ceño ante ese pensamiento, sin embargo, antes de poder profundizar más en él, Naruto intervino.
—Entonces… ¿te gustan?
Sasuke parpadeó, confundido momentáneamente por su pregunta. Ah, sí, las canciones. Le sonrió ampliamente.
—Me encantan. Creo que son muy originales y que tienes mucho talento.
Naruto pareció aliviado por su respuesta, aunque eso no evitó que se le sonrojaran un poco las mejillas. Era tan lindo cuando se ponía así… le dieron ganas de acorralarlo contra el banco de la cocina, subirlo a este y colocarse entre sus piernas antes de cogerlo por el pelo para sujetarlo y besarlo salvajemente.
La imagen hizo que su miembro se sacudiera. En un intento de que Naruto no se diera cuenta, se dio la vuelta y siguió cortando jamón, apretando su entrepierna contra el banco para que no se le notara tanto. Sin embargo, cuál fue su sorpresa cuando este le abrazó por la cintura desde atrás y le dio un beso en la mejilla. Fue su turno para ponerse rojo.
—Gracias, Sasuke, significa mucho para mí.
Él no pudo evitar corresponderle besándole en la cabeza, aunque procuró que su pene se mantuviera lo más lejos posible del rubio, solo por si acaso.
Mientras terminaban de preparar las pizzas, le preguntó por su trabajo como músico. Naruto no trabajaba para ninguna discográfica, prefería ir por libre; iba subiendo sus canciones en YouTube y, cuando reunía unas veinte, hacía un disco y lo vendía a un precio razonablemente barato en Amazon. Hasta el momento, había hecho dos: Reverie, el favorito de Sasuke, y A tale untold, un recopilatorio de música de fantasía y aventura.
—Ahora lo entiendo —comentó cuando ponían las pizzas en el horno.
Naruto lo miró inquisitivo.
—¿El qué?
El hombre le sonrió con ternura.
—El segundo disco lo hiciste para Saki, ¿verdad?
El rubio le devolvió el gesto.
—Sí, fue mi inspiración. Aún es muy pequeño para entender palabras, pero me gusta hablarle y desde que nació le cuento historias que voy inventando. Luego me gusta plasmarlas en música.
—Es un bonito detalle.
—Gracias.
—¿Te va bien como músico? —le preguntó, algo curioso.
Naruto se encogió de hombros.
—Nunca ganaré tanto dinero como Justin Bieber, pero no me quejo. Entre la música y las clases de trineo, tengo lo suficiente para vivir. Además, la casa fue un regalo de Kurama, por lo que está pagada y no tengo que preocuparme por ella, es un gran gasto que me quito de encima. De todas formas, este último año parece que he llamado la atención de los escritores; se ha puesto de moda hacer tráileres de libros y prefieren la música instrumental a la comercial. Ya tengo tres encargos.
—Eso es genial —comentó Sasuke, un tanto emocionado porque Naruto se esté dando a conocer.
Este le sonrió con cierta timidez.
—Sí, lo es. Con un poco de suerte, llamaré algo de atención. Siempre he soñado con hacer la banda sonora de alguna película —suspiró.
—Puede que algún día la hagas, quién sabe —le animó—. Al fin y al cabo, no esperabas llamar la atención de escritores, ¿verdad?
—No, a mí me basta con mis clases y subir mi música. Soy feliz así.
Sasuke sintió un pinchazo de amargura en ese instante. No por Naruto o porque hubiera dicho algo malo, sino por sí mismo; él tenía un trabajo que era considerado por la sociedad como importante, poseía un cargo bastante alto dentro de la empresa y más dinero del que podría gastar jamás. Y sin embargo, a pesar de su lujosa vida, no era feliz. Sí, estaban su madre y su hermano, y también sus amigos, pero aparte de eso, no se sentía satisfecho con la vida que tenía.
Hasta que se había reencontrado con Naruto. Desde que le había visto, se sentía más enfocado, tal vez porque había recordado cosas que le gustaban: los perros, el piano, la historia, tenía la sensación de que empezaba a tener una idea de lo que realmente quería hacer con su vida. Quería volver a la universidad y estudiar historia, y quería echar una mano a Naruto con la crianza de perros de trineo, incluso le gustaba la idea de aprender a manejar uno para ayudarle a pasear a los turistas. Quería volver a salir con Naruto, quería sostener a Saki en sus brazos, darle de comer, bañarlo, verlo jugar con Blue y los otros perros, y hacerle reír, independientemente de si era su padre biológico o no (aunque todo apuntaba a que lo era). Quería formar parte de su familia… ¿Pedía demasiado?
—Eh, ¿estás bien? —le preguntó Naruto de repente. Había notado lo callado que se había quedado Sasuke y, al ver su rostro, le había parecido ver tristeza.
Este le dedicó una media sonrisa que no le llegó a los ojos.
—No es nada, no te preocupes.
Pensando que aún estaba afectado por el accidente, tiró de él para darle un abrazo, esperando que eso pudiera ayudar. Sasuke se lo devolvió al instante con fuerza.
—Sabes que estoy aquí si necesitas hablar.
—Lo sé. Gracias, Naruto —y dicho esto, le dio un tierno beso en el cuello.
Estuvieron abrazados unos pocos minutos. A Naruto no le importaba, quería ayudar a Sasuke y no se sentía para nada incómodo en esa posición, al contrario, le gustaba estar en sus brazos. Por otro lado, al varón le vino muy bien ese gesto reconfortante, ya que, por un instante, se había sentido abrumado por sus emociones.
Estaba recordando muchas cosas en muy poco tiempo, despertando viejos sentimientos que ahora le golpeaban con fuerza y, ese día en concreto, había sido especialmente estresante: había descubierto que probablemente era padre, había revivido su horrible accidente y, encima, ahora era consciente de que un chaval había muerto donde él había sobrevivido. Imaginar la vida que deseaba al lado de su rubio no le hacía bien en esos momentos, no cuando su relación todavía era incierta y Naruto no reconocía lo que había habido entre ellos; estaba demasiado sensible y necesitaba recuperar algo de calma.
Decidió que una conversación era una buena forma de distraerse.
—Creo que ha sido mucho estrés en un momento —confesó.
Naruto le frotó la espalda. Ese contacto lo tranquilizó un poco.
—No te preocupes, acabas de revivir una experiencia traumática y es normal estar nervioso. —Hizo una pequeña pausa—. Una vez, Lee y su padre hicieron un… supuesto entrenamiento que consistía en ir corriendo desde su casa hasta la tienda de la señora Jones en pleno invierno. Nome no ha vuelto a ser tan inocente desde entonces.
Sasuke frunció el ceño y se apartó un poco para mirar a Naruto.
—No entiendo el problema.
Este trató de contener una sonrisa sin éxito.
—El problema era que los dos iban desnudos.
Al imaginar la escena en la que Lee y su padre corrían desnudos sobre la nieve una gélida mañana de invierno, Sasuke no pudo contener una carcajada que fue coreada por Naruto. Lo peor de todo era que los veía muy capaces de hacer una locura así.
—¿Eso pasó de verdad? —preguntó entre risas. Tenía que saberlo.
—Es una especie de tradición; lo hacen el primer día de invierno. Es muy divertido. —Los ojos azules de Naruto brillaron risueños al recordar algo—. Tendrías que haberlos visto el año pasado, Lee calculó mal la velocidad y al frenar resbaló y acabó en mitad de un lago congelado. —Se le escapó una risotada—. Y el pobre Gai intentó ayudarle a salir de allí sin tan siquiera vestirse.
Sasuke no pudo contener las carcajadas. Ya sabía que en su momento Lee lo pasaría mal, pero es que lo imaginaba con sus típicos aspavientos y su graciosa y exagerada forma de hablar y le entraba la risa. Comprendió entonces lo que Naruto pretendía, y no pudo sentirse menos que agradecido; eso era precisamente lo que necesitaba y él se había dado cuenta. No estaba muy seguro de cómo lo había hecho, si era cuestión de empatía o si tal vez tenía una intuición aguda como Kyubi, pero eso no quitaba lo bien que se sentía en ese momento.
Entonces, el timbre del horno sonó, anunciando que las pizzas ya estaban listas. Naruto las sacó del horno mientras Sasuke empezaba a poner la mesa; como eran solo dos, en vez de usar la mesa grande usarían la mesita de café, situada delante del sofá, frente a la televisión, de manera que podrían ver una película a la vez que cenaban.
Mientras estaba llevando las servilletas y los cubiertos, vio de reojo la mesa grande y su mente dio un vuelco. Por si no fuera poco haber recordado el accidente, ahora… ahora le venía a la memoria algo… y tenía la sensación de que no fue nada agradable.


—Sigo pensando que esto es una idea horrible —declaré con firmeza mientras ponía la mesa junto a mi hermano y mi madre.
Esta noche va a ser un completo desastre; yo lo sé, mi hermano lo sabe, hasta Naruto es consciente de lo que se le viene encima, pero por mucho que lo intente, mi madre no atiende a razones.
Ella me dedica una suave sonrisa.
—No te preocupes, Sasuke, tu padre se comportará.
Itachi intervino en ese momento, un poco inquieto por la situación que se avecinaba.
—Mamá, mi padre se negó a atender al presidente de la mayor empresa de tecnología que hay en China porque, según sus propias palabras, no quería hablar con un ser abominable que podría quedarse embarazado de él si se descuidaba un poco.
Sentí que palidecía por momentos. Miré a mi madre suplicante.
—Mamá, por favor, no quiero que Naruto tenga que pasar por esto.
—Tampoco podemos ocultarle eternamente a tu padre que tienes una relación con un dulce y hermoso doncel.
Pues a mí me gusta eso de mantener a Naruto lo más lejos posible del conocimiento de mi padre. A ser posible, hasta que Fugaku entre en una avanzada edad y, con un poco de suerte, se vuelva senil.
—Entonces, deja que se lo diga, pero no tiene por qué conocerlo… ahora mismo.
—Cariño, entiendo que estés asustado por la reacción de tu padre, pero Naruto es de la familia y quiero que pueda quedarse aquí cuando quiera. Fue maravilloso tenerlo en casa estas Navidades y me gustaría que pasara más tiempo con nosotros. Así que tu padre tiene que saberlo y aprender a convivir con él, le guste o no. —Esas últimas palabras fueron dichas en un tono de “y punto final” que no admitía ninguna réplica.
Sin embargo, yo seguía sin tenerlo claro, para nada. Conocía a mi padre y sabía que, por mucho que dijera mi madre, pondría el grito en el cielo por atreverme a llevar a casa a un doncel, y a saber lo que diría cuando lo presentara como mi novio.
Casi podía verlo; golpearía la mesa con los puños y el rostro rojo de pura rabia, me daría un sermón sobre que ningún hijo suyo andaría por ahí jodiendo con semejante abominación hermafrodita y que lo que tenía que hacer era casarme con alguna chiquilla estúpida de buena familia para aprovechar su fortuna. Pero eso no era lo peor, lo peor era que a Naruto lo insultaría, le diría que las autoridades tendrían que haberlo colgado de un árbol y dejar que muriera ahorcado como la gente hacía antiguamente, o que lo único que podía parir eran pequeños monstruos deformes.
Apreté los puños con fuerza. No tenía ni idea de cómo reaccionaría si mi padre insultaba a mi doncel; si se tratara de un desconocido, Naruto le devolvería los golpes con su lengua afilada, pero este era mi padre y sabía que él no querría causar un conflicto entre nosotros por su culpa. El problema era que probablemente fuera yo quien provocara una confrontación; pese a haber temido toda la vida el rechazo de mi padre, no permitiría que hiciera sentir mal a Naruto por su sexo, y mucho menos toleraría que insultara a sus futuros hijos. Solo eran niños, ¡joder! ¿Qué culpa tenían ellos de nada?
Puede que estuviera siendo exagerado con el tema de los niños, los cuales ni siquiera existían, pero me dolía pensar en lo que mi padre diría si fueran reales. Suponiendo que llegara el día en que Naruto y yo decidiéramos pasar el resto de nuestra vida juntos, habría un momento en el que los dos acabaríamos formando una familia y teniendo niños.
¿Cómo podría vivir viendo a mi padre tratar a mis propios hijos como si fueran monstruos?
La respuesta es sencilla, no podría. Lo echaría de mi casa sin pensármelo dos veces; mis hijos no sufrirían el trato frío que yo había recibido desde niño, ni mucho menos consentiría que se les despreciara o insultara de ningún modo.
Mis temores fueron interrumpidos cuando mi madre anunció que iba a avisar a mi padre de que la cena estaba preparada. Noté un desagradable escalofrío subiendo por mi espalda e intercambié una mirada preocupada con mi hermano, que se puso rápidamente a mi lado.
—Sabes que tienes mi apoyo, Sasuke. Defenderé tu relación con Naruto diga lo que diga nuestro padre.
—No es eso, Itachi. Lo que él diga sobre nosotros no me importa. Lo que no quiero es traer aquí a Naruto sabiendo que va a ser víctima de los insultos de mi padre.
—Él es fuerte, lo que piense no le importará. Lo único que le preocupa eres tú.
Quise decirle que, de todos modos, no quería que Naruto tuviera que soportar esto, pero no pude ya que mi madre bajó acompañada de mi padre, al cual miré con cautela antes de ocupar mi sitio en la mesa… a su lado (sí, es un peligro, ya lo sé, pero mi madre había insistido). Este se dio cuenta rápidamente del quinto plato que había en la mesa y frunció el ceño.
—¿Viene alguien más a cenar? —le preguntó a mi madre, quien se sentó junto a mi padre.
—Un amigo de Sasuke.
Uf… Al menos no le ha dicho que es mi novio. Aún.
El rostro de mi padre se suavizó.
—Oh, ¿Hinata? Siempre es un placer tenerla aquí —dicho esto, me miró con un extraño brillo suspicaz en los ojos—. Sasuke, ¿nunca has pensado en pedirle salir?
Menos mal que no tenía comida en la boca porque la habría escupido a causa de la impresión. ¿En qué demonios estaba pensando? Sí, es verdad que cualquier chico sería afortunado de ser el novio de Hinata; ella es inteligente, amable, tiene un gran corazón y también es preciosa, pero ella no es para mí. En primer lugar, hemos sido amigos desde la infancia, siempre la he visto como a una hermana pequeña, soy incapaz de verla… como mujer (joder, hasta tengo la sensación de que sería casi incesto una relación entre los dos); en segundo lugar, aunque tiene que ver con el primero, jamás me he sentido atraído por ella a pesar de todas sus cualidades, y por último, hace meses que estoy saliendo con Naruto y estoy loco por él.
Aun así, no tardo en darme cuenta de los motivos de mi padre. Los Hyuga eran otra familia empresarialmente importante en Japón, solo que no se dedicaban a la tecnología, sino a la extracción de materias primas, principalmente de origen vegetal. La explotación de los bosques era su fuente más económica, pero se habían hecho famosos por respetar el medio ambiente y solo talaban árboles de las tierras que habían comprado, nunca de reservas naturales y jamás de ningún bosque en el que tuvieran que obligar a determinados animales a marcharse de sus casas. De hecho, la propia Hinata había logrado que su familia invirtiera en proyectos que ayudaran a la preservación de especies en peligro de extinción, tal vez porque ella estudiaba zoología y desde siempre había sentido compasión por ese grupo de animales.
En definitiva, puede que mi padre no pudiera crear una alianza económica con los Hyuga, pero siempre era bueno tener poderosos aliados en el círculo familiar.
Inspiré profundamente antes de responder a mi padre con toda la calma de la que era capaz:
—No es Hinata la que viene a cenar, padre. Y no voy a salir con ella.
Mi padre hizo una mueca, claramente descontento.
—¿Por qué no? Viene de una buena familia y siempre habéis sido buenos amigos. Sería conveniente tanto para nosotros como para ellos.
Me quedé callado durante un largo momento, preguntándome si debía responderle o ahorrarme la discusión que siempre tenemos desde que cancelé mi compromiso con Karin. Básicamente, él me dice más o menos las mismas palabras que ahora, que debía escoger una chica joven con una familia adinerada y que fuera propietaria de una empresa potencialmente beneficiosa para Corporaciones Uchiha o, al menos, que fuera lo bastante poderosa como aliada en un sentido económico. Por supuesto, mi padre siempre ponía la excusa de que ese prototipo de mujer era bueno para nuestra familia, nunca mencionaba su preciado imperio empresarial.
Su egoísmo hizo que yo me fuera alejando cada vez más de él. Ya no me importaba no llegar a complacerle, ni siquiera que se sintiera orgulloso de mí; yo solo… solo quería sentirme querido sin necesidad de hacer una carrera que odiaba o casarme con alguien “conveniente”, quería que me quisiera por mí mismo, a pesar de todas las decisiones que tomara. Sin embargo, eso no iba a pasar, no en un futuro cercano, y me había cansado de esperar ganarme su afecto. De modo que, cada vez que discutíamos sobre mi futuro matrimonio, yo rechazaba cualquier sugerencia que tuviera en mente y le decía que me casaría cuando y con quien yo decidiera. Y punto.
Para bien o para mal, esta vez no fue necesario que le repitiera lo mismo de siempre, ya que el timbre sonó y casi salté de la silla para huir del salón e ir a abrir. Una diminuta parte de mí estaba aliviada por poder evitar otra estúpida discusión sobre prometerme con una nueva Karin, pero otra, mucho más grande, estaba aterrada por lo que estaba a punto de ocurrir, ya que sabía que era Naruto quien había llegado.
Al abrir la puerta, efectivamente, él estaba ahí junto a una alegre Blue de seis meses. La joven perra casi había alcanzado su máximo tamaño, por lo que, a pesar de ser un cachorro todavía, resultaba intimidante, más aún con su espeso pelaje negro y los fuertes colmillos. Sin embargo, para quien la conociera, sabría que era un animal alegre, juguetón y sumamente noble y leal; a Naruto y a mí nos adoraba y solía estar muy pendiente de lo que hacíamos. Sin embargo, era mi novio quien captaba toda mi atención ya que, esta vez, el rubio había abandonado su colorido estilo de ropa por una sencilla camiseta blanca de manga corta y unos vaqueros oscuros. No era una indumentaria exactamente formal, pero intuí que mi novio quería causar la mejor impresión posible a mi padre y que, por eso, no había venido con una de sus camisetas naranjas o azules decoradas con dibujos de espirales o animales.
Cuando me ve aparecer, me dedica una sonrisa dubitativa.
—Hola —dice en voz baja, como si temiera que alguien le escuchara.
Maldije mentalmente el plan de mi madre. La adoro y es una de las personas a las que más quiero en este mundo, no hay nada que no haría por ella… pero esta vez me había pedido demasiado. Solo de ver la indecisión en el rostro de Naruto, supe que no estaba para nada cómodo con esta cena; mi doncel era una persona fuerte y valiente, pero también demasiado bueno, lo suficiente como para no querer causar discordia en mi familia por su causa.
Sé que eso se debe a que él perdió a sus padres, a lo mal que lo había pasado en esa época, y no quería que yo tuviera que pasar por algo parecido o puede que aún peor: romper mi relación con mi padre por estar con él. Sin embargo, debía entender que si yo me había distanciado de Fugaku, no era culpa suya. Era de mi padre, por no estar haciendo las cosas bien, ni ahora ni en el pasado; por si no fuera poca toda esta maldita insistencia en que me casara con alguien y dirigiera la empresa junto a Itachi, estaba el haberme ignorado durante prácticamente toda mi infancia y adolescencia. Su atención siempre fue enteramente para Itachi, al que, por cierto, nunca obligó a comprometer o a hacer nada que beneficiara a la empresa o trató de utilizarlo para su propio beneficio, mientras que a mí… En fin, creo que ya lo habéis visto suficientes veces como para que lo explique.
—Hola —le respondí a Naruto mientras acariciaba a una ansiosa Blue, la cual movía alegremente la cola. Al menos había alguien que no estaba tenso por toda esta situación. Después me acerqué para darle un beso rápido a mi novio a modo de saludo, quien dejó escapar un suspiro.
—¿Tu madre no ha cambiado de opinión?
—No.
—Genial. —Su tono de voz era la definición perfecta del sarcasmo—. Sasuke, no es que no quiera conocer a tu padre…
—Lo sé. —Sabía lo que quería decir, que esto iba a ser un desastre, probablemente una especie de recreación de alguna horrible batalla campal, con la diferencia de que el escenario era la mansión de mi familia y que en vez de disparar balas serían los gritos los que rasgarían el aire.
Naruto me dedicó una diminuta sonrisa.
—Todavía estamos a tiempo de fugarnos. Mi hermano puede escondernos… aunque lo más seguro es que nos esconda en un búnker.
Su sentido del humor me hizo sonreír un poco.
—Eso suena mucho mejor que lo que estamos a punto de hacer.
Naruto desenganchó la correa de Blue y luego me abrazó con fuerza. Le devolví el gesto sin pensarlo.
—Pase lo que pase, estoy contigo. Siempre.
Mis brazos se apretaron alrededor de su cintura cuando esas palabras penetraron con fuerza en mi corazón. Amaba a ese doncel como no amaría a nadie durante el resto de mi vida, estaba convencido de ello; Naruto era todo lo que no había atrevido a soñar para mí por miedo a mi padre… pero esta vez, elegiría a mi rubio. Por encima de todo. Y por encima de Fugaku.
Ahora me sentía mucho más preparado para afrontarlo. Cogiéndole firmemente de la mano, me dirigí con él al salón para presentárselo formalmente, con Blue siguiéndonos de cerca; ya no movía la cola, la tenía estirada y sus orejas estaban levantadas, atentas a todo. Los perros eran más empáticos que las personas, y ella era consciente del malestar que reinaba en el ambiente, por lo que ahora había adoptado una actitud vigilante y casi protectora.
En cuanto me adentré en el salón, todos se giraron para mirarnos a Naruto y a mí. Fugaku frunció el ceño al no reconocer al rubio, el cual se acentuó aún más al ver nuestros dedos entrelazados tan íntimamente. Luego clavó su oscura y recriminatoria mirada en mí y preguntó muy despacio:
—¿Quién es tu amigo?
No se me escapó el tono de su voz, uno que se encontraba entre la advertencia y la amenaza. Fuera como fuera, todo mi miedo se evaporó de repente; era consciente de que, esta vez, Naruto no podría defenderse como de costumbre, ya que se estaría enfrentando a mi padre y no quería causarme problemas, lo cual despertó en mí un instinto primario de protegerlo.
Le devolví la mirada, desafiante.
—Se llama Naruto y es mi novio —repliqué de malas formas, retándolo a discutirme.
Supe que mi doncel se había sobresaltado un poco, probablemente por mi tono, pero lo ignoró, concentrándome en el rostro de mi padre. Tal y como había predicho, su rostro enrojeció y sus manos se convirtieron en puños.
—¿Qué has dicho? —repitió, dándome la oportunidad de retractarme.
Pues mala suerte porque no tengo la jodida intención de hacerlo ni aunque me lo volviera a preguntar un millón de veces. Naruto es mi pareja, le quiero y voy a seguir con él por muy poco apropiado que le parezca.
Antes de que pudiera abrir la boca para decírselo, mi madre tocó el brazo de Fugaku y le dedicó una dulce sonrisa… que me dio escalofríos. No estoy muy seguro de por qué.
—Nuestro hijo por fin ha encontrado a una persona especial para él, ¿no es maravilloso, querido? —Sin darle tiempo a responder, mi madre contempló a Naruto con ternura—. Pasa y toma asiento, Naruto, espero que tengas hambre.
…Vale, puede que esto no sea tan malo como había pensado, no si mi madre puede controlar a mi padre. Aunque todavía no me sentía del todo confiado, no cuando Fugaku, pese a no haber dicho desde que Mikoto Uchiha había hablado, seguía fulminándonos a Naruto y a mí con la vista.
Mi novio le dedicó a mi madre una sonrisa agradecida.
—Gracias, Mikoto.
A mi padre no se le escapó que había llamado a su esposa por su nombre de pila. La miró fijamente mientras Naruto y yo tomábamos asiento, él a mi derecha y yo junto a mi padre, interponiéndome entre él y mi novio.
—¿Tú lo sabías? —le preguntó a mi madre con tono acusatorio.
Para mi total y absoluta sorpresa, ella le lanzó una sonrisa arrogante. Ahora sé de quién hemos heredado ese gesto Itachi y yo.
—Sí, ¿algún problema, querido? —Pese a que su tono no dejaba de ser amable y atento, todos percibimos la velada amenaza que había tras él. Lo más sorprendente fue que mi padre no se atreviera a imponerse a mi madre. ¿Desde cuándo ocurría esto?, ¿y cómo es que no me había dado cuenta?
Poco después, ella empezó a servirnos la comida mientras que los demás esperábamos en silencio, todos atentos al próximo movimiento de mi padre. Este me observaba un momento con evidente rabia antes de intentar echarle un vistazo a Naruto con una mueca desagradable, de puro desprecio y rechazo, por lo que yo, al estar en medio de los dos, coloqué mi cuerpo hacia delante, convirtiéndome en una especie de escudo contra las furtivas miradas que le lanzaba Fugaku. Él estrechó los ojos y apretó los labios, claramente enfadado por mi acción, y yo le devolví la mirada con cara de pocos amigos.
En ese instante, sentí la mano de Naruto en mi pierna, un ligero toque que pretendía calmarme. Entrelacé mis dedos con los suyos, pero me negué a retirarme y dejarle expuesto a la ira de mi padre.
Este frunció de repente el ceño y miró a Itachi, quien observaba la escena como un halcón al acecho, listo para defenderme al menor signo de conflicto. Cuando mi madre se sentó y empezamos a picotear la comida (el ambiente estaba demasiado tenso como para que alguien pudiera comer tranquilo), mi padre finalmente encaró a mi hermano:
—¿Tú también estabas al tanto de esto?
Él enfrentó sus ojos y dijo con solemnidad:
—Sí.
—¿Desde cuándo?
—Desde poco antes de Navidad.
Fugaku apretó los labios e intentó asesinar a Naruto con los ojos, pero mi cuerpo se lo impedía. Le dediqué una mirada de advertencia, aunque eso no lo disuadió de seguir intentando evaluarlo. Lo que no me esperaba era que fuera a dirigirle la palabra.
—Chico, ¿cuál era tu nombre? —Más que una pregunta, fue una orden.
Mi primera reacción fue exigirle que le hablara con el debido respeto, pero Naruto me dio un apretón en la mano, indicándome con suavidad que no respondiera y que le dejara a él. Dudé un momento antes de recostarme en el respaldo de la silla y dejar que mi padre lo analizara de arriba abajo, del mismo modo que hizo mi rubio. Me recordaba a esas películas de acción en la que los dos contrincantes se miraban fijamente, midiendo a su rival, antes de la pelea final.
Naruto no mostraba miedo alguno, sus ojos azules no denotaban otra cosa que no fuera firmeza y determinación. Mi padre, por supuesto, mantenía una actitud altiva y orgullosa, el reflejo puro y duro de un Uchiha; sin embargo, percibí una ligera confusión en su ceño fruncido, sin duda alguna debido a la actitud desafiante de mi rubio, quien se negaba a agachar la cabeza en un gesto sumiso, como haría normalmente cualquiera en presencia de mi padre.
—Naruto Namikaze —respondió mi doncel alto y claro.
Fugaku entrecerró los ojos.
—¿Namikaze? No me suena tu apellido.
—¿Debería? —replicó Naruto.
Mi padre le dio una larga mirada antes de regresar su atención al plato. Sabía que estaba meditando su respuesta y preparando su próximo movimiento para tantear al doncel.
Mientras todos aprovechábamos ese instante de calma previa a la tormenta para seguir cenando, vi por el rabillo del ojo que Blue, tras nosotros, permanecía sentada y con los ojos clavados en mi padre. El morro ligeramente arrugado me dijo que Fugaku no era de su agrado, y que se mantenía alerta a cualquier intento de agresión por su parte. Eso no era bueno, pero tampoco estaba preocupado, Blue jamás atacaría a una persona sin provocación previa, por poco que le gustara el tono de voz que empleara mi padre. El verdadero problema vendría si su pelaje se erizaba, indicativo de que sentía que había peligro, lo cual derivaría probablemente en una pelea.
Me distraje cuando Fugaku al fin hizo su siguiente pregunta:
—¿A qué se dedican tus padres?
Vi de inmediato por dónde iban los tiros y convertí mis manos en puños. Estaba averiguando si Naruto provenía de una familia poderosa, en parte para saber si eso podía beneficiarle y en parte para estar seguro de que no se metería en un lío si lo trataba como el despojo que creía que era.
Cabrón. Bastardo.
—Mi padre era músico y mi madre era policía. Murieron hace años.
Un destello apareció en los ojos oscuros de mi padre. No me gustó. Se había dado cuenta de que era una presa fácil para él.
—¿Y qué estás haciendo ahora mismo? —Ni siquiera se había molestado en darle el pésimo. Hice amago de soltarle algo así como que mostrara algo de puta educación, pero Naruto volvió a poner su mano sobre mi pierna para darme un apretón. Inspiré hondo y le cogí otra vez la mano, esta vez para no soltarla; quería respetar sus deseos de apañarse solo con mi padre, pero era difícil estar escuchando cómo le trataba sin hacer nada. La única forma de que pudiera mantener un mínimo control era sentir su piel contra la mía, su contacto siempre me ayudaba.
—Estudio en el conservatorio de música, y los fines de semana trabajo como adiestrador de perros en un parque.
Mi padre bufó, despectivo. Yo, mi hermano y mi madre le lanzamos una mirada asesina.
—¡Fugaku! —le regañó mi madre—, compórtate.
Él la miró con el ceño fruncido.
—Mikoto, este chico no le conviene en absoluto a nuestro hijo: es pobre, de baja formación y encima trabaja enseñando a los perros dónde tienen que mear, nunca llegará a nada.
—Fugaku… —Esta vez, el tono de mi madre era claramente amenazador.
Itachi se lanzó inmediatamente al ataque.
—El conservatorio de música no es tener baja formación, padre, al contrario; se requiere mucha disciplina y esfuerzo. ¡Por Dios!, es más difícil ser aceptado allí que entrar en una universidad.
—No es una carrera que dé dinero —replicó mi padre.
—No todo se reduce al dinero —escupí yo, cabreado. Oí una especie de gruñido bajo y constante, proveniente de Blue. El ambiente se estaba tensando por momentos y ella lo notaba. La miré por el rabillo del ojo, pero su pelaje aún no estaba erizado.
Mi padre le lanzó una aburrida mirada a Naruto antes de dirigirse a mí.
—Hijo, entiendo que hayas querido experimentar un poco, pero no merece la pena que sigas saliendo con él, no tiene nada que aportar a esta familia.
Apreté los labios y le estreché la mano con fuerza a Naruto, temblando de rabia. Él se giró un poco en la silla para colocar su otra mano sobre mi brazo, sabiendo que si no lo hacía, me levantaría de la silla y empezaría a gritar. Aun así, eso no me disuadió de decirle a mi padre lo que sentía.
—No salgo con él por experimentar o por querer aportar nada a esta familia. Es mi novio porque le amo y quiero estar con él durante mucho tiempo —remarqué las dos últimas palabras para que mi padre las tuviera muy en cuenta.
Él resopló.
—Solo llevas con él unos pocos meses. No te engañes, hijo, no estás enamorado.
—Llevo con él casi nueve meses —corregí con rabia, enfadado porque mi padre se creyera tan inteligente como para decirme lo que yo sentía. Él no me conocía, en absoluto, ¡no tenía ningún derecho a decidir lo que yo estaba sintiendo o no!—. Y no me digas lo que puedo estar sintiendo porque…
—¿Salías con él mientras estaba prometido con Karin Hebi? —me interrumpió, rojo por la ira.
Yo no tuve ningún reparo en decir:
—Sí.
—¡Esto es inaudito! ¡Mi propio hijo siéndole infiel a su prometida!, ¡yo no te he criado así!
Incapaz de seguir escuchando toda esa mierda, aparté la mano de Naruto para evitar hacerle daño y me levanté de un salto de la silla. No pude aguantar más, necesitaba sacarlo todo de dentro y, por desgracia, mi padre me había hecho estallar.
—¡Claro que no me has criado así, porque quien ha hecho eso ha sido mi madre! ¡Tú siempre estabas demasiado ocupado con el trabajo o con Itachi como para tener tiempo para mí, así que ahora no te atrevas a recriminarme nada! —Hice una pequeña pausa para respirar—. ¡Y por supuesto que salí con Naruto pese a estar prometido! ¡Karin no era nada para mí!, ¡nada!, ¡¿lo entiendes?! ¡Fuiste tú quien decidió comprometerme con ella!, ¡yo no la soportaba! —dicho esto, me sentí mucho mejor y pude volver a hablar en tono más normal, pero seguía siendo firme y decidido—. Quiero a Naruto y estoy con él por eso, ni por dinero ni por beneficios ni por ninguna maldita conveniencia. Es mi decisión y me da igual lo que pienses, es mi vida y haré lo que crea mejor para mí.
Mi padre continuó observándome con enfado, sin tener la más mínima intención de aceptar lo que había hecho, sin asumir ni por un instante la culpa de no haber criado a su hijo de menor o de que había hecho mal en prometerme con alguien sin pedir mi opinión. Como siempre, iba a lo suyo, mirando por sí mismo.
—¿Y qué ocurrirá el día de mañana?, ¿cuando te des cuenta de que solo iba a por tu dinero y se niegue a firmar un acuerdo prematrimonial? ¿Qué pasará a la hora de formar una familia?
Por un segundo, me quedé con la boca abierta. ¿En serio acababa de llamar a Naruto cazafortunas?
Este carraspeó, llamando la atención de mi padre.
—Con el debido respeto, señor Uchiha, aquí nadie está hablando de matrimonio. Su hijo y yo no llevamos tiempo suficiente como para considerar esa opción, pero en el caso de que llegara, no tengo ningún inconveniente en firmar los papeles que sean necesarios para asegurarle que el dinero de su familia estará protegido.
Fugaku resopló.
—Eso dices ahora, pero en el momento de la verdad, encontrarás el modo de hacerte con el legado de la familia. Además, ¿qué pasará más adelante, cuando mi hijo quiera tener niños?
No podía creer la situación que tenía delante. Por el amor de Dios, estoy locamente enamorado de Naruto y sé que probablemente no amaré a nadie más en mi vida, pero ni él ni yo nos hemos planteado llegar tan lejos todavía; Naruto solo tiene veinte años, ¡joder!, ¿cómo coño se imagina que voy a casarme ya con él?, ¿y tener hijos? Por mucho que me guste la idea de tener un pequeño Naruto en brazos, jamás le dejaría embarazado tan pronto, no puedo hacerle eso; aún quiere terminar el conservatorio de música, y los dos ya hemos hablado de ir algún día al norte de los Estados Unidos para aprender a manejar perros de trineo, era parte de nuestro sueño, escogí a Blue precisamente para poder cumplirlo algún día.
—¡Maldita sea, padre! Naruto y yo no somos como tú, no vamos a casarnos al año de conocernos y mucho menos tener hijos en un futuro cercano, pero si algún día llega ese momento, seremos Naruto y yo quienes decidamos si queremos un acuerdo o no y cuándo es el momento oportuno para intentar que se quede embarazado.
En ese instante, mi padre abrió los ojos como platos y miró fijamente a Naruto con furia asesina. Instintivamente, me coloqué delante de él para protegerlo de lo que quiera que estaba a punto de pasar, ya que Fugaku Uchiha apoyó las manos en la mesa y se levantó despacio. Apenas fui consciente de que Blue se había levantado y que su pelo estaba empezando a erizarse.
—¿Tú… eres… un doncel? —exigió saber mi padre con cierta dificultad, como si le costara pronunciar las palabras por culpa de la ira contenida. No tendría que haberme sorprendido que mi padre confundiera a Naruto con un varón, dada su apariencia más masculina, pero llevaba tanto tiempo con él que había olvidado que, a primera vista, se le podía confundir con un hombre.
Oí que este también se levantaba y que se pegaba a mi espalda. Sabía que no lo hacía por miedo, sino para protegerme en caso de que mi padre se acercara. No creo que pensara que fuera a hacerme daño, pienso que fue más bien algo instintivo, tal y como me ocurría a mí.
Itachi también se levantó de su asiento y mi madre se inclinó, como si también estuviera a punto de hacerlo.
—Fugaku… —Intentó tocarle un brazo, pero él se apartó con brusquedad y, ahí, estalló.
—¡No! ¡Basta! —bramó, señalando a Naruto con un dedo—. ¡Puedo tolerar que mi hijo experimente cosas nuevas, pero no que esté fornicando con esa abominación, con un engendro de la naturaleza! ¡Y encima se atreve a traerlo bajo mi techo!
—¡Naruto no es nada de eso! —grité, igualmente enfadado. Blue de repente estaba junto a nosotros, gruñendo. Sin embargo, mi padre no parecía haberse percatado de su presencia.
—¡No consentiré que ningún hijo mío ande por ahí jodiendo con semejante criatura, y mucho menos que engendre niños híbridos obscenos! —Me miró con ira asesina—. ¡Me avergüenzas! ¡A mí y a tu familia! —Luego se dirigió a Naruto y avanzó un paso hacia nosotros. Envolví mi brazo alrededor de su cintura para pegarlo a mi espalda, listo para protegerlo de cualquier posible amenaza—. ¡En cuanto a ti, demonio!, ¡largo de mi casa! ¡No vuelvas por aquí ni te acerques a mi hijo o juro que te arruinaré!, ¡¿me oyes?! ¡Te meteré en el peor prostíbulo de la ciudad y dejaré que te hagan trizas!
Horrorizado por el ataque verbal de mi padre hacia Naruto, me preparé para alejarlo lo máximo posible de él, dado que no dejaba de andar hacia nosotros y, por una vez, pensé que de verdad iba a golpearlo o hacerle daño. Tensé los músculos, listo para apartarlo de ahí y enfrentarme a mi padre, pero no fue necesario. En cuanto estuvo demasiado cerca de nosotros, Blue saltó e hizo amago de morderlo mientras ladraba ferozmente, una clara amenaza. Fugaku saltó hacia atrás y, por primera vez, reparó en la presencia de la enorme perra, que le mostraba los colmillos con el pelo erizado para parecer aún más grande de lo que ya era.
Mi padre la miró confundido mientras esta seguía ladrando sin cesar, interponiéndose entre él y nosotros.
—¿De dónde coño sale este animal?
—Es la perra de Naruto —respondió mi madre mientras se levantaba lentamente de la silla—. Fugaku, ven arriba. Ahora.
Su tono severo nos sobresaltó a todos menos a Fugaku, quien la miró con una mueca.
—No hasta que esa cosa salga de mi casa.
Por primera vez en mi vida, vi cómo mi madre le lanzaba una mirada peligrosa a mi padre. Joder, sabía que daba miedo cuando se enfadaba, pero esto era distinto.
—Fugaku, no te lo repetiré otra vez. Sube ahora.
Mi padre dudé unos segundos antes de obedecer, no sin antes lanzarle una mirada de odio a Naruto y otra de furia a mí. Itachi rápidamente vino con nosotros y nos ocultó de sus crueles ojos, mientras que Blue dejó de ladrar, pero seguía teniendo el pelo erizado y gruñía.
Finalmente, mis padres desaparecieron por las escaleras, probablemente en dirección a su habitación o al despacho. No estaba seguro de lo que iba a pasar, pero tampoco me importaba demasiado, mi única preocupación era el estado de Naruto.
—¿Estás bien?
Él se removió, dudando.
—Eso creo.
Podía entenderlo; esto había sido tan malo como yo esperaba y, pese a que ninguno estaba herido, la situación había sido violenta. Sintiéndome culpable por todo lo que había pasado, lo atraje hacia mi cuerpo y le abracé con fuerza.
—Lo siento mucho, Naruto.
—Yo también quiero disculparme —intervino Itachi con suavidad. Sus ojos oscuros denotaban tristeza cuando miró al doncel—. Tendría que haber intentado convencer a mi madre de que esto no era una buena idea.
Mi novio nos observó a ambos con pena.
—No pasa nada, no ha sido culpa de nadie. Entiendo por qué vuestra madre quería que hiciera esto y, de todas formas, no habríamos podido ocultarlo para siempre.
—No estoy de acuerdo —comentó mi hermano, esbozando una pequeña media sonrisa—. Podríamos haber esperado hasta que Sasuke se independizara.
Yo también sonreí, pero muy poco.
—¿Y crees que Fugaku no se habría dado cuenta? Me habría echado de casa.
—No lo creo pero, aunque lo hubiera hecho, tienes la suerte de tener un hermano muy rico que te quiere mucho.
Esta vez, me arrancó una verdadera sonrisa, igual que a Naruto.
—Eres genial, Itachi —le dijo.
Mi hermano se aceró y nos abrazó a los dos.
—Pues claro que sí, lo que haga falta por mis dos hermanitos.
Mi sonrisa se ensanchó al escuchar cómo Itachi incluía a Naruto dentro de mi familia. En realidad, tanto él como mi madre habían medio adoptado a mi novio desde estas Navidades, cuando ellos le preguntaron cómo es que no pasaba esa fecha con sus padres, por lo que Naruto tuvo que contarles que fallecieron cuando él tenía doce tiernos años. Si bien a mi hermano le gustó mi doncel desde el principio, se mostró más fraternal con él desde ese momento, más informal que las otras veces que se habían visto; en cuanto a mi madre, lo había adorado desde que lo vio, mi novio era todo lo que ella había deseado para mí. Por eso, al saber que su yerno era un pobre chico huérfano, no había dudado en tratarlo como cualquier madre trataría a su pequeño retoño.
Y por supuesto, me tenía a mí. Yo siempre sería su familia, siempre estaría ahí para él.
Poco después, oímos a Blue gruñendo de nuevo con el pelo erizado. Se había calmado en cuanto mi padre había desaparecido, así que supongo que estaba de vuelta, no sé si para echar a Naruto de casa o puede que para algo peor. Fuera como fuera, estreché a mi rubio entre mis brazos mientras que Itachi se plantaba delante de nosotros y Blue se agazapaba a nuestro lado, lista para protegernos.
Sin embargo, no volvimos a ver a Fugaku esa noche y, después de esta cena, pocas veces nos cruzamos con él incluso dentro de casa. Solo escuchamos sus furiosas pisadas pateando el suelo y después cómo daba un portazo. Era evidente que la discusión con mi madre había sido fuerte, y que no había ganado.
Joder, no sabía que mamá se impusiera a mi padre de esa manera.
Ella no tardó en bajar y en dedicarnos una sonrisa apenada.
—Siento mucho lo que ha pasado —dicho esto, se acercó a Naruto y le acarició con afecto la cabeza—. ¿Estás bien, cariño?
—Sí, Mikoto, no te preocupes.
Mi madre suspiró.
—Lamento que hayas tenido que ser testigo de esta horrible escena, pero ya es hora de que mi marido acepte ciertas cosas. —Fruncí el ceño al escuchar esas palabras, sin estar seguro de a qué se refería exactamente. Pero antes de que pudiera preguntar, ella nos sonrió con dulzura—. La buena noticia es que Naruto puede quedarse aquí siempre que quiera.
Itachi y yo nos miramos, no muy convencidos.
—¿Estás segura, mamá? —le preguntó él.
Ella esbozó una sonrisa misteriosa.
—Vuestro padre no tendrá ningún problema con Naruto a partir de ahora. Puedo prometeros que esto no se volverá a repetir.
… A saber lo que le habrá hecho ahí arriba para lograr eso.
—De hecho —prosiguió mi madre—, te vas a quedar a dormir esta noche aquí, Naruto. Seguro que Sasuke no tendrá ningún problema para dormir contigo —añadió con una ligera sonrisa pícara.
Tanto él como yo nos pusimos rojos como tomates mientras mi hermano reía con ganas.
—¡Mamá! —la medio regañé, avergonzado.
—Hijo, tienes más de veinte años y llevas saliendo con Naruto nueve meses, no voy a pretender que no sé lo que haces cuando te quedas a dormir en su casa. Solo os pido que no seáis muy ruidosos.
Itachi rio con más fuerza al mismo tiempo que Naruto y yo nos encogíamos, deseando que nos tragara la tierra o al menos desaparecer de ahí.
—Por mí no os cortéis, me gustaría escuchar cómo mi hermano se convierte en hombre —se burló antes de volver a echarse a reír.
Aún rojo por la humillación, le fulminé con la mirada.
—Vete a la mierda —mascullé.
—Sasuke, tranquilo —me dijo Naruto, frotándome el pecho—. Itachi está celoso porque esta noche no tiene a nadie que le haga un hombre.
Esta vez fue mi turno de reír y el de Itachi para avergonzarse.
—Eso es cruel, Naruto —refunfuñó.
—Tú empezaste —se justificó Naruto encogiendo los hombros.
Después de eso, mi madre nos propuso terminar de cenar, esta vez con tranquilidad. Ahora que mi padre no estaba aquí, la tensión prácticamente desapareció y engullimos la comida como si estuviéramos muertos de hambre. Mi madre no mencionó qué le había dicho o hecho exactamente a mi padre para haber ganado este asalto, ni Itachi y yo nos atrevimos a preguntar tampoco. Si ella no decía nada, era porque no consideraba necesario que lo supiéramos, y dada la forma en que había manejado a Fugaku Uchiha, no creo que fuera prudente exigir respuestas a lo que había sucedido.
Después de la cena, nos retiramos a nuestras respectivas habitaciones. Le hice un gesto a Naruto para que fuera yendo a mi dormitorio y me dirigí al de mi madre; llamé suavemente a su puerta y, al recibir su respuesta, entré. Ella estaba sentada en la cama, al parecer había estado a punto de cambiarse.
Me sonríe con dulzura.
—¿Necesitas algo, Sasuke?
Yo dudé un momento antes de sentarme a su lado. La verdad es que estaba un poco preocupado por ella.
—Quería saber si estabas bien.
Mi madre parpadeó, un poco sorprendida al principio, pero después volvió a sonreír y me acarició la mejilla con ternura.
—¿Lo dices por tu padre? —Asiento—. Aprecio el gesto, pero no es necesario que te preocupes por mí. Tu padre y yo nos las arreglaremos de algún modo.
En ese momento, me asaltó una duda. Era algo que sabía pero en lo que jamás había pensado profundamente.
—Mamá… ¿tú quieres a mi padre?
—Claro que sí.
—Me refiero a si lo amas.
Sorprendentemente, ella no duda a la hora de contestar.
—A mi manera.
Yo frunzo el ceño, sin estar seguro de lo que eso quiere decir. A mi madre no le cuesta mucho leer mi expresión y empieza a explicarme:
—Sasuke, sabes que tu padre y yo nos casamos por un acuerdo entre nuestras familias, ¿verdad? —Hago un gesto afirmativo—. Por entonces, yo creía estar locamente enamorada de tu padre: era guapo y educado, provenía de una buena familia y siempre fue bueno conmigo, aunque no te negaré que en aquel entonces era igual de serio y poco dado a las demostraciones de afecto en público. —En ese momento, me di cuenta de que, que yo recordara, jamás había visto a mis padres besarse. De repente, me parecía… raro. No me gustaba eso, no para mi cariñosa y afectuosa madre—. Era joven e ingenua, creía que con el tiempo los dos nos amaríamos como en los libros —dicho esto, suspiró—. Pero no tardé en quedarme embarazada de Itachi, tal y como se esperaba de nosotros, y por supuesto, no tuvimos tiempo para estar juntos como pareja; tu padre estaba ocupado con la empresa y yo criando a tu hermano. No quiero que me malinterpretes, Sasuke, Itachi y tú sois lo mejor que me ha pasado en la vida y jamás me he arrepentido de teneros, pero quiero que entiendas que a raíz de eso me di cuenta de cómo era en realidad mi vida.
Yo apreté los puños.
—Te rompió el corazón —dije con rabia.
Ella me dedicó una sonrisa triste.
—No, solo me sentí decepcionada, lo cual fue un gran descubrimiento para mí. En aquel entonces, me hice la ilusión de que amaba a tu padre, tal vez porque así me sería más fácil casarme con él y aceptar el destino que mis padres habían planeado para mí. El amor que hay entre tu padre y yo es uno que se ha ido construyendo debido a todo el tiempo que hemos estado juntos y a tener dos hijos en común. Así que puedo decir que él y yo nos queremos… pero no es como lo que hay entre Naruto y tú.
—¿Y eso te basta? —le pregunté, un tanto incrédulo. Mi madre merecía algo mejor que esto. Mierda, merecía al mejor hombre que pudiera existir en el mundo.
—No soy infeliz, Sasuke, si es eso a lo que te refieres. Itachi y tú lo sois todo para mí.
—Mamá, Itachi y yo somos mayores, si quisieras… dejar a nuestro padre y encontrar algo mejor, lo entenderíamos.
Ella me sonrió y me dio un beso en la mejilla antes de abrazarme. Le devolví el gesto sin dudarlo.
—Ya lo sé, Sasuke, pero no es por eso por lo que no dejo a tu padre. Ya te he dicho que le quiero a mi manera; hemos estado mucho tiempo juntos… simplemente no es tan fácil dar marcha atrás ahora.
Eso puedo entenderlo. Más o menos. Supongo que uno no puede abandonar a alguien con quien ha estado tantos años, con quien ha formado una familia y tenido dos hijos de la noche a la mañana.
—Por eso no quería que te casaras con Karin —admitió—. No quería que pasaras por lo mismo que yo: renunciar a tus sueños para complacer a tu padre y que llegara el día en que descubrieras que eso no era lo que querías para ti.
—¿Y por qué no interviniste entonces?
Mi madre le quitó importancia con un gesto de la mano.
—A tu hermano no le gustaba ese tal Orochimaru y sé que lo estaba investigando. No sé si llegó a tomar alguna medida contra él antes de que cancelaras el compromiso, pero puesto que Itachi se estaba encargando de ese asunto, decidí dejarlo en sus manos. De todos modos, a las malas habría disuadido a esa chica de acercarse a ti otra vez.
Algo me dice que no quiero saber cómo, pero teniendo en cuenta el genio de mi madre, estoy seguro de que lo había conseguido prácticamente chasqueando los dedos.
Pero lo importante era que tanto mi madre como mi hermano estuvieron velando por mí… cuando yo no era capaz de enfrentarme a Fugaku.
Le di un beso en la mejilla, profundamente agradecido.
—Gracias por todo, mamá.
Ella acarició mi rostro.
—Eres mi hijo y yo siempre cuidaré de ti —dicho esto, me miró con orgullo—. Me alegré tanto cuando empezaste a tomar tus propias decisiones sin importar lo que dijera tu padre… y cuando trajiste a Naruto a casa y vi la forma en que os mirabais… Toda madre sueña con que su hijo encuentre a alguien que lo quiera tanto.
Yo sonreí, sin saber qué demonios había hecho para merecer a Naruto.
—Le quiero también.
—Lo sé, y estoy muy contenta de que le hayas encontrado a él en vez de a una de esas chicas tontas que van detrás de ti. —Hizo una pequeña pausa—. Hablando de eso, seguro que se está preguntando qué estás haciendo.
—Me conoce bien, seguro que lo sabe.
—Aun así, no le hagas esperar.
Me despedí de ella con un último beso en la mejilla y después regresé a mi habitación. Nada más entrar, vi la ropa de Naruto tirada en el suelo y a él en la cama. ¿Estaría desnudo o se habría puesto uno de mis pijamas? Espero que sea la primera opción.
Sin hacer ruido, me quité la camiseta y los pantalones y me metí bajo las sábanas, abrazando a mi doncel desde atrás. Recorrí su espalda de arriba abajo, sonriendo al darme cuenta de que, tal y como yo quería, no llevaba nada puesto.
Le mordisqueé la oreja, haciendo que él se despertara un poco y sonriera.
—Sasuke… estoy durmiendo —se quejó.
—Si querías que te dejara dormir tendrías que haber cogido un pijama.
—Hace calor…
Se me escapó una risilla y seguí jugando con su sensible oreja. Pese a que intentó no demostrarlo, la forma en que empezó a removerse me dijo que estaba excitado. No dudé en aprovecharme de la situación y pellizcarle suavemente un pezón; Naruto jadeó y desistió de tratar de resistirse, a juzgar por la forma en que empezó a frotar su delicioso trasero contra mi entrepierna.
Por fin, mi rubio se dio la vuelta y me miró con un brillo divertido y lujurioso en los ojos.
—Haces trampa —me acusó.
Yo le mordisqueé el labio inferior.
—Tú estás desnudo, eso es una señal para el sexo.
Naruto arrugó la nariz, tratando de parecer molesto, pero al final no pudo contener una sonrisa y me besó, hundiendo las manos en mi pelo. Dios, me encanta cuando hace eso, cuando me besa profunda y apasionadamente mientras me dice a través de sus dedos enterrados en mi cabello lo mucho que le gusta las cosas que le hago.
Cuando nos separamos, él frota su nariz contra la mía al estilo esquimal.
—¿Todo bien? —me preguntó en voz baja—. Has estado mucho rato con tu madre.
No puedo evitar sonreír. Me conoce tan bien.
—Hemos estado hablando. Me ha hecho entender muchas cosas.
—¿Pero está bien?
—Sí, mejor de lo que yo esperaba. Mañana te lo contaré… ahora lo único que quiero es demostrarle a Itachi cómo convertirse en hombre.
Naruto soltó una carcajada, pero envolvió los brazos alrededor de mi cuello para que me acercara más a él.
—Pervertido.
—Diablillo —dije de vuelta antes de perderme en sus besos.


Sasuke dejó escapar el aire que había estado conteniendo con un temblor. ¿Qué diablos pasaba hoy? ¿Acaso era el día de los malos recuerdos?
No le había gustado nada ver a Fugaku atacando de esa manera a Naruto, ni tampoco cómo se había acercado a él en ademán amenazador, como si fuera a hacerle daño de verdad. Tampoco había sido agradable descubrir los sentimientos de su madre hacia su padre; las personas no deberían casarse por acuerdos, debían hacerlo porque se amaban y querían estar juntos. Además… había algo que había observado los últimos dos años que le había llamado la atención, aunque no le había dado la importancia que realmente tenía.
Su madre… parecía más distante ahora con su padre que en los recuerdos que había ido recuperando. Es decir, eran educados y formales el uno con el otro pero, que él recordara, Fugaku nunca tocaba a su madre y ella… En ese momento no le venía a la cabeza ningún momento en el que ella le hubiera tocado excepto por alguna convención social, es decir, delante de fotógrafos para esas odiosas revistas que no sabían dejarles en paz o delante de algún socio de la empresa.
Tuvo la impresión de que solo lo hacía para aparentar que todo iba bien… Tendría que hablar con ella sobre eso cuando regresara a Japón. Primero quería resolver las cosas con Naruto, a ser posible, quería hablar sobre lo que había ocurrido entre ellos y arreglar lo que quiera que le hubiera pasado…
Pensó de repente en su padre y arrugó el ceño mientras una sospecha hacía mella en su mente. En su recuerdo, su madre logró convencerlo de algún modo para que tolerara que Naruto fuera a su casa, aunque eso no quería decir que aprobara o aceptara al rubio. También estaba el tema de que este y él parecían haber estado juntos hasta el momento en que tuvo el accidente, pero en esos dos años Naruto no había dado ninguna señal de vida. De hecho, se había ido a Nome, lo sabía porque Kiba había vivido ahí toda su vida y conocía al doncel desde hacía dos años… La conclusión era que, después de su accidente, Naruto se marchó embarazado de su hijo a Nome de repente… pero ¿por qué?
Tenía el mal presentimiento de que su padre tuvo algo que ver, y tras recordar la forma en que había tratado y amenazado a su rubio… No quería pensar tan mal de él, sabía que era un bastardo y que había intentado manipularlo, pero había un gran salto de ahí a amenazar a alguien… Joder, ¿y si amenazó con hacer daño a Saki, a su propio nieto? Sabía que Naruto no habría dudado dos veces en protegerlo a cualquier coste.
Si Fugaku hubiera hecho algo… jamás se lo perdonaría. Nunca.
—Eh, Sasuke.
La voz de Naruto lo distrajo de sus fúnebres pensamientos. Al levantar la vista, lo vio junto a la mesita de café, terminando de cortar las pizzas. Le estaba sonriendo con malicia.
—No te quedes ahí parado mirándome el culo y ven a ayudarme.
Sasuke no pudo evitar sonreír por el comentario. Lo mejor era pensar más tarde en hasta qué punto su padre podría haber estado implicado o no, ahora debía reconquistar a Naruto, lograr que confiara lo suficiente en él como para que le contara por qué le abandonó dos años atrás junto a su hijo. Sabía que tenía que haber un buen motivo, estaba convencido de que el doncel jamás habría hecho algo así a no ser que hubiera una razón de peso.
Caminó hacia él y dejó las servilletas en su sitio.
—No puedo evitarlo, tienes un culo bonito —bromeó. Era mejor que Naruto pensara que se había quedado encandilado mirándole que decirle que había recordado cómo su padre le amenazó con hacerlo pedazos. Se estremeció un poco.
Por suerte, el rubio lo distrajo con esa mirada pícara que le recordaba tanto a la de un diablillo.
—Puede que después te deje jugar con él.
Al oír esas palabras, Sasuke levantó bruscamente la cabeza. Naruto no podía decirle esas cosas; llevaba dos años sin sexo y él era lo más caliente que había visto nunca. Si encima se le insinuaba de esa manera… Sencillamente, no tenía tanto control de sí mismo.
—No juegues conmigo, doncel.
Naruto se mordió el labio y empezó a acercarse a él con la elegancia de un felino. Casi podía afirmar que contoneaba ligeramente las caderas para provocarlo… y lo conseguía. Joder, lo que daría por tener esas caderas moviéndose de arriba abajo sobre su cuerpo.
El rubio se detuvo cuando estuvieron pecho contra pecho. A este no se le escapaba la pasión y el deseo que había en los ardientes ojos negros de Sasuke, mientras que él era muy consciente del juego que se traía el doncel entre manos.
—No estoy jugando —susurró Naruto muy cerca de sus labios.
Sasuke sonrió, a pesar de que le picaban las manos por el deseo de agarrarlo por la cintura y lanzarlo al sofá.
—Sí lo haces, y te encanta.
El rubio sonrió con picardía.
—¿Y a ti no? —le preguntó antes de acercarse más y lamerle el labio inferior.
Estuvo a punto de gruñir como un animal salvaje al sentir su juguetona lengua sobre su boca. Sin embargo, le pareció muchísimo mejor envolver fuertemente su cintura con un brazo y agarrarlo del pelo con la mano libre para tirar de su cabeza hacia atrás para apoderarse de esa traviesa boca que no hacía más que burlarse de él. Si Naruto quería jugar con fuego, estaría encantado de quemarlo.
Devoró sus labios con ansia, mordisqueando y lamiendo todo cuanto hallara a su paso, tentándolo a unirse al baile. Por suerte, su lengua, fiel amante de la suya, se unió rápidamente a él e iniciaron su ya familiar erótica danza, una que invitaba a sus cuerpos a entregarse a ella. Sasuke no tenía intención de resistirse, por lo que se frotó suavemente contra Naruto, viendo si él quería seguir con el juego o retirarse. El rubio respondió con un gemido y moviendo sus caderas contra él, acompañando el movimiento. Genial.
Fue un poco más lejos; bajó la mano que tenía en su cintura hasta su trasero con lentitud, dejando que la rechazara si quería. No lo hizo. Naruto permitió que Sasuke acariciara minuciosamente sus nalgas al mismo ritmo en que ambos se movían, del mismo modo que el varón consintió que el doncel metiera las manos por debajo del jersey y explorara sus abdominales, que se tensaron al sentir los descarados dedos del rubio, a quien parecía gustarle demasiado tocarle esa zona, teniendo en cuenta cómo susurró su nombre con un gemido. Sasuke tomó nota de ponerse camisetas más ajustadas a partir de ese momento.
Solo se separaron cuando necesitaron tomar un poco de aire, y lo hicieron únicamente unos pocos centímetros, con sus labios todavía rozándose. Con la respiración agitada, Sasuke contempló detenidamente los rasgos de Naruto: tenía los labios hinchados, las mejillas sonrojadas y sus hermosos ojos azules estaban nublados por la lujuria. Joder, era como si le estuviera diciendo que necesitaba desesperadamente que le follaran. Y él quería hacerlo, rápido y duro, golpear salvajemente sus caderas contra su culo mientras le suplicaba que no se detuviera.
Sin embargo… no le daría ese placer. Aún no.
Antes de que Naruto volviera a besarlo, él se apartó con una sonrisa cruel.
—Deberíamos cenar antes de que se enfríen las pizzas.
El doncel le miró con mala cara.
—¿Después de lo que acabamos de hacer tú quieres cenar?
Sasuke levantó una ceja.
—No, pero tú tampoco pensabas terminar lo que habías empezado, ¿verdad?
Naruto estrechó los ojos, pero después sonrió.
—Eres un rencoroso.
—Tú me provocaste primero.
—Eso es verdad… —dijo al mismo tiempo que deslizaba sus manos hacia abajo, acariciando con las uñas la piel de su estómago y provocando que se estremeciera de placer— pero esto no se quedará así.
Sasuke no dudó en contratacar frotando dos dedos contra la entrada de Naruto a través de la tela del pantalón. Sonrió con satisfacción al escuchar cómo se le escapaba un gemido de pura necesidad.
—Esperaba que dijeras eso —gruñó antes de soltar finalmente al rubio y dejar que se sentara en el sofá para cenar. Esta vez, no se abstuvo de mirar fijamente su trasero con la esperanza de que pronto podría tenerlo desnudo y dispuesto para él.


Por otro lado, en el hotel donde Sasuke y Sakura se hospedaban, justo un piso más arriba de donde se encontraban sus habitaciones, Kurama estaba adelantando algo de trabajo al mismo tiempo que vigilaba que todo fuera como tenía previsto.
Nadie sabía que tenía una habitación en ese hotel, al menos, nadie que pudiera delatarlo. La había convertido en su base desde que invitó a Sasuke Uchiha a reunirse con él para hablar de su futura alianza, principalmente para darle intimidad a Naruto con él, pero desde que lo vio por primera vez, supo que tendría algunos inconvenientes.
Concretamente, la mujer persistente que dormía justo debajo de su dormitorio.
A decir verdad, eso no había entrado en sus planes; creyó que su mayor dificultad sería Fugaku y su más que probable intento por ponerse en contacto con Sasuke, además de que había temido que enviara a alguno de sus hombres a por él, pero no esperaba que el muy hijo de puta trajera a esa pequeña molestia de pelo rosa.
Para empezar, había registrado sus cuentas y no había reservado ningún viaje de regreso a Japón, lo cual significaba que pensaba quedarse allí mucho tiempo; luego, no parecía aceptar la negativa de Sasuke a salir con ella por muchas veces que le hubiera dejado claro que no quería saber nada de ella como mujer, y último y lo que más le molestaba, no había desistido de intentar seguir a su protegido y al que esperaba que se convirtiera pronto en su futuro novio.
Lo cual lo cabreaba, y mucho.
Por eso, esa noche se había dado el gusto de arrancarle un par de piezas al motor de su coche. Le sabía mal por la empresa que se lo había alquilado, pero no podía evitar sonreír al pensar que la señorita Haruno se encargaría personalmente de pagar los daños. Todos salían ganando. Bueno, todos menos ella, pero teniendo en cuenta que estaba actuando como una acosadora, no le importaba.
De hecho, como siguiera esa línea, tendría que pasar a métodos más… contundentes.
El timbre de su móvil le hizo mirarlo. Hablando de la bruja, le estaba enviando un mensaje de texto a Fugaku Uchiha. Sin pensárselo dos veces, usó su programa informático para eliminarlo en cuanto llegó al teléfono de ese malnacido.
Escuchó un nuevo timbre, esta vez proveniente del ordenador. Cambió la pantalla en la cual estaba trabajando a la del ordenador de Sakura Haruno. Ah… Con que enviando un e-mail también, ¿eh? No quiere dejar cabos sueltos, quiere asegurarse de que Fugaku se entere de que su hijo está follando con un doncel.
Qué lástima que también pudiera borrarlo al segundo en que lo envió con facilidad.
No importaba lo que hiciera, él era una de las mentes más brillantes en tecnología y la informática era para él un juego de niños; controlaba su móvil y su ordenador, así como el de Fugaku Uchiha, tanto el personal como el de la empresa… De hecho, esa tarde había estado entretenido metiendo un virus en la central donde trabajaba para asegurarse de que la entrometida no pudiera llamar a sus oficinas o ponerse en contacto con ningún compañero de trabajo para chivarse al jefe.
Sí, los técnicos estarían cagándose encima… y así, Fugaku tendría algo mucho más interesante que hacer que buscarle una esposa a Sasuke. Seguro que se habría puesto como una fiera al pensar que había un espía en su empresa y que les había dejado un regalito después de copiar todos los archivos de sus futuros proyectos. Cosa que, por cierto, había hecho, no porque le interesara y pensara aprovecharse del trabajo de Corporaciones Uchiha, sino como un seguro.
Si Fugaku se atrevía a intervenir en sus planes, destruiría el legado de su familia. Corporaciones Uchiha perdería numerosas acciones en el momento en el que vendiera tan valiosa información al mejor postor y, eventualmente, acabaría en nada.
Era verdad que le había dicho a Naruto que no quería arruinar la empresa… y, en parte, era cierta. No quería dejar a miles de personas sin trabajo, por lo que, en cuanto la empresa fuera insostenible y decidieran venderla, la compraría sin pensárselo dos veces y permitiría que sus trabajadores conservaran sus puestos; era lo mínimo que podía hacer después de causar tantos daños colaterales.
Sin embargo, esperaba no tener que llegar tan lejos. Si todo iba como tenía previsto, el único que sufriría sería Fugaku Uchiha.
E iba a asegurarse de que así fuera.

1 comentario:

  1. Me alegra que te haya gustado :)
    Ahora subo los capítulos que estaban pendientes, que no he podido publicar antes T.T

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