Capítulo 7. Una cena decisiva
Sasuke se sentía mucho mejor cuando llegaron a la casa de Naruto. Salieron
del coche cogidos de la mano, en gran parte porque aún necesitaba un poco de
consuelo y el contacto con el rubio doncel le resultaba muy reconfortante. Tan
solo lo soltó para dejar que abriera la puerta; prácticamente al instante,
fueron recibidos por unos emocionados Blue, Hige y Toboe, que les dedicaron un
par de lametones antes de regresar a sus respectivas cestas, las cuales estaban
repartidas por todo el salón. La única que se quedó fue Blue, la cual estaba
encantada de volver a ver a Sasuke.
Este frunció un momento el ceño al no ver a los otros dos perros, pero
tampoco tardó mucho en localizarlos; Kiba se había acercado hasta el recibidor
para olerle, puesto que aún no le era muy familiar, antes de regresar a su
sitio junto al sofá, mientras que Tsume, que se encontraba junto a la chimenea,
había erizado momentáneamente el pelaje al ver a un extraño en su territorio,
aunque el hecho de que Naruto le hubiera dejado entrar le dijo que ese hombre
era bien recibido, por lo que volvió a tumbarse.
Naruto se despojó del abrigo mientras Sasuke seguía dedicándole caricias a
la perra.
—¿Te apetecen unas pizzas?, las hago caseras.
Sasuke le sonrió.
—Me gustaría mucho.
—Bien. Puedes dejar la gabardina ahí colgada. Ponte cómodo o ven a echarme
una mano, lo que quieras —dicho esto, desapareció por la cocina.
Obviamente, él iría a ayudar a Naruto… o haría el intento al menos. Pese a
que no era el mejor cocinero del mundo, no era la clase de hombre que se
quedaba sentado viendo la tele y bebiendo cerveza mientras su doncel hacía la
cena. Así que le dio una última caricia a Blue, dispuesto a seguir a Naruto,
aunque antes le susurró:
—Tú sí me recuerdas, ¿verdad?
Como si el animal entendiera, lanzó un ladrido y movió la cola. Sasuke le
revolvió el pelaje de la cabeza con cariño.
—Lo tomaré como un sí —dicho esto, se dirigió a la cocina, cuyo banco
estaba lleno de verduras, queso rallado y distintos tipos de carne; parecía que
hubieran vaciado la nevera entera.
—¿Cómo puedo ayudar? —le preguntó, un tanto intimidado al ver tanta comida
desperdigada. Con lo fácil que es comprar una pizza hecha y ponerla en el
horno…
Naruto se giró al oírle y esbozó una sonrisa divertida.
—Por tu cara de susto, intuyo que no sabes cocinar.
Sasuke hizo una mueca.
—Lo intenté cuando me independicé… pero no hubo manera.
El rubio levantó las cejas con malicia.
—Así que hay algo que el imponente y poderoso Sasuke Uchiha no puede hacer.
El hombre resopló y esbozó una media sonrisa.
—No te pases, que sé usar el horno y el microondas.
—¡Oh!, discúlpeme, su eminencia —rio Naruto antes de hacerle un gesto para
que se acercara—. Mira, una pizza no es muy difícil; corta a tiras el jamón y
luego desmenuza la carne picada, el resto ya lo hago yo.
Sasuke asintió y se pusieron manos a la obra; mientras él cortaba, Naruto
empezó a echar el tomate y el queso rallado sobre la masa ya hecha. No hablaron
mucho durante ese tiempo, permanecieron en un cómodo silencio, simplemente
disfrutando de la mutua compañía, sumergiéndose en su propia burbuja. A Sasuke
le parecía una escena muy cotidiana, como muy de parejas, y le resultaba
agradable compartir algo así con Naruto. Este, por otro lado, estaba contento
por haber podido ayudar al varón a superar un poco el horrible recuerdo de su
accidente y también disfrutaba de poder compartir un momento así con él. Había
estado tanto tiempo intentando olvidarse de los hombres que ahora se daba
cuenta de lo mucho que había extrañado compartir una intimidad así con alguien.
No se trataba solo de hacer la cena juntos, sino de lo cómodo que se sentía al
estar con Sasuke, como si fuera… algo natural. Sintió un pinchazo en el corazón
al recordar que podría haberse ahorrado esos dos años de soledad, pero en aquel
momento, creyó estar haciendo lo correcto.
Iba tan distraído pensando en cómo habrían sido las cosas si hubiera tomado
otra decisión que no se dio cuenta de que había comenzado a tararear una de sus
canciones. Sin embargo, Sasuke sí se percató. Este sonreía y disfrutaba
escuchando la dulce y melódica voz de su doncel cuando, de repente, notó algo
familiar.
Conocía la canción. No era una de esas que ponían todos los días en la
radio, sino una que para la mayoría pasaría totalmente inadvertida… pero no
para él. Abrió los ojos como platos al comprender por qué la voz de Naruto
cuando cantaba le había resultado tan familiar desde el principio; creía que se
debía a sus recuerdos, que inconscientemente no había olvidado cómo cantaba,
pero no se trataba de eso.
Había estado escuchando su voz durante esos dos años que habían estado
separados.
Sorprendido ante esa revelación, se giró bruscamente hacia Naruto y le
preguntó en un incrédulo y elevado tono de voz:
—¡¿Tú eres Kitsune?!
El pobre rubio pegó un salto ante la inesperada pregunta y se llevó una
mano al pecho.
—Joder, Sasuke, qué susto.
Sasuke lo ignoró y le dijo:
—Estabas cantando Impossible de Kitsune.
Esta vez, fue Naruto quien se quedó con la boca abierta.
—¿Conoces mis canciones?
Los dos se quedaron un momento callados, un poco conmocionados. Naruto
estaba un poco impresionado de que Sasuke conociera su trabajo musical,
mientras que este no podía acabar de creer que, de forma inconsciente, hubiera
estado escuchando todas las canciones que había hecho el doncel del que estaba
enamorado.
Entonces, empezó a pensar seriamente que el destino existía y que, por
razones totalmente extrañas y desconocidas, estaba de su parte. Aún podía
decirse que había estado escuchando la música de Naruto porque instintivamente
reconocía su voz pero, ¿cómo demonios explicaba que, después de dos años, se
hubieran reencontrado? ¿Pura y bendita casualidad?, hasta eso era demasiado
extraño.
Una idea fugaz pasó por su mente; su padre le había pedido que fuera a Nome
porque Biju S. A. contemplaba la posibilidad de realizar una alianza con
Corporaciones Uchiha, y que además Kurama Kyubi había pedido expresamente que
fuera él. Frunció el ceño ante ese pensamiento, sin embargo, antes de poder
profundizar más en él, Naruto intervino.
—Entonces… ¿te gustan?
Sasuke parpadeó, confundido momentáneamente por su pregunta. Ah, sí, las
canciones. Le sonrió ampliamente.
—Me encantan. Creo que son muy originales y que tienes mucho talento.
Naruto pareció aliviado por su respuesta, aunque eso no evitó que se le
sonrojaran un poco las mejillas. Era tan lindo cuando se ponía así… le dieron
ganas de acorralarlo contra el banco de la cocina, subirlo a este y colocarse
entre sus piernas antes de cogerlo por el pelo para sujetarlo y besarlo
salvajemente.
La imagen hizo que su miembro se sacudiera. En un intento de que Naruto no
se diera cuenta, se dio la vuelta y siguió cortando jamón, apretando su
entrepierna contra el banco para que no se le notara tanto. Sin embargo, cuál
fue su sorpresa cuando este le abrazó por la cintura desde atrás y le dio un
beso en la mejilla. Fue su turno para ponerse rojo.
—Gracias, Sasuke, significa mucho para mí.
Él no pudo evitar corresponderle besándole en la cabeza, aunque procuró que
su pene se mantuviera lo más lejos posible del rubio, solo por si acaso.
Mientras terminaban de preparar las pizzas, le preguntó por su trabajo como
músico. Naruto no trabajaba para ninguna discográfica, prefería ir por libre;
iba subiendo sus canciones en YouTube y, cuando reunía unas veinte, hacía un
disco y lo vendía a un precio razonablemente barato en Amazon. Hasta el
momento, había hecho dos: Reverie, el favorito de Sasuke, y A
tale untold, un recopilatorio de música de fantasía y aventura.
—Ahora lo entiendo —comentó cuando ponían las pizzas en el horno.
Naruto lo miró inquisitivo.
—¿El qué?
El hombre le sonrió con ternura.
—El segundo disco lo hiciste para Saki, ¿verdad?
El rubio le devolvió el gesto.
—Sí, fue mi inspiración. Aún es muy pequeño para entender palabras, pero me
gusta hablarle y desde que nació le cuento historias que voy inventando. Luego
me gusta plasmarlas en música.
—Es un bonito detalle.
—Gracias.
—¿Te va bien como músico? —le preguntó, algo curioso.
Naruto se encogió de hombros.
—Nunca ganaré tanto dinero como Justin Bieber, pero no me quejo. Entre la
música y las clases de trineo, tengo lo suficiente para vivir. Además, la casa
fue un regalo de Kurama, por lo que está pagada y no tengo que preocuparme por
ella, es un gran gasto que me quito de encima. De todas formas, este último año
parece que he llamado la atención de los escritores; se ha puesto de moda hacer
tráileres de libros y prefieren la música instrumental a la comercial. Ya tengo
tres encargos.
—Eso es genial —comentó Sasuke, un tanto emocionado porque Naruto se esté
dando a conocer.
Este le sonrió con cierta timidez.
—Sí, lo es. Con un poco de suerte, llamaré algo de atención. Siempre he
soñado con hacer la banda sonora de alguna película —suspiró.
—Puede que algún día la hagas, quién sabe —le animó—. Al fin y al cabo, no
esperabas llamar la atención de escritores, ¿verdad?
—No, a mí me basta con mis clases y subir mi música. Soy feliz así.
Sasuke sintió un pinchazo de amargura en ese instante. No por Naruto o
porque hubiera dicho algo malo, sino por sí mismo; él tenía un trabajo que era
considerado por la sociedad como importante, poseía un cargo bastante alto
dentro de la empresa y más dinero del que podría gastar jamás. Y sin embargo, a
pesar de su lujosa vida, no era feliz. Sí, estaban su madre y su hermano, y
también sus amigos, pero aparte de eso, no se sentía satisfecho con la vida que
tenía.
Hasta que se había reencontrado con Naruto. Desde que le había visto, se
sentía más enfocado, tal vez porque había recordado cosas que le gustaban: los
perros, el piano, la historia, tenía la sensación de que empezaba a tener una
idea de lo que realmente quería hacer con su vida. Quería volver a la
universidad y estudiar historia, y quería echar una mano a Naruto con la
crianza de perros de trineo, incluso le gustaba la idea de aprender a manejar
uno para ayudarle a pasear a los turistas. Quería volver a salir con Naruto,
quería sostener a Saki en sus brazos, darle de comer, bañarlo, verlo jugar con
Blue y los otros perros, y hacerle reír, independientemente de si era su padre
biológico o no (aunque todo apuntaba a que lo era). Quería formar parte de su
familia… ¿Pedía demasiado?
—Eh, ¿estás bien? —le preguntó Naruto de repente. Había notado lo callado
que se había quedado Sasuke y, al ver su rostro, le había parecido ver
tristeza.
Este le dedicó una media sonrisa que no le llegó a los ojos.
—No es nada, no te preocupes.
Pensando que aún estaba afectado por el accidente, tiró de él para darle un
abrazo, esperando que eso pudiera ayudar. Sasuke se lo devolvió al instante con
fuerza.
—Sabes que estoy aquí si necesitas hablar.
—Lo sé. Gracias, Naruto —y dicho esto, le dio un tierno beso en el cuello.
Estuvieron abrazados unos pocos minutos. A Naruto no le importaba, quería
ayudar a Sasuke y no se sentía para nada incómodo en esa posición, al
contrario, le gustaba estar en sus brazos. Por otro lado, al varón le vino muy
bien ese gesto reconfortante, ya que, por un instante, se había sentido
abrumado por sus emociones.
Estaba recordando muchas cosas en muy poco tiempo, despertando viejos
sentimientos que ahora le golpeaban con fuerza y, ese día en concreto, había
sido especialmente estresante: había descubierto que probablemente era padre,
había revivido su horrible accidente y, encima, ahora era consciente de que un
chaval había muerto donde él había sobrevivido. Imaginar la vida que deseaba al
lado de su rubio no le hacía bien en esos momentos, no cuando su relación
todavía era incierta y Naruto no reconocía lo que había habido entre ellos;
estaba demasiado sensible y necesitaba recuperar algo de calma.
Decidió que una conversación era una buena forma de distraerse.
—Creo que ha sido mucho estrés en un momento —confesó.
Naruto le frotó la espalda. Ese contacto lo tranquilizó un poco.
—No te preocupes, acabas de revivir una experiencia traumática y es normal
estar nervioso. —Hizo una pequeña pausa—. Una vez, Lee y su padre hicieron un…
supuesto entrenamiento que consistía en ir corriendo desde su casa hasta la
tienda de la señora Jones en pleno invierno. Nome no ha vuelto a ser tan
inocente desde entonces.
Sasuke frunció el ceño y se apartó un poco para mirar a Naruto.
—No entiendo el problema.
Este trató de contener una sonrisa sin éxito.
—El problema era que los dos iban desnudos.
Al imaginar la escena en la que Lee y su padre corrían desnudos sobre la
nieve una gélida mañana de invierno, Sasuke no pudo contener una carcajada que
fue coreada por Naruto. Lo peor de todo era que los veía muy capaces de hacer
una locura así.
—¿Eso pasó de verdad? —preguntó entre risas. Tenía que saberlo.
—Es una especie de tradición; lo hacen el primer día de invierno. Es muy
divertido. —Los ojos azules de Naruto brillaron risueños al recordar algo—.
Tendrías que haberlos visto el año pasado, Lee calculó mal la velocidad y al
frenar resbaló y acabó en mitad de un lago congelado. —Se le escapó una
risotada—. Y el pobre Gai intentó ayudarle a salir de allí sin tan siquiera
vestirse.
Sasuke no pudo contener las carcajadas. Ya sabía que en su momento Lee lo
pasaría mal, pero es que lo imaginaba con sus típicos aspavientos y su graciosa
y exagerada forma de hablar y le entraba la risa. Comprendió entonces lo que
Naruto pretendía, y no pudo sentirse menos que agradecido; eso era precisamente
lo que necesitaba y él se había dado cuenta. No estaba muy seguro de cómo lo
había hecho, si era cuestión de empatía o si tal vez tenía una intuición aguda
como Kyubi, pero eso no quitaba lo bien que se sentía en ese momento.
Entonces, el timbre del horno sonó, anunciando que las pizzas ya estaban
listas. Naruto las sacó del horno mientras Sasuke empezaba a poner la mesa;
como eran solo dos, en vez de usar la mesa grande usarían la mesita de café,
situada delante del sofá, frente a la televisión, de manera que podrían ver una
película a la vez que cenaban.
Mientras estaba llevando las servilletas y los cubiertos, vio de reojo la
mesa grande y su mente dio un vuelco. Por si no fuera poco haber recordado el
accidente, ahora… ahora le venía a la memoria algo… y tenía la sensación de que
no fue nada agradable.
—Sigo pensando que esto es una idea horrible —declaré con firmeza mientras
ponía la mesa junto a mi hermano y mi madre.
Esta noche va a ser un completo desastre; yo lo sé, mi hermano lo sabe,
hasta Naruto es consciente de lo que se le viene encima, pero por mucho que lo
intente, mi madre no atiende a razones.
Ella me dedica una suave sonrisa.
—No te preocupes, Sasuke, tu padre se comportará.
Itachi intervino en ese momento, un poco inquieto por la situación que se
avecinaba.
—Mamá, mi padre se negó a atender al presidente de la mayor empresa de
tecnología que hay en China porque, según sus propias palabras, no quería
hablar con un ser abominable que podría quedarse embarazado de él si se
descuidaba un poco.
Sentí que palidecía por momentos. Miré a mi madre suplicante.
—Mamá, por favor, no quiero que Naruto tenga que pasar por esto.
—Tampoco podemos ocultarle eternamente a tu padre que tienes una relación
con un dulce y hermoso doncel.
Pues a mí me gusta eso de mantener a Naruto lo más lejos posible del
conocimiento de mi padre. A ser posible, hasta que Fugaku entre en una avanzada
edad y, con un poco de suerte, se vuelva senil.
—Entonces, deja que se lo diga, pero no tiene por qué conocerlo… ahora
mismo.
—Cariño, entiendo que estés asustado por la reacción de tu padre, pero
Naruto es de la familia y quiero que pueda quedarse aquí cuando quiera. Fue
maravilloso tenerlo en casa estas Navidades y me gustaría que pasara más tiempo
con nosotros. Así que tu padre tiene que saberlo y aprender a convivir con él,
le guste o no. —Esas últimas palabras fueron dichas en un tono de “y punto
final” que no admitía ninguna réplica.
Sin embargo, yo seguía sin tenerlo claro, para nada. Conocía a mi padre y
sabía que, por mucho que dijera mi madre, pondría el grito en el cielo por
atreverme a llevar a casa a un doncel, y a saber lo que diría cuando lo
presentara como mi novio.
Casi podía verlo; golpearía la mesa con los puños y el rostro rojo de pura
rabia, me daría un sermón sobre que ningún hijo suyo andaría por ahí jodiendo
con semejante abominación hermafrodita y que lo que tenía que hacer era casarme
con alguna chiquilla estúpida de buena familia para aprovechar su fortuna. Pero
eso no era lo peor, lo peor era que a Naruto lo insultaría, le diría que las
autoridades tendrían que haberlo colgado de un árbol y dejar que muriera
ahorcado como la gente hacía antiguamente, o que lo único que podía parir eran
pequeños monstruos deformes.
Apreté los puños con fuerza. No tenía ni idea de cómo reaccionaría si mi
padre insultaba a mi doncel; si se tratara de un desconocido, Naruto le
devolvería los golpes con su lengua afilada, pero este era mi padre y sabía que
él no querría causar un conflicto entre nosotros por su culpa. El problema era
que probablemente fuera yo quien provocara una confrontación; pese a haber
temido toda la vida el rechazo de mi padre, no permitiría que hiciera sentir
mal a Naruto por su sexo, y mucho menos toleraría que insultara a sus futuros
hijos. Solo eran niños, ¡joder! ¿Qué culpa tenían ellos de nada?
Puede que estuviera siendo exagerado con el tema de los niños, los cuales
ni siquiera existían, pero me dolía pensar en lo que mi padre diría si fueran
reales. Suponiendo que llegara el día en que Naruto y yo decidiéramos pasar el
resto de nuestra vida juntos, habría un momento en el que los dos acabaríamos
formando una familia y teniendo niños.
¿Cómo podría vivir viendo a mi padre tratar a mis propios hijos como si
fueran monstruos?
La respuesta es sencilla, no podría. Lo echaría de mi casa sin pensármelo
dos veces; mis hijos no sufrirían el trato frío que yo había recibido desde
niño, ni mucho menos consentiría que se les despreciara o insultara de ningún
modo.
Mis temores fueron interrumpidos cuando mi madre anunció que iba a avisar a
mi padre de que la cena estaba preparada. Noté un desagradable escalofrío
subiendo por mi espalda e intercambié una mirada preocupada con mi hermano, que
se puso rápidamente a mi lado.
—Sabes que tienes mi apoyo, Sasuke. Defenderé tu relación con Naruto diga
lo que diga nuestro padre.
—No es eso, Itachi. Lo que él diga sobre nosotros no me importa. Lo que no
quiero es traer aquí a Naruto sabiendo que va a ser víctima de los insultos de
mi padre.
—Él es fuerte, lo que piense no le importará. Lo único que le preocupa eres
tú.
Quise decirle que, de todos modos, no quería que Naruto tuviera que
soportar esto, pero no pude ya que mi madre bajó acompañada de mi padre, al
cual miré con cautela antes de ocupar mi sitio en la mesa… a su lado (sí, es un
peligro, ya lo sé, pero mi madre había insistido). Este se dio cuenta
rápidamente del quinto plato que había en la mesa y frunció el ceño.
—¿Viene alguien más a cenar? —le preguntó a mi madre, quien se sentó junto
a mi padre.
—Un amigo de Sasuke.
Uf… Al menos no le ha dicho que es mi novio. Aún.
El rostro de mi padre se suavizó.
—Oh, ¿Hinata? Siempre es un placer tenerla aquí —dicho esto, me miró con un
extraño brillo suspicaz en los ojos—. Sasuke, ¿nunca has pensado en pedirle
salir?
Menos mal que no tenía comida en la boca porque la habría escupido a causa
de la impresión. ¿En qué demonios estaba pensando? Sí, es verdad que cualquier
chico sería afortunado de ser el novio de Hinata; ella es inteligente, amable,
tiene un gran corazón y también es preciosa, pero ella no es para mí. En primer
lugar, hemos sido amigos desde la infancia, siempre la he visto como a una
hermana pequeña, soy incapaz de verla… como mujer (joder, hasta tengo la
sensación de que sería casi incesto una relación entre los dos); en segundo
lugar, aunque tiene que ver con el primero, jamás me he sentido atraído por
ella a pesar de todas sus cualidades, y por último, hace meses que estoy
saliendo con Naruto y estoy loco por él.
Aun así, no tardo en darme cuenta de los motivos de mi padre. Los Hyuga
eran otra familia empresarialmente importante en Japón, solo que no se
dedicaban a la tecnología, sino a la extracción de materias primas,
principalmente de origen vegetal. La explotación de los bosques era su fuente
más económica, pero se habían hecho famosos por respetar el medio ambiente y
solo talaban árboles de las tierras que habían comprado, nunca de reservas
naturales y jamás de ningún bosque en el que tuvieran que obligar a
determinados animales a marcharse de sus casas. De hecho, la propia Hinata
había logrado que su familia invirtiera en proyectos que ayudaran a la
preservación de especies en peligro de extinción, tal vez porque ella estudiaba
zoología y desde siempre había sentido compasión por ese grupo de animales.
En definitiva, puede que mi padre no pudiera crear una alianza económica
con los Hyuga, pero siempre era bueno tener poderosos aliados en el círculo
familiar.
Inspiré profundamente antes de responder a mi padre con toda la calma de la
que era capaz:
—No es Hinata la que viene a cenar, padre. Y no voy a salir con ella.
Mi padre hizo una mueca, claramente descontento.
—¿Por qué no? Viene de una buena familia y siempre habéis sido buenos
amigos. Sería conveniente tanto para nosotros como para ellos.
Me quedé callado durante un largo momento, preguntándome si debía
responderle o ahorrarme la discusión que siempre tenemos desde que cancelé mi
compromiso con Karin. Básicamente, él me dice más o menos las mismas palabras
que ahora, que debía escoger una chica joven con una familia adinerada y que
fuera propietaria de una empresa potencialmente beneficiosa para Corporaciones
Uchiha o, al menos, que fuera lo bastante poderosa como aliada en un sentido
económico. Por supuesto, mi padre siempre ponía la excusa de que ese prototipo
de mujer era bueno para nuestra familia, nunca mencionaba su preciado imperio
empresarial.
Su egoísmo hizo que yo me fuera alejando cada vez más de él. Ya no me
importaba no llegar a complacerle, ni siquiera que se sintiera orgulloso de mí;
yo solo… solo quería sentirme querido sin necesidad de hacer una carrera que
odiaba o casarme con alguien “conveniente”, quería que me quisiera por mí
mismo, a pesar de todas las decisiones que tomara. Sin embargo, eso no iba a
pasar, no en un futuro cercano, y me había cansado de esperar ganarme su
afecto. De modo que, cada vez que discutíamos sobre mi futuro matrimonio, yo
rechazaba cualquier sugerencia que tuviera en mente y le decía que me casaría
cuando y con quien yo decidiera. Y punto.
Para bien o para mal, esta vez no fue necesario que le repitiera lo mismo
de siempre, ya que el timbre sonó y casi salté de la silla para huir del salón
e ir a abrir. Una diminuta parte de mí estaba aliviada por poder evitar otra
estúpida discusión sobre prometerme con una nueva Karin, pero otra, mucho más
grande, estaba aterrada por lo que estaba a punto de ocurrir, ya que sabía que
era Naruto quien había llegado.
Al abrir la puerta, efectivamente, él estaba ahí junto a una alegre Blue de
seis meses. La joven perra casi había alcanzado su máximo tamaño, por lo que, a
pesar de ser un cachorro todavía, resultaba intimidante, más aún con su espeso
pelaje negro y los fuertes colmillos. Sin embargo, para quien la conociera,
sabría que era un animal alegre, juguetón y sumamente noble y leal; a Naruto y
a mí nos adoraba y solía estar muy pendiente de lo que hacíamos. Sin embargo,
era mi novio quien captaba toda mi atención ya que, esta vez, el rubio había
abandonado su colorido estilo de ropa por una sencilla camiseta blanca de manga
corta y unos vaqueros oscuros. No era una indumentaria exactamente formal, pero
intuí que mi novio quería causar la mejor impresión posible a mi padre y que,
por eso, no había venido con una de sus camisetas naranjas o azules decoradas
con dibujos de espirales o animales.
Cuando me ve aparecer, me dedica una sonrisa dubitativa.
—Hola —dice en voz baja, como si temiera que alguien le escuchara.
Maldije mentalmente el plan de mi madre. La adoro y es una de las personas
a las que más quiero en este mundo, no hay nada que no haría por ella… pero
esta vez me había pedido demasiado. Solo de ver la indecisión en el rostro de
Naruto, supe que no estaba para nada cómodo con esta cena; mi doncel era una
persona fuerte y valiente, pero también demasiado bueno, lo suficiente como
para no querer causar discordia en mi familia por su causa.
Sé que eso se debe a que él perdió a sus padres, a lo mal que lo había
pasado en esa época, y no quería que yo tuviera que pasar por algo parecido o
puede que aún peor: romper mi relación con mi padre por estar con él. Sin
embargo, debía entender que si yo me había distanciado de Fugaku, no era culpa
suya. Era de mi padre, por no estar haciendo las cosas bien, ni ahora ni en el
pasado; por si no fuera poca toda esta maldita insistencia en que me casara con
alguien y dirigiera la empresa junto a Itachi, estaba el haberme ignorado
durante prácticamente toda mi infancia y adolescencia. Su atención siempre fue
enteramente para Itachi, al que, por cierto, nunca obligó a comprometer o a
hacer nada que beneficiara a la empresa o trató de utilizarlo para su propio
beneficio, mientras que a mí… En fin, creo que ya lo habéis visto suficientes
veces como para que lo explique.
—Hola —le respondí a Naruto mientras acariciaba a una ansiosa Blue, la cual
movía alegremente la cola. Al menos había alguien que no estaba tenso por toda
esta situación. Después me acerqué para darle un beso rápido a mi novio a modo
de saludo, quien dejó escapar un suspiro.
—¿Tu madre no ha cambiado de opinión?
—No.
—Genial. —Su tono de voz era la definición perfecta del sarcasmo—. Sasuke,
no es que no quiera conocer a tu padre…
—Lo sé. —Sabía lo que quería decir, que esto iba a ser un desastre,
probablemente una especie de recreación de alguna horrible batalla campal, con
la diferencia de que el escenario era la mansión de mi familia y que en vez de
disparar balas serían los gritos los que rasgarían el aire.
Naruto me dedicó una diminuta sonrisa.
—Todavía estamos a tiempo de fugarnos. Mi hermano puede escondernos… aunque
lo más seguro es que nos esconda en un búnker.
Su sentido del humor me hizo sonreír un poco.
—Eso suena mucho mejor que lo que estamos a punto de hacer.
Naruto desenganchó la correa de Blue y luego me abrazó con fuerza. Le
devolví el gesto sin pensarlo.
—Pase lo que pase, estoy contigo. Siempre.
Mis brazos se apretaron alrededor de su cintura cuando esas palabras
penetraron con fuerza en mi corazón. Amaba a ese doncel como no amaría a nadie
durante el resto de mi vida, estaba convencido de ello; Naruto era todo lo que
no había atrevido a soñar para mí por miedo a mi padre… pero esta vez, elegiría
a mi rubio. Por encima de todo. Y por encima de Fugaku.
Ahora me sentía mucho más preparado para afrontarlo. Cogiéndole firmemente
de la mano, me dirigí con él al salón para presentárselo formalmente, con Blue
siguiéndonos de cerca; ya no movía la cola, la tenía estirada y sus orejas
estaban levantadas, atentas a todo. Los perros eran más empáticos que las
personas, y ella era consciente del malestar que reinaba en el ambiente, por lo
que ahora había adoptado una actitud vigilante y casi protectora.
En cuanto me adentré en el salón, todos se giraron para mirarnos a Naruto y
a mí. Fugaku frunció el ceño al no reconocer al rubio, el cual se acentuó aún
más al ver nuestros dedos entrelazados tan íntimamente. Luego clavó su oscura y
recriminatoria mirada en mí y preguntó muy despacio:
—¿Quién es tu amigo?
No se me escapó el tono de su voz, uno que se encontraba entre la
advertencia y la amenaza. Fuera como fuera, todo mi miedo se evaporó de
repente; era consciente de que, esta vez, Naruto no podría defenderse como de
costumbre, ya que se estaría enfrentando a mi padre y no quería causarme
problemas, lo cual despertó en mí un instinto primario de protegerlo.
Le devolví la mirada, desafiante.
—Se llama Naruto y es mi novio —repliqué de malas formas, retándolo a
discutirme.
Supe que mi doncel se había sobresaltado un poco, probablemente por mi
tono, pero lo ignoró, concentrándome en el rostro de mi padre. Tal y como había
predicho, su rostro enrojeció y sus manos se convirtieron en puños.
—¿Qué has dicho? —repitió, dándome la oportunidad de retractarme.
Pues mala suerte porque no tengo la jodida intención de hacerlo ni aunque
me lo volviera a preguntar un millón de veces. Naruto es mi pareja, le quiero y
voy a seguir con él por muy poco apropiado que le parezca.
Antes de que pudiera abrir la boca para decírselo, mi madre tocó el brazo
de Fugaku y le dedicó una dulce sonrisa… que me dio escalofríos. No estoy muy
seguro de por qué.
—Nuestro hijo por fin ha encontrado a una persona especial para él, ¿no es
maravilloso, querido? —Sin darle tiempo a responder, mi madre contempló a
Naruto con ternura—. Pasa y toma asiento, Naruto, espero que tengas hambre.
…Vale, puede que esto no sea tan malo como había pensado, no si mi madre
puede controlar a mi padre. Aunque todavía no me sentía del todo confiado, no
cuando Fugaku, pese a no haber dicho desde que Mikoto Uchiha había hablado,
seguía fulminándonos a Naruto y a mí con la vista.
Mi novio le dedicó a mi madre una sonrisa agradecida.
—Gracias, Mikoto.
A mi padre no se le escapó que había llamado a su esposa por su nombre de
pila. La miró fijamente mientras Naruto y yo tomábamos asiento, él a mi derecha
y yo junto a mi padre, interponiéndome entre él y mi novio.
—¿Tú lo sabías? —le preguntó a mi madre con tono acusatorio.
Para mi total y absoluta sorpresa, ella le lanzó una sonrisa arrogante.
Ahora sé de quién hemos heredado ese gesto Itachi y yo.
—Sí, ¿algún problema, querido? —Pese a que su tono no dejaba de ser amable
y atento, todos percibimos la velada amenaza que había tras él. Lo más
sorprendente fue que mi padre no se atreviera a imponerse a mi madre. ¿Desde
cuándo ocurría esto?, ¿y cómo es que no me había dado cuenta?
Poco después, ella empezó a servirnos la comida mientras que los demás esperábamos
en silencio, todos atentos al próximo movimiento de mi padre. Este me observaba
un momento con evidente rabia antes de intentar echarle un vistazo a Naruto con
una mueca desagradable, de puro desprecio y rechazo, por lo que yo, al estar en
medio de los dos, coloqué mi cuerpo hacia delante, convirtiéndome en una
especie de escudo contra las furtivas miradas que le lanzaba Fugaku. Él
estrechó los ojos y apretó los labios, claramente enfadado por mi acción, y yo
le devolví la mirada con cara de pocos amigos.
En ese instante, sentí la mano de Naruto en mi pierna, un ligero toque que
pretendía calmarme. Entrelacé mis dedos con los suyos, pero me negué a
retirarme y dejarle expuesto a la ira de mi padre.
Este frunció de repente el ceño y miró a Itachi, quien observaba la escena
como un halcón al acecho, listo para defenderme al menor signo de conflicto.
Cuando mi madre se sentó y empezamos a picotear la comida (el ambiente estaba
demasiado tenso como para que alguien pudiera comer tranquilo), mi padre finalmente
encaró a mi hermano:
—¿Tú también estabas al tanto de esto?
Él enfrentó sus ojos y dijo con solemnidad:
—Sí.
—¿Desde cuándo?
—Desde poco antes de Navidad.
Fugaku apretó los labios e intentó asesinar a Naruto con los ojos, pero mi
cuerpo se lo impedía. Le dediqué una mirada de advertencia, aunque eso no lo
disuadió de seguir intentando evaluarlo. Lo que no me esperaba era que fuera a
dirigirle la palabra.
—Chico, ¿cuál era tu nombre? —Más que una pregunta, fue una orden.
Mi primera reacción fue exigirle que le hablara con el debido respeto, pero
Naruto me dio un apretón en la mano, indicándome con suavidad que no
respondiera y que le dejara a él. Dudé un momento antes de recostarme en el
respaldo de la silla y dejar que mi padre lo analizara de arriba abajo, del
mismo modo que hizo mi rubio. Me recordaba a esas películas de acción en la que
los dos contrincantes se miraban fijamente, midiendo a su rival, antes de la
pelea final.
Naruto no mostraba miedo alguno, sus ojos azules no denotaban otra cosa que
no fuera firmeza y determinación. Mi padre, por supuesto, mantenía una actitud
altiva y orgullosa, el reflejo puro y duro de un Uchiha; sin embargo, percibí
una ligera confusión en su ceño fruncido, sin duda alguna debido a la actitud
desafiante de mi rubio, quien se negaba a agachar la cabeza en un gesto sumiso,
como haría normalmente cualquiera en presencia de mi padre.
—Naruto Namikaze —respondió mi doncel alto y claro.
Fugaku entrecerró los ojos.
—¿Namikaze? No me suena tu apellido.
—¿Debería? —replicó Naruto.
Mi padre le dio una larga mirada antes de regresar su atención al plato.
Sabía que estaba meditando su respuesta y preparando su próximo movimiento para
tantear al doncel.
Mientras todos aprovechábamos ese instante de calma previa a la tormenta
para seguir cenando, vi por el rabillo del ojo que Blue, tras nosotros,
permanecía sentada y con los ojos clavados en mi padre. El morro ligeramente
arrugado me dijo que Fugaku no era de su agrado, y que se mantenía alerta a
cualquier intento de agresión por su parte. Eso no era bueno, pero tampoco
estaba preocupado, Blue jamás atacaría a una persona sin provocación previa,
por poco que le gustara el tono de voz que empleara mi padre. El verdadero
problema vendría si su pelaje se erizaba, indicativo de que sentía que había
peligro, lo cual derivaría probablemente en una pelea.
Me distraje cuando Fugaku al fin hizo su siguiente pregunta:
—¿A qué se dedican tus padres?
Vi de inmediato por dónde iban los tiros y convertí mis manos en puños.
Estaba averiguando si Naruto provenía de una familia poderosa, en parte para
saber si eso podía beneficiarle y en parte para estar seguro de que no se
metería en un lío si lo trataba como el despojo que creía que era.
Cabrón. Bastardo.
—Mi padre era músico y mi madre era policía. Murieron hace años.
Un destello apareció en los ojos oscuros de mi padre. No me gustó. Se había
dado cuenta de que era una presa fácil para él.
—¿Y qué estás haciendo ahora mismo? —Ni siquiera se había molestado en
darle el pésimo. Hice amago de soltarle algo así como que mostrara algo de puta
educación, pero Naruto volvió a poner su mano sobre mi pierna para darme un
apretón. Inspiré hondo y le cogí otra vez la mano, esta vez para no soltarla;
quería respetar sus deseos de apañarse solo con mi padre, pero era difícil
estar escuchando cómo le trataba sin hacer nada. La única forma de que pudiera
mantener un mínimo control era sentir su piel contra la mía, su contacto
siempre me ayudaba.
—Estudio en el conservatorio de música, y los fines de semana trabajo como
adiestrador de perros en un parque.
Mi padre bufó, despectivo. Yo, mi hermano y mi madre le lanzamos una mirada
asesina.
—¡Fugaku! —le regañó mi madre—, compórtate.
Él la miró con el ceño fruncido.
—Mikoto, este chico no le conviene en absoluto a nuestro hijo: es pobre, de
baja formación y encima trabaja enseñando a los perros dónde tienen que mear,
nunca llegará a nada.
—Fugaku… —Esta vez, el tono de mi madre era claramente amenazador.
Itachi se lanzó inmediatamente al ataque.
—El conservatorio de música no es tener baja formación, padre, al
contrario; se requiere mucha disciplina y esfuerzo. ¡Por Dios!, es más difícil
ser aceptado allí que entrar en una universidad.
—No es una carrera que dé dinero —replicó mi padre.
—No todo se reduce al dinero —escupí yo, cabreado. Oí una especie de
gruñido bajo y constante, proveniente de Blue. El ambiente se estaba tensando
por momentos y ella lo notaba. La miré por el rabillo del ojo, pero su pelaje
aún no estaba erizado.
Mi padre le lanzó una aburrida mirada a Naruto antes de dirigirse a mí.
—Hijo, entiendo que hayas querido experimentar un poco, pero no merece la
pena que sigas saliendo con él, no tiene nada que aportar a esta familia.
Apreté los labios y le estreché la mano con fuerza a Naruto, temblando de
rabia. Él se giró un poco en la silla para colocar su otra mano sobre mi brazo,
sabiendo que si no lo hacía, me levantaría de la silla y empezaría a gritar.
Aun así, eso no me disuadió de decirle a mi padre lo que sentía.
—No salgo con él por experimentar o por querer aportar nada a esta familia.
Es mi novio porque le amo y quiero estar con él durante mucho tiempo —remarqué
las dos últimas palabras para que mi padre las tuviera muy en cuenta.
Él resopló.
—Solo llevas con él unos pocos meses. No te engañes, hijo, no estás
enamorado.
—Llevo con él casi nueve meses —corregí con rabia, enfadado porque mi padre
se creyera tan inteligente como para decirme lo que yo sentía. Él no me
conocía, en absoluto, ¡no tenía ningún derecho a decidir lo que yo estaba sintiendo
o no!—. Y no me digas lo que puedo estar sintiendo porque…
—¿Salías con él mientras estaba prometido con Karin Hebi? —me interrumpió,
rojo por la ira.
Yo no tuve ningún reparo en decir:
—Sí.
—¡Esto es inaudito! ¡Mi propio hijo siéndole infiel a su prometida!, ¡yo no
te he criado así!
Incapaz de seguir escuchando toda esa mierda, aparté la mano de Naruto para
evitar hacerle daño y me levanté de un salto de la silla. No pude aguantar más,
necesitaba sacarlo todo de dentro y, por desgracia, mi padre me había hecho
estallar.
—¡Claro que no me has criado así, porque quien ha hecho eso ha sido mi
madre! ¡Tú siempre estabas demasiado ocupado con el trabajo o con Itachi como
para tener tiempo para mí, así que ahora no te atrevas a recriminarme nada!
—Hice una pequeña pausa para respirar—. ¡Y por supuesto que salí con Naruto
pese a estar prometido! ¡Karin no era nada para mí!, ¡nada!, ¡¿lo entiendes?!
¡Fuiste tú quien decidió comprometerme con ella!, ¡yo no la soportaba! —dicho
esto, me sentí mucho mejor y pude volver a hablar en tono más normal, pero
seguía siendo firme y decidido—. Quiero a Naruto y estoy con él por eso, ni por
dinero ni por beneficios ni por ninguna maldita conveniencia. Es mi decisión y
me da igual lo que pienses, es mi vida y haré lo que crea mejor para mí.
Mi padre continuó observándome con enfado, sin tener la más mínima
intención de aceptar lo que había hecho, sin asumir ni por un instante la culpa
de no haber criado a su hijo de menor o de que había hecho mal en prometerme
con alguien sin pedir mi opinión. Como siempre, iba a lo suyo, mirando por sí
mismo.
—¿Y qué ocurrirá el día de mañana?, ¿cuando te des cuenta de que solo iba a
por tu dinero y se niegue a firmar un acuerdo prematrimonial? ¿Qué pasará a la
hora de formar una familia?
Por un segundo, me quedé con la boca abierta. ¿En serio acababa de llamar a
Naruto cazafortunas?
Este carraspeó, llamando la atención de mi padre.
—Con el debido respeto, señor Uchiha, aquí nadie está hablando de
matrimonio. Su hijo y yo no llevamos tiempo suficiente como para considerar esa
opción, pero en el caso de que llegara, no tengo ningún inconveniente en firmar
los papeles que sean necesarios para asegurarle que el dinero de su familia
estará protegido.
Fugaku resopló.
—Eso dices ahora, pero en el momento de la verdad, encontrarás el modo de
hacerte con el legado de la familia. Además, ¿qué pasará más adelante, cuando
mi hijo quiera tener niños?
No podía creer la situación que tenía delante. Por el amor de Dios, estoy
locamente enamorado de Naruto y sé que probablemente no amaré a nadie más en mi
vida, pero ni él ni yo nos hemos planteado llegar tan lejos todavía; Naruto
solo tiene veinte años, ¡joder!, ¿cómo coño se imagina que voy a casarme ya con
él?, ¿y tener hijos? Por mucho que me guste la idea de tener un pequeño Naruto
en brazos, jamás le dejaría embarazado tan pronto, no puedo hacerle eso; aún
quiere terminar el conservatorio de música, y los dos ya hemos hablado de ir
algún día al norte de los Estados Unidos para aprender a manejar perros de trineo,
era parte de nuestro sueño, escogí a Blue precisamente para poder cumplirlo
algún día.
—¡Maldita sea, padre! Naruto y yo no somos como tú, no vamos a casarnos al
año de conocernos y mucho menos tener hijos en un futuro cercano, pero si algún
día llega ese momento, seremos Naruto y yo quienes decidamos si queremos un
acuerdo o no y cuándo es el momento oportuno para intentar que se quede
embarazado.
En ese instante, mi padre abrió los ojos como platos y miró fijamente a
Naruto con furia asesina. Instintivamente, me coloqué delante de él para
protegerlo de lo que quiera que estaba a punto de pasar, ya que Fugaku Uchiha
apoyó las manos en la mesa y se levantó despacio. Apenas fui consciente de que
Blue se había levantado y que su pelo estaba empezando a erizarse.
—¿Tú… eres… un doncel? —exigió saber mi padre con cierta dificultad, como
si le costara pronunciar las palabras por culpa de la ira contenida. No tendría
que haberme sorprendido que mi padre confundiera a Naruto con un varón, dada su
apariencia más masculina, pero llevaba tanto tiempo con él que había olvidado
que, a primera vista, se le podía confundir con un hombre.
Oí que este también se levantaba y que se pegaba a mi espalda. Sabía que no
lo hacía por miedo, sino para protegerme en caso de que mi padre se acercara.
No creo que pensara que fuera a hacerme daño, pienso que fue más bien algo
instintivo, tal y como me ocurría a mí.
Itachi también se levantó de su asiento y mi madre se inclinó, como si
también estuviera a punto de hacerlo.
—Fugaku… —Intentó tocarle un brazo, pero él se apartó con brusquedad y,
ahí, estalló.
—¡No! ¡Basta! —bramó, señalando a Naruto con un dedo—. ¡Puedo tolerar que
mi hijo experimente cosas nuevas, pero no que esté fornicando con esa
abominación, con un engendro de la naturaleza! ¡Y encima se atreve a traerlo
bajo mi techo!
—¡Naruto no es nada de eso! —grité, igualmente enfadado. Blue de repente
estaba junto a nosotros, gruñendo. Sin embargo, mi padre no parecía haberse
percatado de su presencia.
—¡No consentiré que ningún hijo mío ande por ahí jodiendo con semejante
criatura, y mucho menos que engendre niños híbridos obscenos! —Me miró con ira
asesina—. ¡Me avergüenzas! ¡A mí y a tu familia! —Luego se dirigió a Naruto y
avanzó un paso hacia nosotros. Envolví mi brazo alrededor de su cintura para
pegarlo a mi espalda, listo para protegerlo de cualquier posible amenaza—. ¡En
cuanto a ti, demonio!, ¡largo de mi casa! ¡No vuelvas por aquí ni te acerques a
mi hijo o juro que te arruinaré!, ¡¿me oyes?! ¡Te meteré en el peor prostíbulo
de la ciudad y dejaré que te hagan trizas!
Horrorizado por el ataque verbal de mi padre hacia Naruto, me preparé para
alejarlo lo máximo posible de él, dado que no dejaba de andar hacia nosotros y,
por una vez, pensé que de verdad iba a golpearlo o hacerle daño. Tensé los
músculos, listo para apartarlo de ahí y enfrentarme a mi padre, pero no fue
necesario. En cuanto estuvo demasiado cerca de nosotros, Blue saltó e hizo
amago de morderlo mientras ladraba ferozmente, una clara amenaza. Fugaku saltó
hacia atrás y, por primera vez, reparó en la presencia de la enorme perra, que
le mostraba los colmillos con el pelo erizado para parecer aún más grande de lo
que ya era.
Mi padre la miró confundido mientras esta seguía ladrando sin cesar,
interponiéndose entre él y nosotros.
—¿De dónde coño sale este animal?
—Es la perra de Naruto —respondió mi madre mientras se levantaba lentamente
de la silla—. Fugaku, ven arriba. Ahora.
Su tono severo nos sobresaltó a todos menos a Fugaku, quien la miró con una
mueca.
—No hasta que esa cosa salga de mi casa.
Por primera vez en mi vida, vi cómo mi madre le lanzaba una mirada
peligrosa a mi padre. Joder, sabía que daba miedo cuando se enfadaba, pero esto
era distinto.
—Fugaku, no te lo repetiré otra vez. Sube ahora.
Mi padre dudé unos segundos antes de obedecer, no sin antes lanzarle una
mirada de odio a Naruto y otra de furia a mí. Itachi rápidamente vino con
nosotros y nos ocultó de sus crueles ojos, mientras que Blue dejó de ladrar,
pero seguía teniendo el pelo erizado y gruñía.
Finalmente, mis padres desaparecieron por las escaleras, probablemente en
dirección a su habitación o al despacho. No estaba seguro de lo que iba a
pasar, pero tampoco me importaba demasiado, mi única preocupación era el estado
de Naruto.
—¿Estás bien?
Él se removió, dudando.
—Eso creo.
Podía entenderlo; esto había sido tan malo como yo esperaba y, pese a que
ninguno estaba herido, la situación había sido violenta. Sintiéndome culpable
por todo lo que había pasado, lo atraje hacia mi cuerpo y le abracé con fuerza.
—Lo siento mucho, Naruto.
—Yo también quiero disculparme —intervino Itachi con suavidad. Sus ojos
oscuros denotaban tristeza cuando miró al doncel—. Tendría que haber intentado
convencer a mi madre de que esto no era una buena idea.
Mi novio nos observó a ambos con pena.
—No pasa nada, no ha sido culpa de nadie. Entiendo por qué vuestra madre
quería que hiciera esto y, de todas formas, no habríamos podido ocultarlo para
siempre.
—No estoy de acuerdo —comentó mi hermano, esbozando una pequeña media
sonrisa—. Podríamos haber esperado hasta que Sasuke se independizara.
Yo también sonreí, pero muy poco.
—¿Y crees que Fugaku no se habría dado cuenta? Me habría echado de casa.
—No lo creo pero, aunque lo hubiera hecho, tienes la suerte de tener un
hermano muy rico que te quiere mucho.
Esta vez, me arrancó una verdadera sonrisa, igual que a Naruto.
—Eres genial, Itachi —le dijo.
Mi hermano se aceró y nos abrazó a los dos.
—Pues claro que sí, lo que haga falta por mis dos hermanitos.
Mi sonrisa se ensanchó al escuchar cómo Itachi incluía a Naruto dentro de
mi familia. En realidad, tanto él como mi madre habían medio adoptado a mi
novio desde estas Navidades, cuando ellos le preguntaron cómo es que no pasaba
esa fecha con sus padres, por lo que Naruto tuvo que contarles que fallecieron
cuando él tenía doce tiernos años. Si bien a mi hermano le gustó mi doncel
desde el principio, se mostró más fraternal con él desde ese momento, más
informal que las otras veces que se habían visto; en cuanto a mi madre, lo
había adorado desde que lo vio, mi novio era todo lo que ella había deseado
para mí. Por eso, al saber que su yerno era un pobre chico huérfano, no había
dudado en tratarlo como cualquier madre trataría a su pequeño retoño.
Y por supuesto, me tenía a mí. Yo siempre sería su familia, siempre estaría
ahí para él.
Poco después, oímos a Blue gruñendo de nuevo con el pelo erizado. Se había
calmado en cuanto mi padre había desaparecido, así que supongo que estaba de
vuelta, no sé si para echar a Naruto de casa o puede que para algo peor. Fuera
como fuera, estreché a mi rubio entre mis brazos mientras que Itachi se
plantaba delante de nosotros y Blue se agazapaba a nuestro lado, lista para
protegernos.
Sin embargo, no volvimos a ver a Fugaku esa noche y, después de esta cena,
pocas veces nos cruzamos con él incluso dentro de casa. Solo escuchamos sus
furiosas pisadas pateando el suelo y después cómo daba un portazo. Era evidente
que la discusión con mi madre había sido fuerte, y que no había ganado.
Joder, no sabía que mamá se impusiera a mi padre de esa manera.
Ella no tardó en bajar y en dedicarnos una sonrisa apenada.
—Siento mucho lo que ha pasado —dicho esto, se acercó a Naruto y le
acarició con afecto la cabeza—. ¿Estás bien, cariño?
—Sí, Mikoto, no te preocupes.
Mi madre suspiró.
—Lamento que hayas tenido que ser testigo de esta horrible escena, pero ya
es hora de que mi marido acepte ciertas cosas. —Fruncí el ceño al escuchar esas
palabras, sin estar seguro de a qué se refería exactamente. Pero antes de que
pudiera preguntar, ella nos sonrió con dulzura—. La buena noticia es que Naruto
puede quedarse aquí siempre que quiera.
Itachi y yo nos miramos, no muy convencidos.
—¿Estás segura, mamá? —le preguntó él.
Ella esbozó una sonrisa misteriosa.
—Vuestro padre no tendrá ningún problema con Naruto a partir de ahora.
Puedo prometeros que esto no se volverá a repetir.
… A saber lo que le habrá hecho ahí arriba para lograr eso.
—De hecho —prosiguió mi madre—, te vas a quedar a dormir esta noche aquí,
Naruto. Seguro que Sasuke no tendrá ningún problema para dormir contigo —añadió
con una ligera sonrisa pícara.
Tanto él como yo nos pusimos rojos como tomates mientras mi hermano reía
con ganas.
—¡Mamá! —la medio regañé, avergonzado.
—Hijo, tienes más de veinte años y llevas saliendo con Naruto nueve meses,
no voy a pretender que no sé lo que haces cuando te quedas a dormir en su casa.
Solo os pido que no seáis muy ruidosos.
Itachi rio con más fuerza al mismo tiempo que Naruto y yo nos encogíamos,
deseando que nos tragara la tierra o al menos desaparecer de ahí.
—Por mí no os cortéis, me gustaría escuchar cómo mi hermano se convierte en
hombre —se burló antes de volver a echarse a reír.
Aún rojo por la humillación, le fulminé con la mirada.
—Vete a la mierda —mascullé.
—Sasuke, tranquilo —me dijo Naruto, frotándome el pecho—. Itachi está
celoso porque esta noche no tiene a nadie que le haga un hombre.
Esta vez fue mi turno de reír y el de Itachi para avergonzarse.
—Eso es cruel, Naruto —refunfuñó.
—Tú empezaste —se justificó Naruto encogiendo los hombros.
Después de eso, mi madre nos propuso terminar de cenar, esta vez con
tranquilidad. Ahora que mi padre no estaba aquí, la tensión prácticamente
desapareció y engullimos la comida como si estuviéramos muertos de hambre. Mi
madre no mencionó qué le había dicho o hecho exactamente a mi padre para haber
ganado este asalto, ni Itachi y yo nos atrevimos a preguntar tampoco. Si ella
no decía nada, era porque no consideraba necesario que lo supiéramos, y dada la
forma en que había manejado a Fugaku Uchiha, no creo que fuera prudente exigir
respuestas a lo que había sucedido.
Después de la cena, nos retiramos a nuestras respectivas habitaciones. Le
hice un gesto a Naruto para que fuera yendo a mi dormitorio y me dirigí al de mi
madre; llamé suavemente a su puerta y, al recibir su respuesta, entré. Ella
estaba sentada en la cama, al parecer había estado a punto de cambiarse.
Me sonríe con dulzura.
—¿Necesitas algo, Sasuke?
Yo dudé un momento antes de sentarme a su lado. La verdad es que estaba un
poco preocupado por ella.
—Quería saber si estabas bien.
Mi madre parpadeó, un poco sorprendida al principio, pero después volvió a
sonreír y me acarició la mejilla con ternura.
—¿Lo dices por tu padre? —Asiento—. Aprecio el gesto, pero no es necesario
que te preocupes por mí. Tu padre y yo nos las arreglaremos de algún modo.
En ese momento, me asaltó una duda. Era algo que sabía pero en lo que jamás
había pensado profundamente.
—Mamá… ¿tú quieres a mi padre?
—Claro que sí.
—Me refiero a si lo amas.
Sorprendentemente, ella no duda a la hora de contestar.
—A mi manera.
Yo frunzo el ceño, sin estar seguro de lo que eso quiere decir. A mi madre
no le cuesta mucho leer mi expresión y empieza a explicarme:
—Sasuke, sabes que tu padre y yo nos casamos por un acuerdo entre nuestras
familias, ¿verdad? —Hago un gesto afirmativo—. Por entonces, yo creía estar
locamente enamorada de tu padre: era guapo y educado, provenía de una buena
familia y siempre fue bueno conmigo, aunque no te negaré que en aquel entonces
era igual de serio y poco dado a las demostraciones de afecto en público. —En
ese momento, me di cuenta de que, que yo recordara, jamás había visto a mis
padres besarse. De repente, me parecía… raro. No me gustaba eso, no para mi
cariñosa y afectuosa madre—. Era joven e ingenua, creía que con el tiempo los
dos nos amaríamos como en los libros —dicho esto, suspiró—. Pero no tardé en
quedarme embarazada de Itachi, tal y como se esperaba de nosotros, y por
supuesto, no tuvimos tiempo para estar juntos como pareja; tu padre estaba
ocupado con la empresa y yo criando a tu hermano. No quiero que me
malinterpretes, Sasuke, Itachi y tú sois lo mejor que me ha pasado en la vida y
jamás me he arrepentido de teneros, pero quiero que entiendas que a raíz de eso
me di cuenta de cómo era en realidad mi vida.
Yo apreté los puños.
—Te rompió el corazón —dije con rabia.
Ella me dedicó una sonrisa triste.
—No, solo me sentí decepcionada, lo cual fue un gran descubrimiento para
mí. En aquel entonces, me hice la ilusión de que amaba a tu padre, tal vez
porque así me sería más fácil casarme con él y aceptar el destino que mis
padres habían planeado para mí. El amor que hay entre tu padre y yo es uno que
se ha ido construyendo debido a todo el tiempo que hemos estado juntos y a
tener dos hijos en común. Así que puedo decir que él y yo nos queremos… pero no
es como lo que hay entre Naruto y tú.
—¿Y eso te basta? —le pregunté, un tanto incrédulo. Mi madre merecía algo
mejor que esto. Mierda, merecía al mejor hombre que pudiera existir en el
mundo.
—No soy infeliz, Sasuke, si es eso a lo que te refieres. Itachi y tú lo
sois todo para mí.
—Mamá, Itachi y yo somos mayores, si quisieras… dejar a nuestro padre y
encontrar algo mejor, lo entenderíamos.
Ella me sonrió y me dio un beso en la mejilla antes de abrazarme. Le
devolví el gesto sin dudarlo.
—Ya lo sé, Sasuke, pero no es por eso por lo que no dejo a tu padre. Ya te
he dicho que le quiero a mi manera; hemos estado mucho tiempo juntos…
simplemente no es tan fácil dar marcha atrás ahora.
Eso puedo entenderlo. Más o menos. Supongo que uno no puede abandonar a
alguien con quien ha estado tantos años, con quien ha formado una familia y
tenido dos hijos de la noche a la mañana.
—Por eso no quería que te casaras con Karin —admitió—. No quería que
pasaras por lo mismo que yo: renunciar a tus sueños para complacer a tu padre y
que llegara el día en que descubrieras que eso no era lo que querías para ti.
—¿Y por qué no interviniste entonces?
Mi madre le quitó importancia con un gesto de la mano.
—A tu hermano no le gustaba ese tal Orochimaru y sé que lo estaba
investigando. No sé si llegó a tomar alguna medida contra él antes de que
cancelaras el compromiso, pero puesto que Itachi se estaba encargando de ese
asunto, decidí dejarlo en sus manos. De todos modos, a las malas habría
disuadido a esa chica de acercarse a ti otra vez.
Algo me dice que no quiero saber cómo, pero teniendo en cuenta el genio de
mi madre, estoy seguro de que lo había conseguido prácticamente chasqueando los
dedos.
Pero lo importante era que tanto mi madre como mi hermano estuvieron
velando por mí… cuando yo no era capaz de enfrentarme a Fugaku.
Le di un beso en la mejilla, profundamente agradecido.
—Gracias por todo, mamá.
Ella acarició mi rostro.
—Eres mi hijo y yo siempre cuidaré de ti —dicho esto, me miró con orgullo—.
Me alegré tanto cuando empezaste a tomar tus propias decisiones sin importar lo
que dijera tu padre… y cuando trajiste a Naruto a casa y vi la forma en que os
mirabais… Toda madre sueña con que su hijo encuentre a alguien que lo quiera
tanto.
Yo sonreí, sin saber qué demonios había hecho para merecer a Naruto.
—Le quiero también.
—Lo sé, y estoy muy contenta de que le hayas encontrado a él en vez de a
una de esas chicas tontas que van detrás de ti. —Hizo una pequeña pausa—.
Hablando de eso, seguro que se está preguntando qué estás haciendo.
—Me conoce bien, seguro que lo sabe.
—Aun así, no le hagas esperar.
Me despedí de ella con un último beso en la mejilla y después regresé a mi
habitación. Nada más entrar, vi la ropa de Naruto tirada en el suelo y a él en
la cama. ¿Estaría desnudo o se habría puesto uno de mis pijamas? Espero que sea
la primera opción.
Sin hacer ruido, me quité la camiseta y los pantalones y me metí bajo las
sábanas, abrazando a mi doncel desde atrás. Recorrí su espalda de arriba abajo,
sonriendo al darme cuenta de que, tal y como yo quería, no llevaba nada puesto.
Le mordisqueé la oreja, haciendo que él se despertara un poco y sonriera.
—Sasuke… estoy durmiendo —se quejó.
—Si querías que te dejara dormir tendrías que haber cogido un pijama.
—Hace calor…
Se me escapó una risilla y seguí jugando con su sensible oreja. Pese a que
intentó no demostrarlo, la forma en que empezó a removerse me dijo que estaba
excitado. No dudé en aprovecharme de la situación y pellizcarle suavemente un
pezón; Naruto jadeó y desistió de tratar de resistirse, a juzgar por la forma
en que empezó a frotar su delicioso trasero contra mi entrepierna.
Por fin, mi rubio se dio la vuelta y me miró con un brillo divertido y
lujurioso en los ojos.
—Haces trampa —me acusó.
Yo le mordisqueé el labio inferior.
—Tú estás desnudo, eso es una señal para el sexo.
Naruto arrugó la nariz, tratando de parecer molesto, pero al final no pudo
contener una sonrisa y me besó, hundiendo las manos en mi pelo. Dios, me
encanta cuando hace eso, cuando me besa profunda y apasionadamente mientras me
dice a través de sus dedos enterrados en mi cabello lo mucho que le gusta las
cosas que le hago.
Cuando nos separamos, él frota su nariz contra la mía al estilo esquimal.
—¿Todo bien? —me preguntó en voz baja—. Has estado mucho rato con tu madre.
No puedo evitar sonreír. Me conoce tan bien.
—Hemos estado hablando. Me ha hecho entender muchas cosas.
—¿Pero está bien?
—Sí, mejor de lo que yo esperaba. Mañana te lo contaré… ahora lo único que
quiero es demostrarle a Itachi cómo convertirse en hombre.
Naruto soltó una carcajada, pero envolvió los brazos alrededor de mi cuello
para que me acercara más a él.
—Pervertido.
—Diablillo —dije de vuelta antes de perderme en sus besos.
Sasuke dejó escapar el aire que había estado conteniendo con un temblor.
¿Qué diablos pasaba hoy? ¿Acaso era el día de los malos recuerdos?
No le había gustado nada ver a Fugaku atacando de esa manera a Naruto, ni
tampoco cómo se había acercado a él en ademán amenazador, como si fuera a
hacerle daño de verdad. Tampoco había sido agradable descubrir los sentimientos
de su madre hacia su padre; las personas no deberían casarse por acuerdos,
debían hacerlo porque se amaban y querían estar juntos. Además… había algo que
había observado los últimos dos años que le había llamado la atención, aunque
no le había dado la importancia que realmente tenía.
Su madre… parecía más distante ahora con su padre que en los recuerdos que
había ido recuperando. Es decir, eran educados y formales el uno con el otro
pero, que él recordara, Fugaku nunca tocaba a su madre y ella… En ese momento
no le venía a la cabeza ningún momento en el que ella le hubiera tocado excepto
por alguna convención social, es decir, delante de fotógrafos para esas odiosas
revistas que no sabían dejarles en paz o delante de algún socio de la empresa.
Tuvo la impresión de que solo lo hacía para aparentar que todo iba bien…
Tendría que hablar con ella sobre eso cuando regresara a Japón. Primero quería
resolver las cosas con Naruto, a ser posible, quería hablar sobre lo que había
ocurrido entre ellos y arreglar lo que quiera que le hubiera pasado…
Pensó de repente en su padre y arrugó el ceño mientras una sospecha hacía
mella en su mente. En su recuerdo, su madre logró convencerlo de algún modo
para que tolerara que Naruto fuera a su casa, aunque eso no quería decir que
aprobara o aceptara al rubio. También estaba el tema de que este y él parecían
haber estado juntos hasta el momento en que tuvo el accidente, pero en esos dos
años Naruto no había dado ninguna señal de vida. De hecho, se había ido a Nome,
lo sabía porque Kiba había vivido ahí toda su vida y conocía al doncel desde
hacía dos años… La conclusión era que, después de su accidente, Naruto se
marchó embarazado de su hijo a Nome de repente… pero ¿por qué?
Tenía el mal presentimiento de que su padre tuvo algo que ver, y tras
recordar la forma en que había tratado y amenazado a su rubio… No quería pensar
tan mal de él, sabía que era un bastardo y que había intentado manipularlo,
pero había un gran salto de ahí a amenazar a alguien… Joder, ¿y si amenazó con
hacer daño a Saki, a su propio nieto? Sabía que Naruto no habría dudado dos
veces en protegerlo a cualquier coste.
Si Fugaku hubiera hecho algo… jamás se lo perdonaría. Nunca.
—Eh, Sasuke.
La voz de Naruto lo distrajo de sus fúnebres pensamientos. Al levantar la
vista, lo vio junto a la mesita de café, terminando de cortar las pizzas. Le
estaba sonriendo con malicia.
—No te quedes ahí parado mirándome el culo y ven a ayudarme.
Sasuke no pudo evitar sonreír por el comentario. Lo mejor era pensar más
tarde en hasta qué punto su padre podría haber estado implicado o no, ahora
debía reconquistar a Naruto, lograr que confiara lo suficiente en él como para
que le contara por qué le abandonó dos años atrás junto a su hijo. Sabía que
tenía que haber un buen motivo, estaba convencido de que el doncel jamás habría
hecho algo así a no ser que hubiera una razón de peso.
Caminó hacia él y dejó las servilletas en su sitio.
—No puedo evitarlo, tienes un culo bonito —bromeó. Era mejor que Naruto
pensara que se había quedado encandilado mirándole que decirle que había
recordado cómo su padre le amenazó con hacerlo pedazos. Se estremeció un poco.
Por suerte, el rubio lo distrajo con esa mirada pícara que le recordaba
tanto a la de un diablillo.
—Puede que después te deje jugar con él.
Al oír esas palabras, Sasuke levantó bruscamente la cabeza. Naruto no podía
decirle esas cosas; llevaba dos años sin sexo y él era lo más caliente que
había visto nunca. Si encima se le insinuaba de esa manera… Sencillamente, no
tenía tanto control de sí mismo.
—No juegues conmigo, doncel.
Naruto se mordió el labio y empezó a acercarse a él con la elegancia de un
felino. Casi podía afirmar que contoneaba ligeramente las caderas para
provocarlo… y lo conseguía. Joder, lo que daría por tener esas caderas
moviéndose de arriba abajo sobre su cuerpo.
El rubio se detuvo cuando estuvieron pecho contra pecho. A este no se le
escapaba la pasión y el deseo que había en los ardientes ojos negros de Sasuke,
mientras que él era muy consciente del juego que se traía el doncel entre
manos.
—No estoy jugando —susurró Naruto muy cerca de sus labios.
Sasuke sonrió, a pesar de que le picaban las manos por el deseo de
agarrarlo por la cintura y lanzarlo al sofá.
—Sí lo haces, y te encanta.
El rubio sonrió con picardía.
—¿Y a ti no? —le preguntó antes de acercarse más y lamerle el labio
inferior.
Estuvo a punto de gruñir como un animal salvaje al sentir su juguetona
lengua sobre su boca. Sin embargo, le pareció muchísimo mejor envolver
fuertemente su cintura con un brazo y agarrarlo del pelo con la mano libre para
tirar de su cabeza hacia atrás para apoderarse de esa traviesa boca que no
hacía más que burlarse de él. Si Naruto quería jugar con fuego, estaría
encantado de quemarlo.
Devoró sus labios con ansia, mordisqueando y lamiendo todo cuanto hallara a
su paso, tentándolo a unirse al baile. Por suerte, su lengua, fiel amante de la
suya, se unió rápidamente a él e iniciaron su ya familiar erótica danza, una
que invitaba a sus cuerpos a entregarse a ella. Sasuke no tenía intención de
resistirse, por lo que se frotó suavemente contra Naruto, viendo si él quería
seguir con el juego o retirarse. El rubio respondió con un gemido y moviendo
sus caderas contra él, acompañando el movimiento. Genial.
Fue un poco más lejos; bajó la mano que tenía en su cintura hasta su
trasero con lentitud, dejando que la rechazara si quería. No lo hizo. Naruto
permitió que Sasuke acariciara minuciosamente sus nalgas al mismo ritmo en que
ambos se movían, del mismo modo que el varón consintió que el doncel metiera
las manos por debajo del jersey y explorara sus abdominales, que se tensaron al
sentir los descarados dedos del rubio, a quien parecía gustarle demasiado
tocarle esa zona, teniendo en cuenta cómo susurró su nombre con un gemido.
Sasuke tomó nota de ponerse camisetas más ajustadas a partir de ese momento.
Solo se separaron cuando necesitaron tomar un poco de aire, y lo hicieron
únicamente unos pocos centímetros, con sus labios todavía rozándose. Con la
respiración agitada, Sasuke contempló detenidamente los rasgos de Naruto: tenía
los labios hinchados, las mejillas sonrojadas y sus hermosos ojos azules estaban
nublados por la lujuria. Joder, era como si le estuviera diciendo que
necesitaba desesperadamente que le follaran. Y él quería hacerlo, rápido y
duro, golpear salvajemente sus caderas contra su culo mientras le suplicaba que
no se detuviera.
Sin embargo… no le daría ese placer. Aún no.
Antes de que Naruto volviera a besarlo, él se apartó con una sonrisa cruel.
—Deberíamos cenar antes de que se enfríen las pizzas.
El doncel le miró con mala cara.
—¿Después de lo que acabamos de hacer tú quieres cenar?
Sasuke levantó una ceja.
—No, pero tú tampoco pensabas terminar lo que habías empezado, ¿verdad?
Naruto estrechó los ojos, pero después sonrió.
—Eres un rencoroso.
—Tú me provocaste primero.
—Eso es verdad… —dijo al mismo tiempo que deslizaba sus manos hacia abajo,
acariciando con las uñas la piel de su estómago y provocando que se
estremeciera de placer— pero esto no se quedará así.
Sasuke no dudó en contratacar frotando dos dedos contra la entrada de
Naruto a través de la tela del pantalón. Sonrió con satisfacción al escuchar
cómo se le escapaba un gemido de pura necesidad.
—Esperaba que dijeras eso —gruñó antes de soltar finalmente al rubio y
dejar que se sentara en el sofá para cenar. Esta vez, no se abstuvo de mirar
fijamente su trasero con la esperanza de que pronto podría tenerlo desnudo y
dispuesto para él.
Por otro lado, en el hotel donde Sasuke y Sakura se hospedaban, justo un
piso más arriba de donde se encontraban sus habitaciones, Kurama estaba
adelantando algo de trabajo al mismo tiempo que vigilaba que todo fuera como
tenía previsto.
Nadie sabía que tenía una habitación en ese hotel, al menos, nadie que
pudiera delatarlo. La había convertido en su base desde que invitó a Sasuke
Uchiha a reunirse con él para hablar de su futura alianza, principalmente para
darle intimidad a Naruto con él, pero desde que lo vio por primera vez, supo
que tendría algunos inconvenientes.
Concretamente, la mujer persistente que dormía justo debajo de su
dormitorio.
A decir verdad, eso no había entrado en sus planes; creyó que su mayor
dificultad sería Fugaku y su más que probable intento por ponerse en contacto
con Sasuke, además de que había temido que enviara a alguno de sus hombres a
por él, pero no esperaba que el muy hijo de puta trajera a esa pequeña molestia
de pelo rosa.
Para empezar, había registrado sus cuentas y no había reservado ningún
viaje de regreso a Japón, lo cual significaba que pensaba quedarse allí mucho
tiempo; luego, no parecía aceptar la negativa de Sasuke a salir con ella por
muchas veces que le hubiera dejado claro que no quería saber nada de ella como
mujer, y último y lo que más le molestaba, no había desistido de intentar
seguir a su protegido y al que esperaba que se convirtiera pronto en su futuro
novio.
Lo cual lo cabreaba, y mucho.
Por eso, esa noche se había dado el gusto de arrancarle un par de piezas al
motor de su coche. Le sabía mal por la empresa que se lo había alquilado, pero
no podía evitar sonreír al pensar que la señorita Haruno se encargaría
personalmente de pagar los daños. Todos salían ganando. Bueno, todos menos
ella, pero teniendo en cuenta que estaba actuando como una acosadora, no le
importaba.
De hecho, como siguiera esa línea, tendría que pasar a métodos más…
contundentes.
El timbre de su móvil le hizo mirarlo. Hablando de la bruja, le estaba
enviando un mensaje de texto a Fugaku Uchiha. Sin pensárselo dos veces, usó su
programa informático para eliminarlo en cuanto llegó al teléfono de ese
malnacido.
Escuchó un nuevo timbre, esta vez proveniente del ordenador. Cambió la pantalla
en la cual estaba trabajando a la del ordenador de Sakura Haruno. Ah… Con que
enviando un e-mail también, ¿eh? No quiere dejar cabos sueltos, quiere
asegurarse de que Fugaku se entere de que su hijo está follando con un doncel.
Qué lástima que también pudiera borrarlo al segundo en que lo envió con
facilidad.
No importaba lo que hiciera, él era una de las mentes más brillantes en
tecnología y la informática era para él un juego de niños; controlaba su móvil
y su ordenador, así como el de Fugaku Uchiha, tanto el personal como el de la
empresa… De hecho, esa tarde había estado entretenido metiendo un virus en la
central donde trabajaba para asegurarse de que la entrometida no pudiera llamar
a sus oficinas o ponerse en contacto con ningún compañero de trabajo para
chivarse al jefe.
Sí, los técnicos estarían cagándose encima… y así, Fugaku tendría algo
mucho más interesante que hacer que buscarle una esposa a Sasuke. Seguro que se
habría puesto como una fiera al pensar que había un espía en su empresa y que
les había dejado un regalito después de copiar todos los archivos de sus
futuros proyectos. Cosa que, por cierto, había hecho, no porque le interesara y
pensara aprovecharse del trabajo de Corporaciones Uchiha, sino como un seguro.
Si Fugaku se atrevía a intervenir en sus planes, destruiría el legado de su
familia. Corporaciones Uchiha perdería numerosas acciones en el momento en el
que vendiera tan valiosa información al mejor postor y, eventualmente, acabaría
en nada.
Era verdad que le había dicho a Naruto que no quería arruinar la empresa…
y, en parte, era cierta. No quería dejar a miles de personas sin trabajo, por
lo que, en cuanto la empresa fuera insostenible y decidieran venderla, la
compraría sin pensárselo dos veces y permitiría que sus trabajadores
conservaran sus puestos; era lo mínimo que podía hacer después de causar tantos
daños colaterales.
Sin embargo, esperaba no tener que llegar tan lejos. Si todo iba como tenía
previsto, el único que sufriría sería Fugaku Uchiha.
E iba a asegurarse de que así fuera.
Me alegra que te haya gustado :)
ResponderEliminarAhora subo los capítulos que estaban pendientes, que no he podido publicar antes T.T