Capítulo 8. Un aliado inesperado
—Bueno, Night,
¿qué te ha parecido la película? —le preguntó Max cuando la pantalla empezó a
mostrar los créditos.
Este esbozó una
ligera sonrisa.
—Me gusta. Me ha
enseñado mucho sobre vuestras relaciones de un modo ameno, gracias por
explicarme lo que no entendía.
Vane le devolvió
el gesto mientras recogía el bol de palomitas.
—Sabes que no hay
problema. Además, ya comprendes bastantes cosas, y eso que solo llevas un mes
con nosotros.
Esta vez, Night
sonrió con orgullo.
Lo cierto era que
Vane estaba bastante impresionado con él. Para ser alguien que había pasado
toda su vida en una celda, era muy inteligente y rápido aprendiendo, su ritmo
aumentó escandalosamente en cuanto terminó de aprender a leer y escribir y le
dejaron un diccionario y también un ordenador para que curioseara lo que
quisiera. Aún estaba aprendiendo algunas expresiones, pero se manejaba
perfectamente en la gran mayoría de conversaciones básicas y sobre todo
cuotidianas.
También había
aumentado de peso gracias a la dieta de Max, ahora ya pesaba sus buenos cien
quilos y, aunque ninguno lo creyó posible, sus músculos crecieron hasta
delinearse por completo, haciéndole parecer mucho más grande e intimidante que
antes. Por supuesto, eso hizo que Night se sintiera más activo y fuerte para
los entrenamientos con Max, por lo que aprendía muy rápidamente, se aplicaba
mucho y se le notaba que estaba muy interesado en aprender a pelear, de hecho,
el Hagel ya empezaba a tener problemas para vencerle en combate, ya que, para
ser un hombre tan grande y pesado, era bastante rápido y tenía mejores
reflejos.
Vane estaba cada
vez más convencido de que habían experimentado con Night para crear soldados
más fuertes y mejor preparados. Todavía no comprendía por qué intentaban que
sus mujeres tuvieran bebés, pero a juzgar por todo lo que habían visto y lo que
su nuevo amigo le había contado, todo apuntaba a lo mismo, el campo militar.
De hecho, se puso
a investigar en cuanto recibió la llamada del supuesto jefe de Mercile, el que
envió a aquellos hombres a su casa cuando descubrieron a Max el día en que usó
el dron para colarse en las instalaciones. O, al menos, esa persona había sido
la encargada de pagarle los gastos de su puerta, por supuesto, por una
transferencia bancaria.
Vane sabía que lo
mejor para Mercile habría sido pagar en efectivo, pero la puerta principal de
su casa era de buena calidad y encima él mismo la había personalizado con las
cerraduras que había creado para su empresa, por lo que su valor ascendía a una
cantidad, digamos, un tanto astronómica para una simple puerta principal. Por
supuesto, pagar tal cantidad de dinero en efectivo sería muy sospechoso, y
Mercile lo sabía, así que no le fue difícil conseguir la transferencia bancaria
que le dio unos datos bancarios de lo más interesantes. No conducían
directamente a la empresa farmacéutica, pero sí muy cerca, para empezar, a su
contable principal.
Y Vane Hagel
dirigía una empresa de seguridad y tecnología, por lo que si era alguien capaz
de proteger los ordenadores de seguridad nacional del país, también sabía muy
bien cómo hackearlos. Y hackear el móvil y el ordenador de dicho sujeto le fue
tan fácil que ni siquiera tuvo gracia. Sin embargo, le fue muy útil: apuntó
todos los números a los que llamaba comúnmente y los investigó uno por uno, y usó
su ordenador para extraer cualquier información relacionada con Mercile,
encontrando en primer lugar las cuentas que tenía guardadas en sus archivos; de
dónde salía el dinero, de quién lo recibía y en qué lo gastaba… Así que
descubrió quién estaba financiando el proyecto.
De hecho, conocía
a esa persona.
Fue duro para él
al principio, sobre todo porque jamás se le habría pasado por la cabeza que
alguien como él pudiera estar pagando para que experimentaran con pobres
personas nada más nacer, pero luego pensó en el resto de probabilidades… en los
huecos de información que había… Decidió que él mismo se enfrentaría a esa
persona cara a cara para obtener respuestas. Y dependiendo de la participación
real que tuviera en todo aquello, lo aprovecharía a su favor… o lo ejecutaría
personalmente.
Pero por ahora, no
era el momento de hacer eso. Lo más importante eran las personas que estaban a
cargo del proyecto, las que dirigían los experimentos y que constaban en las
llamadas del contable que tan generosamente le había brindado tanta
información. Ahora lo sabía prácticamente todo sobre esos científicos cabrones
que se hacían llamar médicos, y se prometió a sí mismo que los metería de por
vida en una prisión de máxima seguridad… o que los mataría. Todo dependía de qué
hicieran durante el rescate.
Entre Max, Ethan y
él ya habían seleccionado a los militares, doctores y enfermeros con los que
querían contactar para llevar a cabo la operación, ahora faltaba encontrar un
lugar seguro para los amigos de Night y que estuviera habilitado a sus
necesidades, así como un medio de transporte para trasladarlos a todos. De
momento, se centrarían en eso, del resto, podría ocuparse una vez los hubiera
puesto a salvo.
Pensaba en ello
mientras llevaba las cosas a la cocina para meterlas en el lavaplatos. Entre
Max y él habían peinado el polígono en busca de cámaras en funcionamiento y
también habían investigado todo lo posible las instalaciones donde Night estuvo
retenido no hacía mucho, así que los planos también estaban preparados. En cuanto
tuvieran el vehículo y algún tipo de edificio donde instalar a toda esa gente,
se pondrían en contacto con la gente que habían seleccionado para que les
ayudara.
Al darse la
vuelta, chocó contra un torso musculoso y retrocedió torpemente, pero unas manos
grandes y fuertes lo sujetaron por la cintura y evitaron que se golpeara contra
el banco de la cocina.
—Lo siento, ¿estás
bien? —se disculpó Night.
—Sí, perdona, no
te había visto.
—Soy sigiloso, Max
dijo que eso era bueno.
Vane levantó la
vista hacia él y sonrió.
—Sí, lo es. Lo
estás haciendo muy bien, Night.
Este le dedicó una
sonrisa sincera. Era muy guapo; en ese mes, el cabello le había crecido y ahora
lo llevaba largo y ondulado hasta el mentón, y su color negro brillante
resaltaba el increíble tono azul de sus ojos. Vane no se habría imaginado que
pudiera ser más atractivo que la primera vez que lo vio, pero lo era, y mucho.
A veces le resultaba difícil apartar los ojos de él, o hasta poner distancia
entre ellos, ya que Night parecía sentirse muy cómodo con su cercanía.
Como en ese
momento. Aún no había retirado las manos de su cintura y lo tenía un poco
acorralado contra el banco de la cocina, si se movía, sus cuerpos se tocarían…
Contempló los hermosos ojos de Night, que parecían haberse oscurecido por un
hambre voraz que no tenía nada que ver con la comida; lo devoraban a él, con
intensidad. Eso le hizo arder; lo único que deseaba era cerrar los ojos y
probar esos labios que parecían llamarlo, así como volver a dejarse envolver
por su cuerpo, como aquella noche en que tuvo un ataque en el brazo y él se
quedó a dormir en su habitación, en su cama. Echaba de menos su calor.
Por una vez, no se
resistió. Apoyó las manos en el vientre de Night, cuyos abdominales parecieron
temblar bajo su toque antes de contraerse en una seductora sinfonía de fuerza y
virilidad. Incapaz de detenerse ahí, deslizó las manos hacia arriba, pasando
por sus grandes pectorales, sólidos como la roca, y que parecieron ensancharse
en cuanto los tocó.
Entonces, Night
gruñó suavemente, haciéndole volver a la realidad.
Joder, ¿qué coño
estaba haciendo?
—Lo siento —se
disculpó antes de apartarse de Night y marcharse rápidamente al comedor para
terminar de recoger e irse a la cama. Esconderse de él en su cuarto era
infantil y lo sabía, pero estaba demasiado avergonzado por haber cedido a sus
estúpidas fantasías cuando estaba claro que el otro hombre no quería nada con
él, tan solo tenía que recordar cómo le había gruñido.
Por otro lado,
Night no estaba seguro de qué había pasado. Había ido a ver si Vane necesitaba
ayuda cuando se había chocado con él y le había agarrado por las caderas para
evitar que se hiciera daño en la espalda contra el borde del banco de la
cocina. Se había sentido bien tocarlo, como siempre, pero esta vez se habían
quedado más cerca de lo normal y él no había querido dejarlo ir, al menos, no
tan pronto. Entonces, detectó el aroma de su deseo y sintió su caricia sobre su
pecho. Fue demasiado para él y no pudo evitar gruñir de satisfacción pero,
después, Vane se había alejado de él… ¿por qué?
En ese momento,
Max entró en la cocina con el ceño fruncido.
—Oye, Night,
¿sabes qué le pasa a mi hermano? Tiene cara de haber cometido una estupidez.
Night dejó caer
los hombros, frustrado.
—No lo sé, todo
iba bien. Me ha tocado.
Al escuchar eso,
el otro hombre parpadeó y se acercó rápidamente a él.
—¿Cómo que te ha
tocado? ¿Dónde?
—En el pecho, me
ha acariciado. Pero luego se ha ido —dijo, abatido.
El ceño de Max se
acentuó, mostrando su confusión.
—A ver… ¿cómo has reaccionado
cuando te ha tocado?
—He gruñido
—confesó, un tanto sorprendido. Ni él mismo había esperado hacer eso, era la
primera vez que lo hacía.
El rubio se quedó
con la boca abierta.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No he podido
evitarlo, me gustó que me acariciara.
Max frunció el
ceño.
—¿Quieres decir…
que… gruñes cuando te gusta que te toquen?
Night asintió.
—Lo hacemos si
estamos excitados, aunque a mí no me había ocurrido nunca —dicho esto,
entrecerró los ojos—. Es lo que he hecho mal, ¿verdad? He notado que vosotros
casi nunca gruñís… pero yo lo hago naturalmente. —Eso le parecía un poco raro.
Si él era humano, ¿no se supone que no tendría que hacer eso?
—No necesariamente
—dijo Max, cruzándose de brazos, pensativo—. ¿Recuerdas que vimos un documental
en el que había personas que se vestían de forma diferente a nosotros y tenían
costumbres distintas a las nuestras? —Él hizo un gesto afirmativo—. Bien,
piensa que tu gente y tú tenéis vuestra propia cultura, como si fuerais… otra
raza humana, por así decirlo.
Se quedó
reflexionando sobre ello un momento y asintió, aceptando eso.
—Está bien, pero
no sé cómo arreglar las cosas con Vane.
—Es muy sencillo,
habla con él.
Los dos se giraron
hacia la puerta de la cocina, por la que acababa de aparecer Ethan. Max levantó
una ceja.
—¿Estabas
cotilleando?
El doctor puso los
ojos en blanco.
—La puerta está
abierta y no hablabais en voz baja, se os oye desde el salón. Tenéis suerte de
que Vane ya haya subido a su habitación.
Night lo miró
esperanzado.
—Entonces,
¿debería ir a hablar con Vane?
—Es muy pronto
—comentó Max, haciendo una mueca.
Ethan le puso cara
de pocos amigos.
—Está bien, Max,
ha sido Vane quien le ha tocado primero, está preparado para intimar con
alguien de nuevo —dicho esto, se volvió hacia Night y le dedicó una de sus
afables sonrisas que el hombre había aprendido a apreciar—. Solo explícale lo
que ha pasado y lo que sientes por él, sé sincero. Vane lo entenderá.
El hombre se
acercó a él con una sonrisa agradecida.
—Gracias, Ethan
—tras decir eso, frunció el ceño y abrió un poco los brazos, dubitativo—. No sé
si este es uno de esos momentos en los que debo dar un abrazo.
El médico soltó
una risilla.
—No es necesario,
Night, pero si quieres dármelo, adelante.
Este se atrevió a
inclinarse sobre el pequeño humano (bueno, en realidad, no es que Ethan fuera
bajito, tenía una estatura media, pero en aquella casa era el más pequeño) y
estrecharlo brevemente en sus brazos antes de soltarlo. Durante esas semanas,
Night se había encariñado un poco más con los otros dos machos; Max era un gran
maestro del que aprender a defenderse, estricto, duro, pero siempre daba ánimos
para que te levantaras y lo intentaras de nuevo, y en Ethan había encontrado
una buena compañía, un poco callado, pero siempre amable y comprensivo. Era el
primer médico que conocía que le caía bien. Así que ya no le molestaba que lo
tocaran, aunque seguía prefiriendo el contacto físico constante con Vane.
Después, se marchó
de la cocina, dejando a solas a los otros dos hombres.
Max lo vio
subiendo las escaleras con cierta preocupación.
—¿De verdad crees
que Vane lo aceptará? Yo no lo tengo tan claro después de lo que le hizo
Jeremy…
—Está claro que se
siente atraído por Night, he visto cómo lo mira de reojo cuando está entrenando
contigo y te aseguro que no son miradas inocentes —sonrió Ethan, un tanto
divertido—. Además, todos tenemos necesidades.
El otro hombre
levantó una ceja.
—Ah… ¿Incluido tú?
Ethan soltó un
resoplido.
—No. Como médico,
he renunciado a los placeres carnales para centrarme en curar a los demás.
—¡Ja! Y una mierda
—rio Max—. Algún día, te encontrarás con una mujer, o un hombre, o lo que
quiera que te vaya a ti, y te volverá loco.
—No lo creo.
—Ya verás como sí.
Y ese día yo estaré ahí para verlo y reírme de ti —le prometió con una risita
de suficiencia que hizo que el doctor rodara los ojos, sin hacerle el menor
caso.
Mientras tanto,
Vane estaba en su habitación, dando vueltas, mortificándose por su estúpido
comportamiento con Night. ¿Qué diablos le pasaba? De acuerdo, ese hombre era lo
más sexy que había visto en su vida, y sí, había pasado mucho tiempo desde la
última vez que tuvo relaciones, concretamente, desde lo de Jeremy… pero,
¡joder!, no era excusa para meterle mano a su invitado, uno que había sufrido
abusos durante toda su vida y que lo último que necesitaba era que se
interesara por él de esa manera.
Soltó un gemido de
pura vergüenza y se dejó caer sobre la cama, enterrando la cara entre sus
manos. Mierda… ¿Y ahora qué iba a hacer con Night? Estaba claro que debía disculparse,
después de un mes esforzándose por ganarse su confianza, no podía echarlo todo
a perder por una gilipollez. Sin embargo, sabía que las cosas no serían iguales
con él a partir de entonces con el hombre al que había acogido bajo su techo, y
eso le dolía. Night se había convertido en un buen amigo… en alguien con quien
se sentía a gusto, cómodo, en el que confiaba, y no le gustaría perderlo. Lo
apreciaba mucho, más de lo que quería admitir.
Unos golpes suaves
en la puerta lo sobresaltaron. Soltó una maldición en voz baja.
—Ahora no —pidió,
intuyendo que sería Max, probablemente le habría extrañado que se fuera de esa
manera a su habitación, sin dar las buenas noches ni nada.
—Soy Night.
Nada más reconocer
su voz, se puso tenso.
Está bien, no pasa
nada, solo discúlpate, se dijo a sí mismo, a pesar de que en el fondo era
consciente de que no volvería a tener la misma relación de confianza que había
tenido hasta el momento con Night.
—Pasa.
Este entró y cerró
la puerta detrás de sí. Vane se levantó y se rascó la nuca, todavía avergonzado
y sin saber muy bien cómo disculparse.
—Oye, Night, yo…
Siento lo que he hecho antes, ha estado completamente fuera de lugar y te
prometo que no volverá a pasar.
El hombre lo miró
con el ceño fruncido, confundido.
—No tienes que
disculparte, no me ha molestado.
Ahora fue el turno
de Vane para quedarse desorientado. ¿No le había ofendido?, ¿en serio?
—¿De verdad? —se
aseguró. No quería que Night le dijera eso por educación, era un alumno
brillante y ya había aprendido lo suficiente como para saber que había algunas
cosas que no se decían por educación, por amabilidad, o para no hacer daño a
los demás.
En vez de
responder, el otro hombre se acercó a él despacio, mirándolo fijamente de un
modo que le hizo estremecer, moviéndose con la elegancia de un animal salvaje
que acechaba a su presa. Instintivamente, retrocedió un paso, sin embargo, la
cama estaba justo detrás de él y no pudo llegar muy lejos cuando Night se
detuvo a escasos centímetros de su cuerpo, hasta el punto de que podía sentir
su cálida respiración sobre su rostro. Sin decir nada, este le cogió de la mano
con delicadeza y la puso sobre su pecho, haciendo que Vane fuera muy consciente
de sus duros pectorales y del rápido latido de su corazón; no es que fuera muy
rápido, pero tampoco estaba tranquilo. Después, Night deslizó su mano hacia
arriba, hacia su cuello, donde sintió su suave piel cálida antes de que posara
sus dedos sobre su mejilla. Lo vio cerrar los ojos mientras apretaba su cara
contra la palma de su mano, al mismo tiempo que aspiraba su olor.
—Me gustó que me
tocaras —confesó finalmente.
Vane se puso rojo.
Desde luego, no era eso lo que había esperado oír, en absoluto, aunque eso no
impidió que su ritmo cardíaco se elevara.
—Entonces… ¿por qué
gruñiste?
Night emitió un
gruñido suave, parecido al que emitían los perros cuando les acariciaban.
—Mi gente puede
hacer diferentes clases de gruñidos para transmitir emociones o estados de
ánimo —explicó, con el pecho retumbando a causa del sonido—. Este sirve para
transmitir que me siento bien, que estoy… feliz, a gusto. Si lo hago más
brusco, más fuerte, significa que estoy excitado —dicho esto, le hizo una
demostración con un feroz gruñido, haciendo que Vane pegara un salto de la
sorpresa, enrojeciendo aún más al darse cuenta de que antes había gruñido de
esa manera. Night abrió los párpados y lo miró directo a los ojos con ese
hambre voraz que había visto en la cocina y que había interpretado como deseo
en estado puro—. Te he gruñido antes porque me puso duro que me acariciaras,
llevo tiempo sintiéndome atraído por ti… y no pude contenerme cuando me
tocaste. —Hizo una pequeña pausa y frotó la mejilla contra la palma de su
mano—. Lamento haberte asustado, no era esa mi intención.
Al comprenderlo,
Vane se sintió aliviado al entender lo que había ocurrido… y también un poco
esperanzado y excitado ante la idea de que Night sintiera la misma atracción
física que él.
Esta vez, no dudó
a la hora de dar un pequeño paso más hacia él, haciendo que sus cuerpos se
tocaran. El otro hombre aspiró aire bruscamente, contemplándolo con esos
increíbles ojos azules oscurecidos por un deseo insatisfecho, a la vez que
posaba sus dos grandes y masculinas manos en su cintura, mientras que él volvía
a posar las suyas sobre su pecho, delineando con los dedos los fuertes músculos
de su torso, provocando que Night volviera a gruñir, pero ahora sabía que lo
hacía a causa de la lujuria.
—Entonces… ¿me
deseas? —murmuró, acariciando su nariz con la suya y rozándole los labios,
tentándolo a besarlo.
—Sí —gruñó él sin
vacilar, envolviendo los brazos alrededor de su cintura para quedar aún más
cerca—. Pero… Vane…
—¿Qué? —preguntó
él, lamiendo su labio inferior con la punta de la lengua.
Notó que la
respiración de Night se volvía un poco temblorosa antes de decir:
—Yo… Nunca… Nunca
he…
Vane se separó un
poco para mirarlo, dándose cuenta de que parecía un poco indeciso. Frunció el
ceño, sin estar seguro de haber entendido lo que quería decir.
—Nunca has… —lo
animó a seguir, acariciándole una mejilla para reconfortarlo.
El otro hombre
hizo una mueca y bajó la vista.
—He estado con
hembras… pero nunca por placer. Y nunca con un hombre —terminó por admitir.
Mierda, tendría
que haber pensado en eso. Night no había tenido una vida normal, se había
pasado toda su vida encerrado en una celda, siendo poco más que un mero sujeto
de pruebas para sus captores, víctima de innumerables experimentos horribles…
Tal vez no era el mejor momento para hacer eso; no tenía ni la menor idea de
cómo reaccionaría a tener relaciones íntimas por voluntad propia la primera
vez… puede que necesitara algo más de tiempo.
—Night, no tenemos
por qué hacer esto ahora…
—No —lo
interrumpió él, inclinándose para olfatear su cuello—, te deseo, ahora… pero no
sé cómo…
Él entendió lo que
quería decir y tomó su rostro entre sus manos para acariciarlo. Tenía la piel
de esa zona muy suave, de hecho, ahora que lo pensaba, nunca lo había visto con
barba, y eso que ya llevaba un mes con ellos. Sin embargo, no le dio mucha más
importancia, tal vez era de esas personas a las que les costaba mucho que les
saliera.
—No te preocupes,
yo puedo enseñarte. Ven. —Lo cogió de la mano y lo guio hasta la cama, donde lo
invitó a sentarse a su lado. Night parecía un poco nervioso, podía ver la
indecisión en sus ojos, pero le siguió sin pensarlo dos veces y se colocó a su
lado, muy cerca. Esa muestra de confianza le llegó al alma—. Vamos a hacer esto
poco a poco, así, si hay algo que no te gusta o con lo que no te sientes
cómodo, pararemos, ¿te parece bien?
El otro hombre le
dedicó una pequeña sonrisa.
—Sí.
Vane asintió,
devolviéndole el gesto, y volvió a pasar una mano por su pecho. Sus pectorales
se contrajeron mientras él gruñía suavemente y sus irises se oscurecían.
—Esto no parece
molestarte.
—No, me gusta
—murmuró.
Era un buen
comienzo, tal vez simple puesto que lo estaba tocando por encima del jersey
pero, al menos, no parecía sentir pánico por su tacto o molestia alguna. Con un
poco de suerte, no habría sufrido abusos y tal vez no tendría tantas
dificultades para mantener una relación íntima con él. Aun así, quería ser
cuidadoso, lo último que deseaba era forzarlo de algún modo a ir más lejos de
lo que podía aguantar, de modo que debía ir despacio, paso a paso.
Usó ambas manos
para acariciar únicamente su torso, explorando lentamente sus fuertes
pectorales, sus musculosos hombros y sus abdominales bien definidos, vigilando
en todo momento su expresión, buscando cualquier signo de que estaba yendo
demasiado rápido. Afortunadamente, Night cerró los ojos y lo abrazó por la
cintura, gruñendo en un tono bajo y constante al mismo tiempo que su nariz le
frotaba el cuello, como si estuviera oliéndole. Viendo que parecía estar
perfectamente, hizo descender sus manos por sus brazos, sintiendo muy consciente
de las ondulaciones que formaban sus duros músculos, de su fuerza, antes de
moverlas de nuevo hacia arriba, pasando una vez más por sus hombros antes de
hundir los dedos en su cabello, acariciando los mechones de su pelo.
Night volvió a
gruñir.
—Se siente bien,
Vane.
—¿Sí?
—Me gusta que me
toques. Es agradable.
Bien, por ahora,
lo estaba haciendo bien. Quería intentar ir un poco más allá, pero temía que
Night no estuviera preparado… Entonces, tuvo una idea.
Puso las manos en
su pecho y lo apartó suavemente. Night frunció el ceño.
—¿He hecho algo
mal?
Vane le sonrió.
—No. Quiero hacer
una cosa.
Night lo miró
intrigado y lo soltó, dejándole espacio. El otro macho le sonrió, como si
quisiera infundirle confianza y, sin avisar, se quitó el jersey y la camiseta
interior, quedándose medio desnudo ante él.
Lo contempló
fascinado. Era cierto que no era la primera vez que lo veía sin ropa, pero sí
era la primera desde que había sido consciente de que se sentía atraído por él.
Vane no era ni mucho menos tan robusto como los miembros de su especie, sin
embargo, tenía unas espaldas anchas que contrastaban con su cintura más
estrecha, algo que llamaba mucho su atención, puesto que todos los humanos
(todavía le costaba no pensar en los demás como una especie distinta a la suya,
se le hacía… raro) a los que había visto hasta el momento eran muy grandes y
musculosos o simplemente escuálidos y delgados; sus pectorales estaban bien
definidos, aunque seguían sin ser tan grandes como los suyos, y sus brazos eran
fuertes, podía ver cómo sus músculos se tensaban ligeramente cada vez que los
movía; su vientre plano también estaba adornado por unos leves abdominales, no
muy marcados, pero angulosos y de aspecto más suave que los suyos, le
provocaban una inmensa curiosidad; además, todo su lado izquierdo y parte del
brazo estaban adornados por ese tatuaje que se hizo para ocultar las
quemaduras, uno de líneas oscuras y abstractas, las cuales resaltaban sobre su
piel dorada y fluían sobre sus músculos, remarcándolos.
Se le hacía la boca
agua. Para él era algo nuevo sentirse atraído por un hombre, así que se le
hacía extraño pero, al mismo tiempo, quería experimentar lo que sentiría al
tocarlo, al acariciarlo.
Como si Vane
pudiera leer sus pensamientos, le cogió una mano y la puso sobre su vientre.
Gruñó un poco más fuerte al sentir la calidez de su piel y cómo sus abdominales
se movían con cada respiración del macho. Era increíble, sensual. Sintió la
necesidad de lamer esa zona, aunque no estaba muy seguro de por qué, era un
instinto que nunca antes había sentido.
—Tócame —lo animó
Vane.
Night lo hizo.
Pasó ambas manos por su vientre, deslizándolas alrededor de su cintura y
subiéndolas por su espalda, maravillado ante cómo, a medida que ascendía, estas
parecían expandirse y hacerse más fuertes, notando que era más musculoso por la
zona superior. Mientras él exploraba el cuerpo del otro macho, este lo abrazó
por el cuello y presionó sus labios contra su cuello, lo cual le hizo sentir un
escalofrío, pero no era desagradable, sino… excitante. Le gustó eso y echó la
cabeza a un lado, dándole acceso a su garganta. Normalmente, su gente no le
haría eso a un humano, exponer una zona tan vulnerable del cuerpo, de hecho,
ellos usaban sus afilados colmillos para desagarrar el cuello de un médico o
técnico, pero confiaba ciegamente en Vane, sabía que no le haría daño.
Y su confianza fue
recompensaba con besos suaves y lametones que se la pusieron muy dura. Nadie le
habían lamido antes, pero la sensación de tener su húmeda lengua sobre su piel
hizo que se estremeciera y gruñera con más fuerza, excitado. Sus caricias se
volvieron más ansiosas, no podía dejar de tocar a Vane con deseo, queriendo
grabar cada centímetro de su cuerpo a fuego en su memoria.
—Night… —le llamó
este, lujurioso.
—¿Qué? —le preguntó
con la voz ronca, sin dejar de pasar las manos por su torso.
—Quiero tocarte…
sin la ropa —su tono fue más una súplica que una orden. Eso le gustó, Vane no
le exigía nada como los médicos, le daba la opción de elegir.
Siempre se la
había dado.
En vez de
responder, fue su turno de apartarse un poco de su sexy humano para quitarse
las prendas que llevaba encima, quedándose solo con los pantalones puestos.
Después, no dudó a la hora de coger la mano de Vane y ponerla sobre su pecho,
gruñendo complacido por sentir por fin su piel contra la suya. Es más, el otro
macho se acercó más a él para envolverlos a ambos en un abrazo, uniendo sus
cuerpos y haciendo que él volviera a pasar las manos por su espalda, su
vientre, su pecho, sus brazos, al mismo tiempo que Vane hacía lo propio con él
mientras lo besaba y lamía en el cuello, haciendo que su polla luchara contra
sus pantalones.
Deseando que su
amante sintiera lo mismo, probó a lamerle el hombro. Tenía la piel suave y
fuerte a la vez, cálida, y desprendía un delicioso aroma a lujuria que le hizo
gruñir y lamerlo otra vez, ahora en la base del cuello, instante en el que
sintió cómo los músculos de Vane se tensaban ligeramente antes de relajarse de
nuevo.
A él también le
gustaba.
Eso le dio la
confianza suficiente como para recorrer su cuello con la lengua, gruñendo
encantado al sentir cómo su pulso se aceleraba y el aroma de su lujuria se
incrementaba. Jamás olvidaría su olor, intenso y adictivo, tan… diferente al de
una hembra cuando estaba en necesidad; no es como si a las que había montado
les hubiera hecho gracia que las obligaran a ser montadas por él, pero siempre
había procurado no hacerles daño… prepararlas. Y podía asegurar que lo habían
disfrutado, a la mayoría les gustaba tener relaciones con él, le conocían y
sabían que las cuidaría pero, al final, tanto ellas como él lo habían hecho
porque no tenían más remedio, porque a él lo habrían torturado o le habrían
drogado para que las violara.
Pero, esta vez,
nadie le estaba exigiendo que montara a Vane, ni a él tampoco. Iban a tener
sexo porque ambos se deseaban el uno al otro, eso significaba mucho para él,
era algo muy especial y se aseguró de hacérselo saber a su amante con sus manos
y su boca, acariciando cada centímetro de su piel, siendo correspondido por
este, que también exploraba su pecho, su espalda y su rostro con dedos suaves y
ansiosos a la vez, mientras sus labios pasaban igualmente por su garganta y sus
hombros, ascendiendo hasta las mejillas para rozar sus facciones.
No supo cuánto
tiempo estuvieron descubriendo el cuerpo del otro, Night disfrutaba como nunca
de aquella íntima experiencia y Vane procuraba ir despacio para que su amante
se acostumbrara a las sensaciones que, probablemente, eran nuevas para él, al
mismo tiempo que él también se dejaba llevar por sus caricias, dejando que la
pasión hirviera a fuego lento dentro de él.
En determinado
momento, los labios de Vane y Night se tocaron. Este último sabía que los
humanos se besaban, lo había visto en las películas, pero se le hacía un tanto
raro ya que no era algo que hubiera hecho nunca… sin embargo, sentía curiosidad
por cómo se sentiría al probar la boca de Vane. Ya había comprobado que le
gustaba el sabor de su piel y, cuando el otro macho le había lamido el labio
inferior, había notado como una especie de descarga eléctrica, pero se había
sentido muy distinto a cuando le atacaban con un taser, había sido… excitante.
De modo que estaba dispuesto a intentarlo.
Justo cuando
estaba a punto de hacerlo, Vane tomó su rostro entre sus manos.
—No tienes que
hacerlo si no quieres —susurró. Su respiración estaba algo acelerada, acorde
con la suya—. Aquí nadie te obliga a nada, Night, si quieres parar, pararemos,
y si hay algo que no quieras hacer, no lo haremos. Solo tienes que decirlo.
Night gruñó
suavemente, agradecido de que Vane le hubiera recordado que él no le estaba
exigiendo nada, que era él quien elegía.
—Quiero probar
—admitió, cerrando los ojos y frotando su nariz contra su mejilla—. Nunca he
besado a nadie… y me gustaría saber qué se siente al hacerlo contigo.
El humano asintió,
respetando su decisión, y deslizó sus dedos hacia su pelo para acariciarlo.
—Está bien. Pero
si hay algo que no te gusta, dímelo y pararemos. No quiero que te sientas
forzado a hacer nada.
Night sonrió y
acarició su rostro con una mano.
—Tú nunca me has
obligado a nada.
Vane le devolvió
el gesto y después lo besó. Night se quedó un tanto parado al principio, en
parte por los nervios al no saber qué hacer y en parte por la sorpresa; no
había esperado que sentir los labios del otro macho contra los suyos fuera tan…
tan… No sabía cómo expresarlo, Vane presionaba los labios contra los suyos con
suavidad, dándole pequeños besos afectuosos que hicieron que su corazón se
acelerara de un modo extraño; no era miedo, tampoco excitación, a pesar de que
ya la sentía, era algo más… íntimo, profundo. De algún modo, le hizo sentirse…
querido.
Al comprender eso,
se le formó un nudo en la garganta.
De repente, era
consciente de lo mucho que había cambiado su vida, del gigantesco giro que
había dado y de lo diferente que era ahora, más de lo que jamás habría
imaginado. Apenas recordaba nada de su niñez, salvo la inmensa soledad y miedo
que había sentido en el interior de aquella diminuta celda, sin tener apenas
contacto con nadie salvo para que le hicieran daño, cuando él solo había
anhelado ayuda con desesperación, alguien que… alguien que no quisiera herirlo,
ni física ni emocionalmente, alguien en quien refugiarse. Cuando se convirtió
en un macho joven, vio por primera vez a otros de los suyos, gente que, como
él, estaba encerrada y era torturada por aquellos extraños humanos vestidos de
blanco; fueron los únicos que no le hicieron daño, y que parecían tan solos y
asustados como él. Fue la primera vez que estableció un vínculo con alguien,
una amistad que, con el tiempo, acabó compartiendo con el resto de los suyos,
al fin y al cabo, se necesitaban los unos a los otros para poder sobrevivir.
Sin embargo,
ninguno de sus compañeros le había hecho sentirse como lo estaba haciendo Vane.
No sabía lo que era, ni acababa de entenderlo del todo, pero era muy intenso y
le llegó a lo más hondo de su ser… Por eso mismo le costaba tanto creer que
todo aquello estuviera pasando de verdad, que, de un día para otro, hubiera
salido de aquella horrible celda para acabar junto a un buen hombre que le
había dado un techo, comida, conocimientos, un lugar al que llamar hogar y… eso
tan fuerte que sentía y que era incapaz de describir.
—Dios mío, Night,
¿estás bien? —le preguntó Vane de repente. Sus ojos estaban llenos de
preocupación.
Él no entendía por
qué hasta que se dio cuenta de que tenía las mejillas húmedas. Estaba llorando.
Eso lo confundió
un poco. Él no lloraba, no al menos desde que era muy pequeño. Se limpió los
ojos, tratando de detenerlo, sin embargo, cuanto más lo hacía, más crecía la
opresión que sentía en el pecho, produciéndole más lágrimas.
—Yo… Yo… —trató de
decir algo, pero su garganta se bloqueó y él cerró la boca, conteniendo un
sollozo. No entendía lo que le pasaba, por qué estaba reaccionando así.
Vane le limpió la
cara con cariño, haciendo que esa extraña emoción se expandiera hasta oprimirle
el pecho. Eso lo confundía mucho.
—Night, perdona,
tal vez ha sido demasiado rápido para ti.
—¡No! —logró
replicar de inmediato—. Yo… Yo quería…
—Shh… —lo detuvo
el otro hombre, apartando sus lágrimas y acariciando su rostro con una pequeña
sonrisa afectuosa—. Lo sé, Night, lo sé, pero ten en cuenta que has pasado por
una experiencia muy dura. —Hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas
para expresarse—. Sé lo fuerte que eres, de hecho, creo que eres la persona más
fuerte a la que jamás he conocido… pero todo el mundo estaría afectado por lo
que te ha pasado.
Night inspiró
hondo para calmarse un poco.
—¿Qué…? ¿Qué
quieres decir?
—Has estado toda
tu vida encerrado en una celda, no has podido pasar por las etapas habituales
por las que pasa una persona normal —dicho esto, le acarició el pecho—.
Recuerdo que, cuando viniste aquí, no podías soportar estar cerca de nosotros,
pensabas que si te tocábamos, era para hacerte daño. Ahora lo has superado,
pero me has dicho que nunca habías estado con nadie por placer, así que lo que
sientes cuando te toco, es más… abrumador para ti. Las emociones que estás
experimentando ahora son cosas que las personas solemos sentir durante la
adolescencia, pero tú las estás sintiendo ahora, tras haber pasado por una
experiencia traumática. Sencillamente, son demasiadas cosas que asimilar. Por
eso estás tan sensible ahora.
Él frunció el
ceño. Entendía lo que quería decir, pero no quería estar así, le hacía sentirse
muy débil y vulnerable.
Trató de
contenerlo, de recuperar el control, pero su cuerpo no le obedecía y se echó a
temblar. Vane le cogió por los hombros y lo miró a los ojos.
—No. Night, no.
Escúchame, cuanto más luches, será peor para ti. Entiendo que te sientas muy
vulnerable ahora mismo, pero tienes que dejarlo salir, luego te sentirás mejor,
te lo prometo.
Pese a que
detestaba la idea de mostrarse tan débil ante Vane, confiaba ciegamente en él,
así que, con un sollozo, dejó que todas sus emociones salieran a la luz. El
otro hombre no le gritó o miró con desprecio por sus llantos, ni tampoco mostró
lástima como habría hecho uno de los suyos, sino que lo atrajo hacia su pecho y
lo envolvió en sus brazos mientras se desahogaba. Poco a poco, este lo tumbó
con cuidado en la cama, quedándose a su lado sin dejar de abrazarlo,
acariciándole el pelo y ofreciéndole consuelo. Eso hizo que sus emociones se
intensificaran y que llorara con más fuerza.
Tuvo la sensación
de que pasaban horas hasta que por fin pudo recuperar el control de sí mismo.
Estaba recostado sobre el cuerpo de Vane, el cual no había dejado de tocarlo
durante todo ese tiempo. Se limpió la cara y alzó la cabeza, buscando sus
suaves ojos. Estos sonrieron al verlo.
—Ey, ¿estás mejor?
—Sí —respondió en
voz baja, apoyándose sobre su fuerte pectoral y dejando que sus brazos le
acariciaran la espalda—. Me duele un poco la cabeza —comentó, extrañado.
—Pasa después de
llorar.
Eso le hizo
sentirse mal. No le gustaba haberse derrumbado delante de Vane, a pesar de que
a este no parecía haberle molestado lo más mínimo.
—Lo siento —se
disculpó.
Para su sorpresa,
Vane le besó en la cabeza, haciendo que ese fuerte sentimiento que había notado
antes regresara, pero ahora ya no le producía una opresión en el pecho,
solamente lo… invadía por dentro, lo llenaba. Nunca se había sentido tan… vivo.
Tan feliz.
—No tienes que
disculparte —le susurró él—, necesitabas quitarte un peso de encima.
Night frotó su
mejilla contra su pecho.
—Sigo deseándote.
—Yo también —le
sonrió Vane—, pero esta noche necesitas descansar. No te preocupes, iremos poco
a poco para que puedas digerir todo esto, ¿de acuerdo?
Él se sentía
demasiado agotado como para discutir, de modo que asintió y se acomodó en el
pecho del macho, abrazándolo por la cintura, poco dispuesto a separarse. A este
no pareció importarle demasiado, ya que le rodeó los hombros y paseó los dedos
por su espalda, haciendo que le hormigueara la piel. No pudo evitar soltar un suave
gruñido.
—¿Quieres quedarte
a dormir? —le preguntó Vane con una sonrisa que le dio a entender que se
trataba de una invitación.
Él asintió sin
pensarlo dos veces. El hombre lo dejó a un lado con cuidado y apartó las
sábanas para que ambos pudieran meterse dentro de la cama. Se colaron bajo las
mantas y Night volvió a acomodarse sobre Vane, cerrando los ojos y permitiendo
que sus dedos vagaran libremente sobre su piel desnuda, provocándole esa cálida
emoción a la que empezaba a acostumbrarse… y también a gustarle.
—Buenas noches,
Night —le oyó susurrar antes de volver a besarlo en la frente.
Se le escapó un
gruñido suave, sintiendo que esa emoción se extendía de una forma agradable por
su pecho.
—Buenas noches,
Vane.
La creciente
claridad de la habitación hizo que se despertara perezosamente.
Se quejó un poco,
pues no tenía muchas ganas de levantarse de la cama y abandonar ese cuerpo duro
y caliente que tenía pegado al suyo…
Un momento.
Abrió los
párpados, encontrándose con unos increíbles ojos azules que le miraban a través
de unos mechones negros que le daban un aire salvaje muy sensual. Entonces,
recordó lo ocurrido anoche y puso una mano sobre su mejilla.
—Buenos días.
Night le dedicó
una sonrisa sincera.
—Buenos días
—dicho esto, le besó en la palma y cerró los ojos mientras pegaba su cara a sus
dedos con un suave gruñido. Le alegró ver que su toque todavía le agradaba.
—¿Cómo estás? —le
preguntó Vane con cuidado, queriendo ser delicado.
Por suerte, el
otro hombre parecía estar muy relajado.
—Me siento muy
bien —susurró. Sus brazos se estrecharon un poco a su alrededor y acercó su
rostro al suyo—. Tenías razón, todavía… todavía me cuesta creer que esto esté
pasando de verdad. A veces, por las mañanas, me despierto asustado, pensando
que sigo estando en mi celda… y otras… otras creo que mi mente está rota, que
los técnicos han logrado joderme de la peor forma posible. —Abrió los ojos,
mirándolo con tristeza—. Tengo miedo de que todo esto no sea real… de que tú no
seas real.
Vane lo comprendía
a la perfección. Cuando regresó del campo de batalla, herido, con su costado
izquierdo lleno de quemaduras y metralla, no podía creer lo que le había
pasado, el lío en el que se habían metido él y sus hermanos por buscar una
venganza que jamás obtendrían, pues nunca sabrían si encontraron o no a los que
mataron a sus padres… y el precio tan alto que pagaron por ella. Un precio que
no estuvo dispuesto a aceptar al principio, que no quiso que fuera real.
Le costó mucho
tiempo ser plenamente consciente de lo que había hecho y de que tendría que
vivir con ello. Por suerte, no era el mismo caso que Night, pero podía entender
que tuviera miedo de que todo fuera un sueño o una mala broma que le jugaba su
cabeza para poder soportar el dolor. Tras una vida entera sin esperanzas, era
más fácil vivir un día a día lleno de torturas si no se conocía la felicidad,
si no se tenía sueños que sabía que nunca se cumplirían.
Pero era real. Él
estaba allí para ayudarle, para darle cualquier cosa que necesitara, y para
salvar a su gente, costara lo que costara.
Lo miró fieramente
a los ojos para que viera que era cierto.
—Estoy aquí,
Night, y estoy contigo.
Sus facciones se
suavizaron por una pequeña sonrisa.
—Empiezo a
creerlo… Puede que por eso me sienta tan…
—Abrumado —adivinó
Vane.
Night asintió.
—Sí. Saber que de
verdad soy libre me hace sentir… tantas cosas y… de un modo tan intenso…
—Lo entiendo —lo
animó él, frotándole el pecho—. Tómate tu tiempo.
El otro hombre
sonrió y pasó su mano por su cintura, ascendiendo por su pecho mientras
delineaba sus tatuajes hasta llegar a su rostro. Aspiró aire entrecortadamente,
le encantaba sentir esa mano tan grande y masculina sobre su piel, aunque su
corazón se aceleró un poco más cuando su pulgar le tocó los labios.
Night asintió y
después le lanzó una mirada intensa.
—Sigo deseándote.
Vane se
estremeció.
—Yo también.
El otro hombre
contempló su boca y se inclinó. Se sorprendió un poco cuando lo besó
suavemente, uniendo sus labios en un tierno y tímido beso, pero también
curioso. Él se lo devolvió sin pensar, despacio, no quería que volviera a
ocurrir lo mismo de anoche, que sus emociones se agolparan y le ahogaran. Por
eso dejó que dominara el beso, que explorara a placer mientras que él se
limitaba a devolverle los besos, con calma, sin ir más lejos.
Cuando se
separaron, Night frotó su nariz contra la suya, sonriendo.
—Creo que me gusta
besarte.
Vane sonrió.
—A mí también.
—Me siento muy
torpe —admitió.
—Es normal, es tu
primera vez. No te preocupes, yo te enseñaré —le dijo, un poco travieso.
El otro hombre
gruñó sonoramente, haciendo vibrar su pecho, y lo besó de nuevo, esta vez con
más confianza, antes de que ambos se levantaran y bajaran a desayunar. Como
Vane ya sospechaba, Max ya estaba en la cocina preparando el desayuno rodeado
por los perros, aunque, cuando los vio entrar, dejó lo que estaba haciendo y
fue hacia ellos con una sonrisa expectante. Frunció el ceño al darse cuenta de
que su hermano ya sabía lo de la atracción que sentía por Night.
—Buenos días,
chicos, ¿cómo ha ido? —preguntó con retintín, alzando las cejas.
Night esbozó una
gran sonrisa y pasó un brazo alrededor de la cintura de Vane.
—He dormido con
Vane —anunció.
Este se puso rojo
como un tomate, mientras que Max hacía un rápido gesto de victoria levantando
un puño.
—¡Sí!
Vane le tocó el
brazo a su ahora amante.
—Night, cuando te
pregunten eso, no des esa clase de detalles. Nuestra vida íntima es personal,
nadie tiene por qué saber lo que hacemos o lo que no.
La cara de
arrepentimiento que puso Night hizo que se sintiera un poco mal.
—Lo siento. No
quería hacerte sentir vergüenza.
—No es eso, Night,
no lo sabías y no pasa nada. Además, Max es mi hermano, me ha visto haciendo
cosas peores, pero no tienes que contarles nada a los extraños, no es asunto
suyo.
El hombre asintió
con gravedad.
—Entiendo.
—Bueno, sea como
sea —intervino Max con una alegre sonrisa y palmeando el brazo de Night—, me
alegro mucho por vosotros. Por los dos.
Vane le miró
estrechando los ojos.
—Un segundo,
¿desde cuándo sabes que le gusto a Night?
—Desde el
principio —respondió este—. Le pedí ayuda porque no sabía qué hacer. ¿Hice mal?
—¡Pues claro que
no! —masculló Max antes de dedicarle una maliciosa sonrisa a su hermano—.
Estamos aquí para ayudarte en todo lo que necesites, ¿verdad que sí, hermanito?
Vane soltó un
gruñido.
—Eres un capullo.
Night los miró a
ambos, completamente perdido.
—¿Qué está
pasando?
—Pullas de
hermanos, Night, no te preocupes, no tiene que ver contigo —lo tranquilizó Max.
Este miró
interrogante a Vane, quien asintió para que no se sintiera culpable, al fin y
al cabo, él era nuevo en ese tipo de relaciones, no tenía nada que ver con el
idiota de su hermano le estuviera usando para burlarse de él. No es que eso le
molestara exactamente, eran cosas de familia después de todo, pero sospechaba
que, sin mala intención, Max había aprovechado la atracción de Night para que
él pudiera pasar página en lo referente a Jeremy.
No era justo, ni
para Night ni para él. Vane no necesitaba echar un polvo con nadie para superar
a Jeremy, ni ningún tipo de nueva relación, y lo último que le hacía falta a
Night era que alguien lo utilizara, fuera para lo que fuera.
Tendría que hablar
con los dos para dejar las cosas muy claras, sobre todo por Night. No quería
que después de tanto esfuerzo, se sintiera traicionado.
—Oye, ¿dónde está
Ethan? —preguntó mientras tomaba asiento en la mesa. Night, por supuesto, se
puso a su lado, muy cerca de él. Eso le hizo sonreír y colocó su mano sobre su
brazo, lo cual le hizo gruñir en voz muy baja, pero Vane le oyó.
—Ha ido a por el
correo —respondió Max que, aunque vio el gesto, no dijo nada y se limitó a
seguir haciendo el desayuno.
El doctor apareció
justo después, llevando un montón de cartas en la mano. Al entrar en la cocina
y ver lo juntos que estaban Night y Vane, esbozó una alegre sonrisa, pero no
comentó nada, lo cual hizo que el Hagel sospechara que su médico también había
estado al tanto de la atracción de su invitado por él.
Así que era el
único que no se había percatado… Mmm… Tal vez estaba perdiendo facultades de
observación.
Sin darle mucha
más importancia, se limitó a desayunar con los demás mientras revisaban el
correo. Max solo tenía varias cartas del seguro de sus múltiples vehículos, por
lo que, tras una mirada rápida comprobando que lo llevaba todo al día, las dejó
a un lado y se puso a hablar con Night mientras que Vane revisaba un par de
cosas del trabajo y Ethan una carta que le habían mandado del laboratorio.
Fue Night el
primero en percibir que algo no iba bien. El olor del miedo del doctor lo puso
en alerta de inmediato y lo miró, buscando instintivamente la amenaza.
—¿Qué ocurre?
Los hermanos Hagel
lo observaron, dándose cuenta de que Ethan había perdido todo el color de la
cara.
Al ver que no
contestaba, Max puso una mano sobre su hombro.
—Eh, colega, ¿va
todo bien?
—… No —respondió
este, frunciendo el ceño y negando con la cabeza—. No, esto no está bien.
—¿Qué pasa?
—preguntó Vane.
Ethan necesitó un
momento antes de poder explicarles lo que acababa de ver en su carta.
—¿Recordáis que,
cuando encontramos a Night, recogí un par de muestras de ADN para saber si
podíamos identificarlo?
Night se inclinó
un poco al saber que hablaban de él. Ahora comprendía mejor lo del ADN, y tenía
la esperanza de que, tal vez, supieran algo sobre el lugar del que venía.
—Sí —afirmó Vane
con el corazón acelerado—. ¿Por qué? ¿Sabemos quién es?
El doctor dejó las
hojas sobre la mesa.
—No, sus muestras
no coinciden con nadie… porque su ADN no está bien.
Los Hagel por poco
saltan de sus sillas, asustando un poco a Night.
—¿Qué quieres
decir con eso? —interrogó Vane.
—¿Es… por alguna
enfermedad genética?
—No… —respondió
Ethan, observando los dibujos de las hojas—. No, esto no es ninguna enfermedad,
jamás había visto algo así, es como si…
—¿Como si qué?
—exclamó Max cuando el doctor se quedó callado.
Ethan los miró
alterado.
—Como si su ADN no
fuera humano.
Después de eso, se
extendió un tenso silencio entre los cuatro: Ethan estaba conmocionado y muy
preocupado, no sabía lo que era eso y no creía que el laboratorio hubiese
fallado en las pruebas, pues en la carta explicitaban que la habían hecho
varias veces, mientras que él no podía haber contaminado todas las muestras,
era imposible; Max estaba totalmente perdido, no sabía cómo interpretar el ADN,
igual que Night, que había sentido un escalofrío recorriendo su espalda, como
si acabaran de confirmar algo que ya sabía, que, después de todo, no era
humano… sin embargo, eso también lo asustaba, porque si no era humano, ¿qué
era?, por último, el cerebro de Vane estaba uniendo piezas a toda velocidad, a
pesar de que no creía que fuera posible… Night había diferenciado siempre entre
los humanos y su gente, los técnicos y los médicos los habían tratado como a
bestias…
Mientras su mente
estaba centrada en todo lo que los diferenciaba a ellos de Night, sus sentidos
agudos, sus rasgos físicos como los colmillos o la nariz, sus mejores reflejos,
cuando el sonido del ordenador lo sobresaltó. Instintivamente, miró la
notificación de correo electrónico… y se quedó blanco.
No me jodas.
—Chicos, tenemos
otro problema.
Los otros tres
levantaron la vista hacia él.
—¿Qué pasa?
—preguntó Night, alarmado, poniendo una mano sobre su brazo.
Max, por otro
lado, esta vez sí saltó de su silla y se colocó a su lado, mientras que Ethan
también se levantaba para ir hacia él.
Vane cambió la
pantalla de su ordenador a la de su correo y señaló el mensaje que acababa de
llegar. No reconocía la dirección, pero era el título el que le había puesto
los pelos de punta.
Ponía 354.
El número de Night.
Este se tensó al
verlo e hizo una mueca de desagrado, mientras que Max y Ethan palidecieron.
—¿Qué es esto,
hermano? —le preguntó el primero.
Vane inspiró
hondo.
—Ahora lo veremos
—dicho esto, entró en el correo. No había nada escrito, solo un vídeo adjunto.
Antes de abrirlo, ejecutó un programa de protección y un rastreo de virus por
si era algún tipo de trampa, pero no encontró nada sospechoso, de modo que
abrió el archivo.
No esperaba para
nada ver a un anciano sentado en una silla, con la frente llena de sudor y ojos
inquietos y preocupados, se le veía muy cansado. Este tragó saliva y miró hacia
la cámara del ordenador. Se lamió los labios antes de hablar.
—Hola, señor
Hagel. Supongo que si todo ha salido bien, se habrá llevado un buen susto al ver
este mensaje… pero no tiene nada que temer, yo no soy como ellos, aunque lo que
estoy a punto de decir pueda darle esa impresión. —Hizo una pausa para coger
aire. Sus ojos se veían demacrados en ese momento—. Soy el doctor Adam Therian,
ingeniero genetista… y el creador de 354.
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