Capítulo 8. El primer beso no siempre es el más especial
Naruto salió silenciosamente de la habitación de Sasuke, procurando no
hacer mucho ruido. Su prometido se había dormido después de pasar un rato ahí
tumbados y abrazados, había sido… agradable. Muy agradable. Eso le sorprendía
un poco, ya que nunca había tenido un contacto tan íntimo con un varón, pero
puesto que iba a casarse con él, supuso que era bueno que se sintiera tan
cómodo con él en ese aspecto.
Tener ese momento de tranquilidad le ayudó a reunir las fuerzas suficientes
para lo que tenía que hacer a continuación. Apretó los puños solo de pensar en
lo que Gaara había hecho y se dirigió hacia el cuarto que tenía asignado, el
mismo que utilizó cuando estuvo viviendo con él hasta dos años atrás. Una vez
llegó allí, vio a Lee custodiando la puerta, procurando que el pelirrojo no
fuera a ninguna parte, tal y como le había ordenado. Cuando lo vio llegar, el
joven capitán fue hacia él con el rostro preocupado.
—¿Cómo se encuentra su alteza?
—Es un hueso duro de roer, se pondrá bien —dicho esto, apretó los labios—,
pero no sé en qué demonios estaba pensando Gaara. Ese golpe en la oreja podría
haberle dejado secuelas graves.
—Gaara lo atacó por la espalda.
Esas palabras hicieron que Naruto se sobresaltara y que sus ojos azules
ardieran de rabia.
—¿Qué?
—Sasuke le venció limpiamente, pero él no admitió su derrota.
El creador notó que su lado salvaje le arañaba por dentro, pidiendo salir,
pero cerró los ojos e inspiró profundamente un par de veces para poder
calmarse. No podía permitir que esa parte de sí mismo fuera descubierta, al
menos no delante de Gaara. Sabía que Lee jamás le traicionaría,
independientemente de lo que fuera, pero su amigo podría estar resentido por lo
ocurrido con Sasuke… y por lo que estaba a punto de decirle.
En cuanto estuvo más calmado, dejó escapar el aire despacio y miró a Lee.
—Tengo que hablar con él.
Su amigo asintió y abrió la puerta, dejándolo pasar. Cuando entró, no vio a
nadie al principio, al menos hasta que se abrió una puerta contigua que
conducía a un baño privado y Gaara salió de ahí únicamente vestido con una
toalla envuelta alrededor de su cintura. Al verlo allí junto a Lee, sonrió
aliviado. Se le veía mucho más tranquilo.
—Naruto…
—Alto —ordenó el soldado, interponiéndose entre Naruto y él—. Vístete.
Gaara le miró confundido.
—¿Qué?
—No puedes dirigirte al príncipe sin estar presentable.
—Eso es una gilipollez, Naruto me ha visto desnudo un montón de veces.
—Pero ahora estoy prometido —intervino el susodicho, clavando los ojos en
la espalda de Lee para evitar mirar a Gaara—, no estaría bien visto. Haz lo que
te dice.
El pelirrojo soltó un bufido, pero obedeció con rapidez y Lee se apartó
cuando estuvo vestido. Al echarle un vistazo, Naruto tuvo que contener una
mueca; se había puesto unos pantalones holgados y una camiseta de tirantes que
no dejaba nada a la imaginación, de hecho, como aún estaba húmedo, la tela se
pegaba de forma provocativa a su musculoso torso. Era como si lo hubiera hecho
a propósito para exhibir su masculinidad, como lo harían algunos tipos de aves
al mostrar su colorido plumaje. Pero, aunque sin duda alguna estaba muy sexy,
no provocó ninguna clase de deseo en el rubio, como siempre. Jamás había visto
a Gaara de esa forma, de hecho, nunca había sentido nada parecido por ningún
varón.
El pelirrojo miró a Lee con cara de pocos amigos.
—Ya estoy presentable, ahora déjanos a solas.
El soldado le lanzó una mirada interrogativa a Naruto, quien movió la
cabeza a un lado y a otro.
—Él se queda.
Gaara estrechó los ojos.
—Lo que quiero decirte es privado.
—No puedo quedarme a solas en la habitación de un hombre que ha retado a un
duelo a mi prometido, la gente pensaría que estoy cometiendo una infidelidad.
Lo último que necesito ahora que vienen reyes extranjeros es ofender a los
Uchiha, sobre todo después de lo que has hecho.
El príncipe del Desierto apretó los labios.
—Lo he hecho por ti.
Naruto convirtió sus manos en puños.
—Yo no te he pedido que hagas nada.
—No hacía falta, sé muy bien quién es Sasuke Uchiha. Naruto, no te dejes
engañar por su físico, es un salvaje que no lo pensará dos veces en ponerte los
cuernos, mancillará tu honor y el de tu familia.
Ese comentario hizo que el rubio respirara hondo, tratando de no darle un
puñetazo.
—¿Te crees que soy tan imbécil como para dejar que me manipule un hombre
con una cara bonita?
Al darse cuenta de lo que había dicho, Gaara bajó la cabeza.
—Te has ido con él antes que conmigo.
—Porque él estaba herido y tú te has portado como un idiota.
—¡Intentaba ayudarte!
—¡¿Creando un escándalo?! —estalló Naruto, yendo hacia él con pasos
furiosos—. ¡Tengo a los consejeros y a la mitad de la nobleza encima de mí
esperando a que cometa un error!, ¡y tú vas y desafías a Sasuke en mitad del
castillo por mi mano! ¿Tienes la menor idea del lío en el que me has metido?
¿Cuánto crees que tardarán en acusarme de estar causando un conflicto entre dos
príncipes?
Gaara palideció al darse cuenta de lo que acababa de hacer. Había estado
tan furioso ante la expectativa de perder al amor de su vida que no se había parado
a pensar en las consecuencias de sus actos. Él siempre había sido consciente
del trato que le daba el Consejo a Naruto y lo difícil que había sido para él
salir adelante a pesar de todo, conocía todas las cosas a las que su abuela
había tenido que renunciar para evitar que la relevaran de su cargo y que al
joven creador lo vendieran al rey pervertido que les hiciera la mejor oferta
por su trasero.
Se acercó al rubio con la mano alzada para cogerlo de la mano.
—Lo siento mucho, Naruto, no era esa mi intención.
Pero este se apartó de él, negándose a tocarlo.
—Si de verdad lo sientes, le explicarás a mi abuela y a los príncipes del
Hielo que yo no te pedí que te batieras en duelo por mí y que lamentas tu
comportamiento.
—Por supuesto.
—Y no te acercarás más a mí y a Sasuke.
—¿Qué? —Para Gaara, eso era imposible—. ¿Por qué?
Los ojos de Naruto parecían dolidos cuando le miró.
—Es hora de que superes tus sentimientos por mí, Gaara. Voy a casarme con
Sasuke y tienes que aceptarlo. Si no puedes seguir siendo mi amigo, lo
entiendo.
Esas palabras hicieron que el pelirrojo tensara la mandíbula.
—Aún puedes casarte conmigo, Naruto, soy mejor que él y te quiero, puedo
hacerte feliz.
—No, no puedo casarme contigo, y menos aún después de lo que has hecho. Tú
estás convencido de que puedes lograr que te ame, y esa esperanza no debe ser
la base de un matrimonio. Acabarás resintiéndote conmigo y me odiarás, acabarás
haciéndome daño.
—Yo nunca haría algo así —replicó Gaara, ofendido porque su rubio creyera
que él sería capaz de herirle de cualquier forma.
Naruto le lanzó una mirada asesina.
—¿Ah, no? ¿Qué ha pasado en el duelo con Sasuke? Él te había vencido de
forma limpia, pero aun así la rabia te ha podido y le has atacado a traición.
¿Tienes idea de lo que podrías haberle hecho?, ¡podrías haberle dejado sordo de
un oído!
—¡Él no me importa! —gritó Gaara, cogiendo a Naruto por los hombros—. No es
más que un bárbaro que preferiría estar a quilómetros de aquí, bebiendo,
follando y peleando antes que cuidar de ti. ¿Y si te abandona dentro de unos
años y huye al mar? Ya lo ha hecho antes, no es más que un egoísta que solo se
preocupa de sí mismo.
El rubio empujó a Gaara para que lo soltara y le fulminó con sus ojos
azules, en cuyo fondo empezó a brillar una leve luz rojiza.
—¡Sasuke es honorable! ¡Se preocupa por aprender de mi reino y por mi
pueblo, y me cuida y me protege más de lo que lo estás haciendo tú ahora!
¡Tampoco se ha colado en mi habitación por la noche para intentar meterme mano!
Gaara enrojeció al recordar eso y agachó la mirada.
—Fue hace dos años. Era joven y estúpido.
—Sí, y estabas salido —replicó Naruto, furioso.
—Estoy enamorado de ti, es normal que me sienta atraído.
—¿Y tenías que meterte en mi cama y acariciarme mientras estaba dormido?
Lee se puso rojo ante aquella declaración y le lanzó una mirada asesina a
Gaara.
—¿Cómo pudiste faltarle al respeto de esa forma? Se supone que eres su
amigo.
—Solo… Solo quería…
—Lo mismo que todos los hombres —terminó diciendo Naruto, mirándole entre enfadado
y decepcionado—. Dices que tú me cuidarías mejor que él, pero al final lo único
que te importa son tus propios sentimientos. Te da igual que a mí me dé miedo
una relación física, o que me sienta inseguro sobre mi propio sexo, como todos
los demás, cuando me ves empiezas a pensar con la polla —escupió, profundamente
dolido porque era algo que le molestaba mucho, pero especialmente porque se
trataba de su amigo—. Sasuke es el único que ha sido comprensivo conmigo y que
me ha dejado mi espacio. Es el único al que realmente le importa cómo me siento
—dicho esto, se dio la vuelta y salió de allí dando un portazo.
Fue a buen paso por el largo pasillo, escuchando de fondo la fuerte
discusión que se desencadenó entre Gaara y Lee, aunque la ignoró por completo
al saber que el primero no iría tras él.
Estaba tan enfadado y dolido que los ojos se le anegaron de lágrimas. ¿Por
qué todos los varones tenían que verlo de esa forma?, como si solo fuera un
bonito trasero al que joder cuando les picaba el pene, no les importaba si él
estaba interesado o no, aunque claro, entre los nobles de aquel reino todavía
había resquicios de machismo, sabía que no podía esperar gran cosa de ellos.
Pero Gaara era su amigo. En realidad, había sido lo más cercano que había
tenido a un hermano. Y por eso le dolía mucho más su trato. Tampoco es como si
él le hubiera confesado alguna vez sus inseguridades o miedos, la verdad era
que nunca se había sentido cómodo compartiendo eso con sus amigos, fueran
hombres o mujeres, ya que, al fin y al cabo, no podrían entenderlo porque ellos
no eran una extraña mezcla de ambos sexos. Sin embargo, Gaara tendría que
haberse dado cuenta de que nunca había manifestado el menor interés en los
varones o en el sexo en general y que, al ser virgen, no podía simplemente
meterse en su cama sin más, era normal que se hubiera sentido amenazado y
asustado.
Y ahora, dos años después de aquello, aparecía para reclamarlo, como si
tuviera algún derecho sobre él cuando le había rechazado de una forma bastante
contundente. Podría haber entendido que estuviera preocupado porque fuera a
casarse con Sasuke Uchiha, él mismo había pensado mal de él al principio, pero
esa no era razón suficiente para ir sin más a retarle a un duelo y después
golpearlo por la espalda, como un niño que se enfurece cuando otro le quita el
juguete y se niega a devolvérselo.
Él no era un puto juguete, ni tampoco la propiedad de nadie, era una
persona y tenía sentimientos y su propia opinión. ¿No había podido preguntarle
primero cómo estaba y si necesitaba ayuda?
Ofuscado por las emociones, salió al primer balcón solitario que encontró y
se apoyó sobre la dura piedra, negándose a llorar por eso. Era duro para él
teniendo en cuenta que siempre le había tenido mucho aprecio a Gaara, pero
tenía que poner distancia entre ellos o ambos acabarían sufriendo. Su amigo no
era una mala persona, pero el amor que sentía por él no era el correcto, no
quería que se convirtiera en alguien rencoroso y traicionero por su culpa… y él
tampoco quería ser tratado como un objeto. Era consciente de que Gaara no lo
veía de esa forma, pero parecía incapaz de evitar comportarse como si lo fuera,
ya se había tomado demasiadas libertades con él, empezando por esa noche en que
lo tocó sin permiso y luego desafiando a Sasuke.
Estaba cansado de eso. ¿Era mucho pedir tener a alguien que lo
comprendiera?, que solo… estuviera con él sin más, sin necesidad de intentar
metérsela cuando se descuidaba.
Entonces, le vino a la mente cómo Sasuke le había besado en la frente y
abrazado antes de quedarse dormido. Sonrió un poco, sintiendo el corazón más
ligero. Jamás se le habría pasado por la cabeza que el príncipe pirata Sasuke
Uchiha acabaría siendo precisamente la persona que más le entendía.
—¿Estás bien?
Pegó un salto al escuchar una voz a sus espaldas. Al girarse, se encontró
con el primo de Sasuke, Sai Uchiha. Le miraba con la cabeza ladeada y el ceño
ligeramente fruncido.
Él asintió.
—Sí, no es nada.
Los rasgos de Sai se suavizaron un poco y se acercó un poco más a él.
—He oído lo del duelo entre mi primo y ese príncipe del Desierto. ¿Estabas
ahí? ¿Saliste herido? —dicho esto, sus ojos lo examinaron entero.
—No, Lee vino corriendo a avisarme, le ordené que detuviera de inmediato el
combate.
El hombre continuó observándolo atentamente.
—Pareces disgustado.
—Lo estoy.
Sai le dedicó una sonrisa amable.
—Si es por Sasuke, he oído que salió herido. No te preocupes, mi primo es
duro y se ha visto en situaciones peores, en una hora estará jodiendo otra vez.
Naruto no pudo evitar sonreír un poco.
—Eso es verdad.
—Ah… Eso es una sonrisa —comentó con un brillo risueño en los ojos—. Eso
está mejor, eres hermoso cuando sonríes.
Ahí el creador empezó a sentirse algo incómodo, sobre todo porque no se
había dado cuenta de lo cerca que estaba el otro hombre de él.
—Eh… Gracias, supongo —dijo, intentando hacerse a un lado para mantener las
distancias, pero Sai reaccionó rápidamente y lo arrinconó contra la barandilla
de piedra blanca apoyando los brazos a ambos lados del creador, de forma que su
cuerpo quedó inclinado hacia él y su rostro a escasos centímetros del suyo.
—Eres realmente hermoso, Naru, y desafiante. Me gustas mucho.
Naruto se pegó a la barandilla tanto como pudo, aunque no le sirvió de
nada, ya que la puñetera nariz de Sai estaba a punto de tocar la suya. Sin
cortarse un pelo, le dijo:
—Pues tú a mí no.
En vez de enfadarse, el varón soltó una risilla.
—Lo sé, no eres fácil de conquistar y eso me encanta. Pero te haré cambiar
de opinión.
—Lo dudo mucho —replicó el rubio, deseando que lo dejara en paz.
Esta vez, la sonrisa de Sai fue traviesa.
—Eso es porque aún no conoces el fuego de la pasión.
De repente, Naruto se vio envuelto en sus brazos y con su boca sobre la
suya, besándolo con un hambre voraz, mordisqueándole los labios y penetrándole
con la lengua.
Una oleada de calor sacudió su cuerpo, pero Sai no tardaría mucho en
descubrir que el fuego que lo consumía no era exactamente lo que había querido
provocar en él.
El bullicio molestaba a Sasuke. Podía oírlo desde su habitación.
Poco dispuesto a despertarse todavía, movió un brazo, buscando
inconscientemente una cosita caliente que no hacía mucho había estado
acurrucada contra él. Sin embargo, encontró un vacío y sábanas frías. Se
despertó de golpe, moviendo la cabeza a un lado y a otro, esperando encontrar a
Naruto en alguna parte. Al no hacerlo, se sentó de un salto, lo cual provocó
que su cabeza diera vueltas.
Dolorido, se llevó una mano a la sien, dándose cuenta de que el creador le
había puesto un vendaje que cubría su frente y que hacía presión contra la gasa
húmeda que tenía sobre la zona donde se había hecho la contusión. Se le escapó
una pequeña sonrisa al adivinar que había sido su prometido quien se había
encargado de él. Aun así, no le duró mucho, ya que recordó a Gaara y se
preguntó si Naruto habría ido a hablar con él.
Un poco inquieto por si estaría bien, ya que ese imbécil no estaría nada
contento por su matrimonio y porque el rubio no había querido ir a verlo
inmediatamente, se levantó con cuidado, encontrando en su mesita una infusión
caliente. Volvió a sonreír, intuyendo que servía para aliviar el dolor de
cabeza. A su prometido no se le escapaba nada.
Se la bebió de un trago, a pesar del amargo sabor, luego se lavó un poco
con rapidez y se cambió de ropa; sabía que debería tomarse un largo baño,
puesto que el entrenamiento con Lee y el combate con el pelirrojo lo habían
dejado empapado de sudor, pero no quería estar lejos de Naruto por si le
necesitaba. Ese capullo del Desierto estaba muy cabreado y, por muy amigo que fuera
de su futuro esposo, como se atreviera a alzarle la voz o a dedicarle una mala
mirada, lo empotraría contra la pared y le daría de puñetazos hasta que se
disculpara.
Al salir de la habitación, vio algo que lo dejó totalmente fuera de lugar.
Su primo Sai tenía toda la cara ensangrentada y cojeaba mientras varias
sirvientas lo ayudaban a ir a su habitación. Alarmado, fue hacia él.
—¿Qué demonios ha pasado? —preguntó, observando de cerca a su primo.
No estaba tan mal como parecía, le habían roto la nariz y por eso tenía
tanta sangre en la cara, pero no era nada que no fuera a curarse. Lo que no
entendía era por qué cojeaba, tal vez le habían dado un golpe muy fuerte.
Como Sai parecía estar algo aturdido todavía, una de las sirvientas le
respondió:
—Estábamos limpiando cuando escuchamos gritando a su esposo. Fuimos a ver
qué ocurría, pero él se fue corriendo. Encontramos a su alteza en el suelo así.
La sirvienta se alejó mientras Sasuke trataba de entender qué demonios
había pasado. Le costó un poco, pero finalmente unió todas las piezas y cerró
los ojos con pesadez, intuyendo la estupidez que había cometido el idiota de su
primo.
—Oh, joder… —maldijo antes de ir corriendo a la habitación de Naruto.
Llamó un par de veces sin obtener respuesta y, tras unos segundos de duda,
forzó la cerradura para asegurarse de que estaba bien, tenía miedo de que se
hubiera refugiado en su cuarto porque había vuelto a adoptar su otra forma y no
quería que nadie se enterara, podría asustarse e ir contando a todo el mundo lo
que el creador era capaz de hacer. Al oír un chasquido, abrió rápidamente la
puerta, encontrando la estancia vacía… pero había una cuerda atada a uno de los
postes de la cama.
Se había escabullido de palacio.
Solo había dos sitios a los que iría, por lo que cerró rápidamente el
dormitorio y se fue corriendo escaleras abajo hacia las cuadras, donde ensilló
su caballo y lo espoleó para salir a galope del castillo con la esperanza de
poder encontrarlo por el camino. Fue directo al Bosque Sagrado, pero no vio los
caballos de Kakashi y Obito por allí y, tras echar un vistazo rápido al claro
con el lago donde solían ir siempre, dedujo que tal vez no estaba allí, de modo
que fue hacia las tierras boscosas de los Inuzuka, pero en dirección a la
costa.
No vio a los guardianes de su prometido, pero sí a Kiba, que estaba sentado
sobre una gran roca, al parecer, esperándole. Al verlo, dejó escapar un
suspiro.
—Está muy enfadado. No quiere a nadie cerca.
—¿Sabes lo que ha pasado? —preguntó Sasuke mientras bajaba del caballo y se
acercaba a él.
—A juzgar por su comentario acerca de que deberían castrar a todos los
hombres del mundo y que somos unos pervertidos enfermos, diría que alguien ha
intentado pasarse de listo con él. Por la seguridad de mi virilidad, he decidido
mantenerme alejado —respondió mientras bajaba de la roca y le cogía a Sasuke
las riendas de su caballo—, pero tú no serás tan inteligente, ¿verdad?
El Uchiha negó con la cabeza.
—Necesita estar con alguien.
—Tú sí que tienes pelotas —dicho esto, le palmeó el hombro—. Os esperaré
aquí.
Sasuke asintió y bajó a la playa. Esta tenía varias piedras oscuras y
grandes que sobresalían entre la arena, así como algún que otro arbusto que
ahora estaba en flor, pero aparte de eso, era bastante lisa y estaba desierta,
por lo que no le costó encontrar a Naruto cerca de la orilla, sentado y
abrazándose las rodillas, con la cabeza metida entre estas.
Se acercó despacio, preguntándose si le rechazaría o permitiría que se
quedara. Cuando estuvo a su lado, se fijó en su mano derecha con el ceño
fruncido y suspiró.
—Estás herido —comentó.
Oyó que Naruto bufaba.
—Porque tu primo es un completo imbécil.
—Es verdad —coincidió sin pensárselo dos veces mientras se agachaba delante
de él—. Déjame ver.
El creador finalmente se apartó, dejando a la vista su rostro. Sasuke no se
asustó cuando percibió los cambios en sus facciones, esta vez más afiladas, con
las marcas de las mejillas acentuadas, el cabello erizado y, sobre todo, sus
irises de un fuerte color rojo sangre que rodeaban unas pupilas rasgadas, de
mirada salvaje y animal, aunque, en el fondo, vio a su prometido ahí dentro.
Sin mencionar nada al respecto, cogió su mano herida con delicadeza y la
examinó; tal y como sospechaba, tenía los nudillos reventados, se notaba que le
había dado un buen puñetazo a su primo. Eso le hizo sonreír.
—Buen golpe —lo felicitó, un tanto orgulloso de él por haberle roto la
nariz.
Los labios de Naruto temblaron, amenazando con sonreír. Su cuerpo también
se relajó un poco, de hecho, los mechones de su rubio cabello empezaron a caer
y sus ojos parecieron aclararse un poco.
—¿No estás enfadado porque le haya pegado?
—No, sea lo que sea lo que te haya hecho, seguro que se lo merecía —dicho
esto, fue un momento a la orilla, donde arrancó un trozo de su camisa y lo mojó
en agua salada antes de regresar con él—. Esto te escocerá un poco.
Naruto apenas hizo una mueca de dolor cuando Sasuke le lavó la herida con
cuidado, procurando hacerle el menor daño posible. Una vez más, apreció que su prometido
no fuera un quejica y se encogiera por un simple arañazo.
—¿Puedo preguntar qué ha pasado? No tienes que contármelo si no te apetece
—añadió, tratando de ser suave.
Su prometido se tomó su tiempo para responder a la vez que Sasuke le secaba
la mano y luego se arrancaba otro pedazo de camisa, en esta ocasión más largo,
para vendarle los nudillos. Una vez terminó, dejó su mano entre las suyas y le
acarició el dorso con los dedos en un gesto que pretendía reconfortarlo. Puesto
que Naruto no se apartó, él tampoco retiró sus caricias.
—He ido a hablar con Gaara —dijo finalmente.
Sasuke asintió.
—¿La cosa no fue bien?
El rubio resopló, todavía molesto.
—Es mi amigo, y le quiero a mi manera… pero desde que está enamorado de mí
parece que es su pene el que habla por él.
El Uchiha frunció el ceño, sin estar muy seguro de qué quería decir eso y,
sobre todo, sin gustarle lo más mínimo lo que implicaba.
—¿Se ha sobrepasado contigo? ¿Ha intentado tocarte? —prácticamente gruñó.
Como ese capullo pelirrojo le hubiera puesto la mano encima…
Su ira se enfrió rápido cuando Naruto negó con la cabeza. Bueno, un poco,
al menos.
—No, pero está celoso de ti y no me escucha, me trata como si no fuera
capaz de tomar mis propias decisiones. Eso me molesta.
A Sasuke le habría producido una inmensa satisfacción saber que estaba
jodiendo al pelirrojo de no ser por la expresión dolida de Naruto. Decidido a
animarlo un poco, alzó las cejas y comentó:
—¿En serio? Pues si son los consejeros los que deben tomar las decisiones, nos
veo muy jodidos, y a mí solo me gusta que me jodan de una manera.
Naruto no pudo contener una carcajada. Las marcas de sus mejillas volvieron
a la normalidad y sus pupilas se habían vuelto redondas, además de que los
irises de sus ojos ahora tenían tintes naranjas mezclados con pinceladas de
azul eléctrico. A Sasuke le parecieron hermosos y fascinantes.
—Así que… está poseído por su propia polla, ¿no?
El rubio rio otra vez, haciéndole sonreír. Eso estaba mejor, su prometido
era hermoso cuando reía, era como si fuera su estado natural.
—Sí, eso creo.
—Se le pasará con el tiempo, como a todos.
Naruto le miró con el ceño fruncido, pero sonriendo.
—¿Estás admitiendo que tú también piensas con la polla?
Sasuke se encogió de hombros.
—Todos los hombres lo hacemos al principio, pero después de haber estado
con quién sabe cuántas mujeres, acabas por controlarlo.
—Lo dices como si hablaras de manejar un cuchillo.
—Bueno, algunas son tan largas como uno.
Naruto lo miró con picardía. Sus ojos ya eran tan claros como el cielo azul
que los cubría.
—¿Como la tuya?
Sasuke fingió estar ofendido.
—Eh, eh, tú mismo dijiste que la tenía como el mástil de un barco.
El rubio estalló en carcajadas y él no pudo evitar reír un poco también. Se
sentó a su lado y pasó un brazo por su cintura, pegándolo a él para abrazarlo
cariñosamente mientras seguían riéndose por la estúpida conversación. Cuando
pararon, Naruto no se alejó de él, sino que permitió que siguiera envolviéndolo
con los brazos y que apoyara el mentón en su cabeza.
Ninguno de los dos dijo nada en un rato, solo permanecieron juntos
escuchando el rumor de las olas que rozaban la orilla y dejando que una suave
brisa les alborotara el cabello. Al final, fue Naruto quien rompió el silencio.
—Hay algo que no te he dicho sobre Gaara —admitió.
Sasuke no se sintió mal por ello, comprendía que, a pesar de que se habían
hecho amigos, aún había cosas que costaba contar.
—No tienes que decirme nada que no quieras, Naruto.
—… Gracias por entenderlo. Pero, aun así, quiero que lo sepas porque…
Bueno, por lo que le he hecho a Sai.
El Uchiha frunció un poco el ceño. Conociendo a su primo, estaba seguro de
que el muy bruto le habría soltado alguna marranada de mal gusto a su
prometido, así que no le molestaba que le hubiera golpeado. Además, Sai era un
idiota, no un blandengue, sobreviviría.
—Como quieras.
El rubio suspiró y se acurrucó un poco más en su pecho, como si buscara
consuelo. Él no tuvo problemas en estrecharlo con más fuerza y frotarle el
cuero cabelludo, haciéndole saber que no le molestaba y que estaba ahí para él,
esperando que eso le hiciera sentir más tranquilo.
—La última vez que vi a Gaara, no acabamos bien. Unos días antes de irse,
por la noche, se coló en mi habitación y se metió en mi cama.
Ahí Sasuke no pudo evitar que todos los músculos de su cuerpo se
contrajeran y que apretara la mandíbula con fuerza. A menos que Naruto se
hubiera expresado mal, quería decir que ese capullo había intentado…
—¿Te hizo daño? —No pudo evitar preguntarlo. La sola idea de que ese imbécil
hubiera podido herirlo de un modo tan horrible hacía que le hirviera la sangre.
Por suerte, Naruto movió la cabeza a un lado y a otro. De haber asentido,
nada le habría impedido cortarle la cabeza a ese desgraciado.
—No es eso, me… toqueteó un poco para que me despertara… y fue entonces
cuando me confesó que me amaba y que quería casarse conmigo.
Sasuke inspiró aire profundamente y trató de soltarlo despacio, en un vano
intento por calmarse. Él no era, ni de lejos, la persona más romántica del
mundo pero, joder, ¿a quién coño se le ocurre declararse mientras intenta meter
mano sin consentimiento? Hasta él sabía que eso no podía acabar bien.
—Gilipollas —se le escapó. Nada más decirlo, temió haber cometido un error
al insultar al amigo de su prometido, pero este bufó.
—Yo también le dije lo mismo. Estaba furioso con él por haber… No es que
fuera la primera vez que estábamos solos en mi habitación, pero él nunca había
intentado tocarme de ese modo. Sobre todo, me dolió que hubiera aprovechado que
estaba dormido para acariciarme y, encima, decirme que me quería mientras lo
hacía. Discutimos mucho y lo eché de mi habitación, le dije que no quería que
volviera a hablarme. Le ignoré durante el resto de días que se quedó aquí y,
cuando tuvo que regresar al Reino del Desierto, nuestra despedida fue muy fría.
No hablamos durante un tiempo, pero luego él se disculpó por carta y, como ya
no estaba tan enfadado y parecía sincero, lo perdoné. Hoy, cuando he hablado
con él, volvió a actuar como aquella vez, como si él supiera lo que era mejor
para mí y haciendo las cosas sin tan siquiera preguntarme qué es lo que quiero,
diciendo que él sería un mejor marido que tú cuando no se ha molestado en… —su
voz se extinguió y su cuerpo se estremeció un poco.
Sin embargo, no hacía falta que siguiera, Sasuke lo entendía.
—No se ha molestado en hablar contigo, en saber cómo estás y qué opinas de
todo esto.
Naruto levantó la vista hacia él.
—Exacto. Estaba muy cabreado cuando acabé con él, y para acabar de joderme
el día, aparece tu primo y me besa.
—¡¿QUE SAI HA HECHO QUÉ?! —bramó Sasuke, prácticamente saltando sobre la
arena. Una cosa era que el muy idiota le soltara algún chiste verde o una
guarrada, incluso que coqueteara en broma con Naruto, ya sabía que estaba
salido y que era mucho más mujeriego que él, le gustaba probarlo todo y cuanto
más diferente, mejor para él.
Pero otra era que hubiera besado a su futuro esposo. Apretó los labios y
los músculos de sus brazos se delinearon perfectamente sobre su piel,
estrechando posesivamente a Naruto contra él. No le cabía en la cabeza cómo Sai
había podido faltarle al respeto de esa forma, no solo a él, sino a su
prometido, que dentro de poco pasaría a formar parte de su familia. Además, era
consciente de las inseguridades del rubio respecto a las relaciones con
hombres, lo único que le faltaba era que el muy cabrón hubiera aprovechado su
estado de ánimo para meterle la lengua hasta la garganta.
Naruto, sorprendido por el estallido de furia de Sasuke, le frotó los
brazos de abajo arriba hasta acabar sobre sus hombros, que trató de masajear un
poco para relajarlo. Era inútil, los tenía tan tensos y duros que hasta le
preocupó que el clavarle los dedos pudiera hacerle daño.
—Sasuke, tranquilo…
Este le miró como si se hubiera vuelto loco.
—¿Cómo que tranquilo? Sé que Sai puede ser insufrible a veces, pero…
¡Joder, vas a ser mi esposo!, ¡no puede tratarte así!
Naruto cogió el rostro de Sasuke entre sus manos y lo acarició suavemente,
esperando que eso pudiera calmarlo un poco. Está bien que no había querido
decirle a su prometido que Sai coqueteaba con él por miedo a su reacción, pero
la verdad era que no esperaba que se enfadara tanto.
—Sasuke, yo también estaba enfadado, pero ya se ha llevado su merecido —le
sonrió con malicia—. Le di un rodillazo en las pelotas.
Al oír eso, el Uchiha levantó una ceja.
—¿Se lo diste muy fuerte?
—Teniendo en cuenta que estaba muy cabreado, diría que usé toda la fuerza
que tenía.
Sasuke pareció meditar un momento su respuesta con los ojos entrecerrados…
y luego, esbozó una amplia sonrisa cargada de maldad.
—Iba cojeando cuando lo vi. Buen chico.
Naruto sonrió también, pero no tardó en bajar la vista con los ojos
cargados de culpa.
—Tendría que haberte dicho que coqueteaba conmigo, lo siento.
—¿Por qué no lo hiciste? —preguntó Sasuke, más curioso que enfadado. El
rubio y él ya tenían cierta confianza, y sabía que si no le había comentado
nada, habría sido por un buen motivo.
—Tu primo no es el primero que me insinúa esas cosas, pensé que se cansaría
cuando le rechazara varias veces… y…
—¿Y…? —lo animó a continuar.
Naruto suspiró.
—No quería causar un conflicto dentro de tu familia. Después de todo, yo
soy el extraño que está a punto de entrar en ella.
Sasuke se quedó un poco sorprendido al entender el motivo, pero luego se le
escapó una tierna sonrisa. Incapaz de resistirse, le acarició una mejilla con
cariño y juntó su frente a la suya.
—Eres demasiado bueno, Naruto… tanto que a veces eres tonto.
El rubio hinchó los mofletes, molesto… pero a Sasuke solo le hacía gracia
esa cara.
—Eh, ¿acabas de llamarme idiota?
Sasuke soltó una risita y volvió a acariciarlo.
—Quiero decir que, si me hubieras dicho esto antes, yo habría hablado con
Sai y tú te habrías ahorrado todo esto. —Al ver que Naruto hacía una mueca, como
dándole la razón a regañadientes, volvió a reír y le revolvió el pelo—. La
próxima vez, avísame, ¿vale? No hace falta que sufras por nada.
—Está bien —aceptó el rubio antes de volver a apoyarse en el pecho de
Sasuke, quien solo sonrió, un poco triunfante, y le rodeó de nuevo con los
brazos para acariciarle la espalda, esperando que eso pudiera acabar de hacerle
sentir mejor. Pero, al poco rato, este le confesó—. ¿Sabes que este era mi
primer beso?
Sasuke frunció el ceño.
—Creía que Gaara…
—Lo intentó esa noche, pero no le dejé. —Hizo una pequeña pausa y, cuando
volvió a hablar, Sasuke percibió el dolor y la decepción en su tono—. Odio que
mis primeras experiencias tengan que ser de esa forma, por sorpresa y sin
preguntarme primero. No es que esperara que… la primera vez fuera con alguien a
quien yo amara, no soy tan idiota como para esperar algo así, pero… al menos…
con alguien a quien yo escogiera. Contigo.
Al oír eso, Sasuke se sobresaltó y lo miró con los ojos como platos.
—¿Conmigo?
Naruto se puso completamente rojo y apartó la vista, incómodo.
—No pienses tan mal, ¿de acuerdo? Es solo que… voy a casarme contigo. Se
suponía que estas cosas las haría contigo en algún momento y, al menos, tú no
has intentado meter partes de tu cuerpo en el mío. Respetas mi espacio y… es
algo que te agradezco mucho.
Sasuke lo abrazó con fuerza, enterrando una mano en su cabello. No solo
porque quería que su prometido se sintiera mejor, sino también porque sus
palabras habían significado mucho para él. Hacía algún tiempo que se había
sentido un tanto inseguro y decepcionado consigo mismo; por primera vez en su
vida, sentía que haberse marchado de su reino durante tres años en busca de
aventuras no había sido tan buena idea como llevaba creyendo todo ese tiempo,
tenía la sensación de que tendría que haber hecho las cosas de otra manera,
haber sido más responsable y comprensivo con su hermano… y con su padre.
Sabía que ese cambio se debía a Naruto, en haber visto a todo lo que había
hecho frente durante años, no siempre con éxito por culpa de los consejeros. Él
nunca habría dejado su país por muy tentado que estuviera, había acatado sus
responsabilidades a pesar de que habría sido más fácil rendirse ante el Consejo
y había luchado ferozmente contra él para mantener a su gente protegida.
Comprendía que no le hubiera querido al principio como esposo y,
acostumbrado como estaba a que la gran mayoría le deseara a su lado, ya fuera
como guerrero o amante, había sido un golpe duro para él saber que, si hubiera
podido, no habría sido ni mucho menos la primera, segunda, tercera o tan
siquiera quinta opción del rubio. Hubiera preferido a otro como esposo antes
que a él… incluso a Gaara.
Por eso, ahora que le decía que prefería que su primer beso, el primer roce
íntimo, la primera vez con un hombre fuera con él… le hizo sentirse orgulloso
de sí mismo, como si por fin estuviera yendo en la buena dirección. Para él era
importante que Naruto lo viera como alguien digno de él… porque él no sentía
que mereciera a alguien como el rubio. En realidad, no había conocido a nadie
en aquel vasto mundo que pudiera acercarse siquiera a ser un candidato apto
para casarse con ese hermoso joven pero, por surte, le habían escogido a él. Y
también estaba muy agradecido por ello.
—Me siento muy honrado por eso, Naruto —le dijo con total sinceridad antes
de apartarse y mirarlo a los ojos para que supiera que hablaba en serio—. Yo
nunca te tocaría sin tu permiso, necesito que me creas en eso.
Naruto esbozó una pequeña sonrisa y asintió sin dudar.
—Te creo.
Sasuke estuvo conforme con eso y pegó su frente a la suya.
—Ya hablamos de esto hace unos días. No importa cuánto tiempo te cueste, lo
haremos cuando estés preparado, no antes. ¿De acuerdo?
—Vale —asintió Naruto, esta vez sonriendo con alivio—. Gracias por entenderlo.
A pesar de la conversación y de que el rubio parecía más tranquilo, Sasuke
sintió que todavía no estaba bien del todo, tal vez deprimido porque su
relación con su amigo Gaara no volvería a ser como cuando estuvieron
conviviendo años atrás o porque todavía le dolía el trato que le habían dado
tanto este como su primo. De hecho, sus sospechas se confirmaron cuando llegó
el mediodía y Naruto le dijo que se quedaría a comer con los Inuzuka, estaba
claro que no quería cruzarse con Gaara o con Sai otra vez.
—¿Quieres acompañarnos, Sasuke? —le preguntó cuando salieron de la playa en
dirección al lugar donde los esperaba Kiba.
La mirada esperanzada de los ojos azules de su prometido por poco lo
convenció de permanecer cerca… pero había un par de cosas que quería hacer.
Además, confiaba en Kiba y en su clan para que cuidaran de Naruto y le ayudaran
a sentirse mejor hasta que él terminara los preparativos.
—Me gustaría, pero no puedo. Tengo cosas que hacer.
Vio cierta decepción en el rubio, pero se dio cuenta de que trató de
ocultarlo mediante una sonrisa que no terminó de llegarle a los ojos. Eso le
hizo sentirse un poco culpable pero, si todo iba como tenía previsto, al final
de ese día su futuro esposo volvería a ser el mismo de siempre.
—De acuerdo, nos vemos después.
—Claro —dicho esto, Sasuke cogió su caballo y se marchó al galope hacia el
palacio de los Namikaze. Sabía que durante la comida la reina Tsunade querría
hablar con él e Itachi acerca del incidente con Gaara, y no quería que su
hermano tuviera una mala impresión sobre lo que había ocurrido, por eso
necesitaba tener una conversación con él antes de eso… y también quería cruzar
un par de palabras con Sai.
Llegó rápidamente al palacio y fue directo a los aposentos de su primo,
convencido de que ya estaría lo bastante espabilado como para tener una charla
con él. Al estar cerca de estos, escuchó la voz atronadora de su hermano; al
parecer, Sai ya le había contado lo que había ocurrido e Itachi le estaba
echando la bronca de su vida, no estaba seguro de haberlo oído nunca tan
enfadado.
Entró sin llamar, interrumpiendo la conversación. Sai estaba sentado en la
cama, con unas feas marcas bajo los ojos y en la nariz, que alguien le había
vuelto a colocar bien, y sobre sus genitales tenía un paño lleno de hielo, lo
que por poco le arranca una sonrisa al imaginar a Naruto dándole un buen
rodillazo, mientras que Itachi estaba de pie, con la coleta mal hecha y algunos
mechones sueltos, se notaba que se había estado pasando las manos por el pelo
en un ataque de nervios.
Al verlo, Sai suspiró aliviado e Itachi fue hacia él con el rostro serio.
—Sasuke, tenemos que hablar.
Este levantó una mano sin mediar palabra, haciendo que este cerrara la boca
y observara con el ceño fruncido cómo su hermano se acercaba a su primo.
—Eh, ¿qué tal la nariz?
Sai le sonrió.
—Mucho mejor.
—Bien —dicho esto, le dio un derechazo tan fuerte que el otro Uchiha soltó
un alarido de dolor y cayó pesadamente sobre la cama, tapándose la cara.
—¡¿Qué coño te pasa?! —chilló.
Sasuke no perdió el tiempo, se abalanzó sobre su primo y lo cogió por el
cuello de la camisa para que lo mirara a la cara. Estaba muy cabreado con él y
quería que lo supiera, así ese imbécil no volvería a poner cualquier parte de
su cuerpo cerca de su prometido.
—¡¿Que qué me pasa?! ¡Tú, pedazo de cabrón! ¡¿En qué diablos pensabas
cuando besaste a mi esposo?!
Sai abrió los ojos como platos.
—¿Estás enfadado por eso?
Sasuke gruñó y lo zarandeó.
—¡Responde!
—¡Creía que no te importaba!
Ante esas palabras, Sasuke lo golpeó otra vez, tan fuerte como pudo. Ya
estaba harto de que todo el mundo pensara que le daba igual que alguien
mancillara el honor de Naruto, o que le era indiferente si le trataban con
desprecio, como si fuera un ser inferior, o si le hacían daño de cualquier
manera. Puede que se hubiera convertido en un canalla en el mar, pero era un
Uchiha, y NADIE, absolutamente NADIE, deshonraría a su futuro esposo sin
llevarse su merecido castigo, aunque fuera de su propia familia. Aunque, en el
fondo, había esperado que precisamente sus parientes serían mucho más
respetuosos, incluso Sai… Joder, de acuerdo que a veces era un idiota y que le
crispaba los nervios, pero había pasado tres años a su lado, le había cubierto
siempre las espaldas, confiaba en él tanto como en su hermano.
Y ahora le hacía esto.
Itachi, viendo que su hermano menor se estaba poniendo violento, lo agarró
por la espalda y lo apartó de Sai. Aunque comprendía su rabia, no quería que su
primo acabara gravemente herido, Sasuke no se lo perdonaría cuando se enfriara.
—Sasuke, calma, ya le has golpeado dos veces y tu prometido otras dos, creo
que ha aprendido la lección.
Este resopló, pero cuando Itachi le soltó, no volvió a por Sai, aunque eso
no evitó que le dijera:
—Naruto va a ser mi esposo, claro que me importa.
Sai hizo una mueca.
—Ninguna de las mujeres con las que has estado te importaba, ni siquiera si
yo ya había follado con ellas antes o después, creí que te daría igual con tu
creador.
Sasuke se puso rojo, haciendo que Itachi pusiera una mano sobre su hombro
para retenerlo.
—¿Me estás diciendo… que pensabas joder a MI esposo?
—¡Me dijiste que podía hacerlo! —se defendió su primo.
—¡Yo nunca he dicho algo así!
—Fue el primer día que estuvimos aquí, dijiste que me casara con él si
tanto me gustaba y luego que podía follarlo si quería.
El joven Uchiha palideció al recordar esa conversación. El día en que
desembarcó en el Reino del Fuego había estado enfadado y resentido con todos
por verse forzado a contraer matrimonio con un hombre afeminado que le soltaría
alguna chorrada cursi acerca del amor verdadero, por eso le había importado muy
poco en ese momento lo que ocurriera con él, siempre y cuando le dejara
tranquilo.
Pero Naruto había resultado ser muy diferente. Le había sorprendido y
dejado un poco fuera de lugar al principio, para después descubrir la gran
persona que era y el buen corazón que tenía, había llegado a respetarlo y
admirarlo mucho, y no dudaba de que no podría haber encontrado un consorte
mejor que él. Y, aunque no hubiera sido así, Sasuke sabía que, cuando se
hubiera calmado y asimilado la situación, de todos modos no habría permitido
que Sai faltara al respeto a su prometido de esa forma, los Uchiha tenían un
fuerte sentido del honor y no habría consentido semejante trato.
Apretó los puños y se justificó:
—Estaba furioso y lo sabes, no tendrías que haberme tomado en serio. Y
aunque te hubieras acostado con él, ¿tienes idea de cómo habría afectado a los
Namikaze? Mi padre habría cancelado el compromiso y Naruto habría sido visto
como una vulgar ramera, nadie lo habría querido después de eso excepto algún
pervertido.
Sai soltó un bufido.
—¿Y qué más da?
Tanto Sasuke como Itachi se quedaron con los ojos como platos.
—¿En serio acabas de decir eso? —preguntó el príncipe heredero, sin dar
crédito a la actitud de su primo.
Este miró a Sasuke.
—Todos habríamos salido ganando, tú podrías volver al mar y yo habría
echado una buena follada con el único creador del mundo.
Sasuke hizo amago de volver a golpearlo, pero Itachi lo detuvo y contempló
a Sai con suspicacia.
—¿Me estás diciendo que has intentado tener relaciones con el prometido de
tu primo para que quede libre del compromiso?
—Y porque ese creador me pone muy cachondo, sí.
Sasuke lo asesinó con los ojos.
—Sai, te juro por Taka y por todos los demás dioses que si vuelvo a oír
cómo se te hincha la polla al pensar en mi esposo, te cortaré las pelotas y se
las daré como regalo de bodas, ¿me has entendido?
—Tú antes no eras así —le recriminó Sai con cara de pocos amigos—. ¿Qué ha
pasado con el Sasuke Uchiha al que solo le importaba vivir aventuras, pelear
contra los malos y follar a toda mujer que frotara su culo contra ti?
—He madurado —respondió Sasuke, implacable—. Hice mal las cosas. Mi padre
tenía razón, fue irresponsable y mis acciones podrían haber puesto en peligro a
nuestro reino de haber caído en malas manos. Estoy intentando arreglarlo, mi
unión con Naruto nos hará más fuertes, el Reino del Fuego tiene muchas cosas
buenas que ofrecer.
Sai abrió los ojos como platos.
—¿En serio estás hablando de responsabilidad? ¿Es que no echas de menos el
mar?
Sasuke se sorprendió al darse cuenta de que no, de que no lo echaba nada en
falta. No le importaría volver a navegar y hacer algún viaje, pero ya no sentía
la necesidad de coger un barco y surcar las olas hasta encontrar el mismísimo
fin del mundo. Tampoco le apetecía pelear contra cualquiera, ahora veía que
había sido estúpido provocar peleas en las tabernas por una tontería con tal de
demostrar su fuerza, incluso trabajar como mercenario en alguna ocasión. En
cuanto a las mujeres, él no era como Sai, le gustaba el sexo, sí, pero solo las
quería para aliviar una necesidad, tampoco es como si se sintiera orgulloso por
haberse acostado con un montón de jóvenes hermosas.
Además, él ya tenía el ojo puesto en conquistar a Naruto. Pese a que aún le
preocupaba quitarle la virginidad, la idea de ser el primero en mostrarle todas
las cosas de las que podían disfrutar juntos en la cama le hacía la boca agua.
Aunque, curiosamente, no tenía prisa porque eso pasara, como le había prometido
a Naruto, no lo forzaría a nada, solo imaginar en cómo lo miraría si trataba de
ir más lejos por las malas hacía que se sintiera asqueado.
—No. Ya no —declaró con sinceridad.
Sai se quedó con la boca abierta. ¿Qué había pasado con su primo? Desde que
estaba en ese reino había cambiado mucho, y no comprendía por qué. Sabía que el
creador tenía algo que ver, después de todo, Sasuke solo se había mostrado
protector con él aparte de con su propia familia, y sí, reconocía que era un
joven muy curioso: no parecía sentir la menor atracción por su primo ni por
ningún Uchiha, a pesar de los apuestos rasgos que los caracterizaban, era
desafiante y muy independiente, no se parecía en nada a ninguna mujer que
hubiera conocido antes, dada la fama que tenían los creadores de ser
afeminados, y estaba claro que sabía defenderse, todavía tenía las pelotas
encogidas por el dolor; sin embargo, no veía que eso fuera suficiente para
hacerlo cambiar de opinión respecto a su futuro… Es decir, si hubiera sido el
sexo más genial de su vida, pues aún podría entender que quisiera repetirlo una
y otra vez, pero si ni siquiera había catado esa dulce boquita…
—No entiendo qué ha pasado contigo —confesó, negando con la cabeza—. Se
suponía que no aguantarías aquí más de una semana y entonces me pedirías que
hiciéramos una locura como huir de aquí a algún lugar remoto, y después todo
volvería a ser como antes.
Sasuke e Itachi se miraron, completamente confundidos, sin entender qué
diablos le pasaba a Sai. Sin embargo, el más mayor frunció el ceño al pensar en
algo y estrechó los ojos en dirección a su primo.
—Sai, ¿todo esto es por lo que dijo mi padre antes de irnos?
Este se tensó y, al ver su reacción, Sasuke frunció el ceño.
—¿Qué le dijo? —le preguntó a su hermano.
—Puesto que tú vas a casarte, ha pensado que es el momento de que Sai
también lo haga.
Eso hizo que todas las piezas encajaran en la cabeza de Sasuke. Lo miró con
rabia.
—¿Por eso has estado persiguiendo a Naruto? Si te acostabas con él,
cancelarían el compromiso y yo volvería al mar, y tú vendrías conmigo y también
te librarías de casarte.
—Bueno, en parte sí, pero lo de ese creador fue por genuino y auténtico
interés. Es desafiante y un poco dominante, eso me vuelve loco, por no hablar
de ese redondito y sexy culito…
Una vena empezó a latir en la sien de Sasuke, quien no se reprimió a la
hora de abalanzarse sobre su primo, pero Itachi, que lo había visto venir, se
interpuso entre los dos.
—Sasuke, tranquilo, entre Naruto y tú ya le habéis golpeado bastante.
—Eso, primo —comentó Sai con una sonrisa maliciosa—. Me merezco una
compensación, deja que le dé un par de azotes al bonito trasero del creador.
Seguro que se replantea el acostarse conmigo.
A esas alturas, Sasuke estaba que echaba espuma por la boca. Como ese
gilipollas le pusiera un dedo encima a Naruto, le cortaría las manos.
Itachi, harto de la actitud de Sai, también se cansó y decidió zanjar aquel
asunto de una vez por todas. Mirándolo con dureza, le prometió:
—Sai, Naruto es mi cuñado, y uno que me gusta mucho, así que cuando hables
de él, lo harás con el debido respeto o te juro que dejo que mi hermano te
rebane los genitales. ¿Está claro?
Este palideció y asintió. Pese a que Itachi era el más afable y razonable
de su familia, seguía siendo un Uchiha de pura sangre, y cuando hacía una
amenaza, la llevaba a cabo si no se cumplía su voluntad. Además, no recordaba
haber visto nunca furioso al mayor de sus primos y, sinceramente, estaba seguro
de que era mejor no cabrearlo.
—Sí, señor.
Itachi asintió, satisfecho, y se cruzó de brazos.
—Vas a pedirle una sincera disculpa a Naruto, te dirigirás a él con el
respeto que le debes como esposo de tu primo y tendrás un comportamiento
totalmente educado y cortés en su presencia, ¿lo entiendes? Como vea que le
miras de un modo que yo considere mínimamente ofensivo, te enviaré de vuelta al
Reino del Hielo y le diré a mi padre que te mantenga encerrado en palacio hasta
el día de tu boda.
Sai lo miró horrorizado. Por nada del mundo quería verse privado de su
libertad hasta que lo ataran a una única mujer, ¡él no estaba hecho para la
fidelidad!, era más bien como una abeja que iba de flor en flor, que probaba
múltiples cosas diferentes, le parecía aburrido tener que estar alimentándose
siempre de la misma flor. Pero que le impidieran acostarse con quien quisiera
hasta tener que conformarse con una única mujer, ¡eso era cruel!
—De acuerdo, seré bueno. Lo prometo.
Sasuke lo fulminó con la mirada.
—Más te vale. Si vuelves a hacer algo parecido, no me verás venir; te
cortaré las pelotas mientras duermes.
—Y yo le dejaré hacerlo —añadió Itachi, provocando que Sai palideciera.
Después de eso, ambos hermanos lo dejaron solo en su habitación, tanto para
que descansara de la paliza que había recibido como para que reflexionara
acerca de lo que había hecho, y de lo que pasaría si volvía a repetir el mismo
comportamiento. Mientras iban por el pasillo, Itachi le dijo a Sasuke:
—Siento mucho lo que ha ocurrido. ¿Cómo está Naruto?
La furia del otro príncipe se desvaneció al pensar en él, siendo sustituida
por cierta sensación de impotencia.
—Ya has visto lo que le ha hecho a Sai. No vendrá a comer, se queda con
unos amigos de la casa real.
—Lamento oír eso.
—Era su primer beso, Itachi —le confesó Sasuke—. Naruto… no está muy cómodo
con ese tipo de relación con un hombre, y le entristece que esa experiencia no
haya sido buena, Sai lo besó a traición.
El otro hombre asintió.
—Intuyo entonces que ese incidente con el príncipe del Reino del Desierto
no ha tenido nada que ver con él, ¿verdad?
Sasuke sabía que tarde o temprano sacaría ese tema. La verdad es que le
molestó un poco que Itachi pudiera insinuar que Naruto planearía algo como eso.
—Por supuesto que no —afirmó con ferocidad y convicción.
Itachi levantó las manos.
—Solo lo confirmaba. Sé que fue él quien detuvo la pelea, además, veo que
se ha ocupado de ti —añadió con una sonrisa y señalando la venda que llevaba en
la cabeza.
Casi se le escapó una sonrisa al recordar que el rubio lo había elegido a
él por encima del imbécil de su amigo, pero procuró ocultarla. No quería que su
hermano se diera cuenta de que cada vez veía más a su prometido como a un muy
deseable esposo en vez de solo un buen amigo.
—Se preocupa por mí.
—Lo sé, pero todavía lo conozco poco y pensé que tal vez siente algo por el
príncipe Sabaku, del mismo modo que él parece tener sentimientos muy fuertes
hacia él. Después de todo, se ha atrevido a retarte a un duelo.
—No es así —replicó Sasuke con cierta brusquedad. No le hizo gracia
imaginar a Naruto enamorado de ese idiota, él se merecía algo mucho mejor, al
menos a alguien que no le metiera mano cuando se descuidaba—. Pasó algo entre
ellos hace unos años, su relación se volvió más fría y distante. Lo que ha
pasado hoy solo ha empeorado las cosas, por eso Naruto está de tan mal humor
—añadió, pensando con tristeza en su mirada decaída—. Lo de Sai solo ha
conseguido que su día sea mucho peor.
—¿Y cómo es que no estás con él?
Sasuke se puso rojo al ver que su hermano lo había pillado. No quería decirle
lo que había planeado para animar a su prometido, le daba vergüenza, en primer
lugar porque él nunca había hecho algo así y, en segundo, por su reputación…
aunque sabía que Itachi jamás se burlaría de él por eso.
—Ah… Quería aclarar lo del príncipe del Desierto contigo y dejarle claro a
Sai que no meta su lengua donde no le incumbe. —Sí, eso era una buena y
razonable excusa.
Aun así, supo por la sonrisa de Itachi que no se lo había tragado ni por un
segundo. Sin embargo, su hermano, comprensivo como siempre, lo dejó estar para
no hacerle pasar un mal trago.
—Muy bien.
—Bien —comentó Sasuke, aliviado por no tener que darle explicaciones—.
¿Vamos a comer? —cambió de tema y se adelantó para poder terminar lo más rápido
posible y seguir con su plan. Tenía muchas cosas que hacer y quería que
estuviera todo listo para esa noche.
—Sasuke.
Se paró en seco y se dio la vuelta para mirar a su hermano. Este le dedicó
una cariñosa sonrisa.
—Sabes que me tienes aquí para lo que necesites. Siempre.
Sasuke tragó saliva a causa de la emoción. Claro que lo sabía, siempre lo
había sabido, pero oírselo decir le provocó un nudo en la garganta.
Tras unos instantes de duda, fue hacia su hermano y lo abrazó con fuerza.
Itachi se quedó tan perplejo que no fue capaz de reaccionar.
—Lo sé —murmuró Sasuke—. Sé que siempre has estado ahí para mí, incluso
cuando no lo merecía. Gracias.
Ante eso, Itachi no pudo hacer otra cosa aparte de sonreír ampliamente y
devolverle el gesto.
—No tienes que darlas. Eres mi hermanito y siempre cuidaré de ti, hagas lo
que hagas.
Sasuke asintió y, después de unos segundos más, se apartó y se fue a paso
ligero hacia el salón de banquetes, dejando a Itachi solo en el pasillo, quien,
por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía estar tranquilo por él.
—No sé qué has hecho con él, Naruto… pero gracias —susurró, sonriendo.
Horas más tarde, cuando la noche ya había caído en el Reino del Fuego,
Naruto salía de sus aposentos con un suspiro cansado. Pese a que se sentía un
poco mejor tras haber charlado con Sasuke y pasar la tarde con Kiba y los
Inuzuka, que siempre eran una alegre compañía, no podía evitar sentirse todavía
algo deprimido. Sabía que su relación con Gaara nunca volvería a ser como antes
de que este se enamorara de él, y le dolía haber perdido a alguien a quien
había querido tanto… a quien todavía quería como un hermano. Encima, estaba lo
de ese maldito pervertido; trataba de decirse a sí mismo que ese beso no había
tenido la menor importancia, pero lo cierto es que seguía mosqueado porque
hubiera sido de esa forma tan desagradable: sus labios habían aplastado los
suyos con cierta brusquedad, como si quisiera poseerlo, y su húmeda lengua le
había recordado a una babosa cuando había invadido su boca… puaj. Qué puñetero
asco, ¿cómo podía gustarle a la gente que la besaran?
Pese a que no tenía nada de ganas de ir a la cena para encontrarse con esos
dos, sabía que no tenía otro remedio, pues tenían a un par invitados del
extranjero y estaría mal visto no acudir… Sin embargo, se olvidó de ellos al
ver a Sasuke frente a la puerta de su habitación, apoyado en la pared con los
brazos cruzados. Eso empezaba a ser normal entre ellos, pero había algo en su
sonrisa que auguraba algún tipo de travesura.
Levantó una ceja con sospecha.
—¿Qué estás tramando?
Sasuke se apartó de la pared y le ofreció su brazo para que lo tomara.
—Acompañarte a cenar, como siempre.
Como de costumbre, Naruto agarró su brazo, aunque su ceño fruncido decía a
todas luces que no acababa de fiarse de él.
—¿Y por qué sonríes de esa forma?
—Creo que será una buena cena.
Naruto soltó un resoplido muy poco elegante.
—¿Por qué? ¿Por mi viejo amigo que anda obsesionado conmigo o por el
pervertido de tu primo?
Sasuke soltó una risilla.
—Ya lo verás.
El rubio frunció el ceño, pero siguió a Sasuke por el largo pasadizo y
luego bajaron por las escaleras para ir al salón de banquetes… o eso creía él.
Cuando pasaron de largo el piso donde cenaban siempre, miró a su prometido
confundido.
—No es por aquí.
—Sí que lo es —contradijo el Uchiha sin dejar de sonreír.
Naruto no entendía qué estaba pasando, pero aun así, siguió a Sasuke
escaleras abajo hasta llegar a las caballerizas, donde abrió los ojos como
platos cuando el hombre empezó a ensillar su caballo.
—Sasuke, no podemos irnos sin más, tenemos invitados.
—Tranquilo, está cubierto.
Él parpadeó.
—¿Cubierto?
—Me siento indispuesto por el golpe que me di en la cabeza esta mañana y
tú, como prometido devoto que eres, te has quedado conmigo para atenderme y
cuidarme —le respondió con una maquiavélica sonrisa—. Si alguien lo pone en
duda, mi hermano dirá que es cierto y tu abuela también. Así que tenemos la
noche para nosotros solos, sin el idiota de tu amigo, sin el idiota de mi
primo, y sin los idiotas de invitados que no dejan de mirarnos como si fuéramos
una atracción del teatro ambulante.
Naruto se quedó con la boca abierta.
—¿En serio?
Sasuke le guiñó un ojo.
—He pensado que después de este día, los dos nos merecemos un buen
descanso. ¿No crees?
Él no pudo hacer otra cosa que esbozar una enorme sonrisa y lanzarse sobre
Sasuke para darle un efusivo abrazo.
—Eres genial.
—Vaya, normalmente me dicen eso después del sexo —nada más decir eso,
Naruto le dio un manotazo en el brazo, haciéndole reír. Le encantaba picarlo,
era muy gracioso cuando estaba enfadado—. ¿Listo para nuestra cena privada?
Por primera vez desde que lo conocía, Sasuke vio un poco impresionado cómo
su prometido se subía a su caballo de un salto y con mucho entusiasmo. Supuso
que, después de todo, él tenía razón acerca de que Naruto no había estado del
todo bien y que necesitaba alejarse un rato de todos los gilipollas que los
rodeaban.
Poco después, ambos fueron a un galope tranquilo hacia el Bosque Sagrado,
donde Sasuke detuvo a su montura antes de entrar y le preguntó a Naruto:
—Oye, ¿tus tíos entrarán con nosotros?
Este negó con la cabeza.
—No, saben que aquí dentro están los hombres zorro y que ellos cuidan de
mí. ¿Por qué?
Cuando a Sasuke le costó un poco contestar, Naruto se dio cuenta de que, de
repente, parecía haberse puesto nervioso. Eso le sorprendió mucho, nunca lo
había visto de esa manera.
—… Quiero enseñarte algo —dijo finalmente mientras desmontaba.
Eso lo dejó intrigado. ¿Qué quería enseñarle que él no hubiera visto ya en
aquel bosque?, lo conocía como la palma de su mano, era el lugar donde había
pasado más tiempo, su mejor refugio y donde se sentía totalmente a salvo y
protegido.
Sasuke los llevó hasta el claro con el lago y allí le quitó las riendas y
la silla al caballo para que estuviera más cómodo. Eso le dijo que iban a
quedarse un buen rato allí. Después, el Uchiha, todavía nervioso, le mostró una
venda oscura.
—Póntela.
Naruto la cogió, pero no se la puso todavía.
—¿Para qué?
—Es una sorpresa, tú póntela.
Tras unos instantes más tratando de adivinar por qué Sasuke actuaba de ese
modo tan raro, se colocó al fin la venda. Confiaba en él, así que no vio un
motivo por el que no debería hacerlo. Poco después, escuchó que el varón se
acercaba y, sin previo aviso, notó que lo levantaba en brazos y lo cargaba en
dirección a alguna parte. Sorprendido, se agarró instintivamente a su cuello
para no tambalearse.
—¡Eh! ¡Puedo andar solo!
—Ya lo sé, pero nos ralentizarías y no quiero que lo veas hasta que
lleguemos.
Naruto bufó, pero aceptó las condiciones y dejó que el Uchiha lo llevara
adonde quiera que fueran. Al cabo de un rato, este lo dejó con cuidado en el
suelo y se colocó a su espalda.
—¿Preparado? —Pudo sentir los nervios en su tono de voz, dejándolo cada vez
más intrigado.
—Ah… Sí, supongo.
Sasuke le quitó la venda y dejó que viera lo que había querido ocultarle al
principio con tanto celo.
Naruto parpadeó, sorprendido y maravillado. Conocía muy bien la zona en la
que estaban, se hallaba cerca de las profundas cuevas en las cuales moraban los
hombres zorro y era el lugar donde se lavaba cuando terminaba de entrenar con
ellos, en la pequeña cascada que caía sobre un pequeño río y que estaba
bordeado por grandes sauces en flor. Sin embargo, nunca la había visto así:
habían colgado un montón de farolillos azules en las ramas de los árboles que
iluminaban tenuemente el lugar, que junto al sonido del agua corriendo y de la
cascada le daban un ambiente muy íntimo; las flores parecían violetas gracias a
las luces, así como la hierba y todo el entorno en general parecía tener
colores distintos, era como estar en el mismo sitio pero en un mundo diferente,
hasta el cielo estrellado parecía haber cambiado, pese a que reconocía las
estrellas que se extendían en el amplio y cálido manto oscuro; junto a uno de
los árboles, había una piel de ciervo sobre la que descansaba una cesta que,
por el olor, supo que llevaba comida, y, no supo muy bien como lo había hecho,
pero las delicadas cintas que entrelazaban los farolillos estaban engarzadas de
distintos tipos de flores, todas ellas las que más les gustaban, haciendo que
en el aire flotara una agradable fragancia, no muy dulzona, pero fresca y
aromática.
—¿Te gusta?
Salió de su ensoñación cuando escuchó la voz de Sasuke. Al mirarlo, vio que
parecía muy nervioso y preocupado.
Abrió la boca para decir algo, pero le costó un poco hacerlo, todavía
estaba intentando procesar lo que estaba pasando.
—Ah… Tú… ¿Por qué…?
Sasuke se rascó la nuca.
—Eh… Creo que… ¿intento ser romántico?
Naruto se quedó tan confundido como antes.
—¿Me lo preguntas o lo afirmas?
El Uchiha hizo una mueca, muy avergonzado.
—Bueno… He pensado que, como no has tenido buenas experiencias con hombres,
este era un buen momento para darte una. Además, se supone que estas cosas se
hacen durante el cortejo.
El rubio volvió a mirar a su alrededor.
—¿Tú has hecho todo esto?
—Tuve ayuda —respondió Sasuke, rojo como un tomate—. Tus amigos del bosque
parecieron emocionados, sobre todo el zorro blanco de ojos azules. Ese al que
llamaste Shaoran y otro de pelaje castaño claro y ojos verdes también me
ayudaron, sobre todo con las flores —dicho esto, puso cara de pocos amigos—. Te
juro que ese que es negro y con los ojos rojos se reía de mí. Sonaba como si
estuviera rugiendo, pero sé que se reía a mi costa.
Él seguía sin saber cómo reaccionar o qué hacer. Nadie nunca había hecho
algo por así por él ni tampoco esperaba que le ocurriera en su vida, después de
todo, él sabía que el amor entre los de su posición era extraño, muy difícil de
encontrar, como había sido el caso de sus padres. Además, de todas las personas
del mundo, tampoco habría esperado que precisamente el frío y letal Sasuke
Uchiha se pusiera a trenzar flores en las cintas de unos farolillos para
alegrarle el día. Era… surrealista. Raro… y muy tierno a la vez.
Cuando Sasuke se dio cuenta de que Naruto seguía mirándolo como si
estuviera alucinando, se puso nervioso otra vez, temiendo haber cometido una
inmensa gilipollez.
—Por favor, no te quedes callado, eso es peor a que me digas que esto es
una cursilada del tamaño del palacio.
—Yo… —logró susurrar Naruto tras carraspear, pero era inútil, no tenía
palabras para expresar lo que sentía en esos momentos—. No sé qué decir…
Sasuke se acercó hasta que estuvieron a pocos centímetros. Su rostro
denotaba cierta preocupación.
—¿Te gusta?
Naruto tragó el nudo de emoción que tenía en la garganta.
—Me encanta.
Entonces, se dio cuenta de que el cuerpo del varón se relajó por completo y
que incluso esbozó una pequeña pero sincera sonrisa.
—Pata mí eso es más que suficiente —dicho esto, le cogió de la mano y lo
llevó hacia la piel de ciervo—. Ven, vamos a cenar.
Comieron sin percances, relajados y hablando de cualquier cosa que les
viniera a la cabeza, aunque fueran tonterías, pero procuraron evitar temas como
lo ocurrido con Sai o Gaara, el incidente de Sakura, los invitados que ya
estaban bajo el techo de los Namikaze y los muchos que quedaban por venir, así
como las fiestas que se celebrarían en pocas semanas en honor a su futuro
matrimonio. Por esa noche, solo fueron dos jóvenes que compartían alegres
anécdotas del pasado sobre un abuelo pervertido al que su mujer le lanzaba
platos por mirar descaradamente a otras mujeres, aventuras en los mares de más
allá del norte donde moraban criaturas marinas temibles, o mitos y leyendas de
su infancia, relacionados con dioses y héroes de sus tierras.
Cuando terminaron, Naruto miró a Sasuke con ojos brillantes.
—Gracias por esto. Es genial.
El varón le sonrió y envolvió su cintura con un brazo para darle un abrazo
cariñoso. Para él, había merecido la pena con tal de que su prometido volviera
a recuperar el buen ánimo.
—Cuando quieras repetirlo, solo dímelo.
El rubio le dedicó una bonita sonrisa, de esas sinceras y cargadas de
afecto que lograban hacerle sentir como si pudiera con todo lo que le echaran,
que le hacían pensar que, poco a poco, se estaba convirtiendo en alguien digno
de su prometido. Incapaz de resistirse, lo estrechó entre sus brazos y lo besó
en la cabeza. Naruto le correspondió sin pensárselo, aunque poco después se
apartó un poco.
—Oye, Sasuke, ¿puedo… probar una cosa?
Al ver que sus mejillas estaban muy rojas, él mismo se sonrojó al intuir lo
que le pedía. De acuerdo, había intentado preparar una velada “romántica” para
hacerle sentir mejor, pero no había esperado que quisiera hacer eso justo
ahora, después de todo lo que había pasado.
Posó una mano sobre su mejilla y lo observó con seriedad.
—Naruto, no tienes que hacerlo si no quieres, lo último que quiero es que
te sientas obligado por todo lo que he hecho. Quería hacer esto para ti, no
porque deseara algo a cambio.
Su prometido le sonrió cálidamente.
—Ya lo sé. Yo… solo quiero probar cómo se siente contigo, pero…
—Eres inexperto y te da vergüenza —adivinó Sasuke rápidamente.
El rubio asintió con timidez y los mofletes ardiendo. Era tan adorable, le
daban ganas de pellizcarlos tan solo para hacerlo enfadar, pero sabía que no
era el momento para eso; Naruto estaba en un momento delicado y no quería que
se echara atrás cuando había reunido el valor para intentar algo que le
provocaba una enorme inseguridad.
—¿Te parece bien si… hago algo para hacerte sentir más cómodo?
El más joven asintió, todavía tan rojo que a Sasuke le resultaba difícil no
sonreír por lo mono y gracioso que era. Sin embargo, dejó esos pensamientos a
un lado para centrarse en lo que tenía que hacer; lo puso suavemente sobre su
regazo, con lentitud para que se apartara si lo pensaba mejor, luego colocó sus
brazos alrededor de su cuello y le envolvió la cintura, todo con tal de estar
en una posición cómoda… aunque era consciente de que su prometido estaba muy
nervioso.
Le levantó el rostro con una mano para que lo mirara a los ojos.
—Quiero que me pares si no estás seguro, ¿de acuerdo?
—Vale.
Tras asegurarse de que Naruto cumpliría, Sasuke se inclinó, aunque no antes
de darse cuenta de que este cerró los ojos con fuerza, hecho un matojo de
nervios. Sin embargo, no iba a hacer lo que él creía, sino que lo besó
tiernamente en la frente. Por poco se ríe al notar que dio un saltito de la
sorpresa, pero decidió continuar con su plan y deslizar los labios hacia abajo,
dándole pequeños besos en la nariz. Mientras seguía su recorrido por su rostro,
usó los dedos para acariciarle la nuca, sabiendo que eso lo relajaría. Su boca
alcanzó su mejilla, donde pasó más tiempo explorando sus graciosas marquitas y
el lindo sonrojo que lo cubría, descubriendo con agrado que tenía una piel
tersa, suave y agradable y que, curiosamente, no tenía nada de vello facial. A
decir verdad, en todo el tiempo que había estado allí, jamás había visto un
asomo de barba en Naruto, y se preguntó si es que al ser un creador tardaba más
tiempo en crecerle o si, simplemente, no tenía.
Su curiosidad fue interrumpida cuando sintió que el rubio se movía. Su
nariz le acarició la mejilla con lentitud; pudo notar su inseguridad, pero
también que quería intentarlo y que sentía un poco de curiosidad, así que le
devolvió el gesto. Poco a poco, sintió su cuerpo más relajado y un poco más de
decisión; de repente, sus labios rozaron los suyos, haciendo que se quedara
parado por un momento, pero luego fue él quien acarició los del rubio, sin
llegar a besarlo, para animarlo a seguir. Su reacción fue una inspiración
temblorosa seguida de un tímido beso.
Para Sasuke fue una experiencia nueva; no estaba acostumbrado a que lo
besaran de esa forma, claro que tampoco había estado nunca con alguien que no
tuviera experiencia en ese aspecto. Las mujeres se abalanzaban sobre él para
apoderarse de su boca, sus besos eran siempre exigentes y demandantes, sabían a
que querían ser complacidas por el legendario y rebelde príncipe Uchiha. Con
Naruto era totalmente distinto, se notaba que era inexperto y que dudaba a la
hora de besarlo, pero supo que eso era porque quería que a él también le gustara
y, sinceramente, eso no lo había hecho nunca ninguna de sus amantes, todas
preferían ser folladas por él antes que conocer su cuerpo, averiguar cómo le
gustaba ser acariciado y besado. Él no lo hacía así, notaba su curiosidad, cómo
sus cálidos labios tanteaban los suyos, apreciando su textura, atento a cómo
los movía y, pese a toda su timidez, disfrutando del momento. Además, no tenía
por qué estar agobiado por él, también le gustaba; era inocente y dulce, había
algo que le hizo sentirse muy bien, algo diferente a la adrenalina que
experimentaba normalmente en sus encuentros sexuales, era algo… profundo,
tierno. Naruto no lo besaba sin más, esperando satisfacer una necesidad básica,
sino que le estaba mostrando la confianza y el afecto que había depositado en
él.
Era algo más. Y solo por esa sensación, podía asegurar que era el beso más
importante que le habían dado nunca, el más especial de todos.
Queriendo que se sintiera mejor, se lo devolvió con suavidad, no queriendo
romper esa dulzura que se había creado entre ellos; sujetó con una mano su
rostro para poder inclinarlo a un lado y profundizar un poco más, enseñándole
cómo mover los labios, acariciándolos levemente con la punta de la lengua.
Naruto soltó un suave gemido que por poco le hizo gruñir satisfecho, pero ya no
pudo contenerse cuando este le devolvió el beso aplicando lo que acaba de
enseñarle.
Al oírle, el rubio se apartó con la respiración un poco acelerada.
—¿He hecho mal?
Sasuke gruñó otra vez.
—Joder, no —dicho esto, lo besó otra vez, en esta ocasión siendo un poco
más rudo.
No tuvo tiempo de pensar que eso tal vez asustaría a Naruto, porque este se
aferró a sus hombros y le correspondió con la misma pasión, buscando sus labios
con avidez, dejando salir su lengua para probar lo que Sasuke había hecho con
él. A este se le escapó un gemido que le hizo sentirse orgulloso de sí mismo
pero, de repente, los brazos del varón lo estrecharon con fuerza y, no supo muy
bien cómo, acabó tumbado sobre la piel de ciervo, con su cuerpo bajo el de su
prometido. Jadeó por la sorpresa, no solo porque no había esperado que hiciera
eso, sino por lo consciente que era de repente de Sasuke, de sus fuertes brazos
que lo habían protegido del duro suelo al dar la vuelta, del musculoso torso
que se presionaba contra el suyo, de su lengua penetrando en su boca,
explorando cada recoveco con deseo, pero tomándose su tiempo, como si no
quisiera perder detalle.
Se sentía tan diferente al de Sai; no le causaba repulsión, ni buscaba su
propio placer ni tampoco dominarlo, sino que comprendía lo que sentía y le
enseñaba cómo besar, cómo tocar y acariciar, dándole más seguridad y comodidad…
y haciéndole sentir… de un modo extraño… Jamás había experimentado algo
parecido. Tenía mucho calor, pero era distinto al de la fiebre, era agradable y
adictivo, se extendía por todo su cuerpo y hacía que le hormigueara la piel y
que solo pudiera pensar en tener a Sasuke más cerca, de modo que lo abrazó por
el cuello y se pegó a él, anhelando fundirse con él mientras su lengua salía al
encuentro de la suya, entrelazándose con ella y danzando juntas.
Protegidos por las frondosas copas de los sauces, ambos descubrieron una
faceta del otro antes desconocida, Naruto experimentó por fin lo que era la
pasión y Sasuke encontró una dulzura y ternura que jamás había tenido en los
brazos de ninguna amante. Los dos se besaron durante largos minutos, siendo el
varón quien encontraba distintas cosas que enseñarle a su joven prometido,
mientras que este se mostraba atento a las nuevas experiencias que le revelaba
su hábil maestro, no solo en la forma en que sus labios seducían su boca, sino
también en cómo sus dedos se hundían en su cabello, en sus manos recorriendo su
espalda, sus brazos o su rostro.
Pasado algún tiempo, ambos se separaron perezosos, sabiendo que se estaba
haciendo tarde, pero no queriendo detenerse todavía; Sasuke plantó húmedos
besos en los labios hinchados de su rubio, el cual se los devolvía con suaves
gemidos.
—¿Estás bien? —susurró contra sus labios, solo rozándolos esta vez,
sabiendo que si no paraba ya acabaría cometiendo una estupidez y lo estropearía
todo.
Su hermoso prometido asintió con una tímida sonrisa y un lindo sonrojo. No
se apartó cuando le acarició las mejillas con ambas manos, se sintió muy bien.
—Deberíamos regresar, ¿verdad?
—Me temo que sí.
Naruto hizo un gesto afirmativo y los dos se dieron un último beso antes de
levantarse y regresar al claro. Durante el camino, no hablaron, pero fueron
cogidos de la mano hasta que llegaron al caballo de Sasuke, donde tuvieron que
soltarse para que este pudiera ensillarlo. Solo entonces, el rubio fue
plenamente consciente de lo que había ocurrido entre ellos y, pese a que no se
arrepentía, estaba un poco confuso por tantas emociones nuevas, lo que a su vez
le producía cierta inseguridad al no saber cómo tratar con ellas ni tampoco
cómo debería comportarse a partir de ahora con su prometido. ¿Todo seguía
igual? ¿Debería ser más cercano a él?, ¿acariciarlo más a menudo?, ¿besarlo en
público? No tener ni idea de qué hacer lo puso muy nervioso.
—Eh, Naruto, vamos.
Estuvo a punto a pegar un salto cuando la voz de Sasuke lo sorprendió, pero
consiguió mantener la compostura delante de él. Así que ocultó sus nervios lo
mejor que pudo y se subió al gran animal de un salto, seguido de Sasuke, que se
colocó a su espalda… lo cual provocó que su piel se erizara al ser consciente
de lo pegados que estaban. No es como si todas las veces que habían montado
juntos no lo hubieran estado, pero ahora se daba cuenta de lo cerca que
estaban.
Cuando empezaron a cabalgar hacia palacio a un paso suave, Sasuke notó que
su prometido estaba tan tenso como el palo de una escoba, podía sentir su
nerviosismo pese a que hizo todo lo posible por ocultarlo. No queriendo que se
sintiera de esa forma, mucho menos después de lo que habían compartido,
envolvió un brazo alrededor de su cintura y lo instó a apoyarse en su pecho al
mismo tiempo que inclinaba la cabeza para acariciarle el cuello y la mejilla
con cariño.
Naruto no dijo nada, pero sus manos fueron a su brazo y le dio pequeños y
tímidos roces con los dedos, así como correspondió las caricias de Sasuke,
llegando incluso a darle algún que otro beso en la mejilla. Poco a poco, se
relajó contra él y olvidó sus inquietudes para disfrutar de ese momento íntimo,
y que prolongaron durante todo el camino de vuelta al palacio, sin ser
conscientes de que Kakashi y Obito los seguían de cerca, el primero con una
sonrisa alegre y el segundo todavía con cierta desconfianza en sus oscuros
ojos, aunque había notado que su sobrino parecía sentirse muy a gusto con el
Uchiha.
El hogar de los Namikaze estaba sumido en el silencia cuando llegaron a las
cuadras, donde dejaron al caballo para ir hacia sus respectivos dormitorios.
Sasuke acompañó a Naruto hasta el suyo, a pesar de que no era necesario, pero
se resistía a alejarse de él todavía. Volvían a estar cogidos de la mano y
notaba al rubio un poco tímido y nervioso, sin embargo, no estaba seguro de qué
más hacer para lograr que se sintiera cómodo con él, lo que había ocurrido
entre ellos también era nuevo para él y tampoco estaba seguro de hasta dónde
podía llegar con Naruto sin hacerle sentir inseguro o incluso forzado, no
quería dar un paso en falso después de esa noche.
Los dos se detuvieron cuando llegaron a los aposentos del más joven.
—Es mi habitación —dijo este, sin saber muy bien cómo despedirse.
Sasuke asintió y, a regañadientes, lo soltó.
—Sí. Qué descanses.
Tras un instante más de duda, Naruto se dio la vuelta y abrió la puerta.
Sasuke se maldijo a sí mismo en silencio; normalmente no tenía problemas para
saber qué decir a las mujeres, pero con ese rubio se quedaba en blanco…
—Sasuke.
Levantó la vista a tiempo de ver que su prometido volvía a acercarse. Puso
las manos sobre su pecho y le sonrió con timidez.
—Gracias por hacerlo especial —dicho esto, lo besó por sorpresa y luego
corrió a meterse en su habitación.
El pobre Sasuke se quedó ahí parado, mirando incrédulo la puerta cerrada
con las mejillas al rojo vivo y sintiendo todavía la calidez de los labios de
Naruto en los suyos. Permaneció unos momentos más asimilando lo que acababa de
hacer y luego dejó escapar un suspiro, apoyando la frente en la puerta,
resistiéndose a llamar para que le abriera y que le dejara tenerlo en sus
brazos y besarlo sobre la cama durante el resto de la noche.
—No, Naruto. Gracias a ti por ser especial —murmuró y, finalmente, se alejó
de su dormitorio, sin darse cuenta de que Gaara lo había visto todo con el
corazón en un puño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario