viernes, 4 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 3. Bandos

Cuando empezó a recuperar la conciencia, un horrible dolor llenó su cabeza, haciendo que soltara un gemido hastiado y se cubriera con la almohada. Joder… ¿Qué demonios había pasado anoche? Recordaba la misteriosa enfermedad que asolaba a los niños de aquel reino, a los guardianes personales de su prometido y que estuvieron bebiendo…
Oh, oh.
Después de la tercera ánfora no recordaba absolutamente nada.
—Mierda… —gimió, sin poder creerse que Naruto le hubiera ganado bebiendo, porque la única explicación razonable para haber llegado a su habitación era que el creador lo hubiera llevado hasta allí.
¿Qué demonios tenía ese vino infernal? No solo lo había tumbado, sino que encima tenía la sensación de que su cabeza iba a estallar. No se había sentido así desde que se emborrachó por primera vez a los trece años; Sai y él se empeñaron en probar la cerveza y se escabulleron a la bodega para beber de un barril. Su hermano los encontró dormidos junto a este a la mañana siguiente y su padre les echó una bronca monumental mientras que los guardias reían por su pequeña travesura. Pero, desde entonces, había adquirido mucha más tolerancia al alcohol y aguantaba más que todos sus hombres. Resultaba un poco insultante que su prometido, mucho más joven que él, le hubiera vencido.
En ese instante, llamaron a la puerta, haciendo que cada golpe restallara con violencia en su cabeza. Soltó una palabrota por el dolor.
—Alteza, el desayuno está listo —anunció un sirviente.
Sasuke respondió con un gruñido, pero se las ingenió para sentarse sobre la cama, sujetando su frente en todo momento. Entonces, se dio cuenta de que solo llevaba puesto los pantalones y la camiseta interior de anoche, el resto estaban sobre el respaldo de una silla. En la mesita redonda que había junto a su cama, había una taza de algo que humeaba y una nota. Cogió esta y leyó: “Adivina quién no pudo llegar solito a su habitación anoche. Me debes una historia”.
No pudo evitar sonreír. Su futuro esposo era tan fanfarrón…
Tomó la taza y se la fue bebiendo a sorbos mientras se lavaba a conciencia para quitar la peste a alcohol, se arreglaba un poco y se cambiaba de ropa. Como solo iba a quedarse a desayunar en palacio, optó por unos pantalones para montar a caballo, bajo los cuales ajustó el bajo de la camisa blanca de manga corta, la cual dejaba una pequeña parte de su pecho al descubierto. También se puso un cinturón, en el cual podría llevar su espada, y unas botas que le llegaban hasta las rodillas.
Para cuando estuvo preparado, se sentía muchísimo mejor y con fuerzas para hacer frente a lo que fuera, empezando por su hermano, que le recriminaría el no haber estado la noche anterior en el baile… Puede que hasta creyera que había intentado huir.
Hizo una mueca al pensar en ello, ya que él era un Uchiha y, como le dijo a Naruto, tenía honor y cumplía sus promesas. Se había comprometido a casarse con el rubio y lo haría; le seguía molestando la idea de casarse, no negaría que preferiría estar en el mar, en busca de nuevas tierras y aventuras, tal vez de ese lugar al que pertenecía realmente, como dijo Kakashi, pero allí estaba, conociendo a su futuro esposo… uno que empezaba a caerle bien.
Salió de sus aposentos y se dirigió al gran salón donde desayunaría con la reina, Naruto, el Consejo Real, su hermano y su primo. Una vez allí, vio que ya estaban todos sentados, pero notaba cierta tensión en el ambiente, probablemente porque un anciano, que supuso que era uno de los cuatro miembros del consejo, le estaba hablando con dureza a su prometido.
Era un hombre de estatura media, al que le faltaba el brazo derecho y un ojo, a juzgar por la venda que cubría el lado derecho de su rostro. Las arrugas de su piel indicaban una avanzada edad, aunque su postura recta y la robustez de su figura le dijeron que todavía era un hombre fuerte. Llevaba el cabello oscuro corto y su único ojo, pequeño y negro como el fondo de un pozo, observaba a Naruto con la misma dureza que destilaban sus palabras, que le relataban las normas de comportamiento para creadores en un baile, donde se suponía que su prometido tendría que haber estado.
Sasuke frunció los labios, pero observó al resto de los presentes: los otros dos consejeros que eran ancianos permanecían en completo silencio, observando la escena con seriedad, mientras que el tercero, Mizuki, el que se le acercó anoche, sonreía complacido, como si le divirtiera que le estuvieran echando la bronca a su príncipe, algo que no le gustó lo más mínimo; la reina regente tenía los puños fuertemente apretados y fulminaba al anciano con la mirada, se notaba que estaba deseosa de evitarle a su nieto aquella humillación pública; Sai estaba claramente incómodo, sabiendo que ni él ni Itachi deberían estar viendo aquello, y su hermano miraba con clara desaprobación al anciano y con compasión a su futuro cuñado.
Una cosa era que el príncipe fuera regañado en privado por la reina y el Consejo, pues era el deber de estos guiarle por el buen camino y hacerle ver cuándo hacía algo incorrecto, pero otra muy distinta era gritarle en público, sobre todo delante de reyes extranjeros, y a Sasuke le molestó muchísimo semejante trato, sobre todo ahora que sabía que ni Naruto ni su abuela estaban en la mejor posición para imponerse.
—Es inadmisible —dijo el anciano en voz bien alta, como si quisiera que le escuchara hasta el personal de la cocina—. Todas las casas nobles del reino se encontraban aquí para celebrar tu desposorio, y tú desapareces y eludes tus obligaciones.
El creador soltó un bufido, asesinando al consejero con la mirada.
—Si no recuerdo mal, mi obligación era quedarme calladito junto a las damas y sonreír como un idiota ante las más de cien felicitaciones que me dieron. Es una tontería que todo el mundo esté obligado a felicitarme, con lo sencillo que sería un brindis.
Sasuke tuvo que estar de acuerdo. En el Reino del Hielo celebraban banquetes para ocasiones así, las únicas felicitaciones que se hacían en persona eran para las personas que eran más próximas a la pareja que se casaba.
Sin embargo, el anciano no lo veía así, a juzgar por cómo se levantó de la silla y apoyó las manos en la mesa. No le gustó la clara postura amenazadora.
—Tú no eres quién para cuestionar nuestras tradiciones, nos avergüenzas delante de nuestros invitados.
Itachi, cansado ya de aquella escena, decidió intervenir:
—Fue una noche muy larga, señor, es normal que el príncipe se sintiera indispuesto. Si es por nosotros, no nos sentimos ofendidos en modo alguno, es más, mi hermano también se retiró a descansar temprano.
El anciano le dedicó una inclinación de cabeza.
—Es usted muy amable, majestad, pero no es necesario que lo excuse. Lo que hizo fue una grave falta de respeto ante sus invitados y debe ser amonestado por ello.
—Eso no será necesario —replicó Sasuke con su autoritaria voz, caminando a paso resuelto hacia la gran mesa, colocándose junto a Naruto—. Me temo que ha habido un malentendido. Fui yo quien se llevó al príncipe del baile.
Hubo reacciones de lo más diversas entre todo el grupo: Tsunade sonrió satisfecha, Itachi se quedó con la boca abierta, Sai ladeó la cabeza con interés, dos de los consejeros parecieron confundidos, mientras que Mizuki y el anciano estaban a mitad camino de la sorpresa y el disgusto.
—¿Disculpe? —interrogó el anciano.
Sasuke mintió resueltamente y sin el menor atisbo de arrepentimiento:
—Su príncipe y yo vamos a casarnos, pero apenas hemos intercambiado unas pocas palabras. Ambos estábamos cansados de la fiesta y pensé que sería un buen momento para ir a un lugar tranquilo y conocernos mejor —dicho esto, se volvió hacia Naruto, cogiéndole las manos como haría un prometido devoto—. Lamento profundamente este malentendido, mi príncipe. —Y le besó el dorso de las manos, aunque al hacerlo no pudo evitar sonreír.
Cuando se levantó, vio la diversión en los risueños ojos azules de Naruto. También se lo estaba pasando en grande viéndolo interpretar el papel de perfecto caballero.
—No se preocupe, mi señor —respondió suavemente su prometido, a pesar de que su mirada tenía un deje claramente burlón, que pudo confirmar cuando le dedicó una pequeña reverencia. Sasuke contuvo las ganas de sonreír.
Sin embargo, Tsunade no fue tan disimulada, aunque logró contener sus carcajadas fingiendo un ataque de tos que achacó a que se había atragantado con una uva. Aun así, eso no pasó desapercibido para los consejeros, los cuales la miraron con cara de pocos amigos, mientras que Itachi y Sai todavía contemplaban a Sasuke un tanto confundidos por su repentino cambio de actitud.
Pero el futuro rey del Reino del Fuego no había acabado todavía. Se incorporó en toda su estatura y clavó sus negros y hostiles ojos en todos los consejeros.
—Naruto es mi prometido y vuestro príncipe. No toleraré que se le falte al respeto ni que vuelva a producirse una escena como esta. El que lo haga, tendrá que responder ante mí, ¿he sido claro?
Los cuatro consejeros inclinaron la cabeza, el anciano con más reticencia, y a Mizuki le costó un poco a causa de la sorpresa, pero cuando Sasuke lo desafió con la mirada a que no se sometiera, esbozó una dudosa sonrisa y finalmente bajó el rostro como muestra de sumisión. Ahí detectó rápidamente que, pese a las apariencias, el consejero más joven sería de los primeros que más se opondrían junto al anciano que había sermoneado a su prometido. Los otros dos, en cambio, parecían ser más manejables, pero estaría atento de todos modos.
Ahora que estaba todo aclarado, pudo sentarse entre su prometido y su hermano y empezar a desayunar. En ese momento, notó que Naruto le tocaba el brazo; lo buscó con la mirada y vio que le dedicaba una pequeña sonrisa antes de darle un apretón. Entendió rápidamente que le estaba agradeciendo su ayuda y correspondió al gesto cogiéndole la mano y devolviéndole el apretón, después de lo cual ambos apartaron la mirada para concentrarse en la comida.
Por otro lado, Itachi, que había observado ese intercambio sutil de gestos, estaba gratamente sorprendido. No tenía ni la menor idea de qué había pasado, pero su hermano pequeño parecía haber aceptado por fin su responsabilidad y estaba actuando como haría cualquier prometido… Bueno, no podía decir que estuviera siendo exactamente caballeroso con el creador, pero se había dado cuenta de que existía cierta complicidad entre ambos, como si solo ellos hubieran entendido la broma de Sasuke al tratar al rubio con respeto.
Eso era bueno, no solo para el Reino del Hielo, sino que intuía que aquel matrimonio le haría mucho bien a Sasuke. Estaba impaciente por contarle a su padre las buenas noticias.
La reacción de Sai era más o menos similar a la de Itachi, pues no esperaba que su rebelde primo se resignara tan pronto a su destino y mucho menos que se mostrara tan protector con su prometido. Sin embargo, la explicación más lógica que le encontró era que, al final, Sasuke había sucumbido a los encantos del creador y se hubiera acostado con él. Porque Sai no era ciego y, aunque siempre le habían gustado las mujeres, no había podido evitar fijarse en lo atractivo que era este, con esa piel morena haciendo resaltar su revoltoso cabello rubio y esos desafiantes ojos azules, además de esas largas piernas y sus caderas redondeadas, un tanto femeninas, que se contoneaban cada vez que andaba. Si bien ayer había pensado en Naruto como en un macho alfa, encontraba esa actitud de lo más interesante para el sexo; sería divertido luchar con él en una cama para dominarlo y hacerle suplicar que se la metiera.
Pero, al parecer, su primo se le adelantó anoche. Lástima. Aunque, si ese creador había conseguido doblegar a Sasuke, eso le aseguraba que el sexo con él tenía que ser lo mejor que había probado nunca, ya que su primo nunca se había portado así con ninguna mujer a la que hubiera tomado como amante, normalmente las dejaba tiradas a la mañana siguiente.
Solo esperaba que no le importara dejárselo para una noche.
El grupo desayunó en absoluto silencio, algo que intrigó a la familia Uchiha, aunque Sasuke no estaba tan sorprendido dada la relación que existía entre los Namikaze y su propio consejo. De hecho, los observaba a todos por el rabillo del ojo o con miradas disimuladas mientras hacía amago de coger una cosa u otra: la reina regente tenía una postura corporal relajada, pero sus ojos entrecerrados se movían protectoramente hacia su nieto de vez en cuando, diciéndole que estaba atenta en todo momento a su estado de ánimo; dos de los consejeros, los que había pensado que eran los más manejables, iban a lo suyo, pero el anciano lanzaba miradas furtivas hacia su prometido, como si analizara cada uno de sus movimientos de la misma forma en que calibraría a un enemigo, le costó poco adivinar que ese hombre había sido soldado en su juventud; Mizuki, en cambio, parecía todo sonrisas y amabilidad, pero lo pilló observando con un odio desmesurado y algo más que no supo interpretar (pero que no le gustó lo más mínimo) a Naruto, como si tuviera algo personal contra él, y este, en cambio, ignoraba a todo el mundo, o al menos lo intentaba, ya que Sasuke notaba cómo, a pesar de no alzar la vista en ningún momento, parecía sentir que era el centro de atención por su cuerpo tenso.
Empezaba a comprender lo que le dijo anoche sobre la división de poder, casi se podía palpar la enemistad que había entre ese grupo de personas en el ambiente. Eso le hizo sentirse un tanto protector hacia Naruto y su abuela, sabiendo que eran las personas más vulnerables en ese momento. Además, tras la conversación de anoche, simpatizaba con su prometido por sus ideales, y porque comprendía lo frustrado que se sentía al no tener ni voz ni voto por su condición de creador.
Pero eso cambiaría. Cuando fuera nombrado rey, las cosas iban a ser diferentes, más parecidas a su reino, y no le parecía mala idea que su prometido gobernara a su lado, como había hecho su madre junto a su padre. Él se había criado allí, lo conocía mejor que nadie y sabía qué le interesaba más a su gente, las cosas que necesitaban. En cambio, Sasuke era soldado y podía aportar mucho en lo referente a asuntos militares y defensas, además de que gracias a sus viajes alrededor del mundo sabía bastante sobre política exterior, mientras que Naruto entendía sobre la interior, sobre las casas nobles de su país. Entre los dos podrían hacer las cosas bien.
Al cabo de un rato, el rubio terminó su desayuno y se excusó, haciendo amago de marcharse, pero fue detenido por uno de los consejeros, la única mujer del grupo.
—Recuerde que tiene una clase de etiqueta dentro de una hora, alteza.
A Sasuke casi le hizo gracia ver cómo su prometido se estremecía ante esas palabras. Casi. Estaba claro que el rubio detestaba aprender cómo debía comportarse ante otros miembros de la nobleza, y estaba seguro de que no soportaba la educación que estaba obligado a mostrar ante los hombres; siempre sumiso, delicado, femenino, comedido, discreto, obediente. Sasuke no había visto nada de eso en su futuro esposo y dudaba que llegara a verlo.
Algo que agradecía en secreto y que esperaba que no cambiara.
—Me temo que no va a ser posible —intervino, captando la atención inmediata de todo el mundo, incluyendo la de su familia y la de la reina regente.
—¿Cómo es eso? —preguntó la consejera.
—Le pedí a su príncipe que me mostrara la ciudad. Si voy a ser el gobernante de este reino, debería empezar por conocer su capital al menos. Además, este año cortejo a mi prometido, se supone que debemos pasar mucho tiempo juntos para conocernos mejor, ¿me equivoco? —Esto último lo dijo con una sonrisa, sabiendo que la tradición exigía que una pareja prometida se viera constantemente y realizara algunos ritos de conquista, tales como que el hombre le hiciera regalos a su futura reina, le escribiera poemas y cartas de amor entre otras cosas. En el Reino del Fuego no era necesario que Naruto llevara un acompañante, pero en otros lados se exigía que hubiera otra mujer o un guardia presente para proteger la virginidad de la princesa, e incluso otros en los que no se permitía hacer contacto visual, sino que encerraban a la joven en una torre y el único medio de comunicarse con su prometido fuera por carta.
La consejera, pese a que desaprobaba que su rebelde príncipe se saltara las clases de etiqueta, accedió a cancelar las clases por un tiempo, lo cual hizo que Naruto casi saltara de alegría. Por otro lado, Sasuke le sonrió y le dijo:
—Prepara tus cosas para salir, mi príncipe.
El creador supo rápidamente lo que quería decir e hizo otra reverencia un tanto ridícula, acorde con el deje burlón que había usado el Uchiha cuando le había llamado “mi príncipe”.
—Sí, mi señor —le devolvió la pulla con diversión, aunque fue lo bastante sutil como para que solo lo notaran Sasuke, su hermano y la reina, que tuvo que volver a fingir otro ataque de tos.
Poco después, los Uchiha también terminaron de desayunar y se fueron del salón tras despedirse educadamente de Tsunade y el Consejo Real. Sasuke planeaba ir al dormitorio de Naruto para ver si estaba listo para irse, pero Itachi y Sai no se despegaban de él y eso empezaba a molestarle.
—¿Qué queréis? —les preguntó finalmente.
—¿Te has tirado al creador? —le preguntó su primo sin miramientos.
Esas palabras hicieron que Sasuke se tensara, se diera la vuelta con brusquedad y fulminara a Sai con la mirada.
—No, y más te vale tratar a Naruto con respeto o te parto la cara.
El joven Uchiha levantó las manos como si se rindiera.
—¿Se puede saber qué te pasa? ¿A qué viene ese afán sobreprotector?
Sasuke se acercó a Sai hasta que sus cuerpos casi se tocaban.
—Pasa que Naruto es mi prometido. Puede que yo no lo escogiera, pero eso no quiere decir que vaya a tratarlo de forma deshonrosa, ni permitiré que nadie lo haga.
—Está bien, tranquilo —dijo Itachi, interponiéndose entre los dos y echando a Sasuke hacia atrás—. Sai no lo decía con mala intención, solo estaba sorprendido por tu cambio de actitud, como yo.
El susodicho se encogió de hombros.
—Pensé que el sexo con él había sido genial y por eso estabas tan pegado a él.
El más mayor de los Uchiha lo miró con cara de pocos amigos.
—Y tú deja de decir cosas inadecuadas. Intenta pensar antes de hablar.
—Para variar —agregó Sasuke, todavía enfadado. Quería a su primo, pero a veces su bocaza le crispaba los nervios.
A pesar de la bronca por parte de sus parientes, Sai se desentendió con un gesto de la mano.
—Está bien, procuraré controlarme. Ahora cuéntanos qué pasó anoche como para que pasaras de estar enfurruñado a convertirte en el protector del creador.
Itachi ladeó la cabeza, muy interesado en su respuesta. Sasuke rodó los ojos; ni que hubiera tenido una revelación por parte de los dioses o algo así.
—Estuvimos hablando, nada más.
—Entonces, ¿te lo llevaste realmente del baile para conoceros mejor? —preguntó con los ojos como platos.
—Claro que no. Ambos nos escapamos de allí y nos encontramos por casualidad. —No pensaba contarles que había creído que iba a ver a su amante, todavía le avergonzaba un poco haberse convencido de algo así para poder huir de su matrimonio.
Su hermano mayor parpadeó.
—Tuvo que ser una charla trascendental.
Sasuke contuvo un gruñido, harto de que lo tuvieran por un niño que no asumía sus responsabilidades, y procedió a contarles lo que había ocurrido anoche: descubrir que Naruto atendía a niños muy enfermos, el probable inicio de una epidemia, la lucha de poder entre su familia y el Consejo, y los cambios que el rubio deseaba hacer en su reino, tratando de seguir con las reformas que iniciaron sus abuelos y que sus padres continuaron. Por supuesto, no mencionó el libro de los creadores ni las posibles habilidades que parecía poseer su prometido, al menos no delante de Sai, pues no quería incumplir su promesa de no revelar su secreto a nadie, ni tampoco romper esa confianza que habían empezado a construir.
—Ya veo —comentó Itachi cuando terminó su relato—, es una situación compleja.
—Y los Namikaze no tienen las de ganar por ahora —añadió Sai antes de dirigirse a Sasuke—. Entonces, te has puesto de su lado.
Este lo fulminó con la vista.
—¿Qué esperabas que hiciera?, ¿que me pusiera del lado de los consejeros? Soy del Reino del Hielo, sé que las mujeres valen tanto como los hombres, es injusto el trato que les están dando, sobre todo a Naruto.
Sai puso una mano sobre su hombro.
—Eh, tranquilo, yo pienso igual. Es solo que no me parece prudente que hayas desafiado a los consejeros como lo has hecho. Después de todo, si se están haciendo con la mayor parte del poder, puede que acaben tramando un ataque contra ti, y aquí estás desprotegido.
—No lo creo —argumentó Itachi, pensativo—. El Consejo Real no se arriesgaría a asesinar al príncipe de otro reino, menos del nuestro. Los Uchiha somos conocidos por ser un país de militares de élite, no hay ejército que se compare al nuestro. El Reino del Fuego no duraría mucho contra nosotros… y creo que la reina lo sabe.
Sasuke y Sai lo miraron con el ceño fruncido.
—¿Qué insinúas? —preguntó el último.
—Que tal vez la reina te escogió precisamente a ti intuyendo que estarías de su lado. Tsunade Senju viene del Reino de los Bosques, un país donde hay completa igualdad entre hombres y mujeres, y dudo que le haga gracia que el Consejo esté intentando implantar de nuevo una sociedad machista cuando ella y su marido lucharon tanto por cambiar eso. Además, te fuiste hace tres años al mar sin importar quién tratara de impedírtelo, eso dice que no te importa saltarte algunas normas cuando te conviene y que tampoco te dejas guiar por la opinión de los demás. Puede que te escogiera como futuro rey sabiendo que no tolerarías ciertas cosas de aquí, además de que por tu posición y tu apellido Naruto estaría protegido del Consejo.
Sai se quedó con la boca abierta.
—Menuda mujer.
—Fue meticulosa —asintió Sasuke. Su lado orgulloso estaba dolido porque le hubiera escogido a propósito para atarlo a un matrimonio que no deseaba, pero ya no estaba tan resentido como antes tras haber conocido un poco mejor a Naruto. Además, no podía culparla; ¿cuántos reinos había que defendieran los mismos ideales que los suyos? Muy pocos, y ya no podía casar a su nieto con alguien de su reino o el del Reino del Remolino, de donde venía la familia de la madre de Naruto puesto que ya eran parientes. El único país que quedaba era el del Hielo, e Itachi ya estaba casado. Solo quedaba él.
Solo ahora se daba cuenta de lo mucho que se esperaba de él: cambiar el Reino del Fuego para mejor y asegurarse de que Naruto no cayera en manos de un hombre que lo despreciara o maltratara por su condición de creador. No es que le importara mucho sus expectativas para con él, pero tampoco podía ignorar lo que estaba ocurriendo; ya había trabajado antes como mercenario para salvar princesas u otras ciudades, lo que tenía que hacer aquí no era muy diferente. Además, por extraño que le resultara, no quería que Naruto acabara casado con alguien que pudiera hacerle daño, le había demostrado que era una buena persona que deseaba sinceramente el bienestar de su pueblo y lo respetaba y admiraba por ello. Merecía a alguien que le cuidara y defendiera de honor. Tal vez no pensaría en sí mismo como la mejor opción, pero era la única que tenía.
—Entonces, ¿qué vas a hacer, Sasuke? —le preguntó Sai.
Él se encogió de hombros.
—Usar el año de cortejo para aprender tanto como pueda de este lugar y, cuando sea rey, cambiaré las cosas para mejor.
Su primo se quedó con la boca abierta.
—¿Te vas a resignar al matrimonio así de fácil?
—De todos modos, mi padre me habría casado con alguien y, si soy sincero, prefiero a Naruto antes que a cualquier otra mujer tonta que espera que la ame —reconoció, esta vez agradecido de verdad porque el creador no fuera como las locas desesperadas que lo perseguían—. Lo único que él va a pedirme es que sea un buen rey para su gente, y eso es algo que puedo cumplir.
Sai iba a preguntarle qué pasaría con el sexo, ya que sabía que Sasuke jamás había mostrado interés alguno en los hombres, pero Itachi apartó a su inoportuno pariente para darle un fuerte apretón de hombros a su hermano.
—Estoy orgulloso de ti. Si hay algo que pueda hacer para ayudarte o para hacer que esto sea más fácil para ti, solo pídemelo.
Sasuke asintió y miró a su hermano con seriedad.
—Gracias, pero ahora lo importante son esos niños. Tengo que ayudar a Naruto a encontrar una cura —dicho esto, se despidió de su familia para buscar a su prometido y llevarlo a un lugar seguro donde pudiera investigar su libro.
Itachi y Sai contemplaron su partida, uno sonriendo y el otro aún extrañado por cómo Sasuke había cambiado en tan poco tiempo.
—Hay algo en todo esto que no me convence —admitió.
—¿El qué?
—No digo que Sasuke no sea una buena persona, pero siempre ha sido más egoísta. Valora demasiado su libertad como para sacrificarla tan fácilmente por una buena causa, por noble que sea. Hubo señores que quisieron recompensar sus hazañas casándolo con hermosas princesas y ofreciéndole tierras, pero él solo pedía dinero suficiente para subsistir, un lugar para pasar la noche en aquel territorio y comida.
Itachi esbozó una leve sonrisa.
—De niño, Sasuke no era así. Soñaba con ayudar a los débiles y hacer del mundo un lugar mejor para todos.
—Eso fue antes de que muriera Mikoto. Después, cambió. El tiempo que ha pasado en el mar solo lo ha vuelto más independiente, y apreciaba demasiado esa libertad como para atracar en el Reino del Hielo y que se la arrebataran. No entiendo cómo es que ahora le ha salido la vena noble.
La sonrisa de Itachi se volvió enigmática.
—Tal vez es por Naruto.
—Sasuke ha dicho que no se ha acostado con él.
El heredero del Reino del Hielo puso los ojos en blanco.
—No todo se reduce al sexo, Sai. Puede que Sasuke haya visto algo en él que le haya hecho despertar esa parte de sí mismo que estaba olvidada. —Hizo una pausa, pensando en el creador que iba a convertirse en su cuñado—. Tal vez este matrimonio sea bueno para él.


Sasuke se encontró con el creador cuando salía de sus aposentos con un pesado petate sobre la espalda. Una vez más, se había negado a ponerse vestido y, en su lugar, llevaba una camisa de manga corta azul con el dibujo de una espiral en el pecho y unos pantalones oscuros holgados, a juego con los brazaletes negros que adornaban sus antebrazos. Se fijó en que, una vez más, no llevaba zapatos. Se preguntó por qué nunca se los ponía.
Al verle llegar, Naruto le sonrió con malicia.
—No he visto que bebieras vino durante el desayuno. Creía que eso para ti era un zumo.
Sasuke le devolvió la sonrisa.
—¿Qué demonios lleva ese vino?
—Para empezar, sabor. Cosa que no tiene la cerveza de tu reino.
El Uchiha negó con la cabeza, divertido, y luego empezó a caminar en dirección a los establos, seguido de cerca por su prometido.
—Me debes algunas historias —dijo este con aires de suficiencia.
Sasuke bufó.
—Te sientes muy orgulloso por haberme ganado, ¿verdad?
—Por haberte tumbado bebiendo, eso es muy de hombres —rectificó Naruto, haciendo que el varón soltara una carcajada—. Tendrías que haberte visto anoche, no podías ni caminar erguido.
—¿Cómo pudiste cargarme hasta la habitación?
El rubio se encogió de hombros.
—Soy más fuerte de lo que parezco. —Hizo una pausa mientras bajaban las escaleras y cruzaban uno de los patios interiores—. Oye, ¿cuál es tu plan para deshacernos de los consejeros? —preguntó en un murmullo.
Sasuke sonrió.
—Iremos al único sitio al que no tienen acceso.
Los ojos de Naruto brillaron.
—El Bosque Sagrado.
—¿Alguno de ellos está emparentado con tu familia? —Sasuke no había olvidado que solo aquellos que tenían sangre de la familia real podían entrar en ese lugar.
—Mizuki lo está, pero se le prohibió entrar hace un año.
El Uchiha se paró en seco al escuchar el nombre del consejero que habló con él anoche, haciendo que por poco Naruto chocara contra su espalda. Con que ese cabrón podría ser un aspirante al trono, después de todo…
—¿Qué pasa? —le preguntó el rubio.
Él negó con la cabeza, poco dispuesto a revelarle que prácticamente cayó en la trampa de ese hombre cuando le dijo que tenía un amante. Le avergonzaba la actitud que había tenido ayer con su prometido cuando él no había tenido la culpa de que su padre le hubiera forzado a comprometerse y, además, no quería romper la confianza que empezaba a haber entre ambos. Tal como dijo Naruto, tenían que llevarse bien por el reino y, también, por ellos mismos, después de todo, iban a pasar el resto de sus vidas juntos y, si una esposa malcriada y sedienta de amor le parecía molesto, un creador rencoroso podía ser mucho peor, y con diferencia.
—Creo que vas a tener que hablarme de los consejeros —dijo finalmente, reanudando la marcha—. Necesito saber a qué atenerme.
Para entonces, ya se encontraban en los establos y Sasuke fue a ensillar su caballo. Naruto permaneció fuera de la cuadra, esperándole y mirándolo con recelo.
—No esperarás que me suba en el caballo, ¿verdad?
—¿Por qué no?
—No sé montar.
El Uchiha lo miró con los ojos como platos.
—¿Cómo que no sabes montar?
—Los creadores, como las damas, van en carruaje. Me dijeron que no era elegante tener a un animal entre las piernas, que lo único que debería estar entre mis muslos era un hombre.
En ese momento, Sasuke estaba subiendo al caballo, pero por poco se cae al escuchar semejantes palabras.
—¿Quién te dijo eso? —preguntó con un tono muy serio, casi enfadado.
—El consejero Danzo. Es al que le falta un brazo y un ojo —respondió el rubio sin mirarle, aunque eso no evitó que Sasuke lo observara con atención. Vio la miríada de emociones que cruzaban sus ojos: rabia, frustración, impotencia, tristeza. No podía ni imaginar lo duro que debía de ser para Naruto aguantar tantas gilipolleces todos los días sabiendo que llevaba las de perder. Y, a pesar de eso, no se rendía. Seguía plantando cara a quien fuera necesario para defender sus derechos, los de su familia, o los de su pueblo.
Se apartó de su caballo y fue hasta su prometido para levantarle la barbilla, de forma que lo mirara a la cara.
—Eres mi prometido. Tal vez no el que haya elegido yo, pero lo eres y es mi deber y mi honor cuidar de ti. Si alguien te vuelve a faltar al respeto, solo dímelo.
Naruto asintió y le dedicó una pequeña sonrisa.
—Gracias, Sasuke. Por esto y… también por lo de antes.
—No tienes que dármelas, fue un placer poner a esos vejestorios en su sitio —dicho esto, lo cogió suavemente por los hombros y lo acercó al caballo—. Y ahora, vas a tener tu primera clase de montar.
Al oír eso, Naruto palideció.
—Ah… Mejor no.
—No te darán miedo los caballos, ¿verdad? —se burló Sasuke, a lo que su prometido respondió con un resoplido.
—Me gustan los caballos. —Y para demostrarlo, se acercó al animal y le acarició la cabeza sin dudarlo. El cuadrúpedo se inclinó para apoyarse en el pecho del creador, pidiendo más caricias—. Es solo que… no me siento muy seguro de estar encima de uno.
—No te preocupes, voy a dirigirlo yo, tú solo tienes que agarrarte a mí —dijo mientras se subía a la grupa de un salto y se acomodaba sobre la silla. Entonces, y antes de que Naruto pudiera replicar otra vez, se inclinó hábilmente a un lado, lo enganchó por debajo de los brazos y lo subió detrás de él—. Recuerda, ¡agárrate fuerte! —y sin esperar más, golpeó los flancos del corcel, el cual relinchó y empezó a correr.
Tuvo que echarse a reír cuando Naruto se aferró rápidamente a él, envolviendo los brazos alrededor de su cintura y enterrando su rostro en su espalda. Con lo desafiante que era cuando tenía los pies en el suelo… le parecía gracioso que tuviera miedo de estar encima de un caballo.
Además, sería una pequeña venganza por haberle ganado anoche. Aunque tenía que reconocer que le había advertido que el vino era fuerte. No importaba mucho, la verdad, era divertido en cierto modo ver cómo intentaba refugiarse en él cuando estaba asustado.
Salieron del castillo y Sasuke se desvió por el camino que conducía al Bosque Sagrado. Le pareció ver por el rabillo del ojo que otros dos jinetes lo seguían, pero fue tan solo durante unos segundos, no estaba del todo seguro. Sin embargo, tras pasar tres años fuera de su reino, sin más protección que su espada, su primo y los pocos hombres que lo acompañaban, había aprendido a ser extremadamente precavido y a seguir sus instintos, y estos le decían que su vista no le había engañado y que había visto a dos jinetes yendo tras ellos con una discreción envidiable. Tendría que preguntarle a Naruto si era posible que los consejeros los hubieran enviado a espiarles.
Cuando llegaron al bosque consagrado al dios zorro, detuvo al corcel en un camino cubierto de hojas castañas y anaranjadas, flanqueado por árboles milenarios cuyas copas cubrían casi por completo el cielo. Dedicó un segundo a asegurarse de que no había nadie más con ellos y, tras ver que estaban solos, le dio un toquecito a Naruto en la pierna.
—Eh, ya hemos llegado.
Sin embargo, su pobre prometido seguía aferrado a él como si su vida dependiera de ello. Eso hizo que se sintiera un poco culpable, no había querido asustarlo tanto.
—Oye, tranquilo, no pasa nada. Estamos bien, el caballo no se ha caído ni nada, es la única forma en la que nos podría haber pasado algo y conmigo como jinete, eso jamás habría pasado.
Nada. Naruto parecía haberse convertido en una especie de garrapata. Sasuke resopló, sabiendo que no era para tanto, y se preguntó que podía hacer para que bajara. No tardó mucho en dar con una respuesta que le hizo sonreír ampliamente.
—Mira, si solo querías abrazarme podrías habérmelo dicho.
Recibió un fuerte golpe en el costado como furiosa respuesta. Joder… Pues sí que era más fuerte de lo que parecía.
Naruto se bajó del caballo de un salto y lo asesinó con la mirada.
—Yo no soy una de esas idiotas que levanta la falda cuando ve a un hombre atractivo. Además, no eres tan guapo —resopló indignado antes de seguir el camino.
Sasuke también bajó del caballo, frotándose todavía el costado y soltando una risilla.
—Ese es mi futuro esposo —murmuró, un tanto contento por volver a ver al Naruto desafiante y orgulloso que conoció el día anterior.
Tras coger las riendas del caballo, siguió a su prometido por el bosque que parecía vivir en un otoño constante, a juzgar por los colores rojizos, castaños y dorados que inundaban las copas de los árboles y gran parte del suelo, aunque todavía se podían apreciar zonas de hierba de un color verde intenso y fresco.
Miró al rubio, quien había relajado ligeramente el paso. Sonrió al darse cuenta de que todavía tenía unos andares airados, probablemente por lo que le había dicho antes.
—Eh, ¿sigues enfadado conmigo?
—¿Por qué no me lo dices tú? Ya que además de guapo dicen que eres inteligente.
Mmm, sí, seguía enfadado.
—Solo lo he dicho para que se te pasara el miedo, no era mi intención insultarte —dijo en un tono más suave y conciliador, aunque le parecía divertido molestar a Naruto.
Este se detuvo en seco y se dio la vuelta, mirándole con recelo.
—¿De verdad?
—De verdad —respondió Sasuke, esta vez con seriedad.
El rubio lo observó detenidamente y luego asintió.
—Bien. No me gustaría que me compararas con esas locas admiradoras que van detrás de ti. No tienen un ápice de dignidad u orgullo —y dicho esto, continuó andando, aunque esta vez iba más tranquilo.
Sasuke sonrió y logró alcanzarlo.
—No lo haré… pero sí soy tan guapo e inteligente como dicen. —No pudo evitar soltar la pulla, le gustaba que su prometido le rebatiera todo cuanto decía.
Naruto resopló con los labios curvados hacia arriba.
—Ya te gustaría.
Al Uchiha le habría gustado seguir jugando con él, pero tenían asuntos importantes que tratar y, además, había algo que lo inquietaba desde que habían salido del castillo.
—Oye, me ha parecido ver que dos jinetes nos seguían antes. ¿Es posible que los consejeros nos espíen?
—No te preocupes, eran Kakashi y Obito, me siguen a todas partes siempre que salgo del palacio.
—¿Y dentro del palacio? ¿Necesitas protección cuando estás allí?
—Los consejeros se habrán hecho con los nobles, pero los soldados nos siguen siendo leales a mi abuela y a mí. Ser Gai, el hombre que os acompañó el primer día hasta el palacio, es el general del ejército y todos lo respetan, los soldados le seguirán adonde vaya, y él nos juró lealtad a mi abuela, a mí y al Reino del Fuego.
—¿Y estás seguro de su palabra? No todo el mundo cumple sus juramentos.
—Él lo hará, le conozco. Su hijo y yo siempre nos hemos llevado bien, hace la vista gorda cuando me ve salir del castillo porque sabe lo que hago.
A Sasuke le alivió saber que Naruto estaba constantemente protegido, aunque eso último lo dejó intrigado.
—¿Cuánta gente sabe lo que haces exactamente?
—En cierto modo es un secreto a voces. Antes de los niños enfermos, ayudaba a otras personas que me necesitaban. A cambio, ellos no dicen dónde he estado, por eso hay mucha gente que lo sabe pero no hablan de eso. Así los consejeros no se enteran.
—Y tú tienes el apoyo del pueblo —adivinó Sasuke.
—No lo hago por eso, pero sí, tengo más apoyo del que creen los consejeros.
El varón asintió y frunció el ceño, pensando en estos.
—Háblame de tu Consejo. Quiero saber qué me voy a encontrar.
—Está formado por cuatro personas, como ya sabes. Koharu Utatane es la mujer; no es la peor del grupo, pero hay que tener cuidado con ella. Tiene ideas tan anticuadas como el resto, cree que las mujeres deberían limitarse a parir y criar a sus hijos, así como dedicarse por completo a sus maridos, lo cual es irónico dada la posición de poder que ocupa en el Consejo. Le encanta ser la única mujer en el reino con poder real —añadió, poniendo los ojos en blanco—. También está a favor de prohibir la homosexualidad, no lo ve como algo natural.
—Ese es otro problema —dijo Sasuke. En su reino, el amor entre dos hombres o dos mujeres era algo muy normal y tenían los mismos derechos que el resto, también se les permitía casarse, e incluso los niños que quedaban huérfanos iban a parar a sus hogares, ya que estas parejas no podían tener hijos por su cuenta.
Naruto asintió.
—Te dije que había muchas cosas que querían cambiar. Por suerte, mi abuela no ha tenido que ceder en eso, al menos por el momento. Los consejeros no creen que sea prudente por ahora empezar una caza de brujas contra los homosexuales, nadie quiere ver este reino inmerso en una guerra civil, prefieren el cambio lento, pero constante.
—Entonces, ¿crees que no intentarán ningún conflicto armado?
—No por parte de Koharu y Homura. Homura Mitokado es parecido a ella, solo que más duro y menos comedido. Era ministro de economía y quiere imponer medidas un tanto duras a los extranjeros, tanto para el comercio como para atracar en nuestros puertos e incluso para los nobles que vienen aquí a pasar la primavera.
No era extraño que la nobleza de varios países fuera al Reino del Fuego cuando quería tomarse un descanso de sus responsabilidades. El clima era cálido y agradable en esa época, la comida muy abundante y, gracias a la gran riqueza que obtenía el reino gracias al comercio de múltiples productos, como el vino, las telas, el pescado y muchos tipos de cultivos agrarios, las ciudades del país tenían un alto nivel de vida, hasta los agricultores podían permitirse tener casas decentes y espaciosas.
—¿Por qué quiere hacer eso? —preguntó Sasuke—. Vuestro país ya es bastante rico.
—Codicia, supongo, ve que puede aprovecharse más de nuestros recursos. Yo creo que no es una decisión sabia, menos todavía si quiere hacer de nuestro comercio uno más caro. Nos hemos enriquecido gracias a la importación de nuestros productos, hacerlos más caros hará que con el tiempo la gente busque otros más baratos. Si a eso le quiere añadir un precio más alto por atracar a los comerciantes en nuestros puertos, no saldrá rentable y al final los otros reinos dejarán de comprar.
Tuvo que apreciar la agudeza de Naruto al observar eso.
—¿Y esos dos son los menos duros?
—Serán anticuados, pero precisamente por eso respetarán tu autoridad, sus viejas leyes les obligan a ello. Los que sí representan un problema son los otros dos: Danzo Shimura y Mizuki Shinichiro.
Sasuke arrugó la nariz con desagrado al escuchar el último nombre.
—Cuéntame.
—Danzo fue militar, así que, si por él fuera, habría iniciado un golpe de estado hace tiempo. Creo que no lo ha hecho porque le faltan las fuerzas militares para lograrlo; tendrá a la mayoría de los nobles en el bolsillo, pero muchos de ellos no quieren alzarse en armas contra la familia real y, aunque así fuera, mi abuela y yo seguimos teniendo nuestro propio ejército. Es la clase de persona que dejará los cuerpos de los homosexuales, los traidores y todo aquel al que considere su enemigo colgado en la plaza como recordatorio de lo que ocurrirá con aquellos que se pongan en su contra.
—¿Cuál es su problema? —interrogó Sasuke.
—Se creía que mi bisabuela era estéril, ya que tardaron mucho tiempo en concebir un hijo. Los Shimura son la segunda familia más antigua de este reino, Danzo estaba destinado a gobernar en el caso de que mi abuelo no hubiera nacido.
—Así que le guarda rencor a tu familia porque él podría haber sido rey.
—Sí —reconoció Naruto antes de continuar—. Tampoco tiene respeto por los dioses o por las tradiciones que no le benefician, solo entiende la fuerza. —Hizo una pausa, pensativo—. Supongo que es bueno que seas tú mi prometido, los Uchiha sois conocidos por ser grandes guerreros. No se enfrentará a ti cara a cara, si lo hace, será por la espalda.
Eso no le hizo ni pizca de gracia.
—¿Crees que lo hará?
—¿Enfrentarse a ti? No sería inteligente, pero creo que le gustaría hacerlo. Ya te he dicho que fue militar, a menudo le gusta jactarse de la emboscada que le tendería al ejército de tu reino.
—¿Emboscada? —Eso le interesaba saberlo. Si ese hombre intentaba alguna vez algo contra su reino, quería estar advertido de su estrategia.
—Los Uchiha sois invencibles en tierra, vuestro país nunca ha sido conquistado. Pero nunca habéis peleado en alta mar… Bueno, aparte de ti. Nosotros vivimos en un archipiélago, somos marineros natos. La idea sería atraer al ejército de tu reino al mar y tenderos una emboscada allí, sin dejar que lleguéis a tierra firme. Vuestras naves son muy grandes, pero poco móviles, a diferencia de las nuestras, más pequeñas, rápidas y flexibles. Os hundiríamos en poco tiempo y moriríais ahogados en vuestras propias aguas gélidas.
Sasuke frunció el ceño, molesto porque el plan era brillante. Bastaba con simular un ataque a su reino para entrar en guerra, una en la que su padre habría enviado sin dudar a todo el ejército en grandes naves, pensando en perseguir al enemigo y eliminarlo. No se le pasaría por la cabeza que la retirada de sus contrincantes sería falsa y que estarían aguardando para acribillarlos.
—¿Por qué me has contado su estrategia? —inquirió. Pese a que le resultaba muy útil la información que le había dado Naruto, no entendía por qué no la había escondido por si algún día le hiciera falta.
Este se detuvo y lo miró intensamente.
—No soy tu enemigo, Sasuke. Los Uchiha y los Namikaze hemos tenido una buena relación durante mucho tiempo, y no veo motivos por los que querría enfrentarme a vosotros en una guerra absurda que no beneficiará a nadie. Eso es lo que quieren Danzo y Mizuki, más poder, más gloria. Quieren que sus nombres queden en la historia como los grandes conquistadores del mundo.
—Espera, ¿quieren empezar una guerra?
—Eso dicen. Una guerra que hará del Reino del Fuego el más grande de todos. —Soltó una carcajada amarga—. Mi reino siempre ha sido pacífico, Sasuke. Nos basta con lo que tenemos, que ya es mucho. El dios Kurama nos bendijo con tierras muy ricas y fértiles, no sentimos la necesidad de buscar riquezas en otra parte, ni tampoco queremos controlar tierras que se encuentran a leguas de aquí, no tiene sentido para nosotros. No puedo decir lo mismo de otros reinos, que vinieron aquí tiempo atrás a arrebatarnos por la fuerza lo que por derecho es nuestro, cuando podríamos haberlo compartido con ellos de haberlo pedido. Al ser los conquistados, fuimos nosotros quienes tuvimos que hacer más sacrificios para defendernos: murió mucha gente, destruyeron nuestras ciudades, arrasaron nuestros cultivos para que muriéramos de hambre, y los extranjeros trajeron consigo enfermedades que aquí no había y que exterminaron a parte de la población. Al final, ganábamos, pero el precio por la victoria era demasiado alto. Por eso nos hicimos comerciantes, para vender esa abundancia que nos sobra y compartirla a cambio de un precio razonable, de ese modo nos evitamos las guerras durante siglos. Mizuki y Danzo acabarán con eso, y creo que es estúpido enfrentarse a todo el mundo por lo que ellos llaman gloria. Cuando hablan de ella, yo solo imagino cómo quedó mi país tras las guerras de antaño, destruido y moribundo. No quiero eso para mi gente.
Sasuke observó cómo Naruto retomaba la marcha con el corazón en un puño. Para ser alguien tan joven que no había salido nunca de su reino, su prometido era bastante sabio. Era evidente que conocía bien la historia de su país y que había aprendido mucho de ella; además, tenía un sentido de la responsabilidad para con su pueblo que lo sorprendía, como si siempre, incluso de niño, hubiera sido muy consciente de que había mucha gente que dependía de él.
Ser príncipe no es una carga fácil, especialmente cuando eres pequeño. Te repiten constantemente las cosas que estás destinado a hacer por tu gente, cosas que no quieres hacer pero que son las que se esperan de ti. Eso era lo peor, las expectativas, y más todavía si, como Sasuke, su familia tenía una reputación impecable como gobernantes, con un padre estricto pero justo, y un hermano mayor tan inteligente, que muchos veían como un futuro rey incluso más sabio.
Cuando su madre vivía, él soñaba con hacer honor a esa reputación y ayudar a su hermano en lo que necesitara para que el Reino del Hielo siguiera siendo un gran país pero, tras su muerte, todo cambió; su padre se distanció muchísimo de él y dejó de prestarle atención, se volvió más duro con él y con Itachi y no pudo soportar la presión. Se sintió como si se estuviera ahogando, y por eso, cuando cumplió la mayoría de edad, cogió un barco y huyó de todo, intentando encontrar un lugar donde poder respirar.
Pero Naruto no había huido, tal vez porque, a diferencia de él, no tenía hermanos y no había nadie más de confianza que pudiera asumir el trono de su reino y no quería dejar a su gente desprotegida. A diferencia de él, y a pesar de que su situación era mucho peor que la suya por su condición de creador y el poder que estaba consiguiendo el Consejo, se había mantenido firme, y seguía luchando.
Puede que fuera más joven que él, y que no hubiera visto tanto mundo como él… pero poseía una valentía y una fuerza que Sasuke sentía que no tenía. Eso lo respetaba, y debía admitir que le producía un poco de envidia. En cierto modo, se sentía pequeño en comparación con Naruto.
Sacudió la cabeza, molesto consigo mismo. No tenía sentido sentirse de esa manera, si quería llegar a la altura de su futuro esposo, lo que tenía que hacer era centrarse en ayudar a la gente de ese reino, aprender tanto como pudiera sobre él y apoyar a Naruto. Por mucha fortaleza que viera en él, por el momento carecía de poder para enfrentarse al Consejo, y para eso estaba él.
Se apresuró en alcanzarlo y en seguir con la conversación.
—No permitiré que haya una guerra. Te lo prometo —le juró no solo a Naruto, sino también a sí mismo.
El rubio le dedicó una pequeña sonrisa.
—Gracias. Solo espero que Danzo y Mizuki no intenten algún sucio plan.
—No me has hablado de Mizuki —comentó Sasuke, deseoso por saber más sobre esa sucia rata que había tratado de engañarlo.
—Debes tener cuidado con él, es un manipulador nato. Buscará tus debilidades para usarlas en tu contra, es bueno haciendo eso.
Sasuke pensó en cómo había usado su disgusto con su matrimonio para tratar de ponerlo en contra de Naruto y así dejarlo indefenso ante el Consejo. También le molestó mucho que se hubiera comportado con fingida amabilidad, ocultando sus verdaderas y nocivas intenciones.
—Se comportaba como si fuera un humilde servidor.
Naruto gruñó.
—Solo en público, no te dejes engañar. De entre todos mis tíos, es el único que no ha renunciado a sus derechos sobre el trono.
El Uchiha se tensó.
—Espera, ¿es otro hijo bastardo de Jiraiya?
—Sí.
Los ojos de Sasuke se oscurecieron peligrosamente.
—Quiere ser rey, ¿no?
—Sí, mis otros tíos nunca se fiaron de él por no renunciar al trono, a pesar de que le juró lealtad a mi padre. Mi abuela creía que en algún momento intentó matarlo, pero nunca encontró pruebas y, cuando falleció junto a mi madre, pidió mi mano en matrimonio.
—No pierde el tiempo —resopló Sasuke con ironía.
—No, pero por suerte es un bastardo y pariente mío, su estrategia no salió bien.
—¿Y él no puede estar por aquí? —preguntó el varón, vigilando los alrededores—. Si tiene sangre real, le está permitido entrar en este bosque.
—Ya no, cometió una falta grave estando aquí y se le prohibió volver —respondió Naruto, apretando los labios—. ¿Recuerdas a los seres que te dieron la bienvenida cuando viniste aquí?
—No tuve el placer de verlos, pero sonaban imponentes.
—Son sirvientes de Kurama, protegen sus dominios. En cuanto vean a Mizuki poner un pie aquí, lo matarán. —El creador observó los altos árboles—. Esto es territorio sagrado, pertenece a mi dios, por lo que ni mi abuela, ni yo, ni tú cuando seas rey, tenemos autoridad aquí. Los que sirven a Kurama lo matarán sin importar quién intente detenerlos.
Sasuke asintió.
—Entonces, procuraré no hacerles enfadar.
Naruto sonrió, divertido.
—Mejor no.
Para entonces, habían llegado a un gran claro ocupado por un hermoso lago de aguas cristalinas, bordeado por arbustos y árboles. Mientras el creador se sentaba junto a un tronco y recostaba su espalda en él, Sasuke vio por el rabillo del ojo un movimiento, que resultó ser las ondas del agua. Al buscar el origen de las mismas, alcanzó a ver la parte inferior de un ser enorme, de pelaje negro como el carbón, cuyas numerosas colas se balanceaban ligeramente.
¿Pero qué diablos…?
—Eh, ¿has visto eso? —le preguntó a Naruto, agarrando la empuñadura de su espada.
El rubio ni se inmutó.
—¿Cómo era?
—Un animal enorme, cuadrúpedo, negro y con varias colas.
—Ah, sí, es Kurogane.
Sasuke frunció el ceño y se giró hacia su prometido, soltando la espada.
—¿Kurogane?
—Uno de los que sirven a Kurama. No te preocupes, no te hará daño siempre que no incumplas las normas de aquí o trates de atacarme. Mataría a cualquiera que quisiera herirme.
Eso lo dejó intrigado.
—¿Cómo es eso?
—Según una versión de las leyendas, los creadores somos hijos directos de los dioses. Si eso fuera cierto, tendría sentido que aquellas criaturas que sirven a los inmortales nos protejan dentro de sus dominios, ¿no? —explicó Naruto vagamente, sin aparentar mucho interés.
Sasuke hizo una mueca. Pese a que respetaba las leyes antiguas, supuestamente dictadas por los dioses, no creía demasiado en ellos en el sentido de que se preocuparan por los hombres. Por supuesto, no dudaba de su existencia, había visto demasiadas cosas misteriosas y extraordinarias como para dudar de que eran reales, sin embargo, pensaba que tan solo se divertían observando a los humanos viviendo sus patéticas y mortales vidas hasta que llegaban a su fin.
Así que dudaba mucho de que las leyendas de las que hablaba Naruto o las que le había contado su madre de niño fueran reales. De hecho, pensó en darle una lección a su prometido sobre el poco interés que tenían los dioses por los humanos, pero este le tendió de repente un montón de papeles.
—¿Qué es esto?
—Escritos de los creadores de antaño. Están en lengua antigua. Querías ayudarme a buscar una cura para los niños, ¿verdad?
Sasuke endureció el gesto.
—Por supuesto.
Naruto dejó escapar un suspiro.
—De niño empecé a estudiar lengua antigua, pero tras la muerte de mis padres, los consejeros me prohibieron estudiar eso también. Decían que no me hacía falta para nada, así que no entiendo lo que dicen los textos más antiguos del libro de los creadores de mi reino. A ti te obligaron a estudiarla, ¿verdad?
El Uchiha asintió y se sentó a su lado.
—No era una asignatura que me gustara, pero fui bastante aplicado y al final me resultó útil para otras cosas.
—Así que puedes traducirme esto, ¿verdad?
—A menos que tenga palabras muy complejas, sí.
—Creo que lo más difícil que puedes hallar son los nombres de plantas muy concretas que solo se encuentran aquí, pero eso me lo sé por haber estudiado este libro. Solo tienes que preguntarme.
Sasuke asintió y hojeó las páginas.
—Imagino que tengo que buscar algo que hable de una epidemia o enfermedad con los síntomas que presentan los niños, ¿verdad?
—Exacto. Seremos más rápidos si tú buscas en los textos antiguos y yo en los más recientes —dicho esto, Naruto se removió, algo incómodo—. Eres consciente de que lo que vas a leer son secretos muy importantes, ¿verdad? Que tanto yo como otros creadores dependemos de que esto no salga a la luz.
Al ver la duda en los ojos de su prometido, comprendió que tenía miedo de que esos secretos pudieran conducir a la sociedad a perseguir a los que eran como él de nuevo, y que todo dependía de que él fuera una tumba al respecto. Siendo sinceros, Naruto estaba arriesgando mucho al confiar en él de esa manera; puede que estuvieran empezando a llevarse bien, pero todavía eran extraños… y su prometido se estaba viendo obligado a revelarle cosas que podían llevar a su género a la destrucción de nuevo, a pesar de que, ahora, solo existía un creador.
Dejó los papeles a un lado y desenvainó un poco la espada para hacerse un corte en la palma de la mano. Naruto se quedó un poco impactado al ver la sangre que brotó de la piel y al comprender lo que estaba haciendo.
Sasuke le tendió su mano herida y el rubio la tomó con firmeza.
—Juro por mi sangre que no revelaré tus secretos. Juro por la sangre de mi familia que nada de lo que me confíes saldrá de mis labios, ni por lealtad a mi reino, ni por honor a mi rey, ni aunque mi vida dependa de eso. Juro en nombre de Taka que no romperé este juramento de sangre hasta que exhale mi último aliento.
Naruto aceptó el juramento estrechando su mano con fuerza. Cuando se separaron, este esbozó una media sonrisa.
—No era necesario un juramento de sangre. Un pequeño corte no demuestra nada.
Sasuke le devolvió el gesto.
—He hecho juramentos de sangre por cosas mucho menores.
—Así que te gusta el drama —rio Naruto—. Bueno, entonces yo te prometeré algo también.
—¿El qué?
El rubio le dedicó una oscura sonrisa.
—Si incumples tu juramento, te perseguiré hasta el fin del mundo y me aseguraré de que tengas una muerte horrible.
El Uchiha levantó una ceja, un tanto divertido.
—¿Estás amenazando con matarme?
—Oh, no sería yo quien lo hiciera.
—Entonces, ¿quién?
De repente, un coro de fuertes gruñidos retumbó en el claro, haciendo que Sasuke se levantara de un salto y empuñara su espada. Sin embargo, no llegó a desenvainarla, ya que Naruto estalló en carcajadas al ver su reacción.
Sasuke lo miró molesto al comprender la broma.
—No tiene gracia.
—Está claro que no has visto tu cara.
Resopló y volvió a sentarse, limpiándose el corte de la mano antes de intentar concentrarse en los textos antiguos.
—¿Te gusta hacer bromas de este tipo?
—Sí, son divertidas, pero iba en serio cuando te he prometido eso —comentó Naruto como si no fuera nada del otro mundo—. Si al final descubro que no eres tan honorable como quiero creer, dejaré que mis zorros te hagan pedazos.
Esta vez, no hubo gruñidos, y Sasuke no supo si eso lo inquietaba más o no. Aun así, reconoció que era justo. Naruto no tenía por qué confiar tanto en él inmediatamente por mucho que dijeran que los Uchiha eran honorables.
No podría culparlo si él incumplía su juramento, a pesar de que no tenía la menor intención de hacerlo.
Movió la cabeza a un lado a la vez que cogía el primer papel que encontró.
—Desde luego, nuestro matrimonio no será aburrido —comentó en voz baja para sí mismo.
Sin embargo, Naruto tuvo que oírlo, porque se echó a reír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario