Capítulo 12. La confrontación final
El edificio principal de Corporaciones Uchiha era tal y como cabía esperar
teniendo en cuenta que era la sede de Fugaku Uchiha: un edificio altísimo, casi
un rascacielos con sus múltiples pisos, cada uno de los cuales dedicado a un
departamento de la empresa distinto, y era cuadriculado y gris, frío y
distante, acorde con la personalidad del director ejecutivo de la empresa. Sin
embargo, Sasuke, sentado en un banco en la acera del frente, no le prestaba la más
mínima atención, pues estaba embobado mirando una fotografía que se había
llevado consigo a Japón.
Había pasado una semana más desde que Naruto le reveló lo ocurrido dos años
atrás y Kurama les contó sus planes para Fugaku Uchiha; todos salvo Naruto habían
tenido que volver a Japón para llevarlo a cabo, Kurama incluido, aunque eso
había desatado una fuerte discusión entre el rubio y él. Sasuke no había
querido que Kurama se alejara de Naruto, se sentía mejor sabiendo que el ex
agente estaba cerca del doncel para protegerlo por si había más hombres de su
padre buscándole, mientras que Naruto había tenido miedo de lo que podría hacer
Fugaku cuando se enterara de lo que iba a pasar y también quería que Kurama
estuviera con él para asegurarse de que no le pasara nada. Al final, como de
costumbre, el pelirrojo tuvo una solución que contentó a todos: él iría a Japón
y Naruto se quedaría con sus tíos Nagato y Yahiko, ambos trabajaban en el
ejército japonés, siendo Nagato un alto cargo, y el rubio estaría bien protegido
durante su ausencia.
Pese a que ya lo tenían todo preparado para enfrentarse a Fugaku, tuvieron
que quedarse unos días hasta que los tíos de Naruto llegaran con una pequeña
sorpresa en sus brazos. A Sasuke le costó un poco reaccionar cuando su rubio le
trajo a su hijo, y le entró un poco el pánico a la hora de cogerlo, ya que
nunca había ejercido de padre y tenía miedo de hacer daño al pequeño. Sin
embargo, Naruto lo obligó a cogerlo… y, una vez tuvo en sus brazos a su hijo,
viendo lo mucho que se parecía a su doncel y con su color de cabello… lloró por
la emoción.
Ese día, no se separó ni un centímetro de Saki, ni tampoco dejó que nadie
más que él lo cargara en brazos. A decir verdad, estuvo embobado mañana, tarde
y noche observando a su pequeño, memorizando cada facción de su rostro y cada
gesto que hacía, aprendiendo las cosas que le gustaban o que sabía hacer. Por
supuesto, tampoco dejó que nadie más que él le diera de comer, le bañara, le
cambiara de ropa o incluso los pañales, hasta Naruto reconoció que se le hacía
raro no tener que hacerlo él mismo, a lo que Itachi respondió que ya vería
cuando Mikoto lo conociera, entre ella y Sasuke, no sería necesario ni que
tuviera que contratar una niñera en el futuro.
Eso le hizo pensar con tristeza en que su madre ni siquiera sabía que era
abuela, y se preguntó cómo reaccionaría cuando se lo contara.
Por eso se había llevado a Japón la fotografía que ahora observaba con una
sonrisa de tonto, en la que salía él con su hijo y Naruto. Era la primera que
se habían hecho juntos y pensaba guardarla para el resto de su vida. Quería que
su madre la viera y explicarle todo lo que había ocurrido, y lo haría, muy pero
que muy pronto…
—Cuidado, hermanito, se te cae la baba.
Sasuke le sonrió a su hermano, que acababa de llegar y que se sentó en el
banco junto a él.
—Me encanta esta foto —reconoció, mirando lo felices que se veían los tres,
y suspiró—. Tal vez tendría que haber esperado un poco más para hacer esto…
Itachi frunció el ceño, preocupado.
—No podemos retrasarlo y lo sabes. Entre el virus informático que le mandó
Kurama y que tú y yo hemos estado desaparecidos durante un tiempo, nuestro
padre está histérico. Bueno, ya lo oíste.
Era cierto. Cuando decidieron que era hora de volver a Japón y terminar con
los egoístas planes de Fugaku, Kurama retiró por fin tanto el virus como liberó
los móviles de todos de su control. Itachi fue el primero en llamar para
tantearlo y decirle que sus negocios con China habían concluido de forma
satisfactoria y, aun así, su padre estaba muy molesto porque no había podido
contactar con él durante más de dos semanas, casi un mes. Sin embargo, peor fue
el caso de Sasuke, al que le tocó aguantar los gritos sobre por qué no había
recibido noticias suyas o de Sakura, aunque al joven Uchiha no le importó lo
más mínimo, porque mientras su padre se había dedicado a despotricar, este
había dejado el teléfono en la mesa y se había dedicado a contemplar cómo
Naruto le hacía arrumacos al hijo de ambos con una enorme sonrisa de felicidad.
Al final, cuando Fugaku dejó de gritar, Sasuke volvió a ponerse y le dijo
con toda la calma del mundo que en Nome había habido una ventisca y que por eso
no había podido contactar con ninguno de los dos, pero que ya había hablado con
el señor Kyubi y que este había accedido a una asociación entre empresas con
algunas condiciones que quería que su padre viera en persona. Pese a que este
sonó desconfiado por teléfono, obviamente accedió a que regresara a Japón para
hablar de esas condiciones.
Sasuke se encogió de hombros mientras guardaba la fotografía.
—La verdad es que no le presté atención.
—Pues yo sí, y no quiero ni pensar en cómo reaccionará cuando le
presentemos las condiciones de Kurama.
—Me da igual —replicó el más joven, apretando la mandíbula—. Ese cabrón intentó
matar a mi hijo. Tiene suerte de que no le mandemos a la cárcel por todo lo que
ha estado haciendo… de momento.
Itachi asintió con gravedad.
—Todo depende de lo que decida hacer —dicho esto, miró a su hermano pequeño
con preocupación—. ¿Eso te molesta?
—¿Que no vaya a la cárcel? —Sasuke hizo una mueca—. Por una parte, no me
gusta pensar que va a estar libre, no me gustaría que volviera a ir tras Naruto
para hacerle daño, pero confío en Kurama. Si él me dice que no podrá hacer nada
contra mi familia, yo le creo. Además, su plan me parece bien.
—Tiene una mente brillante… de un modo aterrador —reconoció Itachi.
Sasuke soltó una risilla.
—No te preocupes, uno se acostumbra.
—Puede ser, pero su relación con Naruto es… rara —dijo con cuidado.
El otro hombre no pudo evitar soltar una carcajada. Sabiendo lo que sabía
sobre Kurama, que era prácticamente todo, o al menos todo lo importante, se le
hacía ridículo pensar en él y Naruto juntos.
Itachi frunció el ceño.
—¿Eso es gracioso?
—No te imaginas cuánto.
—¿Hay algo que no sé?
—Muchas cosas, pero es asunto mío, de Kurama y de Naruto. No te preocupes
—le tranquilizó, palmeándole la espalda—, Kurama nunca ha visto a Naruto de esa
forma.
Tras esas palabras, el mayor de los Uchiha relajó los hombros.
—Si tú lo dices…
—¡Sasuke! ¡Itachi!
En ese momento, vieron a su madre corriendo hacia ellos. Ambos se
levantaron de inmediato para corresponder el fuerte abrazo que les dio.
—Mis niños… Os he echado mucho de menos —les dijo para después darles unos
besos en la mejilla y observarlos de arriba abajo—. ¿Cómo os ha ido el viaje de
negocios? Habéis estado fuera mucho tiempo.
Sasuke fue incapaz de no sonreír al pensar en lo que había conseguido en
ese supuesto viaje de negocios, una familia a la que amaba por encima de todo.
—Mejor de lo que esperaba.
Mikoto observó detenidamente a su hijo, dándose cuenta de que, desde que
había perdido la memoria, era la primera vez que lo veía tan feliz. Eso la
alegró y la inquietó al mismo tiempo, pues ella aún tenía la esperanza de que
encontraran a Naruto y pudieran juntarlos de nuevo.
—¿En serio? ¿Hay algo que quieras contarme?
Sasuke esbozó una sonrisa burlona y señaló a su hermano sin miramientos.
—Pues sí, Itachi ha conocido a una chica.
—¡Sasuke! —lo reprendió su hermano, rojo hasta las orejas.
Mikoto se sobresaltó y sus ojos se iluminaron esperanzados al mirar a su
otro hijo.
—¿De verdad? ¡Cuenta, cuenta!
—Luego te lo contaremos todo —le prometió Sasuke, aun sabiendo que ese
“luego” era más bien dentro de cinco minutos—. Ahora tenemos una reunión con
nuestro padre.
La mujer parpadeó y frunció el ceño.
—Oh, ¿y por qué me habéis llamado? Podríamos habernos visto más tarde,
cuando salierais.
—En realidad —intervino Itachi, sin saber muy bien cómo convencerla de que
hiciera lo que le pedían—, nos gustaría que estuvieras presente en esa reunión.
Mikoto volvió a mirar a sus hijos, confusa. No era que no quisiera ir a esa
reunión, a ella no le molestaba especialmente, pero nunca le habían pedido algo
así y…
—A vuestro padre le molestará.
—Déjanoslo a nosotros, pero necesitamos que vengas.
—… Está bien —accedió un tanto inquieta. Tenía que estar pasando algo grave
o demasiado importante como para que sus niños le hicieran una petición así,
aun sabiendo que a Fugaku no le haría nada de gracia que una mujer estuviera
presente en su lugar de trabajo y mucho menos en una reunión con sus hijos.
Los tres juntos entraron en el edificio y se dirigieron al ascensor para
llegar a la última planta, donde estaba el despacho de Fugaku Uchiha. Mientras
se dirigían allí, Sasuke se preguntó dónde estaría exactamente Kurama; no
dudaba de que las cámaras de vigilancia ya estarían bajo su control, ni tampoco
de que no hubiera logrado infiltrarse en la empresa sin despeinarse. Si en el
pasado había llevado a cabo misiones tan peligrosas como imaginaba, le costaba
mucho creer que meterse en ese edificio no sería un juego de niños para él.
La verdad era que le tranquilizaba que estuviera cerca. Pese a que quería
pensar que su padre, a pesar de ser un monstruo, no sería capaz de hacer daño a
su propia familia, tampoco podía olvidar el relato de Naruto sobre cómo había
escapado de sus zarpas. La escena de su rubio siendo atacado y atrapado para
llevarlo a una sala donde hacerlo abortar le producía escalofríos, incluso
había tenido pesadillas con eso.
Pero eso se iba a acabar ese mismo día, se aseguraría de ello.
Al llegar al despacho, Itachi llamó a la puerta y su padre dio un brusco
permiso para entrar. En cuanto Sasuke ingresó en la enorme sala, se dio cuenta
rápidamente de que Fugaku los fulminaba con la mirada, al parecer enfadado e
impaciente, aunque frunció el ceño al ver a Mikoto entrando en último lugar.
—Mikoto, ¿qué haces aquí?
Ella se encogió grácilmente de hombros y se sentó en una de las cómodas sillas
que había un tanto alejadas de la mesa desde la cual Fugaku presidía su
empresa.
—Tus hijos me han invitado a venir.
—Sabes que no puedes estar aquí…
—Da igual —suspiró Sasuke, que se sentó en la silla frente al escritorio y
sacaba una carpeta de su maletín, en la cual rebuscó algunos papeles—, haremos
esto rápido y nos marcharemos todos.
Fugaku quiso decir algo más pero, para ese momento, Sasuke ya había sacado
el primer documento y lo había dejado ante las narices de su padre, quien
perdió rápidamente el interés por su mujer y se apresuró a ver qué había que
hacer para conseguir su preciada asociación con Biju S. A.
Sin embargo, tras una rápida ojeada, frunció el ceño, sin reconocer esos
formularios.
—¿Qué es esto?
—La primera condición de Kyubi —anunció Sasuke con seriedad—, traspasarás
la empresa a Itachi, convirtiéndolo en el presidente y director ejecutivo de
Corporaciones Uchiha.
Fugaku casi pegó un salto en su silla y lo miró con los ojos como platos.
—¡¿Qué?! —exclamó, no queriendo creer que fuera en serio.
Sasuke ni se inmutó.
—No quiere hacer tratos contigo, no le caes bien. Así que no aceptará la
alianza a menos que Itachi se ponga al mando de la empresa y tú te jubiles.
Dice que no le importa si adquieres el cargo de presidente fundador, lo que te
permitirá seguir trabajando aquí y formar parte de la Junta, pero las
decisiones finales serán cosa de Itachi.
El hombre se puso rojo de rabia. No era necesario que su hijo le explicara
qué era ese cargo, un simple empleo representativo en el que no tendría ni la
más mínima autoridad.
—¡¿Quién se cree que es ese hombre como para echarme de mi propia empresa?!
—Querido, ¿qué importancia tiene? —intervino Mikoto con el ceño fruncido.
Pese a que estaba muy sorprendida por la petición de Kyubi, eso no le impidió
pensar con rapidez para evitar que su marido cogiera una rabieta—. Pensabas
dársela a Itachi de todos modos.
Fugaku la señaló con un dedo.
—¡Tú no te metas! —Inmediatamente después, se dirigió a Sasuke—. No cederé
ante tal insulto.
—Kyubi tampoco cederá a menos que cumplas todas tus exigencias.
—¿Ah, sí? ¿Y qué más ha exigido?
El más joven de los Uchiha sacó otro papel, uno bastante corto. Fugaku no
tuvo ni tiempo de ver qué era, ya que Sasuke dijo:
—Que aceptes mi dimisión.
Tanto él como Mikoto lo miraron sorprendidos.
—¿Qué? —murmuró la mujer.
Fugaku sacudió la cabeza y le lanzó una mirada peligrosa.
—Hijo, ¿de qué estás hablando?
Sasuke lo miró fijamente a los ojos sin vacilar. Era hora de sacar los
trapos sucios, y no tenía el menor miedo a hacerlo. En realidad, una parte de
él esperaba que llegaran a una confrontación física.
—Me marcho de la empresa y de Japón. Regreso a Nome para vivir allí, voy a
estudiar la carrera de historia y voy a casarme con Naruto —dicho esto, asesinó
a su padre con la mirada—. ¿Te acuerdas de él o también has perdido la memoria?
Al oír el nombre del rubio, a Mikoto se le escapó una exhalación y Fugaku
palideció. Sin embargo, su reacción pasó más desapercibida porque la mujer
corrió hacia Sasuke y le levantó el rostro con lágrimas en los ojos.
—¿Lo recuerdas?
Sasuke le cogió las manos.
—Lo recuerdo todo, mamá. Le he encontrado, está bien y… tenemos un hijo
maravilloso.
Mikoto parpadeó.
—¿Qué?
—Naruto estaba embarazado, era lo que quería decirme cuando tuve el
accidente —dicho esto, se sacó la foto que había llevado consigo y se la
entregó—. Le puso mi nombre, pero le llamamos Saki.
Se le hizo un nudo en la garganta cuando vio cómo su madre tomaba la
fotografía con una mano temblorosa. Se llevó la otra que estaba libre a la
boca, presa de la emoción, mientras un par de lágrimas resbalaban por sus
mejillas.
—Dios mío… tengo un nieto.
—Esa cosa no es nada tuya.
Tanto Sasuke como Itachi fulminaron con la mirada a Fugaku, quien miraba
con asco la fotografía, a pesar de que desde donde estaba ni siquiera podía
distinguir las figuras.
El primero se levantó de la silla con ademán amenazador.
—Es mi hijo —siseó mientras apoyaba muy lentamente las manos en la mesa—,
yo si fuera tú no volvería a insultarlo. Tienes suerte de que no haya venido a
matarte después de lo que hiciste.
Mikoto se sobresaltó al oír eso, pero no volvió a moverse mientras los tres
hombres discutían.
—¿Matarme? ¡Deberías estarme agradecido!
—¡¿Agradecido por qué?! —gritó Sasuke—. ¡Desde que perdí la memoria has
estado utilizándome a tu antojo! ¡Me obligaste a estudiar y trabajar en algo
que no me gustaba! ¡Intentaste que me casara con una desconocida solo por el
bien de la empresa!
—¡Eso es lo que tiene que hacer un hombre! ¿Qué pensabas hacer con tu vida
si no? ¿Meter las narices en los libros para leer anécdotas de grandes hombres
sabiendo que tú nunca llegarás a ser como ellos? ¿Pasear a esos perros en
trineos y recoger sus mierdas después? ¿Follar con esa cosa asexual y tener
pequeños engendros antinaturales? ¡¿Qué clase de futuro es ese?!
—¡Uno en el que soy feliz! —bramó Sasuke, mirándolo con rabia—. Me gusta la
historia porque hace que me sienta más conectado a mi país y a mi cultura. Me
gusta ir en trineo con los perros porque me encantan y porque hace que me
sienta libre. Me gusta hacer el amor con Naruto porque le quiero, y tener hijos
con él porque es la persona con la que quiero formar una familia y porque amo
al que ya tenemos y al que está en camino.
A esas alturas, Fugaku estaba tan rojo por la rabia que parecía que su
cabeza iba a reventar en cualquier momento.
—Tú… no te habrás atrevido…
Sasuke sacó el pecho con orgullo.
—Naruto está esperando otro hijo mío. —Hizo una pausa en la cual le lanzó
una mirada amenazadora a su padre—. Y te lo diré solo una vez, no te acerques a
ellos, ni a nadie de mi familia. No consentiré que intentes hacerle daño otra
vez.
Fugaku resopló.
—No sé de qué me hablas.
Esta vez, Itachi intervino, fuera de sí al escuchar cómo su padre negaba lo
que le había hecho a su cuñado.
—¿Que no sabes de qué te habla? ¡Intentaste forzar a Naruto a abortar! ¡Y a
saber lo que pensabas hacer con él!
—¡Lo mejor para esta familia era que esos dos monstruos desaparecieran!
—chilló Fugaku, tan furioso que no le importaba en absoluto que le escuchara
toda la oficina—. Esta familia era perfecta ¡hasta que ese doncelucho apareció
y te sedujo con ese culo infernal! —masculló señalando a Sasuke, que parecía
estar a punto de abalanzarse sobre él—. ¡Le fuiste infiel a tu prometida! ¡Te
metió ideas idiotas que arruinarían tu futuro en esta empresa! Y para colmo,
¡se quedó embarazado de ese puto monstruo para amarrarte a él! ¡Iba a
apoderarse de todo lo que hemos conseguido los Uchiha!, ¡yo solo hice lo que
tenía que hacer por el bien de esta fami…!
¡PLAF!
Nadie lo esperaba. Sasuke e Itachi solo pudieron reaccionar quedándose con
la boca abierta mientras Fugaku retrocedía a causa de la fuerza del golpe.
Mikoto estaba plantada frente a él con la mano en alto y las mejillas marcadas
por el surco de las lágrimas, las cuales todavía llenaban sus ojos pero, esta
vez, estaban producidas por la rabia.
Fugaku la miró sin poder creerlo.
—Mikoto…
Ella apretó los labios y le dio otra bofetada, con tanta fuerza que ella
misma se hizo daño, pero no le importaba. Sus hijos todavía no podían moverse,
tampoco podían creer que acabaran de ver a su madre arreándole una buena hostia
a su padre.
Esta vez, Fugaku se recompuso y la fulminó con los ojos.
—¡Basta! —trató de imponerse.
Ella le respondió con otra bofetada, igual de fuerte.
—¿Cómo osas…? —empezó el hombre, pero ella le interrumpió pegándole otra
vez.
—¿Cómo oso? ¿Que cómo oso? ¡¿Cómo osas tú?! —Y le golpeó de nuevo, esta vez
en el hombro ya que su marido vio venir la bofetada y se apartó. Aun así, eso
no evitó que una furiosa Mikoto empezara a pegarle como podía en el pecho, la
cara o cualquier parte de su cuerpo que tuviera a mano—. ¡¿Cómo pudiste hacerle
daño a Naruto?! ¡¿Cómo te atreviste a atentar contra la vida de mi nieto?! ¡Tu
nieto, Fugaku!
—¡Esa cosa no es nada nuestra!
Mikoto aprovechó ese instante de distracción para abofetearle la cara otra
vez. En esta ocasión, y contra todo pronóstico, logró partirle el labio. Ahí
fue cuando los hermanos Uchiha lograron reaccionar y Sasuke se apresuró a coger
a su madre por la cintura para apartarla mientras que Itachi se colocaba entre
sus padres por si acaso. Pese a que Mikoto no trató de zafarse de los brazos de
Sasuke, no dudó en seguir gritándole.
—¡Es hijo de nuestro hijo! ¡Y Naruto es como otro de mis bebés! —chilló,
enloquecida. No podía creer lo que había hecho el hombre con el que se había
casado, jamás esperó que fuera tan ruin y cruel como para hacer daño a un bebé
que ni siquiera había nacido—. Mi padre era un monstruo, pero tú… ¡Lo que has
hecho no tiene nombre!
Fugaku hizo amago de ir hacia ella, pero Itachi se interpuso y le dijo con
los ojos que ni se le pasara por la cabeza herir a su madre, porque si lo
hacía, por sus cojones que no saldría de esa habitación sin que Sasuke y él le
dieran una paliza. Bastante cabreados estaban ya por todo lo que había hecho y
por todos los insultos que le había dedicado a Naruto y su descendencia como
para aguantar más gilipolleces.
Así que el hombre tuvo que contentarse con señalarla con un dedo y
gritarle:
—¡No puedes hablarme así! ¡Eres mi esposa!
Mikoto puso tal cara de asco que parecía un estudiante en prácticas de
medicina forense que acababa de abrir su primer cadáver.
—¡Que te joda alguien que te aguante! —chilló—. ¡No voy a perdonarte esto!,
¿me oyes? ¡Lo primero que firmarás hoy serán los papeles del divorcio!
Ahí Fugaku palideció de repente, algo que notaron sus hijos con extrañeza.
—No te atreverías…
—¡Cállate, Fugaku! —gritó Mikoto con nuevas lágrimas en los ojos, tal era
la rabia que sentía—. ¡Me casé contigo porque me obligaron!, ¡y seguí casada
contigo después por nuestros hijos y porque creía que cambiarías! ¡Pero se
acabó! ¡Los tiempos han cambiado y ya no tengo por qué seguir con un monstruo
como tú! ¡Merezco algo mejor! ¡Nuestros hijos merecían un padre mejor! —Hizo
una pausa para coger aire y limpiarse los ojos con un gesto brusco—. Me
aseguraré de encargar los papeles en cuanto salga de aquí.
—Mikoto, espera, hablemos…
—No —dijo ella con firmeza—. Estoy harta de aguantarte —dicho esto, miró a
Sasuke y le frotó el brazo para que la soltara. Él obedeció despacio—. Terminad
de hablar con vuestro padre y vámonos, tengo que buscar un abogado… y quiero
ver a Naruto y a mi nieto.
Mientras Fugaku intentaba hacer entrar en razón a su esposa, la cual se
había cerrado en banda y se negaba a mirarlo o volver a dirigirle la palabra,
Sasuke recibió un mensaje al móvil de Kurama. Al ver lo que ponía, parpadeó.
¿Cómo demonios se había enterado?
—El señor Kyubi tiene una condición más para ti —le dijo, haciendo que
Fugaku desviara de nuevo su atención hacia su hijo—. Quiere que firmes los
papeles del divorcio que te envíe mi madre.
El hombre abrió los ojos como platos.
—¡¿Qué?!
Itachi también estaba algo sorprendido.
—¿Cómo se ha enterado?
A esas alturas, Sasuke ya ni se molestaba en sorprenderse. Estaba claro que
Kurama sabía hacer muy bien su trabajo.
—Eso no importa ahora —dijo, centrándose de nuevo en su padre—. Voy a
recordarte las condiciones del señor Kyubi, por si no te ha quedado claro:
nombrar a Itachi presidente de la empresa, aceptar mi dimisión, firmar los
papeles del divorcio y, por supuesto, no volverás a acercarte a Naruto ni a mis
hijos.
Fugaku volvió a enrojecer.
—No lo haré —dicho esto, se sacó su móvil del bolsillo y esbozó una
siniestra sonrisa—. Tú no lo sabías, pero he estado siguiendo a todos tus
amigos, tengo hombres detrás de ellos las veinticuatro horas del día, vigilando
todos sus movimientos. Si ese puto empresario del tres al cuarto quiere
forzarme a hacer algo, mandaré que los eliminen a todos.
Al oír eso, Mikoto se enfureció de nuevo.
—Eres un maldito monstruo.
Itachi se acercó a ella y posó una mano sobre su hombro.
—No te preocupes, mamá. —Miró a su padre con una sonrisa de suficiencia—.
No tienes nada, padre. El señor Kyubi ya se ha encargado de eso.
Este frunció el ceño, confundido. Antes de que pudiera entender a lo que se
refería, su móvil empezó a sonar varias veces con el sonido del timbre que
indicaba que había recibido unos mensajes. Al echarles una ojeada rápida, se dio
cuenta de que los sicarios que había contratado le había devuelto el dinero de
ese mes junto a un mensaje de que se retiraban de la misión que les había
encomendado. No hubo uno solo que no le dijera que se quedaría si le daba más
dinero, al contrario, hubo muchos mensajes sobre que la misión se había
complicado, que alguien más había interferido y que no querían enfrentarse a
él. Sonaban aterrorizados, pero Fugaku no lograba entender qué había hecho
Kyubi para tenerlos muertos de miedo.
Miró a sus hijos sin comprender.
—¿Qué habéis hecho?
Sasuke esbozó una media sonrisa burlona.
—Lo único que tú nos has enseñado, utilizar todos los métodos necesarios
para obtener lo que queremos. Y queremos que dejes de formar parte de nuestra
vida.
Fugaku frunció los labios y tiró los papeles que le había puesto Sasuke en
la mesa.
—Ya no me interesa una asociación con ese cabrón. No firmaré nada.
—En ese caso, tal vez te interese un nuevo trato —comentó Sasuke sin
inmutarse. Kurama ya había supuesto esa reacción, cómo no.
Su padre lo miró con desconfianza.
—¿Cómo que un nuevo trato?
Entonces, Itachi cogió su propio maletín y sacó una enorme carpeta llena de
papeles que dejó sobre el escritorio. Antes de que Fugaku pudiera preguntar,
Sasuke explicó lo que eran.
—Puede que te resulten familiares. Son los contratos que tu empresa ofreció
a muchos de los empleados a los que echaste a la calle porque se negaron a
dejar que siguieras explotándolos. También encontrarás las quejas y
reclamaciones que, convenientemente, hiciste desaparecer, además de algunas
amenazas, chantajes y sobornos que usaste para que nadie intentara ir a juicio.
Puedes quedártelos, el señor Kyubi tiene un montón de copias.
Fugaku Uchiha negó con la cabeza, sin poder creérselo.
—Es imposible que los tengas.
Sasuke esbozó una gran sonrisa.
—Sakura Haruno accedió a darle todo el material al señor Kyubi tras hacer
un buen trato. Ella te ayudó a hacer todo esto, por eso siempre la has
favorecido, ¿no es así?
—Además —continuó Itachi—, también se ha ofrecido a testificar en un juicio
a cambio de inmunidad por su participación en todo esto.
Sasuke se puso serio de nuevo.
—El nuevo trato es el siguiente: cumplirás con nuestras condiciones o el
señor Kyubi enviará todo este material a la policía, y también a la prensa.
Sabes lo que pasará entonces, ¿verdad? Serás repudiado públicamente y no podrás
volver a hacer socios hasta que salga el juicio y te envíen a la cárcel. No
solo Sakura testificará, sino que muchos de los empleados a los que despediste
también querrán hablar de cómo los tiraste a la calle. Podrías contratar un
buen abogado, pero te aseguro que Itachi y yo también lo haremos, y
probablemente el señor Kyubi también quiera formar parte de esto.
Fugaku, por primera vez en su vida, se vio acorralado y despojado de todo
su poder. Iba a perder su empresa, sus hijos le habían traicionado, y su mujer
iba a abandonarlo junto a la mitad de su fortuna. Le invadió una furia inmensa,
pero tampoco podía hacer nada más salvo resignarse… por ahora.
Algún día, se vengaría.
Derrotado, tomó asiento y cogió una pluma para firmar los documentos de
transición y la dimisión de Sasuke. Le faltaban los papeles del divorcio, pero
Mikoto aún tenía que conseguirlos… y entretanto, él buscaría la manera de
recuperar todo lo que había perdido.
Miró a su hijo menor mientras le entregaba los papeles con un gesto de
desprecio.
—Eres una vergüenza para los Uchiha.
Este respondió encogiéndose de hombros.
—No te preocupes, no lo seré por mucho tiempo.
—¿Qué?
Sasuke sonrió con malicia.
—En cuanto me case con Naruto, cambiaré mi apellido por el suyo. Seré
Sasuke Uzumaki.
Fugaku apretó la mandíbula con tal fuerza que le rechinaron los dientes. Su
propio hijo iba a cambiar el honorable apellido de su familia por el del doncel
con el que iba a casarse. Nunca había sentido tanta vergüenza en su vida.
—No es el único —dijo Itachi, mirando a su madre con cariño—. En cuanto
pueda, yo también cambiaré mi apellido por el de mamá.
Mikoto le devolvió la mirada con orgullo maternal.
—Oh, mi niño.
Fugaku quiso replicar, gritar y exigir que se detuvieran, que dejaran de
avergonzar a sus antepasados y que le devolvieran todo lo que le habían quitado
en menos de una hora, pero no pudo hacerlo. La carpeta llena de pruebas que
podía enviarlo a la cárcel parecía vigilar sus movimientos, como si esperara a
que hiciera alguna estupidez para abrirse y mostrar al mundo las cosas que
había sido capaz de hacer para saciar su codicia y sus ansias de poder.
Los tres Uchiha se fueron entonces del despacho y del edificio y llevaron a
comer a su madre para explicarle en detalle todo lo que había ocurrido. A ellos
se unió también Kurama, a quien Mikoto abrazó para darle las gracias por lo que
había hecho por Sasuke y Naruto, y también por haberse encargado de Fugaku.
Cuando terminaron, lo primero que hizo la mujer fue pedirles que la ayudaran a
recoger sus cosas de la mansión en la que había vivido tanto tiempo y que le
compraran un billete de avión para ir a Alaska de inmediato.
—Pero, ¿qué ocurre con el divorcio? —le preguntó Itachi.
Mikoto hizo un gesto de indiferencia con la mano.
—Un abogado puede encargarse de eso por mí, ahora quiero ir a ver a Naruto
y conocer a mi nieto. Me voy a vivir allí.
Sasuke abrió los ojos como platos mientras que Kurama reía con ganas.
—¡Mamá!
La mujer acarició el rostro de su hijo con una dulce sonrisa.
—Oh, cariño, no te preocupes, soy consciente de que quieres tener intimidad
con Naruto, te prometo que solo será durante el embarazo. Tú tienes que hacer
muchas cosas todavía; vender tu piso, matricularte en la universidad y estudiar
tu carrera… si además tienes que encargarte de tu embarazado esposo y de tu
hijo, vas a terminar agobiado. Puedo ser de mucha ayuda y, de todos modos,
quiero ejercer de abuela —esto último lo dijo en un tono que no admitía
réplica, haciendo que Kurama la mirara con admiración.
—Me gusta esta mujer —comentó, a lo que Mikoto le dio un golpe coqueto en
el brazo.
—Oh, señor Kyubi, es usted un hombre encantador. Su pareja es muy
afortunada.
—Lamentablemente, estoy soltero.
—¡Eso no es posible! Un caballero como usted no merece estar solo, debería
encontrarle una pareja cuanto antes.
Kurama esbozó una gran sonrisa.
—Si desea hacerme de casamentera, no opondré resistencia. Mi padre solía
decir que los hombres que no temen a las mujeres son estúpidos.
Mikoto rio encantada.
—Qué hombre más sabio. No me cabe duda de que usted ha salido a él.
Itachi y Sasuke contemplaban la alegre conversación un tanto asustados. Era
casi como si su madre y Kurama estuvieran coqueteando y, pese a que su madre
merecía sin duda algo mejor, no les hacía mucha gracia que ese alguien pudiera
ser ese siniestro pelirrojo.
—Creo que voy a llamar a Naruto… —dijo Sasuke para evitar durante un rato a
la parejita.
—Y yo a Izumi… —añadió Itachi, también deseando salir de allí.
Sin embargo, al escuchar el nombre de la joven, los ojos de Mikoto clavaron
a su hijo mayor en su silla.
—Antes de eso, jovencito, vas a hablarle a tu madre de esa chica que has
conocido.
—Eso, eso, yo también quiero escuchar —añadió Kurama, apoyando el mentón
sobre sus dedos entrelazados y sonriendo con diversión.
Mientras el pobre Itachi era sometido a un intenso interrogatorio por parte
de su madre, Sasuke se escabulló para llamar a su doncel. Este le respondió al
instante.
—¿Sasuke? —preguntó con la respiración acelerada.
Este frunció los labios.
—¿Has ido corriendo a contestar al teléfono?
—Ah… ¿No?
—Naruto, no es bueno para el bebé.
Esta vez fue el turno del rubio para resoplar.
—Por Dios, Sasuke, estoy de un mes, cálmate.
—Tú también debes estar tranquilo —dijo Sasuke, preocupado por la salud de
su prometido—. Tu primer embarazo fue complicado, no quiero que ocurra lo
mismo.
La voz de Naruto se suavizó al comprender la preocupación de su pareja.
—En mi primer embarazo no estabas conmigo, y tenía miedo por Fugaku.
—Pues ya no tienes de qué preocuparte. No volveremos a estar separados y ya
lo hemos arreglado todo.
—¿Tu padre no ha puesto pegas?
—Oh, claro que sí, pero Kurama es inteligente y lo tiene entre la espada y
la pared.
Naruto suspiró, aliviado.
—Menos mal. ¿Vais a volver pronto? —preguntó después de una pausa. A Sasuke
le gustó el tono ansioso de su voz, saber que su rubio estaba impaciente por
volver a estar con él.
—Teniendo en cuenta las exigencias de mi madre, diría que estaremos allí
dentro de poco.
—¿Cómo está? ¿Se ha enfadado mucho conmigo?
—Solo está preocupada por ti… y deseando conocer a su nieto. —Se pasó una
mano por el pelo al recordar la paliza que le había dado a su padre—. Joder,
Naruto, tendrías que haberla visto cuando se ha enterado de lo que te hizo
Fugaku, se abalanzó sobre él.
—¡¿En serio?!
Sasuke procedió a contarle con detalle todo lo ocurrido, dejando a Naruto
sorprendido ante el ataque de la dulce y amable Mikoto contra su propio marido.
—Mierda, y yo me lo he perdido —maldijo.
En ese momento, Sasuke escuchó un sonido de fondo que reconoció con rapidez
y sonrió.
—¿Ese de ahí es mi hijo?
—Sí, quiere el teléfono —dicho esto, oyó cómo le hablaba a Saki—. ¿Quieres
decirle algo a tu papá? ¿Sí?
—¿Pa?
Su corazón se hinchó de orgullo al escuchar la voz de Saki. Pese a que solo
había estado unos pocos días con él, ya no era capaz de concebir un mundo donde
su hijo no existiera.
—Hola, pequeñajo —saludó con una gran sonrisa de bobo.
—¡Pa, pa! —chilló su hijo entusiasmado. Desde el primer día, era como si
Saki hubiera intuido quién era Sasuke y el vínculo que compartían.
Cuando volvió a ponerse Naruto al teléfono, le confesó:
—Estoy deseando que llegue su hermano.
—Yo también… pero quiero que sepas una cosa.
—Dime.
—Si mientras estoy dando a luz te llamo de todo y te prohíbo volver a tener
sexo conmigo, tú te callas y asientes.
Sasuke esbozó una media sonrisa. Sabía perfectamente por qué lo decía.
—Por supuesto.
Ocho meses después.
Y, tal y como Sasuke prometió, aceptó todos y cada uno de los insultos sin
rechistar y accedió a no volver a tener sexo con Naruto mientras le cogía la
mano y lo animaba a seguir empujando. El pobre rubio pasó más de tres horas
para lograr dar a luz no a uno, sino a dos pequeños mellizos. Cuando recibieron
la noticia unos meses atrás, se quedaron un poco sorprendidos, pero siguieron
igualmente felices, y el resto de sus familiares y amigos se pusieron
igualmente contentos.
Muchas cosas habían cambiado en ese tiempo. Para empezar, los amigos de
Sasuke dejaron de estar vigilados y pudieron volver a hacer sus vidas con
normalidad, lo cual incluía volver a tener contacto con Naruto e ir a Alaska a
conocer a Saki. En ese período, se formaron nuevas parejas: Kiba se enamoró
locamente de Hinata y ella se fue a vivir a Nome con él, al contrario de
Tenten, que se marchó con Neji a Japón, aunque ambos seguían yendo a Alaska
cada vez que podían, y Shikamaru empezó a salir con Temari, por lo que pasó a formar
parte de la familia de Naruto.
Itachi había asumido también el cargo de presidente de Corporaciones Uchiha
y empezó a hacer muchos cambios en la empresa con el asesoramiento de Kurama,
el cual accedió por fin a crear una asociación entre ambas empresas. Los
empleados de la primera corporación nunca habían estado tan contentos e incluso
Itachi readmitió a muchos de los que su padre despidió en su momento, dándoles
además una compensación por el trato que habían recibido en el pasado. Su
alianza con China también se hizo notar, así como la relación que inició con la
chica que conoció allí, Izumi, la cual se marchó con él a Japón para ayudarle a
dirigir la empresa, de hecho, era abogada y se encargó de los asuntos legales
de la empresa y de representarla en términos legislativos.
Mikoto, tal y como anunció, se fue a vivir con Sasuke y Naruto a Nome para
ayudarlos a cuidar de Saki mientras el rubio estaba muy embarazado de sus dos
hijos. La verdad es que fue de mucha ayuda, ya que Sasuke, tal como dijo ella,
estuvo ocupado cuidando de su esposo y vendiendo su piso en Japón. Tras su
divorcio con Fugaku, obtuvo también la mitad de su fortuna, la cual guardó para
poder dedicarse al diseño de interiores en el futuro, una vez que sus hijos
(ella consideraba a Naruto como otro hijo suyo) pudieran ocuparse de los tres
niños que tendrían dentro de poco. Pero, por el momento, ella era inmensamente
feliz ejerciendo de ama de casa y de amorosa abuela para su primer nieto.
Sasuke tomó la decisión de no empezar a estudiar inmediatamente historia;
con el dinero que había ganado en la empresa de su padre, que era más del que
podía gastar, pudo permitirse un año sabático para cuidar de Naruto y, al mismo
tiempo, aprender todo lo que pudiera sobre los perros de trineo. Todavía quería
ayudar a su doncel a impartir clases con los perros, por lo que le vino muy
bien que su madre estuviera pendiente de su hijo para que el rubio le enseñara
durante esos meses.
Ahora estaba en la habitación donde Naruto dormía. Tras el parto, el pobre
solo había tenido tiempo de sostener a sus pequeños durante un escaso minuto
antes de entregárselos a las enfermeras para asegurarse de que estaban sanos.
Inmediatamente después, se había desmayado por el esfuerzo.
Le estaba acariciando el rostro cuando abrió los ojos. Le sonrió con
ternura sin dejar de pasar los dedos por su mejilla.
—Hola, papi —lo saludó sonriendo.
Naruto le devolvió la sonrisa.
—Hola —dijo en un susurro.
Sasuke se inclinó para besarlo en la frente.
—¿Cómo te encuentras?
—Cansado.
Él se apoyó sobre su hombro.
—Eso significa que sigo sin poder acostarme contigo hasta que pase medio
siglo, ¿verdad?
Naruto rio débilmente y juntó su frente con la suya.
—Ahora que ha pasado todo, puede que cambie de idea.
—Aaah… ¿Y puedo hacer algo para convencerte?
El rubio le sonrió.
—Seducirme.
—Eso se me da bien —murmuró Sasuke antes de besarle suavemente en los
labios.
Intercambiaron un par de besos antes de que este fuera a informar a la
enfermera de que estaba despierto. Tras asegurarse de que Naruto estaba bien,
les trajeron a sus dos hijos y los dejaron a solas con ellos antes de
informarles que su familia y amigos podían entrar a verlos, pero de uno en uno
o en parejas como mucho.
Naruto, que estaba acunando a uno de los bebés, miró a su prometido con una
ligera sonrisa.
—Entonces, ¿estás de acuerdo con los nombres?
—No se me podría haber ocurrido nada más adecuado.
—¿Se lo decimos ya?
—Sí.
Sasuke metió a sus hijos en la cuna que había junto a la camilla de Naruto
y después salió al pasillo, donde estaban esperando su madre Mikoto con Saki en
brazos, Itachi e Izumi (que habían cogido vacaciones para poder estar presentes
cuando nacieran sus sobrinos), Sai con su embarazada esposa Ino, los hermanos
Sabaku con Lee y Shikamaru, Kiba e Hinata y, por supuesto, Kurama. El joven
Uchiha les informó a todos que Naruto había despertado y que estaba bien, así
como sus dos hijos, lo cual hizo suspirar de alivio a todos. Después, les dijo
cómo debían proceder con las visitas, siendo el pelirrojo el primero al que
invitaron a pasar.
Kurama parpadeó sorprendido.
—¿Yo? —Él esperaba que los primeros fueran Mikoto y el pequeño Saki.
Sasuke le sonrió.
—Sí. Vamos, que los demás también quieren ver a los bebés.
Aunque un tanto confundido, el pelirrojo se apresuró a obedecer. No pudo
evitar pensar que ese momento le recordaba mucho al día en que Naruto nació y
su padre lo invitó a pasar a la habitación donde su madre lo esperaba con un
pequeño doncel en sus brazos. Y, de hecho, al entrar en aquella sala, lo primero
que vio fue a su hermano pequeño sosteniendo a uno de los bebés envuelto en una
mantita. Su corazón se aceleró por la emoción.
Fue rápidamente hacia Naruto y le besó en la cabeza.
—¿Cómo te encuentras?
—Cansado, pero muy feliz.
Kurama sonrió, comprendiéndolo.
—Me lo puedo imaginar —dicho esto, bajó la mirada hacia el bebé. Una oleada
de ternura invadió cada célula de su cuerpo al ver una cabecita rubia—. ¿Puedo?
—preguntó casi como un niño pequeño que suplicaba a sus padres si podía salir a
jugar con sus amigos.
Naruto levantó los brazos y, con sumo cuidado, Kurama cogió al chiquitín y
lo apoyó contra su pecho, el cual se hinchó de amor al contemplar una carita
pálida adornada por tres pequeñas marquitas en cada mejilla, herencia de Naruto
sin ninguna duda. Pese a que era un recién nacido, Kurama pudo notar cierto
parecido con Sasuke a pesar de la pelusilla rubia de la cabeza, además de que,
cuando el bebé abrió un poquito los ojos, dejó entrever unos grandes y bonitos
irises negros.
Emocionado, preguntó:
—¿Cuál de los dos es?
—La niña —respondió Naruto antes de rodar los ojos—. Se llama Naruko.
Kurama sonrió, divertido.
—¿Naruko?
Sasuke se encogió de hombros.
—Nuestro hijo se llama Sasuke. Quería que al menos uno de sus hermanos
tuviera también el nombre de Naruto o alguna variación.
—Es preciosa —dijo Kurama antes de devolvérsela a Sasuke.
Este la acunó amorosamente mientras Naruto sacaba de la cuna a su otro hijo
y se lo mostraba a su hermano. Una vez más, el pelirrojo cogió al pequeño bebé
con delicadeza y lo observó con expectación. Su sobrino tenía la piel pálida y
también ojos oscuros y curiosos como su padre varón, sin embargo, los rasgos de
su rostro y las marquitas de sus mejillas eran sin duda alguna de Naruto,
aunque lo que más le sorprendió fue la pelusilla roja que tenía en la cabeza.
No pudo contener una sonrisa tierna al darse cuenta de que había heredado el
cabello de Kushina.
Naruto le tocó un brazo con suavidad.
—Se llama Kurama Uzumaki.
El pelirrojo se sobresaltó. Miró a su hermano pequeño fijamente unos
segundos, después a su sobrino y luego otra vez al doncel.
—Le… ¿Le has puesto mi nombre a tu hijo?
Sasuke le sonrió sin dejar de acunar a Naruko.
—Gracias a ti, Naruto y yo pudimos volver a estar juntos. No pudimos pensar
en un mejor nombre para él.
A Kurama le tembló el labio inferior mientras sus ojos se anegaban de
lágrimas. Desde que tenía uso de razón, había sido repudiado por su aspecto,
por sus siniestros ojos y las extrañas marcas que tenía en las mejillas. Su
madre trató de matarlo, los niños le golpeaban, incluso ahora intimidaba a los
adultos… pero aun así, Naruto y Sasuke le habían puesto su nombre a su hijo.
Tragó saliva, tratando de no ponerse a llorar delante de ambos.
—Yo… No sé qué decir… —Un simple “gracias” no le parecía suficiente para
que entendieran lo que significaba eso para él.
Naruto tiró de él para que se sentara a su lado y abrazarlo por la cintura.
—Dime que, si algún día nos pasa algo a Sasuke y a mí, cuidarás de nuestros
hijos junto a Itachi y Mikoto, igual que me cuidaste a mí. No puedo pensar en
alguien mejor que tú para procurar que no les falte de nada y protegerlos.
Kurama asintió, solemne, aunque en el fondo quiso llorar. Igual que Minato
y Kushina en su momento, Naruto le confiaba el cuidado de las personas más
importantes de su vida.
Apoyó a su sobrino sobre uno de sus brazos con cuidado antes de abrazar a
su hermano con el otro.
—Con mi vida —prometió. Entonces, giró la cabeza hacia Sasuke e hizo una
inclinación—. Gracias.
Sasuke se la devolvió y se acercó a ambos.
—Al final es un doncel, ¿sabes?
—¿De verdad? —inquirió Kurama, contemplando a su sobrino—. Sabes lo que eso
significa, ¿verdad? Tu tío va a encargar un cinturón de castidad para que los
hombres no se te acerquen hasta que cumplas los treinta, y además uno que vaya
a juego con el de tu hermana.
Al oír eso, el Uchiha se tensó.
—Oye, ¿lo compramos a medias?
Naruto los observó con cara de pocos amigos, pero solo puso los ojos en
blanco y masculló:
—Hombres.
Pese a que Naruto se encontraba bien para irse a casa con sus hijos, pasó
la noche en el hospital por insistencia de Tsunade, ya que quería tenerlo en
observación unos días debido a las complicaciones que tuvo con el embarazo de
Saki y, así, de paso, podía seguir examinando a los recién nacidos. Así que esa
noche se quedó a dormir en el hospital con Sasuke a su lado, mientras que el
resto se fue a sus casas, siendo Mikoto, Itachi e Izumi los que se quedaron a
Saki para cuidarlo mientras Naruto descansaba.
Por otro lado, Naruko y el pequeño Kurama estaban durmiendo tranquilamente
en la sala de los bebés, que a esas horas tenían solo las luces más tenues
encendidas para cuando las enfermeras de guardia pasaran por ahí para echar un
vistazo y asegurarse de que los niños estaban bien, pero por lo demás, el lugar
estaba vacío a excepción de los pequeños.
Por eso, a Fugaku Uchiha le fue fácil entrar ahí sin ser visto.
Después de la traición de sus hijos, rechazó la oportunidad de ser
presidente fundador de Corporaciones Uchiha porque se negaba a ver cómo Itachi
destrozaba su empresa y todo lo que había hecho por ella. Por un lado, esperó
que su estupidez conllevara la disminución de sus beneficios y su prestigio,
sin embargo, descubrió con orgullo y desagrado al mismo tiempo que su hijo era
perfectamente capaz de apañárselas y de mejorar lo que había hecho. Siempre
supo que Itachi era brillante… pero seguía furioso porque se hubiera puesto del
lado del imbécil de su hermano menor y del puto doncel que se había aprovechado
de él.
Así que se había jubilado antes de tiempo con lo que quedaba de su fortuna…
la cual se dividió por la mitad en cuanto su esposa obtuvo el divorcio. Estuvo
tentado de no firmar los papeles del divorcio con tal de castigarla, pero la
breve, cortés y amenazadora nota que le envió Kyubi recordándole que tenía una
bonita carpeta de pruebas contra él lo disuadió de intentarlo… además de
aumentar su rabia.
Y a pesar de que tenía dinero de sobra para subsistir el resto de su vida,
no fue capaz de conformarse. Fugaku era un hombre acostumbrado a tener poder y
el control de su vida y todo aquello que lo rodeaba, y de repente no tenía una
empresa que dirigir ni un trabajo en el que ocupar su mente, ni tampoco una
dócil esposa que se ocupara de las tareas del hogar, ni dos hijos a los que
conducir por su mismo camino… dos hijos que lo habían despreciado. Al quedarse
sin empresa, sus socios y amigos le abandonaron, ya no lo invitaban a sus
fiestas ni querían quedar con él para charlar de negocios o pedirle consejo
sobre sus negocios. No es que los culpara, no los consideraba realmente amigos
suyos y, además, él había tenido un comportamiento similar; en cuanto un socio
perdía el control sobre su empresa o empezaba a flojear, lo consideraba inútil
y una pérdida de tiempo tratar con él, por lo que le daba la espalda sin
pensárselo dos veces. Pero eso no hizo más que aumentar su humillación, ya que
jamás pensó que él acabaría de esa manera. También tuvo problemas con las
asistentas a las que contrataba para que atendieran las tareas domésticas,
ninguna lo aguantaba más de una semana, y la agencia dejó de mandarle personas
cuando le llevaron a un doncel al que le lanzó un vaso de vidrio a la cabeza.
Además, le denunciaron por ello.
Furioso con su mujer porque ella no tendría que haberlo abandonado, trató
de buscar otras pero, una vez más, debido a su carácter, ninguna estaba tan
desesperada como para querer una segunda cita con alguien como él. Las únicas
que tal vez podrían haber estado interesadas eran las prostitutas, pero Fugaku
Uchiha no se rebajaba a follar con unas cualquiera. Aparte, él buscaba una
nueva compañera que fuera dócil y sumisa que se ocupara de las tareas
domésticas y, evidentemente, las mujeres no querían tener una relación con un
hombre que las quisiera para limpiar.
De repente, Fugaku Uchiha se dio cuenta de que, tal y como había dicho
Mikoto, el mundo había cambiado y la gente no se doblegaba a su voluntad solo
porque tuviera mucho dinero. En el fondo, era incapaz de cuidar de su propia
casa, y sin su empresa, había perdido el poder y el prestigio que siempre había
valorado tanto, lo único que realmente le había importado. Perder a su familia
no le causaba exactamente dolor, ni tampoco haberse quedado solo, ya que para
él, formar una familia no era más que una obligación, producto de las
anticuadas enseñanzas de sus padres, pero estaba herido en su orgullo porque,
según su ideología, su mujer y sus hijos debían obedecerlo hasta que Itachi
ocupara su lugar. Bueno, lo había ocupado, pero a la fuerza. Era Fugaku quien
tendría que haberlo cedido y, aun así, su hijo estaba obligado a respetar sus
decisiones y escuchar sus consejos.
Pero todo eso había desaparecido por culpa de un doncel.
Y en un ataque de rabia, había comprado un billete a Alaska y se las había
ingeniado para llegar a Nome y encontrar al imbécil de su hijo menor y su puta
descendencia. Ahora, tenía delante a dos de sus hijos, una preciosa niña con
rasgos Uchiha… y un maldito doncel. Creía que no podía estar más decepcionado
con Sasuke, pero ni siquiera era capaz de engendrar niños varones.
No lo consentiría. No permitiría que la vergüenza siguiera pesando sobre su
apellido, iba a recuperar todo lo que había perdido y ese doncel malnacido lo
pagaría muy caro junto a sus engendros.
Levantó las manos para retirar el cristal que protegía al bebé pelirrojo…
—No te muevas.
Fugaku obedeció de inmediato. No por la orden en sí, sino por el gélido
filo de un cuchillo que amenazaba su garganta.
Lentamente, su agresor se movió hasta colocarse a su lado, de forma que
Fugaku pudo verlo por el rabillo del ojo. De no haber sido porque tenía un
cuchillo en el cuello, se habría sobresaltado.
—Tú…
Kurama esbozó una siniestra sonrisa.
—Vayamos a dar un paseo. No queremos despertar a los niños, ¿verdad?
De repente, el cuchillo desapareció y el pelirrojo se interpuso entre los
niños y él. Fugaku pensó en resistirse, pero no era idiota. La verdad es que ni
siquiera había pensado en que debería ir armado con algo, por lo que sus únicas
armas eran sus propias manos y, a su edad, no creía que pudiera vencer a un
hombre de treinta años que llevaba un cuchillo y que tenía claras intenciones
de hacerle daño si cometía alguna estupidez.
Kurama lo condujo por los pasillos del hospital hasta salir del edificio
por una puerta de emergencia, por lo que salieron a un callejón oscuro donde no
había nadie. Aun así, el pelirrojo lo instó a seguir andando por el pueblo,
cada vez más y más lejos, hasta que Fugaku se dio cuenta de que las casas
estaban desapareciendo y que empezaba a vislumbrar una llanura totalmente
blanca.
Estaban yendo a las afueras. Eso empezó a ponerlo nervioso, aunque procuró
que no se le notara demasiado.
—Aquí está bien —dijo Kurama cuando llegaron a los límites de la ciudad.
Las calles estaban vacías y la nieve caía mecida por el viento. Para Fugaku,
hacía un frío infernal, pero al pelirrojo no parecía importarle—. Por favor,
siéntese —le dijo, ofreciéndole un asiento en un banco.
Pese a que le parecía una tontería quedarse parado con ese frío, obedeció.
Kurama se sentó a su lado, mirándolo con ojos inescrutables.
—Dígame una cosa, ¿qué pensaba hacer exactamente con los niños?
¿Secuestrarlos para hacer chantaje? ¿Matarlos allí mismo? —Al ver que Fugaku
apretaba los labios, el pelirrojo suspiró—. La rabia no es buena consejera,
señor Uchiha.
—¿Y qué coño tienes tú que ver en todo esto?
Kurama clavó sus escalofriantes ojos en el otro hombre de tal manera que
este se estremeció. Tenía una forma de mirarle que no había presenciado nunca;
otros lo habían contemplado con envidia, furia e incluso odio, pero nunca de la
manera en la que el pelirrojo lo hacía, como si él fuera alguna especie de
animal al que estuviera analizando para cazarlo. Y, además, lo hacía de una
forma fría y meticulosa, como si con solo verle estuviera pensando en los pros
y los contras de matarle allí mismo, en plena calle… una vacía, por cierto, y
con poca visibilidad gracias a la nieve y a la tenue luz de las farolas de
aquella zona. Empezó a sudar a causa del miedo, era como si en esos ojos rojos
pudiera ver su propia muerte.
El pelirrojo habló con calma, pero su tono era tan gélido como el hielo.
—Resulta que Naruto es mi hermano pequeño.
Al oír esas palabras, Fugaku palideció. El doncel que había embrujado a su
hijo era el puto pariente más cercano de Kurama Kyubi…
—Yo… Yo no…
—No lo sabías, claro que no —comentó Kurama entrecerrando los ojos—.
¿Quieres saber por qué no lo sabías? En el pasado formé parte de una organización
secreta que se dedica a mantener el orden mundial. Somos los que hacemos el
trabajo sucio que los políticos no pueden hacer, o dicho de otro modo, somos
asesinos a sueldo al servicio de los gobiernos de todo el mundo.
—Sicarios contratados por países —susurró Fugaku, tragando saliva.
—Exacto. Evidentemente, se nos da una identidad nueva, por eso Naruto nunca
te habló de mí. Por desgracia, yo sí sé mucho sobre ti, Fugaku —dicho esto, se
sacó de debajo de la gabardina unas fotos que le tendió al Uchiha. Este
palideció y la bilis se le subió a la garganta antes de inclinarse hacia
delante y vomitar, dejando bruscamente las fotografías sobre el banco, poco
dispuesto a volver a verlas—. Oh, vamos, Fugaku, no me seas asqueroso ahora.
Después de todo, tú pagaste a estos cabrones para que le hicieran lo mismo a
Naruto hace dos años, ¿no es así? Reconozco que fue muy desagradable para mí
hacerlo, no soy fan de esta clase de tortura, es más, normalmente no se lo
desearía ni a mi peor enemigo… pero, teniendo en cuenta que se trata de mi
hermano, quería que supieras que estoy dispuesto a realizar los métodos más
sucios y perturbadores que puedas imaginar.
Fugaku estaba demasiado aterrorizado como para poder guardar la compostura,
por lo que acabó en el extremo del banco más alejado de Kurama, instintivamente
queriendo huir pero, al mismo tiempo, sabiendo que no sería posible. Si había
sido capaz de buscar a los hombres a los que contrató hace años para hacerles
en persona esa monstruosidad… no dudaba de que a él lo atraparía con la misma
facilidad.
—Tú… Tú… ¿Quién eres realmente?
Kurama esbozó una diabólica sonrisa.
—Soy la razón por la que los sicarios a los que contrataste para vigilar a
los amigos de Sasuke huyeron tras devolverte tu dinero. Entre los asesinos, soy
una celebridad, ¿lo sabías? Por eso en mi organización me tenían en alta
estima. Nunca fallo. Nunca pierdo —dicho esto, se recostó tranquilamente sobre
el respaldo del banco, apoyando el codo sobre el mismo con la cabeza sobre la
mano—. Dime, ¿te interesaría llegar a un nuevo acuerdo conmigo?
Fugaku, todavía temblando, tartamudeó:
—U-un… ¿Un acuerdo?
—Me gustan los acuerdos, así no tengo que ensuciarme de sangre, limpiar
siempre es un engorro si no estás en una sala habilitada para ello. Verás, es
muy sencillo: mientras permanezcas alejado de Naruto, Sasuke y su familia, yo
me quedaré muy quietecito y te prometo que no sabrás nada de mí, pero si
vuelves a ponerle la mano encima a uno de ellos, y sobre todo a mis sobrinos…
jugaremos a un juego. —Su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron con maldad—.
Jugarás a mi juego; tú corres y yo te pillo. ¿Lo entiendes?
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