miércoles, 5 de diciembre de 2018

Night


Capítulo 4. Anthony y Jeremy

Al abrir los ojos, se sintió un tanto desorientado. Por un momento, pensó que estaba en su jaula, a merced de los médicos, y se puso rápidamente en guardia. Sin embargo, la estancia en la que se encontraba no se parecía en absoluto a la celda en la que había vivido toda su vida; el suelo y las paredes estaban recubiertas de madera oscura, había un gran y estilizado armario empotrado a su derecha, y a su izquierda, una pared de cristal que le permitía contemplar la noche.
Al verla, recordó a Vane y que ahora era libre. Una sensación de tranquilidad le invadió, al menos hasta que recordó la última conversación que había tenido con el humano. Se sentó de un salto, dándose cuenta de que estaba en una cama y que le habían tapado con mantas. Frunció un momento el ceño, tuvo que haberse quedado dormido en algún momento.
Buscó a Vane con la mirada, encontrándole en el sillón que tenía en la esquina. Tenía la cabeza apoyada en el respaldo y los brazos cruzados a la altura del pecho, sobre sus rodillas, estaba su portátil, pero tenía los ojos cerrados.
Night se levantó muy despacio, procurando no despertarle. Cogió cuidadosamente el ordenador y le echó un vistazo; aún estaba encendido, y la palabra que él llevaba tatuada en el pecho aparecía muchas veces. Contempló al macho con un nudo en la garganta. Había estado buscando a los humanos que tenían a su gente hasta que se había quedado dormido. Nadie se había esforzado tanto por ayudarles… no, mejor dicho, nadie se había molestado siquiera en hacerlo.
Enternecido por sus actos, cerró el portátil y lo dejó en el suelo antes de coger a Vane en brazos y llevarle a la cama. Lo metió en ella y le arropó, tal y como él debía de haber hecho cuando se había quedado dormido. Eso también le provocó una cálida sensación en el pecho, se había preocupado de que no cogiera frío.
En cuanto lo tapó con las mantas, se agachó a su lado y le contempló. Sus facciones suaves seguían llamando su atención, no se parecían a la de ningún otro hombre que hubiera visto antes. No eran femeninas ni mucho menos, pero carecía de la mandíbula fuerte de su especie y de rasgos endurecidos, aunque a él le parecían muy agradables a la vista. Además, su cabello seguía fascinándole; le encantaba que fuera largo, y que sus graciosos y ligeros rizos enmarcaran su rostro, resaltando su piel dorada y sus ojos azules. Fue incapaz de resistirse a coger un mechón y acariciarlo, apreció que tuviera la misma suavidad que esa misma mañana.
Mientras seguía tocándolo, pensó en el inesperado giro que había dado su vida. Aún le costaba creer que hubiera encontrado a un buen humano, pero Vane parecía serlo. No le había encerrado ni encadenado, tampoco le había drogado ni golpeado en ningún momento, y le había permitido usar su ropa, comer, dormir y lavarse a su antojo. También había saciado su curiosidad y estaba dispuesto a enseñarle todo lo que quisiera, incluso a pelear y usar armas. Y creía que era sincero cuando le prometía que haría todo lo posible para ayudarle a él y a su gente.
Confiaba en él, aunque fuera solo un poco. Hasta ahora, había cumplido su palabra de no hacerle daño, y su olfato no mentía cuando había percibido su rabia cada vez que le hablaba de los médicos y los técnicos.
Solo esperaba que eso siguiera así, que no se tratara de un elaborado juego para hacerle daño. Le dolería si al final descubría que Vane le había mentido.


A la mañana siguiente, Night fue consciente de que, una vez más, nadie le había devuelto a su jaula y que tampoco le habían encerrado en la habitación. Más confiado que el día anterior, bajó las escaleras y fue a la cocina. Allí ya se encontraban Max, que estaba cocinando algo que olía bastante bien, y Ethan, quien estaba leyendo un montón de hojas grandes de papel. No vio a Vane por ninguna parte.
—Buenos días. —Recordaba que ellos habían utilizado esa expresión ayer.
Max se giró y le dedicó una enorme sonrisa.
—Buenos días. Veo que aprendes rápido.
Él asintió y tomó asiento en la barra, un poco apartado de Ethan, quien le saludó sin apenas mirarle, parecía muy concentrado leyendo.
—Lo intento.
—Tú ves a tu ritmo y no te agobies, 354.
—Night —corrigió, orgulloso de su nombre—. Ahora me llamo Night —dicho esto, frunció un poco el ceño, temiendo que los otros humanos no le permitieran usar ese nombre—. Vane me dijo que estaba bien.
Max se sentó frente a él mientras ponía el desayuno sobre la mesa.
—Me encanta, es un nombre precioso —dicho esto, se giró hacia Ethan—. ¿Tú qué opinas?
Este dejó los papeles a un lado y miró a Night.
—El nombre es tuyo, te tiene que gustar a ti. Si quieres ese, póntelo. No tienes que pedir permiso a nadie, eres tú el que lo va a utilizar.
Night asimiló sus palabras con cuidado. Le sorprendió darse cuenta de que tenía razón, el nombre le pertenecía y nadie debería cuestionarlo, pero llevaba tanto tiempo viviendo en una jaula, dependiente de los médicos, que se había acostumbrado a rendir cuentas a los humanos.
Prometiéndose intentar ser más consciente de eso, observó su desayuno con curiosidad.
—¿Qué es esta vez?
Max le sonrió.
—Crepes de queso y jamón, es el desayuno favorito de Vane. Mira, lo amarillo es el queso y lo rosa es el jamón, y la masa que lo envuelve se llama crep.
Night asintió, memorizando cada palabra, y después se llevó la comida a la boca. Estaba bastante bueno, aunque pensó que el beicon era mejor. De todos modos, no se quejó, le gustaba la idea de probar cosas diferentes.
Unos pasos viniendo del exterior de la habitación llamaron su atención. No tardó en percibir el olor de Vane y se giró para verle entrar. Tenía el pelo un poco revuelto, e iba con la misma ropa que usaba para dormir. Por sus ojos, parecía cansado y soñoliento todavía, supuso que fue por quedarse anoche buscando a su gente. Eso le calentó por dentro, pero también sintió un poco de pena al saberse la razón de que no hubiera descansado mucho.
—Buenos días —le saludó.
Vane se giró hacia él y le sonrió.
—Buenos días, Night —le respondió. Le gustó que recordara su nombre. Se sentó a su lado y abrió su portátil, que había traído consigo—. Escuchad, creo que he descubierto a los cabrones que tienen a la gente de Night.
Él se sobresaltó y se apresuró a acercarse más a Vane para ver la pantalla del ordenador. Todavía no sabía leer bien, por lo que no entendió lo que ponía, pero la palabra Mercile aparecía en grande en la parte superior sobre un dibujo verde. Max y Ethan se colocaron tras ellos, también para observar.
—Se trata de una empresa dedicada a la investigación farmacéutica —empezó a explicar Vane, pero él gruñó, sin entender lo que eso quería decir. Al oírle, el humano le dedicó una mirada de disculpa—. Es un grupo de personas que se dedica a crear nuevos medicamentos, o drogas, para que me entiendas.
Night le miró con el ceño fruncido.
—Las drogas no son buenas, hacen daño. ¿Por qué las hacéis?
—No es eso exactamente —intervino Ethan, ganándose su atención—. Hay drogas que sirven para aliviar el dolor o ayudar a sanar a una persona, se llaman medicamentos. Las drogas tienen un efecto negativo en el cuerpo, como tú dices, pero Vane te lo ha explicado así para que le entiendas.
Él lo meditó unos segundos y asintió, comprendiendo. Tenía sentido, ya que los médicos usaban algunas drogas para curarles.
—¿Y dónde están? —preguntó, esperanzado porque Vane hubiera descubierto dónde estaba su gente—. ¿Has encontrado el lugar donde tienen a mi especie?
—A eso iba —respondió Vane, tecleando en el ordenador—. He encontrado todos sus centros de investigación, pero no hay ninguno aquí.
Max frunció el ceño.
—¿Quieres decir que trajeron a Night desde otro lugar?
Vane hizo un gesto negativo con la cabeza.
—No, el centro de pruebas tiene que estar por aquí cerca, de lo contrario, las personas que trajeron a Night no se habrían marchado.
—No lo entiendo —confesó este, mirando a Vane con frustración—. Vas muy rápido.
El susodicho le dedicó una mirada de disculpa.
—Perdona, quería comentarlo con mi hermano para ponernos a trabajar cuanto antes —dicho esto, se puso frente a él y su frente se arrugó. Se había dado cuenta de que hacía eso cuando pensaba en una forma de explicarle las cosas—. Esto que ves en mi ordenador es una página web, sirve para hacer publicidad, es decir, llamar la atención de las personas y convencerlas para que les den dinero a cambio de sus productos, en este caso, medicamentos, ¿me sigues?
Night asintió, un poco más tranquilo.
—Los humanos necesitan dinero para vivir. Cuanto más dinero tienen, son más poderosos.
Vane sonrió.
—Exacto. En las páginas web de empresas, ponen los lugares donde trabajan, pero yo no he visto ninguno que esté cerca de aquí y creo que tú y tu gente no podéis estar muy lejos.
—¿Por qué piensas eso?
—Cooper y los otros hombres no quieren ser descubiertos, así que sería muy sospechoso que desaparecieran por mucho tiempo para dejarte conmigo. Los médicos, como tú los llamas, habrían relacionado tu desaparición con ellos. Eso me dice que te dejaron aquí con rapidez y que después regresaron antes de que nadie se diera cuenta de que se habían ido.
Night asintió, sintiéndose mejor al haberlo entendido, pero la preocupación no tardó en embargarle. Tal vez sabían quiénes eran las personas que hacían daño a su gente, pero seguían sin saber dónde estaba.
—¿Por qué no pone el lugar donde tienen a los míos?
Vane, Max y Ethan se miraron un momento. Después, el primero respondió:
—Presta atención, porque esto es importante que lo entiendas. —Night se inclinó, preparado para escuchar—. Las personas vivimos según unas leyes, ¿de acuerdo? Son unas normas que nos dicen lo que podemos y no podemos hacer. Por ejemplo, yo no puedo pegarte porque me dé la gana o me apetezca, está prohibido. Si tú me atacaras primero, sin embargo, estoy en mi derecho a defenderme, eso se puede hacer. —Hizo una pausa—. Cuando alguien rompe las normas, es castigado. Dependiendo de lo que haya hecho, el castigo es mayor o menor. ¿Hasta ahí me sigues?
—Sí —respondió, aliviado por entenderlo todo.
—Bien, pues lo que están haciendo con vosotros va contra las normas y deben ser castigados, por eso no quieren que os encontremos, y por eso no ponen dónde está tu gente.
Night asintió. Le gustaba la idea de que esos humanos serían castigados.
—¿Cuál es el castigo por lo que nos han hecho?
Vane se puso muy serio.
—O bien les encierran en una celda por el resto de sus vidas, o morirán.
Él gruñó suavemente, satisfecho. Le parecía un buen castigo.
—Quiero eso para ellos.
—Tendrán lo que se merecen, pero antes necesitamos encontrar a tu gente.
Esas palabras hicieron que se descorazonara.
—Pero en esa página web no pone dónde están.
Vane le dedicó una media sonrisa.
—¿Y crees que eso va a impedirme seguir buscando?
Night parpadeó, no esperaba que le dijera eso. Vane le guiñó un ojo, un gesto que se le antojó muy extraño, y luego tecleó algo más en el ordenador. De repente, la pantalla cambió, mostrándole un extraño dibujo gris lleno de líneas que se entrecruzaban.
—Esto es un mapa, una representación de una zona concreta; puede ser una ciudad, un bosque, cualquier lugar. Lo que estás viendo es la ciudad que está cerca de aquí, Jackson. Max y yo le echaremos un vistazo para ver si encontramos algo.
Al oír su nombre, el susodicho se inclinó sobre el ordenador y le echó un vistazo a la pantalla.
—Voto por buscar en zonas aisladas y que estén prácticamente fuera de la ciudad: polígonos industriales, almacenes y fábricas abandonadas…
Vane asintió.
—Eso mismo estaba pensando. Haremos un perfil geográfico y luego podríamos usar drones para revisar los edificios.
Night iba a preguntar de qué estaban hablando, pero Ethan le detuvo con una pequeña sonrisa.
—Es lenguaje militar, no hagas caso, ni siquiera yo puedo seguir la conversación.
Eso le tranquilizó un poco, aunque no acabó de estar seguro con qué quería decir respecto a lenguaje militar. De todos modos, no tuvo tiempo para preguntar, ya que Ethan le dio un toque a Vane en el hombro y le dijo:
—He estado pensando en algo. Esos hombres nos trajeron a Night, ¿es posible que nos traigan a otro de los suyos?
Vane frunció el ceño.
—Es poco probable, pero es una posibilidad.
—¿Por qué crees eso? —preguntó Night. La idea de estar con uno de los suyos le gustaba, y esperaba que Cooper y Brower lo hicieran.
El macho le dedicó una triste sonrisa.
—Las personas que os tienen encerrados habrán aumentado la seguridad desde que tú escapaste de allí, eso quiere decir más vigilancia y más guardias. Si esas personas que te ayudaron quieren sacar a más de los tuyos, lo van a tener muy difícil.
A Night se le heló la sangre al comprenderlo. Los guardias eran crueles, y sabía lo que les pasaría a Cooper y a Brower si intentaban sacar a su gente y eran descubiertos. Los médicos los matarían, no les importaría que Brower fuera una mujer.
—De todos modos, tomaremos medidas por si lo consiguen —anunció Vane, distrayéndole de sus pensamientos. Este tenía una expresión pensativa, casi podía ver cómo su mente trabajaba a gran velocidad—. De acuerdo, esto es lo que vamos a hacer: Max, empieza con el entrenamiento de Night, defensa personal, algo básico hasta que coja algo de peso y empiece a familiarizarse con los movimientos. Ethan, tú me ayudas a instalar cámaras fuera con detectores de calor, no quiero que nadie se acerque a mi casa sin que yo me entere. Pondremos también una en el lugar donde encontramos a Night, por si traen a uno de sus amigos, ¿entendido? —Max y Ethan asintieron al unísono. Entonces, Vane se giró hacia Night—. Night, Max te enseñará a defenderte hasta la hora de comer. Esta tarde seguiré enseñándote a leer, y también te mostraré una cosa.
—¿El qué? —preguntó con curiosidad.
—Lo que debes hacer en caso de que las personas que te tenían retenido vinieran aquí.
Él gruñó.
—Matarles.
—No me importaría pegarles un tiro en la cabeza, pero eso no es lo que necesito —dicho esto, le miró muy serio—. Night, sabemos de la existencia de tu gente gracias a ti, tú eres la única prueba que tenemos de que esas personas os están haciendo daño. Si te cogen, será como si no existierais y esos cabrones no se llevarán su merecido. Pase lo que pase, no puedes ser capturado, ¿lo entiendes?
—Creo que sí. —Sin él, su gente seguirá estando encerrada—. ¿Qué es lo que tengo que hacer?
—Esta tarde te lo enseñaré, ahora todos tenemos muchas cosas que hacer —dicho esto, suspiró—. Lo primero es poner seguridad en la casa, no quiero que los hombres que te metieron en una celda vengan aquí buscándote sin que yo…
Un sonido agudo les interrumpió.
Era el timbre.
Vane, Max y Ethan palidecieron, mientras que Night se levantó de un salto con las manos en forma de garras y los colmillos al descubierto.
—¿Son ellos? —gruñó.
—¿Esperas a alguien? —le preguntó Max a Vane.
—No —respondió este antes de ir directo al banco de la cocina. Se agachó, sacó el último cajón y cogió algo de debajo de este. Night se quedó petrificado al reconocer unas pistolas. Vane le lanzó una a Max, quien se colocó rápidamente contra la puerta, y la otra se la tendió a Ethan, quien retrocedió.
—No. Vane, no puedo, soy médico, yo…
—A ellos les va a importar una mierda lo que seas, cógela —ordenó con firmeza, sorprendiendo a Night. El macho no había hablado con tanta dureza hasta ese momento. Ethan acabó tomando el arma y, entonces, Vane se giró hacia él—. Night, ven.
Él obedeció, a pesar de que no le gustaba estar tan cerca de un hombre armado. Sin embargo, Vane dejó su pistola encima de la mesa y le mostró su puño.
—Si oyes disparos, no lo dudes, ataca. Golpea con la mano cerrada la garganta, o los matarás o acabarán aturdidos en el suelo, eso te dará algo de tiempo, al menos —dicho esto, les miró a él y a Ethan—. Utilizad la barra para protegeros de los disparos, y no salgáis de esta estancia, el salón se convertirá en una zona de fuego cruzado.
Antes de que Night pudiera preguntarle algo más, el macho cogió la pistola y fue con su hermano al salón. Deseaba ir tras ellos, pero Ethan le detuvo.
—Vane y Max saben lo que hacen, confía en ellos. Agachémonos, si esto se va a poner mal, no nos conviene estar aquí parados.
No era lo que quería hacer pero Vane era un hombre inteligente y sabía pelear, igual que Max. Creía que estarían bien, y si tenían problemas, él iría a ayudarles. Así que obedeció y se colocó detrás de la barra, agachado tanto para no ser visto como para que las balas no le alcanzaran.
Un olor en el aire llamó su atención. Provenía de Ethan; respiraba agitadamente, sus manos temblaban y tenía la frente empañada en sudor. Se acercó un poco a él, inquieto.
—¿Estás bien?
Él se volvió hacia él, tragando saliva.
—No me gusta la violencia. Yo soy médico, ayudo a personas, no las hiero.
Night asintió, sintiéndose mal por el humano.
—No se acercarán. Antes, morirán.
Ethan le dedicó una sonrisa dubitativa, algo que le frustró. Él tenía miedo de verdad y estaba decepcionado de que no se mostrara más valiente. Aunque podía entenderlo, el macho no parecía ser especialmente fuerte, y se sentiría débil en comparación a él o humanos como Vane y Max.
Una palabrota le sobresaltó y prestó atención. Alcanzó a oír a uno de los hermanos subir corriendo las escaleras, mientras que el otro regresaba adonde estaban ellos con fuertes zancadas. Se asomó por encima de la barra, sorprendido al encontrarse con Max; sus facciones estaban tensas por la rabia, acorde con el olor que desprendía.
—Falsa alarma, no son los que tienen a los amigos de Night.
Oyó a Ethan suspirar de alivio y se levantó. Él le imitó.
—¿Y quién era?
Max se sentó en la barra con un resoplido y dejó la pistola sobre la mesa.
—El gilipollas de Anthony.
—¿Qué? —exclamó Ethan, sobresaltando a Night—. ¿Qué está haciendo aquí?
—No lo sé, pero échalo de aquí antes de que le pegue un tiro en la cabeza.
Night se sobresaltó al escuchar su amenaza. Durante todo el tiempo que llevaba allí, Max le había parecido un macho bastante agradable y apacible, no le había dado la impresión de que fuera especialmente agresivo hasta ese momento.
Ethan se apresuró a acercarse y dejar su pistola en la mesa. Se dirigió al salón, no sin antes decirle al otro humano:
—Tranquilo, yo me encargo.
En cuanto estuvieron solos, Max se pasó una mano por la cabeza y aferró varios mechones de su cabello con fuerza. Pese a que no parecía ser muy estable, se acercó. Quería entender qué estaba pasando, y si ese tal Anthony era una amenaza. Se aseguró de apartar a un lado las armas antes de sentarse frente a él.
—¿Qué es lo que pasa? ¿Ese macho es peligroso?
Max parpadeó por su pregunta. Cuando le miró, no vio odio en su mirada, sino que más bien pareció ablandarse.
—No, Night, es solo que Vane y yo no nos llevamos bien con ese hombre.
—¿Por qué?
El macho se rascó la cabeza, mirando a otro lado.
—Tú tienes amigos, ¿verdad, Night?
Él asintió.
—Sí.
—¿Y tienes pareja?
—No, muy pocos las tienen.
Max frunció un momento el ceño antes de tratar de explicárselo.
—Imagina que tienes una, y que tu mejor amigo se acuesta con ella. ¿Cómo te sentirías?
Night soltó un escalofriante gruñido.
—Le cortaría la garganta con mis colmillos —dicho esto, ocultó los caninos y ladeó la cabeza—. Pero si ella fuera mi compañera, no permitiría que otro macho la montara a menos que estuviera muy débil o fuera para protegerme.
—¿Compañera? —preguntó Max, aparentemente confundido. Le resultó extraño que no conociera la palabra, teniendo en cuenta que era él quien estaba aprendiendo.
—Los compañeros son un macho y una hembra que se aman y que quieren estar juntos para siempre.
El humano sonrió.
—Ya veo. Nosotros también hacemos eso, pero no siempre sale bien.
—¿Qué quieres decir?
Max bajó la vista. Le pareció que estaba un poco incómodo.
—A veces, uno se acuesta con otro que no es su compañero, como tú dices.
Night abrió los ojos como platos, horrorizado.
—Eso no puede ser. ¿No huelen mal los demás para vosotros?
—¿Oler mal?
—Los compañeros necesitan tener el aroma del otro sobre la piel, así una parte de ellos les acompaña siempre aunque no estén en un mismo lugar. Cuando eso ocurre, no quieren que otros les toquen porque no quieren que sustituyan el olor de su pareja. Nosotros nos volvemos violentos cuando otro que no es nuestro compañero intenta tener sexo con nosotros. Es ofensivo —explicó, arrugando la nariz—. A mí me trajeron a una hembra que estaba emparejada. Me amenazó con arrancarme la polla si intentaba acercarme. Me negué a tocarla, a pesar de que me golpearon como castigo.
Max seguía mirándole con la boca abierta, como si nunca hubiera pasado.
—A nosotros no nos ocurre eso —dijo tras un par de segundos—. También es verdad que nuestro olfato no es como el tuyo, tal vez sea por eso. ¿Tu gente tiene tus mismos sentidos?
—Sí.
—Entonces, misterio resuelto —dicho esto, esbozó una amarga sonrisa—. Pero ojalá fuéramos como vosotros, así mi hermano no habría sufrido tanto.
Night sintió una punzada de dolor en el pecho.
—¿Su compañera se acostó con otro macho?
—Sí, con el que está en la puerta.
Una oleada de rabia le invadió. No comprendía a los humanos, los verdaderos compañeros se aman, prefieren morir antes que hacerse daño los unos a los otros.
—Él debería morir por tocar a la hembra de Vane.
Max levantó la vista hacia él y sonrió.
—Querrás decir hombre. Vane es homosexual.
Eso hizo que pegara un salto.
—¿Vane se siente atraído por otros machos?
—Sí —dicho esto, le miró con desconfianza—, ¿tienes prejuicios?
Night sacudió la cabeza, liberándose de la sorpresa, y se concentró en el humano.
—No sé qué es eso.
—¿Odias a Vane porque le gustan los hombres?
Sus palabras le enfurecieron. ¿Cómo se atrevía a acusarle de eso?
—Claro que no, pero sé lo que los humanos hacen con los que se sienten atraídos por su mismo sexo.
Max se calmó un poco y le miró con tristeza.
—Hacen daño a tus amigos que son así, ¿verdad?
Night bajó la cabeza.
—Matan a los machos, ya que no sirven para las pruebas de cría. A las hembras las dejan vivir, ya que no hay muchas que sobreviven, pero las aíslan de las demás. Todos lo ocultan por eso.
El macho levantó la mano, como si fuera a tocarle, pero se detuvo antes de hacerlo. Night apreció que quisiera consolarle, aunque agradeció que no llegara a rozar su piel. Aún se le hacía extraño mantener contacto físico con un humano.
—Lo siento mucho, Night —dicho esto, le dedicó una media sonrisa—. Cuando sean libres, no tendrán que preocuparse por eso. Las personas en general no odiamos a los homosexuales. Siempre hay un par de idiotas, pero no tienes que hacerles caso.
—¿No les harán daño? ¿No tendrán que esconderse y podrán amar a quien quieran?
—Nadie les pondrá la mano encima por ello, y si lo hacen, yo estaré encantado de darles una patada en el culo.
Night esbozó una media sonrisa, entendía esa expresión. Después, sin embargo, pensó en Vane y frunció el ceño. Él debía de estar sufriendo por la presencia de ese humano, él lo haría si estuviera enfrente del macho que había montado a su compañera.
Se levantó, sintiéndose mal por él.
—Voy a ver a Vane.
—Yo si fuera tú, no lo haría. Tiene mal genio cuando se trata de esto.
Él arrugó la frente.
—¿Mal genio?
—Que estará demasiado enfadado como para ser amable con alguien. Ni siquiera me quiere a mí cerca cuando está así.
—No me importa —dijo mientras salía de la cocina. Vane sentía dolor en esos momentos y quería aliviarlo. Se detuvo en seco al pensar en ello; empezaba a confiar en él y en los otros machos de esa casa, pero le resultaba extraño tener la necesidad de ayudar a uno de ellos.
Dudó unos segundos, debatiéndose entre ir a ver cómo se encontraba Vane y quedarse con Max y esperar a que él mismo se recuperara de su dolor. Hizo una mueca; no le gustaba la preocupación que le atenazaba el pecho al pensar que ese macho estaba sufriendo. Había empezado a simpatizar con él, cierto, pero lo que sentía era demasiado fuerte, como si tuviera un vínculo con Vane, a pesar de que solo le conocía desde hacía tres días.
Unas voces distrajeron su atención. Estaba parado en mitad del salón, de camino a las escaleras que iban al segundo piso, así que su oído pudo recoger la voz de Ethan discutiendo con otro hombre. Miró hacia la puerta; estaba entreabierta, aunque no lo suficiente como para poder ver a los dos humanos. Soltó un gruñido y tensó los músculos, se sentía tentado a salir y amenazar al macho que le había quitado el compañero a Vane, él era quien le estaba causando pesar. Sin embargo, al pensar en eso, decidió que era más importante ofrecerle consuelo al humano que le había dado cobijo.
De nuevo, le preocupó un poco verse a sí mismo subiendo las escaleras con decisión para ir con Vane, pero la necesidad de aliviar su dolor era demasiado fuerte y dejó esos pensamientos para más tarde. Quería ayudarle, deseaba hacer desaparecer su sufrimiento.
Cuando llegó a su habitación, llamó suavemente a la puerta. Escuchó un gruñido.
—Vete, Max.
—Soy Night.
Vane se quedó en silencio unos segundos. Él esperó pacientemente.
—Márchate, Night —dijo en un tono de voz más suave que el anterior, aunque seguía sonando un poco brusco. Supo que estaba haciendo un esfuerzo para no descargar su ira con él—. Ahora no soy una buena compañía.
Max ya le había advertido que su hermano no querría estar cerca de nadie en esos momentos, pero no le importó. Sus instintos estaban centrados en ayudar a ese macho, y él tendía a seguirlos, hasta ahora no le había fallado. De modo que abrió la puerta y entró en la estancia. Vio a Vane sentado en la cama, con la espalda contra la pared, pero tenía las rodillas contra el pecho y las abrazaba con los brazos, como si tratara de hacerse una bola. Night sintió una punzada en el corazón al verlo acurrucado de esa manera, parecía más pequeño y frágil, y el hecho de que pudiera oler su dolor no hizo más que aumentar su necesidad de protegerlo.
Vane alzó la vista hacia él. Sus bonitos ojos azules parecían atormentados, pero refulgieron de ira al darse cuenta de que había ignorado su orden.
—¿Qué haces? —gruñó, irritado.
Night cerró la puerta tras él y se encaminó a la cama.
—Estás sufriendo, puedo oler tu dolor.
El humano se desenroscó y clavó una rodilla y sus dos manos en el colchón. Estaba en una posición de ataque. En otra situación, Night habría interpretado eso como que Vane era uno de los médicos o que trabajaba para ellos, pero era consciente de que estaba enfadado porque no quería que otros vieran su dolor, y él había ignorado sus deseos. Era un macho orgulloso, podía entenderlo, su especie también lo era y no les gustaba que otros se compadecieran de ellos, les hacía sentirse más débiles de lo que en realidad eran. Sin embargo, él sabía que la unidad hacía la fuerza, y que valía la pena que otro macho se enfureciera con él si con eso conseguía acercarse lo suficiente como para mitigar su pena.
E iba a hacer lo mismo con Vane. Podía hacerle sentir mejor, estaba seguro de ello.
—Puedes pegarme si quieres, no voy a irme —dijo al mismo tiempo que se subía a la cama.
Vane se dio cuenta entonces de la posición que había adoptado y retrocedió un poco. No quería atacar a Night, solo quería que se fuera.
Alrededor de dos semanas atrás, había vuelto más temprano de lo normal a casa y había oído unos ruidos en la habitación. Al entrar, vio a Jeremy y a Anthony. Juntos. En su cama. Por un momento, no pudo comprender lo que ocurría, al menos hasta que su supuesto novio se dio cuenta de su presencia y se sobresaltó, apartándose de Anthony. En el momento en que abrió la boca, qué sabía él si para disculparse o justificarse, él se fue corriendo de allí, ni siquiera se molestó en recoger sus cosas de la casa en la que vivían, lo único que quería hacer era conducir lo más lejos de allí.
Anthony trató de ir tras él. Un grave error; en el momento en que le dio la vuelta, le dio un puñetazo con toda la fuerza que era capaz de reunir. Le habría gustado seguir golpeándole, pero estaba tan furioso que sabía que podría haberle matado, así que se metió en su coche y se fue de allí.
No paró hasta que se hizo de noche. Solo entonces, llamó a Max para pedirle si podía pasar unos días en su casa, su hermano le preguntó si había discutido con Jeremy, pero él se negó a decirle nada hasta que no llegó a su apartamento. Max no se tomó muy bien lo que había ocurrido; Anthony y sus hermanos eran amigos desde que tenían uso de razón, se habían criado juntos, y el hecho de que hubiera sido capaz de traicionar a Vane de esa manera había hecho que echara chispas por los ojos. Aun así, no tomó represalias, sabía que su hermano le necesitaba. Así que, en vez de ir a buscar a Anthony y Jeremy, llamó al resto de los Hagel: Zane, Shawn, Dylan y Kasey estuvieron en la casa a la mañana siguiente, listos para una terapia de familia, como ellos lo llamaban, para ayudar a Vane a recuperarse.
Él agradeció mucho sus esfuerzos, pero no le ayudaba a apaciguar su dolor. Se sentía engañado y traicionado; Jeremy era la relación más larga y estable que había tenido, había estado a su lado durante la rehabilitación, por muy dura que fuera, y era comprensivo con los traumas que había sufrido durante el ejército. Él trabajaba muchas horas, pero eso no parecía haberle afectado nunca, aunque últimamente no podía evitar pensar que tal vez se había sentido un poco abandonado por él y eso le habría hecho buscar un amante. Pero, si ese era el caso, tendría que habérselo dicho y él habría puesto remedio, en vez de quedarse callado.
Por si no fuera poco, estaba Anthony. Era uno de sus mejores amigos, no entendía cómo había podido acostarse con su novio, sabiendo el daño que le haría.
Los dos habían intentado llamarle infinidad de veces, incluso intentaron presentarse en casa de Max, pero la presencia de todos sus hermanos, hermanos que además habían sido soldados y tenían permiso para llevar armas muy potentes, les había amedrentado lo suficiente para dejarle tranquilo.
Al principio, se negó a coger unos días de asuntos personales en el trabajo. Trataba de no pensar en lo que había ocurrido, y pensó que eso le ayudaría a distraerse. Sin embargo, tener que tratar con los impacientes militares le irritaba y, unido a su inestabilidad emocional, no eran pocas las veces que Ace le había salvado de enviar a la mierda a sus clientes.
Su amigo y socio se dio cuenta de que no podía seguir así, y le ordenó que se tomara unos días libres. Vane quiso rechazarlo pero, a pesar de su rabia, se dio cuenta de que era lo mejor para él y para la empresa.
Le habría gustado estar solo en Jackson, donde nadie tendría que lidiar con su ira, pero Max se había negado a dejarle solo. El resto de sus hermanos también habían querido quedarse con él, pero parecieron darse cuenta de que eso probablemente terminaría por agobiarle. Además, Ethan también tenía que acompañarle para controlar su rehabilitación. Los dos sabían que su brazo no podría curarse del todo, pero le ayudaba con los ejercicios y también con los ataques.
Miró a Night con cierta aprehensión. Estaba gateando lentamente por la cama, como si temiera hacer un movimiento brusco que pudiera provocar una pelea o asustarle. Él retrocedió hasta que se quedó acorralado contra la pared. No quería hacerle daño, pero tampoco le gustaba que estuviera ahí cuando lo único que quería era poder rendirse al dolor en solitario. Había sido soldado, ¡maldita sea!, era fuerte, había sobrevivido en lugares donde los demás no habrían durado ni un minuto entero. Una ruptura no iba a matarle, pero le jodía.
—Entiendo que no te guste que esté aquí —le dijo Night en un tono de voz suave. Nunca le había escuchado hablar de esa manera desde que le conocía, resultaba muy agradable—, pero tú me estás ayudando, y también a mi gente. Déjame que haga esto por ti.
Night llegó hasta él. Se sentó sobre sus rodillas y estiró los brazos. Vane observó, casi conmocionado, cómo le envolvía y le atraía hasta su cuerpo. Le costó asimilar que le estaba abrazando. Hasta el momento, no había dado la bienvenida al contacto físico con él o con Max y Ethan, sin embargo, ahora sus cuerpos se tocaban de un modo muy íntimo. Esperó a que la incomodidad le invadiera, pero lo cierto era que resultaba muy agradable; su enorme y musculoso cuerpo le hizo sentirse seguro, y tener sus brazos a su alrededor era reconfortante. Notó una de sus manos en su pelo; pasaba sus dedos entre los mechones, acariciándolos con suavidad. Se quedó muy quieto, sin saber cómo actuar, hasta que Night le dijo:
—Ni tu compañero ni ese macho que está en tu casa merecen tu dolor, Vane. Los compañeros de verdad jamás harían nada que pudiera perjudicar a su pareja. En cuanto a tu amigo… creo que yo no podría llamarle así. Aunque yo amara a la compañera de un amigo mío, no haría nada por intentar que me escogiera por encima de él, no estaría bien. No querría hacerle daño y, de todos modos, ella había hecho su elección. —Hizo una pausa, a Vane le dio la sensación de que estaba pensando—. Mi gente no hace esta clase de cosas, así que no entiendo cómo pueden hacerlo los humanos pero… pienso que eres un buen macho. Si no saben apreciarlo, peor para ellos. No los necesitas.
Vane tragó el nudo que tenía en la garganta. Sus hermanos le habían dedicado palabras parecidas cientos de veces desde que había ocurrido lo de Jeremy, pero eran su familia, harían lo que fuera para calmar su dolor. Que Night, quien aún no confiaba en él, le dijera algo así… era un consuelo.
Un tanto dubitativo, levantó los brazos y rodeó al otro hombre para devolverle el abrazo. No se apartó de él, sino que le estrechó con más fuerza y le frotó la espalda. Vane apoyó la mejilla en su pecho y cerró los ojos. Se sentía mucho más tranquilo, y el corazón ya no le dolía tanto.
Night se sintió aliviado al percibir que el aroma del dolor del macho se desvanecía. Había podido ayudarle; sabía que para él había sido difícil aceptarle en un momento como aquel pero, al final, le había permitido acercarse lo suficiente. Sinceramente, había esperado una pelea, sin embargo, la expresión de Vane al mencionar que podía pegarle se había petrificado, como si eso le hubiera horrorizado. Se alegraba de que al final no hubiera tenido que inmovilizarle, tenía un brazo malherido y no quería producirle ninguna otra lesión.
Una vez que el macho estuvo más calmado, meditó en cómo le hacía sentirse tener contacto físico con un humano. A decir verdad, no era en absoluto desagradable, de hecho, Vane parecía encajar perfectamente con su cuerpo, y le gustaba la sensación de tenerlo acurrucado contra él. Su cabello todavía le resultaba fascinante, por lo que no podía parar de tocarlo, y su aroma… Inspiró profundamente y contuvo un gruñido. Quería hundir la nariz en su cuello para olerle mejor, y sentía la necesidad de pasar la lengua por su piel, solo para saber si su sabor era tan delicioso como su olor.
Al pensar en ello, se tensó un poco. La idea le resultaba muy tentadora, demasiado para su propio bien. Nunca se había sentido atraído por un ser humano, y menos aún por alguien de su mismo sexo. Eso último era chocante, ya que siempre había montado a hembras, aunque le preocupaba más el hecho de que encontrara a un ser humano deseable. Algunos machos de su especie habían caído presa de técnicas que habían fingido amarles, y no habían acabado bien. Confiaba un poco en Vane, pero no lo suficiente como para abrirse tanto a él.
Quiso apartarse en ese mismo momento, pero le resultó imposible. Su cuerpo se negaba a dejarle ir, quería retenerle en sus brazos y tenerle tan cerca como fuera posible. Su mente también le traicionó imaginándolos a ambos desnudos, sobre la cama; Vane se sostenía sobre sus manos y sus rodillas, y él le sujetaba de las caderas mientras le montaba lentamente.
Se maldijo mentalmente cuando se le puso dura. Se movió un poco para ocultar su polla entre sus muslos, de forma que Vane no se diera cuenta del efecto que tenía sobre él. Sin embargo, no tuvo que esconder su erección mucho tiempo, ya que alguien abrió la puerta con brusquedad. El humano se apartó de él al instante. Detestó echar de menos su contacto.
—¿Qué pasa? —preguntó Vane.
Al alzar la vista, Night se encontró con un pálido Ethan.
—Lo siento, no he podido evitar que entre. Por favor, haz algo, tu hermano le está dando una…
Antes de que pudiera terminar de hablar, Vane se lanzó hacia adelante a una velocidad que sorprendió a Night. Le vio esquivar a Ethan deslizándose elegantemente a un lado, y luego desapareciendo por la puerta. Le escuchó bajar corriendo las escaleras.
Con un gruñido, se dispuso a seguirle. No le gustaba la presencia de ese macho desconocido, le provocaba dolor a Vane y había incitado a su compañero a hacerle daño. Se levantó de un salto y corrió hacia el exterior de la estancia. Por un momento, temió que Ethan fuera a impedírselo, pero este también había ido tras Vane. Al salir, se topó con la barandilla y pudo contemplar la escena.
El humano al que no conocía estaba arrodillado en el suelo, tocándose la mandíbula con un gesto de dolor. Max estaba a poco más de un metro frente a él, con los brazos estirados a ambos lados del cuerpo, los puños cerrados y sus músculos completamente contraídos. La primera vez que lo vio, no le había parecido un macho tan fuerte, pero ahora comprendía que había subestimado el peligro que representaban tanto Vane como su hermano. Ethan parecía ser el único que no sabía pelear. Por otro lado, Sam, Nocturn y Bear ladraban con ferocidad tras Max, amenazando al humano. Parecían muy conscientes de que este no era bienvenido en la casa y se mantenían agazapados, listos para atacar.
Le bastó un segundo para analizar al macho. Era delgado y vestía de un modo extraño: llevaba unos pantalones largos negros, por los cuales se asomaban unas zapatillas que a él le parecieron de lo más incómodas; tenía una chaqueta oscura que llevaba abrochada por un botón y que hacía juego con los pantalones, bajo la cual tenía una camisa blanca, y, lo que más le extrañó, fue la especie de cuerda de tela que llevaba alrededor del cuello, aunque no parecía estar sujeta a nada. Su piel era clara, en contraste con su intenso cabello negro corto, el cual estaba había llevado peinado hacia atrás, aunque tras el golpe de Max se le habían escapado un par de mechones. Tenía una estatura normal para un macho humano, y sus facciones eran afiladas, no le gustaron nada. Tampoco le hizo gracia la forma en sus pequeños ojos marrones miraban a Max.
—¡Mierda, Max! ¿Era esto necesario?
Max resopló y avanzó a largas zancadas hacia él, seguido muy de cerca por Nocturn. Anthony retrocedía a su vez.
—¡¿Era necesario acostarte con Jeremy?! —bramó Max, sobresaltando a Night. Ese humano siempre había sido muy alegre con él, así que oírle hablar en ese tono asustaba un poco. Además, tenía una forma de andar amenazante, era evidente que quería golpear al otro humano.
Tal vez lo mataría. Ese pensamiento le alegró.
Anthony se incorporó como pudo y siguió caminando hacia atrás, procurando mantener la distancia con Max.
—Fue un error. Lo siento, no pretendía hacer daño a nadie.
—No me digas —repuso Max con sarcasmo—. Pensaste que Vane te daría su bendición para que te acostaras con su novio y que hasta igual se uniría a la fiesta que teníais montada vosotros dos, ¿verdad? Pues, ¿adivina qué?, ¡no tiene ni puta gracia!
Para entonces, Max había arrinconado a Anthony contra la pared y se disponía a darle un nuevo golpe, pero Vane llegó a tiempo de detenerle. Miró a su hermano con cara de pocos amigos.
—Vane, vete. Yo me encargo.
Este entrecerró los ojos.
—Déjalo, no merece la pena.
—Tal vez no, pero quiero hacerle daño —replicó.
Anthony perdió el color de la cara.
—Vamos, Max, somos amigos desde que éramos niños.
Max le fulminó con la mirada.
—Tú no eres amigo mío. Nadie que hace daño a uno de mis hermanos lo es.
El otro hombre agachó los ojos, avergonzado. Vane le dio un apretón al brazo de Max, requiriendo su atención.
—Olvídalo, déjame a mí.
—No voy a olvidarlo —gruñó Max, centrando sus ojos en su hermano con ira—. Eres mi familia y te hicieron daño, los Hagel nunca olvidamos a los que dañan a nuestra familia.
—Lo sé —dijo Vane con suavidad—. No te estoy pidiendo que le perdones, solo que me dejes encargarme de él.
Max escudriñó su rostro unos segundos, y Vane no apartó la mirada. Al final, bajó el brazo y retrocedió un poco. Después, hizo un gesto con la mano dirigido a los perros, que gruñeron y se alejaron, haciendo que Anthony se sintiera un poco más tranquilo.
—Está bien. Sé que esta es tu casa y que no tengo derecho a decirte esto, pero a menos que quieras tener a un fiambre aquí dentro, te recomiendo que hagas que se vaya en menos de cinco minutos.
Nada más oír esas palabras, Anthony volvió a perder el color de la cara. Vane, en absoluto sorprendido por sus palabras, se encogió de hombros.
—Está bien.
Conforme, Max se alejó hasta colocarse junto a las escaleras, cruzado de brazos. Ethan se puso a su lado, mientras que Night bajó los peldaños hasta estar cerca de ellos, aunque no lo suficiente como para que pudieran tocarle. Los tres no parecían tener intención de marcharse; Max quería asegurarse de que ese energúmeno salía de allí, Ethan temía que este no fuera capaz de controlarse y cometiera alguna locura, y Night también estaba pendiente de Anthony, no lo quería cerca de Vane.
Por otro lado, este se giró hacia el que había sido su amigo de la infancia, quien se acercó dos pasos.
—Escucha, Vane, yo… —Pero antes de que pudiera terminar de hablar, Vane le dio un puñetazo tan fuerte que cayó hacia atrás, golpeándose en el proceso contra la pared en la que Max le había acorralado.
Este soltó una carcajada.
—¡Ja! Esto ya me gusta más.
Ethan soltó un gemido, poco cómodo con la violencia, mientras que Night esbozó una ancha sonrisa. Le gustaba que Vane no se hubiera limitado a hablar con él.
Anthony se levantó como pudo. Tenía el labio partido.
—¿Ya te sientes mejor?
Vane se cruzó de brazos.
—Un poco. Puede que si te doy más golpes acabe perdonándote y todo.
—A mí me parece una gran idea —comentó Max. Night soltó una risilla, estaba de acuerdo.
Vane dejó escapar un suspiro cansado.
—Sinceramente, no entiendo por qué has venido aquí. Nada justifica lo que hiciste.
Anthony bajó la cabeza.
—Ya lo sé, pero quería disculparme de todos modos.
—¿Y crees que eso cambiará algo? ¿Crees que me hará sentir mejor? ¿Crees que así será más fácil que te perdone?
—No, pero era algo que tenía que hacer.
Vane contuvo la tentación de darle otro puñetazo. La verdad era que no sabía qué le había dolido más, si la infidelidad de Jeremy o la traición de Anthony. El primero había sido su novio, pero al otro lo conocía desde que tenía memoria. A decir verdad, ni siquiera quería pensar en ello, solo deseaba que le dejaran en paz y poder superarlo con el debido tiempo.
—Pues ya lo has hecho —dijo. Quería que Anthony desapareciera ya de su casa—. Ya sabes dónde está la puerta. No quiero saber nada más de ti o de Jeremy. Encárgate de decírselo.
Anthony hizo una mueca.
—Lo cierto es que no he vuelto a hablar con él.
Esas palabras le dejaron congelado.
—¿Qué?
—¡Creía que estabais juntos! —exclamó Max, tan estupefacto como él.
—No, es lo que él y yo intentábamos explicarte, Vane. No sentimos nada el uno por el otro, simplemente… ocurrió. Fue solo esa vez, lo prometo. Jeremy está muy arrepentido, él te quiere.
Vane se sintió como si todo se hubiera detenido a su alrededor. No era capaz de seguir oyendo nada, aún estaba intentando comprenderlo. Anthony había arruinado su vida sentimental por… ¿nada? Y Jeremy… ¿le quería?
Notó que empezaba a temblar. Una rabia intensa le quemó por dentro hasta casi ahogarlo. Cerró las manos en puños y tensó todos los músculos, conteniéndola.
—Fuera de mi casa —dijo muy despacio.
Anthony se acercó un poco más a él.
—Vane, por favor…
—Sal de una puta vez de mi casa o te juro que esta vez te pego un tiro en la cabeza.
El otro hombre palideció, pero hizo lo que él ordenaba. En cuanto se marchó, Vane trató de relajarse controlando su respiración. Vio que Max hizo amago de acercarse a él, pero le detuvo con un gesto de la mano. Su hermano respetó sus deseos e instó a los demás a mantenerse a distancia. Se dio cuenta también de la preocupación que demacraba los rasgos de Ethan, y de que Night quería ir con él.
Pero no podía dejarles, no esta vez, estaba demasiado furioso y lo único que quería era golpear algo. Al ver que era incapaz de manejar su ira, supo que no podía quedarse allí. Sin dedicarle ni una palabra a los demás, subió hasta el tercer piso y se metió en su despacho. Cogió una mochila y metió todo el material necesario para instalar vigilancia en los alrededores de su casa: micro cámaras, detectores de calor, cables y su ordenador. Después, fue a su habitación, se cambió con rapidez de ropa y luego fue a la cocina para coger algo de comida. No sabía cuánto tiempo tardaría su ira en esfumarse, pero prefería estar furioso y tener algo en el estómago.
Al salir, Max le miró ceñudo.
—No me sigas —le dijo antes de abrir la puerta. Al hacerlo, oyó el trote de Bear tras él y se giró. Su ira se aplacó un poco al contemplar a su compañero—. Bear, quédate. Volveré —dicho esto, salió de la casa.
Se sintió un poco mejor al ver que ni Anthony ni su coche estaban allí. Aun así, luego pensó en lo que había hecho y volvió a notar su sangre hirviendo. Necesitaba alejarse de todo y despejarse, no tenía sentido descargar su rabia contra Max o Ethan, mucho menos con Night. Él le había consolado y no quería que se arrepintiera de ello.
Se ciñó la mochila a la espalda mediante las correas para que no le molestara durante la marcha y luego echó a correr. El viento golpeándole y el ardor de las piernas por el esfuerzo le ayudó a liberar parte de su rabia, le hacía sentirse mucho mejor. Aun así, no se detuvo hasta que estuvo bien lejos de su casa, en el mismo lugar donde encontró a Night.
Se quitó la mochila y se dejó caer en el suelo mientras trataba de recuperar el aliento. Centrarse en su respiración le ayudó a mantener el control sobre sus emociones. No fue elegido capitán de su escuadrón por ser precisamente temperamental, sino por su capacidad de mantener la cabeza fría en situaciones extremas.
Jeremy le había sido infiel y Anthony le había traicionado, eran cosas que pasaban a menudo. Night tenía razón, ellos no merecían la pena. No podía perder el tiempo autocompadeciéndose de sí mismo, tenía que seguir adelante. Ahora, debía preocuparse por las personas que habían encerrado a Night y a su gente, tarde o temprano, irían a buscarle y aparecerían por allí.
Tener algo en lo que concentrarse le ayudó a ablandarse, aunque aún seguía dolido por lo que su pareja y su amigo le habían hecho. Gruñó al pensar de nuevo en ellos y trató de centrarse. Night estaba en peligro, y él, Max y Ethan, también ahora que estaba con ellos. Nadie se acercaría a su casa sin que él lo supiera, y si esas personas lo hacían, estaría encantado de desfogarse vaciando los cargadores de sus fusiles con ellas.

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