Capítulo 4. Anthony y Jeremy
Al abrir los ojos,
se sintió un tanto desorientado. Por un momento, pensó que estaba en su jaula,
a merced de los médicos, y se puso rápidamente en guardia. Sin embargo, la
estancia en la que se encontraba no se parecía en absoluto a la celda en la que
había vivido toda su vida; el suelo y las paredes estaban recubiertas de madera
oscura, había un gran y estilizado armario empotrado a su derecha, y a su
izquierda, una pared de cristal que le permitía contemplar la noche.
Al verla, recordó
a Vane y que ahora era libre. Una sensación de tranquilidad le invadió, al
menos hasta que recordó la última conversación que había tenido con el humano.
Se sentó de un salto, dándose cuenta de que estaba en una cama y que le habían
tapado con mantas. Frunció un momento el ceño, tuvo que haberse quedado dormido
en algún momento.
Buscó a Vane con
la mirada, encontrándole en el sillón que tenía en la esquina. Tenía la cabeza
apoyada en el respaldo y los brazos cruzados a la altura del pecho, sobre sus
rodillas, estaba su portátil, pero tenía los ojos cerrados.
Night se levantó
muy despacio, procurando no despertarle. Cogió cuidadosamente el ordenador y le
echó un vistazo; aún estaba encendido, y la palabra que él llevaba tatuada en
el pecho aparecía muchas veces. Contempló al macho con un nudo en la garganta.
Había estado buscando a los humanos que tenían a su gente hasta que se había
quedado dormido. Nadie se había esforzado tanto por ayudarles… no, mejor dicho,
nadie se había molestado siquiera en hacerlo.
Enternecido por
sus actos, cerró el portátil y lo dejó en el suelo antes de coger a Vane en
brazos y llevarle a la cama. Lo metió en ella y le arropó, tal y como él debía
de haber hecho cuando se había quedado dormido. Eso también le provocó una
cálida sensación en el pecho, se había preocupado de que no cogiera frío.
En cuanto lo tapó
con las mantas, se agachó a su lado y le contempló. Sus facciones suaves
seguían llamando su atención, no se parecían a la de ningún otro hombre que
hubiera visto antes. No eran femeninas ni mucho menos, pero carecía de la
mandíbula fuerte de su especie y de rasgos endurecidos, aunque a él le parecían
muy agradables a la vista. Además, su cabello seguía fascinándole; le encantaba
que fuera largo, y que sus graciosos y ligeros rizos enmarcaran su rostro,
resaltando su piel dorada y sus ojos azules. Fue incapaz de resistirse a coger
un mechón y acariciarlo, apreció que tuviera la misma suavidad que esa misma
mañana.
Mientras seguía
tocándolo, pensó en el inesperado giro que había dado su vida. Aún le costaba
creer que hubiera encontrado a un buen humano, pero Vane parecía serlo. No le
había encerrado ni encadenado, tampoco le había drogado ni golpeado en ningún
momento, y le había permitido usar su ropa, comer, dormir y lavarse a su
antojo. También había saciado su curiosidad y estaba dispuesto a enseñarle todo
lo que quisiera, incluso a pelear y usar armas. Y creía que era sincero cuando
le prometía que haría todo lo posible para ayudarle a él y a su gente.
Confiaba en él,
aunque fuera solo un poco. Hasta ahora, había cumplido su palabra de no hacerle
daño, y su olfato no mentía cuando había percibido su rabia cada vez que le
hablaba de los médicos y los técnicos.
Solo esperaba que
eso siguiera así, que no se tratara de un elaborado juego para hacerle daño. Le
dolería si al final descubría que Vane le había mentido.
A la mañana
siguiente, Night fue consciente de que, una vez más, nadie le había devuelto a
su jaula y que tampoco le habían encerrado en la habitación. Más confiado que
el día anterior, bajó las escaleras y fue a la cocina. Allí ya se encontraban
Max, que estaba cocinando algo que olía bastante bien, y Ethan, quien estaba
leyendo un montón de hojas grandes de papel. No vio a Vane por ninguna parte.
—Buenos días.
—Recordaba que ellos habían utilizado esa expresión ayer.
Max se giró y le
dedicó una enorme sonrisa.
—Buenos días. Veo
que aprendes rápido.
Él asintió y tomó
asiento en la barra, un poco apartado de Ethan, quien le saludó sin apenas
mirarle, parecía muy concentrado leyendo.
—Lo intento.
—Tú ves a tu ritmo
y no te agobies, 354.
—Night —corrigió,
orgulloso de su nombre—. Ahora me llamo Night —dicho esto, frunció un poco el
ceño, temiendo que los otros humanos no le permitieran usar ese nombre—. Vane
me dijo que estaba bien.
Max se sentó
frente a él mientras ponía el desayuno sobre la mesa.
—Me encanta, es un
nombre precioso —dicho esto, se giró hacia Ethan—. ¿Tú qué opinas?
Este dejó los
papeles a un lado y miró a Night.
—El nombre es
tuyo, te tiene que gustar a ti. Si quieres ese, póntelo. No tienes que pedir
permiso a nadie, eres tú el que lo va a utilizar.
Night asimiló sus
palabras con cuidado. Le sorprendió darse cuenta de que tenía razón, el nombre
le pertenecía y nadie debería cuestionarlo, pero llevaba tanto tiempo viviendo
en una jaula, dependiente de los médicos, que se había acostumbrado a rendir
cuentas a los humanos.
Prometiéndose
intentar ser más consciente de eso, observó su desayuno con curiosidad.
—¿Qué es esta vez?
Max le sonrió.
—Crepes de queso y
jamón, es el desayuno favorito de Vane. Mira, lo amarillo es el queso y lo rosa
es el jamón, y la masa que lo envuelve se llama crep.
Night asintió,
memorizando cada palabra, y después se llevó la comida a la boca. Estaba
bastante bueno, aunque pensó que el beicon era mejor. De todos modos, no se
quejó, le gustaba la idea de probar cosas diferentes.
Unos pasos
viniendo del exterior de la habitación llamaron su atención. No tardó en
percibir el olor de Vane y se giró para verle entrar. Tenía el pelo un poco
revuelto, e iba con la misma ropa que usaba para dormir. Por sus ojos, parecía
cansado y soñoliento todavía, supuso que fue por quedarse anoche buscando a su
gente. Eso le calentó por dentro, pero también sintió un poco de pena al
saberse la razón de que no hubiera descansado mucho.
—Buenos días —le
saludó.
Vane se giró hacia
él y le sonrió.
—Buenos días,
Night —le respondió. Le gustó que recordara su nombre. Se sentó a su lado y
abrió su portátil, que había traído consigo—. Escuchad, creo que he descubierto
a los cabrones que tienen a la gente de Night.
Él se sobresaltó y
se apresuró a acercarse más a Vane para ver la pantalla del ordenador. Todavía
no sabía leer bien, por lo que no entendió lo que ponía, pero la palabra
Mercile aparecía en grande en la parte superior sobre un dibujo verde. Max y
Ethan se colocaron tras ellos, también para observar.
—Se trata de una
empresa dedicada a la investigación farmacéutica —empezó a explicar Vane, pero
él gruñó, sin entender lo que eso quería decir. Al oírle, el humano le dedicó
una mirada de disculpa—. Es un grupo de personas que se dedica a crear nuevos
medicamentos, o drogas, para que me entiendas.
Night le miró con
el ceño fruncido.
—Las drogas no son
buenas, hacen daño. ¿Por qué las hacéis?
—No es eso
exactamente —intervino Ethan, ganándose su atención—. Hay drogas que sirven
para aliviar el dolor o ayudar a sanar a una persona, se llaman medicamentos.
Las drogas tienen un efecto negativo en el cuerpo, como tú dices, pero Vane te
lo ha explicado así para que le entiendas.
Él lo meditó unos
segundos y asintió, comprendiendo. Tenía sentido, ya que los médicos usaban
algunas drogas para curarles.
—¿Y dónde están?
—preguntó, esperanzado porque Vane hubiera descubierto dónde estaba su gente—.
¿Has encontrado el lugar donde tienen a mi especie?
—A eso iba
—respondió Vane, tecleando en el ordenador—. He encontrado todos sus centros de
investigación, pero no hay ninguno aquí.
Max frunció el
ceño.
—¿Quieres decir
que trajeron a Night desde otro lugar?
Vane hizo un gesto
negativo con la cabeza.
—No, el centro de
pruebas tiene que estar por aquí cerca, de lo contrario, las personas que
trajeron a Night no se habrían marchado.
—No lo entiendo
—confesó este, mirando a Vane con frustración—. Vas muy rápido.
El susodicho le
dedicó una mirada de disculpa.
—Perdona, quería
comentarlo con mi hermano para ponernos a trabajar cuanto antes —dicho esto, se
puso frente a él y su frente se arrugó. Se había dado cuenta de que hacía eso
cuando pensaba en una forma de explicarle las cosas—. Esto que ves en mi
ordenador es una página web, sirve para hacer publicidad, es decir, llamar la
atención de las personas y convencerlas para que les den dinero a cambio de sus
productos, en este caso, medicamentos, ¿me sigues?
Night asintió, un
poco más tranquilo.
—Los humanos
necesitan dinero para vivir. Cuanto más dinero tienen, son más poderosos.
Vane sonrió.
—Exacto. En las
páginas web de empresas, ponen los lugares donde trabajan, pero yo no he visto
ninguno que esté cerca de aquí y creo que tú y tu gente no podéis estar muy
lejos.
—¿Por qué piensas
eso?
—Cooper y los
otros hombres no quieren ser descubiertos, así que sería muy sospechoso que
desaparecieran por mucho tiempo para dejarte conmigo. Los médicos, como tú los
llamas, habrían relacionado tu desaparición con ellos. Eso me dice que te
dejaron aquí con rapidez y que después regresaron antes de que nadie se diera
cuenta de que se habían ido.
Night asintió,
sintiéndose mejor al haberlo entendido, pero la preocupación no tardó en
embargarle. Tal vez sabían quiénes eran las personas que hacían daño a su
gente, pero seguían sin saber dónde estaba.
—¿Por qué no pone
el lugar donde tienen a los míos?
Vane, Max y Ethan
se miraron un momento. Después, el primero respondió:
—Presta atención,
porque esto es importante que lo entiendas. —Night se inclinó, preparado para
escuchar—. Las personas vivimos según unas leyes, ¿de acuerdo? Son unas normas
que nos dicen lo que podemos y no podemos hacer. Por ejemplo, yo no puedo
pegarte porque me dé la gana o me apetezca, está prohibido. Si tú me atacaras
primero, sin embargo, estoy en mi derecho a defenderme, eso se puede hacer.
—Hizo una pausa—. Cuando alguien rompe las normas, es castigado. Dependiendo de
lo que haya hecho, el castigo es mayor o menor. ¿Hasta ahí me sigues?
—Sí —respondió,
aliviado por entenderlo todo.
—Bien, pues lo que
están haciendo con vosotros va contra las normas y deben ser castigados, por
eso no quieren que os encontremos, y por eso no ponen dónde está tu gente.
Night asintió. Le
gustaba la idea de que esos humanos serían castigados.
—¿Cuál es el
castigo por lo que nos han hecho?
Vane se puso muy
serio.
—O bien les
encierran en una celda por el resto de sus vidas, o morirán.
Él gruñó suavemente,
satisfecho. Le parecía un buen castigo.
—Quiero eso para
ellos.
—Tendrán lo que se
merecen, pero antes necesitamos encontrar a tu gente.
Esas palabras
hicieron que se descorazonara.
—Pero en esa
página web no pone dónde están.
Vane le dedicó una
media sonrisa.
—¿Y crees que eso
va a impedirme seguir buscando?
Night parpadeó, no
esperaba que le dijera eso. Vane le guiñó un ojo, un gesto que se le antojó muy
extraño, y luego tecleó algo más en el ordenador. De repente, la pantalla
cambió, mostrándole un extraño dibujo gris lleno de líneas que se
entrecruzaban.
—Esto es un mapa,
una representación de una zona concreta; puede ser una ciudad, un bosque,
cualquier lugar. Lo que estás viendo es la ciudad que está cerca de aquí,
Jackson. Max y yo le echaremos un vistazo para ver si encontramos algo.
Al oír su nombre,
el susodicho se inclinó sobre el ordenador y le echó un vistazo a la pantalla.
—Voto por buscar
en zonas aisladas y que estén prácticamente fuera de la ciudad: polígonos
industriales, almacenes y fábricas abandonadas…
Vane asintió.
—Eso mismo estaba
pensando. Haremos un perfil geográfico y luego podríamos usar drones para
revisar los edificios.
Night iba a
preguntar de qué estaban hablando, pero Ethan le detuvo con una pequeña
sonrisa.
—Es lenguaje
militar, no hagas caso, ni siquiera yo puedo seguir la conversación.
Eso le tranquilizó
un poco, aunque no acabó de estar seguro con qué quería decir respecto a
lenguaje militar. De todos modos, no tuvo tiempo para preguntar, ya que Ethan
le dio un toque a Vane en el hombro y le dijo:
—He estado
pensando en algo. Esos hombres nos trajeron a Night, ¿es posible que nos
traigan a otro de los suyos?
Vane frunció el
ceño.
—Es poco probable,
pero es una posibilidad.
—¿Por qué crees
eso? —preguntó Night. La idea de estar con uno de los suyos le gustaba, y
esperaba que Cooper y Brower lo hicieran.
El macho le dedicó
una triste sonrisa.
—Las personas que
os tienen encerrados habrán aumentado la seguridad desde que tú escapaste de
allí, eso quiere decir más vigilancia y más guardias. Si esas personas que te
ayudaron quieren sacar a más de los tuyos, lo van a tener muy difícil.
A Night se le heló
la sangre al comprenderlo. Los guardias eran crueles, y sabía lo que les
pasaría a Cooper y a Brower si intentaban sacar a su gente y eran descubiertos.
Los médicos los matarían, no les importaría que Brower fuera una mujer.
—De todos modos,
tomaremos medidas por si lo consiguen —anunció Vane, distrayéndole de sus
pensamientos. Este tenía una expresión pensativa, casi podía ver cómo su mente
trabajaba a gran velocidad—. De acuerdo, esto es lo que vamos a hacer: Max,
empieza con el entrenamiento de Night, defensa personal, algo básico hasta que
coja algo de peso y empiece a familiarizarse con los movimientos. Ethan, tú me
ayudas a instalar cámaras fuera con detectores de calor, no quiero que nadie se
acerque a mi casa sin que yo me entere. Pondremos también una en el lugar donde
encontramos a Night, por si traen a uno de sus amigos, ¿entendido? —Max y Ethan
asintieron al unísono. Entonces, Vane se giró hacia Night—. Night, Max te
enseñará a defenderte hasta la hora de comer. Esta tarde seguiré enseñándote a
leer, y también te mostraré una cosa.
—¿El qué?
—preguntó con curiosidad.
—Lo que debes
hacer en caso de que las personas que te tenían retenido vinieran aquí.
Él gruñó.
—Matarles.
—No me importaría
pegarles un tiro en la cabeza, pero eso no es lo que necesito —dicho esto, le
miró muy serio—. Night, sabemos de la existencia de tu gente gracias a ti, tú
eres la única prueba que tenemos de que esas personas os están haciendo daño.
Si te cogen, será como si no existierais y esos cabrones no se llevarán su
merecido. Pase lo que pase, no puedes ser capturado, ¿lo entiendes?
—Creo que sí. —Sin
él, su gente seguirá estando encerrada—. ¿Qué es lo que tengo que hacer?
—Esta tarde te lo
enseñaré, ahora todos tenemos muchas cosas que hacer —dicho esto, suspiró—. Lo
primero es poner seguridad en la casa, no quiero que los hombres que te
metieron en una celda vengan aquí buscándote sin que yo…
Un sonido agudo
les interrumpió.
Era el timbre.
Vane, Max y Ethan
palidecieron, mientras que Night se levantó de un salto con las manos en forma
de garras y los colmillos al descubierto.
—¿Son ellos?
—gruñó.
—¿Esperas a
alguien? —le preguntó Max a Vane.
—No —respondió
este antes de ir directo al banco de la cocina. Se agachó, sacó el último cajón
y cogió algo de debajo de este. Night se quedó petrificado al reconocer unas
pistolas. Vane le lanzó una a Max, quien se colocó rápidamente contra la
puerta, y la otra se la tendió a Ethan, quien retrocedió.
—No. Vane, no
puedo, soy médico, yo…
—A ellos les va a
importar una mierda lo que seas, cógela —ordenó con firmeza, sorprendiendo a
Night. El macho no había hablado con tanta dureza hasta ese momento. Ethan
acabó tomando el arma y, entonces, Vane se giró hacia él—. Night, ven.
Él obedeció, a
pesar de que no le gustaba estar tan cerca de un hombre armado. Sin embargo,
Vane dejó su pistola encima de la mesa y le mostró su puño.
—Si oyes disparos,
no lo dudes, ataca. Golpea con la mano cerrada la garganta, o los matarás o
acabarán aturdidos en el suelo, eso te dará algo de tiempo, al menos —dicho
esto, les miró a él y a Ethan—. Utilizad la barra para protegeros de los
disparos, y no salgáis de esta estancia, el salón se convertirá en una zona de
fuego cruzado.
Antes de que Night
pudiera preguntarle algo más, el macho cogió la pistola y fue con su hermano al
salón. Deseaba ir tras ellos, pero Ethan le detuvo.
—Vane y Max saben
lo que hacen, confía en ellos. Agachémonos, si esto se va a poner mal, no nos
conviene estar aquí parados.
No era lo que
quería hacer pero Vane era un hombre inteligente y sabía pelear, igual que Max.
Creía que estarían bien, y si tenían problemas, él iría a ayudarles. Así que obedeció
y se colocó detrás de la barra, agachado tanto para no ser visto como para que
las balas no le alcanzaran.
Un olor en el aire
llamó su atención. Provenía de Ethan; respiraba agitadamente, sus manos
temblaban y tenía la frente empañada en sudor. Se acercó un poco a él,
inquieto.
—¿Estás bien?
Él se volvió hacia
él, tragando saliva.
—No me gusta la
violencia. Yo soy médico, ayudo a personas, no las hiero.
Night asintió,
sintiéndose mal por el humano.
—No se acercarán.
Antes, morirán.
Ethan le dedicó una
sonrisa dubitativa, algo que le frustró. Él tenía miedo de verdad y estaba
decepcionado de que no se mostrara más valiente. Aunque podía entenderlo, el
macho no parecía ser especialmente fuerte, y se sentiría débil en comparación a
él o humanos como Vane y Max.
Una palabrota le
sobresaltó y prestó atención. Alcanzó a oír a uno de los hermanos subir
corriendo las escaleras, mientras que el otro regresaba adonde estaban ellos
con fuertes zancadas. Se asomó por encima de la barra, sorprendido al
encontrarse con Max; sus facciones estaban tensas por la rabia, acorde con el
olor que desprendía.
—Falsa alarma, no
son los que tienen a los amigos de Night.
Oyó a Ethan
suspirar de alivio y se levantó. Él le imitó.
—¿Y quién era?
Max se sentó en la
barra con un resoplido y dejó la pistola sobre la mesa.
—El gilipollas de
Anthony.
—¿Qué? —exclamó
Ethan, sobresaltando a Night—. ¿Qué está haciendo aquí?
—No lo sé, pero
échalo de aquí antes de que le pegue un tiro en la cabeza.
Night se
sobresaltó al escuchar su amenaza. Durante todo el tiempo que llevaba allí, Max
le había parecido un macho bastante agradable y apacible, no le había dado la
impresión de que fuera especialmente agresivo hasta ese momento.
Ethan se apresuró
a acercarse y dejar su pistola en la mesa. Se dirigió al salón, no sin antes
decirle al otro humano:
—Tranquilo, yo me
encargo.
En cuanto
estuvieron solos, Max se pasó una mano por la cabeza y aferró varios mechones
de su cabello con fuerza. Pese a que no parecía ser muy estable, se acercó.
Quería entender qué estaba pasando, y si ese tal Anthony era una amenaza. Se
aseguró de apartar a un lado las armas antes de sentarse frente a él.
—¿Qué es lo que
pasa? ¿Ese macho es peligroso?
Max parpadeó por
su pregunta. Cuando le miró, no vio odio en su mirada, sino que más bien
pareció ablandarse.
—No, Night, es
solo que Vane y yo no nos llevamos bien con ese hombre.
—¿Por qué?
El macho se rascó
la cabeza, mirando a otro lado.
—Tú tienes amigos,
¿verdad, Night?
Él asintió.
—Sí.
—¿Y tienes pareja?
—No, muy pocos las
tienen.
Max frunció un
momento el ceño antes de tratar de explicárselo.
—Imagina que
tienes una, y que tu mejor amigo se acuesta con ella. ¿Cómo te sentirías?
Night soltó un
escalofriante gruñido.
—Le cortaría la
garganta con mis colmillos —dicho esto, ocultó los caninos y ladeó la cabeza—.
Pero si ella fuera mi compañera, no permitiría que otro macho la montara a
menos que estuviera muy débil o fuera para protegerme.
—¿Compañera?
—preguntó Max, aparentemente confundido. Le resultó extraño que no conociera la
palabra, teniendo en cuenta que era él quien estaba aprendiendo.
—Los compañeros
son un macho y una hembra que se aman y que quieren estar juntos para siempre.
El humano sonrió.
—Ya veo. Nosotros
también hacemos eso, pero no siempre sale bien.
—¿Qué quieres
decir?
Max bajó la vista.
Le pareció que estaba un poco incómodo.
—A veces, uno se
acuesta con otro que no es su compañero, como tú dices.
Night abrió los
ojos como platos, horrorizado.
—Eso no puede ser.
¿No huelen mal los demás para vosotros?
—¿Oler mal?
—Los compañeros
necesitan tener el aroma del otro sobre la piel, así una parte de ellos les
acompaña siempre aunque no estén en un mismo lugar. Cuando eso ocurre, no
quieren que otros les toquen porque no quieren que sustituyan el olor de su
pareja. Nosotros nos volvemos violentos cuando otro que no es nuestro compañero
intenta tener sexo con nosotros. Es ofensivo —explicó, arrugando la nariz—. A
mí me trajeron a una hembra que estaba emparejada. Me amenazó con arrancarme la
polla si intentaba acercarme. Me negué a tocarla, a pesar de que me golpearon
como castigo.
Max seguía
mirándole con la boca abierta, como si nunca hubiera pasado.
—A nosotros no nos
ocurre eso —dijo tras un par de segundos—. También es verdad que nuestro olfato
no es como el tuyo, tal vez sea por eso. ¿Tu gente tiene tus mismos sentidos?
—Sí.
—Entonces,
misterio resuelto —dicho esto, esbozó una amarga sonrisa—. Pero ojalá fuéramos
como vosotros, así mi hermano no habría sufrido tanto.
Night sintió una
punzada de dolor en el pecho.
—¿Su compañera se
acostó con otro macho?
—Sí, con el que
está en la puerta.
Una oleada de
rabia le invadió. No comprendía a los humanos, los verdaderos compañeros se
aman, prefieren morir antes que hacerse daño los unos a los otros.
—Él debería morir
por tocar a la hembra de Vane.
Max levantó la
vista hacia él y sonrió.
—Querrás decir
hombre. Vane es homosexual.
Eso hizo que
pegara un salto.
—¿Vane se siente
atraído por otros machos?
—Sí —dicho esto,
le miró con desconfianza—, ¿tienes prejuicios?
Night sacudió la
cabeza, liberándose de la sorpresa, y se concentró en el humano.
—No sé qué es eso.
—¿Odias a Vane
porque le gustan los hombres?
Sus palabras le
enfurecieron. ¿Cómo se atrevía a acusarle de eso?
—Claro que no,
pero sé lo que los humanos hacen con los que se sienten atraídos por su mismo
sexo.
Max se calmó un
poco y le miró con tristeza.
—Hacen daño a tus
amigos que son así, ¿verdad?
Night bajó la
cabeza.
—Matan a los
machos, ya que no sirven para las pruebas de cría. A las hembras las dejan
vivir, ya que no hay muchas que sobreviven, pero las aíslan de las demás. Todos
lo ocultan por eso.
El macho levantó
la mano, como si fuera a tocarle, pero se detuvo antes de hacerlo. Night
apreció que quisiera consolarle, aunque agradeció que no llegara a rozar su
piel. Aún se le hacía extraño mantener contacto físico con un humano.
—Lo siento mucho,
Night —dicho esto, le dedicó una media sonrisa—. Cuando sean libres, no tendrán
que preocuparse por eso. Las personas en general no odiamos a los homosexuales.
Siempre hay un par de idiotas, pero no tienes que hacerles caso.
—¿No les harán
daño? ¿No tendrán que esconderse y podrán amar a quien quieran?
—Nadie les pondrá
la mano encima por ello, y si lo hacen, yo estaré encantado de darles una patada
en el culo.
Night esbozó una
media sonrisa, entendía esa expresión. Después, sin embargo, pensó en Vane y
frunció el ceño. Él debía de estar sufriendo por la presencia de ese humano, él
lo haría si estuviera enfrente del macho que había montado a su compañera.
Se levantó,
sintiéndose mal por él.
—Voy a ver a Vane.
—Yo si fuera tú,
no lo haría. Tiene mal genio cuando se trata de esto.
Él arrugó la
frente.
—¿Mal genio?
—Que estará
demasiado enfadado como para ser amable con alguien. Ni siquiera me quiere a mí
cerca cuando está así.
—No me importa
—dijo mientras salía de la cocina. Vane sentía dolor en esos momentos y quería
aliviarlo. Se detuvo en seco al pensar en ello; empezaba a confiar en él y en
los otros machos de esa casa, pero le resultaba extraño tener la necesidad de
ayudar a uno de ellos.
Dudó unos
segundos, debatiéndose entre ir a ver cómo se encontraba Vane y quedarse con
Max y esperar a que él mismo se recuperara de su dolor. Hizo una mueca; no le
gustaba la preocupación que le atenazaba el pecho al pensar que ese macho
estaba sufriendo. Había empezado a simpatizar con él, cierto, pero lo que
sentía era demasiado fuerte, como si tuviera un vínculo con Vane, a pesar de
que solo le conocía desde hacía tres días.
Unas voces
distrajeron su atención. Estaba parado en mitad del salón, de camino a las
escaleras que iban al segundo piso, así que su oído pudo recoger la voz de
Ethan discutiendo con otro hombre. Miró hacia la puerta; estaba entreabierta,
aunque no lo suficiente como para poder ver a los dos humanos. Soltó un gruñido
y tensó los músculos, se sentía tentado a salir y amenazar al macho que le
había quitado el compañero a Vane, él era quien le estaba causando pesar. Sin
embargo, al pensar en eso, decidió que era más importante ofrecerle consuelo al
humano que le había dado cobijo.
De nuevo, le
preocupó un poco verse a sí mismo subiendo las escaleras con decisión para ir
con Vane, pero la necesidad de aliviar su dolor era demasiado fuerte y dejó
esos pensamientos para más tarde. Quería ayudarle, deseaba hacer desaparecer su
sufrimiento.
Cuando llegó a su
habitación, llamó suavemente a la puerta. Escuchó un gruñido.
—Vete, Max.
—Soy Night.
Vane se quedó en
silencio unos segundos. Él esperó pacientemente.
—Márchate, Night
—dijo en un tono de voz más suave que el anterior, aunque seguía sonando un
poco brusco. Supo que estaba haciendo un esfuerzo para no descargar su ira con
él—. Ahora no soy una buena compañía.
Max ya le había
advertido que su hermano no querría estar cerca de nadie en esos momentos, pero
no le importó. Sus instintos estaban centrados en ayudar a ese macho, y él
tendía a seguirlos, hasta ahora no le había fallado. De modo que abrió la
puerta y entró en la estancia. Vio a Vane sentado en la cama, con la espalda
contra la pared, pero tenía las rodillas contra el pecho y las abrazaba con los
brazos, como si tratara de hacerse una bola. Night sintió una punzada en el
corazón al verlo acurrucado de esa manera, parecía más pequeño y frágil, y el
hecho de que pudiera oler su dolor no hizo más que aumentar su necesidad de
protegerlo.
Vane alzó la vista
hacia él. Sus bonitos ojos azules parecían atormentados, pero refulgieron de
ira al darse cuenta de que había ignorado su orden.
—¿Qué haces?
—gruñó, irritado.
Night cerró la
puerta tras él y se encaminó a la cama.
—Estás sufriendo,
puedo oler tu dolor.
El humano se
desenroscó y clavó una rodilla y sus dos manos en el colchón. Estaba en una
posición de ataque. En otra situación, Night habría interpretado eso como que
Vane era uno de los médicos o que trabajaba para ellos, pero era consciente de
que estaba enfadado porque no quería que otros vieran su dolor, y él había
ignorado sus deseos. Era un macho orgulloso, podía entenderlo, su especie
también lo era y no les gustaba que otros se compadecieran de ellos, les hacía
sentirse más débiles de lo que en realidad eran. Sin embargo, él sabía que la
unidad hacía la fuerza, y que valía la pena que otro macho se enfureciera con
él si con eso conseguía acercarse lo suficiente como para mitigar su pena.
E iba a hacer lo
mismo con Vane. Podía hacerle sentir mejor, estaba seguro de ello.
—Puedes pegarme si
quieres, no voy a irme —dijo al mismo tiempo que se subía a la cama.
Vane se dio cuenta
entonces de la posición que había adoptado y retrocedió un poco. No quería
atacar a Night, solo quería que se fuera.
Alrededor de dos
semanas atrás, había vuelto más temprano de lo normal a casa y había oído unos
ruidos en la habitación. Al entrar, vio a Jeremy y a Anthony. Juntos. En su
cama. Por un momento, no pudo comprender lo que ocurría, al menos hasta que su
supuesto novio se dio cuenta de su presencia y se sobresaltó, apartándose de
Anthony. En el momento en que abrió la boca, qué sabía él si para disculparse o
justificarse, él se fue corriendo de allí, ni siquiera se molestó en recoger
sus cosas de la casa en la que vivían, lo único que quería hacer era conducir
lo más lejos de allí.
Anthony trató de
ir tras él. Un grave error; en el momento en que le dio la vuelta, le dio un
puñetazo con toda la fuerza que era capaz de reunir. Le habría gustado seguir
golpeándole, pero estaba tan furioso que sabía que podría haberle matado, así
que se metió en su coche y se fue de allí.
No paró hasta que
se hizo de noche. Solo entonces, llamó a Max para pedirle si podía pasar unos
días en su casa, su hermano le preguntó si había discutido con Jeremy, pero él
se negó a decirle nada hasta que no llegó a su apartamento. Max no se tomó muy
bien lo que había ocurrido; Anthony y sus hermanos eran amigos desde que tenían
uso de razón, se habían criado juntos, y el hecho de que hubiera sido capaz de
traicionar a Vane de esa manera había hecho que echara chispas por los ojos.
Aun así, no tomó represalias, sabía que su hermano le necesitaba. Así que, en
vez de ir a buscar a Anthony y Jeremy, llamó al resto de los Hagel: Zane,
Shawn, Dylan y Kasey estuvieron en la casa a la mañana siguiente, listos para
una terapia de familia, como ellos lo llamaban, para ayudar a Vane a
recuperarse.
Él agradeció mucho
sus esfuerzos, pero no le ayudaba a apaciguar su dolor. Se sentía engañado y
traicionado; Jeremy era la relación más larga y estable que había tenido, había
estado a su lado durante la rehabilitación, por muy dura que fuera, y era
comprensivo con los traumas que había sufrido durante el ejército. Él trabajaba
muchas horas, pero eso no parecía haberle afectado nunca, aunque últimamente no
podía evitar pensar que tal vez se había sentido un poco abandonado por él y
eso le habría hecho buscar un amante. Pero, si ese era el caso, tendría que
habérselo dicho y él habría puesto remedio, en vez de quedarse callado.
Por si no fuera
poco, estaba Anthony. Era uno de sus mejores amigos, no entendía cómo había
podido acostarse con su novio, sabiendo el daño que le haría.
Los dos habían
intentado llamarle infinidad de veces, incluso intentaron presentarse en casa
de Max, pero la presencia de todos sus hermanos, hermanos que además habían
sido soldados y tenían permiso para llevar armas muy potentes, les había
amedrentado lo suficiente para dejarle tranquilo.
Al principio, se
negó a coger unos días de asuntos personales en el trabajo. Trataba de no
pensar en lo que había ocurrido, y pensó que eso le ayudaría a distraerse. Sin
embargo, tener que tratar con los impacientes militares le irritaba y, unido a
su inestabilidad emocional, no eran pocas las veces que Ace le había salvado de
enviar a la mierda a sus clientes.
Su amigo y socio
se dio cuenta de que no podía seguir así, y le ordenó que se tomara unos días
libres. Vane quiso rechazarlo pero, a pesar de su rabia, se dio cuenta de que
era lo mejor para él y para la empresa.
Le habría gustado
estar solo en Jackson, donde nadie tendría que lidiar con su ira, pero Max se
había negado a dejarle solo. El resto de sus hermanos también habían querido
quedarse con él, pero parecieron darse cuenta de que eso probablemente
terminaría por agobiarle. Además, Ethan también tenía que acompañarle para
controlar su rehabilitación. Los dos sabían que su brazo no podría curarse del
todo, pero le ayudaba con los ejercicios y también con los ataques.
Miró a Night con
cierta aprehensión. Estaba gateando lentamente por la cama, como si temiera
hacer un movimiento brusco que pudiera provocar una pelea o asustarle. Él
retrocedió hasta que se quedó acorralado contra la pared. No quería hacerle
daño, pero tampoco le gustaba que estuviera ahí cuando lo único que quería era
poder rendirse al dolor en solitario. Había sido soldado, ¡maldita sea!, era
fuerte, había sobrevivido en lugares donde los demás no habrían durado ni un
minuto entero. Una ruptura no iba a matarle, pero le jodía.
—Entiendo que no
te guste que esté aquí —le dijo Night en un tono de voz suave. Nunca le había
escuchado hablar de esa manera desde que le conocía, resultaba muy agradable—,
pero tú me estás ayudando, y también a mi gente. Déjame que haga esto por ti.
Night llegó hasta
él. Se sentó sobre sus rodillas y estiró los brazos. Vane observó, casi
conmocionado, cómo le envolvía y le atraía hasta su cuerpo. Le costó asimilar
que le estaba abrazando. Hasta el momento, no había dado la bienvenida al
contacto físico con él o con Max y Ethan, sin embargo, ahora sus cuerpos se
tocaban de un modo muy íntimo. Esperó a que la incomodidad le invadiera, pero
lo cierto era que resultaba muy agradable; su enorme y musculoso cuerpo le hizo
sentirse seguro, y tener sus brazos a su alrededor era reconfortante. Notó una
de sus manos en su pelo; pasaba sus dedos entre los mechones, acariciándolos
con suavidad. Se quedó muy quieto, sin saber cómo actuar, hasta que Night le
dijo:
—Ni tu compañero ni
ese macho que está en tu casa merecen tu dolor, Vane. Los compañeros de verdad
jamás harían nada que pudiera perjudicar a su pareja. En cuanto a tu amigo…
creo que yo no podría llamarle así. Aunque yo amara a la compañera de un amigo
mío, no haría nada por intentar que me escogiera por encima de él, no estaría
bien. No querría hacerle daño y, de todos modos, ella había hecho su elección.
—Hizo una pausa, a Vane le dio la sensación de que estaba pensando—. Mi gente
no hace esta clase de cosas, así que no entiendo cómo pueden hacerlo los
humanos pero… pienso que eres un buen macho. Si no saben apreciarlo, peor para
ellos. No los necesitas.
Vane tragó el nudo
que tenía en la garganta. Sus hermanos le habían dedicado palabras parecidas
cientos de veces desde que había ocurrido lo de Jeremy, pero eran su familia,
harían lo que fuera para calmar su dolor. Que Night, quien aún no confiaba en
él, le dijera algo así… era un consuelo.
Un tanto
dubitativo, levantó los brazos y rodeó al otro hombre para devolverle el abrazo.
No se apartó de él, sino que le estrechó con más fuerza y le frotó la espalda.
Vane apoyó la mejilla en su pecho y cerró los ojos. Se sentía mucho más
tranquilo, y el corazón ya no le dolía tanto.
Night se sintió
aliviado al percibir que el aroma del dolor del macho se desvanecía. Había
podido ayudarle; sabía que para él había sido difícil aceptarle en un momento
como aquel pero, al final, le había permitido acercarse lo suficiente.
Sinceramente, había esperado una pelea, sin embargo, la expresión de Vane al
mencionar que podía pegarle se había petrificado, como si eso le hubiera
horrorizado. Se alegraba de que al final no hubiera tenido que inmovilizarle,
tenía un brazo malherido y no quería producirle ninguna otra lesión.
Una vez que el
macho estuvo más calmado, meditó en cómo le hacía sentirse tener contacto
físico con un humano. A decir verdad, no era en absoluto desagradable, de
hecho, Vane parecía encajar perfectamente con su cuerpo, y le gustaba la
sensación de tenerlo acurrucado contra él. Su cabello todavía le resultaba
fascinante, por lo que no podía parar de tocarlo, y su aroma… Inspiró
profundamente y contuvo un gruñido. Quería hundir la nariz en su cuello para
olerle mejor, y sentía la necesidad de pasar la lengua por su piel, solo para
saber si su sabor era tan delicioso como su olor.
Al pensar en ello,
se tensó un poco. La idea le resultaba muy tentadora, demasiado para su propio
bien. Nunca se había sentido atraído por un ser humano, y menos aún por alguien
de su mismo sexo. Eso último era chocante, ya que siempre había montado a
hembras, aunque le preocupaba más el hecho de que encontrara a un ser humano
deseable. Algunos machos de su especie habían caído presa de técnicas que
habían fingido amarles, y no habían acabado bien. Confiaba un poco en Vane,
pero no lo suficiente como para abrirse tanto a él.
Quiso apartarse en
ese mismo momento, pero le resultó imposible. Su cuerpo se negaba a dejarle ir,
quería retenerle en sus brazos y tenerle tan cerca como fuera posible. Su mente
también le traicionó imaginándolos a ambos desnudos, sobre la cama; Vane se
sostenía sobre sus manos y sus rodillas, y él le sujetaba de las caderas
mientras le montaba lentamente.
Se maldijo
mentalmente cuando se le puso dura. Se movió un poco para ocultar su polla
entre sus muslos, de forma que Vane no se diera cuenta del efecto que tenía
sobre él. Sin embargo, no tuvo que esconder su erección mucho tiempo, ya que
alguien abrió la puerta con brusquedad. El humano se apartó de él al instante.
Detestó echar de menos su contacto.
—¿Qué pasa?
—preguntó Vane.
Al alzar la vista,
Night se encontró con un pálido Ethan.
—Lo siento, no he
podido evitar que entre. Por favor, haz algo, tu hermano le está dando una…
Antes de que
pudiera terminar de hablar, Vane se lanzó hacia adelante a una velocidad que
sorprendió a Night. Le vio esquivar a Ethan deslizándose elegantemente a un
lado, y luego desapareciendo por la puerta. Le escuchó bajar corriendo las
escaleras.
Con un gruñido, se
dispuso a seguirle. No le gustaba la presencia de ese macho desconocido, le
provocaba dolor a Vane y había incitado a su compañero a hacerle daño. Se
levantó de un salto y corrió hacia el exterior de la estancia. Por un momento,
temió que Ethan fuera a impedírselo, pero este también había ido tras Vane. Al
salir, se topó con la barandilla y pudo contemplar la escena.
El humano al que
no conocía estaba arrodillado en el suelo, tocándose la mandíbula con un gesto
de dolor. Max estaba a poco más de un metro frente a él, con los brazos
estirados a ambos lados del cuerpo, los puños cerrados y sus músculos
completamente contraídos. La primera vez que lo vio, no le había parecido un
macho tan fuerte, pero ahora comprendía que había subestimado el peligro que
representaban tanto Vane como su hermano. Ethan parecía ser el único que no
sabía pelear. Por otro lado, Sam, Nocturn y Bear ladraban con ferocidad tras
Max, amenazando al humano. Parecían muy conscientes de que este no era
bienvenido en la casa y se mantenían agazapados, listos para atacar.
Le bastó un
segundo para analizar al macho. Era delgado y vestía de un modo extraño:
llevaba unos pantalones largos negros, por los cuales se asomaban unas
zapatillas que a él le parecieron de lo más incómodas; tenía una chaqueta
oscura que llevaba abrochada por un botón y que hacía juego con los pantalones,
bajo la cual tenía una camisa blanca, y, lo que más le extrañó, fue la especie
de cuerda de tela que llevaba alrededor del cuello, aunque no parecía estar
sujeta a nada. Su piel era clara, en contraste con su intenso cabello negro
corto, el cual estaba había llevado peinado hacia atrás, aunque tras el golpe
de Max se le habían escapado un par de mechones. Tenía una estatura normal para
un macho humano, y sus facciones eran afiladas, no le gustaron nada. Tampoco le
hizo gracia la forma en sus pequeños ojos marrones miraban a Max.
—¡Mierda, Max!
¿Era esto necesario?
Max resopló y
avanzó a largas zancadas hacia él, seguido muy de cerca por Nocturn. Anthony
retrocedía a su vez.
—¡¿Era necesario
acostarte con Jeremy?! —bramó Max, sobresaltando a Night. Ese humano siempre
había sido muy alegre con él, así que oírle hablar en ese tono asustaba un
poco. Además, tenía una forma de andar amenazante, era evidente que quería
golpear al otro humano.
Tal vez lo
mataría. Ese pensamiento le alegró.
Anthony se
incorporó como pudo y siguió caminando hacia atrás, procurando mantener la
distancia con Max.
—Fue un error. Lo
siento, no pretendía hacer daño a nadie.
—No me digas
—repuso Max con sarcasmo—. Pensaste que Vane te daría su bendición para que te
acostaras con su novio y que hasta igual se uniría a la fiesta que teníais
montada vosotros dos, ¿verdad? Pues, ¿adivina qué?, ¡no tiene ni puta gracia!
Para entonces, Max
había arrinconado a Anthony contra la pared y se disponía a darle un nuevo
golpe, pero Vane llegó a tiempo de detenerle. Miró a su hermano con cara de
pocos amigos.
—Vane, vete. Yo me
encargo.
Este entrecerró
los ojos.
—Déjalo, no merece
la pena.
—Tal vez no, pero
quiero hacerle daño —replicó.
Anthony perdió el
color de la cara.
—Vamos, Max, somos
amigos desde que éramos niños.
Max le fulminó con
la mirada.
—Tú no eres amigo
mío. Nadie que hace daño a uno de mis hermanos lo es.
El otro hombre
agachó los ojos, avergonzado. Vane le dio un apretón al brazo de Max, requiriendo
su atención.
—Olvídalo, déjame
a mí.
—No voy a
olvidarlo —gruñó Max, centrando sus ojos en su hermano con ira—. Eres mi
familia y te hicieron daño, los Hagel nunca olvidamos a los que dañan a nuestra
familia.
—Lo sé —dijo Vane
con suavidad—. No te estoy pidiendo que le perdones, solo que me dejes
encargarme de él.
Max escudriñó su
rostro unos segundos, y Vane no apartó la mirada. Al final, bajó el brazo y
retrocedió un poco. Después, hizo un gesto con la mano dirigido a los perros,
que gruñeron y se alejaron, haciendo que Anthony se sintiera un poco más
tranquilo.
—Está bien. Sé que
esta es tu casa y que no tengo derecho a decirte esto, pero a menos que quieras
tener a un fiambre aquí dentro, te recomiendo que hagas que se vaya en menos de
cinco minutos.
Nada más oír esas
palabras, Anthony volvió a perder el color de la cara. Vane, en absoluto
sorprendido por sus palabras, se encogió de hombros.
—Está bien.
Conforme, Max se
alejó hasta colocarse junto a las escaleras, cruzado de brazos. Ethan se puso a
su lado, mientras que Night bajó los peldaños hasta estar cerca de ellos,
aunque no lo suficiente como para que pudieran tocarle. Los tres no parecían
tener intención de marcharse; Max quería asegurarse de que ese energúmeno salía
de allí, Ethan temía que este no fuera capaz de controlarse y cometiera alguna
locura, y Night también estaba pendiente de Anthony, no lo quería cerca de
Vane.
Por otro lado,
este se giró hacia el que había sido su amigo de la infancia, quien se acercó
dos pasos.
—Escucha, Vane,
yo… —Pero antes de que pudiera terminar de hablar, Vane le dio un puñetazo tan
fuerte que cayó hacia atrás, golpeándose en el proceso contra la pared en la
que Max le había acorralado.
Este soltó una
carcajada.
—¡Ja! Esto ya me
gusta más.
Ethan soltó un
gemido, poco cómodo con la violencia, mientras que Night esbozó una ancha
sonrisa. Le gustaba que Vane no se hubiera limitado a hablar con él.
Anthony se levantó
como pudo. Tenía el labio partido.
—¿Ya te sientes
mejor?
Vane se cruzó de
brazos.
—Un poco. Puede
que si te doy más golpes acabe perdonándote y todo.
—A mí me parece
una gran idea —comentó Max. Night soltó una risilla, estaba de acuerdo.
Vane dejó escapar
un suspiro cansado.
—Sinceramente, no
entiendo por qué has venido aquí. Nada justifica lo que hiciste.
Anthony bajó la
cabeza.
—Ya lo sé, pero
quería disculparme de todos modos.
—¿Y crees que eso
cambiará algo? ¿Crees que me hará sentir mejor? ¿Crees que así será más fácil
que te perdone?
—No, pero era algo
que tenía que hacer.
Vane contuvo la tentación
de darle otro puñetazo. La verdad era que no sabía qué le había dolido más, si
la infidelidad de Jeremy o la traición de Anthony. El primero había sido su
novio, pero al otro lo conocía desde que tenía memoria. A decir verdad, ni
siquiera quería pensar en ello, solo deseaba que le dejaran en paz y poder
superarlo con el debido tiempo.
—Pues ya lo has
hecho —dijo. Quería que Anthony desapareciera ya de su casa—. Ya sabes dónde
está la puerta. No quiero saber nada más de ti o de Jeremy. Encárgate de
decírselo.
Anthony hizo una
mueca.
—Lo cierto es que
no he vuelto a hablar con él.
Esas palabras le
dejaron congelado.
—¿Qué?
—¡Creía que
estabais juntos! —exclamó Max, tan estupefacto como él.
—No, es lo que él
y yo intentábamos explicarte, Vane. No sentimos nada el uno por el otro,
simplemente… ocurrió. Fue solo esa vez, lo prometo. Jeremy está muy
arrepentido, él te quiere.
Vane se sintió
como si todo se hubiera detenido a su alrededor. No era capaz de seguir oyendo
nada, aún estaba intentando comprenderlo. Anthony había arruinado su vida
sentimental por… ¿nada? Y Jeremy… ¿le quería?
Notó que empezaba
a temblar. Una rabia intensa le quemó por dentro hasta casi ahogarlo. Cerró las
manos en puños y tensó todos los músculos, conteniéndola.
—Fuera de mi casa
—dijo muy despacio.
Anthony se acercó
un poco más a él.
—Vane, por favor…
—Sal de una puta
vez de mi casa o te juro que esta vez te pego un tiro en la cabeza.
El otro hombre
palideció, pero hizo lo que él ordenaba. En cuanto se marchó, Vane trató de relajarse
controlando su respiración. Vio que Max hizo amago de acercarse a él, pero le
detuvo con un gesto de la mano. Su hermano respetó sus deseos e instó a los
demás a mantenerse a distancia. Se dio cuenta también de la preocupación que
demacraba los rasgos de Ethan, y de que Night quería ir con él.
Pero no podía
dejarles, no esta vez, estaba demasiado furioso y lo único que quería era
golpear algo. Al ver que era incapaz de manejar su ira, supo que no podía
quedarse allí. Sin dedicarle ni una palabra a los demás, subió hasta el tercer
piso y se metió en su despacho. Cogió una mochila y metió todo el material
necesario para instalar vigilancia en los alrededores de su casa: micro
cámaras, detectores de calor, cables y su ordenador. Después, fue a su habitación,
se cambió con rapidez de ropa y luego fue a la cocina para coger algo de
comida. No sabía cuánto tiempo tardaría su ira en esfumarse, pero prefería
estar furioso y tener algo en el estómago.
Al salir, Max le
miró ceñudo.
—No me sigas —le
dijo antes de abrir la puerta. Al hacerlo, oyó el trote de Bear tras él y se
giró. Su ira se aplacó un poco al contemplar a su compañero—. Bear, quédate.
Volveré —dicho esto, salió de la casa.
Se sintió un poco
mejor al ver que ni Anthony ni su coche estaban allí. Aun así, luego pensó en
lo que había hecho y volvió a notar su sangre hirviendo. Necesitaba alejarse de
todo y despejarse, no tenía sentido descargar su rabia contra Max o Ethan,
mucho menos con Night. Él le había consolado y no quería que se arrepintiera de
ello.
Se ciñó la mochila
a la espalda mediante las correas para que no le molestara durante la marcha y
luego echó a correr. El viento golpeándole y el ardor de las piernas por el
esfuerzo le ayudó a liberar parte de su rabia, le hacía sentirse mucho mejor.
Aun así, no se detuvo hasta que estuvo bien lejos de su casa, en el mismo lugar
donde encontró a Night.
Se quitó la
mochila y se dejó caer en el suelo mientras trataba de recuperar el aliento.
Centrarse en su respiración le ayudó a mantener el control sobre sus emociones.
No fue elegido capitán de su escuadrón por ser precisamente temperamental, sino
por su capacidad de mantener la cabeza fría en situaciones extremas.
Jeremy le había
sido infiel y Anthony le había traicionado, eran cosas que pasaban a menudo.
Night tenía razón, ellos no merecían la pena. No podía perder el tiempo
autocompadeciéndose de sí mismo, tenía que seguir adelante. Ahora, debía
preocuparse por las personas que habían encerrado a Night y a su gente, tarde o
temprano, irían a buscarle y aparecerían por allí.
Tener algo en lo
que concentrarse le ayudó a ablandarse, aunque aún seguía dolido por lo que su
pareja y su amigo le habían hecho. Gruñó al pensar de nuevo en ellos y trató de
centrarse. Night estaba en peligro, y él, Max y Ethan, también ahora que estaba
con ellos. Nadie se acercaría a su casa sin que él lo supiera, y si esas
personas lo hacían, estaría encantado de desfogarse vaciando los cargadores de
sus fusiles con ellas.
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