Capítulo 9. Una siniestra verdad
—¿Qué coño es
esto? —preguntó Max.
—¡Chist! —ordenó
Vane, subiendo el volumen de su ordenador.
Todos obedecieron
y prestaron atención al anciano del vídeo, que se pasó una mano por la frente,
como si le costara encontrar las palabras adecuadas para explicarse.
—Supongo que es
mejor comenzar desde el principio —empezó, volviendo a mirar hacia la cámara—.
No le voy a contar toda mi vida, señor Hagel, ni usted ni yo tenemos tanto
tiempo para eso, pero creo que bastará con que empiece a partir de la
universidad. Estudié la carrera de biología, especializándome en campos como la
bioquímica, la biología celular y, por supuesto, la genética. Resulté ser un
alumno brillante, lo bastante como para que la propia universidad me contratara
nada más terminar la carrera para campos de investigación. —Hizo una pausa,
moviendo ligeramente la cabeza a un lado y a otro—. Ya se imaginará lo que vino
después: estabilidad, una novia, el matrimonio, formar una familia… Era muy
feliz, estaba contento con mi vida —dicho esto, inspiró hondo y sus ojos se
anegaron de lágrimas—, pero entonces vino la tragedia. Un tren estalló por
culpa de una bomba terrorista. Mi mujer y mi hija iban en él.
Vane apretó la
mandíbula y vio por el rabillo del ojo que Max se pasaba una mano por el pelo y
mascullaba una maldición.
—He leído su
expediente, señor Hagel —continuó el hombre, mirando fijamente la cámara con
las facciones tensas—. Sé que usted y sus hermanos comprenderán mejor que nadie
la… rabia y el dolor que me invadieron, las ganas que tenía de… vengarme, de
hacer algo contra esa clase de gente. Después de aquello, mi única salida para
afrontar la pérdida de mi familia fue enfrascarme en el trabajo; yo no podía
alistarme en el ejército como ustedes, pero sí podía mejorarlo… así fue como
creé a 354 y sus compañeros, utilicé mis conocimientos de genética avanzada
para hallar una fórmula que mezclara el ADN humano con el de los animales.
Ante esa
declaración, Vane intercambió una mirada con el resto. Max y Night parecían tan
confusos y sorprendidos como él, mientras que Ethan se había quedado de piedra,
contemplando la pantalla del ordenador como si hubiera visto un fantasma.
El doctor Therian
continuó hablando:
—Me ahorraré los
detalles de cómo lo logré por dos motivos: el primero es que dudo que tengan
los conocimientos necesarios para comprender este proceso tan sumamente difícil
y delicado, y segundo, y mucho más importante, no quiero que esta información
vuelva a estar en las manos equivocadas. —Hizo una pausa en la que sus ojos
mostraron un profundo arrepentimiento—. Por favor, no me juzguen mal, yo no
quería que esto llegara a tales extremos, de hecho, solamente hice una teoría,
no tenía intención de pedir experimentación con seres humanos, sabía que
tardaría al menos una década en perfeccionar el proceso de tal modo que fuera
seguro para probarlo en adultos… sin embargo, otros no tuvieron tanta
paciencia, ni tampoco tantos escrúpulos.
—¿Otros? —murmuró
Max con el ceño fruncido.
—Para poner en
marcha mi proyecto, tuve que hacer varias consultas con un colega de
farmacéutica para procurar que la evolución de los sujetos fuera totalmente
segura, puesto que alterar el ADN de un adulto es muy complicado y arriesgado,
de hecho, es casi imposible, pero yo no pensé, ni por un solo instante, en
intentarlo con embriones, a pesar de que era mucho más sencillo para después
controlar el desarrollo del niño… Tal vez no me crea dado lo que ya debe de
saber sobre los experimentos, pero le juro que yo no quería que esto sucediera,
fue Dean Polanitis quien copió mis documentos y decidió empezar a experimentar
con niños sin el consentimiento de nadie…
Vane, al escuchar
el nombre de aquel hombre, cogió uno de los sobres de las cartas, un boli que
tenía cerca y lo apuntó rápidamente. Mientras tanto, el anciano seguía
hablando:
—Los primeros eran
bebés abandonados. Era fácil llevárselos, buscaba prostitutas o adolescentes
embarazadas que no los quisieran y les pagaban los cuidados del parto a cambio
de entregarles a los niños. No sé cuántos cogió ni a cuántos asesinó durante
las primeras pruebas… pero, cuando me llevó a su laboratorio, había seis. Yo…
Yo estaba… horrorizado por lo que había hecho… Nunca quise que mi teoría se
pusiera a prueba de esa manera, ¡menos todavía con niños!, ¡por el amor de
Dios! Tuve una hija y la sola idea de ver a un niño en estado tan vulnerable y
en manos de un loco me revolvía el estómago. Discutimos muchísimo, a gritos, yo
quería llevarme a los niños al hospital y él no me dejaba, decía que haríamos
mucho dinero si mi teoría daba resultado. Yo le amenacé con llamar a la
policía, y él me dijo que también me detendrían a mí, después de todo, era yo
quien había creado aquella fórmula y, además, había pagado a las madres de esos
niños para que dijeran que fui yo quien secuestró a sus hijos para hacer los
experimentos. En aquella época yo estaba siempre trabajando, de un modo
obsesivo, y era probable que mis compañeros de la universidad creyeran que
realmente había llegado al punto de hacer algo así… Lo tenía todo en contra, y
si no lograba que a Polanitis lo cogieran también, todo sería en vano; yo
estaría en la cárcel mientras ese… ese… degenerado seguía haciendo daño a los
niños. Así que decidí cooperar a cambio del bienestar de los niños.
Vieron cómo el
doctor se pasaba la mano por el rostro, como si estuviera limpiando sus
lágrimas. Vane lo observaba impactado y pensativo, sin tener la menor idea de
cómo reaccionar; Max tenía la mandíbula apretada, estaba convencido de que
tendría que haber hecho algo, cualquier cosa, para sacar a los niños de aquel
lugar; Ethan solamente contemplaba la pantalla horrorizado, y Night se sentía
dividido entre lo que les había hecho ese hombre a él y a su gente y las
razones por las que accedió a hacer aquello. Sí, les había salvado la vida
pero, ¿a qué precio? Llevaban una existencia miserable y cargada de dolor,
muchos ya habían muerto sin haber conocido nada más que sus celdas y la
tortura, nunca sabrían lo que era sentir el calor del sol sobre su piel, o la
suave brisa removiendo sus cabellos, o lo hermoso que era el cielo de noche.
Agarró la mano de
Vane en busca de consuelo y se la estrechó. Este lo miró con tristeza y
comprensión y se acercó más a él para abrazarlo por la cintura. Él apreció su
gesto y enterró el rostro en su cuello para aspirar su aroma, que le hizo
sentirse un poco mejor.
El doctor Therian
continuó entonces, mirando a la cámara con los ojos anegados de lágrimas.
—No espero que me
perdone. Ni usted ni nadie. Lo que hice… —se calló y se frotó los ojos antes de
carraspear, como si contuviera el llanto. Después, volvió a enfrentarse a la
cámara—. Yo ya no podré redimirme. El único modo que tengo de tratar de
arreglar lo que he hecho, es esto. Por eso le he enviado también toda la
información que tengo de este sitio: los planos del edificio, los documentos
que especifican los experimentos y sus procedimientos, dónde están los fármacos
que han creado y las contraseñas de las celdas… sin embargo, es posible que las
hayan cambiado, convendría que ideara un plan por si acaso. También le he
enviado fotos y expedientes de todo el personal, una de las carpetas contiene a
las personas que están al tanto de usted y que fueron los que me ayudaron a
sacar a 354. Lamentablemente, aquí solo tengo a cuatro personas que están
dispuestas a arriesgarlo todo por aquellos que están encerrados, por eso acudí
a usted, señor Hagel.
Vane frunció el
ceño al escuchar esas palabras, igual que hizo Max, mientras que Night se
irguió en su asiento y le estrechó la mano con fuerza. Ethan solo se inclinó
más cerca sobre el ordenador, prestando mucha atención.
—Verá, señor
Hagel, la gente que está a cargo de todos estos terribles experimentos son
degenerados avariciosos que ven a 354 y sus amigos como poco más que animales,
para ellos están por debajo de los seres humanos, por lo que no creen que lo
que están haciendo es… repugnante —escupió el doctor con una mueca de rabia—.
Ya le he dicho que mi fórmula fue creada para mejorar el ejército, y es cierto
que son prototipos militares, pero están haciendo más que eso: utilizan drogas
experimentales en ellos para volverlos locos o crear fármacos curativos más
eficaces…
—Lo suponía
—masculló Ethan, agarrándose al borde de la mesa con fuerza.
—Y eso no es todo
—continuó Therian con las facciones tensas por la ira—. La generación de 354 no
está pensada para convertirse en soldados, señor Hagel, solo son la fase
inicial para averiguar su potencial, lo que realmente quieren es que tengan
hijos para lavarles el cerebro y convertirlos en un ejército sin voluntad,
máquinas de matar que solo saben obedecer órdenes sin importar a quién sea.
Todos se quedaron
helados. Esa era la única pieza que no había encajado en aquel maldito puzle,
por qué esos monstruos obligaban a los hombres a violar a las mujeres. Vane y
Max, que habían estado en el ejército, eran conscientes de que habían existido
programas militares con doctrinas sectarias dedicados a convertir a jóvenes en
soldados que no dudaban en cumplir las órdenes de sus superiores aunque les
fuera la vida en ello, lo habían visto en adolescentes terroristas suicidas y
en niños que a los diez años ya estaban empuñando pistolas y metralletas.
Sí, toda esa
mierda podía hacerse, bastaba con tenerlos completamente aislados del mundo,
que fueran dependientes de sus superiores y alguien que supiera cómo moldear
sus mentes.
Vane se distrajo
al notar la mano de Night aferrando la suya. Alzó la vista para buscar sus ojos
azules, teñidos de miedo; le devolvió la mirada con firmeza y le acarició el
dorso de la mano, esperando poder infundirle calma de ese modo.
El anciano siguió
hablando:
—Afortunadamente,
mi fórmula no es tan perfecta como creía y un fallo hizo que las mujeres
tuvieran muchas dificultades para quedarse embarazadas, por lo que todavía no
están en posición de vender a los niños a cualquier sujeto de mente retorcida
para manipularlos a su antojo; Polanitis tiene todo un departamento trabajando
en ello… Eso es malo también. Los experimentos de las mujeres son brutales,
peor aún que los de los hombres, y son muy pocas las que sobreviven —murmuró
con una expresión de culpa en el rostro antes de endurecerse de nuevo, como si
no quisiera caer en el desánimo—. Mucha gente ganará mucho dinero con esto,
señor Hagel, por eso la gran mayoría de los que trabajan aquí hacen la vista
gorda al ser plenamente conscientes de lo que hacen en este centro. No ven a
354 y los demás como personas, sino como ratas de laboratorio. Otros lo ignoran
por miedo, saben de lo que Polanitis y los que están arriba del todo son
capaces de hacer con tal de mantener esto en secreto, y unos cuantos
simplemente se divierten torturando y abusando de ellos —dijo con absoluto
desprecio, mirando hacia abajo, como si observara sus puños cerrados—. Las
personas dignas de confianza son muy difíciles de encontrar, como sin duda
sabrá, por eso solo podía contar con unas pocas personas para ayudar a las
personas que hay aquí y que están sufriendo por mi culpa, pero eso no es
suficiente. Ahí es donde entra usted.
Vane entrecerró
los ojos, sospechando los motivos por los que había sido escogido, pero
permaneció en silencio y siguió observando junto a Night y los demás.
—Lo cierto es que
al principio pensé en buscar a varias personas que reunieran todos los
requisitos que necesitaba para sacar a toda esta gente y procurarle un buen
futuro; eso significa recursos económicos y alguien con alta formación militar
como mínimo, por no hablar de que también tenía que asegurarme de que los
protegiera cuando se descubriera que no eran seres humanos. Supuse que tardaría
meses en dar con alguien que estuviera a la altura de mis expectativas, pero
resulta que usted apareció en el grupo de los militares y me llamó la atención
cuando vi que era el capitán de las operaciones de rescate, imagínese mi
reacción al saber que además dirigía en estos momentos una lucrativa empresa de
seguridad que, por si fuera poco, era la misma a la que Mercile encargaba los
sistemas de seguridad para sus instalaciones secretas. Pensé que me había
tocado la lotería. Lamento decirle que le investigué a fondo, lo sé todo sobre
su vida, tanto profesional como personal, pero tuve que hacerlo para asegurarme
de que era el hombre que necesitaba, el que podía hacer lo que yo no… Espero no
estar equivocado, señor Hagel, y que realmente sea ese hombre.
—Lo es —dijo Night
con total convicción, cogiendo la mano de Vane.
Max también le dio
un apretón en el hombro, como reafirmando lo que había dicho.
—Le pido que salve
a los demás y los ponga en un lugar seguro, que les dé una vida normal en la
que ya no tengan que temer por sí mismos ni por sus compañeros, en la que
puedan ser felices —suplicó Adam—. Sé que es mucho pedir, y que no tiene por
qué remediar lo que yo he causado, pero no lo hago por mí, sino por ellos, no
es justo que estén pagando por lo que hice… Así que, se lo ruego, sálvelos.
Sálvelos a todos. —Hizo una pausa en la que se cubrió el rostro mientras se
recostaba en el respaldo de la silla. Se le escapó un sollozo, haciendo que
Vane y los demás fueran conscientes de lo culpable que se sentía por lo que
había ocurrido, hasta Night notó un nudo en la garganta al verlo tan vulnerable
y arrepentido. Al cabo de unos minutos en los que nadie dijo nada, el doctor se
limpió la cara y se inclinó de nuevo sobre la cámara—. Ahora, me gustaría
dedicarle unas palabras a 354, si es posible.
Vane se hizo a un
lado para dejar que Night se colocara frente al ordenador y le dio un poco de
espacio, aunque no separó sus dedos entrelazados. Max y Ethan imitaron su
ejemplo y retrocedieron un poco.
Night inspiró
profundamente y se enfrentó a la pantalla.
—Hola, 354 —le
dijo Adam, sonriendo levemente—. Sé que probablemente me odias, si no por las
cosas que te ha hecho Polanitis y sus esbirros, por haberte creado para luego
abandonarte en una vida llena de dolor y angustia. También soy consciente de
que no me creerás si te digo lo mucho que lo lamento y que seguiré lamentándolo
hasta mi último aliento… pero supongo que eso no te importará demasiado
—comentó con una amarga sonrisa—. Nada puede cambiar lo que ha ocurrido… Sin
embargo, al menos puedo darte las respuestas que necesitas.
Él tragó saliva y
apretó la mano de Vane, sintiéndose muy nervioso y asustado de repente. El otro
macho le estrechó los dedos, haciéndole saber que estaba con él pasara lo que
pasara.
—Me imagino que te
preguntarás por qué solo te liberamos a ti —continuó Adam, llamando de
inmediato su atención. Era algo que se había estado preguntando desde que se
despertó en casa de Vane y fue medianamente consciente de lo que había pasado,
y que lo había atormentado cuando estuvo seguro de que no era algún tipo de
trampa. Sí, necesitaba saber por qué él y no cualquier otro de sus compañeros—.
Verás, 354, tú estás mezclado con un lobo, está en tu naturaleza ser más
sociable. No pensé ni por un instante que te sentirías cómodo con unos humanos
desconocidos ni mucho menos, pero supuse que sería más fácil para ti adaptarte
a su compañía una vez te acostumbraras a ellos. Aparte de eso, observé que el
resto de hombres y mujeres que también tienen genes de lobo te respetan,
perciben algo en ti que sería el equivalente a un macho alfa, es decir, has
sido escogido por tus congéneres como el líder de su grupo; eso significa que
tendrán en cuenta tu opinión, que no dudarán de tu palabra si les dices que los
hombres que están contigo no son peligrosos y que están ahí para ayudar. Por
supuesto, no toda tu gente te seguirá, no todos están mezclados con lobos, pero
al menos tú y los tuyos formaréis un grupo sólido y grande que pueda convencer
al resto. Sin embargo, esa no es la razón más importante por la que te escogí.
—Hizo una pausa, observando a la cámara con orgullo—. Te escogí porque piensas
con frialdad, porque no te dejas llevar por el odio o la ira por mucho que
estos traten de cegarte, siempre elegías hacer lo que fuera necesario por
sobrevivir. Eso significaba que, si te dejaba solo en un entorno desconocido,
con humanos extraños, no los atacarías al principio, sino que tratarías de
averiguar cuál es su juego para adaptarte a él… así verías que ellos no son
como los otros hombres que has conocido, y así ellos se darían cuenta de que no
eres un monstruo a pesar de no ser completamente humano. Por eso te elegí,
porque sabía que tú serías la pieza clave para liberar al resto, tú les
demostrarías que merecéis ser salvados, que sois personas como nosotros. Estoy
seguro de que lo has conseguido, 354, y pase lo que pase después de que oigas
esto, sin importar lo mucho que me odies, quiero que sepas que eres un gran
hombre y que estoy muy orgulloso de ti.
Al oír esas
palabras, Night no pudo evitar echar a temblar. No estaba seguro de lo que
sentía por ese hombre, entendía que no había sido su intención hacerles daño,
pese a que, al final solo había conseguido precisamente eso, que su vida y la
de su gente fuera un completo infierno… sin embargo, también le había dado la
libertad, y a Vane. No sabía si podía perdonarlo por eso, por darle la
oportunidad de tener una vida de verdad, una que mereciera la pena, pero, aun
así, escuchar de la persona que lo creó que estaba feliz por haberle traído al
mundo… hizo que sintiera un gran alivio.
—Night… —murmuró
Vane, levantándose para abrazarlo. Él no dudó en rodear su cintura con los
brazos y enterrar el rostro en su vientre. Eso y el suave y delicioso aroma del
macho le ayudaron a evitar que sus emociones se desbordaran.
Mientras él
trataba de mantener el control, el vídeo no se detenía y Adam continuó
hablando:
—Supongo que esto
es todo lo que tenía que decir… Señor Hagel, recuerde que le he enviado toda la
información que tengo sobre estas instalaciones, los experimentos y el
personal… Por favor, haga todo lo que esté en su mano por 354 y los demás,
pueden contar con mis aliados sin dudar, fueron ellos los que me ayudaron a
liberar a 354 y llevarlo hasta su casa… Yo… —Vane, Max y Ethan palidecieron al
ver que el doctor tenía una pistola en la mano. Night no pudo hacerlo porque
todavía tenía la cara contra el vientre del primero—. Me he encargado de quemar
todas las investigaciones para la creación de esta gente, así Polanitis no
podrá seguir experimentando con más niños. Solo quedo yo… —sollozó con una
sonrisa amarga. Su conflicto interno era evidente, Vane sabía muy bien que no
era fácil hacer algo así y, a decir verdad, aunque entendía por qué había hecho
lo que sospechaba, le sorprendió un poco que llegara a esos extremos—. Estoy
viejo… no duraré mucho si me torturan… y no puedo permitir que sepan que he
tenido ayuda para sacar a 354, así que… señor Hagel, por favor, sálvelos —dicho
esto, el anciano apagó el vídeo.
Se extendió un
denso silencio entre ellos que a más de uno le causó escalofríos.
Nadie habló,
estaban demasiado impactados por todo lo que acababan de descubrir, no solo
sobre Night y su gente, sino también sobre Mercile, ese tal Polanitis y el
propio doctor. Sencillamente, era difícil de asimilar que estuviera pasando
todo aquello, pero tenían la prueba justo delante de sus narices, la habían
tenido durante un mes entero y sabían que todo cuanto había dicho era cierto.
Y, aun así, era difícil creer el alcance de todo eso.
—Se ha quitado la
vida, ¿verdad? —musitó Night, que todavía no se había apartado de Vane.
Este le acarició
el cabello con una mirada triste.
—Sí.
Vio cómo el hombre
inspiraba hondo y temblaba un poco. Era demasiado para él, habían sido
demasiadas cosas nuevas para él que no comprendía… y en las que Vane no podía
ayudarle. Para él ya era bastante difícil llegar a entender cómo se sentía
respecto a todo lo que había visto y oído, aunque eso no cambiaba su
resolución: salvar a los amigos de Night a cualquier coste. No importaba lo que
hubiera hecho el doctor, ya había tenido castigo suficiente y tenía razón al
decir que esas personas no merecían estar en aquel maldito lugar por su culpa.
Pero Night era
distinto. Probablemente estaba confundido; por lo que era él como individuo,
por la razón por la que había nacido, por la vida que había llevado. Ya había
sido bastante duro enfrentarse a toda la situación de despertar en un lugar
extraño con gente extraña, darse cuenta de que ellos no eran los malos,
asimilar que era realmente libre y las emociones de anoche… Eran demasiadas
cosas con las que lidiar, demasiado estrés que manejar.
Intercambió una
mirada con Max y Ethan, que miraban preocupados y entristecidos a su nuevo
amigo, y les indicó con un gesto de la cabeza que los dejaran a solas. Estos
obedecieron en el más absoluto silencio; salieron de la cocina tras coger el
ordenador de Vane para que Night no tuviera que seguir viendo la imagen
congelada del doctor en su último momento y se fueron a otra habitación para
hablar en privado de lo que habían visto. Mientras tanto, Vane volvió a
sentarse sin deshacer el abrazo.
—Ya se han ido.
¿Cómo estás?
—… No lo sé
—confesó Night.
Él le besó en la
cabeza y simplemente dejó que hallara consuelo en sus brazos y en las caricias
que le daba en el cabello y la espalda. Por desgracia, no podía ayudarle a
aclarar sus sentimientos, jamás había pasado por nada parecido y no tenía
ningún consejo que fuera útil, así que lo único que podía hacer era estar ahí
para él.
—No pasa nada
—murmuró—. Estoy aquí, estoy contigo.
Night tembló un
poco y se acercó más a él para poder estrecharlo contra sí. Vane le devolvió el
abrazo con la misma fuerza y continuó besándole en la cabeza y en el cuello con
suavidad, consolándolo.
Al cabo de un
rato, Night admitió:
—Me duele que esté
muerto. No debería sentirme así, ¿verdad? Por su culpa, mi gente sufre.
Vane dejó escapar
un suspiro. No siempre era tan fácil, no siempre eran los buenos y los malos,
el blanco o el negro, a veces había una línea que se difuminaba entre ambas
partes hasta el punto de que no podías distinguirla en un sitio u otro.
—El doctor Therian
cometió errores… pero no parecía una mala persona, no hizo lo que hizo para
haceros daño, solo quería hacer algo para evitar que más gente muriera como su
mujer y su hija y se le fue de las manos. Es cierto que su error salió muy
caro… pero no era un monstruo.
Night se apartó
entonces y lo miró como si estuviera sufriendo un dolor indecible.
—¿Y yo? ¿Tenían
razón los médicos? ¿Soy un monstruo?, ¿una bestia a la que hay que someter?
Al oír semejante
gilipollez, Vane apretó los labios y tomó su rostro entre sus manos para clavar
sus ojos en los suyos.
—Tú no eres ningún
monstruo, ¿me oyes? Los únicos monstruos que hay en toda esta historia son ese
tal Polanitis y los cabrones que están detrás de todo esto. Ni tú ni tus
compañeros sois nada malo, ni tenéis nada de malo, ¿lo entiendes? —le dijo con
ferocidad—. Eres fuerte, e inteligente, y un buen hombre que mira por sus
amigos. No dejes que sus juegos mentales te destrocen ahora, Night, vales mucho
más que eso.
Este lo observó
con un atisbo de emoción.
—¿No crees que sea
un animal?
Vane no apartó la
mirada.
—¿Crees que si lo
fueras haría esto? —dicho esto, se apoderó de sus labios y lo besó con fuerza.
Fue consciente de
que pilló a Night con la guardia baja, pero eso no le impidió mover su boca contra
la suya y gruñir en un tono bajo mientras lo estrechaba contra sí, como si
tratara de fundir sus cuerpos en uno. Durante unos minutos estuvieron así,
abrazados y compartiendo un beso desesperado que poco a poco fue ralentizándose
al compás del estado anímico de Night, que se sintió mucho mejor al sentirse
aceptado por completo por Vane, a pesar de no ser humano… y a pesar de lo
vulnerable, confundido y asustado que estaba, de lo débil que debía de verse
ante sus ojos.
Él aún estaba ahí,
con él.
Se separaron
despacio, rozando todavía sus labios. Vane le dio otro beso, más corto y dulce
que hizo que su corazón palpitara.
—Eres la persona
más increíble que he conocido nunca, Night. No me importa lo que seas; humano,
lobo, león o gato, no podría importarme menos… porque te conozco, sé quién eres
y que mereces la pena.
Sus palabras
hicieron que cualquier temor a ser rechazado se desvaneciera, siendo sustituido
por una nueva fuerza que provocó que su pecho se hinchara de orgullo. Vane
tenía razón, los monstruos eran los médicos y técnicos, y él era un macho
fuerte; si esos cabrones no habían podido joderle la mente estando en una jaula
con sus retorcidos juegos humanos, no lo lograrían ahora que era libre y que
había aprendido a luchar, ahora que tenía más conocimientos.
Había pasado por
la peor parte, había estado en la ignorancia mientras lo torturaban y le hacían
daño, y por fin tenía las respuestas que tanto había ansiado durante años, y
una oportunidad de ayudar a su gente.
No podía desperdiciarla.
Tenía que ser fuerte por ellos.
Vane sonrió al ver
la resolución brillar en los intensos ojos azules de Night.
—Eso es, ese eres
tú.
Night clavó su
decidida mirada en la suya.
—Vamos a liberar a
mi gente, ¿verdad?
—Por mis putos
huevos, Night, te lo prometo.
Hacía rato que la
luna y las estrellas habían reclamado el cielo como suyo, y que Vane y los
demás se habían retirado a sus habitaciones a descansar. Después de todo lo que
habían descubierto sobre Night y su gente, era normal que estuvieran
estresados, aunque el liderazgo de Vane y el hecho de que los pusiera a
trabajar para concentrarse en otra cosa los ayudó a despejarse un poco: Ethan
estudió con más detenimiento los resultados del ADN de Night y repasó todos los
documentos médicos que les había enviado el doctor Therian, quería estar
preparado para lo que fuera cuando liberaran a los demás y, para ello, debía
estar muy seguro de lo que eran y las complicaciones que podría haber ya que no
eran del todo humanos; Max estuvo entrenando como un loco en el gimnasio, se
sentía furioso por lo que le habían hecho a Night y su gente y necesitaba su
propio espacio para relajarse, de modo que los demás lo dejaron tranquilo, y en
cuanto a Vane y Night, se fueron a correr por el bosque que había alrededor de
su casa con los perros, más para despejar su mente que para entrenar, aunque el
segundo se tomó esa parte más en serio, quería concentrarse en estar preparado
para salvar a sus compañeros y no quería ser una molestia para Vane.
Pero esa noche por
fin conciliarían el sueño y podrían descansar de todo el estrés que habían
acumulado durante el día, mañana estarían recuperados del impacto que había
supuesto el vídeo de Therian y podrían centrarse en su misión principal. Al
menos, esa era la intención, ya que Vane no podía dormir. Se encontraba en su
cama, medio recostado en la pared, viendo el primer programa que había
aparecido al encender la televisión con la esperanza de que fuera tan aburrido
que se le acabaran cerrando los ojos… pero no había manera. Aun así, la dejó
encendida y se dedicó a contemplar a Night, que se había quedado dormido sobre
su pecho. Vane le había propuesto que se quedara en su habitación otra vez y él
había accedido sin dudarlo, pero no supo si era porque no quería estar solo o
porque disfrutaba con su compañía… puede que un poco de las dos cosas. Fuera
como fuera, ambos habían intercambiado un par de besos y caricias antes de que
Vane lo abrazara y él cayera rendido al sueño.
Le estaba tocando
unos mechones suaves de cabello cuando escuchó que la puerta de su cuarto se
abría suavemente. No tardó en ver la cabeza de su hermano asomarse, el cual
sonrió un poco al verlo abrazado a Night. Sin querer despertar a este, le hizo
un gesto con la cabeza para que lo siguiera y luego dejó la puerta junta.
Vane suspiró y se
apartó de su amante con mucho cuidado, procurando que no se despertara, él más
que nadie necesitaba descansar después de ese maldito día y sabía que se
preocuparía si lo veía irse. Por suerte, estaba tan cansado que no se dio
cuenta de nada y el hombre pudo salir del dormitorio sin hacer ruido.
Encontró a Max en
la cocina, con dos vasos de whisky.
—¿No puedes
dormir? —le preguntó.
Su hermano negó
con la cabeza y le tendió la copa.
—No dejo de darle
vueltas a esto.
Vane aceptó el
trago y se bebió el licor de golpe. La garganta le ardió, pero se sintió un
poco mejor tras beber. Estaba agotado, necesitaba dormir y el alcohol le
ayudaría.
—Yo tampoco
—confesó.
Ambos se quedaron
en silencio un rato, bebiendo con aire pensativo. No llegaron a emborracharse,
mañana tenían cosas que hacer y preparar y necesitaban estar frescos.
Al cabo de un
rato, Max le preguntó:
—¿Cómo está Night?
—Afectado, pero lo
superará. Es fuerte y tiene un objetivo que le impide echarse abajo.
—Es mi puto héroe
—gruñó Max, dándole otro trago al whisky—. Yo estoy hecho polvo con todo esto,
y eso que ni siquiera he estado en esa mierda de sitio. Joder, el tío está
hecho de piedra.
Vane esbozó una
media sonrisa.
—Tiene fuerza de
voluntad.
Se quedaron un
momento más callados, postergando la conversación que no querían tener pero
que, sin embargo, era necesario que tuvieran.
Finalmente, Max se
pasó una mano por el pelo con aire inquieto.
—Mierda, Vane,
¿qué vamos a hacer ahora?
Este respondió con
mucha calma antes de beber.
—Lo que hemos
estado haciendo hasta ahora. El plan no ha cambiado.
—¿Cómo puedes
decir eso? —inquirió su hermano, mirándolo de un modo extraño—. Mira, aprecio a
Night, y no podría importarme menos si es un hombre lobo o la mierda que le
hayan hecho esos hijos de puta, pero tampoco podemos pasarlo por alto. Vane,
que a ti y a mí no nos importe que no sea humano no quiere decir que todo el
mundo vaya a pensar del mismo modo, muchos tendrán miedo de él y su gente, no
podemos dejarlos por ahí sin más.
—No lo haremos
—replicó Vane con las facciones tensas—. Es cierto que cambia un poco las
cosas, pero no el plan básico. Solo tenemos que encontrar un lugar aislado
donde nadie tenga acceso a ellos, al menos no durante un tiempo, mientras se recuperan
y aprenden lo suficiente sobre el mundo en el que viven.
—Vane, eso puede
costar años —argumentó Max.
—Unos cinco años
como mínimo —especificó Vane—; los dos primeros para recuperarse mental y
físicamente, el resto para que aprendan de nosotros.
—Eso es mucho
tiempo y trabajo.
—Lo sé.
—Es imposible que
lo logremos.
—Difícil, sí, pero
no imposible.
—Vane…
—¿Qué quieres que
haga, Max? —le preguntó Vane, apretando los puños y con los ojos llenos de
rabia, aunque no estaba dirigida hacia su hermano—. ¿Qué hago?, ¿me quedo de
brazos cruzados sabiendo que esas personas morirán tarde o temprano? ¿Quieres
que le diga eso a Night?, ¿que no hay esperanza para ellos? No pienso hacerlo.
Le di mi palabra de ayudarlo, le prometí que salvaría a su gente y eso es lo
que pienso hacer aunque tenga que arriesgar todo lo que tengo. No me quedaré
mirando por una cámara cómo los torturan día tras día hasta que mueran, Max.
—Yo no he dicho
que hagas eso —masculló su hermano, igualmente enfadado y levantándose de la
silla—. ¿Te crees que a mí me gusta ver todo esto? ¿Crees que no quiero entrar
en ese puto sitio con un lanzallamas y acabar con todo de una jodida vez y
llevar a Night y sus amigos a alguna especie de paraíso? ¡Claro que quiero,
joder! Esas personas merecen tener una vida de puta madre después de lo que han
pasado, pero solo quiero que seas consciente del alcance de esto. No es como en
el ejército, Vane, el rescate ya no es nuestro mayor problema, sino lo que
viene después; tendremos que hacernos cargo de todo esta gente, ¡y en secreto!
Si alguien descubre lo que son, volverán a ir a por ellos, los encerrarán otra
vez y… y… —se calló de repente y se derrumbó en la silla, ocultando su rostro
entre sus manos.
Vane se sintió
culpable al verlo en ese estado. Todavía estaban muy nerviosos por lo que
habían descubierto, lo que habían visto, lo que sabían y a lo que estaban a
punto de enfrentarse. Ambos habían mantenido el tipo por Ethan y, sobre todo,
por Night, porque si ellos caían, los demás también lo harían… pero ahora
estaban solos y necesitaban desahogarse y hablar de los que les preocupaba
realmente.
Fue hacia él y lo
abrazó con fuerza, siendo correspondido al instante por Max.
—Lo siento,
hermano —murmuró.
—Yo también.
Joder, Vane, estamos de mierda hasta el cuello y esta vez no sé cómo
sobrellevarlo. Pienso en Night y en sus amigos y me acuerdo de lo que le
hicieron a Shawn y… y Vic ya no está aquí para ayudarnos.
Vane sintió una
punzada dolorosa en el corazón al pensar en él. Aún era duro saber que no
estaba allí con ellos, que nunca volvería a estarlo… Vic habría sabido qué
hacer o, al menos, les habría ayudado a mantener la calma, siempre fue mejor
que él para motivar a los demás.
Pero, por
desgracia, ya no podían contar con él. Ahora estaban solos…
Bueno, no del
todo.
—No podemos seguir
con esto solos, Max, o acabará con nosotros. Night necesita que seamos fuertes,
ahora más que nunca.
—Lo sé. ¿Qué vamos
a hacer?
Vane se separó e
inspiró hondo.
—No podemos
retrasarlo más. Es hora de que llamar a los demás.
Max parpadeó.
—¿En serio?
Él asintió.
—En serio. De
todas formas, hacía tiempo que no teníamos una reunión familiar.
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