jueves, 6 de diciembre de 2018

Night


Capítulo 5. Persecución

En cuanto Max consideró que ya habían entrenado lo suficiente, Night bajó con rapidez las escaleras para ver si Vane había vuelto. Sin embargo, no detectó su aroma por ninguna parte.
Había querido ir tras él después de oler su rabia y su dolor, pero Max se lo había impedido. Le había dicho que, por ahora, lo que necesitaba era correr y distraerse, que regresaría más tarde y que, entonces, podría hablar con él. Mientras tanto, le había conducido al gimnasio y le había enseñado algunos movimientos básicos: en primer lugar, le mostró cómo dar un puñetazo, pero no a darlo en cualquier parte, sino a lugares clave que podían ser muy dolorosos; también le enseñó a dar patadas, y a lanzar golpes con los codos y las rodillas. Jamás había pensado que fuera tan difícil pegar a alguien, sin embargo, eso explicaba por qué sus ataques y los de su gente eran tan poco efectivos contra los guardias; porque no golpeaban en los lugares correctos. Max le enseñó que un buen puñetazo en la barbilla o en el ojo podía aturdir o incluso dejar inconsciente a un adversario, que los ataques al estómago eran muy dolorosos, y que un golpe certero a ciertos lugares de las piernas dejaban a su oponente en el suelo, incapaz de ponerse en pie.
Había sido revelador aprender que la fuerza o el tamaño no eran suficientes para pelear, y le estaba muy agradecido a Max por estar enseñándole, pero ahora, lo que quería era saber si Vane estaba bien.
Observó con tristeza a Bear, que se había tumbado en el suelo delante de la puerta con las orejas agachadas, esperando también a Vane. Gimoteaba de vez en cuando, como si estuviera llorando. Eso le partía el corazón.
—Night, deberías ducharte y vestirte —le dijo Max, que bajaba las escaleras en ese momento. Al llegar hasta Bear, le acarició la cabeza, intentando consolarlo—. Enseguida estará la comida.
—¿Y Vane?
—Ha cogido algo para comer. Volverá cuando esté preparado para hacerlo. No te preocupes, antes del anochecer estará aquí.
Night esperó hasta que el macho se hubo ido para abrir la puerta principal y salir corriendo en busca de Vane. La dejó abierta el tiempo suficiente para que Bear también saliera, ya que sabía que estaba deseando ir en su busca.
El perro salió disparado en una dirección concreta, siguiendo el rastro del humano. Night no se lo pensó dos veces y fue tras él. Tardó unos minutos, pero al fin escuchó la suave voz de Vane. Dejó de ir al trote para caminar a paso normal, aunque sigiloso, entre los árboles. Así, se asomó un poco para ver con quién hablaba, descubriendo que tan solo le dedicaba unas palabras cariñosas a Bear. Olfateó disimuladamente el aire, pero no recogió aromas que indicaran que seguía dolido o enfadado, la verdad es que se le veía más tranquilo.
De repente, Vane alzó la vista hacia donde se encontraba él y le sonrió. Night salió de su escondite y se acercó hasta el macho para sentarse a su lado. No le preguntó cómo se encontraba porque sabía, gracias a su olfato, que estaba relajado, y tampoco quería arriesgarse a causarle dolor con sus preguntas.
—Siento haberme ido así —le dijo Vane de repente. Que un humano le pidiera disculpas le seguía pareciendo algo sorprendente y extraño a la vez, pero empezaba a acostumbrarse a la actitud de ese macho.
—Estabas demasiado enfadado —comentó, asintiendo para sí mismo—. Cuando los míos estamos muy furiosos por algo, nos apartamos del resto por miedo a herirles.
—¿Estáis en la misma habitación?
Night frunció el ceño.
—Los machos con los que convivía y yo estábamos en la misma habitación, pero en jaulas separadas. Solo tenemos contacto físico con otros cuando los médicos quieren que tengamos sexo con nuestras hembras, o cuando nos obligan a luchar los unos contra los otros. He oído que a algunos de los machos los llevan al exterior, por lo que imagino que los mantienen juntos. Intentamos recluirnos en nosotros mismos cuando algo nos enfurece y tememos decir palabras hirientes a nuestros compañeros, o cuando nos sentimos muy avergonzados o humillados. Aunque la mayoría nos entendemos entre nosotros, a todos nos han hecho pasar por una cosa u otra, a menudo por todas.
Vane le dedicó una mirada triste.
—Sé que no sirve de mucho, pero lo siento.
Night le miró fijamente. En realidad, sus palabras hicieron más de lo que el macho podía imaginar; ahora que empezaba a confiar en Vane, todo cuanto le había dicho, todo cuanto le había prometido y hecho por él significaba mucho para Night. Siempre había soñado con vivir fuera de las paredes de su jaula, en un mundo donde los humanos no les hicieran daño y su gente pudiera vivir en paz. También era cierto que siempre le había parecido un sueño tan estúpido como imposible, pero ahora, gracias a Vane, empezaba a creer que era posible.
—Recuperaremos a tu gente, Night. Ya lo verás —dicho esto, colocó su mano sobre su brazo en un gesto de consuelo. Su intención hizo que sintiera una inesperada calidez en el pecho, aunque el contacto logró que se estremeciera. Las hembras de su especie tenían las manos callosas como las suyas, y aunque la de Vane no tenía el tacto suave de una mujer humana, sí era más agradable. Además, era un poco rugosa, como si también tuviera callos, pero ni de lejos tan endurecidos como los de su gente. Sin embargo, su textura le resultaba excitante, y sus músculos se pusieron rígidos de tan solo imaginar cómo se sentiría tener sus manos sobre su piel.
Al darse cuenta de la rigidez de su cuerpo, Vane apartó la mano, recordándose que era demasiado pronto para Night tener contacto físico con otra persona. Pero nada más retirar los dedos, este le sorprendió cogiéndole la muñeca y reteniéndolo. La sorpresa le impidió moverse, de modo que Night, tras un segundo de duda, colocó su palma contra su mejilla y cerró los ojos.
Vane no estuvo muy seguro de qué hacer. Tal vez Night empezaba a confiar en él y necesitaba algún tipo de contacto físico que no implicara el dolor. Siendo así, se atrevió a acariciarle con el pulgar. Su piel era muy suave en esa zona, le llamó la atención que no tuviera nada de vello en la barba, como si acabara de afeitarse, a pesar de que ya llevaba unos días allí. Night abrió los ojos entonces y le observó con intensidad. Vane no se atrevió a moverse cuando su mano se posó sobre el dorso de la suya para apretarla contra su rostro.
La forma en que le miraba le provocó un nudo en el estómago. Tenía unos ojos azules increíbles, casi irreales, ya que eran muy claros y brillantes, parecía que estuviera delante de un mar de aguas cristalinas. Sin embargo, era la fuerza que desprendían lo que le había dejado paralizado. Intensos, se clavaban en él como si intentaran decirle algo. Vane habría jurado que lo que había en ellos era deseo, pero su lado racional le decía que no era probable, al menos no en su situación actual, cuando todavía no confiaba del todo en él. Y aun así, no pudo evitar que se le pusiera dura. La primera vez que lo vio, tuvo que admitir que era el hombre más caliente que había visto en su vida, y a eso había que añadir la admiración que sentía por él tras conocer su historia; era un hombre fuerte, un superviviente, pero nunca les había atacado a pesar de desconfiar de ellos, sino que había analizado antes la situación, no estaba dominado por un odio irracional, y era evidente que lo único a lo que aspiraba era al bienestar de su gente.
Era un poco difícil no sentirse atraído por él.
De repente, los ojos de Night brillaron, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Inclinó un poco la cabeza hacia él, lo que le hizo creer que iba a besarlo, pero entonces, Bear se puso a gruñir, haciendo que Vane se pusiera en guardia y se girara hacia su perro. Tenía el pelo erizado y enseñaba los colmillos.
No era una buena señal.
—¿Qué ocurre, chico?
Bear gruñó más fuerte y señaló con la cabeza una dirección.
—Viene alguien —dijo Night, levantándose de un salto y olfateando el aire. Su rostro se crispó de repente—. Guardias. Son los que tienen a mi gente.
Vane se quedó blanco y se volvió para mirarle.
—¿Estás seguro de que son ellos?
—Sí, reconozco su olor.
Su mente trazó un plan a toda velocidad. Se echó la mochila a los hombros y agarró a Night por un brazo antes de correr velozmente hacia un desnivel.
—Escóndete ahí —le ordenó.
—No —se negó este, aspirando por la nariz—, quiero su sangre.
Vane puso ambas manos en su rostro para que le mirara a los ojos.
—Sus muertes no servirán de nada si tu gente permanece encerrada, ¿es eso lo que quieres?
Night palideció y movió la cabeza a un lado y a otro. Vane inspiró hondo.
—Permanece escondido. Hagan lo que hagan y digan lo que digan, no salgas. Si esto acaba en un combate, corre a casa sin que te vean y explícale a Max lo que ha pasado, ¿entendido?
El otro hombre asintió muy despacio, aunque no consentiría que Vane peleara solo. Su olfato le decía que había cinco guardias, y sabía que no eran los cinco más amables. Los conocía a todos, ya que le habían noqueado o golpeado en un momento u otro. Uno amenazó con joderlo por detrás hasta desgarrarle el culo, pero Cooper apareció antes de que lo hiciera y lo echó de la habitación. Tendría que darle las gracias por eso, después de agradecerle que le hubiera liberado y llevado hasta Vane.
Saltó el desnivel y se acuclilló para evitar ser visto, aunque en esa posición, más alta que desde donde estaba Vane, podía vigilarle perfectamente y asegurarse de que no le pasara nada. Lo vio deslizar la mano hacia su espalda, por debajo de la camiseta, donde tenía un arma escondida. Su corazón tartamudeó al verlo maniobrar con ella; a pesar de no estar muy seguro de cómo se usaban las pistolas, había visto muchas veces a los guardias prepararlas para disparar, de modo que sabía que Vane se estaba preparando para una pelea.
Y no era el único, Bear se colocó a su lado, todavía gruñendo. El macho humano le hizo un gesto con la mano y el animal se ocultó rápidamente tras un árbol. Vane hizo lo mismo y esperó.
Ninguno de los dos se movió un ápice. Night esperó a ver qué pretendía hacer, un poco preocupado porque Vane se enfrentara a cinco hombres con la única ayuda de Bear. Estaba a punto de salir de su escondrijo para pedirle que fuera con él cuando los hombres que habían hecho daño a su gente aparecieron.
Se tragó un gruñido y contuvo el impulso de abalanzarse sobre ellos. Su instinto lo animaba a acabar con la amenaza que suponían esos humanos, tanto para él como para su gente, pero esperó ya que confiaba en Vane y en su deseo de ayudar a los suyos.
Los guardias avanzaron mirando a todas partes y con las manos sobre sus pistolas. Night observó con curiosidad cómo el macho que le había acogido no movía ni un músculo, al menos, no hasta que sus enemigos pasaron de largo los árboles donde él y Bear se ocultaban. Entonces, vio que Vane se desplazaba muy despacio fuera de su escondite, permaneciendo de espaldas a los machos. Levantó su pistola con una mano y, con la otra, hizo una señal a Bear que, con el mismo sigilo, caminó sigilosamente hacia su amo y se adelantó unos cuantos metros para situarse cerca de los guardias.
Night contuvo el aire cuando Vane habló con voz gélida y firme.
—Las manos arriba.
Los cinco machos se detuvieron. Hicieron ademán de girarse, pero Vane lo vio venir.
—Ni se os ocurra. El primero que no siga mis instrucciones recibirá un disparo, ¿entendido?
Night se quedó helado al ver que uno de ellos desenfundaba su pistola y daba la vuelta. Estuvo a punto de gritar para advertir a Vane, pero él fue más rápido y disparó primero. El humano soltó un aullido y cayó al suelo, aferrándose un hombro.
—Os lo advertí —dijo Vane con una fría tranquilidad—. ¿Alguien más quiere ver si es más rápido que yo? —Los guardias respondieron levantando las manos—. Bien, armas fuera, todas.
Night comprendió entonces lo que había hecho Vane; colocándose a su espalda, sus contrincantes eran incapaces de verle ni tampoco de maniobrar sin que el otro macho les atacara con una clara ventaja. Su astuta estrategia hizo que lo respetara y admirara aún más.
Los cuatro hombres obedecieron mientras que el quinto aún estaba en el suelo, gimoteando.
—¡Estoy sangrando, hijo de puta! ¡Vas a pagar por esto! —le gritó a Vane, haciendo que Night sintiera el impulso de arrancarle la garganta.
—Los que van a pagar vais a ser tú y tus amigos por invadir mi propiedad —replicó el aludido sin mostrar un ápice de temor. Eso hizo que se sintiera orgulloso, Vane era muy valiente—. ¿Quiénes sois y qué hacéis en mis tierras?
—Pedimos disculpas —respondió uno de ellos. Night reconoció a ese hijo de puta, le gustaba pegar a las hembras delante de los machos, a los que encadenaba para que lo vieran sin que pudieran hacer nada. Si se acercaba mucho a Vane, le rompería el cuello—. No sabíamos que este lugar perteneciera a alguien.
—Estáis en mi casa. ¿Qué queréis?
—Pertenecemos a una empresa privada de seguridad. Buscamos a un fugitivo muy peligroso que ha escapado y que podría estar por la zona.
—¿Puedo ver vuestras credenciales?
—Por supuesto.
Vane ya suponía que tendrían todo el papeleo en orden, pero lo preguntó por mantener el papel de propietario protector.
—Date la vuelta y acércate, solo un poco.
El hombre obedeció con lentitud y clavó sus ojos en él. Un segundo después, se dio cuenta de la presencia de Bear. A juzgar por sus ojos ligeramente agrandados, no esperaba que hubiera un perro, aunque claro, su compañero no hacía ni el más mínimo sonido, solo se mantenía agazapado y preparado para atacar en cuanto diera la orden.
—Saca los papeles.
El guardia obedeció y se metió la mano en el interior de su chaqueta. Vane se preparó por si acaso sacaba una pistola que llevaba escondida, pero se relajó un poco al ver que solo era su identificación. En otra situación, la habría examinado de más de cerca, pero no valía la pena. Lo que quería era que se marcharan cuanto antes a cierto lugar.
Tras unos segundos, bajó el arma, aunque la mantuvo en las manos por si acaso.
—Lamento haberles asustado, pero esta es mi casa y no me gusta que haya extraños en ella sin avisar —dicho esto, miró al hombre herido—. Aunque ustedes no tendrían que haberme atacado, tampoco. ¿Seguro que no es ese el hombre al que buscan?
—Disculpe a Buck —dijo el líder, forzando una sonrisa y bajando las manos—. Entró por enchufe en la empresa y cree que por tener un arma puede hacer lo que le dé la gana.
Vane hizo una pausa, dejando que asuman que creía en sus palabras.
—No he visto a nadie por esta zona —comentó finalmente—, la verdad es que por aquí no pasa mucha gente, ya que esto está bastante aislado, por eso hice mi casa aquí —dicho esto, señaló con la cabeza la dirección por donde estaba la carretera—. Dudo que su hombre esté cerca, sobrevivir aquí en invierno es duro. Lo más cerca que hay aquí es la tienda del viejo Joe. Tiene de casi todo. Es el único lugar al que se me ocurre que pueda haber ido que esté por aquí cerca.
—¿Dónde exactamente?
—A unos diez quilómetros siguiendo la carretera, es fácil de ver. ¿Necesitan algo más?
—No, señor, gracias por todo y disculpe el malentendido.
Vane miró al hombre herido.
—Metan a ese idiota en cintura y no vuelvan por aquí sin avisar.
Los hombres estuvieron conforme, recogieron sus armas y ayudaron al tal Buck a incorporarse antes de marcharse de allí. En cuanto desaparecieron de su vista, miró el lugar donde estaba escondido Night, quien salió del desnivel y se acercó a él, vigilando el lugar por donde se habían ido sus captores.
—Los has dominado mejor de lo que pensaba —reconoció el hombre, mirándole con un brillo de admiración.
Vane hizo una mueca.
—No me ha gustado tener que usar el arma, ya que recelarían de mí, pero creo que se han creído lo que les he dicho. —Se le escapó una sonrisa—. Pero he conseguido lo que quería.
Night ladeó la cabeza.
—¿Alejarlos de aquí?
—No solo eso. Si tenemos suerte, probablemente no volverán por esta zona, lo que significa que los mantendremos alejados de ti. Y, además, estoy casi seguro de que irán a informar a los hombres que tienen a tu gente.
El otro hombre se sobresaltó.
—Quieres decir…
—Que probablemente irán al lugar donde tienen a tus amigos —le sonrió mientras sacaba el móvil y marcaba el número de Max—. Mi hermano y yo vamos a seguirlos, nos conducirán al lugar donde están y entonces podremos prepararnos para sacarlos de allí.
—Voy con vosotros.
Vane se quedó parado al oír esas palabras. Miró a Night, quien le observaba a su vez con decisión.
—No.
—Es mi gente, tengo que ayudarles.
—Night, no estás preparado para esto, no sabes lo que tienes que hacer.
—Haré todo lo que me digáis. Por favor, tengo que ir.
Sus palabras hicieron que se ablandara un poco. Comprendía que no pudiera quedarse de brazos cruzados mientras sus compañeros seguían encerrados, pero temía que cometiera una estupidez e intentara liberarlos por su cuenta, eso podría provocar que los masacraran a todos.
Sin embargo, podía ver en sus ojos que no pensaba ceder. Suspiró y después le lanzó una mirada de advertencia.
—Harás lo que te digamos, ¿entendido? Nada de actuar por tu cuenta, aún no estás preparado.
Night se relajó e incluso sonrió un poco.
—Sí, tienes mi palabra.
Vane asintió y, entonces, Max le contestó al teléfono.
—¿Todo bien, hermanito? —le preguntó con un deje de inquietud. Aún estaba preocupado por su estado emocional y, aunque lo apreciaba, ahora no era el momento.
—Max, coge el Jeep, armamento básico y sal cagando leches hasta la carretera. Búscanos a Night y a mí.
Su hermano, gracias a su entrenamiento militar, reaccionó de inmediato sin hacer preguntas.
—Salgo ahora —y colgó.
Vane se dirigió entonces a Bear. Se agachó a su lado y le acarició la cabeza.
—Ve a casa, chico. A esto no puedes acompañarme.
El perro gimió un poco, pero obedeció y se fue trotando hacia casa. Por otro lado, Vane le hizo un gesto a Night para que le siguiera. Ambos caminaron hacia la carretera para esperar a que llegara Max. Mientras tanto, Vane empezó a explicarle al otro hombre lo que debían hacer.
—Escúchame bien, no estamos preparados para liberar a tu gente, así que no hagas nada. Solo somos nosotros tres, tendríamos que enfrentarnos a muchos guardias y tanto nosotros como tus amigos podríamos acabar muertos, ¿lo entiendes?
Night asintió.
—No quiero que les pase nada.
Vane suspiró.
—Por ahora, averiguaremos dónde están, y entonces, nos prepararemos. Tenemos que hacer muchas cosas antes de sacarlos de allí —dicho esto, frunció el ceño—. Dijiste que había muchos guardias, ¿verdad?
—Sí.
—Pero no sabes cuántos de vosotros sois, ¿verdad?
—Solo he conocido a los machos que han convivido conmigo, algunos contra los que me han obligado a pelear y a las hembras que me han traído para que criáramos. Ellas me contaron que les llevaban a muchos de los nuestros para que las tomaran, a ver si podían tener hijos.
Vane se paró en seco. ¿Qué demonios acababa de decir?
—Espera, ¿os obligan a tener sexo para que tengáis hijos?
—Sí.
Su mente empezó a trabajar, pero no tenía sentido. ¿Con qué objetivo intentaban que tuvieran hijos? Hasta ahora, parecía que lo único que querían eran prototipos militares más fuertes que los soldados actuales, ¿de qué les servían unos niños?
—Vane, ¿qué ocurre?
Él sacudió la cabeza y miró a Night, parecía inquieto al ver que no avanzaba.
—¿Qué les hacen a los niños? ¿Lo sabes?
Este negó con la cabeza.
—Ninguna de nuestras hembras se ha quedado embarazada. Ellas me contaron que les daban muchas drogas para que fueran fértiles, pero nunca han podido concebir. —Hizo una pausa con el ceño fruncido—. ¿Eso significa algo para ti?
—Por ahora no… y por eso me preocupa. No tengo ni idea de lo que querrían hacer con vuestros hijos. —Se quedó callado un segundo y luego suspiró—. Está bien, luego hablaremos de esto, hay un par de cosas que me gustaría preguntarte, pero lo primero es lo primero, vamos a encontrar a tus amigos y a buscar el modo de sacarlos de dondequiera que estén.
Para entonces, habían llegado a la carretera y Vane obligó a Night a detenerse antes de que entrara en el asfalto. Le dio un par de nociones básicas sobre lo que era y para qué servía, así como sobre los coches. Al minuto de estar allí, oyeron un chirrido que hizo que Night pegara un salto y se agazapara, preparado para el combate, sin embargo, Vane le hizo un gesto para que se calmara y le señaló el Jeep negro con cristales tintados que conducía su hermano.
Este se detuvo justo delante de ellos, sin apagar el motor. Vane condujo a Night a la parte de atrás. A este no le hizo gracia el pequeño receptáculo, pero el hecho de que Max estuviera dentro le dio un poco de confianza. Si le estuvieran mintiendo, no se encerrarían con él en un lugar tan pequeño. Así que se metió dentro y se sentó antes de que Vane también se subiera y se inclinara sobre él.
—Voy a ponerte un cinturón de seguridad, ¿de acuerdo? —mientras le hablaba, le mostró una especie de cinta. No parecía muy fuerte, pero le recordaron a las cuerdas que los médicos utilizaban para mantenerle atado sobre las mesas para hacerle pruebas. Vane debió de ver el terror en su rostro, a juzgar por lo que le dijo a continuación—. No son para retenerte, solo sirven para protegerte en el caso de que el coche se dé un golpe. Mira —nada más acabar de hablar, dio un fuerte tirón, en el cual la cinta apenas se movió un poco. Después, Vane aflojó su agarre y volvió a tirar de ella con más suavidad, de modo que el cinturón cedió fácilmente. El macho se lo abrochó a la altura del pecho con otra cinta, dejando sus brazos libres, cosa que le reportó cierta seguridad. También le mostró cómo quitárselo si quería y le entregó una bolsa antes de dedicarle una sonrisa triste—. Es tu primer viaje en coche, y va a ser un poco brusco, así que es posible que te marees. Si tienes ganas de vomitar, échalo aquí dentro, ¿de acuerdo?
Night asintió y observó cómo Vane se colocaba en el asiento de delante con el semblante serio. Que él y Max también llevaran puestos los cinturones le aseguró que no se trataba de algún tipo de trampa.
De repente, escuchó una especie de rugido y una fuerza invisible lo echó hacia atrás. Por las ventanas, pudo ver que estaban en movimiento y, aunque Vane ya le había explicado que los vehículos servían para desplazarse de un lugar a otro más rápido, no esperaba algo así. Vane se giró entonces y le tocó una rodilla. El gesto le resultó reconfortante.
—Tranquilo, no te hará daño. Te acostumbrarás a la sensación.
Night inspiró profundamente, intentando calmarse. Afortunadamente, Max empezó a preguntar a dónde iban y qué había pasado. La conversación le ayudó a distraerse de la extraña sensación que inundaba su estómago.
—Ve a la tienda de Joe, pero no te acerques demasiado. Rodéala y aparca en el extremo más alejado.
Max frunció el ceño.
—¿Una operación de vigilancia?
—Han venido los hombres que tienen a la gente de Night.
Night vio por el espejo que el macho apretaba los labios, así como escuchó cómo aferraba el objeto negro circular con más fuerza.
—¿Han estado en tu casa? —preguntó lentamente, como si le costara hablar.
—Sí, pero he logrado echarlos. Somos propietarios celosos, no nos gustan las visitas que no invitamos.
—Así que les has mostrado que vas armado.
—Eran cinco y no pensaba presentarme ante ellos sin una pistola. Afortunadamente, nuestro país es muy protector con las residencias privadas y no sospecharon nada.
—¿Qué excusa te dieron?
—Empresa privada de seguridad.
—¡Mierda!, son buenos. ¿Tenían papeles?
—Sí. No los examiné de cerca porque habrían sospechado que soy un experto en la materia, aparte de que no quería que me consideraran una amenaza para ellos, pero estoy seguro de que las documentaciones están en regla.
—O muy bien falsificadas.
—Creo que la mayoría de los guardias serán veteranos de guerra o personas que vienen de empresas de seguridad.
—¡Joder!, ¿tan bien preparados crees que están?
—Si nadie ha sospechado de ellos hasta ahora, creo que sí.
Max masculló algo que Night no pudo entender, pero intuyó que era algo parecido a una maldición. No podía seguir bien la conversación, sin embargo, el tono le hizo entender que Vane y él estaban preocupados por la aparición de esos hombres. Decidió preguntarles más tarde qué querían decir exactamente ya que, por ahora, estaban enfrascados en lo que debían hacer.
—El caso es que les he enviado a la tienda de Joe —continuó explicando Vane—, creo que irán allí a preguntar por Night, pero después, tendrán que informar a sus jefes.
Los ojos de su hermano brillaron.
—Eso significa que nos llevarán adonde tienen a los amigos de Night.
—Exacto.
—Vale, ya veo lo que quieres hacer.
—Encontrar su ubicación y, si podemos, analizaremos el edificio. Eso nos ayudará a hacernos una idea del número de personas que pueden estar allí retenidas, y eso nos dirá qué envergadura tiene esto.
—Vamos a necesitar hombres para rescatarlos.
—Eso no me preocupa, confío ciegamente en nuestra unidad. Son los únicos a los que confiaría mi vida.
—Además de nuestros hermanos.
—Era evidente que contaría con ellos —asintió Vane—. También necesitaremos más cosas, pero lo importante ahora es obtener toda la información del enemigo que podamos.
Max asintió y siguieron su recorrido en silencio. Night deseaba preguntar de qué hablaban exactamente pero ambos parecían tan concentrados en la carretera que no se atrevió a abrir la boca. Además, estaba tan ansioso por saber dónde estaba su gente que casi no podía ni pensar con claridad.
Agradeció mentalmente que el coche fuera perdiendo velocidad hasta detenerse en un lugar. Los machos se quitaron los cinturones, por lo que él también lo hizo después de un par de intentos y se aproximó a ellos.
—¿Ahora qué hacemos?
—Esperar a ver a los hombres de antes —respondió Vane—. Te están buscando, creen que te has escapado y que no tienes a nadie que te ayude, por lo que dan por hecho que estarás tan confundido por el mundo que te rodea que no tendrás el cuidado suficiente como para esconderte de otras personas. Tienen la esperanza de que alguien te haya visto, y yo les he enviado aquí. Imagino que preguntarán por ti aquí y que luego o irán a un par de sitios más o regresarán al lugar donde están sus jefes.
—¿Qué es eso?
—Un jefe es el que manda —explicó Max—, el que da las órdenes.
Night asintió.
—Los médicos eran los jefes.
—¿Los que os hacían las pruebas?
—Sí —gruñó—. ¿Crees que el lugar donde están los médicos es el mismo en el que tienen a mi gente?
Vane hizo un gesto afirmativo.
—Y si no es así, en el lugar donde están ellos tiene que haber algo que nos indique dónde están. Sea como sea, no nos iremos con las manos vacías.
—¿Qué significa eso de las manos?
—Es una expresión, significa que conseguiremos algo pase lo que pase.
Night se sintió inmensamente agradecido por lo que esos humanos estaban haciendo por él y sus compañeros. Cada vez le parecía más evidente que había encontrado por fin a buenos humanos, que se preocupaban por su especie y que realmente querían liberarla. Estaba a punto de expresar su agradecimiento cuando vio que el cuerpo de Vane se tensaba. Sus músculos se contrajeron en respuesta, preparado para protegerlo si era necesario.
—Son esos de ahí —dijo, señalando disimuladamente en una dirección.
Night miró a través del cristal y vio a tres de los cinco hombres. No encontró ni al que estaba herido ni al macho humano al que le gustaba sedar a su gente con pistolas de dardos o propinándoles descargas con un táser.
—¿Dónde está al que le has disparado y el otro macho?
—¿Has disparado a uno de ellos? —preguntó Max, sobresaltándose.
Vane frunció el ceño.
—Él intentó atacarme —respondió antes de señalar el único vehículo grande que había en el aparcamiento—. Probablemente en esa furgoneta. Si vienen con la intención de capturar a Night, necesitarán un sitio grande donde encerrarlo.
—Además de muchos sedantes —adivinó Max—. Claro, irán preparados por si uno de ellos está herido.
—En su equipo debe de haber alguien que tenga conocimientos médicos básicos.
—¿Te refieres a alguien como Dylan?
—Un enfermero militar, sí.
—¿Qué es eso? —preguntó Night.
—Un soldado que ha estudiado medicina. Entiende tanto de combate como un poco de medicina, lo suficiente para curar heridas en mitad de una batalla —dicho esto, vieron cómo los tres hombres se subían en la camioneta que había señalado Vane y arrancaron—. Bien, esta es la nuestra. Sígueles, Max, pero con cuidado. No deben saber que conocemos su verdadera identidad.
Max obedeció y fue tras ellos a cierta distancia. Night se puso el cinturón, pero procuró mantenerse cerca de Vane para poder ver mejor el vehículo en el que iban los guardias que hacían daño a su familia.
—Vane —le llamó.
—¿Sí?
—Tienes una idea para liberar a los míos, ¿verdad?
—Sí.
—¿Puedo preguntarte cuál es?
Este se giró para mirarle.
—Te lo explicaré cuando volvamos a casa, ¿de acuerdo? Antes es importante saber todo cuanto podamos sobre las personas que tienen a tu gente.
Night recordó algo que Vane le dijo.
—La información es poder.
Este asintió con aprobación.
—Bien, vas aprendiendo. Así es como los médicos os controlan, procuran que sepáis lo menos posible. —Hizo una pequeña pausa en la cual le sonrió—. Vamos a enseñarte todo cuanto podamos, y cuando liberemos a tus amigos, ellos también tendrán el mismo derecho a aprender. Solo necesitamos saber a qué nos enfrentamos y cómo combatirlo.
—No estoy seguro de lo que eso quiere decir.
Vane iba a responder cuando Max les avisó de que entraban en algo llamado polígono. Night contempló un poco impresionado los grandes edificios, muchos parecían más descuidados y bajos que los que había visto en la televisión y, no supo por qué, les dieron mala espina.
—Teníamos razón, Vane —dijo Max.
Este asintió.
—¿Qué es este sitio? —preguntó Night.
—Es un lugar lleno de almacenes y fábricas. Los almacenes sirven para guardar cosas, y las fábricas son edificios donde se fabrican todo tipo de productos. Son sitios que dan trabajo para conseguir dinero.
—El dinero es importante —recordó Night—. ¿El trabajo da dinero?
—Sí, dependiendo del trabajo, ganas más o menos dinero.
—Es mejor ganar más dinero —aventuró, asegurándose de que había comprendido lo que Vane le explicó.
Este asintió.
—Exacto —dicho esto, cogió el brazo de su hermano—. Reduce la marcha, están parando.
Max obedeció y detuvo el coche al otro lado de la calle, entre dos coches para que llamara menos la atención. Los tres miraron a través de los cristales cómo la furgoneta entraba en un gran edificio de tres pisos aparentemente abandonado desde hacía años. Max le dio un puñetazo amistoso a Vane en el hombro.
—¡Sí!, tiene que ser aquí.
—Apunta la dirección y vayamos a casa. Encontraré todos los mapas de ese lugar y los estudiaremos hasta conocerlos como la palma de nuestra mano. Entonces, trazaremos un plan y sacaremos a la gente de Night.


Nada más llegar a casa, Vane se puso a buscar planos del edificio abandonado, el cual estaban prácticamente seguros de que era la instalación en la que tenían encerrada a las personas como Night. Averiguó rápidamente que antes había sido, precisamente, una fábrica de fármacos perteneciente a una empresa fantasma que Vane, estaba totalmente convencido, pertenecía en realidad a Mercile.
Por otro lado, había enviado a Max a reconocer la zona alrededor de dicho edificio para saber si alguno de los almacenes o fábricas de alrededor estaban activos, aunque ambos sospechaban que no, por eso nadie había sospechado de una supuesta fábrica abandonada de la cual entraban y salían furgonetas.
En cuanto a Night, había aguantado bien su primer viaje en coche, aunque al salir se le notó que iba algo mareado. Ethan le echó un vistazo, pero tan solo le recomendó que se tumbara unos minutos y que después se le pasaría. Aprovecharon ese momento para que también comiera algo. Sin embargo, no tardó mucho en volver a ponerse en pie e ir a su lado en la mesa del comedor.
—Vane —le llamó.
Levantó la vista para mirarle. Su expresión era dubitativa.
—¿Sí?
Tras unos segundos más de duda, sacó una silla y se sentó junto a él, bastante cerca. Eso estuvo a punto de arrancarle una sonrisa; Night empezaba a confiar en ellos.
—Me gustaría saber qué se te había ocurrido para liberar a mi gente.
Iba a responder cuando escuchó los pasos de Max y Ethan a sus espaldas. Se giró para mirar a su hermano, quien hizo un asentimiento.
—Hasta ahora hemos acertado; ese polígono está prácticamente abandonado. Nadie podía adivinar que Night y los demás estaban allí dentro.
Ya lo imaginaba, pero tenían que estar totalmente seguros para poder obrar con el debido cuidado. No podía permitirse cometer errores, no cuando había gente en peligro y que necesitaba su ayuda.
—¿Cuál es el próximo paso? —preguntó Ethan.
Notó que Night se inclinaba un poco para escuchar con atención. Vane sacó el objeto que llevaba guardado en el bolsillo y lo dejó sobre la mesa para que todos lo vieran; no era más grande que la palma de su mano, y parecía una especie de mosquito metálico, solo que llevaba una cámara en vez de cabeza.
—¡Guau! ¿Es un modelo nuevo? —preguntó Max, mirándolo desde todos los ángulos.
—Aún no está en el mercado, le estaba haciendo los últimos retoques antes de que Ace y yo lo anunciáramos.
—¿Qué es? —preguntó Night, también observando el objeto de cerca.
—Una cámara.
—No lo parece.
—Esa es la idea. Sirve para espiar y recoger información sin que el enemigo se dé cuenta.
Los ojos de Night brillaron de comprensión.
—¿Quieres espiar a los médicos?
Vane asintió y señaló los planos.
—Tenemos mapas del edificio, eso significa que ya sabemos cómo es por dentro; conocemos sus entradas, salidas y habitaciones. Pero todavía necesitamos averiguar cuántos guardias custodian a tu gente, por no hablar cuántos sois, porque me has dicho que no sabes cuántos hay.
—No, lo siento. ¿Eso es importante?
—Sí, porque dependiendo de cuántos seáis necesitaré más o menos hombres.
Night se echó atrás en la silla, desconfiado de repente.
—¿Otros humanos?
—No podemos hacer esto con solo dos personas, Night. En esa instalación habrá muchos guardias, y Max y yo, aunque sabemos pelear, no seremos lo bastante fuertes como para enfrentarnos a un centenar de hombres armados. Te prometo que son gente de confianza, amigos nuestros, personas a las que hemos confiado nuestras vidas y que jamás nos han traicionado.
Sus palabras parecieron calmarlo un poco, aunque seguía indeciso. Vane le sonrió.
—Es normal que no confíes en ellos porque son desconocidos, pero te doy mi palabra de que no acudiría a ellos si pensara que son un peligro para tus compañeros.
Night inspiró hondo y asintió.
—Entiendo que son muchos humanos. Os matarán si vais solos. Confío en ti.
Sus palabras significaron mucho para él. Habían pasado solo unos días desde que los conocía pero, al parecer, lo habían hecho bastante bien como para que Night confesara que tenía fe en ellos.
Solo esperaba que todo fuera bien y pudiera ser digno de ello.
—¿Deberíamos llamar a Zane y los demás? —preguntó Max, interrumpiendo sus pensamientos.
Vane hizo un gesto negativo.
—Todavía no, primero quiero tener toda la información posible sobre esos médicos. Además, creo que para Night será demasiado tener aquí a tantas personas.
Este esbozó una media sonrisa, dando a entender que así era. Por otro lado, Max abrió y cerró la boca.
—Es verdad. Perdón.
—En cuanto sepamos cómo vamos a entrar y salir de ese edificio, hablaremos con ellos y después reuniremos al resto. Además, eso nos dará más tiempo.
—¿Más tiempo?
—Para entrenar a Night. Vendrá con nosotros.
La expresión del susodicho fue de sorpresa, pero después, la alegría apareció en su rostro. Era la primera vez que le veía sonreír de esa manera, y la verdad es que se quedó un poco anonadado. Aunque su hermano Max se encargó de hacerle reaccionar.
—¿Qué? —masculló, sorprendido—. Vane, esa gente está encerrada con monstruos desalmados que los torturan todos los días, nos necesitan ahora. Y a Night le haría falta por lo menos tres años de preparación.
—No quiero que venga con nosotros por eso —replicó, mirando a su hermano—. Piénsalo un segundo, los amigos de Night… —Hizo una pausa y se giró hacia él—. Dijiste que has estado encerrado toda tu vida. ¿Con los demás ocurre lo mismo?
—Sí, al menos con los machos y hembras que he conocido. He oído que a algunos los envían a sitios nuevos, pero creo que también son como yo.
Vane asintió y volvió a dirigirse a su hermano.
—Esas personas solo han tenido contacto con gente que les ha maltratado, ¿cómo crees que reaccionarán cuando entremos armados?, pensarán que hemos ido a matarlos, no confiarán en nosotros —dicho esto, señaló a Night con la cabeza—. Pero a él le conocen. Max, lo último que necesitamos es que sus amigos nos ataquen, harán más difícil que les ayudemos.
Night volvió a acercarse a él.
—A mí me escucharán. Puede que algunos se muestren recelosos al principio, pero me creerán al verme libre y sin cadenas.
Max parpadeó y lo meditó un momento.
—La verdad es que no lo había pensado. Es una buena idea. Pero me sigue preocupando que Night no sepa defenderse.
—Tú le enseñarás mientras lo preparamos todo.
—Oye, Vane —intervino Ethan—, ¿qué pasará si hay muchas personas?
Él frunció el ceño.
—¿Te refieres a víctimas?
—Sí. Sabes que yo puedo atenderlas, pero ¿y si necesitan operación urgente?
—¿Operación? —interrogó Night, confuso.
Ethan le respondió con una mirada inquieta.
—Las operaciones son un conjunto de procedimientos médicos que se utilizan en personas gravemente heridas, algunas con riesgo de muerte. Gracias a ti me hago una idea de cómo estarán físicamente, pero me preocupa lo que le dijiste a Vane de que usan a tus amigos para que peleen entre ellos. ¿Es muy duro? ¿Ha llegado a morir alguno de ellos por esas pruebas?
Night palideció.
—Las drogas nublan nuestra mente y no reconocemos a nuestros compañeros. A los que no les drogan intentan no hacer daño, pero no siempre es posible. A otros les dan palizas hasta que no se tienen en pie, y muchas de nuestras hembras enferman por las pruebas que les hacen. ¿Te refieres a eso?
El color de la cara de Ethan se volvió tan blanco como el suyo. Se giró hacia Vane.
—Vane, necesitamos médicos y personal de enfermería. Sabes que haré todo lo que pueda por ellos, pero no puedo atender a diez personas a la vez.
—¿Hay alguien en quien confíes lo suficiente como para trabajar contigo?
—Mi hermana y algunos compañeros del trabajo. Pero si hay mucha gente, vamos a necesitar más.
Vane asintió.
—Si nos vemos obligados a contratar gente, hablaré con Shawn. Él es minucioso…
—Si son muchas personas, necesitaremos encontrar un lugar para ellos —dijo Max de repente.
Night frunció el ceño.
—¿Por qué no pueden quedarse aquí, como yo?
—Si son muchos no cabremos —respondió Vane—. Tus amigos estarán heridos y cansados, no voy a permitir que duerman en el suelo. Por lo que has dicho, muchos necesitarán camas de verdad… Merecen un poco de comodidad después de todo lo que han pasado. —Hizo una pausa y suspiró—. De todos modos, no hagamos suposiciones todavía. Mañana veremos de cuánta gente estamos hablando y empezaremos a planear un modo de entrar y salir con todas esas personas.
Todos estuvieron de acuerdo, aunque Night parecía todavía un poco desorientado. Vane le tranquilizó diciéndole que aún era pronto para trazar un plan y que esperarían a ver a qué se enfrentaban exactamente. Eso pareció calmarlo, por lo que todos regresaron a sus quehaceres. Ethan empezó a buscar a todos los médicos y enfermeros de confianza con los que había trabajado y a tener sus contactos preparados para cuando los necesitaran, Max dedicó la tarde a aprender a manejar la cámara oculta que Vane les había mostrado, la cual era un dron con la capacidad de volar, y este volvió a darle clases de lectura a Night, quien poco a poco progresaba.
Por la noche, este fue a la habitación de Vane en cuanto se aseguró de que todos estaban dormidos. Ese día había sido muy revelador para él; los guardias que habían ido a buscarle no parecían conocer de nada a Vane, y este había disparado a uno de ellos sin pensárselo dos veces. Eso le decía que el macho no estaba de su lado y, por tanto, no tenía nada que ver con los médicos.
Le había dicho la verdad.
Saber que por fin era libre y que tenía una oportunidad de salvar a su gente hizo que confiara plenamente en los humanos de aquella casa, pero sobre todo en Vane. Necesitaba decirle lo agradecido que estaba por todo lo que había hecho por él, por lo que estaba haciendo ahora por su gente.
Vio una luz tenue por la ranura de la puerta que conducía a la habitación de Vane. Llamó suavemente y se asomó un poco. El macho estaba despierto todavía y le sonrió al verle entrar; fue consciente también de la presencia de Bear, que dormía sobre una mullida cesta cerca de la cama de Vane. Al reconocerle, volvió a apoyar la cabeza en su cojín, cerró los ojos y soltó un suave resoplido.
—¿Puedo ayudarte en algo, Night? —le preguntó Vane.
Se acercó a él, momento en que se fijó en que, sobre las mantas, había unos cuantos papeles que reconoció como los planos del edificio donde estaban seguros que estaban sus hermanos. Saber que Vane los seguía estudiando le provocó un cálido sentimiento en el pecho; estaba gastando sus horas de sueño en ayudar a los suyos.
—Deberías descansar —le recomendó, un poco preocupado. Ethan le había dicho que dormir era muy importante para su salud, y no quería que Vane enfermara por su culpa.
Este hizo una mueca, pero apartó los papeles y los dejó sobre la mesa.
—Es que esto me tiene nervioso.
Night asintió, entendiendo lo que quería decir. Él también estaba nervioso, deseaba liberar a su gente ahora que sabía dónde estaban, pero también entendía que había muchos humanos allí, humanos malvados y muy peligrosos. Vane y Max no podían hacerlo solos, y no deseaba que murieran. De hecho, no estaba seguro de que Vane debiera ir; había tocado sus cicatrices, y sabía que sus heridas tuvieron que ser muy graves. Ni siquiera podía mover bien su brazo, aunque tampoco lo subestimaba. Podría haber matado a los guardias que habían ido a buscarlo si hubiera querido.
—Night, ¿necesitas algo? —le preguntó el macho de nuevo al ver que se quedaba quieto.
Avanzó hacia la cama y se sentó a su lado.
—Quería darte las gracias —Vane parpadeó, como si estuviera sorprendido. Él siguió hablando—, por lo que has hecho por mí, por lo que estás haciendo por los míos. Son… lo único que tengo, la única cosa importante para mí. Hoy he visto que no me has mentido, que no has estado jugando a alguno de los retorcidos juegos de los médicos para engañarme, manipularme o hacerme daño. Nunca pensé que conocería a un buen humano y… yo… —Un nudo en la garganta le impidió seguir hablando. La última vez que había llorado había sido cuando era un niño; cuando creció, se dio cuenta de que eso no servía para nada, nadie iría a ayudarle por escuchar sus sollozos, no ocurriría ningún milagro. Sin embargo, las emociones que tenía en su interior lo abrumaron y se agolparon en sus ojos en forma de lágrimas. Eso lo avergonzó un poco, no quería que Vane pensara que era débil.
Pero, una vez más, el macho lo sorprendió de nuevo cuando lo atrapó en un fuerte abrazo. Su gesto de consuelo y apoyo lo conmovieron profundamente.
—No tienes que darme las gracias —susurró Vane—. Haré todo lo que pueda por vosotros, Night. Lo prometo.
Le devolvió el abrazo, aunque tuvo la sensación de que, más que abrazarlo, se aferró a él como si su vida dependiera de ello; aunque a Vane no pareció importarle, ya que no intentó arrastrarse lejos de sus brazos. Eso le dio la suficiente confianza como para permitir un contacto completo con su cuerpo y enterrar la cara en su cuello; que Vane no le rechazara lo tranquilizó y se limitó a dejar que lo consolara.
También aprovechó el momento para aspirar su olor. Contuvo un gemido al percibir su aroma mezclado con el de Vane; la idea de que tuviera su olor encima le gustaba más de lo que esperaba, de hecho, deseaba marcarlo de tal forma que otros no se acercaran a él para pedirle sexo.
Ahora ya no le importaba sentirse atraído por el macho humano, de hecho, hasta sentía un poco de curiosidad. Casi sonrió al recordar cómo había reaccionado Vane a su cercanía, su olfato no le había mentido cuando había percibido su excitación en el aire. Se sentía atraído por él, y eso le dio un poco de confianza, a pesar de que no estaba seguro de cómo hacérselo saber; nunca había tenido sexo porque le gustara alguien, los médicos simplemente le habían amenazado con dejar que los guardias violaran a las hembras que él se negaba a montar. A veces, habían abusado de ellas de todas formas: las golpeaban, las inmovilizaban y luego las penetraban con el único objetivo de satisfacer sus propias necesidades, sin importar si les hacían daño. Él jamás le haría algo así a Vane, la sola idea de causarle dolor de algún modo le horrorizaba.
Decidió preguntarle a Max sobre la forma correcta de acercarse a Vane. Quería que viera que no era como esos estúpidos humanos que le habían traicionado, y que le trataría con el respeto y aprecio que merecía; sin embargo, no estaba seguro de cómo hacerlo, temía ofenderle de algún modo sin querer. Aun así, si Max le enseñaba cómo debía comportarse, estaba dispuesto a aprender por él.

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