viernes, 14 de septiembre de 2018

Quiero recordarte


Capítulo 11. Los orígenes de Kurama

Entre una cosa y otra, hablando de esto y de lo otro, se hizo tarde e Itachi, Shikamaru y Sai tuvieron que quedarse a cenar y también a dormir en casa de Naruto. Pese a que tendrían que haber discutido sus planes para Fugaku, tras saber del embarazo del rubio, Kurama decidió dejarlo para el día siguiente y usar esa noche de celebración, por lo que comieron unas deliciosas costillas que preparó el pelirrojo y estuvieron bebiendo un poco más de la cuenta, aunque los únicos que acabaron un poco contentos fueron Shikamaru y Sai, el resto permaneció ebrio, salvo Naruto, que no probó ni una pizca de alcohol.
Cuando todos fueron a sus habitaciones, sin embargo, Sasuke acostó cariñosamente a Naruto y le pidió que descansara, que él regresaría dentro de un rato ya que había una cosa que quería hacer. Después, se encaminó al despacho de Kurama, intuyendo que el empresario no se iría a dormir, no todavía. Al estar frente a la puerta, llamó suavemente y la voz grave del otro lado le dio permiso para pasar; tal y como esperaba, el pelirrojo estaba frente a su ordenador, revisando algo.
—Ah, Sasuke, ¿en qué puedo servirte?
Este cerró la puerta tras él y señaló su portátil.
—¿No es un poco tarde para trabajar?
Kurama le ofreció una sonrisa de disculpa.
—En realidad, estoy vigilando a tu padre. Sus informáticos siguen buscando como locos los archivos que supuestamente he robado.
Sasuke levantó una ceja.
—¿Supuestamente?
—Ya te lo dije en su momento, no necesito para nada los proyectos de tu empresa, no me reportarán más beneficios de los que ya tengo. Solo metí el virus para que pareciera que había habido una filtración de datos.
—Pensaba que usarías algún tipo de chantaje contra Fugaku para solucionar esto —admitió el joven Uchiha mientras tomaba asiento frente al escritorio.
Kurama le dedicó una maliciosa sonrisa.
—Oh, y pienso usarlo, pero la información que he adquirido recientemente es mucho más jugosa e importante que vuestros proyectos. Además, no quiero perjudicar a tu empresa, no sería justo, el único al que quiero ver caer es a Fugaku —dicho esto, echó un último vistazo al ordenador, como si comprobara que todo estuviera en orden—. Verás, lo primero que habrán comprobado los técnicos son los proyectos más importantes, los que tu padre sabe que le reportarán más beneficios, y de ahí, habrán ido bajando a otros archivos importantes de la empresa para luego buscar otras cosas menos significativas. Si hubiera cogido algo importante, Fugaku se habría dado cuenta enseguida porque es lo primero que habría ordenado buscar, y si hubiera sido algo pequeño, habría sospechado de que era una distracción. Mi objetivo era mantenerlo distraído durante mucho tiempo, por lo que metí un virus difícil de quitar y simplemente lo dejé ahí, sin tocar nada más, tan solo para disfrutar viendo cómo tu padre se rompía los sesos tratando de hallar una explicación razonable a lo que estaba ocurriendo.
Sasuke ladeó la cabeza, pensando en que Kurama Kyubi era inteligente de un modo maquiavélico. Shikamaru era un genio también, pero lo del pelirrojo era… distinto. Ahora empezaba a hacerse una idea sobre lo que dijo Kiba sobre él, que estaba hecho de una pasta distinta al resto de la gente.
Finalmente, el hombre cerró el portátil y le dedicó una sonrisa.
—Bueno, ¿qué venías a decirme?
El Uchiha dejó a un lado sus inquietantes pensamientos sobre este misterioso empresario y apartó un momento la vista.
—Solo… quería darte las gracias —dijo, esta vez mirándole con decisión y, también, con un profundo agradecimiento—. Por proteger a Naruto durante tanto tiempo, por haber planeado todo esto para que volviéramos a estar juntos. Me da miedo pensar en lo que podría haberle hecho mi padre si tú no le hubieras ayudado y estado pendiente de él. También creo que tal vez no le hubiera vuelto a ver.
Kurama entrecerró los ojos.
—Yo no estoy tan seguro. Conozco bien a Naruto, sé que la culpa habría acabado ahogándolo con el tiempo y que habría intentado ponerse en contacto contigo en algún momento. Ya te ha contado que estuvo a punto de hacerlo; si no hubiera sido por ese hombre que lo encontró, os habrías reunido hace un año.
—¿Qué hiciste con él? —preguntó Sasuke con curiosidad.
El pelirrojo se puso serio cuando le dijo:
—Lo maté.
El Uchiha ni se inmutó, solamente asintió.
—Bien.
—¿No te afecta?
—Amenazó a mi hijo, y a juzgar por el resto de fotos que le envió a Naruto, también a mi familia y a mis amigos. Me siento aliviado al saber que ya no es un peligro.
Kurama lo observó durante un largo momento antes de levantarse y dirigirse a las dos sillas que había frente al escritorio, ofreciéndole una a Sasuke.
—Siéntate conmigo. Hay algo que quiero contarte.
Intrigado, el joven obedeció y tomó asiento.
—¿De qué se trata?
El pelirrojo se miró un momento las manos antes de volver a observar a Sasuke.
—Nunca me has preguntado… por qué ayudo a Naruto.
El Uchiha entendió rápidamente a qué se refería.
—No me debes ninguna explicación.
—He visto cómo me han mirado todos cuando he abrazado a Naruto. Sé la impresión que dio y quería disculparme en el caso de que te hubiera ofendido.
Este bajó la mirada, sonriendo un tanto divertido.
—¿Cómo voy a sentir celos del hermano de Naruto?
Kurama ladeó la cabeza, interesado.
—Ah… ¿Lo sabías?
—A medida que iba recordando, fui encajando las piezas. Eres su hermano mayor.
El hombre curvó los labios hacia arriba con amargura.
—Solo adoptivo… pero probablemente lo sabías también. —Hizo una pausa mientras se levantaba e iba al minibar que tenía junto al escritorio, de donde sacó dos copas y una botella de whisky—. Imagino que tú y la señorita Haruno me investigasteis antes de venir aquí a negociar conmigo —añadió mientras servía los vasos y le tendía uno a Sasuke.
—Vimos que creciste en un orfanato —asintió el Uchiha—. Supongo que te adoptaron los padres de Naruto.
Kurama hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se quedó mirando el vaso, esta vez sin un asomo de sonrisa. Su rostro se había vuelto sombrío mientras le daba vueltas a algo en silencio.
—Dime una cosa, Sasuke, ¿has oído hablar de una organización llamada Akatsuki?
Este frunció el ceño.
—¿Esa secta religiosa?
El pelirrojo contuvo una carcajada.
—Ah, eso fue lo que dijeron los medios… lo que les dijimos a los medios para evitar que cundiera el pánico —dijo, atrayendo inmediatamente la atención del Uchiha, pero Kurama tenía la vista perdida en su vaso—. Akatsuki… Un gran grupo de fanáticos religiosos que supuestamente chantajeaban a los ricos con tal de conseguir dinero suficiente para armar un ejército que impusiera por la fuerza la verdadera fe… —Esta vez, soltó una carcajada llena de ironía—. La verdad es más oscura. Detrás de ese enorme grupo, había una pequeña banda de empresarios que habían empezado a ganar mucho dinero con asuntos turbios: contrabando de armas, drogas, tráfico humano… Pero todo ese dinero tiene que estar justificado y, como ya sabrás, no pueden etiquetarlo como beneficios de la empresa porque está todo registrado y alguien que entienda de números podría descubrir fácilmente que tanto dinero no puede salir de cualquier parte. Entonces, ¿qué hacen?
Sasuke frunció el ceño.
—Tendrían que ponerlo en una cuenta que no esté a su nombre.
—Exacto, así que recurren a hacer asociaciones con otras empresas. Ya sabes cómo funciona, lo has visto en tu empresa; dos grandes negocios se hacen socios e invierten dinero el uno en el otro, pero para eso, se necesitan datos bancarios para hacer las trasferencias. Los Akatsuki, una vez conseguían esos datos, los empleaban para crear cuentas nuevas donde poder transferir el dinero sucio, y eso estando a nombre de aquellos que no estaban dentro de la organización.
El joven Uchiha se llevó una mano a la cabeza.
—De esa forma, si alguien descubre el dinero, incriminan a los inocentes y ellos salen de rositas. Joder —maldijo.
—Exacto.
—Pero, ¿qué pintan los fanáticos en esto?
Kurama se inclinó hacia él.
—Piénsalo por un momento: si eres una persona con mucho dinero y poder y convences a los religiosos de que estás seguro de que todos juntos podemos crear un mundo limpio y puro según sus creencias, ellos te seguirán porque eres quien más recursos tiene. ¿Y cómo empiezas creando ese mundo?, consiguiendo que otra gente igual de poderosa se una a ti.
—Otros empresarios millonarios —adivinó Sasuke.
El pelirrojo asintió.
—¿Qué haces con aquellos que no necesitan una asociación contigo? ¿O con los políticos? ¿O con la gente de las altas esferas en servicios militares o de inteligencia? A muchos les sobra el dinero, por eso utilizaron a los fanáticos, para emplear… otros… recursos. —Kurama parecía incómodo mientras decía esto. Al final, soltó un suspiro—. Su método favorito era encontrar al miembro más débil de su familia, jóvenes estúpidos e impulsivos… que se dejaban seducir por las fanáticas.
Sasuke lo miró sin comprender.
—¿Qué?
—Coge a un chico de quince años virgen, dale una mujer hermosa que se deje tocar y lo tendrás comiendo de tu mano. Luego solo es cuestión de que la naturaleza siga su curso.
El joven no estaba totalmente seguro de haber entendido bien.
—Me estás diciendo… ¿que se quedaban embarazadas?
Kurama asintió, apretando los puños.
—Los niños son la mejor baza para el chantaje, como habrás podido comprobar con Naruto. Verás, en esta situación, pueden pasar dos cosas: o la familia teme por el bebé y acepta la asociación a cambio de que Akatsuki lo entregue para su custodia completa, o estos chantajean a la familia con sacar a relucir el jugoso escándalo de que su hijo adolescente ha tenido una aventura con una mujer notablemente mayor y la ha dejado embarazada.
—¿No es posible acusarlas de pederastia?
El empresario hizo una mueca.
—Es muy difícil hacer eso cuando los chicos de quince y dieciséis años aparecen en los vídeos riendo con las mujeres y haciéndoles todo tipo de guarradas.
Sasuke arrugó la nariz.
—Mierda. Son buenos.
—Por eso los Akatsuki estuvieron activos durante décadas, hasta hace dos años no pudieron ser detenidos. De hecho, tu familia estuvo a punto de ser una víctima.
Eso lo dejó confundido durante unos segundos, antes de comprender realmente lo que quería decir y abrió los ojos como platos.
—¿Qué?
—Orochimaru Hebi.
… Por un instante, fue incapaz de pensar. Era cierto que, desde el momento en el que se conocieron, había detestado a ese hombre. Había algo en él que le decía que no era de fiar, aparte del hecho de que su padre lo hubiera obligado a comprometerse con su hija. Sin embargo, nunca se le había pasado por la cabeza que pudiera ser un criminal… ni que estuviera usando a su familia para negocios sucios.
Kurama le tocó una rodilla.
—Tranquilo, fuiste listo al cancelar ese matrimonio.
—¿Era un fanático? —preguntó Sasuke, apretando los puños. Joder, su padre podría haber condenado a su familia. Si no fuera porque Naruto estuvo allí para ayudarle a romper el compromiso…
—No. Él era uno de los empresarios que se aprovechaba de ellos, un alto cargo.
—¿Qué hay de su hija? ¿Lo sabía? —inquirió, todavía iracundo.
—No, no estaba metida en esas cosas. De hecho, la empresa pasó a ser de su propiedad cuando Orochimaru fue apresado. No le interesaba mucho, así que la acabó vendiendo al mejor postor en cuanto tuvo la ocasión.
Sasuke recordó cómo su padre intentó prometerlo con ella de nuevo tras el accidente. Ahora le venía a la cabeza que mencionó algo de que, si se casaba con esa mujer, les vendería la empresa de su padre… Sin embargo, si Orochimaru fue llevado a prisión, la empresa caería en picado, su valor se habría quedado en nada.
—¿Por qué su empresa no cayó en bancarrota?
Kurama le dio un sorbo al whisky e hizo un movimiento negativo con la cabeza.
—A lo largo de los años, los empresarios de Akatsuki habían hecho asociaciones o chantajeado a prácticamente todos los millonarios o personas influyentes de Japón. De haber hecho público todo esto, la economía del país habría caído en picado y provocado tal crisis que nos habría sumido a todos en la pobreza. Los extranjeros no quieren negociar con gente que se relaciona con criminales como Akatsuki, del mismo modo que los japoneses no habrían querido saber nada de esas empresas, les habrían dado de lado y habrían dejado de consumir sus propios productos nacionales. Era demasiado peligroso, por eso ocultamos esa información y vendimos la historia de la secta religiosa. A los empresarios de Akatsuki los acusamos de fraude fiscal ante los medios de comunicación, pero luego fueron juzgados por sus crímenes reales. —El pelirrojo entrecerró los ojos—. Dicen que la verdad duele, pero en esta ocasión, nos habría destruido a todos, por eso tuvimos que mentir.
A esas alturas, Sasuke se había dado cuenta de que Kurama hablaba como si él hubiera formado parte de la operación en la que los Akatsuki fueron capturados. Si tenía que ser sincero, no le sorprendía demasiado; recordaba el día en que Naruto le confesó que su hermano mayor tuvo que aceptar la oferta de unos hombres trajeados para ganar dinero suficiente para que ellos pudieran vivir, ya que sus padres no ganaban mucho dinero y, por tanto, al morir no pudieron dejarles demasiadas cosas. También le había dicho que sospechaba que tenía que ver con algún servicio de inteligencia, ya que Kurama tenía el coeficiente intelectual de un genio, pero nunca supo exactamente qué hacía.
Ahora ya tenía claro que estuvo involucrado en la detención de los Akatsuki.
Sin embargo, no entendía por qué estaban hablando de eso o qué relación tenía con Naruto.
—¿Por qué me cuentas esto? —preguntó finalmente.
Kurama inspiró hondo y lo miró a los ojos con seriedad.
—Porque mi padre biológico también fue víctima de Akatsuki.
Sasuke tardó cinco segundos en entenderlo. Tragó saliva.
—Tu madre… —empezó, pero se calló antes de decir el resto. No podía hacerlo.
El pelirrojo suspiró con pesar.
—Sí, era una de las fanáticas religiosas. El líder de Akatsuki era su amante y la engañó para que le ayudara con los peces gordos de Japón. Uno de ellos era mi abuelo que, casualmente, tenía un joven hijo que no hacía mucho que había entrado en la pubertad.
El joven Uchiha hizo un gesto negativo con la cabeza y se levantó con brusquedad.
—No tienes que contarme esto, Kurama.
Este se inclinó.
—No, pero quiero hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque quiero que entiendas por qué Naruto es tan importante para mí. Ya sabes que la mayoría de la gente de aquí no sabe que es mi hermano pequeño, y soy consciente de que muchos encuentran extraña mi relación con él pero no me importa. Lo que digan de mí me da igual, pero lo que tú pienses sobre nosotros no me es indiferente.
—¿Por qué no?
—Porque le quieres. No quiero que pienses, jamás, que todo lo que hago por él, que las cosas que soy capaz de hacer por él, sea por algo que vaya más allá del amor fraternal. Naruto y yo no somos hermanos de sangre, no sería imposible que pudiera haber algo entre nosotros, pero eso nunca sucederá, y quiero que lo tengas muy claro. —Sus ojos se volvieron fieros—. No me gustaría que un día discutierais por mi culpa. Naruto me ve como a su hermano y sé que no me daría nunca de lado, después de todo, somos familia y para él no hay nada más importante que eso. No quisiera que le hicieras elegir entre tú o yo.
Sasuke apretó los labios.
—Yo nunca le pediría eso.
—Los celos son peligrosos. Soy un hombre cauto, como ya habrás comprobado, y prefiero ahorrarme esa discusión en el caso de que llegara a suceder —dicho esto, señaló la silla con la mano—. Por favor, siéntate y permíteme que te lo explique todo.
El otro hombre seguía pensando que no era necesario; sabía que Naruto le amaba y que veía a Kurama como a un hermano, dudaba que pudiera sentirse celoso algún día de esa relación, pero si él se sentía más tranquilo contándole su historia, entonces le prestaría atención. Después de todo, gracias a él había podido reunirse con su rubio, le debía mucho y estaba dispuesto a devolverle el favor como fuera.
Antes de empezar a hablar, el pelirrojo le dio un buen trago al whisky. A Sasuke le dolía ver lo difícil que era para él contarle de dónde provenía, pero permaneció en silencio y fue muy paciente mientras esperaba a que Kurama hablara.
—Me ahorraré los detalles escabrosos. Lo único que tienes que saber es que mi padre, con quince años y siendo hijo de un hombre muy importante en las altas esferas políticas, tenía mucha presión encima para llegar tan lejos como mi abuelo. Creo que te haces una idea de cómo es eso.
Sasuke esbozó una media sonrisa amarga.
—Me recuerda a alguien.
Kurama se la devolvió, pero no tardó en ponerse serio.
—El caso es que mi madre era una mujer hermosa y seductora, tiene… —Se estremeció un poco—. Tiene la clase de cuerpo con el que todo adolescente fantasea, dejémoslo así. No fue muy difícil seducir a mi padre y hacer que permaneciera a su lado durante un tiempo; ella fingía interés romántico por él y lo consolaba cuando estaba estresado por la situación familiar. La cosa se jodió para él cuando se quedó embarazada; lo amenazó con hacerme daño si no colaboraba con ella, le dijo que debía encontrar la forma de hacer que mi abuelo se asociara con Akatsuki. —Hizo una pausa en la que cerró los ojos, con el rostro crispado por la tristeza—. Mi padre fue un idiota al caer en su trampa pero, al menos, se preocupó por impedir que me hiciera daño. Acordó ayudar a su organización a cambio de entregarme sano y salvo.
—¿Akatsuki cumplió?
—Mi padre cometió errores de adolescente, pero una vez vio en lo que se había metido, no fue tan estúpido como para darles lo que quería sin tener garantías de que yo estaría bien. Dijo que no pondría a Akatsuki en contacto con mi abuelo hasta que yo hubiera nacido y estuviera en sus manos, no antes. Temía que mi madre abortara una vez tuviera lo que quería.
—Eso fue inteligente.
—Sí, pero las cosas se complicaron cuando nací. —Hizo otra pausa y bebió otro trago de whisky, dejando el vaso vacío. Luego se frotó las manos, un tanto nervioso, antes de mirarlo a los ojos de nuevo—. Cuando nos conocimos, te diste cuenta de que mi aspecto no es… habitual.
Él asintió.
—Las marcas de tu cara y tus ojos.
—Sí… Cuando nací ya tenía esos rasgos, además de una pelusilla roja en la cabeza. Mi madre, siendo una fanática religiosa y desconociendo que la estaban utilizando para encubrir crímenes y ganar más dinero, no tuvo en cuenta para nada los intereses de su líder. El día en que nací, solo estaban ella, mi padre y la partera, en la habitación de un motel barato. El plan de mi padre era cogerme y llevarme con él en un coche que le estaba esperando abajo, no tenía intención de cumplir su parte hasta que estuviera seguro de que yo estaría a salvo. Pero las cosas salieron mal cuando mi madre vio que tenía el pelo y los ojos del color de la sangre y unas marcas de nacimiento que parecían ser arañazos de algún animal. Decía que el Diablo me había marcado y que no debía vivir, que solo traería desgracia, y estuvo a punto de estrangularme allí mismo. Mi padre, al darse cuenta de lo que ocurría, me arrebató de sus brazos, golpeó a la partera y se fue corriendo hasta el coche.
Esta vez, fue el turno de Sasuke para darle un buen trago a su vaso de whisky. No quería beber más alcohol por esa noche pero, joder, lo necesitaba en ese momento. No le cabía en la cabeza como una mujer, aunque estuviera envenenada por ideas religiosas extremistas, podía intentar matar a su propio hijo de un modo tan horrible nada más haber nacido.
Kurama se sirvió otro vaso de licor y también bebió. Era evidente que le desagradaba hablar de ello.
—La situación era distinta ahora; mi madre quería matarme independientemente de si conseguía o no contactar a mi abuelo. Mi padre sabía que el primer lugar en el que buscaría sería en alguna de sus propiedades, allá donde estuviera su familia. No podía quedarse conmigo, era peligroso para mí. Así que me dejó en el orfanato en el que me crie —dicho esto, se recostó en la silla con un suspiro, como si hubiera terminado la parte más difícil.
Sasuke le acercó el vaso de whisky y Kurama lo tomó con una pequeña sonrisa agradecida. Le dio un sorbo y luego habló con más soltura, parecía mucho más cómodo ahora.
—No puedo decir que mi estancia en el orfanato fuera agradable, los niños eran crueles conmigo. —Se tocó unos mechones de pelo—. Una vez más, mi apariencia jugó en mi contra; unos se burlaban de mí, otros me tenían miedo. Me sentía muy solo y, a medida que crecía, la cosa fue a peor, me golpeaban. Llegó un momento en que me cansé de intentar hacer amigos y de que me hicieran daño, así que aprendí a defenderme. Mientras los demás jugaban con sus amigos, yo estudiaba técnicas de defensa y entrenaba. Al final, podía devolver los golpes, incluso les ganaba cuando venían en grupo a por mí.
El moreno ladeó la cabeza.
—Cuando te investigué, las notas decían que eras un chico conflictivo.
—Y lo era. Tantos años de soledad y golpes me llenaron de furia; estaba enfadado con el mundo y descargaba mi ira contra el primero que me lanzara una mirada que no me gustara. Al final, los demás niños me tenían miedo y se apartaban más de mí, y eso alimentaba mi rabia, y una vez más me desahogaba a la más pequeña provocación, y así me quedé atascado en un círculo vicioso —dicho esto, sonrió—. Pero, entonces, apareció Minato.
—El padre de Naruto.
Kurama asintió.
—Él y Kushina llevaban mucho tiempo intentando tener un hijo sin éxito. Después de varios años de intentos fallidos que los dejaron decepcionados y frustrados, decidieron adoptar. El día en que Minato vino al orfanato, estaba buscando un niño pequeño, de uno o dos años, pero me vio a mí. —La emoción llenó sus ojos rojizos—. Me dijo que me vio muy solo y que se sintió mal por mí. Cuando le preguntó a los empleados del centro y supo por qué nadie se acercaba a mí y cómo me había afectado eso, decidió quedarse conmigo, a pesar de que yo ya tenía doce años y daba muchos problemas —dicho esto, soltó una risilla—. Fui muy rebelde al principio, no quería hacerme ilusiones y que me hirieran de nuevo, pero Kushina me metió en cintura y Minato me mostró que realmente querían ayudarme y que formara parte de su familia. Al comprender que no todo el mundo era malo conmigo, cambié; dejé de sentir rabia y, por tanto, no volví a golpear a nadie a menos que me pegaran primero, empecé a tener algunos amigos y a querer a mis padres. Por primera vez en mi vida, era feliz.
Sasuke sonrió.
—Y cuando Kushina se quedó embarazada, la cosa fue a mejor —trató de adivinar.
El pelirrojo soltó una carcajada.
—La verdad es que no. Yo odiaba a Naruto.
El Uchiha se quedó totalmente descolocado.
—¿Qué?
Kurama se rio entre dientes.
—Como muchos niños adoptados, tuve miedo de que quisieran más a Naruto que a mí. Cuando mis padres ya habían asimilado que no podrían tener hijos propios, de repente se produjo un milagro y Kushina se quedó embarazada, Naruto era su “milagro”, y eso me molestaba muchísimo —reconoció—. Aun así, no pude volver a tener la misma actitud de antes. Para entonces, ya sabía que las mujeres son vulnerables en ese estado y simplemente no podía darle la espalda a mi madre, la quería a pesar de estar convencido de que no podría quererme como antes. Así que la cuidaba cuando mi padre estaba fuera, a pesar de que, una parte de mí, deseaba que Naruto no llegara a nacer. Sé que fui cruel al pensarlo.
Sasuke no podía culparlo, comprendía lo que sentía.
—¿Y qué pasó cuando nació? ¿Seguiste odiándolo?
Kurama esbozó una tierna sonrisa.
—Me acuerdo perfectamente de ese día, de todos los detalles. Mi padre fue el primero en entrar a ver a mi madre y al bebé, yo no quería hacerlo porque no quería ver la radiante felicidad que sentirían al ver a su hijo. Luego, mi padre salió con una gran sonrisa y me dijo que entrara a ver a mi hermano, que tenía una sorpresa para mí. Pese a que todavía estaba receloso, sentí curiosidad y entré para ver al bebé. —Hizo una pequeña pausa y le dedicó una sonrisa feliz a Sasuke—. Me sorprendió ver el gran parecido que tenía Naruto con Minato, pero lo que me dejó impactado fueron las marcas de nacimiento que tenía en las mejillas. No parecían arañazos de un animal, eran marquitas finas y pequeñas, se veían adorables, pero yo solo pude pensar que eran como las mías. —Se tocó una mejilla, pasando los dedos por sus propias marcas—. Ni Minato ni Kushina tenían ese rasgo, yo era el único que poseía algo así y, a pesar de que Naruto y yo no compartíamos vínculos de sangre, también lo tenía, como si lo hubiera sacado de mí de alguna manera. En ese momento comprendí que, sea quien sea el dios que está arriba, quería que supiera que Naruto era verdaderamente mi hermano y que no debía odiarlo, sino ser su guía y protector, su familia, como Minato y Kushina habían sido la mía. Entonces ellos me dijeron que, si alguna vez les pasaba algo, yo debía cuidar de él ya que era su hijo mayor. Les juré que nunca le pasaría nada malo, que yo siempre estaría ahí para él y que haría lo que fuera para cuidarlo y protegerlo.
Sasuke tragó el nudo que tenía en la garganta. Ahora lo entendía.
—Y lo has hecho.
Kurama asintió solemnemente y se sacó una fotografía de la cartera, tendiéndosela para que la viera. En ella, salía un pequeño y alegre Naruto de unos seis años al que sostenía el joven Kurama, que tendría alrededor de dieciocho; Kushina los abrazaba a ambos con cariño y Minato tenía un brazo alrededor de la cintura de su mujer y una mano posada sobre el hombro del mayor de sus hijos en un gesto de absoluta confianza. A Sasuke la escena le produjo una mezcla de ternura y tristeza, le habría gustado conocer a los padres de su rubio.
El pelirrojo volvió a sonreír.
—Es gracioso que, después de aquello, Naruto se convirtiera en la persona más importante de mi vida cuando lo había estado maldiciendo durante nueve meses. Luego ya no quería separarme de él, y no soportaba que nadie ajeno a la familia lo tocara. —Hizo una pausa, observando con tristeza la imagen de Minato y Kushina—. No esperaba que nuestros padres murieran en un accidente. Fue duro para Naruto y para mí… pero hice lo que era necesario para garantizar que tendría un buen futuro.
Sasuke levantó la vista de la fotografía.
—Aceptaste un trabajar para el Gobierno.
El otro hombre resopló.
—¿Eso es lo que te ha dicho Naruto?
—Me dijo que no sabía qué hacías exactamente, pero que era algo gordo.
Kurama entrecerró los ojos.
—Siempre fue intuitivo, pero me alegro de que todavía no sepa lo que hacía. No sé si me perdonaría, a pesar de que entendería mis razones para hacer lo que hice.
El Uchiha se inclinó, devolviéndole la fotografía.
—¿Tan malo es?
—No te lo podrías ni imaginar.
—¿El servicio secreto? —inquirió Sasuke, un tanto impresionado.
Sin embargo, Kurama resopló.
—Si el servicio secreto fuera tan secreto, nadie lo conocería. No, Sasuke, muy pocas personas conocen la existencia de la institución en la que trabajaba… pero sí habrás oído hablar de gente como yo, aquellos que hacemos los trabajos que nadie quiere hacer.
Sasuke comprendió rápidamente y tragó saliva.
—El trabajo sucio.
—Hay cosas que deben hacerse por el país, cosas horribles que la gente no quiere oír. Incluso el servicio secreto debe responder ante el mundo… pero nosotros no —musitó Kurama—. El día del funeral de mis padres, vinieron dos hombres de esa institución y me ofrecieron un trabajo… y mucho dinero. En aquel entonces, yo había empezado mi empresa con mis otros ocho socios, pero todavía estábamos haciendo investigación y éramos muy poca cosa, no íbamos a ganar dinero por ahora. Acepté por Naruto, para que pudiera estudiar lo que quisiera y no tuviera que preocuparse por nada. —Hizo una pausa en la que miró a Sasuke con intensidad—. No me siento orgulloso de muchas de las cosas que hice mientras estaba allí, y no pasa un solo día sin que piense en que, algún día, pagaré por ellas. Pero no me arrepiento, cumplí mi promesa de cuidar a mi hermano sin importar el coste, aunque significara vender mi alma.
El joven bajó los ojos, meditando. Kurama adivinó fácilmente sus pensamientos y esbozó una leve sonrisa que no le llegó a los ojos.
—No sabes qué pensar sobre mí.
—Entiendo que, a veces, se tienen que hacer cosas que no se quieren hacer por el bien del país, y comprendo que las hiciste por Naruto. Pero no sé cómo sentirme.
—Todos nos hemos criado con una ética y una moral: el fin no justifica los medios. Sin embargo, la gente es necia si cree que hay cosas que pueden conseguirse sin sangre de por medio. —Kurama parecía querer decir algo más, pero se calló en el último momento—. Me estoy desviando del tema. No me importa si me desprecias por las cosas que he hecho, puedo entenderlo y no te lo reprocharé, pero ten presente que siempre puedes contar conmigo para proteger a Naruto.
Puede que Sasuke no supiera cómo sentirse respecto al oscuro pasado de Kurama, pero no se lo echaba en cara; la lógica le decía que tenía razón y, de todos modos, sabía que todo cuanto hacía era para que a su hermano no le faltara de nada. Además, probablemente gracias al tiempo que estuvo en esa institución pudo evadir a Fugaku y mantenerlo protegido de él.
Entonces, reparó en una cosa.
—Kurama, ¿sigues trabajando para… ellos?
Este se acomodó en la silla de nuevo e hizo un gesto despreocupado con la mano.
—No desde hace dos años. Yo fui el agente principal que desmanteló a Akatsuki, el que se dio cuenta de que era algo más que un preocupante conflicto religioso y capturó a todos los empresarios que estaban detrás de aquello. Además, gracias a esa investigación pude descubrir mi pasado y encontrar a mi padre.
Sasuke ladeó la cabeza.
—Entonces, ¿hablaste con él?
—Sí —dicho esto, frunció levemente el ceño—. Fue un reencuentro extraño, no muy emotivo, pero al menos nos pusimos al día y decidimos la relación que quería tener. Él lamentaba no haber sido un padre para mí y, a pesar de que yo ya era adulto, deseaba actuar como tal: me dio el dinero que necesitaba para empezar a levantar mi empresa, fue el primero en invertir en ella y, gracias a él, pude dejar la institución sin sufrir represalias —dicho esto, hizo una mueca—. Supongo que te haces una idea de por qué es tan difícil salir de allí.
Sasuke se la hacía, es más, la tenía bastante clara.
—Aparte de que conocías la existencia de una organización secreta que se supone que no existe, imagino que tendrías demasiada información valiosa.
Kurama asintió.
—Por suerte, mi padre está en las esferas más altas, aunque reconozco que incluso sin su ayuda me las podría haber arreglado para salir de allí —al decir esto, se encogió de hombros—, me escogieron porque soy extremadamente inteligente, y se me da bien el chantaje. Sabía cómo destruirlos con un solo golpe, habría bastado con contactar con las personas adecuadas. Pero con la ayuda de mi padre, la solución era más pacífica y me ahorraba el tener enemigos pegados a mi espalda. Fue lo mejor dejar que él se hiciera cargo. —Hizo una pausa en la cual esbozó una sonrisa divertida—. Por cierto, ¿recuerdas a Kakashi?
El otro hombre asintió.
—Sí, ¿por qué?
—Él trabajaba para mi padre, era parte de su equipo de seguridad. —Sasuke se quedó con la boca abierta—. Antes de que yo consiguiera pruebas contra Akatsuki, le pedí que dejara a alguien de confianza cerca de Naruto, así me quedaba yo más tranquilo. ¿Sabes?, mi hermano no lo conoce en persona, pero mi padre le tiene simpatía. Le gustaría conocerlo algún día.
—¿Naruto no sabe nada de esto?
El pelirrojo negó con la cabeza.
—No, pero no es porque me avergüence, sencillamente no quería que volviera a estar involucrado con Akatsuki.
Esas palabras lo dejaron confundido.
—¿Cómo que involucrado con Akatsuki? —De repente, intuyó lo que ocurría y palideció—. ¿Te descubrieron y fueron a por él?
Kurama lo miró a los ojos con seriedad.
—Tú estabas allí cuando ocurrió. ¿Lo recuerdas?
Sasuke frunció el ceño, sin comprender cuándo…
Espera.
Levantó la vista hacia el empresario, sin poder creerlo.
—La mujer que atacó a Naruto hace dos años.
El otro hombre asintió con gravedad.
—Sé que Naruto te ayudó a cancelar tu compromiso con Orochimaru, estuvo esa noche allí. Hubo un instante en el que se cruzaron, ¿no es así?
Sasuke se tensó al recordar el momento en el que ambos salieron por la puerta del restaurante y aquella sabandija se quedó mirando al rubio de una forma que no le había gustado en absoluto.
Pero ahora que sabía que ese hombre estaba en Akatsuki…
Fue el turno de Kurama para tenderle el vaso de whisky, que Sasuke se terminó de un trago.
—Orochimaru tenía constancia de mi nacimiento, era evidente que los dirigentes de la organización querían saber por qué demonios no habían conseguido atrapar a mi padre cuando habían tenido a un hijo suyo en su poder, y todos conocían mi descripción. Puede que Naruto y yo no seamos hermanos de sangre, pero somos extrañamente muy parecidos, sobre todo por las marcas, el tono de piel y la forma de nuestro cabello. Lo investigaron. —Kurama apretó los puños con fuerza, convirtiendo su expresión en la personificación de la furia—. Yo fui cuidadoso al ocultar nuestro parentesco, pero no podía borrar nuestra infancia en Kioto y los muy cabrones encontraron fotos nuestras en el colegio al que fue Naruto. Me descubrieron, y decidieron vengarse; por supuesto, no dieron conmigo, pero podían hacer daño a mi hermano.
—Y enviaron a una de sus fanáticas —adivinó Sasuke, también furioso porque su doncel podría haber muerto con esa herida.
Los rasgos de Kurama se ensombrecieron.
—No era una fanática cualquiera. Era mi madre.
… Se hizo un tenso silencio en la estancia, tan solo interrumpido por el pelirrojo cuando cogió la botella de whisky y les sirvió a ambos otro vaso. Mientras tanto, Sasuke había clavado los dedos en los reposabrazos de la silla, tratando de asimilar lo que acababa de oír… pero era difícil.
—Le dijeron que Naruto era hijo mío. Un poco difícil dada la edad que teníamos ambos… pero mi madre no estaba bien. Entre que se crio en un entorno extremadamente religioso, por lo que ya tenía lavado el cerebro, y las mentiras que le contaron los Akatsuki, ya no se cuestionaba nada, solo obedecía y actuaba según los retorcidos ideales que tenía en su cabeza. Solo fue a buscar a Naruto para matarlo, como ya viste.
Sasuke cerró los ojos con fuerza, en parte sintiéndose mal por esa mujer, ya que en el fondo no era más que una víctima de su entorno, de la gente que había estado cerca de ella a lo largo de su vida.
—¿Qué fue de ella?
Kurama apretó los labios.
—Gracias a ella encontré a los Akatsuki y fui directo a por ellos. Naruto era lo único que me quedaba, no iba a permitir que se salieran con la suya después de eso. Fueron detenidos durante una reunión secreta con los líderes religiosos de los fanáticos, muchos murieron en la redada, el resto fueron capturados. —Bajó la vista hacia su vaso, perdido en un recuerdo—. Mi madre estaba allí, por supuesto, junto a su líder, al que yo mismo maté cuando intentó sacar una pistola. Ella me vio y me reconoció. Los que no habían muerto se estaban rindiendo, pero ella me miró con odio y cogió el arma de su amante. Le disparé seis veces —dicho esto, alzó la mirada hacia Sasuke—. Podría simplemente haberle herido un hombro, o una pierna, ella no sabía usar una pistola, lo supe por cómo la cogía. Pero no lo hice. Mi hermano podría haber muerto por su culpa, detestaba la idea de que estuviera viva, encerrada en una celda de la que podía escapar, a pesar de que era improbable, y regresara para terminar lo que había empezado con tal de vengarse de mí. Le disparé seis veces porque quería estar seguro de que muriera. Fue un asesinato.
Kurama desvió la vista para beber otra vez, y Sasuke pudo por fin respirar de nuevo. Estaba tan concentrado e impactado a la vez que no se había dado cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Siguiendo el ejemplo del pelirrojo, bebió un sorbo del licor, esperando que eso pudiera, de algún modo, devolverle un poco de calma.
Pensándolo fríamente, no se sentía amenazado en absoluto por el otro hombre y, siendo totalmente sincero… no lo juzgaba por las cosas que había hecho. Ahora comprendía que alguien como él, con una infancia dura y solitaria, habría hecho lo que fuera por su familia… por lo que había quedado de ella, Naruto. Sasuke lo amaba, lo quería más que a nadie en el mundo junto a Saki y al hijo que esperaban, y estaba agradecido porque Kurama siempre le hubiera cuidado y protegido, sin importarle el precio que tuviera que pagar, sin importarle ensuciarse las manos de sangre.
—¿Fue difícil para ti? —preguntó finalmente.
—¿Matar a mi madre? —El ex agente lo meditó un momento—. Lo cierto es que no, no me quitó el sueño, la verdad. Para mí, esa mujer no era otra cosa que una amenaza para Naruto, fue un alivio quitarla de en medio, por cruel que suene —dicho esto, miró al joven Uchiha con seriedad—. Los padres no son aquellos que nos concibieron, son los que han velado por nosotros, los que nos cuidan, los que nos protegen. Teniendo en cuenta cómo es tu padre, creo que puedes entenderlo.
Sasuke tuvo que darle la razón. Él mejor que nadie sabía que los padres biológicos no siempre eran la mejor opción, especialmente si ni tan siquiera se molestaban en criarte o en prestarte un mínimo de atención. Su madre y su hermano eran la única familia real que había tenido y, aunque al principio no quiso aceptarlo e hizo todo lo posible por ganarse su afecto, su padre jamás había formado parte de ella.
—Lo entiendo —dijo, levantando la vista—. Tus padres fueron Minato y Kushina.
Kurama asintió.
—Aprecio todo lo que mi padre ha hecho por mí, desde salvarme la vida cuando nací hasta cuidar de Naruto por mí. Pero nuestra relación es distinta, y él lo acepta y lo comprende. Sabe que, para mí, mis padres siempre serán los que me recogieron del orfanato, igual que Naruto siempre será mi hermano pequeño. —Hizo una pausa, recostándose de nuevo en la silla con un suspiro—. Creo que ya he dejado bastante clara mi postura. No espero que apruebes lo que hice…
Sasuke le interrumpió tocándole un brazo.
—Kurama, da igual. Entiendo las cosas que hiciste, y lo único que me importa es que tanto Naruto como mi hijo han estado a salvo. —Le tendió la mano—. Gracias.
El otro hombre se la estrechó.
—Nunca me des las gracias por eso.
Después, ambos dieron por zanjada la conversación y Sasuke se dirigió a la puerta mientras que Kurama terminaba de recoger el ordenador para marcharse a dormir. Sin embargo, antes de abrir la puerta, el Uchiha se dio la vuelta y le preguntó:
—Si Naruto hubiera acudido a ti hace dos años y te hubiera hablado de lo que hizo mi padre, ¿le habrías matado?
—Sí —respondió Kurama sin vacilar—. Supongo que por eso Naruto no me dijo nada. Puede que no sepa lo que hacía antes, pero no es tonto y me conoce bien, sabe que hice cosas que me desagradaban, lo más seguro es que sospeche que tuve que matar y, por mucho que odie a Fugaku por amenazar a su hijo… no es la clase de persona que ordenaría matar a alguien. No podría vivir con eso —dicho esto, suspiró—. También creo que lo hizo por mí. Las veces en que iba a ver a Naruto mientras estuve en esa institución, sufría pesadillas y paranoia, y él lo veía. Probablemente pensó que si me lo contaba y yo volvía a hacer las mismas cosas que antes, lo pasaría mal.
Sasuke asintió, comprendiéndolo, e hizo amago de salir pero, esta vez, fue Kurama quien lo detuvo.
—¿Te molesta que haya pensado en matar a tu padre?
El joven se volvió y lo miró con seriedad.
—Si llega el día en que creas que la única forma de evitar que Fugaku haga daño a Naruto o mis hijos es matándole, no te guardaré rencor —dicho esto, salió finalmente del despacho y se encaminó hacia el salón. Esa noche iba a dormir con Naruto, obviamente, pero antes de ir a su habitación quería meditar un momento sobre la conversación que acababa de tener con Kurama.
Una vez estuvo en la planta baja, vio a Kiba y a Tsume, los cuales le miraron durante un segundo antes de volver a apoyar la cabeza en el suelo para volver a dormir. Por otra parte, él se sentó en el sofá y echó la cabeza hacia atrás, reflexionando.
Realmente, no había mentido; entendía que Kurama hubiera preferido trabajar para esa extraña gente antes que dejar que Naruto se quedara en la calle. Probablemente él también lo habría hecho, aunque intuía que el pelirrojo tenía lo que se debía tener para trabajar en esas cosas, en cambio, él… no estaba seguro de haber podido soportarlo. Como había dicho Kurama no hacía mucho, él no era la clase de hombre que golpeaba a una mujer indefensa, mientras que en ese trabajo se habría visto obligado a matar, incluso a hacer ejecuciones.
Después de todo, ese era el trabajo sucio. Kurama tenía razón, era estúpido creer que la estabilidad de un país podía mantenerse sin mancharse las manos de sangre. No era justo, pero había muchas cosas que no lo eran. Antiguamente las mujeres habían sido consideradas el sexo débil porque era conveniente, a los donceles los masacraron por ser hermafroditas, miles de civiles murieron en las guerras por bombardeos, los soldados eran asesinados por algo que habían provocado unos pocos, y había países que vivían en la miseria mientras que un pequeño grupo vivía como reyes.
Se hacían cambios con el tiempo, era cierto, pero el proceso era muy lento. El caso de las mujeres y los donceles era un ejemplo, hacía menos de cien años que habían conseguido derechos e independencia, pero incluso en Japón quedaba gente como su padre, cuya mentalidad parecía haberse quedado atascada en el pasado. Aún debía estar agradecido porque su país no estuviera muriéndose de hambre, o por vivir en paz.
No, no culpaba a Kurama por las cosas que había hecho, a pesar de que lamentaba que tuviera que vivir con ello.
También pensó en lo que había dicho de su madre. Una parte de él se había estremecido al darse cuenta de que el pelirrojo la había asesinado con frialdad, sin pensarlo, y que no le había dolido nada matarla. Pero tampoco podía reprochárselo; esa mujer intentó estrangularlo el día en que nació… Dios santo, todavía le provocaba escalofríos imaginar una escena así. Por no hablar de que intentó asesinar a Naruto, y eso era algo que no podía perdonar, así que entendía que Kurama hubiera querido asegurarse de que esa mujer trastornada no volviera a causar problemas.
Además… él mismo le había pedido que matara a su propio padre si era la única forma de mantener a Naruto y a sus hijos a salvo. Le sorprendía un poco que la vida de su padre valiera tan poco, pero… Intentó matar a Saki, y a saber lo que pensaba hacer con Naruto después.
… No. No le guardaría rencor si hacía que Fugaku Uchiha desapareciera del mapa para siempre. Nunca había formado parte de su familia, aunque fuera su padre.
Una vez más tranquilo al haber pensado en frío sobre todo lo que sabía ahora, se preguntó, por un instante, si debería compartir toda esa información con Naruto. Después de todo, Kurama era su hermano… pero…
No podía hacerlo.
Si el pelirrojo no le había contado todo eso al doncel, era porque, por el momento, no necesitaba saberlo. Entendía que eran cosas muy complicadas y que no todo el mundo sería tan comprensivo como él. Puede que Naruto pudiera aceptar la mayor parte de las cosas, pero dudaba que aprobara que hubiera asesinado a su madre a sangre fría; le habría dicho algo como que era una víctima, una mujer enferma que necesitaba cuidados y, en parte, tenía razón, pero eso no quitaba que fuera un peligro, una amenaza tanto para él como para Kurama.
Sasuke comprendía que, a pesar de con quién nos criemos, a pesar de nuestro entorno y de las personas que nos influyen, al final, es decisión nuestra escoger ese camino o no. Un camino donde una persona mata a su propio hijo o al que cree que podría ser su nieto, no es uno bueno, pero era el que ella había elegido.
Y había pagado las consecuencias.
No hablaría con Naruto. Era un tema familiar de Kurama y era decisión suya contarlo o no. Ya había hecho mucho por él al proteger a su rubio y a Saki como para traicionar la confianza que había depositado en él para confesarle su pasado.
Sintiéndose más calmado al haber tomado esa decisión, se levantó y se fue por fin a la habitación de Naruto. Había sido un día muy intenso y realmente necesitaba descansar. Además, le hacía ilusión acariciar su vientre sabiendo que su hijo crecía ahí dentro.
Una vez llegó, abrió la puerta con mucho cuidado para no despertarlo y la cerró tras él. Blue le escuchó y abrió los ojos, que relucieron en la oscuridad, pero al reconocer a su amo bajó los párpados y resopló suavemente, acomodándose en la cesta acolchada en la que dormía.
Por otro lado, Sasuke cambió su ropa por un pijama abrigado y se metió bajo las mantas para pegarse a la espalda de Naruto y abrazarlo, colocando una mano en su vientre y sonriendo tratando de imaginar cómo sería su siguiente hijo. ¿Tendría el pelo rubio? ¿Heredaría sus ojos? Personalmente, le gustaban más los de Naruto, al fin y al cabo eran los más bonitos que había visto nunca, pero le agradaba la idea de ver algún rasgo suyo en el bebé, como una mezcla del rubio y él.
Entonces, la mano del doncel cubrió la suya y la metió debajo de su camiseta de pijama para que pudiera acariciar la piel suave de su vientre. Sasuke lo besó en la mejilla y lo estrechó contra su cuerpo.
—Lo siento. ¿Te he despertado?
Naruto se dio la vuelta y se acurrucó en su pecho.
—Te estaba esperando.
El Uchiha lo abrazó con ternura y lo besó en la cabeza.
—Estás embarazado, tienes que descansar.
—Ni siquiera estoy de un mes —resopló el rubio, haciendo que Sasuke soltara una risilla.
—No importa, pienso ser sobreprotector contigo hasta que nazca el bebé. Luego, solo seré sobreprotector con él.
Naruto no pudo contener una sonrisa.
—No esperaba menos de ti —dicho esto, levantó la cabeza y le dio un beso suave en los labios—. ¿Todo bien?
—Perfecto, ahora que te tengo en mis brazos.
El rubio puso los ojos en blanco.
—Sigues siendo un romántico.
Sasuke sonrió y lo tumbó sobre su espalda antes de empezar a besarlo.
—Solo por ti.
Naruto correspondió al beso y dejó que sus lenguas se entrelazaran en una danza ya conocida y familiar. Fueron lentos y tiernos al principio, explorándose sin prisa ahora que sabían que iban a estar juntos pasara lo que pasara; el doncel acarició las anchas espaldas de su amante y el varón hundió las manos en su cabello, profundizando un poco más el beso, haciéndole el amor a su boca y a su lengua.
Entonces, empezaron a desnudarse el uno al otro, sin dejar de profesarse besos y caricias que poco a poco subían de tono, buscando los lugares más íntimos de su pareja. Sasuke fue el primero en quitarle la camiseta a Naruto y en buscar sus pezones para rodearlos con la lengua y después mordisquearlos, haciendo que el rubio arqueara la espalda y gimiera suavemente a la vez que mecía sus caderas contra las de Sasuke, provocándolo.
—Diablillo —susurró cuando elevó su cuerpo para besar a su doncel y frotarse con más firmeza contra él.
Naruto, para nada tímido, lo agarró por el culo y lo apretó contra su miembro duro, restregándose con una sonrisa traviesa.
—Siempre lo he sido —dicho esto, le mordisqueó el labio inferior y deslizó una mano por su ancha espalda, desde su trasero hacia arriba, hasta cogerle del pelo con la fuerza necesaria para poner a Sasuke a mil—. ¿Y tú? ¿No tienes alguna perversión preparada para mí?
Sasuke gruñó y le bajó los pantalones con impaciencia al mismo tiempo que atacaba su cuello sin piedad. Naruto sabía que a la mañana siguiente tendría unas bonitas marcas, pero le daba igual. Lo único que quería en ese momento era tener a ese hombre entre sus muslos.
—Tengo algo especial para ti —murmuró en su oído.
De repente, Sasuke lo levantó, sentándolo en la cama, e hizo un gesto para que se diera la vuelta. Naruto dejó que su amante lo guiara en la posición que quería que adoptara, consistente en él de rodillas sobre la cama, con las manos contra la pared para apoyarse y el trasero bien alto, con los muslos abiertos.
Miró por encima del hombro al varón, que se acababa de quitar la camiseta casi con violencia, como si no pudiera esperar para poseerlo. Eso le gustó y, queriendo provocarlo un poco más, meneó incitantemente el trasero, simulando el movimiento de la penetración.
—¿Me has puesto así por las vistas? —preguntó con voz sensual.
Sasuke se quedó un segundo contemplando sus nalgas como si fueran el plato más exquisito que hubiera visto nunca, y luego se apresuró en quitarse los pantalones y los bóxers. En pocos segundos ya estaba detrás de él, masajeando su trasero y burlándose de su entrada pasando un dedo por ella, jugando con su humedad.
Naruto soltó un gemido de impaciencia, haciendo reír a Sasuke.
—Eso te pasa por provocarme —le dijo en voz baja e incitante mientras seguía acariciándole entre las nalgas, presionando de vez en cuando su entrada como si dudara entre penetrarlo o no.
El rubio se removió por la anticipación.
—Sasuke, por favor —gimió.
El varón se apoyó sobre su cuerpo, haciendo que por poco se le escapara un suspiro. Siempre había apreciado que Sasuke fuera más alto y grande que él, le hacía sentirse seguro y protegido; no es que él fuera la clase de doncel que necesitara que un hombre le cuidara pero, a veces, sentir que estabas solo contra el mundo, como le había ocurrido al enfrentarse a Fugaku o cuando murieron sus padres y Kurama tuvo que estar lejos por trabajo, era duro. Ahora, con Sasuke a su lado, abrazándolo, no sentía que tuviera que hacer frente a las cosas solo, sino que tenía a alguien que estaría a su lado y que le ayudaría en lo que fuera.
Cuando sintió sus labios en su hombro, ascendiendo hasta su cuello, eliminó todo pensamiento coherente y se limitó a sentir. Su boca era suave mientras trazaba un camino hasta su oreja, en contraste con sus manos, que se deslizaron con ansia hasta sus muslos y los apretó con posesividad. Tuvo que gemir al sentir su deseo a través de su toque y frotó su trasero contra su miembro duro. Notó cómo el pecho de Sasuke se hinchaba y cómo aspiraba aire entrecortadamente antes de colocar la punta contra su entrada. Todo su cuerpo respondió por la anticipación.
—¿Qué me darás a cambio de esto? —le preguntó en voz baja y ronca, metiéndosela un poco más.
—Lo que quieras —jadeó Naruto.
—¿Cualquier cosa? —se aseguró con una sonrisa socarrona, lamiéndole la oreja y sujetándolo por la cintura antes de embestirle con fuerza.
—¡Sí! —gritó.
Sasuke gruñó, profundamente satisfecho por su respuesta y por sentir lo caliente y mojado que estaba su rubio.
—Shh… No puedes hacer tanto ruido —le dijo al oído con un tono totalmente lascivo y lujurioso mientras le besaba el cuello—. Recuerda que ya no puedes retractarte.
Antes de que Naruto pudiera asimilar entre la neblina de deseo lo que había dicho, Sasuke le agarró las nalgas con firmeza, clavándole los dedos, y empezó a golpear su trasero con sus caderas, haciendo que se mordiera el labio inferior, tratando de amortiguar sus gritos, aunque eso no bastaba para que los fuertes gemidos que se le escapaban de la garganta fueran perfectamente audibles para su amante, el cual jadeaba y gruñía.
Sin embargo, la cosa no terminaba ahí; dispuesto a darle el máximo placer posible, Sasuke se inclinó sobre el cuerpo del doncel, apoyando una mano en la pared, sobre la de su amante, entrelazando los dedos, mientras que la otra fue hasta sus muslos, rodeando su miembro henchido y acariciándolo sin piedad, provocando que esta vez Naruto no pudiera contener sus gritos de placer.
El sexo fue duro y desenfrenado, primitivo, pero era justo lo que ambos necesitaban tras la tensión que habían sufrido después de descubrir todas las cosas que había hecho Fugaku. Naruto fue el primero en correrse cuando Sasuke, en un momento de pasión, le mordió el cuello sin herirle; el varón tampoco tardó mucho al notar cómo la entrada del rubio se tensaba a causa del orgasmo, apretándole la polla de una forma muy erótica y haciendo que se dejara llevar junto al doncel.
Este se apartó de la pared y se recostó en el torso de Sasuke, quien lo abrazó con fuerza y lo besó tiernamente mientras lo acostaba de nuevo en la cama, temiendo que cogiera frío. Luego los limpió a ambos y se tumbó a su lado, atrayéndolo hacia su cuerpo; Naruto no se opuso y se acurrucó contra él, dándole besos en el pecho.
—¿El diablillo está satisfecho? —preguntó Sasuke con malicia.
El rubio lo miró estrechando los ojos y después sonrió.
—Por ahora.
El varón soltó una risilla y envolvió su cintura con un brazo, mientras que el otro lo dejó sobre su costado para poder acariciarle la cara.
—Ahora tienes que cumplir tu parte.
Naruto puso los ojos en blanco.
—A ver, ¿qué puede querer un pervertido como tú aparte del sexo genial?
Sasuke sonrió, divertido. Estaba deseando ver su reacción cuando se lo dijera.
—Que te cases conmigo.
Al oír eso, el doncel prácticamente saltó en la cama y lo miró con los ojos como platos. El Uchiha por poco ríe al verlo, pero se contuvo al detectar emoción en los bonitos orbes azules de Naruto, que le tocó el pecho, justo sobre su corazón.
—¿Estás seguro?
Sasuke resopló y lo estrechó contra sí.
—¿Cómo puedes preguntarme eso? Eres la persona a la que más quiero en el mundo y sé que quiero pasar el resto de mi vida contigo. —Junté su frente con la de su doncel y cerró los ojos—. Ya he perdido dos años, no quiero perder ninguno más —dicho esto, volvió a contemplar el rostro del rubio y le acarició el vientre—. Es hora de que empiece a llevar la vida que quiero, y pienso que no hay mejor forma de empezarla que casarme contigo. ¿Qué me dices?
Esta vez fue el turno de Naruto de soltar un bufido.
—Me has propuesto matrimonio después de tener sexo salvaje, ¿cómo podría decir que no a algo tan romántico?
Los dos rieron y se besaron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario