jueves, 31 de mayo de 2018

Presa del Demonio

Capítulo 6. La línea


“De un tiempo a esta parte, me cuesta tanto, tanto, tanto, me cuesta tanto no amarte.”
Ismael Serrano

Dariel no quería ir a trabajar. Cualquier cosa antes que alejarse de los cálidos brazos que lo envolvían cuando se despertó. Evar dormía plácidamente junto a él, con una de sus piernas entrelazada con las suyas. Su rostro era sereno, nunca lo había visto tan tranquilo.
Lo invadió una inesperada ola de ternura cuando hizo amago de levantarse y él se lo impidió, acurrucándose más contra él. ¿Cómo era posible que un demonio le pareciera tan irresistible?
Sonriendo, le besó en los labios hasta que Evar le respondió, ya despierto.
—Me gusta que me despiertes de esa forma —le dijo mientras lo colocaba sobre su cuerpo y recorría su espalda con ambas manos, en unas caricias lujuriosas que lo excitaron de inmediato.
El deseo que sentía por él no dejaba de sorprenderlo; era tan ardiente e intenso como íntimo. Jamás se había sentido así con ninguna otra persona.
—Lamento despertarte, pero tengo que ir a trabajar y quería avisarte.
Evar asintió y se sentó en la cama, colocándolo a horcajadas sobre él.
—Te acompaño.
—No es necesario…
—Yo también tengo que trabajar. Tengo que protegerte, ¿recuerdas?
La forma en que murmuró esas palabras le llegó a lo más hondo. Más que un trabajo, parecía que tuviera un interés especial en él, como si fuera alguien importante para él…
Sacudió la cabeza, incrédulo. ¿En qué demonios estaba pensando? Parecía una adolescente babeante por el chico más guapo del instituto, y él no era así. Nunca había deseado una relación, nunca había querido tener un vínculo tan estrecho con nadie. Y aun así, estando con Evar esos días… Se había acostumbrado a él.
Intentando apartar esos extraños sentimientos, se levantó seguido de Evar y ambos se vistieron antes de ir en la moto del demonio hasta su trabajo. Una vez frente al edificio, Dariel se detuvo y dejó escapar un largo suspiro.
Evar percibió su malestar.
—¿Ocurre algo?
—Odio mi trabajo.
El demonio frunció el ceño.
—Si las cámaras te encantan, tienes un montón en tu habitación.
—Ya, no es por eso.
—¿Entonces?
Dariel movió la cabeza de un lado a otro y fue hacia el edificio. Evar lo siguió con la cabeza ladeada y cierta inquietud. No le gustaba ver al semidiós de esa forma, con la cabeza gacha y el cuerpo tenso, en una postura sumisa que no había mostrado en ningún momento con él.
Dispuesto a descubrir lo que le sucedía, fue tras él. En el ascensor, se encontraron con April, quien tenía una enorme sonrisa de oreja a oreja a pesar de que solo había dormido un par de horas en toda la noche.
—Buenos días, chicos. ¿Qué tal anoche? —les preguntó con una sonrisa cómplice.
Dariel se sonrojó intensamente, pero en cuanto Evar le cogió la mano y le dio un ligero apretón, se relajó.
—Creo que le incomoda hablar de eso —dijo el demonio en su lugar.
April dejó escapar una risilla risueña.
—Está bien, no importa, me basta con saber que no le has hecho nada raro y pervertido.
Esta vez, Dariel esbozó una sonrisa torcida.
—Pervertido sí que fue un poco —comentó, mordaz.
Evar le respondió con una mirada traviesa.
—Pero te gustó, ¿no?
—Más de lo que esperaba.
Antes de que pudiera hacer nada por evitarlo, Evar se inclinó para darle un beso demasiado rápido para su gusto. April dejó escapar un gritito emocionado cuando el timbre del ascensor anunció que había llegado a la planta donde Dariel y April trabajaban.
El semidiós miró a April.
—¿Podrías encargarte de Evar mientras estoy en la cámara? No creo que pueda acercarse al plató.
—Claro, descuida.
Dariel asintió y se dirigió a Evar.
—Ve con ella, estaré bien.
El demonio le acarició la mano imperceptiblemente. Ese gesto cariñoso de ánimo se le clavó en lo más profundo del corazón.
April le dio unas palmaditas en el brazo.
—No dejes que te machaquen.
Dariel acogió la frase de ánimo que April le dedicaba todos los días antes de trabajar y se dirigió a la cámara, rezando por que al menos esa semana fuera un poco más soportable que la anterior.
Por otra parte, Evar siguió a la humana con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir con que le machaquen? —Su mirada se oscureció de forma amenazadora y sus músculos se tensaron al máximo—. ¿Acaso alguien va a hacerle daño?
April se giró y le dedicó una mirada llena de tristeza.
—No, normalmente nadie le hace daño, pero a la gente de aquí no les gusta Dariel.
Eso solo logró confundirlo más.
—¿Por qué motivo?
—Fíjate bien.
Evar lo hizo. De inmediato, sus poderes demoníacos percibieron la hostilidad en el ambiente. Al ser un demonio de Lucifer, reconoció de inmediato los pecados que cada uno de ellos estaba cometiendo. Las mujeres miraban a Dariel con lujuria, a pesar de que este iba vestido con su habitual camiseta de manga larga holgada y con unos pantalones de chándal de lo más horteras, además de unas zapatillas que dudaba mucho que hubieran conocido tiempos mejores.
Los hombres, en cambio, tenían envidia. Eran conscientes del deseo que sentían las mujeres por Dariel y eso despertaba unos celos intensos. Eso los estaba cegando y no veían que Dariel ignoraba a todo el mundo mientras preparaba el equipo de su cámara. Solo veían a un hombre condenadamente guapo y atractivo que intentaba hacerse el interesante, que quería acostarse con todas las mujeres allí presentes sin importarles que fueran sus hermanas, primas, novias o las chicas que les gustaban.
Evar quiso matarlos a todos. A los hombres por atreverse a tratar con tanto desprecio a Dariel y a las mujeres por intentar seducirlo.
—Los odio a todos —gruñó.
April le sonrió.
—Ya somos dos —dijo con un suspiro mientras lo guiaba a una especie de oficina con un cristal panorámico que daba al plató. Las mesas eran alargadas y estaban plagadas de ordenadores con personas que vigilaban los índices de audiencia.
Nada más entrar Evar, todas las cabezas se giraron hacia él. Los hombres apartaron rápidamente la mirada, intimidados por su imponente presencia, mientras que las mujeres se quedaron con la boca abierta.
April lo señaló con una mano.
—Este es Evar, un amigo mío. Va a quedarse aquí todo el día, así que, chicas, no le miréis demasiado, ya está cogido.
—Con ese cuerpo era de suponer —dijo una mujer bajita con gafas muy mona. Al inspeccionarla con la mirada, Evar se percató de que era una persona de buen corazón.
Bien. Un mortal menos al que quería eliminar de toda aquella maldita planta.
Todo el mundo se puso en marcha. Evar se sentó junto a April mientras vigilaba atentamente a Dariel y a todo aquel que intentara dañarle de la más mínima forma posible. Se percató de inmediato del odio que desprendía Howard York, el presentador, y de la excitación incontrolada de Megan hacia Dariel.
No supo quién de los dos le cayó peor, pero le habría encantado pedirle a Lucifer que le dejara un par de horas con ellos en el Acantilado de los Encadenados.
Cuando empezaron a grabar, Evar se tranquilizó un poco. Todo el mundo se concentró en el trabajo, y percibió el alivio de Dariel. Al parecer, esos eran los pocos momentos en los que podía disfrutar de algo de paz en su trabajo.
Bajó la vista y frunció el ceño. Había visto esos DVD o como se llamaran en casa de Dariel, todos ellos sobre viajes, culturas, animales, historia… Él no acababa de entender esas cosas, pero por lo que estaba oyendo en el plató, no tenía la sensación de que fuera eso lo que Dariel quería hacer en su vida.
Su expresión no era como cuando cocinaba o como cuando cogió su cámara el sábado para salir a grabar su entrenamiento.
Tal vez pudiera hablar con Lucifer para arreglar aquello…
No apartó la vista de él hasta que el director hizo un movimiento con el brazo y todos pararon. Vio cómo Dariel recogía rápidamente su equipo y miraba a su alrededor, como si temiera que alguien se acercara en cualquier momento.
Evar se enfureció. Nadie debería sentirse inseguro en su trabajo; no, mejor dicho, nadie tendría que hacer que otra persona se sintiera acosada.
Apretó la mandíbula cuando vio que una mujer se acercaba con una sonrisa coqueta a Dariel. Se levantó de un salto, sobresaltando a April.
—¿A dónde vas?
—A terminar con esta mierda —dijo mientras se dirigía a la salida.


Dariel rechazó la invitación de Mary de comer con ella alegando que tenía un problema estomacal bastante asqueroso. Volvió a sentir las miradas lascivas y de completo desprecio sobre él y suspiró. Sin pensárselo dos veces, y sin coger siquiera su mochila, se dirigió a la salida del plató lo más rápido que pudo, esperando evitar a todo el mundo.
Dariel.
Por poco pegó un salto al oír la voz de Evar en su cabeza. Había olvidado que también estaba allí.
¿Evar? ¿Qué ocurre?
¿Puedes salir de ahí?
Sí, ¿por qué?
Tú hazlo.
Dariel obedeció. Nada más salir, se encontró con el imponente y majestuoso demonio. Ese día llevaba puesta una fina camiseta de manga larga que se había remangado hasta los codos. Los dos primeros botones del cuello estaban desabrochados, dejando así una porción de su pecho al descubierto. Los pantalones vaqueros estaban ajustados a sus muslos y a su pecaminoso trasero, y llevaba unas botas de motero que remarcaban ese aire rebelde y salvaje que siempre lo acompañaba.
Tenía los brazos cruzados, aumentando así su postura de tío duro, y sus músculos estaban tan tensos que eran perfectamente visibles en su ajustada ropa.
Dariel no lo había visto tan sexy como hasta ese momento. Parecía un dios de la guerra, y no pudo evitar preguntarse si con una armadura estaría aún más impresionante.
Los ojos de Evar se oscurecieron cuando le preguntó:
—¿Cuánto tiempo tienes de descanso?
La pregunta lo desconcertó, pero respondió igualmente:
—Treinta minutos, pero siempre me llaman después de diez. ¿Por qué?
El demonio lo cogió de la mano y tiró de él.
—Es más que suficiente, ven.
Lo siguió sin tener la menor idea de lo que pretendía. Evar lo llevó al baño de hombres y, una vez allí, se dirigió al último compartimento, que abrió antes de meterse dentro con él.
Iba a preguntar qué diablos estaba pasando cuando Evar se apoderó de su boca. El beso fue tan ardiente y apasionado que no pudo hacer nada para resistirse. Abrió los labios y los movió contra los suyos con el mismo ardor mientras pasaba los brazos por su cuello y lo apretaba contra él.
Lo oyó gruñir cuando pasó las manos por debajo de su camiseta, acariciando su vientre y ascendiendo hasta encontrar uno de sus endurecidos pezones. Lo cogió con dos dedos y lo estimuló antes de deshacerse de su prenda, dejándolo desnudo de cintura para arriba, y atraparlo con la boca.
Dariel se arqueó al sentir cómo sus dientes le rozaban el pezón, enardeciéndolo al instante. Con un gemido, le quitó la camiseta y pasó las manos por su ancha espalda, pegándolo a él y suplicando en silencio más caricias. Evar gruñó satisfecho y centró toda su atención en su cuello. Sus manos, sin embargo, le desabrocharon el cinturón y le bajaron la cremallera.
Jadeó de placer al sentir sus dedos en los testículos. No sabía que pudiera sentir tanto placer en esa parte de su cuerpo, más aún cuando su mano rozaba levemente su miembro, endurecido por el deseo.
—Evar… —gimió contra sus labios cuando lo besó. Le necesitaba ahora mismo, necesitaba que lo hiciera suyo de una forma u otra. Jamás había querido entregarse a otra persona, pero entre los brazos de ese demonio, todo carecía de lógica.
O tal vez todo tuviera más sentido que nunca. De alguna forma, sabía que Evar jamás haría algo que él no deseara, que no le haría daño de ninguna de las maneras. Por todos los dioses, tener esa certeza hacía que quisiera darle algo que no había entregado a nadie, una parte de sí mismo que nadie conocía.
Estaba a punto de pedírselo cuando oyó la puerta del baño abrirse de golpe.
—¡Bellow!, se acabó el descanso, ven ahora mismo —gritó Michael.
Dariel hizo amago de obedecer, pero Evar lo detuvo.
Espera —le pidió mentalmente.
¿Por qué?
Confía en mí.
A pesar de que tenía sus dudas, hizo lo que Evar decía. Michael comprobó las puertas de los compartimentos hasta que dio con la que estaban. Llamó furiosamente a la puerta.
—¡Deja de hacer el vago, Bellow, vamos!
En ese momento, Evar se interpuso entre él y la puerta antes de abrirla con brusquedad y una cara de pocos amigos que asustó a Michael.
—¿Qué coño quieres? —le preguntó con un gruñido amenazador.
Michael miró a Evar y a Dariel y se sonrojó. Entonces, él fue consciente de cuál era su aspecto. Evar le había quitado la camiseta y tenía los pantalones desabrochados, además de los labios hinchados y el rostro enrojecido. Igualmente, Evar también tenía el pecho al descubierto.
Era obvio lo que habían estado haciendo Evar y él.
Michael empezó a balbucear.
—Tú… Él… Vosotros… —Los miró primero a uno y después a otro, una y otra vez. Cuando pareció asimilar lo que había interrumpido, dio un paso atrás—. Esto… Yo…
—A Dariel aún le quedan veinte minutos —dijo Evar antes de lanzarle una mirada hambrienta a su amante que no le pasó desapercibida a Michael—. Y, créeme, va a estar muy ocupado durante ese tiempo, así que no vuelvas a molestarnos hasta que tenga que trabajar —dicho esto, cerró de un portazo.
Michael se marchó casi corriendo del baño.
Dariel miró a Evar con los ojos como platos, incapaz de decir nada. El demonio le dedicó una sonrisa satisfecha.
—Ahora dejemos que el rumor se extienda. Una vez las mujeres comprendan que estás conmigo, nadie tendrá por qué molestarte, ¿verdad?
El corazón se le encogió al comprender lo que había hecho. Estaba intentando ayudarle. Había notado la forma en que lo trataba todo el mundo y había montado aquella escena para que le dejaran tranquilo.
No se había conmovido tanto su vida.
—¿Qué pasará si no funciona?
Evar esbozó una sonrisa diabólica.
—Lo haremos por las malas. Los encerraremos en la planta y le prenderemos fuego. Solo salvaremos a April, Matthew y unos pocos más.
Dariel soltó una risotada. ¿Acababa de reírse? Hacía mucho tiempo que no lo hacía, y le sentó tan bien que se sintió eufórico.
—Gracias, Evar. —Y sin decir nada más, tiró de él para besarle.
Le besó con ternura, lleno de agradecimiento. Evar le devolvió el beso con la misma dulzura, despacio, saboreando el momento. Dejó que sus manos vagaran por su torso desnudo, que le recorrieran la espalda y que se enredaran con su cabello. Él imitó sus caricias, deseando poder darle tanto placer como él le daba cada vez que lo tocaba.
Fue un momento íntimo, uno que hizo que Dariel se sintiera como nunca; a salvo de cualquier cosa, seguro de sí mismo y de todo cuanto sentía. Seguro de lo que quería. Y a quién.
Darse cuenta de que se estaba enamorando de Evar tendría que haberlo asustado, pero no lo hizo. Ahí, abrazándolo, le pareció algo tan natural como respirar.
La puerta del baño se abrió de nuevo, esta vez con más suavidad. Dariel y Evar se separaron, conteniendo la risa al escuchar los tímidos pasos de Michael. Sus nudillos repiquetearon la puerta con tan poca fuerza que apenas se escucharon.
—¿Dariel? —susurró—, siento… esto… interrumpir otra vez pero… quedan cinco minutos.
Dariel y Evar intercambiaron sonrisas cómplices. De un salto, y sin molestarse en ponerse la camiseta, Dariel se asomó por encima de la puerta y le sonrió a Michael.
—Ya voy, tranquilo.
El hombre suspiró aliviado y sonrojado y salió de allí.
Dariel bajó y se vistió.
—¿Sigue en pie lo de quemar la planta si no sale bien?
Evar le lanzó una sonrisa pícara.
—En realidad, provocar un incendio era mi primera opción, pero la idea de desnudarte era demasiado tentadora.
Él sonrió y volvió a besarlo en los labios.
—El día es largo, tienes tiempo de sobra para hacerlo.
Los ojos del demonio brillaron.
—¿Intentas seducirme?
—Ya lo he hecho.
Su sonrisa se ensanchó.
—Tendrás sangre de ángel, pero eres un diablillo.
Dariel rio y salió del baño seguido de Evar. Cuando llegó al plató, todos le miraban con los ojos como platos, probablemente ya enterados gracias a Michael de lo que había estado haciendo con Evar.
Este lo cogió por la cintura y plantó un beso en la boca que lo dejó sin sentido. No podía ser que un demonio besara tan condenadamente bien, no era bueno para su salud mental.
Cuando se separaron, el Nefilim le dio un apretón en el trasero que todo el mundo vio y le guiñó un ojo antes de marcharse con April.
Avísame si quieres que los quememos, sabes que estaré encantado.
Dariel negó con la cabeza y se dirigió a su puesto con una sonrisa en los labios. Hasta que no estuvo junto a su cámara, no se dio cuenta de que Michael y un par de hombres más se habían acercado a él. Parecían avergonzados y arrepentidos.
—Dariel, tenemos algo que decirte.
Él esperó con los brazos cruzados y cara de pocos amigos.
—¿Qué?
Se miraron los unos a los otros y, finalmente, Michael dijo:
—Queremos pedirte disculpas por nuestro comportamiento. No tendríamos que haberte tratado así cuando estaba claro que no tenías intención de… bueno…
—¿De meterle mano a vuestras novias y hermanas?
Todos asintieron con la cabeza gacha. Dariel suspiró.
—Escuchad, me da igual. Yo solo quiero trabajar tranquilo, y que cuando vuelva a casa no preocupe a mi pareja, porque se da cuenta de que aquí no me va bien.
—¿Se dio cuenta?
—¿Por qué creéis que ha venido aquí?, a solucionar todo esto y, de paso, marcar su territorio.
Michael y los demás suspiraron tranquilos.
—Lo sentimos mucho, de verdad. Nunca imaginamos que eras… Bueno, ya sabes.
Dariel cruzó los brazos.
—¿Puedo saber el motivo?
—Eh… Pues… En fin, no eres muy… —Hizo una pausa, un tanto incómodo, y luego añadió en voz baja—. Ya sabes, afeminado.
—No necesito serlo para que me gusten los hombres. Y puedo asegurarte que Evar no tiene nada de afeminado.
—De eso ya nos hemos dado cuenta… —murmuró mirando el lugar por donde Evar debía estar observándolos a todos.
Dariel se encogió de hombros.
—En fin, ya sabéis lo que hay. Hacedme un favor y dejadme hacer mi trabajo en paz. Así nos llevaremos todos bien y, si queréis un consejo, controlad a vuestras mujeres. Porque si tiene que hacerlo Evar, tendrán que buscarse otro trabajo.
Los hombres asintieron vehementes y corrieron a sus puestos.
Una sonrisa se le escapó.
Gracias, Evar —le dijo, agradecido de verdad.
El demonio ronroneó en su mente.
Ha sido un placer, aunque es una lástima que no haya tenido que recurrir al fuego. Habría sido muy divertido.
Dariel rio entre dientes y se puso a trabajar. El resto del día fue muy agradable, especialmente cuando todo el mundo se despidió de él con pequeñas sonrisas llenas de timidez. Cogió su mochila y se dispuso a reunirse con Evar cuando los York se plantaron frente a él.
—Dariel, ¿tienes un segundo? —le preguntó Howard con una mueca.
Él dio un paso atrás, desconfiado.
—¿Qué queréis?
Megan lo miró con ojos llenos de culpa.
—Queremos pedirte disculpas por todos los problemas que te hemos causado.
—Sí —coincidió Howard—, no sé qué me pasó. Supongo que fueron los celos. De todos modos, te juro que jamás te habría puesto la mano encima si hubiera sabido que… Bueno, que eres de la otra acera.
En fin, no era la mejor justificación que había oído, pero que Howard York se disculpara era tan raro como ganar la lotería. Así que, en cierto modo, debería sentirse afortunado.
—Ya no tiene importancia. Está todo aclarado, por lo que propongo que nos olvidemos de esto y nos dediquemos a hacer nuestro trabajo.
—Hablando de eso —comentó Megan, mirando a su esposo—, hemos hablado con el director y queremos compensarte por cómo te hemos tratado. Nos gustaría recomendarte como presentador en uno de nuestros programas.
Dariel frunció el ceño.
—¿Cómo?
—En tu currículum, vimos que además de periodismo hiciste una pequeña carrera de gastronomía. El director está buscando a un presentador para un programa culinario y nos gustaría que te presentaras a las pruebas.
Vaya, eso sí que era totalmente inesperado. En el fondo, se sintió tentado de aceptar, pero después de lo que Evar había hecho por él, tenía la sensación de que aún podía cumplir su sueño.
—Os estoy muy agradecido, pero debo rechazar vuestra oferta.
Howard y Megan se miraron.
—No lo comprendo.
—No me gusta estar frente a las cámaras, me gusta más grabar. Se me da bien y me gusta.
Iban a decir algo más, pero cerraron la boca al instante. Dariel no tardó en comprender el motivo cuando un brazo fuerte envolvió su cintura en un gesto posesivo.
—¿Has acabado ya, Dariel? —le preguntó Evar con un gruñido sin dejar de mirar a los York.
—Sí.
—Bien. —Se dirigió a Megan—. Tú, este hombre es mío y solo mío, así que no vuelvas a acercarte. —Sin prestarle la más mínima atención a la cara que puso la mujer, se volvió hacia Howard—. Y tú, como vuelvas a golpear a Dariel, mis puños y tú tendréis una charla muy larga —y dicho esto, se lo llevó del plató.
No lo soltó hasta que salieron del edificio, donde les esperaba una sonriente April.
—Evar, eres alucinante.
El demonio sonrió, orgulloso.
—Lo sé, por eso Dariel está locamente enamorado de mí —le dijo, guiñándole un ojo.
Dariel rio, aunque por dentro notó un pinchazo en el corazón. Sí, empezaba a enamorarse de Evar y, ahora que no estaba bajo la influencia de sus besos, tenía miedo. ¿Cómo iba a sobrellevar aquello? Cuando estaba junto a él, parecía todo tan normal… y, sin embargo, no creía que pudieran tener un futuro juntos.
¿O tal vez sí?
No, no lo sabía, no tenía forma de saberlo.
Decidió aparcar esos pensamientos a un lado. Enamorado o no, Evar acababa de hacer que su vida fuera un poco mejor de forma totalmente desinteresada. Lo mínimo que podía hacer era compensarle.
—Bueno, ¿qué vais a hacer ahora? —les preguntó April.
—Voy a llevar a Evar a ver una película en 3D —dijo, mirando al demonio con una sonrisa—. Aún no has visto ninguna, ¿no?
—No —respondió con los ojos relucientes de curiosidad.
April hizo un puchero.
—Eso está muy mal, Evar. Eres un ricachón, tendrías que hacer cosas como ir a tomar el sol a Sicilia todos los días, dormir en una cama llena de dólares o cagar en un retrete de oro macizo.
Dariel rio mientras que Evar trataba de asimilar toda la información. Conocía tan pocas cosas del mundo humano…
—En fin, divertíos. Te veré mañana, Dariel —April se despidió de ellos y se fue en su coche camino a casa para cenar con sus sobrinos.
Dariel y Evar, por otro lado, se fueron en la moto de este a casa. Una vez allí, Evar le preguntó:
—¿Qué es eso del 3D?
Dariel alzó una ceja.
—¿Sabes acaso lo que es una película?
—A Lucifer le encantan las series de televisión. Pero no estoy familiarizado con el 3D.
—No te preocupes, pronto lo descubrirás. Estoy deseando ver tu cara cuando lo descubras —le dijo mientras se dirigía al cuarto de baño—. Oye, voy a darme una ducha y nos vamos.
—De acuerdo.
Entró en el aseo y se miró al espejo. Una sonrisa cubrió su rostro. Ahora que ya no tendría problemas en su trabajo, podría hacer algo que llevaba deseando desde hacía mucho tiempo.


Evar curioseó los canales de televisión hasta que finalmente se quedó mirando un reportaje sobre la religión. No fue una buena idea, le puso de mal humor escuchar cómo los humanos hablaban de Lucifer, de los ángeles caídos y de los demonios.
Los humanos deberían estarles más agradecidos. De no ser por ellos, las almas malvadas estarían campando a sus anchas por su mundo, envenenando a otros mortales y contaminándolos, susurrándoles al oído que hicieran daño a otras personas.
De todos modos, eso no importaba. Siempre había sabido que los humanos los veían como seres malvados, razón por la que no le gustaba ir al mundo de los vivos. Porque si se le iba la mano, podría cargarse a alguno sin querer…
Entonces, oyó que la puerta del baño se abrió y giró la cabeza para ver a Dariel. Seguro que él podía calmarlo, le bastaba con echarle un vistazo a su increíble cuerpo para que olvidara todas sus preocupaciones.
Sin embargo, lo que vio hizo que se sentara de un salto y aferrara con ambas manos el borde del sofá hasta que los nudillos se le volvieron blancos.
Dariel estaba cambiado. Se había peinado su pelo rubio y afeitado la perilla, de forma que sus hermosas facciones y sus brillantes ojos azules quedaban totalmente al descubierto. Ya no llevaba la ropa holgada de siempre, sino una camiseta azul marino sin mangas que se ajustaba a su torso y delineaba una ligera tableta de chocolate y unos vaqueros que se pegaban a su trasero y a sus muslos. Había remplazado también sus viejas zapatillas por otras deportivas recién salidas de la caja.
Estaba para comérselo, para devorarlo de arriba abajo y otra vez mientras le suplicaba retorciéndose que le hiciera el amor de mil formas distintas.
—¿Qué? ¿Cómo estoy?
“La única forma de que estés más bueno es desnudo”, pensó Evar mientras sus ojos se oscurecían de deseo y notaba que su erección rugía dolorosamente. Mierda, mierda, mierda, cálmate…
—Dariel…
La voz adolorida de Evar llamó de inmediato la atención del semidiós.
—¿Qué te ocurre? —preguntó, preocupado de repente.
Cuando el demonio alzó la cabeza para mirarle, vio que le habían salido los colmillos. Pero lo que hizo que se estremeciera fueron esos ojos castaños nublados por una pasión tan ardiente que ni todos los océanos del mundo podrían apagarla.
—Corre —le dijo con voz ronca.
Antes de que Dariel pudiera comprender esa palabra, Evar se abalanzó sobre él y lo tiró al suelo. Incapaz de reaccionar, el demonio se apoderó de sus labios, logrando así que toda la habitación diera vueltas. No se resistió a él, le devolvió el beso con la misma ferocidad, enterrando las manos en su pelo y frotándose descaradamente contra él. Evar gimió en su boca y le arrancó la camiseta.
Tendría que haber sentido pena por ella, ya que la estaba guardando para cuando pudiera volver a vestirse como una persona normal, pero no fue así en absoluto. Le rasgó su propia camiseta, anhelando sentir su ardiente piel desnuda contra la suya. Evar jadeó en su boca cuando Dariel le rozó los colmillos con la lengua y después enterró sus labios en su cuello. El roce hizo que se arqueara y gimiera su nombre.
Entonces, Evar dirigió sus manos a la cinturilla de los vaqueros y se los bajó a base de tirones. Una vez desnudo, él hizo desaparecer su ropa. Dariel suspiró cuando se fundieron en un apasionado abrazo mientras se devoraban el uno al otro, acariciándose piel contra piel. Dariel se sintió especialmente ansioso cuando el miembro de Evar se frotó con su trasero.
En esos momentos, los recuerdos de su pasado estaban totalmente cubiertos por la neblina del deseo, por lo que respondió a sus caricias, anhelando unirse a él en cuerpo y alma.
—Dariel… —gimió Evar. Se había arqueado contra él, totalmente aturdido por el fuego de la pasión—, tienes que detenerme, ahora.
¿Qué? ¡Y una mierda! No había estado tan caliente en toda su vida y ahora no podía quedarse así, tan cerca de un placer que estaba seguro sería lo más increíble que sentiría en su vida.
—No, Evar, quiero que sigas. Te deseo.
Evar jadeó y lo besó. Sus lenguas se entrelazaron en una danza erótica y sensual que solo consiguió excitarlos hasta un punto insoportable.
—Yo también te deseo —murmuró Evar con la voz más sensual que Dariel había escuchado nunca—. Con desesperación, con anhelo. No creo que haya habido nada que deseara más en toda mi existencia, necesito estar dentro de ti… Por eso tienes que detenerme.
Dariel soltó un grito cuando Evar lo mordió en el cuello, clavándole un poco los colmillos. Sin embargo, no le dolió, de hecho, no hizo más que aumentar el placer de sus caricias.
—No lo entiendo —jadeó.
—Quiero hacerte el amor tan fuerte y tan profundo que me suplicarás que no salga nunca de tu interior —gruñó Evar mientras su mano agarraba su miembro y lo acariciaba con rápidas embestidas. Dariel arqueó y rugió, anhelando más y más—. Estoy totalmente fuera de control, así no puedo penetrarte.
—Claro que puedes —gruñó él, frotándose contra su mano.
—Maldita sea, Dariel, ¡te haré daño!
En ese momento, lo miró a los ojos. Esas profundidades de color castaño estaban oscurecidas por un anhelo tan intenso que Dariel no quería negárselo, pero también vio miedo. Incluso en ese estado, fuera de control, Evar se preocupaba por su bienestar.
Apretando los dientes y resistiéndose al fuego que ardía entre sus muslos y que Evar seguía incendiando, usó sus poderes para lanzarlo al sofá e inmovilizarlo. Notó que Evar trataba de forcejear contra sus poderes, pero vio cierto alivio en sus ojos. Algo que no se podía decir de su miembro, al pobre tenía que dolerle como mil demonios.
Entonces, se dio cuenta de algo horrible. Desde que se conocían, Evar no se había corrido ni una sola vez. Siempre que se habían tocado, era a él a quien le daba placer, mientras que el demonio se quedaba sin nada. Sin pedir nada a cambio.
“Los Nefilim raras veces tenemos relaciones sexuales. Por eso, cuando sentimos el deseo, este es más intenso en nosotros que en las personas, y es difícil de controlar”, recordó sus palabras de la primera vez que se sintieron atraídos el uno por el otro.
¿Cómo había podido ser tan egoísta e insensible?
—Lo siento, Dariel —dijo de repente Evar. La culpa que inundaba sus ojos le sentó como una bofetada—. Cuando te he visto así, tan cambiado de golpe… —Se le escapó una mezcla entre gruñido y gemido—. Eres demasiado irresistible, no he podido controlarme.
Dariel hizo un gesto negativo con la cabeza mientras se acercaba.
—No, soy yo quien tiene que disculparse.
Evar no tenía ni idea de lo que el semidiós pensaba hacer con él. Solo sabía que verlo andando totalmente desnudo hacia él le recordaba a un dios erótico, uno de esos que en cuanto los veías te cautivaban, te hechizaban y te atrapaban. Y él ya no sabía cómo podría resistirse a Dariel.
Con Arlet no fue tan difícil. Al principio, sí, fue la primera vez que experimentó algo parecido, pero después le resultó mucho más sencillo controlarse. Con Dariel no sucedía lo mismo. Era desafiante, y no se dejaba dominar tan fácilmente, aunque después se entregara a él libremente. Sus caricias lo volvían loco, lo ponían al borde de su autocontrol, al límite de su naturaleza dominante.
Pero jamás le haría daño. Aunque tuviera que sufrir la hermosa visión de su cuerpo sin poder tocarlo, no haría nada que él no quisiera hacer.
Para su completa sorpresa, Dariel se sentó a horcajadas sobre él y lo besó. Evar se rindió al beso, dulce y apasionado a un tiempo. Notó sus manos enmarcando su rostro, acariciando con los pulgares sus mejillas, ligeramente ásperas por la barba de dos días. Le recorrió el mentón con un dedo y después deslizó sus labios hacia su cuello, donde se detuvo para explorarlo con la lengua.
Evar no recordaba haber estado tan excitado. Deseaba acariciar a Dariel por todas partes, besarlo hasta dejarlo sin sentido y hacerle el amor una y otra vez hasta que no pudieran moverse. Sin embargo, los poderes de Dariel lo tenían completamente inmovilizado, y el hecho de que él lo estuviera tocando sin que él pudiera hacer nada… le pareció lo más erótico que le habían hecho nunca.
Dariel descendió por todo su pecho, deslizando primero sus manos por este y su vientre y después sus ávidos labios. Por poco se sobresaltó al sentir su lengua en el pezón, lamiéndolo y mordisqueándolo. Se le escapó un gemido de puro placer, dejándose llevar con la seguridad de que Dariel lo contendría si no podía resistirse.
Su lengua siguió torturándole, descendiendo por sus costados y su vientre, hasta que Dariel se quedó arrodillado en el suelo, entre sus piernas. Evar gimió cuando le besó en las ingles y le plantó un mordisco en el muslo.
—Dariel…
El semidiós le lanzó una pícara sonrisa que le aceleró el pulso.
—¿Te gusta?
—Vas a matarme.
Él soltó una risilla.
—Esa es exactamente mi intención —y tras pronunciar esas palabras, Dariel rodeó su virilidad con la boca.
Evar jadeó y tensó todo el cuerpo, deseando moverse contra él pero sin poder hacerlo. Los labios de Dariel lo acariciaron con suavidad, muy lentamente, explorándole con la boca y la lengua poco a poco. Echó la cabeza hacia atrás y murmuró el nombre de su amante, que aumentó el ritmo de sus embestidas. Más rápido, más apasionado. Dariel le devoró como Arlet jamás lo había hecho, disfrutando por completo del placer que le estaba dando.
Entonces, sin previo aviso, estalló en llamas. Se quedó apoyado en el sofá, respirando profundamente mientras Dariel lo lamía suavemente, limpiando los rastros del orgasmo. Nunca se había sentido tan satisfecho, tan relajado y tan tierno hasta ese momento. Sencillamente, había sido perfecto.
—Dariel, suéltame. Ya estoy bien.
Él obedeció y se incorporó para comprobar que estuviera bien. Evar lo atrajo hacia sus brazos, colocándolo de nuevo en su regazo, y apoyó la cabeza en su pecho.
Dariel sonrió al ver a su demonio tan relajado. Todavía tembloroso por lo que le había hecho, descansaba y se apoyaba en él. Le acarició el pelo, a lo que Evar le respondió con un ronroneo que estuvo a punto de hacerle reír.
—Creo que lo he hecho bastante bien para ser mi primera vez.
De repente, Evar alzó la cabeza y lo miró con los ojos abiertos de par en par.
—¿Qué has dicho?
—Nunca había hecho esto con nadie.
—¿Ni siquiera con una mujer?
Dariel hizo un gesto negativo con la cabeza.
—¿Y por qué lo has hecho conmigo?
“Porque eres la única persona a la que he querido”, reconoció en su fuero interno. Pero, en vez de decírselo, lo besó en los labios y lo abrazó con fuerza, ocultándole así las emociones que había en sus ojos.
Evar percibió su malestar con el ceño fruncido. ¿Qué había pasado? ¿Qué era lo que había hecho que Dariel se sintiera tan mal de repente?
Le devolvió el abrazo y le besó en el pecho.
—¿Qué te ocurre?
“Que me estoy enamorando de ti y los dos sabemos que eso no puede acabar bien. Ni siquiera sé si quiero ir al infierno, y en cuanto yo tome una decisión, tú volverás a tu hogar independientemente de lo que yo elija”, pensó Dariel.
Ojalá pudiera quedarse con Evar. Ojalá él también lo amara. Pero después de lo que pasó con Arlet, dudaba que sucediera tal cosa.
—No es nada, solo estoy un poco cansado. —Esbozó una sonrisa un tanto forzada y se apartó de él—. ¿Vamos? Aún quiero ver la cara que pones cuando veas lo que es el 3D.
Evar sabía que le había mentido, y aunque en el fondo se sintió herido, decidió no ahondar más en el tema. No tenía ningún derecho a interrogarle, no le pertenecía ni era suyo, por mucho que deseara que fuera al contrario.
Lucifer tenía razón. Entre el amor y el deseo había una línea muy fina.
Con el corazón encogido, se vistió para acompañar a Dariel.


Dariel no se sintió en absoluto decepcionado después de ver la película. Evar había estado muy gracioso esquivando las armas que salían de la pantalla, incluso estuvo a punto de conjurar sus poderes para destruirla. Sí, había sido muy divertido y se había reído de buena gana a costa del demonio. Tendría que llevarlo más a menudo…
—No me gusta el 3D —gruñó Evar mientras salían por las puertas principales.
Dariel rio.
—¿Seguro? Yo creo que te lo has pasado en grande esquivando las flechas.
El demonio le miró con cara de pocos amigos.
—Podrían habernos matado.
—Es solo una película, ya te lo dicho.
—Esas cosas salían de la pantalla, no me gustan.
El semidiós negó con la cabeza y siguió andando. Hasta que se dio cuenta de que Evar no le seguía. Se había quedado muy quieto a un metro de él, con los ojos entrecerrados y el cuerpo en tensión.
—¿Qué ocurre? —le preguntó, usando sus poderes para inspeccionar la zona.
Evar lo miró a los ojos y le tendió el móvil.
—Ve a casa de inmediato y llama a Nico. Haz todo lo que te diga, él sabrá protegerte —tras esas palabras, dio media vuelta y se metió por un callejón.
La orden no le hizo ni pizca de gracia, pero tampoco quería ser un estorbo para Evar. Así que fue hasta el final de la calle y dobló una esquina para desaparecer… o lo habría hecho de no ser porque dos hombres se plantaron frente a él.
Ambos eran altos, aunque no tanto como él, y tenían una complexión atlética que sus trajes de ejecutivos no lograban disimular del todo. De cabello rubio corto y ojos azules, tenían una facciones agradables a primera vista, dulces y amables incluso.
Sin embargo, a Dariel le dieron mala espina.
—¿Quiénes sois?
El de la derecha le dedicó una sonrisa extraña.
—Somos Hezron y Omar. Hemos venido para llevarte a casa.
Dariel retrocedió un paso, cauteloso. No, esto no tenía buena pinta, y por la forma en que sus ojos azules brillaban, juraría que lo que querían de él no era nada bueno.
—¿A casa?
—Al Cielo, por supuesto. Junto a Dios.

1 comentario:

  1. Me encanto 😍😍😍 la historia ....
    Solo queria saber si continua la historia o queda asi 🤔🤔

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