jueves, 3 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 2. Conociéndonos

Era noche cerrada en el Reino del Fuego, pero todos sus ciudadanos estaban bien despiertos. Los farolillos iluminaban hasta las calles más oscuras de cada ciudad y cada isla, dejando a las montañas reposar en penumbra, la música restallaba alegre en el aire mientras las parejas danzaban en círculos con las mejillas sonrosadas por el vino, y la gente gritaba y reía, celebrando todos juntos la unión entre su amado creador y el futuro rey.
Sin embargo, no todos estaban de tan buen humor, pues Sasuke no tenía intención de celebrar nada. Estaba allí para hacer honor a su juramento y a su familia, así como para gobernar un reino que necesitaba de un líder, ya que la función del creador era dar a luz al futuro heredero. Su unión con este era irrelevante para él, aunque debía reconocer que estaba sorprendido por su actitud.
Durante todo el viaje, había esperado encontrarse con un joven afeminado y mimado que estaría impaciente por casarse con él, atontado por los ideales del amor verdadero y todos esos cuentos de príncipes que rescataban princesas. Y, en cambio, se encontraba con un creador bastante viril hasta donde había podido observar, con las ideas muy claras, seguro de sí mismo y… desafiante.
La sensación que le producía era extraña: por un lado, estaba aliviado de que no esperara ningún tipo de romance con él, pero por otro, se había dado cuenta de que no era la clase de persona que se doblegaría fácilmente ante él. Estaba acostumbrado a que todo el mundo le temiera y obedeciera, con la excepción de su padre, hasta su hermano, quien en vez de plantarle cara, prefería usar un tono conciliador y razonable. Pero ese creador, en cambio, no había tenido problemas en gritarle y en decirle, en pocas palabras, que no confiaba en que fuera a ser un buen rey.
Un problema a cambio de otro. Eso le fastidiaba un poco.
Se preguntó cómo debería actuar con él entonces. Después de todo, iban a casarse y tendría que hacerse a la idea de que iba a pasar el resto de su vida con ese creador, se esperaba que hubiera, como mínimo, una relación de respeto y confianza entre ellos.
Hizo una mueca. ¿Cómo demonios iba a respetar a un chico que no había salido siquiera de su país?, ¿que no sabía defenderse?, ¿que nunca había tenido que luchar para sobrevivir? Puede que fuera muy gallito en su casa, pero ahí fuera no duraría ni un solo día.
Mientras se rebanaba los sesos tratando de encontrar un modo de tolerar su futuro matrimonio, notó que se le acercaba un hombre. Iba vestido con unos pantalones oscuros de seda, una camisa larga y dorada del mismo material que se ceñía a su cintura por un cinto negro, y unas elegantes sandalias. Era alto, aunque él le seguía sacando más de media cabeza, y tenía una complexión delgada, ligeramente atlética; su piel clara le llamó la atención, ya que la mayoría de habitantes del Reino del Fuego eran morenos debido a la fuerte exposición al sol; llevaba el cabello rubio platino largo hasta los hombros y suelto, enmarcando unas facciones que habrían sido apuestas de no ser por la horrible cicatriz que cubría la mitad de su rostro y que por poco lo habría dejado ciego de un ojo. Supo de inmediato que dicha marca era producto de una fea quemadura, aunque lo que más lo extrañaba era su forma, le recordaba vagamente a una mano.
—¿Quién es? —exigió saber. Sasuke estaba harto de que todo el mundo lo felicitara por su futura unión con el creador, por eso había huido a uno de los balcones de palacio, para evitar que nadie pudiera molestarlo. Pero, al parecer, ni siquiera allí podía estar tranquilo.
El hombre le dedicó una amable sonrisa.
—Mi nombre es Mizuki Shinichiro, formo parte del Consejo Real.
Sasuke inclinó la cabeza con desgana a modo de saludo antes de darle la espalda, dispuesto a ignorar sus felicitaciones y seguir sumergido en sus pensamientos. Mizuki no parecía ofendido por esa falta de educación.
—No tiene de qué preocuparse, imagino que estará cansado de que todos le atosiguen con motivo de su futuro matrimonio.
—Entonces no le molestará que le pida que me deje solo —gruñó Sasuke, dándose la vuelta para encararlo con una mirada de pocos amigos.
Sin embargo, el otro hombre no estaba amedrentado en absoluto, al contrario, le dedicó una sonrisa de disculpa.
—Y yo accederé encantado. Solo le pido un minuto de su tiempo, le aseguro que yo tampoco soy amante de las charlas banales.
El Uchiha lo meditó un segundo. Realmente no quería hablar con nadie, quería estar solo para reflexionar y adaptarse a la idea de que iba a quedarse en el Reino del Fuego para siempre, junto a un extraño creador que parecía aborrecer tanto como él la idea de casarse. Pero, por desgracia, ese consejero tampoco parecía tener intención de dejarlo tranquilo hasta que le dijera lo que tenía que decir.
—Un minuto —gruñó.
Mizuki hizo una reverencia, agradecido, antes de ponerse serio.
—Iré al grano, mi señor. No se case con Naruto.
Sasuke frunció el ceño.
—¿Y eso por qué?
—El príncipe Naruto está enamorado de otro hombre. Lo conozco, nunca ha seguido los estándares y deberes que debe cumplir todo creador; es revoltoso e irresponsable, no duda en saltarse las normas cuando le conviene y siempre cuestiona el buen juicio del Consejo. Su matrimonio con usted no impedirá que siga viéndose con su amante, hará que la deshonra recaiga sobre su familia. Siempre he pensado que los Uchiha sois grandes dirigentes, y os respeto por las grandes hazañas que habéis logrado allende los mares, por eso os aconsejo que anuléis el compromiso. Es todo cuanto quería decirle —dicho esto, hizo una reverencia y regresó al interior del castillo.
Por otro lado, Sasuke permaneció en silencio, asimilando lo que había escuchado. Tenía sentido que el creador tuviera un amante, eso explicaría el que no se sintiera atraído por él y que no tuviera deseos de casarse. Sin embargo, eso le planteaba un grave problema, como había dicho Mizuki. No podía importarle menos que tuviera un amante, ya que para él su matrimonio no era más que una alianza entre sus dos reinos, pero lo malo era que la infidelidad estaba mal vista, especialmente entre los monarcas de un país; el pueblo se sentía más unido y seguro si su rey y su reina estaban juntos, uno dirigiendo el país y la otra dando a luz al hijo del rey, el futuro heredero. Cuando un rey era extranjero, dicha unión era más importante, porque tanto nobles como campesinos no aceptarían fácilmente a un forastero, por lo que era muy importante que la reina se apegara más a él; su afecto hacia el rey implicaba confianza, una que el resto notaba y que era transmitida al país entero. Si la reina le era infiel al rey, se le acababa viendo como indigno de gobernar, por no hablar de la deshonra que recaería sobre la familia del mismo.
Sasuke no toleraría que ese niñato mancillara el honor de los Uchiha.
Era muy tentador contarle a su hermano lo que sabía y anular el compromiso de inmediato, pero no era tan idiota. Primero, no podía acusar al príncipe creador, heredero de un reino, de tener un amante sin pruebas, y segundo, no iba a aceptar la palabra de un extraño tan fácilmente. No era tonto, era consciente de que siempre había alguien que aspiraba al trono, especialmente cuando el único sucesor era una mujer o un creador, los cuales no tenían derecho a gobernar. Y, aunque ese hombre se había presentado como parte del Consejo, sería precavido y esperaría a ver qué hacía ese chico.
Un movimiento por el rabillo del ojo llamó su atención. Instintivamente, dio media vuelta para ver qué era, a pesar de que ya suponía que sería algún pájaro nocturno que estaba saliendo a cazar… Sin embargo, no estaba preparado en absoluto para lo que era en realidad.
¡¿Qué cojones hacía el creador escapando del castillo?! Porque no se le ocurría ninguna otra forma de describir lo que estaba haciendo, ya que bajaba por una pared empinada del castillo a base de saltos con la única ayuda de una cuerda atada en algún lugar de sus aposentos. Ahora que lo pensaba, la última vez que lo había visto había sido en el banquete, poniendo los ojos en blanco cada vez que alguien soltaba un comentario sobre lo hermosa que sería la boda y que hacían una pareja monísima. Ante ese último comentario, el propio Sasuke había tenido ganas de vomitar.
El caso era que no lo había visto durante el baile que se estaba celebrando tras la cena, aunque no le había dado ninguna importancia ya que a él le era absolutamente indiferente y que se encontraba más centrado en pensar en su futuro.
¡Pero esto era intolerable! ¿No se daba cuenta de que podía caerse y romperse el cráneo? Aunque, ahora que se fijaba bien en él, se dio cuenta de que sus saltos estaban perfectamente calculados y que no había rastro de vacilación en él a la hora de bajar. ¿Desde cuándo los creadores sabían hacer esas cosas? ¿No se suponía que lo suyo era coser, bordar y todas esas tonterías que les enseñaban a las mujeres de la nobleza?
Si pensaba que su forma de bajar por las paredes era bastante impresionante teniendo en cuenta que era un creador, cuál fue sorpresa cuando se acabó la cuerda, dejando a Naruto a dos metros y medio de la muralla que protegía el palacio, y verlo prepararse para tomar impulso y saltar. ¡No podía estar hablando en serio! ¡Se rompería una pierna o caería al vacío! Abrió la boca para soltarle algo como: “¡Imbécil!, ¿qué te crees que estás haciendo?”, pero, antes de que pudiera decir una palabra, Naruto saltó.
Contuvo el aliento mientras contemplaba con asombro cómo su cuerpo, girado de cara al cielo, creaba un arco perfecto en el aire, salvando con excesiva facilidad la distancia que lo separaba de la muralla. A mitad de camino, el creador dio la vuelta grácilmente, quedando de cara a la pared de piedra y, una vez vio seguro que llegaba a su objetivo, flexionó las piernas para aterrizar elegantemente sobre una almena.
Sasuke se quedó con la boca abierta. ¿Cómo era posible que hubiera podido hacer eso? Se requerían años de práctica para ser capaz de saltar de esa forma y a tanta distancia, ¡ni siquiera él podía hacerlo!
Solo logró salir de su estupor en cuanto vio cómo el creador corría hacia el otro lado de la muralla y… ¡saltaba hacia un árbol! Sus manos se agarraron con firmeza a una rama gruesa y luego subió el resto de su cuerpo para desaparecer entre las copas de los árboles. ¡Así conseguía salir sin que nadie se diera cuenta!
Entonces, se le pasó por la cabeza que probablemente iba a encontrarse con su amante y decidió seguirlo. Una parte de él estaba enfadado porque ese crío fuera capaz de arruinar la reputación de su familia, pero otra, más egoísta, esperaba poder encontrarlo con otro hombre y así escapar de ese maldito compromiso que no deseaba. Si eso ocurría, se aseguraría de no volver jamás al Reino del Hielo, no consentiría que su padre volviera a prometerlo sin su conocimiento, ¡tenía un mínimo derecho a elegir con quién quería asumir su responsabilidad como príncipe!
Disimuladamente, cruzó el salón de baile, evitando a cualquiera que lo viera y que quisiera hablar con él, y luego corrió hasta los establos para ensillar su caballo y partir en busca del creador. Fue en primer lugar a la zona por donde lo había visto saltar al árbol, encontrando un leve rastro de huellas que pudo seguir con relativa facilidad: al haber estado tres años sobreviviendo por su cuenta, estaba más que acostumbrado a cazar y, para ello, había tenido que volverse un experto en rastrear a sus presas, de modo que pudo seguir los pequeños rastros del paso del creador hasta llegar a la ciudad, la cual estaba abarrotada de gente que gritaba, reía y bailaba. Se preguntó cómo diablos iba a dar con él ahora, rastrear en un lugar así era imposible, tendría que preguntar…
O no.
Mientras andaba entre la multitud, buscando a alguien que pudiera haberlo visto, vio de reojo unos pies descalzos que le llamaron la atención. Al buscar a su dueño, parpadeó al darse cuenta de que era el creador, que se había vestido con ropas de color vino un tanto gastadas, haciéndose pasar perfectamente por un campesino y ocultando su rostro con la capucha de la camisa sin mangas, además de que llevaba los mismos brazaletes de cuero negro que esa misma mañana, cuando se habían conocido.
Sasuke lo vio danzando grácilmente, girando con una chica joven en sus brazos. Por un segundo, se quedó un tanto anonadado observando como parecía flotar en el aire; sus movimientos eran muy naturales, no parecía que los estuviera forzando para bailar bien, sino que, sencillamente, era su forma de andar, de deslizarse y girar. Al darse cuenta de que se había quedado embobando mirando a su futuro esposo, sacudió la cabeza y apretó los labios, molesto consigo mismo. De acuerdo, podía encontrar atractiva la manera en que se movía, ¡pero nada más! No pensaba mirar de esa forma a ese crío, y mucho menos cuando tal vez tenía que pasar el resto de su vida con él.
Entonces, vio cómo este cambiaba de pareja sutilmente, poniendo a la chica con otro joven, y luego repitió el movimiento, hasta que se escapó del círculo de bailarines y se perdió entre el gentío.
El Uchiha no perdió el tiempo, fue tras él para averiguar qué hacía fuera del palacio, aunque procuró que no le viera. A medida que avanzaban, se iban alejando cada vez más y más del foco de las fiestas del pueblo en honor a su compromiso para adentrarse en las silenciosas calles de la periferia, más cercanas a los campos de cultivo.
Sasuke ya empezaba a preguntarse qué demonios había traído al creador hasta allí cuando percibió que empezaba a moverse con más cautela, como si temiera que alguien pudiera verlo. Inmediatamente, él adoptó la misma actitud y permaneció agachado a medida que ambos se acercaban a una casa donde se podía ver la tenue luz de una vela.
Corrió sigilosamente hasta la esquina de una casa contigua y se escondió tras ella antes de asomarse y ver qué hacía el rubio. Este fue hasta la ventana por donde se veía la luz y se colocó debajo de la misma, donde se quedó unos momentos totalmente quieto, atento a cualquier sonido. Después, para la sorpresa de Sasuke, se metió dentro de la casa con un buen salto. ¡¿Pero qué demonios…?!
Tal vez era el lugar donde vivía su amante, pensó. En parte enfadado por la irresponsabilidad de ese creador mimado y estúpido, fue rápidamente hasta la ventana, esperando poder ver un apasionado encuentro entre este y otro hombre. Sin embargo, al asomarse un poco, encontró algo muy diferente. Su corazón se estrujó al ver en una pequeña cama a una niña que no tendría más de cinco años, sudando, con el rostro enrojecido y respirando fuertemente, como si le costara coger aire.
Procuró no hacer ningún movimiento mientras observaba cómo el creador sacaba de un pequeño saco que había traído consigo un mortero y varias plantas que no reconoció. Echó parte de estas en el recipiente y las machacó con fuerza, aunque intentando no hacer mucho ruido, hasta convertirlas en una pasta pegajosa. Luego, se llevó el mortero a la cama y empezó a untar cuidadosamente el rostro de la pequeña. A Sasuke le sorprendió descubrir que estaba empleando algún tipo de procedimiento medicinal para ayudarla, ya que las mujeres de la nobleza no aprendían esas cosas, menos aún los creadores.
Después, el rubio desapareció un momento de la habitación para traer una taza de agua caliente… Un segundo, ¿cómo había podido calentar el agua tan rápido?
No tuvo mucho tiempo para meditarlo, ya que vio atentamente cómo el joven pelaba los tallos del resto de las plantas que había traído consigo e iba dejando las hojas dentro de la taza. Pronto, se expandió por la estancia un agradable aroma que a Sasuke no le era familiar, pero que le entró por las fosas nasales hasta prácticamente notar cómo le llegaban a los pulmones.
Una vez hubo acabado, el creador cogió la taza y la dejó sobre un taburete al lado de la niña y se sentó en la cama, junto a esta. Sasuke vio cómo peinaba con los dedos su cabello enmarañado, se le antojó una escena muy tierna y lamentó haber pensado que iba a reunirse con su amante. Puede que, después de todo, le hubiera juzgado mal.
Tenía tantas ganas de librarse de su matrimonio forzado que apenas había dudado un poco antes de convencerse de que tenía un amante, de que era una persona irresponsable a la que no le importaba difamar el honor de una familia con tal de tener lo que quería. Pero puede que desde el principio hubiera estado equivocado; primero había creído que sería un chico afeminado y embobado por la idea del amor, y esa mañana había descubierto que tenía tan pocas ganas como él de casarse, y ahora veía que, en vez de reunirse con un hombre para los placeres amorosos, había “escapado” de palacio, de una fiesta lujosa, para ir a cuidar de una niña campesina.
Pese a que todavía le molestaba haber sido obligado a aceptar ese matrimonio, decidió no juzgar tan rápidamente a su futuro esposo y comprobar por sí mismo qué clase de persona era.
Al cabo de unos minutos, se fijó en que la niña parecía respirar mejor y que incluso se la veía menos sofocada, probablemente por lo que había hecho el rubio. Este, al ver que la pequeña estaba mejor, recogió sus cosas y fue de nuevo a la ventana, instante en el que Sasuke huyó de nuevo hacia una esquina de la casa para evitar que le viera.
Naruto saltó el marco de madera, se ajustó el saco y caminó en una nueva dirección, con el joven Uchiha tras él. Al príncipe del Reino del Hielo le sorprendió descubrir que su prometido iba a varias casas a lo largo de todo el pueblo donde había otros niños que sufrían los mismos síntomas: sudores, dificultad para respirar, fiebre alta… Todos eran muy pequeños, y el último al que Naruto fue a ver, no era más que un bebé que no había cumplido todavía un año.
Eso empezó a preocuparlo. ¿Era algo normal en el Reino del Fuego que niños tan pequeños enfermaran? No es que parecieran estar moribundos pero tampoco tenía la impresión de que fuera algo leve.
Cuando su prometido salió de la última casa, dio un par de pasos para alejarse de esta y luego se paró con un suspiro.
—¿Piensas pasar el resto de la noche siguiéndome? —preguntó antes de girarse en la dirección en la que Sasuke se encontraba escondido.
Este se separó de la pared de la casa con el ceño fruncido.
—¿Desde cuándo lo sabías?
Naruto puso los ojos en blanco.
—Desde que salimos de la plaza del pueblo.
—¿Cómo? —exigió saber Sasuke. Pese a que le dolía reconocerlo, estaba un poco impresionado por haber sido descubierto por el creador… aunque, claro, llevaba toda la noche siendo sorprendido por las múltiples habilidades que parecía poseer.
Sin embargo, el rubio no estaba dispuesto a soltar esa información, a juzgar por cómo se cruzó de brazos.
—Basta de interrogarme, el que me ha estado siguiendo a escondidas has sido tú. ¿Qué haces?
Sasuke hizo una mueca.
—Te vi saltando la muralla. Pensaba que ibas a hacerte daño y te seguí.
Naruto respondió con un bufido.
—Me viste saliendo a hurtadillas, te pareció sospechoso y me perseguiste a ver qué hacía.
… No tenía un pelo de tonto, tampoco.
—Está bien, me pareció raro —admitió, aunque optó sabiamente por ocultar que había pensado que se veía con un hombre—. Tendrías que estar en la fiesta, con tus invitados.
El rubio le miró alzando una ceja, con tal cara de aburrimiento que por poco le hace sonreír.
—Es que temía que me dieran arcadas si escuchaba otra vez que somos una pareja monísima.
Sasuke trató de contener una carcajada, pero le salió un ruido raro de la garganta, aunque eso no engañó a Naruto, quien sonrió al darse cuenta de que el príncipe era de su misma opinión.
—Ya entiendo lo que ha pasado. Has aprovechado mi huida para escaquearte tú también de tantas gilipolleces.
Pese a que Sasuke lo intentó, no pudo parecer serio cuando dijo:
—No deberías soltar esa clase de palabras.
—Tampoco debería estar aquí fuera vestido como un campesino y heme aquí —replicó Naruto, sonriendo con malicia y extendiendo los brazos—. Conozco mi protocolo social, Uchiha, los consejeros se encargan de recordármelo todos los días.
—Y aun así, sigues sin aprender —lo picó.
—Habló mi caballeroso prometido, que desde que está aquí no para de agasajarme con flores, halagos y exóticos regalos de su tierra —se burló el otro.
Sasuke levantó una ceja.
—¿Quieres que lo haga?
—¿Quieres un creador femenino? —respondió Naruto con una mueca de satisfacción en el rostro.
El Uchiha tuvo que admitir que eso estaba siendo divertido. Nunca había conocido a nadie que se atreviera a tomarle el pelo o desafiarlo. A ver qué hacía si lo provocaba.
—A lo mejor quiero.
Un brillo perverso apareció en los ojos azules de su prometido.
—Y como buen esposo, tus deseos son órdenes para mí —dicho esto, fue hasta la pared de una casa y se apoyó en ella como si fuera a desmayarse mientras se abanicaba con una mano, cosa que hizo que Sasuke por poco se riera, aunque ya no se pudo aguantar más cuando Naruto empezó a chillar como lo hacían las mujeres cuando lo veían—. ¡Aaaaaah! ¡Voy a casarme con Sasuke Uchiha! Ese príncipe rebelde que se ha hecho pirata, conquistando mares, rescatando hermosas princesas, luchando con bandidos y del que se dice que la tiene más grande que el mástil de un barco.
Ante ese último comentario, se escuchó una risotada que sofocó las carcajadas de Sasuke.
—¡Jajajaja! ¡Que el mástil de un barco! ¡Me meoooo! —siguió riéndose esa voz.
—Obito, se supone que tenemos que ser invisibles, así estás revelando nuestra posición.
—Es que ese ha sido muy bueno. No tengo la culpa de ser un bloque de hielo como tú, Kakashi.
Pese a que Sasuke detectó la dirección de la que provenían las voces, no logró ver a los dos hombres. Inquieto porque se mantuvieran ocultos y temiendo que fueran unos ladrones o enemigos extranjeros, se colocó delante de Naruto, dispuesto a protegerlo de ellos. Lamentó no haber llevado ningún arma consigo, supuso que no necesitaría una en un baile.
Sin embargo, el rubio se apartó de él con una expresión divertida.
—Relájate, marinero, son mis guardias personales. Salid, Kakashi, Obito.
De repente, dos siluetas salieron de entre las sombras que producía una casa bajo la luz de la luna y se acercaron a ambos príncipes. En el primero en el que se fijó Sasuke era en el hombre más alto, de espaldas anchas y complexión fornida, vestido de negro de la cabeza a los pies; su cabello voluminoso era plateado y estaba sujeto por una cinta oscura que sostenía sus mechones, haciendo que cayeran hacia un lado algo desordenados; su rostro era un completo misterio ya que lo llevaba oculto por una máscara, lo único que podía distinguir eran sus ojos negros.
Sin embargo, fue el hombre que lo acompañaba quien llamó más su atención, ya que percibía algo en él que le era familiar. Era casi tan alto como el otro y de figura atlética, aunque se notaba que era más delgado que el del pelo plateado; también vestía totalmente de negro, pero al menos no llevaba máscara ni cinta en el pelo, por lo que se podía apreciar bastante bien las apuestas facciones masculinas, que tenían un punto juvenil y alegre que lo desconcertó un poco; su piel era pálida, otro rasgo que lo confundió teniendo en cuenta dónde estaban, en contraste con su corto cabello negro y sus ojos del mismo color.
Le recordaban a las características de su familia.
El hombre de pelo plateado fue el primero en hacer una reverencia.
—Es un honor conocerlo, alteza. Mi nombre es Kakashi Hatake, guardián personal de Naruto desde que era pequeño.
Sasuke inclinó la cabeza a modo de saludo. Aun así, le pareció raro que tuteara a su prometido, ¿a qué venía tanta confianza?
Sin embargo, el otro hombre se cruzó de brazos y lo miró con cara de pocos amigos.
—Kakashi, déjate de formalidades y vamos a lo que realmente importa —dicho esto, se acercó a Sasuke hasta que estuvo casi encima de él y lo fulminó con la mirada. El príncipe, en absoluto amedrentado, se mantuvo firme y sus ojos adoptaron un matiz hostil, advirtiendo al otro hombre que no dudaría en pelear si trataba de hacer algo, aunque no esperaba para nada lo que iba a preguntarle—. Tú, ¿se puede saber qué intenciones tienes con mi sobrino?
… ¡¿Qué?!
Sasuke miró a Naruto con los ojos como platos.
—¿Es tu tío?
—Ambos lo son.
—¿Y no deberían estar en la fiesta con el resto de nobles?
—En realidad no —respondió Kakashi como si fuera lo más normal del mundo—. Tanto Obito como yo somos hijos bastardos del rey Jiraiya, renunciamos a nuestras posiciones entre la nobleza para servir a la familia real y a nuestro hermano Minato de otras formas. Algunos estudiaron medicina, otros economía, derecho o lenguas para asesorarle en diversos campos, y unos pocos, como Obito y yo, escogimos una carrera militar para poder protegerle a él y a su familia.
Eso tenía más sentido para Sasuke; sí que era verdad que había oído que el abuelo de Naruto tuvo múltiples y amantes y montones de hijos.
—¿Renunciasteis a vuestro derecho al trono? —preguntó, un tanto sorprendido.
Kakashi asintió sin vacilar y se encogió de hombros.
—No todos aspiramos a ser reyes y, los pocos que lo pensaron, también renunciaron tras conocer a Minato. Incluso de niño, era inteligente, bondadoso y sabio, todos veíamos el gran dirigente que llegaría a ser.
—Oye, ¡ya vale de hablar de nuestro hermano! Le he hecho una pregunta al Uchiha —masculló, todavía mirándole con mala cara—. Le pones un dedo encima a mi querido sobrino y esparzo tus tripas por la sala del trono, ¿me oyes?
—No tengo intención de tocarlo —replicó Sasuke antes de mirar de reojo a Naruto para ver cómo reaccionaba. Este no le prestaba la más mínima atención, parecía muy entretenido mirando a Obito con diversión, como si la situación le pareciera muy graciosa.
Se distrajo cuando el hombre lo cogió por el cuello de la camisa. Tenía el rostro enrojecido de rabia.
—¿Me estás diciendo que mi Naruto no es lo bastante bueno para ti?
¿Cómo? ¡¿Pero qué demonios le pasaba a este tío?!
Naruto, que estaba riendo con ganas, tocó el brazo de su tío y lo instó a soltarlo.
—Ya está bien, Obito. Nadie va a tocar a nadie por el momento, ¿de acuerdo? —dicho esto, ladeó ligeramente la cabeza, como si estuviera escuchando—. Se está haciendo tarde, será mejor que volvamos. No quiero que los consejeros vuelvan a echarme la bronca por haber salido a estas horas, bastantes problemas tendré mañana cuando me digan que he sido descortés al no quedarme al baile —esto lo dijo con un tono asqueado, haciendo sonreír a Sasuke. Seguro que su hermano también le daría algún tipo de sermón por haberse escaqueado.
Obito accedió, aunque rodeó la cintura del joven creador con aire de posesividad y mirando a Sasuke como si fuera sospechoso.
—Te estaré vigilando, Uchiha —le advirtió, haciendo que Naruto estallara en carcajadas, antes de dar media vuelta y emprender el camino hacia palacio.
Sasuke se quedó con la boca abierta, sin acabar de creerse lo que acababa de pasar. ¿Cómo demonios tenía que decirle que no estaba interesado en lo más mínimo en el rubio?
Kakashi, a su lado, soltó una risilla.
—No se lo tenga muy en cuenta. Ha oído rumores sobre cómo es con las mujeres y no le hicieron mucha gracia, menos todavía viniendo de un pariente suyo —dicho esto, empezó a caminar, siguiendo a su compañero y a su sobrino, que iban delante.
Sasuke boqueó confundido. ¿Qué quería decir eso de que eran parientes? Y si lo era, ¿qué hacía en el Reino del Fuego? Tendría que estar en su reino, con los suyos, no andar vigilando al príncipe de otro reino.
Fue corriendo hacia el grupo hasta alcanzar a Kakashi.
—¿Cómo que parientes?
—La madre de Obito era prima de Madara Uchiha. Así que sois parientes lejanos —respondió el hombre con naturalidad.
—¿Y qué hace su hijo aquí?
—Parece que ella no heredó la frialdad y seriedad que caracteriza a vuestra familia. Era alegre y revoltosa, un poco traviesa. Obito dice que Naruto le recuerda a ella, aunque debo decir que él también es así, puede que por eso siempre hayan congeniado tan bien. El caso es que ella odiaba su reino, no soportaba vivir allí.
Sasuke frunció el ceño con desagrado.
—¿Cómo podía decir eso?
Kakashi se encogió de hombros.
—Cuando era pequeño, ella solía quejarse de que yo era como la gente de allí; callado, serio, distante. Decía que no estaba hecha para ser Uchiha, que tendría que haber nacido en un lugar cálido y con gente que supiera disfrutar de la vida.
El joven Uchiha apretó los labios.
—El Reino del Hielo es duro. Nadie sobrevive gracias a la alegría.
El otro hombre ni se inmutó.
—No lo sé, tal vez ese no era su sitio. Algunas personas sienten que su lugar no está en el reino en el que nace, sino en otra parte.
—Era su hogar —replicó Sasuke.
Kakashi lo observó un momento.
—También el suyo. Y, sin embargo, ha pasado tres años navegando por todos los mares, viendo mundo, tal vez buscando lo mismo que ella.
Ante esa mención a su “deserción”, el Uchiha por fin cerró la boca. ¿Por qué todo el mundo le reprochaba eso? Primero su prometido y ahora su guardián, sin contar a toda su familia. Pero tuvo que reconocer, en su fuero interno, que se estaba comportando como un hipócrita al acusar a esa mujer de querer abandonar su hogar cuando él lo había hecho. Y sí, el Reino del Hielo siempre sería su casa… Sin embargo, sentía desde niño, desde la muerte de su madre, que ya no pertenecía allí. Por eso se hizo a la mar, tenía la esperanza de encontrar en alguna parte un lugar que sintiera que era suyo.
La voz de Kakashi lo interrumpió en su reflexión.
—El caso es que Madara iba a casarla con el heredero de una casa noble del Reino del Hielo. A ella no le gustó nada la idea, nunca había aspirado a casarse, menos aún con un hombre que fuera tan serio y frío como el resto de su familia pero, como ya sabrá, el matrimonio es un requerimiento entre la nobleza.
Sasuke resopló.
—¿Qué me vas a contar?
El guardián sonrió, o eso le pareció.
—Antes de la boda, hicieron un viaje al Reino del Fuego. La madre de Obito afirmaba que se quedó enamorada de este lugar, que era el sitio con el que siempre había soñado. Así que ideó un plan para quedarse.
—¿Qué hizo?
—El príncipe Jiraiya era célebre por ser un mujeriego, y ella lo aprovechó. Fue bastante sencillo hacer que fuera a su cama una y otra vez hasta quedarse embarazada.
Sasuke se tensó.
—¿Se quedó embarazada del futuro rey a propósito?
—Sí. Era evidente que su prometido no la aceptaría después de haberse entregado a otro hombre y menos todavía si esperaba a un hijo de su amante. Además, sabía que Madara no sería tan estúpido como para obligarla a volver al Reino del Hielo, no con el hijo del heredero de otro reino en el vientre, podría haber desatado una tremenda discusión que no habría acabado bien. Tuvo que dejarla allí a regañadientes, pero con la condición de que su hijo iría al Reino del Hielo en cuanto cumpliera la mayoría de edad para conocer sus orígenes y a su familia.
—¿Lo hizo?
—Obito fue leal a su palabra. Él y yo éramos como hermanos de niños, ya que yo perdí a mis padres durante la adolescencia y la señora Uchiha me adoptó. Temía que decidiera quedarse allí para siempre, pero no aguantó pasar más de un mes allí y regresó —dijo, sonriendo—. Como su madre, afirmó que esa gente era lo más aburrida y carente de humor que había visto nunca, y que este reino siempre ha sido su casa. No ha vuelto desde entonces, aunque creo que mantiene contacto con algunos familiares cercanos a su madre.
Sasuke frunció el ceño.
—¿No siente apego por su familia?
—¿Y usted?
Eso lo ofendió.
—Claro que sí, haría cualquier cosa por mi familia.
—Entonces debería comprender que el que no esté allí no significa que no los quiera. Obito los aprecia y, si le dijeran que le necesitan, cogería un barco e iría a ayudarles sin importar el precio. Nunca le daría la espalda a su propia sangre, pero debe recordar que se ha criado aquí, y que Jiraiya, Minato, yo y el resto de nuestros hermanos también somos su familia.
Después de eso, ambos quedaron en silencio; Kakashi no tenía nada más que decir y Sasuke se había puesto a reflexionar sobre el pariente lejano que caminaba a unos escasos dos metros por delante de él, todavía sujetando a su prometido por la cintura con total confianza. Frunció el ceño al oír que hablaban en voz baja sobre los niños que había atendido el rubio no hacía mucho, pero no alcanzó a escuchar bien lo que decían. Sintió el impulso de preguntar, pero esperaría a que Obito se fuera; era evidente que no le hacía gracia que fuera a ser el futuro marido de su sobrino… Mejor dicho, detestaba la idea de que tuviera que compartir el lecho con él. Trató de apartar ese pensamiento, pues a él tampoco le apetecía mucho, a pesar de que todavía le resultaba un poco insultante que el creador no sintiera la más mínima pizca de atracción por él.
Sin embargo, tenía que darle algo de mérito por preferir ocuparse de su pueblo antes que permanecer en una lujosa fiesta, eso denotaba responsabilidad y que se preocupaba por su gente, y debía reconocer que le agradaba que no fuera el chiquillo mimado y atontado que había imaginado al principio.
Además, estaba intrigado con las habilidades que había mostrado por el momento. Si bien era cierto que el Reino del Fuego defendía la igualdad de sexos, hacía ya algunos años que las mujeres de la nobleza estaban volviendo a convertirse en damas centradas únicamente en conseguir un marido. Ya no estudiaban ciencias o practicaban deportes, ni siquiera luchaban ya, y se dedicaban a aprender modales, a bailar, tocar un instrumento, coser y bordar, escribir y leer. Eso quería decir que el creador, en un principio, no debería tener conocimientos sobre medicina o tener tanta habilidad física saltando o bajando por una pared vertical.
Mientras iba pensando en cómo entablar una conversación con él, llegaron a palacio, pero no a la entrada principal, sino a una zona de la muralla cubierta por el bosque, de forma que los guardias que vigilaban no pudieran verlos desde abajo. Ahí, Kakashi y Obito presionaron un par de piedras concretas y luego empujaron, dejando a la vista un pasadizo secreto. Sasuke reconoció lo inteligente que era regresar por ahí, ya que, incluso si Naruto también podía trepar por la pared que antes había bajado, le costaría más tiempo escalar y así sería una presa fácil para los guardias que vigilaban el castillo.
—Ya hemos llegado —anunció Kakashi—. Ahora estás a salvo, Naruto. Nos separamos aquí.
—Gracias por acompañarme otra vez, Kakashi, Obito.
—No hay de qué —le dijo este último con una tierna sonrisa a la vez que le revolvía el cabello. Después, sin embargo, miró a Sasuke con cara de pocos amigos—. Recuerda que estaré pendiente de ti.
Este puso los ojos en blanco.
—Lo que tú digas.
Obito iba a soltarle alguna amenaza, pero Kakashi le tapó la boca y se despidió de los príncipes.
—Buenas noches, altezas.
Naruto soltó una risilla y se metió dentro del túnel, seguido por Sasuke. Poco después, la entrada al pasadizo se cerró, sumiéndolos en la oscuridad. El Uchiha maldijo a los guardianes del creador por no haberles dado una vela o algo con fuego pero, en cuestión de segundos, una luz anaranjada iluminó claramente el camino a seguir.
No pudo estar más confuso al ver al rubio con una antorcha encendida en la mano.
—¿Cómo has hecho fuego tan rápido?
—Magia —se carcajeó Naruto mientras empezaba a andar.
Sasuke permaneció cerca de él, sabiendo que su bienestar era su responsabilidad desde el momento en el que Kakashi y Obito los habían dejado solos.
—¿Haces esto a menudo?
—¿El qué?
—Escaquearte de palacio.
—Todas las noches —respondió Naruto como si fuera lo más normal del mundo.
Sin embargo, Sasuke se hacía una idea del porqué.
—¿Es por los niños?
Notó que el creador se tensaba un poco.
—Sí.
—¿Qué les ocurre? —preguntó. Realmente quería saber qué pasaba con ellos.
Naruto bajó un momento la vista con el ceño ligeramente fruncido.
—No estoy seguro. Sé que están enfermos, pero nunca antes había tratado con algo así…
—Espera, ¿tú tratas a la gente? —preguntó Sasuke, desconcertado—. ¿Eres médico?
Naruto hizo una mueca.
—No exactamente.
—¿Entonces?
El rubio permaneció en silencio un rato, aunque Sasuke fue consciente de que la pregunta lo había incomodado y que dudaba si contestar o no. Supuso que tal vez había tenido que estudiar medicina en secreto ya que dudaba que le permitieran aprender dada la situación de la nobleza en ese reino, y probablemente temía que fuera a decírselo a alguien.
—No le diré nada a nadie —prometió, sobresaltando a Naruto—. En mi reino, tanto hombres como mujeres tienen derecho a escoger cómo servir a su país. Nuestras mujeres pueden ser cazadoras, guerreras o médicos. Sobrevivir en mi tierra es muy duro y no podemos permitirnos hacer distinciones, todos debemos contribuir.
—Había oído algo, pero no estaba seguro de si era cierto —admitió el creador antes de soltar un suspiro—. Mi abuela y mi madre provenían de reinos así, de hecho, fue mi abuela quien convenció a mi abuelo de implantar leyes que dieran a las mujeres los mismos derechos que los hombres, ella no habría soportado vivir en un lugar donde habría sido menospreciada, y mis padres también siguieron su ejemplo. Pero tras su muerte, las cosas cambiaron.
—¿Por qué? —preguntó Sasuke, también extrañado por el cambio.
—El Consejo está formado por ancianos de la generación de mi abuelo, que se criaron en una sociedad machista. Nunca estuvieron de acuerdo con los cambios que implantó Jiraiya, pero él era el rey y tuvieron que aguantarse. Tras morir mis padres, mi abuela logró asumir la regencia ya que no había nadie más próximo a la familia real aparte de mí, pero yo era un niño.
—¿Y qué tiene que ver? Tu abuela tenía todo el poder, ¿no?
—En teoría debía tenerlo, pero los consejeros aprovecharon la muerte de mi padre para ejercer su propio poder. La gran mayoría de reinos piensa todavía en las mujeres como en simples yegua de cría, y no es fácil para tu gente o la mía ser respetados o aceptados dadas nuestras ideas y costumbres, por eso muchos nobles se pusieron del lado de los consejeros, para tener una mejor relación con esos países. Eso quitó poder a mi abuela y tuvo que ceder en algunas cosas para evitar que trataran de quitarle la regencia. Ellos habrían gobernado en su lugar y las cosas podrían ser mucho peores.
Sasuke sintió cierta lástima por Naruto y su abuela. Él se había criado en un reino donde se respetaba a las mujeres, incluso había ciertos aspectos en los que creía que ellas eran superiores a los hombres. Su madre había sido siempre mejor jinete que su padre, y la propia Izumi era una guerrera temible montada a lomos de su corcel y manejando armas arrojadizas como flechas o lanzas. La mayoría de las mujeres Uchiha sabían cazar y luchar; de niño, su hermano le contaba historias de guerra sobre su familia en las que las esposas de sus antepasados habían llegado a comandar los ejércitos de sus maridos con una destreza que muchos envidiarían.
Y lamentaba que otros no pudieran verlo de esa forma, o que personas como Naruto no hubieran podido disfrutar de esa libertad. Por un momento, se puso en su lugar; trató de imaginar a su padre obligándolo a aprender a coser o bordar, sin permitirle tocar una espada o cualquier libro que tratara de alguna ciencia que le hubiera inspirado curiosidad, pero que solo estaba disponible para los hombres.
Joder, él también habría aprendido a escondidas y tendería a rebelarse contra su consejo.
Tras un momento de duda, puso una mano sobre el hombro de Naruto. Era la primera vez que lo tocaba.
—Lamento que las cosas sean así.
Este parpadeó, obviamente sin esperar que Sasuke hiciera algo así y, por un segundo, se quedó sin saber muy bien cómo responder. El Uchiha se había estado comportando como un niño enfurruñado desde que llegó a palacio esa mañana y, sinceramente, no esperaba un mejor trato por su parte hasta que se hubiera acostumbrado a la idea de que iba a casarse con él y a gobernar una tierra extraña para él. Incluso así, no estaba seguro de que hubieran podido llevarse bien del todo, ya que Naruto no tenía una buena impresión de alguien que había estado eludiendo sus responsabilidades durante tres años. Había pensado en Sasuke Uchiha como en alguien que iba por completo a su aire, egoísta, arrogante, a juzgar por cómo trataba a todo el mundo con esos aires de superioridad, excesivamente orgulloso y la clase de persona que solo aceptaría hacer las cosas a su modo.
Por eso le sorprendía ese despliegue de humor que había tenido antes, en la ciudad. Tenía que reconocer que había sido bastante divertido picarse entre ellos. También era una grata sorpresa comprobar que tenía un mínimo de empatía… y que compartía sus ideas. Tal vez se había precipitado al juzgarle; no era justo que lo hiciera cuando precisamente él también era juzgado por ser un creador, la gente esperaba a una delicada florecilla y, en cambio, él era bruto, contundente y decía lo que pensaba a la cara.
No tendría que haber cometido el mismo error con Sasuke.
—Gracias —dijo con sinceridad. Después, se le ocurrió una idea y miró a su futuro esposo a los ojos—. Si fueras rey, ¿estarías dispuesto a cambiar eso?
Un brillo de comprensión apareció en los oscuros ojos del Uchiha.
—¿Quieres volver a implantar la igualdad de sexos?
—Entre otras cosas que los consejeros están intentando cambiar.
—¿Por ejemplo?
Naruto sonrió con malicia.
—¿Qué tal el protocolo social? Así no tendremos que aguantar esa gilipollez de que somos monísimos.
Sasuke esbozó una media sonrisa.
—Todo sea por no volver a tener arcadas —comentó, haciendo reír a Naruto—. Tendrás mi apoyo ante el Consejo.
Aliviado por tener un poderoso aliado de su parte, el rubio le tendió la mano. El varón enarcó una ceja.
—¿Una tregua?
Naruto se puso serio.
—Ni tú ni yo queríamos este matrimonio pero, para bien o para mal, estamos metidos en el mismo saco. No espero que te enamores de mí, ni quiero que esperes lo mismo por mi parte, pero si vamos a pasar el resto de nuestra vida juntos, prefiero que intentemos llevarnos bien por el bienestar de mi reino.
Sasuke lo observó un momento, pensativo. Naruto había sido claro y debía reconocer que tenía razón; él tampoco estaba contento con su casamiento, pero ninguno de los dos podía hacer nada al respecto y, siendo sinceros, apreciaba que su prometido no fuera como había imaginado al principio. Además, si querían cambiar las cosas en el Reino del Fuego, debían estar unidos para hacer frente al Consejo.
Cogió a Naruto por el antebrazo y ambos se dieron un fuerte y masculino apretón. Así daba su palabra de que, a partir de entonces, trataría de llevarse mejor con su futuro esposo, y que cumpliría con sus obligaciones para con él. Defendería su honor y lo protegería de cualquier enemigo.
Después de eso, ambos retomaron el camino de regreso al palacio.
—Entonces, ¿has estudiado medicina?
De nuevo, Naruto se removió algo incómodo.
—Se podría decir que sí.
Sasuke se puso serio.
—Te he dado mi palabra de que no se lo diría a nadie, y lo cumpliré. Un Uchiha no rompe sus promesas.
El creador lo miró de reojo con la duda bailando en los ojos. Al final, la solemnidad que veía en los ojos del varón lo convenció, aunque eso no evitó que soltara un suspiro.
—Bueno, vamos a casarnos. Hay algunas cosas que tendrías que saber sobre mí. Pero no puedes decírselo a nadie, ni siquiera mi abuela, Kakashi u Obito lo saben.
A Sasuke le sorprendió que fuera a contarle algo que nadie más que él sabía, pero eso le hizo reafirmarse en su promesa de guardar su secreto, fuera cual fuera. También apreciaba la confianza que depositaba en él a pesar de no conocerse.
Naruto necesitó unos momentos para pensar en las palabras que iba a usar.
—Verás… Los creadores tenemos ciertas… habilidades.
—¿Habilidades?
—Tenemos ciertos conocimientos y poderes que mantenemos en secreto, que son exclusivos para nosotros. La medicina que yo aprendí no la encontrarás en ningún libro, salvo en el que escribieron mis antepasados creadores, al que solo yo tengo acceso.
—¿Los creadores escribisteis libros sobre vosotros?
—Uno por cada reino, y cada vez que aprendemos algo nuevo, escribimos una nueva página, pero todos están escondidos. Ya no nacen tantos creadores como antaño y, con el paso del tiempo, esos conocimientos no pudieron ser transmitidos por vía oral, la forma más segura para nosotros, y tuvimos que recogerlos en libros. Solo los reyes de cada país saben dónde está escondido el de sus creadores, seguro que tu padre sabe dónde está escondido el vuestro.
—¿Por eso tú estás tratando a esos niños? —preguntó Sasuke con perspicacia—. ¿Eres el único que sabe cómo ayudarlos por lo que aprendiste en ese libro?
—En realidad, los métodos que he usado hoy son bastante comunes en la medicina de este reino, el problema está en encontrar una cura para ellos.
Eso alarmó un poco a Sasuke.
—¿Una cura? ¿No es una enfermedad normal?
—Los sofocos y la fiebre alta son normales aquí a partir de primavera y muy habituales en verano, pero nunca antes habían tenido fallos respiratorios. Además, los únicos afectados por ahora son niños muy pequeños, menores de cinco años. Consulté a un médico de confianza que sabe lo que hago y me confirmó que no era nada que él conociera. También está preocupado, como los otros médicos. Entre todos intentamos mantener estables a todos los niños.
—¿Todos los niños? —repitió Sasuke con voz aguda, deteniendo a Naruto—. ¿Cuántos niños están enfermos?
El creador lo miró con tristeza.
—Una veintena. Algunos están muy graves.
El Uchiha palideció.
—¿Una epidemia?
—O el principio de una. Por eso voy a ver a los niños, los observo, aprendo de sus síntomas, y luego busco en el libro si hubo otra situación similar y si el creador que escribió sobre ello encontró una cura o al menos hizo alguna investigación.
—¿No has visto nada?
—No todavía. Como el libro se ha estado escribiendo a lo largo de los siglos, no hay un orden definido y tengo que buscar página por página.
—Mierda —masculló Sasuke—. ¿No se puede hacer nada más?
—Seguir investigando. Seguir buscando. —El rubio suspiró, cansado—. Por eso huyo tanto de palacio. Estando aquí tendré a los consejeros encima y no quiero que se enteren de lo que estoy haciendo. Me da miedo que encuentren el libro; en el pasado, otros utilizaron esa información contra los creadores. No acabó bien para nosotros.
—¿Te refieres a la época en la que os perseguían?
Todo el mundo sabía que hubo un oscuro período en el que los creadores eran considerados monstruos antinaturales por ser hermafroditas, y los hombres no dudaron a la hora de buscarlos y masacrarlos, estuvieron prácticamente al borde de la extinción. Hasta que un antiguo rey del Reino del Hielo, su antepasado, se enamoró de un creador y lo convirtió en su esposo. Desde entonces, los creadores empezaron a ser aceptados, y más aún cuando muchos de sus hijos se convirtieron en héroes que hoy todavía se recordaban en las leyendas.
Sin embargo, ya no nacían tantos como antes, de hecho, Naruto era el único del que había oído hablar en la actualidad. Había quienes decían que los creadores fueron un regalo de los dioses a la humanidad, y que les entristeció tanto la masacre de sus criaturas que decidieron no volver a dejarlas entre los mortales por miedo a que los hombres les hicieran daño otra vez.
El rubio asintió tristemente.
—Sí. Fue un arma de doble filo. Desde entonces los creadores ocultaron celosamente sus secretos. Por eso no muchos conocen la existencia de los libros, y por eso solo los reyes saben dónde se esconden.
—¿El Consejo lo sabe?
—¿Dónde está mi libro? No. ¿Su existencia? Tal vez, pero prefiero que no me pillen con él.
Sasuke asintió y tomó una decisión.
—Los consejeros no te molestarán, me encargaré de ello.
—¿Qué piensas hacer?
—Tú sígueme la corriente, funcionará y nadie sospechará nada… Bueno, mi hermano lo hará, pero entenderá que tendré mis razones. ¿Puedo contarle lo de los niños?
—No es un secreto, pero omite la parte del libro… Aunque, si es el heredero al trono, puede que tu padre ya le haya confesado el secreto. —Naruto ladeó la cabeza, meditando al respecto—. ¿Tu hermano se pondría de nuestra parte si el Consejo interviene?
—Sin pensárselo dos veces.
El creador asintió.
—Es bueno saberlo. No creo que sean tan idiotas como para contradecir a mi abuela y a los príncipes del Reino del Hielo, uno de ellos su futuro rey. Creo que lo tenemos cubierto.
Sasuke permaneció un instante en silencio antes de decir:
—Gracias por confiarnos tu secreto. —Se sentía algo incómodo diciendo algo así, pero Naruto se había arriesgado mucho al confesarle la existencia del libro y valoraba que hubiera compartido algo así con él e Itachi. Quería que supiera que no faltaría a su palabra y que tanto su hermano como él tenían honor para cumplirla—. Ni yo ni mi hermano traicionaremos esa confianza.
—Mi abuela siempre me ha dicho los Uchiha sois honorables. No estaba tan seguro de ti al principio —admitió Naruto, haciendo que el varón frunciera el ceño—, pero soy consciente de que he cometido el error de juzgarte demasiado rápido y, como he dicho antes, vamos a casarnos y es mejor que nos llevemos bien. Confiarte una pequeña parte de mis secretos me parece un buen modo de iniciar una relación de confianza.
—¿Es porque pasé tres años en el mar? —preguntó Sasuke, haciendo una mueca.
El rubio no se lo pensó dos veces a la hora de asentir. Al menos, era brutalmente sincero.
—Sí. Pensaba que estabas siendo un egoísta e irresponsable que solo se preocupa por ganar su propia fama.
—¿Y ya no lo piensas?
—Trato de no pensar en nada sobre ti ahora mismo. Lo único que sé es que aceptaste las consecuencias de tus actos cuando supiste que habías entrado en el Bosque Sagrado, y parece que tus ideas para gobernar mi reino no son muy diferentes a los planes que tengo yo. Confío más en lo que veo en ti que en lo que la gente dice sobre ti.
Tras esas palabras, Sasuke se quedó callado, un poco impresionado. Si bien Naruto había reconocido que lo había juzgado mal desde un principio, sin conocerlo, también había admitido su error e intentaba corregirlo basándose en sus actos, y no en los rumores y habladurías que había sobre él.
Era muy consciente de cómo lo veía la gente: la mayoría lo tenía por un valiente guerrero que había desafiado a su padre y su sociedad para vivir sus propias aventuras, un rebelde que había roto las normas; otros creían que era un bárbaro que se había dedicado a la piratería, cuando él y sus hombres siempre habían sobrevivido de lo que cazaban, pescaban o de los muchos trabajos como mercenario que había aceptado para poder conseguir dinero, pero jamás había hecho nada que pudiera mancillar su apellido o que fuera en contra de sus principios; la nobleza de muchos reinos pensaba que era imbécil por renunciar a una vida lujosa por la apestosa vida en el mar; su país estaba en parte orgulloso de su príncipe y de sus logros, pero también le guardaban cierto rencor por haberlos abandonado, y su familia… Su hermano siempre le había entendido, aunque le entristeció perderlo, y su padre estaba decepcionado. Ni siquiera sabía que el motivo por el que se fue era para no tener que estar cerca de él.
Naruto era el primera que estaba intentando… conocerle. Conocerle de verdad. Eso le hacía sentirse de una forma extraña, pues no estaba seguro de querer que alguien lo conociera tan profundamente como lo hacía Itachi pero, al mismo tiempo, era agradable que hubiera una persona que no estuviera interesada en la imagen que se tenía de él.
Era… reconfortante.
Mientras pensaba en ello, llegaron al final del pasadizo, que Naruto abrió con mucho cuidado para asegurarse de que no había nadie. Cuando salieron, Sasuke se dio cuenta de que estaban en la sala del trono, y que el pasadizo se encontraba oculto tras un enorme estandarte rojo con el símbolo de los Namikaze, una cabeza de zorro anaranjada rodeada por nueve colas.
—Creo que todo el mundo se ha ido a la cama —comentó su prometido.
Sasuke le dio la razón, ya que no se oía música ni canciones, ni el griterío propio de los borrachos ni las agudas risillas de las damas. Ambos fueron de todas formas al lugar donde se había celebrado el baile para asegurarse de que podían pasearse por palacio sin ser vistos, el cual encontraron totalmente vacío y oscuro, tan solo iluminado por la luz de la luna.
—Parece que no corremos peligro de sufrir una enorme reprimenda —comentó Sasuke con cierta diversión.
Naruto bufó mientras encendía las velas de un candelabro.
—El único al que habrían sermoneado sería a mí, tú eres su futuro rey, el Gran Sasuke Uchiha.
Este esbozó una media sonrisa.
—Mi hermano se habría encargado de que tú no fueras el único al que le habrían llamado la atención.
Su prometido le dedicó una sonrisa divertida.
—Creo que tu hermano me caerá bien.
—Ja, ja, qué gracioso.
Naruto soltó una risilla y miró con tristeza las ánforas de vino que había en la mesa de los refrigerios.
—¡Oh, venga! La gente se ha dejado el vino —dicho esto, cogió un cáliz que limpió con una servilleta y se echó una copa entera que se bebió de un trago, haciendo que Sasuke lo mirara con burla.
—Ve más despacio, te sentará mal.
—Disculpa, pero este es el reino del vino, podría beberme un ánfora de estas sin despeinarme.
Sasuke bufó.
—Vuestro vino es para blandengues.
Su prometido lo miró con cara de pocos amigos.
—Retira esa herejía ahora mismo.
—La cerveza de mi reino es más potente.
Naruto hizo un gesto despectivo con la mano.
—Cerveza —dijo con desprecio—, eso sí que es una birria. No tiene sabor.
—Sí que lo tiene.
—Sí, perdona, a amargura es a lo que sabe.
—¿Y vuestro vino qué es? Un zumo para tomar durante el desayuno.
El rubio lo fulminó con la mirada.
—Muy bien. Ya que eres tan machote, vamos a ver qué tal lo aguantas.
Sasuke levantó una ceja.
—¿Quieres un concurso de beber? No durarás ni media ánfora.
—Ya veremos quién ríe el último cuando YO tenga que llevarte a rastras hasta tu habitación. No podrás ni andar erguido.
—Tú lo has querido —replicó Sasuke, cogiendo dos sillas para llevarlas junta a la mesa mientras que Naruto limpiaba otro cáliz y lo dejaba en su lado.
Ambos se sentaron y el rubio empezó a llenar las copas.
—¿Cuál es el premio? —preguntó Sasuke. Al fin y al cabo, era una competición.
Naruto lo meditó un momento antes de sonreír con malicia.
—Si gano yo, tendrás que contarme todas esas aventuras que has tenido en los mares. Pero no quiero las que he oído, quiero las que pasaron de verdad.
—¿Qué te hace pensar que las que has oído no son las de verdad?
—Que la gente tiende a exagerar las historias.
Sasuke lo meditó un momento.
—Suficiente justo. ¿Y si gano yo?
—¿Qué quieres?
El Uchiha lo estuvo pensando durante unos minutos, buscando algo que pudiera ofrecerle el creador. Cuando lo encontró, sonrió con aires de superioridad, sabiendo que él tenía todas las de ganar.
—Si gano yo, me hablarás de todas esas habilidades que tienes como creador.
La sonrisa de Naruto se hizo más amplia. Él también estaba seguro de que podría tumbar a ese Uchiha arrogante.
—Me parece bien. ¿Listo?
—Listo.
—¡A beber!
      Y se tomaron el vino de un trago.

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