miércoles, 9 de enero de 2019

El Reino de los Zorros


Capítulo 6. Atracción fatal

Había pasado más de un mes desde que Sasuke y Naruto hallaron una cura para los niños. Estos, tal y como predijo el creador, mejoraron en cuestión de un par de semanas y, tras revisiones constantes a las zonas de riego, pudieron asegurar que la flor no había vuelto a crecer, así que quitaron el sello de los pozos y todo el mundo regresó a su rutina, aunque esta vez los agricultores estuvieron avisados de que debían estar atentos a si volvían a ver dicha planta.
Durante ese tiempo, los dos príncipes prometidos pasaron bastante tiempo juntos, conociéndose mejor y afianzando la amistad que empezaba a formarse entre ellos. Por las mañanas, Naruto llevaba a Sasuke a diferentes lugares de la capital de su reino para que lo conociera mejor, así como le presentaba a las casas nobles del mismo, sobre todo se quedaban un rato con aquellas que todavía les eran leales a los Namikaze, de modo que, aparte de los Inuzuka, conoció también a los Akimichi y a los Yamanaka. Naruto también le contó que había otras dos casas muy importantes de su país que respaldaban a su familia y que, de hecho, eran los gobernantes de dos de las islas que formaban parte del Reino del Hielo: los Nara y los Hyuga. Sin embargo, al vivir en otra parte, no pudo conocerlos, aunque el creador le aseguró que podría hablar con ellos cuando se hiciera oficial su compromiso.
Las tardes permanecían separados, pero era porque Naruto tenía que atender sus misteriosas tareas como creador, a las que Sasuke no podía acompañarlo por el momento. De modo que este se dedicaba a cazar con Kiba y los Inuzuka, de los que aprendió muchas técnicas nuevas para rastrear y estrategias para la caza, a entrenar con Rock Lee, en quien descubrió un rival digno para medir y mejorar sus habilidades y un amigo leal a Naruto, y también siguió el consejo de su prometido de ir a la biblioteca para conocer un poco mejor la historia de su futuro reino bajo la guía de Iruka Umino.
Al principio, no comprendió el profundo afecto que el rubio le profesaba a ese hombre, aparte de que era educado, culto y amable, este no mencionó el porqué de su estrecha relación con el príncipe, aunque hablaba mucho de él con una sonrisa tierna y orgullosa, de modo que un día se decidió a preguntarle.
No esperó la respuesta que le dio. El marido de Kakashi le contó cómo los padres de Naruto murieron en un horrible accidente; al parecer, estaban saliendo del puerto en dirección a un concilio de reyes por temas económicos cuando el barco en el que viajaban estalló en llamas. Todos los que habían ido a despedir a sus amadas majestades quedaron impactados y horrorizados por lo que presenciaron, entre ellos, un pequeño Naruto que no pudo hacer otra cosa que gritar y llorar mientras observaba, impotente, cómo el navío se consumía por el fuego.
Sasuke no había esperado algo tan terrible. Él vio a su madre enfermar y, por muy doloroso que hubiera sido verla cada vez más débil, al menos era consciente de que lo más seguro era que no sobreviviría, en cierto modo estuvo mentalizado para cuando llegó el momento.
Pero no era el caso de Naruto. Sus padres murieron de repente, de un día para otro, dejaron de estar con él. Y lo peor fue que lo vio todo. Se estremecía solo de pensar en cómo se habría sentido.
Iruka le contó cómo de duro fue para el pequeño creador superar la muerte de sus padres. La reina Tsunade se vio inmersa en una batalla campal por impedir que el Consejo consiguiera hacerse con el poder del reino ahora que su hijo y su esposa estaban muertos, teniendo que ceder en muchas cosas como los derechos de las mujeres e incluso restringir la libertad de su nieto. A partir de ese momento, Naruto tuvo prohibido aprender ciertas cosas e incluso le quitaron a su profesor, que en esos días fue el propio Iruka, y lo dejaron a cargo de Koharu para que aprendiera modales y actividades considerados femeninos y delicados.
Pese a todo, Iruka estuvo ahí para apoyarle, al fin y al cabo, era su sobrino político y un niño que había perdido a sus padres, simplemente no podía dejarlo a merced de toda la tristeza y confusión que acarreaba entonces. Fue él quien se ocupó de explicarle cómo eran las cosas en ese momento, quien le enseñó que jamás debía rendirse por muy difíciles que se pusieran las cosas y quien le recordó que, aunque ya no estuvieran allí, sus padres le querían y estaban orgulloso de él, así que tenía que seguir esforzándose por ser el gran rey que ellos esperaban que fuera.
Sin Iruka, Naruto no habría podido salir adelante. No, era más que eso, él nunca habría sido quien era de no ser por Iruka. Sasuke comprendió entonces por qué el rubio se sentía tan unido a él, debió de ser en cierto sentido como su nueva figura paterna, su guía mientras crecía. Y por ello, lo respetaba mucho e, incluso, le estaba agradecido porque no permitiera que esa consejera lo transformara en una princesa descerebrada.
Finalmente, las noches pasaban algo de tiempo juntos, aunque no como lo haría una pareja normal. Si Naruto escuchaba las plegarias de una persona que le necesitaba, Sasuke lo acompañaba y se aseguraba de que regresara a palacio sano y salvo, algo que no hacía falta ya que sabía que Kakashi y Obito estaban siempre vigilando a su sobrino pero, aun así, le gustaba ver a su prometido cumpliendo su deber de atender las súplicas de su pueblo, hacía que sacara lo que él consideraba que era una de sus mejores facetas, su buen corazón. Después de eso, o si Naruto no tenía ninguna petición que hacer, ambos iban a la playa privada de los Namikaze, que ahora era propiedad del creador, y caminaban por la orilla mojándose los pies o se quedaban sentados cerca de esta, siendo Sasuke quien contaba sus aventuras por los mares (después de todo, el rubio le ganó en aquel concurso de beber vino), haciendo que a Naruto se le iluminaran los ojos.
Sí, definitivamente, la relación entre ellos iba mucho mejor de lo que ellos mismos habían esperado, y no fueron los únicos que lo notaron. Tsunade estaba satisfecha por cómo habían salido las cosas al final, y esperaba que fuera así durante los próximos años que pasarían como pareja casada, mientras que Itachi estaba especialmente contento por cómo su hermano parecía haberse suavizado gracias a la continua presencia de su prometido. Siempre había sido un joven orgulloso, y tras los años que había pasado de forma independiente en el mar, la arrogancia que caracterizaba a los Uchiha se había hecho más fuerte, pero era como si Naruto, de algún modo, le hubiera hecho poner los pies en el suelo y ser más consciente de la posición que ocupaba ahora. No dudó en darle las buenas noticias a su padre por carta, añadiendo que, si se lo permitía, Itachi estaría presente en su lugar para el anuncio oficial de su compromiso. Fugaku le respondió que no había ningún problema, pues siempre debía de haber un Uchiha en el Reino del Hielo para evitar cualquier problema, y añadió su sorpresa por el nuevo comportamiento de su hijo menor y que esperaba que siguiera así… del mismo modo que expresó sus deseos de conocer al joven creador pronto. Parecía que había despertado su curiosidad, y eso no era nada fácil en Fugaku Uchiha.
Por otro lado, Sai había iniciado su intento de conquistar a Naruto… sin éxito alguno. Utilizó sus mejores palabras y halagos, trató de impresionarlo con su destreza en combate y su maestría con el arco, así como cabalgando. Pero nada de nada, el creador estaba siempre demasiado ocupado con sus tareas o mostrándole a Sasuke cosas sobre su reino. Por desgracia, sus constantes negativas hicieron que Sai lo viera cada vez más como un delicioso desafío, que cuanto más tiempo tardara en seducirlo, más dulce sería la victoria, de modo que no cesó en su empeño de conquistar al testarudo creador.
Sin embargo, este no era estúpido. Desde que alcanzó la pubertad, los hombres, incluso aquellos que nunca se habían sentido atraídos por los de su mismo sexo, empezaron a mirarle de forma distinta, y no eran pocos los que habían tratado de seducirlo, sobre todo entre los miembros de la nobleza para asegurarse una posición más ventajosa, pero él siempre los había rechazado.
Así que si Sai creía que podía usar los mismos trucos con él, iba listo. Todo lo que había utilizado, lo había visto antes y, sinceramente, no le impresionaba. Nunca pensó que lo diría, pero prefería a Sasuke como marido, y eso que él no parecía tener el menor interés… sexual en él. Si tenía que ser sincero, eso lo aliviaba y hacía que se sintiera más cómodo a su lado, ya que sabía que no le diría lo que quería oír para tenerlo en su cama, o que solo le mostraría la mejor parte de su personalidad, ocultando cómo era realmente.
Tampoco se le pasó por la cabeza decirle a su prometido que su primo andaba pegado a su culo a ver si conseguía manosearlo, no le parecía lo más sensato. En primer lugar, él podía apañárselas solo, y en segundo, temía que eso pudiera causar un conflicto entre los Uchiha. No es que pensara que Sasuke pudiera sentirse celoso (la sola idea le provocaba una carcajada), sino que su prometido ya había demostrado de sobra que no toleraría que se le faltara al respeto, solo tenía que recordar la forma en la que golpeó brutalmente a Danzo por llamarlo puta. Si pudo hacerle eso a un anciano sin miramientos, a saber cómo reaccionaría con su joven y atlético primo.
No, por el momento era mejor si lo manejaba por su cuenta.
Aparte de todo eso, había un detalle con el cual tanto Naruto como Sasuke estaban un poco asqueados.
El anuncio oficial de su compromiso.
Danzo cumplió su palabra y esperó a que todos los niños de la isla se recuperaran pero, en cuanto hubo una gran seguridad de que no volverían a pasar por una epidemia, se apresuró a convocar al Consejo y a la reina para decidir a quiénes invitar al grandioso evento y que ella misma dictara las invitaciones. Estas habían sido enviadas hacía ya un par de semanas, por lo que todos los reyes hacía tiempo que habían confirmado su asistencia y se dirigían hacia allí, lo cual quería decir que a los jóvenes príncipes les quedaba poco tiempo para disfrutar de su “cortejo” y tendrían que ponerse a atenderlos. De hecho, un barco proveniente del Reino del Hielo había sido de los primeros en llegar, trayendo consigo a una de las familias nobles importantes de dicho reino. Normalmente, estas no solían acudir, pero esta había pedido un permiso para pasar lo que quedaba de la primavera allí, por lo que Tsunade se lo concedió y además la invitó a asistir a los bailes en honor a la pareja prometida. La gente del Reino del Fuego era muy sociable y hospitalaria, así que la reina no vio nada de malo en invitar a alguien que, además, estaba relacionado con la familia Uchiha.
No tenía ni idea de la mala idea que fue invitar a esa persona.


Sasuke se encontraba en el Bosque Sagrado, esperando en el lago a que Naruto terminara lo que quiera que hacía allí para regresar a palacio juntos. Últimamente era algo que hacían mucho, así podía enseñarle a montar a caballo, aunque lo hacía despacio, no parecía gustarle mucho estar a lomos de un animal y por eso aún no se atrevía a dejarlo ir solo con el corcel.
Así que ahora estaba bordeando el lago distraído, haciendo algo de tiempo hasta que su prometido estuviera listo para regresar…
—Sasuke.
Su cuerpo se tensó al reconocer esa voz femenina. Rezó porque solo fuera una broma pesada de su mente, ya que no tenía sentido que ella estuviera allí, en el Reino del Fuego. Pero al darse la vuelta, palideció al darse cuenta de que era muy real y que la tenía justo delante, en el maldito lugar sagrado de un reino extranjero.
Sakura Haruno.
Los Haruno eran una casa noble del Reino del Hielo, muy reconocida por sus artes medicinales y su gran inteligencia, la cual era tal que eran de los pocos que habían logrado cultivar cerezos en sus gélidas tierras, de ahí que dicho árbol fuera su emblema. Sakura era la heredera de su familia, una joven de mente despierta y una médico excelente, todo el mundo esperaba grandes cosas de ella. No era la belleza más despampanante que Sasuke hubiera visto nunca, pero tenía cierto atractivo; era alta para ser una mujer, con unas piernas larguísimas y piel de porcelana, que cualquier hombre desearía acariciar durante un encuentro pasional, sus pechos eran pequeños, pero su figura esbelta y proporcionada la hacía físicamente deseable, por no decir que su largo cabello rosado le daba un aspecto delicado que contrastaba con sus hermosos ojos verdes, que ardían cuando la pasión la arrollaba.
Ella le dedicó una feliz sonrisa a la vez que se acercaba a él.
—Me alegro mucho de verte.
Sin embargo, Sasuke no estaba para nada contento. Fue hacia ella a paso veloz y la cogió del brazo con cierta brusquedad, mirándola enfadado.
—¿Qué diablos haces aquí? ¿No ves que esto es territorio sagrado? No puedes estar aquí, tienes que irte.
Sakura lo miró dolida.
—Necesitaba verte a solas.
—Este no es el mejor lugar, ¿tienes idea de lo que pueden hacerte solo por pisar este sitio?
Ella se agarró a su pecho.
—Nadie se dará cuenta. —Sasuke estaba a punto de replicarle, pero las palabras que le dijo se lo impidieron—. Sasuke, he venido en cuanto me he enterado, no te cases.
Él se detuvo en seco, soltándole el brazo y dejando de intentar llevarla a las afueras del bosque. Se quedó mirándola con el ceño fruncido, aturdido y confuso.
—¿Qué?
Sakura se pegó a él.
—Sé que tu padre te está obligando, pero habla con él, entenderá lo nuestro. Estoy segura de que preferiría que te casaras con alguien de tu tierra que con un extranjero, así no tendrías que vivir lejos ni adaptarte a unos extraños. Cancela el compromiso y ven conmigo, lo solucionaremos.
Sasuke todavía no salía de su asombro. ¿Qué demonios pasaba con las mujeres? ¿Por qué todas creían que porque tuviera interés sexual en ellas quería quedarse para siempre con una? Era algo puramente físico, no había nada sentimental, no podían simplemente dar por hecho que podían amarrarlo solo porque accediera a ir a sus camas.
Al parecer, Sakura también había malinterpretado la situación. En una situación normal, habría hecho como con todas las demás, decirle de forma fría y cortante que no debía esperar nada más de él, que solo había sexo y que a él no le interesaban esas chorradas románticas. Sin embargo, ella pertenecía a una familia noble de su reino y no podía despacharla sin más.
Así que la cogió por los hombros para apartarla de él y le dijo en un tono suave pero firme:
—Sakura, no hubo nada entre nosotros. Solo fue una noche.
Ella negó con la cabeza.
—Te conozco, sé lo que haces con las mujeres; pasas un par de horas con ellas y luego te marchas, nunca duermes con una. Conmigo estuviste toda la noche —añadió, esbozando una sonrisa coqueta. Sus mejillas también estaban un poco rojas.
Sasuke suspiró.
—Mira, acababa de enterarme de que iba a casarme con un creador. Estaba enfadado y molesto, solo quería pasar una última noche con una mujer, y tú fuiste la primera que se me ofreció. Solo fue eso.
Sakura pareció profundamente herida por sus palabras, lo cual el Uchiha lamentó un poco, pero no era culpa suya que ella hubiera pensado que habían compartido algo más que una noche de pasión, él nunca le había prometido nada, ni a ella ni a ninguna otra mujer.
La joven bajó los ojos, intentando ocultar las lágrimas, pero luego endureció la mirada y sacudió la cabeza.
—No me importa que no significara nada para ti. —Levantó la vista hacia él, decidida—. Te ofrezco casarte conmigo.
Sasuke se quedó con la boca abierta.
—¡¿Qué?! ¿De qué estás hablando?
—Piénsalo, los dos tendríamos lo que queremos; tú podrías pasar el resto de tu vida con una mujer y yo… —Ella se sonrojó y apartó la vista, un poco avergonzada—. Siempre me he sentido atraída por ti, Sasuke.
Este movió la cabeza a un lado y a otro, sin poder creerse que estuvieran manteniendo esa conversación.
—Sakura, no voy a casarme contigo. Ya estoy comprometido y no tengo intención de deshonrar a los Namikaze cancelando este matrimonio.
Ella frunció el ceño.
—¡Pero a ti no te gustan los hombres! He oído que los creadores son algo distintos pero siguen pareciendo… masculinos, más o menos. ¿Qué vas a hacer? ¿Tendrás solo relaciones con él para tener hijos y luego te volverás célibe? ¡Es mejor que estés con una mujer!
Los rasgos de Sasuke se ensombrecieron. Pese a que ya había pensado en ello y la idea no acababa de hacerle gracia, no tenía ninguna intención de mancillar el honor de Naruto acostándose con otras mujeres, no podía hacerle algo así al que ahora consideraba su amigo, que encima sería su futuro esposo. Ya pensaría en ello más adelante, cuando fuera el momento. Naruto tampoco había mencionado nada, por lo que estaba seguro de que él tampoco tenía prisa porque llegara el día en que compartieran la cama… Sin embargo, a pesar de sus dudas en ese tema, Sakura no era quién para decirle con quién debía casarse, y menos por una razón tan estúpida como esa.
El sexo le gustaba, claro que sí, pero no era lo más importante en un matrimonio.
Era la confianza, el respeto, la capacidad de complementarse y adaptarse el uno al otro. Sasuke era consciente de que no era la persona más fácil de tratar del mundo, sabía que era orgulloso y un poco arrogante, incluso que su ego, aunque merecido, a veces hacía que olvidara o pasara por alto ciertos detalles; pero Naruto sabía llevar su carácter, no tenía miedo a decirle a la cara cuándo estaba equivocado, le paraba los pies cuando creía estar por encima de las cosas. Sabía que él siempre estaría a su lado para ayudarlo a gobernar sabiamente, que, ante cualquier problema, por duro que fuera, estaría ahí para hacerle frente, que lucharía con uñas y dientes por su reino. Se había dado cuenta de que confiaba ciegamente en él, no tanto como un esposo, sino como un compañero.
Una relación así era difícil de encontrar. De hecho, jamás la había encontrado en ninguna mujer.
Y Sakura no era la excepción.
Así que infló el pecho con orgullo y dijo algo que jamás pensó que saldría de su boca:
—Quiero casarme con él.
Esta vez, fue el turno de la joven de quedarse con la boca abierta.
—¡¿QUÉEEEEEE?!
—Quiero que Naruto sea mi compañero.
Sakura lo miró sin poder creer lo que oía.
—Te has… ¿Te has enamorado de él?
Sasuke resopló.
—No, pero en nuestra sociedad no nos casamos por amor, Sakura, deberías saberlo a estas alturas. Naruto es… adecuado para mí.
La mujer lo miró con el ceño fruncido, analizando su respuesta. Sin embargo, no estaba convencida y, mucho menos, pensaba renunciar a Sasuke, sobre todo después de la noche que compartieron. Había soñado muchas veces con que aquello ocurriera y, cuando él aceptó ir a su cama, pensó que por fin tendría la oportunidad de casarse con el príncipe de su reino, al que siempre había admirado y deseado desde su adolescencia. Pero, a la mañana siguiente, no lo encontró con ella, ni tampoco en ninguna parte. Supuso que habría regresado al mar para un último viaje, ya que se estaba rumoreando que el rey había decidido con quién iba a casarse su hijo menor.
Pensó que era ella, le pareció lógico y más aún después de la noche que pasaron juntos. Sin embargo, unas semanas más tarde, se anunció el compromiso entre él y el príncipe del Reino del Fuego.
No dudó en ir allí con la intención de salvar a Sasuke de ese estúpido matrimonio, ya que los Uchiha no necesitaban alianzas con otros reinos, pues su nación era de las más temidas y poderosas, no les hacía falta un compromiso marital para asegurar su posición frente al resto de países. Pensó que, si ella misma se ofrecía como opción, a Sasuke le sería más fácil romper el matrimonio y volver con ella al Reino del Hielo, y su sueño se vería cumplido.
Pero no había esperado algo así… aunque no por ello se rendiría. Su mente analítica racionalizó rápidamente lo que estaba ocurriendo de la forma más lógica.
—Sasuke… comprendo por qué crees que es adecuado. No dudo de que el Reino del Fuego es una buena baza para nuestro país dada su riqueza económica, pero ya tenemos tratados comerciales con ellos, no les necesitamos.
El Uchiha frunció el ceño, aunque entendía la conclusión a la que ella había llegado.
—Yo no estoy hablando de alianzas, Sakura. Quiero casarme con Naruto porque es alguien con quien me entiendo, con quien creo que podría convivir durante muchos años sin que me moleste.
Ese comentario no le sentó nada bien a Sakura, la cual le miró entre enfadada e incrédula.
—¿Hablas en serio? No es más que un niño de un reino pacífico que no sabe lo que es sobrevivir, ¡siempre lo ha tenido todo! No es digno de ti, jamás estará a tu altura.
Ahora fue el turno de Sasuke de enfurecerse. Empezaba a entender los sentimientos de Naruto cuando él mismo subestimó el Reino del Fuego y a su gente, en ese entonces no lo conocía como lo hacía ahora. Iruka le había explicado las horribles guerras que padeció aquella bella tierra hace tantos siglos, donde los extranjeros los masacraron y les arrebataron todo lo que tenían, sumiéndoles en la pobreza, el hambre, la muerte. Tuvieron que hacer un esfuerzo titánico para recuperar todo aquello y, pese a la época de prosperidad que tenían ahora, se había dado cuenta de que nadie había olvidado todo lo que sacrificaron en el pasado para alcanzar aquel nivel de vida.
¿Quién era él o nadie para menospreciarlos después de lo que tuvieron que pasar?, después del esfuerzo que invertían día tras día para procurar el bienestar de su reino. Todo el mundo trabajaba muy duro para mantener esa prosperidad, desde el campesino más humilde hasta el propio Naruto y su abuela.
Sakura no tenía ningún derecho a insultarle.
—Tú no sabes nada de él —replicó entre dientes.
Ella hizo una mueca de desprecio.
—Pasa el día en la playa y bebiendo vino, como la mayoría en este reino. No es como nosotros, no merece a alguien como tú.
—Sakura, no… —Pensaba darle una advertencia acerca de volver a faltarle al respeto a su prometido, pero se calló en seco al escuchar las violentas sacudidas de la vegetación.
Pese a que se puso de inmediato en estado de alerta, sabiendo de forma instintiva que algo se acercaba a ellos, nada de lo que había visto en el mar lo había preparado para lo que ocurrió a continuación.
Lo primero que detectó fueron los rugidos, feroces y violentos, claras amenazas de muerte que hirieron sus oídos; después, vio sombras peludas moviéndose a tal velocidad que no fue capaz de distinguirlas hasta que ya fue demasiado tarde, le arrancaron el cinto donde portaba su arma y su cuchillo de un arañazo y luego unos fuertes brazos llenos de pelo lo levantaron del suelo y lo inmovilizaron, además de que algo ató sus piernas, dejándolo totalmente indefenso. Su primer instinto fue revolverse con fuerza, pero quien lo sujetaba no se movió un ápice. Y fue entonces que distinguió los gritos aterrorizados de Sakura por encima de los gruñidos y los vio.
Los sirvientes de Kurama.
Eran muy similares a los zorros, de hecho, casi podía asegurar que lo eran, solo que estos eran literalmente enormes y musculosos, debían de medir por lo menos poco más de dos metros de altura; sin embargo, sus patas delanteras tenían forma de manos con largas y afiladas uñas y podían alzarse sobre sus zarpas traseras, que sí parecían ser las pezuñas de dicho animal, aparte del pequeño detalle de que cada uno de esos seres tenía varias colas. Todos tenían el color del pelaje y de los ojos distinto, pero sin duda alguna estaban igual de cabreados y parecían mortíferos. Sasuke fue consciente de que una de esas criaturas era la que lo estaba sujetando y que, de hecho, eran sus colas las que habían capturado sus pies.
Por otro lado, una horrorizada Sakura había sido tirada al suelo y sometida fácilmente por la pata trasera de un ejemplar de zorro gigantesco, con el pelaje negro como el carbón, ojos rojizos siniestros y siete colas que se movían furiosamente mientras la bestia se ponía a cuatro patas y lanzaba un rugido iracundo sobre la cabeza de la mujer, quien chilló muerta de miedo mientras lágrimas de terror caían sin control sobre sus mejillas.
Sasuke se estremeció. ¿Qué podía hacer? Aunque pudiera liberarse, tampoco era como si pudiera exigir que la soltaran sin hacerle daño. Las palabras que Naruto le dedicó los primeros días en los que entró en aquel bosque se repetían en su cabeza, ese lugar estaba consagrado al dios Kurama, eran sus dominios y los de aquellos que le servían, ni siquiera él o la reina podían ordenarles nada.
Para ellos, Sasuke podía ser un invitado, pero también una criatura insignificante.
Joder… ¿Qué diablos podía hacer?
—¡KUROGANE!
Sasuke giró la cabeza a tiempo de ver a Naruto derrapando por tierra, deteniéndose cerca de ellos. Sintió una punzada de alivio al saber que estaba allí, pues él sabía lo que habría que hacer… hasta que se fijó en un detalle que lo dejó consternado.
¡¿Qué demonios hacía totalmente desnudo?! Y no solo desnudo, su cuerpo estaba totalmente manchado de tierra, con algunos moretones y largos arañazos, aunque solo parecían ser heridas superficiales. Fuera como fuera, ¿qué diablos estaba pasando?, ¿y qué coño hacía Naruto en ese bosque para acabar con esas pintas?
El gruñido grave del zorro negro interrumpió sus confusos pensamientos. Apartó su enorme cabeza de la de Sakura para mirar al creador, pero no parecía tener intención de dejarla escapar. Entonces, gruñó otra vez, pero en esta ocasión era distinto, la tonalidad subía y bajaba, sonando de formas distintas, aunque su voz seguía denotando su furia. Lo que más preocupó a Sasuke fue que lo señaló a él con la cabeza.
Naruto se volvió hacia él para mirarlo. Su rostro estaba ligeramente pálido y podía percibir claramente la tensión en sus facciones.
—¿Has metido a esa mujer aquí?
—No —se apresuró a responder Sasuke—, vino por su cuenta.
Naruto asintió, aunque eso no pareció relajarlo.
—Bájalo, Shaoran, no es un peligro.
El zorro que lo tenía preso lo soltó con suavidad. Al echarle un vistazo rápido, se dio cuenta de que era más bajo que el negro y tenía una complexión atlética, pero no tan robusta como el resto de sus congéneres; su pelaje era de color castaño oscuro, igual que sus cautelosos ojos, y tenía un total de tres colas.
La criatura se apartó finalmente de él a cuatro patas, acercándose al resto de zorros mientras que Naruto, de repente, se puso a gruñir. Sasuke lo observó confundido, dándose cuenta de que sonaba exactamente igual que el animal negro, el cual parecía estar escuchándolo con atención. En ese instante, lo comprendió; no eran simples gruñidos que indicaban advertencias o amenazas, era el propio lenguaje de las bestias.
Después de que el zorro que tenía a Sakura lanzara un largo y sonoro gruñido (o lo que vendría a ser una palabra en su idioma), Naruto se volvió hacia Sasuke otra vez.
—¿Ella es familia tuya?
El Uchiha negó con la cabeza, provocando que el creador palideciera todavía más y que los zorros profirieran horrendos rugidos de rabia que hicieron chillar a Sakura. Sasuke sabía lo que estaba ocurriendo, aquellos dominios estaban prohibidos para cualquiera que no perteneciera a la familia real, y Sakura no solo no llevaba su sangre, sino que encima era extranjera.
—Está feo, ¿verdad? —le preguntó en un susurro a Naruto.
Este tragó saliva.
—Feo es quedarse corto.
—¿Hay algo que puedas hacer?
—No lo sé, haré lo que pueda —dicho esto, volvió a hablar con el zorro negro entre gruñidos.
Viendo que por el momento no podría hacer gran cosa por ayudar, Sasuke se dedicó a observar el intercambio de palabras hasta que volvió a darse cuenta de que su prometido no llevaba nada de ropa encima. Hizo una mueca y se quitó el chaleco y la camisa que llevaba para ponerle esta última a Naruto, el cual estaba tan centrado en la discusión con la bestia que solo se dejó hacer, sin interrumpir prácticamente el contacto visual con ella. La verdad era que Sasuke nunca se había considerado especialmente caballeroso, pero una cosa era ser galantemente cursi y otra no proteger la intimidad de su futuro esposo de ojos ajenos… aunque no podía decir que los zorros tuvieran esa clase de interés en él. De todas formas, seguía sin gustarle que estuviera desnudo en esa situación.
En determinado momento, Naruto bajó la vista hacia Sakura, que sollozaba prácticamente sin hacer ruido, como si al hacerlo pudiera provocar su muerte.
—Kurogane quiere saber por qué motivo has profanado los dominios de nuestro dios.
Ella hipó asustada cuando el creador le dirigió la palabra, pero logró responder:
—Yo… Yo… Estaba buscando a Sasuke.
—¿Para qué? ¿Qué relación tienes con él?
—Soy… Soy la heredera de la casa Haruno del Reino del Hielo —respondió, tratando de que no se le quebrara la voz para sonar un poco más firme, aunque no le sirvió de mucho. Tanto los zorros como Naruto podían oler su miedo, y el propio Sasuke podía verlo en sus ojos.
—¿Y por qué le buscabas? ¿Ha ocurrido algo grave en su reino?
Sakura tragó saliva. No podía simplemente admitir delante del creador que pretendía robarle a su prometido para que se casara con ella, no era sensato.
—Yo… Solo estaba… —Trataba de pensar desesperadamente en una excusa creíble, pero era difícil en su estado.
Kurogane, el zorro negro, se impacientó y golpeó la tierra junto a su cabeza con una zarpa antes de rugir, haciendo que ella gritara aterrorizada. Naruto apretó la mandíbula, pero se mantuvo en su sitio.
—No pienses tanto las respuestas, solo di la verdad. Estoy tratando de ayudarte, pero él se está cansando de esperar.
Sakura no soportó la presión y gritó:
—¡Quería convencer a Sasuke para que se casara conmigo! —y justo después de eso, se echó a llorar, sabiendo que estaba perdida.
Sasuke miró preocupado a su prometido, pues no estaba seguro de cómo se tomaría esa noticia ni tampoco si pensaría que, de algún modo, él estaba implicado en ello o había mancillado el honor de su familia al serle infiel. Sin embargo, Naruto parecía más preocupado por la reacción de los zorros que por su propia relación; la respuesta de Sakura había enfurecido a los sirvientes de Kurama, que ahora gruñían en un tono bajo que, por alguna razón, a Sasuke le sonó mucho más aterrador que si estuvieran rugiendo.
Aun así, el creador volvió a interceder por Sakura ante Kurogane. Pese a que no estaba nada contento con la intrusa, escuchó lo que el rubio le decía y, en algún momento, estrechó los ojos y la observó con aire pensativo. Finalmente, le dio una respuesta a Naruto que este transmitió a la mujer.
—Kurogane te da a elegir: puede matarte aquí y ahora o perdonarte la vida a cambio de que aceptes recibir un castigo.
Sakura tragó saliva… pero asintió. Era una mujer del Reino del Hielo, podía soportar lo que fuera siempre que, después, saliera sana y salva de ese lugar.
—Acepto el castigo.
Nada más oír eso, otro zorro, uno de hermoso pelaje blanco, ojos azules y ocho colas, se acercó a ella y pasó una zarpa por su rostro. Al instante, Sakura cayó inconsciente y la criatura la dejó con cuidado sobre el lomo de Shaoran para llevarla a algún lado.
Naruto también cogió a Sasuke por la muñeca para que lo siguiera.
—Vamos.
El varón no opuso resistencia y fue tras su prometido y los zorros hasta una zona en la que nunca antes había estado, mucho más frondosa y salvaje, donde tuvieron que moverse entre rocas y helechos. Pese a la tensión de la situación, a Sasuke le preocupó que Naruto pudiera hacerse más daño con las piernas desnudas y lo cargó en brazos sin pedirle permiso. Este habría replicado que podía andar solo, pero estaba tan inquieto por lo que estuviera a punto de pasar que decidió dejarlo estar.
Ninguno de los dos rompió el silencio sepulcral que reinó durante la marcha, era como si todo el bosque supiera que algo malo iba a pasar y estuvieran atentos a los movimientos de los zorros.
Al cabo de un rato, llegaron a los pies de una montaña, donde había una profunda caverna que, Sasuke no estuvo seguro de por qué, le provocó un escalofrío. Había algo en aquel lugar que rezumaba fuerza, casi podía sentir cómo crepitaba el aire a causa de esa extraña… energía o… o aura… No estaba seguro de cómo definir la sensación que le producía estar allí.
Los zorros penetraron en la cueva excepto el blanco, que se detuvo para dedicarle un gruñido suave a Naruto. Este le indicó a Sasuke que se detuviera y él obedeció antes de dejarlo en el suelo. Después, el animal dio media vuelta y siguió a sus compañeros, dejándolos solos.
El Uchiha buscó los ojos de su prometido.
—¿Qué le va a pasar a Sakura?
Naruto se abrazó a sí mismo, angustiado.
—La verdad es que no lo sé. Nunca había ocurrido algo así.
—¿Qué hay de Mizuki? Él fue expulsado de aquí, ¿verdad?
El rubio negó con la cabeza.
—Es un caso distinto; él lleva sangre real, así que tras su transgresión se le perdonó la vida y se le prohibió volver a pisar el Bosque Sagrado. Esto es diferente, esa mujer no forma parte de mi linaje ni del tuyo, es una extraña que profana los dominios de Kurama, y encima lo ha hecho por motivos estúpidos —dicho esto, se llevó una mano a la frente y movió la cabeza a un lado y a otro—. Por los dioses, Sasuke… ¿Se puede saber qué ha pasado exactamente?
Pese a que sabía que Naruto no le estaba echando la culpa por lo sucedido, se sintió igualmente mal por el destino incierto de Sakura.
—Sabes que yo no quería casarme contigo —empezó. El creador no se ofendió, tan solo asintió—. Estaba furioso con mi padre, contigo… y con el mundo en general. Sabía que en cuanto estuviera en tu reino, nuestro compromiso sería oficial y no podría volver a estar con mujeres, así que…
—Te acostaste con ella —adivinó Naruto, pero luego frunció el ceño—. ¿La conocías bien?
Él se encogió de hombros.
—Es de una familia importante de mi país y tenemos la misma edad, hace tiempo que nos conocemos.
—¿Hubo algo entre vosotros?
—Solo nos acostamos esa vez.
—Pues ella pareció malinterpretar vuestra relación —suspiró el rubio, frotándose los ojos—. Joder… Esto es un desastre…
Sasuke agachó la cabeza.
—Lo siento. Intenté echarla en cuanto la vi.
Naruto lo miró apenado y le dio un apretón en un hombro.
—No es culpa tuya. Es solo que… me cuesta entender lo que ha hecho esa mujer. No sé lo que Kurogane piensa hacerle, pero le conozco y no será agradable. Aun así, tiene suerte de salir viva de esto… más o menos.
Sasuke asintió, comprendiendo por qué Naruto decía eso.
—Tu abuela no permitirá que salga impune de esto.
—No. Una cosa es no querer mostrar nuestra fuerza militar, pero otra muy distinta es hacer como si nadie hubiera quebrantado nuestras leyes sagradas. —Los ojos de Naruto mostraron cierta culpabilidad—. Lo siento, Sasuke, pero debo apoyar a mi abuela en lo referente a su castigo.
El Uchiha no podía culparlo por ello. Si hubiera ocurrido en su tierra, su padre no habría dudado en atar a Sakura a un poste en el patio del castillo y darle un escarmiento a base de latigazos. Y, aunque Sasuke no tenía la mejor opinión de los dioses, como buen Uchiha, respetaba las tradiciones y las leyes, así que no lo habría pensado dos veces en ayudarlo.
—Lo entiendo.
—Tal vez mi abuela acceda a darle un menor castigo si tu hermano y tú intercedéis por ella.
Sasuke frunció el ceño. No estaba muy seguro de querer ayudar a Sakura después de la gilipollez que había cometido, sin embargo, seguía formando parte de una casa noble importante de su reino y, en cierto modo, estaba bajo su responsabilidad. No podía simplemente quedarse de brazos cruzados y abandonarla a su suerte, por muy estúpida que fuera.
—Hablaré con Itachi. Pensaremos qué hacer.
Naruto asintió y miró un segundo la cueva. Luego, suspiró.
—No creo que vayan a salir pronto de allí. ¿Me acompañas a que me lave un poco? —preguntó, señalando su cuerpo lleno de tierra.
Sasuke accedió y siguió a su prometido por una ladera hasta que escuchó el sonido de un río. Al llegar a él, lo siguieron orilla arriba hasta acabar en un bonito e íntimo rincón lleno de sauces llorones que estaban en flor y que prácticamente rodeaban una pequeña cascada. El varón se colocó detrás de uno de los árboles cercanos a la orilla para darle intimidad a su prometido.
—Oye, ¿por qué ibas desnudo antes? —le preguntó con el ceño fruncido. Todavía estaba confuso por eso.
Naruto le respondió con naturalidad.
—Es por un entrenamiento especial.
Sasuke levantó una ceja en el momento en que el rubio dejaba su camisa junto a una piedra cerca de él.
—No te estarán enseñando a hacer el amor, ¿verdad?
Su amigo soltó una carcajada.
—Claro que no. Es una cosa de creador, no puedo llevar mi ropa encima porque podría destrozarla.
Él pensó en los arañazos y moratones que había visto por todo su cuerpo y entrecerró los ojos, molesto.
—Estás herido.
No escuchó nada al principio, pero a los pocos segundos, Naruto asomó su cabecita rubia y le sonrió, travieso.
—¿Estás preocupado por mí?
Sasuke resopló y se cruzó de brazos, negándose a mirarlo.
—Eres mi prometido —dijo en un tono que decía lo obvio que era el motivo de su inquietud.
Naruto levantó una ceja burlona.
—Oooooh, creo que acabo de enamorarme de ti.
—Cállate —gruñó Sasuke, haciendo que Naruto riera y se fuera de vuelta al río para lavarse. Oyó el sonido del agua cuando el rubio entró en ella y cómo chapoteaba, indicio de que ya estaba limpiándose.
Tras unos segundos de silencio, el Uchiha no pudo evitar preguntar:
—Naruto, ¿qué son exactamente esos zorros? Ya sé que son sirvientes de Kurama, pero… ¿hay algo más?
Su prometido le respondió fuerte para que pudiera oírlo.
—Los llamamos hombres zorro. Fueron creados por Kurama y se les considera algo así como semidioses, ya que viven mil años; el número de colas que poseen indica cuántos siglos ha vivido cada uno. En realidad, no son muy distintos a nosotros, van en manada y tienen sus propias familias, su deber es proteger los terrenos y las leyes sagradas impuestas por Kurama… y también me entrenan.
Sasuke levantó abruptamente la cabeza.
—¿Te entrenan?
—Ellos y yo tenemos habilidades parecidas, son quienes me enseñan a usarlas. El libro de los creadores explica nuestros poderes, pero no cómo emplearlos, creo que es otra razón por la que Kurama los creó. Kurogane también me enseña a pelear y usar armas.
Eso llamó todavía más la atención del Uchiha.
—¿Tú sabes luchar? —preguntó, sonriendo un poco, sin acabar de creérselo.
—Sí, pero no puede enterarse nadie. El Consejo me encerrará en la torre más alta del castillo como sepan que paso las tardes entrenando.
Sasuke todavía seguía con los labios curvados hacia arriba. No sabía por qué, pero la idea de ver a Naruto tratando de manejar correctamente una espada lo divertía.
—Deberíamos combatir un día, a ver qué tal lo haces.
Pese al ruido del agua, pudo escuchar claramente su bufido.
—No te ofendas, Sasuke, pero no durarías ni dos minutos.
El Uchiha negó con la cabeza.
—Ah, no, de eso ni hablar. Reconozco que tenías razón con lo del vino, pero no podrías ganarme en un combate ni aunque pasaras diez años entrenando.
—Y yo te hago saber que Kurogane tiene setecientos años y que lleva entrenándome desde los seis. Creo que él sabe unas cuantas cosas más que tú.
En un impulso, Sasuke se giró para decirle a Naruto que, por muy letales que fueran los zorros, dudaba de que supieran empuñar bien una espada. Sin embargo, su gesto involuntario implicaba asomarse fuera del árbol, por lo que acabó contemplando algo para lo que no estaba preparado.
A su prometido, desnudo y mojado.
Cerró la boca en el acto, asombrado y perplejo. Bajo la brillante luz anaranjada del atardecer, su prometido tenía una hermosa piel húmeda y tostada, de aspecto suave y liso, que invitaba a ser sensualmente acariciada por unas grandes manos viriles y una boca curiosa; poseía una figura esbelta y ligeramente atlética, sus músculos angulosos eran finos y elegantes, no había otras palabras para describirlos, dado que no se abultaban entre sí para darle un aspecto robusto y fuerte, sino uno más estilizado, ágil, como el de los felinos; su espalda se estrechaba conforme descendía la vista hacia abajo, creando una curva en su cintura que después se ensanchaba en las caderas, tal vez uno de los pocos rasgos femeninos que tenía; su trasero era simplemente perfecto, redondeado y firme, de nalgas fuertes que parecían haber sido hechas para apretarlas mientras follaba su entrada, y las piernas, largas y sexys, tenían unos bonitos muslos por los que le encantaría pasar la lengua.
Sasuke no estaba preparado para la oleada de deseo que lo recorrió de arriba abajo. Había pensado que aunque Naruto fuera un creador, su cuerpo masculino sería incapaz de despertar el menor interés sexual en él pero, al parecer, estaba equivocado. Sí, su aspecto era fundamentalmente de hombre, pero parecía algo más… delicado, suave… y fuerte al mismo tiempo. Era una mezcla exótica y muy atrayente, tampoco le faltaba una pizca de belleza; su piel de color canela hacía brillar su revoltoso cabello dorado que, ahora que se fijaba, también le pareció muy sexy, parecía que acabara de salir de un encuentro pasional.
No pudo evitar imaginar que dicho encuentro había sido con él, provocándole una dolorosa erección. Además, que Naruto se estuviera frotando el cuerpo para eliminar los rastros de tierra no le ayudaba a no pensar que eso era una insinuación para él, que no le estaba provocando para quitarse la ropa y unirse a él para ayudarlo a bañarlo… mientras exploraba cada centímetro de su piel. Con la lengua. Antes de ponerlo a cuatro patas sobre la hierba y demostrarle lo placentero que podía ser para ambos follarle fuerte y rápido.
Joder… eso lo había puesto muy duro.
Entonces, notó una ligera tensión en su cuerpo y vio que estaba a punto de girarse. De repente, se dio cuenta de que se había quedado mirándolo demasiado tiempo, casi espiándolo, y se apresuró a volver a ponerse detrás del árbol, rojo hasta las orejas.
¿Qué diablos había pasado? ¿Cómo era posible que se sintiera atraído por Naruto? Bueno, entendía muy bien por qué, lo que no comprendía era cómo no se había dado cuenta antes de su atractivo. ¿Era porque siempre vestía como un chico? No, incluso así se habría dado cuenta; sencillamente, había estado tan enfadado al principio con él que se había cerrado por completo a la posibilidad de sentirse así por su prometido, y luego había ocurrido lo de la epidemia, y después había estado ocupado aprendiendo más cosas sobre el Reino del Fuego…
Tal vez solo había estado ciego a la realidad, convencido de que solo podría ver a Naruto como un amigo. Había necesitado verlo desnudo para saber que, después de todo, no sería un problema para él tenerlo en su cama, y encima, el hecho de saber que era una persona con la que se sentía cómodo, en la que confiaba… hacía que lo deseara todavía más.
—¿Sasuke?
Este pegó un salto cuando la voz de Naruto interrumpió sus pensamientos.
—¿Qué?
—Te has quedado muy callado de repente, ¿va todo bien?
—Sí —se apresuró a responder, con tanta rapidez que la voz le salió más aguda de lo normal. Carraspeó un poco para corregir eso—. ¿Qué decías?
A Naruto le costó un poco contestar, como si estuviera meditando su repentino y extraño cambio de actitud.
—Hablaba de un combate. ¿Quieres que peleemos un día?
—Sí, claro —respondió vagamente. Todavía estaba impactado por haber descubierto su reciente atracción física hacia Naruto, le había pillado totalmente por sorpresa, a pesar de que eso sería una ventaja para su futuro matrimonio… al menos, para él.
Mientras Sasuke reflexionaba acerca de ello, el creador, que se dio cuenta de que se había quedado muy callado, terminó de lavarse y de vestirse, pues allí era donde había dejado su ropa antes. Una vez estuvo listo, rodeó el árbol para encontrarse con un Uchiha tan concentrado en sus pensamientos que no se dio cuenta de que estaba a su lado.
Tras meditarlo un poco, Naruto frunció el ceño cuando creyó intuir en qué estaba ocupada su mente.
—¿Quieres casarte con esa mujer?
Su inesperada pregunta hizo saltar a Sasuke, que lo miró con los ojos como platos.
—¿Qué? ¿A qué demonios viene eso?
Naruto bajó la vista, parecía triste.
—Sé que, si hubieras podido elegir, no me habrías escogido a mí como esposo, te habrías casado con una mujer. Puede que no sientas nada por esa tal Sakura, pero… sé que la preferirías por encima de mí.
El varón frunció el ceño y se acercó al rubio hasta que estuvieron a punto de tocarse.
—Naruto, ¿de qué estás hablando?
—No soy idiota, ¿vale? Sé que te gustan las mujeres, y yo soy… —Se calló un segundo, mirándose a sí mismo—. Ni siquiera soy hombre o mujer, soy… algo raro. Si decides cancelar el compromiso para casarte con ella o con otra, lo entenderé.
Sasuke apretó los labios, enfadado. Cogió el rostro de Naruto entre sus manos para obligarlo a mirarle y le dijo:
—Primero, tú no eres nada raro.
El rubio seguía teniendo una triste expresión.
—Todo el mundo conoce las historias de los creadores de antaño, cuando eran muchos, puede que no tanto como hombres y mujeres, pero había más de uno. Yo estoy solo, no tengo a nadie con quien hablar de… de las cosas que implican ser lo que soy o de mis inseguridades. ¿Sabes lo confuso que fue para mí cuando era niño? Yo sabía que tenía algo diferente, pero no llegué a entenderlo hasta que entré en la pubertad. Parecía un chico, pero los consejeros no me permitieron hacer las mismas cosas que ellos y me metieron en clases para niñas, con las que no compartía ningún parecido. Para mí fue muy difícil aceptar que no era un hombre, pero tampoco me sentía como una mujer, a pesar de que puedo dar a luz como ellas. Estaba… Estaba totalmente perdido, no… no sabía qué se suponía que debía hacer o cómo comportarme. Ahora sé que mi sexo no define quién soy, pero sigo teniendo muchas dudas como…
—¿El sexo? —adivinó Sasuke.
Naruto se estremeció.
—No tengo ni idea de qué esperar, Sasuke. ¿Me dolerá? ¿Me gustará siquiera? ¿Será diferente para mí que de los hombres y las mujeres? ¿Qué debería sentir?
—Shh… Tranquilo, tranquilo —lo arrulló Sasuke, envolviendo su cintura con los brazos y atrayéndolo hacia sí en un cálido abrazo. Naruto se dejó hacer, apoyando su cabeza en su pecho. El varón la acarició, pasando los dedos por su cabello—. Naruto… yo tampoco sé cómo te sentirás… pero te prometo que, cuando llegue el momento, lo descubriremos juntos. Y te juro que tendré cuidado, que seré suave. No quiero hacerte daño —dicho esto, se apartó lo justo para mirarlo a los ojos—. Escucha, no haremos nada hasta que estés preparado, ¿de acuerdo?
El rubio lo miró estresado.
—¿Pero qué pasa contigo? No soy un hombre, pero tampoco tengo pechos ni…
Sasuke esbozó una sonrisa divertida.
—¿Te preocupa mi satisfacción sexual?
Naruto enrojeció.
—Bueno, he oído que los hombres tienen… esas… necesidades.
—Y las mujeres también, pero ellas son más discretas sobre eso. —Hizo una pausa y rodó los ojos—. Mira, no te preocupes por el sexo ahora y menos todavía por mis necesidades en ese aspecto, ya he tenido bastante desde los quince años, las mujeres nunca han sido un problema para mí. —Naruto bufó, el comentario le había hecho gracia, lo cual hizo sonreír a Sasuke—. Además, ¿quieres saber un secreto? —El rubio asintió y él se inclinó hasta juntar su frente con la de su prometido—. Prefiero tenerte a ti como mi esposo que a cualquiera de esas locas que me persiguen. No creo haber podido aguantar a una de ellas durante el resto de mi vida.
Sasuke logró su objetivo, Naruto soltó una risilla y esbozó una bonita sonrisa que hizo brillar sus hermosos ojos. Eso estaba mejor, odiaba verlo triste y derrumbado, el creador que él conocía era más fuerte de lo que todos creían, pero no debía olvidar que, en algunos aspectos, todavía era un joven que se sentía perdido e inseguro sobre sí mismo y sobre el mundo. Para eso le tenía a él, para infundirle la seguridad que necesitaba hasta que creciera un poco más, estaba seguro de que, si lo hacía bien, Naruto llegaría a ser realmente una gran persona.
No pudo evitar sonreír ante la ironía de haber aceptado una nueva responsabilidad, cuando tres años atrás había cogido un barco y huido de su reino para buscar su libertad y su sitio en el mundo. Había creído que eso significaba no tener responsabilidades más que las que tenía consigo mismo e incluso con sus hombres… pero ahora estaba dispuesto a cuidar de un país entero y de su gente, así como de su joven y futuro esposo.
Sí, los dioses tenían un retorcido sentido del humor.
De repente, Naruto hizo un movimiento brusco, poniéndolo en alerta. Lo estrechó contra su cuerpo con fuerza, siendo dominado por un primario instinto de protección.
—¿Qué pasa?
—Los hombres zorro —respondió el creador con la voz tensa. Sasuke pudo notar claramente cómo todos sus músculos se habían contraído—. Han acabado con esa mujer.
Sin pérdida de tiempo, ambos se apresuraron a volver a la caverna donde las bestias habían desaparecido. En cuanto llegaron, vieron a Kurogane dejando el cuerpo todavía inconsciente de Sakura en el suelo antes de decirle algo a Naruto en su lengua y luego regresar a su cueva. Los dos corrieron al lado de esta para ver cómo estaba.
—No parece herida —comentó Sasuke tras echarle un vistazo rápido.
Naruto se agachó junto a ella y le tocó un brazo para moverla y así inspeccionarla mejor. Sin embargo, nada más rozar su piel, un desagradable escalofrío lo recorrió entero y se apartó bruscamente de ella, mirándola horrorizado.
Sasuke se percató de eso y una oleada de inquietud lo invadió al darse cuenta de que su prometido había palidecido de golpe.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
El creador tragó saliva sin dejar de observar fijamente el cuerpo de Sakura.
—El vientre. Mira a ver si tiene algo en el vientre.
Sasuke se apresuró a abrir el vestido de Sakura, dejando al descubierto una camisola prácticamente transparente, pero ninguno de los dos prestaron atención a sus desnudos pechos y el varón la levantó para observar su vientre. Naruto había acertado, por debajo del ombligo, tenía unas horribles heridas en forma de arañazos muy profundos, como si una zarpa hubiera intentado desgarrarla por la mitad. Sin embargo, las marcas parecían estar cicatrizadas con fuego, como si alguien hubiera puesto acero al rojo vivo sobre las mismas para que se cerraran mejor.
El Uchiha se sobresaltó al verlas y miró a un pálido Naruto.
—¿Qué demonios le han hecho?
El creador necesitó un momento para poder responder sin que le temblara la voz, aunque eso no evitó que se estremeciera.
—Le han extirpado el útero.
—¡¿Qué?! —Sasuke no comprendía por qué ese castigo. Es decir, entendía que Sakura no podía salir impune de lo que había hecho, pero…—. ¿Por qué?
Naruto volvió a acercarse y se agachó junto a la joven para examinar las marcas.
—La vida es un regalo de los dioses, igual que la capacidad de darla. Supongo que arrebatarle ese don es el peor castigo que podían darle después de la muerte. —Tocó muy por encima las marcas que tenía en el vientre, apenas rozándolas—. Las marcas están hechas a propósito, como un estigma para que no olvide lo que ha hecho y el precio que ha pagado por ello.
Sasuke la miró con los ojos entrecerrados.
—Así que no podrá tener hijos, ¿verdad?
—Sin útero, no puede albergar vida. Ni siquiera yo con mis poderes podría ayudarla. Lo siento, Sasuke.
Este movió la cabeza de un lado a otro.
—No es solo eso. Sakura es la heredera de su casa, en ella recaía el deber de dar a luz a un heredero que ocupara su lugar. Ahora esa tarea pasará a otro de sus parientes, y nadie querrá casarse con ella tampoco. En el Reino del Hielo se valora mucho la fertilidad; ya te he dicho varias veces que la supervivencia allí es difícil, así que la natalidad es muy importante para nosotros. Los hombres no suelen querer a las mujeres estériles.
Naruto la miró entristecido, pero no dijo nada y volvió a arreglarle la ropa.
—Va a estar muy dolorida después de esto. Los hombres zorro le han curado y lavado las heridas, así que no corre riesgo de infección, pero no creo que pueda moverse de una cama durante un par de semanas.
Una vez Sakura estuvo presentable, Sasuke la cogió en brazos y la cargó él mismo de regreso al claro con el lago.
—¿La reina no querrá encarcelarla? —le preguntó mientras andaban.
—Esta mujer no está bien, Sasuke, mi abuela no es tan cruel como para dejarla en una celda con esas heridas. Permitirá que se reponga en sus aposentos asignados, pero estará bajo vigilancia y probablemente restringirán sus privilegios.
Se sintió un poco mejor al saberlo ya que, a pesar de la estupidez que había cometido Sakura, la idea de que estuviera gravemente herida en una celda le inspiraba lástima. Sin embargo, todavía no podía cantar victoria; Tsunade no dejaría pasar una ofensa así como si nada y, pese a que no estaba muy seguro de lo que haría, sabía que no sería algo leve.
Caminaron en un tenso silencio, ambos inquietos por lo que sucedería con Sakura en cuanto la reina se enterara de lo ocurrido. Una vez llegaron al caballo de Sasuke, este dejó con cuidado a la mujer sobre su lomo y luego emprendieron la marcha hacia el castillo, en el cual despertaron la alarma cuando los guardias vieron a una de las invitadas en su reino inconsciente. Naruto ordenó que la llevaran a la habitación que tenía asignada y que convocaran de inmediato a la reina y a Itachi en el salón de banquetes a pesar de que la cena aún no estaba preparada, aunque no tardaría en ser servida. Por supuesto, ambos se apresuraron en acudir a la llamada del creador, que los esperaba junto a Sasuke para explicar lo que había sucedido con Sakura.
La reacción de Tsunade fue tal y como habían temido.
—¡¿Cómo ha osado esa mujer?! —gritó, furibunda, mientras se paseaba de un lado a otro—. ¡¿Cómo se atreve a profanar nuestro lugar sagrado?!
Itachi también estaba realmente pálido, asombrado y preocupado por la actitud de la heredera de los Haruno.
—¿Por qué ha hecho algo así?
Naruto miró a Sasuke, quien carraspeó incómodo antes de responder:
—Ella… venía a proponerme matrimonio.
—¡¿QUÉ?! —chillaron tanto Tsunade como Itachi al unísono.
—¿En qué estaba pensando? —masculló el Uchiha, incrédulo por las acciones de Sakura. Siempre había creído que era una mujer inteligente, no entendía por qué había cometido un acto tan imprudente.
Tsunade, en cambio, no se lo tomó tan bien. No tanto porque deseaba fervientemente que Sasuke se casara con Naruto, sino porque él era su mejor opción para proteger a su nieto y evitar que el reino cayera en las arcaicas tradiciones de antaño. Además, estaba segura de que, durante esos escasos dos meses, ambos se habían tomado cariño hasta cierto punto, y tenía la esperanza de que su matrimonio pudiera ser tan pacífico y feliz como podría serlo uno de conveniencia.
—¿Cómo se le ocurre hacer semejante proposición a un hombre comprometido? —cuestionó entre dientes antes de lanzar una mirada interrogante a Sasuke, esperando que le diera una respuesta. En el fondo, temía que pudiera considerarla y abandonara a Naruto, eso les pondría en serios problemas.
Sin embargo, este se irguió con altivez y tomó la mano del rubio, al cual le sorprendió un poco ese gesto.
—Me prometí con su nieto, majestad. Comprendo que las cosas que haya oído sobre mí le hagan pensar que soy un canalla, y es posible que me haya portado de esa forma durante el tiempo que he estado en el mar. Pero soy un Uchiha —añadió con orgullo—, hice un juramento y voy a respetarlo. Para mí es un honor que Naruto sea mi esposo, y puedo asegurarle que procuraré su bienestar por encima de todo. Se lo prometo —dicho esto, bajó la mirada hacia su prometido, sonriendo satisfecho al ver que sus mejillas habían enrojecido un poco. Obviamente, él no había esperado que dijera algo así pero, a pesar de eso, no le soltó la mano, sino que se la estrechó, como si le estuviera diciendo que apreciaba sus palabras. Sasuke sentía el impulso de envolver su cintura con un brazo para estrecharlo contra su cuerpo, sin embargo, sabía que no era el momento. Tal y como le había dicho a Naruto antes, no haría nada con él hasta que se sintiera preparado, por lo que, por muchas ganas que tuviera de volver a verlo desnudo, y entre sus sábanas, se comportaría como un caballero (aunque ese nunca había sido su estilo) y esperaría.
Por otro lado, tanto Itachi como Tsunade se sintieron aliviados por las palabras de Sasuke, además de que el primero se dio cuenta del sutil cambio que se producía en su mirada cuando contemplaba a su joven prometido, lo cual le produjo un inmenso interés y una sonrisa un tanto divertida, aunque, como siempre, se ahorró cualquier comentario al respecto.
Mientras tanto, la reina meditaba qué hacer con Sakura con el ceño profundamente fruncido. Su ira se había aplacado un poco al saber que el Uchiha no tenía intención de cancelar el compromiso, pero no era bastante como para que esa mujerzuela saliera de rositas.
—Esa mujer debe ser castigada.
Itachi y Sasuke se miraron, debatiendo qué hacer al respecto. Como príncipes del Reino del Hielo era su obligación interceder por Sakura, pese a que ninguno de los dos aprobaba lo que había hecho, y sin embargo, tampoco podían pedirle a Tsunade que la perdonara, ¡había entrado en la puñetera morada de un dios!
Naruto, al ver la difícil situación a la que se enfrentaba su futuro marido y su cuñado, decidió intervenir:
—Abuela, los hombres zorro ya se han encargado de ella.
Esta entrecerró los ojos.
—¿Los sirvientes de Kurama?
—Le han extirpado el útero. No podrá tener hijos nunca.
Tsunade lo meditó un momento.
—Han sido severos con ella, y eso está bien. Pero sabes que si no tomo medidas por esto, al pueblo no le gustará.
—¿Qué castigo debe imponérsele? —preguntó Itachi.
El rostro de la reina se ensombreció.
—Según las leyes, debe andar sobre brasas desde el salón del trono tras sentenciarla hasta el barco que la sacará del reino. Por supuesto, se le prohíbe regresar.
—Es mucho trayecto —comentó Sasuke—, sus pies acabarán en carne viva.
—Se le permite hacer el camino como quiera, sobre sus pies, a cuatro patas o arrastrándose, siempre que lo haga de principio a fin por sí misma.
Itachi se quedó meditando unos minutos, preguntándose cuál era la mejor forma de actuar. Era difícil, ya que se encontraba en un reino extranjero y él apenas tenía autoridad allí, pese a ser claramente alguien muy importante, de linaje real, y que en poco tiempo pasaría a ser pariente de la familia Namikaze. Al final, optó por ser tan honesto como era posible.
—Majestad, no pretendo justificar a Haruno, es incuestionable que lo que ha hecho ha sido una grave ofensa y falta de respeto hacia su pueblo y sus creencias, pero comprenda que tanto yo como mi hermano estamos obligados a defenderla, ya que pertenece a una de las casas nobles que están bajo la protección de mi padre y, por extensión, bajo la nuestra. Somos aliados desde hace mucho tiempo y estamos a punto de ser familia, ¿no hay algún modo de que su castigo sea más leve?
Tsunade observó a Itachi con respeto, estaba claro que lo admiraba. Sin embargo, sus ojos le dedicaron una mirada triste y negó con la cabeza.
—Comprendo que os encontréis en una posición delicada y compleja, y nada me gustaría más que poder complaceros dados los argumentos que me ha presentado, alteza. Por desgracia, también debe entender que yo tampoco poseo el derecho de hacer lo que me plazca; esa mujer ha recibido ya un castigo divino, pero el pueblo no lo sabe y no verá con buenos ojos que la deje marchar sin más, me veo en la obligación de aplicar un castigo, y si la gente piensa que soy más indulgente con ella por unos extranjeros, aunque vayan a ser mi propia familia, dudarán de mí como su dirigente, y en estos momentos no es algo que me pueda permitir. Como ha podido observar, hay una fuerte división de poder en mi reino y, por desgracia, no llevo ventaja. No puedo permitirme perder a mi pueblo, ellos me siguen apoyando, pero si no cumplo con las leyes sagradas, podrían cambiar de opinión.
En ese momento, Naruto, que no había intervenido en la conversación ya que había estado concentrado en las opciones que tenían. La única que se le ocurrió no le gustó lo más mínimo… era humillante y vergonzoso pero, por otro lado, era mucho mejor que caminar varias leguas sobre brasas ardiendo y, además, aseguraría que esa mujer no volvería a cometer el mismo error.
—Hay una cosa que sí podemos hacer —anunció, llamando la atención de todos.
Sasuke, que todavía no le había soltado la mano, se acercó un poco más al rubio.
—¿Qué?
—Si el problema es que el pueblo no sabe que ya ha sido castigada, tan solo hay que hacérselo ver.


Lo primero que sintió Sakura al despertarse fue un intenso dolor en el vientre. Era como si alguien le hubiera prendido fuego por dentro y ahora su interior ardiera en llamas.
Con un gemido, apartó las sábanas y se levantó el camisón, descubriendo con horror las cuatro marcas de zarpas que surcaban su bajo vientre. Al principio, no fue capaz de reaccionar, se quedó paralizada, mirándolas como si fueran producto de una terrible pesadilla. Sin embargo, luego recordó que había visto a Sasuke, que la había rechazado por ese creador rubio y que aquellas bestias habían ido a por ella. Se estremeció al rememorar el resto y contempló de nuevo las marcas, tragando saliva y alzando una mano temblorosa para tocarlas. En el instante en que comprobó que su piel tenía el tacto rugoso y muy caliente, se dio cuenta de lo que había pasado de verdad y lanzó un grito de terror que resonó en palacio.
Aterrorizada, desorientada y confusa por la situación, saltó de la cama y trató de huir a alguna parte, pero sus piernas le fallaron y cayó de bruces al suelo. El dolor de las heridas se intensificó, provocando que la bilis llenara de forma desagradable su garganta, escupiéndola asqueada y dolorida. Sus piernas no le respondían, estaba demasiado débil para poder moverse, ni siquiera sus brazos parecían ser capaces de sostenerla.
En ese instante, Itachi, que había ido hacia la habitación para ver cómo estaba, oyó su grito y entró prácticamente de un golpe en la estancia, encontrándola tirada en el suelo y gimoteando de miedo y dolor. La cogió en brazos con facilidad y la dejó sobre la cama con cuidado.
—Todavía no debes moverte, estás muy débil.
—¿Q-Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?
En cuanto terminó de acomodarla, la miró con dureza.
—Te encuentras en el palacio de los Namikaze. Entraste en el Bosque Sagrado y sus criaturas te dieron un castigo, por lo que me han explicado. ¿Cómo se te ocurre?
Sakura se tocó la zona donde tenía las marcas, todavía conmocionada.
—Me duele mucho, ¿qué me han hecho?
Itachi apretó los labios, consciente de que había ignorado su pregunta, pero podía entenderlo ya que ella estaba en estado de shock.
—Te han extirpado el útero.
Al instante, ella se volvió hacia él con los ojos como platos.
—¿Qué? —exclamó con una voz muy aguda, a la par que su incredulidad.
El príncipe la miró con lástima.
—Era eso o morir. Tienes suerte de que Naruto te defendiera, si no fuera por él, estarías muerta.
Sakura se agarró el vientre con ambas manos a pesar del dolor y con los ojos llenos de lágrimas. Ella era médico, así que sabía lo que eso significaba: nunca podría tener hijos, la habían hecho estéril.
Era cierto que en el Reino del Hielo todavía seguían muy vivas las tradiciones relacionadas con los dioses, así como se respetaban a rajatabla las leyes divinas, pero ella no era estúpida, estaba convencida de que no eran más que supersticiones antiguas para explicar lo que en esos tiempos era desconocido, aunque eso no había evitado que ella misma cumpliera las órdenes de Fugaku quien, al fin y al cabo, era su rey. Sin embargo, en un país extranjero, no se le ocurrió acatarlas porque, simplemente, no creía en los dioses ni en los milagros ni en cosas que se suponía eran mágicas, así que no había perdido el tiempo en ir a buscar a Sasuke al Bosque Sagrado, convencida de que no ocurriría nada.
Ahí había fallado. No pensó en que podrían morar bestias salvajes que no habían dudado en defender su territorio y que parecían obedecer al creador. Al pensar en él y en lo que le había dicho Sasuke, sintió un estallido de rabia y clavó las uñas en las sábanas.
—Ha sido él.
Itachi la miró confundido.
—¿Qué?
—El creador. No le gustó que le propusiera matrimonio a su hermano y les ordenó a aquellas bestias que me hicieran esto, lo hizo para que no pudiera ser una candidata apta para ser su esposa. —Al ver la lógica de sus palabras, una oleada de furioso odio hacia ese niñato rubio la consumió—. Ese hijo de…
—¡Basta! —bramó Itachi, haciendo que la joven se sobresaltara—. No sé de qué estás hablando ni tampoco me importa. Has profanado el lugar sagrado de un reino extranjero, ¿te das cuenta de la gravedad de lo que has hecho? La reina Tsunade quería hacerte caminar sobre brasas desde el palacio hasta el puerto.
Ella se encogió.
—¡No puede hacerlo! ¡Esos monstruos ya me han castigado!
—Esos seres están al servicio de Kurama, y la reina al del pueblo. Este no sabe que ya has sido merecidamente castigada. —Sakura abrió la boca para replicar, pero Itachi la detuvo con un gesto de la mano—. Por suerte para ti, Naruto la disuadió y propuso otra opción igual de ejemplar pero que no incluirá el castigo físico.
Sakura tragó saliva.
—¿De qué se trata?
—Cuando termines de recuperarte de tus heridas, serás expulsada del Reino del Fuego y se te prohibirá volver, igual que al resto de tu familia.
Ella frunció el ceño, sin comprenderlo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No he terminado —la regañó el Uchiha, haciendo que Sakura cerrara la boca—. Para que todo el mundo vea que ya has recibido un castigo, mostrarás las marcas de tu vientre durante el trayecto de palacio al puerto, andando.
La mujer palideció.
—Pero… Pero… tendría que mostrarles mi cuerpo.
Itachi entrecerró los ojos.
—A mí tampoco me hace gracia, Sakura, pero desde que he entrado aquí no he oído ninguna disculpa por tu comportamiento ni he visto señales de arrepentimiento o vergüenza. Espero que el castigo impuesto por la reina haga que te des cuenta de cómo deberías sentirte.
Sakura golpeó el colchón con furia.
—¡Es ese creador! ¡Quiere ponerme en ridículo!
El hombre la fulminó con la mirada.
—Naruto solo intentaba salvarte de que tu cuerpo acabara en carne viva, y eso que es el príncipe de este reino y debería haber apoyado a su abuela en vez de a ti, pero aun así lo ha hecho.
—No es más que un lobo con piel de cordero —masculló ella, rezumando veneno con cada palabra—. Desea a Sasuke y detesta la idea de que otra pueda quitárselo, por eso me arrebató mi matriz y quiere avergonzarme en público —siseó, odiando con cada célula de su cuerpo a ese creador que había engañado hasta sus propios príncipes—. No puede permitir que me hagan esto, alteza, soy del Reino del Hielo, no tienen autoridad sobre mí ni sobre usted, nosotros somos más fuertes que ellos.
Itachi hizo un gesto negativo con la cabeza.
—Me sorprendes y decepcionas, Sakura, te creía más inteligente. Esta es tierra extranjera, los únicos con autoridad aquí son los Namikaze, yo no puedo hacer nada más que pedirles un favor a pesar de que creo que no has obrado bien en ningún momento. A pesar de todo, ellos han accedido a redimir un poco de tu culpa debido a la futura unión de nuestros reinos. Sé que será desagradable para ti, pero deberías estarles agradecida.
—¡¿Agradecida?! —chilló—. ¡Me han quitado a los hijos que habría tenido! ¡Van a exhibirme desnuda por toda la ciudad! ¡Ni siquiera dejarán que mi familia regrese!, ¡explíqueme por qué!
—¡Para aleccionarte! —gritó Itachi, cansado de esa estúpida conversación. Realmente le sorprendía esa faceta de Sakura, era una que nunca había visto hasta el momento—. Tu familia te culpará por tus acciones y probablemente serás desheredada, consideran que ya es bastante castigo por la horrible ofensa que has cometido contra ellos, por la increíble falta de respeto que has mostrado hacia tus anfitriones. Y si crees que esto es poco, quiero que sepas que le he escrito a mi padre contando lo que ha sucedido, y te aseguro que le avergonzará tu comportamiento y que tendrá que excusarse ante la reina por lo que has hecho. La vergüenza y humillación que sufrirás les parece un precio justo por incumplir sus leyes sagradas. —Tras su brusco discurso, Itachi la observó con dureza—. Como príncipe heredero, considero que los Namikaze han sido indulgentes contigo y he aceptado tu castigo. Agradece que Naruto no haya permitido que te dejaran en una celda y que estés bien atendida, porque otros no se habrían preocupado tanto por ti. Sin embargo, tienes prohibido abandonar tus aposentos. Ya no se te considera una invitada.
El rostro de Sakura enrojeció de nuevo ante la mención del creador. Para ella era más que evidente que ese maldito había engañado a todo el mundo con un vil ardid para poder quedarse con Sasuke.
—Quiero hablar con Sasuke, él no permitiría que me trataran así.
Itachi frunció el ceño con desagrado.
—Él no quiere saber nada de ti. Es el futuro rey de este reino y le has puesto en una situación muy difícil al profanar el Bosque Sagrado, considera que has cometido un error muy grave y estúpido, y para él ha sido duro tener que argumentar a tu favor cuando no creía en absoluto en tu causa. Acepta tu castigo con dignidad y no nos avergüences más, Sakura, porque esto repercutirá en la imagen de nuestro reino, y te puedo asegurar que mi padre no olvidará lo que has hecho fácilmente —dicho esto, se fue hasta la puerta, pero se detuvo antes de salir—. Una cosa más; olvida a Sasuke. No sé qué historia habéis tenido juntos, pero sea la que sea, mi hermano ya no está interesado en ti. Creo que siente algo muy especial por Naruto, y también creo que es bueno para él. Si de verdad te importa, no lo estropees.
En cuanto el Uchiha salió de la estancia, Sakura sintió deseos de gritar, pero una nueva oleada de arcadas le impidió hacer otra cosa que no fuera vomitar sobre el suelo. Puede que Sasuke nunca hubiera albergado sentimientos por ella, pero estaba convencida de que habría considerado casarse con ella seriamente si no fuera por las mentiras de ese creador.
Como todos, había oído las leyendas sobre su extraordinaria belleza, delicada y sensual, así como de su famosa capacidad de engendrar vida y, con ella, una numerosa progenie de niños sanos y fuertes. También había escuchado los rumores sobre su febril sexualidad, los cantares eróticos que tan solo se pronunciaban a altas horas de la noche, normalmente entre amigos en una taberna, acerca de sus cuerpos calientes y húmedos, siempre ansiosos por las caricias de sus amantes.
Jamás lo reconocería, pero sabía por experiencia de la gran resistencia sexual de Sasuke, la cual podía llegar a ser agotadora, y odiaba la idea de que ese creador pudiera darle mucho más placer que una mujer. Además, seguía sin pensar que Naruto pudiera estar a su altura, como la gran mayoría, creía que la gente del Reino del Fuego eran poco más que buenos comerciantes y gente pacífica y muy próspera, por lo que no tenían ni idea de defenderse o sobrevivir, no sabían lo que era luchar por conseguir comida o por proteger sus tierras de invasores avariciosos. De modo que no dudaba de que el creador no era más que un chico caprichoso que, como todas las mujeres, se había enamorado de Sasuke por sus hazañas en alta mar y por su linaje.
Pero ella era inteligente y se aseguraría de que no cayera en sus garras. Ahora estaba débil, pero pronto elaboraría un plan para quitarlo de en medio y así liberar a Sasuke de su ceguera.
No consentiría que ese creador se saliera con la suya después de lo que había hecho. Fuera como fuera, aunque tuviera que vender su alma, lo destrozaría.

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