lunes, 3 de septiembre de 2018

Quiero recordarte


Capítulo especial

¿Qué has hecho?

Salí de la habitación de mi hermano con un nudo en la garganta. La buena noticia era que había salido vivo del accidente y que no sufriría graves secuelas, aunque las cicatrices perdurarían, unas marcas horribles que serían un constante recordatorio de lo que había sufrido.
O no del todo.
Cuando Sasuke se había despertado y se había encontrado con nuestra madre, no la había reconocido y la había tratado como a una extraña, asustado y gritando dónde estaba y qué hacía allí, aunque lo más perturbador había sido que le había preguntado si ella era una enfermera o una doctora del hospital.
Mi hermano había perdido la memoria. Ni siquiera se acordaba de su propia madre.
Había sido un golpe duro para todos, incluso mi padre había salido de la habitación a toda prisa, algo que me ha sorprendido mucho, aunque al mismo tiempo, me alegra. A pesar de todo lo que había pasado, se preocupa por Sasuke. Tal vez esto cambie las cosas para mejor… al menos entre ellos. Sería duro para todos, y sobre todo para él, adaptarse de nuevo a su vida, pero estaba seguro de que podría superarlo y de que podríamos volver a ser una familia otra vez.
Saqué mi móvil y empecé a marcar un número. Hacía un buen rato que había llamado a mi cuñado para explicarle el estado de Sasuke y me había dicho que salía ya hacia aquí, pero aún no lo había visto. Le llamaré otra vez por si ha habido algún problema…
—Cuelga inmediatamente, Itachi.
Me paré en seco al escuchar la severa voz de mi padre. Dejé lo que estaba haciendo y le miré con cautela. Mi intuición me decía que había pasado algo y que no me iba a gustar.
—¿Por qué?
—Él no vendrá. Ya no forma parte de nuestra vida. Nunca más.
Sentí que palidecía. Recordé entonces lo rápido que había salido mi padre de la habitación. No… No puede ser…
—¿Qué has hecho? —murmuré, no queriendo creer que mi padre fuera capaz de llegar a tales extremos.
Fugaku alzó la barbilla, altanero.
—Lo que era mejor para Sasuke.
La ira lo nubló todo. Me dio igual estar en un hospital, avancé a paso rápido hacia mi padre y lo cogí por el cuello de la camisa antes de estamparlo contra la pared.
—¡¿Lo mejor para Sasuke o lo mejor para ti?!
Mi padre me miró con rabia.
—Esa cosa se estaba interponiendo en el camino de mi hijo.
—¡Esa cosa, como tú dices, hace feliz a mi hermano! ¡Se quieren!, ¡¿es que no puedes comprenderlo?!
Fugaku se zafó de mi agarre con brusquedad.
—No le debe de querer tanto como para haber aceptado mi trato.
Tuve un mal presentimiento sobre eso. En realidad, todo esto me daba muy mala espina, todo apestaba a algún sucio truco o plan.
—¿De qué estás hablando?
—Un millón a cambio de desaparecer de la vida de mi hijo para siempre. Lo ha aceptado.
Solté una carcajada escéptica.
—Y una mierda. —Conocía a mi cuñado. Había visto cómo miraba a Sasuke, el amor que le profesaba y que mi hermano correspondía. Además, él nunca le había pedido dinero ni ninguna clase de lujo, era una persona sencilla, ni siquiera me dejó pagarle el cine una vez que fuimos los tres juntos—. ¿Qué es lo que has hecho de verdad?
Mi padre se encogió de hombros con absoluta indiferencia.
—Es tu problema si no lo crees.
—Como le hayas hecho daño… —empecé a advertirle, deseando fervientemente que no fuera esa clase de persona. No se lo perdonaría si le había hecho daño físicamente, me encargaría personalmente de llevarlo ante la justicia.
Fugaku frunció el ceño.
—No le he puesto la mano encima ni le he pedido a otros que lo hagan. Él ha aceptado el trato; Sasuke no volverá a verle y nunca sabrá de él.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Sasuke nunca sabrá de su existencia. En lo que a esa abominación respecta, Sasuke nunca ha tenido ningún tipo de contacto con él. Recuérdalo.
Solté un bufido, en parte divertido y en gran parte enfadado.
—¿Esperas que mamá y yo no le hablemos de él? ¿Crees que de verdad que no vamos a decirle que tiene un novio que le quiere y que a saber qué ha sido de él por tu culpa? No, eso no te lo consentiré, mi hermano tiene derecho a ser feliz y voy a asegurarme de que lo sea.
—¿Y cómo vas a convencerlo? No hay ninguna prueba de que hayan estado juntos.
Un desagradable escalofrío recorrió mi columna.
—¿De qué hablas? Hay fotos y vídeos en las redes sociales, sus amigos…
—No, ya no hay nada, ni en casa ni en internet. Y sus amigos no hablarán tampoco, me he cerciorado de que tienen la boca cerrada, igual que vais a hacer tú y tu madre.
Le fulminé con la mirada, apretando los puños con tanta rabia que me clavé mis propias uñas.
—¿Crees que me dan miedo tus amenazas? No hay forma de que puedas convencerme de ocultarle esto a Sasuke.
—No será necesario, Sasuke no te creerá. Tienes una mente brillante, Itachi, así que piensa un poco. Mi hijo pequeño no es tonto, ¿qué crees que pensará si le dices que tiene un novio del que sus amigos no saben nada y que no aparece por ninguna parte? Las fotos han desaparecido de la red, jamás las encontrará y te aseguro que sus amigos no hablarán con él después de la conversación que he tenido con ellos. Quedarías como un mentiroso —añadió, esbozando una imperceptible sonrisa que hizo que la rabia me cegara.
—¿Has llegado al punto de amenazar a los amigos de Sasuke?
—No necesito amenazar a nadie, simplemente les he señalado lo que podría ocurrir con su futuro o el de sus padres si hablan alguna vez de esa monstruosidad con la que mi hijo se atrevió a fornicar.
No pude más, le golpeé con tanta fuerza que me hice sangre en los nudillos. Debería estar escandalizado por haberle pegado a mi propio padre, el Itachi calmado y que piensa las cosas con frialdad jamás habría hecho algo parecido. Pero no lo estaba. ¡A la puta mierda! Mi padre había aprovechado una tragedia para manipular a Sasuke y alejar lo que él cree que es un inconveniente y una molestia en su camino, sin importarle los sentimientos de su hijo.
De repente, una idea horrible cruzó mi cabeza. Como hubiera hecho lo que yo creía, lo mataría en ese mismo momento a golpes.
—Espero por tu bien que no hayas tenido nada que ver en el accidente de Sasuke.
El ceño de Fugaku se acentuó.
—¿Crees que atentaría contra la vida de mi propio hijo?
—¡Responde! —grité.
Mi padre me miró con furia.
—Jamás haría algo así. Ante todo, es mi hijo y no haría nada que pudiera dañarlo.
—Excepto manipular a todo el mundo con tal de que no sea feliz.
—¡Sasuke es un Uchiha! Está destinado a dirigir la empresa que he creado a tu lado y a hacerla aún más grande. Y entonces aparece esa cosa y le mete ideas estúpidas sobre perros e historias antiguas y estúpidas que ya nadie recuerda ni le interesan. ¡La tecnología es el futuro! ¡Es lo único que le dará dinero y poder!
—A Sasuke nunca le importó eso —mascullé, sintiéndome profundamente decepcionado por la actitud de mi padre. Siempre supe que tenía sus prejuicios y manías, pero esto… Esto es imperdonable, y no lo olvidaré. Nunca—. Está bien, ¿quieres que lo hagamos por las malas? Lo haremos por las malas —dicho esto, le pasé de largo y me dirigí a la salida del hospital.
—¡Hijo, no cometas ninguna estupidez! —me advirtió a voz en grito.
Me di la vuelta, mirándole con decisión.
—¡Lo encontraré! ¡Lo encontraré y le traeré de vuelta! ¡Haré lo que tú no has hecho por mi hermano!
Mi padre sonrió, burlón.
—Jamás lo encontrarás.
—¡Lo encontraré aunque tarde veinte años! —juré con tenacidad. A diferencia de mi padre, yo soy un hombre de honor y cumplo mi palabra.
Salí al exterior del edificio, demasiado furioso como para volver a la habitación con mi madre y mi hermano. De todas formas, tengo mucho que hacer. Saqué el teléfono y marqué un número. Me respondieron al cuarto tono.
—¿Diga?
—Shikamaru, soy Itachi.
Hubo un momento de silencio.
—Sabía que me llamarías.
—¿Mi padre ha hablado contigo también?
—Sí, y no me ha gustado lo que me ha dicho.
—A pesar de eso, ¿me ayudarás?
—Es un rollo, pero Sasuke es mi amigo y es lo que los amigos hacen. Sin embargo, por la seguridad de mis padres, tendremos que ser discretos.
—No hay problema. No quiero que tu familia salga perjudicada.
Shikamaru soltó un suspiro.
—Solo espero que él esté bien.
Yo también. Tal vez mi padre me había dicho que no le había hecho daño, pero ya no sé qué pensar. Por ahora, lo único que podía hacer era darme prisa en encontrarlo, y rezar porque mi hermano no quedara amnésico de por vida y recordara.
Si él recordara… Si él recordara, ya no tendría que seguir el maldito juego de mi padre y podríamos ir a buscarlo juntos y convencerle de que, fuera lo que fuera lo que había hecho Fugaku Uchiha para convencerlo de que se fuera, podíamos arreglarlo.

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