Capítulo 13. La caza de los zorros
Naruto sonrió cuando notó que Sasuke le mordisqueaba el hombro con afán
juguetón.
La noche anterior había sido genial: el rumor de que la joven pareja
heredera al trono del Reino del Fuego había tenido relaciones íntimas parecía
haber provocado que la mayoría de los nobles masculinos se retiraran
prudentemente en sus intentos de coqueteo con el creador. No eran estúpidos,
habría sido tentador tratar de arrastrarlo hasta sus aposentos y probar el
exquisito placer que se decía que podía proporcionar su cuerpo, pero estaba
claro que este tenía más interés en su prometido… y, sobre todo, tenían miedo
de Sasuke Uchiha.
El rebelde príncipe del Hielo ya había dejado clara su postura de mutilar
al imbécil que tratara de ponerle la mano encima, así que no tenía sentido
arriesgar tanto solo por un buen polvo.
En cuanto a las féminas que buscaban a Sasuke, no cesaron en su intento de
seducirlo y pasar una alocada noche con él. La mayoría venían de países donde
era de lo más habitual que los hombres tuvieran amantes; no es que estuviera
bien visto que ellas se metieran en la cama de otros varones que no fueran sus
maridos, pero eran lo bastante discretas como para no arruinar su reputación.
Así que muchas buscaban al joven Uchiha con la esperanza de convertirse en sus
amantes casuales cuando estuvieran de visita o él fuera a sus reinos por algún
motivo… pero no tuvieron éxito. El príncipe era, nunca mejor dicho, como un
bloque de hielo con cualquier mujer que tratara de tocarle más allá de lo
estipulado convencionalmente, solo mostraba un ápice de calidez y amabilidad
cuando miraba o se dirigía a su prometido, o, como máximo, con su familia y
gente que era cercana a él.
Además, el Consejo ya no estaba tan encima de Naruto, se daban por
satisfechos (al menos la mayoría) sabiendo que estaba teniendo relaciones con
su futuro marido y que era cuestión de tiempo que se quedara preñado, por lo
que esa noche no insistieron en el tema de que se pusiera un vestido, así que
pudo optar por una bonita túnica que le había regalado Ino con una risilla,
según ella, para celebrar su primera noche de pasión con su marido.
Por otra parte, Orochimaru y Karin estaban furiosos e indignados, y no se
molestaron en ocultarlo cuando hicieron amago de bailar con la pareja, pero
ambos se negaron, incluso Naruto tuvo la decencia de aparentar miedo en
presencia del rey, lo que habría hecho que Sasuke riera con ganas si no fuera
porque todavía le hervía la sangre al pensar en lo que esa sucia víbora estuvo
a punto de hacerle. Por si fuera poco, Karin seguía sin ser de su agrado y le
guardaba rencor por la noche del afrodisíaco; puede que ella no hubiera tenido
nada que ver con eso, pero aun así, trató de seducirlo para apartarlo de
Naruto, aparte de que sabía por este que ella había estado en el momento más
fértil del mes y que podría haberla dejado embarazada, lo cual la habría atado
a ella para siempre si no hubiera sido capaz de resistirse.
Por último, hubo algo que llamó la atención de Naruto y que sí logró
entristecerlo; Gaara no apareció en aquel baile. Era cierto que había sido idea
suya que se distanciaran y no volvieran a ser amigos después del numerito que
montó en palacio, sin embargo, le dolía todo lo que había pasado entre ellos… y
también se sentía mal por haberle hecho daño al descubrirse que su relación con
Sasuke estaba consumada. Pero era consciente de que aquello tenía que ocurrir
tarde o temprano; iba a casarse, era de esperar que acabara acostándose con su
prometido y Gaara tenía que hacerse a la idea de que no iban a estar juntos, al
menos no como él quería. Puede que, en cierto modo, fuera bueno para él lo que
había ocurrido, así se daría cuenta de que no merecía la pena sufrir por el
amor que le profesaba y que debía superarlo, aún tenía la oportunidad de
encontrar a alguien más.
Por supuesto, Sasuke se dio cuenta de su estado de ánimo y lo consoló,
diciéndole más o menos lo mismo que él había pensado, que había hecho lo
correcto y que, a la larga, era lo mejor para Gaara, aunque ahora estuviera
dolido. Después de eso, para animarlo, lo había llevado con sus amigos y le
había sacado a bailar cuando había podido (Naruto sospechaba que lo hacía sobre
todo como una excusa para librarse de las mujeres que aún iban tras él, pero le
hizo gracia de todos modos).
Y cuando regresaron a sus aposentos…
Naruto rio alegremente cuando Sasuke succionó una zona de su cuello para
dejar una bonita marca que indicaba que le pertenecía. Tenía una extraña
obsesión con eso, decía que así marcaba su territorio para los demás nobles, lo
cual a él no le importaba demasiado puesto que así los mantenía bien alejados
de él.
—Sasuke, para, me haces cosquillas —continuó riendo al mismo tiempo que
giraba en la cama, terminando bajo el cuerpo del varón.
Este le miró con un brillo feliz en sus ojos oscuros y se inclinó para
besarlo con ternura en los labios. Naruto le correspondió sin pensar, abrazando
su cuello y cerrando los ojos, disfrutando de cómo su lengua barría suavemente
el interior de su boca, del roce de sus cuerpos desnudos, de sus dedos
hundiéndose en su cabello. A pesar de que ya sabía lo que podía esperar de sus
relaciones, su corazón todavía latía desbocado cada vez que se tocaban o cada
vez que Sasuke lo observaba con un brillo de picardía, diciéndole sin palabras
lo que pensaba hacer con él cuando se quedaran a solas; eso lo ponía nervioso
de la mejor manera, expectante y ansioso, jamás imaginó que pudiera llegar a
sentirse tan a gusto con un hombre, menos aún con el sexo.
Se separaron perezosamente al cabo de unos minutos y Sasuke se tumbó a su
lado, atrayéndolo hacia él para abrazarlo. Naruto suspiró, contento y tranquilo
al estar apretado contra su duro cuerpo, rodeado por sus brazos, le hacía
sentirse seguro y protegido.
—¿Cómo estás hoy? —le preguntó el Uchiha con voz suave, acariciando una de
sus nalgas.
—Estoy bien, no me duele nada —dicho esto, se sonrojó al pensar en lo que
hicieron anoche, aunque se le escapó una sonrisa—. Gracias por lo de ayer.
Sasuke se la devolvió con picardía.
—No me las des, se supone que debo complacerte en todos los aspectos
—murmuró antes de darle otro beso, más húmedo y erótico que el anterior,
haciendo que la piel del rubio se erizara por el deseo—. Aún tenemos algo de
tiempo… —dijo contra sus labios, deslizando un dedo entre sus nalgas,
provocando que se le escapara un jadeo—. ¿Quieres otra ronda?
—Sí… —gimió Naruto, arqueando su cuerpo para poder frotarse íntimamente con
el de su marido.
Sasuke gruñó complacido e introdujo su lengua en su boca al mismo tiempo
que lo penetraba con un dedo, haciendo que el creador gimiera y que su entrada
se humedeciera, palpitando ansiosa por sentir sus placenteras caricias dentro
de él. Su amante no le negó su deseo y continuó jugando con su trasero,
regalándole suaves embestidas que lo dejaron al borde del orgasmo, suplicando
en voz baja que le hiciera correrse.
—Sasuke… Mmm… Por favor…
Este le mordisqueó los labios con una sonrisa, complacido por sus
reacciones.
—Vamos, Naruto, si apenas hemos empezado…
Entonces, metió un segundo dedo, haciendo que el rubio jadeara y se
apretara más contra el cuerpo del varón, frotándose contra su miembro henchido,
anhelando alcanzar la cima. Sasuke entrelazó sus piernas con las suyas y, con
su brazo libre, lo estrechó contra su cuerpo, permitiendo que la fricción entre
ambos se incrementara; ahora podía sentir los duros músculos de su pecho
rozando sus pezones sensibles, sus piernas inmovilizando las suyas, como si no
quisiera que escapara de la erótica tortura a la que lo sometía, su fuerte
brazo envolviéndolo, sus dedos golpeando con más firmeza el lugar más íntimo de
su ser…
—Aaaaaah… —gimió suavemente cuando el calor lo llenó, haciendo que su
entrada se mojara y que se acurrucara aún más en los brazos de su amante, quien
retiró sus dedos con cuidado para acariciar sus nalgas, dándole un apretón de
vez en cuando cargado de deseo, haciéndole saber que lo deseaba.
—¿Lo ves, Naruto? —murmuró en su oído antes de lamerle el lóbulo de la
oreja, acentuando el placer de su orgasmo y provocando que temblara un poco—.
No necesitas que te toque muy fuerte para correrte… Sientes el sexo con tanta
intensidad que solo tengo que acariciarte un poco… —dicho esto, le dio un
húmedo beso en el cuello que le hizo gemir suavemente—. Dioses, me encantaría
pasar un día entero follándote despacio, dejar que te corras una y otra vez
sobre mi polla… Solo de pensarlo me pongo duro…
El rubio era consciente, podía sentir su miembro presionando contra su
vientre. Le habría gustado acariciarlo para torturar a Sasuke, pero este lo
tenía inmóvil contra sí y poco podía hacer aparte de suplicarle que le hiciera
el amor… otra vez. Sin pensarlo demasiado, buscó los labios de su amante para
lamerlos a la vez que se frotaba lentamente contra su cuerpo, queriendo
sentirlo dentro de él. Su futuro marido gruñó, excitado, y se acopló a su ritmo
al mismo tiempo que sus dedos volvían a tantear su entrada, provocando que
volviera a sentirse ansioso y expectante.
—¿Me quieres dentro de ti, Naruto? —le preguntó en un tono de voz bajo y
sexy que envió deliciosos escalofríos por su columna.
—Sí —respondió sin dudar—. Sí, Sasuke, sí.
—Mmm… —ronroneó el hombre, obviamente encantado por su respuesta—. ¿Cómo
podría follarte esta vez…? ¿Cómo te gustaría hacerlo, Naruto? ¿Qué quieres que
haga contigo?
En ese instante, Sasuke volvió a embestirlo con dos dedos, fuerte, justo
como a él le gustaba. Estaba tan sensible por el orgasmo anterior que estuvo a
punto de alcanzar el clímax otra vez.
—¡Aaaaah! ¡Sí! —gritó, presa del placer.
—¿Quieres esto? ¿Quieres que te folle con mis dedos igual que anoche?
Naruto se estremeció al pensarlo. Anoche su prometido le había atado las
manos y los pies y había usado sus dedos una y otra vez con él hasta que había
suplicado a gritos que se la metiera. Y sí, lo reconocía, había sido genial,
tanto la parte en la que él había intentado aguantar todos los orgasmos que le
había provocado Sasuke como en la parte en la que se rindió y le pidió que le
jodiera rápido y duro, había sido muy intenso y salvaje, había podido sentir lo
mucho que su marido lo deseaba.
—Quiero tu lengua —admitió, avergonzado y excitado a la vez.
Vio que la lujuria ardía en los ojos de Sasuke antes de que una lenta
sonrisa traviesa se extendiera por su rostro.
—¿Qué me darás a cambio?
Naruto se mordió el labio inferior un instante.
—Lo que quieras.
Por un instante, fue como si los ojos de Sasuke se incendiaran. Después, se
separó de él e hizo un gesto con la cabeza, como si quisiera que se echara a un
lado.
—Date la vuelta, Naruto. Te quiero sobre tus manos y rodillas.
Un rayo de fuego lo atravesó y obedeció rápidamente, poniéndose en
posición. No tuvo que esperar mucho para sentir las manos de su amante en sus
muslos, instándolo a abrirlos más, antes de que estas se deslizaran por su piel
hasta sus nalgas, que acarició con deseo.
—Naruto… No tienes ni idea de lo sexy que estás ahora mismo.
—¿De verdad? —preguntó con la voz temblorosa y los ojos fuertemente
cerrados, pues el hombre estaba volviendo a hundir los dedos en su entrada,
pero esta vez más suavemente, como si estuviera comprobando lo mojado que
estaba. Realmente no importaba el ritmo que usara con él, tenerlo en su
interior de una forma u otra siempre le provocaba ese revoloteo en el estómago,
ese ardor bajo su piel, esa necesidad palpitante y húmeda entre sus nalgas.
Cuando Sasuke estaba dentro de él, no existía nada más que ellos: sus cuerpos
unidos, sus lenguas danzando juntas, sus manos acariciándose, fuego
lamiéndolos, electricidad en el aire. Él hacía que se sintiera completo y que
todo lo demás desapareciera. Los reinos, los títulos reales, las
responsabilidades y las preocupaciones se desvanecían, no había más que dos
personas que se entregaban al placer.
Regresó a la realidad cuando Sasuke retiró sus dedos para acariciar su
espalda. Naruto se arqueó, dejando escapar un sonido de puro gozo desde su
garganta.
—Hacía tiempo que fantaseaba con tenerte en esta postura… —respondió el
hombre con el tono enronquecido por el deseo—. Me muero por joderte así.
El creador se mordió el labio inferior y separó más las piernas.
—Jódeme —ordenó.
Escuchó que su amante gruñía y, de repente, sintió su aliento en su
entrada. Sintió cómo toda su piel se erizaba.
—Lo primero es lo primero… Querías mi lengua sobre ti… y la tendrás —dicho
esto, su lengua lo lamió entre sus nalgas, acariciando eróticamente su entrada
y probando su humedad.
Naruto gritó de placer. La noche anterior Sasuke le había hablado de eso,
le había dicho que las mujeres disfrutaban mucho al tener a un hombre entre sus
piernas que las lamiera y creía que a él también podría gustarle. Por eso le
había pedido que le hiciera, tenía curiosidad por si se sentiría igual, ya
estaba más que confirmado que disfrutaba del sexo con él, por lo que ya no le
asustaba probar todo lo que su marido quisiera hacer con él. Sin embargo, no
imaginaba que pudiera sentirse tan bien; la lengua húmeda de su amante lo ponía
aún más caliente y mojado, notaba su entrada más palpitante que antes, era como
si le hubiera echado un afrodisíaco justo en el punto perfecto.
Pese a que su primer instinto fue apartarse de la deliciosa sensación,
agarró las sábanas con fuerza y se mantuvo en su lugar, gimoteando al notar
cómo la punta de esa lengua traviesa trazaba suaves círculos alrededor antes de
penetrarlo con cuidado. Chilló otra vez, temblando de deseo; Sasuke lo embistió
despacio, lamiendo las paredes de su interior estratégicamente para dejarlo
atrapado en una neblina sexual que le impidió sentir nada más, era como si
fuego líquido corriera ardiente por sus venas.
—¡Aaaaaaaah! ¡Sí! ¡Más! —suplicó, deseando alcanzar el clímax. La sensación
de su lengua follándolo era tan intensa que empezó a doler por la necesidad de
correrse.
Sasuke gruñó, al parecer encantado por lo mucho que le gustaba que lo
masturbara de ese modo, y le complació sin dilación, embistiendo con más
firmeza, intentando llegar tan hondo como le fuera posible, haciendo que Naruto
perdiera el contacto con la realidad y solo prestara atención a esa lengua que
no dejaba de lamerlo como si fuera lo más delicioso que hubiera probado nunca.
Al final, alcanzó la cúspide con una mezcla entre jadeo y grito, gimiendo el
nombre de su amante.
Este se retiró al mismo tiempo que le acariciaba las nalgas y se
reposicionaba entre sus piernas. Naruto gimoteó al notar cómo la punta de su
polla presionaba contra su palpitante entrada.
—Joder, Naruto… No tienes ni idea de lo bien que sabes… —le dijo a la vez
que lo penetraba lentamente. Su miembro se deslizó con facilidad en su húmedo y
caliente interior, provocando que gimiera fuerte otra vez. Sasuke también gruñó
de placer—. A partir de ahora te lameré todas las noches antes de dormir… y
luego otra vez por las mañanas… antes del desayuno… —murmuró, sujetándolo por
las nalgas, masajeándolas con deseo mientras lo follaba despacio, dejando que
su polla entrara y saliera a placer, sin necesidad de forzar su camino dentro
del dulce trasero del rubio—. Y siempre que me lo pidas, Naruto… Siempre podrás
pedirme lo que quieras… Aaah… Aaaaaah…
Después de eso, ninguno de los dos fue capaz de articular palabra. Se
perdieron en el lento vaivén que marcaba Sasuke, disfrutando de la ardiente y
tierna unión de sus cuerpos y las oleadas de placer y calor que los llenaban
despacio. Para los dos era una experiencia nueva que compartían, otra primera
vez para Naruto y, aunque el varón ya había probado esa postura muchas veces,
jamás la había sentido de esa manera, ninguna mujer jamás le había hecho
disfrutar de ese modo durante el sexo, nunca había imaginado que le gustaría
más proporcionar placer a un amante antes que recibirlo, hacerlo sola y
únicamente para su propia satisfacción sexual… Pero con su rubio siempre era
diferente, siempre le dejaba con esa poderosa sensación en el pecho que no
sabía definir, haciendo que no quisiera alejarse de él, que anhelara tenerlo en
sus brazos el resto de la noche… y de los días.
Al poco rato, Naruto empezó a gemir más fuerte, sabiendo que estaba al
borde de otro orgasmo.
—Aaaah… Sasuke… ¡Aaah! Por favor, más fuerte… —rogó, tratando de mover las
caderas contra él, pero sus manos le apretaron el trasero con firmeza,
obligándolo a quedarse quieto.
—Shh… Casi está, Naruto, solo aguanta un poquito… —lo animó Sasuke,
sabiendo que él estaba a punto de correrse también.
—Aaah… Aaah… Por favor, Sasuke, por favor…
Él sonrió un instante y luego cerró los ojos, impulsando sus caderas contra
las nalgas de su rubio, tan profundo como podía, haciendo que ambos gimieran
con fuerza y se estremecieran con un largo orgasmo que los dejó temblorosos.
Naruto se dejó caer sobre la cama, jadeando suavemente. Sasuke se tumbó
sobre él y le besó en el hombro mientras lo abrazaba.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja, no queriendo romper la burbuja de
intimidad que compartían.
El creador entrelazó los dedos de una mano con los suyos y los besó antes
de apoyarse sobre su brazo con los ojos cerrados.
—Muy bien —susurró.
Ninguno de los dos hizo el menor esfuerzo por moverse, les gustaba
acariciarse e intercambiar tiernas muestras de afecto después de hacer el amor.
Sasuke nunca se había sentido tan cariñoso en su vida, le gustaba besar la
espalda de su prometido y frotar su mejilla contra esta mientras que este hacía
graciosos y adorables sonidos con la garganta que le hacían saber que eso le
gustaba, así como, depende de la postura en la que se quedaban cuando acababan,
pasaba los dedos por su espalda o los enredaba en su pelo, también lo besaba en
el hombro y en el pecho.
Tenía que reconocer que se sentía agradablemente mimado en momentos como
esos. Sus amantes nunca habían hecho algo así, solo querían que él les prestara
atención, mientras que Naruto nunca se la había pedido, simplemente le
entregaba su afecto sin contenciones.
Los colocó de lado, sin separar sus cuerpos todavía, y se acurrucó en su
espalda para cerrar los ojos y descansar un poco más. Había un poco de luz en
la habitación, muy clara, de ese color azul claro que anunciaba que el sol
estaba a punto de salir, pero aún tenían un poco de tiempo para estar juntos…
¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!
Ambos se sobresaltaron al escuchar los golpes de la puerta, de hecho,
Naruto pegó un salto y Sasuke lo estrechó contra él en ademán protector, hasta
que se dio cuenta de que, una vez más, algún gilipollas, tal vez alguien del
Consejo, había venido para joderles otra vez la mañana. ¿Es que no había forma
de dormir tranquilo después de una buena follada?
—¡FUERA! —rugió, haciendo que Naruto se encogiera del susto.
—Ah… Siento molestar… —dijo la incómoda voz de Sai, dejando a los dos
príncipes extrañados y confusos— pero se está armando una gorda en el desayuno
y… creo que deberíais venir.
Sasuke y Naruto se miraron preocupados y se apresuraron en limpiarse y
vestirse. En pocos minutos, ya habían salido de la habitación y seguían
rápidamente a Sai por los pasadizos que conducían al salón de banquetes.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el rubio, temiendo que fuera algo grave.
—No estoy seguro, fui a desayunar y ya estaban gritando como locos.
—¿Quiénes? —interrogó Sasuke.
—¡Todos! La reina, el Consejo, los nobles del Fuego…
—¿La nobleza de mi reino está reunida? —inquirió el creador, confundido.
—Sí, también me ha parecido raro —comentó Sai, haciendo una mueca—. Hay
otra gente de otros reinos, el pelirrojo ese del Desierto, la víbora de
Orochimaru e Itachi que, por cierto, parece que está punto de rebanar cabezas.
—¿Itachi? —repitió Sasuke, sin poder creerlo. Su hermano no era de los que
se ponía a gritar por nada, siempre había sido el conciliador, el que mantenía
la cabeza fría y resolvía los problemas con una lógica razonable que él no
poseía y que últimamente envidiaba.
Sai asintió con vehemencia.
—Como lo oyes. Parece tu padre el día en el que ese capullo del Reino de la
Luna se atrevió a decirle a tu padre que su forma de dirigir su país era
aberrante y ofensiva, y que debería ponerles un collar a nuestras mujeres
guerreras y empalar a los homosexuales.
Sasuke tragó saliva, recordando perfectamente aquel día. Era un
adolescente, tendría unos quince años y su relación con su padre no era la
mejor en aquellos tiempos, pero jamás se le habría pasado por la cabeza, ni
siquiera entonces, que la forma de gobernar de Fugaku era la incorrecta.
En pocas palabras, su padre sacó a ese imbécil y a todos sus acompañantes a
patadas y a punta de espada, todo el palacio había retumbado con sus gritos y
no hubo ni una sola persona, ni siquiera los guardias o su propio Consejo, que
se atreviera a interponerse en su camino. De hecho, fue un puñetero milagro que
no los decapitara por faltarle al respeto de esa forma, Fugaku Uchiha era un
hombre chapado a la antigua, las leyes de su tierra eran sagradas y debían
cumplirse a rajatabla (como ocurría con aquellas relacionadas con los dioses,
no todo el mundo era tan supersticioso como él, pero aun así, a ver quién tenía
cojones a desafiar su voluntad).
Si Itachi estaba como él aquel día… Joder, ¿qué coño estaba pasando?
Al llegar al salón, la situación era tan mala como la había descrito Sai:
todo el mundo estaba levantado, gritando y moviendo los brazos con brusquedad,
aunque parecía claro que había dos bandos; uno formado por el Consejo y
prácticamente toda la nobleza del Reino del Fuego, además de Orochimaru y otros
aristócratas de otros países, y el otro, claramente minoritario, donde se
encontraba una indignada Tsunade junto a un furioso Itachi, que era el que
gritaba más alto, además de Gaara, Neji y su grupo de amigos, y unos pocos
nobles que también pertenecía a su país.
Sasuke, al percatarse de que la cosa se estaba saliendo de madre, y que
veía a Naruto claramente alterado, sin estar seguro de qué hacer (tal vez por
la sorpresa, tal vez porque era consciente de que la mayoría no escucharía a un
creador, puede que hasta por las dos cosas), se adelantó unos pasos y rugió:
—¡SILENCIO!
La gran mayoría pegó un salto al oírlo, otros se giraron sobresaltados y
unos pocos, como Orochimaru o Mizuki, sonrieron con maldad. Aun así, el Uchiha
no les dedicó demasiada atención, su prioridad era saber cuál era el problema.
—¿Qué diablos está pasando aquí? —exigió.
Danzo hizo amago de responder, pero Tsunade lo interrumpió con los dientes
apretados.
—Aunque parezca increíble, estamos discutiendo acerca de quebrantar una ley
divina.
—¿Qué? —murmuró Naruto, horrorizado y acercándose más al grupo para
escuchar mejor.
Sasuke también palideció. Sí, puede que él no fuera amante de los dioses,
había perdido la fe en el suyo propio hacía muchos años, pero también se había
criado bajo las directrices de su pueblo, de su clan, de su familia… Ante todo,
era un Uchiha y, como su padre, respetaba todas las leyes que no considerara
crueles sin razón y que protegieran a su gente. Las normas relacionadas con los
dioses podían parecerle una estupidez, pero no podía negar que tenían su
relevancia en la cultura de una sociedad y, sinceramente, después de pasar
tanto tiempo con Naruto y con los hombres zorro, él no se atrevería a tocarlas.
—¿De qué está hablando?
Esta vez, Danzo logró hablar:
—Ha habido una petición por parte de nuestros invitados. Les gustaría
organizar una cacería de zorros.
Sasuke fue consciente de cómo el cuerpo de su prometido, a su lado, se
tensaba por el horror. No le sorprendía, él también estaba conmocionado.
Todos los reinos tenían consagrado un animal concreto al que no podían
herir, cazar o dañar en modo alguno, ni siquiera para comer. Por supuesto, se
trataba de la criatura que representaba a su dios, en el caso de aquel país, un
zorro, ya que Kurama siempre era descrito como uno de estos seres, solo que
grande y poderoso, con nueve colas, cada una de ellas con un poder distinto,
armado y cubierto con una armadura. Antiguamente, se creía que los animales que
guardaban semejanza con su deidad, eran en realidad sus emisarios, por lo que
no estaba permitido tocarlos, para evitar provocar su furia.
Itachi intervino entonces, con el rostro enrojecido por la ira:
—¡Eso es una herejía! —bramó—. Son animales sagrados, ¡está prohibido
tocarlos!
—La decisión está tomada —comentó Mizuki con suavidad, tratando de esconder
una sonrisa de pura satisfacción—. Como anfitriones, es nuestro deber complacer
a nuestros invitados, y la votación del Consejo ha sido unánime, queremos que
se sientan bienvenidos aquí.
—¿Y qué hay de la familia real? —preguntó Naruto, fulminando a los
consejeros con la mirada y rezumando veneno—. ¿Acaso no tenemos voz ni voto?
—Estáis en minoría —dijo Danzo acompañado de un gesto despectivo de la
mano.
—¿Y mi opinión? —inquirió Sasuke en un tono bajo y peligroso, adelantándose
con los ojos entrecerrados. Su forma de moverse recordaba a los calculados
andares de un depredador que iba a la caza—. Como rey, no toleraré que se
cometa semejante atrocidad.
Los consejeros lo miraron con seriedad, salvo Danzo, que tenía una leve
sonrisa de arrogancia, y Mizuki, que parecía estar disfrutando con aquello.
—Pero resulta que usted no es rey todavía, alteza —replicó Homura—. Aún quedan
nueve meses para que obtenga la corona y el cargo oficial.
Sasuke no había esperado esa estratagema y se sintió arder.
—No pueden hacer esto.
—Lo cierto es que sí —dijo Danzo con altanería—. La realidad es que usted
aún no tiene ninguna autoridad aquí salvo la que se le concede como príncipe
extranjero, todavía no puede intervenir directamente en asuntos relacionados
con el reino. Así que no hay más que hablar. Esta noche se organizará la
cacería y…
—¡No harán eso! —bramó Naruto, que terminó por perder el control y cerrar
las distancias con los consejeros, asesinándolos con los ojos—. Los zorros
están bajo la protección de Kurama, hacerles daño o intentarlo siquiera
supondrá una violación directa de sus leyes, ¡habrá consecuencias!
—¿Qué consecuencias? —preguntó Mizuki—. ¿Que nuestros invitados podrán
hacer hermosos abrigos con sus pieles?, pasarán un rato agradable, el deporte
de la caza siempre es satisfactorio, y, quién sabe, tal vez podamos sacar
provecho de esto.
El rubio palideció, no queriendo creer a dónde se dirigía la conversación.
—¿Qué?
—La piel de los zorros es muy apreciada —dijo Homura con un brillo
avaricioso en los ojos—, sobre todo la del zorro rojo; es brillante y suave, de
cola espesa. Podríamos comercializarla, sacaríamos muchos beneficios y aquí ya
hay compradores interesados en cerrar un buen trato.
Naruto sintió que las rodillas le temblaban. En su reino no solían usar
pieles de animales para abrigarse ya que era un reino bastante caluroso y rara
vez hacía tanto frío, tan solo se utilizaban unas pocas para hacer pergamino
para los libros, no mucho más. Comercializar con pieles implicaría masacrar
miles de zorros, miles de los emisarios de Kurama colgados de palos como si
fueran vulgares espinas de pescado que se vendían para hacer caldos.
… No.
No lo permitiría.
Apretó los puños con fuerza, decidido.
—Muy bien, queréis ir a cazar zorros, id a cazarlos, no me importa —dicho
esto, los sondeó a todos con la mirada y su voz se elevó con un tono más oscuro
y siniestro—. Pero no creáis que estaréis a salvo de la ira de Kurama. Todo
aquel que se una a la cacería, será mutilado y privado de una parte de su
cuerpo como castigo por haber quebrantado la ley divina. La familia real no les
dará asilo para que se refugien de la rabia de nuestro dios ni tampoco ninguna
facilidad para escapar de él. No habrá alianza posible entre sus reinos y esta
tierra, ni tampoco comercio de ningún tipo.
—No eres nadie para decidir eso —gruñó Danzo, ofendido porque el creador
osara imponer su insulsa e insignificante voluntad.
Naruto lo fulminó con los ojos.
—Para ser un anciano, recuerdas muy poco acerca de lo que mora en esta
tierra y por qué. Olvidas que los hombres carecemos de poder más de lo que
creemos. No seré yo quien imponga el sino de estos desgraciados, sino Kurama.
La mayoría de los nobles se quedaron muy callados ante la declaración, un
tanto inquietos, pero unos pocos, entre ellos Orochimaru, más escépticos,
rieron por lo bajo.
—Mi primera piel de zorro será para usted, alteza —se burló el rey de la Hierba—.
Quedará realmente hermosa alrededor de su cuello.
Sasuke hizo amago de dar un paso para reventarle la cara otra vez, pero
Naruto lo detuvo y miró al hombre con rabia.
—Muy bien, majestad. Acaba de ganarse mutilación por partida doble. Espero
que disfrute de la cacería… mientras pueda —y dicho esto, se fue furibundo de
allí, mientras que Orochimaru reía a carcajadas junto a los nobles que no se
habían acobardado del supuesto castigo que recibirían del dios zorro.
Sasuke los asesinó con la vista, igual que hicieron Tsunade, Itachi y el
resto del grupo que estaba en contra de aquella barbarie. Estaba convencido de
que la idea de cazar zorros la había sugerido en primer lugar Orochimaru, como
una especie de venganza por lo que había sucedido hacía dos noches, para hacer
daño a Naruto y humillarle a él. La parte en la que él era menospreciado por el
Consejo no podía importarle menos (bueno, sí, le molestaba, claro que lo hacía,
pero no era lo peor de todo aquello), sin embargo, le había dolido no poder hacer
nada por su prometido, a quien claramente le había afectado todo aquello, y
también saber que tampoco podría evitar que hicieran daño a los zorros.
Al ver que la reina se retiraba de allí, la siguió junto a Itachi, Sai y
los nobles del Reino del Fuego que estaban de su parte, entre ellos Neji y
Shikamaru.
—¿De verdad no hay nada que se pueda hacer? —le preguntó él, angustiado.
Tsunade agachó la cabeza con ojos dolidos.
—Me temo que no. Ya te dije que el Consejo tenía mucho poder, Naruto y yo
no somos lo suficiente respetados entre nuestra propia nobleza como para
imponernos.
—Y por desgracia, es cierto que aún no eres rey —dijo Shikamaru con una
mueca de molestia—. Técnicamente, tu cargo de príncipe es superior al de los
consejeros, pero eres extranjero y eso evita que puedas tomar partido por ahora
en decisiones que afectan al reino de forma directa. Qué problemático —resopló.
—¿Hay alguna posibilidad de que podamos evitarlo? —inquirió Itachi,
negándose a permitir que ocurriera algo así en el futuro país de su hermano.
Neji se quedó pensativo.
—El pueblo no aprobará esto, son muy tradicionales y creyentes, pensarán
que es una ofensa a nuestro dios… pero no lograremos nada por esa vía. Se
pondrán en contra del Consejo cuando se enteren de que ha sido su decisión y no
la de la reina, sin embargo, es todo cuanto podemos conseguir, no detendrá la
matanza de los zorros.
—¿Por qué no usamos a los soldados para detenerlos? —preguntó Sai con el
ceño fruncido—. Gai y Lee podrían con un pequeño grupo de nobles, pueden
encarcelarlos.
—No es tan fácil —reflexionó Sasuke con cara de pocos amigos—. El Consejo
ha aprobado esto, en teoría los reyes extranjeros no estarían quebrantando
ninguna ley. Hacer que sean detenidos por orden de la reina podría causar un
conflicto armado, no solo contra sus países, sino que también cabe la
posibilidad de que estalle una guerra civil entre los seguidores de los
consejeros, que es la mayoría nobiliaria, y los de la familia real.
—No podemos permitirnos una guerra —dijo Tsunade, a lo que Neji y Shikamaru
asintieron—. Mi pueblo saldría perjudicado, a Danzo y su séquito no les importa
cuántos campesinos mueran, y si además recibe apoyo de reyes extranjeros que
prefieren un país machista como los suyos… no tendremos muchas posibilidades.
Sai dejó caer los hombros.
—¿Y ya está? ¿No hacemos nada?
Sasuke entrecerró los ojos, pensando en su prometido y en sus extrañas
palabras.
Se había ido muy rápido de la sala, demasiado rápido. Tal vez…
Naruto se encontraba en lo alto de la montaña que se alzaba imponente en el
Bosque Sagrado, y alrededor de la cual este se extendía como si fuera su
epicentro, algo que no resultaría muy extraño si se tenía en cuenta que allí se
encontraba el altar dedicado a Kurama. En realidad, esta era un volcán inactivo,
por lo que a más de veinte metros de altura se podía ver el enorme y oscuro
cráter que se adentraba en las cavidades rocosos, del cual se decía que, en
tiempos de guerra, rugía como una bestia enfurecida que ansiara salir de una
jaula, aunque no se tenía constancia en ninguna parte de que alguna vez hubiera
entrado en erupción.
El creador había ido allí a rezar, pidiendo que todo saliera bien y que sus
compañeros animales no salieran heridos por la crueldad de unos estúpidos
mortales sin conocimiento alguno, caprichosos, sin ningún respeto por lo
sagrado.
Alzó la vista, encontrándose con una antigua imagen bordada que
representaba al dios zorro entre las nubes, enredando sus nueve colas con
ellas, mientras observaba desde el cielo las islas que conformaban el Reino del
Fuego. El altar dedicado a Kurama era bastante sencillo, su gente había logrado
conservarlo prácticamente tal y como había sido construido en la antigüedad: se
trataba de un pequeño templete cuadrado, sostenido por cuatro columnas de madera
pintada de rojo y un tejado que se alzaba en punta, hecho con elegantes y
brillantes tejas de color jade, en cuyos extremos se podía ver unas estatuas de
zorros con la boca abierta que daban la sensación de proteger la estructura.
Entre las columnas, había una especie de paredes, que en realidad habían sido
tablas de madera que habían recortado y trabajo de tal forma que se pudiera ver
su interior a través de las imágenes que habían tallado, cada una de ellas
tenía la forma de una de las islas con el símbolo de Kurama en el centro,
siendo la puerta principal la capital del Reino del Fuego. En el interior,
había colgado del techo el gran y antiguo bordado que contemplaba Naruto, y
bajo este, una pequeña estructura de madera que sostenía una flauta, a los lados
de la cual había incienso encendido y, tras esta, un gran jarrón que contenía
un arreglo floral.
Naruto hizo una reverencia y se sentó sobre sus rodillas con un suspiro.
—Puedes pasar, Sasuke.
El varón entró cuidadosamente en el altar, como si no estuviera seguro de
que debiera estar allí o si era educado que pusiera un pie. A pesar de todo,
fue en completo silencio junto al rubio, presentó sus respetos al dios Kurama y
se sentó a su lado.
Se quedaron un rato en silencio, sin saber qué decir. Era evidente que
deberían abordar el tema de la cacería, pero tampoco había mucho que decir al
respecto: la decisión estaba tomada, para bien o para mal.
Sasuke miró un momento a su alrededor.
—Hacía mucho tiempo que no entraba en un altar —susurró. Tenía la sensación
de que no era adecuado hablar en voz alta en un lugar tan sagrado y dedicado al
rezo.
—¿Tres años? —preguntó Naruto en el mismo tono bajo. Supuso que había sido
por el tiempo que había pasado en el mar.
—No. Desde que murió mi madre.
Naruto lo miró sorprendido. No había esperado eso, tampoco es como si
pensara que Sasuke fuera muy religioso, no le había dado esa sensación pero, en
cierto modo, creía que guardaría culto a su dios a su manera.
El Uchiha bajó la vista hacia el suelo.
—Cuando se puso enferma, iba todos los días al altar, por las noches.
Rezaba durante horas a Taka para que no se llevara a mi madre, pensaba que si
le rogaba lo suficiente, obraría un milagro y permitiría que se quedara. —Hizo
una pausa en la que tragó el nudo que tenía en la garganta—. A veces, mi padre
o mi hermano me encontraban dormido allí, sobre la fría piedra, encogido en una
manta. Mi dios no sintió lástima por mí o por mi madre, dejó que muriera
enloquecida por la fiebre. —Sus ojos se endurecieron y apretó los puños—. A los
dioses no les importa lo que nos ocurra, somos poco más que un mero
entretenimiento para ellos. Por eso dejé de rezar, ¿de qué sirve si hacen oídos
sordos a nuestras súplicas?
Naruto no respondió, se quedó un largo rato callado. Sasuke tampoco habló,
hacía muchos años que no le hablaba a nadie de su madre, ni siquiera la
mencionaba a Sai o a Itachi, su pérdida todavía pesaba en su corazón.
—… Los mortales tienen una idea muy equivocada de los dioses —dijo el
creador de repente. Sasuke frunció el ceño, sin estar seguro de a qué se
refería, pero no intervino—. Creen que ellos nos están viendo en todo momento,
que conocen y controlan cada centímetro de nuestras vidas… cuando en realidad
no es así. —Miró el altar como si fuera algo curioso—. Erigimos altares pensando
que son todo poder y sabiduría, que tienen respuestas para todo, pero lo cierto
es que hasta ellos tienen límites. No nos ven ni nos oyen siempre, ni tampoco
pueden hacerlo todo por nosotros. ¿Qué sentido tendría esforzarse en hacer algo
si, al final, ya ha sido decidido que lo lograremos o no por otra persona?
¿Cómo podríamos apreciar nuestras vidas si no hay un momento en que llegan a su
fin? ¿Quiénes son ellos realmente, qué derecho tienen a decidir si es nuestra
hora o no? ¿Cómo decidirían quiénes mueren y quiénes no? —Hizo otra pausa,
entrecerrando los ojos—. ¿Qué sentido tendrían nuestras vidas si en realidad
somos poco más que marionetas que bailan al son de un ser caprichoso y
aburrido? Yo creo que no merece la pena vivir en un mundo donde soy tan poca
cosa, donde en realidad todo lo que he hecho y decidido ha sido obra de alguien
externo a mí.
A Sasuke le sorprendió un poco la profundidad de los pensamientos de
Naruto. La verdad era que nunca lo había mirado desde esa perspectiva.
—Pienso que los dioses simplemente crearon el lugar donde vivimos y se
comprometieron a cuidar de los grupos de humanos a los que dieron vida. Con
“cuidar” no me refiero a protegerlos de todo, sino a darles unas tierras que
les den sustento y dejar que aprendan por sí mismos a sobrevivir, es lo mismo
que hacen los padres con sus hijos, no siempre podrán estar ahí para cuidarlos.
—Cerró los ojos un momento—. No nos están viendo desde el cielo, ni tampoco
harán algo por nosotros que sí somos capaces de hacer. Dejan que forjemos
nuestro propio destino, sea bueno o malo.
—Mi madre no escogió estar enferma —susurró Sasuke con amargura. No le
estaba recriminando nada a Naruto, era consciente de que no tenía la culpa.
—Y yo no escogí que mis padres y mi hermano murieran —dijo el rubio con
mucha suavidad—. Por desgracia, no todo depende de nosotros, tampoco. Nuestros
caminos se cruzan constantemente con otras personas, con otros seres y sucesos
que no podemos controlar. Así es la vida.
Sasuke asintió, sabiendo que, en cierto modo, tenía razón. Cuando una
persona sufre, tiene tendencia a buscar un culpable, como si eso pudiera
aliviarla de algún modo. Él escogió a un dios, algo poco tangible contra lo que
poder luchar para desahogar su pena y su frustración por no haber podido hacer
nada… a pesar de que, en el fondo, había sido consciente de que nadie podría
haber salvado a su madre.
Ella sufrió la Fiebre de las Rocosas. Era una enfermedad mortal y sin cura
conocida.
Su padre buscó una por todos los medios, los médicos probaron todo lo que
pudieron, pero nada sirvió. Supuso que había buscado consuelo en Taka porque
era el único al que creía con poder para salvarla. Sin embargo, tal vez era
cierto que estaba en su mano decidirlo. De ser así, ¿por qué Kurama permitió
que aquella niña campesina muriera? Naruto jamás lo había culpado, a pesar de
lo mucho que había sufrido su pérdida, al contrario, se echó esa carga en sus
hombros.
—Entonces… ¿piensas que solamente nos dejan… libres? —preguntó, sin estar
seguro de cómo interpretar aquello.
Su rubio esbozó una leve sonrisa.
—Pienso que no tienen tanto poder como creemos. Pienso que son seres muy
distintos a nosotros y que no podemos comprenderlos del todo, por eso no
deberíamos juzgarlos sin conocerlos antes.
Sasuke captó la ironía de sus palabras. Él había pensado en Naruto como en
un chico afeminado y bobalicón que le suplicaría durante años por su amor, pero
en vez de eso, había encontrado a una de las personas más increíbles que había
conocido nunca… y también de las más importantes para él.
—Tienes razón.
Naruto asintió y soltó un suspiro.
—No deberíamos tratar de comprenderlos, solo agradecer lo que nos han dado,
aceptar nuestras limitaciones y esforzarnos en conseguir nuestros objetivos.
El Uchiha sintió una punzada de decepción.
—¿Y qué más podemos hacer para evitar la cacería?
Al escuchar eso, el rostro del creador se ensombreció y entrecerró los
ojos.
Sasuke esperó que le diera alguna respuesta, porque él no sabía qué más
hacer sin provocar un mal mayor y eso le exasperaba. Se había prometido que
sería un buen rey para su pueblo, que ayudaría a Naruto pasara lo que pasara,
pero ¿cómo iba a conseguirlo si lo único que podía hacer era quedarse de brazos
cruzados?
De repente, el rubio se levantó despacio.
—Nosotros, nada. Por eso he venido aquí —comentó, observando la imagen del
dios zorro en el bordado—. En este reino hay un dicho: “trabaja como si todo
dependiera de ti, y reza como si todo dependiera de Kurama”. Yo ya he hecho
todo lo que podía hacer, así que ahora es su turno.
Vio como daba media vuelta para salir del altar con el ceño fruncido.
—¿No acabas de decir que los dioses no nos ayudan?
—No, he dicho que no siempre pueden cuidar de nosotros —dicho esto, su
prometido le sonrió y le guiñó un ojo—. Ya has hecho bastante por este reino y
por mí, Sasuke, así que, por esta vez, hazte un favor y quédate en el palacio.
Confía en mí.
Sasuke esbozó una lenta sonrisa.
Con que ya había hecho todo lo que podía hacer, ¿eh? Y una mierda. Si
Naruto no tenía algún plan misterioso, como mínimo tenía alguna idea sobre lo
que iba a pasar esa noche.
Cuando el crepúsculo cayó sobre el Reino del Fuego, una partida de caza de
veinte nobles salió de palacio a caballo en dirección a los frondosos bosques
de la isla en busca de zorros, aprovechando que estos salían a cazar de noche.
Al final, muchos de los aristócratas y reyes que se habían dejado llevar
por la idea de obtener la lujosa piel de un zorro rojo, habían dado marcha
atrás después de la discusión de aquella mañana y le habían pedido disculpas a
la reina por participar en la idea que, obviamente, se le había ocurrido a
Orochimaru, pues no quería que hubiera fricciones entre sus países y lo habían
pensado mejor a la hora de mancillar las leyes divinas. Sin embargo, eso no evitó
que otros reyes liderados por el monarca de la Hierba descartaran la cacería,
la mayoría habían sido pretendientes de Naruto o querían fastidiar de algún
modo a Sasuke Uchiha por provocarles un sentimiento de inferioridad o temor,
dado su temperamento sobreprotector con un insignificante creador al que les
habría gustado manosear. Además, no había uno solo que no despreciara los
ideales de su tierra, no eran tan tontos como para no imaginar que cambiaría
muchas cosas que no eran de su agrado; la igualdad de sexos, la total
aprobación de la homosexualidad, el no abusar de unos simples y sucios
campesinos para obtener más rendimiento económico… Querían hacerle daño
mientras pudieran, les provocaba una malsana sensación de poder ver que, en
esos momentos, estaban por encima del Gran Príncipe Pirata Sasuke Uchiha.
Así, y a pesar de la última advertencia que les lanzó Tsunade con el rostro
crispado por la furia, se fueron armados con arcos y flechas, galopando hacia
las afueras de la ciudad, donde se separaron en grupos más pequeños para no
llamar tanto la atención de los zorros y ser más sigilosos, marchándose cada
cual a una parte del bosque diferente.
En el grupo de Orochimaru había otros cuatro hombres. No hablaron durante
el trayecto, concentrados en buscar una presa; los zorros eran muy escurridizos
y era difícil dar con uno pero, curiosamente, tuvieron un golpe de suerte al
hallar unas huellas recientes que no dudaron en seguir. Anduvieron un buen
trecho hasta encontrar una pequeña charca donde vieron un hermoso ejemplar:
parecía un poco más grande que la mayoría de sus congéneres, probablemente un
macho por su tamaño, con el pelaje anaranjado y unas orejas un poco más
alargadas de lo que era habitual, aunque supusieron que se trataba de la especie
autóctona de ese reino.
—Ya te tengo —sonrió Orochimaru, haciendo amago de coger una flecha para
colocarla en su arco.
Sin embargo, el zorro debió de oírles, porque sus orejas se alzaron
ligeramente y los miró directamente, como si hubiera sabido dónde estaban desde
el principio. Los dejó un poco confundidos ver que tenía los ojos rojos, un
rasgo muy extraño en un animal, y habrían jurado que les estaba sonriendo de un
modo diabólico si no fuera porque sabían que era imposible.
Aun así, Orochimaru no le dio demasiada importancia y disparó rápidamente
con la intención de matarlo, pero una extraña y veloz sombra se interpuso en la
trayectoria de la flecha y la partió.
A pesar de todo, el zorro no se asustó, de hecho, tomó asintió sin apartar
la vista de ellos.
—¿Qué coño…? —murmuró uno de los reyes, sin comprender lo que estaba
pasando.
En ese instante, otro de ellos notó algo húmedo en el hombro y lo tocó,
haciendo una mueca de asco al ver que parecía un montón de saliva.
—¿Pero qué…?
El resto le escuchó y fruncieron el ceño, confundidos, antes de alzar la
vista. La noche era muy oscura y el bosque tan frondoso que resultaba muy
difícil ver nada, especialmente si el depredador tenía un pelaje tan negro como
el manto que cubría el cielo.
—Grrr…
Aunque eso no quería decir que no pudieran oírle.
—Joder… —murmuró uno.
—¡Shh! —ordenó Orochimaru, notando un sudor frío—. No hagáis ruido y no os
mováis.
Todos se quedaron congelados salvo por sus pechos que subían y bajaban,
acorde con sus respiraciones agitadas. Pero era inútil, la bestia podía verlos,
hacía rato que los había estado esperando y, además, el aire apestaba a su
miedo. Un aroma muy embriagador para un depredador como él.
Por un instante, sus pobres presas creyeron que se habían salvado, dejó que
lo hicieran para que se confiaran. Y entonces, con un rápido movimiento, se
abalanzó sobre ellos con un rugido.
—¡¡¡GROOARRR!!!
—¡¡¡AAAAAAAAHHH!!!
Los alaridos impregnaron el bosque y la sangre salpicó la tierra. Y
mientras tanto, el zorro anaranjado seguía sonriendo, observando la violenta
escena con un brillo cruel en sus ojos rojos.
Sasuke no podía evitar pasearse nervioso por la muralla mientras esperaba.
Confiaba en Naruto, sin duda alguna, pero que no le hubiera dado detalles
lo tenía en vilo, tenso, incapaz de concentrarse en nada o de relajarse lo
suficiente como para ir al salón de banquetes y cenar. Así que allí estaba,
vigilando como un guardia las afueras del palacio, a la espera de que la puta
víbora regresara con su séquito de gilipollas con la esperanza de que no les
hubiera pasado nada a los zorros. Tenía la sensación de que su prometido sentía
un cariño especial por esos animales y, de todos modos, no entendía por qué
alguien querría usar sus pieles; se las consideraba un producto de lujo porque
eran muy bonitas y quedaban elegantes, bien, pero en la mente de un Uchiha, de
alguien que venía del Reino del Hielo, no eran lo bastante buenas ni grandes
como para abrigar a alguien, ellos preferían las pieles más gruesas de los
osos, puede que hasta de los lobos en casos de necesidad, pero la de un zorro…
No había color. Además, hasta en su tierra sentían simpatía por esos animales,
ya que cazaban insectos y roedores, por lo que eran perfectos para proteger las
pocas cosechas que lograban cultivar, por eso muchos campesinos los atraían con
comida a sus huertos para que se quedaran y así cazaran a los seres que podían
arruinarlas.
Le hizo un poco de gracia pensar en que iba a casarse con alguien cuyo
emblema era una criatura que hasta era apreciada en su país.
—¿Nervioso?
Sasuke se giró sobresaltado al escuchar la voz de su hermano, quien le
dedicó una diminuta sonrisa divertida.
—Ya veo que sí.
Él hizo una mueca.
—¿Tú tampoco has ido a cenar?
Itachi suspiró y se colocó a su lado.
—He ido, pero no tenía mucho apetito. —Su rostro se volvió sombrío—. Todo
esto me pone enfermo. Los zorros son sagrados aquí, y aunque no lo fueran, son
criaturas que no hacen daño a nadie; los campesinos los adoran, parece que aquí
también los utilizan para proteger las cosechas de insectos, he oído que en
verano tienen algunas plagas y que ellos evitan que se coman las plantas. Hasta
he oído que algunos juegan con los niños si tienen bastante confianza con las
personas.
Vaya, ahora tenía sentido que Naruto les tuviera afecto. Si ayudaban a su
reino, eran como amigos para él.
Ambos se apoyaron sobre las murallas, contemplando el horizonte boscoso,
como si desde allí pudieran ver lo que estaba ocurriendo.
—¿Qué es lo que esperas exactamente, Sasuke? —le preguntó Itachi, negando
con la cabeza tristemente—. Esto me duele tanto como a ti, pero no podemos
hacer nada salvo rezar en que sean unos pésimos cazadores… —dicho esto, levantó
las cejas—. Lo cierto es que no me sorprendería, tampoco. ¿Has visto la panza
del rey del Reino del Arroz?, me extraña que pueda ver algo más allá de ella.
Sasuke soltó una risilla y volvió a observar los árboles que se extendían
más allá de la ciudad.
—Naruto ha hecho algo —le confesó.
El rostro de su hermano se iluminó.
—¿En serio?
—Bueno, no estoy seguro del todo, pero sabe más de lo que quiere admitir.
Itachi esbozó una amplia sonrisa.
—Inteligente, valiente, un poco rebelde y además misterioso. Tu esposo
tiene clase.
Sasuke sonrió, un tanto orgulloso.
—Y yo que estaba preocupado por tu aprobación —bromeó.
El otro hombre rio por lo bajo y volvió a mirar el horizonte. Sin embargo,
a medida que pasaba el tiempo, se dio cuenta de que había un extraño silencio y
contempló la ciudad con más detenimiento. En esos días, en los que se celebraba
el compromiso oficial de los príncipes y había invitados extranjeros, el pueblo
había estado de fiesta, con los negocios abiertos hasta tarde para todo aquel
que quisiera comprar algo, bailes en la calle, cientos de antorchas encendidas,
gritos, risas y música por doquier. Pero esa noche todo estaba inusualmente
oscuro y silencioso. No había nadie fuera de su casa, absolutamente nadie, y
las luces yacían apagadas.
De repente, la alegre capital del Reino del Fuego parecía haberse
convertido en una ciudad fantasma.
—Sasuke, ¿te has fijado en el pueblo?
Este frunció el ceño, confundido, pero tras un vistazo rápido, comprendió
lo que quería decir y se irguió, extrañado.
Eso no era normal, para nada.
—Naruto, ¿qué has hecho? —se preguntó.
De repente, el relincho asustado de un caballo quebró el silencio.
Tanto él como su hermano se inclinaron sobre la muralla, buscando su
origen. Había tanto silencio que, si afinaban su oído al máximo, podían hasta
escuchar los cascos del animal repicando sobre las baldosas de piedra de la
calle.
—¡Socorrooo! —Se oyó un grito.
—¡Ayuda, por favor! —Otro más.
Entonces, se desató el caos. De varias direcciones, empezaron a aparecer
los reyes y nobles montados a caballo, gritando aterrorizados o por el dolor,
rogando porque alguien fuera a ayudarlos. En el pueblo, nadie hizo amago de
salir de su casa para ver qué ocurría, de hecho, cualquier luz interior que
pudiera estar encendida, se apagó, dando a entender que no querían involucrarse
en aquello.
—¿Qué está pasando? —murmuró Itachi, tan confundido como Sasuke.
—¡¡GRROOOOOOOOAAAAAAARRRRR!!
El más joven de los Uchiha lo entendió al escuchar aquel rugido furioso,
incluso antes de verlos. Jamás habría pensado en que llegaría a ver algo así:
los hombres zorro habían salido del Bosque Sagrado, vistiendo corazas de cuero
que protegían su pecho y espalda y, al mismo tiempo, dejando libres sus patas y
colas, permitiéndoles moverse libremente. Había muchos, más de dos docenas, de
todos los colores y con diferentes números de colas, pudo reconocer a algunos
como Shaoran, el zorro que lo había inmovilizado una vez cuando Sakura entró en
su territorio, también a otro que lo ayudó con las flores cuando le preparó la
cita a Naruto, Tsubasa, que al parecer era muy cercana a Shaoran, a Fye, que
era el de color blanco con ocho colas, de los más viejos entre su especie según
Naruto y, por supuesto, a Kurogane, que parecía estar liderando a todo el
grupo. Estos se subieron hábilmente a los tejados de las casas y se alzaron
sobre sus dos patas, buscando a sus presas, las cuales huían despavoridas hacia
palacio en busca de protección.
Oh, joder…
—Que los dioses nos protejan —murmuró Itachi.
Ambos sabían que si no hacían nada, serían masacrados.
No tuvieron que discutirlo, fueron corriendo a la entrada principal de
palacio. Por supuesto, no eran los únicos que habían visto lo que se avecinaba,
los guardias que vigilaban en las murallas también estaban al tanto y ya
estaban dando la alerta y abriendo las grandes puertas dobles de madera. Sasuke
vio de reojo a Lee ayudando a estos últimos, y pudo escuchar a Gai dando
órdenes…
—¡¡¡Groooaarrr!!!
Todos levantaron la vista al cielo y palidecieron. Sobre el muro de piedra
que había en la parte superior de las puertas, había un enorme zorro. Parecía
plateado bajo la tenue luz de la luna, que era muy poca, pero las llamas de las
antorchas descubrieron que su pelaje era en realidad dorado, en contraste con
sus brillantes e inquietantes ojos rojos, de pupilas rasgadas.
La bestia gruñó y saltó sobre la entrada con el pelo erizado y las fauces
abiertas, haciendo que los soldados retrocedieran para evitar ser aplastados.
Algunos empuñaron las lanzas o desenvainaron las espadas, dispuestos a
defenderse, pero el animal fue más rápido y, a todo aquel que trató de
atacarlo, le arrebató el arma con los colmillos y la lanzó lejos antes de
chasquear los dientes como una clara amenaza.
Cuando Sasuke se acercó más, lo reconoció. Era el zorro que había visto el
primer día que llegó a aquel reino, el que lo escoltó fuera del Bosque Sagrado
y el que había ido a buscar a Naruto cuando murió aquella niña.
Sin pensárselo dos veces, saltó en mitad del patio, gritando órdenes a los
soldados:
—¡Todo el mundo atrás! ¡Atrás!
Pese a que Lee y el resto no acababan de fiarse, retrocedieron, obedeciendo
y dejando espacio a la bestia, que los vigiló atentamente mientras se alejaban.
Una vez consideró que estaban a una distancia prudencial, dejó de gruñir y se
mantuvo muy cerca de la entrada principal, la cual ya estaba abierta.
La mente de Sasuke trabajó rápido. Los hombres zorro estaban persiguiendo a
la partida de caza, y ahora aparecía aquella bestia que, curiosamente, no
parecía pertenecer a la misma especie, sus patas delanteras no parecía manos y
sus orejas eran más cortas, era más bien como una versión gigante de zorro,
pero no tenía ningún rasgo que recordara al de un humano. Bueno, ¿quién sabe lo
que hay en el Bosque Sagrado?, probablemente había más criaturas que
desconocía…
Pero el caso es que estaba pasando algo raro. Tal vez Naruto se refería a
esto…
Con mucho cuidado, se acercó al enorme zorro que, lejos de sentirse
amenazado, sus orejas se alzaron como si sintiera curiosidad y su pelaje bajó,
aparentemente relajado. No hizo amago de atacar cuando Sasuke se quedó a
escasos centímetros de él, de hecho, agachó la cabeza y le olisqueó la mano.
Tras un instante de duda, la levantó y le tocó el hocico, atreviéndose a
ascender hasta detrás de las orejas para rascárselas. Toda la gente que se
había congregado a causa del escándalo (la mayoría de los soldados, Tsunade, el
Consejo al completo, Sai, los nobles de otras islas del reino y hasta los reyes
que no se habían unido a la cacería) se quedó con la boca abierta.
Sasuke, en cambio, esbozó una media sonrisa.
—No has venido hasta aquí para hacernos daño, ¿verdad?
El zorro negó con la cabeza y se apretó más contra su mano, como si buscara
sus caricias. Él se las dio, esperando mantenerlo tranquilo durante un rato
mientras trataba de entender lo que pasaba.
—¿Te envía Naruto? —susurró, no queriendo que alguien lo escuchara y
metiera a su prometido en un lío. Sin embargo, se quedó confundido cuando el
imponente animal hizo un gesto negativo—. ¿Entonces?
La bestia levantó la cabeza, señalando una dirección concreta. Sasuke notó
un extraño escalofrío al ver que marcaba la dirección en la que se encontraba
el Bosque Sagrado, concretamente, la montaña donde esa mañana había estado con
Naruto.
Santa mierda, ¿estaba diciendo que había sido cosa de…?
—¿Kurama? —murmuró, su voz apenas audible.
Antes de que el zorro pudiera darle una confirmación, su pelaje se erizó de
nuevo y, de repente, se alejó bruscamente de Sasuke, yendo en dirección a la
entrada. El príncipe se dio cuenta de que la partida de caza estaba regresando
a galope tendido, suplicando ayuda.
Sin embargo, eso no podría ser. El zorro dorado salió de palacio y rugió
ferozmente, asustando a los caballos, que se alzaron sobre sus patas traseras,
tirando a sus amos, antes de huir despavoridos en cualquier dirección, a veces
chocando caóticamente entre ellos o saltando sobre los hombres tendidos en el
suelo. En ese instante, Sasuke palideció al ver que muchos de ellos estaban
sangrando, la mayoría se sujetaban alguna parte de su cuerpo a causa de un
arañazo o mordisco, pero se fijó en que alguno que otro había perdido un brazo
o una pierna.
“Todo aquel que se una a la cacería, será mutilado y privado de una parte
de su cuerpo”, recordó las palabras que había dicho Naruto esa mañana y un
escalofrío subió por su espalda.
Maldita sea, era tal y como había sospechado, los zorros venían a impedir
que se rompieran las leyes divinas, y a castigar a todo aquel que había tenido
intención de romperlas.
—¡Que alguien mate a esa criatura!
Sasuke se giró, asesinando con la mirada a Danzo, que iba vestido con una
túnica de dormir y que acababa de apoderarse de la espada de uno de los
soldados.
Puto loco, maldijo mentalmente.
—¡Baja eso, Danzo! —bramó.
Ni caso, el muy imbécil seguía dando largas zancadas en dirección al zorro,
que seguía espantando a los caballos y evitando que los hombres heridos
entraran. Sasuke se metió en medio.
—No ha venido a hacernos daño, no lo provoques —le advirtió.
—¡Eres un cobarde, Uchiha! —le gritó el anciano con la espada en alto—. ¡Te
jactas de ser el guerrero más poderoso pero huyes con el rabo entre las piernas
ante un animal salvaje! ¡Apártate de mi camino!
Sasuke apretó los dientes.
—No seas estúpido y escúchame. Es una de las criaturas de Kurama, no
conviene hacerlo enfadar ni meterse en sus asuntos, ¡déjalo en paz!
Danzo lo miró con desprecio.
—¡Alguien como tú no merece ser rey! ¡Es mejor si mueres!
No esperó que lo atacara. Hizo amago de coger su espada, pero desde que
estaba en aquel reino, apenas la cogía si no era para entrenar o al salir del
palacio, por lo que lo único que cogió su mano fue aire. Levantó los brazos
para protegerse la cabeza, a pesar de que sabía que saldría gravemente herido,
pero no podía hacer otra cosa en tan poco tiempo…
—¡GRROARRR!
Antes de que pudiera llegar a tocarlo, el zorro dorado golpeó con todo su
cuerpo al anciano, lanzándolo por los aires. Todo el mundo retrocedió alarmado,
muy poco dispuesto a interponerse en el camino de la bestia que, lejos de
contentarse con eso, se abalanzó sobre el consejero una vez más, quien
gimoteaba dolorido al mismo tiempo que trataba de agarrar la espada, pero el
animal la hizo a un lado con la pata, alejándola y, después, sin pensárselo dos
veces, mordió brutalmente al anciano en una pierna.
Sasuke tampoco se movió un ápice, observó asombrado cómo el sirviente de
Kurama sacudía la extremidad de Danzo, desgarrándola con los colmillos al mismo
tiempo que lo arrastraba cerca de un muro, contra el cual lo lanzó
violentamente, dejándolo aturdido y claramente muy dolorido.
Inmediatamente después, el zorro regresó al lado de Sasuke con el lomo
erizado y enseñando los colmillos, gruñéndole a la multitud como si tratara de
protegerlo. Este puso las manos sobre su lomo y lo acarició.
—Tranquilo, tranquilo —trató de calmarlo—. Ya está, shh…
El animal respiraba pesadamente, pero poco a poco, pareció relajarse un
poco, al menos lo suficiente para echarle un vistazo rápido, le dio la
sensación de que se estaba asegurando de que no estaba herido.
—Estoy bien, estoy bien —siguió diciéndole en un tono conciliador y suave.
La bestia ladeó la cabeza, como si lo pensara, y luego le lamió tímidamente
la cara antes de dar media vuelta y regresar a la entrada. Los hombres que se
habían ido a la cacería habían logrado recuperarse de la caída del caballo y
ahora corrían o se bien se arrastraban hacia las puertas de palacio, pero el
zorro dorado se les adelantó y, de repente, escupió una bola de fuego que
estalló contra el suelo, creando una línea de enormes llamas anaranjadas que
impedían que nadie entrara.
“La familia real no les dará asilo”, Naruto también había dicho eso. Ya no
había ninguna duda, los sirvientes de Kurama había ido allí a dar su merecido
castigo a los que habían osado romper sus leyes.
Sin pensarlo demasiado, se dirigió a la multitud, especialmente a Tsunade.
—Han venido por la caza de zorros, no hay que interponerse en su camino.
Al escuchar eso, la reina entrecerró los ojos.
—Parece que nuestro señor ha querido encargarse personalmente de esto
—murmuró Tsunade, asintiendo para sí misma—. Muy bien, si esta es su voluntad,
no seré yo quien interfiera —dicho esto, ordenó en voz alta—. ¡Que todo el
mundo se mantenga atrás! ¡Esto es un asunto de dioses!
Gai y Lee, leales a su majestad, bajaron las armas, siendo imitados a su
vez por todos sus hombres, que además se alejaron para evitar ser heridos y
para dar a entender a la criatura de su dios que estaban de su parte.
Sasuke se dio la vuelta, observando el desarrollo de los acontecimientos.
Los hombres de la cacería gritaban asustados, suplicando que les dejaran entrar,
pero las llamas ardían con fuerza, alzándose hacia el cielo con tal fuerza que
estuvo seguro de que tenía que ser algo mágico, ya que el fuego no podía
prender la piedra con tanta facilidad. Poco después, llegaron los hombres
zorro, dirigidos por un furibundo Kurogane que no dudó a la hora de abalanzarse
sobre los pobres e indefensos humanos. No sintió demasiada lástima al ver que
las palabras de Naruto se cumplían: las bestias arremetieron contra sus presas
sin piedad, arrancándoles un brazo o una pierna, no importaba lo mucho que se
resistieran o cuánto gritaran, varios zorros se unían para quedarse con su
premio, aunque este era echado a las llamas, para así evitar que pudieran
recuperarlos de ningún modo.
Al cabo de un rato, el zorro dorado pareció considerar que ya había sido
suficiente y, Sasuke estaba convencido, fue cosa suya que el fuego se
transformara en humo con un suspiro. Se formó una espesa cortina gris que
cubrió la puerta por completo, provocando que solo pudiera escuchar los
agónicos gemidos de dolor o el deplorable lamento que emitían tras la
traumática experiencia que acababan de pasar.
El primero en aparecer a trompicones fue Orochimaru. No pudo evitar sentir
una gran satisfacción al verlo con el pelo desaliñado, la ropa sucia y llena de
arañazos, herido en varias zonas. Los hombres zorro le habían quitado un brazo.
—Grrr…
Al escuchar que la bestia de Kurama gruñía, lo miró extrañado, tan solo
para ver su pelaje en punta y cómo desaparecía con un salto.
Antes de darse cuenta, Orochimaru soltó un alarido. El zorro le había
arrancado el otro brazo de un mordisco, había sido tan rápido que ni siquiera
había sido capaz de seguir sus movimientos, era tan impresionante como
aterrador.
—¡Aaaaaaaaaaaaahhh! —aulló el rey, cayendo de rodillas sobre el duro suelo.
Nadie movió un dedo para ir a ayudarlo, los pocos que podían sentir un ápice de
compasión por él tenían demasiado miedo de interponerse entre la bestia y él.
Esta, por cierto, tenía el morro ensangrentado mientras sostenía el brazo,
aunque no tardó en tirarlo a las brasas que habían quedado de los restos del
fuego que había provocado.
Poco después, llegaron el resto de los heridos, gimiendo y llorando,
suplicando que no les hicieran más daño. Tampoco hubo ningún gesto de ayuda para
ellos, todo el mundo estaba paralizado ante lo que acababan de presenciar.
El único momento en que hubo movilidad fue cuando los hombres zorro
entraron en el palacio. Los extranjeros fueron los primeros en correr a
esconderse o refugiarse en alguna parte donde no estuvieran a la vista,
mientras que los nobles del Fuego retrocedieron prudentemente con la cabeza
gacha. Los únicos que permanecieron firmes en su lugar fueron los soldados, que
saludaron respetuosamente a las criaturas, y la reina Tsunade, que se adelantó
para hacerles una reverencia a los semidioses.
—Guardianes —murmuró, procurando no mirarlos a los ojos.
Kurogane caminó sobre sus cuatro patas hacia el centro del patio, ignorando
a sus pobres y aterrorizadas víctimas y dejando al resto de sus congéneres en
la puerta. Inclinó la cabeza cuando se encontró con la reina.
—Ha llegado a oídos de mi señor que estos hombres planeaban asesinar
a nuestros emisarios. —Todo el mundo se sorprendió al escuchar la
voz grave y profunda del zorro en sus cabezas, no solo los presentes, sino que
los campesinos también podían oírla. Por eso los hombres zorro rara vez
hablaban la lengua humana de forma telepática, solo lo hacían cuando debían
comunicar algo importante a toda la población, aunque la reina y el resto no lo
supieran todavía—. ¿Es eso cierto?
Tsunade tragó saliva.
—Me avergüenza y entristece decir que así es, guardián.
Kurogane gruñó.
—¿Cómo se ha llegado a esa decisión, majestad?
—Tengo entendido que nuestros invitados extranjeros presentaron una petición
que fue sometida a votación más tarde. La mayoría estuvo a favor.
—¿Y qué mayoría es esa?
—El Consejo, guardián, los cuatro. Mi nieto y yo nos negamos.
El zorro negro gruñó profundamente, clavando sus ojos rojizos en los tres
miembros que se habían escondido detrás del todo, tras unas columnas, aunque
eso no parecía bastar para escapar de la aterradora vista de la criatura.
—¿Quién es su líder?
Tsunade señaló a Danzo, que aún estaba tirado en el suelo, dolorido por el
ataque del zorro dorado e incapaz de moverse. El pecho de Kurogane retumbó e
hizo amago de ir hacia él pero, antes, dicha criatura llamó al líder de los
sirvientes de Kurama e iniciaron un intercambio de gruñidos de tonalidades
variadas, aunque terminaron en rugidos que parecían decir que algo no les había
gustado.
Una vez terminaron, la bestia negra fue a paso rápido hasta el anciano y
estampó una de sus patas delanteras contra su rostro al mismo tiempo que
lanzaba un aullido de rabia.
—¡¿Has atentado contra la vida del futuro rey?!
Danzo no podía responder, no con la enorme zarpa de ese animal en cabeza.
Sin embargo, Kurogane no lo tuvo en cuenta y, dominado por la ira, lo levantó
sin dificultad alguna y lo lanzó por los aires contra el suelo, estrellándose
sobre su espalda, provocando que gimiera por el duro golpe y que no pudiera
moverse, ya no tenía edad para resistir esa clase de ataque.
El zorro saltó sobre él y lo agarró del cuello.
—¡¡¡Responde!!!
—Él… Él no… merece… —logró decir Danzo antes de toser sangre.
Al parecer, eso fue suficiente para Kurogane, que lo liberó y lo contempló
un instante con frialdad.
—Piensas que no tiene derecho al trono. Crees que tú serías mejor
candidato… —dicho esto, sus ojos se llenaron de desprecio—. Infeliz.
Tu linaje no me impresiona, y tú, como individuo, mucho menos. Estás podrido
por dentro y mi señor jamás aceptaría a alguien como tú para ser rey. —Hizo
una pausa en la que observó a Sasuke con la cabeza ladeada—. El
chico Uchiha ha sido elegido por mi reina y tiene la aprobación del heredero. —De
repente, estrechó sus ojos—. Es un gran guerrero. Inteligente,
fuerte. Un poco arrogante y rebelde, pero su corazón es noble. Mi señor lo
aceptará para cuidar su tierra.
Hasta ese momento, Sasuke no se había dado cuenta de que estaba conteniendo
la respiración.
Joder, joder, ¡joder! Kurama le había dado el visto bueno… Y parecía que
Kurogane no le odiaba tanto como pensaba.
Este soltó definitivamente a Danzo y se alzó sobre sus patas traseras para
que todo el mundo lo viera.
—Mi señor quiere que los extranjeros que han participado en la
cacería abandonen sus tierras y se les niegue cualquier trato amistoso hasta
que la próxima generación tome su puesto como dirigentes —dicho
esto, miró a Tsunade con cara de pocos amigos—. La mujer que profanó su lugar
sagrado también debe irse, mañana a primera hora junto a los demás, no nos
importa su estado físico; que afronte su castigo arrastrándose si es necesario.
Mi señor ya está harto de que los forasteros profanen nuestras leyes. Si no se
han marchado, serán sentenciados a muerte. —Cuando la reina
asintió, Kurogane miró con desprecio al anciano consejero—. En
cuanto a ti, criatura miserable, que crees estar por encima de mi señor, ya no
eres digno de seguir en el Consejo y mucho menos liderarlo. Quedas destituido
de todos tus cargos, de todos tus títulos y de todas tus posesiones, mi señor
te condena al exilio.
Esta super emocionante, fabuloso
ResponderEliminar¡Me alegro mucho de que te guste! :D
EliminarEspero que sigas disfrutando de los próximos capítulos ;)