Capítulo 19. El secreto de Fugaku
Sasuke seguía con el corazón encogido, a la espera de que su padre
respondiera a esa pregunta y, al mismo tiempo, deseando que no lo hiciera.
Tras la muerte de su madre, él cambió; se volvió solitario, distante y
frío, se alejó del mundo en general y tan solo siguió adelante para procurar el
bienestar de su reino, lo cual incluía preparar a Itachi para esa tarea. Podía
entenderlo, que guardara cierto rencor hacia su padre no quería decir que, con
el paso del tiempo, no se hubiera dado cuenta de que había sido el dolor lo que
lo había vuelto un hombre más duro con aquellos que tenía a su alrededor, como
si hubiera querido refugiarse en una carcasa de acero para no volver a sufrir
de ese modo, por desgracia, veía mucho en sí mismo de ese comportamiento, uno
que se había desvanecido poco a poco gracias a la presencia de Naruto.
Sin embargo, jamás entendió por qué, muchas veces, se negó a acercarse a él
o a profesarle muestras de afecto tan nimias como palmearle el hombro, como
hacía con su hermano.
Ahora temía tener el motivo ante sus narices. Pese a que le habían dicho
muchas veces que tenía el rostro de su madre, nunca se le había pasado por la
cabeza que su padre…
—Sé que no fui justo con Sasuke —dijo Fugaku con amargura, haciendo que
sintiera una fuerte opresión en el pecho que lo tomó por sorpresa e hizo que su
rostro se descompusiera por la sensación—. Sobrellevar la enfermedad de Mikoto
no fue nada fácil, para nadie. La Fiebre de las Rocosas aparece de repente y
sin ninguna explicación que nosotros conozcamos, mi mujer la sufrió después de
tres décadas sin que hubiera ningún caso. Al principio nadie sabía lo que era,
ella padecía fiebres y era incapaz de retener la comida; para cuando caímos en
la cuenta, ya estaba muy débil. Era consciente de que no existía cura… y me
pidió que acabara con su vida.
Sasuke se llevó una mano a la boca, sintiendo el estómago tan revuelto que
por un momento pensó que vomitaría.
No, no podía ser verdad. Su madre podía haber parecido una mujer dulce y
delicada, pero había sido una jinete extraordinaria, fue ella quien les enseñó
a montar a él y a Itachi, y su manejo de la espada era impecable, podía abatir
a cinco enemigos a la vez gracias a su gran precisión y velocidad.
Volvió a prestar atención cuando escuchó que Naruto decía con suavidad:
—No lo hizo.
—No —admitió Fugaku—. Me empeñé en que podía salvarla si le dedicaba todo
mi tiempo y mis recursos, reuní a los mejores médicos de mi tierra e incluso
investigué por mi cuenta todos los libros de medicina que hubiera en las
bibliotecas. Pero por mucho que lo intentaba, nada parecía funcionar, lo único
que logré fue alargar su sufrimiento. Ahora lo pienso y, tal vez, por mucho
dolor que me hubiera causado, por mucho que hubiera deseado quitarme la vida
después, tendría que haberle concedido ese acto de misericordia. Mi esposa…
—Por un instante, la voz de Fugaku se quebró—. Mi dulce y amable Mikoto no
merecía pasar por todo aquello. Puede que la enfermedad ya se estuviera
apoderando de ella y sospechaba lo que iba a ocurrir, estoy casi seguro de que
quería que pusiera fin a su vida para ahorrarnos el dolor que sabía que iba a
causarnos.
Sasuke sintió que se le helaba la sangre.
¿De qué estaba hablando?
Al parecer, Naruto presintió lo que quería decir más rápido de él, porque
murmuró con voz tensa:
—La Fiebre de las Rocosas no son unas simples fiebres, ¿verdad? Lo
peligroso no es lo que pueda hacerle al cuerpo, sino a la mente.
—Exacto —afirmó Fugaku con un tono más duro, pero entremezclado con cierta
desesperación, como si estuviera… enfadado consigo mismo, tal vez porque creía
que tendría que haberlo visto venir, tal vez porque aún sentía que podría haber
hecho algo… Aunque solo fuera ahorrarle más dolor a su esposa—. Al principio,
eran cosas pequeñas y a las que nadie dio importancia, olvidaba algunos
detalles, pero lo achacamos a que estaba muy cansada. Sin embargo, luego fue a
más, se despertaba desorientada y empezó a confundir a la gente, hasta el punto
de que, una vez, creyó que Itachi era yo de joven. Mis hijos no lo saben,
intenté limitar sus visitas porque sabía que les dolería mucho darse cuenta de
que su madre ni siquiera recordaba quiénes eran y solo les permití visitarla
cuando estaba dormida, pero llegó a un punto en el que ni siquiera sabía quién
era yo… o quién era ella.
Sasuke tragó saliva. Su padre siempre les dijo que su madre estaba agotada
a causa de las fiebres y que por eso, cuando iban a verla, solía estar dormida.
Pero, entonces, aquel día en el que les dijo que ya no podían…
—Una noche, Mikoto ya no fue capaz de luchar más contra la enfermedad y
esta nubló por completo su mente. Me apuñaló en el pecho y me lanzó contra el
suelo mientras gritaba que la dejara salir, me golpeó y me arañó hasta que los
guardias llegaron y lograron inmovilizarla en la cama. Estaba muy alterada y
violenta, fuera de sí… —Se hizo una pausa larga en la que Sasuke trató de
asimilar lo que acababa de escuchar, una parte de la historia de su madre que
no conocía… pero no podía. Era surrealista enterarse a esas alturas de que la
mujer a la que más había querido en su vida hubiera enloquecido hasta el punto
de atacar al hombre al que había amado con locura—. Tuvimos que atarla a la
cama para evitar que hiciera daño a alguien más o a sí misma, y amordazarla
para que mis hijos no la escucharan… Yo… —Otra pausa en la que la voz de su
padre se rompió, provocándole un nudo en la garganta—. Yo supe en ese momento
que Mikoto no se recuperaría. Aunque encontrara una cura, no creí que volviera
a ser la mujer que fue, no con la mente tan rota, como mucho podría haber sido un
cascarón vacío. Ese fue el momento en que murió mi esposa, no cuando su cuerpo
no pudo soportar más las fiebres… y no quise que mis hijos la recordaran así, atada
y amordazada a una cama como si fuera un animal salvaje. Sé que fue cruel por
mi parte, pero les prohibí regresar a su habitación. Prefería que la recordaran
cuando aún estaba consciente, sobre todo quería que tuvieran buenos recuerdos
de ella y que no guardaran aquella última imagen en su memoria.
Sasuke sintió que algo dentro de él se rompía en mil pedazos.
Aunque fuera imposible de creer, el rencor que le había guardado a su padre
no fue porque no aprobara de ninguna de las maneras que se marchara al mar, o
que no le hubiera prestado atención de niño, o que le hubiera negado cualquier
muestra de afecto. Si bien todas esas cosas habían contribuido a agravar su
resentimiento, nunca fueron la razón principal.
El verdadero motivo por el que había odiado a su padre fue que no le dejó
despedirse de su madre. Que no pudiera estar con ella antes de que se fuera,
sostenerle la mano para que supiera que no estaba sola. El día en el que murió,
se juró a sí mismo que jamás perdonaría a Fugaku por haberle impedido estar con
su madre cuando lo más le necesitaba.
Pero, ahora, las cosas eran diferentes.
La mujer a la que había querido dejó de existir mucho antes de que su
cuerpo muriera, su padre solo intentó protegerlo de contemplar su horrible
final, quería que conservara lo bueno.
Se sintió como si los cimientos de algo dentro de él se rompieran. De
repente, todo ese odio que había guardado para su padre, dejó de tener ningún
sentido; mientras él le echó la culpa por no poder estar con su madre al final,
lo único que hizo fue pensar en él y en Itachi, en lo traumático que habría
sido para ellos contemplar a la que una vez fue su madre convertida en una
extraña que había sido capaz de hacer daño a su propio marido.
—Hiciste lo que creías que era mejor para ellos —dijo la suave voz de
Naruto, distrayéndolo del horrible sentimiento de culpa que se había instalado
en su pecho—. Sé que no siempre es fácil, pero, al final, creo que fue bueno
para ellos.
—Gracias.
—Aunque no apruebo que te alejaras de Sasuke —añadió, endureciendo
ligeramente el tono de voz—. Él te necesitaba.
Oyó que su padre suspiraba.
—Lo sé, y me arrepiento de no haber tenido un mejor comportamiento. Yo
estaba destrozado por la muerte de mi mujer, y me carcomía la culpa de no haberla
ayudado cuando me lo pidió. Ver a Sasuke, que era la viva imagen de su madre…
era… demasiado duro. Sé que la culpa es mía y que tendría que haber estado con
él, después de todo, no era más que un niño, pero… me dolía tanto mirarle… y
recordar que Mikoto ya no estaba con nosotros… Lo evité no por él, sino porque
me recordaba las cosas que tendría que haber hecho y que no hice.
—Deberías decírselo. Creo que te aliviaría.
—No me perdonará habérselo ocultado tanto tiempo.
—Lo hará. Puede que le cueste un poco al principio, pero será más por
orgullo que porque te guarde rencor. Solo necesita saber que le querías, que él
no hizo nada malo para que le dieras de lado.
Sasuke cerró los ojos con fuerza al escuchar las palabras de Naruto, tan
ciertas que el corazón le dio un vuelco. No estaba seguro de cómo había
adivinado eso… aunque, pensándolo bien, su prometido era la persona que mejor
lo conocía en el mundo. Tal vez no le había resultado muy difícil presentir sus
miedos.
—¿Eso es lo que mi hijo piensa?
—Es lo que pensaría cualquier niño.
—… No sé si seré capaz.
Se hizo una larga pausa en la que ninguno dijo nada más. Sasuke sabía que
debería retirarse antes de ser descubierto, pero no quería hacerlo sin saber si
su padre se decidiría a hablar con él cara a cara o seguiría guardándose todo
ese peso dentro de él.
Escuchó un sonido, pero no pudo identificar lo que era hasta que escuchó la
voz de Naruto. Parecía que se hubiera puesto en pie.
—Esto es un asunto de familia, y preferiría no meterme donde no me llaman. Pero
no tendré secretos con mi marido, no me gusta mentirle a Sasuke y menos con
algo tan importante. —Pese a que su tono de voz era delicado, se dio cuenta de
que encerraba una advertencia. No con un matiz amenazador, por supuesto, sino
más bien decidido. Su rubio no quería ocultarle nada y, en ese preciso
instante, sintió que sus sentimientos por él estuvieron a punto de desbordarse.
Podría haberse dado cuenta de lo que su corazón guardaba para Naruto si no
hubiera sido porque la respuesta de su padre lo distrajo.
—… Está bien. Hablaré con Sasuke, solo… dame algo de tiempo para
prepararme.
—De acuerdo.
Se dio cuenta de que la conversación había terminado y que debía marcharse
antes de que lo descubrieran. Pese a su estado de consternación y confusión,
dio media vuelta y subió escaleras arriba con el mayor sigilo posible, pensando
en lo que acababa de descubrir, en cómo le hacía sentir… y en qué iba a hacer
de ahora en adelante con su padre.
Naruto dejó escapar un cansado suspiro cuando terminó de hablar con Fugaku.
No había pensado que dormir tanto tiempo con Sasuke iba a desestabilizar su
sueño cuando no estuviera, pero, al parecer, era incapaz de encontrar una
postura cómoda sin tenerlo a su lado para abrazarlo y apoyarlo en su cuerpo, en
el que se acurrucaba siempre para sentirse seguro y protegido. Al final, harto
de dar vueltas en la cama, se había levantado para beber agua e intentar
quitarse de la cabeza la idea de escabullirse para ir a su habitación y pasar
la noche con él; sin embargo, al ver la luz del salón encendida, se había
acercado y había encontrado a un triste y melancólico Fugaku contemplando el
retrato de la difunta reina, una mujer hermosa de rostro dulce y amable que le
recordaba mucho a Sasuke.
No le gustaba tener que ocultarle lo que sabía sobre su madre, aunque fuera
doloroso, pero le consolaba saber que esa angustia de no poder decirle la
verdad pasaría en poco tiempo. Lo último que deseaba era que la relación que
tenían Sasuke y él se debilitaría porque Fugaku había querido desahogarse con
él, que, aunque comprendía que necesitara confesarle a alguien cómo se sentía
acerca de los errores que creía haber cometido, no era la persona más indicada
par hacerlo. Los únicos que podían absolverlo eran Sasuke e Itachi, pero sobre
todo el primero, era con él con quien se sentía más culpable, probablemente
porque era más pequeño y le había necesitado más.
Solo esperaba que ese momento llegara pronto…
—Alteza.
Se dio la vuelta con brusquedad al escuchar una voz que no reconoció, sin
embargo, se relajó al ver que solo se trataba de Korin, que lo miraba con
desaprobación.
—Comandante Yukino —la saludó.
—No son horas de merodear por el castillo, cogerá frío —dicho esto, se
colocó a su lado con la firmeza que cabía esperar de un soldado—. Le acompañaré
a sus aposentos.
Naruto la siguió sin rechistar, no era extraño que los soldados hicieran
guardia por el castillo de noche y por eso no le sorprendía encontrarla allí,
aunque sí le llamó la atención su postura tensa.
—¿Se encuentra bien, comandante? La noto tensa.
—Un soldado debe estar siempre atento, alteza —respondió ella con firmeza.
—Si me permite un comentario, usted no solo está tensa, hay algo que la
molesta. ¿Espera alguna amenaza?
Vio que ella apretaba la mandíbula, otro signo de molestia.
—Con todos mis respetos, alteza, dudo que haya visto muchos soldados
atentos.
El rubio levantó una ceja. Vaya, ¿había notado cierto desprecio en su voz?
—¿Acaso la molesto yo?
—En absoluto, alteza —se apresuró a responder. Demasiado rápida.
—¿Es posible que le haya faltado al respeto sin pretenderlo?
—No, alteza.
—¿He hecho algo que haya podido molestarla?
—No —dijo ella con un gruñido. ¿Dónde estaba ahora ese alteza?
—Dígame qué puedo hacer para compensar mi ofensa…
—¡Nada! —masculló ella, deteniéndose en seco y mirándolo con rabia.
Aun así, Naruto esbozó una pequeña sonrisa.
—Así que sí soy yo lo que la molesta.
Al escuchar eso, Korin retrocedió y volvió a erguirse, recuperando su
postura firme.
—No es así, alteza.
—Si fuera cierto, me lo habría repetido todas las veces que le he
preguntado, pero en vez de eso, la he alterado, y no parece ser la clase de
persona que se altera sin más. —Korin no dijo nada, pero apretó los labios y
volvió a lanzarle una mirada de pocos amigos—. Le pido disculpas por cualquier
ofensa que haya podido causarle sin darme cuenta.
La mujer relajó un poco los hombros y bajó la mirada, pensativa.
—Usted no me ha ofendido, alteza.
—Entonces, dígame cuál ha sido mi error.
Ella negó con la cabeza y levantó la mirada para clavar sus ojos en los
suyos.
—¿Puedo hablarle con franqueza?
—Adelante.
Korin volvió a apretar los labios antes de decir:
—No comprendo qué ha visto el príncipe Sasuke en usted.
Naruto no esperaba en absoluto esa respuesta y parpadeó.
—¿Perdón?
—Mi príncipe no es alguien que se conformaría con cualquiera para
convertirlo en su consorte… de hecho, no se conformaría con nadie. Sin embargo,
sus ojos siempre están puestos en usted, siempre está pendiente de lo que dice
y de sus reacciones. No me parece justo que alguien de tan alta nobleza y valía
se haya enamorado de usted.
Espera, ¡¿quéeeeeeee?!
—¿Cómo? —preguntó Naruto, que no acababa de creer lo que acababa de oír.
—Sé que es un creador, y lo respeto como tal. Pero no me parece justo que
mi príncipe haya caído embelesado por eso y porque es menos molesto que la
mayoría de sus amantes. La gente no debería juzgar por la condición física de
otra persona, por ser hombre o mujer, por ser joven o anciano, por ser fuerte o
débil… sino por su valor, por su capacidad de esfuerzo y sacrificio. Y me
parece que eso es algo que usted no ha experimentado nunca, alteza.
Pese a que seguía algo impactado por la convicción de Korin de que Sasuke
estaba enamorado de él, su discurso hizo que alzara la cabeza con orgullo y se
acercara a la mujer sin vacilar.
—Curioso mensaje viniendo de alguien que apenas me conoce. ¿Qué sabrá usted
de lo que he experimentado yo en mi vida?
Ella frunció el ceño, como si acabara de ofenderla.
—Viene de un reino fértil y su linaje es de la realeza. No ha tenido que
luchar para conseguir nada.
—Vengo de un reino donde se me prohibió acceder a los mismos conocimientos
que los hombres —declaró Naruto, en absoluto amedrentado por la mujer—. Vengo
de un lugar donde no se me permite tocar un cuchillo ni aprender a defenderme.
Vengo de una tierra donde la mayoría creen que solo soy un objeto de placer y un
medio para engendrar herederos de sangre real. Usted no sabe lo que he hecho y
lo que no, así que no se atreva a juzgarme.
Korin se adelantó un paso con ademán desafiante.
—Pero sé lo que ha hecho mi príncipe, y estoy convencida de que no está a
su altura. No es justo que tenga que cargar con usted.
Naruto ladeó la cabeza al escuchar ese tono de voz.
Ah… Cómo no.
—¿Acaso preferiría que cargara con usted?
La mujer retrocedió como si le hubiera dado un golpe. Ajá… Había dado en el
clavo.
—No sé a qué se refiere —se defendió ella.
—Mmm… —Naruto se hizo el tonto un momento—. Tal vez me refiero a que tiene
sentimientos por Sasuke y no soporta la idea de que esté prometido con otra
persona.
Al escuchar su teoría, los ojos de Korin ardieron de rabia.
—No se atreva a compararme con Sakura Haruno. Yo no soy como ella.
—Pero también tiene sentimientos por Sasuke.
—Mis sentimientos por él son irrelevantes, alteza —declaró Korin sin asomo
de duda, irguiéndose con solemnidad—. Sé dónde está mi sitio y dónde está el de
mi príncipe, independientemente de la opinión que tenga de usted.
—¿Me está diciendo que se mantendrá al margen?
La mujer asintió sin pensárselo dos veces.
—Como he dicho, yo no soy como Haruno. Sirvo a la familia real por encima
de todo y ahora usted forma parte de ella. Jamás haría nada en su contra.
Naruto la observó con detenimiento un momento, pero no percibió ni un ápice
de malicia en ella, a diferencia del odio que siempre había estado presente en
Mizuki y de la rabia visceral que había notado en Sakura. Esa mujer era una
soldado del Reino del Hielo, respetaba a los Uchiha y veía su lealtad hacia
ellos.
Solo esperaba no equivocarse otra vez.
—Ojalá sea verdad. A Sasuke y a mí ya nos han engañado muchas veces.
—Yo no miento, alteza —replicó Korin, un poco a la defensiva.
—No creo que lo hagas, al menos, no a mí, ya que has sido muy sincera al
expresar tu desagrado. Pero pienso que tal vez no le das la relevancia
necesaria a lo que aún sientes por Sasuke. Acéptalo y supéralo en vez de
reprimirlo, porque la única que acabará herida por eso serás tú —la aconsejó
antes de marcharse por su cuenta a su habitación.
Podía estar seguro de que ella no era como Sakura. En vez de ir a
escondidas en busca de Sasuke, le había plantado cara cuando podría haberlo apuñalado
por la espalda, no le habría sido difícil hacerlo puesto que, desde su
perspectiva, él no era más que un creador indefenso ante el ataque de una
soldado experimentada. Además, en aquel reino no le habría sido difícil ocultar
su cadáver, no conociendo las rutas de vigilancia del resto de sus compañeros
de oficio y el terreno, uno lleno de nieve y acantilados, deshacerse de él era
demasiado fácil para alguien de la zona.
No, ¿para qué avisarlo de su desagrado hacia él? Eso lo habría puesto en guardia,
no tenía sentido que le advirtiera de que era un peligro para él, especialmente
teniendo a la familia real de su parte; una sola palabra suya contra ella y lo
más seguro era que Sasuke quisiera cortarle la cabeza solo por si acaso.
Al pensar en él, se preguntó si fue una de sus amantes.
Pff, pues claro que sí, ese hombre se había tirado a medio mundo.
Eso le provocó un pinchazo en el corazón y dejó escapar un suspiro. ¿Iba a
tener que estar lidiando siempre con las mujeres con las que se había acostado?
Sabía que no tenía ningún derecho a quejarse, pero últimamente le dolía pensar
en las otras mujeres con las que había estado y empezaba a hartarse de que
todas y cada una de ellas lo trataran con desprecio, como si el hecho de ser un
creador no le diera derecho a alejar a Sasuke del género femenino.
O siquiera derecho a estar con él.
Eso era lo que más daño le hacía.
Llegó a la puerta de sus aposentos masajeándose las sienes. Ah… Menuda
nochecita. Puede que ahora pudiera quedarse dormido después de tantas emociones
negativas.
Entró soltando un suspiro e hizo amago de ir a la cama. Sin embargo,
detectó un movimiento y, sobresaltado, flexionó las rodillas y curvó los dedos
de las manos, creando dos bolas de fuego que sostuvo delante de él por si el
extraño se acercaba demasiado.
Pero, en vez de un asaltante, se encontró con el rostro sorprendido de
Sasuke.
—¡Sasuke! —exclamó, retirando rápidamente sus manos para evitar quemarlo.
—Joder, Naruto, casi me matas del susto.
—Y yo casi te aso vivo —dijo mientras usaba sus poderes para encender las
velas e iluminar la estancia, para después hacer desaparecer las bolas de
fuego—. ¿Qué haces aquí? Se supone que no debemos compartir habitación.
El rostro de Sasuke cambió. No supo exactamente qué transformación sufrieron
sus facciones, pero, de pronto, le pareció que estaba muy decaído.
—¿Qué ocurre? —preguntó, preocupado, mientras se acercaba para tocar sus
brazos.
Su futuro marido solo lo abrazó y lo estrechó contra su cuerpo con fuerza,
enterrando el rostro en su cuello. Se asustó un poco al sentir cierta
desesperación en su abrazo, como si realmente lo necesitara.
—¿Sasuke?
—Solo… deja que pase la noche contigo.
Naruto no tuvo que pensarlo dos veces, no con Sasuke así.
—Claro.
Sin decir nada, lo llevó a la cama y los cubrió a ambos con las mantas,
dejando que esta vez fuera él quien se acurrucara en su pecho y lo abrazara por
la cintura mientras que él le acariciaba el pelo. Poco a poco, notó que su
cuerpo se relajaba hasta que se acomodó un poco más sobre él y le besó el
pecho, por encima de la camisa.
—Gracias, Naruto.
—De nada. ¿Va todo bien?
Sasuke asintió.
—Solo he tenido una mala noche. Me cuesta dormir sin tenerte al lado.
Él sonrió un poco, divertido por la extraña coincidencia.
—A mí también.
Su marido levantó la vista y le devolvió la sonrisa.
—Estamos hechos un par de románticos.
Naruto rio e hizo que volviera a apoyarse en su pecho.
—Anda, duérmete antes de que empieces a recitarme poemas de amor.
—¿Seguro? A los creadores os van estas cosas… ¡Au! Eso duele.
El rubio sonrió abiertamente por el pellizco que acababa de darle a Sasuke
en el brazo.
—Si vuelves a decir algo sobre lo que nos gusta a los creadores, te
pellizcaré otra cosa.
De repente, Sasuke se movió rápidamente y lo dejó tumbado boca arriba con él
sobre su cuerpo. Sus ojos negros brillaban con diversión.
—Entonces yo te haré cosquillas en un sitio que te gusta mucho.
Se puso rojo como un tomate ante la insinuación.
—¡No era una oferta!
Sasuke soltó una risilla.
—Demasiado tarde.
—Por eso has venido a mi cuarto, lo único que querías era… ¡Mmm! —Sasuke no
le dejó terminar de hablar, su boca descendió sobre la suya para apoderarse de
sus labios y acariciar hábilmente su lengua con la suya, provocando que cerrara
los ojos y se aferra a él, gimiendo involuntariamente cuando su amante pegó su
cuerpo al suyo y pasó las manos por sus caderas y sus muslos, un juego previo a
la unión carnal.
Cuando el varón se separó, sus ojos negros lo miraban con intensidad.
—Realmente necesitaba estar contigo esta noche. Volver aquí… no ha sido tan
fácil como creía.
Naruto se sintió un poco culpable y acarició su rostro con ternura.
—¿Por tu madre?
Sasuke cerró los ojos y frotó sus mejillas contra las palmas de sus manos.
—El tiempo que estuve con ella fue el más feliz que recuerdo haber tenido
en este lugar. La echo de menos —dicho esto, abrió los párpados y lo miró con
cierta tristeza—. Ojalá os hubierais conocido. Ella te habría adorado
enseguida.
Naruto le sonrió y acomodó algunos mechones de su pelo para poder ver bien
su rostro.
—Estoy seguro de que ella me habría gustado también —tras decir esas
palabras, lo besó suavemente en los labios.
Sasuke le devolvió el beso y lo abrazó con fuerza, como si deseara fundirse
con él. No opuso ningún tipo de resistencia mientras lo despojaba de su ropa,
ni tampoco cuando sus dedos recorrieron su piel con dulzura, o cuando sus
labios besaron tiernamente cada centímetro de su cuerpo. Hicieron el amor
despacio, como si desearan que cada caricia y cada beso quedara grabado para
siempre en sus recuerdos, y cuando terminaron, Sasuke lo miró de un modo que
llegó a lo más profundo de su ser, como si le estuviera pidiendo en silencio
que no lo dejara nunca.
Fue una sensación extraña, pero lo abrazó para calmarlo y dejó que durmiera
entre sus brazos.
Él tampoco tardó en rendirse a un sueño intranquilo, lleno de matices
blancos y negros que terminó con un grito de desesperación y un profundo vacío.
—Tal vez deberías dormir un poco más —aconsejó Sasuke, mirando a su
prometido con el ceño fruncido.
El pobre negó con la cabeza y lo abrazó por la cintura, recostándose en su
pecho. No se lo pensó dos veces a la hora de permitirlo y lo besó en la sien.
—No puedo, quiero ver vuestras costas heladas.
—Podemos verlas otro día, Naruto. Te noto cansado… ¿No pudiste dormir
después de que hiciéramos el amor?
Su rubio negó con la cabeza y notó cierta tensión en sus brazos. Inquieto,
se apartó un poco y le cogió del mentón para que lo mirara a los ojos. La
inquietud ensombrecía sus hermosos irises, normalmente brillantes y vivaces.
—Eh, ¿qué ocurre?
—… Tuve una pesadilla.
Le acarició el rostro para tranquilizarlo.
—Lo siento, ¿fue muy malo?
Los hombros de Naruto cayeron, abatido.
—Oí que me llamabas.
Sasuke parpadeó.
—¿Yo?
—Sí. Estabas preocupado y muy asustado, te lo noté en la voz, pero no podía
verte. Estabas al otro lado de la tormenta de nieve.
Él asintió, prestando mucha atención.
—¿Y luego?
Naruto se estremeció y lo miró.
—Los halcones aparecían en mi sueño. Me advertían de que algo pasaba y que
debía llegar hasta ti, pero cuando traté de dar un paso, todo se volvió oscuro
y me caí.
Sasuke frunció el ceño, confuso.
—¿Dónde?
—No lo sé. Solo recuerdo la oscuridad y la sensación de caer al vacío.
Luego me desperté. —Se abrazó un poco más a él—. No quiero dormirme otra vez.
Al escuchar el tono de petición en su voz, no insistió más y lo estrechó
contra su cuerpo en un gesto de consuelo. Desde el extraño suceso de los
emisarios de Taka, Naruto había estado inquieto y no le sorprendió que hubiera
soñado con eso, además de que el relato de su padre acerca de la muerte de su
madre no habría contribuido mucho a reportarle calma y seguridad, era normal
que estuviera un poco estresado.
Supuso que ir a ver sus costas sería una distracción tan buena como
cualquier otra.
—Está bien. Vamos a desayunar, te sentirás mejor después de comer algo.
Naruto asintió y lo siguió, cogiéndolo de la mano y dejando que lo guiara
hacia la sala de banquetes. Cuando llegaron, vieron que Fugaku ya se encontraba
allí comiendo con su habitual rostro serio e impasible, no parecía que hubiera
pasado gran parte de la noche despierto, Sasuke pensó con pesar que ya estaría
acostumbrado a eso.
—Buenos días, padre —saludó en un murmullo.
Este se sorprendió un poco ante el tono suave de su hijo menor. No
recordaba la última vez que le había dirigido la palabra en primer lugar y sin
una pizca de resentimiento.
—Hijo —devolvió el saludo antes de mirar a Naruto con el ceño fruncido—.
Naruto, pareces cansado, ¿no has dormido bien?
—Ha tenido una pesadilla que le ha quitado el sueño —explicó Sasuke, que
apartó una silla para que se sentara. Su prometido agradeció el gesto tocándole
un brazo, parecía tan cansado que Sasuke reconsideró la idea de tratar de
convencerlo de nuevo para que durmiera…
—Vaya, parece que todos hemos pasado una mala noche.
Todos se volvieron para mirar a Itachi, que les dedicó una pequeña sonrisa
ladeada.
—Izumi está un poco indispuesta. Cree que algo le sentó mal, ¿los demás
estáis bien?
—Sí —respondió Sasuke—, Naruto solo… —dejó la frase a medias cuando el
sonido de un chisporroteo fuerte le llamó la atención.
Todos se sobresaltaron cuando la gran chimenea de la estancia se encendió
de la nada, ardiendo con fuerza.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Itachi, extrañado.
—¡Ah! —exclamó de repente Naruto, alarmando de inmediato a Sasuke, que fue
directo junto a él.
El rubio se había quedado con el cuerpo rígido mientras sus ojos se
entrecerraban, perdiéndose su mirada entre las llamas como si todo lo demás
fuera ajeno a él. El joven Uchiha comprendió de pronto lo que estaba pasando,
Naruto estaba teniendo una visión del futuro en el fuego que, probablemente,
habría convocado Kurama para mostrarle lo que iba a pasar.
Algo inevitable.
Eso lo puso tenso.
—¿Naruto? —lo llamó Itachi, acercándose a él, pero Sasuke lo detuvo con un
gesto de la mano.
—No le toques, ahora no.
Su hermano frunció el ceño y miró la chimenea antes de volver a clavar sus
ojos negros en su prometido con suspicacia.
—¿Qué está pasando?
—Solo espera, Itachi —le dijo su padre, que también observaba a Naruto con
una mirada sobrecogida y cargada de respeto. Había oído leyendas sobre cómo los
creadores de su reino contemplaban el hielo para ver algunos acontecimientos,
aunque siempre había creído que era una capacidad que controlaban, no una
especie de habilidad que aparecía y desaparecía intermitentemente… aunque era
posible que, al ser Naruto del Reino del Fuego, las cosas fueran diferentes
para él.
—¡Ah! —exclamó de repente el rubio, aferrándose al brazo de Sasuke. Su
rostro había palidecido de repente y tenía los ojos muy abiertos—, no. No, por
favor.
—Naruto… —murmuró Sasuke, envolviéndolo con sus brazos con la esperanza de
que supiera que estaba a su lado.
Entonces, este salió del trance tambaleándose sobre sus pies, pero el varón
lo tenía sujeto y le ayudó a recuperar el equilibrio sin dificultad, le preocupaba
más lo que hubiera visto en las llamas.
—Naruto, ¿qué ocurre? ¿Qué es lo que has visto?
Este, en vez de mirarlo a él, giró la cabeza hacia Itachi. Sus ojos estaban
cargados de dolor cuando le dijo con tensión en la voz:
—Izumi.
El heredero del Reino del Hielo se quedó paralizado durante unos pocos
segundos antes de retroceder hacia atrás, comprendiendo de algún modo lo que el
creador quería decirlo, y después salió corriendo en dirección a sus aposentos.
Fugaku fue tras él y Sasuke y Naruto también lo hicieron en cuanto el último se
recuperó un poco del trance.
Para cuando llegaron, la puerta estaba abierta y pudieron escuchar la voz
asustada de Itachi, que le preguntaba a su esposa qué ocurría mientras esta
vomitaba violentamente sobre el suelo, así como se encogieron al oír a Fugaku
llamando a gritos a los sirvientes y ordenando que trajeran un médico de
inmediato. La pareja entró con el corazón en un puño, que se agravó al ver a la
mujer arrodillada en el suelo, agarrándose el estómago con fuerza y todavía
vestida con el camisón, cuya falda ya estaba manchada por los restos de comida
de la noche anterior. Su rostro, que antes había denotado a una mujer fuerte y
decidida, ahora era ceniciento y estaba marcado por unas grandes ojeras, ni
siquiera parecía capaz de sostenerse por sí misma si no fuera porque su marido
estaba a su lado para ayudarla.
Los sirvientes aparecieron seguidos por el médico, un hombre ya anciano con
espesa barba blanca que se movía con cierta dificultad, y arreglaron con
rapidez la cama para que Itachi y Fugaku pudieran trasladar a Izumi para que
estuviera más cómoda. Después, se apresuraron en traerle un cubo para que
pudiera vomitar, en preparar toallas calientes y en limpiar el estropicio al
mismo tiempo que el doctor se acercaba para inspeccionar a la joven.
—Alteza, si me permite —pidió el hombre respetuosamente.
—Por favor, Onoki —concedió Itachi.
El anciano, a pesar de su avanzada edad, comprobó el pulso y los signos
vitales de Izumi con una pericia que delataba décadas de experiencia, así como
luego le masajeó el vientre y le tomó la temperatura con la mano.
—No noto nada extraño en su estómago aparte de la contracción por las
arcadas, eso es bueno. Pero tiene mucha fiebre.
—¿Cree que es algo grave? —preguntó Fugaku con tono sombrío.
—Sin haber más síntomas, no puedo saberlo con seguridad, majestad. Por
ahora, haré lo que pueda para bajarle la fiebre y le daré algo para el
estómago. Con permiso.
El hombre se retiró de la estancia y los dejó a solas junto al resto de
sirvientes, que ya habían terminado sus tareas en el dormitorio. Sasuke
aprovechó ese instante para volverse hacia Naruto y mirarlo con el corazón en
un puño.
—No es una simple enfermedad, ¿verdad? Tú no te habrías asustado así si no
fuera nada.
Sus palabras llamaron la atención del resto, que observaron con atención al
rubio salvo Izumi, que arrugó el ceño por la confusión.
—¿Qué ocurre?
—Al parecer, Naruto ve el futuro —susurró Itachi, acariciándole el pelo—.
Ha tenido una… especie de visión, por eso he venido tan rápido a buscarte.
Ella pareció necesitar un momento para asimilarlo, pero cuando lo hizo,
alzó la mirada con decisión hacia el creador.
—¿Sabes qué es lo que me pasa?
El rubio, en cambio, bajó los ojos con los hombros hundidos.
—No creo que sea buen momento…
—Si me va a pasar algo malo, más vale que me mentalice ahora para hacerle
frente que cuando sea demasiado tarde y el miedo se apodere de mí. Ahora podré
soportarlo, pero no después.
Naruto no pudo evitar sentir cierta admiración por ella, pese a que sentía
un profundo malestar en su interior. No era justo que alguien como Izumi fuera
a pasar por ese infierno.
—Está bien. —Se tomó su tiempo para ir hacia su cama y sentarse a su lado.
No tenía ni idea de cómo dar una noticia así, pero dado el carácter de la mujer
que tenía delante, supuso que lo mejor era soltarlo sin más. Alzó la mirada, la
aflicción era evidente en sus ojos—. Tienes la Fiebre de las Rocosas. Lo
siento.
Al escuchar eso, los ojos de Izumi se agrandaron por la sorpresa y se
llenaron de lágrimas, aunque hizo acopio de todo su valor para retenerlas… un
valor que se rompió cuando su marido sollozó y la abrazó con fuerza mientras lo
negaba con desesperación, haciendo que llorara y se aferrara a él a la vez que
trataba de decirle que estaría bien sin mucha convicción.
Mientras tanto, Fugaku parecía incapaz de reaccionar de alguna manera, pero
su cuerpo estaba totalmente rígido y había perdido todo el color de su rostro,
horrorizado al contemplar una escena muy similar a la que él vivió cuando se
enteró del mal que asolaba a su esposa. Fue como revivir uno de los peores
episodios de su vida, pero ahora se juntaba el dolor de saber que su hijo iba a
pasar por lo mismo que él, iba a experimentar la misma angustia con la que
había tenido que cargar él toda su vida.
Por último, Sasuke se sentía como si no pudiera respirar. Tras escuchar la
noche anterior acerca de los últimos momentos de su madre y lo mal que lo pasó
su padre, saber que su hermano y su cuñada iban a pasar por eso era desgarrador
y, esta vez, su padre no podría evitar que lo vieran con sus propios ojos, que
estuvieran presentes cuando Izumi empezara a olvidarlos, cuando ni siquiera
recordara su propio nombre… o cuando en un ataque de miedo y cólera atacara a
su propio marido.
Itachi no sería capaz de soportarlo. Tal vez sobreviviría a su muerte, pero
lo cambiaría para siempre, igual que ocurrió con su padre, y no había manera de
evitarlo.
O, tal vez…
Se giró hacia Naruto y fue hacia él, poniéndose en cuclillas frente a él y
apoyando las manos en sus piernas.
—Naruto, ¿qué es lo que has visto exactamente?
El rubio lo miró desconcertado y un poco pálido.
—¿Qué?
Sasuke tragó saliva antes de preguntarle lo que más temía.
—Dijiste que solo podías ver las cosas que eran inevitables. ¿Has visto…?
¿Has visto la muerte de Izumi?
—¡Sasuke! —lo reprendió un enfadado Itachi—. ¡Mi mujer está delante! ¿Cómo
puedes…?
—Itachi —lo interrumpió Izumi, tocándole el brazo—. Mejor saberlo ahora que
estar con la incertidumbre… Así estaremos preparados.
—Pero, Izumi…
Al escuchar la decisión de su cuñada, Sasuke regresó su atención a Naruto.
—¿Naruto?
Este se había quedado con el ceño fruncido, pensativo. Entonces, un
poderoso brillo apareció en sus ojos, como si hubiera comprendido algo.
—No, solo la vi enferma.
Sasuke por poco golpea la cama de puro alivio y esperanza.
—Si no la viste morir…
—Es que no es inevitable que muera —continuó Naruto, sonriendo un poco y
cogiéndole las manos.
—Tenemos una posibilidad de salvarla —asintió Sasuke, emocionado por la
idea.
—Pero, ¿cómo? —preguntó Itachi con pesar—. La Fiebre de las Rocosas no
tiene cura, ya lo sabes. Mamá…
—Creo que yo puedo ayudar con eso.
Los cuatro se volvieron hacia Fugaku, que tenía una expresión pensativa en
el rostro. Lo observaron extrañados.
—¿Cómo? —preguntó Sasuke.
El hombre suspiró.
—Tras la muerte de vuestra madre, yo y Onoki nos dedicamos a realizar una
investigación en profundidad de todos los casos documentados de la Fiebre de
las Rocosas y a revisar los libros de medicina para encontrar una cura.
—¿La encontrasteis? —exclamó Itachi, esperanzado.
Fugaku se encogió de hombros.
—Desarrollamos algunas teorías, pero sabiendo tan poco del origen de la
enfermedad y sin ningún paciente al que estudiar, es muy difícil saber si
alguna funcionará pero, al menos, no tendremos que empezar desde cero.
—¿Y qué ocurrirá si ninguna de ellas funciona? —preguntó el mayor de los
hermanos Uchiha. No podía evitarlo, había visto morir a su madre por la misma
enfermedad a pesar de los intentos de su padre por salvarla, por lo que le
costaba mucho ser optimista, sobre todo si se trataba de su esposa.
—Hay una opción que no hemos explorado todavía —comentó Naruto de repente.
Los demás lo miraron extrañados salvo Fugaku, que negó con la cabeza.
—Lo dudo. Onoki y yo hemos investigado todo lo que hay en este reino sobre
esa enfermedad durante más de una década.
—Pero hay un libro que no habéis estudiado —rectificó el creador—, uno que
no habréis podido leer.
El rey iba a replicar cuando, de repente, comprendió a qué se refería y sus
ojos brillaron de expectación.
—Ah… Por supuesto.
—¿De qué está hablando? —preguntó Sasuke.
Naruto le devolvió la mirada con decisión, como si estuviera totalmente
seguro de que encontraría algo que pudiera ayudar a Izumi.
—Del libro de los creadores del Reino del Hielo.
Estoy intrigada, que suspenso
ResponderEliminarPues ya solo quedan dos capítulos para terminar el maratón... A partir de ese momento iré subiendo capítulos conforme los vaya escribiendo :)
EliminarEspero que los disfrutes, ¡un saludo! ^^