Capítulo 23. Hijo de los dioses
—Sasuke, despierta.
Sasuke dejó que sus párpados se alzaran con pesadez. Estaba agotado y se
sentía hecho pedazos. Entre el enfrentamiento con Korin anoche, torturarse con
la esperanza de que tal vez Naruto seguía vivo tras la declaración silenciosa
de Chidori y soñar que Taka lo traía de vuelta sano y salvo… Ahora, al
despertar y darse cuenta de la cruda realidad, era como si estuviera
completamente hundido bajo una tonelada de nieve, envuelto en una capa de duro
hielo que le impedía moverse.
Y, la verdad, tampoco tenía ganas de luchar contra ello. Era uno de esos
días en los que tan solo quería acurrucarse en su propio dolor y dejar que lo
consumiera hasta que la muerte se lo llevara, hasta que esta lo condujera con
su rubio.
Era lo único que deseaba.
—Hijo —lo llamó su padre, colocando una mano sobre su hombro—, la tormenta
ha pasado.
Al escuchar esas palabras, Sasuke abrió los ojos de golpe y toda esa
pesadumbre que tenía encima desapareció, haciendo que se levantara de un salto
y corriera a prepararse.
Fugaku contempló sin mediar palabra cómo su hijo se calzaba con las mejores
botas que tenía, gruesas y cómodas para la montaña, con unos pantalones
rellenos de una capa de lana, una camiseta interior de manga larga sobre un
chaleco de pelo de lobo y una capa con mangas de oso. También cogió unos
guantes que se metió en uno de los bolsillos del chaleco antes de coger una
bolsa de viaje que tenía junto a la cama, que supuso que era una muda de ropa
para Naruto, por si seguía vivo, así como su espada, un arco y un carcaj de
flechas y un par de cuchillos.
—Tengo que irme —le dijo Sasuke con premura, sin molestarse siquiera en
peinarse o arreglarse lo más mínimo.
Sin embargo, Fugaku lo detuvo cogiéndolo por el hombro con suavidad. El
joven Uchiha se giró, preparado para decirle que ya sabía lo que encontraría
probablemente, que no debía hacerse ilusiones, pero necesitaba verlo con sus
propios ojos para poder llorarlo, superar su dolor, seguir adelante… y aprender
a vivir con esa pérdida. Porque esa ínfima esperanza aún seguía con él, ese
cruel sentimiento que alimentaba su anhelo de que todavía había alguna
posibilidad de tener un futuro con Naruto.
No quería seguir viviendo con esa incertidumbre, con esa desesperación de
no saber a qué sentimiento enfrentarse. Si había perdido a su rubio para
siempre… necesitaba pasar por el duelo y darle un entierro digno; no soportaba
la idea de que su cuerpo yaciera a la intemperie, en un lugar oscuro y helado
cuando su sitio estaba en su cálida y luminosa tierra. Y si, por algún milagro de
Taka, seguía con vida… tenía que socorrerlo. Si había esperanza, haría hasta lo
imposible para que Naruto viviera.
—Padre…
—Ve directo a los establos y sal por la puerta oeste —le aconsejó Fugaku.
Él frunció el ceño, sin entender.
—¿Qué ocurre?
Los rasgos del rey se ensombrecieron.
—Toda la nobleza de la capital se está reuniendo a las puertas de palacio.
Se han vestido de negro.
Sasuke apretó la mandíbula con rabia.
Habían ido a darle el pésame.
Por supuesto, una noticia como la de la trágica muerte del creador se
habría extendido como la pólvora nada más pasar la ventisca. Seguro que también
sabían de la enfermedad de Izumi e iban también a ofrecer vanas frases de
consuelo a Itachi y a la familia real.
Pese a que sabía que no lo hacían con mala intención, le ofendió que
hubieran dado por muerto a Naruto cuando ni siquiera había encontrado su
cuerpo.
Chidori, percibiendo sus emociones, le lanzó una descarga suave de calor,
avivando su esperanza de que su rubio estuviera vivo, haciéndola arder en su
interior con una fuerza que no había tenido antes. De alguna manera, la
convicción de su espada borró todos sus temores, acalló la voz de la lógica en
su cabeza y le hizo creer ciegamente, de nuevo, en su esposo. Naruto era la
persona más increíble, impredecible, fuerte y valiente que había tenido el
honor y la fortuna de conocer. Tenía que haber algo, algún truco o habilidad de
creador, que hubiera podido utilizar para aguantar.
Todo el mundo lo subestimaba siempre, incluido él. Esta vez, no lo haría.
Creería en él.
Se acomodó la bolsa sobre el hombro y miró a su padre con fiereza.
—Disculpa a nuestros invitados de mi parte —dijo con un toque de ironía—.
Debo encontrar a mi esposo.
Fugaku no se interpuso en su camino, se hizo a un lado para dejarle pasar y
observó con cierta inquietud cómo desaparecía por el pasadizo en dirección a
los establos.
Había sido testigo de la ardiente llama de la esperanza en sus ojos y,
aunque en parte le alegraba ver que su hijo no se dejaba engullir por el dolor,
también le preocupaba que ese sentimiento provocara que la caída fuera aún más
dura.
Él, como Sasuke, también se debatía entre la fría lógica y sus creencias.
Ningún mortal podría sobrevivir a una ventisca sin refugio, comida ni agua
durante dos semanas, acabaría desnutrido si las gélidas temperaturas no lo
mataban antes.
Pero Naruto no era ningún mortal.
Era un creador, hijo de los dioses.
Sasuke creía que podía seguir vivo. No estaba seguro de si era porque no
quería creer que, ahora que por fin había encontrado el amor, iba a perderlo
para siempre, porque conocía las misteriosas habilidades de su prometido, por
un instinto primario que no se podía explicar, o tal vez por una mezcla de
todo.
Él creía en su hijo. Y también en los dioses.
—Taka… —rezó en voz baja—. Por favor, permite que el heredero de Kurama
viva. Deje que mi hijo se reúna con él.
Sasuke salió del castillo montado a lomos de uno de los caballos de su
padre, joven y fuerte, sabiendo que a él no le importaría y que necesitaría un
medio de transporte rápido y cuyas patas fueran capaces de galopar contra la
cantidad de nieve que se había acumulado sobre el suelo. Ató a la silla el arco
y el carcaj de flechas junto a una larga cuerda, por si se veía obligado a
hacer escalada por la montaña para buscar a Naruto en algún acantilado, dejando
a Chidori en su cinto, y después salió rápidamente por la puerta oeste, tal y
como le había aconsejado su padre.
El camino estaba desierto, lo cual le daba vía libre para ir directo a la
Montaña Sagrada sin que nadie se interpusiera en su camino para darle las
malditas condolencias. Así que espoleó al corcel, animándolo a cabalgar a un
ritmo lento pero seguro, no quería detenerse por arrollar sin querer a un
aldeano que estaba quitando nieve del camino o que cruzara por el medio. Siguió
así hasta que por fin salió de la ciudad y se extendió ante él la blanca
pradera que precedía a la larga hilera de montañas entre las cuales se hallaba
el lugar sagrado de su dios.
Un dios al que rezó una vez más:
—Mi señor Taka, por favor, deje que Naruto viva —pidió con desesperación—.
Haré lo que sea, cualquier cosa que pida, pero permita que vuelva conmigo, por
favor. Por favor, por favor, por fa…
Un graznido interrumpió su plegaria, haciendo que su corazón, por un
segundo, se detuviera. Solo uno. Después, volvió a palpitar con fuerza, acorde
con su esperanza, la cual ardió más que nunca, llenando cada recoveco de su ser
y relegando cualquier temor a un profundo rincón.
Tiró de las riendas al instante, deteniendo el caballo y haciéndolo girar a
un lado y a otro al mismo tiempo que él buscaba precipitadamente un ser que tan
había sido avistado por el hombre en contadas ocasiones, pero que esperaba ver
por segunda vez. Sus ojos recorrieron desesperados la blanca planicie y el
cielo despejado, ya empezaba a pensar que solo habían sido imaginaciones suyas…
pero, entonces, un segundo graznido resonó en la pradera y se giró.
Ahí estaba. Blanco como la nieve recién caída y salpicada por pequeñas
motas negras, el ave sagrada planeaba grácilmente en su dirección, a pocos
metros del suelo. Estaba claro que quería ser vista.
La criatura hizo dos círculos en el cielo, justo sobre su cabeza,
asegurándose de que llamaba su atención, y después se desvió hacia el sur, en
dirección a la costa.
Sasuke no se paró a preguntarse por qué allí, simplemente, la siguió.
Cabalgó bajo el vuelo del halcón blanco durante lo que a él le pareció una
eternidad, esperanzado porque Taka hubiera atendido sus súplicas y angustiado a
la vez por si Naruto necesitaba sus cuidados. Fuera como fuera, en todo ese
tiempo, solo pudo escuchar los golpes de las patas de su caballo contra la
gruesa nieve, el suave batir de las alas del ser en el que había depositado
todas sus esperanzas y su corazón bombeando contra sus oídos. Sus manos, convertidas
en puños de pura tensión, tan solo estaban pendientes de dirigir el caballo, y
sus ojos oscilaban entre el ave y el horizonte, por donde vislumbró las aguas
normalmente oscuras y gélidas de su tierra, ahora iluminadas por los colores
anaranjados y dorados del amanecer.
Por un momento, Sasuke tuvo la sensación de que se trataba de alguna
especie de premonición. El sol naciendo desde las negras profundidades del
océano parecían estar anunciando el regreso de Naruto después de la larga
tempestad. Solo rezaba porque fuera verdad.
En cuando llegó a la orilla del mar, tiró de las riendas del corcel para
que fuera al trote y echó otro vistazo al halcón. Este soltó un último graznido
antes de hacer un giro en el aire y volar velozmente hacia el oeste, de vuelta
a las montañas. Frunció el ceño, sin comprender lo que ocurría… hasta que, al
bajar la mirada, vio movimiento a lo lejos.
Su corazón se detuvo.
Alguien se acercaba a su posición. Estaba a unos veinte metros, pero pudo
ver que andaba cojeando y que llevaba una piel de oso encima que lo cubría
entero y lo protegía del frío.
El alivio puro y la alegría más absoluta estallaron dentro de él al
reconocer dicha piel.
—¡NARUTO! —lo llamó, sabiendo que solo podía ser él.
El caminante se detuvo en seco y apartó el manto de su rostro… dejando ver
una revoltosa cabellera rubia que reconocería en cualquier parte. Y por si eso
no hubiera bastado…
—¡Sasuke! —exclamó la voz de su esposo, que hizo vibrar cada centímetro de
su ser por el torrente de emoción que lo inundó como una ola arrollando la
costa.
Sin pérdida de tiempo, espoleó su caballo para que fuera tan rápido como
fuera posible hasta su Naruto, salvando los metros de distancia que los
separaban. A medida que se acercaba, pudo apreciar con mayor claridad que sus
ropas estaban desgastadas y maltrechas por el uso constante, su melena rubia
que había crecido un poco, las marquitas de sus mejillas algo hundidas, sus
ojos azules… Dioses, se veían algo cansados, pero seguían siendo los más
hermosos que había visto.
En cuanto estuvo a menos de cuatro metros de distancia, saltó del caballo y
aterrizó sobre la nieve, en la cual quedó enterrado hasta las rodillas, pero se
la quitó de encima rápido y a trompicones, desesperado por llegar hasta su
rubio, para después correr hacia este, temiendo que, si no llegaba a tiempo,
fuera a desvanecerse para siempre.
Naruto también iba tan rápido como podía hacia él, a pesar de que iba
cojeando y que su pierna herida estaba temblando. Tanta prisa tenía por
reunirse con él que le acabó fallando, y habría caído al suelo de no ser porque
Sasuke se lanzó para atraparlo.
—¡Naruto! ¿Estás bien? —le preguntó, alarmado porque estuviera más
malherido de lo que había creído, al mismo tiempo que lo ayudaba a sentarse
sobre su regazo.
Su rubio se agarró a su piel de oso y le sonrió.
—Estoy bien —le respondió.
Sasuke tragó saliva al ver sus labios curvados hacia arriba.
Pensó que no volvería a contemplar esa sonrisa. Que no volvería a estar
entre sus brazos.
Tenía miedo de que fuera un sueño. Un preludio de su peor pesadilla. Le
aterraba que estuviera gravemente herido, desnutrido, helado, lo que fuera. No
podía perderlo, no ahora que lo tenía delante.
—¿De verdad estás bien? —Tenía que saberlo, tenía que saber si estaba
herido y qué hacer para que se recuperara—. ¿Tienes frío? —Se quitó un guante
con rapidez y puso la mano sobre su mejilla, temblando de alivio al ver que era
cálida—. ¿Conseguiste comida? ¿Estás deshidratado? —Eran tantas las malas
opciones que era incapaz de centrarse en algo concreto—. ¿Qué le ha pasado a tu
pierna? ¿Por qué estás herido?
—Me caí y se rompió —respondió Naruto, sintiéndose mal y un poco tierno a
la vez por ver a Sasuke tan loco de preocupación—, pero ya estoy bien.
Sin embargo, Sasuke no escuchó esa última parte. Toda la sangre había huido
de su rostro al escuchar que Naruto se había caído. ¿De dónde? ¿A cuánta altura
como para que se hubiera roto una pierna? ¿Tenía más heridas? ¿Y de qué gravedad?
—¿Estás herido? Dime dónde —ordenó a la vez que le abría la piel de oso
para buscar signos de que sus órganos estuvieran dañados… o lo habría hecho de
no ser porque su rubio le tomó las manos con suavidad y las estrechó,
deteniéndolo y tratando de calmarlo.
—Sasuke, mírame —le pidió. Él obedeció de inmediato, por supuesto, encontrándose
con sus ojos brillantes de emoción y su feliz sonrisa—. No estoy en peligro, no
tengo nada que no vaya a curarse —dicho esto, alzó una mano y le acarició el
rostro—. Estoy bien, y estoy contigo.
Al escuchar esas palabras, Sasuke sintió cómo la losa que había cargado con
él desde hacía dos semanas se rompía en mil pedazos. Todo el dolor, todo el
miedo y toda la desazón que lo habían acompañado desaparecieron, dejando un
vacío que fue llenado por el más puro alivio, la alegría más plena y la emoción
más profunda. La sensación fue tan poderosa que se le llenaron los ojos de
lágrimas.
—Naruto… —susurró. Quería decirle tantas cosas… Que sentía no haberle
apoyado en la Montaña Sagrada cuando hablaron de Korin, que lamentaba haber
dejado que se fuera solo, que había creído que no volvería a verlo, que no
había pasado un solo día en el que no hubiera pensado en él, que había rogado
porque estuviera sano y salvo, que lo había echado de menos, que era lo más
valioso que había en su vida, que lo amaba.
Pero todo se le quedó atascado en la garganta. No podía hablar.
Sin embargo, su rubio, como siempre, le sonrió como si conociera cada
pensamiento que surcaba su mente y, acto seguido, lo abrazó con fuerza.
… No había esperado que dijera esas palabras. Esas no.
El único miedo que había sentido durante esas dos largas y malditas semanas
había sido que su rubio hubiera muerto. Y, su único deseo, que viviera. Que
volviera con él. No había pensado en lo doloroso que habría sido que no
correspondiera sus sentimientos, o si Naruto lo habría considerado un
impedimento para casarse, como había ocurrido con Gaara. O cómo habría sido su
matrimonio de haberse casado de todos modos, o, de haber ocultado su amor por
él, si eso le habría hecho aún más daño.
A decir verdad, no había pensado nada de nada. Porque nada podría haber
sido peor que vivir sin él.
Como le dijo a Taka, pagaría el precio que fuera necesario con tal de
encontrar a su Naruto con vida.
Pero esto… Escuchar que le quería…
Un sollozo incontrolado escapó de su garganta y se aferró a él con fuerza,
enterrando el rostro en su pelo mientras lloraba. Esa misma mañana se había
levantado sin ningún tipo de esperanza, convencido de que tardaría meses en
peinar toda la montaña en busca del cuerpo de su prometido… Y ahora estaba en
sus brazos. Vivo. A salvo. Diciéndole que le amaba.
La sensación que invadió su pecho era demasiado grande como para poder
controlarla, se ahogó en su propia emoción… Así que la dejó salir. Sin más.
Si un año atrás le hubieran dicho que se habría echado a llorar como un
niño pequeño por una persona a la que su padre le había forzado a prometerse,
le habría dado una buena paliza al muy imbécil que se hubiera a atrevido a
soltar semejante gilipollez y después se habría reído con ganas con sus compañeros,
como si estuviera contando un buen chiste. Sin embargo, ahora, en ese instante,
no podría haberle importado menos su orgullo o su ego, le habría dado
exactamente igual que el resto del mundo le estuviera mirando y se hubiera
burlado de él.
Naruto estaba bien y le amaba. Era todo cuanto importaba.
Por otro lado, el rubio estaba absolutamente feliz y profundamente
aliviado. Había intuido que Sasuke habría regresado al punto de encuentro al
ver que se avecinaba una ventisca, pero había temido que se negara a
abandonarlo después de haber discutido. Lo más lógico habría sido regresar al
castillo y esperar a ver si él había vuelto con Sai o con otro de sus
parientes, entonces, estaba seguro de que tanto Fugaku como Itachi habrían
impedido que se fuera a buscarlo.
Menos mal que, por una vez, no había sido tan cabezota y había actuado
bien. Él todavía había tenido la gran suerte de que Taka había decidido
prestarle su ayuda, pero no podía saber si también se la habría dado a Sasuke;
la voluntad de los dioses era un misterio, todo cuanto se sabía sobre ellos era
que protegían la tierra que habitaban y que rara vez intervenían en los asuntos
de los mortales. Pero de ahí a llegar a comprender el porqué de sus decisiones
y acciones… había un buen trecho. Puede que Taka le hubiera ayudado porque
Izumi y su hijo le necesitaban, pero a saber si hubiera hecho lo mismo por
Sasuke, sobre todo si hubiera sido su decisión arriesgarse a morir en la
ventisca para tratar de salvarle.
No tenía ni la más remota idea, pero estaba agradecido porque, al final,
Sasuke hubiera hecho lo más sensato.
Ahora, los dos estaban bien y juntos. Era todo cuanto importaba.
Lo abrazó con más fuerza, feliz de estar en sus brazos y agradeciendo a
Taka en silencio que le hubiera salvado.
Entonces, escuchó algo que no creía que fuera a oír en su vida.
Se quedó muy quieto, sin estar seguro de si habría escuchado bien. Sin
embargo, al prestar más atención, se dio cuenta de que no estaba equivocado.
Sasuke estaba llorando. Sentía su cuerpo tembloroso y podía oír sus
sollozos.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, una parte de él emocionada y la otra
con el corazón partido en dos. Sasuke estaba llorando por él, por el miedo que
probablemente habría pasado al pensar que habría muerto y también por el alivio
que debía sentir al ver que estaba vivo.
Tragó saliva y lo estrechó contra sí mientras le decía con la voz rota:
—No llores, Sasuke. Si sigues así, yo también acabaré llorando —dicho esto,
se le escapó una pequeña sonrisa—. ¿Y qué pasará entonces con mi reputación,
eh? Todo tu reino creerá que soy un creador sensible y afeminado.
Oyó que Sasuke soltaba una carcajada antes de separarse para mirarlo. Sus
mejillas aún estaban surcadas por ríos de lágrimas, pero al menos no veía dolor
en sus ojos y sus labios estaban curvados en una aliviada y feliz sonrisa.
—Todo mi reino creerá que eres hijo de los mismísimos dioses cuando te vean
—le dijo mientras le limpiaba los ojos. Entonces, su rostro se ensombreció
ligeramente—. Creía… que te había perdido.
Entonces, Naruto tomó su rostro entre sus manos y se acercó para unir sus
labios a los suyos. Sentir su suave y cálido roce provocaron que Sasuke
temblara nuevamente, presa de la emoción. Había temido que el único modo de
volver a besar a su rubio fuera en sueños o a partir de sus recuerdos… Sin
embargo, estaba en sus brazos, sano y salvo, abrazándolo y besándolo,
diciéndole sin palabras que todo estaba bien y que ya no tenía que preocuparse
por nada.
Hundió una mano en su cabello mientras que la otra lo apretó un poco más
contra sí, no queriendo que hubiera ni el más mínimo milímetro de separación
entre sus cuerpos, y le devolvió el beso con fervor. Devoró esa dulce boca que
se entregaba sin reservas a él, sin dejar un solo recoveco sin lamer o
acariciar, rememorando esa calidez y ternura que le era tan familiar.
Naruto respondió a todos y cada uno de los besos, desde los primeros más
desesperados hasta los últimos más suaves, donde él ya se sentía más calmado y
pudo permitir que su prometido se separara de él, aunque no por ello
deshicieron el abrazo, sino que el creador siguió acurrucado en su pecho,
acariciando su rostro con dulzura, como si así pudiera mantenerlo tranquilo… y
funcionaba bastante bien.
—Reconozco que yo tampoco las tenía todas conmigo —admitió este en un
susurro. Aun así, Sasuke se tensó un poco y le prestó completa atención—. Pero
tuve mucha suerte.
—¿Qué pasó? —le preguntó, mirándolo como si su sola existencia fuera un
milagro—. ¿Cómo pudiste sobrevivir tanto tiempo en la ventisca? ¿Cómo…? ¿Cómo
pudiste conseguir agua y comida? ¡Y tu pierna! Si estabas herido, no entiendo
cómo demonios lo hiciste para…
—Te lo explicaré todo —prometió Naruto, sonriendo—. Pero creo que será
mejor si seguimos hablando en el castillo.
Al oír eso, Sasuke recordó que estaban en mitad de la costa, sobre fría
nieve y junto al mar, desde el cual soplaban suaves ráfagas gélidas y húmedas;
un escenario perfecto para que Naruto enfermera. No, después de todo lo que
había pasado, no consentiría que tuviera un solo malestar que pudiera arriesgar
su vida, no ahora que estaba con él y que, esta vez, podía protegerlo.
Sin pérdida de tiempo, apartó con suavidad a su rubio de su regazo para
levantarse de un salto y, inmediatamente después, ayudarlo a incorporarse.
—Tienes razón. Necesitas comer, calentarte y descansar. Podemos hablar
después —decir esas últimas palabras le hizo sonreír. Era de verdad, su esposo
estaba a salvo y se recuperaría con buenos cuidados y mucho reposo.
Llamó a su caballo con un silbido, el cual acudió dócilmente, y lo colocó
de lado a Naruto para que pudiera subir a su lomo.
—¿Podrás montar con tu pierna así? —le preguntó con un deje de
preocupación. No había manera de que
Naruto pudiera andar todo el camino hasta la ciudad, y la idea de dejarlo solo
allí por un par de horas para traer un carro que pudiera transportarlo le
aterrorizaba; bajo ningún concepto quería perderlo de vista, tenía miedo de que
le pasara algo durante ese tiempo o desapareciera… o que todo hubiese sido una
broma cruel de su mente.
Por dulce fortuna, el rubio estiró los brazos sobre el lomo del animal.
—En realidad, mi pierna está curada, así que no hay riesgo de que le pase
nada… Es solo que no puedo apoyarla bien todavía.
Sasuke habría preguntado mil cosas: cómo se había roto de la pierna, desde
qué altura había caído, cómo era posible que la tuviera curada en tan solo dos
semanas… Pero podía esperar. Su máxima prioridad era llevar a Naruto al
castillo, donde estaría seguro, y que lo inspeccionara el propio Onoki para
asegurarse de que estaba bien; además de procurar que estuviera cómodo y
caliente, y que comiera algo. De modo que lo ayudó a subir al caballo; fue algo
torpe, pero al final logró erguirse sobre la montura antes de que él mismo
subiera con cierta impaciencia y espoleara el corcel para iniciar la marcha. No
le dio la orden de galopar esta vez, ni siquiera de ir al trote, ya que el
creador no podía apoyar el pie en las espuelas y lo último que quería era que
se hiciera daño. Así que fueron al paso, mientras Sasuke pasaba un brazo por la
cintura de su rubio para pegarlo a su pecho y envolverlo bien en su propia piel
de oso para darle calor.
Por su parte, Naruto no rechistó y se apoyó en el fuerte torso de su
prometido con un suspiro, acurrucando la cabeza en el hueco de su hombro y
cerrando los ojos, disfrutando de la maravillosa sensación de estar en sus
brazos y del alivio ante la seguridad de que volvían a estar juntos.
Permanecieron así todo el camino hasta la ciudad, callados e inmersos en su
propia burbuja, terminando de asimilar que ambos estaban vivos y a salvo, que
no tendrían que enfrentarse a una dolorosa pérdida y que, al final, todo había
salido bien.
Aunque, mientras que Sasuke solo pensaba en lo que Naruto necesitaba para
acabar de reponerse, los pensamientos de este tomaron un rumbo más sombrío. Por
un lado, estaba Izumi; no tenía ni idea de cuánto tiempo le quedaba a ella y a
su hijo, de si la enfermedad habría avanzado lo suficiente como para provocarle
un aborto o si su mente ya se habría roto. Y, por otro, tenía un asunto que
resolver con cierta mujer…
Abrió los párpados y se irguió un poco, pero se mantuvo recostado en su
prometido, tanto porque anhelaba su contacto como porque este no tenía la menor
intención de dejar que se alejara.
A medida que se adentraban en las calles ya transitadas por los aldeanos
que se habían congregado para retirar la nieve de las avenidas principales, se
dieron cuenta de que ya se había difundido la noticia de que el creador se
había perdido en la Montaña Sagrada durante la ventisca, por lo que se habían
vestido de negro en señal de luto… Sin embargo, conforme iban avanzando por el
ahora despejado camino de piedra helada, se encontraron con rostros llenos de
estupefacción e incredulidad.
Y, a ello, se sumió algo que Naruto no esperaba.
Llenos de un profundo respeto y admiración, hombres y mujeres se
arrodillaron en el suelo e inclinaron la cabeza en una sentida reverencia. Ante
ellos se encontraba la confirmación de todo aquello en lo que creían, la prueba
de que los dioses eran muy reales y de que los creadores eran, ni más ni menos,
hijos suyos.
Uno de ellos estaba ligado ahora a su reino. El hijo de Kurama, protegido
de Taka.
Naruto no estaba muy seguro de cómo reaccionar ante esas acciones. Nunca
antes había sido tratado de esa forma por tanta gente y menos de un modo tan
abierto. Puede que él fuera querido por la gente del Fuego, pero había sido un
afecto discreto, que había sido guardado en silencio para mantener el secreto
de sus habilidades y poderes, para que la nobleza de su país no supiera de lo
que era capaz.
Esto era diferente. Era la primera vez en su vida que sentía que realmente
había nacido para ser rey.
Mientras tanto, Sasuke, percibiendo la emoción de su esposo, lo abrazó
ligeramente por la cintura y esbozó una sonrisa orgullosa. Ahora su pueblo era
plenamente consciente de que los creadores eran todo aquello en lo que siempre
habían creído, en cierto modo, una prueba de que su fe tenía sentido, que no
era algo vano que se desvanecía en el aire.
Su gesto de reverencia era una muestra más de absoluta aceptación. Al
regresar con vida de la ventisca, Naruto había sido aceptado por completo no
solo como uno más del Reino del Hielo, sino como alguien elegido por los dioses
para dirigir y gobernar. Una especie de semidiós entre los mortales.
Ninguno de los dos habló durante todo el trayecto, habría sido como una
falta de respeto ante la devoción que los aldeanos estaban profesando. Además,
cada vez había más y más gente en las calles con esa misma postura;
aparentemente, la noticia se había esparcido como la pólvora.
Y en el castillo de los Uchiha no era una excepción. En cuanto cruzaron el
puente y atravesaron la primera muralla, cientos de soldados, repartidos por
doquier, estaban ahí para presentar sus armas y arrodillarse ante el creador.
La única a la que le costó más reaccionar fue a Korin, a la que Naruto
vislumbró por esa misma razón. Ella no podía creer que el creador estuviera
vivo, nadie sobrevivía a una ventisca a la intemperie, era… Era completamente
imposible… A menos que…
A menos que su dios le hubiera ayudado. Ella podía equivocarse en muchas
cosas; en que Sasuke podría haberla amado, en que podría haber sanado su
corazón, en que jamás se ataría a una sola mujer, en que el creador no era
digno de su amor…
Pero Taka no lo hacía.
Todo cuanto hacía el dios halcón era por una razón. Y Naruto Namikaze debía
de ser alguien realmente relevante como para haberle brindado su protección.
Su papel en este mundo tenía que ser crucial.
La culpabilidad y la vergüenza volvieron a entremezclarse en su interior
mientras bajaba la cabeza e hincaba la rodilla, haciendo una profunda
reverencia. Naruto detectó dichas emociones, las había visto en sus ojos antes
de que ella apartara su mirada de él, pero no alcanzó a comprenderlas del todo;
podía suponer que la vergüenza se debía a que lo había subestimado, y que,
teniendo en cuenta el afán religioso de la gente del Hielo, se sintiera
cohibida por haber dudado de las creencias de su pueblo. Pero eso no explicaba
su profunda culpa, la decepción personal que había percibido.
Sin embargo, no pudo dedicarle más tiempo, puesto que estaban atravesando
la segunda muralla en dirección a la fortaleza. Allí no solo había soldados,
sino también gran parte de la clase noble de la ciudad, que, al enterarse de la
triste noticia de que el creador había quedado atrapado en la ventisca, y de
que la princesa padecía la misma enfermedad que la anterior reina, habían
marchado a primera hora al hogar de los Uchiha para presentar sus más sentidas
condolencias.
Pero, al parecer, se habían precipitado en sus conclusiones, ya que ante
sus propios ojos se hallaba el creador sano y salvo.
No podía ser una coincidencia. No podía ser que el único superviviente a
una de las crudas ventiscas del Reino del Hielo fuera un creador, considerado
como el mortal más poderoso en sus viejas leyendas, un hijo de los dioses. Eso
quería decir que, tal y como decía Fugaku, fiero defensor de sus antiguas
creencias y tradiciones, todas esas historias tenían que ser verdad. Más de lo
que habían llegado a imaginar.
Sobrecogidos por ver demostrada su fe, y orgullosos de pertenecer a esa
minoría de creyentes de la que el mundo se había burlado, se inclinaron ante el
nuevo miembro de la familia real, y de su tierra, con respeto y admiración.
Sasuke, al contemplar la escena, detuvo un momento el caballo frente a las
escaleras de la gran fortaleza, en gran parte conmovido por cómo su pueblo
estaba reaccionando ante el milagro que suponía el que Naruto hubiera
sobrevivido; pero, por otra, un poco más orgullosa, queriendo demostrar que su
esposo era mucho más fuerte de lo que todo el mundo había creído, queriendo que
vieran que se habían precipitado al darlo por muerto cuando él, muy en el
fondo, había mantenido incluso sin quererlo una ínfima esperanza.
Unos momentos después, consciente de que su rubio necesitaba cuidados y
reposo urgente (o tal vez no, pero no se quedaría tranquilo hasta que los
recibiera), desmontó con un salto para después ayudar a Naruto a bajar del
caballo, cuyas riendas entregó a un soldado para que se ocupara de él.
Entonces, pasó uno de los brazos de su prometido por los hombros para que
pudiera apoyarse en él al caminar e iniciaron el ascenso hacia el interior del
castillo, donde había más nobles esperándoles para confirmar con sus propios
ojos que los rumores de que el creador había regresado de entre los muertos era
cierto. Y, de hecho, a medida que atravesaban el pasadizo hacia el salón del
trono, se producía un absoluto silencio de asombro seguido por más reverencias.
Pero los que más esperaban y deseaban su regreso se encontraban en la
amplia estancia perteneciente al rey, donde este y su heredero aguardaban, de
pie, con los nervios en punta, a que las habladurías se hicieran realidad. Y
cuando eso ocurrió, Itachi, haciendo el menor caso a los protocolos sociales,
prácticamente corrió a abrazar a su hermano y su cuñado seguido de Fugaku, que
dejó escapar un suspiro de alivio antes de murmurar un agradecimiento a Taka
antes de reunirse con ellos.
El mayor de los hermanos Uchiha se apartó para ver bien a Naruto, aunque
con cierta incredulidad.
—Realmente estás vivo.
El rubio esbozó una media sonrisa.
—Bueno, esto no parece el Más Allá, al menos.
Itachi, por primera vez en dos semanas, sonrió de verdad.
—No sabes la alegría que nos has dado —dicho esto, su rostro se
ensombreció—. Una buena noticia, al menos.
Al escuchar eso, Naruto se inquietó, adivinando rápidamente por qué lo
decía.
—¿Cómo se encuentra Izumi? ¿Y el bebé?
—Se debilita rápidamente —respondió Fugaku, que ya se había reunido con el
grupo—. Ya no retiene la comida y la fiebre no deja de subir, a duras penas
logra mantenerse consciente —dicho esto, intercambió una mirada intensa y significativa
con Naruto, dedicándole una inclinación con la cabeza.
El rubio se la devolvió, sabiendo lo que Fugaku pensaba de los creadores y
también que le estaba dando a entender que esperaba que sobreviviera a la
ventisca, así como le alegraba su regreso. Pero no intercambiaron más palabras
sobre el tema, no eran necesarias y, además, Izumi era su prioridad.
—¿El bebé? —preguntó Naruto con un nudo en la boca del estómago. Ese niño
era muy importante para él; no solo formaba parte de su ahora familia política,
sino que era otro creador, el segundo que nacía en más de mil años.
—Aún vive —respondió Itachi con la voz temblorosa.
Naruto sintió un atisbo de alivio a la vez que la esperanza crecía en él.
—¿No hay síntomas de desorientación, ni pérdidas de memoria?
—No —respondió Fugaku con seguridad—. Empeora rápidamente, probablemente
porque el embarazo lo hace todo más difícil, pero su mente sigue intacta.
—Entonces aún estamos a tiempo de salvarla —afirmó el rubio, rebuscando
algo bajo su piel de oso.
Sin embargo, Sasuke palideció al escuchar sus palabras e intuir sus
intenciones.
—¿Qué? No puedes volver a la Montaña Sagrada, Naruto. Estás herido y no…
—su voz se apagó al ver lo que su esposo tenía en la mano.
Raíces de Piedra.
Los tres Uchiha se quedaron mudos, incapaces de asimilar el milagro que
tenían ante sus ojos.
No solo Naruto había regresado con vida, sino que había traído la clave
para salvar a Izumi. Dos milagros en un día.
—¿Pero…? ¿Cómo…? —balbuceó Itachi.
—Las encontré antes de que empezara la ventisca y logré mantenerlas conmigo
todo este tiempo. Con esto podremos… —No pudo seguir hablando porque Itachi se
lanzó sobre él para darle uno de los abrazos más fuertes que le habían dado en
su vida.
—Gracias —susurró este con un tono de voz que le recordaba a un sollozo—.
Pase lo que pase, gracias, hermano.
Naruto tragó saliva, emocionado al darse cuenta de que su cuñado lo veía
como algo más cercano que el esposo de su hermano, y le devolvió el gesto con
fuerza, queriendo que supiera que para él era importante que lo considerara un
miembro más de su familia. Durante muchos años, solo habían sido su abuela y
él, solo ellos dos entre un mar de enemigos que pretendían destruir lo que
durante dos generaciones habían comenzado. De algún modo, le consoló saber que,
aunque no compartieran vínculos de sangre, tenía otra familia en quien
apoyarse.
A pesar de eso, procuró que el abrazo no durara mucho. Quería encargarse de
Izumi cuanto antes.
—Vamos, cuanto antes la tratemos, mejor —apremió.
Los tres asintieron y Fugaku se encaró a la multitud que había vuelto a
ponerse en pie y contemplaba al creador con gran expectación.
—Queridos hermanos, tras una cruenta tempestad, habéis venido directamente
aquí para darnos el pésame por la pérdida del heredero del Reino del Fuego, el
futuro esposo de mi hijo menor. No podríamos estar más agradecidos por vuestra
presencia y apoyo en un momento tan duro —comenzó, haciendo que algunos
asintieran o se llevaran la mano al pecho, como diciendo que era su deber, y
uno del que se sentían orgullosos—. Pero hoy ha amanecido con un milagro
—continuó el rey en un tono más alto—, pues Taka lo encontró en mitad del
viento y la nieve, lo acogió bajo sus alas, fue bendecido con su protección y
ahora lo ha traído sano y salvo con nosotros —y tras esas palabras, levantó el
puño—. ¡Por Taka y el hijo de Kurama!
Toda la nobleza repitió su aclamación a voz en grito una y otra vez,
alzando los puños con ganas y una increíble sensación de plenitud. Porque su
identidad como pueblo, las creencias y tradiciones espirituales que formaban
parte de ellos, se había reafirmado con aquel milagro.
Y, entre los vítores…
—¡NOOOOO!
Aquel agudo grito lleno de rabia y frustración provocó que la multitud
callara en seco.
Fugaku, Itachi y Sasuke buscaron el origen algo desorientados y confundidos
entre las personas de un sector cercano a las puertas del salón del trono, las
cuales se estaban haciendo a un lado, pero el rostro de Naruto tan solo cambió
a uno de total seriedad y con un ligero ceño fruncido; ya sospechaba lo que
estaba a punto de ocurrir y empezó a prepararse mentalmente para la
confrontación.
Sakura Haruno apareció entre el gentío. A diferencia del resto, seguía
vistiendo la túnica de color rojo sangre para mostrar su deshonra y no llevaba
ningún brazalete ni ningún tipo de vestimenta que fuera negra para el supuesto
luto del creador. Todo su cuerpo temblaba, no era seguro de si era por pura
rabia o por miedo, ya que su expresión pálida era una mezcla de ambas.
Porque era imposible. No había forma humana de que ese maldito mocoso
pudiera haber sobrevivido a semejante caída, por eso había corrido tantos
riesgos; había pasado los días que trabajaba en la fortaleza como médico
vigilando con sigilo a Sasuke y al creador, esperando una oportunidad de
dejarlo fuera del mapa de forma definitiva. Cuando se marcharon hacia la
Montaña Sagrada, vio una oportunidad y los siguió, procurando mantenerse a una
distancia prudente de los soldados y, después, evitando a Korin y su grupo
entrando por otro camino al supuesto hogar de su dios. Eso le había costado
perder de vista a Sasuke y al creador, pero, al final, había hallado su rastro
y, con él, su recompensa, pues ese bastardo estaba solo y distraído al borde de
un precipicio.
No lo había dudado. Nadie podía seguir con vida tras esa caída y tampoco
habría nadie que pudiera corroborar que ella había tenido algo que ver. Habría
culminado su venganza acabando con la vida de ese pequeño cabrón por seducir al
amor de su vida y contra Sasuke por haberla rechazado y traicionado. Por eso
estaba en el castillo ese día, quería ver a ese hombre retorciéndose de dolor,
que viera lo que se sentía cuando te arrebataban lo que más querías.
Sin embargo, ahí estaba, vivito y coleando. De ahí su rabia. Y su miedo,
porque esa cosa no podía ser humana. No había otra explicación racional para
que estuviera allí.
Ciega de ira y asustada por lo que implicaba su presencia, lo señaló con un
dedo.
—¡Es imposible! ¡Nadie ha sobrevivido nunca a una ventisca! ¡Nadie!
—chilló, lanzándole una mirada llena de odio y desprecio—. ¡No eres humano!
¡Eres un monstruo!
—¡SAKURA! —tronó Sasuke, envolviendo los dedos alrededor de la empuñadura
de Chidori—. ¡Mantente al margen de todo lo que tenga que ver con mi esposo o
te juro que no respondo de mis actos! —la amenazó, sintiendo su sangre arder.
Había pasado las semanas más estresantes, desesperadas y dolorosas de su vida,
de modo que no estaba precisamente de humor para tolerar ninguna gilipollez
celosa; el haber encontrado a Naruto sano y salvo lo había aliviado en gran
medida, pero eso no quería decir que pudiera tolerar el más mínimo grado de
nocividad hacia su Naruto. Y menos si venía de ella.
Sin embargo, ella se negó a rendirse. Quería librarse del creador como
fuera.
—¡No! ¡Estoy harta de que todo el mundo lo vea como una especie de deidad
cuando en realidad no es más que un mentiroso manipulador! ¡Él te está
cambiando, está haciendo que olvides quién eres y a tu pueblo! ¡Nos abandonarás
por él!
Sasuke avanzó un paso, irguiéndose en toda su estatura con la mandíbula
apretada.
—Ya abandoné antes a mi pueblo. Fui irresponsable y egoísta entonces, solo
pensaba en mí mismo. Ahora estoy intentando hacer las cosas bien, y una de
ellas es estar con Naruto. —Hizo una pausa, asesinándola con la mirada. Ella no
era nadie para recriminarle a él o a Naruto, ¡nadie! El hecho de que ni
siquiera hubiera recordado que él se había hecho a la mar más de tres años
atrás demostraba que apenas lo conocía y que solo veía lo que quería ver, a
través de un filtro de encaprichamiento hacia él y de celos por Naruto. Y si
tenía el valor de lanzarle insultos después de lo que hizo, también los tenía
para recibirlos—. Que tú seas una zorra celosa no quiere decir que yo esté
ciego por culpa de nadie. Esa eres tú.
La multitud dejó escapar un murmullo de sorpresa por la respuesta, haciendo
que Sakura se sintiera aún más humillada y furiosa. Creyendo ciegamente en que
toda la culpa era del creador, se giró hacia él, que se encontraba detrás de
Sasuke, mirándola fijamente, como si la estuviera calibrando.
—Espero que estés satisfecho. Mira en lo que has convertido al príncipe del
Hielo, monstruo.
Sasuke estuvo a punto de soltar una mordaz y vulgar réplica pero, para su
sorpresa, Naruto se adelantó cojeando para hacerle frente a la mujer.
—¿Quieres que hablemos de monstruos? Bien. ¿Por qué no empezamos por ti?
Tanto Sasuke como Fugaku e Itachi fruncieron el ceño. El rubio no podía estar
hablando de cuando se adentró en los dominios de Kurama, todo el mundo ya
conocía la historia de cómo su amor no correspondido la había llevado a
profanar la tierra sagrada de sus aliados para impedir una alianza política que
habría beneficiado a su reino, lo cual, aunque resultaba vergonzoso para su
país y una deshonra para su familia, no se acercaba a la idea que tenían de un
monstruo, sino más bien a la imagen de una mujer que se había quedado atascada
en edad sentimental de una adolescente demasiado caprichosa.
Un mal presentimiento se instaló en Sasuke, que sacó a Chidori de su vaina
unos pocos centímetros.
Mientras tanto, Sakura, ahogada por sus tóxicas emociones, no era capaz de
ver que su fin había llegado.
—¿De qué estás hablando? Yo soy humana.
Naruto ladeó la cabeza, muy tranquilo.
—No pongo en duda tu naturaleza, sino tus actos —dicho esto, su rostro se
crispó por la furia—. Porque, hasta donde tengo entendido, un intento de
asesinato es algo muy propio de un monstruo.
Una oleada de exclamaciones alarmadas se extendió entre la multitud,
acordes con la sorpresa de los tres Uchiha: Itachi miró a Sakura y luego a Naruto,
tratando de entender lo que había sucedido; Fugaku, tras la sorpresa inicial,
clavó sus severos ojos en ella, siendo consciente de que no saldría viva de
aquella sala, y Sasuke, en cambio, permaneció muy quieto y callado, aunque sus
rasgos parecían endurecerse por segundos.
Sakura, por otro lado, se encogió, pero antes de que pudiera negarlo,
Fugaku rugió:
—¡¿Qué hiciste?!
Abrió la boca para tratar de rebatir la acusación, sin embargo, Naruto fue
más rápido y estaba mucho más mentalizado que ella para ese momento.
—Entró en la Montaña Sagrada y me arrojó por un precipicio.
—¡¿QUÉEE?!
La mujer se sobresaltó ante el estallido de voz de Sasuke, quien desenvainó
por completo a Chidori, la cual silbó con tal fuerza que el sonido de su filo
rozando el metal encuerado restalló en la estancia como el chillido de una
extraña bestia enfurecida. El príncipe no se lo pensó dos veces, se desprendió
de la piel de oso para moverse con más facilidad antes de echar a correr hacia
esa insignificante mujer.
Él solo había querido pasar una última noche con una mujer antes de verse
atado a un creador para siempre, una última noche para disfrutar del buen sexo.
Ahora no hacía más que arrepentirse de esa maldita velada, de haber aceptado
llevar a Sakura a sus aposentos y haberle dado esperanzas pero, a decir verdad,
ni siquiera había sabido que ella tuviera sentimientos por él desde hacía tanto
tiempo. Aun así, tampoco se engañaba a sí mismo; no era la primera que había
querido que pasara más tiempo con ella, pero en aquel instante ni siquiera le
dedicó el más mínimo pensamiento, había creído que no importaría ya que él iba
a marcharse de todos modos y que ella acabaría enterándose de su matrimonio y
que lo olvidaría, al fin y al cabo, ninguna lo había perseguido antes y no tenía
motivos para creer que Sakura lo haría puesto que solo habían pasado juntos una
noche.
Sin embargo, eso había provocado que hubiera estado a punto de perder a
Naruto para siempre. De nuevo, sus relaciones amorosas pasadas, las cuales
nunca habían significado nada para él, regresaban para interponerse entre el
verdadero amor de su vida y él.
Nunca más.
Ninguna de ellas volvería a hacer daño a Naruto. E iba a empezar por
Sakura.
Esta, por un instante, se quedó petrificada, sin creerse que fuera a
matarla pero, al ver el peligro inminente, dio media vuelta y trató de huir…
Por desgracia para ella, los nobles del Reino del Hielo, que evidentemente
conocían su transgresión en el Reino del Fuego y el motivo que la indujo a
hacerlo (por lo que creyeron a Naruto sin pensárselo dos veces), se negaron a
permitir que huyera de su castigo y la agarraron antes de lanzarla al suelo,
entregándosela a Sasuke.
Ella gritó de puro terror cuando, a cuatro pasos de ella, lo vio alzar la
espada…
—¡Sasuke!
El furioso príncipe se detuvo al escuchar la voz firme de Naruto, quien
tenía clavados sus severos ojos en él.
—No lo hagas —le pidió.
—¿Qué? —preguntó este.
—Las cosas no pueden hacerse así —le explicó su prometido con calma—. Debe
ser juzgada.
—Tiene razón —convino Fugaku, avanzando unos pasos mientras fulminaba a
Sakura con su negra mirada—. Y el juicio se celebrará aquí y ahora…
—Majestad —lo interrumpió Naruto sin cambiar su expresión ni su tono de
voz—, lamento contrariarle, pero tampoco está en sus manos decidir su destino.
Tanto los Uchiha como la nobleza frunció el ceño o cuchicheó palabras de
sorpresa, extrañada y confusa por la situación. Sakura, por otro lado, apretó
los puños con rabia y, creyéndose a salvo de Sasuke y del rey por el momento,
se levantó de un salto y caminó con altanería hacia el creador. El joven
príncipe, al ver su actitud agresiva, hizo amago de volver a atacarla, pero
Naruto le hizo un gesto con la mano para que se detuviera e inclinó un poco la
cabeza, como diciéndole que todo estaba bien y que confiara en él.
Y Sasuke lo hizo. Permaneció atento y siguió a Sakura de cerca por si
acaso, pero bajó a Chidori. A esas alturas, y tras haber sobrevivido a dos
semanas a una ventisca, creía plenamente en el criterio y la fuerza de su
esposo; de modo que decidió esperar a ver qué tenía pensado.
Mientras tanto, Sakura, que seguía avanzando hacia el creador, le gritaba:
—¡¿Y quién va a hacerlo?! ¡¿Tú?! ¡Lo sabía! ¡Sabía que habías estado
manipulando a Sasuke! ¡Sabía que fue cosa tuya dejarme estéril y que querías
librarte de mí desde que supiste lo mío con él! —Hizo una pausa muy breve en la
que lo asesinó con la mirada. Ya le faltaban pocos metros para llegar hasta
él—. Y ahora, ¡quieres matarme tú mismo!
Naruto tan solo la observó con calma, pues sabía que no llegaría a tocarlo.
—Te equivocas, yo no soy nadie en este reino para juzgarte.
Esas palabras hicieron que la mujer ralentizara la marcha y que arrugara el
entrecejo.
—¿Qué?
El creador alzó un brazo con firmeza, con el puño cerrado, y continuó:
—Quien va a hacerlo, está por encima de todos nosotros.
Antes de que Sakura, o alguno de los Uchiha, o cualquiera de los presentes
pudiera pensar en a quién se refería, un graznido resonó en toda la habitación,
haciendo que todo el mundo alzara la vista hacia el alto techo, el cual fue
surcado con rapidez por una sombra blanca que cruzó justo por delante de
Sakura, obligándola a detenerse por completo, antes de hacer un grácil giro en
el aire y posarse sobre el brazo del creador.
Taka en persona estaba allí.
Al ser conscientes de su presencia, todo el mundo se arrodilló e inclinó la
cabeza, Fugaku incluido, aunque mantuvo la cabeza un poco alta para observar lo
que sucedía. A otros, como Itachi y Sasuke, les costó más reaccionar pero,
finalmente, realizaron la misma acción y, como su padre, tras hacer la
reverencia, alzaron sus ojos para contemplar el veredicto del dios.
Por otra parte, Sakura se quedó pálida y totalmente inmóvil. Pero eso no
detuvo a Naruto, que habló en nombre del halcón.
—Ya deberías saberlo, Sakura. Cuando rompes las leyes divinas, son los
dioses los que castigan. Kurama fue clemente contigo porque yo se lo pedí, pero
has vuelto a cometer el mismo error en el hogar sagrado de tu propio dios y
deshonrado su tierra atentando contra una vida. Por tanto, él decidirá ahora tu
suerte —sentenció.
Los ojos dorados de la criatura se clavaron en Sakura, la cual era incapaz
de moverse. Podía sentir esa mirada llena de inteligencia en lo más profundo de
su ser, como si pudiera ver su alma y examinar todos y cada uno de sus pensamientos.
Y, por primera vez en su vida, sintió que los dioses eran muy reales.
Y había cometido el error de cabrear a uno. Porque, de repente, el halcón
erizó las plumas e hinchó el pecho al mismo tiempo que graznaba y agitaba sus
alas con violencia.
Sakura sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo, intuyendo que su final
había llegado. La confirmación de sus sospechas no tardó en llegar, ya que se
escuchó un nuevo graznido en la estancia; de repente, en las ventanas, que
parecían haberse abierto solas, aparecieron unos pocos halcones de plumas
oscuras, se parecían mucho a aquellos que vio Naruto en el patio de la
fortaleza la otra vez, los mismos que le devolvieron la daga que él mismo le
había ofrecido a Taka.
Entonces, unos pocos más aterrizaron junto a sus compañeros, sacudiendo las
plumas antes de dejar las alas replegadas. Más aleteos y graznidos anunciaron
la llegada del resto de aves hasta que no hubo un solo hueco en las ventanas.
Todos sus ojos estaban puestos en Sakura.
Ella no podía moverse. Se sentía muy intimidada por la presencia de las
aves, que, de pronto, le parecían demasiado inteligentes como para ser simples
animales. Tragó saliva, sintiéndose muy sola y asustada. No sabía qué hacer, ni
siquiera estaba segura de que hubiera nada que pudiera hacer para salvar su
vida esta vez…
—Por favor… —murmuró, presa del miedo, mirando al halcón blanco mientras
movía la cabeza de un lado a otro con los ojos anegados de lágrimas, sabiendo
que era su fin—. Por favor…
Los ojos del ave la taladraron sin el más mínimo asomo de piedad.
—Tuviste tu oportunidad de cambiar —le dijo únicamente en su mente.
Dicho esto, alzó el vuelo con fuerza y, antes de que Sakura pudiera
reaccionar, se abalanzó sobre ella con tal fuerza que la tiró al suelo. Ella
gritó a causa del golpe, que había impacto en su cabeza, dejándola algo
aturdida y con un intenso escozor en la zona del ojo derecho. Cuando se lo tocó
y miró su mano, se dio cuenta de que el halcón le había hecho un feo arañazo en
la piel sensible que había bajo este.
Era una declaración de intenciones. Y el castigo no se hizo esperar.
Los halcones bajaron en picado a por ella. De repente, Sakura se vio
acosadas por el ataque de decenas de ellos, que le picotearon la cabeza, le
tiraron del pelo y la zarpearon allá donde pudieron. Esta gritó y se cubrió la
cabeza con los brazos, agitándolos de vez en cuando en un intento de alejar a
las aves, pero fue en vano; eran demasiadas y muchas de ellas, al ver que no
podían llegar a su cabeza o al rostro, fueron a por su torso, piernas y a
cualquier pedazo de carne al que pudieran acceder.
Sakura, al final, entre alaridos de dolor, desesperación y miedo, se puso en
pie como pudo y huyó por la puerta principal, buscando algún modo de huir de su
destino. Nadie se lo impidió; todos los nobles se hicieron a un lado cuando
ella pasó corriendo junto a ellos, siendo perseguida incansablemente por los
halcones que no cesaban en su intento de hacerle el mayor daño posible con sus
zarpas y su pico.
Mientras tanto, el halcón blanco voló de regreso al brazo de Naruto, quien
inclinó la cabeza a modo de reverencia. El ave, con el mismo respeto, se la
devolvió, como si así hubieran saldado alguna especie de deuda, y después se
marchó volando tras Sakura para acabar su castigo.
Solo entonces, Sasuke, junto a su padre y hermano, se acercaron
cautelosamente al creador, mirando siempre de reojo las puertas por las que
había desaparecido la mujer.
—Entonces, ¿está hecho? —preguntó Fugaku con suavidad.
Naruto asintió.
—Sí. Taka se hará cargo de ella.
—¿Sobrevivirá? —inquirió Itachi, pese a sospechar la respuesta.
El rubio entrecerró los ojos.
—No. Nadie escapa del castigo de los dioses.
Y, aunque tardarían muchos meses en tener pruebas, Naruto demostraría tener
razón.
Sakura lograría huir a duras penas de la fortaleza de los Uchiha a lomos de
su caballo y salir de la ciudad, pero moriría mucho antes de descubrir su
verdadero final. No importó que tuviera una rápida montura, pues no existía
animal más veloz en el mundo que los halcones, los cuales caían desde metros y
metros de altura para golpear a la traidora en las costillas o la espalda,
arañar sus brazos, con los que trataba de cubrirse la cabeza, o picotearle los
dedos. Ella trató de luchar sacando un cuchillo, pero los halcones se lo arrebataron
con suma facilidad; después, volvió a su anterior técnica de agitar los brazos
con la esperanza de hacer daño suficiente a uno de ellos como para que la
dejaran tranquila, pero, en vez de eso, sus brazos y sus manos acabaron tan
ensangrentados que parecía que alguien la hubiera estado torturando a base de
corte la piel, y, finalmente, cuando sus extremidades no pudieron soportar más
ataques, se encogió sobre su montura para proteger tanto estas como su rostro,
aunque solo consiguió que las aves fueran esta vez con más saña a por su
espalda y a tironearle del pelo, a pesar de sus súplicas, llantos y gritos de
miedo y desesperación.
Tan asustada y perdida estaba en esa situación que no se dio cuenta de que,
en todo momento, Taka y sus halcones estaban guiando a su caballo a base de
suaves golpes en los flancos y trazando arcos por sus costados para llevarla en
dirección a la sierra de montañas que se alzaban junto al hogar del dios. Sin
embargo, al verlas, Sakura creyó estar viendo su salvación y no su irónica
muerte, de modo que espoleó su corcel para llegar tan rápido como fuera posible
a las minas de las cuales los habitantes del Reino del Hielo extraían sus
piedras preciosas, pensando que tenía que haber algún lugar donde pudiera
refugiarse de los halcones. Solo entonces, estos la dejaron un poco más libre,
dejando que fuera directa al encuentro con su propio fin.
Sakura pensó que estaba salvada. Creyó que las aves habrían visto sus
intenciones y que se retiraban, poco dispuestas a penetrar en las peligrosas
cuevas… pero, nada más adentrarse lo suficiente en una de las montañas, Taka se
abalanzó con toda su fuerza sobre ella, golpeándola en la cabeza y tirándola
del caballo.
Y, de nuevo, los halcones volvieron para atacar ferozmente y sin piedad. Sakura
creyó que ahora habían más, pues no había parte de su cuerpo que quedó sin
arañar o picotear, y, además, el despliegue de alas que había a su alrededor le
impedía ver nada. Aturdida y ciega, se incorporó otra vez como buenamente pudo
y trató de correr a la vez que agitaba los brazos en todas direcciones,
recibiendo más cortes en el rostro en esta ocasión al no poder protegerse como
antes.
Estuvo en esa situación durante lo que a ella le pareció una eternidad,
chillando su frustración y desesperanza, viéndose totalmente incapaz de avanzar
o de escapar de su inminente castigo. Pero, en ese instante, los halcones
dejaron un hueco a la vista. Y Sakura corrió hacia él con el corazón acelerado,
sabiendo que era su única oportunidad de huir, esta vez sin molestarse en
protegerse, dejando que los halcones zarpearan sus mejillas y le cortaran los
labios.
Logró cruzar al otro lado. Pero solo para descubrir que había un
precipicio.
Inevitablemente, cayó al vacío con un grito de terror en los labios, observando
con ojos llorosos cómo las paredes rocosas se cernían sobre ella más y más,
cerniéndola en una oscuridad que se prolongaría por toda la eternidad, siendo,
curiosamente, la gélida mirada dorada de Taka lo último que vio antes de que se
estrellara contra un suelo rocoso que destrozó su cuerpo en el acto.
Sakura había intentado asesinar al hijo de Kurama arrojándolo al vacío. Era
justo que su muerte fuera la misma que había planeado para el creador.
Meses más tarde, unos mineros, que regresaban al trabajo tras el invierno, hallarían
su cadáver congelado en un estado deplorable; un cuerpo retorcido por la
espalda rota en tres lugares diferentes, las piernas en una postura inhumana,
los brazos hechos trizas por las garras de los emisarios de Taka, y la cabeza
colgando precariamente de un lado por el cuello roto, cuyo rostro, todavía con los
ojos abiertos, todavía parecía denotar el terror de saber que su muerte era
inevitable.
Lo que quedaba de ella fue entregado a su familia, la cual, tras la
deshonra que le había procurado su anterior heredera y estar presente el día en
el que fue castigada, no quiso hacer gran cosa, en parte temerosa por si Taka
consideraba que no era digna de tener un entierro propio de una dama de la
nobleza y en parte avergonzada por cómo había acabado por culpa de un amor
imposible. De modo que la enterraron a las afueras de sus terrenos, en una caja
sin nombre a metros y metros de profundidad.
Y así, Sakura Haruno quedó relegada en la oscuridad para siempre.
Naruto dejó escapar un gemido de puro gozo cuando, por primera vez en
semanas, pudo meterse en una bañera de agua caliente.
Una vez Taka se había hecho cargo del castigo de Haruno, Naruto había
pedido ir de inmediato con Izumi para poder ayudarla. Pese a que Sasuke no
había dicho nada, había visto en sus ojos su inquietud, el pobre seguía estando
preocupado por su estado de salud y sabía que no se quedaría tranquilo hasta
que fuera examinado por un médico. Por eso, le había prometido que, una vez
hubiera acabado con la futura reina, se sometería a todas las pruebas médicas y
cuidados que él considerara necesarios sin rechistar, aunque solo fuera para
mantenerlo tranquilo.
Sasuke aceptó su propuesta y le ayudó durante todo el camino, permaneciendo
en todo momento cerca de él, vigilando sus movimientos e incluso lo llevó en
brazos por las escaleras cuando su pierna herida no pudo soportar tantos
escalones seguidos. Así, siendo consciente de su estado y del cansancio
acumulado tras tantos días durmiendo más o menos a la intemperie en un clima
tan frío (pese a que había estado bastante protegido) y haberse alimentado
únicamente de conejos, entregó las Raíces de Piedra a Onoki para que pudiera
hacer la cura para Izumi y él se limitó a reunir todo el poder que había
obtenido del sol no mucho antes para volver a crear una protección alrededor de
su hijo, dándole un extra de energía por no haber recibido comida de su madre
en los últimos días.
Sin embargo, eso provocó que desfalleciera, agotado. Por suerte, Sasuke
estaba atento y reaccionó antes de que pudiera caer al suelo. Puesto que ya no
había nada más que pudiera hacer por la familia Uchiha, permitió que su marido
lo cogiera en brazos y lo llevara a sus aposentos, donde había descubierto que,
en algún momento, había pedido que le prepararan un baño.
Y ahora, aunque en su momento le pareció imposible, estaba recostado en la
bañera, dejando que el calor lo reconfortara.
—¿Eso quiere decir que estás bien?
Naruto alzó los ojos, encontrándose con su esposo. Le había dejado un
momento para traerle una muda de ropa limpia.
Él le sonrió.
—No he podido bañarme antes. Me sentía sucio y la verdad es que esto sienta
de maravilla.
Sasuke le devolvió la sonrisa y se sentó a su lado en el suelo para
acariciarle el rostro mientras lo observaba. Naruto no pudo evitar apoyarse en
su mano, había echado de menos el tacto de sus dedos.
—Estás más delgado —comentó el Uchiha de pronto.
El rubio esbozó una media sonrisa.
—Bueno, una dieta a base de conejos no es muy sana, pero es mejor que nada.
Los ojos de Sasuke brillaron.
—Así que comías conejos.
—Digamos que no había mucho donde escoger.
El hombre cogió su rostro entre sus manos, mirándolo fijamente. Naruto pudo
ver en ellos muchas emociones mezcladas, tanto alegría como dolor, alivio como
inquietud… y culpa. Mucha culpa.
Intuyendo hacia dónde iban sus pensamientos, se incorporó hasta sentarse en
la bañera y unió su frente a la suya a la vez que lo acariciaba con ternura.
—Nada de lo que me haya pasado ha sido por ti.
—Si no hubiéramos discutido, no te habrías separado de mí —dijo él,
cerrando los ojos con rabia—. Sé que Sakura jamás se habría atrevido a ponerte
la mano encima si me hubiera visto contigo.
—En primer lugar, fue ella la que me empujó, tú no tuviste nada que ver en
eso. Y, en segundo, yo tampoco tendría que haber dejado que me afectara tu
pasado con otras mujeres.
—Mujeres que te han hecho daño.
Naruto dejó escapar un largo suspiro. Sasuke se preocupaba demasiado, y por
cosas que no debería. Podía ver que lo había pasado claramente mal durante esas
semanas y lo último que quería era que estuviera martirizándose por algo en lo
que él no tenía ningún tipo de control.
—Sasuke… Estoy cansado y no tengo ganas de discutir, así que te lo voy a
decir una única vez —le dijo, mirándole seriamente a los ojos—. Todo el mundo
toma sus propias decisiones. Tú decidiste acostarte con varias mujeres, no
estabas comprometido, así que tenías la libertad de estar con quien quisieras.
Pero después son ellas quienes escogen qué hacer contigo, con los sentimientos
o no que les provocas. Karin es ambiciosa y juega sucio para tener lo que quiere,
Korin solamente esperaba que te casaras con alguien a quien ella considerara
digno de ti, y Sakura no supo controlar su obsesión, ni por ti, ni por mí.
Todas las consecuencias se desencadenan porque todos tomamos decisiones, por
tanto, uno sola persona no puede tener la culpa de que alguien haya actuado de
una forma u otra —dicho esto, separó un poco la cabeza con un suspiro cansado—.
Sakura y yo estábamos a solas. Ella podría haberse detenido, pero escogió no
hacerlo —y, tras decir estas palabras, le dedicó una mirada cálida y sonrió—. Y
si quieres hacerte el mártir, yo también puedo acarrear con algo de culpa. Me
sentí inferior a tus amantes cuando ya me habías demostrado lo mucho que me
quieres.
Sasuke tragó saliva, presa de la emoción: Naruto no estaba enfadado con él
por lo de Korin, ni por Sakura, ni por ninguna de las locas que iban tras él
por alguna extraña e incomprensible razón… y sabía que lo amaba. Conocía sus
sentimientos y no estaba huyendo de él. Antes le había dicho que le quería.
Incapaz de contenerse, lo abrazó con fuerza, importándole muy poco si se le
mojaba la ropa o lo que fuera. Todo estaba bien ahora. Todo iría bien a partir
de entonces.
Naruto le devolvió el gesto con cariño y lo besó en el cuello.
—Estamos vivos y juntos, Sasuke. Es lo único que importa ahora, ¿vale?
Él sonrió y asintió.
—Vale.
Ambos se quedaron un rato más abrazados, dejando que cualquier resquicio de
culpa, miedo y duda se desvaneciera del todo, acariciándose y dándose besos
castos en la cabeza o las mejillas. Sin embargo, tuvieron que separarse cuando
Sasuke escuchó bostezar a Naruto, sin duda alguna cansado después de un día de
tantas emociones y unas semanas agotadoras perdido en la ventisca. De modo que
lo ayudó a limpiarse de arriba abajo, comprobando de paso que no tuviera
ninguna herida, sintiéndose mucho mejor al ver que parecía estar perfectamente.
Tras ver que se encontraba bien, optó por dejar que Onoki lo examinara mañana y
llevarlo directamente a la cama.
Se le escapó una tierna sonrisa cuando lo recostó bajo las mantas y lo vio hacerse
un ovillo con un suave suspiro. A saber las cosas por las que habría pasado
para sobrevivir a la ventisca; la verdad era que despertaba su curiosidad, pero
podía esperar a mañana.
Sin perder el tiempo, se cambió de ropa por una camisa y pantalones cómodos
y buscó a su esposo entre las sábanas, pegándose a su espalda y rodeándolo amorosamente
con los brazos. Por fin se sentía completo. Dormir con la ansiedad de no saber
qué le había ocurrido a su rubio no le había permitido descansar bien y, de
hecho, empezó a sentir su cuerpo como una pesada losa, sin embargo, estaba en
paz, pues todas las cargas que había estado llevando sobre sus hombros se
habían ido.
Sospechando que se dormiría pronto, se apretó alrededor de Naruto,
acomodándose junto a él, y cerró los ojos.
—Descansa, Naruto. Te amo.
Sintió su mano sobre la suya, entrelazando sus dedos.
—Y yo a ti, Sasuke.
Él sonrió y lo besó en la cabeza antes de caer profundamente dormido.
Siiiii!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!, muchas gracias Alex, lo esperaba con ansias
ResponderEliminarAl fiiiiin. Dios, he llegado a sentir algo de "pena" por sakura... Un maravilloso cap. El como le han mostrado el respeto a Naruto ha sido precioso, ojala pasen mas cosas del estilo y todos miren maravillados a naru!
ResponderEliminarEsperemos que no tardes mucho para el próximo! Sigue así, es la mejor historia!!!
ahhhhhhhh estaba esperando actualización!! <3 escribes hermoso, al fin naruto esta a salvo :3
ResponderEliminarAmo todo lo que haces, gracias por el capítulo.
ResponderEliminarNo estoy pasando por un muy buen momento, mi abuela se debilita cada vez mas y esta en el ultimo tramo. Estoy ocupandome de muchas cosas a la vez, sin saber siquiera que sentir, pero asi como te dije en Face; tu me das vida. Gracias
ResponderEliminarHola!!!!! Me ha encantado el capitulo completo de principio a fin!! Me emociona que vuelvas a escribir este fic! Muchos saludos y besos!!!
ResponderEliminarAiiiish! No se publicó mi comentario; que poca! 🤬
ResponderEliminarEn resumen... Muchas gracias por la actualización <3
Hermoso capitulo (aun con lo de sakura xd) es genial que sigas el fic.
ResponderEliminarEsperare con ansias mas de lo que escribes . Gracias~~~~
Me gustó mucho. Espero la conti.
ResponderEliminarGracias por continuar la historia.
Esta es la quinta vez que leo el capítulo y siempre me hace soltar una lágrima por el reencuentro!!!! Espero que actualices pronto!!!
ResponderEliminarHola excelente día aquí esperando la actualización te mando besos y abrazos cuídate mucho
ResponderEliminarPor favor nada malo que ya no sufran se merecen ser felices amarse tener todo se que todavía queda misuki vivo por ahí pero ellos podrán contra el, sería genial un bebe jajajaja a va ko me hagas caso eres fantástica espero con ansias tu actulizacion amo tus historias me envuelves en ellas y créeme me ha en sentir tantas emociones que no encuentro palabras para describirlas eres simplemente fantástica lovius
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