Prólogo. El cachorro
—Ten mucho cuidado en Nueva York, cariño —le dijo su madre por enésima vez.
Itachi contuvo un
suspiro y le dedicó una sonrisa a la mujer. A sus diecisiete años, ya era uno
de los vampiros más poderosos de su clan, incluso podía vencer sin despeinarse
a los adultos, motivo por el cual era el orgullo de su familia y,
especialmente, de su padre.
—Voy a estar bien, mamá —la tranquilizó, abrazándola. Aún no había
alcanzado la mayoría de edad, pero le sacaba media cabeza a la hermosa
vampira—. Además, voy con Shisui, no nos pasará nada.
Su primo, a sus
espaldas, sonrió y asintió, como queriendo decir que cuidaría de él. Le sacaba
unos pocos centímetros de altura y era grande y musculoso; podría ser muy
intimidante si no fuera por su carácter abierto y bromista, extraño en un
miembro de su familia. Como todos los vampiros, tenía la piel blanca, casi
nívea, en contraste con su corto cabello negro grisáceo y sus ojos oscuros.
Shisui era unos
pocos años mayor que Itachi, pero eso no había impedido que fueran mejores
amigos aparte de parientes; de hecho, era la única persona a la que Itachi
podía confiarle cualquier cosa sin miedo a ser juzgado.
—No se preocupe, Mikoto —dijo su primo—, no le quitaré el ojo de encima.
—Procurad que los vampiros de esa zona no os inculquen malas costumbres
—habló su padre con seriedad.
Itachi se crispó
al escuchar esas palabras. Se separó de su madre y le dedicó una larga mirada a
su padre cargada de tensión. Mikoto los miró a ambos con inquietud; sabía que,
en las últimas semanas, la relación entre ambos se había vuelto fría, e intuía
que ese era uno de los motivos por los que Itachi se marchaba a Estados Unidos.
En cuanto a
Shisui, colocó una mano en el hombro de su primo, recomendándole sin palabras
que no hiciera nada, no podían permitírselo justo ahora. No cuando tenían algo
muy importante que hacer…
—¡Hermano, hermano! —chilló un niño pequeño muy parecido a Itachi, solo que
su pelo era más corto y de un negro brillante, igual que el de su madre—. ¡Yo
también quiero ir! —refunfuñó, hinchando los mofletes.
Toda la tensión en
el ambiente se desvaneció. Itachi no pudo evitar sonreír al bajar la mirada hacia
su hermano menor.
—Ya lo hemos hablado, Sasuke —le dijo con esa voz paciente que tendía a
usar con él—, aún eres demasiado pequeño para ir tan lejos. Ni siquiera sabes
cazar todavía.
Sasuke gruñó y se
cruzó de brazos, apartando la vista.
—Eso es porque no me dejan. Seguro que puedo cazar tan bien como tú.
—Pero si ni siquiera trepas bien a los árboles —rio Shisui.
El pequeño lo
fulminó con la mirada, haciendo que su primo riera con más fuerza. Sin embargo,
antes de que Sasuke decidiera abalanzarse sobre él, Itachi le dio un toquecito
en la frente, distrayéndolo.
—Cuando seas más mayor, Sasuke.
Este lo miró con
desconfianza. Si bien hubo una época en la que su hermano y él eran
inseparables, eso había quedado atrás. El año pasado, su padre, Fugaku Uchiha,
cabeza del clan Uchiha y líder de los vampiros de esa zona, decidió que era el
momento de que su primogénito fuera aprendiendo a dirigir a su gente y
adquiriendo funciones y responsabilidades; eso le había quitado mucho tiempo, y
Sasuke entendía que era muy importante para su pueblo que Itachi empezara a
aprender, pero… era él quien pagaba el precio.
Aun así, no había
mucho que pudiera hacer al respecto, por lo que asintió resignado y su hermano
le revolvió el pelo con cariño.
—Es una promesa, hermanito.
Sasuke sonrió un
poco y le dijo:
—Las promesas no se rompen.
—Nunca.
Más contento, se
lanzó a sus brazos para estrecharlo con fuerza.
—Vuelve pronto, Itachi.
—Lo haré.
—Y ten cuidado con los lobos.
Esas palabras
hicieron que la tristeza invadiera a Itachi. Sin embargo, no dijo nada, no
podía hacerlo y menos con su padre delante, a pesar de que lo que más deseaba
era evitar que su querido hermano pequeño se convirtiera en alguien como su
progenitor.
Tras unas palabras
más de despedida, Itachi por fin se subió en el coche de Shisui y partieron
rumbo hacia el aeropuerto. Durante una hora entera, no intercambiaron palabra,
atentos como estaban a los alrededores, esperando encontrar algún rastro de los
hombres de Fugaku o de otros vampiros. Era muy importante que nadie les
siguiera, no podían saber lo que Itachi había hecho… con Shisui como cómplice.
En realidad, la idea de Itachi había sido encargarse del asunto él mismo, ya
que era su responsabilidad, pero sus padres no le habrían dejado marcharse de
Japón sin al menos un adulto como acompañante… y sabía que el único que no le
delataría sería su primo.
Pararon el coche
cuando visualizaron una estación de servicio. Mientras Shisui echaba gasolina,
Itachi sacó una mochila grande de deporte y la llevó al cuarto de baño. Tras
echar el seguro, dejó la bolsa en el suelo y la abrió del todo, sonriéndole
apenado a lo que había dentro.
—¿Te encuentras bien?
Una cabecita rubia
se asomó, echando un vistazo a su alrededor con temor. No era más que un niño
pequeño: tenía la misma edad que Sasuke, sin embargo, era tan alto que
aparentaba ser más mayor; su piel estaba ligeramente bronceada, signo de que
había pasado mucho tiempo bajo el sol, en contraste con su cabello dorado, que
llevaba corto y desordenado, aunque eso lo hacía parecer aún más adorable; pese
a su altura, aún tenía un rostro infantil, con mejillas redondas y tres
curiosas marcas en cada mejilla, además de unos grandes y expresivos ojos, tan
azules como un cielo despejado.
—¿Ya no están los malos? —le preguntó a Itachi.
Este le acarició
la cabeza.
—Ya estamos lejos de ellos y no podrán hacerte ningún daño.
Los ojos del niño
se llenaron de lágrimas y se lanzó a los brazos del vampiro. Itachi lo envolvió
y lo estrechó contra sí, frotándole la espalda para darle algo de consuelo. Ese
chico era la razón por la que se iba, supuestamente, a Estados Unidos.
Por culpa de su
padre, ese pequeño cachorro de hombre lobo había quedado huérfano.
En Japón, la
mayoría de clanes vampiras aún sentían un odio irracional hacia esos
cambiantes; decían que eran monstruos sanguinarios, agresivos y poco
inteligentes, los comparaban con simples animales. Itachi sabía que no era así,
los hombres lobo podían ser territoriales pero, ¿qué ser vivo no lo era? Su
padre había erigido muros alrededor de su pueblo y los humanos edificaban
ciudades. Los hombres lobo no era tan diferentes, de hecho, él pensaba que eran
incluso más civilizados.
Un hombre lobo
jamás haría daño a un niño o a una mujer embarazada, ya que no los veían como
una amenaza. Su padre, en cambio…
Bueno, ahora ya no
importaba, no podía hacer nada para cambiarlo. Lo que debía hacer ahora, era
llevar al cachorro a Europa, con otra manada de licántropos. En ese continente,
después de una terrible guerra en la que los vampiros intentaron esclavizar a
los lobos, estos prácticamente los habían exterminado y ahora eran la raza
dominante. Por ese motivo, aunque fuera peligroso para él y Shisui, se dirigía
hacia allí, concretamente al norte de Rusia. Esperaba poder hallar a una manada
dispuesta a adoptar al cachorro y cuidar de él.
Finalmente, Itachi
se separó del pequeño, le limpió los ojos y puso sus manos a ambos lados de su
cara con una tierna sonrisa.
—Escucha, ¿qué te parece si te buscamos algo de comer mientras Shisui
termina de preparar el coche? Nos espera un viaje muy largo y tienes que estar
fuerte para el camino.
—Aún no me has dicho a dónde vamos.
—A un lugar donde estés seguro —dicho esto, le acarició la mejilla con
tristeza—. No puedo devolverte a tu familia, pero sí darte una nueva manada.
El pequeño frunció
el ceño, pero asintió. Itachi no podía evitar sorprenderse ante la fortaleza
emocional que mostraban los hombres lobo; al ser mitad animales, tenían una
forma diferente de llorar a los suyos: aunque sintiera un inmenso dolor por la
pérdida, seguían adelante sin apenas pensarlo. Su forma de razonar era que
llorar o lamentarse no les serviría para recuperar a sus seres queridos, pues
la muerte es parte de la vida, aun siendo inmortales.
Cogió de la mano
al pequeño y lo llevó a comer algo. Como era de esperarse, el cachorro escogió
varios filetes de carne y pidió que los dejaran poco hechos, mientras que
Itachi no pidió nada. Al ser vampiro, la sangre era el único alimento que realmente
lo nutría, aunque eso no significaba que no tuviera sentido del gusto; le
encantaba probar la comida humana, cosa que su padre desaprobó el día en que se
enteró. Él y su sentido de superioridad sobre mortales y hombres lobo… ¿No
podía entender que, pese a que la sangre de cada humano tenía un sabor
distinto, seguía siendo sangre? Su textura era la misma, y no es que el sabor
difiriera mucho… mientras que los mortales tenían una enorme variedad de
comida. Puede que no le diera el alimento que necesitaba, pero era gratificante
probar cosas nuevas; personalmente, le encantaba la alta cocina, con tantos
sabores curiosos y una presentación exquisita, era prácticamente un arte a sus
ojos.
Cuando el cachorro
terminaba de devorar su plato, Shisui se unió a ellos. Se sentó junto al
pequeño y le revolvió el pelo.
—¿Te gusta, Naru?
Este asintió con
entusiasmo.
—Estaba muerto de hambre.
—Ya, lo siento, desgraciadamente, los vampiros no solemos tener despensas —suspiró
mientras movía la cabeza de un lado a otro con clara decepción—. Nuestra gente
es aburrida, no quiere hacer cosas nuevas, se aferran demasiado a las
tradiciones. Al menos, pudimos darte conejos.
Naruto pinchó un
trozo de carne y se lo pasó.
—¿Quieres?
—Me encantaría. —Se inclinó para coger la carne con la boca y masticó—.
Mmm… Qué bueno está. Muchas gracias, Naru.
Itachi sonrió,
pensando en qué habría hecho de no ser por la ayuda de Shisui.
Un mes atrás,
había recogido a Naruto para esconderlo de su padre y evitar que lo matara, sin
embargo, él solo no lo habría conseguido; tenía muchas responsabilidades para
con su gente y no siempre podía vigilar al cachorro.
Por eso acudió a
Shisui. Él, al igual que otros vampiros de su edad, había tenido la oportunidad
de ver mundo y de relacionarse con otras criaturas, por eso sabía que los
valores de sus antepasados estaban equivocados. De modo que, aunque hizo un
poco de escándalo al enterarse de que Itachi había acogido a un niño hombre
lobo bajo el techo de su tío, accedió a ayudarle a cuidarlo junto a otros
amigos de confianza, quienes cazaron conejos para que pudiera comer y le
ayudaron a ocultar su olor.
Se arriesgaron
para que Naruto pudiera vivir el tiempo suficiente para llevarlo a un lugar
seguro. Le costó unas semanas, pero al fin Itachi consiguió convencer a su
padre, con ayuda de su madre, de que le dejara ir a Estados Unidos… Bueno, iba
a ir a otra parte, pero ellos no tenían por qué saberlo.
Ahora, solo tenía
que tener cuidado en Europa. Adentrarse en el territorio de una manada era muy
peligroso, pero estaba seguro de que los hombres lobo no considerarían una
amenaza a dos vampiros, y, creía que, cuando vieran a Naruto y les explicara
por qué le habían llevado hasta allí, les ayudarían.
—Itachi, ¿tú quieres?
Él bajó la vista
hacia el trozo que le ofrecía Naruto. Le sonreía con confianza, aunque aún
podía ver tristeza en sus ojos.
¿Cómo era posible que su padre creyera que una criatura así podía ser
sanguinaria?, ¿malvada? Naruto era la cosa más dulce y amable que había visto
en su vida.
Le acarició la
cabeza y le dijo que no tenía hambre. Si las cosas hubieran sido diferentes en
su clan, Naruto podría haber sido su otro hermano pequeño, se habría llevado
bien con Sasuke, ese pequeño cachorro era tan adorable que ni siquiera su
arisco hermano habría podido resistirse.
Pero, por
desgracia, las cosas no eran así. De modo que lo mejor que podía hacer por él
era darle una nueva familia lejos de su padre.
AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!
ResponderEliminarQ le haces a mi lado SN?!?!?! xDDDDD
Me encanto, y ya quiero leer el resto. Si q sabes como tentarme, eh? xD
Pd: Me obliga mi conciencia pero..Como esta el capi del RDLZ?? Y el fic de las gárgolas, no recuerdo cuando lo empezabas...
Espero q estes bien y ya nos leeremos x ahi! xD
Empezó muy bien si que sabes colo hacer que algún se adentre en la trama te mando un abrazo cuídate mucho
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