Mi Train
—Se siente muy bien, Sasuke —murmuró Naruto con los ojos cerrados.
Él le sonrió con cariño mientras le hacía un masaje en las piernas. Habían
pasado la noche durmiendo con los cachorros salvo Menma, que había dormido con
Yui en el sofá cama para tener un oído alerta, así como Kurama, que había
pasado la noche en el pasillo, en un nido de mantas que se había hecho para
estar más cómodo. Ahora, tras una noche de lluvia, el domingo había amanecido
soleado, los gemelos Saki y Miko estaban haciendo el desayuno, y Sasuke le
había pedido a Menma que llevara a un agotado Arashi por el Cambio a la cama
para que siguiera durmiendo, igual que había hecho con Kurama y Narumi, los
cuales necesitaban descansar porque estaban más heridos que los demás.
—Sabes que puedes pedírmelo cuando quieras, Naruto.
Este bajó la voz lo suficiente como para que los finos oídos de sus hijos
no pudieran oírle.
—Los dos trabajamos y tenemos siete adolescentes a nuestro cargo. No quiero
echarte más peso encima.
Sasuke frunció el ceño al oír eso y, de un movimiento rápido, ya estaba
sobre su rubio, mirándolo fijamente.
—Te quiero. Lo eres todo para mí. Tú nunca eres un peso.
Naruto sonrió y lo besó en los labios.
—Y yo a ti, pero sé realista. Solo hacer la colada es una pesadilla.
—Y por eso delego más responsabilidades a la Junta de los hoteles y tengo
un gestor para el camping, para poder ejercer de amo de casa y pasar tiempo
comiéndote entero cuando los niños están en el instituto. —Le dio un beso
húmedo en los labios antes de dedicarle un gruñido suave—. Me gusta la vida que
llevo contigo. Es tranquila y maravillosa, no la cambiaría por nada —y dicho
esto, volvió a besarlo más profundamente, dejando que su dulce compañero lo
abrazara y le devolviera el beso con esa ternura que lo había conquistado…
Hasta que sonó el timbre.
Un gruñido irritado salió de sus labios.
—Una vida tranquila que están interrumpiendo —masculló, intuyendo quién
era.
Naruto, que también sospechaba quién venía a verlos, le frotó los hombros.
—Sasuke…
—No, Naruto. Te atacaron con intención de matarte y también a nuestros
hijos, no permitiré que haya nada aquí que pueda haceros daño.
El rubio abrió la boca para decir algo, pero la cerró, incapaz de
argumentar nada a favor de los linces. Por un lado, se sentía culpable por ser
la causa de que su relación con la manada de Sven ya no volvería a ser la
misma, porque él comprendía cómo se sentían esos chicos, eran demasiado jóvenes
para ver el mundo como lo hacían los adultos y entender que no todo era blanco
y negro, por no decir que a esa edad las emociones se desbordaban y tendían a
tener esas reacciones tan extremas.
Lo entendía porque Kurama había sido así en su fase más rebelde. Nunca
había llegado al punto de tratar de matar a nadie, pero sí había hecho daño a otros
creyendo que llevaba la razón en descargar su furia contra alguien sin pensar
en las consecuencias de sus actos o cómo afectaría a su familia.
Pero, por otro lado, no es como si él también pudiera perdonárselo todo a
los linces. Sus hijos también habían resultado heridos y podrían haber muerto
para protegerlo. Por muy mal que se sintiera por Sven y algunos linces con los
que había trabado amistad, debía admitir que tampoco estaba del todo tranquilo
con aquellos jóvenes allí.
En ese momento, apareció Menma con el semblante serio.
—Es el hombre pantera que estaba ayer con los linces. Dice que quiere
hablar con vosotros.
Sasuke gruñó un poco. Había creído que sería Sven quien iría a tratar de
convencerlo para que permitiera que su manada se quedara allí, por lo que no le
habría resultado difícil echarle…
Pero Kurogane era harina de otro costal.
Joder, se avecinaba una discusión de la hostia.
—Déjale entrar.
Menma alzó una ceja, extrañado, pero asintió y desapareció un escaso minuto
antes de regresar acompañado por el imponente hombre, que saludó a la pareja
con una respetuosa inclinación de cabeza.
—Sasuke, Naruto.
Sasuke le devolvió el gesto con brusquedad.
—Cierra la puerta, hijo. No te preocupes, es un viejo amigo.
Su cachorro parecía intrigado pero, como de costumbre, obedeció confiando
en su juicio y escuchó sus pasos alejarse por las escaleras, probablemente de
vuelta con Yui.
Kurogane y él se miraron un segundo con firmeza antes de que este deslizara
sus ojos rojizos hacia Naruto. Su rostro de facciones duras se suavizó de un
modo tan imperceptible que solo aquellos que lo conocían bien habrían detectado
la leve tristeza en su mirada.
—Naruto, ¿cómo te encuentras? —le preguntó, acercándose a él.
El rubio le sonrió.
—Nada que no vaya a curarse.
—¿Me permites?
Sasuke le lanzó un fuerte gruñido de advertencia, a lo que su pareja
respondió dejando caer los hombros.
—Sasuke, es Kurogane. No me haría daño.
Sin embargo, la pantera le quitó importancia con un gesto de la mano al
mismo tiempo que se sentaba junto al doncel.
—Déjalo, es normal que esté protector. Aunque está bastante tranquilo,
teniendo en cuenta que no se ha abalanzado sobre mí para arrancarme el brazo
por atreverme a tocarte.
—Que te jodan, Kurogane —ladró Sasuke.
Este ni se inmutó mientras, con mucho cuidado, apartaba un poco el vendaje
de Naruto para olfatear la herida y examinarla por encima.
—Tengo demasiadas responsabilidades como para joder con nadie —replicó como
si nada antes de colocar el vendaje como estaba y dirigirse a Naruto—. Los
cortes fueron bastante limpios y no huelo signos de infección. Te pondrás bien
en poco tiempo.
—Deja de ignorarme —gruñó Sasuke.
—Entonces deja de estar tan tenso, sabes que soy la última persona que te
haría daño a ti o a tu familia.
—¿Y cómo quieres que esté, Kurogane? —interrogó Sasuke, sintiéndose
violento al recordar la imagen de su Naruto tirado en el barro, inconsciente y
con el pecho y el cuello ensangrentados, como si le hubieran cortado la
garganta—. Han atacado a mis hijos y a mi compañero, ¡podrían haberlos matado! —Hizo
una pausa al mismo tiempo que se paseaba por la habitación como un lobo
enjaulado—. La otra vez pude perdonarlos porque la cosa no pasó de una paliza;
pude entender que esos chicos hubieran malinterpretado la situación y que
estuvieran cegados por la furia del momento, pero, ¿ahora? Ha pasado un año,
Kurogane, y Sven me prometió que no se repetiría esto. ¿Cómo quieres que me
sienta en estos momentos? ¿Quién me asegura que no volverá a ocurrir esto? No
permitiré que esos linces estén aquí y que amenacen a mi familia; este es mi
territorio y la decisión es mía. Quiero que Sven y su manada se vayan y no
vuelvan a aparecer por aquí.
Kurogane ni parpadeó, se mantuvo impasible todo el tiempo, en absoluto
sorprendido por el arranque de rabia del hombre lobo.
—¿Has terminado?
Sasuke gruñó.
—¿Te parece poco?
—No he venido a pelear, Sasuke, sino a razonar contigo.
—¿Qué coño hay que razonar? Esos chicos por poco matan a Naruto y a mis
hijos y no hay más que hablar.
—Te recuerdo que tu hijo Kurama por poco le arrancó el cuello a uno de los
linces.
Tanto Sasuke como Naruto se tensaron. El rubio le lanzó una mirada asustada
a Sasuke, el cual percibió de inmediato su temor, aunque no apartó la vista de
Kurogane.
—Kurama protegía a su familia. Sabes que nuestras leyes no castigan la
muerte o la agresión cuando es por defensa justificada.
—No, pero sus padres no estarán de acuerdo y lo usarán en venganza por lo
que le ha ocurrido a su cachorro.
—¿Está muy mal? —preguntó Naruto.
Kurogane lo miró con calma.
—Se recuperará. Tardará un tiempo, pero lo hará… Sin embargo, sus cuerdas
vocales están seriamente dañadas. No volverá a hablar.
El doncel palideció y el arrepentimiento asomó a su rostro. Sasuke no
estaba tan afectado, seguía creyendo que su hijo hizo lo correcto al proteger a
su padre y a su hermano tan bien como pudo, pero notaba el malestar de su
compañero y no dudó en ir con él para abrazarlo y reconfortarlo.
—¿Por eso has venido? ¿Para advertirnos de que se acerca otro juicio?
—He venido a ahorraros las quejas de los padres de esos cachorros
ofreciéndoos un trato.
Sasuke resopló.
—¿Qué te ha pasado? Tú nunca has sido diplomático.
Kurogane se encogió de hombros.
—La gente cambia. Tú nunca te habrías retirado de la Caza ni te habrías
conformado con un compañero teniendo a todas esas lobas y lobisones detrás de
ti, pero conociste a Naruto y te convertiste en un afable lobo casero. Ahora yo
tengo familia, también, y eso ha cambiado mi perspectiva. Además, te recuerdo
que el lince que atacó a tu compañero está bajo mi cargo.
—Me sorprende que no lo hayas metido en cintura —masculló el lobo—, siempre
fuiste el más duro de los dos cuando cazábamos.
—Cuando decidí hacerme cargo de Shaoran, me di cuenta de que ser
excesivamente duro con un cachorro no es la mejor técnica, sobre todo si sus
padres acaban de morir. Train es especial, por eso he tenido que suavizarme.
—¿Qué tiene ese lince de especial? —Sasuke sabía que no estaba siendo del
todo justo al no ver a ese gato como a un adolescente, más todavía siendo uno
de los chicos de Kurogane, quien había sido su compañero cuando era Cazador, el
mismo que le había salvado la vida tantas veces que no sería capaz de
contarlas… Pero no era nada fácil. No cuando había estado a punto de asesinar a
su rubio.
La pantera lo miró con aire sombrío.
—Es el chico del caso Heartnet.
Al escuchar aquel apellido, tanto Sasuke como Naruto se sobresaltaron, en
absoluto esperando esa información. De hecho, el doncel se apretó contra su
lobo, que lo abrazó con fuerza.
—No sabía que acogiste a ese chico —murmuró Sasuke, comprendiendo de
repente por qué Kurogane estaba siendo tan blando con él. Lo cierto era que no
podía culparlo.
—Nadie sabe quién es, solo Sven, yo y ahora vosotros. Por eso me cogí dos
años de baja, para poder ocuparme de él antes de que se convirtiera en un
peligro para los demás, aunque fue Shaoran quien hizo más por él que yo. Por
eso se vuelve tan irracional cuando se trata de su hermano.
Naruto tragó saliva y se atrevió a preguntar:
—¿Cómo está?
Kurogane suspiró. Por primera vez, parecía cansado.
—Todo lo bien que puede estar alguien que ha pasado por lo que pasó él. No
lo sé, solo han pasado cinco años desde aquello y aún es un adolescente, está
en plena efervescencia hormonal y creo que tiene los mismos problemas de
agresividad que tu hijo Kurama… Sin embargo, en él están más acentuados a raíz
de lo que vivió. Trato de mantenerlo bajo control, pero los idiotas con los que
se junta no me ayudan, y tampoco quiero prohibirle que deje de verlos, le ha
costado mucho socializarse… aunque hubiera preferido que fuera con otros
chicos.
Sasuke se inclinó para tocarle el hombro.
—Lo siento. De haber sabido lo difícil que es esto para ti no habría sido
tan violento. —Hizo una pausa en la que frunció el ceño, debatiéndose consigo
mismo, hasta que al final suspiró—. No puedo perdonarle que estuviera a punto
de matar a mi compañero, pero… estaría dispuesto a negociar cómo solucionar
todo esto —dicho esto, miró a Naruto—. ¿A ti te parece bien?
Este asintió y le frotó el brazo.
—Sí. Ese chico ya ha pasado por mucho, no me gustaría perjudicarlo aún más.
—Después, colocó su mano sobre la de Kurogane y se la estrechó—. ¿Qué podemos
hacer para que esto sea más fácil para todos?
Kurama parpadeó al sentir unos dedos cálidos que acariciaban su cabello. El
olor de su padre lobo hizo que despertara calmado, sabiendo que estaba seguro,
y se giró perezosamente para mirarlo.
—Padre… ¿Ocurre algo?
Este esbozó una suave sonrisa.
—Todo está bien, hijo. Pero tenemos que hablar de algo.
Pese a que lo único que quería hacer en esos momentos era dormir, se incorporó
despacio, haciendo una mueca cuando una de las heridas le escoció, pero su
padre lo ayudó y le gruñó suavemente para consolarlo.
—Tómatelo con calma, cachorro.
Finalmente, Kurama se quedó recostado en la pared usando la almohada y su
padre se mantuvo sentado a su lado, de cara a él.
—¿Qué pasa?
El rostro del alfa se volvió serio.
—Tenemos un problema con los linces.
Todos los músculos del pelirrojo se tensaron.
—¿Van a venir a por Narumi? No pueden hacer eso, ¡no hizo nada!
—No se trata de él… sino de ti.
Él frunció el ceño, aunque le aliviaba un poco que no fuera a ocurrirle
nada malo a su hermano.
—¿Qué he hecho?
Su padre entrecerró los ojos y un ligero aroma a rabia llegó hasta su
sensible nariz.
—Se trata de uno de los linces con los que luchaste, al que heriste en la
garganta. Se pondrá bien con el tiempo, pero prácticamente le arrancaste las
cuerdas vocales y eso no les ha gustado a sus padres. Están pensando en ir a
por ti.
Kurama apretó los labios y sus manos se convirtieron en puños.
—Protegía a papá. Esos… gatos iban a matarlo.
—Lo sé, lo sé —lo tranquilizó Sasuke, colocando una mano en su mejilla para
acariciarlo—, y estoy muy orgulloso de ti por ello. Pero no quiero que otro de
mis hijos pase por otro juicio, uno que no estoy seguro de que podamos ganar
sin sufrir represalias.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el joven, ahora preocupado.
Los ojos de su padre eran tristes cuando le devolvió la mirada.
—Tienes un historial de agresividad, Kurama. No te estoy echando la culpa
ni mucho menos, lo sé mejor que nadie; yo también fui más instintivo cuando
despertó mi lado animal que mi hermano, pasé una mala racha y me metí en peleas
innecesarias. Sin embargo, esos padres usarán tus antecedentes como excusa para
decir que eres peligroso.
Kurama tembló de rabia. ¿Y ya está? ¿Esos cabrones atacaban a su hermano y
a su padre y al único que iban a castigar iba a ser a él?
—No es justo —dijo, con los ojos cargados de lágrimas. No sabía lo que
pasaría con él, pero sabía que lo separarían de su familia y eso le rompía el
corazón. No había nada más doloroso para un lobo que verse separado de su
manada.
Su padre se acercó y lo abrazó.
—No te preocupes, no va a pasarte nada. He aceptado un trato.
Kurama alzó la vista hacia él.
—¿Un trato?
Él asintió.
—No me hace mucha gracia, pero no pienso permitir que te aparten de
nosotros durante unos años por hacer lo que tenías que hacer. Los linces se
quedarán durante la época de celo, pero no se les permitirá acercarse a nuestra
casa ni tampoco a ninguno de nosotros.
El joven bajó los ojos.
No, no le hacía ni puñetera gracia. Es más, era un error… pero entendía que
su padre lo hubiera aceptado. Con todo lo que estaba pasando, su padre doncel
herido y todos sus hermanos nerviosos, lo último que necesitaban era otro
juicio por agresividad y que a él lo mandaran lejos.
—Entiendo. Puedo soportarlo siempre y cuando estén lejos de Narumi y papá.
—Hay algo más.
Kurama levantó la cabeza y le dedicó una mirada interrogante. La expresión
del lobo alfa era un poco dura.
—He exigido a cambio un castigo para los que os atacaron.
—¿Y eso es malo?
—No, uno de ellos está postrado en la cama y otros dos cumplirán con
trabajos de limpieza común en el territorio que les hemos asignado a los
linces.
—Falta uno.
Sasuke soltó un suspiro.
—El hermano de Shaoran. Lo hemos estado hablando mucho tiempo… y he
decidido que, puesto que atacó a un ser humano, le vendría bien estar rodeado
por ellos una temporada en el camping. Quiero que tú lo supervises.
—¡¿Qué?! —exclamó Kurama, rojo de ira—. ¡Ni hablar! ¿Por qué tengo que
estar cerca de ese maldito gato? Fue el que atacó a papá.
Su padre lo miró con seriedad.
—Por tres razones. La primera, demostrar que eres dueño de ti mismo, que
estás en equilibrio con tu lado animal; si estás cerca de ese lince sin
atacarle, todo el mundo sabrá que no eres peligroso y no podrán juzgarte. La
segunda, quiero que lo tengas vigilado, asegúrate de que no busca venganza
contra tu hermano, aún no termino de fiarme de él.
—¿Y la tercera? —gruñó el joven lobo, totalmente disgustado por muy buenos
que fueran los argumentos de su padre.
La mirada de Sasuke se suavizó.
—Quiero que le ayudes.
Kurama se sobresaltó. No había esperado eso.
—¿Qué?
Su alfa lo tomó de las manos y se las estrechó.
—Las personas, seamos humanos o cambiantes, somos de determinada manera no
porque lo hayamos querido así, sino porque las experiencias que vivimos, la
gente con la que nos cruzamos, nos marcan… para bien y para mal. Ese chico ha
tenido la mala suerte de haber vivido cosas horribles que le han hecho ver… la
peor parte del mundo.
—Padre…
—Sé que estás enfadado, y lo comprendo a la perfección. Pero piensa en cómo
habría sido tu vida si nos hubiese pasado algo a tu padre y a mí y hubieras
caído en las garras de personas terribles. Piensa en que cómo habrías actuado
si pensaras que alguien hubiera abusado de Saki o Miko.
Kurama se quedó callado un buen rato, tratando de ponerse en esa situación.
Si él, que ya de por sí tenía un temperamento fuerte, hubiera vivido la pérdida
de sus padres y hubiera tenido que valerse por sí mismo antes de terminar
atrapado con hombres que le habrían maltratado… Sí, sería el doble de agresivo
que era ahora. Mataría a cualquiera que creyera que podría haber hecho daño a
uno de sus hermanos, sin importar quién fuera ni tampoco las consecuencias.
Soltó un gruñido bajo.
—Sabes que esto no me gusta nada, ¿verdad?
El otro lobo asintió.
—Yo tampoco he perdonado a ese lince. Sabes que amo a tu padre y que no
toleraría que nadie que le hubiese hecho daño anduviera cerca de nosotros… pero
también he sido Cazador. He visto cosas horribles y sé qué suele provocarlas.
Algunas personas ya no tienen remedio, pero ese chico aún puede salvarse. —Hizo
una pequeña pausa en la cual esbozó una media sonrisa—. Además, quieres
encargarte algún día del camping, ¿verdad?
Kurama apartó la vista con cara de pocos amigos.
—… Sí…
—Piensa que vas a tener que aguantar a gente que no te gustará.
—No es lo mismo, padre.
—Si eres capaz de no arrancarle la garganta a ese lince, podrás lidiar con
cualquier idiota —dicho esto, se puso serio y cogió su rostro entre sus manos—.
Recuerda lo que te he enseñado sobre el equilibrio entre tus dos mitades y no
dejes que te provoque, porque es probable que busque excusas para poder hacer
daño a Narumi. Piensa en convertir a un enemigo en un aliado. Y sobre todo, no
olvides que hacemos esto por nuestra manada.
El pelirrojo asintió.
—Por la manada —prometió.
Train le lanzó una mirada asesina al lobo pelirrojo que tenía delante. De
todos los castigos que le podrían haber impuesto, de todas las cosas que
podrían haberle obligado a hacer, ¿tenía que ser precisamente hacer quién sabe
qué con ese chucho asqueroso?, ¿el hermano del cabrón que abusó de Shaoran y el
que había dejado a Shiki sin voz? ¿Por qué? ¿Por qué tenía que aguantar a ese…?
—Eh, ¿piensas mirarme así todo el día o vas a mover el culo? —le gruñó el
perro.
Él le devolvió el gruñido.
—No me hables así, imbécil.
—Tú no me insultes, capullo.
Train bufó y tensó los músculos.
—¿Quieres pelear, gilipollas de mierda?
El otro hizo amago de dar un paso hacia él… pero pareció pensárselo mejor y
retrocedió con un gruñido.
—Me encantaría darte una lección, pero paso de tener que estar cerca de ti
más tiempo del que ya nos han asignado juntos. Así que, cuanto antes te muevas,
antes podremos largarnos —dicho esto, le dio la espalda y se alejó a paso
rápido.
El lince maldijo para sus adentros, admitiendo que él tampoco quería estar
más tiempo del necesario cerca de ese perro, por lo que le siguió a
regañadientes hacia el camping en el que tendría que trabajar hasta que pasara
la época de celo. La verdad era que no tenía muy claro lo que tenían que hacer
allí… hasta que vio que se acercaban a un parque infantil en miniatura plagado
de críos de entre dos y cuatro años.
—Me estás tomando el pelo —declaró.
El lobo ni pestañeó.
—El camping dispone de una pequeña guardería para que los adultos y los
niños más grandes puedan disfrutar de excursiones sin tener que preocuparse por
los más pequeños. Se divierten aquí y también tenemos una cabaña con una zona
llena de juegos y material de dibujo y otra con literas para descansar.
—¿En serio vamos a hacer de niñeras?
—Sí.
—¿No podemos hacer otra cosa?
—No. —Vio que el lobo sonreía con diversión. Será hijo de…—. El invierno ha
terminado, a la gente le apetece salir a la montaña con buen tiempo, antes de
que aumenten las temperaturas, por lo que tenemos mucha gente y poco personal.
Train gruñó. Por mucho que odiara a ese chucho, era consciente de que había
hecho mal al atacar a aquel doncel; no es que le gustaran mucho los humanos, de
hecho, prefería permanecer lejos de ellos debido a lo que le hicieron a él y a
su familia, pero su odio ya no le cegaba tanto como antes, al menos, no para no
darse cuenta de que aquel humano estaba indefenso.
Igual que lo estuvo él cuando era un cachorro.
Se estremeció ante el desagradable recuerdo, algo de lo que se percató
Kurama, que lo miró con el ceño fruncido.
—¿Te pasa algo?
Train se tensó un instante, pero pensó rápido una respuesta convincente:
—No se me dan bien los niños.
El lobo asintió y se adelantó.
—Siempre hay una primera vez para todo. Te enseñaré.
El otro joven levantó una ceja al percibir el cambio en su tono de voz.
Parecía… más suave, era agradable.
Al darse cuenta de lo que acababa de pensar, sintió un ardor en las
mejillas y sacudió la cabeza, diciéndose a sí mismo que solo le había pillado
por sorpresa y que no volvería a bajar la guardia ante ese animal pulgoso. De
modo que siguió al joven lobo a una distancia prudencial hasta el parque,
diciéndose a sí mismo que cumpliría su castigo para no perjudicar a su manada y
también porque se arrepentía de haberle hecho daño a ese doncel, pero
procuraría vigilar también al lobo por si acaso.
Sin embargo, y curiosamente, el pelirrojo parecía mucho más centrado en
enseñarle cómo coger a los niños y qué hacer con ellos cuando lloraban que en
hacerle ningún daño por lo que, en contra de su voluntad, poco a poco fue
dejando de prestarle atención para entregársela por completo a unos niños
humanos que exigían su presencia en todo momento… lo cual le resultó de lo más
estresante y agotador, hasta las sesiones de entrenamiento con Kurogane eran
menos duras que aquello. Entre un niño y otro, no pudo mirar más al lobo que
las ocasiones en las que pasaban cerca el uno del otro, y este siempre parecía
tener más interés en estar con los pequeños que en vigilarlo, aunque sabía que
estaba atento de algún modo, ya que en cuanto percibía que hacía algo mal se
acercaba y le echaba una mano antes de enseñarle cómo hacer bien las cosas.
Train no podía estar más confundido. Ese lobo lo odiaba, lo había percibido
en su última pelea, una en la que por poco le arranca la garganta a Shiki de un
bocado, pero ahora actuaba con tanta profesionalidad que lo dejaba
desorientado… y, aunque se negaba a reconocerlo, su lado animal sentía cierto interés
por él. Lo había visto con los niños y le resultaba de lo más intrigante ver
cómo se relajaba con ellos y la forma en la que su rostro se suavizaba, la
amabilidad que desprendía y un lado juguetón que se le antojaba divertido por
mucho que se repitiera a sí mismo que alguien que defendía a un violador no
podía ser bueno…
Aunque, pensándolo bien, se trataba de su hermano. Él habría defendido a
Shaoran hasta la muerte si las cosas hubieran sido al revés.
Se le escapó un gruñido al pensar que estaba empatizando con él y que eso
no le gustaba.
—¡Milad! Tlai glunie como Kulama.
Train, que no lograba adaptarse al lenguaje de los más pequeños, frunció el
ceño sin comprender nada.
—¿Qué?
—Dice que gruñes como yo —dijo Kurama, que se encontraba a menos de dos
metros de donde estaban, antes de buscar a la niña que había hecho el
comentario con los ojos y sonreírle juguetón—, pero yo lo hago más fuerte —y
dicho esto, soltó una fuerte gruñido de lobo, dejando a Train horrorizado y a
los niños chillando felices.
El lince se acercó a él y lo cogió del brazo.
—¿Pero qué haces? —murmuró, mirando a todas partes—. Vas a conseguir que
nos descubran y nos cacen, imbécil.
El otro joven se encogió de hombros.
—¿Quién? No hay más humanos por aquí cerca que los que ves delante.
—¿Y si se lo dicen a sus padres?
—Son niños, pensarán que solo hacemos imitaciones, no que seamos cambiantes
que utilizan el camping como tapadera para vivir en mitad del bosque —tras
terminar con su explicación, cogió a un niño que no tendría más de dos años en
brazos y empezó a acunarlo para que se adormeciera.
Por otro lado, Train se quedó algo pensativo y se puso en cuclillas.
—¿Es eso el camping? ¿Una tapadera para que a nadie le sorprenda que vivís
aquí?
—Bueno, en parte sí, pero también es porque mi padre no quería irse muy
lejos del lugar donde vivía con su manada.
—¿Y dónde está?
Kurama se quedó un momento callado y su mirada se ensombreció un poco.
—Murieron hace muchos años, en un incendio que provocaron unos humanos.
Train se tensó ante esas palabras. No tenía ni idea de que la manada Uchiha
hubiera sido asesinada por los hombres, igual que la suya.
—Lo siento.
El lobo se encogió de hombros.
—Yo ni siquiera llegué a verla. En aquel entonces, mi padre lobo aún no
había conocido a mi padre doncel.
—Entonces, ¿cómo es que lo escogió para ser su compañero si era un ser
humano? —preguntó el otro cambiante, sin comprenderlo.
Kurama bajó la vista, momento en que fue consciente de que el niño que
sostenía se había quedado dormido, por lo que dejó de moverlo y permitió que
estuviera recostado sobre su pecho en una posición cómoda. Tras asegurarse de
que no había más pequeños cerca para escuchar la historia, miró al lince con
seriedad.
—Los lobos nacimos para vivir en manada. Un lobo que pierde a la suya,
pierde su razón para vivir. No quedó nadie de la familia de mi padre, solo él
sobrevivió al fuego y no pudo soportar no encontrar a nadie más con vida. Así
que se fue a la carretera y esperó a que pasara un coche.
Train se estremeció. ¿Esa mole enorme y fuerte que lo había sometido con
tanta facilidad que resultaba humillante, pensó en quitarse la vida?
Como si el otro joven leyera sus pensamientos, lo miró con cara de pocos
amigos.
—No espero que lo comprendas al ser un lince. Vais en manada por protección
contra los hombres, pero sois solitarios por naturaleza. Los lobos somos
diferentes, nacemos para vivir en grupo toda la vida, aunque sea uno pequeño,
como mi familia.
El lince asintió y se sentó con las piernas cruzadas.
—¿Y qué pasó?
Kurama sonrió un poco.
—Resultó que el primer coche que pasó por la carretera fue el de mi padre
doncel.
Train abrió los ojos como platos.
—¿Tu padre atropelló a tu otro padre?
El lobo soltó una carcajada.
—Sí, y mi padre doncel se sintió tan mal que lo cargó hasta el coche y lo
llevó corriendo a un hospital veterinario. Cuidó de él durante más de mes y
medio, y mi padre lobo se enamoró.
—Pero… el doncel no sabía que era un cambiante, ¿no?
—No. Mi padre se lo dijo más tarde, aunque nunca nos ha contado cómo
exactamente —dijo, poniendo los ojos en blanco—. Probablemente usó alguna de
sus perversiones.
El lince sacudió la cabeza, totalmente perdido.
—¿Perversiones?
—Está muy enamorado de él y lo toca cada vez que tiene la ocasión. Huelen a
lujuria constantemente —se quejó con un gruñido.
Train no pudo evitar hacer una mueca. Si él oliera alguna vez a Kurogane
excitado… Ugh…
—Eso es incómodo.
—Un poco —admitió Kurama antes de sonreír ligeramente—. Pero también es…
hermoso ver lo mucho que se siguen queriendo después de tantos años.
El felino también sonrió. Por un instante, un recuerdo de la infancia le
vino a la mente; su padre abrazando por sorpresa a su madre mientras ella hacía
el desayuno. Apenas tenía recuerdos de antes de la noche en la que los
asesinaron, pero los pocos que tenía y que no guardaban relación con aquel
horrible suceso eran felices y cálidos.
Sí, era hermoso querer a alguien de ese modo… y por eso, y por el amor que
había visto en sus padres y que le habían profesado a él, se sintió realmente
mal por haber estado a punto de arrebatarle algo así a un hombre que ya lo
había perdido todo.
Por eso, y a pesar de que todavía no terminaba de fiarse de los lobos, le
dijo:
—Lamento haber atacado a tu padre.
Kurama se sobresaltó un poco por la disculpa, pero al ver el rostro
arrepentido del gato y cómo huía de su mirada, supo que estaba siendo sincero.
—Mi olfato no es tan bueno como el de los lobos y confundí a tu padre con
uno. De haber sabido que era un doncel humano no le habría atacado. No es que
me gusten los hombres, pero estaba indefenso ante mí. No estuvo bien atacarle —dicho
esto, se atrevió a mirarlo de reojo—. ¿Está bien?
El lobo, tras recuperarse de la sorpresa, asintió.
—Sí. Se pondrá bien.
Train, algo incómodo por el extraño momento que estaba compartiendo con el
otro cambiante, asintió y se levantó.
—Me alegro —dijo para después alejarse rápidamente, sintiendo otra vez las
mejillas ardiendo y el corazón latiendo con fuerza.
Y no era el único, porque Kurama se lo quedó mirando entre estupefacto,
curioso e interesado. Realmente, lo que estaba haciendo ahora lo hacía por su
familia, para evitar que lo alejaran de ella y no darles más disgustos a sus padres
de los que ya tenían después del ataque de los linces, la parte de ayudar a ese
chico, como le había dicho su padre, no la había tenido demasiado en cuenta
porque no quería saber nada de ese gato… pero ahora veía que no era tan
insensible como había creído.
Puede que, después de todo, su padre tuviera razón y solo necesitara que lo
ayudara a ver las cosas desde su perspectiva. Tal vez solo estaba perdido y
herido por lo que quiera que le hubiera pasado y necesitara que alguien le
hiciera ver las cosas desde otro punto de vista. Y si ese debía ser él… con un
poco de suerte, podría convencerlo de que Narumi era inocente, así terminarían
todos sus problemas.
Tras pensarlo un buen rato, decidió que lo intentaría. El lince parecía
tener bastante sensibilidad como para sentirse culpable por atacar a su padre,
con algo de tiempo, y acercándose a él con cuidado, estaba seguro de que podía
conseguir que viera que Narumi solo había querido ayudar y que en ningún
momento había tenido intención de hacer daño a su hermano.
Lo tenía todo a su favor. Ahora solo tenía que refrenar su agresividad y
lograr que un lince solitario lo viera como a un amigo.
Dos semanas pasaron con una rapidez que ninguno de los dos esperaba y, lo
más sorprendente de todo, es que fueron bastante pacíficas. Tras conocer la
historia de Sasuke y Naruto, Train le había dado muchas vueltas al amor que
compartían; no es que los hubiera visto en persona ni nada, pero con saber por
lo que había pasado el lobo y los escasos recuerdos que conservaba de sus
padres, había estado pensando que él no había tenido nunca una relación así
desde que era niño, ni siquiera con Shaoran… y se dio cuenta de que, después de
lo que le pasó, se había cerrado en banda a permitir que nadie se le acercara
demasiado. No estaba seguro de por qué lo había hecho realmente, no creía que
fuera exactamente por miedo a perder a alguien sino porque… Bueno, tras la
muerte de sus padres, tuvo que forzarse a valerse por su cuenta sin contar con
nadie más, el resto se había dedicado a dañarlo de múltiples y coloridas formas
y, tal vez por instinto, quiso evitar que eso ocurriera de nuevo.
Sin embargo, también advirtió su soledad. Tenía a sus amigos, pero no
sentía que fuera una relación muy fuerte, en realidad, ellos fueron los que se
acercaron a él atraídos por su fuerza en forma animal y a Train le gustó ser
respetado, era la primera vez que alguien lo admiraba y, después de pasar tanto
tiempo entre miradas compasivas, la sensación de ser visto como alguien
poderoso y no una víctima fue adictiva. Sin embargo, no pasaba de ser eso. No
es que ellos fueran insignificantes para él, pero tampoco eran realmente
cercanos, a menudo prefería correr a solas por el bosque que ir con ellos a
practicar técnicas de caza con conejos.
En cuanto a Kurogane y Shaoran… Bueno…
Respetaba a Kurogane. Fue el hombre que lo salvó y siempre estaría en deuda
con él por ello, aunque a veces fuera un grano en el culo, pero cuando él
intentó acercarse, no se lo permitió tampoco y, en su momento, se sintió aliviado
porque respetara la distancia que había marcado, pero ahora se daba cuenta de
que su relación era fría en comparación con la que tenía con Shaoran.
Y su hermano… Él era el que estaba más cerca de su corazón y el que más se
esforzaba en entrar en él, pero… le seguía costando abrirse. Tantos años
viviendo como un animal salvaje, siguiendo la ley del más fuerte, hicieron que
adoptara una actitud de no mostrarse vulnerable jamás ante nadie, y por eso
parecía ser incapaz de decirle lo importante que era para él.
Porque de no ser por Shaoran, él no sería más que un simple animal.
El cambio de actitud de Kurama hacia él también lo ayudó a reforzar su
decisión de tener un buen comportamiento durante el castigo. Trataba de
hablarle como a cualquier otra persona y no como a un enemigo; las pullas nunca
faltaban, por supuesto, pero con el tiempo se volvieron más una costumbre que
amenazas reales y, al final, acabaron siendo su pequeña broma privada.
El mundo que le mostró el lobo también hizo que su perspectiva de las cosas
se ampliara a niveles que no había creído posible: aprendió a apreciar la
belleza y la quietud del bosque y a no verlo como un simple terreno de caza, a
contemplar a los animales como seres vivos y no mera comida, a comprender que
los humanos no eran muy distintos a ellos y había quienes eran crueles como los
que mataron a su familia y quienes eran de naturaleza amable como su padre
doncel. Gracias a él, sus necesidades más básicas, cazar, comer, dormir,
pasaron a ser otras completamente diferentes y, sobre todo, emocionales.
Anhelaba tener una familia a la que pertenecer, alguien a quien querer y
sentirse querido. Sin embargo, todavía le resultaba difícil abrirse a Shaoran,
el único con el que se sentía lo bastante cómodo como para intentarlo, aunque
él percibió el cambio en su actitud y eso le hizo sentirse mucho mejor, del
mismo modo que Kurogane notó con alivio que Train se estaba suavizando desde
que pasaba tiempo con Kurama.
Con el lobo, en cambio, era… fácil. No es que se contaran sus vidas a
menudo, pero descubrió que los dos eran muy parecidos y que precisamente por
eso no necesitaban hablar demasiado; ambos apreciaban el silencio y tener sus
momentos a solas, eran más instintivos que el resto de cambiantes y por eso
disfrutaban corriendo y luchando, de hecho, sus pullas acababan a veces en
leves forcejeos para probarse el uno al otro. El caso era que, precisamente por
esas similitudes, ambos empezaron a comprenderse y a entablar una comodidad que
crecía muy rápido gracias a todo el tiempo que pasaban juntos en el camping.
Ese día, les había tocado hacer vigilancia por las sendas que usaban los
excursionistas para asegurarse de que no había cazadores cerca que pudieran
herirlos sin querer… o matar a un cambiante. Desde que lo había sabido, Train
estaba especialmente ansioso y tenía todos los sentidos alerta, a la espera de
cualquier señal de que hubiera uno cerca.
—Más despacio —lo llamó Kurama—. Estás muy nervioso.
El lince se detuvo y se dio cuenta de que estaba a tres metros del lobo,
que caminaba con calma entre la maleza con una elegancia predadora
electrizante; no era la misma que la de los felinos, sinuosa y sutil, sino
poderosa y majestuosa, le llamaba mucho la atención y que Kurama tuviera además
una figura delgada pero musculosa, como la del animal que llevaba dentro, no
hacía más que atraer sus ojos.
—Ey, ¿me estás escuchando?
Train alzó la vista hacia sus ojos azules. Eran hermosos y de mirada
intensa y fogosa, hizo que un estremecimiento recorriera su espalda y que su lince
interior gruñera.
—Tengo buen oído —se limitó a decir, permitiendo que llegara hasta él.
El lobo lo examinó con ojo crítico.
—Hoy estás exaltado. ¿Ha pasado algo?
Él se removió, algo incómodo.
—¿Crees que veremos cazadores?
Kurama estrechó los ojos, como si así pudiera ver a través de él y
averiguar lo que le ocurría.
—Acaba de empezar la primavera, puede que aún tarden un poco, hay animales
que aún no han salido de sus madrigueras. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Por qué?
¿Acaso te dan miedo?
Train gruñó con tal fuerza que pilló desprevenido a Kurama.
—Los odio.
El lobo lo miró con detenimiento hasta que captó un aroma picante que
provenía de él. Tras unos momentos, lo cogió suavemente del brazo y lo instó a
sentarse sobre unas piedras que sobresalían de entre los arbustos altos.
—Puedo oler tu rabia y tu dolor. ¿Quieres hablar de ello?
Train dudó un poco. Nunca había hablado con nadie de la muerte de sus
padres, o de lo que ocurrió con él después, detestaba recordar todo lo que tuvo
que aguantar en las garras de aquellos humanos… en cómo lo destruyeron pedazo a
pedazo, en lo que le convirtieron.
Sin embargo, antes de que fuera consciente de ello, se sorprendió a sí
mismo diciendo:
—Unos cazadores mataron a mis padres.
Kurama no se sorprendió, había sospechado algo desde que había visto cómo
Train interactuaba con los humanos y, además, el hombre pantera llamado
Kurogane no parecía ser su padre. Atar cabos no le había resultado difícil.
—Lo siento mucho.
El lince asintió con brusquedad y levantó las rodillas hasta el pecho,
abrazándolas y apoyando el mentón sobre ellas con la mirada perdida.
—Yo tenía doce años, sufrí el Cambio mientras estábamos en el bosque de
excursión. No fue un problema hasta que mi padre oyó a los cazadores. Fue a intentar
asustarlos, pero lo mataron. Yo no podía moverme, entre que sufría los síntomas
de fiebre y que no sabía controlar mi cuerpo ni siquiera tuve fuerzas para
ponerme en pie. Mi madre trató de defenderme, pero eran muchos y también la
abatieron.
Kurama no dijo palabra. Ya había dicho que lo sentía y era consciente de
que Train le había oído, solo lograría irritarlo y en esos momentos era lo
último que quería. En vez de eso, preguntó:
—¿Te encontraron?
Train asintió despacio y apretando los puños, aunque sus ojos estaban
llenos de lágrimas.
—Me encerraron en una jaula y me echaron en la parte de atrás de una
furgoneta. Luego, lanzaron los cuerpos de mis padres a mi lado como si no
fueran más que basura. Yo no podía parar de chillar. Estaba en forma animal y
era incapaz de controlar mis emociones amplificadas por el Cambio, solo quería
acurrucarme en ellos y suplicar que volvieran, estuve llorando hasta que me
quedé sin voz. —Hizo una pausa en la que tragó saliva—. En algún momento,
llegamos a una cabaña. Tenían muchos animales enjaulados pero yo era el único
cambiante. En ese momento, no lo supe, pero esos hombres eran cazadores
furtivos, venían en busca de animales exóticos para venderlos o sacarles el
mayor provecho posible. —De repente, ya no pudo seguir hablando, se quedó
atragantado por el nudo que tenía en la garganta.
Kurama, preocupado y profundamente dolido por el fuerte aroma a tristeza
que lo estaba impregnando todo, se levantó y se sentó a su lado para tocarle el
brazo.
—No es necesario que sigas.
Sin embargo, Train ya no podía parar, necesitaba sacarlo de su interior,
como si fuera una especie de parásito que lo estaba matando por dentro.
—A mis padres los despellejaron para vender su piel y dejaron que sus
cuerpos se pudrieran en mitad de la nada.
El lobo abrió los ojos como platos, horrorizado. Puede que hubiera intuido
que sus padres hubieran muerto de forma violenta, pero ni por un instante se le
pasó por la cabeza que hubiera más que eso, algo tan terrible como que Train
fuera testigo de cómo les arrancaban la piel, probablemente con la misma
impasibilidad con la que alguien pliega la ropa o limpia el pescado para hacer
la comida, antes de lanzar sus cuerpos en cualquier parte, como cuando tiras la
piel de las patatas a la basura.
Cuando el lince alzó la mirada hacia él y contempló sus ojos, ya no vio al
cambiante que atacó a su padre, o al feroz felino que se abalanzó sobre su
hermano. No pudo ver nada más que un cachorro muerto de miedo y tan perdido que
no sabía lo que hacía.
—Y a mí me vendieron —le dijo con la voz rota y un asomo de lágrimas a
punto de caer por sus mejillas—. Después de un año en el que me mantuvieron en
una jaula diminuta, aterrorizándome con los golpes que les daban a los barrotes
y divirtiéndose dejando mi comida lejos para ver si la alcanzaba, me entregaron
a una mujer que me dejó en manos de un hombre que pretendía adiestrarme a base
de golpes de fustas y que me puso un collar de castigo al cuello para que ella
me estrangulara cada vez que yo me portaba mal. Estuve tan muerto de miedo, tan
solo… que ni siquiera me atreví a adoptar mi forma humana. Pasé dos años
enteros siendo un lince. Me rompieron, Kurama, me convirtieron en un animal
salvaje y violento. Incluso ataqué a Kurogane cuando vino a salvarme.
Kurama, que había sido incapaz de articular palabra ante todos los horrores
que le estaba describiendo Train, por fin pudo farfullar:
—¿Kurogane?
—Él seguía siendo Cazador entonces —asintió Train, apartando los ojos de él
y moviendo la cabeza a un lado y a otro—. Sabía que yo seguía vivo y llevaba
dos años buscándome. Él intentó calmarme, pero yo no respondía, creía que iba a
hacerme daño como todos los demás a pesar de que era un cambiante. A mí no me
importaba, estaba muerto de miedo y en cuanto me sacó de la jaula me lancé
sobre su cara y traté de huir.
—¿Lo hiciste?
El lince resopló. Las lágrimas habían desaparecido, pero ahora temblaba.
Kurama no lo pensó demasiado, su lobo interior actuó por su cuenta y rodeó al
otro joven con sus brazos, ofreciéndole calor y consuelo. Sorprendentemente,
este no lo rechazó y se apretó contra su pecho.
—Claro que no, era más grande y más rápido, me noqueó enseguida. Pero tuvo
que mantenerme en una habitación con seguridad durante seis meses en los que yo
seguía sin adoptar forma humana. Todos creían que había enloquecido y que no
podría recuperar mi humanidad.
—Pero no fue así —susurró Kurama, tocando su cabello para reconfortarlo.
Su gesto pareció funcionar, ya que Train pareció relajarse un poco y apoyó
la cabeza en su hombro. Sus movimientos no eran algo que hiciera a propósito,
estaba perdido en su memoria e inconscientemente necesitaba consuelo con desesperación,
por eso su lado animal, instintivo, había ido en busca de la calidez que le
ofrecía el cuerpo del lobo.
—Un día, dejaron que Shaoran entrara en mi celda. Era el primer niño que
veía en… en mucho tiempo. Los cazadores furtivos no tenían y mi ama odiaba los
críos. Me sentí desorientado por su aparición, pero no me acerqué. Él solo me
estuvo hablando, me contó que sus padres también murieron, pero que ahora tenía
una nueva familia y que estaba mejor. Me prometió que todo iría bien y que
estaría conmigo hasta que me recuperara.
—Y lo cumplió —adivinó Kurama en un murmullo.
Train asintió y, poco después, se separó un poco para mirarlo a los ojos.
Su irises dorados estaban cargados de dolor y miedo.
—Si no fuera por él… yo no sería nada.
El lobo, incapaz de hablar, volvió a abrazar al lince, que aceptó el gesto
y escondió el rostro en su pecho. Kurama se limitó a acariciar su cabeza en un
intento por consolarlo mientras reflexionaba lo que acababa de descubrir.
Ahora lo entendía. Shaoran era el primero que había tratado con cariño a
alguien que había pasado su adolescencia siendo tratado ya no como un animal,
sino como un mero objeto por el que sacar dinero y al que exhibir como a una
exótica mascota… Alguien que había visto cómo sus padres eran asesinados antes
de ser despellejados y abandonados para ser devorados por los gusanos, alguien
que había vivido encogido y aterrorizado en una jaula, alguien a quien habían
tratado de domesticar mediante una correa de estrangulamiento. No le extrañaba
que fuera tan violento cuando se trataba de Shaoran, o que fuera tan agresivo
de por sí. ¡Diablos!, él también habría sido así si hubiera pasado por lo
mismo, puede que ni siquiera hubiese sido capaz de mantener la cordura y
recuperar su humanidad.
Train sí. Pero seguía estando dañado.
Quería ayudarlo.
Quería darle un hombro en el que llorar y unos brazos en los que
refugiarse… tal y como estaba haciendo ahora.
Train sonrió mientras sus patas atravesaban el bosque a gran velocidad.
Aquel era el último día de su castigo y Kurama y él lo estaban celebrando con
un pequeño juego de persecución.
Las dos últimas semanas habían sido las mejores en la vida de Train, que él
pudiera recordar, al menos. Después de desahogarse con Kurama, sintió que se
quitaba un peso de encima y le resultó más fácil abrirse a los demás, siendo el
primero Shaoran, que notó el cambio con alegría e hizo que ambos estuvieran más
unidos; también ayudó a que su relación con Kurogane fuera un poco más cercana,
el cual se percató de la evolución de su carácter y pudo permitirse tener
esperanzas de que, tal vez, el muchacho pudiera rehabilitarse por completo.
En cuanto a Kurama… Train descubrió en él lo que era una amistad verdadera.
Con Creed y los demás pasaba el rato escuchando sus charlas de superioridad
sobre los demás, que, antes de conocer a Kurama, le parecían normales, después
de todo, los más fuertes eran los que sobrevivían y no veía que fuera malo que
ellos creyeran estar por encima del resto cuando en el futuro lo más probable
fuera que la manada dependiera de ellos para sobrevivir… pero, claro, lo había
estado viendo desde su punto de vista más primitivo, como el animal que había
sido hasta no hace mucho tiempo. Ahora empezaba a darse cuenta de que sus
“amigos” no eran gente demasiado… apta para convivir con en una manada de
cambiantes actual: mientras que estas procuraban mantener a los clanes
familiares unidos para propiciar una mejor colaboración a la hora de protegerse
los unos a los otros de los humanos, Creed y su grupo solo pensaban en ellos
mismos y en sus privilegios. Además, le vino a la mente algunas cosas que Creed
había hecho, como el año pasado cuando intentó animarlo a que pasara la época
de celo con alguna chica o doncel, añadiendo que si no lo hacía no sería un
hombre, o la vez en que hizo un comentario despectivo sobre el hecho de que
Shaoran fuera medio humano; se puso tan furioso que lo desafió a un combate en
ese momento, resultando vencedor con facilidad.
A raíz de todo eso, comenzó a alejarse del grupo… y a pasar más tiempo con
Kurama. En él encontró a alguien a quien confiarle sus inseguridades y sus
dudas, le ayudó mucho a la hora de abrirse más a Shaoran, puesto que ambos
tenían personalidades parecidas pero con la diferencia de que el lobo tenía
muchos hermanos y estaba acostumbrado a demostrar su afecto a su manera.
También… También empezó a sentirse atraído por él.
Fue un día en que estaban cuidando a los niños más pequeños y tenían que
bañar a los recién nacidos. Por supuesto, a los más juguetones les encantaba
chapotear en el agua y los más rebeldes, obviamente, pataleaban enfadados, lo
cual equivalía a que Kurama y él acabaron empapados y que tuvieron que
cambiarse… Ahí fue cuando vio por primera vez su fuerte torso, esculpido por
unos pectorales que estaban en desarrollo de ensancharse y unos abdominales
bien definidos, todo ello recubierto por una deliciosa piel tostada adornada
por gotas de agua que deseaba lamer de su cuerpo.
Sin embargo, no fue el único que se quedó embobado mirándolo, ya que el
aroma del deseo de Kurama llegó a su nariz e hizo que se sonrojara.
La atracción era mutua.
Ambos se quedaron sin saber muy bien qué hacer, es decir, era la primera
vez que los dos sentían algo así por otra persona y no tenían ni idea de cómo
actuar, así que se vistieron rápido y continuaron con sus tareas como si nada
hubiera pasado… hasta que llegó el momento de despedirse. Tanto él como Kurama
eran conscientes de que no tenía sentido ocultarlo, de modo que algo tendrían
que hacer… Por desgracia, ninguno era muy fan de las cosas románticas, por lo
que no tenían ni la menor idea de cómo iniciar un acercamiento, a pesar de que
sabían que sería correspondido.
Al final, Train fue quien dio el primer paso. Guiado por su instinto
animal, se acercó a Kurama e inclinó la cabeza para frotar su nariz contra su cuello,
aspirando su aroma a bosque y lobo, viril y fuerte… era de lo más atrayente.
Poco después, el otro cambiante gruñía suavemente, diciéndole que le gustaba lo
que hacía y rodeó su cintura con los brazos, enterrando el rostro en su pelo.
Se quedaron abrazados un rato y luego se sonrieron y se fueron. Desde entonces,
su relación había ido avanzando poco a poco entre besos y caricias cada vez más
subidas de tono… hasta ese momento.
Train dio un salto alto hacia la izquierda, aterrizando sobre un árbol en
el que impulsó sus patas con fuerza para aumentar la velocidad. Podía escuchar
a Kurama detrás de él, aunque a una buena distancia; se estaba tomando su
tiempo, por supuesto. Los dos sabían que los felinos en general eran más
rápidos que los lobos, pero había una diferencia esencial: mientras que los
felinos podían mantener su velocidad máxima durante unos pocos minutos, los
lobos podían mantener ese ritmo durante mucho más tiempo, de modo que Kurama
estaba esperando a que se agotara para poder acabar de cazarlo. En un combate
real las cosas serían diferentes, evidentemente, siempre podría subirse a un
árbol y tender una emboscada para atacar a los ojos y cegarlo, pero no era el
caso… y Train quería que lo atrapara.
Redujo la marcha y empezó a moverse en zigzag, esquivando algunos arbustos
con elegancia, dándole tiempo a alcanzarlo. Sonrió al escuchar cómo sus patas
aceleraban el ritmo hasta tenerlo justo detrás de él; no opuso ninguna
resistencia cuando lo oyó saltando sobre él y chilló feliz cuando lo lanzó al
suelo y acabaron dando vueltas hasta que el lobo lo detuvo con sus fuertes
patas. Al mirarlo, este sonreía con la boca abierta y la lengua fuera; Train
ronroneó suavemente y levantó la cabeza para lamerle el hocico, haciendo que
Kurama gruñera de gusto antes de adoptar forma humana.
—Te cacé —le dijo, curvando los labios con malicia.
Él también se transformó y levantó una ceja.
—Oye, no me vengas con aires de superioridad, que he dejado que me
cogieras.
El lobo se inclinó sobre él, ensanchando su sonrisa.
—¿Y por qué te has dejado cazar? —le preguntó antes de darle un beso
profundo y húmedo que hizo que Train gimiera y le abrazara la espalda,
arqueando la espalda y dejando que su miembro se frotara contra el suyo.
Gruñó complacido cuando el lobo le mordisqueó el labio inferior antes de ir
a por su garganta, pasando los colmillos por su sensible piel antes de acentuar
la caricia con su lengua; mientras tanto, una de las manos de Kurama se enredó
en su pelo, apoyando el codo en la tierra para sujetarse, y la otra se
deslizaba por su costado lentamente, retrasando el momento de llegar hasta su
cadera, donde deslizó sensualmente los dedos por la ingle hasta alcanzar su
polla. Soltó un fuerte gruñido de placer a la vez que le salía pelaje por todas
partes, lo cual hizo que su amante se apartara para contemplarlo con esos
fogosos ojos azules que tanto le gustaban.
—Me encanta tu pelaje —comentó, observando el pelo que tenía en las
mejillas—. Tiene rayas de color castaño oscuro, es bonito.
Train sonrió y jugueteó con el flequillo del lobo.
—A mí me gusta tu pelo. Es indomable… como tú.
Kurama le devolvió la sonrisa.
—Quién lo diría si me viera así contigo.
—¿Te molestaría que alguien nos viera así? —preguntó, un poco cohibido.
Para su alivio, el lobo negó con la cabeza.
—Me molestaría que alguien te viera como estás ahora, desnudo y excitado.
¿Pero que descubrieran que estamos juntos?, para nada.
—¿Y tu familia? ¿Lo aceptaría?
Kurama se encogió de hombros.
—Les sorprendería, pero lo harían.
—¿Tu padre lobo también? —interrogó, algo preocupado.
Vio la duda en los ojos del pelirrojo y supo que eso no lo tenía tan claro.
No le extrañaba y, a decir verdad, tampoco lo culpaba; después de todo, atacó a
su compañero y eso no era algo que le pudiera perdonar fácilmente, a pesar de
que Kurama parecía haberlo hecho.
—Tendría sus reservas hacia ti, pero creo que lo aceptaría. Además, mi
padre doncel me ayudaría —dicho esto, ladeó la cabeza, mirándolo con curiosidad—.
¿Qué hay de tu familia?
Train resopló.
—Shaoran estaría encantado, y sospecho que Kurogane se alegraría también. Me
he dado cuenta de que está más relajado desde que voy contigo.
—Así que tenemos vía libre… —comentó Kurama con un brillo travieso en los
ojos.
Él alzó una ceja.
—¿Vía libre para qué?
—Para hacer esto —respondió con sencillez antes de morderle el cuello.
Train jadeó fuerte y clavó los dedos en las nalgas del lobo. Debía
reconocer que amaba cuando Kurama se ponía dominante, hacía que tuviera ganas
de provocarlo y desafiarlo, por lo que dejó que salieran sus caninos y lo
mordió a su vez en el hombro, aunque procurando no herirlo, tal y como hacía el
lobo con él. Oyó que este gruñía con fuerza una advertencia:
—Train, tengo tu polla en mi mano.
Él gimió cuando este le hizo una pequeña presión que solo logró ponerlo
duro.
—¿Y qué piensas hacer con ella? —jugó con él.
Kurama gruñó otra vez y, entonces, empezó a mover su mano sobre su miembro.
Train echó la cabeza hacia atrás con un rugido de placer, contoneando las
caderas a su compás, sin importarle lo más mínimo la expresión satisfecha de su
amante, a quien le había salido pelaje en el cuello y las mejillas; sabía lo
mucho que le excitaba verlo así, al borde del orgasmo porque él le estuviera
tocando, al fin y al cabo, a él también le ocurría, le gustaba saber que era él
quien volvía loco a Kurama, que eran sus caricias la que lo ponían duro y que
gracias a las cosas que le hacía estallaba en éxtasis.
Tal y como hacía él en esos momentos.
Arañó la espalda de su amante cuando se corrió con un gemido, provocando
que este gruñera complacido y excitado a la vez. Un delicioso estremecimiento
lo recorrió de arriba abajo cuando este se inclinó para lamer su cuello y
plantar besos húmedos en los que, de vez en cuando, lo rozaba con los dientes.
—Quiero que te corras otra vez —dijo contra su piel con la voz enronquecida
por el deseo.
Él ronroneó suavemente antes de soltar un erótico gemido cuando los dedos
de su lobo masajearon otra vez su polla, todavía un poco dura por el orgasmo.
Como en los últimos días, correrse una sola vez no era suficiente, ambos
querían mucho más.
Y ese día, Train pensaba ir más lejos.
—Había pensado… en hacer algo especial —admitió—. Ya sabes, es el último
día que estamos en el camping…
Kurama se separó un poco y lo observó con curiosidad.
—¿En qué habías pensado?
Él sonrió y, sin previo aviso, se movió rápido. El pelirrojo no lo vio
venir y se quedó mirándolo con los ojos abiertos desde el suelo, tumbado boca
arriba mientras él se posicionaba mejor sobre él, sentándose a horcajadas en su
cintura… con el trasero justo delante de su miembro, dejando que este tocara
sus nalgas.
Al ver que Kurama se sonrojaba, esbozó una enorme sonrisa.
—Por fin logro ponerte rojo.
—Train, tú… ¿quieres que yo…?
—¿Me folles? —preguntó con voz sugerente al mismo tiempo que movía las
caderas arriba y abajo, de tal forma que sus nalgas acariciaran la polla dura
del lobo—. Quiero montarte.
El otro joven se incorporó hasta sentarse y rodeó su cintura con los
brazos. Él cerró los ojos al sentir sus manos en su espalda, ascendiendo por
sus omóplatos hasta su cuello y de ahí una fue a su nuca y la otra hacia una de
sus mejillas, todavía peluda por el deseo. Se presionó contra su palma, amando
que lo acariciara con ternura; no recordaba la última vez que alguien lo había
tocado así, aunque probablemente hubiera sido su madre cuando era pequeño. Le
gustaba esa calidez.
—¿Estás seguro de que quieres hacerlo? —le preguntó Kurama en un murmullo.
Train abrió los párpados y vio incertidumbre en los irises azules del lobo.
Le sonrió para infundirle confianza.
—Sí.
—Yo nunca… —empezó a decir su amante, pero él lo acalló con un beso suave y
cariñoso que pretendía tranquilizarlo.
—Ya lo sé. —Lo había sabido desde la primera vez que ambos se dieron cuenta
de la atracción que ejercían sobre el otro y, a decir verdad, por eso se sentía
tan confiado, porque era la primera vez de los dos y ninguno se haría el
listillo o el experto en ese tema—. También es algo nuevo para mí, por eso
quiero estar encima. ¿Te parece bien?
Kurama respondió besándolo con ardor y abrazándolo con fuerza.
—Me parece muy sexy.
Train ronroneó y le sonrió.
—Pero antes, vas a tener que prepararme.
Los ojos del lobo brillaron ante su propuesta.
—¿Cómo?
Sin dejar de mirarlo a los ojos, él cogió su mano y se llevó dos de sus
dedos a la boca para lamerlos. No pudo contener una sonrisa satisfecha cuando
vio que a Kurama le salía pelo en los hombros y la espalda.
—Train, no hagas eso, no como si estuvieras chupando mi polla.
Sin hacerle el menor caso, se los metió tan profundo como pudo en la boca y
dejó escapar un fuerte gemido incitante, burlándose del otro joven, que soltó
un gruñido bestial.
—Train… —le advirtió de nuevo.
—¿Qué pasa, Kurama? Te noto muy duro ahí abajo —se rio de él, travieso.
El pelirrojo estrechó su cuerpo contra el suyo y apartó los dedos de su
boca para pasarlos entre sus nalgas y humedecer su entrada. Train jadeó un poco
por la expectación y abrió los muslos con un gruñido suave, dándole a entender
a su amante que lo deseaba.
—Tú, Train. Tú eres lo que me pasa —dijo el lobo antes de meterle un dedo
hasta el fondo y mordisquearle el cuello. Train solo pudo chillar de placer.
Un par de horas más tarde, Train ronroneaba a gusto mientras Kurama le
acariciaba la espalda de arriba abajo.
Por primera vez desde la muerte de sus padres, se sentía en paz y completo,
feliz. No tenía ni idea de que el sexo pudiera hacerle sentir así, siempre
creyó que, después de lo que le hicieron los humanos, él sentiría el acto como
algo frío y vacío, tan solo satisfacer una necesidad básica… Aunque, también
era posible que la razón por la que se sentía tan lleno y tranquilo fuera
porque no había sido solo sexo.
—¿Te encuentras bien?
Levantó la cabeza para encontrarse con los hermosos ojos azules de su lobo.
Su mano fue hacia su nalga derecha y la acarició con cariño.
—¿Te duele mucho?
Él no pudo evitar sonreír, le gustaba que se preocupara por su bienestar.
Sin reservas, lo besó en el pecho y se acurrucó en el hueco de su cuello,
abrazándolo por la cintura.
—Es bastante soportable. Estoy bien.
Escuchó cómo el gruñía de una forma que recordaba a un ronroneo para
después besarlo en la cabeza y estrecharlo contra su cuerpo. Train sonrió feliz
y frotó su mejilla contra la suya en una muestra de afecto que Kurama le
devolvió sin dudarlo. Ese intercambio de mimos significó mucho para él, como lo
había significado su primer beso, la primera caricia, esa primera vez… Porque
al fin había comprendido lo que necesitaba realmente en su vida, algo a lo que
se había cerrado con desesperación por miedo a que otros le hirieran.
Amar y ser amado.
De repente, Kurama se colocó encima de él y frotó su nariz contra la suya.
—Entonces… ¿eres mío? —le preguntó el lobo en voz baja.
Train parpadeó, aunque su corazón dio un respingo antes de empezar a latir
con fuerza. Tragó saliva y preguntó:
—¿Y tú?
Sin pensárselo dos veces, el pelirrojo cogió una de sus manos, la besó y se
la llevó al corazón.
—Soy tuyo.
Un torrente de alegría lo inundó, llenándolo de pura y dulce felicidad, por
lo que abrió la boca para decirle que sí, que también le pertenecía… Sin
embargo, un pensamiento sombrío hizo que sus labios se tensaran y su ceño se
frunciera. Kurama notó eso y la inquietud lo embargó.
—Eh, ¿qué pasa? —preguntó, acariciándole la cara.
Train le correspondió rápidamente para no asustarlo. Pero, aun así…
—Antes de responder… necesito hacer algo.
El lobo arrugó la frente.
—¿Qué es?
No quería decírselo, no quería discutir ese tema con él, ahora no. No
después de hacer el amor.
—Es algo importante —dicho esto, le dio un beso rápido y le sonrió—. No te
preocupes, prometo darte una respuesta esta noche, ¿de acuerdo?
Kurama pareció relajarse un poco ya que sus hombros dejaron de estar tensos
y, además, inclinó la cabeza para frotar su mejilla contra la suya.
—Está bien. Pero si no me avisas esta noche, iré a cazarte.
Train ronroneó y le abrazó por el cuello.
—Me parece bien… pero esta vez, me follarás tú.
—Grrr… —respondió su lobo, dándole un último beso en el cuello antes de que
se despidieran.
Él adoptó forma de lince y corrió a un ritmo medio hacia su cabaña, dándose
tiempo para meditar en cómo iba a abordar ese tema con delicadeza… porque era
verdad que necesitaba estar seguro antes de decirle a Kurama lo que sentía por
él. Lo cierto era que, a esas alturas, ya estaba casi seguro de la verdad,
pero… quería estarlo al cien por cien, quería estar con su lobo sin que nada
que pudiera separarlos.
Al llegar a la cabaña, se transformó en humano y entró haciendo el menor
ruido posible, olisqueando el lugar. El aroma de Kurogane era leve, lo cual lo
alivió porque indicaba que había salido, no quería que estuviera allí teniendo
en cuenta la conversación que quería tener con…
—¿Shaoran? —lo llamó suavemente.
—Aquí arriba —respondió su hermano.
Subió las escaleras y fue en primer lugar a su habitación para ponerse lo
primero que vio (no era una conversación para tener desnudo) y luego se dirigió
a su verdadero destino, el cuarto de Shaoran. Lo encontró sentado en la cama
con la espalda apoyada en la pared, leyendo un libro; al escucharle entrar,
marcó la página por la que iba y lo dejó a un lado antes de alzar la vista
hacia él con una sonrisa… que desapareció de repente y fue sustituida por un
fuerte sonrojo.
—Ah… ¿Train?
No necesitaba preguntarle qué quería saber exactamente, ya que se imaginaba
lo que estaba oliendo, por lo que se encogió de hombros y se sentó frente a él
en la cama con las piernas cruzadas.
—Sí, he tenido sexo con Kurama.
Shaoran no esperaba que lo admitiera tan abiertamente, así que le costó un
poco articular las palabras.
—Ah… Eh… Yo… —Finalmente, sacudió la cabeza y carraspeó, aunque sus
mejillas seguían tan rojas como un tomate—. Me alegro por ti.
—Gracias.
Ya recuperado de la sorpresa, el otro joven se inclinó hacia él con
curiosidad y una pequeña sonrisa.
—Entonces… ¿estáis juntos?
Train bajó los ojos.
—Él me ha hecho la misma pregunta.
—¿Y qué le has dicho?
—Que antes de responder, tenía que hacer algo importante.
—¿Y qué es?
Inspiró hondo y cerró un momento los párpados, preparándose para lo que
estaba a punto de pedirle a su hermano. Al abrirlos, centró sus irises dorados
en Shaoran con seriedad.
—Necesito saber lo que pasó esa noche con Narumi.
Vio con pesar cómo todo el cuerpo del otro lince se tensaba y cómo se
encogía sobre sí mismo, como si tratara de parecer más pequeño. Era una medida
de defensa instintiva, y odió ser él quien la provocara.
—Train… —empezó Shaoran, pero él lo interrumpió acercándose más y
cogiéndolo de las manos para darle un apretón.
—No quiero forzarte a decir que Narumi abusó de ti. Solo… Solo quiero
escuchar tu versión, nada más.
—¿Por qué? ¿Por qué ahora? —interrogó el más joven.
Train suspiró.
—Porque este año no he sido un buen hermano y me he negado a escucharte.
Estoy… intentando hacerlo mejor. Además, no podría estar con Kurama si me
quedara con la duda de si Narumi te ha hecho daño o no. Por favor, prometo que
solo escucharé.
Shaoran se quedó un minuto entero en silencio, dudando. Sabía que Train se
había estado esforzando por integrarse mejor en la familia y que había puesto
una distancia considerable con sus antiguos amigos, y creía que hablaba en
serio cuando le decía que tenía miedo de salir con Kurama en el caso de que su
hermano le hubiera hecho daño.
No quería que Train perdiera la oportunidad de enamorarse por su culpa.
Si él había hecho un esfuerzo, él también podía hacerlo.
Así que se acercó más a su hermano y le apretó las manos, tragando saliva.
—La verdad es que… sí pasó algo ese día.
El otro lince sintió su corazón en un puño. Por primera vez en un año,
deseaba haberse equivocado, deseaba haber sido solo un idiota cabezota que por
estar cegado por la furia no hubiera escuchado a su hermano.
Tuvo que tragar saliva dos veces antes de preguntar:
—¿Narumi?
Al ver hacia dónde iban los pensamientos de Train, Shaoran se apresuró a
decir:
—No, no. Narumi solo pasaba cerca de allí y escuchó la pelea. Él… Él me
salvó, Train. El resto ya te lo imaginas.
Él cerró un momento los ojos, profundamente aliviado. Entonces, no habían
sido imaginaciones suyas que, durante aquel año, Shaoran se hubiera retraído en
sí mismo y se hubiera encerrado en casa por miedo pero, al parecer, sí se había
equivocado a la hora de juzgar al culpable.
—¿Qué pasó? —Al ver que Shaoran dudaba, le estrechó las manos de nuevo—.
Por favor, no tengas miedo, sabes que te protegeré sin importar quién te haya
puesto las manos encima.
El otro joven negó con la cabeza y la bajó.
—Nunca pensé que me creerías, por eso no dije nada.
—Lo haré, te doy mi palabra.
Su hermano alzó la cabeza y lo miró con temor.
—Fueron Creed y sus amigos.
Train sintió que algo frío lo atravesaba.
¿Creed? De acuerdo que se había dado cuenta de que él y su grupo tenían una
actitud de completos gilipollas pero, ¿llegar al punto de atacar a su hermano
cuando ellos pregonaban que eran amigos?
—Creo que olieron que había entrado en celo —continuó Shaoran, esta vez,
sin mirarlo a la cara, incapaz de ver lo mucho que le había afectado la noticia—.
Dijeron que a nadie le importaría si jodían a un mestizo, que solo servía para
satisfacerlos.
Train recordó en ese momento aquel comentario que hizo Creed una vez. Dijo
que alguien como él, un lince de sangre pura, no debería andar con medio
humanos como Shaoran, que su único valor era la manera en la que podían
utilizarlos para sus propias necesidades.
Una rabia visceral lo inundó. Ahora lo entendía todo. Las marcas de lucha
que vio en Shaoran y también en sus “amigos” eran porque habían luchado entre
ellos, no porque hubieran defendido a Narumi, que casi no había tenido esa
clase de heridas cuando fue a darle una paliza creyendo que era el que había
abusado de él.
Lo habían engañado para que se pusiera de su parte y, peor todavía, por su
culpa, había estado aterrorizando a su propio hermano; al no creerle, al
escuchar a Creed antes que a él, le había infundido miedo, había hecho que
pensara que no estaba de su parte y que tal vez lo dejaría bajo la protección
de esos bastardos cuando él no estuviera cerca. Por eso se había negado a salir
de casa tanto tiempo, así no tendría que estar bajo la supervisión de nadie que
no fuera Kurogane o la suya, había preferido estar encerrado en casa antes de
arriesgarse a que lo dejara con sus abusadores.
—Los mataré —juró con un gruñido.
Shaoran se acercó para poner las manos sobre sus hombros.
—Train, no. No me pasó nada gracias a Narumi, estoy bien.
Train lo miró con rabia en los ojos.
—¿Que estás bien? Has estado asustado durante un año entero por su culpa,
me engañaron para que no tomara venganza contra ellos y me manipularon para que
hiciera daño a la persona que te salvó. ¿Esperas que me quede de brazos
cruzados?
—Eso es exactamente lo que harás.
Tanto él como Shaoran se sobresaltaron al escuchar la voz grave y profunda
de Kurogane, que se encontraba en el umbral de la puerta de la habitación con
los brazos cruzados y una mirada sombría clavada en el más joven de los linces.
Este bajó la cabeza.
—Kurogane, yo…
—Silencio, chico, luego iré a por ti —dicho esto, sus ojos severos se
desviaron hacia Train—. No vas a mover un dedo contra esos cuatro. Ya has hecho
bastante con el numerito que les montaste a los lobos, no necesitamos más
problemas.
—¿Y ellos se irán de rositas? —gruñó Train, enfadado.
La pantera le devolvió el gruñido.
—Claro que no, pero deja que Sven y yo nos encarguemos de esto. Así no
habrá consecuencias para nadie salvo para esos cuatro.
Train se relajó un poco… a regañadientes. Si bien no era lo que quería
hacer, sabía que era lo correcto; ya había hecho bastante con todo el daño que
le había causado no solo a su propio hermano, sino también a la familia de
Kurama. No quería crear más problemas, ahora no. Shaoran le necesitaba más que
nunca, y quería empezar una relación con su lobo. Lo mejor era dejar que
Kurogane manejara el asunto, después de todo, ese hombre podía ser aterrador si
se lo proponía. De modo que hizo un asentimiento.
—Está bien. No haré nada a menos que tú me digas lo contrario.
El cambiante levantó una ceja, ligeramente sorprendido, pero se centró
rápidamente en Shaoran, a quien se acercó, poniéndose de rodillas frente a la
cama y acorralándolo entre sus enormes brazos.
—A ver, chico, cuéntame por qué no he sabido nada de esto hasta hoy.
Shaoran se encogió de nuevo.
—Lo siento.
—No quiero una disculpa, ya sé que lo sientes y entiendo que estuvieras
asustado y que te preocupara que el mocoso no creyera tu historia, pero ahora
estás hablando conmigo. Sabes que yo te habría creído dijeras lo que dijeras, y
que habría hecho trizas a quien fuera necesario, así que dime por qué no me
dijiste nada a mí.
El muchacho contempló dubitativo al hombre, pero era consciente de que
Kurogane no se movería de allí hasta que no soltara prenda, por lo que bajó de
nuevo la vista, avergonzado y sintiéndose como si le hubiera decepcionado,
mientras decía:
—Fue por el padre de Creed.
Train frunció el ceño sin comprender.
—¿El padre de Creed?
—Sé que nuestra manada es próspera gracias a su trabajo, la mayor parte de
nuestros ingresos vienen de él. Sabía que si acusábamos a Creed, él no ayudaría
a la manada. No creí que tuviéramos ninguna oportunidad durante el juicio.
Eso inquietó un poco al lince, quien observó a la pantera con un asomo de
duda. Podía entender el temor de Shaoran, poco podrían hacer ellos tres contra
una manada entera, por mucha razón que tuvieran al acusar a ese desgraciado.
Sin embargo, el rostro de Kurogane seguía siendo imperturbable.
—Train —lo llamó este, haciendo que el joven se sobresaltara. Era la
primera vez que lo llamaba por su nombre y no “mocoso” como solía hacer—,
déjame un rato a solas con Shaoran.
Él miró un instante a su hermano, sin querer dejarlo solo ante una posible
bronca.
Pero como si la pantera pudiera leer sus pensamientos, le dijo:
—No te preocupes, no va a ser una reprimenda, solo una explicación.
Train intercambió una última mirada silenciosa con Shaoran, que asintió con
la cabeza. A pesar de que quería saber lo que Kurogane quería decirle, se
levantó tras acariciarle el pelo como muestra de afecto y se fue de la
habitación, escuchando cómo cerraban la puerta tras él.
Train esbozó una sonrisa tierna al ver el sencillo mensaje que le había
dejado Kurama en el móvil; quería saber si había hecho lo que tenía que hacer y
si estaba bien. Le escribió una respuesta rápida asegurando que todo había ido
bien y que iría esa noche a verlo y a darle una respuesta. También quería
hablarle de las revelaciones que había tenido esa tarde y… había algo muy
importante que tenía que hacer con la familia Uchiha.
Los pasos de Kurogane le llamaron la atención y se dio la vuelta, a tiempo
de ver cómo salía al porche para sentarse a su lado en las escaleras que
conducían a su cabaña. Vio cómo suspiraba y se pasaba una mano por el pelo,
parecía cansado.
—¿Ha ido todo bien? —preguntó, un tanto preocupado por Shaoran.
—Sí, tranquilo —lo calmó Kurogane—, solo quería que Shaoran supiera que me
importa un rábano quién le haga daño, como si es el puto presidente del país. —Hizo
una pausa en la que sus ojos rojizos se perdieron en algún lugar de su memoria—.
Les prometí a sus padres que lo protegería sin importar lo que ocurriera. Y yo
no hago promesas que no puedo cumplir.
Aun así, Train se sentía intranquilo.
—¿Qué hay del juicio? ¿Habrá problemas por el padre de Creed?
Kurogane lo miró y levantó una mano para revolverle el pelo.
—No te preocupes por él, mocoso. O se hace responsable de los actos de su
hijo, o puede buscarse otra manada. Sven no es un perrito faldero que va detrás
del culo de los que tienen dinero, no tolerará esta clase de comportamiento
entre sus clanes, y créeme, conoce a tu hermano y conoce a Creed, se pondrá de
nuestra parte.
—¿La manada sufrirá repercusiones por esto? —preguntó, frunciendo el ceño—.
Quiero decir, aunque ganemos el juicio, la manada puede salir perdiendo si él
decide no ayudar.
La pantera entrecerró los ojos.
—Somos mayorcitos, nos las apañaremos. De todos modos, el hecho de perder
facilidades económicas no debe ser, jamás, motivo para que los poderosos hagan
lo que quieran con los demás, sobre todo si se trata de violencia o abusos. Sí,
para nosotros sería más fácil sobrevivir, pero el precio a pagar sería
demasiado alto, yo no podría vivir de esa manera. Además, somos animales, al
menos en parte, hace cuatro días vivíamos en cuevas y cazábamos lo que
comíamos, no necesitábamos nada más —dicho esto, le dio un apretón en el hombro—.
Aún eres muy joven, Train, así que solo preocúpate por tu hermano y deja que
los adultos nos encarguemos del resto.
Él asintió.
—Está bien.
Kurogane lo contempló detenidamente unos segundos antes de fijar la vista
en el horizonte, donde el sol se había ocultado entre las copas de los árboles,
convirtiendo el cielo en una amalgama de colores rojizos y anaranjados.
—De todos modos, he estado pensando —comentó.
Train ladeó la cabeza, curioso.
—¿En qué?
El hombre cabeceó un poco, como si estuviera meditando.
—En que tal vez… debamos pasar una temporada lejos de la manada.
Él parpadeó, sorprendido.
—¿Lo dices en serio? ¿Qué…? ¿Por qué? Siempre has estado aquí.
—Soy una pantera, mocoso, a mí no me va este rollo de convivencia en grupo —dijo
Kurogane con una mueca.
El lince estaba cada vez más confuso.
—Entonces, ¿por qué hemos estado siempre con Sven?
—Porque Shaoran y tú necesitabais una manada —respondió el otro cambiante
con seriedad—. Los padres de Shaoran acababan de morir, no creí que alejarlo de
su hogar fuera la mejor opción para superar su muerte, y tú tenías que aprender
a confiar en los demás… aunque me temo que no escogiste las mejores compañías. —Al
escuchar que Train gruñía con rabia, Kurogane le frotó la espalda—. No te
tortures, comprendo que no fuera un buen momento para ti.
—Creed dijo una vez que Shaoran era menos que nosotros por ser mestizo —replicó
él, enfadado—, que debería ser algo así como un esclavo al servicio de sus
necesidades. Debí darme cuenta entonces.
—Nadie piensa que alguien a quien conoce llega a esos extremos.
—Pero yo lo he vivido —dijo entre dientes—, yo debería… debería poder
reconocer a esa clase de gente.
La mirada de Kurogane se ablandó. En un gesto inesperado, pasó un brazo por
los hombros del muchacho y lo pegó contra su pecho en una especie de abrazo.
—He sido Cazador durante más de dos décadas. A muchos asesinos los he
reconocido a quilómetros de distancia, podía olerlos al otro lado de la calle…
Pero ha habido algunos a los que no vi venir. Podría haber evitado que hicieran
daño a más gente, pero no me di cuenta a tiempo. Al menos Shaoran fue
afortunado, da gracias por eso y no te mortifiques, a todos puede pasarnos —y
después de eso, se separó de él.
Train agradeció sus palabras en silencio. Había pasado una parte importante
de su vida entre personas crueles que habían cometido actos horribles, así que
había estado convencido de que era capaz de ver a ese tipo de gente enseguida…
pero nunca había estado más equivocado. Había culpado a Narumi, lo había herido
a él y a su familia, mientras que los verdaderos culpables se habían ido de
rositas y lo habían manipulado con mucha facilidad.
Todo porque él había estado demasiado centrado en sí mismo, en vez de estar
al lado de Shaoran.
Pero ahora podía hacer las cosas bien.
—¿Y qué vamos a hacer?
Kurogane se encogió de hombros.
—Quedarse con la manada no me parece una buena opción. Shaoran ha estado
muy estresado este año; pensé que estaba triste porque él no quería dejar a
Narumi, pero ahora comprendo que tenía miedo de esa panda de gilipollas. Lo
mejor para él es estar lejos de todo esto —tras decir eso, lo miró con una ceja
alzada—, y creo que también será bueno para ti. No creo que puedas soportar ver
a esos imbéciles por aquí sin querer arrancarles la garganta.
Train gruñó.
—Podría soportarlo un tiempo, pero no siempre.
—Lo imaginaba. Además —añadió con una sonrisa—, me da en la nariz que has
hecho un buen amigo aquí.
Él levantó una ceja.
—¿No te molesta?
—Claro que no, me alegro por ti. Kurama es un buen chico y tiene carácter,
te vendrá bien.
Él esbozó una media sonrisa. La verdad era que sí. Si bien Shaoran había
sido el que había conseguido que superara el trauma y le había devuelto parte
de su humanidad, Kurama había sido quien había finalizado el proceso y, además,
había logrado que abriera su corazón a los demás.
—¿Eso quiere decir que quieres que nos quedemos aquí? ¿Con los Uchiha?
Kurogane se encogió de hombros.
—Shaoran está deseando ver a Narumi, tú estás deseando volver con Kurama y
Sasuke y Naruto son buenos amigos míos. Aparte, esto está bastante tranquilo
cuando no es época de celo. Creo que los tres estaríamos bien aquí.
Train sonrió, la idea de quedarse cerca de Kurama todo el año le gustaba,
así como también se sentía mejor al pensar que Shaoran estaría a salvo allí.
—¡Eh, Train!
Su tranquilidad se rompió al reconocer la voz de Creed cerca. Alzó la vista
y ahí lo encontró, caminando en dirección a su cabaña con un brazo alzado en
actitud amistosa. Un gruñido bestial salió de sus labios al mismo tiempo que se
aferraba a la madera del porche con sus largas uñas, tratando por todos los
medios de no lanzarse a por él y partirle el cuello.
—No ataques a menos que él te golpee primero —le recordó Kurogane—. Tu
castigo ha terminado con éxito y Sven está contento por tu buen comportamiento,
pero si te lanzas a por él sin provocación previa, puedes meterte en un buen
lío.
El lince resopló, pero cerró los ojos y respiró profundamente una y otra
vez, tal como le había enseñado Kurama para calmarse. Él también había tenido
problemas de agresividad cuando despertó su lado animal y le había enseñado a
lidiar con esa faceta de su carácter, así podía pensar antes de actuar de una
manera que pudiera perjudicar a su familia.
Ya les había fallado a Shaoran y a Kurogane. Ahora tenía que hacer las
cosas bien.
Gruñó suavemente cuando pudo calmarse un poco y ocultó las garras, preparándose
para enfrentarse a Creed.
—Buen chico —susurró Kurogane.
Él no dijo nada, estaba demasiado centrado en mantener tranquilo a su
animal interior como para poder mantener otra conversación. Se levantó despacio
sobre el escalón del porche en el que estaba sentado y cruzó los brazos sobre
el pecho, aferrándose con los dedos a sus propios bíceps, enviando su rabia a
esa parte.
—Creed —lo saludó con desprecio, fulminándolo con los ojos.
Este se detuvo a un metro escaso de la cabaña, oliendo la furia de Train.
—Eh, amigo, ¿qué te pasa? Tu castigo con ese pulgoso ha terminado, tendrías
que estar contento. ¿Por qué no vamos a celebrarlo?
Train gruñó una advertencia:
—No vuelvas a llamar así a Kurama.
El otro lince parpadeó.
—¿Ahora lo defiendes? ¿Debo recordarte con quién está emparentado?
—Con el lobo que salvó a mi hermano de vosotros, hijos de la gran puta —escupió.
Creed palideció en ese instante, pero se recuperó rápidamente y trató de
hacerse el tonto, aunque era inútil, Train había detectado un atisbo de temor
en su aroma.
—¿De qué estás hablando? Nosotros tratamos de ayudarle, pero él era
demasiado fuerte.
—No lo creo teniendo en cuenta que entre nosotros cinco pudimos apalizarlo
sin demasiados problemas, y eso que tú sostuviste a Shaoran —argumentó él, cada
vez más enfadado porque todo cobraba sentido ahora—. ¿No será que Shaoran ayudó
a Narumi? Él es veloz y ágil, tuvo que ser un buen apoyo para la pelea —añadió,
bajando las escaleras despacio para reunirse con el otro joven, que frunció
profundamente el ceño.
—Qué cabrón, ¿has follado con el lobo? —lo acusó. Probablemente habría
olido su aroma mezclado con el de su lobo.
—Hemos tenido relaciones, y de lo más satisfactorias —respondió él sin un
ápice de vergüenza.
Creed lo miró de arriba abajo con desprecio.
—¿Cómo has podido caer tan bajo? Relacionándote con sucios mestizos…
—Ten cuidado con lo que dices, bastardo, uno de esos mestizos es mi
hermano.
—¡¿Qué hermano?! ¡Ni siquiera compartís un ápice de sangre!
—No me importa —declaró Train, que ya estaba tan cerca del otro chico que
sus pechos se rozaban. Sus ojos dorados tenían una mirada fiera y amenazadora—.
Él me ayudó y me dio la bienvenida a su familia, eso le convierte en mi
hermano. Y te juro que como vuelva a verte a ti o a alguno de tus amigos cerca
de él, lamentará haberse acercado a mí.
Creed resopló y le lanzó una mirada cargada de odio.
—Me das asco, eres tan humano como ellos —dicho esto, le dio un puñetazo.
Bueno, lo intentó.
El joven lince palideció al ver que lo que le había detenido no había sido
el brazo de Train, sino una larga y fuerte pata de lince que terminaba en
afiladas garras que se cerraron alrededor de su puño, haciéndole cortes
sangrientos en el dorso de la mano.
La transformación parcial en animal era poco común en los cambiantes.
Dominar la capacidad de cambiar de forma a la perfección ya era difícil de por
sí, aunque la mayoría de los cambiantes la desarrollaban con el tiempo, pero la
transformación de partes del cuerpo era raro de ver, los Cazadores solían ser
los mejores en ese aspecto. Train había adquirido esa habilidad tan pronto
gracias a que había pasado mucho tiempo en forma de lince, por lo que se podría
decir que tenía más práctica como animal que como humano, le resultaba muy
fácil, y era casi instintivo o automático para él, transformarse a la hora de
defenderse o de luchar.
Sus ojos dorados, cuyas pupilas estaban rasgadas, mostrando al felino que
llevaba dentro, asesinaron a Creed.
—Si peleamos, no saldrás vivo de aquí, y lo sabes. Así que no me provoques.
Su contrincante retrocedió, apestando a miedo, pero Train no había
terminado.
—Te lo diré solo una vez más: aléjate de mi hermano… y deja en paz a los
lobos. Como me entere de que te has acercado a uno de ellos, te demostraré
hasta qué punto puedo ser un animal salvaje, porque tus amigos y tú no me
llegáis ni a las pezuñas. Ahora, largo de mi casa.
Creed se alejó tambaleándose un poco, estaba claro que no había esperado
que Train tuviera tanta habilidad como para transformar su mano en un arma
mortífera en menos de un segundo. Este se miró su zarpa unos momentos antes de
convertirla de nuevo en su brazo.
—No sabía que pudieras hacer eso —comentó Kurogane.
Train se dio la vuelta mientras abría y cerraba el puño, asegurándose de
que recuperaba la movilidad como humano sin problemas.
—Nunca surgió el tema.
—Serías un buen Cazador con esa habilidad.
Él respondió negando con la cabeza.
—No quiero ser Cazador.
Kurogane levantó una ceja.
—¿Y qué quieres ser?
El lince esbozó una pequeña sonrisa divertida.
—Quiero cuidar de niños pequeños.
—Deja de preocuparte tanto, te dirá que sí.
Kurama esbozó una pequeña sonrisa al escuchar los ánimos que le daba
Narumi.
Sí, todos en la casa se habían enterado ese día de que había tenido
relaciones con Train, había bastado con que se acercaran un poco para notarlo.
Narumi había gritado de pura alegría, gracias a él su padre doncel se había
enterado de la noticia, y sus hermanos lo habían aceptado… salvo Miko. Ella aún
estaba algo resentida por el ataque a su padre, pero le prometió que se
comportaría si lo escogía como compañero, aunque le pidió que le diera su
tiempo para superar su odio hacia los linces por el ataque.
Ocurría algo similar con su padre lobo. Pese a que él fue quien le pidió
que ayudara a Train, su lado animal todavía lo sentía como si fuera una amenaza.
Aun así, le había dicho que, si realmente lo amaba, le daría la bienvenida a la
familia.
Ahora solo le preocupaba la respuesta de su lince. Había creído, durante
esas dos últimas semanas, que los dos sentían lo mismo y, de hecho, seguía
creyendo que Train tenía fuertes sentimientos hacia él, pero… Le preocupaba eso
que tenía que hacer. No tenía ni idea de lo que era y le daba miedo que, fuera
lo que fuera, tuvieran que romper a causa de eso.
—¿Y si ha pasado algo con su familia?
Narumi frunció el ceño. Los dos estaban en la cocina poniendo la comida en
los platos mientras los demás preparaban la mesa.
—¿Crees que es por Shaoran? —preguntó su hermano, preocupado.
Kurama frunció el ceño.
—Tal vez. Train se preocupa mucho por él.
—A lo mejor están en problemas por esos tipos —pensó Narumi en voz alta con
un gruñido.
Él se quedó algo descolocado por sus palabras.
—¿Esos tipos?
Su mellizo asintió con la mirada triste.
—No dije nada porque Shaoran me pidió que no lo comentara con nadie y,
además, empezó todo eso del juicio y no tuve ocasión, pero la verdad es que
fueron los amigos de Train los que intentaron abusar de él.
A Kurama por poco se le cayó un plato al suelo a causa de la sorpresa.
Narumi lo vio venir y se apresuró a cogerlo antes de que tocara el tatami.
—¡¿Qué?! ¿Los amigos de Train? —interrogó el pelirrojo, confundido.
El rubio asintió.
—Shaoran me pidió que no dijera nada porque al final no le habían hecho
daño y porque, al parecer, era importante que Train tuviera amigos en ese
momento. Respeté su decisión a pesar de que no me gustó.
Kurama abrió la boca para decir algo pero fue interrumpido por el timbre.
—¡Ya voy yo! —avisó su padre doncel, que estaba en el salón preparando la
mesa junto a Arashi.
En cuanto estuvo solucionado, el pelirrojo se acercó a su hermano y
susurró:
—Esto es un problema. No tengo ni idea de qué es lo que tenía que hacer
Train, pero si tiene algo que ver con esto, si se entera de que sus amigos le han
engañado para hacer daño a su hermano, irá directo a matarlos.
Narumi palideció:
—¿Estás seguro? Dijiste que había cambiado, que ya no era tan agresivo.
—Y es verdad, está mucho mejor ahora, pero cuando se trata de Shaoran, él…
—¡GROAR!
Los dos pegaron un salto al escuchar el brutal gruñido de su padre lobo.
Sin pérdida de tiempo, corrieron a la entrada, donde vieron a su padre doncel
paralizado, tal vez por el susto de ver a su alfa transformarse de repente en
animal para acechar a Train, el cual retrocedía con las manos en alto,
intentando demostrar que no había ido allí para hacer daño a nadie.
El miedo se apoderó de Kurama.
—¡Train! —exclamó antes de quitarse la camiseta de un tirón y saltar hacia
delante, convirtiéndose en lobo para echar a correr hacia ellos.
El lince lo vio venir un tanto sorprendido, y su padre se giró a tiempo de
observar cómo pasaba por su lado a toda velocidad para interponerse entre
ambos.
—Kurama, no —susurró Train, intentando empujarlo hacia un lado—. No te
metas en esto, me lo merezco.
Tal vez sí, pero su lince ya había pasado por suficientes cosas horribles
como para compensar toda una vida de pecados. Había cometido errores cegado por
el fuerte deseo de proteger a su hermano y probablemente manipulado por sus
amigos para evitar que les hiciera daño… pero quería compensarlos, lo sabía.
Sabía lo mucho que se arrepentía por haber atacado a su padre, todos los días
le había preguntado por él y había visto dolor en sus ojos cuando le hablaba de
él, y, en las últimas dos semanas, había creído que empezaba a creer en la
inocencia de Narumi, lo había notado muy pensativo y quería pensar que se
estaba replanteando todo lo que había pasado.
También sabía que su padre lobo no estaba actuando racionalmente. Si su
padre doncel había abierto la puerta y Train estaba allí, seguramente, al
percibir su olor tan cerca de su compañero, su alfa habría sido dominado por su
instinto protector y habría atacado llevado por su lado animal.
Su padre se arrepentiría después si le hacía daño a Train cuando este no
tenía intención de atacar a nadie.
Por eso estaba en medio. No quería que Train saliera herido, ni tampoco que
su padre hiciera algo que le haría sentirse mal después. De modo que lo llamó
entre gemidos suaves, apelando a su lado humano, tratando de decirle que
esperara, que pensara antes de atacar.
El lobo negro alzó las orejas, sorprendido porque su hijo se interpusiera
entre él y el depredador que atacó a su compañero. Escuchó sus súplicas de que
se detuviera con el corazón en un puño, aunque no lograba comprender por qué su
cachorro le pedía algo así, por qué protegía a una criatura que era claramente
una amenaza.
Unos brazos tiernos envolviendo su cuello hicieron que girara la cabeza
para encontrarse con la dulce mirada de su compañero, que lo besó en el cuello.
—Tranquilo, mi lobo, todo está bien. Train no ha venido a hacernos daño,
¿verdad?
El enorme animal clavó sus oscuros ojos en el lince, que agachó la cabeza,
avergonzado.
—No. He venido porque… quería… disculparme —terminó diciendo con algo de
dificultad antes de mirar al doncel rubio con ojos arrepentidos—. Lamento mucho
haberle atacado, señor Uchiha. Hice mal… En realidad, hice muchas cosas mal —dicho
esto, su mirada vagó hacia la entrada, donde se encontró con Narumi—. Shaoran
me ha contado todo lo que pasó esa noche, Narumi. Siento mucho haberte acusado
y haberte dado una paliza, perdóname… Y gracias. Gracias por salvar a mi
hermano. Tengo una gran deuda contigo que espero poder pagarte algún día.
Narumi, que no era muy rencoroso y veía que Train se sentía realmente mal
por todo lo que había pasado, inclinó la cabeza con una sonrisa, aceptando sus
disculpas.
Después, el lince miró a todos los Uchiha, que se habían reunido en la
entrada.
—Os pido perdón por todo el daño y todos los problemas que os he causado.
Prometo que no habrá más hostilidades por mi parte. Lo siento mucho, por todo,
de verdad.
Sasuke bajó las orejas al escuchar la sinceridad en sus palabras y se
relajó. Giró la cabeza para lamer a su compañero, diciéndole que todo estaba
bien, y cuando este lo soltó, fue hacia Kurama y le lamió el hocico para que no
se preocupara. Había hecho bien en detenerlo y estaba orgulloso de él por haber
hecho lo correcto.
Por último, se dirigió a Train. Su hijo le cedió el paso y él, poco a poco
y sin hacer movimientos bruscos para no asustar al chico, se transformó en
humano. El lince mantuvo la cabeza gacha, inquieto, por eso se sobresaltó
cuando Sasuke colocó la mano sobre su pelo.
—Todos cometemos errores —declaró—, y es de valientes admitir cuándo nos
hemos equivocado y pedir perdón. Puesto que mi familia está sana y salva y has
cumplido tu castigo, estás perdonado, Train.
Él dejó escapar un largo suspiro de alivio, y sonrió cuando Kurama frotó su
cabeza contra su cadera en señal de afecto. Le rascó detrás de las orejas para
corresponder su gesto, aunque poco después volvió a sentirse un poco cohibido.
—Señor Uchiha —llamó al patriarca de la familia.
—¿Sí?
—Venir a disculparme no es… la única razón por la que he venido. —Sasuke
alzó una ceja, a la espera de que hablara, pero a Train le costaba empezar—.
Verá… Sé que… no tengo derecho… pero… tengo que pedirle… un favor.
El hombre lobo no mostró otra cosa que no fuera curiosidad.
—¿De qué se trata?
Train, en vez de hablar, se giró e hizo gestos en dirección a unos árboles,
de donde salió su hermano Shaoran con timidez. Narumi, al verlo, pegó un saltó
y habría ido corriendo a por él si no fuera porque Miko lo cogió del cuello de
la camiseta y lo instó a quedarse quieto hasta que todo estuviera resuelto.
—Ha habido… un problema en nuestra manada y… Kurogane pensó que sería mejor
si Shaoran… pudiera… ¿pasar la noche aquí? —preguntó, encogido. No se sentía
bien al pedir un favor así, no después de todo lo que le había hecho a esa
familia a pesar de que había sido perdonado.
Sin embargo, Sasuke, tras intercambiar una mirada con Naruto, asintió en
silencio y miró a Shaoran.
—Por supuesto, eres bienvenido a quedarte con nosotros, Shaoran.
—Por favor, pasa —lo invitó Naruto con una amable sonrisa—, la cena está
lista si quieres comer.
—Gracias —dijo Shaoran con timidez y echándole miradas furtivas a Narumi
con las mejillas rojas, el cual estaba claramente ansioso por estar cerca de
él.
Todos fueron dentro excepto Train, que sospechaba que aún no sería
bienvenido a pasar la noche con ellos, y Kurama, que no quería dejar a su lince
solo después del gran esfuerzo que había hecho para hacer lo correcto.
Sin embargo…
—Train —lo llamó Sasuke de repente.
El lince se tensó de inmediato.
—¿Sí, señor?
El lobo hizo un gesto con la cabeza para que entrara.
—Vamos, pasa. O se te enfriará la cena.
Tras esas palabras, vieron cómo desaparecía en el salón no sin contemplar
cómo Naruto lo miraba con orgullo y le daba un beso amoroso en la mejilla.
Train, todavía sin poder creerse que lo invitaran a su casa, intercambió una
mirada asombrada con Kurama, que movió alegremente la cola antes de regresar a
su forma humana.
—¿De verdad soy bienvenido? —le preguntó.
Kurama le sonrió.
—Claro que sí. Después de todo, eres mío… ¿no?
Train le devolvió la sonrisa y se acercó hasta que sus cuerpos se rozaron.
Le cogió una mano y se la llevó a la mejilla para frotarse contra ella antes de
guiarla hacia su corazón.
—Te amo, lobo.
El pelirrojo esbozó una amplia sonrisa mientras lo rodeaba con sus brazos y
lo besaba brevemente en los labios con cariño.
—Y yo a ti, lince.
DE verdad me encantan!!!!
ResponderEliminar¡Me alegro mucho! ^^
EliminarEspero que sigas disfrutando con los próximos capítulos ;)
Sip, ya cai xD
ResponderEliminarExcelente fic en verdad, lamento haber tardado tanto en leerlo..
https://www.youtube.com/watch?v=Tzpb-M2dHbA