lunes, 11 de febrero de 2019

Los Cachorros de Sasuke


Mi Yui

El verano ya había llegado y, con él, las vacaciones tan ansiadas por los estudiantes, pero sobre todo, por Menma y Yui. Llevaban unas pocas semanas saliendo y los dos eran muy felices; el primero estaba viviendo una experiencia nueva, tanto como humano como animal, como varón se sentía muy cómodo y a gusto con su hermoso doncel, con el que conectaba a nivel emocional, y como lobo, amaba tenerlo entre sus brazos, enterrar la nariz en su cuello para aspirar su aroma y besarlo hasta que sus mejillas adoptaran ese tono rosado que le parecía tan adorable, mientras que para Yui, Menma era su salvavidas, la única parte de su vida que estaba bien, pues su casa era un desastre a pesar de que pasaba poco tiempo en ella, y en su instituto todo el mundo sabía qué hacía su madre, lo que provocaba que fuera objeto de burlas y acoso, de modo que el mejor momento de su día a día era cuando iba al bosque y se reunía con ese chico tan tranquilo y dulce, en cuyos brazos sentía que no había nada que pudiera hacerle daño.
Ese día, precisamente, habían terminado las clases y Yui no podía ser más feliz. A pesar de lo mal que se llevaba con sus compañeros, había conseguido aprobar el curso. Aunque dudaba de que pudiera llegar a cumplir su sueño de estudiar bellas artes debido a su falta de recursos económicos (dudaba de que su madre pudiera reunir suficiente dinero para pagar la universidad), tenía la esperanza de poder terminar el instituto, lo cual le daría al menos un título académico básico para acceder a más puestos de trabajo. Así que ahora estaba corriendo por el bosque, con la mochila aún colgada al hombro, directo al riachuelo donde se reunía con Menma para darle la buena noticia.
Esta vez, él había llegado antes y estaba de pie junto a la hierba, también vestido con el uniforme de su instituto. Siempre le chocaba un poco verlo vestido tan formal, ya que no era para nada su estilo, el varón siempre prefería la ropa deportiva o sencilla y cómoda, probablemente por su vida en el bosque.
Cuando le vio, Menma esbozó una gran sonrisa feliz que él le correspondió cuando llegó a su lado.
—Hola —lo saludó, sonrojado. No podía evitarlo, su corazón se volvía loco cada vez que lo veía y sentía mariposas en el estómago que lo ponían un poco nervioso.
El chico se acercó más, hasta que pudo rodear su cintura con los brazos.
—Hola —y después de eso, Menma se inclinó y lo besó suavemente en los labios.
Yui se puso aún más rojo que antes, pero cerró los ojos y apoyó las manos en su pecho, entregándose al beso sin reservas. Amaba la forma en la que lo abrazaba, de forma protectora y posesiva a la vez, y cómo su boca se movía sobre la suya, lenta e incitante, respetando sus límites pero, al mismo tiempo, tentándolo a ir más lejos, tanto era así que Yui le permitía jugar con su lengua, aunque eso provocara reacciones de lo más interesantes en su cuerpo.
Calor.
Deseo.
Ninguno de los dos era ya un niño, sino que estaban en plena pubertad, de modo que ambos habían empezado a sentir ciertas necesidades físicas; Yui se avergonzaba un poco cuando, cada vez que Menma y él se besaban apasionadamente, su entrada se humedecía, haciendo palpitar su sexo con anhelo, mientras que el joven lobo, al ser en parte animal, lo llevaba un poco peor, ya que solo deseaba dar caza a su preciosa presa, cuyo aroma a lujuria hacía que quisiera enterrar la lengua entre sus nalgas hasta que le suplicara que lo poseyera una y otra vez. El pobre Menma había empezado a masturbarse diariamente para mantener tranquilo a su lobo interior, temiendo que pudiera descontrolarse en presencia de Yui. Era consciente de su deseo por él, pero no quería presionarlo ni que se sintiera forzado a hacer nada con él, estaba esperando a que diera el primer paso o, al menos, alguna señal que le dijera que tenía su permiso.
Cuando se separaron, el joven le lanzó una mirada hambrienta al doncel, el cual sonrió un poco, halagado al ver la forma en la que lo contemplaba.
—¿Cómo ha ido tu último día? —le preguntó Yui con timidez, sin apartarse del abrazo en el que Menma lo tenía atrapado.
Este curvó los labios hacia arriba.
—Muy bien, mi clase ha hecho una especie de fiesta con comida. ¿Qué hay de ti? —se interesó el muchacho al mismo tiempo que acariciaba el rostro de Yui, quien se estremeció de la mejor manera bajo su tierna mano. Le encantaba que lo tocara así, como si fuera lo más importante para él.
—¡Lo he aprobado todo! —exclamó con alegría—. ¡Paso al siguiente curso!
Menma esbozó una amplia sonrisa, aunque no parecía sorprendido.
—¿Ves? Te dije que lo lograrías.
Yui rodeó su cuello con sus brazos en un impulso, todavía contento por haberlo conseguido.
—Gracias por ayudarme con las ciencias.
El varón lo besó en la cabeza y lo estrechó con fuerza contra sí.
—No ha sido nada. Me alegro mucho por ti —dijo con sinceridad, acariciando su espalda con una mano y su cabello con la otra.
El doncel se separó lo justo para dedicarle una brillante y amorosa mirada antes de besarlo otra vez. Menma le devolvió el beso sin pensarlo, haciéndole el amor a su boca con roces suaves de labios y embestidas eróticas con la lengua.
—Mmm… —Yui gimió, sonrojándose otra vez mientras se aferraba a sus hombros. De repente, sentía su cuerpo muy caliente, como si cada caricia de los labios de su pareja le lanzara una onda de fuego que se extendía por toda su piel, haciendo que esta hormigueara y que su entrada palpitara, adolorida, ansiosa, necesitada…
No podía más. Había tratado de resistirse a esos impulsos porque era algo que le daba miedo pero, con Menma, no sentía ningún temor, al contrario, era la única persona que le había hecho sentirse valiente y seguro, como si realmente fuera alguien que mereciera la pena. Con él no era el vástago que había arruinado la vida de su madre, como pensaban sus abuelos, ni un hijo repudiado, ni una molestia que no tendría que haber nacido, ni alguien incapaz de cuidar y proteger a su madre. Con él sentía que era hermoso por fuera y por dentro, que podía lograr cualquier cosa que se propusiera y que merecía ser feliz.
Por eso decidió no esperar más.
Sin pensarlo, deslizó las manos por su cuello, acariciándolo lentamente, antes de descender hasta el primer botón de su camisa y desabrocharlo.
Menma, al darse cuenta de eso, rompió el beso y lo miró con los ojos como platos.
—¿Yui? —lo llamó con voz insegura. Pese a que deseaba desesperadamente que eso fuera un primer paso para una relación física, quería estar seguro de que su linda presa no se arrepentiría después.
El doncel lo miró con timidez, pero sus dedos descendieron de todos modos hasta el segundo botón y se lo desabrochó antes de pasar al tercero sin pausa. Menma gimió al ver que no parecía tener intención de parar y lo estrechó con más fuerza contra sí.
—¿Estás seguro?
Esta vez, Yui le sonrió y volvió a besarlo. Al comprender que tenía su consentimiento, su lobo interior aulló de felicidad y deseo y dejó de contenerse; le quitó la mochila que aún llevaba puesta y la dejó caer a cualquier parte mientras devoraba sus labios sin reservas, introduciendo su lengua en su boca para explorarla a conciencia, queriendo memorizar cada cálido y húmedo centímetro de esta, cada caricia que le daba la tímida lengua de Yui, y marcarla a fuego con su sabor. Se sintió muy complacido cuando lo escuchó gemir de placer al mismo tiempo que arqueaba la espalda para presionar su cuerpo contra el suyo, como si se estuviera entregando a él, como si le dijera sin palabras que le pertenecía.
Soltó un gruñido poco humano y lo levantó por las caderas sin previo aviso, llevándolo hasta un árbol donde lo acorraló con sus brazos y su torso. Yui jadeó contra su boca, despidiendo un fuerte aroma excitación, y le desabrochó la camisa más rápido. Menma no fue tan paciente y metió las manos bajo su prenda superior, encontrando la piel suave y tersa de su baja espalda, la cual se estremeció al sentir las tiernas y ardorosas caricias de sus dedos.
—Aah… —gimió Yui, provocando al joven lobo sin querer. No podía evitarlo, había pasado muchas noches imaginando cómo sería tener sus manos en su cuerpo y ahora sabía que era algo sexy y maravilloso; eran grandes y un poco ásperas, lo cual encontraba muy excitante, le hacían temblar de placer.
Menma lo besó con más fuerza, como si ansiara poseerlo, embistiéndole con la lengua de un modo tan erótico que debería estar prohibido, pues lo dejó más húmedo y caliente que antes. Notó cómo sus dedos se deslizaban por la curva de espalda hasta la cintura, que acarició con suavidad, como si quisiera memorizarla, para después apreciar su vientre plano, haciéndole temblar cuando hizo amago de subir hacia arriba. Entonces, sus manos hallaron sus pezones erguidos y los frotó con los pulgares.
—¡Aaah! Menma… Mmm… —gimoteó cuando una oleada de fuego atacó directamente su entrada. Acababa de descubrir que era muy sensible en esa zona y que le encantaba que lo tocara ahí.
El varón se separó de sus labios y lo miró fascinado al mismo tiempo que seguía estimulando sus pezones, como si le gustara verlo inmerso en el deseo y el placer. Eso hizo que Yui se sonrojara aún más, aunque no por eso pudo parar de gemir… y, además, le gustaba que Menma lo contemplara de esa forma tan sexy, como si fuera a comérselo en algún momento.
Por fin, logró desabotonarle la camisa y se la abrió, mordiéndose el labio inferior al ver su torso desnudo; el chico era delgado pero fuerte, sus pectorales estaban en proceso de ensancharse y ya se podían apreciar sus músculos, y cada vez que tensaba el estómago, se definían levemente sus abdominales bien ejercitados. Desesperado por sentir su piel contra la suya, hizo amago de quitarle la prenda, pero Menma, al intuir sus intenciones, apartó sus manos de él y se la quitó por su cuenta. Yui echó de menos su contacto de inmediato, aunque, por fortuna, no fue por mucho tiempo, ya que su amante, en cuanto dejó caer la camisa, volvió a estrecharlo entre sus brazos, uniendo su cuerpo al suyo. Jadeó al ser consciente de su fuerza, de lo sexy que le parecía sentirlo contra sí, así como percibió el contorno de su miembro duro entre sus piernas. Eso le hizo gemir sonoramente.
—Menma… Tú… estás…
—Sí —respondió en su oído. Su voz ronca le produjo un agradable escalofrío—. Por ti —y dicho esto, le lamió detrás de la oreja.
Yui gimió otra vez, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, dándole total acceso a su cuello si lo deseaba. Menma gruñó e hizo descender su boca por su garganta, pasando la lengua por su piel sensible antes de plantar suaves besos que lo dejaron tembloroso. Al mismo tiempo, fue muy consciente de cómo el varón frotaba sensualmente sus caderas contra las suyas, meciendo su pene erecto contra el suyo.
—Aaaah… Aaaah… Mmm… —jadeó, tan excitado que notó cómo manchaba su ropa interior con su humedad. Dios, se sentía muy bien tener el cuerpo de Menma sobre el suyo, moviéndose de un modo tan erótico y tan dulce a la vez, pues se daba cuenta de que, a pesar de que estaba duro como una piedra, se estaba tomando su tiempo con él para saborearlo y también para que él no se asustara, para que tuviera confianza en que sería cuidadoso y tierno, en que no le haría daño.
Pero Yui ya lo sabía. Sabía que Menma no haría nada que pudiera herirlo, era el chico más amable y sensible que había conocido y por eso estaba tan enamorado de él. No se las daba de tío duro y arrogante ni tampoco de niño mimado y engreído, no iba pisoteando a aquellos que podría considerar inferiores a él ni burlándose de ellos, no se rebajaba a imitar a los chicos mayores para fingir que era guay y pasaba de hacer trastadas infantiles. No seguía a nadie para ser lo que muchos adolescentes consideraban mejor, él tenía su propio camino y estaba decidido a recorrerlo sin importar lo que dijeran los demás, creía que por ese motivo Menma captaba tanto interés en su instituto.
De modo que no, no tenía ningún miedo de él. Así que, deseando poder despertar en él las mismas sensaciones que sentía en esos momentos, deslizó las manos por su pecho, admirando los duros pectorales que se tensaron en cuanto los acarició, descendiendo después por su vientre, cuyos músculos también se abultaron con un estremecimiento.
—Yui… —gruñó Menma de una forma que le pareció muy sexy.
Él sonrió un poco, contento porque parecía que le gustaba que lo tocara, por lo que dejó que sus manos bajaran hasta la cintura, que abrazó un instante antes de permitir que estas vagaran por su espalda…
Entonces, notó algo raro.
Sabía que los hombres solían tener vello corporal en la espalda, pero le sorprendía que Menma tuviera tanto, ni que fuera tan suave y espeso. Extrañado, abrió los ojos y echó un vistazo… quedándose rígido al ver que tenía un montón de pelo corto y brillante que cubría la amplia extensión de sus omóplatos, no como si fuera vello, sino que le recordaba al pelaje de un animal. Aunque eso no era lo más preocupante. Lo que realmente le asustó fue contemplar cómo le salía todavía más pelo en los hombros y que este estaba subiendo hasta su cuello.
—Menma —lo llamó, sin saber qué estaba pasando, pero era consciente de que eso no era normal.
El lobo, al detectar cómo el aroma de su presa cambiaba de uno lujurioso a otro de temor, se separó rápido, buscando la amenaza con sus agudos sentidos.
—Yui, ¿qué…?
El grito del doncel lo sobresaltó. Este se apartó rápidamente de él, tapándose la boca con una mano y observándolo horrorizado. Él no comprendía lo que estaba pasando.
—¿Qué pasa? —preguntó, alarmado.
Yui le señaló. El olor de su miedo empezó a impregnar el aire.
—Tu cara…
Menma se llevó una mano a la mejilla… y se dio cuenta de que le había salido pelaje.
No. No, no, no, ahora no, suplicó mentalmente al mismo tiempo que se palpaba el cuerpo, dándose cuenta con terror de que le había salido pelo en el cuello, los hombros y probablemente toda la espalda. En un acto reflejo e instintivo, pues no quería que Yui supiera lo que era tan pronto, hizo que su pelaje retrocediera dentro de su piel.
En el instante en el que se dio cuenta de lo que había hecho, supo que acababa de cometer un error. Miró a Yui, que ahora retrocedía con los ojos como platos, mirándolo con verdadero horror. El hedor a miedo era ahora tan potente que hacía que su nariz le picara.
—Yui… —Intentó acercarse, pero este seguía andando hacia atrás.
—¿Cómo has hecho eso? —preguntó este con un hilo de voz.
Menma dio unos pasos más en su dirección, queriendo tocarlo y tranquilizarlo, pero el doncel lo esquivó.
—Yui, por favor, no tengas miedo. —Tanto su lado humano como su lado animal sufrían por el aroma que desprendía. El pobre estaba muerto de miedo, ni siquiera era capaz de olfatear otra cosa que no fuera el desasosiego que sentía.
—¿Qué demonios eres? —lo interrogó con cierto tono acusatorio, como si le hubiera traicionado.
Eso hizo que se sintiera mal. No le había gustado ocultarle esa parte de sí mismo, pero tampoco era como si hubiera tenido otra opción, sabía que no reaccionaría bien hasta que le conociera un poco más.
—No voy a hacerte daño —le prometió cuando estuvo lo bastante cerca como para poder tocarlo. Sin embargo, Yui, al ver su cercanía, le dio un manotazo.
—¡No me toques! —chilló, dando media vuelta para coger su mochila y abrazarla contra sí como si fuera un escudo.
A Menma eso le dolió más que su golpe. Le hirió profundamente que lo estuviera mirando como si realmente fuera a matarlo, como si fuera algo antinatural. Como si fuera un monstruo.
—Yui… —lo llamó débilmente, sintiéndose como si su corazón estuviera a punto de romperse.
Este negó con la cabeza.
—No te acerques a mí.
—Por favor… —suplicó, dando un paso.
“No me rechaces. No me hagas esto”.
Sin embargo, el doncel retrocedió otra vez, todavía observándolo como si solo fuera una bestia salvaje, algo que estaría mejor muerto.
—¡Aléjate! —chilló antes de salir corriendo tan rápido como podía.
Menma podría haberlo alcanzado fácilmente, pero se sentía demasiado devastado para hacerlo. A lo largo de esas semanas en las que habían salido juntos, había querido creer que Yui sería como su padre doncel, que lo habría aceptado pese a no ser humano, que le quería lo suficiente como para amar al lobo que era también. Era cierto que no quería que se enterara tan pronto, pero estaba tan concentrado en besarlo y acariciarlo que no se había dado cuenta de que le había brotado el pelaje a causa de la excitación, era la primera vez que le ocurría algo así desde que despertó su lado animal hacía tres años.
Sin embargo… Sin embargo…
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Le costaba creer que su dulce y tierno Yui lo hubiera rechazado de esa forma, que lo hubiera mirado así, como si no fuera un ser vivo y no tuviera sentimientos.
Los tenía. Y se los había destrozado.
Su joven e inexperto corazón se rompió y cayó de rodillas al suelo, llorando sin hacer el menor ruido. Abrumado por el intenso dolor que le quemaba el pecho, se hizo un ovillo en el suelo y enterró el rostro en sus rodillas, deseando no sentir nada. ¿Tan malo era que no fuera humano? Podía transformarse en lobo y era más fuerte que la mayoría, pero no por ello era un monstruo sediento de sangre. No era violento ni agresivo, jamás le había hecho daño a nadie, tan solo había cazado animales y siempre para comérselos, nunca por el placer de causar dolor, de hecho, la primera vez que mató un conejo se puso a llorar porque lo había hecho dominado por su lobo, no de forma consciente.
Creía haberle demostrado a Yui que era una buena persona… pero, al parecer, no era suficiente.
Ahora ya no volvería a verlo, él no lo querría cerca y, si intentaba hablar con él, se asustaría, volvería a mirarlo como si fuera algo malo y llamaría a la policía…
La policía.
Oh, mierda.
De repente, sus ganas de llorar cesaron y se levantó de un salto. ¡Mierda, mierda, mierda!, ¿cómo había podido ser tan estúpido? Por supuesto que Yui llamaría a la policía, era lo que la gente hacía cuando descubrían a un cambiante. Probablemente nadie que estuviera cuerdo le creería, pero no podía arriesgarse a dejarlo ir así como así, no cuando su familia podría ser expuesta.
Su familia lo era todo para él. No se lo perdonaría si por su culpa acababan estando en peligro.
Maldita sea, para una vez que mete la pata, tiene que hacerlo hasta el fondo.
Sin pensárselo dos veces, echó a correr a toda velocidad, poniéndose a cuatro patas de vez en cuando para coger más impulso e ir más rápido. Tenía que aprovechar que el olor de Yui era reciente para seguirlo, ya que nunca le había dicho dónde vivía.
En cuanto salió del bosque y llegó a la ciudad, volvió a sostenerse sobre sus pies y siguió el rastro lo más rápido que pudo sin llamar la atención hasta una zona periférica de la ciudad. A medida que se adentraba en ella, se dio cuenta de que se encontraba en un barrio más marginal y pobre; le costó poco darse cuenta de que no era bien recibido, algunos chicos de su edad o unos cuantos años más mayores hicieron amago de acercarse, sin duda alguna atraídos por su uniforme escolar que lo identificaba como alguien de familia más próspera que las suyas, sin embargo, le bastó con desafiarlos con la mirada a que le atacaran para que retrocedieran.
Los humanos se jactaban de ser la especie dominante, pero parecían haber olvidado que descendían de los monos y que, les gustara o no, seguían siendo animales. Más evolucionados, sí, como los cambiantes, pero animales al fin y al cabo, por lo que aún conservaban una pequeña parte de sus instintos… Y esos instintos les decían que Menma era peligroso, aunque pareciera un crío.
El joven lobo siguió su camino hasta un bloque de apartamentos. Tras asegurarse de que Yui había entrado dentro, cogió su móvil y marcó el número de la única persona que podía ayudarle a solucionar aquel lío.
—¿Diga?
—Padre, soy Menma. Te necesito.


Yui entró corriendo en la casa y la cerró con llave antes de salir disparado hacia su habitación y encerrarse dentro. Tiró la mochila a cualquier lado y luego se apoyó contra la puerta con los ojos fuertemente cerrados, esperando a escuchar en cualquier momento a esa… esa… cosa destrozando la entrada principal para después ir a por él.
Y esperó.
Y esperó.
Abrió los párpados cuando creyó que había pasado un buen rato y, al no escuchar a nadie en la casa, se dejó caer al suelo y se abrazó las rodillas antes de enterrar el rostro entre ellas.
Sabía que era demasiado bueno para ser verdad. Un chico tan amable, dulce, guapo y sensible jamás se habría interesado en alguien como él, era demasiado diferente a los donceles “normales”, su vida era un desastre y no tenía un gran futuro por delante. Por no hablar de que, por su culpa, su madre fue repudiada por todos, primero por su padre y luego por su familia, y ahora sufría por su culpa.
Tal vez sería mejor si estuviera muerto. Puede que tuviera que dejar que esa criatura lo matara.
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Todavía estaba muy asustado; no comprendía lo que había visto ni lo que significaba, a la gente no le crecía el pelo de esa forma ni tampoco era capaz de… retraerlo. Sabía que Menma no era humano, pero entonces, ¿qué era? ¿Una especie de… bestia peluda? Lo primero que le vino a la cabeza fue que le había recordado a un hombre lobo, como los de las películas, que tenían tanto pelo en la cara… Pero eso sería imposible, ¿verdad? O no. ¡Maldita sea!, lo había visto con sus propios ojos. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Llamaba a alguien?, ¿y a quién? Si decía lo que había visto, lo tacharían de loco y lo meterían en un psiquiátrico; su madre no necesitaba más problemas de los que ya tenía.
¿Por qué? ¿Por qué Menma no podía ser un chico normal? Era lo mejor que le había pasado en su vida, con él era feliz; hacía que sus mejillas se sonrojaran, que su corazón tartamudeara, le hacía reír y jugar como no lo había hecho cuando era niño, había hecho que se sintiera seguro y querido en sus brazos…
De repente, algo hizo clic en su cabeza.
Ahora que lo pensaba, si Menma hubiese querido hacerle daño, ya lo habría hecho. Habían estado juntos durante casi dos meses, había tenido infinitas oportunidades de matarle si hubiera querido y él ni siquiera lo habría visto venir. Si realmente era un… hombre lobo o algo así, probablemente sería más fuerte, ¿no? O al menos peligroso si se lo propusiera.
Frunció el ceño al recordar todas las veces que en el instituto le habían pegado, chicos humanos, gente normal… y, sin embargo, Menma jamás le había puesto la mano encima. Sus caricias siempre fueron suaves, sus abrazos cálidos y sus besos lo más dulce que había probado nunca.
Oh, no, ¿cómo había podido pensar que era un monstruo? Bueno, vale, había estado aterrado al ver eso pero… tendría que haber dejado que se explicara, darle la oportunidad de decirle lo que era… Ni siquiera había intentado atacarlo cuando se había dado cuenta de que no era humano, solo había tratado de tocarlo, de tranquilizarlo.
Se limpió los ojos y se levantó. Tenía que volver con Menma, disculparse y dejar que le explicara qué era… y esta vez, no huiría. Confiaría en él.
Se disponía a abrir la puerta cuando escuchó un portazo seguido del grito de su madre.
Palideció al intuir quién estaba al otro lado de la puerta y se apresuró a presionar su espalda contra esta.
—¡No! ¡Por favor, Hiro, déjalo! —suplicó su madre.
—¿Que lo deje? ¡Por su culpa no te concentras en tu trabajo!
—He cumplido con todas tus exigencias, ¡he hecho todo lo que me dijiste!
—No es suficiente. No me das dinero suficiente, necesito que hagas más horas.
—¡Ese no era el trato!
—¡No! ¡El trato no incluía un maldito crío! ¡No es más que una molestia, estás tan pendiente de él que no puedes seguir el ritmo!
—¡Es mi hijo, Hiro! ¡Él es la única razón por la que hago esto!
—Y lo seguirás haciendo —prometió el hombre—, pero hay que deshacerse de ese niño.
—¡No!
Yui jadeó, asustado, al escuchar las pesadas pisadas de Hiro ir hacia su habitación. Sabía lo que venía ahora, de modo que se aseguró de que la puerta estuviera cerrada con llave y se preparó para los golpes.
—¡No toques a mi hijo! —chilló su madre.
—¡Zorra!
Se le heló la sangre al escuchar el forcejeo.
Un recuerdo se abrió paso en su mente. Era pequeño, tenía ocho años cuando Hiro derribó una vez la puerta de su habitación y lo lanzó contra la cama. Lo había tumbado boca abajo y lo había inmovilizado bajo su cuerpo, le había agarrado el brazo y había tirado de este hacia atrás con tanta fuerza que le dislocó el hombro.
Su madre se había enfrentado a él. Acabó en el hospital con la cara llena de golpes, contusiones por todo el cuerpo y una muñeca, una pierna y varias costillas rotas.
Por eso aprendió a estar la mayor parte del tiempo fuera de casa, a cerrar la puerta de su habitación y poner un mueble contra esta para que no lo sorprendiera mientras dormía. No quería que su madre volviera estar así por su culpa.
Así que abrió la puerta de su habitación, a tiempo de ver cómo Hiro la golpeaba en la cara con tanta fuerza que ella cayó hacia atrás y se dio en la cabeza contra la pared. A Yui le invadió el pánico al ver que no se movía.
—¡Mamá!
Corrió hacia ella para ver si estaba bien pero, de repente, fue lanzado contra el suelo. Trató de incorporarse, pero el hombre ya estaba allí, cogiéndolo del cuello de la camisa. Su puño impactó contra su rostro con fuerza, dejándolo aturdido, y luego vino otro golpe, igual de fuerte que el anterior que le hizo gemir de dolor.
—Tendría que haberme encargado de ti hace mucho tiempo —dijo, pegándole otra vez—. Tu madre… es de las favoritas. Los clientes la quieren más tiempo… pero no, ella tiene que venir a comprobar si su niño está bien. —Otro puñetazo, esta vez en la barbilla. Dolió, pero estaba tan mareado que a duras penas podía quejarse—. Así que este es el nuevo trato… Ella vivirá como una reina… cuando tú desaparezcas.
Esas palabras dolieron más que los golpes.
Siempre lo había sabido. Siempre había sabido que todo habría sido mejor si no hubiera nacido. Su madre podría haber terminado los estudios y seguir saliendo con su padre, sus abuelos no la habrían echado de casa, podría haber sido juez y tenido una vida normal y maravillosa.
Él tenía razón. Lo mejor era que desapareciera…
“Te quiero, cariño”, escuchó la voz de su madre en su cabeza. Recordó todas las veces que se lo había dicho antes de ir a la cama, cómo le había acariciado el cabello cuando estaba enfermo y los cumpleaños que habían pasado juntos comiendo dulces y viendo una película. Pensó en cómo le había prometido una y otra vez que no se preocupara por nada, que ella traería dinero suficiente a casa y que se ocuparía de que fuera a la universidad para que cumpliera su sueño de ser artista, que pasara lo que pasara, nunca le abandonaría.
“Me gustas mucho, Yui”. Ese era Menma, el chico del que estaba enamorado y que le había hecho sentir que era alguien que valía la pena, que merecía estar allí y ser querido.
¿Era mucho pedir querer tener la oportunidad de estar con ellos?, ¿de intentar ser feliz a su lado?
Solo había una forma de averiguarlo.
Reunió la poca fuerza que le quedaba para asestarle a su contrincante una patada en los genitales. Hiro aulló y se retorció de dolor, soltando a Yui, que se apartó como pudo de él y se arrastró hasta su madre.
—Mamá —la llamó, sacudiéndole el hombro—, mamá, despierta. Tenemos que irnos de aquí…
De repente, recibió una patada en el estómago que le hizo gritar de dolor.
Al parecer, no había golpeado a Hiro tan fuerte como había esperado, o eso o se había recuperado muy rápido, lo cual no le sorprendería ya que el muy maldito era una monstruosidad de metro ochenta y puro músculo, así era como dominaba a las personas que trabajaban para él.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —rugió, dándole otra patada, esta vez en los brazos, con los cuales se había protegido el estómago. Le hizo daño, pero no tanto como antes—. ¡Voy a matarte, hijo de…!
—¡SUÉLTALO!
El corazón de Yui saltó al reconocer aquella voz. ¡Menma!, exclamó mentalmente al verlo en el marco de la puerta principal, con la ropa desarreglada y el cabello más revuelto de lo normal, como si hubiera ido corriendo hasta allí. Su postura era tensa, tenía las piernas separadas, los puños apretados y fulminaba a Hiro con la mirada; el temor lo apresó al adivinar que tenía intención de enfrentarse a él.
El hombre le lanzó una mirada de pocos amigos.
—No te metas en esto, chico. Te lo advierto.
Los ojos de Menma no mostraron ni una pizca de duda.
—Eres tú el que está advertido. Déjalos en paz.
Hiro soltó una carcajada.
—¿Qué crees que puede hacer un crío contra…? ¡Ugh! —gimió cuando, de repente, Menma apareció de la nada frente a él y le asestó un puñetazo tan fuerte en el bajo vientre que se dobló por el dolor.
El joven lobo no perdió el tiempo y, aprovechando que se había inclinado hacia delante, le dio un rodillazo en la nariz que probablemente la rompió, ya que un montón de sangre salpicó el suelo, y después le golpeó otra vez en la cara. Hiro cayó hacia atrás con un gemido y se quedó ahí. Menma le gruñó y luego fue rápidamente hacia Yui. Su rostro decidido había sido sustituido por uno de absoluta preocupación.
—¡Yui! ¿Estás bien?
El doncel lo miró asustado.
—Mi madre. Por favor, se ha golpeado en la cabeza y no se ha movido desde entonces.
Menma asintió y corrió hacia ella. La comprobó con cuidado, tocando las zonas más vulnerables de la cabeza y también miró su pulso y su respiración.
—Creo que está bien, pero hay que llevarla al hospital. A los dos —añadió tras mirarlo de nuevo e ir hacia él. Se agachó a su lado y le acarició el cabello—. Me preocupas más tú, tienes mucha sangre.
Yui le sonrió y, con dificultad, le cogió la mano. Menma se la estrechó con fuerza.
—He estado peor. Gracias por venir.
—Siempre.
Así era su chico… No, su lobo. O lo que fuera. Al pensar en eso, la culpa por lo que había sucedido esa tarde lo embargó y abrió la boca para disculparse, para decirle que no le importaba lo que fuera, que le seguía queriendo y que esperaba que pudiera perdonarle.
Hasta que una sombra se alzó tras Menma.
—¡Menma, cuidado! —gritó.
Este se dio la vuelta con rapidez, pero no logró evitar la patada que le asestó Hiro y que lo dejó tirado en el suelo, aturdido. El muy cabrón se había despertado rápido.
—¡Menma! —chilló Yui, tratando de levantarse, pero era casi imposible; pese a que sus piernas estaban bien, le dolían mucho las costillas y cada movimiento que hacía le costaba una mueca angustiada en el rostro, además de que no podía sostenerse sobre sus brazos, pues los tenía amoratados, también por las patadas que le había dado al tratar de protegerse el estómago.
Sin embargo, no llegaría a tiempo de protegerlo. Hiro ya se había inclinado sobre Menma y estaba aplastando su cabeza contra el suelo mientras levantaba el puño.
—Niñato de mierda… —maldijo el hombre, bajando la mano… que fue detenida por la muñeca por unos dedos fuertes y firmes.
Hiro se giró, listo para encontrarse a otro crío, por eso abrió los ojos como platos al ver a un hombre enorme, de metro noventa, con hombros y pecho amplios, espalda ancha, brazos y piernas musculosos, piel pálida, cabello oscuro y ojos tan negros como una noche sin luna. Unos ojos fieros que le causaron pavor sin saber por qué.
—Nadie… toca… a mi cachorro —dijo este antes de lanzarlo con fuerza contra una pared. Se golpeó en toda la espalda, arrancándole un aullido de dolor.
La cosa no terminó ahí, el extraño fue hacia él y lo cogió por el cuello para levantarlo. El pánico se filtró por todo su cuerpo cuando sus pies dejaron de tocar el suelo y el aire dejó de llegar a sus pulmones.
El hombre le dedicó una cruel sonrisa.
—¿Qué te pasa, amigo? Un machote como tú puede con una mujer y dos niños, pero a la hora de pelear con un hombre se queda ahí paralizado, boqueando como un idiota. —Su rostro volvió a demostrar su furia—. Te has metido con la familia equivocada, bastardo hijo de puta. Me aseguraré de que no vuelvas a cometer el mismo error —dicho esto, estampó su cara contra la pared con tanta fuerza que se escuchó un crujido horrendo y que dejó a Hiro inconsciente a causa del dolor.
Sasuke le echó un vistazo rápido para asegurarse de que no se movería y luego se giró hacia la puerta.
—Ya es seguro, Naruto.
Este entró atropelladamente en el piso. Revisó el apartamento con los ojos, haciendo una mueca desagradable al ver el estado de Hiro, pero no le dio más importancia y fue corriendo a revisar a los dos chicos.
—¿Estáis bien? —preguntó, mirando primero a Yui, cuyo rostro estaba lleno de sangre—. ¿Cómo estás? ¿Dónde te duele?
Por un instante, el doncel se quedó un poco anonadado al ver al padre doncel de Menma, ya que era la viva imagen de su hijo… Bueno, al revés. Ahora se daba cuenta de dónde había salido su atractivo, ya que Naruto era una belleza de piel tostada que contrastaba con su hermoso cabello rubio, que llevaba recogido en una trenza, y que resaltaba sus increíbles ojos azul cielo, rasgo que sin duda había heredado Menma, al igual que las adorables marcas de las mejillas.
Naruto frunció el ceño con preocupación al ver que Yui no respondía.
—Yui, ¿me oyes?
—¿Estás bien? —le preguntó Menma, también inquieto. Después de que su padre le hubiera quitado de encima a Hiro, se había apartado prudentemente de ambos, sabiendo que su alfa se vengaría por haberle puesto la mano encima, y había regresado junto a Yui.
—Ah… Sí, sí, es solo que… sois idénticos.
Los dos se miraron un momento y luego Naruto esbozó una tierna sonrisa.
—Si estás lo bastante bien para fijarte en eso, creo que no tienes nada grave.
Yui se sonrojó al darse cuenta de que se había ido por las ramas.
—Lo siento. Me ha golpeado mucho la cara, pero creo que no me ha roto nada. Tengo los brazos doloridos y me duelen las costillas.
—¿Te duele si te toco? —preguntó, colocando suavemente la mano en su costado.
—¡Ay!
Menma rodeó al doncel con sus brazos y miró a su padre asustado.
—¿Se pondrá bien?
—Tranquilo, cariño —lo calmó Naruto—, si fuera algo malo, ya lo sabríamos. Vamos a llevarlo al hospital y allí lo curarán —dicho esto, acarició a su hijo—. ¿Tú estás bien?
Este le sonrió.
—Sí, papá.
—¿Y a mí no me preguntas si estoy bien? —intervino Sasuke, que una vez hubo atado a Hiro, fue junto a su familia, colocándose junto a su esposo.
Este le miró levantando una ceja y sonriendo.
—Eres mi sexy y duro hombre lobo. No he dudado ni un instante de ti.
Sasuke esbozó una amplia sonrisa satisfecha y le guiñó un ojo. Después, su rostro se volvió serio y miró a su alrededor con ojo crítico.
—Lleva a los chicos y a la mujer al hospital, yo llamaré a la policía y a un amigo mío.
—¿Cambiante? —adivinó Naruto.
Su marido asintió.
—Sí, solo para asegurarnos de que no hay nada que nos incrimine.
—No he cambiado delante de ese hombre, padre —intervino Menma.
Sasuke lo miró con un brillo orgulloso en los ojos.
—Y lo has hecho muy bien, hijo. Ahora preocúpate solo por recuperarte y por tu doncel, yo haré el resto —dicho esto, fue hacia la madre de Yui, a la que cogió en brazos, y luego miró un segundo a su esposo—. Te ayudaré a meterlos a todos en el coche.
Naruto le dio las gracias con un simple asentimiento y ayudó a su hijo y a Yui a andar hasta el coche. Una vez estuvieron todos dentro, se despidió de Sasuke con rapidez, quien le prometió que iría al hospital en cuanto terminara allí, y después fue tan rápido como pudo hasta urgencias, donde explicó brevemente lo sucedido y sin dar muchos detalles, solo que habían ido su marido, él y su hijo a ver al novio de este y que al entrar en la casa habían encontrado a la mujer inconsciente y al pequeño doncel siendo golpeado por un hombre.
A Menma no le gustó separarse de Yui, pero no tuvo más remedio cuando se lo llevaron a una sala para examinarlo a conciencia, además de que Naruto insistió en que le miraran a él también. Por suerte, el muchacho solo tenía un golpe en la cara, por lo demás, estaba perfectamente.
No fue el caso de Yui y su madre. Ninguno de los dos estaba en peligro mortal, pero la mujer había sufrido un fuerte golpe en la cabeza y tenía una conmoción, y al doncel tuvieron que hacerle una pequeña intervención al detectar que tenía dos costillas rotas. Sin embargo, ambos se pondrían bien con un poco de tiempo.
En cuanto Menma pudo, fue de inmediato a ver a Yui y asegurarse de que estaba bien con sus propios ojos, aunque en aquel momento se encontraba sedado. Mientras tanto, esa zona del hospital se convirtió en un caos cuando la policía acudió para ver los informes de los médicos sobre la mujer y el chico, así como también trajeron a Hiro al cabo de un rato, solo que a este lo esposaron a una camilla. Naruto fue interrogado y dio la misma versión que a los médicos, así como respondió a las preguntas básicas sobre cuánto tiempo hacía que su familia tenía relación con Yui y su madre y el tipo de amistad que mantenían. El doncel respondió con naturalidad y, cuando le preguntaron cómo era posible que Hiro tuviera la espalda llena de contusiones y la mandíbula rota, se encogió de hombros y se limitó a decir que su marido era muy fuerte y que no le gustó ver a su hijo amenazado por lo que ambos creían que era un maltratador de mujeres y niños.
Los agentes quisieron interrogar también a Menma, que era el único de los heridos que estaba consciente, pero ni Naruto ni los médicos lo permitieron, alegando que estaba en un estado delicado. Su padre doncel sabía que solo estaba preocupado por Yui, pero era consciente de que su lobo podría ponerse un poco agresivo si lo apartaban de él en ese momento, así que se las ingenió para mentir diciendo que su hijo había pasado por una experiencia traumática (después de todo, a un chico normal de quince años le habría afectado ver a su pareja y a la madre de esta siendo golpeados por un hombre enorme) y que no estaba en condiciones de ser interrogado.
Ahora, lo único que tenía que hacer era esperar a que Yui despertara para asegurarse de que su versión coincidía con la que él había dado… y, de paso, averiguar si era un peligro para su familia, pues no se había olvidado de que el doncel había descubierto su secreto.


Nada más empezar a recuperar la conciencia, lo primero que sintió fue dolor. Soltó un quejido, apretando los párpados con fuerza y llevando su mano a su costado izquierdo.
—Yui, ¿estás bien?
Esa voz…
—¿Menma? —Trató de abrir los párpados para verle, pero había demasiada luz y le molestaba en los ojos.
—Espera —dicho esto, escuchó sus pasos alejarse un poco antes de que notara que el resplandor de las lámparas se apagara, permitiéndole abrir los párpados poco a poco. Se sentía muy débil y agarrotado—. ¿Mejor?
Con algo de dificultad, giró la cabeza hacia la derecha, encontrándose con sus bonitos ojos azules teñidos de inquietud. Él le sonrió para tranquilizarlo.
—Hola.
Menma le devolvió la sonrisa.
—Hola. —Se sentó en la cama junto a él y le apartó con cariño los mechones de pelo de su rostro para que no le molestaran—. ¿Cómo estás?
—De cintura para arriba, me duele todo.
—Los médicos dijeron que era normal. Tienes la cara muy magullada y un ojo morado, tus brazos están llenos de moratones y tienes dos costillas rotas. ¿Te duele mucho? ¿Quieres que llame a una enfermera?
Yui hizo amago de negar con la cabeza, pero le costaba mucho moverse, así que decidió hablar solamente.
—Todavía no, quiero saber qué ha pasado. —Entonces, recordó a su madre tirada en el suelo y el miedo lo acongojó—. ¿Y mi madre? ¿Dónde está? —preguntó, alarmado y haciendo amago de levantarse a pesar del dolor.
Sin embargo, Menma lo cogió por los hombros y lo instó suavemente a tumbarse de nuevo.
—Tu madre está bien. Tiene una contusión en la cabeza, pero nada que no vaya a curarse con reposo. Me han dicho que ya está despierta y que responde bien a las pruebas que le han hecho. No te preocupes, se pondrá bien.
Yui suspiró de alivio.
Menos mal. Su madre no estaba grave, estaría bien.
—¿Y Hiro? —preguntó, esta vez asustado—. ¿Está aquí?
Menma arrugó la nariz al recordar a ese desgraciado.
—Sí, pero está esposado y bajo vigilancia policial —dicho esto, se removió un poco, incómodo—. De todos modos, no me preocuparía mucho por él. La espalda no le permite moverse de donde está y los médicos dicen que solo podrá volver a comer con pajita, mi padre le partió la mandíbula.
—Bien —dijo el doncel sin pensar.
El chico levantó una ceja.
—No sabía que tenían un lado cruel.
Yui apartó la vista.
—Hiro es un hombre despiadado. Nos ha hecho la vida imposible a mi madre y a mí.
Menma entrelazó sus dedos con los suyos.
—¿Quieres hablar de ello?
No era algo que le gustara comentar, a pesar de que, tarde o temprano, todo el mundo se acababa enterando: los vecinos, la gente del barrio en el que vivían, los alumnos y profesores de su instituto… Si la policía estaba allí, Menma también acabaría sabiéndolo, y prefería que se enterara por él. Además, sentía que le debía una explicación por haberles salvado a su madre y a él.
—Mi madre es prostituta —soltó, temiendo su reacción.
El chico ni se inmutó y siguió acariciándole los dedos.
—Está bien —dijo simplemente.
Yui parpadeó.
—¿No te importa?
—Tu madre hizo lo que pudo para manteneros a ambos, creo que eso es admirable. Lamento que tuviera que pasar por eso, pero no la repudiaría por hacer lo que es necesario para su supervivencia y la tuya.
Esas palabras le produjeron tal alivio que se le llenaron los ojos de lágrimas. Menma era la primera persona que no se burlaba de él diciéndole que su madre es una puta a la que le gusta que le folle cualquiera que pueda pagarla ni que él era uno de sus bastardos. Todo lo contrario, había dicho que la admiraba y que lamentaba que hubiera llegado a esos extremos.
Conmovido porque le hubiera aceptado, estrechó su mano con la poca fuerza que tenía en su estado.
—Gracias. Significa mucho para mí.
Menma le sonrió y le acarició el cabello con su mano libre. La otra se limitó a seguir acariciándole los dedos.
Yui, sintiéndose mucho mejor ahora, decidió contarle su historia.
—Mi madre no tenía nada cuando mis abuelos la echaron de casa y mi padre le dio la espalda. Durante algunos años, pudo mantenerse con trabajos sencillos, limpiando o de camarera. Pero cuando yo tenía seis años, se dio cuenta de que no tendría dinero suficiente para pagar mis estudios… y… Hiro apareció.
—¿Os ofreció dinero?
—A mi madre. Ella es muy guapa y supo que a los… clientes les gustaría. No le gustaba que tuviera un hijo pero, al mismo tiempo, yo era su aliciente para obligarla a hacer lo que quería. Mi madre aceptó encargos muy duros a cambio del dinero suficiente para que yo pudiera estudiar.
Menma frunció el ceño.
—¿Él ya os pegaba entonces?
—No le gustaba golpear a mi madre, decía que era malo para el negocio y que le convenía que ella siguiera siendo bonita…
—¿Y a ti? —preguntó el chico con el cuerpo tenso.
Yui se removió, incómodo, y apartó la vista.
—Sí, a veces.
—¿Qué quiere decir eso?
—Aprendí a ser escurridizo, a mantenerme lejos de su vista tanto tiempo como podía.
El joven volvió a acariciarlo, compasivo.
—Lo siento mucho, Yui. Nadie debería vivir así.
—No había otro remedio. Yo intentaba que mi madre lo dejara, solía decirle que no era tan importante que tuviera estudios pero ella no quería que acabara haciendo lo mismo y viviendo bajo la sombra de Hiro, tenía miedo de que, cuando creciera lo suficiente, acabara vendiéndome a mí también. —Se estremeció—. Yo nunca lo he visto, pero sé lo que los clientes le hacen a mi madre. He visto las marcas de sus manos y las de su espalda, son horribles. Por eso ella bebe, sé que no quiere hacerlo y que le da vergüenza, odia que yo la vea cuando está así de mal, sin embargo, parece que es lo único que la ayuda a olvidar durante un rato las cosas que han hecho con ella —al decir eso, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas—. Yo lo intento, Menma. Cogí un trabajo para los fines de semana, intento que coma bien, que se bañe y que se cuide, pero ella no deja la bebida y tampoco me escucha cuando le pido que deje ese trabajo, que nos las arreglaremos de otra forma. No sé qué más hacer para ayudarla ni cómo lidiar con esta situación…
—Shh… Tranquilo —lo arrulló Menma, envolviéndolo en sus brazos con cuidado para no hacerle daño en las heridas—. Yui, entiendo lo que haces por tu madre y eso me enorgullece… pero es demasiado para ti solo.
—No quiero que siga con esto, Menma —lloró el doncel, desahogándose—. Hiro podría haberla matado. Y si no es él, lo será alguno de sus clientes o la bebida…
—Ya está, ya está, shh… —continuó calmándolo sin dejar de acariciarlo. Permitió que se aferrara a él y que sollozara en su hombro, sabía que necesitaba quitarse toda esa carga que llevaba encima. No tenía ni idea de que Yui hubiera aguantado aquello durante tanto tiempo, pero lo admiraba por haber estado cuidando de su madre a pesar de todo, haciendo lo que estuviera en su mano por ella. Sin embargo, al final, la realidad era que tanto él como Menma no eran más que dos críos perdidos en el mundo y que no había gran cosa que pudieran hacer… pero eso no quería decir que no hubiera otros que pudieran ayudarles—. Escucha, ahora que sabemos cuál es el problema, podemos buscar una solución. Mis padres nos ayudarán.
Yui se separó un poco para mirarlo con sus ojos enrojecidos.
—¿Tus padres?
Él asintió con una sonrisa.
—Seguro que a ellos se les ocurre algo para ayudar a tu madre.
—¿De verdad?
Menma asintió, completamente convencido.
—Sí. Nunca me han fallado.
Yui le sonrió débilmente y luego le dio un beso suave en los labios.
—Gracias, Menma. Por todo.
Este se puso rojo como un tomate, lo cual le hizo gracia al doncel.
—Te has sonrojado.
—Me has besado —dijo Menma, atónito.
Yui respondió como si nada.
—Sí, lo he hecho.
—Creía que no volverías a hacerlo.
Al escuchar eso, supo a lo que se refería y la culpabilidad regresó. Miró con tristeza a Menma y le acarició la mejilla.
—Me siento muy mal por lo de esta tarde. Yo… me asusté mucho y no reaccioné bien. —Lo miró a los ojos para que viera que no le mentía—. Sé que nunca me harías daño, independientemente de lo que seas, y tendría que haberme quedado contigo y dejar que me explicaras la verdad. Lo siento mucho, Menma.
El joven lobo negó con la cabeza, todavía sin poder creérselo.
—¿Todavía te gusto?
Yui le sonrió.
—No me gustas, te quiero.
Menma dejó escapar un suspiro de alivio y se inclinó para besarlo en los labios. El doncel le devolvió los besos con ternura, acariciando su rostro como si fuera lo más preciado que tenía en el mundo y, realmente, era una de las dos personas a las que más amaba.
—Te quiero, Yui —susurró el chico contra sus labios antes de frotar su nariz con la suya en un gesto cariñoso.
Yui le dio otro beso.
—Lo sé —dicho esto, se le escapó un bostezo, haciendo sonreír a Menma.
—Estás cansado y ya se ha hecho de noche, deberías intentar dormir.
El doncel se aferró a él.
—¿Duermes conmigo?
Menma asintió con entusiasmo y se tumbó a su lado. Con cuidado de no hacerle daño, colocó a Yui entre sus brazos de tal forma que su cabeza quedara apoyada en su pecho. Este soltó un suspiro suave y cerró los ojos, sintiéndose inmediatamente seguro y amado.
El lobo lo besó en la frente.
—Ahora estamos juntos, Yui. Todo saldrá bien —le prometió.


Sasuke Uchiha llegó al hospital varias horas más tarde. A pesar de que habían pasado ocho años desde aquella horrible noche en la que Naruto estuvo a punto de morir para dar a luz a su cachorro Arashi, todavía seguía odiando esos sitios y la forma en la que le hacían sentir.
Vulnerable.
Impotente.
Un tanto ansioso, aspiró los aromas del lugar con una mueca de disgusto. Detestaba el olor a fármacos y detergentes que había allí, hacía que le ardiera la nariz y que fuera casi imposible detectar cualquier otro aroma. Por suerte, conocía tan bien el olor de su compañero como el suyo propio, así que podía encontrarlo en cualquier lugar mientras hubiera una mínima brizna de olor a él y, para su fortuna, la había.
Fue directamente hacia donde le llevaba el rastro, encontrando a su esposo en el piso donde se encontraban las habitaciones de los pacientes… junto a un agente de policía humano que estaba demasiado cerca de él para su gusto.
Apretó los puños con rabia al ver la escena. Su pobre Naruto estaba pegado a la pared, claramente cansado por las ojeras que tenía alrededor de los ojos y sin duda alguna incómodo por la cercanía del policía, que había apoyado una mano en la pared, justo al lado de la cabeza de su rubio mientras se inclinaba sobre él con una sonrisa arrogante, probablemente presumiendo de alguna chorrada.
Nadie… toca… a su presa.
Dispuesto a salvar a su esposo, se acercó pisando fuerte a ellos para que pudieran oírlos. Normalmente era más sigiloso, pero le faltaba poco para que le salieran las garras y no quería armar un numerito en el hospital, bastantes problemas tenían con lo que había ocurrido hoy.
Al escuchar sus pasos, tanto el policía como Naruto se giraron hacia él… y el doncel esbozó una enorme y alegre sonrisa.
—¡Sasuke! —lo llamó, empujando sin miramientos al policía, al que le faltó poco para tropezarse con sus propios pies.
Su rubio se lanzó a sus brazos, haciendo que Sasuke ronroneara de gusto al tener a su compañero tan cerca de su cuerpo. Lo estrechó con fuerza contra sí y, en cuanto este levantó la cabeza para decirle algo, se inclinó para poseer su boca con un ardoroso beso. Gruñó complacido al escuchar el suave gemido que se le escapó y al olfatear el ligero aroma de su humedad en el aire. Solo él provocaba esa reacción tan fuerte en Naruto y le encantaba… y también le ponía duro. En cuanto se quedaran solos, lo arrastraría al baño y lo follaría rápido y fuerte contra la pared.
Cuando se separaron, Sasuke lo abrazó con ternura y plantó besos en su cuello antes de lanzarle una maliciosa sonrisa al agente que le decía: “este rubio es mío, ¡jódete!”, el cual, totalmente desanimado, se alejó de allí cabizbajo.
—¿Ya se te ha pasado tu ataque de celos? —le preguntó Naruto, que conocía demasiado bien a su marido como para saber cuándo estaba marcándolo como suyo frente a un hombre humano.
Sasuke sonrió con picardía.
—No del todo. Quiero encerrarte en el baño y joder tu lindo y sexy culo —susurró en su oído antes de lamerle el lóbulo de la oreja, arrancándole un jadeo al rubio.
Pese a que permitió que su marido siguiera abrazándolo contra su duro y caliente cuerpo (que a pesar de todos los años juntos seguía poniéndolo a mil por hora), le lanzó una mirada divertida.
—Y aunque lo estoy deseando, mi lobo, primero tenemos asuntos que atender.
Sasuke se separó un poco, aunque siguió rodeando a su doncel por las caderas.
—Cierto —suspiró Sasuke antes de fruncir el ceño—. He hablado con mi compañero de cuando ejercía de policía. Ha investigado a Yui y a su madre. No es una bonita historia.
—Cuéntame.
El lobo le relató a Naruto lo mismo que Yui le había contado a Menma: la historia de sus padres, cómo sus abuelos echaron a su madre de casa, su dura vida sin recursos y la parte en la que hace tratos con Hiro para poder seguir manteniendo a su hijo y brindarle una educación decente. Sin embargo, añadió un pequeño detalle; Yui y su madre tuvieron que mudarse porque la policía de Osaka trincó el club en el que trabajaba Hiro y se llevó a muchas de sus chicas y chicos a Kioto. En esos momentos, el amigo de Sasuke había puesto en contacto a la policía de Osaka con la de allí para que se pusieran de acuerdo en cómo proceder con Hiro y también para ayudar a las mujeres y los donceles que habían estado ejerciendo la prostitución bajo la dura mano de ese hombre.
—Eso es horrible —se lamentó Naruto—, aunque lo explica todo.
Sasuke frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Además de la policía, han venido los servicios sociales a hablar con la madre de Yui.
Oh, mierda.
—Quieren quitarle a su hijo.
—Parece que aparte de prostituta, también es alcohólica.
—Habrá sido su forma de aguantar todo lo que ha estado haciendo —comentó Sasuke con pena.
Naruto asintió, también se sentía mal por ella.
—Parece que se han puesto en contacto con el padre y los abuelos. Están aquí.
El lobo abrió los ojos como platos.
—¿Aquí, en el hospital?
—Lo estaban a la hora de la cena. Han estado peleándose entre ellos por la custodia de Yui.
Sasuke resopló con rabia.
—¿En serio? ¿Ahora quieren ocuparse de él?, ¿después de que abandonaran a su madre por estar embarazada? Los servicios sociales no pueden entregar al doncel a esos sujetos.
El rubio suspiró.
—Es la ley. Ya está confirmado que Kohane no puede quedarse con su hijo, al menos, no en su estado actual, por lo que Yui queda en manos de uno de sus familiares más próximos.
—¿Y quién va a ser?
—Aún no se sabe. El padre parece que tiene buenas intenciones, se siente culpable por todo lo que le ha pasado a Kohane y a su hijo; creo de verdad que quiere corregir sus errores. El problema es que tiene otra familia y, sinceramente, su mujer no parecía nada contenta.
—¿Y sus abuelos?
—Oh, ellos son la mejor parte. He podido oír desde aquí cómo el padre de Kohane le recordaba el grandísimo error que cometió al tener a Yui.
Sasuke arrugó la nariz.
—Menudo personal.
—Sí, la mujer de los servicios sociales no está segura de qué hacer; si deja a Yui con su padre, está claro que su madrastra no le pondrá las cosas fáciles en casa, y si lo deja con sus abuelos… Bueno, yo diría que ellos están más interesados en hacerle pagar a su hija el que los desobedeciera que cuidar de su nieto.
—En ambos casos, es una mierda.
—Sí, y, además, Yui tendrá que irse de Kioto.
Al escuchar eso, el corazón de Sasuke se encogió.
—¿Ninguno vive por aquí cerca?
—Ambos viven en Osaka, sus abuelos estaban aquí por vacaciones y el padre tenía negocios que atender en la ciudad, ha sido casualidad que hayan llegado tan rápido.
El lobo bajó los ojos con tristeza.
—Menma no podrá verlo, al menos durante algún tiempo. Eso le dolerá.
—Les dolerá a los dos —corrigió Naruto, apoyándose en su pecho—. Los he visto durmiendo juntos y abrazados. Se quieren.
Sasuke besó a Naruto en la cabeza y bajó la mirada con tristeza.
—No quiero que aparten a mi hijo del que tal vez sea su compañero. Yo no soportaría que me alejaran de ti —murmuró, estrechando a su esposo contra sí.
El rubio le frotó el pecho, entendiendo perfectamente la necesidad animal de su marido por mantenerlo cerca de él. Menma y Yui no habían estado tanto tiempo juntos como ellos, pero intuía que el vínculo era fuerte, o de lo contrario el doncel no se habría quedado dormido tan tranquilamente en los brazos de un hombre lobo, o su hijo no habría estado tan preocupado por este, negándose a alejarse de él en cuanto le permitieron verlo.
—Tiene que haber algo que podamos hacer —murmuró Sasuke.
Naruto suspiró.
—Hay algo que tal vez pueda funcionar —comentó.
Su marido se separó para mirarlo, aunque siguió abrazándolo.
—¿Qué es?
—Kohane no está en condiciones de quedarse con su hijo, pero es la madre y tiene la última palabra en cuanto a quién se queda con él.
—¿Quieres decir que ella tendrá que decidir si Yui se va con sus abuelos o con su padre? Dudo que le guste alguna de esas opciones.
—Hay una tercera opción.
Sasuke levantó las cejas.
—¿Cuál es?
—Según lo que me ha dicho la asistente social cuando le he preguntado, dados los antecedentes de los familiares, estaría dispuesta a considerar que Kohane decida nombrar un tutor legal que sea de confianza, por el bien de Yui.
El hombre lobo frunció el ceño.
—Entonces, ¿ella puede escoger a otra persona para que cuide de Yui aunque no compartan parentesco?
—Eso me ha dicho, pero tendría que ser alguien muy cualificado para cuidar de Yui.
Sasuke no tardó en darse cuenta de a dónde quería llegar su esposo y parpadeó.
—¿Estás pensando en…?
Naruto le interrumpió acariciando su mejilla.
—Solo si tú también estás de acuerdo.
El lobo sonrió y puso su mano sobre la de su compañero.
—No tengo inconveniente, sobre todo si esto evita que nuestro hijo sufra.
El doncel asintió.
—Entonces, tenemos que ir a hablar con Kohane.
—Espera —lo detuvo Sasuke agarrándolo por las caderas y pegándolo a su cuerpo para acariciar su rostro—. Llevas muchas horas aquí y estás cansado. ¿Por qué no vas a casa y dejas que yo me ocupe de esto?
—¿Seguro? —le preguntó Naruto.
Sasuke le sonrió.
—Creo que es lo mejor. No te preocupes por Menma y Yui, yo les echo un ojo, y hablaré con Kohane también. Tú ve a casa, los chicos hace rato que no saben de nosotros y probablemente Kurama y Narumi estén que se suben por las paredes por no saber qué pasa. Tu presencia los tranquilizará —dicho esto, se inclinó y le dio un beso profundo y suave en los labios—. Ve, mi luna.
Naruto sabía que tenía razón. El resto de sus hijos ya sabían que estaban en el hospital arreglando las cosas de Yui y que Menma estaba sano y salvo, pero le inquietaba un poco dejarlos solos tanto tiempo. Si su hijo mayor hubiera estado allí con ellos, no estaría tan intranquilo, pues Menma era el alfa de la camada e infundía calma en los demás, pero ahora estaba pendiente de Yui, por lo que Kurama y Narumi, aunque no dudaba de que eran capaces de cuidar y vigilar a sus hijos pequeños, estarían algo nerviosos por no tener a ninguna de sus figuras autoritarias cerca y, como lobos que eran, eso podía causarles estrés.
Así que decidió marcharse y dejarlo todo en manos de Sasuke.
—Está bien. —Le dio un breve abrazo—. Te quiero.
—Y yo a ti.
Después de eso, se separó de su pareja y se dirigió al coche, rezando porque su lobo pudiera convencer a Kohane.


En una habitación solitaria, una mujer con una venda en la cabeza sollozaba en voz baja. Era evidente para cualquiera que Yui era hijo suyo: tenía la piel tan clara y lisa como la suya, con la diferencia de que, en las muñecas, había marcas de cuerdas y que su espalda estaba estropeada por largas cicatrices que se entrecruzaban con violencia, como si trataran de hacerla pedazos; su cabello era de un rubio pálido precioso y lo llevaba bastante largo para ocultar las marcas, y sus ojos eran del mismo color azul zafiro, similar al del mar. La única diferencia entre ambos era que Kohane era menuda mientras que su hijo era más alto que la media de los donceles, lo cual seguramente había heredado de su padre o de su abuelo, ya que ambos eran bastante altos.
Le costaba creer que precisamente ella debía decidir con quién de los dos se iría. Apreciaba que Yoshiro se hubiera disculpado por haberla dejado sola para que se ocupara del hijo de ambos, pero no por ello podía perdonarlo tan fácilmente y mucho menos entregarle a Yui; habían pasado dieciséis años desde la última vez que lo vio, era poco más que un desconocido para ella y se negaba a dejar a su hijo con un extraño, por no hablar de que se había dado cuenta de que su esposa no estaba para nada contenta con la idea de tener que criar a un chico que no era suyo. Y en cuanto a su padre, sabía que no volvería a ver a Yui durante muchos años, le había dicho que sería su castigo por haberle desobedecido, ¡como si todavía fuera una niña!
¿Qué podía hacer? No le gustaba la idea de que su hijo se fuera con su padre y una mujer que sin duda alguna le haría la vida imposible, pero tampoco quería que acabara con sus padres, estaba convencida de que no tenían ningún interés real en él y que solo lo acogían para vengarse de ella.
—¿Se puede? —preguntó una voz masculina muy suave.
Kohane se giró y parpadeó al encontrarse a un hombre muy apuesto en la puerta de su habitación. No tenía ni idea de quién era, no llevaba el uniforme policial ni tampoco parecía ser de servicios sociales, no la molestarían a esas horas; tampoco podía ser un cliente, lo recordaría si lo fuera… ¿sería uno de los hombres de Hiro?
Se encogió ante la idea. El desconocido era muy alto y fuerte, encajaba en la clase de hombres que contrataba Hiro para mantener a sus putas a raya.
—¿Quién es usted? —preguntó con temor, buscando de reojo el botón para llamar a la enfermera.
Este le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
—No tenga miedo. Me llamo Sasuke Uchiha, mi esposo fue quien los trajo a usted y a su hijo al hospital.
Kohane parpadeó al reconocer el nombre.
—Usted fue quien nos salvó —dijo con los ojos llenos de lágrimas. La policía se había encargado de contarle lo que había sucedido.
Sasuke entró en la habitación y se acercó a ella.
—En realidad fue mi hijo quien siguió a Yui hasta su casa. De no ser por él, yo no habría intervenido —dicho esto, se sentó a su lado—. ¿Cómo se encuentra?
A la mujer le tembló el labio, a pesar de que trató de sonreír.
—La verdad es que no es mi mejor día. Mi jefe casi mata a mi hijo, la policía ya sabe a lo que me dedico, los servicios sociales quieren quitarme a Yui y él… —Se le escapó un sollozo—. Ni siquiera me dijo que estaba saliendo con un chico.
Sasuke se sentó a su lado y le dio unas palmaditas en la mano.
—No creo que Yui tuviera malas intenciones al ocultarle eso. Solo tiene quince años y su vida no ha sido fácil…
—Lo sé mejor que nadie —lo interrumpió ella, apartando la mirada.
El hombre la miró con comprensión.
—No la estoy juzgando, solo quería decir que tal vez Yui no quería preocuparla con temas de chicos. Sabía que usted tenía bastantes cosas encima.
Kohane asintió.
—¿Su hijo es un buen chico?
Sasuke sonrió.
—Lo es, pero soy su padre, ¿qué voy a decir?
La mujer esbozó una pequeña sonrisa.
—Es verdad. Sin embargo, sé que su hijo se enfrentó a Hiro por Yui y por mí. Eso dice mucho de él. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Cómo se llama?
—Menma.
—Es bonito —murmuró. Sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez mientras miraba el techo—. Todavía me cuesta creer que vayan a quitarme a mi hijo. No quiero que lo hagan.
El hombre le dedicó una mirada compasiva y le estrechó la mano.
—Lo lamento mucho.
—Yo… lo entiendo. Sé que no estoy bien y que Yui ha tenido que cuidar de mí pero… no quiero que se crie con su padre y su familia, sé que mi hijo no tiene una buena opinión de él y que su mujer no le dará la bienvenida con los brazos abiertos. Tampoco quiero que vaya con mis padres —sollozó al recordar cómo su padre la echó de casa entre gritos furiosos—. Dios… Le castigarán continuamente porque yo decidí tenerlo. Y mientras tanto, yo estaré en la cárcel, sin poder ayudarle ni saber qué es de él ni cómo le tratan esas personas… —rompió en llanto.
Sasuke, lejos de estar incómodo, se acercó un poco más y le limpió la cara con las manos. Él comprendía muy bien la sensación de frustración y de impotencia que sentía, el saber que, por mucho que lo desearas, no podías hacer nada para proteger a un ser querido. Aún sentía punzadas de temor cuando recordaba cómo Naruto llegó sangrando al hospital el día en que nació Arashi, no había podido hacer nada más aparte de estar sentado en la sala de espera, rezando a todos los dioses conocidos porque no les ocurriera nada. Por suerte, ambos salieron adelante.
—Señora Jundo, no llore —le pidió con suavidad—. He venido a proponerle algo.
La mujer sorbió por la nariz y lo miró confundida.
—¿Qué…? ¿Qué quiere decir?
Sasuke se acomodó y se puso serio.
—Permítame decirle lo que va a ocurrir. Antes de conocer a mi esposo, era policía, conozco los casos como el suyo y puedo asegurarle que a ningún juez, ni a ningún fiscal, le gusta meter en la cárcel a mujeres y donceles que han ejercido la prostitución por necesidad, menos todavía si tienen hijos. Entonces, ¿qué es lo que van a hacer? En cuanto esté recuperada, el fiscal y el abogado que le asignen le recomendarán hacer un trato: testificar contra Hiro y su red a cambio de dejarla libre. La pena por prostitución es de dos años, y eso como mucho, dudo que nadie vaya a tomarse la molestia de presentar otros cargos contra usted, especialmente si no tiene antecedentes. Acepte ese trato.
—Pero si lo hago, Hiro…
—Hiro es un proxeneta del tres al cuarto, no tiene más poder que los pocos hombres a los que contrata y, ahora que le han pillado, lo habrán abandonado y se habrán dado a la fuga con su dinero. No se preocupe, no corre peligro.
Kohane asintió y se lamió los labios.
—Pero… aun así, no podré quedarme con Yui. Saben que soy alcohólica.
—Así es. Le pedirán que haga rehabilitación, confío en que solo necesite un año.
—Pero, aun así…
—Por favor, déjeme terminar —le pidió Sasuke con amabilidad antes de inspirar hondo—. Sé que después de eso, no le darán a Yui porque no tendrá trabajo ni tampoco una vivienda. Esto es lo que le propongo: haga ese año de rehabilitación y luego venga a buscarme; soy el propietario de una cadena de hoteles y siempre estamos buscando personal, puedo colocarla en uno de ellos como limpiadora, camarera o pinche de cocina, o también en la empresa como ayudante. Es todo lo que puedo ofrecerle con su formación, pero al menos tendrá un salario suficiente para pagar las facturas y empezar a rehacer su vida. —Hizo una pausa, ahora venía lo más delicado—. A cambio, me gustaría proponerle que dejara a Yui conmigo y mi esposo.
Kohane abrió los ojos como platos.
—¿Con ustedes? ¿Por qué?
Sasuke se encogió de hombros.
—Nuestros hijos están enamorados, creo que tanto Yui como Menma lo pasarán mal si los separan. Además, creo que su hijo podría sentirse más a gusto viviendo con su novio y nosotros que con un padre o unos abuelos a los que probablemente aborrece.
La mujer dudó, no estaba del todo segura.
—Ocuparse de otro adolescente… es mucho dinero.
—Mi cadena de hoteles es muy lucrativa y mi esposo ha ganado bastante dinero con las películas que han hecho de sus libros, no es un problema para nosotros. Puedo asegurarle que a su hijo no le faltará una buena educación.
—Pero… tendrían muchas responsabilidades, no es lo mismo cuidar de dos niños que de uno solo.
Sasuke soltó una risilla.
—Señora Jundo, tengo un total de seis hijos —dijo, haciendo que Kohane se quedara con la boca abierta—, tener a otro más bajo nuestro cuidado no supondrá demasiada diferencia.
Kohane se quedó muy callada, pensando en su oferta. Sin duda alguna, era muy generoso por su parte… pero…
—Tengo que pensarlo —acabó diciendo.
El hombre asintió.
—Lo entiendo. No nos conoce y no le gusta la idea de que su hijo esté con unos extraños, pero le aseguro que no tenemos malas intenciones. Hable con Yui para ver qué le parece y, si eso la tranquiliza, puede invitar a los servicios sociales a investigarnos todo lo que quieran, serán bienvenidos a entrevistar a mi familia y a entrar en mi casa. Pero, por el bien de su hijo, piense seriamente en mi oferta —dicho esto, le dio unas palmaditas en la mano y se fue de la habitación.
Ya había hecho todo lo que podía hacer por Yui. Ahora, dependía únicamente de Kohane.


—¿Seguro que a Menma no le importará? —preguntó un Yui inseguro mientras abría la maleta y le pasaba la poca ropa que tenía a Naruto.
Este hizo un gesto despreocupado con la mano.
—Claro que no, se pondrá tan contento que no te lo podrás quitar de encima en todo el día… aunque, si te sientes incómodo, puedo ponerte con Saki.
Yui negó con la cabeza.
—No, está bien por mí, es solo que…
Naruto sonrió al ver que estaba sonrojado y le acarició la cabeza con cariño.
—Es la primera vez que duermes con un chico y te da vergüenza.
—Sí —respondió el pequeño doncel, aliviado porque el padre doncel de Menma lo hubiera dicho por él.
—Yui, no debes preocuparte, ya sabes cómo es mi hijo. Si le marcas los límites de tu intimidad, él los respetará a rajatabla, por él no debes preocuparte. Si fuera el travieso de Narumi sería otra cosa, pero con Menma precisamente no tendrás ningún problema, solo dile lo que te preocupa y él hará hasta lo imposible para que te sientas cómodo aquí, es lo que pasa cuando te emparejas con un lobo.
Yui esbozó esta vez una sonrisa sincera. Era extraño cómo su vida había dado un giro de trescientos sesenta grados en apenas unos días.
Un mes antes, cuando su madre le dijo que los servicios sociales iban a separarlos, sintió que el mundo se le caía encima. No quería que lo apartaran de ella, era la única familia que tenía y le parecía muy injusto que quisieran trasladarlo con otras personas cuando ella había sacrificado tanto por él. Pero lo peor fue que querían dejarlo con sus parientes más próximos. No había llegado a ver a sus abuelos, estos no se habían dignado ni a presentarse ante él, tenía entendido que habían dicho que ya se verían bastante cuando consiguieran su custodia… lo cual no le había hecho ni pizca de gracia. Su padre no fue tan desagradable, le saludó con nerviosismo y le pidió disculpas por haberlos dejado solos diciendo que era joven y que no había estado preparado para tal responsabilidad, pero que ahora había madurado y que quería conocerlo. Yui lo entendía pero, aun así… su madre también había sido joven y a pesar de todo había cuidado de él. No podía perdonarlo tan rápido como para querer irse con él, aparte de que su esposa no parecía estar muy contenta con el hecho de que él existiera.
Sin embargo, después su madre le habló de la propuesta de los señores Uchiha, lo cual lo llenó de esperanzas. Sin duda alguna, prefería quedarse con Menma y su familia antes que marcharse con unas personas que, a su modo de ver, traicionaron a su madre y fueron los culpables de que ella terminara relacionándose con gente como Hiro. Así que le dijo que, si no podía quedarse con ella, quería estar junto a Menma.
Kohane, respetando su decisión, pidió a los servicios sociales que fueran a ver a la familia Uchiha para asegurarse de que era apta para quedarse con Yui y, sinceramente, la mujer que fue a entrevistarla se quedó gratamente sorprendida: entre Sasuke y Naruto ganaban más que lo suficiente para mantener a todos sus hijos, incluso solo con el sueldo de Sasuke bastaría; además, ambos pasaban gran parte del tiempo en casa, por lo que los niños no estaban en absoluto desatendidos; la casa estaba limpia y bien cuidada, y los jóvenes Uchiha eran como una piña, cuidándose los unos a los otros, eran educados a pesar de sus diferentes caracteres y adoraban a sus padres.
De modo que, tras el visto bueno de los servicios sociales, Kohane se quedó más tranquila y accedió a la propuesta de Sasuke, nombrándolo a él y a su esposo como tutores legales de Yui. Su decisión no sentó bien a sus padres ni a Yoshiro, pero no tuvieron más remedio que aceptarlo puesto que estaba hecho. El padre de Yui, sin embargo, seguía queriendo saber sobre su hijo y le pidió que le permitiera visitarlo de vez en cuando; el doncel admitió que no creía estar preparado para tener mucho contacto con él, pero decidió dejar que le llamara por teléfono de vez en cuando.
Ahora, Kohane había ingresado en un centro de rehabilitación, dispuesta a todo para recuperarse y volver a estar con Yui, mientras que este acababa de trasladarse a la casa de los Uchiha tras un mes ingresado en el hospital. Naruto y Sasuke habían acordado que uno de los dos llevaría al joven doncel a visitar a su madre los fines de semana en compañía de Menma, que insistió en ir con su novio para brindarle apoyo.
Yui terminó de sacar las cosas de su maleta y la cerró para guardarla en la parte superior del armario.
—Naruto, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro —respondió este sin dudarlo.
Sin embargo, Yui sí lo meditó un momento más antes de atreverse a preguntarle:
—¿Cómo es estar con un hombre lobo?
—Es maravilloso —respondió Naruto, sonriendo—. Llevo unos… diecisiete años con Sasuke y nunca me he arrepentido de estar con él.
—¿No te da miedo?
—Los hombres lobo pueden ser aterradores si se lo proponen, pero jamás harían daño a sus seres queridos, especialmente si son humanos. Sasuke es consciente de que soy más frágil que él y procura ser cuidadoso conmigo… por no hablar de que lo que le haría a alguien que tratara de hacerme daño —dicho esto, miró a Yui con la cabeza ladeada—. ¿Tienes miedo de que Menma te haga daño?
Yui se sobresaltó.
—¿Qué? ¡No! Es solo que… —Dudó un poco más, sin estar seguro de cómo expresar lo que sentía respecto al tema de lo sobrenatural—. Todo esto es nuevo para mí y… no sé qué esperar.
Naruto se acercó a él y le acarició el rostro de un modo muy maternal. Le recordó a la forma en la que lo tocaba su madre y se sintió seguro y querido al instante.
—Yo tampoco sabía cómo adaptarme a ese mundo, pero tuve a Sasuke a mi lado en todo momento para ayudarme a comprenderlo. Tú no solo tienes a Menma, también nos tienes a mí, a mi marido, y al resto de mis hijos. Ahora tienes una familia enorme que se matará por hacer lo que sea para que te sientas como en casa —dicho esto, le sonrió con afecto—. Te prometo que es más fácil de lo que parece, ya lo verás.
Al pequeño doncel se le llenaron los ojos de lágrimas y, en un impulso, abrazó con fuerza a Naruto, el cual correspondió su gesto de inmediato.
—Gracias por acogerme en vuestra casa —musitó Yui. Nunca pensó que nadie llegaría a quererlo aparte de su madre, teniendo en cuenta que ni sus abuelos ni su propio padre quisieron saber nada sobre él y que, de hecho, repudiaron a la mujer que le trajo al mundo por su sola existencia; siempre pensó que su pasado lo perseguiría, que siempre sería el bastardo que arruinó la vida de su madre, el hijo de la puta, y que nadie mostraría el más mínimo interés en él una vez supieran de dónde venía. Pero estaba equivocado, gracias a Menma, tenía una nueva vida que incluía una numerosa familia que deseaba ayudarlo no solo a él, sino también a su madre y, tal vez, pudieran enseñarle a quererse a sí mismo por quién era y no por las circunstancias que lo habían rodeado.
En ese instante, escucharon la puerta abrirse y unos pasos acelerados entrando en la casa.
—¿Yui? —lo llamó Menma con un grito emocionado.
Naruto rodó los ojos con una sonrisa.
—Oh, sí, desventaja de vivir con lobos; no puedes darles una sorpresa porque siempre lo huelen todo.
Para ese instante, Menma llegó a su habitación, esbozando una amplia sonrisa al ver al doncel del que estaba enamorado, y luego se apresuró a ir hacia este para estrecharlo entre sus brazos amorosamente.
—¿Qué haces aquí? Creía que aún tenías que quedarte en el hospital unos días más.
Yui sonrió y se apoyó en el torso de Menma, amando la forma en la que lo envolvía con su cuerpo.
—Me han dado el alta esta mañana. Naruto y yo queríamos darte una sorpresa.
Menma lo besó en el cuello y después lo miró de arriba abajo.
—¿De verdad ya estás bien? ¿Te duele algo?
—Tengo que tomarme unos analgésicos por las mañanas y las noches, pero aparte de eso, me encuentro muy bien.
Los ojos azules del lobo brillaron de alivio y volvió a abrazarlo.
—Me alegro mucho.
—¿Pero por qué no puedo iiiiiiir? —se escuchó de repente una voz sospechosamente parecida a la de Menma, pero esta era más enérgica y tenía cierto tono infantil.
—Maldita sea, déjalos solos un rato, que tengan intimidad —dijo otra voz igualmente similar a la de ambos mellizos, solo que esta sonaba más ronca y varonil.
—Pero yo quiero ver al novio de Menma, tiene que ser muy lindo para que haya llamado su atención… ¡Au!
—¿Quieres bajar la voz? Ya sabes que los lobos somos posesivos con nuestros compañeros, ¿o no recuerdas la pelea que tuvo padre con ese leopardo idiota que estuvo flirteando con papá? No quiero que Menma se ponga celoso por tu culpa, no me gusta verlo enfadado.
—Querrás decir que te aterroriza. La última vez casi te haces pis encima.
—¡Cállate! ¡No es verdad!
Y la discusión siguió y siguió mientras Naruto y Menma ponían los ojos en blanco y el pobre Yui ponía cara de no saber lo que estaba pasando.
—Esos son mis hermanos Narumi y Kurama —dijo el joven lobo.
—Discuten a menudo, pero no hagas caso, en el fondo se quieren con locura —comentó Naruto con una sonrisa divertida antes de dirigirse a su hijo mayor—. Por cierto, Menma, como andamos escasos de habitaciones, he pensado que no te importaría compartir habitación con Yui.
Los ojos del chico resplandecieron.
—¿Puede dormir conmigo? ¿En serio?
—Si no te importa, sí.
Menma esbozó una amplia sonrisa y abrazó con entusiasmo a Yui, que no pudo evitar curvar los labios hacia arriba al ver lo mucho que parecía gustarle a su novio que compartieran cuarto.
Después de eso, los tres bajaron al comedor, donde el pequeño doncel fue presentado a toda la familia: Arashi lo recibió alegremente y con curiosidad como el niño que era; Saki y Miko lo saludaron educadamente, el primero con más timidez y la otra con una expresión más seria en el rostro, aunque tenía entendido que era su cara habitual; Kurama, el hermano mellizo pelirrojo de Menma, se presentó mirándolo un tanto intrigado, tal vez porque era el primero en quien mostraba interés su hermano, mientras que Narumi le dio una efusiva bienvenida con un abrazo.
Luego, todos se prepararon para la cena. Sasuke y Naruto la prepararon y los trillizos pusieron la mesa a la vez que los demás conocían mejor a Yui, el cual estuvo entretenido sobre todo por el pequeño Arashi, que no dejaba de preguntarle una cosa tras otra, y por las breves intervenciones de Saki. Una vez estuvo todo listo, la cena transcurrió entre risas y muchas preguntas para el nuevo componente de la familia, siendo Narumi el que no tuvo reparo en lanzarle algunas indirectas acerca de su… “relación” con Menma que le hicieron enrojecer.
El mayor de los hermanos Uchiha le advirtió un par de veces que no fuera por ahí, pero Narumi no hizo caso, parecía divertirse mucho haciendo que Yui se pusiera rojo de la vergüenza, por lo que, tras intercambiar una mirada con su padre, el cual le dedicó un asentimiento con una enorme sonrisa, Menma gruñó suavemente y saltó por encima de la mesa para abalanzarse sobre su hermano. Lo tiró de la silla y lo inmovilizó en el suelo mientras este gritaba pidiendo ayuda a Kurama, quien, con una maliciosa sonrisa, fue corriendo a hacerle cosquillas. Todos acabaron riéndose por la cómica situación y Narumi aprendió que esos comentarios no se hacían o sus hermanos se vengarían en nombre de Yui.
Terminaron de cenar un poco tarde por haber estado hablando tanto rato con Yui, no solo preguntándole por él, sino también por haber estado contándole anécdotas sobre la familia y los lejanos vecinos que tenían (todos cambiantes que vivían en las montañas), por lo que, en cuanto empezaron a recoger la mesa, Naruto cogió a un soñoliento Arashi en brazos para acostarlo mientras el resto limpiaba. Saki y Miko fueron los siguientes en despedirse y, más tarde, los trillizos y Yui, quedándose al final Sasuke y su esposo abajo para terminar de poner las cosas en el lavavajillas y fregar los utensilios de cocina.
Yui se sintió un poco nervioso al entrar en su nuevo cuarto en compañía de Menma. No era como si nunca hubiera dormido con él, ya lo hicieron en el hospital, pero se sentía mucho más íntimo estar en un dormitorio y no en una sala donde estaba lleno de vendas.
El joven lobo, percibiendo su estado, se acercó a él por detrás y lo abrazó por la cintura.
—No estés nervioso. Seré un hombre lobo, pero no voy a comerte.
El doncel rio por el comentario y se dio la vuelta para sonreírle.
—Todavía me cuesta creer que esto me esté pasando.
Menma lo miró con tristeza.
—Lo siento, sé que no es fácil si no has nacido en este mundo.
Yui negó con la cabeza y se apoyó en su pecho.
—No es porque seas un hombre lobo, es que… no puedo creer que mi madre esté recibiendo ayuda y que yo esté aquí, contigo; que los dos estemos empezando una nueva vida.
El chico lo estrechó entre sus brazos.
—Pues es de verdad. Mis padres van a ayudaros, estás conmigo y te quiero. Te quiero mucho, Yui —musitó, besándole en la cabeza.
—Y yo a ti, Menma —dijo este, levantando su rostro para besarlo suavemente en los labios.
El lobo ronroneó de gusto y, de repente, lo alzó por las caderas con afán juguetón y lo lanzó a la cama, haciéndole reír mientras este se colocaba sobre su cuerpo con una feliz sonrisa para volver a besarlo efusivamente en los labios. Sin embargo, mientras sus bocas se entregaban a una dulce danza en la que sus lenguas terminaron entrelazadas, la pasión empezó a crecer en ambos, haciendo que Menma la oliera en el aire y que Yui la sintiera cuando su lobo pegó su cuerpo al suyo.
En un acuerdo silencioso, se desnudaron el uno al otro. El joven varón le quitó despacio la camiseta a su hermosa presa y deslizó los pantalones y la ropa interior por sus suaves piernas, y el doncel lo despojó de todas sus prendas con timidez pero sin pausa. No dejaron de besarse en ningún momento mientras se metían bajo las sábanas y se acariciaban el uno al otro, explorando sus cuerpos y las sensaciones que despertaban el uno en el otro. Menma lo mordisqueó en el cuello y los hombros, Yui le besó el pecho… y luego el lobo se apoderó del joven y no pudo contener las ganas de lamer a su compañero en su lugar más íntimo, haciendo que este tuviera que morder una almohada para ahogar sus fuertes gemidos mientras tenía su primer orgasmo. Justo después de eso, a Menma le salió pelaje por todas partes. Eso hizo que recuperara la cordura, pues no había olvidado que la última vez que le pasó aquello, Yui acabó huyendo.
Temiendo que se asustara de nuevo, trató de alejarse para recuperar la calma y poder retraer el pelo… pero el doncel lo cogió de la mano, le dedicó una sonrisa y lo instó a regresar con él antes de acariciarle los mechones de la mejilla sin vacilar.
Esa simple caricia se quedó grabada a fuego en el corazón de Menma, porque significaba que Yui había aceptado por completo lo que era, aunque todavía no se hubiera acostumbrado a vivir en una casa donde las leyendas sobre hombres lobo fueran en una realidad en la gran mayoría de los que moraban en ella.
Así que la primera vez que hicieron el amor, Menma mantuvo su pelaje y, cada vez que Yui lo acariciaba, ya fuera en las mejillas, en el cuello o en la espalda, una oleada de absoluta felicidad y puro amor lo invadía. Ninguno de los dos pudo decir que fue algo perfecto, ambos muchachos se sintieron torpes y muy tímidos en más de una ocasión, pero eso no quitaba que fue una de las experiencias más especiales de su vida, y que fue lo más dulce y tierno que habían experimentado hasta el momento. Para cuando terminaron, los dos estaban muy sonrojados, pero satisfechos, sonrientes y sintiéndose más unidos que nunca.
No se molestaron en ponerse un pijama, permanecieron desnudos bajo las sábanas y Yui no dudó en acurrucarse en el pecho de Menma, quien lo abrazó mientras ronroneaba suavemente. Todavía no lo sabían, pero esa sería la primera de muchas de las noches que pasarían juntos… como la última vez que durmieron en aquella casa, justo antes de que los dos se trasladaran a la ciudad durante un tiempo, Menma para ingresar en la academia donde se prepararía para las pruebas de guarda forestal y Yui para estudiar bellas artes en la universidad; como la que pasaron juntos hablando y riendo hasta tarde el día en que el lobo apareció por primera vez con su uniforme, o cuando el doncel consiguió un trabajo en una editorial para dibujar novelas gráficas; como la que pasaron haciendo el amor en su propia cabaña en el bosque en su noche de bodas, y en la que estuvieron tumbados en la cama, acariciando el vientre hinchado de Yui que anunciaba la llegada de sus primeros hijos.
Pero aún era muy pronto para eso. Esa noche era el comienzo de su historia juntos, una en la que Menma confirmó que había encontrado al compañero con el que quería compartir su vida, y en la que Yui se dio cuenta de que había hallado su lugar en el mundo, aunque fuera en los brazos de un dulce hombre lobo.

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