lunes, 18 de febrero de 2019

Los Cachorros de Sasuke


Mi Kurama

—Cachorros, tenemos que hablar —dijo la profunda voz del alfa de la familia Uchiha.
Kurama frunció el ceño. Eso había sonado muy serio y no recordaba que ninguno de sus hermanos hubiera hecho ninguna travesura, así que dejó a un lado el portátil en el que estaba haciendo un trabajo para clase y se levantó de un salto, apurándose en bajar las escaleras; allí se encontró con Narumi, que le preguntó con la mirada si sabía de qué iba aquello, y con Menma, que cogía de la mano a Yui.
Hacía ya dos años que el compañero de su hermano vivía con ellos, y la convivencia había sido de lo más pacífica y apacible. Al doncel le costó un poco adaptarse a la vida con hombres lobo, pues ellos a menudo necesitaban correr en manada, pero tuvo la suerte de tener la compañía de su padre Naruto, que también era humano, y de Arashi, que al ser el más pequeño todavía no había experimentado los cambios animales que padecería durante la pubertad, aunque ya debía de estar cerca, pues hacía poco que había cumplido los doce años. Además, estaba ese incómodo detalle de que los cambiantes no tenían el menor sentido del pudor en sus casas, por lo que a veces se les podía ver desnudos por la planta baja, ya que era más cómodo para cambiar de forma, lo cual avergonzaba a Yui; él trató de ser respetuoso y no andar en pelotas cuando estaba en casa, pero su hermano Narumi era más descarado y le gustaba hacer sonrojar al compañero de Menma… hasta que se pasó de la raya y su hermano se abalanzó sobre él en un ataque de posesividad.
Si es que solo Narumi era tan tonto como para abrazar a Yui estando desnudo. ¡Por supuesto que el lobo de Menma se lo tomó como un desafío por él!
Aparte de esas cosas, el doncel se llevaba muy bien con todos y era considerado uno más de la manada, después de todo, era fácil encariñarse con él: era dulce, gentil, tranquilo, responsable, con un gran corazón y hasta él debía admitir que era adorable y lindo cuando se sonrojaba, aunque jamás se lo diría a Menma, no quería acabar como Narumi el año pasado; su hermano daba miedo de verdad cuando se enfadaba.
Por otro lado, la madre de Yui también se había hecho un hueco en la familia; tras rehabilitarse en un año, su padre cumplió su palabra de ofrecerle trabajo y la tenía como recepcionista en la sede de su empresa. Eso le dio dinero suficiente para alquilar un apartamento y ahorrar lo suficiente como para regresar a la facultad de derecho, en la que ingresaría el año siguiente para terminar sus estudios. La mujer era muy parecida a su hijo y era imposible no quererla, se llevaba muy bien con su padre doncel y le estaba realmente agradecida tanto a él como a su marido por todo lo que habían hecho en su familia.
Lo bueno de los hombres lobo era que, cuantos más miembros tuviera la manada, mejor que mejor. Y, pese a que Kurama era tal vez el más solitario de los Uchiha, podía decir que su lado animal se sentía feliz de que esta hubiera crecido en poco tiempo. Así que al encontrarse con la mirada de Yui, que le dedicó una pequeña sonrisa, él le respondió con un respetuoso asentimiento (después de todo, era el compañero de Menma, su alfa en ausencia de Sasuke) y bajó tras él y Menma.
—Eh, Menma, ¿sabes qué es lo que pasa? —preguntó Narumi en voz muy baja, para que su padre lobo no le oyera.
—No, ni idea —respondió este.
Fueron todos juntos hasta la planta baja, donde se cruzaron con Saki y Miko, que parecían tan confusos como ellos (al menos, el doncel, ya que la joven mantenía esa expresión tan seria que la caracterizaba, aunque Kurama detectó cierta cautela en sus ojos negros). Una vez en el salón, vieron a sus padres sentados en la gran mesa; el rubio tenía una expresión de inquietud que a sus hijos no les gustó lo más mínimo, mientras que el rostro del lobo era severo, ligeramente sombrío incluso.
—Sentaos, cachorros —les pidió Sasuke.
Kurama intercambió un ceño fruncido con sus hermanos mellizos, pero Menma se limitó a obedecer y Narumi tan solo le devolvió una mirada de preocupación. Saki y Miko los imitaron, el primero un tanto nervioso, mientras que la segunda vigilaba con atención a sus progenitores, como si pudiera encontrar una pista mediante su expresión corporal.
—¿Pasa algo malo? —Narumi no pudo resistirse a preguntarlo.
Sus padres se miraron un segundo, como calibrando la respuesta.
—No exactamente —suspiró Naruto—, pero es importante.
—¿De qué se trata? —interrogó Menma con más calma.
Sasuke hizo una pausa antes de decir:
—La manada de linces está aquí.
Todos los cachorros se tensaron. No hacía falta que especificara a qué grupo de cambiantes se refería, los jóvenes Uchiha sabían perfectamente de quiénes estaba hablando. Kurama fue el primero en apretar los dientes y aferrarse a la mesa con los dedos, tratando por todos los medios de que no le salieran las garras.
—¿Cómo se atreven a volver? —masculló.
Narumi lo miró con un asomo de culpa y le tocó el brazo.
—Kurama…
—¡No! —exclamó, enfadado y poniéndose en pie—. ¡Ellos fueron a por Narumi! ¡Lo acusaron de ser un violador! ¡¿Cómo pueden tener tanta cara de venir aquí después de lo que pasó?!
—Hijo, fue un malentendido —dijo su padre doncel con suavidad.
Kurama lo miró con rabia, aunque esta no estaba dirigida a él.
—Pidieron la cabeza de Narumi. Exigieron su muerte.
—Solo lo hizo aquel grupo de jóvenes —comentó su padre, tratando de calmar sus ánimos—, aún son adolescentes y temperamentales e hicieron acusaciones preocupados por el doncel. Sven, yo y un intermediario hablamos con Shaoran y él dejó muy claro que fue consensuado y que no quería que se castigara a Narumi de ningún modo.
—¿Shaoran dijo eso? —preguntó este con un brillo esperanzado en sus ojos que no le gustó nada a Kurama.
—¿En serio te importa? ¡Fue culpa suya!
Su mellizo rubio le lanzó una mirada de advertencia.
—No vuelvas a decir eso. Él estaba sufriendo por el celo, me necesitaba.
—Y luego te tendió una emboscada.
—¡Él no tuvo nada que ver en eso! —bramó Narumi, levantándose de la silla y sacando las garras.
Kurama le gruñó, amenazador, y sacó sus propias zarpas.
—¡BASTA! —rugió Sasuke, que se puso también en pie con el cuerpo tenso, listo para interponerse entre sus cachorros—. ¡Ningún hijo mío atacará a su propio hermano! ¡¿Soy claro?!
Los dos hermanos, al darse cuenta de que estaban dejando que sus emociones los llevaran demasiado lejos, relajaron su postura. Narumi le dedicó una mirada de disculpa, arrepentido por haber estado a punto de volverse contra Kurama, pero este no le miró, sino que mantuvo los ojos apartados, sintiéndose enfadado consigo mismo por no haber refrenado su agresividad; sin embargo, no por ello estaba de acuerdo con que esa manada estuviera en su territorio, no confiaba en que no fueran a ir a por su mellizo en cuanto tuvieran la ocasión para tomar represalias.
—Dejar que esos linces estén aquí es un error —declaró Kurama, rodeando la mesa para marcharse de allí antes de cometer una estupidez.
Oyó que Narumi lo llamaba, pero lo ignoró mientras se desvestía rápidamente y abría la puerta para saltar al exterior en su forma animal. Se adentró en el bosque, dejando que sus patas se movieran a gran velocidad para quemar toda la agresividad que llevaba dentro, toda la rabia que había resurgido después de un año.
No era justo, ¡no era justo! No tenían ningún derecho a regresar a su territorio después de que acusaran a su hermano de haberse aprovechado de aquel doncel que entró en celo sin tener a alguien cerca para cuidarlo, en todo caso, era culpa suya por no haber estado preparado antes con un varón que cuidara sus necesidades. Narumi solo hizo lo que haría una buena persona y un adolescente que también pasaba por su primer celo: ayudarle a pasarlo. ¿Y qué recibió a cambio? ¡Una paliza! ¡Acusaciones de violación! ¡Sentencias de muerte! ¡Esos linces podrían haberlo matado y va y su padre dejaba que fueran tan campantes por su bosque!
Una parte de él, en su interior, sabía que fue el hermano de ese doncel y sus amigos los que actuaron movidos por la ira al creer que se habían aprovechado de este, y que la manada de linces en general no había movido un dedo por hacer daño a Narumi… pero lo pasó tan terriblemente mal, sabiendo que si condenaban a su hermano no podría hacer nada para salvarlo, que no podía soportar tener a esa gente cerca; como animal, su instinto le exigía eliminar la amenaza, y como humano, solo podía pensar en mantener a su mellizo a salvo.
Necesitaba quemar toda esa rabia antes de cometer una estupidez, así que corrió sin parar, sin mirar atrás… sin darse cuenta de que, instintivamente, se dirigía hacia las cabañas que el año pasado ocuparon los linces.


—¡Kurama! —lo llamó Narumi, haciendo amago de ir tras él, pero Menma lo detuvo cogiéndolo del brazo.
—Déjalo —le dijo con seriedad—. Necesita desahogarse.
—Pero…
—Menma tiene razón, hijo —comentó Sasuke, soltando un suspiro—. Sus instintos son más agresivos que los vuestros, dale tiempo para que se tranquilice.
Narumi agachó la cabeza.
—Yo no quería que las cosas salieran así.
Su padre doncel se levantó y fue hacia él para abrazarle.
—No es tu culpa, cariño.
Sasuke también se acercó para acariciarle el pelo.
—Todos los cambiantes estamos más temperamentales durante el celo. No eres el primero que pasa por esto, cachorro; a veces, algunos donceles entran en calor antes de tiempo y tienen encuentros con varones que están calientes porque se acerca esa época. Tú hiciste lo correcto al ocuparte de él, habría sufrido mucho si lo hubieras dejado solo, pero sus parientes y amigos se pusieron nerviosos al sentir tu aroma sobre él y pensaron lo peor. Estas cosas pasan, por eso ningún adulto te acusó de inmediato y por eso nos reunimos el líder de su manada, yo y un tercer cambiante para hablar a solas con Shaoran.
Narumi levantó la cabeza al escuchar el nombre del doncel con el que pasó su primer celo.
—¿Él no me guarda rencor?
Sasuke movió la cabeza a un lado y a otro.
—No, de hecho, parecía más asustado porque los amigos de su hermano y este te hicieran daño que por sí mismo. Le pidió a Sven, su alfa, que no permitiera que fueran detrás de ti.
Una vez más, la esperanza brilló en los ojos azules de Narumi.
—¿Crees… que podría hablar con él?
Su padre dudó unos momentos antes de responder:
—Creo que es mejor que esperes por ahora, solo por si acaso.
La decepción cruzó la mirada de su cachorro, pero no dijo nada. En ese momento, Saki, que no había intervenido en la disputa (igual que Miko), echó un vistazo alrededor de la mesa y frunció el ceño.
—Por cierto, ¿dónde está Arashi?
Todos se dieron la vuelta, buscando al más pequeño de los Uchiha sin encontrarlo en ninguna parte del salón.
—¿Arashi? —lo llamó Naruto, inquieto.
—… Estoy aquí…
Sasuke y los lobos de la habitación fueron más rápidos en detectar su débil voz. El adolescente estaba apoyado contra el marco de la puerta de que daba al comedor, con la cara muy roja, la frente sudorosa y los ojos algo enrojecidos, como si los tuviera cargados.
—Siento el retraso. No me siento muy bien… —murmuró.
Naruto hizo amago de ir hacia él, pero Sasuke lo detuvo.
—Está cambiando —anunció.
Los cachorros Uchiha también se habían dado cuenta de ello por el fuerte olor a lobo que desprendía Arashi. A pesar de que el aroma de los hijos de los hombres lobo era diferente del de los niños humanos, el olor de su lado animal solía ser bastante leve hasta que pasaba por el Cambio, la primera vez que se transformaban: era como una especie de fiebre; los cambiantes necesitaban acumular una enorme cantidad de energía que segregaban sus cuerpos de forma natural (aunque los científicos que lo investigan no están seguros de cómo lo hacen) para transformarse en animales, así era como podían cambiar sus huesos, sus músculos, su piel, sin quedar debilitados más tarde. Sin embargo, la primera vez que un cachorro pasaba por esa transformación era un proceso duro ya que no sabe cómo utilizar esa energía, a algunos les costaba más tiempo que otros. También existían casos en los que su lado animal aparecía con tanta fuerza que se volvían inestables al principio, sus instintos los cegaban y estaban tan asustados que eran incapaces de reconocer a sus seres queridos, por eso Sasuke no quería que Naruto se acercara de momento, incluso un lobo joven podía ser peligroso para su cuerpo frágil si estaba fuera de control.
El doncel rubio se relajó y miró a su marido.
—Yo me encargo de la cena y lo demás. Ve con él.
El lobo le dedicó una mirada cariñosa y luego se reunió con su hijo pequeño.
—Vamos, cachorro, te prometo que no es tan duro como parece.
Naruto sonrió amorosamente al ver a su marido cogiendo a su cachorro en brazos para llevarlo a su habitación. Era un proceso que ya habían pasado con el resto de sus hijos, y él, como humano, poco podía hacer, lo que necesitaba era tener a otro hombre lobo a su lado para guiarlo, y ¿quién mejor que su padre, alguien que le reportaba seguridad, para hacerlo? Así que se fue a la cocina para preparar la cena para todos, no sin antes fijarse en que Narumi miraba el exterior a través de la ventana con ojos anhelantes.
Mmm…


Kurama gruñó, sin saber qué hacer. Había corrido sin pretenderlo hasta las cabañas que apestaban a linces, donde había visto a esos malditos gatos sonriendo como idiotas mientras terminaban de sacar sus pertenencias de los coches para meterlas en las casas donde pasarían, probablemente, las pocas semanas de época de celo. No quería estar ahí más tiempo, pero tampoco estaba seguro de querer regresar a casa; no quería enfrentarse a su padre otra vez, seguía creyendo que estaba equivocado al permitir que esos felinos volvieran, no harían más que traerles problemas… y, en cuanto a Narumi, no le apetecía hablar con él tampoco. No entendía por qué se ponía de parte del lince doncel, seguía creyendo que había formado parte de la emboscada que le tendieron a su hermano para apalizarlo.
Aun así, era lo bastante juicioso como para alejarse de los gatos antes de que su lado animal lo animara a buscar a los responsables y ocuparse de ellos. Por muy enfadado que estuviera, no quería causar más conflictos de los que ya tenían encima.
—Narumi, espera.
Alzó las orejas al escuchar la suave voz de su padre doncel.
Sin pensárselo dos veces, corrió hacia el lugar donde creía haberle escuchado y se ayudó del sentido del olfato para terminar de localizarlo. Su dulce aroma sin matices de miedo o dolor lo tranquilizaron, estaba a salvo, aunque le sorprendió un poco que fuera él quien estuviera en el bosque buscando a su hermano y no su padre varón, ya que a él le habría sido más fácil encontrarlo. Dicho esto…
“Mierda, Narumi, ¿qué has hecho?”, se preguntó, sospechando que tenía algo que ver con los linces. Conociéndolo, era lo suficientemente idiota como para querer intentar arreglar las cosas con ellos y convertirse en su amigo.
Gruñó un poco al oler a su hermano muy cerca de su padre. Sí, el muy imbécil ya estaba haciendo de las suyas.
Llegó a una zona muy frondosa del bosque sin ningún sendero marcado, con hierba y muchos arbustos por todas partes, rodeada por altos árboles. Narumi ya estaba frente a su padre doncel, desnudo, seguramente porque había estado corriendo en forma animal, mientras que su progenitor llevaba unos pantalones de chándal gruesos y un abrigo. A Kurama no le gustó ver que se abrazaba a sí mismo a pesar de la ropa que llevaba; olía a lluvia, pronto caería una tormenta y no quería que su padre se enfermera, al ser humano, era más frágil que el resto de la manada.
—Cariño, ¿qué estás haciendo? —le preguntó a su hermano.
Narumi bajó la vista.
—Buscaba a Kurama.
El doncel levantó una ceja.
—Narumi…
Este hizo una mueca y se encogió.
—Yo… quería ver a Shaoran.
Kurama reprimió un gruñido para que no le oyeran. Sabía que no estaba bien cotillear, pero si Narumi planeaba alguna estupidez, quería saberlo, sobre todo si era tan importante como para permitir que su padre se estuviera mojando, acababa de empezar a caer una fina cortina de lluvia.
Naruto suspiró.
—Narumi, creía que ese tema había quedado claro.
—Lo sé, pero… —su voz se apagó de repente.
—¿Pero? —lo animó su padre a continuar.
Su hijo lo miró con el rostro descompuesto por la culpabilidad.
—Necesito hablar con él sobre lo que ocurrió entre nosotros. Necesito saber si le hice daño, si hice algo mal… si…
—¿Qué?
Narumi lo miró con desesperación.
—No lo entiendes, papá. Cuando encontré a Shaoran, unos linces estaban intentando aprovecharse de él, decían que como estaba en celo, dejaría que cualquiera se metiera entre sus piernas. Él estaba muy asustado porque eran tres contra uno y yo fui a ayudarlo. Después intenté llevarlo a su casa, pero él ya había entrado en calor y me sedujo y… olía tan bien que… no pude resistirme. —Naruto asintió, entendiéndole perfectamente, pues fue el primer celo de Narumi y era muy difícil controlarlo—. Yo cuidé de él durante toda la semana y, cuando volvimos… ya sabes lo que pasó. No me dejaron volver a hablar con él y necesito saber si… si se arrepiente de que estuviéramos juntos. Necesito saber si él me aceptó porque estaba en celo o si fue por voluntad propia —dicho esto, bajó la cabeza—. Porque si hubiera sido lo primero, entonces sería cierto que me aproveché de él.
El corazón de Kurama se rompió al escuchar eso. Narumi nunca les había dado tantos detalles sobre lo que ocurrió, tan solo les contó que había pasado el celo con aquel lince porque había entrado en calor antes de tiempo y necesitaba ayuda, nunca mencionó que otros gatos hubieran estado involucrados… ni tampoco que tenía miedo de haber estado tan cegado por la lujuria de esa época que hubiera acabado teniendo relaciones sexuales con él sin su consentimiento.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando notó que su padre se movía. Cogió el rostro de Narumi entre sus manos para que lo mirara y le apartó cariñosamente los mechones de pelo de la cara.
—Hijo, nadie se aprovechó de nadie. Shaoran estaba en celo y tú estabas afectado por su olor y porque se acercaba el tuyo, ninguno de los dos hizo nada conscientemente, fueron vuestros instintos animales los que tomaron el control de la situación. —Hizo una pequeña pausa—. Tu padre y yo pensamos que era mejor si nos manteníamos a distancia de los linces hasta que pase la época del celo para evitar más fricciones con ellos, no fue por ti ni para castigarte, simplemente creemos que es lo mejor. Además, piensa que es posible que Shaoran se sienta un poco nervioso o avergonzado si te ve; después de todo, fue también su primer celo y no salió como lo tenía planeado. Me parece más cómodo para él si preparamos una reunión que presentarse en su casa a escondidas, ¿no crees?
Narumi lo meditó un momento y luego asintió.
—Sí, tienes razón, papá. Lo siento.
Naruto sonrió y tiró de sus hombros para abrazarlo.
—No pasa nada. Y ahora vamos a…
Kurama no supo por qué la voz de su padre se apagó de repente, la lluvia y el viento que no soplaba hacia él impidieron que percibiera el aroma de los depredadores que los habían estado acechando.
Pero Naruto sí, porque los vio venir de frente.
Actuó por puro instinto y lanzó a Narumi a un lado. Fue todo lo que pudo hacer, él no era tan veloz ni tan fuerte como los cambiantes, así que no pudo hacer nada más para evitar el feroz ataque de un gran lince que se abalanzó sobre él con las garras extendidas y los colmillos al descubierto.
Su grito de dolor fue lo que hizo reaccionar a Kurama. Contempló horrorizado y furioso a la vez cómo el lince, que había lanzado al suelo a su padre, hundía sus dientes en lo que creyó que era su cuello mientras sus zarpas se clavaban en su pecho. No estaba solo, otros tres linces atacaban a Narumi que, adoptando forma de lobo, logró sacudirse de encima a uno y morder con fuerza a otro en el lomo y tirar de él para quitárselo de encima. Lo escuchó gruñir y gimotear a la vez, en parte agresivo por el peligro que corría su padre y en parte preocupado por su estado; como Kurama, era consciente de que Naruto era humano y más frágil que ellos, podía morir si el lince había alcanzado su yugular.
Kurama no lo pensó dos veces, echó la cabeza hacia atrás y soltó un agudo aullido de alarma, avisando a su manada de que corrían peligro, y luego, se abalanzó sin pensárselo dos veces sobre el lince que estaba sobre su padre. Ni este ni los otros lo esperaban, como el viento había estado soplando en su dirección, no les había traído su aroma y, además, el olfato de esos felinos no era tan bueno como el de los lobos, así que pudo tomarlo por sorpresa y lo golpeó en el costado con toda la fuerza que tenía, lanzándolo contra el suelo.
Se tomó un segundo para examinar a su padre. El alivio lo inundó al ver que su cuello no estaba dañado, sino el hueco entre este y el hombro, por lo que la herida no era letal, pero no por ello dejaba de estar menos furioso. Ese maldito gato podría haberlo matado.
Sin perder más el tiempo, fue a ayudar a su hermano con los otros tres linces. Los lobos eran un poco más grandes que los linces (al menos, más que la mayoría de sus especies), por lo que tenían más fuerza, sobre todo en la mandíbula, su principal arma, así que le fue relativamente fácil quitárselos de encima con unos buenos mordiscos en la parte posterior de sus cuellos, agarrándoles del pellejo con violencia y echándolos hacia atrás.
Narumi no le dijo nada, ambos estaban poseídos por sus instintos animales y sabían lo que tenían que hacer: proteger al más débil de la manada a toda costa, a su padre. De modo que corrieron junto a él y se colocaron en posiciones invertidas para cubrir los dos lados, erizando el pelaje y enseñando los colmillos para ser más intimidantes.
Los linces se recuperaron y les bufaron, rodeándolos. Kurama sabía que un dos contra cuatro sería difícil para ellos, los felinos eran más veloces y ágiles que ellos, usaban sus zarpas con destreza como arma y eran mejores en el combate individual… sin embargo, abandonar a su padre no sería una opción, nunca. Ellos matarían y morirían por él.
Se lanzaron a por ellos a la vez. Pudo escuchar los feroces gruñidos de su hermano y el chasquido de sus fauces al fallar el objetivo, pero no permitió que eso le distrajera. Tenía a dos encima, uno de ellos le había atacado de frente para llamar su atención, haciendo chocar sus cuerpos y forcejeando con agresividad, mientras que el otro se había subido a su lomo por detrás para clavar sus zarpas en sus flancos y morderle en el pescuezo. Gruñó por el dolor, pero eso no le impidió sacudir su cuerpo con violencia, tratando de desestabilizar a ambos felinos al mismo tiempo que trataba de morder al que tenía delante para quitárselo de encima.
Afortunadamente, era más fuerte que el lince que tenía delante y pudo lanzarlo contra el suelo. Entonces, sin previo aviso, se echó a tierra para rodar y así quitarse de encima al otro, al cual estuvo a punto de darle una dentellada, pero este fue más rápido y logró apartarse de un salto. Se incorporó velozmente sin perder su posición junto a su padre; podría haberse movido para atacar a uno de ellos, pero eso habría dejado desprotegido al doncel rubio y no podía permitirlo, él no era tan fuerte como para hacer frente a un lince cambiante.
Esa pausa le permitió examinar a sus contrincantes. Reconocía sus aromas, uno era el hermano del lince doncel al que Narumi ayudó y el otro era uno de sus amigos; ambos le tendieron una emboscada cuando terminó la época de celo y él regresó con el doncel, el cual estaba sano y salvo, por cierto, para apalizarlo. El amigo era más pequeño, un lince varón de pelaje liso amarillento y moteado, mientras que el hermano era casi tan grande como él, con el pelo más largo y espeso, de tono castaño con pequeñas rayas en el lomo y los flancos. Sus intensos ojos dorados lo asesinaron al mismo tiempo que le enseñaba los colmillos y se agazapaba, listo para atacar de nuevo.
Él también se preparó, sin perder de vista al otro gato, que miraba sospechosamente a su padre herido.
“Bastardo hijo de puta, si tocas a mi padre, te arranco el cuello”, juró, gruñendo.
Y así ocurrió, el hermano se abalanzó sobre él mientras que el otro fue directo a por su progenitor. Kurama ni lo pensó, aunque eso lo dejara desprotegido contra el lince pardo, corrió hacia el gato moteado y lo agarró por la yugular.
La sangre inundó su boca a la vez que un dolor agudo se clavaba en sus costillas, pero lo ignoró, sabiendo que era el hermano del doncel lince, y, en vez de quitárselo de encima, mordió aún más fuerte al otro felino, provocando que este pataleara sin emitir ningún sonido, no podía porque sus fuertes mandíbulas lo estaban asfixiando.
Ahógate en tu propia sangre, maldito cabrón.
De repente, las zarpas se soltaron un instante de sus flancos para ir a por su cuello pero, antes de que pudiera clavarle las uñas, Kurama se sacudió de nuevo, dando una vuelta sobre sí mismo para que le fuera más difícil mantener el equilibrio al mismo tiempo que al lince al que tenía atrapado entre sus fauces lo golpeaba contra el suelo para causarle el mayor daño posible. El que tenía encima terminó cayendo, por lo que soltó al que sostenía entre los dientes, sabiendo que estaba demasiado herido para moverse, y se lanzó sobre este para morderlo, pero el lince le zarpeó la cara, obligándolo a cerrar los ojos y a retroceder con un gruñido de dolor.
Se frotó los párpados con una pata, comprobando que no tuviera nada grave y, cuando los abrió, vio que el animal pardo ya estaba encima de él, con las garras extendidas y las fauces abiertas…
Entonces, una sombra negra golpeó al lince y lo tiró contra el suelo con un gruñido feroz.
Menma.
Más rugidos cargados de pura agresividad resonaron sobre el estallido de la lluvia. Al darse la vuelta, vio que sus hermanos Saki y Miko estaban quitando a los otros dos linces que tenía Narumi encima, el cual estaba lleno de sangre por culpa de los múltiples arañazos que tenía en los costados. Le lanzó un gemido suave, preguntando por su estado, a lo que el lobo dorado respondió sacudiendo el pelaje y arrastrando las patas sobre el barro con un gruñido salvaje, dándole a entender que no estaba tan malherido y que estaba preparado para seguir luchando.
De repente, escuchó una serie de gemidos inquietos y tristes y se dio la vuelta.
Sasuke estaba allí, transformado en un enorme lobo de espeso pelaje negro, mojado por la incesante cortina de agua que caía desde el cielo. Sus lloriqueos desesperados eran una llamada a su compañero, que yacía en el suelo embarrado, inconsciente. El lobo movió las patas con nerviosismo y le tocó la cara con el hocico, gimiendo más fuerte, tratando de despertarlo. Al no hacerlo, soltó un aullido tan cargado de dolor y pena que a cualquiera que lo hubiera escuchado se le habría partido el corazón.
Después de eso, el gran canino contempló a su pareja con un gran vacío en su interior, lamiéndole amorosamente la cara… hasta que vio las heridas que tenía en el pecho y el hombro y detectó el leve aroma de aquel que le había atacado, casi enmascarado por culpa de la lluvia, pero él, siendo un rastreador bien entrenado, pudo notarlo.
La rabia y la sed de sangre lo cegó. Su lado humano se apagó, roto por el dolor, a la vez que su lado más animal salía a la superficie, llenando cada recoveco de su ser para imponerse a la pérdida y vengarla.
Sus hijos notaron el cambio producido en él y, empáticos como lo eran los lobos, fueron contagiados por su furia, al fin y al cabo, él era su alfa y estaba en su naturaleza ser imbuidos por sus emociones y seguir sus órdenes, por muy irracionales que fueran. Sin embargo, en esa ocasión no eran solo los sentimientos de Sasuke los que acentuaban su agresividad, sino también su propio miedo a que hubieran perdido a su padre, la angustia que los inundaba.
Cuando el alfa soltó un fuerte ladrido, todos correspondieron y se movieron al unísono, como si fueran una sola criatura. Los lobos nacieron para el trabajo en equipo, para cazar en manada, por lo que era más fácil para ellos atacar en grupo que luchar en solitario, a diferencia de los linces.
Estos, al ver que eran superados en número, habían tratado de retirarse, pero uno de sus compañeros, al que Kurama había mordido brutalmente en el cuello, no se movía y se habían visto obligados a arrastrarlo con mucha dificultad, ya que el suelo era un pantano de barro que les hacía el camino de regreso muy duro, por lo que no tuvieron forma de retirarse antes de ser rodeados por la manada Uchiha.
Los lobos, cegados por una rabia visceral que les quemaba las entrañas y nublaba su lado humano, hicieron equipos de dos para atacar a cada uno de los linces que se tenían en pie: Kurama y Narumi, Saki y Miko, y Menma y Sasuke. Las parejas, entre ambos miembros, acorralaron a cada uno de los felinos y atacaron directamente a las patas, era una técnica lobuna básica, así, sus presas, normalmente cérvidos, no podían escapar ni tampoco hacerles daño con sus fuertes pezuñas. El pánico se expandió por los linces, que ahora no podían ayudarse los unos a los otros ni tampoco encontraban un hueco por el que escapar, pues los lobos los iban cercando hasta que apenas tenían espacio para moverse. Uno, el que habían escogido Kurama y Narumi, trató de saltarlos por encima, pero el lobo de pelaje dorado, pese a no ser tan veloz, logró retrasarlo al agarrarlo por el muslo con sus dientes, y Kurama, que estaba listo para ayudar, se abalanzó sobre él para aplastarlo bajo su cuerpo e inmovilizarlo hundiendo los colmillos en su pescuezo, de forma que Narumi pudo terminar de desgarrar los músculos de su pata, haciéndole chillar de dolor. Saki y Miko también lograron neutralizar al suyo, mientras que Menma, casi en solitario, consiguió someter al hermano de Shaoran en el suelo con sus poderosas patas antes de ofrecérselo a su padre.
Todos sabían, por el olor, que era él quien había atacado a su padre doncel. Sasuke, al ser su compañero, se reservaba el derecho a acabar con su vida.
La imponente bestia se acercó al lince, que apestaba a miedo puro, pero ni eso ni su evidente juventud (tanto él como los otros felinos tendrían la edad de los trillizos) ablandaron el furioso corazón del alfa, que jamás perdonaría al asesino de su Naruto, el cual había sido su única razón para vivir durante mucho tiempo, y que, además, le había dado otros seis motivos para seguir respirando, sus preciosos cachorros.
El lince debía morir. Así que, gruñendo fuertemente, hundió una de sus patas en el cuello del muy miserable y abrió sus fauces, listo para darle una muerte lenta provocada por la asfixia a la que lo someterían sus mandíbulas en cuanto clavara los colmillos en su vulnerable yugular.
Pero, de repente, un rugido voraz se hizo oír por encima de un trueno. Antes de que la manada de lobos pudiera reaccionar, ya habían sido rodeados por una docena de linces adultos que inmovilizaron a los cachorros y los alejaron de sus víctimas, sin embargo, no les hicieron ningún daño, no habían venido a derramar más sangre.
Sasuke también fue lanzado al suelo, solo que él tenía encima a una gran pantera que, poco a poco y procurando que el lobo no escapara de él (ya que se revolvía con mucha fuerza, furioso porque hubieran interferido en su venganza), fue adoptando forma humana a la vez que maniobraba con los brazos para mantener a la bestia bajo control, convirtiéndose en un hombre muy alto, de dos metros, con anchas espaldas y cintura estrecha, fuertes extremidades y el cabello negro muy corto terminado en punta salvo por unos pocos mechones que caían sobre sus extraños ojos rojizos.
Este gruñó a causa de la fuerza que hacía el animal por librarse de su agarre.
—¡Sasuke, detente! —El lobo rugió, negándose a dejar con vida al lince que había asesinado a su pareja—. ¡Tu compañero no está muerto, sigue con vida! ¡Él te necesita!
Al escuchar esas palabras, Sasuke se quedó muy quieto, lo que permitió al hombre pantera coger su cabeza y moverla en dirección a su rubio, el cual ya estaba siendo atendido por un doncel y una mujer linces.
—Mira su vientre, aún respira. Necesita que estés con él, Sasuke —dicho esto, lo soltó muy despacio, pero no hizo falta que fuera tan cauteloso, ya que el lobo fue directo en busca de su compañero, comprobando sus signos vitales, gimiendo aliviado al ver que no parecía tener problemas para respirar.
La mujer lince le dijo:
—Las heridas no alcanzaron su cuello, no te preocupes. Solo se ha desmayado por la pérdida de sangre, pero se pondrá bien.
Sasuke se inclinó y lamió la mejilla de su Naruto antes de transformarse lentamente en hombre. Su corazón aún martilleaba con fuerza sus costillas, pero saber que su pareja viviría le tranquilizó lo suficiente como para que sus hijos también recuperaran la calma y, con ella, su lado humano; todos aún eran jóvenes y su arrebato de furia los había pillado por sorpresa en un momento de máxima tensión, por lo que habría sido muy difícil para ellos no ceder a sus instintos animales.
De hecho, ni siquiera Sasuke había sido capaz de controlarse. Ver a su rubio en el suelo cubierto de sangre y barro, con los ojos cerrados, sin responder a su llamada, había sido demasiado para él.
Mientras los linces terminaban de practicarle los primeros auxilios a Naruto, él echó un vistazo a sus cachorros, a los cuales ya habían liberado y ahora se reunían en torno a su padre para ver cómo se encontraba. Se fijó especialmente en Kurama y Narumi, que al haber luchado más tiempo tenían marcas de arañazos y mordiscos y estaban llenos de sangre, especialmente el lobo dorado.
—¿Estáis bien, cachorros?
Kurama gruñó suavemente y Narumi asintió con la lengua fuera, agotado. El animal pelirrojo empezó a lamer sus heridas para ayudarle a sanar.
Luego, dirigió su atención a los más pequeños, Saki y Miko.
—¿Chicos?
El lobisón hizo un gesto afirmativo con la cabeza, asegurando que estaba sano y salvo, y Miko sacudió su cuerpo, mostrándole que apenas tenía rasguños; ella se destacaba más en el combate que su gemelo y, de hecho, era más fuerte que Narumi pese a su edad, aunque todavía no llegaba al nivel de Kurama y Menma. Cuando fuera más adulta, sería una loba muy poderosa, podría pasar las pruebas para ser Cazadora (los policías de los cambiantes) como lo fue él en su momento.
Finalmente, buscó con la mirada a su hijo mayor, que solo inclinó la cabeza para hacerle saber que no estaba herido. Una parte de él se sintió muy orgullosa de sus crías por haber luchado tan bien, especialmente de Kurama y Narumi, que habían defendido a Naruto pese a estar en inferioridad numérica, pero en general se sentía muy estresado: su compañero había sido atacado por los mismos linces que apalizaron a Narumi el año pasado, sus cachorros estaban heridos y se habían visto obligados a pelear ferozmente y, lo peor de todo, ya no sentía que su manada estuviera segura con aquellos felinos allí.
Frunció el ceño, tomando decisiones según sus prioridades. Lo primero era lo primero, que su familia estuviera segura.
—Menma —llamó a su hijo mayor—, lleva a todos a casa, curaos las heridas y nadie entra ni sale hasta que yo vuelva, ¿entendido?
El lobo negro, una copia casi exacta de su padre varón salvo por el tamaño (Menma aún no había alcanzado la edad adulta), asintió con un resoplido y luego ladeó la cabeza. Sasuke comprendió lo que quería decir y respondió al mismo tiempo que hacía a un lado a los linces para coger a Naruto en brazos.
—Voy a llevar a Naruto con la manada de Kiba para que lo atiendan.
—Sasuke, puedes venir con nosotros —se ofreció Sven, el líder de la manada de linces, que acababa de adoptar forma humana para poder aclarar lo sucedido—, tenemos médicos en nuestra manada que…
—No —gruñó Sasuke—, ya habéis hecho más que suficiente.
Sven lo miró con tristeza.
—Sasuke, nosotros…
—¡He dicho que no! —gritó, mirándolo con rabia, pero retrocediendo. No iba a permitir que ni su compañero ni sus hijos estuvieran cerca de los linces, ya no—. Creía que ya habíamos aclarado lo sucedido con Shaoran el año pasado, pero es evidente que aún hay rencores.
—Son jóvenes y no entienden… —trató de excusarse Sven, pero Sasuke no quería escuchar nada más.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué es lo que no entienden?!, ¿que han atacado a mi manada?, ¿herido a mis hijos? ¡Casi matan a mi compañero, Sven! —rugió, fuera de sí—. ¡No permitiré que haya nada ni nadie en mi territorio que pueda hacerles daño! ¡¿Está claro?! —dicho esto, le dio la espalda para pedirles a sus hijos que se fueran a casa y que no salieran de allí hasta que regresara con su pareja.
Sven hizo amago de tocar a Sasuke, pero el hombre pantera lo cogió del brazo y negó con la cabeza.
—Deja que se vaya. Ni siquiera él puede controlarse cuando se trata de su compañero o sus cachorros; deja que se encargue de ellos y más tarde hablaremos con él sobre lo que ha pasado.
El lince agachó la cabeza.
—Nuestros jóvenes han atacado a su pareja. Sasuke está roto desde que su manada murió, solo Naruto lo mantuvo con vida en ese tiempo. No creo que olvide esto tan fácilmente.
—Sasuke es razonable, solo necesita enfriarse. No te preocupes, yo hablaré con él, a mí me escuchará.
—¡Narumi!
Los dos felinos se giraron al escuchar la voz de un adolescente, y no fueron los únicos, ya que Kurama y Narumi, que ya estaban a punto de seguir a Menma para irse a casa, se giraron con las orejas levantadas. El primero frunció el ceño al reconocer a Shaoran, el doncel por culpa del cual estaban metidos en aquel lío, mientras que el segundo sintió su corazón acelerarse al contemplar a su gatito, al que veía tan lindo y hermoso como el día en el que lo conoció.
Shaoran, al encontrar al lobo dorado, trató de ir hacia él, pero el hombre pantera lo detuvo.
—Ahora no, chico.
Este miró al cambiante con ojos suplicantes.
—Pero, Kurogane…
—Ya hay mucha presión entre nuestras manadas, no añadamos más.
El rostro del joven lince mostró su tristeza antes de mirar a Narumi con el mismo anhelo con el que este lo observaba, algo que no pasó desapercibido para Kurama, que se quedó contemplando la interacción entre ambos sorprendido. Había estado muy enfadado con el doncel porque había sido el causante de todo pero, ahora, viendo la culpa reflejada en sus ojos marrones, así como la preocupación que traslucían cuando pasaba la vista por las heridas de su hermano, pensó que, después de todo, su rabia le había cegado demasiado como para darse cuenta de que había sido gracias a ese doncel que su hermano salió impune y sin sufrir represalias.
Sin embargo, era cierto que ahora no era un buen momento; su padre estaba herido y aún podía percibir el nerviosismo en su manada, especialmente por parte de su alfa, y ya habían tenido suficiente sangre como para volver a causar problemas, así que tocó con el hocico a Narumi y le hizo un gesto para moverse. Notó que él deseaba quedarse cerca del lince, pero tras echarle una mirada a sus padres, dio media vuelta, no sin antes lanzarle un gemido suave a Shaoran, al que este respondió con un asentimiento, comprendiendo que necesitaba ver si su familia estaba bien.
Cuando su hermano empezó a alejarse, él se quedó un segundo más, observando al doncel con curiosidad, un tanto impresionado por la silenciosa interacción entre ambos. Este se dio cuenta de que le estaba mirando y clavó sus ojos en él… con arrepentimiento.
Se sentía responsable por lo sucedido.
Por primera vez, Kurama pudo sentirse un poco mejor al tener la confirmación de que Shaoran no deseaba que a Narumi ni a su manada les ocurriera nada, por lo que inclinó la cabeza, haciéndole saber que no le guardaba rencor… al menos, no a él.
El lince bajó los hombros, claramente aliviado, y se llevó un puño al corazón, dándole las gracias por perdonarlo. El lobo rojizo soltó un gruñido suave y después se dio la vuelta, trotando rápidamente para reunirse con sus hermanos e irse a casa, donde se curarían y esperarían a tener noticias de su padre.


—¡¿Qué demonios has hecho?! —le gritó Shaoran a su hermano.
Train arrugó la nariz. ¿En serio?
—Lo que tenía que hacer.
—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó, el doncel, incrédulo—. ¡Podrías haber matado a alguien! ¡Casi lo consigues!
—¿Y qué? —gruñó él, furioso—. Ese maldito cabrón estaba rondando nuestra casa, ¡venía a por ti!
—¡Narumi no iba a hacerme daño!
—¡¡¡ÉL TE VIOLÓ!!! —rugió, fuera de sí. No podía entenderlo, ¿cómo podía su hermano seguir defendiendo a esa escoria pulgosa después de lo que le había hecho?
La cara de Shaoran enrojeció, su rabia acorde con la suya.
—¡Él jamás me ha hecho daño! Llevo un año diciéndotelo, hice el amor con él por voluntad propia.
Train gruñó profundamente y se paseó por el salón, pasándose una mano por el cabello.
—Joder, Shaoran, deja de decir eso, ¡deja de tenerle miedo! ¿No ves que yo te protegeré? Solo tienes que decir la verdad y le arrancarán la cabeza a ese desgraciado.
Su hermano soltó un rugido animal que lo sobresaltó. Shaoran no era una persona a la que le gustara discutir, de los dos, él era el tranquilo, el que pensaba dos veces antes de hacer las cosas, así que rara vez perdía el control de sí mismo.
Eso solo demostraba lo asustado que estaba.
Cuando el año pasado Creed le dijo que su hermano había sido violado, no se lo podía creer. Su amigo le había contado cómo Shaoran había entrado en celo antes de tiempo y que él, Preta y Shiki habían tratado de llevarlo a casa, pero que apareció ese maldito lobo, enloquecido por el olor que desprendía su hermano, que luchó contra ellos y que se lo llevó. En ese momento, la época de celo había terminado y Train se dispuso a rescatar a Shaoran y vengarse por lo que le había hecho aquel hijo de perra.
Le tendió una emboscada cuando Shiki le dijo que estaban regresando juntos a su territorio. No tuvo muchas oportunidades, Creed mantuvo a Shaoran al margen mientras que él y los demás molían a palos a ese monstruo; le habría encantado matarlo, todos querían hacerlo pero, entonces, ellos habrían sido sometidos a juicio por asesinato y ya no sería posible demostrar que no era más que un violador que se había aprovechado de su hermano.
Por desgracia, eso no sucedió. Shaoran no presentó ningún cargo contra el lobo y dijo que era inocente y que no había hecho nada malo. ¿Por qué? No lo entendía. Su hermano no era un cobarde, nunca lo había sido, pero tal vez el trauma había sido demasiado grande como para querer revivirlo, alargarlo y sufrir todavía más, y estaba seguro de que ese hijo de la gran puta le había amenazado de algún modo.
Por eso, cuando lo había visto acechando su territorio junto a su padre, no lo había dudado.
Se había lanzado directo a por él, jamás habría consentido que volvieran a tocar a Shaoran.
—Solo trataba de protegerte —le dijo.
Su hermano le lanzó una mirada envenenada.
—¿Protegerme? ¿Has estado a punto de matar a ese pobre humano indefenso para protegerme?
Train frunció el ceño.
—¿Humano? Era un apestoso lobo.
—¡El padre doncel de Narumi es humano! —chilló Shaoran.
—No puede ser, olía a lobo.
—¡Por el amor de Dios, Train! ¡Su compañero es un hombre lobo!, ¡sus cachorros son todos lobos!, ¡y su casa probablemente apesta a lobo! ¡Claro que huele a lobo! ¡Pero todo el mundo sabe que él es humano! ¡Todos conocen su historia con Sasuke Uchiha!
En esa ocasión, Train palideció. Era cierto que detestaba a Narumi, a él y a su familia de perros guardianes que defendían que este no había hecho nada malo, ¡que había ayudado a su hermano a pasar el celo! ¡Claro! ¡Era la típica excusa de un cambiante violador para salvar el pellejo!
Sin embargo, los hombres lobo podían defenderse, la lucha era justa.
Un frágil humano, no.
—¿Estás seguro de que es humano? —preguntó, dudoso.
—Completamente —dijo una voz grave y profunda.
Los dos jóvenes se giraron para encontrarse con Kurogane. Acababa de entrar en la cabaña que ocuparían durante las dos semanas que pasarían allí para el próximo celo y estaba empapado. Shaoran, que no quería seguir discutiendo, se fue para traerle una toalla y ropa, puesto que el hombre había estado corriendo en forma animal, mientras que Train agachó un poco la cabeza, avergonzado por primera vez.
—No sabía que era humano. Olía mucho a lobo y no me di cuenta.
Kurogane levantó una ceja y cruzó los brazos a la altura del pecho.
—¿Estás seguro, mocoso?
Él respondió mirándolo ofendido.
—No le haría daño a un ser humano.
—Tus padres fueron asesinados por cazadores humanos, ¿estás seguro de que no le habrías hecho daño a ese doncel que, supuestamente, es el padre del lobo que violó a Shaoran?
—Él no me violó —declaró este con una cara que era cualquier cosa excepto amistosa. Acababa de regresar al salón con una toalla que le lanzó a Kurogane, mientras que las prendas de ropa las dejó en el sillón.
La pantera se secó el cuerpo al mismo tiempo que respondía:
—Solo lo estaba exponiendo desde el punto de vista de Train, chico.
—Él está equivocado.
—No, Creed me contó lo que pasó.
—Y crees a tu amigo antes que a mí, ¿no?
—Sí, sobre todo si veo que tienes marcas de mordiscos en el cuello, ¡él te sometió para que no te movieras!
Shaoran enrojeció, en parte por la vergüenza y en parte por la rabia.
—¡Lo que Narumi y yo hiciéramos no es asunto tuyo!
—¡Basta! —bramó Kurogane. Los dos jóvenes se callaron, pero se fulminaron el uno al otro con la mirada. Él soltó un gruñido disgustado y miró a Shaoran—. Chico, déjanos a solas a Train y a mí.
El doncel apretó los labios, pero les dio la espalda y corrió escaleras arriba para encerrarse en su habitación con un portazo. Kurogane cerró los ojos un momento antes de vestirse con la ropa que le había traído Shaoran y después se plantó frente a Train con los brazos cruzados de nuevo, era una pose habitual en él.
—¿Te das cuenta del lío en el que os habéis metido tú y tus amigos?
El lince lo fulminó con la mirada.
—Ese lobo estaba rondando cerca de nuestra casa, buscaba a Shaoran.
—¿Y qué? Ese no es motivo para atacarlo.
Train gruñó fuertemente. No podía creer que él fuera el único interesado en proteger a su hermano, ¡¿desde cuándo Kurogane no tenía el menor interés por Shaoran?!
—¡Iba a…!
—Como vuelvas a decir que iba a violar a Shaoran, te llevas una colleja de las fuertes, mocoso —le advirtió el imponente hombre con voz dura antes de relajarse un poco—. Ya hablamos de todo esto el año pasado; hablé largo y tendido con él, le hice saber de todas las formas posibles que él estaría a salvo con la manada si tenía miedo del chico lobo o si le había amenazado de cualquier manera, y ¿sabes qué hizo?, juró y perjuró que no le había hecho daño, incluso me suplicó que no permitiera que fuera castigado.
—Eso es porque está aterrorizado —se defendió Train—. Le hizo demasiado daño.
—Que Shaoran no sea tan agresivo como tú y esos amigos tuyos no quiere decir que sea de los que se encogen de miedo. Es más duro de lo que piensas.
—¿Crees que no lo sé? Conozco a mi hermano, pero también soy consciente de que muchas víctimas de violación niegan lo que les pasó porque sienten vergüenza o miedo, está claro que eso es lo que le sucede.
Kurogane negó con la cabeza.
—¿Es que no escuchas? Este tema quedó zanjado el año pasado y no pienso volver a tener esa discusión contigo. El caso es que atacaste a un doncel humano y a sus hijos sin provocación previa.
—¡Ellos estaban…!
—¡Silencio! ¡Ya he oído tus excusas! Ahora soy yo quien va a explicarte cómo son las cosas: este territorio pertenece a la manada Uchiha, no es nuestro por mucho que vayamos a vivir aquí esta temporada de celo, eso quiere decir que cualquiera de ellos puede pasearse por aquí si les da la real gana y nosotros no tenemos nada que decir al respecto. Eso es lo primero, lo segundo es que atacaste a nuestros anfitriones, unos que nos brindan un lugar con el que relacionarnos con otros cambiantes, por no decir que casi matas a un ser humano, que es diez veces más frágil que uno de los nuestros, además un doncel pequeño al que hasta sus hijos superan en altura y fuerza. ¿Tienes la menor idea de lo grave que es esto? Sasuke Uchiha puede echarnos de aquí con toda la razón del mundo, ¿qué haremos durante el celo? En la manada no hay suficientes personas para todos los que quieren pasar esta época con alguien, por eso celebramos estas reuniones y procuramos tener buenas relaciones, ¿quién nos querrá cerca después de esto? —Hizo una pequeña pausa en la que lo fulminó con los ojos—. Pero lo peor ha sido lo que le has hecho a ese pobre humano. ¿Se puede saber qué diablos pasaba por esa cabeza de imbécil cuando le atacaste? Y no me digas que fue por Shaoran, ese doncel no podría haberle hecho ningún daño ni aunque quisiera y, déjame decirte, que conozco a Naruto desde antes de que nacieras y jamás le he visto ser cruel con ningún ser vivo. Sven no podrá dejar pasar esto.
Train bajó la cabeza. Si bien creía que había hecho lo correcto al ir a por el lobo que atacó a su hermano, no se sentía orgulloso de haber dañado al doncel. Puede que no sintiera especial simpatía por él ya que defendía a su hijo, pero tampoco podía culparlo por eso, al fin y al cabo, ¿qué clase de padre sería si no lo hiciera? Además, eso no quitaba que, como humano, era más débil que él y que había estado indefenso ante su ataque, su especie era muy veloz, tenía garras y colmillos y, pese a no ser la más fuerte de los cambiantes, no cabía duda de que una sola persona contra un hombre lince no tendría muchas probabilidades.
—Lo comprendo —terminó por decir—. Aceptaré el castigo que deba imponerse.
Kurogane lo miró con dureza.
—Ya lo creo que lo harás. Este año has estado haciéndole la vida imposible a Shaoran en vez de ayudarlo, y ahora pasa esto. Es hora de que aprendas a escuchar a los demás y no a actuar por tu cuenta, porque te guste o no, formas parte de esta familia y de una manada… Debes entender que tus actos tienen consecuencias para todos —dicho esto, pasó por su lado y se fue escaleras arriba, tal vez para ir a buscar a Shaoran.
Train se pasó las manos por el cabello. Estaba frustrado y enfadado, con su hermano, con Kurogane, con Sven, con los lobos, consigo mismo. Le dolía como el infierno ser el único que estaba preocupado por Shaoran y por haber regresado al maldito lugar donde le hicieron daño, estaba convencido de que ese desgraciado se había aprovechado de él no solo por las marcas que vio en el cuello de su hermano, sino también porque Creed y los demás tenían heridas cerradas cuando fueron a avisarle de lo que había ocurrido, eran signos de lucha.
Shaoran era la única familia que le quedaba en el mundo. No era su intención haber sido tan duro con él durante ese año… Bueno, sí, pero era porque estaba frustrado, sabía lo que había ocurrido, pero su hermano no le dejaba ayudarlo, se empeñaba en defender a ese desgraciado. No quería seguir así, no quería que viviera con miedo, ni él tampoco quería estar con la incertidumbre de que, en cuanto se descuidara, ese lobo volvería a por Shaoran.
Sin embargo…
Gruñó profundamente.
Lo había jodido todo. Tendría que haber esperado a que ese cabrón estuviera más cerca de su casa, lo habría pillado mientras trataba de entrar en la habitación de su hermano y entonces habría estado justificado su ataque. En cambio, su rabia y su instinto protector habían sacado a la luz todo su temperamento y había ido sin pensárselo a por él y a por el que creía que era un lobo. Dios… podría haber matado a ese doncel.
Está bien, podía aceptar que había actuado mal, que había sido impulsivo y que había sido culpa suya, también estaba dispuesto a cumplir su castigo, se lo merecía… pero ni Kurogane, ni Shaoran, ni nadie podrían convencerle de que Narumi Uchiha no abusó de su hermano y, si llegaba el momento, no se lo pensaría dos veces a la hora de cortarle la garganta. No le importaba lo que ocurriera con él después.


—¡Dios mío! ¿Qué ha pasado? —preguntó Yui. Acababa de escuchar la puerta principal abrirse y se había ido corriendo de la habitación de Arashi para saber qué estaba pasando.
Veinte minutos atrás, el caos había estallado en la casa de los Uchiha cuando todos, él incluido, habían escuchado un aullido. Menma le había pedido que se quedara en casa y que no saliera pasara lo que pasara y, al abrir la habitación, Sasuke había pasado veloz como una sombra, pidiéndole con un gruñido bajo que fuera con Arashi y que lo cuidara. Él había obedecido, pero sumido en una intensa angustia. Se había quedado solo sin saber qué ocurría con un adolescente que estaba a mitad de la transformación; la única forma de ayudarlo que conocía era tranquilizarlo, acariciarle la cabeza y hablarle sin parar, prometiéndole que su familia volvería pronto y que todos estarían sanos y salvos.
Sin embargo, ya no estaba tan seguro. Una rápida mirada al grupo hizo que se diera cuenta de dos cosas: la primera, que Narumi y Kurama tenían mucha sangre encima, y la segunda, que Sasuke y Naruto no estaban con ellos.
Menma, percibiendo la preocupación de su compañero, lo cogió por los hombros y le dijo:
—No te preocupes, no es tan malo como parece.
—¿Y tus padres? ¿Dónde están?
Mientras todos entraban en la casa, Menma le hizo un resumen rápido de lo ocurrido y, después, empezó a ladrar órdenes: mandó a Yui de vuelta con Arashi para que lo tranquilizara respecto a su manada y que no se quedara solo durante su Cambio, a Narumi y Kurama los mandó al piso de arriba, a sus habitaciones, ya que eran los que más heridos estaban, y ordenó a Saki y Miko que se encargaran de curarlos. Por otro lado, él cerró todas las puertas y ventanas de la casa y volvió a adoptar su forma animal para rondar por la casa, escuchando alerta por si los linces intentaban algo contra ellos.
En la primera planta, Kurama no hizo más que poner los ojos en blanco al escuchar cómo el quejica de su hermano gimoteaba cada vez que Saki desinfectaba sus heridas o le ponía las vendas.
—¿Quieres dejar de moverte? —lo regañó el lobisón.
—¡Me aprietas mucho!
—¡Es que te tiene que apretar!
—¡Pero no tanto!
De repente, un fuerte olor a rabia inundó las fosas nasales de Kurama, que frunció el ceño en dirección a Miko, la cual estaba terminando de curarle. Su expresión, impasible la mayor parte del tiempo, estaba rota por sus facciones contraídas en una mueca furiosa.
—¡Maldita sea, Narumi! ¡Así no hay quien pueda hacer nada contigo!
—¡Es que no sabes ser suave!
—¡Cállate ya, Narumi! —chilló Miko, levantándose de un salto y sobresaltando al susodicho y a su gemelo—. Todo esto ha sido por tu puta culpa, así que deja de lloriquear de una maldita vez.
—Miko… —Saki trató de tocarla para calmarla, pero ella se zafó de su mano con un brusco movimiento.
—¡No! Siempre hace lo mismo, siempre va a su bola sin importar lo que pueda ocurrir o cómo nos afecta a los demás, y por una vez que se trata de algo importante, no podía obedecer a nuestros padres y quedarse quieto, ¡tenía que ser egoísta y buscar al doncel con el que estuvo jodiendo!
Narumi y Saki se encogieron al escuchar su tono y oler lo enfadada que estaba.
—Yo… —El primero trató de excusarse, pero la joven loba no le permitió continuar.
—¡Cierra la boca! —le ordenó, mirándolo con rabia—. ¡Papá podría haber muerto! ¡¿Lo entiendes?! ¡Y habría sido culpa tuya! —dicho esto, salió de la habitación dando un portazo.
Saki la llamó y fue tras ella, dejando solos a los dos mellizos. Kurama notó que su hermano bajaba la cabeza con los ojos anegados de lágrimas y olfateó su dolor en el aire. Con un suspiro, se levantó de la esquina de la cama en la que había estado sentado para que Miko le curara las heridas y fue hacia atrás para colocarse junto a Narumi y recostarse en la pared.
—No la hagas caso. Está estresada, preocupada y enfadada, como todos.
—Pero tiene razón —dijo su hermano—. Si yo hubiera hecho caso, papá…
—Hiciste una estupidez —lo interrumpió Kurama—, es cierto, pero fueron esos linces los que atacaron a papá. Vosotros no estabais haciendo nada malo y ellos os atacaron. No es tu culpa.
Narumi lo miró agradecido y frotó su mejilla contra su hombro. El pelirrojo no solía ser muy cariñoso, pero entendía que su hermano necesitaba ese contacto y le acarició el pelo. Su mellizo podía ser muchas cosas: insensato, imprudente, impulsivo, travieso y tal vez un poco despreocupado… pero cuando se trataba de aquellos a los que quería, cuando se daba cuenta de que sus acciones les habían provocado algún daño, era el primero en sentirse como la mierda.
—Yo solo… quería saber cómo estaba Shaoran.
Kurama no pudo evitar sonreír un poco.
—Ese doncel te ha dado fuerte, ¿eh?
Narumi lo miró con cara de pocos amigos.
—Kurama, es posible que yo…
—He visto cómo te miraba, Narumi —le dijo, suavizando su tono de voz—. Si realmente creyera que te aprovechaste de él, no se habría apresurado en comprobar que estabas bien y no se habría sentido tan mal por lo ocurrido. No te preocupes, le gustas.
Los ojos de su hermano brillaron al escuchar eso.
—¿Tú crees?
Él soltó una risilla.
—¿Lo ves? Estás coladito por él.
Narumi gruñó:
—No es eso, Kurama. Me siento protector con él, eso es todo.
Kurama sonrió ampliamente. Era tan divertido picar a su mellizo, y sentía que en esos momentos le hacía falta distraerse para no pensar en su padre doncel ni en los linces que les habían atacado.
En ese momento, escucharon el ladrido de Menma; no era de alarma, no había sonado como si estuviera nervioso, sino más bien impaciente. Ambos se levantaron con el corazón acelerado, sospechando quiénes eran, y bajaron corriendo las escaleras a tiempo de ver cómo la puerta principal se abría, entrando por ella Sasuke con un despierto Naruto en sus brazos.
—¡Papá! —exclamaron los cachorros, que se acercaron sin pensárselo a él.
Este les sonrió.
—Hola, chicos —los saludó con voz cansada y levantó una mano para acariciar sus rostros—. ¿Estáis bien?
—Todos estamos bien —respondió Menma, que acababa de adoptar forma humana.
—¿Cómo estás tú? —le preguntó Kurama.
Sasuke ajustó mejor su agarre sobre su compañero y lo estrechó contra su pecho.
—Se pondrá bien, pero necesita reposo por ahora. Vamos a nuestra habitación.
Todos lo siguieron hasta esta, incluidos Saki y Miko, que habían escuchado sus voces desde la habitación de la joven y se habían acercado rápidamente a comprobar el estado de su padre. Sasuke fue hasta la cama y depositó con mucha suavidad a su compañero antes de colocarse protectoramente a su lado; Menma, ya vestido con lo primero que había visto en su cuarto, se sentó al otro lado de Naruto; Kurama permaneció apoyado en la pared, muy cerca de ellos; Narumi y Saki se sentaron en la cama frente a sus padres, y Miko se quedó detrás de ellos.
—No os preocupéis tanto, chicos —les dijo Naruto con una leve sonrisa—, solo son unos pocos arañazos.
Sasuke hizo una mueca ante su comentario, pero no dijo nada. Comprendía que su pareja solo quería tranquilizar a sus hijos sobre su estado, sin embargo, él no olvidaría fácilmente lo que había pasado hoy, y mucho menos al lince que le había hecho daño.
Pensar en él hizo que sus garras estuvieran a punto de salir, pero su compañero le cogió la mano y la acarició. Al mirarlo, este le dedicó una sonrisa que pretendía calmarlo y lo besó tiernamente en la mejilla. Eso hizo que se sintiera un poco mejor y se inclinó sobre él para devolverle el beso y abrazarlo.
—Vuestro padre pasará unos días en reposo y sin hacer ningún esfuerzo —les dijo a sus hijos—. Así que tendremos que ocuparnos de todo nosotros.
—Vas a estar muy mimado, papá —comentó Menma con una sonrisa.
Naruto se rio.
—No pienso quejarme por eso.
Todos sonrieron, contentos por comprobar que el doncel estaba sano y salvo y que la experiencia no parecía haberlo afectado mucho. En ese momento, Narumi se acercó un poco más a su padre y lo miró con ojos culpables.
—Lo siento mucho, papá. Esto ha sido culpa mía.
El rubio le lanzó una mirada tierna.
—En realidad, fui yo quien te hizo a un lado, así que si buscamos a un culpable, soy yo.
Kurama gruñó al escuchar eso. Todo había sido culpa de los malditos linces, puede que estuvieran cerca de sus cabañas, pero aquel no era su territorio sino el suyo, y, además, ni su padre ni su hermano habían hecho nada malo, solo estaban hablando, ¿por qué se empeñaban en que eran los responsables?
Naruto escuchó su gruñido y su sonrisa cayó.
—Kurama…
—Ahora no —dijo Sasuke, acariciando con dulzura el brazo de su compañero—. Estás débil y no necesitas discusiones. Yo me encargaré de todo en otro momento, tú solo descansa —dicho esto, le besó en la cabeza, aunque le dedicó una mirada a su hijo pelirrojo que este comprendió.
Sin decir nada, asintió. Estaba de acuerdo en que lo último que le hacía falta a su padre era un mal ambiente, así que decidió no volver a sacar el tema y concentrarse solo en su recuperación… y puede que también en que ningún lince pasara cerca de allí.
Naruto, en cambio, se dirigió a Narumi con una sonrisa.
—Cariño, no hiciste nada malo, ¿de acuerdo? Eres joven y haces cosas sin pensar, pero no esperabas que ocurriera nada de esto, ninguno lo estábamos. Así que no te sientas mal por algo que no has hecho.
Narumi asintió, aunque todavía se sentía culpable por cómo había terminado aquella horrible noche. De repente, sintió una mano en su hombro y giró la cabeza, encontrándose con la mirada arrepentida de Miko; él le sonrió y tiró de ella para que se sentara entre él y Saki y luego pasó un brazo por sus hombros para pegarla a su cuerpo y darle un beso en la cabeza. Kurama y Saki sonrieron, contentos de que hubieran hecho las paces.
Entonces, sonaron unos suaves golpes en la puerta. Esta se abrió y la cabeza rubia de Yui se asomó.
—Hola, Naruto, ¿cómo te encuentras?
El otro doncel le sonrió.
—Me pondré bien, Yui, no te preocupes.
Él asintió, notablemente aliviado.
—Bien. Hay alguien que quiere verte —dicho esto, abrió la puerta del todo.
La familia se quedó con los ojos como platos al ver a Arashi en su forma animal. Lo más habitual era que los cambiantes tuvieran el pelaje del mismo color que su cabello cuando eran humanos, pero el más pequeño de los Uchiha…
—¡Es blanco! —exclamó Narumi, sonriendo.
Y así era. Arashi tenía la apariencia de un lobezno joven, con las patas largas y casi alcanzando la totalidad de su tamaño, pero aún tenía el pelaje, blanco como la nieve, muy corto, y una carita de cachorro en la cual resaltaban unos increíbles ojos dorados.
—Es albino —dijo Sasuke, sonriendo—, su forma de lobo es albina.
—¿Eso es malo? —preguntó Naruto, preocupado.
Su marido lo tranquilizó acariciándolo.
—No, solo es extraño, pero ocurre algunas veces. Los cambiantes creen que es un signo de buena suerte. —Hizo una pausa en la que observó a su hijo pequeño—. Ey, ¿cómo te sientes, cachorro?
Arashi soltó un gemido.
—Lo sé, es confuso al principio, pero te acostumbrarás como hicieron tus hermanos.
El lobezno blanco asintió y empezó a caminar lentamente hacia ellos, con cierta torpeza, ya que su nuevo cuerpo era extraño para él y no estaba muy seguro de cómo manejarlo. Avanzó hasta la cama y agachó el trasero, flexionando las patas traseras para preparar un salto; tras unos segundos de duda, se impulsó hacia arriba y aterrizó sobre el colchón. Estuvo a punto de caerse de lado, pero logró mantener el equilibrio en el último momento y volvió a andar con cuidado hacia su padre, olfateando su hombro.
El pequeño percibió el olor a sangre y gimoteó, soltando un breve aullido. Naruto le acarició amorosamente la cabeza.
—No te preocupes, estoy bien.
Arashi gimió otra vez y, poco a poco, se tumbó entre las piernas de su padre doncel y apoyó la cabeza sobre su vientre. Sasuke sonrió.
—Algo me dice que esta noche dormiremos con el cachorro.
—Como cuando era pequeño.
—¡Yo también quiero dormir aquí! —exclamó Narumi.
—Yo también —dijo Saki.
Kurama torció el labio hacia arriba al ver cómo sus hermanos trataban de convencer a sus padres para que todos durmieran allí. ¿Qué podía decir? Eran lobos y su padre estaba herido, estaba en su naturaleza permanecer cerca de él hasta que se recuperara, ni siquiera él tenía claro poder descansar bien si no ponía un ojo sobre el doncel rubio.
Con una pequeña sonrisa en los labios, siguió escuchando a sus hermanos organizarse para que pudieran quedarse todos juntos en la habitación, a lo cual se unió Miko (alegando que era más seguro para su padre) mientras que Menma se limitaba a abrazar a Yui y a reírse por las ocurrencias que soltaba Narumi.
Sí, Kurama Uchiha podía ser un tanto gruñón y solitario, pero adoraba a su familia y haría lo que fuera por ella… incluido matar a los linces si se atrevían a volver.

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