Capítulo especial
Cuarta cita. La persona adecuada
Esta semana ha sido dura. Muy dura. No poder ver a Naruto fue difícil para
mí, estuve preocupado, malhumorado y, aunque no me gusta reconocerlo, un poco
triste. Era extraño cómo una persona a la que conocía de unas pocas semanas,
casi un mes, podía llegar a convertirse en una parte tan importante de mi vida…
pero era así como lo sentía.
Todos los que estuvieron a mi alrededor se dieron cuenta, incluido mi
ausente padre. Sin embargo, en cuanto él me preguntó si había algún problema,
procuré controlarme un poco, no fuera que descubriera mi relación con Naruto y
decidiera tomar cartas en el asunto. Aun así, no conseguí engañar a los demás:
mis amigos sabían que algo me pasaba, pero no lograron sacarme nada, creo que
muchos acabaron deduciendo que tenía que ver con mi padre, por lo que me
dejaron tranquilo con la esperanza de que me enfriara; mi madre, en pocas
palabras, me persiguió hasta que le dije que había discutido con mi nuevo
amigo, algo que la entristeció, pero la alivió que le prometiera que estaba
intentando arreglar las cosas con él, y, por último, mi hermano estaba
convencido de que se trataba de un tema amoroso, a pesar de que yo insistí una
y otra vez en que no estaba enamorado de nadie (no, aún me costaba darme
cuenta).
La única que lo sabía todo, una vez más, era Hinata, así que pasaba con
ella la mayor parte del tiempo (era la única capaz de aguantar mi malhumor).
Fue ella quien me hizo ver que había hecho mal en pedirle a Naruto que
saliéramos juntos nada más terminar de hablar con su ex, y también me di cuenta
de que él había tenido razón desde el principio: quise que fuera mi novio
porque odiaba la idea de que Genji pudiera apartarlo de mí.
Eso hizo que me replanteara de nuevo si quería tener una relación seria con
él. No cambié de opinión. Ese doncel era la primera persona que me gustaba de verdad,
la primera que no salía conmigo solo por ser guapo o rico o pertenecer a la
familia Uchiha… Él me conocía de verdad y yo también le gustaba tal y como era.
Así que le pedí consejo a Hinata, tanto sobre cómo debía pedírselo como
sobre, en el caso de que Naruto me aceptara, ser una buena pareja. Ella me dijo
que, ante todo, debía ser sincero con él, y también que cada pareja era
distinta y, por tanto, no podía decirme qué hacer para ser un buen novio, pero
que debía ser yo mismo. Me recordó un poco a cuando Naruto me dijo que cada
persona era un mundo, con necesidades distintas y, por tanto, relaciones
diferentes. Yo solo tenía que encontrar la mía con él.
La buena noticia era que el doncel cumplió su palabra y me llamó todos los
días, siempre después de cenar. Me aseguró que el golpe de su cabeza estaba
mejorando, y que su sobreprotector hermano cuidaba de él. Yo le confesé que le
echaba de menos, y me consoló saber que Naruto también me quería cerca, a pesar
de que no me dejó ir a verlo hasta el día de nuestra cita, que sería el lunes
en vez del sábado.
No le había dicho lo que tenía preparado, solo le advertí de que preparara
una maleta pequeña para cuatro días.
Me avergüenza decir que tuve que pedirle ayuda a Itachi para planear mi
sorpresa, por lo que él consideró que sus sospechas estaban confirmadas y que
yo estaba saliendo con alguien a pesar de no querer decírselo. Aun así, como
buen hermano que era, respetó mi decisión de mantenerlo en secreto por el
momento y me dio el dinero que necesitaba (de haber usado el que tenía
ahorrado, mi padre habría sospechado que tenía una amante, y lo último que
necesitaba era tenerlo en medio para recordarme mi maldito matrimonio
concertado), incluso escogió él mismo el hotel y reservó una habitación… cosa
que me asustaba un poco, Itachi era capaz de haber planificado una velada
romántica para que su pequeño hermano por fin diera el paso y se lanzara a una
relación de verdad, lo cual iba a ocurrir, pero no pensaba decírselo aún.
Muy lentamente, el lunes llegó y me levanté temprano para ir a casa de
Naruto. Estaba un poco nervioso debido a lo que iba a decirle al llegar a su
casa, pero sabía que tenía que hacerlo… y creo que él me entendería y me
perdonaría por mi comportamiento de la última vez.
Cogí mi maleta y me miré una última vez en el espejo: puesto que íbamos a
estar andando la mayor parte del día, llevaba ropa cómoda; unos vaqueros claros
y una camiseta sin mangas de color azul a juego con mis deportivas. Decidiendo
que estaba decente, me encaminé a la cocina a tomarme un zumo antes de ir a
casa de Naruto. Allí, sentado en la mesa tomando un café, me encontré con
Itachi, quien me sonrió.
—¿Ya te vas?
—Sí —dije, abriendo la nevera.
Mi hermano asintió.
—¿Vas a decírmelo? —me preguntó. Ya sabía a qué se refería.
Dudé un poco antes de responder:
—No lo sé, es pronto para saberlo —me limité a decir. No podía decirle que
tenía una relación seria con alguien porque, sencillamente, Naruto no había
aceptado ser mi novio todavía.
Itachi entrecerró los ojos.
—Entiendo.
El resto del desayuno estuvimos en silencio, yo con el ceño ligeramente
fruncido, repasando una y otra vez las palabras que le diría al doncel, y mi
hermano mirándome con sus negros e inteligentes ojos.
Cuando terminé, él se acercó y me dio un cariñoso abrazo que yo
correspondí. Calmó un poco mis nervios y me hizo sentir mejor.
—Si necesitas cualquier cosa, solo tienes que llamarme.
—Lo sé. Gracias por todo, Itachi.
Nos separamos y él me sonrió.
—¿Para qué están los hermanos mayores? —Me dio un apretón en los hombros y
me acompañó hasta la puerta. Una vez ahí, antes de irme, añadió—. A por ella,
tigre.
… Ugh, no estoy seguro de que quiera mantener esa clase de conversación con
Itachi, ya fue bastante vergonzoso que fuera mi madre quien me diera la charla
sobre sexo. Se suponía que iba a hacerlo mi padre (aunque, ahora que lo pienso,
no sé con cuál de los dos habría sido más incómodo), pero debido a un incidente
con mi hermano, mi madre le prohibió hablar conmigo sobre ese tema. ¿Que qué
pasó?, no lo sé, y creo que tampoco quiero saberlo.
Me dirigí a paso rápido hacia la casa de Naruto, con mi corazón golpeando
mi pecho con ansias. Tenía muchas ganas de verlo, de tenerlo en mis brazos y
besarlo hasta que los dos nos quedáramos sin sentido; quería que me invitara a
su cama otra vez y hacerle el amor, quería que volviera a provocarme y
tentarme, y que gritara otra vez mi nombre cuando se corriera.
Cuando vi su edificio, casi corrí hacia el timbre y llamé.
—¿Sasuke? —preguntó la voz de Naruto. Sonaba tan ansioso y emocionado como
yo me sentía.
—Sí —respondí al instante.
Me abrió y subí las escaleras tan rápido como pude. Cuando llegué al tercer
piso, vi que la puerta del doncel ya estaba abierta y que él estaba fuera,
esperándome. Se había puesto unos vaqueros que le llegaban hasta las rodillas y
una camiseta de manga corta con capucha de color naranja con el dibujo de una
espiral negra. Puesto que aún no había salido de casa, iba descalzo.
No sabía si era porque hacía una semana que no le veía, pero me pareció que
ese día era más hermoso.
Cuando me acerqué, me di cuenta de que él estaba rojo y que no dejaba de
mirar mi pecho. Sonreí un poco, mi camiseta era un poco ajustada y marcaba
bastante bien mis pectorales, por no decir que también dejaba al descubierto
mis fuertes brazos. Debía recordarme usar más este tipo de camisetas cuando
fuera a verle.
Quise ir a abrazarlo y besarlo, pero no sabía si debía hacerlo. Era
consciente de que nuestra discusión de la última vez nos había separado un
poco; pese a que tanto él como yo queríamos seguir siendo amigos y continuar
como habíamos estado hasta ahora, era como si todavía no hubiéramos terminado
de perdonarnos por las palabras que nos dijimos la otra vez, todas relacionadas
con el capullo de Genji. Había notado esa distancia cada vez que hablábamos por
teléfono, y había sido doloroso. Por eso, me quedé quieto delante de él.
—Hola, Naruto —saludé, un poco cohibido.
Él apartó la vista de mi pecho para mirarme a los ojos y se sonrojó aún
más.
—Hola —me devolvió el saludo, igualmente tímido.
Vi en sus ojos que él también quería tocarme, así que me acerqué un poco
más y le rocé el dorso de la mano, tanteando el terreno. Naruto deslizó esta
por mi brazo, dando un paso hacia mí, y yo puse mi otra mano en su cintura.
Poco a poco, nos fuimos acercando hasta darnos un fuerte abrazo. Me sentí
aliviado al tener la confirmación de que él me quería cerca todavía y le di un
beso en el cuello, agradecido.
Sin embargo, el rubio no se conformó con eso y buscó con avidez mis labios;
se los di gustoso y abrí la boca para enlazar mi lengua con la suya, ambas
desesperadas por sentir el roce de la otra, como dos amantes a los que hubieran
separado. Mi miembro despertó de golpe y se presionó contra las caderas de
Naruto, quien gimió suavemente al sentirme duro.
No pude contenerme al oírle, me volvía loco cuando hacía esos sonidos y más
aún si era yo quien los provocaba, así que lo levanté por la cintura y lo metí
dentro de casa antes de cerrar la puerta con el pie. Sin dejar de besarlo, lo
apoyé contra la pared del recibidor y lo acorralé con mi cuerpo. El rubio,
lejos de sentirse intimidado, hundió los dedos en mi pelo, tiró de mí hacia él,
queriéndome mucho más cerca, y empezó a frotarse contra mi cuerpo, haciéndome
estallar en llamas.
Solo me separé cuando necesité respirar y, de todos modos, lo hice apenas
unos pocos centímetros, sin dejar de moverme al compás de sus caderas y sin
dejar de acariciar la curva de su espalda bajo su camiseta.
—Te he echado de menos —susurré, rozando sus labios.
—Y yo a ti —me dijo él antes de lamer mi labio inferior y besarme
apasionadamente de nuevo. Sentí sus dedos deslizarse por mi nuca hasta mi
pecho, y de ahí, recorrer mi torso con una erótica caricia hasta más abajo. Mi
polla se sacudió cuando Naruto me bajó la cremallera y le rozó la punta. Gruñí
satisfecho al comprender que él aún me deseaba y que también quería que le
follara, aquí y ahora.
Por desgracia, y por muchas ganas que tuviera de hacer realidad todas sus
fantasías, tenía una sorpresa para él y no quería que llegáramos tarde. Cogerle
de las muñecas para apartar sus deliciosas manos de mi palpitante pene fue como
cometer un crimen imperdonable.
—Naruto, créeme cuando te digo que lo que más quiero en estos momentos es
estar entre tus piernas y darte placer de todas las formas que se me ocurran,
pero tenemos una cita.
Él gimió y presionó sus caderas contra las mías.
—¿Ni siquiera uno rapidito?
… No, Sasuke, céntrate.
—No, no quiero que perdamos el tren.
Ahí capté el interés del doncel, que ladeó la cabeza.
—¿Vamos a coger un tren?
—Sí.
—¿A dónde?
Sonreí con malicia.
—Ya lo verás —dicho esto, le di un beso rápido y me aparté, no fuera que me
sintiera tentado a tocarlo; había sido una semana dura y tenía muchas ganas de
volver a tenerlo desnudo en una cama—. ¿Tienes la maleta preparada?
—¡Sí! —me dijo alegre y fue trotando a su habitación. Cuando salió, llevaba
una bolsa de deporte y se había echado al hombro una chaqueta que me resultaba
muy familiar.
Era la que yo había llevado en nuestra tercera cita y que me olvidé allí.
—Veo que te gusta mi ropa —comenté, señalándola.
Él se sonrojó violentamente al darse cuenta de eso y dejó la bolsa en el
suelo antes de tenderme la prenda.
—Me ha hecho compañía mientras no estabas —dijo sin mirarme a los ojos,
parecía un poco avergonzado. No pude evitar preguntarme qué habría hecho con
ella.
La cogí pero, en vez de quedármela, se la puse por encima de los hombros y
le insté a ponérsela. Le venía un pelín grande, pero le quedaba bien y, además,
las mangas más largas que le tapaban un poco las manos le daban un aspecto
adorable.
—Te la puedes quedar, me gusta cómo te queda.
Él me sonrió, todavía un poco rojo y cogió su bolsa.
—¿Nos vamos?
Entonces, recordé algo que tenía que hacer.
—Antes de eso… —Dejé su bolsa otra vez en el suelo y lo guie al sofá para
sentarnos. Para mí era importante hacerle saber cómo me sentía, aunque me
aliviaba que no me guardara rencor—, necesito que hablemos sobre lo que pasó la
otra vez.
La sonrisa de Naruto se borró, pero asintió.
—Yo también tengo que decirte algo sobre eso —admitió, retorciéndose las
manos. Parecía un poco nervioso.
Decidí ser el primero, ya que me sentía más tranquilo desde que había
aceptado el contacto físico conmigo.
—Quiero pedirte disculpas, Naruto. Tenías razón, yo estaba… celoso de
Genji. Tenía miedo de que, si él te pedía que volvierais juntos, tú aceptarías
y te apartarías de mí. Eres muy importante para mí y no quería que eso pasara. Ahora
entiendo que estuvo mal pedirte que salieras conmigo en esa situación y lo
siento, fue egoísta por mi parte.
Naruto me miró con ternura y se acercó para tomarme las manos.
—Sasuke… No sabes lo mucho que significa para mí que me aprecies tanto
—dicho esto, bajó un momento la vista, frunciendo el ceño—, pero no debes
preocuparte por Genji, ya te dije que no quiero volver con él, haga lo que
haga. Aún me duelen las cosas que me dijo, pero ya no tengo sentimientos por
él. Te perdono.
Oír eso me quitó un peso de encima.
—Gracias, Naruto.
—Yo también quiero pedirte perdón —me dijo de repente, avergonzado—. Cuando
me dijiste que te estaba rechazando por Genji, estabas en lo cierto. Como te he
dicho, él ya no me importa, pero después de lo que pasé con él… tengo miedo. Tú
me gustas mucho, Sasuke, creo que más que Genji y, aunque sé que no eres como
él, me asustaba que, si éramos novios, podríamos estropearlo todo y acabar tan
mal como él y yo. Eres mi mejor amigo y no quiero volver a estar solo
—reconoció con los hombros hundidos.
Fui consciente de lo difícil que había sido para él abrirse de esa forma, y
me sentía honrado porque lo hubiera hecho conmigo. Lo arrastré a mis brazos
para abrazarlo, haciéndole saber que él también estaba perdonado. Además, mi
orgullo creció un poco al saber que probablemente yo le gustaba a Naruto más
que ese imbécil (jódete, capullo). No imaginaba que fuera una persona celosa,
pero con ese rubio todo era distinto.
—No pasa nada, supongo que es normal sentirse así después de una ruptura.
—Gracias, Sasuke.
Tras unos segundos en silencio, me aparté y le miré seriamente a los ojos,
para que supiera que hablaba en serio.
—He estado pensando esta semana sobre nuestra relación, sobre lo que
quiero. —Hice una pausa, repasando las palabras que iba a usar y asegurándome
de que eran las adecuadas—. Todavía quiero que seamos pareja.
El doncel parpadeó, sorprendido.
—¿De verdad?
—Sí, pero no por mis celos o nada que tenga que ver con Genji. Tú también
me gustas mucho, no eres como esas mujeres que dicen amarme sin tan siquiera
conocerme, y por una vez, quiero intentar tener una relación con alguien que
realmente me quiera por quién soy.
Naruto me miró en silencio por un largo momento, como si intentara asimilar
toda la información. Cuando pareció que me entendía, movió los ojos a un lado y
a otro con la frente arrugada, concentrado en algo, y finalmente inspiró hondo
y buscó mis ojos. Su hermosa mirada era decidida.
—Yo… no quiero vivir con miedo a que me hagan daño y, como ya te he dicho,
me siento muy atraído por ti —dicho esto, me sonrió—. Así que podemos
intentarlo.
Esta vez fue mi turno de estar sorprendido.
—¿En serio?
—Sí, si tú estás convencido, quiero ver hasta dónde llegamos.
Yo estaba muy convencido, convencido y muy feliz, y me aseguré de
demostrárselo con un fogoso beso que, por desgracia, tuve que interrumpir al
recordar que teníamos un tren que coger. Me levanté, cogiéndole las manos, y
tiré de él para ayudarlo a ponerlo en pie y animarlo a irnos; estaba emocionado
porque hiciéramos ese viaje juntos.
Al salir, me di cuenta con un poco de vergüenza de que había dejado mi
maleta fuera para poder besar a Naruto. La cogí, un poco sonrojado, haciendo
que el doncel soltara una risilla.
—Veo que ya habéis arreglado las cosas.
Me di la vuelta al escuchar la voz de Iruka. Este estaba apoyado en el
marco de la puerta de su casa.
—Sí —respondió Naruto con alegría y entrelazando sus dedos con los míos—,
ahora somos novios.
El doncel sonrió con calidez.
—Me alegro mucho por vosotros… pero cuando lo hagáis, haced el favor de no
ser tan ruidosos —añadió, mirándome con cara de pocos amigos.
Mi cara ardió por la vergüenza, pero Naruto sonrió con malicia.
—¿Eso que oigo es envidia, Iruka? Deberías aceptar la invitación de
Kakashi.
Esta vez fue el susodicho quien enrojeció, mientras que yo miré con el ceño
fruncido a mi rubio.
—¿Kakashi?
—Vino a verme la semana pasada para ver cómo estaba y conoció a Iruka. Le
gustó mucho y lo invitó a cenar a su casa. Hasta le ha enviado flores.
—¡Ese hombre es un pervertido! —sentenció Iruka, cruzándose de brazos.
Naruto se encogió de hombros.
—Sasuke también lo es y ya has oído lo bien que folla.
El doncel lo miró horrorizado y rojo como los tomates. Yo, por otro lado,
sentí cómo mi ego se hinchaba de orgullo. Después de eso, Iruka hizo el intento
de echarle una bronca monumental por sus palabras, pero el rubio tiró de mi
brazo para huir de allí tras gritarle a su mentor que teníamos prisa.
Llegamos a la estación justitos, algo que en parte me vino bien, ya que
Naruto no tuvo tiempo de ver cuál era nuestro destino, y subimos a nuestro tren
corriendo. A partir de ahí, informé a mi recién nombrado novio que tardaríamos
casi cuatro horas en llegar y nos dedicamos a ponernos al día sobre lo
acontecido esta semana. Él me contó que había estado básicamente con su
hermano, quien se cabreó mucho al descubrir que todo el susto había sido obra
de su ex, y por poco me meé de risa cuando me explicó que fue a casa del mismo
a exigirle que pagara por los muebles que había roto (Naruto me aseguró que
Genji podía dar gracias por seguir respirando, ya que la primera opción de su
hermano fue que tuviera una muerte horrible y la segunda ser torturado, aunque
no quiso especificar cómo). Aparte de eso, ambos pasaron una semana tranquila
juntos, disfrutando del poco tiempo que tenían hasta que el mayor tuviera que
irse de nuevo al trabajo.
—¿Ya no está aquí?
—No —suspiró Naruto, entristecido—, solo adelantó su viaje por lo que me
había pasado y quería asegurarse de que no fueran enemigos que quisieran
utilizarme para llegar hasta él. Al menos pudo tomarse un descanso antes de
volver, creo que está trabajando en algo gordo.
—Ya veo.
Por otro lado, yo le confesé que había estado pidiéndole consejos a Hinata
sobre lo nuestro, algo que le hizo sentirse un poco halagado, y le conté mis
temores sobre no ser un buen novio ya que nunca antes había tenido una relación
seria con nadie. Naruto me tranquilizó diciéndome que solo tenía que seguir
como hasta ahora, que las citas que habíamos tenido habían sido especiales para
él y que todas las veces que había ido a verle le había gustado estar conmigo.
Poco después de eso, nos quedamos callados, él apoyado en mi hombro y yo en
su cabeza con los dedos entrelazados, disfrutando de la mutua compañía. Naruto
se durmió de lo a gusto que estaba y yo llevaba el mismo camino cuando los
altavoces anunciaron que habíamos llegado. Le desperté suavemente, cogimos
nuestras cosas y salimos del tren. No pude evitar sonreír ampliamente al ver la
reacción del doncel cuando leyó un cartel de bienvenida.
—¿Estamos en Nara? —me preguntó, emocionado.
—Sí —asentí—. Mi hermano me llevó aquí por mi cumpleaños cuando era pequeño
y recuerdo que fue uno de los mejores. Pensé… en revivir la experiencia contigo
—dije, un poco sonrojado. A lo mejor parecía una tontería, pero ese día fue uno
de los más felices que había tenido con mi querido hermano y me pareció… no sé,
pensé que sería un detalle compartir eso con Naruto. Aunque tal vez había
cometido un error y era una cursilería.
Sin embargo, él no pareció pensar así, porque tiró de mí para besarme y
dedicarme una de esas cariñosas sonrisas que tanto adoraba.
—Eso es muy bonito por tu parte, Sasuke —dicho esto, me cogió la mano y nos
dirigimos a la salida de la estación.
Primero fuimos al hotel para dejar las maletas, que quedaron a cargo de uno
de los empleados, y luego guie a mi doncel hacia el Santuario Kasuga, uno de
los muchos templos antiguos de la ciudad y que se caracterizaba por las miles
de linternas toro y de piedra que lo iluminaban. Para ir hasta
allí, había que pasar por el Parque del Ciervo, donde manadas de estos animales
vivían libremente, los cuales estaban tan acostumbrados a la presencia de los
humanos que no era extraño que se acercaran.
Como ya suponía, a Naruto le encantó esa parte de nuestra ruta, si bien los
perros seguían siendo su pasión, le encantaban todos los animales y estuvo un
buen rato dándoles de comer a los ciervos unas galletitas que vendían en unos
puestos de la entrada. Los ciervos, la gran mayoría sika, estuvieron un buen
rato alrededor de mi novio, y creo que no solo fue por la comida, ya que
incluso cuando terminó, muchos siguieron oliéndole o dándole golpes juguetones
con la cabeza, incluso hubo uno que nos siguió hasta la entrada al templo. Creo
que les ocurría lo mismo que a los perros; percibían la energía alrededor de
Naruto, tranquila y agradable, y por eso se le acercaban tanto.
Una vez en el templo, le conté que era un santuario sintoísta perteneciente
a la familia Fujiwara, uno de los clanes más importantes del período Heian de
Japón, durante el cual estuvieron muy cerca del emperador.
Creo que no os he comentado que me encanta la historia, especialmente la
historia antigua de mi país, y que también (aunque esto puede ser raro) me
gusta la arquitectura; los templos en especial tienen un aura que me hace
sentirme en paz conmigo mismo. En los últimos siglos, todo el mundo parece
haber adoptado el mismo estilo de edificio: los altos rascacielos metálicos,
fríos, asépticos y cuadriculados, nada que ver con las bellas y antiguas casas
japonesas, templos y palacios, con sus columnas de vivos colores, los tejados
inclinados, las figuras de dragones y bestias mitológicas, hasta los propios
jardines formaban parte de la estructura. Comparaba esos vestigios de mis antepasados
con las modernas ciudades de ahora y sentía que habíamos perdido una parte de
nuestra identidad. Afortunadamente, aún teníamos lugares como Nara o Kioto,
ciudad natal de Naruto, que protegen el patrimonio cultural.
Naruto me escuchaba con atención, a diferencia de mis amigos e incluso
Itachi, quien intentaba mirarlo todo y grabarlo a fuego en su memoria, tomando
fotografías mientras me preguntaba de vez en cuando sobre esto o sobre lo otro.
Según él, le gustaba cuando le hablaba de hechos acontecidos en el pasado,
decía que era como si estuviera relatando una novela épica, ya que a mí me
gustaban especialmente las batallas y guerras antiguas, cuando aún existían los
samurái o, mis favoritos, los ninjas. Estos últimos me fascinaban; habían sido
guerreros de élite especializados en el arte del disfraz, por lo que habían
sido utilizados para misiones de espionaje, reconocimiento o asesinato
encubierto. Me resultaba especialmente increíble su capacidad para no dejar
huellas, incluso en la actualidad los historiadores discutían sobre la muerte
de personajes famosos, los cuales podían haber sido víctimas de una enfermedad
o bien de las habilidosas estrategias ninjas.
Después de ver el templo comimos juntos cerca del parque en un modesto
restaurante y pasamos la tarde en el Bosque de Kasugayama, que estaba cerca de
ahí. Hicimos una larga caminata, normalmente tranquilos, aunque hubo un momento
en el que el muy idiota me dio un susto de muerte cuando trepó un árbol enorme
con la intención de hacer fotos desde esa posición. También vimos muchos
ciervos (algo muy habitual en esa ciudad), que se acercaron una vez más a mi
novio en busca de comida y mimos; tuve la gran suerte de poder hacerle una foto
al doncel jugando con un cervatillo e incluso grabé un vídeo.
Al anochecer, regresamos al hotel, pedimos las llaves y pudimos ir por
primera vez a nuestra habitación… una habitación que Itachi había reservado…
Miedo me daba.
Me detuve delante de la puerta, mirándola con desconfianza. Por otra parte,
Naruto frunció el ceño, probablemente extrañado al ver cómo intentaba fulminar
la entrada con los ojos.
—Sasuke, si sigues mirando la puerta así, herirás sus sentimientos —bromeó.
Me dio un poco de vergüenza decírselo, pero a saber qué diablos habría al
otro lado de esa puerta.
—Verás… mi hermano me ayudó a planear esta cita… —empecé.
—Uy, qué majo.
Le dirigí una mirada de pocos amigos.
—Espera a que veamos qué hay ahí dentro, él reservó la habitación y me
asusta que haya hecho algo.
—¿Algo como qué?
—Para empezar, espero que no te haya comprado ropa de mujer en mi nombre.
Naruto soltó carcajada ante esa ocurrencia.
—Tranquilo, puedo prometerte que no me la pondré —dicho esto, me cogió las
llaves sin previo aviso y las metió en la cerradura—. Si seguimos aquí parados
no lo sabremos nunca, y ahora tengo curiosidad.
—Ah, mierda… —dije cuando mi impaciente pareja se metió dentro de la
habitación. Le seguí y, nada más entrar, empezó a sonar una música suave,
empezando por unas notas de piano que repiqueteaban, seguidas por unos violines
en el fondo que, poco a poco, fueron cobrando protagonismo hasta mezclarse con
el piano. Eso unido a que la estancia se fue iluminando tenuemente mientras
pasábamos creó un ambiente muy íntimo.
—¡Mira, Sasuke!, nos ha puesto pétalos de rosa y todo —exclamó Naruto,
siguiendo el rastro hasta el dormitorio.
Noté un tic en el ojo conforme avanzaba por la lujosa estancia. Itachi,
cuando vuelva a casa, juro que te mato, ¿qué pensará Naruto de mis citas
después de esta aglomeración de romanticismo?
—Hay una carta para ti —me dijo de repente este, tendiéndome un sobre.
Al abrirlo, lo primero que vi me hizo sentir incómodo.
—¡Oh, venga ya! —exclamé.
—¿Qué pasa? —me preguntó el doncel, frunciendo el ceño.
Con mala cara, le enseñé la tira de condones que me había dejado. Naruto
empezó a desternillarse de risa, hasta el punto de que terminó sobre la cama
agarrándose el estómago.
—No tiene gracia —mascullé, avergonzado.
—Ay, es que tú no has visto la cara que has puesto —dijo cuando logró
calmarse—. Oye, ¿y tu hermano está soltero?
Inmediatamente, le miré estrechando los ojos.
—¿Por qué lo dices?
—Porque para haber heredado él todo el romanticismo de tu familia, es raro
que no tenga novia.
Me encogí de hombros. Itachi tenía un problema parecido al mío, de ahí que
todas sus relaciones hubieran fracasado, a pesar de que él había intentado ir
en serio y hacer que las cosas funcionaran. Él solía decirme que, como yo, no
había encontrado a la persona adecuada.
—Sasuke.
Levanté la vista hacia Naruto, quien se acercó a mí con un asomo de
culpabilidad en los ojos.
—¿Qué pasa? —pregunté, preocupado de repente.
—No quería decir con eso que tú te hayas esforzado menos. Las tres citas
que me preparaste fueron geniales, incluso te las ingeniaste para que la última
la pudiéramos hacer en mi casa. —Para entonces, él ya tenía las manos en mi
pecho, acariciándome, y yo le había rodeado la cintura—. Quiero que sepas que
aprecio mucho todo lo que has hecho por mí.
Sus palabras hicieron que me sintiera mejor, al menos lo que había hecho
Itachi no había eclipsado mi esfuerzo y él lo valoraba, eso me hizo feliz.
—Gracias, Naruto. Lo que he hecho por ti no lo he hecho por nadie, lo
sabes, ¿verdad?
—Lo sé —me dijo y me dio un beso corto pero sugerente en los labios—.
¿Sabes?, he estado pensando…
—¿En qué? —le seguí el juego. Me hacía una idea de a dónde quería ir y
esperaba que tuviera que ver con lo que habíamos empezado en su apartamento.
Mi sexy novio empezó a contonearse muy lentamente contra mí, casi de forma
casual.
—Nos duchamos… cenamos algo…
—¿Sí…? —le animé a continuar.
Él me dedicó esa sonrisa traviesa que tanto me gustaba.
—Y luego te pones entre mis piernas y me das placer de todas las formas que
se te ocurran.
¡Sí!, justo lo que pensaba y quería.
—Me parece una idea estupenda —le dije al mismo tiempo que masajeaba sus
nalgas. Me incliné y le besé largamente, acariciando esos labios suaves y
buscando esa juguetona lengua que parecía haber convertido a la mía en su
pareja de baile desde el primer día. Como siempre, Naruto me correspondía con
una sensualidad innata, no solo con su boca, sino con todo su cuerpo, como una
sirena que cantaba para atraer a los barcos. Y, como sus incautos marineros, yo
caía en sus garras sin tan siquiera intentar resistirme—. ¿Quieres que te
acompañe a la ducha? —propuse. La imagen de mi rubio desnudo bajo un chorro de
agua, con su piel bañada por gotas de agua, me excitó mucho. Nunca lo había
hecho en la bañera con nadie, por regla general, la ducha era un momento en el
que yo podía relajarme y me ponía de malhumor si alguien me molestaba mientras
tanto, pero mi doncel sería siempre bienvenido.
Él se mordió el labio, sonriendo. ¡Bien!
Empezamos a ir al cuarto de baño cuando alguien llamó a la puerta. Fruncí
el ceño y grité:
—¿Quién es?
—Servicio de habitaciones.
Naruto y yo nos miramos un momento.
—Abre tú y yo voy a ducharme, ¿vale? —me dijo, separándose de mí.
… Ya me han jodido mi baño. Observé con decepción cómo mi sensual pareja se
adentraba en el cuarto sin mí y me dirigí a la entrada un tanto molesto.
Ninguno de los dos habíamos pedido nada, por lo que esto solo podía ser cosa de
Itachi. Mi decisión de matarlo cuando regresara a casa se reafirmó.
Al abrir, me encontré con un doncel con el uniforme de camarero que llevaba
un carrito lleno de comida. Me dedicó una sonrisa.
—¿El señor Uchiha?
—… Sí —dije, un poco dudoso.
—Su hermano ha encargado una cena para usted y su acompañante, ¿me permite?
Aunque me quedé con la boca abierta, le dejé pasar y el camarero sirvió con
elegancia los platos sobre la mesa, dejándolos tapados para que se mantuvieran
calientes. Cuando terminó, me dedicó una inclinación, me deseó una agradable
velada y se marchó.
Tras sacudir la cabeza para despejarme de la sorpresa, volví a coger el
sobre que me había dejado y miré dentro; aparte de los condones, había una
nota:
Hola, Sasuke.
Espero que no estés muy molesto conmigo por preparar
una velada romántica a tus espaldas, solo quería echarte una mano ya que sé que
estas cosas no son tu fuerte, pero debes saber que las mujeres aprecian gestos
como estos.
No te preocupes por los costes del hotel, pedid todos
los servicios que queráis, yo me encargo de la cuenta, considéralo un regalo
por tu veintitrés cumpleaños.
Espero que esa chica con la que estás y que tanto te
gusta sea esa persona adecuada que estabas buscando, sabes que tienes todo mi
apoyo. Siempre.
Te quiere, Itachi.
No pude evitar sonreír. Vale, tengo el mejor hermano mayor del mundo y
reconozco que todo esto ha sido un detalle por su parte.
Entonces, reparé en los condones otra vez… y me quedé blanco al pensar en
un detalle que se me había pasado totalmente por alto. ¡Joder!, ¿desde cuándo
soy tan descuidado?
En ese momento, Naruto salió de la ducha con un albornoz. Me estaba
sonriendo cuando levantó la cabeza y olisqueó.
—¿A qué huele?
—Naruto —le llamé.
Él percibió la preocupación en mi voz y se acercó a mí. También se puso
tenso al darse cuenta de lo pálido que estaba.
—¡Sasuke!, ¿qué pasa?
—La semana pasada, cuando lo hicimos en tu casa… no usamos protección.
Al oírme, el doncel dejó escapar un suspiro de alivio y me frotó un brazo.
—Tranquilo, yo sí la usé. Tomé pastillas, de hecho, las sigo usando.
Uf… menudo susto.
Naruto rio por la cara que puse.
—Me gustas mucho pero, aunque estoy seguro de que un Sasuke en miniatura
sería muy mono, no quiero tener hijos aún.
—Yo tampoco —dicho esto, formé una imagen en mi cabeza, la analicé y sonreí
con ternura.
—¿Y esa sonrisa? —me preguntó mi novio, acariciándome el pecho.
Me sonrojé al ver que me había pillado con la guardia baja.
—No es nada, mejor voy a ducharme —y me fui casi corriendo al cuarto de
baño.
Yo nunca había sido alguien a quien le gustaran los niños; tenía claro que
me ponían de los nervios y que hacían que perdiera la paciencia, por lo que la
idea de formar una familia nunca me había terminado de gustar. Sin embargo, al
imaginarme a Naruto con nuestro hijo en sus brazos… sentí una sensación muy
cálida en el pecho que se extendió al resto de mi cuerpo. La idea de tener un
hijo con él no me desagradaba, de hecho, me hacía feliz.
Sacudí la cabeza y me quité la ropa para entrar en la bañera. Está bien,
soy un hombre adulto y puede que esté empezando a desarrollar cierto instinto
paternal, instinto que, en estos momentos, debía ignorar. Apenas llevaba un día
siendo el novio de Naruto, no podía empezar a pensar en niños, era demasiado
pronto.
Sin embargo, cada vez que me venía esa imagen a la cabeza, no podía evitar
sonreír.
Salí de la ducha con solo el albornoz puesto y me encontré con que Naruto
ya había estado curioseando todo lo que nos habían traído para la cena; me
preguntó si esto también era cosa de mi hermano y le respondí que sí, a lo que
él me dijo que le diera las gracias de su parte cuando volviéramos.
Cenamos tranquilamente en la mesa, todavía con la música puesta y las luces
tenues dándonos un ambiente íntimo, aunque me resultó difícil, por no decir
casi imposible, concentrarme en el halo de romanticismo en el que mi hermano
pretendía sumergirnos a Naruto y a mí, ya que este estuvo… bueno, distrayéndome.
Durante el entrante, unas tostadas con salmón ahumado, estuvo acariciando
sugerentemente su pierna desnuda contra la mía (los dos aún llevábamos los
albornoces), ascendiendo de vez en cuando hasta mis mulos, logrando que mi
miembro creara una tienda de campaña que, gracias a Dios, la mesa ocultaba…
aunque creo que mi seductor rubio se dio cuenta enseguida de mi estado. En el
primer plato, unos crepes rellenos de pollo con foie y cubiertos de bechamel,
me demostró que se podía comer de una forma muy erótica; deslizando lentamente
el tenedor entre sus labios cada vez que comía un trozo o pasando la lengua por
ellos continuamente para limpiar los restos de salsa…
Cuando llegó el turno del postre, unas fresas con nata (muy original,
Itachi), sonreí con expectación. Había una sola copa para compartir, lo cual
implicaba que Naruto tenía que acercarse y, a juzgar por su sonrisa traviesa,
él también lo sabía.
Se levantó con movimientos lentos y sensuales, me recordó un poco a la
elegancia con la que andaban los felinos, acercó las frases hacia el extremo de
la mesa donde yo estaba y, después, se sentó a horcajadas encima de mí,
apoyando sus manos en mis hombros y dejando su rostro a escasos centímetros del
mío. Yo envolví su cintura con un brazo, mientras que mi mano libre apartó la
falda del albornoz para poder acariciar esa suave pierna que me había estado
volviendo loco toda la noche.
—Es extraño —dijo en voz baja, suave como la seda, envolvente, diseñada
para nublar mis sentidos, al igual que su sonrisa traviesa.
—¿El qué? —murmuré, rozando sus labios. Me moría por besarlos, pero esperar
y jugar un poco también era excitante, así que le seguí la corriente.
—Tu hermano sabe que no te gusta el dulce… —continuó, fingiendo estar
pensativo. Su cuerpo empezó a mecerse contra el mío, apenas una liviana
caricia, pero que sirvió para aumentar la tensión sexual entre nosotros—, así
que… ¿por qué crees que nos ha puesto fresas con nata?
Yo sonreí a la vez que me inclinaba hacia la mesa para coger una fresa,
estrechando su cintura para que no cayera. La mojé en la nata y se la enseñé.
—A lo mejor es para que te las dé yo a ti.
Él me devolvió la sonrisa y aceptó el fruto; lo lamió primero despacio,
rozándome los dedos a propósito.
—Diablillo provocador —le dije.
Me guiñó un ojo y se comió la fresa. Iba a darle otra, pero él me cogió la
mano y me chupó los dedos sin prisas, saboreándome. Por si eso no fuera poco,
seguía moviendo su cuerpo contra el mío, enardeciéndome.
Seguí dándole fresas mientras mi mano seguía recorriendo su pierna,
apreciando su suavidad y delineando su muslo, acercándome de vez en cuando a
sus ingles tan solo para ver el brillo travieso de sus ojos azules, oscurecidos
por el deseo. Me gustó ese juego, era erótico pero íntimo y, además, era algo
que nunca había hecho con nadie.
Cuando Naruto se comió el último trozo de fresa, le cogí por el mentón y
sonreí.
—Si no recuerdo mal, ahora debería estar entre tus piernas.
Él se mordió el labio inferior.
—Mmm… Antes de eso… ¿me haces un favor?
Yo levanté una ceja, conocía demasiado bien esa expresión impaciente.
—¿Qué has hecho?
—Quédate aquí un minuto y luego ven al dormitorio —me pidió.
Intrigado, accedí y empecé contar, haciendo un poco de trampa y contando un
poco más rápido de lo que debería (ya, sé que no está bien, pero la curiosidad
me mataba). Cuando llegué a sesenta, me levanté y fui a paso rápido hacia la
habitación, esperando encontrar al doncel desnudo sobre las sábanas… Pero no,
Naruto estaba de rodillas en la cama, mirándome con las mejillas rojas.
Ladeé la cabeza, interrogante.
—¿Naruto?
—Ven, siéntate.
Obedecí, preguntándome a qué venía tanto misterio. Entonces, Naruto cogió
algo que tenía en la espalda y me lo ofreció.
—Feliz cumpleaños, Sasuke.
Parpadeé al ver un objeto rectangular envuelto en papel de regalo. Lo cogí
por inercia, todavía no me podía creer que Naruto hubiera recordado el día de
mi cumpleaños, solo se lo había dicho una vez…
—¿Cómo…?
—No me habré equivocado de día, ¿verdad? —me preguntó, un poco pálido.
Se me escapó una carcajada incrédula.
—No, pero… ¿te acordabas?
Él me sonrió y me guiñó un ojo.
—Soy tu novio, claro que me acuerdo.
Incapaz de resistirme, le di un beso apasionado, conmovido por lo que había
hecho. Lo que fuera que me había regalado no era tan importante como el hecho de
que recordara mi cumpleaños.
Cuando me separé, le acaricié la cara.
—No tenías que regalarme nada.
Él bufó.
—Un cumpleaños no tiene gracia si no te hago un detalle. Venga, ábrelo.
Emocionado como un niño, lo abrí, dándome cuenta de que era un libro. Al ver
la portada, no me lo pude creer: era Los rollos de los ninja Koga,
una novela histórica que se centraba en dos clanes rivales, los Iga y los Koga.
—¿Cómo lo sabías? —le pregunté. Había pensado muchas veces en comprarme el
libro, pero por una cosa u otra, al final lo había ido dejando de lado.
—Cuando hablas de los ninjas te emocionas mucho, es evidente que es un tema
que te apasiona, así que hice un poco de investigación y creí que este podría
gustarte —dicho esto, me sonrió, ilusionado—. ¿He acertado?
—Por completo. Gracias, Naruto —y lo besé otra vez, dejando el libro como
pude en la mesita y tumbándolo en la cama, dispuesto a demostrarle lo mucho que
significaba para mí lo que había hecho.
Él hundió las manos en mi pelo y atrajo mi lengua hacia su boca. La exploré
a conciencia mientras deshacía el cinturón del albornoz de Naruto y se lo abría
para poder tener al fin acceso a su cuerpo. Sin embargo, cuando le toqué, no
fue su piel lo que noté. Extrañado, me aparté… y me quedé con la boca abierta.
Naruto se había puesto lencería de doncel. Era de seda y de color azul
eléctrico, lo cual hacía resaltar su indómito cabello dorado y causaba un
hipnótico y sensual efecto con sus ojos, más claros; eran dos prendas, una
superior que se ceñía a su torso y se cogía por el cuello, dejando su esbelta
espalda al descubierto, y una especie de tanga que cubría solo la mitad de sus
nalgas.
Mi diablillo se rio, probablemente por la cara que tenía ahora mismo.
—Te prometí que si me impresionabas con las tres citas me pondría… —No le
dejé continuar, me coloqué sobre su cuerpo y me apoderé de sus labios al mismo
tiempo que le quitaba como podía el resto del albornoz.
Y mientras trataba de demostrarle sin palabras lo mucho que lo apreciaba,
no pude evitar pensar una cosa: Itachi estaba equivocado, Naruto no era la
persona adecuada, era la persona perfecta para mí.
¡Me alegro mucho! ^^
ResponderEliminarEn breves subo los dos capítulos pendientes ;)
Ey, re-leyendo esto me volvio la duda...Que fue lo q paso cuando Fugaku tuvo "la charla" con itachi?
ResponderEliminar